La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 51. Permanece
y vuelve de nuevo. (Podéis ir
en paz) Año 1453. Los turcos bajo el mando del sultán Mahoma
II han conquistado Constantinopla después de un asedio prolongado. La gente
busca refugio en la Hagia Sofía, la catedral de la "Sabiduría Divina". Apretados unos contra otros
están arrodillados. La catedral tiene un segundo piso hecho de cuerpos humanos.
Lloran, gimen y rezan. En el altar mayor el monje ciego, Makarios, celebra la
Sagrada Liturgia, la Santa Misa. Los turcos irrumpen el santuario. Luego de haberse
reunido afuera empujan las puertas de bronce. Como primero entra, sentado en su
caballo, el sultán Mahoma II. Cabalga por encima de los cuerpos humanos. Detrás
vienen cabalgando los oficiales. Ante el iconostasio, ante la pared que está
cubierta de imágenes santas, se detiene. Manda que destrocen las imágenes a
fuerza de hachazos. El sultán espolea su caballo. El caballo sube el altar
mayor. Allí el sultán se para. Quiere decir que no solamente ha conquistado la
ciudad imperial sino el cristianismo. Cuando el sultán entró a la catedral, en ese momento
el monje ciego, Makarios, abandona el altar. En sus manos lleva el santísimo
sacramento. Con paso seguro camina hacia la columna que sostiene la cúpula.
Quieren pararlo porque parece que no se percata de la columna. Sin embargo
continua caminando hacia la columna. Esta se abre y se cierra. El monje está
encerrado en la columna, con el sacramento en sus manos. La fe del pueblo dice
que volverá algún día y pondrá el cáliz en el altar y celebrará la Santa Misa. Puede ser que no nos dejarán ya celebrar la Santa
Misa. Los enemigos exteriores pueden convertir las iglesias en cinemas como
sucedió con muchas en Rusia. Enemigos interiores pueden querer robarnos la fe
en el cuerpo y la sangre de Cristo, en el sacrificio de la cruz. ¡Que quede en
tu corazón la fe en el santísimo sacramento del cuerpo y de la sangre:
"¡No permitas que nunca me separe de Ti" - aunque estén cabalgando
por encima de nuestras cabezas y de nuestros cuerpos! ¡Que El resucite en todos
los lugares donde han tratado de aplastarlo! Resucita en todo lugar donde una
persona, en cuya vida estaba "empotrada la fe en el cuerpo y la sangre de
Cristo", nuevamente vuelve a Cristo. |