14 El progreso de la congregación: El P. Julio Chevalier msc, ¿Quién es? (Jean Tostain msc)
EL PROGRESO DE LA CONGREGACIÓN
Hemos visto que, durante los primeros cinco años, la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón no tenía más que tres miembros, y más tarde dos solamente, después de la partida del P. Maugenest, co-fundador.
Esa falta de refuerzo inquietaba al P. Chevalier, pues la tarea por cumplir era inmensa: los dos Padres eran solicitados de todas partes para "misionar" en las parroquias, en las que daban nuevo impulso, y, por otra parte, la multitud se hacía cada día más numerosa en el "Sagrado Corazón". "La mies es mucha, los obreros pocos". Jesús, el primero, sintió esa inquietud.
Las razones por las cuales pocos candidatos se proponían para fortalecer el pequeño equipo eran diversas. Primero, la incertidumbre, que permanecía en las mentes, sobre el fin y la naturaleza de la Sociedad: ¿Congregación local para la animación de las parroquias existentes y la predicación en los campos abandonados y descristianizados? o ¿Congregación universal, destinada a irradiar en el mundo entero? Si, para el P, Chevalier, las cosas estaban claras desde el principio, lo eran mucho menos para el obispo y los responsables del clero local: querían "utilizar" lo más posible, antes que todo, esa fuerza nueva sólo para el bien de la diócesis.
Y esa diócesis muy extensa (hoy en día es todavía la más grande de Francia) y muy descristianizada era pobre en vocaciones, en relación con sus necesidades. Hemos visto que el obispo se sintió obligado a retirar al P .Maugenest, con el riesgo de hundir a la joven Congregación: no tenía a nadie más en ese momento para el cargo que le confiaba. También hemos visto que el mismo obispo autorizaba una nueva entrada (a la Congregación) solamente con la condición de tomar a su cargo un ministerio preciso, aunque sea la capellanía de los hospitales y hospicios. Además, los sacerdotes que hubiesen podido pensar en entrar en la pequeña Sociedad, vacilaban con razón. Ir hacia Issoudun era abandonar su parroquia sin que hubiera sustitutos.
Esas dificultades fueron finalmente la suerte de la Congregación. Pues, por las circunstancias, vinieron de las otras diócesis de Francia entera sus primeros reclutas, tan pronto como fueron bastante conocidos los Misioneros del Sagrado Corazón (gracias al Sagrado Corazón y a Nuestra Señora del Sagrado Corazón). Hacia mediados de 1860, la Congregación contaba con una docena de miembros: muy pocos nativos del Berry o que ejercían allí su ministerio. Venían de Allier, de Bretaña, de Normandía, de Burgoña, de Marsella, de Suiza. Y entre esos primeros padres, había muchos sacerdotes de gran valor. Un reclutamiento local no hubiese podido alcanzar esa calidad general.
En los comienzos, una dificultad de orden práctico se agregaba a los motivos más profundos y generales de los pocos ingresos en la Comunidad. Sencillamente era la falta de espacio. Por la estrechez de la primera casa, no se podía recibir más de un postulante a la vez. Después de su regreso de Ars, en 1859, el P. Chevalier hizo alzar el armazón del techo para acondicionar allí 12 celdas. No eran lujosas, pero eran espacios disponibles ofrecidos no sólo a los postulantes, sino también a todos los sacerdotes deseosos de hacer un retiro en la Comunidad. Muy pronto fueron ocupadas y eran insuficientes. En 1866, la primera ala del gran convento actual fue comenzada y terminada en algunos meses.
Acoger sacerdotes como miembros de la Congregación era cosa cómoda pero también difícil. Cómoda, porque la Sociedad no tenía la preocupación de la formación de esos sacerdotes. Difícil, porque era aleatorio, dependía de la casualidad de los encuentros, y no se podía asegurar así el futuro con certeza. El P. Chevalier pensaba en una casa de formación, un seminario donde podría acoger jóvenes deseosos de entrar en la Congregación. Pero era una empresa fuerte, arriesgada, muy onerosa. El Padre no creía tener el derecho de apartar a ese fin las sumas ofrecidas para la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón.
Entonces el P. Vandel entró en la Congregación y trajo una idea original. El P. Vandel, de origen saboyano, párroco en Suiza por varias circunstancias, había regresado a Francia para curarse. Utilizó ese tiempo libre forzoso para fundar "la Obra de los Campos". Esa obra reunía laicos generosos que se comprometían a ayudar materialmente a los sacerdotes aislados cuya pobreza lindaba con la miseria. Pero silos sacerdotes eran pobres, también eran muy pocos. Entonces, muchos jóvenes pensaban en el sacerdocio y no tenían los recursos para pagar la pensión de un seminario. El P. Vandel tuvo la idea de crear un seminario gratuito para acogerlos.
Había tomado la idea, muy sencilla, de Paulina Jaricot, la fundadora de "la Asociación para la Propagación de la Fe”, cuyo fin era ayudar las Misiones extranjeras. Los miembros de esa asociación se comprometían a dar cada unoun centavo por semana. Estaba al alcance de muchos y la obra pudo desarrollarse y llevar una ayuda eficaz a las misiones. El P. Vandel pensaba que con el número considerable de peregrinos y de asociados de la Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, se podría pedir a cada uno mucho menos: un centavo al año. Aun los más pobres se sentirían felices de poder participar así a la formación de futuros sacerdotes, y el gran número de !os donantes permitiría sin duda reunir las sumas necesarias a la buena marcha de un seminario. Si los arroyuelos hacen los grandes ríos, son primeramente las gotas de agua que hacen esos arroyuelos.
Muy tímidamente el P. Vandel había sometido su idea al P. Chevalier, porque había sido rechazada ya por los dirigentes de la Obra de los Campos, quienes la juzgaban demasiado aleatoria. Pero el P. Chevalier aceptó en seguida con entusiasmo. Sin duda recordaba sus largos años de espera en Richelieu, y pensaba que muchos jóvenes no tendrían, como él, la felicidad de encontrar un bienhechor providencial. Además, conocía la generosidad de los pobres. Estaba seguro que si se les proponía algo a su alcance, se podía esperar mucho de ellos.
De hecho, "La Asociación del Centavo por año en favor de las Vocaciones Apostólicas" que puso en marcha el P. Vandel conoció un gran éxito de una vez. Y ya en octubre de 1867, un seminario menor, que fue llamado "Pequeña Obra" por la estrechez de sus recursos, fue creado en Chezal-Benoit, cerca de Issoudun. Había allí un colegio diocesano instalado en una antigua abadía, cerrada por la Revolución. Los alumnos de la Pequeña Obra residían en una dependencia, y recibían sus clases en el colegio, donde una parte de los cursos era asegurada por los Misioneros del Sagrado Corazón.
El anuncio de la fundación de la Pequeña Obra, ampliamente difundido por los Anales, había atraído numerosos bienhechores, pero también las solicitudes de los candidatos al sacerdocio: 150 el primer año. Prudentemente, el P. Vandel aceptó solamente 12. La obra apenas comenzaba: estaba seguro de poder subvenir a las necesidades de 12 alumnos, no más. No quería tomar más riesgo. Pero en los años siguientes, los donativos continuaron, y pudo aceptar todos los candidatos serios que se presentaban.
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Durante 100 años, la Pequeña Obra, cuyas casas se multiplicaron en el mundo entero, asegurará a la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón un numeroso reclutamiento de calidad: sacerdotes formados desde la infancia a seguir a Cristo, que ama a los hombres, y a imitar ("fijos los ojos en Él") su misericordia, su paciencia, su comprensión, su acogida a los pobres, a todos los pobres.. Gracias a los sacerdotes salidos de la Pequeña Obra la Congregación pudo esparcirse por el mundo entero, ir a todas partes.
Gracias igualmente a la Pequeña Obra, el P. Chevalier, desde 1880, pudo responder a la demanda del Papa de abrir Misiones en países inexplorados como Papuasia, hoy Papua-Nueva Guinea. (Mons. Enrique Verjus, muerto de agotamiento a los 32 años (en 1892) era miembro de la primera etapa de la Pequeña Obra, en Chezal-Benoit. Su causa de beatificación fue introducida en Roma).
El P. Chevalier había confiado al P. Vandel la tarea de poner en marcha y administrar la Pequeña Obra. Contaba enteramente en él. E hizo bien. El recluta-miento futuro de la Sociedad parecía asegurado. Pero eso no bastaba para el P. Chevalier. Su meta no era asegurar el futuro de "su" Congregación, sino utilizar todos los medios posibles para revelar a los hombres que Dios los ama. Estudió entonces varios proyectos y comenzó a realizarlos.
Primero, se puso en comunicación con los Jesuitas. Tenía pensado afiliarse simplemente a la Compañía de Jesús. Su Congregación hubiese sido solamente una rama jesuita, encargada más especialmente de dar a conocer al Sagrado Corazón. De esa manera hubiera aprovechado la poderosa ayuda y la vasta experiencia de la Compañía, para una acción más eficaz. "Nuestra Sociedad debe de ser hija de la suya, es necesario que tome su savia y su vida en sus Constituciones, en su organización, en su espíritu, en su ayuda y en los lazos que deberán unirnos. Consideraremos a San Ignacio como nuestro fundador. Seremos una expansión, otra irradiación de la Sociedad de Jesús". Las negociaciones avanzaron mucho, muy oficialmente aunque discretas, pero finalmente no llegaron a ningún resultado.
Mientras tanto, el P. Chevalier trataba de poner en marcha otro proyecto: los Sacerdotes asociados. El fin era apoyar a los sacerdotes aislados y difundir más ampliamente el anuncio del Sagrado Corazón al mundo. Esos sacerdotes podrían emitir votos o no hacerlo. Sin embargo, todos llevarían el nombre de "Misioneros del Sagrado Corazón". Un ejemplo lo animaba en esa vía: en Issoudun, el anciano P. Crozat había sido reemplazado por el P. Maugenest. Éste se consideraba siempre como Misionero del Sagrado Corazón, pues había emitido los votos perpetuos. Sin embargo, no dependía jurídicamente hablando de la Sociedad sino del obispo. Entonces, ¿por qué no aceptar oficialmente esa situación y extenderla a otros?
El P. Chevalier organizó reuniones, conferencias, y hasta un congreso para tratar de formar una federación, bajo el nombre de "Misioneros del Sagrado Corazón", con las pequeñas asociaciones de sacerdotes existentes ya en varias partes de Francia. Los Jesuitas, con quienes mantenía el contacto, lo animaban a ello. Nuevas persecuciones contra las Congregaciones eran posibles, si no probables. Esos religiosos "en el terreno" serían entonces una salvaguarda para la continuación de la Misión del P. Chevalier. Por otra parte, éste era consciente de las grandes necesidades de las diócesis y veía una ventaja grande en esta solución: ".. pues esta asociación, ofreciendo poderosos medios de perfección, parará en parte la emigración de los mejores sujetos cuya presencia seria tan necesaria en sus diócesis..". Y en una audiencia privada, en 1860, el Papa Pío IX parecía haberle animado: "Quisiera que todos los sacerdotes, formen parte de ella..".
Pero el P. Chevalier no se detenía allí en la exploración de "todos los medios posibles". Quería también asociar laicos a su obra. Laicos Misioneros del Sagrado Corazón, con votos o sin votos, viviendo en comunidad o no. Una Tercera Orden se fundó. Se constituyeron grupos. Se contaron hasta 300 miembros repartidos en diferentes países. Pero eso quedó algo confuso; faltaban un marco fijo y vínculos concretos con la Sociedad.
Finalmente, ese gran proyecto de una vasta organización de Misioneros del Sagrado Corazón, incluyendo religiosos en comunidad y otros fuera de comunidad ("agregados": sacerdotes o laicos), y asociados (igualmente sacerdotes o laicos), fue un fracaso. Y hay dos motivos para ello. 1) Los primeros Padres eran muy pocos, en esa época, para administrar y animar una organización tan grande. 2) Cuando se trató de reconocer oficial y jurídicamente la Congregación, Roma había decidido volver a reglas estrictas. Se quería poner orden en la anarquía de todas esas "congregaciones" que se habían multiplicado espontáneamente en el siglo 19, fuera de las reglas comunes. Los religiosos con votos, dependiendo de una comunidad, fueron los únicos reconocidos como formando la Congregación. Los sacerdotes y los laicos asociados (con o sin votos) fueron considerados como simples miembros de "obras", y no como parte integrante de esa Congregación.
De ese fracaso, quedan algunos sacerdotes asociados que se quedaron como miembros de la Congregación (entre otros, grandes figuras como el P. Vandel, el P. Jouët). Pero, ese fracaso es también un reto para los hijos del P. Chevalier, los Misioneros del Sagrado Corazón de hoy. Les toca buscar nuevas pistas para concretizar la intuición de su fundador, utilizando "todas las vías posibles" para dar a conocer a los hombres que Dios los ama, apelando a todas las buenas voluntades, cualquiera que sean, "para que el mundo conozca..", decía Jesús (Jn. 17,21).
El P. Chevalier pasa el mes de febrero de 1869 en Roma, haciendo todas las diligencias necesarias para la aprobación de las Constituciones de la Sociedad de los Misioneros del Sagrado Corazón. Esa aprobación depende de los "Ministerios" oficiales de la Iglesia, compuestos por juristas puntillosos. El Papa no está directamente implicado, pero el P. Chevalier se encuentra con él (para pedirle entre otras cosas la coronación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en su nombre). Pío IX se interesa mucho por el desarrollo de la Congregación que él mismo había favorecido en 1860, y le da una bendición particular. El 8 de marzo, el decreto es firmado. Los Misioneros del Sagrado Corazón tiene ahora un lugar reconocido en la Iglesia. Ya no forman sólo una pequeña asociación dependiente de un obispo. Van a poder recorrer el mundo, ir a todas partes.
Tan pronto pasaron las fiestas de la coronación de Nuestra Señora, que han mantenido a todo el mundo ocupado, se abrió un noviciado con todas las de la ley (en Montluçon) el 12 de septiembre: El 19, los Misioneros del Sagrado Corazón (son solamente 11) se reúnen en "Capítulo" (asamblea general), y eligen con todos los requisitos su Superior (el P. Chevalier, claro). Y pronuncian, pero esta vez oficialmente, sus votos religiosos, el 28 de septiembre. Ya estamos en 1869, 15 años después del "signo" dado por Nuestra Señora, el 8 de diciembre de 1854. La Congregación sale del período de la infancia y se hace adulta. En lo sucesivo tiene una organización completa y una existencia canónica.
El P. Chevalier tiene ya 45 años. Durante los últimos 15 años, a la vez predicador expresivo, constructor audaz, y organizador visionario, ha desplegado una actividad prodigiosa. Aun en el plano humano, causa admiración. ("Hubiera tenido éxito en todas partes", dijo uno muy cercano a él). Pero no perdió nunca de vista la "misión" a la que se sentía llamado. Es su gran fuerza.
Los Misioneros del Sagrado Corazón siguen en número reducido, pero pronto se van a multiplicar. Diez años después, en 1879, suman 63, cuyo promedio de edad es de 32 años. Y al año siguiente, acontecimientos trágicos van a apresurar la extensión extraordinaria de la Congregación en otros países y llevar a los Misioneros del Sagrado Corazón hasta los antípodas.