Chequeando la actual situación ecuménica
Por Jesús de las Heras Muela
Director de la revista Ecclesia
Entre el 18 y el 25 de enero se celebra la Semana de oración por la unidad de
los cristianos
Se entiende por ecumenismo "el conjunto de esfuerzos realizados bajo el impulso
del Espíritu Santo con el fin de restaurar la unidad de todos los cristianos".
El movimiento ecuménico tiene un siglo de existencia y nace como respuesta a la
división de los seguidores de Jesucristo en distintas Iglesias y Confesiones. En
todo el mundo hay, en la actualidad, unos dos mil millones de cristianos: 1.100
millones son católicos, unos 350 son ortodoxos y el resto pertenecen a las
Iglesia nacida de la Reforma Protestante, entre ellas, la Comunión Anglicana.
Esta realidad de separación y de división contradice abierta y escandalosamente
la voluntad de Jesucristo, el fundador de la única Iglesia, perjudica la obra
evangelizadora, resta credibilidad y dispersa fuerza. Es una situación que hay
que superar. Es ineludible la unidad, la plena comunión de todos los discípulos
de Jesucristo, que quiere todos seamos uno y que haya un solo Pastor y en un
solo Rebaño.
La oración, uno de los seis caminos ecuménicos
Una de las iniciativas del ecumenismo es la semana de oración por la unidad de
los cristianos, que surge a finales del siglo XVIII en Escocia. Desde 1908, la
semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra en todas las
Iglesias entre los días 18 al 25 de enero. "Hace oír a los sordos y hablar a los
mudos", en alusión obvia a Jesucristo, es su lema para este año 2007. La
importancia de la oración ecuménica es reconocida universalmente. Es camino
fecundo y privilegiado para lograr la meta de la unidad.
La oración por la unidad es, en efecto, uno de los seis caminos del ecumenismo
enumerados por el Concilio Vaticano II, en su decreto "Unitatis redintegratio",
uno de los documentos más emblemáticos de la última asamblea conciliar católica.
Estos seis caminos del ecumenismo son: 1.- La reforma de la Iglesia. 2.- La
conversión del corazón. 3.- La oración constante y unánime. 4.- El conocimiento
mutuo de los hermanos. 5.- La formación ecuménica y 6.- La cooperación entre los
hermanos cristianos.
Seis dimensiones esenciales del ecumenismo
Hoy día también se habla de dimensiones y aspectos del ecumenismo como los
llamados ecumenismo del Pueblo de Dios, ecumenismo de la santidad y ecumenismo
espiritual, ecumenismo apostólico, ecumenismo de la verdad y ecumenismo del
amor.
El primero de ellos sería el más directamente relativo a la acción pastoral
dentro de las propias comunidades. Se trata de suscitar en el pueblo cristiano
la necesidad de orar, trabajar y servir la unidad de los cristianos. Si el
pueblo no se sensibilizara y motivara en este sentido, la comunión plena podría
ser papel mojado, como ya ocurrió en la primera mitad del siglo XV, tras la
fallida unidad entre las Iglesia griegas y latina, decretada por el Concilio de
Florencia y rechazada por el pueblo. Para fomentar el ecumenismo del Pueblo de
Dios hay que intensificar la oración, el conocimiento mutuo, la formación y la
cooperación intercristiana.
El ejemplo quizás más significativo del llamado ecumenismo de la santidad lo
constituye hoy día el hermano Roger de Taizé, el fundador de la Comunidad
Ecuménica Internacional de esta pequeña villa francesa. El ecumenismo de la
santidad se logrará, ante todo, a través de la conversión del corazón y de la
oración. En la base de la separación de los cristianos están los pecados de las
distintas partes afectadas en estas rupturas. La separación de los cristianos es
un pecado grave, que se ha de superar por la vía de la santidad. En el
ecumenismo de la santidad se engloba y encuentra su más plena identificación el
también llamado ecumenismo espiritual.
El ecuménico apostólico parte de la necesidad evangelizadora que debemos
experimentar todos los cristianos para el mundo crea. El ecumenismo apostólico
significa mostrar con palabras y con obras la verdadera imagen de Dios, relevada
y encarnada en Jesucristo. El ecumenismo apostólico habrá de constatar cómo la
actual separación es un obstáculo para la mayor eficacia de la acción
evangelizadora, máxime en medio de un mundo como el nuestro que vive,
particularmente en Occidente, bajo el estigma del neopaganismo, del relativismo
y de la secularización. El ecumenismo apostólico viene ahora particularmente
demandado ante la sociedad de la movilidad y de las migraciones, dos de las
realidades que más poderosamente están configurando en la hora presente a la
humanidad.
El ecumenismo de la verdad es una llamada a evitar la tentación fácil de
sincretismo, del irenismo, del relativismo, que no culminarán la búsqueda
ecuménica, sino, al contrario, la tergiversarán y desorientarán. Y es que en
materia ecuménica, también la verdad nos hace libres y nos acerca a la unidad
tan anhelada. El ecumenismo de la verdad supone el conocimiento mutuo de los
hermanos y la formación ecuménica. El ecumenismo de la verdad no consiste en
diluir la propia identidad, ni en atenuar -y mucho menos ocultar- la propia
confesión de la fe, sino en potenciarlas desde la búsqueda de la voluntad de
Jesucristo. Para vivir este aspecto, debemos recorrer el primero de los caminos
ecuménicos propuesto por el Concilio Vaticano II: la reforma de la Iglesia para
ésta sea cada vez más fiel a su único Señor y Salvador.
Por último, el ecumenismo del amor es como la síntesis y la suma de todas las
dimensiones anteriores. "Desciende directamente del mandamiento que Jesús legó
sus discípulos. El amor acompañado de gestos coherentes genera confianza y abre
el corazón y los ojos. Por su propia naturaleza, el diálogo de la caridad
fomenta y alumbra el diálogo de la verdad: y es que precisamente en la plena
verdad tendrá lugar el encuentro definitivo al que conduce el Espíritu de
Cristo", tal y como afirmaba recientemente el Papa Benedicto XVI. El ecumenismo
del amor encuentra realizaciones en la cooperación práctica entre los
cristianos, que, según afirma el Concilio Vaticano II, "expresa vivamente
aquella conjunción por la cual están ya unidos entre sí y presenta bajo una luz
más plena el rostro de Cristo siervo".
Una mirada a la actual situación ecuménica
En el mismo día -24 de abril de 2005- del comienzo de su ministerio apostólico
petrino, el Papa Benedicto XVI señalaba la unidad de los cristianos como la
verdadera prioridad de su servicio. Recientemente, Benedicto XVI retomaba y
reasumía aquellas palabras suyas de "trabajar sin ahorrar energías en la
reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo" y
las volvía a situar como "compromiso prioritario, ambición y acuciante deber".
En el último año y medio, hay muestras y signos inequívocos de avance ecuménico:
las declaraciones conjuntas del Papa con el Patriarca de Constantinopla, con el
Arzobispo de Canterbury y con el Arzobispo ortodoxo de Grecia, la reanudación de
los trabajos de la Comisión Mixta Internacional ortodoxo-católica, la aceptación
del Consejo Mundial Metodista de la declaración conjunta sobre la doctrina de la
Justificación, un todavía reciente documento católico-anglicano sobre el papel
de María, la preparación de la III Asamblea Ecuménica Europea de Iglesias,
prevista para septiembre en la ciudad rumana de Sibiu... Y asimismo lo certifica
la ya citada y creciente necesidad compartida de la urgencia evangelizadora ante
la actual situación de secularización tan generalizada, máxime también en la
actual sociedad de la movilidad y de las migraciones.
El diálogo ecuménico con las Iglesias de la ortodoxia es más fácil. Hay menos
escollos; en la realidad, la distinta concepción del Primado papal es la única,
grave y, a día de hoy, insalvable diferencia. Tampoco son excesivas las
diferencias doctrinales con la Comunión Anglicana, si bien a ellas ahora se han
añadido decisiones como el sacerdocio de la mujer y la legitimación de la
homosexualidad, causa también de división dentro del mismo Anglicanismo. Hablar
de protestantismo o luteranismo como si de una unidad compacta y homogénea se
tratara es falso y precisamente en esta pluralidad, que deriva en atomización,
radica razón añadida que dificulta aún más la unidad.
Con todo, las luces y con las sombras descritas, hemos de ser conscientes de que
todavía queda mucho por recorrer. En cuarenta años -los que van desde el final
del Concilio Vaticano II- se ha avanzado mucho más que durante los siglos
precedentes desde las distintas rupturas y divisiones. El camino se ha hace al
andar. Hay que seguir caminando, orando, dialogando, cooperando juntos,
persuadidos de que la actual situación de división es inaceptable. La unidad no
puede esperar. Y uno de sus caminos es la oración, a la que siempre y
especialmente entre el 18 y el 25 de enero estamos convocados todos los
cristianos. (enerol 2007)