El Limbo, lugar de felicidad natural adonde se pensaba que van los niños que mueren sin ser bautizados
"En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede
confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias
por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los
hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le
hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc
10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los
niños que mueren sin bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de
la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don
del santo bautismo" (Catecismo n. 1261). "En cuanto a los niños
muertos sin bautismo, la Liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza
en la misericordia divina y a orar por su salvación" (Catecismo n.
1283).
"El limbo nunca fue una verdad de fe definida. Personalmente, hablando
más que nunca como teólogo, y no como Prefecto de la Congregación, yo
abandonaría esta que siempre fue apenas una hipótesis teológica. Se trata de
una tesis secundaria, al servicio de una verdad que es absolutamente
primaria para la fe: la importancia del bautismo. Para decirlo con las
palabras mismas de Jesús a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo, si
alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de
Dios" (Jn 3,5). Abandónese, pues, el concepto de "limbo", si fuera necesario
(además, los propios teólogos que lo defendían afirmaban, al mismo tiempo,
que los padres podrían evitarlo para el hijo por el deseo del bautismo de él
y por la oración); mas no se abandone la preocupación que lo sustentaba. El
bautismo jamás fue y no será jamás algo accesorio para la fe". (J.
Ratzinger - V. Messori, A fé em crise? O Cardeal Ratzinger se interroga,
Editora Pedagógica Universitaria Ltda., Sao Paulo, 1985; p. 113; traducción
nuestra).