Kiko Argüello relata en un libro su encuentro con Cristo tras una crisis existencial
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Rel 2012
Algunos pasajes más destacados
del libro de Kiko Argüello «El Kerigma, en las chabolas con los pobres»
(BuenasLetras), que saldrá a la venta mañana martes, 27 de noviembre en toda
España.
Los derechos de autor del libro irán destinados íntegramente a la Fundación
Familia de Nazaret para financiar la Evangelización itinerante.
«Intenté vivir como si Dios no existiera»
Fue entonces cuando se me cerró el cielo. Se me formó encima como un cielo
de cemento y la vida empezó a ser muy dura [...] Había muerto interiormente
y estaba literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir
cuando yo no era capaz de hacerlo. La gente se ilusionaba por el fútbol, el
cine... sin embargo, a mí esas cosas no me decían nada [...] Todo esto
también me lo planteaba porque sentía que tenía sobre mí como una manta
mojada que me hacía buscar la verdad constantemente: «¿Quiénes somos y qué
hacemos en el mundo?» Para mí no era indiferente si Dios existía o no
existía, sino que era una cuestión de vida o muerte [...] Yo intenté vivir
así, pero pronto me di cuenta de que, cuando la vida se hace insoportable,
sólo hay una salida: suicidarse [...] En un momento trágico de mi existencia
entré en mi cuarto, cerré la puerta y grité a ese Dios: «¡Si existes, ven!,
¡ayúdame porque ante mí tengo la muerte!»
«¡Entonces grité al Señor!»
Frecuentaba Bellas Artes y en mi curso había un cura, también
pintor, y fui a hablar con él sobre esto. Todo lo que me decía me parecían
cosas sin consistencia. Entendí rápidamente que el problema era la fe, y que
yo solo no me podía dar la fe. ¡Entonces grité al Señor y en aquel momento,
de repente, sentí dentro de mí la certeza de que Dios existía! No lo sentí
como un razonamiento o como una teoría, no. Dios existía: era como un toque
de sustancia.
«Me encontré con el misterio de Cristo cruficificado»
En Navidad iba a casa de mis padres a pasar la Nochebuena con
ellos. Una Navidad, fui a la cocina y vi que la señora de servicio que
trabajaba en casa de mis padres estaba allí llorando, precisamente el día de
Navidad. Le dije: «Qué le pasa?». Y me contó una historia que me dejó
estupefacto. Su marido estaba alcoholizado y, al llegar a casa borracho, les
pegaba con un palo a ella y a los hijos o les amenazaba con un cuchillo.
Tenía muchos hijos [...] Entendía que así no podía seguir y pensé: «Y si
Dios me dice que tengo que irme a vivir con esa familia para ayudar a ese
hombre a no beber y a salvar a sus hijos, que están sufriendo tanto?». Y así
lo hice: dejé todo y me fui a vivir allí [...] Me encontré con un
sufrimiento humano inaudito, una especie de Auschwitz. Dicen que después de
Auschwitz ya no se puede creer en Dios... Bien, no obstante yo encontré allí
una respuesta sorprendente, me encontré con el misterio de Cristo
crucificado. Entendí que hay una presencia de Cristo en los que sufren,
sobre todo en el sufrimiento de los inocentes. Hay gente que es inocente y
está cargando con el pecado de otros, ese pecado horrible de un
alcoholizado, de uno que le pega a su madre, de un hijo anormal, del
incesto, etc. Eso hace que esos inocentes estén llevando con Cristo la
salvación al mundo.
«Querría irme a vivir entre los pobres»
Tenía un amigo que era asistente social y que trabajaba en las
chabolas de Palomeras, y le dije: «Querría dejarlo todo e irme a vivir entre
los pobres». Y me indicó un sitio: un pequeño valle lleno de cuevas, donde
había gitanos, quinquis, vagabundos, pordioseros, mendigos, prostitutas
viejas... una zona horrible. [...] Me fui a vivir allí con una guitarra y
una Biblia. En el suelo había un colchón. Me acuerdo de que hacía un frío
espantoso. Aquella chabola era en un refugio para los perros y los perros me
calentaban. Dormía con cuatro o cinco perros encima, si no, me moría de
frío.[...] A aquel ambiente me llevó Dios, porque yo, sinceramente, no
habría ido nunca.
«¿Por qué en España un hombre quemó a sus hijos?»
¿Por qué en España un hombre mató y quemó a sus hijos? Seguramente
había hecho la primera comunión, iba a misa, pero desde la universidad había
dejado de practicar. Decía Juan Pablo II que si un bautizado deja de
practicar y decide ser él quien dirige su vida, su bautismo queda como
muerto. [...] Toda la humanidad está sometida al imperio de la muerte y
tenemos que anunciarle la Buena Noticia.
El reto de la evangelización: «Siempre tiene lugar en medio
de dificultades»
Para concluir, me gustaría señalar que, contado así, todo parece fácil, pero
la evangelización siempre tiene lugar en medio de dificultades. Hemos sido
perseguidos y expulsados de muchas parroquias. A veces no se comprende lo
que es el Camino y nos confunden con una secta. Sin embargo, queremos seguir
a Jesucristo y sus huellas y sabemos que la persecución es la fuente del
verdadero éxito, que ella nos ayuda en la conversión. Todo lo que nos
asemeje a Jesucristo es la verdad.
¿Qué es el kerigma?
Kiko Argüello dedica parte del libro a explicar el sentido del
término griego clave en sus catequesis: «No hay cosa más grande en el mundo
que el anuncio del Evangelio. ‘‘Dios ha querido salvar al mundo a través de
la necedad del kerigma’’. El kerigma no es un sermón, no es una meditación.
¿Qué es el kerigma? Es el anuncio de una noticia que se realiza cada vez que
se proclama. ¿Y qué es lo que se realiza? La salvación. Si hoy os anuncio el
kerigma, vuelve a realizarse ante vosotros la salvación. «Dios ha querido
salvar al mundo a través de la necedad del kerigma». Esta noticia que se
hace presente, hace presente un acto, algo que está en acto, algo que se
hace realidad. Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio. La
palabra ‘‘evangelio’’ significa Buena Nueva».
La importancia de Carmen Hernández en el Camino
«Dios quiso que en aquel ambiente, hasta con chicos drogados y con
los gitanos, yo me encontrase con Carmen, una misionera que se estaba
preparando para ir a la India y había tenido contactos con el arzobispo
Manrique también para ir a Oruro, Bolivia, entre los mineros (...). Dios ha
querido que Carmen y yo estuviéramos juntos en esta obra. Carmen es muy
importante para el Camino. A través del padre Farnés, que es un gran
liturgista, al que había conocido en Barcelona, me puso en contacto con la
renovación del Concilio Vaticano II. Siempre me ha dicho la verdad,
aportando al Camino todo el descubrimiento del misterio pascual del
Concilio».