'Laudatio' del doctorado 'honoris causa' a Kiko Argüello por don José Noriega, vicepresidente del Instituto Juan Pablo II
La "laudatio" que dirigió don José Noriega, vicepresidente del Instituto
Pontificio Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia,
institución que tiene su sede en la Universidad Pontificia Lateranense de
Roma, al entregar este 13 de mayo el doctorado "honoris causa" a Kirko
Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal.
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La fecundidad es algo que pertenece al misterio de Dios Trinidad. Nosotros
los hombres sabemos bien que no es algo que pueda venir de nosotros, pero
que va acogido con alegría, sabiendo que Jesús ha venido para que tengamos
fruto y fruto abundante.
El Instituto Pontificio Juan Pablo II otorga hoy a Kiko Argüello el
Doctorado honoris causa porque reconoce una fecundidad muy especial por la
plena valoración de la familia como sujeto eclesial y social, en plena
consonancia con la forma de pensar de Juan Pablo II, a través del itinerario
de formación cristiana post-bautismal iniciado por el junto a Carmen
Hernández y que ha generado frutos abundantes en todo el mundo.
El acercar a las personas a las aguas del bautismo ha permitido que el río
de agua viva que surge de Cristo pueda devolver la vida a lo largo de su
curso, haciendo posible que las familias puedan reconstruirse y florecer, en
el imponente testimonio de la fecundidad de Dios Trinidad en la Santa
Iglesia. En las pequeñas comunidades, en las cuales el camino neocatecumenal
se ha estructurado y quiere vivir el misterio de la Sagrada Familia de
Nazaret, cada familia ha sido acogida en su relación específica, sin que sus
componentes hayan sido absorbidos indiferentemente, y ha sido promovida en
la propia dimensión misionera. De este modo se construye una autentica
pastoral familiar, que se sitúa bajo el espíritu de nuestro fundador el Papa
Juan Pablo II.
Son tres los aspectos que nuestro Instituto quiere señalar respecto a los
frutos del Espíritu en la obra del nuevo doctor. En primer lugar el haber
acompañado un camino de fecundidad en las familia. En segundo lugar, haber
ofrecido un camino concreto de culto familiar a Dios. Y en tercer lugar,
haber fomentado la misión de la familia.
El redescubrimiento de la fecundidad del bautismo en la vida de la pareja ha
tenido uno de sus frutos más significativos en el descubrimiento de la
santidad del acto conyugal entre los esposos. Visto como uno de los lugares
donde Dios asiste, las parejas del camino han querido vivir su amor con una
singular apertura a la vida, sabiéndose colaboradores de Dios en la creación
de personas. En un momento de crisis y desorden por parte de muchos, la
acogida sin reservas de la encíclica profética de Pablo VI Humanae vitae por
parte de las familias de camino ha sido un auténtico testimonio para toda la
Iglesia, mostrando que, más allá de nuestros miedos o de nuestras
dificultades, es posible vivir como la Iglesia señala, como camino
especifico de santidad de la pareja, si hay una comunidad viva que les
acompaña.
La constitución de una familia, que tiene en su origen la acogida del
misterio de la fecundidad de Dios, conlleva al mismo tiempo a la iniciación
al misterio.
Las familias del camino neocatecumenal han entendido rápido y han adoptado
una forma de liturgia domestica: cada día en el matrimonio, pero aún más
especialmente toda la familia el domingo, en la celebración de los laudes,
vivida como un espacio donde favorecer el diálogo con Dios en un diálogo
familiar. De este modo, la gran misión de trasmitir la fe a los hijos ha
encontrado el ámbito propio del testimonio de los padres, los cuales ayudan
a los hijos a comprender la relevancia de la Palabra en la propia historia
concreta. En esto se demuestra como la relación entre padres e hijos busca
ayudar a estos últimos en su modo de relacionarse con Dios que es Padre, es
decir a entrar en una relación filial con el Señor así como nos lo ha dado a
conocer Jesús. Esto ayuda a levantar los ojos hacia el verdadero Padre
celestial, del cual hemos recibido verdaderamente la vida y el amor. Es aquí
donde se reconoce una de las razones principales del gran fruto de
vocaciones que las familias del camino han sabido llevar.
En el contexto de una secularización espantosa de "grandes zonas de la
tierra, donde la fe esta en peligro de apagarse como una llama que no
encuentra más de donde nutrirse", el Camino neocatecumenal ha sabido "poner
a Dios presente de una manera singular": hablo del gran testimonio de las
familias en misión. De hecho, la realidad del misterio del Dios amor que
vive un misterio de comunión en si, y que sale de si en misión para
introducir al hombre en su comunión, se hace presente en una comunión
humana, la Sagrada Familia de Nazaret, la cual se extiende en la vida de la
iglesia y, a través de las familias, llega a cada hombre. Se trata de un
protagonismo que viene vivido por toda la familia como tal, llevando a la
parroquia y al mundo el testimonio de aquello que es una familia, con sus
dificultades, pero sobretodo con sus grandes esperanzas. Así, el testimonio
que ellos llevan es el testimonio de la Trinidad en misión, es decir, de la
pasión del amor de Dios Trinidad por el hombre. De la convicción que el
mundo necesita de testimonios ha nacido también el apoyo ofrecido por Kiko
Argüello por la promoción del Family day con la idea de ayudar a todos a
comprender la importancia de la familia fundada sobre el matrimonio por cada
hombre y por la sociedad entera.
Son tantas las familias en misión que han recibido de Juan Pablo II el
crucifijo. Él mismo, nuestro querido Kiko, lo ha recibido y lo lleva consigo
como una reliquia. Hoy el Instituto académico fundado por el y que se
enorgullece de llevar su nombre, le concede un Doctorado honoris causa.
Alguno podría pensar que se trata de un cambio sustancial: ¡recibir la cruz
no es lo mismo que recibir un doctorado! Todos nosotros estamos convencidos
de que el siervo de Dios Juan Pablo II nos mira hoy con alegría desde la
ventana del cielo y es su mirada nos damos cuenta que este título es una
animación a continuar una misión a favor del hombre, a fin de que Dios pueda
llevar a plenitud la fecundidad de aquella agua que Jesús nos ha regalado en
la cruz.