La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 38. Una religiosa ahuyenta a los sarracenos. (Cánon: la Elevación de las Formas Sagradas) En los
tiempos en que vivía san Francisco, uno de los santos más grandes y quizás el
más simpático, Italia estaba dividida. Desde el sur subían los sarracenos, es
decir, mahometanos de Africa del norte. Por todas partes sembraban el pánico.
Robaban, saqueaban y asesinaban. Ante las
puertas de Asís, la ciudad de san Francisco, las religiosas habían edificado un
pequeño convento cerca de la iglesia de San Damián. Se encontraban sin
protección fuera de la muralla, entre viñedos y olivares. Era un convento muy
pobre. Llamaban a las religiosas "clarisas " según el nombre de su
fundadora, Santa Clara. Dormían en el suelo y ayunaban le mitad del año. Se les
había prevenido a las religiosas: los sarracenos están a la vista. Pero ellas no
tenían miedo. Cuando se retiraban para descansar tenían el privilegio de poder
llevar el santísimo y colocarlo en el nicho del balcón cerca del dormitorio.
Esto las tranquilizaba. Una noche
las clarisas escuchaban ruidos. Sonaban las armas, linternas brillaban en la
oscuridad. Hombres vociferaban. Las escaleras retumbaban contra los muros del
convento. Las religiosas seguían tranquilas en su sitio. Se arrodillaban y se
pusieron a rezar. La superiora salió al balcón y vio el peligro enorme. Una
gran bandada de feroces sarracenos se aprestaban se asaltar el convento. Del
nicho sacó el recipiente del santísimo con las dos manos. Se aceró al murito
del balcón. Levantó en alto el santísimo. Mientras tanto rezaba como solían rezar
las religiosas en las celebraciones: "Defensor noster aspice - oh Dios que
eres nuestro protector, mira al enemigo y sus intenciones. Protégenos, Señor,
que nos has comprado con tu sangre". Cuando
estaba parada así, elevando en alto el recipiente con el cuerpo de Cristo, la iluminó
un rayo de la luna. Un sarraceno que ya se encontraba en el último peldaño de la escalera, se asustó tanto, que
quería bajar. Pero al bajar pisó al que le seguía y por eso cayó al suelo.
También los demás se llenaron de miedo. En medio del asalto pararon comenzaron
a huir, corriendo bajaron la colina y en turbulenta carrera se alejaron de
Asís. Así salvó
Santa Clara el convento y la ciudad elevando en alto el santísimo sacramento. Ha
concluido la consagración. El sacerdote ha pronunciado el relato de la última
cena, las palabras de Cristo ha sido poderosos y efectivos: "Esto es mi
cuerpo! Esta es mi sangre". Después de la palabra sobre el pan, después de
la palabra sobre el cáliz el sacerdote eleva el cuerpo de Cristo y la cáliz con
la sangre de Cristo. Los fieles pueden mirar, contemplar. Es hermoso, poder
entrar en contacto con Cristo por la vista. Pero al mismo tiempo el sacerdote
cree poder ver los enemigos que quieren asediar a la Iglesia y a la cristiandad
y quieren destruirlas. Así que eleva la hostia y el cáliz sobre los angustiados. En su interior ve
cómo los asaltantes de los hombre resbalan y caen. Los redimidos por la sangre
de Cristo son salvados. Justo en
los años cuando la elevación del santísimo sacramento salvó al convento y a la
ciudad de Asís, se comenzaba con la introducción de la elevación del pan y del
vino en cada santa Misa. No se trata sólo de mostrar. Miramos y sabemos que
estamos seguros de todos nuestros enemigos. El cuerpo de Cristo resplandeciente
en la eternidad, es para nosotros salvación y salud. |