Sectas y movimientos religiosos - En el magisterio eclesial
Autor: Mons. Héctor
Aguer,
Obispo auxiliar de Buenos Aires
Capítulo
2: El tema en el magisterio
eclesial
Corresponde hacer alguna
referencia al magisterio reciente de la Iglesia,
porque es interesante destacar que antes de los
últimos 20 años las intervenciones de este
magisterio no han sido significativas en la
materia. Y, en cambio, en las últimas dos
décadas no sólo existen referencias directas al
problema, sino que se registra una creciente
preocupación. El magisterio de algún modo
refleja la realidad pastoral de la Iglesia e
incluso los estudios teológicos que se realizan
sobre ese fenómeno. Pero a la vez incentiva las
propuestas pastorales y las investigaciones que
continúan ocupándose del hecho.
La
atención creciente del magisterio al problema de
las sectas se da sobre todo a partir de la III
Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano. En el documento de Puebla se
advierte la dificultad semántica que tuvieron
que enfrentar los obispos. No hay en el texto
una nomenclatura fija, definitiva, para designar
este fenómeno. La dificultad de nombrar indica
también una cierta dificultad de comprender. Se
habla de sectas (1), de sincretismos foráneos
(2) y de movimientos pseudo-espirituales (3).
Pareciera que la denominación final es la de
movimientos religiosos libres (4). El documento
de Puebla apunta también una relación entre la
expansión sectaria y los problema sociales, las
carencias en la maduración de la fe del Pueblo
de Dios y la consiguiente necesidad de formación
de los agentes pastorales, especialmente de los
laicos.
Luego tendríamos que citar un
informe del Secretariado para la Unión de los
Cristianos, al cual se asocian el Secretariado
para los no cristianos, el Secretariado para los
no creyentes y el Pontificio Consejo para la
Cultura sobre Sectas o nuevos movimientos
religiosos (5), proponiendo el desafío pastoral
que este hecho significa para la Iglesia de hoy.
Allí se distingue entre las sectas de origen
cristiano y las que proceden de otras religiones
(6). También se mencionan algunas sectas que se
presentan como movimientos humanitarios. O
mejor, a la inversa, movimientos humanitarios
que adquieren una configuración sectaria.
El tema está ampliamente tratado en la
IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, en Santo Domingo, 1992. Ante
todo, el discurso inaugural del Santo Padre
propone, como gran problema pastoral de la
Iglesia en América Latina, esa bipolaridad de
secularismo y sectas que parece como capitalizar
el problema de la relación del hombre, de la
vida y de la sociedad con Dios (7). El Papa
enumera allí las causas de la expansión de las
sectas y se refiere muy sugestivamente al vacío
pastoral que ofrece la Iglesia en sectores de la
actividad humana o en puntos de la geografía de
nuestros países. Y habla también de cómo los
fieles advierten muchas veces la falta de
sentido de Dios en los agentes pastorales y se
ven así tentados a acudir al "supermercado" de
las sectas. También tiene en cuenta que el
fenómeno constituye o puede estar respaldado por
una verdadera estrategia de debilitamiento del
cristianismo, del catolicismo en América Latina.
Asimismo propone dos remedios elementales pero
que bastan para configurar todo un programa
pastoral: la renovación de la parroquia como
última localización de la Iglesia y la
evangelización de la religiosidad popular.
El documento de Santo Domingo esboza, en
mi opinión, una distinción exacta y que podemos
estimar definitiva entre sectas fundamentalistas
(8), las de origen cristiano, y movimientos
religiosos libres marcados por el sincretismo
(9). En el caso de las sectas fundamentalistas,
allí el sustantivo "secta" adquiere todo su
valor etimológico, originario, porque estos
movimientos cristianos se han desgajado de
troncos mayores de la Iglesia o de las iglesias
cristianas, concretamente de las iglesias que
proceden de la reforma protestante. Estas sectas
de origen cristiano, que se difunden
especialmente en las periferias de nuestros
grandes conglomerados urbanos entre los fieles
que practican la religiosidad popular
mezclándola a veces con elementos un tanto
supersticiosos, plantean el problema de la
mediación eclesial. Ponen en crisis la fe de
nuestros fieles en la Iglesia. Ante ellas, un
programa pastoral tiene que insistir en las
notas que definen la identidad católica, para
hacer recuperar a nuestros fieles su fe en la
Iglesia, su relación filial con ella y, en suma,
su identidad propiamente católica. Desde el
punto de vista cristológico el fundamentalismo
bíblico marca la interpretación que estos grupos
hacen del hecho cristiano, y determina un acento
muy fuerte en el Jesús histórico, en su cercanía
a nosotros y en nuestro fácil acceso afectivo a
Él. Pero muchas veces se puede observar que esta
aproximación a Jesús responde a una cristología
de tipo arriano o neo-nestoriano, con un acento
unilateral en la humanidad del Señor, que
eclipsa la referencia al Hijo eterno del Padre,
uno de la Trinidad, y por tanto compromete el
misterio central de la revelación del Nuevo
Testamento ofuscándolo o sumiéndolo en la
ambigüedad.
Los movimientos religiosos
libres están marcados por el sincretismo. Hoy
día tendríamos que referir esta denominación a
lo que se ha dado en llamar la New Age, esto es,
el movimiento cultural, inclasificable, que no
es ciertamente una secta, ni tampoco una
super-secta, sino un conglomerado de
espiritualidades, de actitudes religiosas o
pseudo-religiosas. Este movimiento cultural
incluye desde una nueva concepción del hombre y
su relación con el cosmos hasta los viejos
errores del gnosticismo y del ocultismo
prolongados a lo largo de una presunta tradición
secreta de la humanidad; los aportes orientales
con sus técnicas de oración, las nuevas mancias
o artes adivinatorias, elementos de la brujería
y de la magia y otros muchos ingredientes, la
mayor parte de ellos extravagantes, pero que hoy
se tornan moneda corriente y que son promovidos
por los medios de comunicación. En este caso, lo
que se pone en crisis es la fe en Cristo como
verdadero Dios y verdadero Hombre y como único
salvador.
Si las sectas fundamentalistas
se remiten siempre, de un modo fundamentalista
claro está, a la revelación bíblica, los
movimientos religiosos libres se remiten a
revelaciones varias e incluso a remedos de
revelación siempre al alcance de la industria
humana, como el channeling y otros estados
alterados de conciencia, el espiritismo y el
recurso supersticioso a la comunicación con los
ángeles. Para estas nuevas revelaciones Jesús es
uno más entre los avatares del espíritu. De una
manera o de otra estamos siendo interpelados
respecto a realidades esenciales de nuestra fe y
de la vida de la Iglesia: la persona de Jesús,
su divinidad y su humanidad, la identidad
católica, la comunidad eclesial como el lugar
donde reside el Espíritu y donde recibimos la
salvación.
Quisiera hacer una última
referencia a estos aportes del magisterio
citando un discurso muy reciente del Papa Juan
Pablo II, en febrero de este año, a un grupo de
obispos argentinos que hacían su visita ad
limina. El Papa también se refirió, entre otros
temas, a las sectas y nuevos grupos religiosos
como un problema pastoral que la Iglesia en
Argentina y en toda nuestra América debe
afrontar. Me parece oportuno destacar esta
frase: «Es necesario analizar profundamente el
problema y encontrar líneas pastorales para
afrontarlo», es decir, «ver cómo se pueden
contrarrestar las causas que empujan a muchos
fieles a abandonar la Iglesia» (10). Estas
palabras del Papa sugieren que la identificación
de las causas del avance de las sectas y la
proposición de remedios convenientes -las
decisiones pastorales a tomar- están íntimamente
vinculadas. Sólo podremos afrontar correctamente
este desafío si logramos identificar las causas
que determinan esta especie de sangría de fieles
bautizados en la Iglesia católica y que van a
parar a las sectas o el contagio de falsas
espiritualidades que impregna la mentalidad de
muchos miembros, un tanto marginales, de nuestra
Iglesia.
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Notas
1.
Ver, por ejemplo, Puebla, 80, 262, 342, 419.
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2. Ver Puebla, 342. Ver
también Puebla, 914. [Regresar]
3. Ver
Puebla, 628. [Regresar]
4. Ver Puebla,
1102, 1109, 1122. [Regresar]
5. Ver
Secretariado para la Unión de los Cristianos,
Secretariado para los no cristianos,
Secretariado para los no creyentes y Pontificio
Consejo para la Cultura, Sectas o nuevos
movimientos religiosos. Desafíos pastorales,
1985 (L´OR 1986, pp. 306-309).
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6. Ver allí mismo, 1.1.
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7. Ver Juan Pablo II, Discurso
inaugural, Santo Domingo, 12/10/1992, 11 y 12.
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8. Ver Santo Domingo, 139-146.
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9. Ver Santo Domingo, 147-152.
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10. Juan Pablo II, Discurso al
primer grupo de obispos argentinos en visita ad
limina, 7/2/1995, 5.
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