Razones para creer: 21. ¿Hay que bautizar a los niños recién nacidos?
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Abbé Yves
Moreau
Notre Dame de Arcachon
–A primera vista, parece
inconveniente comprometer la libertad de una persona para toda la vida sin su
consentimiento.
En realidad, se da en el niño
el caso particular de una libertad que para desarrollarse necesita provisionalmente
que otras libertades se comprometan en su lugar. Y esto se presenta en todos
los aspectos de su vida infantil: lo
mismo en la elección del alimento, o del lenguaje o de las normas de su
comportamiento moral. No se trata,
pues, de suprimir la libertad del niño, sino de suplirla para que tenga acceso
a unos dones de los que irá disfrutando en una libertad progresiva. No
escoger por el niño ya es escoger, porque la vida no espera.
A esto se puede añadir, contra
una opinión hoy corriente, que la libertad no constituye en sí el Bien
Supremo, sino que alcanza todo su valor de Bien cuando se ejerce no
automáticamente, sino con conocimiento de causa.
En estas condiciones, parece
ser que la regla de oro sería escoger por el niño aquello que uno
desearía para sí, por ser lo mejor.
–¿Porqué bautizar al niño?
A la luz de las consideraciones
precedentes, el cristiano quiere el bautismo de su hijo recién nacido.
Es un acto de plena coherencia. Si para él Cristo es el sol de su vida, su
mejor deseo es conseguir que su hijo participe de Él.
Para los padres cristianos es
una felicidad salir al encuentro del deseo de Cristo vivo y resucitado,
y ofrecerle a su hijo. ¿No es Cristo el primer responsable de este hijo,
el garante de su libertad, el complemento indispensable de su ser?
«Yo soy la Vid, dice Jesús,
vosotros los sarmientos. Sin mí nada podéis» (Jn 15,5).
En estas condiciones, nada
tiene de sorprendente que desde los orígenes de la Iglesia, los
cristianos hayan bautizados a su hijos. Tenemos inumerables testimonios. La
crónica de los Hechos habla en varias ocasiones del bautismo de toda una familia
(Hch 16,33). San Pablo habla del bautismo como de «una nueva circuncisión» (Col
2,11-12), y los judíos realizaban esa ceremonia ocho días después del
nacimiento. Tenemos pruebas igualmente en los escritos de los Padres de la
Iglesia, como en San Ireneo, obispo de Lyon hacia el año 178.
–¿Simple posibilidad u
obligación de conciencia?
Para los padres cristianos, el
bautismo de los hijos más que una opción es un deber de conciencia,
tanto por el bien del niño como por el bien del mismo Cristo. Eso sí, es
preciso que los padres se comprometan a dar a su hijo una educación
cristiana, que le permita al hijo apropiarse progresivamente del
bautismo con todo conocimiento de causa.
• «Dejad que los niños se acerquen a mí» (Mc 10,14