La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón 62. El hijo
del cacique. (La Santa
Misa como Meta) Cuando en el siglo 18 y 19 los estados de Europa
comenzaron a tratar como colonias suyas a muchos países de Asia y África,
llegaron a esas tierras también muchos misioneros. En sus centros misioneros, escuelas e internados llevaron a los pueblos lejanos muchos valores culturales y el tesoro de la fe. A los poderes
colonializadores los indígenas los consideraban como explotadores. A los
misioneros se les veía como amigos y colaboradores. En aquel entonces unos religiosos amables habían
construido un centro misionero al borde de la jungla. Para protegerlo contra los animales salvajes lo habían rodeado de
fuertes troncos como para formar una cerca. Invitaron a los niños de los
pueblos cercanos a la escuela. También
se ofreció a las mujeres y a los hombres todo tipo de instrucción. En pocos
años lograron que gran parte de la gente había sido bautizada. Para el pueblo
habían construido un pozo grande y
profundo y habían proporcionado todo tipo de herramientas para la
agricultura. Por ello se superaron
catástrofes de hambre y sed que generalmente se sucedían cada tantos años. Sin embargo muchos de ellos no habían aceptado la fe
cristiana. El motivo: el brujo. Donde
podía azuzaba a la gente contra los misioneros. El cacique le prestaba
atención. No permitía que sus hijos y
sus soldados fueran bautizados. Pero dejó que su hijo mayor vaya a la escuela
de los misioneros. Este muchacho de 12 años era muy dotado y aprendió
fácilmente. A la vez era una persona de mucha vida interior. Así creció en él
un anhelo profundo de recibir el bautismo. Su padre, sin embargo, se lo impidió
con amenazas crueles. Llegó el día de la primera comunión. Un grupo grande de niños se había
preparado. Al hijo del cacique le hubiera
gustado muchísimo recibir la primera comunión. Pero estaba excluido. En solemne
procesión los niños salían de la escuela y se dirigieron al templo atravesando
el jardín. El hijo del cacique tenía el privilegio de llevar un estandarte.
Continuamente rezaba en su corazón: "Jesús ven a mí, cuánto anhelo que
vengas". De repente se oía una estampida y silbidos. Todos sabían enseguida: el cacique está
atacando a la misión con sus guerreros. Se veía las cabezas de los que querían
saltar por encima de la cerca. Ya se veía como las flechas envenenadas pasaban
por encima de las cabezas de los niños. Estos se refugiaron en la cocina donde
estaban a salvo. Los hermanos legos dispararon su escopeta al aire. El ruido
asustó a los guerreros que huían. Pocos habían visto que el que llevaba el estandarte
había caído en las gradas del templo. Una flecha había penetrado su espalda.
Respiraba con dificultad. El veneno estaba bloqueando la respiración. Solamente
viviría diez o quince minutos. Los misioneros lo llevaban al templo y lo
acostaron allí. Al inclinarse sobre él escucharon como susurraba: "Jesús
ven a mí..." Luego dijo con fuerte voz. "Por favor, bautizar".
Todos los niños rodeaban al hijo del cacique. Uno de los misioneros trajo el
agua bautismal y lo bautizó. Otro trajo el santísimo sacramento y dijo:
"He aquí el cordero de Dios". Con esfuerzo dijo el muchacho:
"¡Jesús, ven!" Cuando había recibido la hostia, rezaba suavemente:
"Jesús, ¡cuánto de amo!" Luego murió. Su anhelo había sido saciado.
Había recibido al Salvador. Estaba con Él para siempre. "El cacique se fue", contaban los moradores
del pueblo. Con su flecha había, sin quererlo matado a su propio hijo. Cuando
se dio cuenta, se alejó. La gente expulsó al brujo del pueblo. Cuando oscureció
el cacique fue en secreto donde los misioneros: " Mi hijo me llama. Adónde
voy escucho la voz de mi hijo. Por eso estoy aquí". Unas semanas más tarde el cacique fue
bautizado. Dijo: "Ahora estoy unido nuevamente con mi hijo en una sola
familia". También él había alcanzado su meta. La Santa Misa no es aburrida. Uno puede esperarla con
anhelo y alegrarse por ella como el hijo del cacique. Vale que uno pierda su
vida por ella. Vale que uno lleve a otros
a la Misa - amigos, parientes. En la Santa Misa la familia es unida en
una sola familia. En la Misa se sacia todo anhelo. He aquí otra experiencia contado por un misionero del África. Una niña de 7 años le pedía insistentemente al
misionero que la admitiera a la primera comunión. Una y otra vez el misionero
le repetía que tendría que esperar. Ella le preguntaba cuánto tiempo tendría
que esperar. Sonriendo el misionero le indicó sus bellos dientes y le dijo:
"Cuando se te han caído todos los dientes de leche entonces será el
momento para hacer la primera comunión". El día siguiente apareció la niña
todo ensangrentada y le mostró al misionero su boca. Ya no había diente alguno.
Los había arrancado todos. ¿Qué creen que ha hecho el misionero? ¿La habrá
admitido a la primero comunión? ¡Por supuesto! |