Razones para creer: 16. Una nota sobre los milagros
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Abbé Yves
Moreau
Notre Dame de Arcachon
El milagro es un hecho
prodigioso que atrae nuestra atención e invita a ver en él una intervención
extraordinaria de Dios, una señal que da autenticidad a un mensaje espiritual.
Los milagros que se relatan en
los evangelios son para nosotros motivos de fe, lo mismo que lo fueron
para los contemporáneos de Cristo. Felizmente, podemos contar en nuestros días
con tales prodigios que confortan nuestra esperanza. Véanse los milagros de
Lourdes.
Citaremos un caso, el de Pierre
Rudder, leñador belga. En 1867, en un accidente laboral, se fractura la pierna
izquierda, tibia y peroné hasta la rodilla. Durante 8 años, la herida, siempre
abierta, supura y desprende un hedor insoportable. Los extremos del hueso
asomaban por ella su fuerte necrosis. El 7 de abríl de 1875 se le da a beber un
poco de agua del manantial de Lourdes... Invoca a Nuestra Señora de Lourdes, se
incorpora, camina y sana instantáneamente. No solo las llagas quedan
cicatrizadas, sino que los huesos aparecen soldados. Ha habido, pues, creación
instantánea de materia, constatada por los médicos y reconocida por la Oficina
Médica de Lourdes.
El milagro no puede tomarse –y
menos hoy que en tiempo de Jesús– como una coacción a la libertad personal.
Emilio Zola y el Profesor Alexis Carrel fueron ambos testigos de sendos
milagros en Lourdes. El primero no vio en aquello la intervención sobrenatural,
y en cambio el otro se convirtió. «Los sencillos sienten a Dios con la
naturalidad que perciben el calor del sol o el perfume de una flor. Pero ese
Dios, abierto a aquel que sabe amar, permanece en silencio para el que no sabe
más que comprender» (A. Carrel, premio Nobel de medicina).
▪«Si no me creéis, creed en mis obras» (Jn 10,38)