La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 24. Hoy (Evangelio) En la sinagoga de Nazaret están celebrando el shabad. La sala está ocupada hasta el último asiento. Jesús de Nazaret ha vuelto a su tierra. Todos lo conocen. Por treinta años ha sido su conciudadano. Como siempre ocupa su lugar entre los hombres. Se cantan los salmos. Entonces el presidente de la sinagoga envía a su empleado: que Jesús proclame la lectura. Esto es un honor. Con mucho gusto se ofrecía este servicio honroso a huéspedes de quienes se esperaba que tenían conocimiento de la Escritura. Seguramente el presidente de la sinagoga quería honrar al conciudadano quien como muchacho había ofrecido sus servicios en las celebraciones de la sinagoga. Frente a la sala está el arca de la Torá con los rollos de los libros de la Sagrada Escritura. El empleado saca el rollo del profeta Isaías y se lo entrega a Jesús. Este coge el rollo en uno de los cabos y deja que se desenrolle. Luego con la otra mano coge el rollo donde ha quedado abierto. Comienza a leer: "El espíritu del Señor está sobre mí y me han ungido para llevar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a curar a los de corazón arrepentido, dar la libertad a los presos, la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y anunciar un año de gracia del Señor y un día de recompensa". Enrolla nuevamente la Escritura, la devuelve al empleado y se sienta. Todos los ojos en la sinagoga están fijos en él. Entonces comienza a explicarles: "Hoy se cumple esta escritura que han escuchado." La comunidad reunida aplaude. Todos admiraban las palabras sabias que salían de su boca. La escena de Nazaret está detrás de toda proclamación del Evangelio en la Santa Misa. Cristo está en medio de nosotros, humilde, escondido. Toma el libro - ya no la profecía del Antigua Alianza sino el libro del Evangelio. Él proclama las santas palabras que están escritas allí. Con ello ya comienza su explicación: "Hoy se cumple la Escritura que han escuchado". La Misa solemne nos recuerda esto con la procesión del Evangelio. Las velas encendidas dicen: "Aquí está la luz del mundo". El incienso dice: "Aquí viene el Señor del universo". El libro del Evangelio no puede ser demasiado precioso. El beso del libro dice: "A la Palabra de Dios debemos todo nuestro amor". "Hoy", esta palabra se nos aclara en las melodías cuando se cantan las vísperas de las grandes fiestas: "Hoy ha aparecido Cristo - Hoy ha subido a los cielos". Vemos que no debe indicar una fecha fija sino expresar más bien la alegría infinita de la cercanía de Jesucristo. "Hoy". En la historia del rey David se cuenta: El profeta Natán le presenta al rey una parábola. Cuenta de un rico que ha robado a un pobre para agasajar a una visita. Cuando el airado David amenaza al pecador con severos castigos, Natán le dice: "Tú eres este hombre". Quien escucha el evangelio, debe sentirse aludido. El Evangelio no habla de alguien de lejanos tiempos pasados. Habla de tí, vale hoy. Por eso escuchamos el evangelio de pie. Esto sucede para honrar a Jesucristo que nos habla. Sucede también porque estamos dispuestos a ponernos en camino enseguida para hacer lo que Jesús nos dice. Antonio, que iba ser más tarde el padre del monaquismo lo ha hecho en su país de Egipto. Era un hombre muy rico. Cuando participaba como de costumbre en la Misa dominical escuchó el Evangelio: "Dejar todo y seguir a Jesucristo". En este mismo momento salió de la Misa, fue a su casa y comenzó a vender todos sus bienes. Luego se fue al desierto y vivía solamente para Cristo. El evangelio le había tocado el corazón hoy, ahora. Algo de esto debería realizarse también en tí. |