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La falta de libertad religiosa, problema del siglo

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Los primeros en proteger a los cristianos deberían ser los países occidentales


Monseñor Giampaolo Crepaldi, 
obispo de Trieste, 
hasta hace pocos meses 
secretario del Consejo Pontificio 
Justicia y Paz 
TRIESTE, viernes, 15 enero 2010 

 

No temería afirmar que el principal problema de la humanidad hoy es la falta de libertad religiosa en el mundo. En días pasados, todos hemos quedado impresionados por la noticias que llegaban de Egipto, donde, cerca de Luxor, algunos musulmanes armados abrieron fuego contra la comunidad cristiano copta que estaba saliendo de la Iglesia donde había celebrado la Navidad copta el 7 de enero. Algunos cristianos resultaron muertos. 

La persecución de los cristianos coptos por parte de los musulmanes es lamentablemente una historia antigua: se calcula que en los últimos treinta años, las víctimas fueron al menos cuatro mil. Monseñor Youhannes Zakaria, obispo copto católico de Luxor, en el Alto Egipto, recordó que también en la Pascua pasada fue atacada una comunidad cristiana en la aldea Naghamad y en el tiroteo perdieron la vida tres jóvenes cristianos. El obispo Kirollos de la diócesis de Nag Hamadi, declaró que “está en acto una guerra para eliminar a los cristianos en Egipto”. 

En los últimos días de 2009, se publicaron tres importantes informes sobre cuestiones relacionadas con la libertad religiosa (lamentablemente este año no hemos podido leer el tradicional informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada). 

El primero de estos informes ha sido preparado por la agencia Fides que, como cada año, ha trazado el balance de los misioneros cristianos muertos en 2009: treinta sacerdotes, dos religiosas, dos seminaristas, tres voluntarios laicos. Son casi el doble que en 2008, y es el número más elevado registrado en los últimos diez años. Veintitrés de estos agentes pastorales cayeron en América Latina, precisamente en Brasil, Colombia, México, Cuba, El Salvador, Guatemala y Honduras. 

El segundo informe titulado “Limitación Global a la Religión” ha sido publicado por el Foro Pew sobre Religión y Vida Pública de Washington. El 32% de los estados practica un alto nivel de intolerancia religiosa. Este 32% corresponde al 70% de la población mundial. Significa que miles de millones de personas no gozan de este derecho fundamental. Si a ello se añade el porcentaje de los países en los que la intolerancia existe aunque no en modo agudo, se alcanzan cifras enormes. El informe Pew dice también que las áreas de mayor libertad son aquellas en las que están presentes los cristianos: Europa, América, Australia y África subsahariana. 

El tercer informe ha sido preparado por la Red de Seguridad Cristiana, según la cual en Estados Unidos se ha registrado un aumento de la violencia contra parroquias, Iglesias y organizaciones cristianas: 1.200 delitos en 2009. No sólo en Malasia, donde en la noche del 7 de enero fueron atacadas tres iglesias protestantes y una católica, sino también en el Occidente cristiano, aunque con menor ferocidad, los cristianos sufren daños e incluso son perseguidos. 

La comunidad internacional hace mal en no afrontar de modo adecuado estos problemas que, entre otras cosas, tienen una enorme influencia también sobre otros como por ejemplo la guerra, los retrasos en el desarrollo, las luchas civiles, la degradación del medio ambiente. Como ha escrito el Papa, en la Caritas in Veritate, la falta de respeto del derecho a la libertad religiosa provoca innumerables daños al desarrollo. 

Hablando con realismo, no se puede dejar de notar la grave situación de la persecución de los cristianos en el mundo. Desde Irak, donde la antigua comunidad cristiana está en vías de extinción, a Malasia, India, Pakistán, Egipto, sobre los cristianos se abaten tanto los gobiernos (como en China o en Vietnam) como grupos de la sociedad civil (como en India o Bangladesh), o los dos como en Arabia Saudita. Tambien con realismo surge la pregunta de quién debe proteger a los cristianos perseguidos. La Iglesia hace lo que puede con los medios que le son propios. Algunos hacen justamente un llamamiento a la comunidad internacional. Pero esta está en gran parte compuesta por estados que practican la intolerancia religiosa. 

Alguno, también justamente, apela a la opinión pública internacional. Pero esta está constituida por el 70% de personas que viven en situación de falta de libertad religiosa. Sin quitar nada a la comunidad política internacional y a la opinión pública internacional, me parece que un papel primario deberían tenerlo los países occidentales, aquellos que deben al cristianismo su propia civilización y entre cuyos frutos incluimos también los derechos humanos y el Estado de derecho. Deberían ser estos los primeros en moverse de común acuerdo.