Disensiones entre evangelizadores y encomenderos
Toribio De Benavente
Fue mucha parte lo que los frailes hicieron, así por la oración y predicación como por el trabajo que pusieron en pacificar las disensiones y bandos de los españoles, que en esta sazón estaban muy encendidos, y tan trabados que vinieron a las armas sin haber quién los pusiese en paz, ni se metiese entre las espadas y lanzas sino los frailes, y a éstos dio Dios gracia para ponerlos en paz. Estaban las pasiones tan trabadas como ahora dice que están los españoles en el Perú. (Dios les envíe quien los ponga en paz aunque ellos dicen que ni quieren paz ni frailes.) Bien pudiera alargarme en esto de los bandos de México, porque me hallé presente a todo lo que pasó; mas paréceme que sería meterme en escribir historia de hombres.
En este mismo tiempo se descubrieron unas muy ricas minas de plata, a las cuales se iban muchos de los españoles, y donde había pocos en México quedaban pocos y los que querían ir iban en mayor peligro de las vidas, pero ciegos con su codicia no lo entendían, y por las represiones y predicaciones y consejos de los frailes, así en general como en particular, pusieron guardas y velaron la ciudad, v- pusieron silencio a las minas, y mandaron recoger a los que estaban por las estancias, y desde a pocos días lo remedió Dios cerrando aquellas minas con una gran montaña que les echó encima, de manera que nunca jamás parecieron. Por otra parte con los indios, que ya conocían a los frailes y daban crédito a sus consejos, los detuvieron por muchas vías y maneras que serían largas de contar. El galardón que de esto recibieron fue decir: «estos frailes nos destruyen y- quitan que no estemos ricos, y nos quitan que se hagan los indios esclavos; éstos hacen abajar los tributos y defienden a los indios y los favorecen contra nosotros: son unos tales y unos cuales»; y no miran los españoles que si por los frailes no fuera ya no tuvieran de quién se servir, ni en casa ni en las estancias, que todos los hubieran ya acabado, como parece por experiencia en Santo Domingo y en las otras islas, adonde acabaron los indios.
(Toribio De Benavente, Historia de los indios de