No es necesario para mantenerse
en pie conocer las leyes del equilibrio, ni las de la dinámica para montar en
bici. Instintivamente, buscamos nuestro centro de gravedad y damos a los
pedales, un poco como Monsieur Jourdain, el personaje de Molière, que escribía
en prosa sin saber el significado de esta palabra.
Del mismo modo, no es necesario que un creyente sepa explicar las
razones de su fe para que ésta sea auténtica.
Pero en el clima actual de desconfianzas
e incertidumbres, de liberalismo doctrinal, de materialismo teórico y práctico,
el cristiano debe hacer inventario de los puntos de apoyo y los motivos
esenciales de su fe. Así podrá responder con justeza a las preguntas que le formulen los no
creyentes; y, al mismo tiempo, podrá también interrogarles sobre el sentido de
su existencia y sus razones para vivir.
Este diálogo debe abordar una
reflexión sobre el mundo que vaya más allá de las simples apariencias; debe
también aludir a la historia anunciando el acontecimiento capital que es el
origen de nuestra fe: la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Si
eludimos uno de estos elementos, corremos el riesgo de encontrarnos ante una
pregunta sin respuesta o una respuesta sin pregunta.
Las consideraciones que siguen
no tienen la pretensión de agotar el tema, ni mucho menos de forzar al no
creyente a aceptar el Evangelio. La fe es algo más complejo; no se construye
desde la inteligencia solamente, sino
que exige nuestra libre voluntad y un don del cielo. Jesús ha dicho : «Nadie
viene a mí si mi Padre no le atrae» (Jn
6,44).
¿A quién van destinadas
estas reflexiones?
Estas páginas pretenden ayudar
al creyente que necesita coherencia y claridad para verificar que su fe reposa
sobre serias bases. Eso le permitirá un diálogo más fácil con sus hermanos no
creyentes, y le hará capaz de entender mejor las dificultades que tienen.
Aunque este pequeño estudio no
está destinado a los no creyentes, puede descubrirles que, para un creyente, su
fe, lejos de oponerse a la inteligencia, ilumina a ésta con una nueva luz.
Por otra parte, este texto dará
más fruto cuando en el corazón del no creyente se vea complementado con el
testimonio de los cristianos auténticos, signos vivos de Dios vivo.
¿Cómo utilizarlo?
Para sacar el mejor partido a
este intento no es necesario estudiar todas las cuestiones, pero sí es
conveniente subrayar que se exponen con cierto orden lógico.
Dentro de cada asunto, en el
caso de un debate, la experiencia aconseja que se avance párrafo a párrafo, verificando lo que se comprende y
aquello en lo que se está de acuerdo. También será útil ilustrar el texto con
algunos ejemplos.
•«Buscad y
encontraréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).