Razones para creer: 12. ¿Quién es Jesús?
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Moreau
Notre Dame de Arcachon
«¿Quién decís que soy yo?»,
pregunta Jesús a sus discípulos (Mt 16,15).
Jesús aparece como un
testigo privilegiado de Dios. Pero todavía más que eso: Él se dice igual
a Dios. Algunas de sus afirmaciones no ofrecen dudas: «Se os ha dicho [Moisés]...Yo os digo» (Mt
5,27-28). Jesús se considera, al menos, en plano de igualdad con Moisés. «Antes
que Abraham naciese, ya existía yo»... (Jn 8,58). Está claro que Jesús se hace
igual a Dios.
Sus adversarios lo entienden
perfectamente: «No te vamos a apedrear por tus buenas obras, sino porque
blasfemas, porque tú, siendo un hombre, te haces Dios» (Jn 10,33).
Para Jesús hubiera sido muy
fácil deshacer el malentendido. Pero, por el contrario, lo que hace es afirmar
lo mismo: «Yo soy la luz del mundo, el Hijo de Dios vivo» (Jn 9,5; Mt 26,63).
Son estas afirmaciones lo que le llevan a ser condenado a muerte.
Esa autoafirmación de Jesús
como Dios admite tres explicaciones posibles. O bien se equivoca
(«está loco»), o bien nos engaña, o si no, es que nos dice la verdad.
Sólo la tercera hipótesis se muestra conforme a la realidad . En opinión de las
más altas personalidades morales, como es el caso de Gandhi, Jesús es una de
las cumbres del género humano; lo es por su sabiduría: «Nadie ha hablado jamás
como este hombre» (Jn 7,46); lo es por su santidad: «¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?» (Jn 8,46).
De pronto descubrimos un nuevo
rostro de Dios. Dios es único, pero no solitario. Él por amor
nos da a su Hijo, y éste por amor nos da su vida en su Espíritu.
Y de esta manera penetramos en
la intimidad de Dios: es lo que llamamos el misterio de la Santísima Trinidad.
• «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).