5 Los Sulpicianos: El P. Julio Chevalier msc, ¿Quién es? (Jean Tostain msc)
LOS SULPICIANOS
Hablar de Dios a los hombres. Julio Chevalier ha sido bien preparado, como muchos sacerdotes de su generación, por la formación recibida en el Seminario Mayor de Bourges. La enseñanza es dada por los sacerdotes de San Sulpicio. Los Sulpicianos, del Seminario de San Sulpicio en París, son algo serio. Es también una larga historia, ligada a la Iglesia de Francia.
Es el Concilio de Trento (un concilio capital después de la primera ola del Protestantismo) que, el primero, decretó la necesidad de abrir seminarios. El Concilio duró 20 años (1545-1563). Se necesitó más tiempo todavía para aplicar sus decretos. Pues es Vicente de Paúl quien, el primero en Francia, más o menos 100 años después, empieza reuniendo a los candidatos al sacerdocio. Se trata de un retiro de once días que presenta a los ordenados lo esencial de la teología. Pero Vicente inventa también la formación permanente del clero, en las "Conferencias de los martes". Poco a poco se instalan seminarios en todas las diócesis, en forma de sesiones de algunos meses primero, y después de un año, para llegar, en la víspera de la Revolución, a dos años (en el tiempo de Julio Chevalier, 50 años más tarde, el ciclo será de 5 años). Los obispos confían la dirección de sus seminarios a los Sulpicianos, a los Lazaristas (fundados por San Vicente de Paúl) o a los Eudistas (San Juan Eudes). Todos tienen el mismo origen. Tenemos que estudiar su historia para conocer las fuentes de Julio Chevalier y comprender cuáles son las raíces de su Congregación.
Esa historia tiene su origen en Pedro de Berulle, un teólogo y un gran maestro
espiritual (1575-1629: inmediatamente después del Concilio de Trento). Berulle es el que introdujo en Francia las Carmelitas. Pero sobre todo elaboró una teología del sacerdocio que dejará huellas en varias generaciones de sacerdotes.
Pedro de Berulle, sacerdote, era noble: empezó renunciando a todos sus beneficios. En esa época, era un hecho extraordinario, pues se hacia uno sacerdote más bien para asegurarse ganancias. Vicente de Paúl, por ejemplo, pequeño sacerdote oriundo de Flandes, sube a París con la firme esperanza de encontrar un puesto remunerador. ¡Y encontrará a Cristo en los pobres!
Pero Berulle es también un sabio erudito. Ahora bien, en su tiempo florece lo que se llama el "Humanismo". Se redescubre el pensamiento griego y latino, se es aficionado a la experiencia, al vértigo de la razón. El gran Descartes trata de vincular la fe y la razón: es trabajo arduo. Pero Berulle arranca desde un punto de vista tan simple como profundo. A Dios, no lo conocemos; pero, Jesús, Hijo de Dios, tiene una existencia histórica. Es algo concreto. Entonces es a partir de Jesús que hay que ir hacia Dios. Berulle escribe una "Vida de Jesús". Muy extraordinaria esa "Vida", pues se termina con... el nacimiento del Salvador. Es una contemplación de la persona de Cristo: a la vez la persona de un hombre y la persona de un Dios. Berulle se admira de ella profundamente. Pues Dios no es ya el inaccesible, podemos alcanzarlo por Cristo. "En él, Dios incomprensible se deja comprender, Dios inaudible se hace oír, Dios invisible se deja ver..."
Por él, con él, en él, Dios se hace cercano a nosotros. La única oración que vale a sus ojos, es la de Cristo: nuestra única manera posible de orar es pues unirnos a Cristo. El Hijo de Dios comparte todo con su Padre: unidos a Cristo, compartimos toda su riqueza, su santidad, su gracia. Entonces tenemos una sola meta: ser otros Cristos, ser Cristo. Berulle no inventa nada, redescubre lo que decía san Pablo: "Mi vida es Cristo", "Formamos un solo cuerpo en Cristo", "Herederos de Dios, coherederos con Cristo".. Podríamos agregar decenas de citas: "Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí". ¡Qué maravilla!
Quizá somos menos sensibles a esa admiración, porque para nosotros son cosas que nos han enseñado en el catecismo. Tenemos la impresión que nos sabemos todo eso. Pero conocer y experimentar son dos cosas. Los santos son los que han experimentado eso. Cada día hay gente nueva que escribe también "Vidas de Jesús" en su propia vida. Julio Chevalier sabrá admirarse muy temprano. La palabra de san Pablo que le gustará más es: "Los ojos fijos en él.."(Heb. 12,2). Nunca "perder de vista" a Cristo Jesús: será su línea de conducta. Y desde la primera redacción de la Regla de su Congregación religiosa, pondrá en primer lugar esas palabras que son esenciales para él: "Los ojos siempre fijos en Nuestro Señor Jesucristo".
Siguiendo su meditación, Berulle toma claramente conciencia que si la vocación de ser unido a Cristo es propio de todo bautizado, el sacerdote desempeña un papel indispensable en el desarrollo de esa vocación. El sacerdote, por el sacramento del Orden, es "configurado" con Cristo. He aquí una palabra muy sabia! No sé cómo traducirla: "hecho semejante a Cristo de manera especial", sería lo que más se aproxima.
Cristo es "el único mediador entre Dios y los hombres" (l Tim. 2,5). Sólo El puede ofrecer un sacrificio a Dios, el que ofrece en la Cruz. Los bautizados no pueden ofrecer sino un solo sacrificio, su único sacrificio. Pero para eso, tienen necesidad
Cristo es también "la cabeza del Cuerpo" (Col. 1,18). La cabeza: símbolo para el judío que era san Pablo (los judíos hablaban de la cabeza como nosotros hablamos del corazón). El sacerdote transmite esa vida de Cristo por los sacramentos: sin sacerdote, no Reconciliación, ni Eucaristía, "comunión" plena con Cristo.
La cabeza: es igualmente la que dirige (¡el buen pastor!), que instruye. Aquí también el papel del sacerdote es instruir: no enseñar doctrina abstracta, sino hacer a Cristo presente, presentarlo "vivo" a los hombres, y dirigirlos hacia él. En fin, la cabeza porque el sacerdote es el que coordina en nombre de Cristo, en lugar de Cristo, la actividad del Cuerpo. Es el signo de la unidad de todos los bautizados en Jesucristo.
Se entiende que después de esa profunda meditación, Berulle haya tenido una alta opinión del sacerdocio. Quiere vivir, tan perfectamente como sea posible, de acuerdo con el modelo de sacerdote que es Dios hecho hombre, Jesucristo. Reúne en torno a si un grupo de sacerdotes y funda una comunidad con las mismas reglas de la fundada por san Felipe Neri, en Italia, en el siglo anterior: el "Oratorio". Entre sus discípulos, se encontrarán grandes figuras de esa fecunda época: san Vicente de Paúl, el P. Olier, san Juan Eudes, san Griñón de Montfort...
Hay que notar que todos esos grandes espirituales tienen los pies firmes en la tierra. Pedro de Berulle, de grande nobleza, cree de su deber ocuparse de política: se opone a Richelieu, consigue reconciliar Luís XIII con su madre, y acepta el cargo de cardenal al final de su vida. El Padre Olier no se contenta con fundar un seminario:
envía sus Sulpicianos a abrir numerosas escuelas en los campos. Vicente de Paúl es bien conocido por su caridad activa para con los pobres (con la fundación de las Hijas de la Caridad). San Juan Eudes, ente otras muchas cosas, ataca decididamente el problema de la prostitución... Era la lógica misma: prolongar el respeto y el amor de Jesús para los hombres de su tiempo. Los hombres (y las mujeres!) son el Cuerpo de Cristo, tienen derecho a un respeto infinito. Ir hacia los hombres, como Cristo, para conducirlos hacia Dios, por Cristo.. Veremos más luego que el Padre Chevalier no querrá, a ningún precio, religiosos (tampoco religiosas) enclaustrados.
Uno de los primeros discípulos de Berulle, el padre Olier ("Señor" Olier, como se decía en ese tiempo), muy íntimo con Vicente de Paúl ("Señor" Vicente), transforma la parroquia San Sulpicio de París, y allí mismo abre un seminario. Para dirigirlo, funda la "Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio". Muy pronto los Sulpicianos crean otros seminarios en Francia, donde son llamados por los obispos para enseñar en sus diócesis.
¿Qué enseñan esos Sulpicianos? La filosofía y la teología, claro, pero también la Sagrada Escritura y la Moral, y todo lo que se debe aprender en un seminario. Y, al hacerlo hablan de Cristo. Pero hablan de El de una manera diferente a la que se acostumbraba: es un persona VIVA, es ALGUIEN, está presente. No se le puede reducir a una materia de estudio, a definiciones dogmáticas. Hasta ese tiempo, se tenía la costumbre no de hablar de Cristo, sino de discurrir "sobre" Cristo. El estilo de las conclusiones del Concilio de Trento está en esta línea: "Si alguno dice acerca de Cristo que… que sea considerado como hereje" "Si alguien dice que la humanidad de Cristo.., que la divinidad de Cristo.., que la Resurrección de Cristo.., etc. Pero, ¿quién piensa todavía en el mismo Cristo? Eso nos hace pensar en ciertos cirujanos que llaman a su paciente según la operación hecha:"El estómago de la habitación 14 se despertó.. la vesícula del 20 está agitada.. la próstata del 32 podrá salir mañana.." Pero, ¿y el enfermo? Lo hemos olvidado. Sin embargo, es una persona, no se la puede reducir a uno de sus órganos. Cristo también es una persona, en toda su plenitud. Para Julio Chevalier, será siempre una convicción: Cristo no será nunca para él un tema de examen del final del seminario. Es una presencia, es Alguien que vive con él, con quien él vive.
También, más profundamente, los discípulos del Sr. Olier hablan mucho de "religión" de Cristo. Cristo como "religioso del Padre". El vocabulario ha evolucionado y las palabras no tienen el mismo sentido para nosotros. Cambiémoslas por "alianza", "mediación". Cristo "Mediador del Padre", unión entre el Padre y los hombres.. El hombre, pecador, ha perdido su unión con Dios. Cristo repara ese desorden y restablece la alianza. Al hacerse semejante a los hombres, el Hijo de Dios se hizo alianza viva del hombre y de Dios. Cada ser humano, en El, puede decir: "Padre", y recibir, por El, la vida que da el Padre. Cristo es pues el perfecto "religioso", y somos hecho "religiosos" con Él. La historia del mundo llega a ser la historia de la construcción del Cuerpo místico de Cristo.
Ser "religioso" con Jesús, para compartir con Él, y hacer compartir al mundo, la intimidad de Dios Padre, Julio Chevalier, en adelante, va a consagrar su vida a ello. Y aunque sea la vocación de todo bautizado, entendemos mejor ahora por qué el P. Chevalier querrá ser "religioso" y fundar una congregación "religiosa", a pesar de todas las objeciones que se le enfrentarán. No era para alejarse del clero llamado "secular", y todavía menos por una facilidad de organización. Era para mejor afirmar que el sacerdote, como Cristo, con Cristo, es "religioso" del Padre.