¿El celibato me hace asexual?
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Publicado por Catolicos Hispanos el junio 20, 2013 a las 7:51pmEnviar
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Objetivo: comprender que la vivencia del celibato implica un proceso de
autoconocimiento y acompañamiento.
El seminario es una etapa en la que se viven distintas experiencias
formativas, todo con el fin de que el joven pueda ir alcanzando una mayor
madurez afectiva, sexual, intelectual, entre otras; y adquiera así una
adaptación a la vida como futuro sacerdote. En el caso de la afectividad y
la sexualidad, hay una especial dificultad porque el seminario suele
coincidir con la etapa adolescente, en la que todavía se carece de un
conocimiento profundo de sí mismo. ¿Qué pasa cuando el seminarista se da
cuenta de que se siente muy atraído, por ejemplo, hacia una chica que
conoció en la pastoral? ¿Qué hacer? ¿Significa que no tiene vocación
sacerdotal?
Cuando un joven decide entrar al seminario, sabe que esta decisión implica
renuncias y cambios en su vida, sin embargo, se embarca en esta travesía
porque tiene un sentido, un fin que es trascedente. Puede suceder que
durante su vida en el seminario se presenten distintas crisis, momentos más
o menos difíciles. Estas situaciones son, inclusive, parte del proceso
formativo, tal vez hasta necesarias para que pueda ir madurando y ser cada
vez más libre para vivir su opción vocacional.
¿Qué sucede, por ejemplo, cuando el celibato se ve de manera idealizada o
como una característica angelical, en la cual para vivirla hay que dejar de
sentir el impulso o la atracción sexuales? En este caso, sería muy difícil
comprender cómo es posible seguir sintiendo atracción por las mujeres y
vivir el celibato. Parecerían dos aspectos irreconciliables. Es una
confusión común, la cual puede motivar incluso, al abandono de la formación.
Lo que habría que resignificar en este caso es el celibato mismo. A
continuación algunas ideas básicas:
Ser célibe no significa ser asexual. Cuando se entra al seminario, la
evolución psico-afectiva-sexual continúa. Decidir optar por el celibato no
equivale a eliminar el aspecto sexual del desarrollo, de tal manera que se
tendrán las mismas dificultades que cualquier otro joven de la misma edad.
En este sentido, los fenómenos fisiológicos seguirán estando presentes,
tales como la secreción de hormonas relacionadas con el impulso sexual.
El desarrollo de la vida célibe implica un proceso, no es mágico, ni se da
de la noche a la mañana. Este punto se desprende del anterior. Habrá que
considerar que el celibato requiere una formación y es lógico que se pase
por momentos de confusión o crisis. Ir madurando en el aspecto
afectivo-sexual, va dando los recursos para la vivencia del celibato.
Para vivirlo hay que trabajar y reflexionar sobre uno mismo. El celibato
requiere cierto nivel de esfuerzo e, inclusive, estudio. Para ello es
indispensable la introspección, buscando espacios para tener un encuentro
consigo mismo. Así como la búsqueda de una comprensión más profunda del
significado y sentido del celibato en la vida sacerdotal.
Acompañamiento. Nadie puede crecer solo. Los seres humanos fácilmente
podemos autoengañarnos. Es por ello que se necesita un acompañamiento de
alguien que tenga preparación y que haya recorrido el mismo camino, es decir
que tenga experiencia. Los formadores son las personas más indicadas para
ello, sin embargo, en algunos casos, es necesario buscar otro tipo de
acompañamiento especializado como el psicológico.
Sinceridad. Este aspecto es la base de todo lo anterior. No se puede madurar
afectiva y sexualmente si no hay sinceridad. A veces las expectativas que
otros o el mismo seminarista tienen sobre sí mismos, puede ser una carga tan
pesada, que haya una inhibición o falta de confianza para expresar las
problemáticas o dificultades personales.
La formación para vivir el celibato es un aspecto importante y para el
seminarista puede resultar más fácil cuando se comprende como un proceso.
Los logros que se van teniendo en el aspecto de madurez afectiva y sexual no
deben ser motivo para pensar que ya no existen las debilidades o que no
habrá más dificultades. El celibato no hace asexual a la persona, entonces
habrá que seguir trabajando en todos los sentidos mencionados para poder
vivirlo.
Por J. Roberto Ávila Rangel
Fuentes de consulta:
1. Sperry Len, Sexo, sacerdocio e Iglesia, Sal Terrae, España, 2004.