Mártires de la Iglesia en Ruanda
Testimonios de hermanos del Camino
Neocatecumenal[i]
ENRICO ZABEO
Communio 17(1995)477-488
Kigali, 5 de Septiembre de 1994
Queridísimos hermanos:
La paz esté con todos vosotros. Desde hace poco más de una semana me
encuentro de nuevo en Ruanda, de paso hacia Burundi. El Señor nos lo ha
facilitado todo y ha abierto las puertas para que pudiésemos encontrar a
los hermanos que quedan y tener noticias de los otros. Los hermanos se
están recuperando poco a poco. Algunos han vivido estos tres meses de
guerra escondidos, con hambre, tensión, y todo lo que esto comporta.
Todos han sido marcados por la presencia del Señor a su lado.
La palabra del Señor, los salmos, los cantos de la Pascua que resonaban
en su interior, les han dado ánimo y esperanza. ¡No es lo mismo vivir
estos terribles acontecimientos con un poco de «sal» que da el Señor,
que vivirlos sin nada! En general, en las comunidades neocatecumenales
del sur, es decir, en Lungombwa, Butare y Nyanza hay muchísimos
hermanos muertos; en Kigali las cosas han ido un poco mejor: a nosotros,
pero sobre todo a los hermanos de la capital, les ha parecido claro que
Dios tiene para ellos un diseño para los días que vendrán, en el sentido
de que haber escapado y salido indemnes de esta tempestad se debe sólo a
la gracia y a la voluntad del Señor, a fin de que se conviertan en sal,
luz y fermento de esta ciudad y de este país. Lo cual ha empujado
inmediatamente a los hermanos a buscarse unos a otros y a empezar a
reunirse para las celebraciones. Dicen haber experimentado la
Resurrección: haber pasado de muerte anunciada en muerte anunciada,
viendo cómo la Pascua se hacía realidad, es decir, viendo la
intervención de Dios que les libraba de la muerte allí donde
humanamente tendrían que haber sido matados. Frescos del
Primer Escrutinio[ii]
y sobre todo por la celebración de la noche de Pascua, tuvieron en estas
liturgias fuertes su alimento y la fuente de esperanza viva y
verdadera.
En Nyanza, a pesar de que mataron a muchos, quienes sobrevivieron
cuentan la Pascua: dos chicas, en situaciones diferentes, por dos veces
fueron arrojadas al agujero con otros cadáveres, llenas de heridas y
garrotazos, y por dos veces lograron salir de él encontrando la
salvación. Otra chica, la que estuvo el año pasado en Denver[iii],
murió rezando por los asesinos que la hicieron pedazos. Con ella estaba
su padre, también de la comunidad, y algún hermano de carne: la madre y
otros hermanos y hermanas huyeron tomando otra dirección y fueron
también asesinados. De toda la familia sólo queda un chico. En Butare
supimos de un muchacho del Camino al que asesinaron por no haber
aceptado matar, de otro dispuesto a morir por haber escondido a dos
hermanas buscadas por los asesinos.
Escuchar los testimonios de los hermanos ha sido para mí un gran
consuelo. Ver la iluminación de algunos hermanos y hermanas ha sido una
catequesis inigualable: hecha de acontecimientos de vida, no de palabras
vacías.
Los días pasados estuvimos también en Gisenyi y en Goma. En Gisenyi
pudimos encontrar hermanos, algunos están vivos, pero nos faltó tiempo
material para encontrarlos. Pero también allí han matado a muchos.
¡Pensad que sólo los sacerdotes diocesanos muertos son 31! Allí se
encuentra ahora una IgIesia aparentemente destruida, golpeado el pastor
y dispersado el rebaño. También aquí en Kigali y en general en el país
se tiene la sensación de una gran desbandada y desilusión; ¡se había
construido demasiado con los ladrillos y poco con el cemento verdadero
de la fe! Ahora todos dicen que hacen falta catequesis del Camino
Neocatecumenal, también aquellos que antes nos encontraban demasiado
severos por decir que en los cristianos no hay fe ni amor. Muchas
personas de fuera del Camino, incluidos también obispos, sacerdotes y
religiosos, han quedado como aturdidos, incrédulos e incapaces de
cualquier reacción después de una tragedia tan grande. Nosotros pensamos
que los hermanos que quedan, más o menos numerosos según los lugares,
son el fermento bueno y nuevo que rehará el tejido de esta Iglesia y de
este país.
En los próximos días todavía trataremos de ver y encontrar en alguna
celebración de la Palabra y de la Eucaristía[iv]'
a los hermanos, antes de salir hacia Cyanguye y Bukavu, y luego a
Burundi, donde esperamos concretar algo con el Arzobispo.
De todas formas, la situación, para uno que no hubiera conocido antes lo
sucedido, parece casi normalizada, a excepción de algunos signos
evidentes de la guerra: escombros, casas derrumbadas, etc. Pero la gente
venida de Burundi, Uganda, Kenia, Zaire, ha llenado (está llenando) la
ciudad; hay un aire de victoria y de novedad; pero bajo esta aparente
normalidad existen vacios enormes: unos han perdido 10, otros 15, 20, 30
o más familiares. Y estas pérdidas están haciendo sangrar el corazón, y
no es el comercio
u otras cosas lo que los puede curar: por eso hay
necesidad de predicación, de anuncio del amor, de la misericordia y del
perdón de Jesucristo. Nos espera mucho trabajo y quizá alguna
persecución. Pero el Señor vela sobre nosotros y nada podrá hacernos
daño.
Nos veremos el 25 de octubre, salvo imprevistos. Estamos bien. Os
saludan Ignacio y Jeanne[v]
con el beso santo. La paz. Enrico Zabeo.
* * *
Breves notas sobre la reciente visita a los hermanos
que quedan de las comunidades neocatecumenales en Ruanda
(25/9 – 24/10 del 94)
El Camino en su primera fase está presente desde octubre de 1989, en 5
diócesis (de 9), 8 parroquias, 19 comunidades, de las cuales una está en
el
Shemá[vi]
y
tres en el
Primer Escrutinio[vii].
Nyanza, diócesis de Butare
1." Comunidad
— JUSTIN FURAHA, presbítero: asesinado a palos y golpes de machete el 30
de Mayo cuando, junto a otros dos hermanos, les hicieron salir de la
prisión de Butare «para volver a la libertad», a través de un pasaje
secundario. Apenas salieron, detrás del muro, había un grupo de
milicianos (o de prisioneros mismos) esperándoles: una fosa común estaba
allí al lado, los mataron.
Presbítero desde 1980, Justin había conocido el Camino Neoca-tecumenal
en Londres, donde también hizo las catequesis con Paul y su mujer. De
vuelta a Ruanda fue en un primer momento profesor en el seminario menor;
luego, desde el 88 al 93, párroco de Nyanza, donde, al paso del equipo
en el 89, pidió inmediatamente las catequesis. Sabía que era aborrecido
por el régimen (era tutsi de familia real) y se esperaba que le
detuvieran y le mataran, dada la influencia que había ejercido en
Nyanza, sobre todo a través de la pastoral del Neocatecumenado. Fue un
verdadero milagro que lograse en octubre del 90 evitar la prisión,
después de un registro y un interrogatorio. También porque en
Nyanza a las comunidades, ligadas a Justin, se les tomó un particular
odio durante las masacres.
Desde septiembre del 93 Justin se encontraba en Save, primera parroquia
histórica de la Iglesia en Ruanda. Cuando estallaron las masacres, en
Save estaba concluyendo la catequización con la convivencia final[viii]
a la que habían acudido más o menos 150 hermanos.
Carácter jovial y optimista, decidido y combativo, Justin daba ánimos a
todos y decía, sobre todo en los últimos tiempos: «¡Tenemos que luchar
contra el miedo, si no estamos acabados antes de tiempo!». Se libró de
los asesinos y salvó a una mujer, echándose encima del grupo a toda
velocidad y sacando amenazador una barra de hierro.
Las más de 150 Monjas Benebikira reunidas en Save para un curso de
actualización la semana después de Pascua, amenazadas de saqueo y
violencia, huyeron dispersándose y escondiéndose en las colinas. Justin
afrontó a los milicianos, hizo pactos con ellos, y cuando se marcharon
fue a buscar a las monjas y logró llevarlas de nuevo al convento.
Se le advirtió de que lo estaban buscando; y él se lo comunicó al
Obispo, pero no pudo obtener ayuda a causa de la situación tan
deteriorada. Cogido preso bajo la mirada de sus hermanos mientras
salían del refectorio después de comer, fue conducido a la prisión de
Butare. Pidió a los hermanos el breviario y les escribió que estaba
lleno de alegría porque podía rezar mucho por ellos; este hecho le hacía
sentirse en comunión con todos y le hacía feliz.
Esperamos poder recoger algún manuscrito de Justin y la nota que les
escribió a sus hermanos durante la prisión.,
Teniendo presente cómo lo he conocido siendo su catequista y hermano en
el presbiterado, creo que Justin
murió como un mártir. Me lo sugiere el hecho de que, hablando con el
seminarista Romain, a quien confiaba las llaves y los «secretos» de la
parroquia antes de ser llevado por los militares de paisano, y con quien
se había confiado particularmente en aquellos últimos días en Save,
Justin dijo: «Ha llegado la hora: el río llega al final de su curso;
¡ahora ya no sirve luchar!». A este seminarista le he pedido que redacte
un relato detallado de los últimos días de Justin y que nos lo mande.
Justin siempre nos había acogido y alojado en Nyanza y nos había ayudado
con gran generosidad; amaba sinceramente el Camino Neocatecumenal, sobre
todo por lo que le había ayudado a él. ¡El Señor le ha dado el céntuplo!
— JEAN-BAPTISTE y BERNARDETTE: matrimonio responsa-ble[ix].
Los primeros asesinados en Nyanza. Su casa echada por los suelos. Los
soldados y los milicianos se ensañaron con ellos que, como responsables
de la V Comunidad, personificaban en Nyanza el Camino Neocatecumenal.
El 22 o 23 de Abril, a Jean-Baptiste y Bernardette les hicieron salir de
casa y les molieron a palos. Mientras le golpeaban, Jean-Baptiste
gritaba: <‹¿por qué me hacéis esto?, ¿qué mal he hecho?». Recuerda la
Pasión. Bernardette en cambio callaba, y
a cada golpe hacía correr una
cuenta del rosario. En un momento de pausa Jean-Baptiste intentó
escapar al bosque vecino, pero los tiros le cortaron el paso. Lo
cogieron y lo apalearon de nuevo; a continuación se le hizo bajar con
Bernardette al matadero y allí acabaron con ellos a golpes de machete y
se les echó en la enorme fosa común excavada al lado.
Hago notar que al matadero fueron conducidos también muchos otros
hermanos de Nyanza. En sintonía con
Isaías 53. Subrayo el
ensañamiento contra los hermanos de las comunidades acusados de
reunirse
de
noche (¡las celebraciones!) para tramar contra el régimen a
favor de los rebeldes del Frente Patriótico. Era naturalmente un
pretexto; uno de los hermanos, Augustin Nyamurinda, intentó en vano
deshacer ante el comandante de la gendarmería y el vice-prefecto de
Nyanza.
Un joven hermano, Innocent Habyarimana, superviviente de las masacres
junto a su mujer Eugénie y su niña, nos contaba que durante su fuga
había oído a los milicianos, también ellos fugitivos de Nyanza, contar
admirados el modo en el que los hermanos de las comunidades habían
muerto. A los milicianos les había chocado la dignidad y serenidad con
que los hermanos afrontaban la muerte: de manera totalmente distinta a
los demás. Los hermanos, de hecho, se entregaban sin resistencia, sin
desesperarse, sin insultar y sin odiar. Y esta actitud, que ciertamente
no significaba la ausencia de miedo, era propia también de los hijos
pequeños de los hermanos: los niños, en efecto, a pequeños pasos, la
cabeza baja, la manos cerradas, los brazos cruzados sobre el pecho,
afrontaban la muerte atroz junto a los padres. A éstos los milicianos,
burlándose de ellos, les gritaban: «Os han enseñado bien en vuestras
reuniones nocturnas la disciplina (militar) para afrontar la muerte».
Volviendo a Jean Baptiste y Bernardette, de sus 15 hijos, algunos de
ellos adoptados, los más pequeños se salvaron porque estuvieron
escondidos en un primer momento en casa de un matrimonio de hermanos
Twa (pigmeos), Anastasia y Joseph, y luego en el orfanato de los Padres
Rogacionistas bajo nombre falso. Los hijos mayores fueron asesinados
casi todos. Una hija, Rosina, de 16 años, de la 2. Comunidad, fue
golpeada por dos veces, un proyectil le atravesó el hombro, creyeron
que estaba muerta y fue arrojada a la fosa, y salió de ella rodeando
durante largas horas, en la noche, la ciudad, entre indecibles
sufrimientos y miedos, escondiéndose luego junto a algunos conocidos y
finalmente en el orfanato de los Rogacionistas.
— HERMANA FRANCOISE: superiora de la comunidad local de las Benebikira,
catequista valiente. Normalmente, la noche antes de dar una catequesis
del Camino, no dormía y hasta vomitaba a veces lo que había comido, a
causa de la tensión. Siempre enfermiza, se transformaba cuando daba
catequesis y a la gente le impactaba mucho su predicación.
Hecha pedazos el 24 de Abril por la tarde y dada por muerta, fue
arrojada con otra hermana sobre un montón de cadáveres en un agujero muy
profundo. Durante 3 días se oyeron sus lamentos. En vano las monjas
supervivientes, ancianas y miedosas, trataron de sacarla fuera
lanzándole una cuerda: a mitad del agujero no podía más, también por
culpa de las fracturas y de las heridas de los brazos. Las hermanas
recurrieron entonces a la gendarmería que, en vez de enviar a los
socorristas, envió a los milicianos, quienes lanzaron piedras al
agujero, acabando con la hermana Françoise y cerrando la fosa con
tierra.
La hermana Françoise estaba muy ligada al Camino Neocatecumenal y por
eso había luchado testarudamente con sus superioras mayores que querían
cambiarla, consiguiendo siempre, al final, quedarse en Nyanza, haciendo
el camino.
Pensando en su debilidad física y personal hay que exclamar:
¡verdaderamente el Señor es la fuerza de los que no tienen fuerza. Él
da a los débiles la fuerza del martirio!
Una hermana de Nyanza prometió hacernos llegar testimonios seguros
sobre el modo en que murió sor Françoise. En realidad les hemos
pedido a todos los hermanos supervivientes de Nyanza que nos hagan
llegar testimonios seguros, verdaderos, auténticos sobre el modo en que
murieron sus hermanos de comunidad, testimonios que puedan confortar y
edificar la fe.
— (MARIE-) GRACE UWERA, Gráce para los hermanos, 25 años, profesora,
catequista. Guapísima muchacha, entra en el Camino en la primera
catequización de octubre del 89. Era ya su quinto año de Camino y tenía
experiencia de bastantes catequesis, tanto con el primer como con el
segundo equipo de catequistas de su comunidad. El año pasado vino a
Denver[x],
unida al grupo de los jóvenes de París. Quien la conoció en aquella
ocasión (Danielle) hacía notar cómo aparecía clara en Gráce una llamada
del Señor. En «Fort Collins[xi],
Gráce había respondido
con alegría a la llamada vocacional, aunque pensaba más bien en una
llamada a la itinerancia[xii].
Gráce nos había echado una mano importante en la traducción de las
catequesis iniciales en Kinyarwanda (ahora, escapando, hemos perdido
todo: la traducción y los
diskettes en los que estaban
grabadas), siempre había aceptado gustosamente acompañar a su equipo en
las catequesis fuera de la parroquia (en Gakoma, a 45 Km de Nyanza, en
dos ocasiones), con los riesgos y las molestias consiguientes: viajar
en la parte trasera de la camioneta expuestos al frío y a la lluvia, la
inseguridad de la noche (una noche en la que acompañé al equipo para
ayudar con las confesiones en la penitencial, a la vuelta, ya tarde,
topamos con dos guardias armados apuntándonos con el fusil y cargando
para disparar; grité con toda mi voz: ¡quietos! ¡somos nosotros!... pero
¡qué miedo!), pagarse ellos mismos el alquiler de un coche que les
llevase y les trajese, la gasolina, etc. Gráce nos había obedecido en lo
referente a una decisión que debía tomar respecto a un chico francés
que andaba detras de ella después de Denver.
Por lo menos en tres ocasiones le he pedido al padre Bosco y a Héléne en
el convento que me contaran todo lo que sabían de la muerte de Gráce. El
relato, tan simple y bonito, es
digno de los mártires de la primitiva Iglesia, a los que no tiene
nada que envidiar, y convergen en un punto: Gráce murió pidiendo a Dios
por sus asesinos.
Después del 6 de Abril, día del derribo del avión presidencial y del
comienzo de las masacres, Gráce se refugió durante la noche junto a un
matrimonio hutu de su comunidad, Michel y Berthilde, el matrimonio que
vino a Roma para la convivencia de los Obispos de África[xiii].
Más tarde, no encontrándose ya segura allí, dormía con sus padres y sus
hermanos, fuera, al aire libre, escondidos, para evitar ser
sorprendidos en
casa. Cuando llegaron los asesinos se fugó con su hermana Letizia, de 20
años, de la segunda comunidad, llevando consigo la Biblia. Sus padres y
sus hermanos más jóvenes escaparon en otra dirección. Todos fueron
apresados y asesinados. De la familia de Gráce queda sólo un muchacho,
Delphin, de 18 o 19, años, que está en la tercera comunidad si no me
equivoco. Atrapada por los milicianos, Gráce fue llevada a un puesto de
control en el que se hacían las ejecuciones y donde estaba la fosa
común. Antes de ser asesinada pidió un tiempo para rezar. Dijo a sus
asesinos: mundekere akanya,
nisabire nkabasabira: «dejadme un momento para rezar por mí y
también por vosotros». Cogiendo la Biblia la abrió (¿al azar?), leyó,
rezó, y después se dirigió a los asesinos diciendo:
moneho nzugire icyo mushaka!:
«ahora haced lo que queráis». Y ofreció la cabeza. Parece ser que fue
golpeada en primer lugar con un golpe de azada (¡todos los utensilios
servían para golpear y matar!) sobre la cabeza, y luego acabaron con
ella a golpes de machete. Oyendo contar su martirio me venía a la mente
el de sor Anwarite Negapeta Clementine, de Zaire, muerta en Isiro a
manos de los Simba en el 64, muerta rezando y perdonando a sus asesinos
— MATTHIEU, vicepárroco, 68 años, sacerdote desde el 56, en Nyanza desde
el 87, siempre muy acogedor con respecto al equipo (nos llamaba,
exclamando con énfasis, con los brazos abiertos de par en par, <dos
apóstoles itinerantes»[xiv],
respetuoso con las comunidades y con la pastoral de Justin. Siempre le
he oído hablar bien del Camino Neocatecumenal. En la última
catequización que se estaba terminando en Nyanza, era él quien seguía al
equipo durante las catequesis en nombre del párroco. No quiso abandonar
la parroquia el 23 de Abril al comienzo de las masacres en Nyanza.
Acogió al militar que fue a capturarlo para matarlo vestido con la
sotana, llevando casi procesionalmente el Evangelio (o la Biblia o el
Breviario). El militar le precedía llevando el fusil a la espalda, el
cañón apuntando hacia atrás. Caminaba el padre con dignidad y
solemnidad: ¡sabía a lo que se enfrentaba! Tras pasar una puertecilla
que conducía al exterior del recinto de la parroquia, a un bosquecillo,
salió un primer tiro que hirió al padre Matthieu, luego el militar se
dió la vuelta y terminó con él de un segundo tiro.
Después de haber vivido en Nyanza, en la parroquia, bastante tiempo,
puedo testimoniar la fidelidad y el amor al sacerdocio del padre
Matthieu, así como su gran humildad en el sacramento de la
reconciliación, para el cual recurría a mí con frecuencia.
Conclusión sobre Nyanza: Cuando reunimos de nuevo a los hermanos supervivientes de Nyanza, contamos 51 entre las seis comunidades. Alguno provenía incluso de la catequesis que estaba finalizando en la parroquia.
Fuimos a buscar a los hermanos a las colinas de Nyanza, a las callejas
de los barrios, según las indicaciones que habíamos tenido de posibles
supervivientes.
Nyanza nos ha dejado la impresión de una ciudad espectro, fantasma,
desierta. La habíamos conocido llena de vida, llena de gente en el
mercado, en la parada del taxi-bus, en la parroquia, etc. Ahora, después
de las masacres, estaba casi desierta. Por todas partes un gran
silencio. Aquí y allá algún vestido a jirones, algún zapato abandonado
por los muertos o por quienes escapaban.
Las caras, pocas, encontradas nos eran desconocidas. Muchas casas de los
«tutsis» derruidas.
En nuestra primera visita a Nyanza encontramos sólo a 5 o 6 hermanos,
felices y sorprendidos de vernos; creían que habíamos muerto, porque
oyeron que habíamos escapado por la colina de Kigali a pie y que
habíamos perdido contacto con los hermanos de Kigali que nos alojaban y
que no habían vuelto a vernos.
La mañana antes de dejar Nyanza di una vuelta durante dos horas por los
barrios de la ciudad. Escombros, destrucción, silencio. Tampoco la
parroquia había empezado a alojar al nuevo párroco designado, Bosco. Los
domingos todavía no se celebraba la misa; se hacían sólo celebraciones
penitenciales o, más bien, vía crucis... con la finalidad de reconciliar
los ánimos...
La gente que viene a instalarse a Nyanza viene de fuera, quizá incluso
de fuera del país: de Uganda, de Burundi...
Nyanza era la antigua ciudad real, capital del reino, y por eso estaba
habitada por muchos «tutsis»: eso explica el gran número de gente allí
masacrada.
Las comunidades estaban formadas por hermanos de las dos etnias, es más,
había algunos hermanos batwa (pigmeos). Sabemos que algún hermano «hutu»
está refugiado en Zaire, en Bukavu y los alrededores. Entre ellos:
Michel y Berthilde, a quienes sobre todo Ignacio, pero también yo,
alojamos alguna vez; Augustin Syamurinda y Scholastique, quienes
escondieron y libraron de la masacre a algunos «tutsis», a pesar de que
sus hijos mayores hicieran un gran daño.
Tenemos en esencia un batallón innumerable de hermanos que rezan por
nosotros y por el Camino Neocatecumenal. TE MARTYRUM CANDIDATUS LAUDAT
EXERCITUS
Cyangugu - Parroquia de la Catedral
Había dos comunidades: una más numerosa en la catedral misma y otra en
un barrio cerca del aeropuerto. Cyangugu está de frente a Bukavu, en el
extremo sur del lago Kivu, donde corre el río Rusizi que desemboca en el
lago Tanganika en Bujumbura.
En Cyangugu sólo unos pocos hermanos muertos, 5 ó 6. En el campo de prófugos
de Nyarushishi, donde estuvieron acampados los refugiados supervivientes del
estadio de Cyangugu, encontramos algunas hermanas: 3 que quedaron viudas y
4 chicas: Alphonsine, Léotalie, Fratnoise, etc. Las que primero nos vieron
llegar en una camioneta de la ONU que nos había recogido en autostop iban
repitiendo: «Dios nos visita como a Abraham, nos visita con sus tres
ángeles, como visitó a Abraham»[15].
¡Fue algo muy conmovedor!
En medio de una extensión de carros blindados, las tiras de plástico blanco
y azul de las tiendas, entre una marea de gente pequeña y grande, nos
sentimos acogidos con alegría, estupor y reconocimiento. Las hermanas nos
llevaron, dando una gran vuelta, por las tiendas para buscar a las demás.
Durante dos horas largas estuvimos con 10 hermanas bajo la tienda escuchando
y respondiendo a sus numerosas preguntas.
Eran de una comunidad joven, nacida en el verano del 93. Nos dijeron
enseguida que escapando de las colinas se habían preocupado de encontrar
sobre todo la Biblia y el Léon-Dufour[16]
(más de 80 temas traducidos en Kinyarwanda) y que siempre habían preparado
y celebrado la Palabra''. Refugiado con ellas había estado un chico de
Nyanza, de una comunidad (la tercera, creo) más antigua que la suya, pero
siempre en la fase del precatecumenado[17].
Ayudadas por él y con él, habían hecho todo regularmente y con alegría.
Impresionante constatar que no proferían palabra alguna de tristeza, de
rabia, lamento o murmuración. Y sin embargo, desde hacía ya 6 meses no
tenían nada y comían granos de maíz con judías cocidas, ¡y sólo eso! La
Palabra las saciaba. Nos impresionó verdaderamente su alegría.
Alphonsine, la mayor, a quien le habían matado marido, hijos y otras
personas queridas, nos hizo, entre otras, una pregunta: «Nosotros conocemos
a los asesinos de nuestros seres queridos, están todavía allí en las
colinas, son nuestros vecinos, los conocemos bien: ¿podemos denunciarlos a
los soldados del Frente Patriótico? ¿No es justo hacerlo?». A lo que
Ignacio, previniendo mi moralismo de cura, respondió inspirado: «Nosotros no
tenemos respuestas humanas propias sobre esto. Pero hay una respuesta que
viene del Señor...». «Sí, la de perdonar
y amar a los enemigos. Pero no es fácil ¡pero es la verdad!». Y fue una
alegría recordar de nuevo con
ellas el Kerigma, la misión de la Iglesia, las catequesis de la convivencia
final sobre el sermón de la montaña. Después de todo esto Alphonsine,
radiante, exclama y repite: «Sí, ésta es la verdad, ésta es la verdad», como
para subrayar que no puede haber otras verdades para ella y sus compañeras y
como para decir que se esperaba de nosotros precisamente esta respuesta,
como confirmación de que el camino que sigue no es un engaño sino la verdad.
Dos horas largas animadísimas y llenas de alegría, serenidad, gran consuelo
y agradecimiento al Señor. Aun no teniendo nada, ¡lo tenían todo! Ninguna
nos pidió nada como dinero o cosas similares. Es más, esto fue para mí un
signo, también en las otras comunidades: nadie pidió dinero, cosa en cambio
normalísima si nos hubieran identificado con el clásico misionero
extranjero. En cambio, ¡hermanos entre hermanos! Signo de que ha nacido un
nuevo tipo de misión, de evangelización, de misionero.
Dejamos el campo de refugiados por la tarde, bajo la lluvia, acompañados
por las hermanas hasta los confines del campo, ante los ojos visiblemente
curiosos de los cascos azules que presidían el campo. Se habrán preguntado:
¿pero quiénes son estos extranjeros blancos?
El día siguiente era domingo, el 16 de octubre. Después de la misa en la
catedral encontramos a otros hermanos. Entre ellos Vedaste, que arriesgó la
vida varias veces bajo las amenazas de los milicianos porque iba a visitar a
las hermanas «tutsis» al campamento, siendo él «hutu», ayudándolas con
alimento y otras cosas. Una vez un militar le empujó hasta el borde de la
carretera apuntándole el fusil contra la frente... pero sin hacer salir la
bala.
También entre ellos Faustin, el responsable. Nos contó que los militares
fueron a buscarlo para obligarlo a unirse a las milicias en las masacres.
Faustin, llamando a la mujer y a los hijos,
hizo pública profesión de fe
diciendo: «Deseamos ser cristianos y no queremos hacer nada contra la ley de
Dios; no queremos hacer daño a nadie, ni yo, ni mi mujer, ni mis hijos. Aquí
estamos todos. Haced de nosotros lo que queráis, pero ninguno de nuestra
familia, ni yo, ni mi mujer, ni mis hijos, haremos algo que esté mal». Ante
lo cual el soldado le marcó la mejilla izquierda con la bayoneta (se aprecia
una cicatriz vistosa) y le golpeó en las manos y en los brazos con la culata
del fusil. A Faustin no lo mataron, pero, casi por despecho, debajo de su
casa se abrió una enorme fosa común y Faustin fue así testigo de las
numerosas ejecuciones diarias. Sabemos que otros muchos hermanos de Cyangugu
están refugiados en el vecino
Zaire, en Bulcavu y en los alrededores
(Traducido del italiano por Fernando Rodríguez de
la Torre)
(Notas aclaratorias de Enrique
Bonete Perales)
[i]
Se
recogen en
estas páginas la
carta
del presbítero
Enrico
Zabeo,
itinerante del Camino
Neocatecumenal en Ruanda, a las comunidades de su
parroquia
de
procedencia («Santa María
Goretti» Je Roma), junto
con una
pequeña selección
de los relatos
de los miembros de las
comunidades
neocatecumenales de
aquel
país africano que
presenciaron persecuciones y muertes
violentas
de
sus hermanos en la fe.
Por su
interés testimonial
se publican
tal como fueron redactas para las comunidades de •'Santa María
Goretti», sin
que el autor haya
podido revisar el texto. Aunque los testimonios recogidos son de
varias 'parroquias y comunidades (Nyanza, Kigali,
Botare,
Mugombwa, Gisenyi. Cyangugu, por evidentes motivos de espacio
nos ceñiremos a
una parte de los recogidos en dos poblaciones. En
notas se aclaran algunos aspectos del Camino Neocatecumenal a
fin de
facilitar la comprensión del texto
[ii]
Después de unos dos años de haber comenzado el Camino
Neocatecumenal, la comunidad formada tras una etapa de catequesis,
de anuncio del Kerigrna, realiza con sus catequistas una intensa
convivencia de tres días en el marco de una celebración
prebautismal, denominada
Convivencia del Primer Escrutinio:
«en ella, cada uno, si desea pasar adelante, escribe su nombre en la
Biblia de la comunidad, pide a la Iglesia la fe para alcanzar la
Vida Eterna, muestra su disponibilidad a recibir el Espíritu Santo
y es marcado con la cruz gloriosa ele nuestro Señor jesucristo. Son
los ritos con los que comienza hoy la celebración ele! bautismo. La
Iglesia, morada del Espíritu, acoge a los que terminan de dar este
paso bajo su custodia maternal. Ella, con su protección, los guiará
hasta la renovación del bautismo...» R. Blázquez, Las
Comunidades Neocatecumenales Disyernimindo teológico.
Desclée de Brouwer, Bilbao, 1988, p.72. Para una síntesis de las
etapas que recorren las comunidades neocatecumenales y su
significación en la renovación de la Iglesia puede consultarse,
entre otros, los recientes escritos: Ezechiele Pasotti,
El Camino Neocatecumenal según Pablo VI y Juan Pablo II.
Ed. San Pablo, Madrid, 1995; Andrés Fuentes, -La espiritualidad del
Camino Neocatecumenal» (tres partes)
en Vida Sobrenatural. Revism de Teología Mística.
números 577, 578, 579 de 1995.
[iii]
Se refiere al
VIII ECUENTRO Mundial de la Juventud
con el Papa Juan Pablo II en agosto de 1993 en esta ciudad de
Estados Unidos.
[iv]
' En la primera etapa del Camino Neocatecumenal las comunidades se
reúnen a media semana para una Celebración de la Palabra,
el sábado al anochecer celebran la Eucaristía y mensualmente un
domingo de convivencia donde los hermanos ponen en común sus
experiencias de fe en su circunstancia concreta. En este trípode, se
apoya todo el Neocatecumenado, que va adquiriendo matices
nuevos
a lo largo de
las diferentes etapas.
[v]
' Ignacio y
.Jeanne
son los otros dos miembros del equipo itinerante responsable de
Ruanda que iniciaron, junto con el padre Enrico, el Camino
Neocatecumenal en aquella zona centroafricana. Ignacio Moreno es
catequista de la primera comunidad de la parroquia
,San
Lorenzo, de Valencia y Jeanne Watrelot de la primera comunidad de la
parroquia
,Notre
Dame de la Bonne
Nouvelle» de París. ¿Cómo se inicia el Camino Neocatecumenal en una
parroquia?: «Cuando un párroco desea iniciar este Camino, toma
contacto con las parroquias en las cuales existen comunidades
neocatecumenales. Después de haberse dado cuenta de qué es el Camino
y haber aceptado estar al centro del mismo, pide que le sean
enviados catequistas, los cuales se comprometen a iniciar y guiar
el neocatecumenado en comunión con el párroco. Los catequistas
hablan también con todo el presbiterio, presentando la necesidad de
inaugurar una pastoral de evangelización a través de un catecumenado
posbautismal; sucesivamente tiene un encuentro con los movimientos
de la parroquia, y por último hacen una invitación a todos los
fieles de la parroquia durante las misas del domingo. El
equipo de catequistas
está
formado por un sacerdote, por un matrimonio y un joven, que
constituyen una pequeña comunidad de evangelización», Kiko Argüello
y Carmen Hernández, «El Camino Neocatecumenal: breve síntesis», en
E. Pasotti, op. cit.. p.
129-130.
[vi]
Se denomina así, «Shemá»
(«Escucha»), a la convivencia de dos días que al año después del
Primer Escrutinio realizan las comunidades neocatecumenales para
recordar y revivir una parte esencial de la predicación entonces
recibida. Gira en torno a la oración del pueblo de Israel que Jesús
confirma en los Evangelios:
,Escucha
Israel: El Señor es el único Dios. amarás al Señor in Dios con todo
tu corazón. con toda
la mente.
con todas tus
fuerzas y al prójimo como a ti mismo.
Haz esto
y
tendrás vida eterna,
(De 6, 4ss y Lc 10,27).
[vii]
" Ver nora 2.
[viii]
Se refiere a la convivencia de tres días con la que concluye la
denominada «Fase del Kerigma» durante la cual un equipo de
catequistas anuncia de forma directa y existencial el amor que Dios
nos ha mostrado personalmente en la muerte y resurrección de
Jesucristo, ofreciéndonos una nueva manera de vivir que nos
posibilita perdonar y amar a los enemigos. Como respuesta a este
«anuncio» surge, tras esta convivencia, la comunidad dispuesta a
revivir por etapas, siendo adultos, la experiencia del bautismo que
nos constituye hijos adoptivos de Dios Padre. Las catequesis se
basan en el trípode: Palabra-liturgia-comunidad, sobre el cual se
apoyará todo el recorrido neocatecumenal.
[ix]
Todas las comunidades eligen un responsable, que normalmente suele
ser un matrimonio, y que junto con el presbítero, son los encargados
de llevar la comunidad en común
con
los catequistas.
[x]
Ver nota 3.
[xi]
Se refiere al
estadio en el que
unos 30.000 jóvenes de
las comunidades, después del
encuentro con el Papa en Denver (ver nota 3), estuvieron con Kiko
Argüello y Carmen
Hernández —iniciadores del Camino Neocatecumenal—, junto a varios
obispos de diferentes nacionalidades, para suscitar vocaciones al
presbiterado y a la vida contemplativa.
[xii]
La llamada a la evangelización itinerante, sentida tanto por jóvenes
laicos y presbíteros como por matrimonios con
sus
hijos, se
concreta en una disponibilidad absoluta para ser enviados a
cualquier parte del mundo —reclamados por párrocos y obispos— con la
misión de llevar el anuncio de la muerte y resurrección de
Jesucristo
a
los hombres. Sobre esta vocación pueden consultarse las palabras de
Juan Pablo II
dirigidas a centenares de catequistas itinerantes del
Camino Neocatecumenal en E. Pasorri,
op. cit.,
pp. 82-94; para comprender la aportación del Camino a la «nueva
evangelización»: Stefano Gennarini,
«Un
testimonio de evangelización en los países del Este», Communio.
n." 3, mayo-junio 1992, pp. 259-266.
[xiii]
'3
Se refiere
al
encuentro de unos cien Obispos de África con Kiko Argüello y Carmen
Hernández, en enero de 1994 en Roma sobre la >mueva evangelización».
Estuvieron presentes también los quince equipos de catequistas
itinerantes responsables de las comunidades en veintiún países de
África y algunos presbíteros
y
familias africanas. Era ésta la tercera convivencia de obispos sobre
la «nueva evangelización»
con
los iniciadores del Camino. La primera se celebró en Santo Domingo
con ocasión del V Centenario del Descubrimiento de América (1992),
con la presencia de ciento cincuenta obispos de toda Latinoamérica.
La segunda se celebró en Viena (abril de 1993) con la presencia de
unos ciento veinte obispos de
toda Europa. Sobre las palabras que el
Papa Juan Pablo II dirigió
a
los obispos presentes en estas tres convivencias puede consultarse
E. Posotti,
op. cit..
pp. 141-146.
[xiv]
Ver nota 12.
[15]
Génesis, 18
[16]
Se refieren al
Vocabulario de Teología Bíblica
de X. Léon-Dufour (Ed. Herder, Barcelona, 1978), que junto a la
Biblia &Jerusalén
constituyen las fuentes básicas para introducirse en la Escritura
durante los primeros años de vida de la comunidad celebrando con
solemnidad la Palabra de Dios una veas la semana
y
respondiendo a ella con roda sinceridad.
«La celebración constante y comunitaria de la Palabra de Dios va
iluminando el camino donde hay momentos de gozos]
percibir
la maravilla de la acción de Dios. La palabra así celebrada y
acogida se convierte en la espada afilada y penetrante que ilumina
al hombre que, a la vez que descubre su pecado, descubre la
constante misericordia ele Dios...» (Andrés Fuentes,
op.
cit.
p. 87).
[17]
Esta fase es la que abarca desde la catequización con la que se
forma la comunidad, hasta el Primer Escrutinio. Ver notas
2 y
7.