El anuncio del kerigma, vacuna anti-sectas
Miguel Pastorino
Miguel Pastorino es sacerdote uruguayo, y actualmente es el director del Departamento de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Montevideo (Uruguay). Experto en sectas y participante en algunos congresos internacionales y de la Santa Sede, es miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Desde el documento de la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo (1992), hasta
Aparecida (2007), somos conscientes de que muchos son los católicos que se
sienten atraídos por experiencias espirituales fuera de la Iglesia, en la cual
no encuentran siempre una atención propiamente espiritual, sino un discurso
moral que presupone la fe. Y la Iglesia en América Latina ha tomado real
conciencia de la prioridad de la nueva evangelización, especialmente del primer
anuncio o kerygma. Tenemos mucha gente “sacramentalizada”, mas no necesariamente
convertida a Jesucristo.
Antes de todo compromiso cristiano, antes de recibir los sacramentos, antes de
entrar en la comunidad cristiana, antes de toda acción de pastoreo, está el
kerygma o primer anuncio del Evangelio que busca la conversión del que no cree,
o del que se ha alejado, o ha debilitado su fe.
La falta de una primera evangelización ardiente, llena de pasión por el Señor y
el Evangelio, llenos de la fuerza del Espíritu, felices de haberse encontrado
con Jesucristo, junto a una débil conversión, nos dejan sin cimientos para una
verdadera iniciación cristiana. El kerygma no es una moda, o un nuevo
descubrimiento de la Iglesia: son los fundamentos de todo verdadero proceso
evangelizador desde Pentecostés hasta nuestros días.
El kerygma no es catequesis, no es un discurso doctrinal, tampoco es un signo
atractivo, ni solo el testimonio de vida, ni proselitismo, ni tampoco una
estrategia pedagógica previa a la catequesis, ni una conversación sobre
cualquier tema. Todas estas iniciativas pueden ser el ámbito para el anuncio del
kerygma, pero no son en sí mismas primer anuncio. El objetivo del primer anuncio
no es despertar la simpatía por Jesucristo, sino la conversión del corazón. Es
algo que sin la experiencia de fe del evangelizador es imposible de realizar.
Anunciar el kerygma sin fe, es como hablar en lenguaje de enamorado, pero sin
estar enamorado. Quedaría como una cursilería o una palabra vacía, sin efecto.
Sólo una palabra llena de la gracia, cargada de la experiencia del amor de Dios
puede ser un verdadero "kerygma", de lo contrario siempre serán palabras vacías.
No se puede testimoniar una fe, una pasión por el Evangelio que no se vive.
Muchos son los católicos alejados que confunden la fe con valores y principios,
pero no como una relación real con Dios. Por eso la solución para aprender a
realizar el primer anuncio en nuestras comunidades no se conseguirá a partir de
un manual misionero –aunque sea útil–, sino por una auténtica renovación
espiritual, mental y estructural de nuestra vida eclesial.
Sólo una vida transformada por la presencia de Jesucristo, se vuelve una
proclamación constante del Evangelio. Quien se ha encontrado con Él realmente,
quiere que todo el mundo le abra su corazón y se deje abrazar por su amor, por
su palabra y que forme parte de la comunidad de la Iglesia. Esto no se alcanza
sólo con una nueva metodología, sino por conversión. Dedicar más tiempo a la
escucha de la Palabra de Dios y a la oración, es lo que renueva el corazón de
los creyentes. Un testimonio evidente de ello es cómo la Lectio Divina está
transformando la pastoral juvenil en muchos países de América Latina.
La imagen que muchas veces tienen los pentecostales de la fe católica es que
seguimos a un modelo del pasado, que no leemos la Biblia y que no rezamos con el
corazón. Esto lo notamos cuando los católicos alejados que se pasan a otros
grupos religiosos llegan a decir sinceramente: "ahora sí leo la Biblia, me
hablaron de Jesucristo y no como un personaje histórico, sino que está vivo y ha
cambiado mi vida... aprendí que puedo hablar a Dios con mis propias palabras,
desde mi corazón".
Lo que encuentran en muchas iglesias y sectas, no lo encuentran en nuestras
comunidades, y esto ha de obligarnos a replantearnos nuestras prioridades
parroquiales, que no siempre brotan de las reales necesidades de quienes buscan
al Señor, sino de nuestras abstractas planificaciones.
Muchos han regresado a la Iglesia gracias a las iniciativas de sacerdotes,
religiosos y laicos que se han lanzado apasionadamente en el anuncio de
Jesucristo, desde el trabajo local en las comunidades, hasta en el uso de los
medios de comunicación. Y eso se percibe como una verdadera vacuna contra el
proselitismo sectario y contra el abandono de la vida eclesial.
Al respecto, quiero concluir esta breve reflexión con las palabras de S.S.
Benedicto XVI en su visita a Portugal el año pasado: "A menudo nos preocupamos
afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe,
dando por descontado que esta fe exista, lo que por desgracia es cada vez menos
realista. Se ha puesto una confianza excesiva en las estructuras y en los
programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones; pero ¿qué
sucederá si la sal se vuelve sosa?
Para que esto no suceda, es necesario anunciar de nuevo con vigor y alegría el
acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo,
fundamento y apoyo de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento
impetuoso que barre todo miedo e indecisión, toda duda y cálculo humano.
La resurrección de Cristo nos asegura que ningún poder adverso podrá nunca
destruir a la Iglesia. Por tanto nuestra fe tiene fundamento, pero es necesario
que esta fe se convierta en vida en cada uno de nosotros. Hay por tanto un vasto
esfuerzo capilar que llevar a cabo para que cada cristiano se transforme en un
testigo en grado de dar cuentas a todos y siempre de la esperanza que le anima (cfr
1Pe 3,15): sólo Cristo puede satisfacer plenamente los profundos anhelos de todo
corazón humano y dar respuestas a sus interrogantes más inquietantes sobre el
sufrimiento, la injusticia y el mal, sobre la muerte y la vida del Más Allá".