Testimonio improvisado de Kiko Argüello: El Espíritu Santo está soplando sobre su Iglesia a pesar de nuestros pecados
"Somos testigos de una única realidad que está sucediendo: el Espíritu Santo
que está soplando sobre su Iglesia, a pesar de nuestros pecados, para ayudarla"
Testimonio de Kiko Argüello -Francisco José Gómez de Argüello es su nombre
completo-, iniciador del Camino Neocatecumenal, en un encuentro ante cientos de
jóvenes "no pertenecientes al Camino", en Asís, el 1 de noviembre de 1.996
TESTIMONIO IMPROVISADO
Soy hijo de una familia normal, burguesa, de Madrid. Mi padre era abogado, Una
familia acomodada. Soy primogénito de cuatro hermanos. Mis padres eran
católicos. Después de haber terminado el colegio, al ir a la universidad, entré
en crisis con mi familia y conmigo mismo, sobre todo por el ambiente en la
facultad de Bellas Artes de Madrid, que era completamente ateo, marxista. En
seguida me di cuenta de que la formación que yo había recibido, tanto en la
familia como en el colegio, no me servía de nada para responder a los problemas
que tenía de todo tipo (afectivos, psicológicos, de identidad). Me preguntaba:
¿quién soy yo?, ¿por qué existe la injusticia en el mundo?, ¿por qué las
guerras?, etc..."
Me fui alejando de la Iglesia hasta dejarla totalmente. Había entrado en una
profunda crisis buscando el sentido de mi vida. En Bellas Arte hice teatro.
conocí el teatro de Sartre y milité en esta línea un poco atea. Me dediqué a
pintar, a hacer exposiciones..."
LA RELIGION COMO BARNIZ
"Bien, Dios permitió que yo hiciese una experiencia de ateísmo, o, si queréis,
una kenosis, un profundo descenso al infierno de mi existencia, una existencia
sin Dios. Dios ha permitido que yo cortase todos los lazos con la trascendencia.
Me escandalizaba profundamente de la indiferencia de mucha gente. Todas las
personas de mi alrededor eran personas que iban a misa, pero en definitiva su
vida no era profundamente cristiana... Desde mi familia, en la que mi madre iba
a misa todos los días, u mi padre era católico. Pero el dios de mi casa era el
dinero. La mayoría de las conversaciones en mi casa eran sobre el dinero.
"No estaba Dios en el centro de mi familia ni en el centro de la mentalidad que
se tenía en mi casa, y eso era normal. Lo mismo puedo decir de mis tíos, y de
todo el ambiente en el que me movía. La religión era un aspecto más, una especie
de barniz cultural, que al menos a mí no me convencía. Tal vez porque era
pintor, artista, y tenía una profunda sensibilidad y un absoluto deseo de
coherencia, de verdad. No aceptaba ser un burgués como mis padres, ni vivir una
vida así, como supongo que les habrá sucedido también a tantos jóvenes. Recuerdo
que entonces iba a misa el domingo y, con quince años, algunos amigos, estando
la iglesia llena, nos quedábamos al fondo -era antes del Concilio- y
aguantábamos allí de pie..., íbamos a aquella misa porque no se predicaba, era
más breve..., se oía una campanilla y nos poníamos de rodillas, nos levantábamos
y esperábamos a que terminase para poder largarnos."
"yo me daba cuenta de que aquella no era una manera de practicar. Aunque parezca
extraño, la misa así de mal vivida fue la situación por la que me iba dando
cuenta de que tenía que dejarlo, tenía que buscar otros caminos. Una cosa tenía
clara: no podía engañarme a mí mismo. No podía ser un cretino, un estúpido: o
creía seriamente en Dios o, si no creía, era mejor dejarlo... y así es como lo
dejé todo."
EL CIELO CERRADO
"Entonces intenté ser coherente con un tipo de existencialismo: con el absurdo
total de la existencia humana. Y comencé a sufrir mucho porque ante mí todo el
mundo se convertía en ceniza: se convertía en ceniza mi existencia, se convertía
en ceniza todo. No tenía interés por nada, ni siquiera por pintar. Y tuve la
fortuna , o si queréis la desgracia, de ganar un Premio Nacional de pintura muy
importante en España. Entonces salí en televisión, en los periódicos, me había
abierto camino profesionalmente, y esto ya fue la "última gota", porque veía que
aquello no daba ningún sentido a mi vida."
"Había muerto interiormente y sabía que mi fin seguramente sería el suicidio,
antes o después. Y, de hecho, estaba literalmente sorprendido de que la gente
fuese capaz de vivir cuando yo no era capaz de vivir. La gente se ilusionaba por
el fútbol, por el cine... A mí no me decían nada. El fútbol no me gustaba, y el
cine me parecía estúpido. Vivir cada día significaba todo un sufrimiento. Cada
día lo mismo: ¡para qué levantarme?, ¿quién soy yo?, ¿para qué ganar dinero?,
¿para qué casarme? Y así todo ante mí carecía de sentido... Recuerdo que sentía
cono si el cielo estuviese hecho de cemento, y yo me encontrase bajo una gran
cloaca. Tenía esa imagen... El cielo, totalmente cerrado ante mí..."
¿POR QUÉ VIVES?
"Preguntaba a la gente a mi alrededor: "Perdona un momento, ¿tú sabes por qué
vives?", y no sabían ni por qué ni para qué vivían, pero vivían... Tal vez tenía
que ser así, simplemente, vivir: uno se levanta, va a clase, come, después se va
al cine o llama a un amigo... ¡Benditos los que son capaces de vivir así! Yo no
lo era. Me refugiaba, escapaba de mí mismo. Se abría un gran abismo dentro de
mí. ¡Abismo que en el fondo era una llamada profunda de Dios, que me estaba
llamando desde el fondo de mí mismo!
"Entonces me ayudó mucho -por eso leer es siempre bueno- un filósofo que se
llama Bergson. Bergson es el filósofo de la intuición. Dice que la intuición es
un método de conocimiento superior a la razón. Dios permitió que ésta fuese para
mí la primera chispa que me iluminase un poco, porque me había dado cuenta de
que en el fondo yo era un racionalista, que me estaba destruyendo a mí mismo,
por que en el fondo de mí algo no podía aceptar el absurdo de todo lo creado.
Porque soy un pintor, y entendía la belleza de la naturaleza: el agua, los
árboles, los pájaros, las montañas.
"Me di cuenta de que para negar que todo tenía un sentido, para negar que Dios
existe, se necesitaba tanta fe como para creer que existía. Y yo había dado el
paso de aceptar que Dios no existía. Pero era una acción racionalista que
chocaba con algo dentro de mí. Y entonces me dije: "Mira que la razón no lo es
todo, que en el hombre también está la intuición". Entonces con la intuición
llegaba a reconocer que todo tenía un sentido, que existía Dios, que Él sabía
por qué existo yo. Pero no sabía cono encontrarlo."
¿LA BIBLIA, LA FE, PARA QUÉ OS SIRVE?
"Luego leía el Evangelio que dice: no oponer resistencia al malvado..., si
alguno te abofetea en la mejilla derecha..., si alguno te roba... Recuerdo que
una vez mi padre se enfadó y le dije: "Mira lo que dice aquí. Tú eres católico
¿no?" Y él me dijo que eso eran cosas de los santos, de San Francisco, y no sé
de quién... Entonces le contesté: "Este libro, la Biblia, lo puedes tirar por la
ventana porque he entendido que no tiene ninguna relación con la realidad. Me
niegas que esto se pueda vivir, que las cosas son como son..., que la vida es
otra cosa: estudiar, ganar dinero, vencer... Entonces, ¿la Biblia, la fe, para
qué os sirve...?"
¡AYÚDAME!
"Entré entonces en mi cuarto, y me puse a gritar a este Dios que no lo conocía.
Le gritaba: ¡Ayúdame! ¡No sé quién eres! Y en aquel momento el Señor tuvo piedad
de mí, pues tuve una experiencia profunda de encuentro con el Señor que me
sobrecogió. Recuerdo que lloraba amargamente, me caían las lágrimas, lágrimas a
rios. Sorprendido me preguntaba: ¿por qué lloro? Me sentía como agraciado, cono
uno a quien delante de la muerte, cuando le van a disparar, le dijesen: "Quedas
libre, gratuitamente quedas libre" y entonces aún no se lo cree y llora por la
sorpresa de que le han liberado. Esto fue para mí pasar de la muerte a ver que
Cristo estaba dentro de mí y que alguien dentro de mí me ha dicho que Dios
existe."
¿Qué era lo que me había pasado? Fue un toque, un testimonio profundo que me
decía no solo que Dios existe, sino que Cristo es Dios.
"De hecho me presenté a un sacerdote y le dije que quería hacerme cristiano, y
él me dijo: "¿como?, ¿es que no estás bautizado?" "Sí estoy bautizado", le
contesté. "Entonces, ¿qué quieres?, ¿hiciste la primera comunión?". "¡Si!, pero
mira que yo..." "Ah, que quieres confesarte!..." No me entendía. Pero yo sabía
que lo que quería era hacerme cristiano, y para eso, ¿ir a confesarme un día y
ya está? Yo sabía que hacerse cristiano tenía que ser algo muy serio. Así es
como por fin hice Cursillos de Cristiandad, una iniciativa que surgió en España
por aquellos años. Y me ayudó. Comencé una verdadera búsqueda del Señor. Iba a
la iglesia y decía a los demás: "Ayudadme a hacerme cristiano!".
DEL ARTE A LOS POBRES
"Después , mi pintura cambió. Comencé a pintar arte religioso. Algunos conocéis
mis iconos. Al poco tiempo fundamos un grupo de artistas, un movimiento de
renovación del arte sagrado para hacer las iglesias más hermosas. Arquitectos,
escultores y pintores nos pusimos a reconstruir la Iglesia, un poco como empezó
San Francisco. Pero en un cierto momento me di cuenta de que no servía nada
reconstruir la iglesia exteriormente cuando tanta gente cono yo me había
encontrado, en una terrible situación".
"El Señor me permitió encontrar a una persona que sufría. Entonces lo dejé todo
y a todos. También mi prometedora carrera de pintor. Me fui a vivir a las
chabolas. En Charles de Foucauld encontré la fórmula para vivir: una imagen de
San Francisco, una Biblia -que sigo llevando conmigo porque la leo todos los
días- y una guitarra. Entre las chabolas hechas con cartones, muy parecidas a
las del Brasil, encontré una barraca que servía para los perros vagabundos y me
metí allí. Hacía un frío terrible y venían todos los perros vagabundos a darme
calor. Era algo gracioso estar allí con los perros, que de repente se
encontraron con un nuevo huésped en su perrera que era yo."
¿Pero qué hacía allí y en esas condiciones? Dios me quería en las chabolas para
empezar un camino de conversión para muchísima gente.
Allí en la chabolas ocurrió un milagro. Mis vecinos, la mayoría gitanos, me
preguntaban quién era yo. Tenía barba, hablaba de forma distinta a la de ellos,
pero hacía la misma vida: pedía limosna, trabajaba ocasionalmente como obrero...
Entonces ellos me preguntaban, pero yo no quería hablarles. De Foucauld había
aprendido la imagen de la vida oculta de Cristo: estar silenciosamente a los
pies del Cristo-desecho de la humanidad, destruido. Ser el último es estar ahí,
a sus pies. Pero el Señor empezó a llevarme, en primer lugar, a dos chicos
perseguidos por la policía por vender droga, y después a un indigente borracho.
Al poco tiempo éramos un grupo de diecisiete personas en mi chabola de tres
metros cuadrados. Lleno total. Allí me encontré con la sorpresa de que tenía que
hablarles, darles una razón de mi fe. Tomaba la guitarra, cantábamos, abría la
Escritura y decía: "¡Señor, ayúdame. Yo no sé predicar, no sé hablar!", del
profeta Ezequiel. He visto que el Señor me daba un significado a la Palabra para
poder amarles a ellos, por amor a estos pobres que traían las manos llenas de
pecados. Uno había estado siete veces en la cárcel, otra era un vieja fea y
prostituta. había ladrones, vagabundos que recogían cartones por la calle y los
vendían, gitanos que andaban vagabundos. Tuve muchos problemas y conflictos.
Intentaron matarme dos veces... Una historia que es mejor no contar."
LA LEY DEL TALIÓN
"Un día el jefe de un clan de gitanos, que estaba en lucha con otro clan, y que
venía mucho a verme para pedirme la guitarra, me preguntó qué decía la Biblia
sobre los enemigos. Me contó que, tras un enfrentamiento entre los dos clanes,
él había golpeado a la madre del jefe de otro en la cabeza, y que le tuvieron
que dar quince puntos. Como entre ellos rige la "ley del Talión", pasados dos
años había llegado el otro con deseos de venganza. Como en ese período la
relación entre los dos clanes estaba en calma, decidieron ambos jefes
encontrarse solos, y pelearse a bastonazos, hasta hacerse sangrar. Mi joven
amigo estaba muy preocupado. Yo abrí la Escritura y le leí el Sermón de la
Montaña, donde se invita a no poner resistencia al mal. "¿Entonces, debo dejar
que me mate a bastonazos?" Le di el otro único libro que yo llevaba conmigo:
"Las Florecillas de San Francisco". Lo leía y venía todas las tardes a
comentármelo. hemos rezado juntos para buscar una salida, para que pudiese
salvar la vida sin necesidad de matar al otro. La única solución era ir sin el
bastón en son de paz. El día de la lucha se presentaron antes a mí con el
bastón. Al final lo convencí y fue sin él. Yo me puse de rodillas a rezar el
rosario para que la Virgen María salvase la vida de aquel chico. El tiempo
pasaba. Las dos, las tres de la madrugada. Pensé que habría muerto, cuando le vi
llegar. Al verlo sin el bastón, su adversario decidió resolver la disputa
económicamente. Mi amigo debió pagarle "un tanto". Se llama José Agudo. Ahora
está en el Camino, y tiene trece hijos".
¡RESUCITÓ!
"Un día José me llevó a hablar a su ´tribu´. Fue en una cueva enorme llena de
gitanos. me dijo: "Háblales", y no sabía que decir. Así que empecé por el
principio, y me puse a hablarles de Adán y Eva, cuando de repente la madre de
José Agudo se levantó: "Yo se que en el cielo hay una mano potente, que es Dios.
¿Pero lo de la otra vida, lo del infierno, todas esas cosas de los curas? ¡Yo lo
único que sé es que mi padre murió y no ha vuelto a casa! ¡Cuando yo vea a un
muerto volver del cementerio creeré!". Se levantaron todos y se fueron. y yo me
quedé allí, bloqueado, atontado, sin saber que hacer. Aquella mujer, sin
embargo, sin quererlo, me había dado la clave, porque me había dicho que estaba
dispuesta a escucharme cuando yo hubiese encontrado un hombre que hubiese salido
del cementerio. Y efectivamente, buscando en la predicación primitiva y en los
Hechos de los Apóstoles, se encuentra el testimonio de un pagano de nombre
Festo, que le dice a Agripa que había un prisionero -que era San Pablo- que
decía cosas muy interesantes. Festo hablaba a menudo con Pablo, pero la única
cosa que habían entendido, y se lo decía a Agripa, era esto: "Hay un prisionero
que habla de un muerto, que él dice que ha muerto, pero que vive, que ha vuelto
de la muerte, ¡que ha vencido a la muerte!" De toda la predicación de San Pablo,
Festo recordaba sólo esto. Os cuento esto para deciros en dos pinceladas cómo el
Señor me ha hecho ir entrando en este kerigma, en este modo de anunciar la
salvación, de dar en el núcleo central."
"Cada vez que me he sentido desalentado, he sentido una voz dentro de mí que me
decía. "¡Coraje, Kiko, ánimo, que te quiero!" "¿De verdad que me quieres?" "En
serio, ¡te quiero mucho, muchísimo!" Cristo me ha prometido: "Kiko, ¡tú no
morirás!" ¡Un bautizado que viva coherentemente la fe ya ha resucitado con
Cristo en el bautismo y forma parte del cuerpo de Cristo resucitado! Aquella
gitana que me decía: "¿Cuándo has visto tú un hombre venir del cementerio?" Yo
ahora le puedo contestar: "Yo he visto a este hombre que ha salido de la tumba y
ha venido a decirme: ¡La paz esté con vosotros, yo he vencido al mundo!" Por eso
os invito a terminar con un canto. Cantemos un canto de la victoria de Cristo
sobre la muerte, cantemos juntos ese canto que hice en las chabolas, que se
llama ¡Resucitó!"