Declaración conjunta con ocasión de la Conmemoración conjunta Católico – Luterana de la Reforma
Con motivo de la visita del Santo Padre Franciso a Suecia con motivo de los
500 años de la Reforma protestante, al concluir la ceremonia en la catedral
de Lund que se realizó este lunes 31 de octubre por la tarde, en la que
exponentes protestantes y católicos expusieron el deseo de unidad y
lamentaron errores del pasado, y en el que el Papa pidió al Espíritu Santo
que conceda un nuevo inicio a las relaciones entre luteranos y católicos, se
firmó la siguiente declaración conjunta.
DECLARACIÓN CONJUNTA
Con ocasión de la Conmemoración conjunta Católico – Luterana de la Reforma
Lund, 31 de octubre de 2016
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto
por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis
en mí» (Jn 15,4).
Con corazones agradecidos
Con esta Declaración Conjunta, expresamos gratitud gozosa a Dios por este
momento de oración en común en la Catedral de Lund, cuando comenzamos el año
en el que se conmemora el quinientos aniversario de la Reforma. Los
cincuenta años de constante y fructuoso diálogo ecuménico entre Católicos y
Luteranos nos ha ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho más
profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos
acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en
circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el
testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que
lo que nos une es más de lo que nos divide.
Pasar del conflicto a la comunión
Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y
teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y
lamentamos ante Cristo que Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad
vivible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por
el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con
fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide
una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos
y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el
pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede
ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la
memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica
todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en
nombre de la religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de
lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para
caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente.
Nuestro compromiso para un testimonio común
A medida que avanzamos en esos episodios de la historia que nos pesan, nos
comprometemos a testimoniar juntos la gracia misericordiosa de Dios, hecha
visible en Cristo crucificado y resucitado. Conscientes de que el modo en
que nos relacionamos unos con otros da forma a nuestro testimonio del
Evangelio, nos comprometemos a seguir creciendo en la comunión fundada en el
Bautismo, mientras intentamos quitar los obstáculos restantes que nos
impiden alcanzar la plena unidad. Cristo desea que seamos uno, para que el
mundo crea (cf. Jn 17,21).
Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una
mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los
que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la presencia
redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta
responsabilidad pastoral para responder al hambre y sed espiritual de
nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo. Anhelamos que sea sanada
esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el propósito de nuestros
esfuerzos ecuménicos, que deseamos que progresen, también con la renovación
de nuestro compromiso en el diálogo teológico.
Pedimos a Dios que Católicos y Luteranos sean capaces de testimoniar juntos
el Evangelio de Jesucristo, invitando a la humanidad a escuchar y recibir la
buena noticia de la acción redentora de Dios. Pedimos a Dios inspiración,
impulso y fortaleza para que podamos seguir juntos en el servicio,
defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los
pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia.
Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad,
justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces
para que termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y
comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros,
Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al
extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a
causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los
refugiados y de los que buscan asilo.
Hoy más que nunca, comprendemos que nuestro servicio conjunto en este mundo
debe extenderse a la creación de Dios, que sufre explotación y los efectos
de la codicia insaciable. Reconocemos el derecho de las generaciones futuras
a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y belleza. Rogamos por
un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y
responsable en el cuidado de la creación.
Uno en Cristo
En esta ocasión propicia, manifestamos nuestra gratitud a nuestros hermanos
y hermanas, representantes de las diferentes Comunidades y Asociaciones
Cristianas Mundiales, que están presentes y quienes se unen a nosotros en
oración. Al comprometernos de nuevo a pasar del conflicto a la comunión, lo
hacemos como parte del único Cuerpo de Cristo, en el que estamos
incorporados por el Bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecuménicos
para que nos recuerden nuestros compromisos y para animarnos. Les pedimos
que sigan rezando por nosotros, que caminen con nosotros, que nos sostengan
viviendo los compromisos de oración que manifestamos hoy.
Exhortación a los Católicos y Luteranos del mundo entero
Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que
sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso
para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez de los
conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la
cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad. Nosotros, Católicos y
Luteranos, acercándonos en la fe a Cristo, rezando juntos, escuchándonos
unos a otros, y viviendo el amor de Cristo en nuestras relaciones, nos
abrimos al poder de Dios Trino. Fundados en Cristo y dando testimonio de él,
renovamos nuestra determinación para ser fieles heraldos del amor infinito
de Dios para toda la humanidad.
Firma de la Declaración conjunta