¿Qué hay que hacer para NO
tener vocaciones?
NO HAGAN NUNCA lo que voy a decir.
«Anti–homilía» pronunciada por el p. Carlos
Miguel Buela,
el domingo IV de Pascua, XXXVI Jornada Mundial de
Oración por las Vocaciones,
en el Seminario «María, Madre del Verbo
Encarnado»[1].
Queridos Padres Rectores...:
Hoy, 4to. Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia toda reza
por las vocaciones. En este día quiero decirles lo que, a mi modo de ver,
hay que hacer para no tener vocaciones, es decir, les voy a decir LO QUE NO
HAY QUE HACER.
1. Acerca de la captación vocacional:
Como «la vida engendra la vida»[2], la manera más eficaz para que NO se
despierten vocaciones de especial consagración es formar comunidades sin
vida, sin ningún entusiasmo, lo cual se logra con una pastoral de
mantenimiento, que es lo mismo que la pastoral del «no hagan olas». Sin
incisividad, sin actualidad, sin contacto con los seres concretos de carne y
hueso, de esta época. En fin, una pastoral nominalista, de escritorio, una
pastoral de espera y no de propuesta, una pastoral superficial que no cale
hondo, una pastoral no entusiasmante.
Para ello el sacerdote no debe ser padre, no debe ser hermano, ni amigo, ni
pastor. Así no trasmitirá vida, ni fraternidad, ni amor de amistad, ni dará
la vida por nadie. Lo cual se logra al no tener fe viva, ni esperanza
invencible, ni caridad ardiente. Así se vivirá un cristianismo triste, sin
grandes ideales, burgués, formalista, exterior. Sin frutos notables.
Ayuda mucho para ahuyentar las vocaciones presentar las dificultades del
ministerio sacerdotal y de la vida religiosa como insuperables, no creyendo
que la gracia de Dios puede más que todas las dificultades. También ayuda el
dar la impresión de que hay que ser digno para poder pensar en una eventual
vocación (¡como si hubiese alguien digno!).
2. Acerca de la naturaleza de la vocación :
No creer que las vocaciones consagradas son obra de Dios, sino obra de los
hombres, obra meramente humana. Este es el punto crucial. De esta manera,
rezar para que Dios envíe vocaciones no será lo más importante. A lo más,
algunos rezarán como los mesalianos sin poner medios eficaces para alcanzar
lo que piden. Se privilegiará la propaganda publicitaria, incluso con mucho
mal gusto, algunas poco inteligentes, otras ridículas, otras irreverentes,
otras irreales, otras hilarantes. Les ofrezco algunos ejemplos que pueden
tener en cuenta:
a) Quizás puedas editar una propaganda vocacional acompañada de viñetas con
mensaje «subliminal» como esta: «Si no sabes hablar (figura de un
tartamudo); si crees tener poca edad (dibujo de un bebé); si te sientes
incapaz (dibujo de un niño que no puede levantar una torre con sus cubos);
si te sentís débil (dibujo de un debilucho tirado en el piso); atado;
confundido; poco importante (dibujo de una persona escondida en un tacho de
basura); ¡PERO!, estás en búsqueda, te importan los demás y quieres entregar
lo más grande que tienes, ¡VEN Y SÍGUEME! Firmado: Jesús. ¡PIÉNSALO! STOP»;
b) O tal vez, para mayor marketing puedes probar con esta propaganda
vocacional de USA: «WE’RE LOOKING FOR A FEW STRONG MEN!» («¡ESTAMOS BUSCANDO
HOMBRES FUERTES!»). Sale una foto de un sacerdote vistiendo de blue jeans,
con gorra roja, camisa escocesa sobre una negra camisa clerical con riguroso
clergyman –condición necesaria, a pesar del ridículo, para identificar al
personaje como sacerdote–, con sus pies en remojo en un fuentón, lo que
probablemente quiera indicar su cansancio tras una larga caminata con sus
jóvenes campamenteros, que le asedian por arriba, por el costado... uno con
una mochila, otro con una caña de pescar, otro jugando con una viborita... Y
el sacerdote mirando hacia arriba, resignado, como diciendo: «¡lo que tengo
que aguantar!»;
c) O tal vez con esta otra: «DIOS AL TELÉFONO». «¿Qué pasa con tu número
cuando Dios te llama? "OCUPADO". Más tarde, Señor... Ahora estoy ocupado.
Cuando termine. Tal vez, mañana. "SIN TONO". Fuera de onda. Desconectado.
Apático. Frío. Desganado. "EQUIVOCADO". No... No soy yo... –número
equivocado. No insista. Cuelgue por favor. "NO CONTESTAN". Timbre
insistente. Silencio. Egoísmo. Sordera para Dios. Rechazo. "COLGARON". Clic!
¡No! Ruptura con Dios. Desamor. Diálogo interrumpido. En cambio, cuando Él
te hable, para lo que sea, contéstale: Hola... sí, soy yo. Te escucho. Aquí
estoy. Habla Señor. Sí... Sí... como quieras, así sea, con todo gusto. Por
Ti, mi Dios, por mi hogar, por mi Patria, por el mundo. Hasta luego...
Señor»;
d) Otra propaganda presenta a religiosos vestidos correctamente con sus
respectivos hábitos clericales (sotana, baberito, crucifijo, o rosario con
los quince misterios...), cuando en realidad algún que otro anciano de tales
congregaciones usa todavía el hábito propio, que tanto llaman la atención y
tanto agrada su uso entre los fieles, abandonado por los de menos edad, que
han preferido a cambio una crucecita en la solapa, ¡cuando mucho...!;
e) Otra: «More Life than you Ever Imagined...» («Más vida que la que te
hayas imaginado...»). A continuación, una foto realmente inimaginable de
cuatro monjas mayores: una tocando una corneta, otra un violín, otra una
guitarra, otra una mandolina. Seguidamente, la invitación: Is God inviting
you to consider the … life?» («¿Acaso Dios te invita a que consideres la
vida…?»);
f) Y por último, aunque hay muchos ejemplos más, un dibujo de un físico
culturista que podría ser Silvester Stallone o un Arnold Schwarzenegger
levantando con los brazos extendidos y tensos por encima de la cabeza una
barra con enormes pesas en los extremos, con la siguiente inscripción: «La
Iglesia necesita de gente valiente y decidida. ¿Piensas tú que Cristo dijo
éstas palabras a gente débil? "El Reino de Dios se alcanza a la fuerza y
solamente los esforzados entran en él". SI QUIERES ACEPTAR EL DESAFÍO QUE
CRISTO TE OFRECE, ESCRÍBENOS O ACÉRCATE A:…».
Una mera propaganda externa, de muy poco sirve, para despertar vocaciones.
Si la vocación no es obra principalmente de Dios, no se han de buscar
seguidores exclusivamente de Jesucristo, sino obsecuentes de uno mismo.
Pretender que sigan a una mera persona humana es la mejor disposición para
que no nos siga nadie. Sólo el seguimiento exclusivo de Jesucristo hace
posible que el hombre, varón y mujer, se decida y persevere en una vocación
que excede las fuerzas humanas.
Para no tener vocaciones, deben presentar la vida sacerdotal y religiosa
color rosa. Todo consolación y resurrección. Toda alegría y comprensión.
Todo éxitos, bonanza y facilismo. No decir nunca que es cruz, y después
cruz, y por último, cruz, y siempre, cruz. Y que hay que estar dispuestos a
crucificarse con Cristo, día a día, minuto a minuto. Y que hay mucho para
penar, para dolerse y para llorar porque los sacerdotes son «los ojos de la
Iglesia, cuyo oficio es llorar los males todos que vienen al cuerpo»[3].
Para no tener vocaciones, deben coaccionar a los candidatos buscando,
indebidamente, convencerlos de que tienen vocación (aún cuando se vea que no
tienen idoneidad). Es decir, teniendo por el candidato un interés que se ve
que Dios no tiene (porque si no tiene idoneidad es porque Dios no se la
dio). Y con melindres, suspicacias y sutilezas no aconsejarle, vivamente,
que no entre o que salga, cuanto antes, del Seminario. Esos que claramente
no tienen vocación serán ocasión de que muchos otros la pierdan. Y los
superiores que no cuiden, tempestivamente, que sólo queden los que tienen
vocación probada, al perder la confianza de los buenos en su capacidad de
discernir las vocaciones, también se convierten en ocasión de que otros la
pierdan. No hay cosa, tal vez, que haga perder más vocaciones en los
Seminarios, que los superiores cuando se vuelven «perros mudos»[4].
Aunque, a decir verdad, la costumbre más extendida es dilatar la entrada,
justamente, porque no se cree o se duda de que es Dios el que llama. Cuando
llama Dios se requiere una respuesta al estilo de los Apóstoles: Ellos
dejaron al instante las redes y le siguieron (Mt 4,20), y San Pablo: …al
instante, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre… (Ga 1,16). Cuando
se pretende que las vocaciones maduren en el mundo, el mundo, generalmente,
se traga las vocaciones.
Incluso hay algunos que directamente dicen que un candidato no tiene
vocación y no por que hayan comprobado que no hay idoneidad , sino por otras
razones subjetivas de ellos. Porque les parece, por pálpito, por corazonada,
por no simpatizar con el candidato, o porque creen que tienen el don de la
cardiognosis. Si son jóvenes porque son jóvenes; si mayorcitos porque tienen
mucha edad. Conocemos el caso de Jean Luc:
– «Vos pensás que tenés vocación porque tu hermano es sacerdote», le dijo un
obispo;
– «Pero yo entré primero al Seminario»;
– «¡¿?!… Sé un buen laico».
En la actualidad es el primer sacerdote incardinado en un país de Asia
Central.
3. Acerca de la pastoral vocacional:
Seguir haciendo esa suerte de reclutamiento o leva masivos, sin
discernimiento, o sea, sin hacer selección. O peor aún, tener discernimiento
estrábico, es decir, hacer selección, pero al revés, desechando a los buenos
y aceptando a los que no tienen subiecto. Algunos ponen límites
artificiales, como la edad, los oficios, la historia precedente... y
multiplican, sin ton ni son, las normas para la admisión, de tal modo se
crean, de hecho, impedimentos insalvables. Por ejemplo:
– «NN. dice que no hay que ordenar hasta que el candidato tenga 28 años (El
Código de Derecho Canónico pide sólo 25 años), pero yo pienso que tendría
que exigirse tener 30 años porque recién allí se puede considerar maduro a
un candidato y se puede esperar más en su perseverancia».
– «¿Usted propone hacer lo que hacen los jesuitas?».
– «Eso mismo, ¡hombre!, ¡qué formación tienen!»,
– «Pero, ¡durante el generalato del P. Arrupe dejaron el ministerio más de
12.000 jesuitas ordenados a los 30 años!
– «¡¿?!».
Por ejemplo, algunos dicen que si ya entró algún familiar no hay que dejar
entrar a otro porque está influenciado por el primero. No dejan entrar a los
primos hermanos, con lo que no tendrían vocación apostólica los Apóstoles
Santiago y Juan, primos hermanos del Señor; ni tampoco si son hermanos, con
lo que no tendrían vocación apostólica Pedro y Andrés, Santiago y Juan;
otros no aceptan a los hijos únicos, con lo que si nuestro Señor hoy pidiese
entrar a un Seminario no sería admitido.
O afirmar rotundamente: «Aquí por tres generaciones no habrá vocaciones»
(menos mal que no pensó así nuestro Señor, ni los Apóstoles; todavía se
estaría por fundar la Iglesia).
Nunca digan –«aquellos, de tal Congregación, son malos», porque les harán
una propaganda gratuita y tendrán muchas vocaciones y después tendrán que
inventarse excusas para justificar su esterilidad, y dirán: «ambiente
cálido»..., «los atraen con música y deporte...», «ahora se los ve bien,
pero ¿dentro de 50 años...?», «les lavan el cerebro», «algo raro hacen,
donde van tienen vocaciones y nosotros ninguna»…
Lo que voy a decir ahora es infalible para no tener vocaciones: ¡dejar que
el Seminario se llene de tipos «alcanzame la polvera»! Cuando lleguen a
formar grupo verás como proliferan las murmuraciones, los despechos, los
resentimientos, verás un clima de intrigas palaciegas y suspicacias
retorcidas, se pincharán con la pestaña todo el día, los verás meneándose
acompasadamente y murmurando de cuanto se les cruce por delante y, entonces:
¡Chau, misión ! Y los que se respeten un poco se irán y no tendrás que estar
dando de comer a 150 seminaristas hambrientos. En algunos lados se prefiere
a los «masculinos, pero no fanáticos (los demasiado delicados)» porque
piensan que no les traen problemas y los pueden manejar a gusto, y rechazan
a los que tienen personalidad, porque tienen miedo que quieran pasar por
encima de su autoridad .
4. Acerca de la formación:
Este tal vez sea el punctum dolens del tema, como dijera Juan Pablo II: «…es
preciso encontrar para estas vocaciones una formación adecuada. Diría que la
condición de una verdadera vocación es también una formación justa. Si no la
encontramos, las vocaciones no llegan y la Providencia no nos las da»[5].
Tener un equipo de formadores heterogéneo y si son de tendencias
contrapuestas, mejor aún, así los seminaristas podrán hacer como suelen
hacer los hijos de padres separados, que piden permiso a uno y a otro, hasta
obtener lo que quieren. Aunque también se da la postura contraria, una
homogeneidad tal que impida toda legítima diversidad, cortando a todos por
un mismo molde. La exclusión de las legítimas diferencias, siempre produce
marginados, a los que luego fatalmente tendrán que discriminar, y se
convierten, finalmente, en excluidos.
Los superiores deben ser distantes: atendiendo a los seminaristas desde
detrás del escritorio. Que pongan énfasis en lo meramente exterior y
secundario. Que sean mentirosos, de tal manera que nadie les crea y se
destruya la convivencia concorde. Que desarrollen en el Seminario un clima
policial, de espionaje, de delación, de acepción de personas. Que sean
avinagrados, de mal humor. Que se les deba rendir pleitesía. Que desconfíen
de todos ya que la desconfianza por sistema hace desaparecer las relaciones
filiales, fraternas y paternales, propias de un clima de familia. De manera
especial, que no vivan la virtud de la eutrapelia, de tal manera que estén
todos tensionados, con stress, como quien dice, trepándose las paredes. No
alentar el canto y menos el canto con júbilo, o confundir los roles: en la
Misa cantos folklóricos, de campamento, o profanos; y en el comedor,
polifónicos o gregoriano. Hay una cierta gnosis musical, que ayuda a mezclar
las cabezas.
En lo doctrinal: instalar la convicción de que está todo en crisis, que no
hay certezas sobre nada, que todo es opinable, que sólo vale la búsqueda,
pero siempre que no se encuentre nada, dedicar grandes panegíricos a las
ideologías de moda, al último artículo de teología que apareció en la última
revista de última. Si alguno cae en el pecado imperdonable de tener alguna
certeza, sin más echarlo, porque es un soberbio. La Biblia que sea todo
midrash y hay que desmitologizarla, o sea, nada de histórico ni de
sobrenatural. Nada de metafísica, ni de estética. Sólo sentimientos y el
kitsch, el mal gusto. Nada de Santo Tomás, aunque es más elegante nombrarlo
un poco, dándoles a los jóvenes la impresión de que lo conocen. No hay nada
más explosivo que las mezclas gnósticas que producen cabezas gnósticas.
En lo espiritual: trabajar para que no tengan «motor propio», en especial,
no dándoles una auténtica espiritualidad sacerdotal, tan sólo, a lo más, un
barniz de espiritualidad laical. Nada de los clásicos de la espiritualidad,
basta y sobra con algunos de los caracterizados best–seller sincretistas de
moda. Que no haya recia disciplina, que cada uno elija la hora en que quiere
levantarse, si participar o no de la Misa y demás actos de oración. Que los
ejercicios espirituales sean compartidos entre todos, sin silencio y sin
penitencia.
Borrada la espiritualidad sacerdotal, hay que atosigarlos con toda la
problemática temporal, que es directa competencia de los laicos . Que
desaparezca de sus vidas el horizonte de lo sobrenatural. Así dejaran de
tener motivos válidos para una vocación de especial consagración. Para ello,
también sirve mucho jugar con lo sagrado, ridiculizar, ironizar, hacer
chistes con las cosas sagradas: Biblia, Tradición, Magisterio, Santos
Padres, Doctores, Liturgia, los Santos, la virginidad consagrada… todo lo
sagrado hay que hacerlo, dosificadamente, ocasión de burla. Cuando se logre
que jueguen con lo sagrado, nada tendrán por sagrado y ni su vocación, ni
sus personas, ni sus promesas serán sagradas. Hay que trabajar para que no
pierdan el tiempo pensando en la eternidad , en las postrimerías, ya que,
como toda verdadera vocación de especial consagración constitutivamente está
como entretejida con lo eterno, quitado este, desaparece aquella.
Que no ayuden en concreto a los pobres, porque si no la opción preferencial
por ellos deja de ser ideología y vivir en concreto la caridad con los más
necesitados les dará un corazón sacerdotal compasivo con las necesidades del
prójimo. Y por atender a sus pobres Dios te dará vocaciones y la
perseverancia de las mismas.
De manera especial, hay que evitar por todos los medios que se les predique
sobre la presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo en la
Eucaristía, y particularmente, sobre el hecho de que la Eucaristía es
sacrificio. Como el acto principal del sacerdote es el sacrificio[6],
quitándoseles el sacrificio pierde su razón de ser el querer ser sacerdotes
(por eso en estos tiempos, la única gran religión monoteísta que tiene
sacerdotes es el cristianismo –los católicos y los ortodoxos son los únicos
que tienen sacerdocio válido–, mientras que los judíos y los musulmanes no
tienen sacerdocio, porque no tienen sacrificio; los rabinos y los muecines
sólo tienen oficio magisterial). Si no le tienen una gran devoción a la
Eucaristía, no hay manera de que aprendan lo que es la caridad cristiana, ni
el peso incalculable de la eternidad[7], ni la audacia y generosidad
requeridas para la aventura misionera del «Ite…».
Enseñarles una pastoral que maltrate a la gente, al pueblo sencillo y fiel,
que les hagan sentir la autoridad, que desconfíen de todos diciéndose: «a mí
nadie me va a engañar». Que no visiten a las familias de sus apostolados, ni
jueguen con los niños y jóvenes. Hay que borrar de sus jóvenes corazones
todo pensamiento misionero. Si no quieren a nuestro pueblo, ¿cómo van a
querer a otros que, para colmo, hablan otras lenguas?
Enseñarles a tener mucha familiaridad con las chicas , así suelen formarse
matrimonios católicos, de los que tenemos más necesidad que de vocaciones
consagradas.
Enseñarles que los laicos deben ocupar el lugar de los sacerdotes y que lo
hacen con más solvencia. De tal manera que se mezclen los papeles[8].
Que no sepan cocinar, que no laven su ropa, ni limpien sus habitaciones, que
no sean peluqueros, ni mecánicos, ni electricistas, ni cuiden de la chacra,
ni trabajen en la imprenta… Y mejor dejarlos los tres meses de vacaciones en
su casa. Pero si los obligan a un mes de convivencia, que esta sea aburrida:
nada de trepar las altas cumbres y descender a abismos peligrosos, nada de
descubrir nuevas picadas, nada de deportes terrestres, náuticos o aéreos
como los hacen jóvenes de la misma edad… esas convivencias se convierten en
una aburridera fenomenal y sólo será una combinación de mate, cigarrillos,
lecturas del autor que esté de moda en el Seminario y faltas de caridad .
Clima ideal para obstaculizar las vocaciones.
Y experimentar siempre, todas las cosas, aún las más evidentes. Total, los
seminaristas son como los cobayos. En el experimentar cosas nuevas, sobre
todo si son utopías, muchos quedarán en el camino.
Finalmente, queridos Padres, para no tener vocaciones, no tienen que hacer
caso a los documentos del Concilio Vaticano II que tratan especialmente
sobre cómo se debe formar integralmente a los futuros sacerdotes [9] (no se
olviden que estoy usando el género oratorio y literario, que podríamos
llamar, «antifrástico»). No tienen que hacer caso de los documentos papales
de Juan Pablo II al respecto[10]. Para no tener vocaciones, tampoco tienen
que hacer caso de los documentos de las Congregaciones Romanas, por ejemplo,
a los documentos emitidos por la Congregación para la Educación
Católica[11]. Tampoco deben tener en cuenta lo propuesto por los otros
dicasterios de la Santa Sede[12]. Para no tener vocaciones, deben hacer caso
omiso a las indicaciones de los documentos del C.E.L.A.M.[13]. Y no tienen
que hacer caso de los documentos de la Conferencia Episcopal Argentina al
respecto[14].
Cuando hagan todo esto y tengan que cerrar sus Seminarios por quedarse sin
seminaristas, mírense ufanos en el espejo y ensayen varias veces en voz
alta, para después repetirlo innumerables veces: «Los Seminarios Mayores son
un invento del Concilio de Trento y están superados, ¡ya no sirven para
nuestra época!».
Que la Santísima Virgen les dé a entender que tienen que hacer, exactamente,
lo contrario.
[1] En rigor de verdad es un anti–sermón, porque
mi finalidad es mover a los que me escuchan a que NO HAGAN NUNCA lo que voy
a decir. Además, como estos son tiempos de peligros y asechanzas, para que
no se me interprete mal, y para no herir suspicacias, desde el comienzo
declaro que sólo me dirijo a los miembros de nuestros Institutos; no
pretendo hacer ningún tiro por elevación, ni referirme a otras
instituciones, ni criticarlas. Corresponde que diga la frase cliché:
«cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia». Pero aún más.
Para evitar cualquier malentendido y evitar efectos no queridos y no
buscados, me voy a dirigir solamente a los Rectores de nuestros Seminarios
mayores.
[2] Juan Pablo II, «Homilía en la Misa de
inauguración del Congreso Internacional por las vocaciones» L’Osservatore
Romano 20 (1981) 303.
[3] San Juan de Ávila, Escritos sacerdotales
(Madrid 1969) 209.
[4] cfr. Is 56,10.
[5] Juan Pablo II, «Diálogo con los periodistas
en el vuelo Roma–Montevideo», L’Osservatore Romano 25 (1988) 443.
[6] Santo Tomás de Aquino, STh, III, 22, 4: «…in
sacrificio offerendo potissime sacerdotis consistit officium».
[7] cfr. 2Cor 4,17.
[8] No tener en cuenta, por ejemplo, de la
Congregación para el clero, Consejo Pontificio para los laicos y otros
Dicasterios, Instrucción sobre algunas cuestiones relativas a la
colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes (15 de
agosto de 1997).
[9] Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros «Presbyterorum Ordinis» (1965); Decreto sobre la formación
sacerdotal «Optatam Totius» (1965).
[10] Juan Pablo II, exhortación apostólica
post–sinodal «Pastores Dabo Vobis» sobre la formación de los sacerdotes en
la situación actual (25 de marzo de 1992); exhortación apostólica «Vita
consecrata» sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo
(25 de marzo de 1996); carta apostólica «Los Caminos del Evangelio» a los
religiosos y religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la
Evangelización del Nuevo Mundo (29 de junio de 1990).
[11] Normas básicas de la formación sacerdotal
(la «Ratio studiorum») (1970); La enseñanza de la filosofía en los
Seminarios (1972); Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal
(1974); La formación teológica de los futuros sacerdotes (1976); La
enseñanza del derecho canónico para los aspirantes al sacerdocio (1977);
Instrucción sobre La formación litúrgica en los Seminarios (1979); Carta
Circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en
los Seminarios (1980); Orientaciones educativas sobre el amor humano (1983);
La pastoral de la movilidad humana en la formación de los futuros sacerdotes
(1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social
de la Iglesia en la formación sacerdotal (1986); Orientaciones sobre la
formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la
comunicación social (1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de
la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1988); La
Virgen María en la formación intelectual y espiritual (1989); Instrucción
sobre El estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal
(1989); Directrices sobre la preparación de los formadores en los seminarios
(1994).
[12] Secretariado para la Unión de los
Cristianos, El ecumenismo en la formación superior (1970); el más reciente
promulgado en conjunto por la Congregación para la Educación Católica y el
Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos; o el documento de la
Congregación para la Doctrina de la fe, La vocación eclesial del Teólogo; el
Documento conclusivo del II Congreso Internacional de obispos y otros
responsables de las vocaciones eclesiásticas (1981) y Diez años después
(Síntesis), (1992); Potissimus institutionis, de la CIVCSVA (1990), Nuevas
vocaciones para una nueva Europa (1998).
[13] III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano; Documento de Puebla en los nn. 659–776; IV Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, Conclusiones, nn.
65–93.
[14] Normas para la formación sacerdotal en los
Seminarios de la República Argentina (1984); La formación para el sacerdocio
ministerial. Plan para los Seminarios de la República Argentina (1994).