¿Es posible comunicarse con los muertos?
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Espiritismo
Luis Santamaría, Aletheia
11.
¿Qué es el espiritismo, o más en general, la comunicación con los muertos?
2. ¿Por qué se desea
hablar con los muertos?
3.
¿Qué dice la Iglesia sobre la comunicación con los muertos?
4. Si sólo Dios conoce el futuro, ¿qué ocurre realmente en una sesión de
comunicación con los muertos?
¿Es posible comunicarse con los muertos? A
esta pregunta que se hace mucha gente ha respondido, en el portal católico
Aleteia, el experto Vicente Jara, miembro de la Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES). Tal como se señala al principio de sus
afirmaciones: mediums, ouija, nigromancia… quizás no sean los espíritus los
que responden
No hay ninguna posibilidad –si Dios no lo permite- de comunicación alguna de
los vivos con los muertos. Este tipo de prácticas son un pecado y están
totalmente desaconsejadas por la Iglesia. Las más de las veces son un fraude
y un engaño por parte de los nigromantes o mediums, pudiendo en ocasiones
excepcionales y muy raras suponer incluso el contactar con demonios. Sólo
Dios es el Señor de los vivos y de los muertos y en Él hemos de poner
nuestra confianza, ruegos, deseos, necesidades, y esperar junto a Él el
reencuentro con nuestros seres queridos ya fallecidos.
1. ¿Qué es el espiritismo, o más en general, la comunicación con los
muertos?
La posibilidad de hablar con los muertos, hoy en día se conoce comúnmente
dentro de occidente, como espiritismo, o hacer espiritismo, es decir, hablar
con los espíritus, con los espíritus de los muertos.
La nigromancia o necromancia es una práctica adivinatoria consistente
originalmente en intentar conocer el futuro por medio de la consulta de las
vísceras de los muertos. Este sentido, si bien no se ha perdido, se fue
ampliando pudiendo también significar el invocar al espíritu del propio
fallecido para conocer lo que haya de acontecer, el futuro. Sin entrar en
mayores detalles etimológicos y semánticos en las distintas religiones y
ámbitos mágicos y mánticos a lo largo de la historia, estos aspectos nos
serán suficientes para circunscribir nuestro tema.
En definitiva, se cree, como algunos piensan, que es posible hablar con los
muertos, pues si bien su cuerpo físico es descompuesto biológica y
químicamente, su espíritu o su alma inmortal, permanece con algún tipo de
contacto o posibilidad de comunicación con los vivos.
Esto se puede lograr de diferentes formas: usando la tabla “oui-ja”, o
usando algunos objetos mágicos, o por medio de invocaciones y fórmulas
mágicas; o bien, por medio de un canal o un médium, -y así se habla de
canalización, o de mediumnidad-; o bien, se puede hacer a través de un brujo
o nigromante, que ejecuta los actos mágicos e incluso puede ser poseído por
el espíritu del muerto y dominar su aparato fonador, con su boca y sus
cuerdas vocales, hablando de esta forma a través de él; o bien, puede
ocurrir que el espíritu del muerto domine la mano del brujo o del médium
nigromante, y así le hace escribir mensajes -la llamada escritura
automática-; o por otras formas cualesquiera.
Incluso la comunicación de los espíritus se supone que puede ser directa, en
el sentido de que la iniciativa parte de ellos sin concurso activo de los
vivos, como hemos referido en los ejemplos anteriores. Y así se dice que los
espíritus se manifiestan, apareciendo sus rostros o figuras en impresiones
fotográficas; o en diversos objetos y superficies; o incluso emiten voces y
sonidos que pueden ser recogidos en artefactos electrónicos como grabadores
-las llamadas psicofonías-; o bien, pueden emitir en una banda de frecuencia
de radio pudiéndose sintonizar sus emisiones; o bien, podrían llamar por
teléfono a un vivo, etc.
Referencias:
+ Programa “Conoce las sectas” de radio María sobre el espiritismo
(23-febrero-2013), Vicente Jara, O.P.
+ “El YouCat y sus contenidos sobre sectas, magia y esoterismo”, Vicente
Jara, O.P.
2. ¿Por qué
se desea hablar con los muertos?
Desde la antigüedad, el hecho de hablar con los muertos, de
cualquier forma y manera mágica posible, habiendo múltiples razones para
hacerlo, se puede en general encuadrar en alguno de estos grupos, con las
adecuadas variaciones y matices:
Puede ser un juego de adolescentes, sobre todo chicos varones, que hacen
este tipo de prácticas, sobre todo de “oui-ja” o similares, como forma de
afianzarse en el grupo, como prueba de valentía, por curiosidad y deseos de
adentrase en ámbitos desconocidos y que pueden suponerles un reto para
fortalecer su posición dentro del grupo de amigos y pares. O bien, un
divertimento, un matar el rato, o por curiosidad ante el mundo de la muerte
y lo que ven en las películas o leen en ciertos libros y comics.
El segundo grupo es el más habitual de todos, pues es la necesidad de hablar
con el muerto, que suele ser una persona cercana afectivamente, una persona
querida, casi siempre un familiar. Las razones pueden ser variadas: como
saber si está bien allá donde ha ido; o bien, por necesidad de la persona
que ha quedado viva de volverle a sentir cerca; o incluso a veces por
remordimientos, para pedirle perdón ante sucesos no perdonados durante la
vida.
El tercer caso es distinto a los dos anteriores. En este grupo están
aquellos que practican este tipo de contactos con los muertos porque desean
acceder a conocimiento, conocimiento de sucesos desconocidos, sobre el
futuro, o de lo que hay más allá de esta vida. Se trataría de adelantarse a
los acontecimientos, saltándose de manera legítima “los tiempos”, querer
saber qué hay más allá, o bien, usar de los muertos y su poder para conocer
cosas ocultas, o quizás utilizar a los propios muertos para fines, ya de
protección, o casi siempre, para fines maléficos, como causar daño a otras
personas, quizás para vengarse de alguien.
Referencias:
+ “Espiritismo”, José María Baamonde.
3.
¿Qué dice la Iglesia sobre la comunicación con los muertos?
Para conocer cuál es la enseñanza de la Iglesia, nos vamos al
Catecismo de la Iglesia Católica en sus números 2115, 2116 y 2117. El
espiritismo atenta contra el primer mandamiento de la Ley de Dios: El Señor
es el único Dios, y a nadie más darás culto, sólo a él adorarás, a él sólo
servirás, no tendrás otros dioses más que a Él.
Entre otras cosas se nos dice que:
“Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin
embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en
las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar
toda curiosidad malsana al respecto”.
“Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a
los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que
equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir. La consulta de horóscopos,
la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes,
los fenómenos de visión, el recurso a médiums encierran una voluntad de
poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que
un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en
contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que
debemos solamente a Dios”.
“Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende
domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder
sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud -, son
gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más
condenables aun cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro,
recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también
reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o
mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él”.
Podemos completar lo que dice el Catecismo acudiendo a Santo Tomás de Aquino
en su Summa Theologiae, por ser el autor más equilibrado y centrado si
hablamos de temas teológicos y si hablamos además de magia o satanismo.
Allí se nos dice que por medio de la virtud de la religión la criatura
conoce su relación y lugar frente a su Creador y así lo honra y reverencia
(S. Th., II-II, q. 81). Así, dentro de los vicios contra esta virtud, dentro
de la superstición, y en concreto, dentro del culto a las criaturas –a las
cuales no se ha de honrar de este modo-, sitúa la adivinación por medio de
los espíritus de los muertos (S. Th., II-II, q. 95).
Si el hombre precisara conocer el futuro, Dios usaría de su señorío y se lo
comunicaría, por revelación directa, o por la Virgen María, o por los demás
santos, o por los modos que Él desee, que Dios desee. Usurpar, o mejor
dicho, pretender usurpar este derecho, es imposible para cualquiera que no
sea Dios. Y el intento es ya un pecado.
Es verdad que el hombre puede usar sus medios y capacidades naturales para,
estudiando las causas naturales, conocer lo que pueda ocurrir, los efectos,
dentro del orden de la naturaleza y de su propio ámbito. Y así, también
pueden hacer los ángeles, seres más perfectos que el hombre; de ahí que
puedan conocer muchas más cosas que el propio ser humano (S. Th., II-II, q.
172, a. 5).
Sin embargo, sólo Dios puede conocerlo todo y disponer del futuro
completamente, y de lo que en el Cielo, en los Infiernos y en la Creación
natural –es decir, en el universo donde vivimos nosotros, ocurre (S. Th., I,
q. 14, a. 13; q. 57, a. 3; q. 86, a. 4). Ello es así porque sólo Dios es
Señor y Creador, Único, Omnipotente y Omnisciente. Además, Dios es la Causa
Eficiente de todo lo que existe, y las mantiene en su existencia de
continuo. Sólo Dios es el “Ipsum Esse Subsistens”, el
Ser-Que-Existe-y-Es-por-Sí-Mismo (S. Th., I, q. 4, a. 2). Es por ello que
sólo Dios dispone de las cosas, y puede revelar el futuro. Nadie más.
Además Dios es Providente, es decir, ordena las cosas mismas hacia su fin, y
el fin último de las cosas es el bien divino (S. Th., I, q. 22). Así,
debemos confiar en Él y no intentar usar de espíritus de muertos para
conocer el futuro.
Finalmente, dice Santo Tomás de Aquino, O.P. que se peca con el espiritismo
de dos formas: por el pecado de curiosidad (“curiositas”) -que es más amplio
en su sentido que lo que hoy entendemos por tal, pues Santo Tomás la define
como un desordenado y desenfrenado deseo de conocer novedades (S. Th.,
II-II, q. 167 a. 1)- en cuanto a la causa final; y por el pecado de
superstición –que es extralimitarse en la creencia, es creer más de lo que
se debe- en cuando a la causa material.
Referencias:
+ Catecismo de la Iglesia Católica, números 2115, 2116, 2117.
+
“A propósito de magia y demonología". Nota pastoral de la Conferencia
Episcopal Toscana, 1994.
4. Si sólo Dios conoce el futuro, ¿qué ocurre realmente en una sesión de
comunicación con los muertos?
Las más de las veces, lo que hay es un fraude, un engaño por parte
de los supuestos médiums. Si se habla de sonidos, ruidos y fenómenos
difíciles de explicar, etc., con casi total seguridad las causas, si se
investigan, serán naturales.
En algunos casos puede ocurrir que personas con problemas psicológicos, como
en algunos tipos de esquizofrenia, éstas puedan oír voces o tener
sensaciones muy reales que son falsas, que sólo ocurren en su cabeza, que
sean alucinaciones o delirios. Y en muy raras ocasiones, como dice Santo
Tomás de Aquino, puede ocurrir que sean los demonios quienes se hacen pasar
por espíritus, por medio de sugestiones y haciendo apariciones falsas de
personas fallecidas. Así, no hay que ver demonios por todos lados, como
algunos falsamente interpretan, pues el que sea posible no significa que sea
lo corriente, pues lo normal es que sea un fraude.
El documento de la Conferencia Episcopal de la Toscana, del año 1994,
llamado “Magia y demonología”, dice que “en las sesiones de espiritismo los
participantes y el médium (forma moderna de los antiguos nigromantes) se
prodigan en la invocación de las almas de los difuntos (por ejemplo,
presuntas grabaciones de voces de ultratumba); en realidad, introducen una
forma de alienación del presente y realizan una mistificación de la fe en el
más allá, generalmente con trucos, actuando de hecho como instrumentos de
fuerzas del mal que los usan a veces para fines destructivos, orientados a
confundir al hombre y a alejarlo de Dios”.
El mismo documento alerta de la “búsqueda de ‘hechos extraordinarios y
milagrosos’, que podemos detectar incluso en ambientes cristianos; búsqueda
que, unas veces, apela a un falso misticismo o a fenómenos de ‘revelaciones
privadas’, otras, llega incluso a dirigirse a referencias demonológicas, sin
una verificación razonable y lejos de una auténtica madurez en la fe”.
La Iglesia siempre se ha opuesto a este tipo de prácticas; e incluso, cuando
se hizo común acudir a sesiones espiritistas se manifestó de la siguiente
forma:
El Santo Oficio (4 de agosto de 1856) dijo en referencia a experimentaciones
del entonces llamado magnetismo, mesmerismo o hipnosis, también usado para
contactar con los muertos, que era una práctica ilícita: “La aplicación,
empero, de principios y medios puramente físicos a cosas y efectos
verdaderamente sobrenaturales para explicarlos físicamente, no es sino un
engaño totalmente ilícito y herético […] Hasta tal punto ha crecido la
malicia de los hombres que, descuidando el estudio lícito de la ciencia,
buscando más bien lo curioso, con gran quebranto de las almas y daño de la
misma sociedad civil, se glorían de haber alcanzado cierto principio de
vaticinar y adivinar. De ahí que con los embustes del sonambulismo y de la
que llaman clara intuición, […] presumen pronunciar palabras sobre la
religión misma, evocar las almas de los muertos, recibir respuestas,
descubrir cosas lejanas y desconocidas, y practicar otras supersticiones por
el estilo, con el fin de conseguir ganancia ciertamente pingüe […] En todo
esto, sea el que fuere el arte o ilusión de que se valgan, como quiera que
se ordenan medios físicos para fines no naturales, hay decepción totalmente
ilícita y herética, y escándalo contra la honestidad de las costumbres”.
El Santo Oficio (24 de abril de 1917) dijo que no era lícito “por el que
llaman médium, o sin el médium, empleando o no el hipnotismo, asistir a
cualesquiera alocuciones o manifestaciones espiritistas, siquiera a las que
presentan apariencia de honestidad o de piedad, ora interrogando a las almas
o espíritus, ora oyendo sus respuestas, ora sólo mirando, aun con protesta
tácita o expresa de no querer tener parte alguna con los espíritus
malignos”.
No se ha demostrado jamás y no hay prueba ninguna suficientemente
contrastada por la que se pueda decir que se pueda lograr contactar con los
muertos y hablar con ellos acudiendo a brujos, nigromantes, adivinos o magos
de ninguna clase. No es posible. A pesar de lo que algunos crean no hay
prueba ninguna. La casi totalidad de los casos son fraudes y engaños tal y
como hemos afirmado. Así, los sacerdotes Carlos María de Heredia, S. J. y
Óscar González Quevedo, S. J., o científicos como Dmitri Mendeléyev, Martin
Gardner, así como magos (prestidigitadores, y por lo tanto expertos en
trucos y fraudes) como James Randi, entre otros, han demostrado sobradamente
el fraude de los espiritistas y sus presuntas comunicaciones con los
muertos.
Por lo tanto, tengamos fe y confianza en Dios, en su Providencia, incluso en
los momentos de oscuridad. Porque sí podemos en cambio hablar con Dios,
rezarle, y que sea Él quien ponga nuestros deseos y peticiones, nuestras
asuntos, incluso los que tengamos con personas ya fallecidas, en sus manos,
pues sólo Él, Señor de vivos y muertos, es quien tiene este señorío. Sólo
Dios.
Referencias:
+ “La fe cristiana ante el espiritismo”, Miguel Pastorino.
+ “¿Puedo asistir a un médium para poder comunicarme con mi abuelita que
murió hace un año?”, Miguel Ángel Fuentes, IVE.