La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 37. La Palabra es potente. (Cánon: Relato de la Ultima Cena, Consagración) Quien es
católico escucha con tristeza el nombre
de Martín Lutero. Es él que ha dividido la única Iglesia. Sin embargo Lutero ha tenido intuiciones profundas y ha
hablado palabras importantes. Fue hace
cuatrocientos años (1529). En Marburg, la ciudad del duque de Hessen, Martín
Lutero tuvo un encuentro con Ulrich Zwingli.
El reformador suizo Zwingli presentó su doctrina: En la Misa el pan sólo
sirve como símbolo, como signo del cuerpo de Cristo. Entonces Lutero entró en
cólera y dijo: "Esta palabra es demasiado potente! Dice: Esto es mi cuerpo.
No se puede tergiversarla". Lutero
tiene razón. Cuando Dios dice: "es" entonces la palabra
"es" no expresa "significa" o "semejante a". Dios
dice: "Esto es mi cuerpo". Entonces es su cuerpo. La palabra es
demasiado potente. Cuando
Jesucristo había comido con sus discípulos el cordero pascual en el cenáculo e
instituyó la Eucaristía, faltaban pocas horas hasta su pasión y muerte. Él preveía
claramente la dura realidad de su pasión y muerte. Por eso quiso instituir su
Testamento. No era posible emplear conceptos vagos. A partir del contenido
tremendo de la hora hay que acoger la palabra "es" en toda claridad,
verdad unicidad: Es = es. Santa
Isabel de Turingia estaba en camino, como tantas veces, para socorrer a los
enfermos. Había hecho un pliegue con su manto y había guardado y escondido en
el todo tipo de víveres: harina, pan, mantequilla y carne. La calumniaron ante
su esposo el Landgrave: "Todo se lo lleva". Disgustado el landgrave
le fue al encuentro: "¿Qué es lo que llevas en tu manto?" Abrió el
pliegue de su manto y se veía unas ramas de la rosaleda como había muchas en el
castillo. Convertir
cosas buenas en ramas con espinas. Los víveres tan provechosos que podían
llevar salud a los enfermos, se convierten, se ven como ramaje espinoso que
crece en cualquier rincón, en cualquier muralla. Algo
similar pasa en la Santa Misa: Dios nos regala el cuerpo glorificado y la
sangre de su Hijo Jesucristo. Pero nuestros ojos de carne sólo ven pan y vino,
cosas ordinarias de todos los días, que puedes encontrar en una casa
cualquiera. - Llevamos en el manto de los vasos litúrgicos dorados al Ser del
mundo. Pero sólo vemos el pan que creció en espigas en el campo, el vino que
creció en una viña pedregosa. Una gran
diferencia: En el caso de Santa Isabel lo precioso se convierte en ramaje. En
la Santa Misa el pobre alimento humano se transforma en el cuerpo de Cristo. -
Es igual en los dos casos: Vemos lo insignificante. Lo que es precioso sigue
escondido. El ojo
fracasa. El oído es fiel. Así reza admirado Santo Tomás. Así dice también
nuestra fe. La palabra "es" es demasiado potente. Ese pan es el
Cuerpo de Cristo. |