La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 49. ¿Quién
irá? (Podéis ir
en paz) "¿Quién irá?" preguntó el Papa al final de
la Santa Misa que había celebrado en las cuevas subterráneas, en las
catacumbas. ¿"Quién irá?" Lo que quería decir era:
"¿Quién lleva la santa comunión a la cárcel y a los enfermos?" La
persecución de los cristianos había recrudecido. Un adulto no podía atreverse
de visitar a los muchos cristianos en la cárcel. Enseguida lo tomarían preso. El joven Tarcisio se acercó al Papa:
"¡Santo Padre, escógeme, envíame!" El Papa contestaba un poco
azaroso: "Recién tienes quince años, hijo mío. Eres demasiado joven.
¿Quién podría ayudarte cuando tienes problemas?" Dijo Tarcisio:
"Santo Padre, soy el mejor en los deportes. Yo puedo solucionar los
problemas. Además es muy temprano. Nadie camina por las calles". El Papa
cedió. Con mucho cuidado colocó el pan sagrado, el cuerpo de e Cristo, en un
pequeño recipiente. El recipiente lo colocó en un lienzo. El lienzo lo
amarró en el cuello del joven. Puso encima la toga, una especie de abrigo.
Preparado así el joven Tarcisio partió antes de que los demás salieran de las
catacumbas. Caminó hacia la ciudad de Roma en la primera
aurora. Los guardias de las puertas de
la ciudad lo dejaron pasar. Las calles estaban vacías. Tarcisio caminaba con
mucho recogimiento. Él sabía lo que llevaba y lo que hacía. Al acercarse a la
cárcel escuchó un griterío salvaje. Un grupo de muchachos callejeros corría por
allí. Jugaban y peleaban. Uno de ellos reconoció a Tarcisio: "Vaya, ya te
levantaste. ¿De dónde vienes? ¿Qué es lo que llevas con tanto cuidado?"
Comenzó a jalar del abrigo. Pero Tarcisio lo rechazó con la mano libre. Entonces el otro gritó: "¡Golpéenlo! Tarcisio es
uno de los perros cristianos. Está llevando un secreto. ¡Aplástenlo!" Toda la banda se le vino encima. Tiraban
piedras. Tarcisio cayó de bruces y pudo
así proteger con el cuerpo el receptáculo con el santísimo sacramento. Los
muchachos lo empujaban, lo pateaban y
trataban de voltearlo. Tarcisio se
desmayó porque alguien le dio un puntapié en la cabeza. Se escuchó el paso firme de un soldado. Con mano
firme arrojó a un lado a los malvados. Uno después del otro huyó. El soldado
cargó en sus brazos a Tarcisio que
yacía en el suelo como muerto, y lo llevo a la tercera casa de la calle. Sabía
que vivía allí una dama cristiana. El oficial cristiano escondió el recipiente
con el cuerpo de Cristo bajo su manto rojo y lo llevó a la cárcel. Allí lo entregó al carcelero cristiano y luego fue a
visitar a los enfermos que estaban esperando a
Jesús. Tarcisio murió por las heridas que la habían causado
los muchachos malvados. Un Papa posterior con el nombre de Dámaso ha compuesto
una inscripción acerca del joven mártir y la hizo grabar en una tabla de mármol
para que no caiga nunca en el olvido la hazaña de Tarcisio. "¡Podéis ir en paz!" Esta es nuestra misión
al final de cada Santa Misa. Quizás habrá
personas que nos harán grandes dificultades cuando queremos llevar a
Cristo al mundo. Quizás nos atacarán. Quizás nos darán trabajo. Nos persiguen
en el colegio y en la empresa. Querrán
arrastrarnos a sus maldades y pecados. Nosotros guardamos dentro de nosotros el
misterio de Cristo. Nadie no los podrá
quitar. Por eso rezamos en el momento de la santa comunión: "No permitas
que seamos separados de Ti". |