Somos Misioneros del Sagrado Corazón: Testimonio personal de Gerard Hamel msc
Capítulo 21
"Atraído por la bondad y la paciencia”
Gerard Hamel, 48 años (Canadá)
¿Por qué soy M.S.C.? Por una serie de circunstancias que, después, tomaron el aspecto de un guiño de la Providencia. Yo estaba en el sexto año de primaria. El Ministerio de Educación había montado un grupo experimental, que debía pasar directamente al nivel secundario sin hacer el séptimo año de primaria. Yo había sido elegido para formar parte de este grupo, pero mi madre no estaba de acuerdo en que yo saltara un año. Aproximadamente en el mismo tiempo, un M.S.C., que trabajaba en el reclutamiento para la Escuela Apostólica de Beauport, se presentó en la escuela parroquial. Me entrevisté con él y, después de informarse de mis resultados escolares, me invitó a pasar las pruebas de admisión en el colegio. Una vez que fui admitido, el director logró convencer a mi madre de que me dejara saltar el séptimo año. Para quien conozca a mi madre, era una hazaña digna de mención. Más aún, esto resolvió el problema financiero de mis padres al encontrar un bienhechor para mis estudios. Es así como pude comenzar mi curso de clásicas, en Septiembre de 1967, cuando nada hacía presagiar un tal recorrido.
Llegado a Beauport, no sabría decir hasta qué punto he sido feliz en esta institución de enseñanza. El espíritu del colegio, muy marcado por la sencillez, la bondad y la paciencia excepcionales de los religiosos que trabajaban junto a nosotros me maravillaban. La presencia de los Hermanos, a los que siempre he admirado y con los que me sentía importante, me hacía mucho bien. De tal suerte que, muy pronto, quise asemejarme a estos hombres. Y, para ello, estaba claro para mí que yo debía llegar a ser uno de ellos. Lo que hice, no sin temor, una vez acabados mis estudios colegiales.
Mi entrada en el pre-noviciado comportaba sin embargo otra motivación. En efecto, cuando llegó para mí el tiempo de hacer mía la fe, Dios, a mi entender, sólo podía ser Amor. Esta convicción no era el fruto de mis lecturas o de mis estudios. Era una certeza. Una especie de iluminación, sin que por otra parte hubiera experiencia espiritual excepcional. Además, dos dichos de Jesús me fascinaban profundamente: "Venid a mí todos los que estáis cansados, que yo os aliviaré. Pues yo soy manso y humilde de corazón" (Mt. 11, 28-29) y "Yo soy el buen pastor, y conozco a mis ovejas" (Jn. 10,14). Al descubrir la experiencia espiritual del Padre Chevalier, evidentemente he percibido en él similitudes. Razón de más para ir más lejos con los M.S.C.
Esto responde bastante bien, pienso, a la pregunta: "¿Por qué me he hecho M.S.C.?" Como la vida no me ha ahorrado conocer en mi vocación tiempos de crisis, debo decir ahora "por qué sigo siéndolo". Es simplemente porque Dios me ha visitado en estos tiempos confusos. Él me ha permitido descubrir que para mí, vivir plenamente, era ser Misionero del Sagrado Corazón. La misión, la espiritualidad, y el carisma de la Congregación correspondían a lo que yo llevaba como aspiraciones más profundas. Por eso, esta adhesión estaba encaminada a hacer emerger el hombre que yo debía y quería llegar a ser. En esta perspectiva, mi acción apostólica se convertía en uno de los frutos de este crecimiento humano y espiritual. De una evolución que obraba de modo que yo estaba en condiciones de situar mi existencia en un camino de horizontes ilimitados, aunque no fuera el teatro de acontecimientos singulares.
A los cuarenta y ocho años, sigo convencido de que mi vida no puede esperar a tener sentido, es decir significado y dirección, más que bebiendo abundantemente en la herencia legada por el Padre Chevalier. Esto es más claro todavía desde que trabajo con los laicos M.S.C. Mi esperanza es hacer fructificar esta herencia, porque es fuente de vida para hoy. Esto supone que misión, espiritualidad y carisma sean realidades que inspiren lo cotidiano, y lo transformen en la perspectiva del Reino, en el que todos tienen su puesto porque están reconocidos en su dignidad más fundamental: la de hijos e hijas bienamados del Padre. "Del Corazón de Cristo, veo surgir un mundo nuevo" (Julio Chevalier). Otro dicho de Jesús se convierte ahora en elemento clave: "Yo soy el camino, la verdad y la vida." Y es por este camino por el que quiero caminar, para entrar al mismo nivel en la verdad que libera y conocer la vida en abundancia: "Un corazón nuevo para un mundo nuevo". No solo sino en solidaridad con todos los y las que se me ha dado relacionarme.
¿Cuáles son los M.S.C. que más me han impresionado y por qué? En primer lugar los religiosos que trabajaban en la Pequeña Obra de Beauport. Es allí donde tuve el contacto con la comunidad. Pero podría decir lo mismo de los que trabajaban en nuestra residencia de estudiantes en el Seminario San Agustín. Y lo mismo ha sucedido en todas las etapas de mi formación inicial. Como decía más arriba, lo que estos hombres han sido para mí me ha despertado a la vida, incluso si cada uno de entre ellos era muy diferente, verdaderamente no hecho con el mismo molde. En otras palabras, es como si, con ellos, yo pudiera nacer por segunda vez (cf. Jn. 3,3-5).
Conociendo ahora las Constituciones de la Congregación, encuentro una expresión de la experiencia que viví entonces en estos extractos de nuestro Libro de Vida: "El nuestro es un espíritu de familia y de fraternidad, hecho de bondad y comprensión, de compasión y perdón mutuo, de delicadeza, humildad y sencillez, de hospitalidad y sentido del humor. [La comunidad] debe construirse como una comunidad humana entretejida de relaciones humanas en la que cada uno aporta sus talentos, y se siente reconocido, aceptado, escuchado, animado e interpelado. "(32-33) . Desde luego que quedé impresionado por la profesionalidad de que daban pruebas nuestros hermanos que trabajaban en la educación. Por la creatividad de los que trabajaban en animación pastoral. Por la audacia de que eran capaces, para adaptarse a las necesidades de nuestro tiempo, los que trabajaban en los medios. Por la proximidad vivida con la gente por los que trabajaban en parroquias. Sin tomármelo demasiado en serio, aprendí de ellos a hacer las cosas lo más seriamente del mundo: aprendí que lo que vale la pena hacer merece hacerlo bien.
Por otra parte, sin despreciar la importancia del trabajo bien hecho, comprendí muy pronto que lo más importante era de otro orden: la principal "herramienta" en la acción pastoral es el tipo de persona que uno es, en que uno se convierte día a día. San Ireneo escribió: "La gloria de Dios, es el hombre en pie". He aquí por qué sigo siendo Misionero del Sagrado Corazón.