Dejemos a los niños ser niños
Cada vez es más frecuente ver niñas vestidas y actuando como “mujer fatal”, reflejo de una cultura sexualizada que quizás pueda estar robando la infancia a nuestras hijas y, como consecuencia, este paso de niña a mujer lo estén dando demasiado pronto. Este fenómeno más conocido como “sexualización de la infancia” va ganando cada vez más terreno. Se trata de imponer una sexualidad adulta a niños y jóvenes antes de que desarrollen una capacidad mental, emocional y física para luchar con ella. Influenciados en gran parte por las series de televisión, publicidad e incluso de juguetes, nuestros hijos son presionados desde una edad cada vez más temprana, aunque en el caso de las niñas se ven más afectadas. La idea es que aprendan a enseñar el lado más sexy, donde los atributos físicos toman gran relevancia y cualquier cualidad o valor humano carezcan de importancia.
El lado infantil de nuestras niñas va quedando cada vez más empequeñecido, más cosificado, van tomando roles de mujer adulta y, sin darnos cuenta, aprenden a andar con tacones cuando casi se acaban de poner de pie. Una niña debe vestir de manera alegre y cómoda para poder jugar, donde primen los estampados de flores, dibujos y no calaveras, labios rojos y caras sexys acompañadas de frases de adultos. Sin querer pasan de soñar con ser princesas a convertirse en autenticas sex symbol, como es el caso de Miley Cyrus, más conocida como Hanna Montana, que pasó de ser una niña dulce, graciosa, vestida en tonos pastel a salir vestida con lencería negra y soltando frases como “estoy tan ardiente” o “no puedo ser domesticada” todavía siendo menor de edad. Su popularidad iba en aumento y cientos de niñas afirmaban querer ser como ella.
Se nos hace cotidiano, incluso gracioso, encontrar entre las tiendas de ropa interior tangas en tallas de niñas o muñecas con minifaldas de cuero. El fácil acceso de los niños a Internet los convierte en un objetivo fácil para la pornografía. No existen reglas claras, línea divisoria que separe lo que es pornografía y el resto. En los escaparates de las tiendas aparecen imágenes para todo tipo de audiencia de alto contenido sexual y poco pensadas para los ojos de los niños que también pasean por las calles. En los medios de comunicación todo se ve como normal, hasta tal punto que el sexo, el culto al cuerpo y la visión de una mujer sexualizada es lo bueno y lo normal. Incluso los círculos más cercanos de la familia, amigos, las animan a formar parte de todo esto, a vestir, tomar poses y actuar más como mujeres que como niñas, y cuando “la niña” descubre que adaptando apariencias y comportamientos sexualizados son aceptadas por la sociedad y por los que las rodean, entonces ellas empiezan a buscar por si misma ser un objeto sexual.
La influencia de revistas juveniles hace que cambien su percepción de la figura corporal, encontrando casos de niñas de diez años queriendo perder peso. Todas estas influencias son en parte responsables de la aparición de muchos trastornos de la alimentación como la bulimia y la anorexia, siendo alarmante el índice de aumento en los últimos años en edades tempranas. Pueden perjudicar a la salud de los niños y jóvenes el mal uso del conocido Photoshop, cuando se presentan unos cánones de belleza que no son reales arrastrándoles a amoldar sus cuerpos a prototipos de bellezas retocadas o figuras hiperexageradas como son el caso de algunas muñecas como Bratz, Barbie… que dejan a las niñas expuestas a un deseo no solo físico sino mental y psíquico, donde su autoestima puede verse truncada, llegando a generar hasta depresiones.
El proceso de maduración física y mental de nuestros hijos está influenciada por estas tendencias en las que todo se sexualiza. Sin embargo, en ocasiones son los propios padres los que alientan estos comportamientos sin darse cuenta. Y, aunque hay padres que ven esta cultura como inapropiada, se dejan llevar por esta tendencia y no se preocupan por ejemplo de poner filtros, y sí los mejores antivirus que protejan su ordenador, como si fuera en orden de prioridades lo más importante antes que sus hijos. No se trata de juzgar a los padres, pero si de darles claves para que corrijan esta tendencia y que faciliten a las niñas un entorno donde sean admiradas como personas, por sus habilidades, valores, carácter… y las animen a hacer oídos sordos de las influencias que reciben. Ayudarlas a que se cuestionen que el concepto de cuerpo perfecto es efímero y que envejecer no es un castigo, que no solo tiene éxito la mujer perfecta.
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