e la existencia de Dios
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Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Evangelio de San Mateo, homilías I-IX X-XXXVI XXXVII-LXVII
(Homilías al pueblo de Antioquía, XII, 4 - 5)
Voy a intentar demostraros que el hombre tiene por sí mismo conocimiento de
la virtud
Cometió Adán el primer pecado, e inmediatamente tras el pecado se escondió.
Ahora bien, de no saber que había obrado mal, ¿qué necesidad tenía de
ocultarse? Porque entonces no había Escrituras ni Ley de Moisés. ¿Por dónde,
pues, conoció el pecado y se escondió? Y no sólo se oculta, sino que,
acusado, trata de echar la culpa a otro, diciendo: la mujer que me diste me
dio del árbol y comí (Gn 2, 12). Y ella, a su vez, echa la culpa a la
serpiente (...)
Lo mismo cabe ver en la historia de Caín y Abel. Ellos fueron los primeros
en ofrecer a Dios las primicias de sus trabajos. Yo quiero demostraros que
el hombre no sólo es capaz de conocer el pecado, sino también la virtud. Que
el hombre conoce ser un mal el pecado lo demostró Adán, y que sabe que la
virtud es un bien lo puso de manifiesto Abel. Si éste ofreció aquel
sacrificio, no es porque lo aprendiera de nadie, ni porque hubiera oído
entonces alguna ley que hablara de las primicias; él mismo, su propia
conciencia, fue su maestro. De ahí que no baje con mi discurso a tiempos
posteriores, sino que me detenga en los primeros hombres, cuando no había
letras, ni ley, ni profetas, ni maestros. Allí estaba Adán solo con sus
hijos, y por ahí podemos comprender que el conocimiento de lo bueno y de lo
malo era un don primero de la naturaleza
(...) Sin embargo, los griegos no soportan esto. Pues vamos a discurrir
también contra ellos, y sigamos en el tema de la conciencia el procedimiento
que usamos en el de la creación. No los combatiremos sólo por las
Escrituras, sino también por argumentos de razón. Ya Pablo los venció en su
lucha con ellos sobre este capítulo
?Qué dicen los griegos? No tenemos - afirman - una ley que la conciencia
conozca por sí misma, ni infundió Dios nada de eso en nuestra naturaleza.
Entonces, decidme, ¿en qué se inspiraron los legisladores de ellos para
establecer leyes acerca del matrimonio, del homicidio, de los testamentos,
depósitos, avaricia, e infinitas cosas más? Los actuales acaso se inspiraron
en sus antecesores, éstos en otros, y otros en los más antiguos; pero estos
antiguos y quienes al principio legislaron entre ellos, ¿en qué se
inspiraron? !Evidentemente, en su conciencia! Porque no van a decir que
trataron con Moisés y oyeron a los profetas. !No serian entonces gentiles!
No, es evidente que los antiguos pusieron las leyes inspirándose en la ley
que Dios infundió al hombre al plasmarlo, y por ella se inventaron las artes
y todo lo demás
Del mismo modo se constituyeron tribunales y se determinaron castigos. Que
es lo mismo que dice Pablo. Muchos gentiles le iban a replicar y decían: ¿cómo puede juzgar Dios a los hombres anteriores a Moisés, cuando no les
envió un legislador, ni les propuso una ley, ni les mandó un profeta, ni un
apóstol, ni un evangelista? ¿Qué derecho tiene a pedirles cuentas? Mas
escucha la respuesta de Pablo, para demostrarles que tenían una ley que se
sabe de suyo y conocían claramente lo que debían hacer: cuando los gentiles,
que no tienen ley, hacen naturalmente lo que manda la ley, éstos, que no
tienen ley, son ley para sí mismos y demuestran que lo que manda la ley está
escrito en sus corazones (Rm 1, 14 - 15)
?Cómo puede hallarse escrito sin letras? Porque lo atestigua su propia
conciencia y las diferentes reflexiones que allá en su interior ya los
acusan, ya los defienden, como se verá aquel día en que Dios juzgará lo
oculto de los hombres por medio de Jesucristo, según el Evangelio que yo
predico (Rm 2, 15 - 16). Y poco antes: cuantos sin ley pecaron, sin ley
también perecerán, y cuantos con la ley pecaron, por medio de la ley serán
juzgados (Rm 2, 12). ¿Qué quiere decir que perecerán sin ley? Que no los
acusará la ley, sino sus razonamientos y su conciencia. Ahora bien, de no
tener la ley de su conciencia, no debieran siquiera perecer pecando. ¿Cómo
perecer si pecaron sin ley? Mas cuando el Apóstol dice que pecaron sin ley,
no quiere decir que no tenían ley en absoluto, sino que no tenían ley
escrita, pero si la ley de la naturaleza
En otro pasaje, el Apóstol escribe: gloria, honor y paz a todo el que obra
el bien, el judío primeramente y luego el griego (Rm 2, 10). Al hablar así,
se refería a los tiempos remotos anteriores al advenimiento de Cristo. Y
llama aquí griego o gentil no al idólatra, sino al adorador de un Dios
único, pero no ligado por necesidad a las observancias judaicas del sábado,
de la circuncisión o de diversas purificaciones. Se trata, en fin, de un
gentil que practique toda la virtud y religión. Pues hablando de estos
gentiles, dice en otro lugar: indignación e ira, tribulación y angustia
aguardan al alma de todo hombre que obra mal, del judío primeramente y luego
del griego (Rm 2, 9). También aquí llama griego al que está libre de la
observancia judaica. Ahora bien, si no ha oído la ley ni se ha educado con
los judios, ¿cómo puede ser objeto de indignación y de ira, de tribulación y
angustia, caso de obrar mal? Porque tiene dentro la conciencia que le da
voces y le ensena e instruye sobre todo
?Cómo se prueba eso? Porque el propio gentil castiga a los que pecan, pone
leyes y establece tribunales. Pablo lo pone de manifiesto cuando dice de los
que viven en maldad: los cuales, no obstante conocer la justicia de Dios, no
echaron de ver que los que hacen tales cosas son dignos de muerte; y no sólo
los que las hacen, sino también los que aprueban a los que las hacen (Rm 1,
32). ¿Y por dónde sabían, se dirá, que Dios quiere castigar de muerte a los
que viven en maldad? Pues por el hecho de castigar ellos a los que pecan.
Porque si no piensan que el homicidio sea un crimen, que no castiguen por
sentencia al asesino convicto. Si no piensan que el adulterio sea un mal,
que absuelvan de toda pena al adúltero que cae en sus manos. Ahora bien,
respecto a los pecados de otros promulgas leyes, determinas penas y eres
juez severo, ¿qué excusa puedes tener en lo que tú mismo pecas, con achaque
de no saber lo que se debe hacer? Habéis cometido un adulterio tú y el otro;
¿qué razón hay para que al otro lo castigues y tú te tengas por digno de
perdón? Si no sabías que el adulterio es un crimen, tampoco había que
castigar al otro. Mas si castigas a otro y tú piensas escapar al castigo, ¿qué lógica es ésa que, siendo los pecados iguales, no lo sean las penas?
(...)
En conclusión, puesto que Dios ha de pagar a cada uno según sus obras, y nos
puso la ley natural y más tarde la escrita, a fin de pedirnos cuentas de
nuestros pecados y coronarnos por nuestras virtudes, ordenemos con gran
cuidado nuestra vida, como quienes han de comparecer ante el tribunal
severo, sabiendo que, si después de la ley natural y la escrita, después de
tanta predicación y continua exhortación, todavía descuidamos nuestra salud,
no habrá para nosotros perdón alguno
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
(Homilías sobre el Génesis, 35, 1 - 2)
Queridísimos, es una cosa muy buena la lectura de las divinas Escrituras. Da
sabiduría al alma. eleva la mente al cielo, hace al hombre agradecido, nos
impulsa a no admirar las realidades de aquí abajo, sino a vivir con el
pensamiento puesto allá arriba, a realizar todas nuestras obras con la
mirada fija en la recompensa que nos dará el Senor, a dedicarnos al trabajo
de la virtud con gran entusiasmo. Gracias a ellas, podemos conocer la
providencia de Dios, siempre dispuesta a prestar auxilio; la valentía de los
justos, la bondad del Senor, la grandeza de los premios. Nos pueden impulsar
a imitar fervorosamente la piedad de hombres generosos, para no adormecernos
en las batallas espirituales y para confiar en las promesas divinas antes de
que se cumplan
Por esto os exhorto: !leamos con mucha atención las Escrituras divinas!
Alcanzaremos su verdadera comprensión si nos dedicamos siempre a ellas. No
es posible, en efecto, que quien demuestra gran cuidado y deseo de conocer
las palabras divinas se quede en la estacada. Incluso si no tiene ningún
maestro, el Senor mismo entrará en nuestros corazones, iluminará nuestra
inteligencia, nos revelará las verdades escondidas; será Él nuestro Maestro
en lo que no comprendamos, con tal de que nosotros estemos dispuestos a
hacer lo que podamos (...)
Cuando tomamos en nuestras manos el libro espiritual, hemos de poner en vela
nuestro espíritu, recoger nuestros pensamientos, echar fuera cualquier
preocupación terrena. Dediquémonos entonces a la lectura con mucha devoción,
con gran atención, para que se nos conceda que el Espíritu Santo nos guie a
la comprensión de lo que está escrito, sacando así gran utilidad. Aquel
hombre eunuco y bárbaro, ministro de la reina de los etíopes, que era un
hombre importante, no descuidaba la lectura de la Escritura ni siquiera
cuando estaba de viaje. Teniendo en sus manos al profeta [Isaías], leía con
mucha atención, incluso sin comprender lo que tenía ante sus ojos; pero como
ponía de su parte cuanto podía - diligencia, entusiasmo y atención - ,
obtuvo un guía (cfr. Hch 8, 26 - 40)
Considera, por tanto, qué gran cosa es no descuidar la lectura de la
Escritura tampoco durante los viajes, ni yendo en coche. Escuchen esto
quienes ni siquiera en su propia casa admiten que haya que leer la Sagrada
Escritura, con la excusa de que conviven con su mujer o militan en el
ejército porque están preocupados por los hijos, dedicados al cuidado de los
parientes, o comprometidos en otros negocios
Ese hombre era eunuco y bárbaro: dos circunstancias suficientes para que
hubiese sido negligente. Otros factores eran su dignidad y sus grandes
riquezas, y el hecho de viajar en una carroza, pues no es fácil dedicarse a
la lectura cuando se viaja así; más aún, resulta costoso. Y, sin embargo, su
deseo y su celo superaban cualquier impedimento. Hasta tal punto estaba
enfrascado en la lectura, que no decía lo que muchos repiten en el día de
hoy: ¿No entiendo lo que contiene, no logro comprender la profundidad de la
Escritura; ¿por qué, pues, voy a sujetarme inútilmente y sin fruto a la
fatiga de leer, sin nadie que me guíe??. Nada de esto pensaba aquel hombre,
bárbaro por la lengua pero sabio por el pensamiento. Creía que Dios no le
despreciaría, sino que le mandarla pronto alguna ayuda de lo alto, con tal
de que él hubiese puesto lo que estaba de su parte, dedicándose a la
lectura. Por eso, el Padre benigno, viendo su íntimo deseo, no le descuidó
ni le abandonó a sí mismo, sino que le mandó enseguida un maestro
Este bárbaro está en condiciones de ser maestro de todos nosotros: de
quienes llevan una vida privada, de quienes están enrolados en el ejército,
de quienes gozan de autoridad. En una palabra, puede ser maestro de todos;
no sólo de los hombres, sino también de las mujeres - tanto más que están
siempre en casa - , y de los que han elegido la vida monástica. Aprendan
todos que ninguna circunstancia es obstáculo para leer la palabra divina;
que es posible hacerlo no sólo en casa, sino en la plaza, de viaje, en
companía de otros o cuando estamos metidos en plena actividad. Si nosotros
hacemos lo que está en nuestra mano, pronto encontraremos quien nos ensene.
Porque el Senor, viendo nuestro afán por la realidades espirituales, no nos
despreciará, sino que nos mandará una luz del cielo e iluminará nuestra
alma. No descuidemos, por tanto - os lo ruego - , la lectura de la Escritura
(Catequesis sobre el Bautismo, VIII, 8 - 15)
El tiempo que ha precedido al Bautismo era un periodo de entrenamiento y de
ejercicio, en el que las caídas encontraban su remedio. A partir de hoy la
arena se os abre, y empieza el combate. Estáis bajo la mirada del público. Y
no sólo del género humano; también la muchedumbre de los ángeles contempla
vuestras luchas. Pues Pablo escribe en su carta a los Corintios: hemos sido
entregados en espectáculo al mundo, tanto a los ángeles como a los hombres (
1Co 4, 9). Los ángeles, pues, nos contemplan, y el Senor de los ángeles es
quien preside la pelea. Para nosotros, esto es un honor y una seguridad.
Pues si Aquél que ha entregado su vida por nosotros es el juez de esta
lucha, ¿qué orgullo y qué confianza no tendremos?
En los juegos olímpicos, el árbitro permanece en medio de los dos
adversarios, sin favorecer ni al uno ni al otro, esperando el desenlace. Si
el árbitro se coloca entre los dos combatientes, es porque su actitud es
neutral. En el combate que nos enfrenta al diablo, Cristo no permanece
indiferente: está por entero de nuestra parte. ¿Cómo puede ser esto? Veis
que nada más entrar en la liza nos ha ungido, mientras que encadenaba al
otro. Nos ha ungido con el óleo de la alegría y a él le ha atado con lazos
irrompibles para paralizar sus asaltos
Si yo tengo un tropiezo, Él me tiende la mano, me levanta de mi caída, y me
vuelve a poner de pie. Pues escrito está: pisad desde lo alto las
serpientes, los escorpiones y todo poderío del enemigo (Lc 10, 19)
El demonio tiene la amenaza del infierno. Si yo consigo la victoria, recibo
una corona; pero él, cuando triunfa, es castigado. Y para que veas cómo es
atormentado sobre todo cuando vence, te mostraré un ejemplo. Él derrotó a
Adán, haciéndole tropezar. ¿Cuál ha sido el premio de su victoria?: te
arrastrarás sobre tu pecho y sobre tu vientre, y comerás el polvo todos los
días de tu vida (Gn 3, 14). Si Dios ha castigado con tanta severidad a la
serpiente material, ¿qué castigo no infligirá a la serpiente espiritual? Si
tal ha sido la condena del instrumento, está claro que un castigo igualmente
terrible espera a quien lo manejó. Como un buen padre que al echar mano
sobre el asesino de su hijo, además de castigarle le destroza la espada, así
Cristo, encontrando al diablo homicida, no solamente le ha reprimido, sino
que ha quebrantado su espada
Llenémonos, pues, de confianza y despojémonos de todo para afrontar esos
asaltos. Cristo nos ha revestido de armas más resplandecientes que el oro,
más resistentes que el acero, más ardientes que la llama, más ligeras que un
leve soplo de aire. Poseen tales propiedades que no nos doblamos bajo su
peso; dan alas, aligeran nuestros miembros, y si con ellas quieres emprender
el vuelo hacia el cielo, no te serán obstáculo. Son armas de naturaleza
totalmente nueva, pues han sido forjadas para un combate inédito. Yo, que no
soy más que un hombre, me veo obligado a asestar golpes a los demonios; yo,
que estoy revestido de carne, lucho contra las potencias incorpóreas.
También Dios me ha fabricado una coraza que no es de metal, sino de
justicia; me ha preparado un escudo no de bronce, sino de fe. Tengo en la
mano una espada aguda, la palabra del Espíritu. El otro lanza flechas, yo
tengo una espada. El es arquero, yo soy lancero. Esto nos muestra cuán
cauteloso es, pues el arquero no osa aproximarse, sino que dispara desde
lejos
?Pero qué? ¿Dios no te ha dado más que una armadura? No, ha preparado
también un alimento más vigoroso que cualquier arma, para que no te
desmoralices en el combate. Es necesario que tu victoria sea la de un hombre
que rebosa contento. Si el enemigo te ve regresar del festín del Senor, huye
más rápido que el viento, como quien ve un león cuya boca escupe fuego. Si
le ensenas tu lengua tenida de la preciosa sangre, no podrá apresarte; y si
le muestras tu boca empurpurada, como un ruin animal se batirá en retirada a
gran velocidad
?Quieres conocer la virtud de esta sangre? Volvamos a lo que fue figura de
esto, a las narraciones antiguas, a lo que ocurrió en Egipto. Dios iba a
infligir a Egipto la décima plaga. Quería suprimir sus primogénitos, porque
retenían a su pueblo primogénito. ¿Qué podía hacer para no danar a los
judíos con los egipcios, ya que todos se encontraban en el mismo lugar?
Observa la virtud de la figura para conocer así el poder de la realidad
El castigo enviado por Dios iba a venir del cielo y el ángel exterminador
andaba rondando por las casas; ¿Qué hizo Moisés? Inmolad, dijo, un cordero
sin mancha y pintad vuestras puertas con su sangre (cfr. Ex 12, 21 - 25). ¿Qué dices de esto?
¿La sangre de un animal irracional puede salvar a los
hombres dotados de razón? Sí, responde Moisés; no por que sea sangre, sino
porque es figura de la sangre del Senor. Del mismo modo que las estatuas de
los emperadores, que no tienen alma ni entendimiento, protegen a los hombres
dotados de alma y de razón que buscan refugio cerca de ellas, no porque sean
de bronce, sino porque representan al emperador; así esta sangre, privada de
alma e inteligencia, ha salvado a hombres dotados de alma no porque fuera
sangre, sino porque prefiguraba la sangre del Senor
Aquel día el ángel exterminador vio la sangre que senalaba las puertas, y no
se atrevió a entrar. En el presente, si el diablo ve no ya la sangre de la
figura senalando las puertas, sino la sangre de verdad sobre los labios de
los fieles, marcando la puerta de este santuario de Cristo en que se han
convertido, con mayor razón se guardará de intervenir. Pues si la figura ha
detenido al ángel, con mucho más motivo la verdad pondrá al diablo en
retirada
(Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 15, 6 - 7) Mt 5, 13 - 16
Vosotros sois la sal de la tierra (Mt 5, 13). Vosotros no habéis de
preocuparos sólo de vuestra propia vida, sino de la de toda la tierra. A
vosotros no os envío, como hice con los profetas, a dos ciudades, ni a diez,
ni a veinte, ni siquiera a una entera nación. No. Vuestra misión se
extenderá a la tierra y al mar, sin más límites que los del mundo mismo. Y a
una tierra que encontraréis mal dispuesta
En efecto, por el hecho mismo de decirles: vosotros sois la sal de la
tierra, el Senor les mostró que toda la humanidad estaba insípida y podrida
a causa de los pecados. Por eso exige de sus Apóstoles aquellas virtudes que
especialmente son necesarias para el aprovechamiento de los demás. El que es
manso, modesto, misericordioso y justo, no guarda para sí solo estas
virtudes, sino que procura que estas aguas tan hermosas se derramen
abundantemente para provecho de los otros hombres. Del mismo modo, el que es
limpio de corazón, el pac��fico, el que es perseguido por causa de la verdad,
dispone también su vida para común utilidad
No penséis - dice el Senor a sus discípulos - que os lanzo a combates sin
importancia, y que os encomiendo negocios de poca monta. No. Vosotros sois
la sal de la tierra. Entonces, ¿curaron los Apóstoles lo que estaba podrido?
De ninguna manera. Lo que el Senor renovaba y a ellos entregaba, lo que El
libraba del mal olor de la podredumbre, eso salaban ellos, conservándolo y
manteniéndolo en la novedad que del Senor había recibido. Porque librar de
la podredumbre de los pecados fue hazana exclusiva de Cristo; mas hacer que
los hombres no volvieran a pecar fue ya obra del celo y del trabajo de sus
Apóstoles. ¿Veis cómo poco a poco el Senor les va haciendo ver que son
superiores a los profetas? Porque no les llama maestros de sola Palestina,
sino de la tierra entera; y no sólo los hace maestros, sino temibles
Ahí está la maravilla: que los Apóstoles no se hicieron amables a todo el
mundo porque adulasen y halagaran a todos, sino escociendo vivamente como la
sal
No os sorprendáis - les dice - si, dejando por un momento a los demás, hablo
ahora con vosotros y os invito a tamanos peligros. Considerad a cuántas
ciudades y pueblos y naciones deseo enviaros como maestros. Por eso no
quiero que seáis prudentes vosotros solos, sino que hagáis también prudentes
a los demás. !Y qué prudencia han de tener aquellos de quienes depende la
salvación de las almas! !Qué abundancia de virtud en quienes han de ser
provecho para los otros! Porque, si no sois tales que podáis servir de
provecho a los demás, tampoco os bastaréis para vosotros mismos
No os irritéis, como si lo que os digo fuera cosa molesta. Si los demás se
tornan insípidos, vosotros podéis devolverles el sabor; pero, si esto os
sucediera a vosotros, con vuestra pérdida arrastraríais también a los demás.
Por tanto, cuantos mayores asuntos llevéis entre manos, mayor fervor y celo
necesitaréis
Por eso les advierte: si la sal se torna insípida, ¿con qué se le devolverá
el sabor? Para nada vale ya, sino para ser arrojada y pisoteada de las
gentes (Mt 5, 13). Los otros, en efecto, aunque mil veces desfallezcan, mil
veces pueden obtener perdón; pero, si cae el maestro, no tiene defensa
posible (...)
Había dicho el Senor a sus discípulos: cuando os insulten y persigan, y
digan toda palabra mala contra vosotros... (Mt 5, 11). Para que no se
acobardaran al oír esto, y rehusaran salir al campo de batalla, ahora parece
decirles: si no estáis preparados a sufrir todas estas cosas, vana ha sido
vuestra elección. Lo que debéis temer no es que se os maldiga, sino el ser
envueltos en la común hipocresía. En ese caso os habríais tornado insípidos,
y seríais pisoteados por la gente. Pero si seguís frotando con sal, y por
ello os maldicen, alegraos entonces. Ésa es precisamente la función de la
sal: escocer y molestar a los corrompidos. La maledicencia os seguirá
forzosamente, pero no os hará ningún dano, sino que dará testimonio de
vuestra firmeza. Pero si por miedo a la murmuración abandonáis el ímpetu que
debéis tener, entonces sufriréis más graves danos. En primer lugar, se os
maldecirá lo mismo; y luego, seréis la irrisión de todo el mundo; porque eso
quiere decir ser pisoteado
El Senor pasa ahora a otra comparación más alta: vosotros sois la luz del
mundo (Mt 5, 14). Nuevamente se nos habla del mundo; no de una sola nación,
ni de veinte ciudades, sino de la tierra entera. Se nos habla de una luz
inteligible, mucho más preciosa que los rayos del sol, como también la sal
había que entenderla espiritualmente. Y pone primero la sal, luego la luz,
para que te des cuenta de la utilidad de las palabras enérgicas y el
provecho de una ensenanza seria. Ella nos ata fuertemente y no nos permite
disolvernos. Ella nos hace abrir los ojos, llevándonos como de la mano a la
virtud
(...) Después de haberles mostrado su propio poder, el Senor les exige
franqueza y libertad, diciéndoles: nadie enciende una lámpara y la pone
debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los de
la casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, a fin de que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos (Mt 5, 15
- 16). Es como si les dijera: yo he encendido la luz; pero que siga
ardiendo, depende ya de vuestro afán apostólico. Y eso no sólo para alcanzar
vuestra propia salvación, sino también la de aquellos que han de gozar de su
resplandor, y ser así conducidos como de la mano hacia la verdad. Si
vosotros vivís con perfección, como conviene a los que han recibido la
misión de convertir a todo el mundo, las calumnias no podrán echar ni una
sombra sobre vuestro resplandor
Llevad, pues, una vida digna de la gracia; a fin de que, así como la gracia
se predica en todas partes, también vuestra vida esté de acuerdo con la
gracia
Por fin, además de la salvación de los hombres, el Senor les senala otro
provecho, que es suficiente por sí solo para incitarles a la pelea y
llevarles al más intenso fervor. Porque - les dice - viviendo rectamente, no
sólo corregiréis a toda la tierra, sino que glorificaréis a Dios; de manera
semejante a como, si no vivís virtuosamente, no sólo perderéis a los hombres
sino que haréis que sea blasfemado el nombre de Dios
(Exhortación a Teodoro caído, 1, 14 - 15)
No causa ninguna maravilla que los que no creen en la resurrección vivan
negligentemente y no sientan temor del juicio. Por el contrario, sería
insensatez suma que nosotros, para quienes la vida venidera es más cierta
que la presente, viviésemos tan miserablemente que no nos impresionara lo
más mínimo su recuerdo. Si quienes tenemos fe obramos como los incrédulos, y
aun a veces vivimos peor que ellos (pues no han faltado entre los infieles
quienes han brillado por su virtud), ¿qué consuelo y qué perdón nos queda
ya? Muchos mercaderes que sufrieron un naufragio no por eso se desalentaron,
sino que nuevamente reanudaron su actividad, a pesar de que el dano no les
vino por negligencia propia, sino a causa de la violencia de los vientos. Y
nosotros, que podemos mirar confiadamente al término y sabemos perfectamente
que, si no queremos, no hemos de sufrir naufragio ni otro dano alguno, ¿no
pondremos nuevamente manos a la obra para negociar como antes? ¿Vamos a
quedarnos ociosos y mano sobre mano? !Y ojalá sólo fuera estar mano sobre
mano, y no las volviéramos también contra nosotros mismos! Porque a veces
sucede precisamente esto, lo que es senal de suma locura
En efecto, si un púgil, dejando a su rival, volviera los punos contra su
propia cabeza y se destrozase la cara, ¿no le pondríamos en el número de los
locos? El diablo nos echó la zancadilla y nos derribó por tierra. Luego es
menester levantarnos y no dejarnos arrastrar nuevamente; no despenarnos a
nosotros mismos, ni a sus golpes anadir los propios. El bienaventurado David
tuvo una caída semejante a la tuya; e incluso después sufrió otra: la del
homicidio. ¿Pues qué? ¿Se quedó allí tendido? ¿No se levantó inmediatamente
y se enfrentó con el enemigo? Así fue. Y tan valerosamente le derrotó que,
después de la muerte, fue el protector de sus descendientes. Por eso a
Salomón, que cometió una enorme iniquidad haciéndose merecedor de mil
muertes, Dios le dice que dejará intacto el reino por amor de David, con
estas palabras: con escisión escindiré tu reino y se lo daré a tu sierro.
Sin embargo, no lo haré en tus días... ¿Por qué motivo? Por consideración a
David, padre tuyo, lo tomaré de la mano de tu hijo ( 1R 11, 11 - 12). Y a
Ezequías que, no obstante ser personalmente justo, estaba al borde de un
grave peligro, Dios le quiere socorrer por amor de David: Yo seré escudo de
esta ciudad para salvarla por causa de mí y de David, siervo mío (2R 19, 34)
Tal es la fuerza de la penitencia. Si David hubiera pensado entonces como
piensas tú ahora, que es imposible ya aplacar a Dios; si hubiera dicho para
sí mismo: Dios me ha honrado con tan alto honor, me ha puesto en el número
de los profetas, me encomendó el mando de mis gentes, me libró de peligros
sin cuento... ¿Cómo puedo hacérmele nuevamente propicio, si le he ofendido
después de recibir tan grandes beneficios y he cometido los más graves
crímenes? De haber pensado así, no sólo no hubiera hecho lo que hizo, sino
que hubiera perdido todo lo anterior
No sólo las heridas del cuerpo; también las del alma, si se descuidan,
producen la muerte. Y, sin embargo, en ocasiones llegamos a tal punto de
insensatez que cuidamos con todo empeno del cuerpo, pero no hacemos ningún
caso del alma. En el cuerpo, es natural que nos sobrevengan muchas
enfermedades incurables; sin embargo, no por eso desesperamos y, a pesar de
que los médicos dicen y repiten que tal enfermedad no tiene remedio, que
ningún medicamento la puede curar, nosotros insistimos una y otra vez, y les
rogamos que, al menos, nos den algo que la alivie. En el alma, en cambio, no
existe ninguna enfermedad incurable, pues el espíritu no está sometido a la
necesidad de la naturaleza. Y sin embargo, como si se tratara de achaques
ajenos, descuidamos sus males y desesperamos de su remedio. Donde la
naturaleza de las enfermedades debería llevarnos a la desesperación, ponemos
todo nuestro cuidado como si conserváramos mil esperanzas de salud; donde no
hay motivo para desalentarnos, desistimos y nos descuidamos, como si
estuviéramos desahuciados. Hasta tal punto nos preocupamos más del cuerpo
que del alma. En verdad que, por este camino, ni el cuerpo mismo podremos
salvar. El que descuida lo principal y pone todo su empeno en lo secundario,
destruye y pierde lo uno y lo otro. El que guarda el orden debido, al salvar
y cuidar lo principal, aunque descuide un poco lo secundario, la salvación
de lo primero lleva consigo la de lo otro. Es lo que nos quiso dar a
entender Cristo, cuando dijo: no temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma; temed más bien al que puede perder alma y cuerpo en el
infierno (Mt 10, 28)
?Te persuades de que no hay que desesperar jamás de las enfermedades del
alma como si fueran incurables, o será menester apelar a nuevos
razonamientos? (...). Aún puedes volver a la virtud y reconciliarte con la
vida primera. Escucha lo que sigue. Los ninivitas no se desalentaron al
escuchar que el Profeta afirmaba y claramente les amenazaba diciendo: de
aquí a cuarenta días, Nínive será destruida (Jon 3, 4). Ciertamente, no
tenían la seguridad de aplacar a Dios, sino la sospecha de lo contrario,
pues las palabras del profeta no venian con distinción alguna, sino que eran
absolutamente categóricas. Sin embargo, hicieron penitencia diciendo: ¿quién
sabe si Dios se arrepentirá y se nos mostrará propicio y se apartará del
furor de su ira y no pereceremos? Y vio Dios las obras de ellos cómo se
habían apartado de sus caminos mulos, y se arrepintió Dios del mal que había
amenazado hacerles y no lo hizo (Jon 3, 9 - 10)
Pues si hombres bárbaros y sin formación pudieron comprender eso mucho más
hemos de hacerlo nosotros, que hemos sido instruidos en las verdades divinas
y hemos visto tanta muchedumbre de ejemplos semejantes en palabras y en
realidad. Porque no son - dice el Profeta - mis pensamientos como vuestros
pensamientos, ni mis caminos como vuestros caminos. Cuanto dista el cielo de
la tierra, tanto distan mis pensamientos de los vuestros y mis designios de
vuestros designios (Is 45, 8 - 9)
(Sobre el sacerdocio III, 4 - 6)
Cuando contemplas al Senor sacrificado y puesto sobre el altar, y al
sacerdote que ora y asiste al sacrificio, y a todos los presentes banados
con la púrpura de aquella sangre preciosísima, ¿acaso piensas que estás aún
entre los hombres y que pisas la tierra?, ¿no te sientes más bien trasladado
a los Cielos donde, desterrado de tu alma todo pensamiento carnal, miras con
alma desnuda y mente pura las realidades mismas de la gloria? !Oh maravilla!
!Oh benignidad de nuestro Dios! El que está sentado en la gloria junto al
Padre, es tomado en aquel momento en manos de todos, y se deja abrazar y
estrechar de los que quieren. Así lo hacen con los ojos de la fe
?Quieres ver la soberana santidad de estos misterios? Imagínate, te ruego,
que tienes ante los ojos al profeta Elías; mira la ingente muchedumbre que
lo rodea, las víctimas sobre las piedras, la quietud y el silencio absoluto
de todos y sólo el profeta que ora; y, de pronto, el fuego que baja del
cielo sobre el sacrificio... Todo esto es admirable y nos llena de estupor
Pues trasládate ahora de ahí y contempla lo que entre nosotros se cumple:
verás no sólo cosas maravillosas, sino algo que sobrepasa toda admiración.
Aquí está en pie el sacerdote, no para hacer bajar fuego del cielo, sino
para que descienda el Espíritu Santo; y prolonga largo rato su oración, no
para que una llama desprendida de lo alto consuma las víctimas, sino para
que descienda la gracia sobre el sacrificio y, abrasando las almas de todos
los asistentes, las deje más brillantes que plata acrisolada
?Quién habrá, pues, tan loco, quién tan perdido de juicio que desprecie
soberbiamente misterio tan tremendo? ¿Acaso ignoras que, sin una particular
ayuda de la gracia de Dios, no habría alma humana capaz de soportar el fuego
de ese sacrificio, sino que nos consumiría a todos absolutamente?
Si alguien considera atentamente qué cosa significa estar un hombre envuelto
aún de carne y sangre, y poder no obstante llegarse tan cerca de aquella
bienaventurada y purísima naturaleza; ése podrá comprender cuán grande es el
honor que la gracia del Espíritu otorgó a los sacerdotes. Porque por manos
del sacerdote se cumplen no sólo los misterios dichos, sino otros que en
nada les van en zaga, ya en razón de su dignidad en sí, ya en orden a
nuestra salvación
En efecto, a moradores de la tierra, a quienes en la tierra tienen aún su
conversación, se les ha encomendado administrar los tesoros del Cielo, y han
recibido un poder que Dios no concedió jamás a los ángeles ni a los
arcángeles. A ninguno de éstos dijo: lo que atareis sobre la tierra será
también atado en el cielo (Mt 18, 18). Cierto que quienes ejercen autoridad
en el mundo tienen también poder de atar, pero sólo los cuerpos. La ligadura
del sacerdote toca al alma misma y penetra dentro de los cielos. Lo que los
sacerdotes hacen aquí abajo, Dios lo ratifica allá arriba; la sentencia de
los siervos es confirmada por el Senor. ¿Qué otra cosa es esto, sino
haberles concedido todo el poder celeste? A quienes perdonareis - dice - los
pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuviereis, les serán
retenidos (Jn 20, 23). ¿Qué poder puede haber mayor que éste? Todo el juicio
se lo ha dado el Padre al Hijo (Jn 5, 22); pero yo veo que ese juicio ha
sido a su vez enteramente puesto por el Hijo en manos de sus sacerdotes
(...)
Sin la dignidad del sacerdocio no podríamos salvarnos ni alcanzar los bienes
que nos han sido prometidos. Porque si nadie puede entrar en el reino de los
cielos, si no es regenerado por el agua y el Espíritu (cfr. Jn 3, 5), si se
excluye de la vida eterna al que no come la carne y bebe la sangre del Senor
(cfr. Jn 6, 53 - 54), y todo esto sólo puede cumplirse por las manos santas
del sacerdote, ¿cómo podría nadie escapar al fuego del infierno y alcanzar
las coronas que nos están reservadas?
Los sacerdotes son quienes nos engendran espiritualmente, los que por el
Bautismo nos dan a luz. Por ellos nos revestimos de Cristo (cfr. Rm 13, 14;
Ga 3, 27), nos consepultamos con el Hijo de Dios (cfr. Rm 6, 4) y nos
hacemos miembros de aquella bienaventurada Cabeza. De suerte que los
sacerdotes debieran merecernos más reverencia que los magistrados y reyes, y
sería incluso justo tributarles mayor honor que a nuestros mismos padres.
Porque éstos nos engendran por la sangre y la voluntad de la carne (cfr. Jn
1, 13), mas aquellos son autores de nuestro nacimiento de Dios, de la
regeneración bienaventurada, de la libertad verdadera y de la filiación
divina por la gracia
Los sacerdotes judíos tenían poder de librar de la lepra del cuerpo; digo
mal: sólo tenían poder de examinar a los ya curados de ella, y bien sabemos
cuán disputada era entonces la dignidad sacerdotal. Mas los sacerdotes
cristianos han recibido potestad, no sobre la lepra del cuerpo, sino sobre
la impureza del alma; no de examinar la lepra ya curada, sino de limpiar
absolutamente de ella. Por eso, los que desprecian al sacerdote cometen un
sacrilegio mayor que Datán y sus secuaces, y merecen más severo castigo
(cfr. Num 16)
(...) Pero no sólo en orden a castigar, sino también para hacernos bien, ha
dado Dios a los sacerdotes mayor poder que a los padres naturales. Va de los
unos a los otros la diferencia que corre entra la vida presente y la
venidera, pues los unos nos engendran para aquélla y los otros para ésta.
Además, los padres no pueden librar a sus hijos de la muerte corporal, no
son capaces ni de alejar de ellos una enfermedad que les acometa; los
sacerdotes, en cambio, curan muchas veces a un alma enferma y salvan a la
que está a punto de perderse; a unas les mitigan el castigo que merecen, a
otras les impiden en absoluto caer. Y eso no sólo por sus ensenanzas y
amonestaciones, sino también con la ayuda de sus oraciones. Y es así que los
sacerdotes no sólo tienen poder de perdonar los pecados cuando nos regeneran
por el Bautismo, sino también los que cometemos después de nuestra
regeneración (...). Además, los padres naturales poco o nada pueden hacer en
favor de sus hijos, cuando éstos ofenden a algún personaje o poderoso de la
tierra los sacerdotes, en cambio, nos reconcilian muchas veces, no ya con
magistrados o emperadores, sino con el mismo Dios irritado contra nosotros
La educación de los hijos
(Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 59, 6 - 7)
En la guerra y en el campo de batalla, el soldado que sólo mira cómo
salvarse por medio de la fuga, se pierde a sí mismo y a los otros. El
valiente, en cambio, que lucha por salvar a los demás, se salva también a sí
mismo. Pues nuestra religión es una guerra, y la más dura de todas las
guerras, y pelea, y batalla. Formemos la línea de combate tal como nuestro
Rey nos ha mandado, dispuestos siempre a derramar nuestra sangre, mirando
por la salvación de todos, alentando a los que permanecen firmes y
levantando a los que han caído
Verdaderamente, muchos hermanos nuestros yacen por el suelo en esta batalla,
acribillados de heridas y chorreando sangre; y nadie hay que se cuide de
ellos: ni gente del pueblo, ni sacerdote, ni ningún otro; ni protector, ni
amigo, ni hermano. Cada uno mira sólo por sí mismo. De ahí proviene,
justamente, la mezquindad en que vivimos
La mayor libertad y gloria nos viene de no preocuparnos sólo de nosotros
mismos. Si somos débiles, si tan fácilmente nos derriban los hombres y el
diablo, se debe precisamente a que nos buscamos a nosotros mismos, a que no
nos protegemos unos a otros como con un escudo, a que no nos rodeamos - como
de una cerca - de la caridad de Dios. Por el contrario, buscamos otros
motivos de amistad: el parentesco, la comunicación, la mera vecindad...
Cualquier cosa nos sirve para hacer amistad, menos la religión, cuando
habría de ser esto lo que más nos uniera a unos con otros. Ahora, sin
embargo, sucede todo lo contrario: antes somos amigos de judíos y de
paganos, que de hijos de la Iglesia
- Es verdad - me dices - . Pero es que mi hermano en la fe es un malvado, y
el otro, judío o gentil, es bueno y modesto
- ¿Qué dices? ¿Malvado llamas a tu hermano, cuando tienes mandado no
llamarle ni siquiera ¿raca?, es decir, necio? ¿No te avergüenzas, no te
ruborizas de infamar públicamente a tu hermano, al que es miembro tuyo, que
salió del mismo seno y participa de la misma mesa? (...)
- Es que realmente es un malvado, y no hay quien lo aguante
- Pues hazte amigo suyo para que deje de ser como es, para convertirle, para
llevarle a la virtud
- Es que no me hace caso - me respondes - ni aguanta un consejo
- ¿Cómo lo sabes? ¿Le has exhortado o intentado corregirle?
- Le he exhortado muchas veces, me contestas
- ¿Cuántas?
- Muchas; una y otra vez
- ¿Y eso es muchas veces? Aunque lo hubieras hecho durante toda la vida, no
tendrías que cansarte ni desesperar. ¿No ves cómo Dios nos exhorta durante
toda la vida por medio de los profetas, de los apóstoles y de los
evangelistas? Y nosotros, ¿acaso cumplimos todo lo que nos dice y le hacemos
caso en todo? !Ni mucho menos! ¿Y ha dejado Él de exhortarnos por eso'?
¿Ha
guardado silencio? (...)
Pero ¿a qué acusarnos de descuido por los extranos, si ni siquiera hacemos
caso de nuestra misma familia, de la mujer, de los hijos, de los sirvientes?
Como si estuviéramos borrachos, nos ocupamos en unas cosas por otras: que
los criados sean cuantos más mejor, y nos sirvan con el mayor cuidado; que
los hijos puedan recibir un día una pingüe herencia; que la mujer tenga oro,
vestidos lujosos y perlas... No nos preocupamos de nosotros mismos, sino de
nuestras cosas, como tampoco nos preocupamos de la mujer ni de los hijos,
sino de las cosas de la mujer y de los hijos. Nos comportamos como aquél
que, teniendo la casa en ruinas, con las paredes que se tambalean, no se
preocupa de levantarlas o reforzarlas, sino que construye una gran cerca
alrededor de la casa (...)
Si un oso, burlando la vigilancia, se escapa de la jaula, al punto cerramos
las puertas y corremos por las calles por miedo de caer en las garras de la
fiera; y aquí no es una fiera, sino muchos pensamientos los que, como
fieras, desgarran nuestra alma, y ni nos damos cuenta. En las ciudades se
cuida mucho que las fieras estén en lugares apartados, bien cerradas en sus
jaulas, y no se las deja cerca del concejo de la ciudad, ni de los
tribunales, ni del palacio imperial. Se las tiene bien atadas, lejos de
estos lugares (...)
Sin embargo, hay entre nosotros hombres peores que las animales más
salvajes. Tal es la mayor parte de nuestra gente joven. Dejándose llevar por
una concupiscencia salvaje, como ellos saltan, cocean y corren sin freno,
sin tener la más leve idea de sus deberes. Y los culpables son sus padres.
Cuando se trata de sus caballos, mandan a los caballerizos que los cuiden
bien, y no consienten que crezcan sin domarlos, y desde el principio les
ponen freno y demás arreos. Pero cuando se trata de sus hijos jóvenes, les
dejan sueltos por todas partes durante mucho tiempo, y así pierden la
castidad, se manchan con deshonestidades y juegos, y malgastan el tiempo con
la asistencia a inicuos espectáculos. Su deber sería, antes de que se dieran
a la impureza, buscarles una esposa casta y prudente (...)
- Es mejor esperar - me dices - a que adquiera nombre y brille en las
actividades públicas
- Sí; pero de su alma no hacéis caso alguno, sino que consentís que se
arrastre por el suelo. Y así, porque el alma se tiene por cosa accesoria,
porque se descuida lo importante y se pone el afán en lo secundario, todo
está lleno de confusión y desorden
?No sabes que el mejor favor que puedes hacer a tu hijo es guardarle limpio
de la impureza de la fornicación? Nada hay tan precioso como el alma. ¿Qué
le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? (Mt 16, 26),
dice el Senor. Pero todo lo ha trastornado el amor al dinero, que ha
desterrado el verdadero temor de Dios y se ha apoderado de las almas de los
hombres como un tirano de una ciudadela. Esta es la razón por la que
descuidamos la salvación de nuestros hijos y la nuestra propia, sin otra
mira que enriquecernos lo más posible y dejar a otros la riqueza, para que
éstos se la dejen a otros, y éstos a otros. Parece como si fuéramos meros
transmisores, y no duenos de nuestros bienes. Y ahí se origina la inmensa
insensatez de que los hombres libres estén más vilipendiados que los
esclavos. Porque a los siervos les reprendemos sus faltas: si no por interés
de ellos, al menos por el interés nuestro; pero los hombres libres no gozan
de estos cuidados, sino que se les tiene en menos que a los mismos esclavos
Incluso las bestias reciben más cuidados que los hijos. Más velamos por
nuestros asnos y nuestros caballos, que por nuestros hijos. El que posee una
mula, se preocupa de encontrar un buen arriero, que no sea tonto, ni ladrón,
ni borracho, sino un hombre que conozca bien su oficio. En cambio, cuando se
trata de buscar un maestro para el alma del nino, contratamos al primero que
se nos presenta. Y, sin embargo, no hay arte superior a éste. ¿Qué hay
comparable con el arte de formar un alma, de plasmar la inteligencia y el
espíritu de un joven'? El que profesa esta ciencia ha de proceder con más
cuidado que un pintor o un escultor al realizar su obraJUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 1
?A los que van a ser iluminados, acerca de las mujeres que se adornan con
trenzas y oro, y sobre aquellos que se sirven de agüeros, de amuletos o de
hechizos, todo lo cual es completamente ajeno al Cristianismo?. Finalidad de
la catequesis
1. Me he presentado antes, con el propósito de reclamaros los frutos de lo
que dije hace muy poco tiempo a vuestra caridad. Efectivamente, no hablamos
únicamente para que nos oigáis, sino también para que recordéis lo dicho y
nos deis prueba de ello con las obras; mejor dicho, no a nosotros, sino a
Dios, que conoce lo más secreto de la mente. Y para eso se llama también
Catequesis: para que, al ausentarnos nosotros, la palabra siga resonando en
vuestras mentes. Y no os asombréis de que, habiendo transcurrido solamente
diez días, vengamos ya a reclamaros los frutos de las semillas, porque, en
verdad, incluso en un día es posible a la vez sembrar y cosechar.
Efectivamente, no se nos llama a luchar equipados solamente con nuestra
propia fuerza, sino también con el firme apoyo que viene de Dios. Por
consiguiente, cuantos acogieron las cosas que dijimos y las han puesto en
práctica con las obras, que sigan proyectados hacia lo que tienen delante 2;
en cambio, los que todavía no han puesto mano en este excelente ejercicio,
que lo emprendan desde este momento, para que, mediante el esmero por estas
cosas, puedan alejar de sí con la subsiguiente diligencia, la condena
originada por su negligencia. Es posible, en efecto, es posible que incluso
el que vive en el mayor descuido, si en adelante se vale de la diligencia,
pueda compensar el dano del tiempo anterior. Por eso dice la escritura: Si
hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestro corazón como en la exacerbación
3. Y dice esto exhortándonos y aconsejándonos que nunca desesperemos, al
contrario, que mientras estemos acá, tengamos buenas esperanzas de alcanzar
lo que está delante, y de perseguir el premio al que Dios llama desde arriba
4. El nombre de fieles
Hagamos, pues, esto, y examinemos cuidadosamente los nombres de este gran
don, porque, de igual modo que la grandeza de una dignidad, si es ignorada,
hace bastante negligentes a los que han sido honrados con ella, así también,
cuando es conocida, los vuelve agradecidos y los hace más diligentes. Y por
otra parte, sería vergonzoso y ridículo que quienes disfrutan de gloria y
honor tan grandes de parte de Dios, ni siquiera sepan qué quieren significar
sus nombres. !Y qué digo de este don! Con que pienses en el nombre común de
nuestra raza, recibirás una ensenanza y una exhortación a la virtud
grandiosas. Este nombre de hombre, en realidad nosotros no lo definimos
según lo definen los de fuera, sino como ordenó la divina Escritura.
Efectivamente, hombre no es quien simplemente tiene manos y pies de hombre,
ni sólo quien es racional, sino quien se ejercita con confianza en la piedad
y la virtud. Escucha, pues, siquiera lo que dice sobre Job. Efectivamente,
al decir: Había un hombre en la región de Ausitide 5, no lo describe en los
términos en que lo hacen los de fuera, ni dice sin más que tiene dos pies y
unas anchas y planas, sino que, conjuntando las senales de aquella piedad,
decía: Justo, veraz, piadoso y apartado de toda maldad 6, con lo cual daba a
entender que éste era un hombre. Lo mismo, pues, que dice otro también: Teme
a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre 7. Ahora
bien, si el nombre de hombre ofrece una tan gran exhortación a la virtud, ¿con cuánta mayor razón no la ofrecerá el de fiel? Pues te llamas fiel por
lo siguiente: porque tienes fe en Dios, y por él tienes confiada la
justicia, la santificación, la limpieza del alma, la adopción filial, el
reino de los cielos. Todo te lo confió y encomendó a ti. Sin embargo, por tu
parte, también le confiaste y encomendaste a él otras cosas: la limosna, las
oraciones, la castidad y todas las virtudes. !Y qué digo la limosna! Aunque
no le des más que un vaso de agua fresca, ni siquiera eso perderás 8, antes
bien, incluso esto lo guarda con cuidado para el día aquel, y te lo
devolverá muy colmadamente. En efecto, esto es realmente lo admirable, que
no solamente guarda cuanto se le ha confiado, sino que lo acrecienta con las
recompensas. También a ti te mandó que, según tus fuerzas y respecto de lo
que se te confió, hicieras esto: aumentar la santificación que recibiste,
abrillantar más y más la justicia que procede del bano bautismal y hacer más
fúlgida la gracia, como hizo Pablo, quien con sus trabajos, su celo y su
diligencia, aumentó luego todos los bienes que había recibido. Y mira la
atención solícita de Dios: en aquel momento, ni te dio todo ni te privó de
todo, sino que te dio unas cosas y te prometió otras. ¿Y por qué motivo no
te dio entonces todo? Para que tú demuestres tu confianza en Él, creyendo en
lo que todavía no te da, basado únicamente en su promesa. Y una vez más, ¿por qué motivo allí no se reservó todo, sino que dio la gracia del
Espíritu, la justicia y la santificación? Para aliviar tus trabajos y para
hacerte concebir buenas esperanzas sobre lo futuro, basado en lo ya
otorgado. El nombre del nuevo iluminado
Y estás a punto de ser llamado nuevo iluminado por la razón siguiente:
porque, si tú quieres, tienes siempre una luz nueva, y nunca se apaga.
Efectivamente, a esta luz de acá, lo queramos o no lo queramos nosotros, le
sucede la noche; en cambio la tiniebla no conoce aquel rayo de luz, pues la
luz brilla en las tinieblas, mas las tinieblas no la comprendieron 9
Así pues, el mundo no es tan resplandeciente después de alzarse el rayo
solar, como brilla y refulge el alma después de recibir la gracia del
Espíritu. Y aprende con mayor exactitud la naturaleza de las cosas: mientras
es de noche, efectivamente, y todo está oscuro, muchas veces uno, al ver una
cuerda, la toma por una serpiente, o al acercársele un amigo, huye de él
creyéndolo un enemigo, o al percibir cualquier ruido, se asusta; en cambio,
mientras es de día, no podría ocurrir nada semejante, al contrario, todo
aparece como es. Esto mismo sucede también con nuestra alma. Efectivamente,
en cuanto la gracia llega y expulsa la oscuridad de la mente, aprendemos la
exacta realidad de las cosas, y los antiguos temores se nos hacen fácilmente
despreciables: ya no tememos a la muerte después de haber aprendido, a lo
largo de esta sagrada iniciación a los misterios, que la muerte no es
muerte, sino sueno y dormición pasajeros; ni tememos ya la pobreza, la
enfermedad o cualquier otra cosa de éstas, porque sabemos que estamos
caminando hacia una vida mejor, intacta, incorruptible y libre de cualquier
imperfección parecida.
2. Por consiguiente, no nos quedemos embobados ante las cosas mortales, ni
por los placeres de la mesa ni por el lujo de los vestidos: en realidad
tienes un vestido incomparable, tienes una mesa espiritual, tienes la gloria
de arriba, y Cristo se hace todo para ti: mesa, vestido, casa, cabeza y
raíz. Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis vestidos 11 !mira cómo se hizo vestido para ti! ¿Quieres saber cómo
se hizo también mesa para ti? Quien me come - dice - , igual que yo vivo
para el Padre, también él vivirá por mí 12. Y que también para ti se hace
casa: El que come mi carne, en mi permanece y yo en él 13. Y que se hace
raíz, lo dice también: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos 14. Y que se
hace hermano, amigo y esposo: Ya no os llamo más siervos, porque vosotros
sois mis amigos 15. Y Pablo, por su parte: Os he desposado a un solo mando,
para presentaros a Cristo como virgen intacta 16; y además: Para que él sea
el primogénito entre muchos hermanos 17. Y no solamente nos hemos convertido
en hermanos suyos, sino también en hijos, pues dice: Mira, yo y los hijos
que Dios me dio 18; y no sólo esto, sino también sus miembros y su cuerpo
19. Efectivamente, como si no bastara lo dicho para demostrar el amor y la
benevolencia de que ha hecho gala para con nosotros, anadió todavía algo
mucho mejor y más íntimo que lo anterior, al llamarse a sí mismo cabeza
nuestra 20. Necesidad de una conducta ejemplar
Puesto que ya sabes todo esto, querido, corresponde a tu bienhechor con una
conducta inmejorable, y después de reflexionar sobre la grandeza del
sacrificio, embellece los miembros de tu cuerpo. Piensa en lo que recibes en
tu mano, y jamás la levantes para golpear a alguien, y no mancilles con
semejante pecado 21 la mano enaltecida con un don tan grande. Piensa en lo
que recibes en tu mano, y consérvala limpia de toda avaricia y rapina.
Piensa que no solamente lo recibes en tu mano, sino que también te lo llevas
a la boca: guarda, pues, tu lengua limpia de palabras torpes e insolentes,
de blasfemia, de perjurio y de todo lo demás de análoga ralea. Realmente es
pernicioso que la lengua, que está al servicio de tan tremendos misterios,
enrojecida con tal sangre y convertida en espada de oro, sea transferida al
servicio del ultraje, de la insolencia y de la chocarrería. Ten en gran
respeto el honor con que Dios la honró, y no la rebajes a la vileza del
pecado, antes bien, reflexiona una vez más que, después de la mano y de la
lengua, es el corazón quien recibe ese tremendo misterio, y nunca más urdas
enganos contra tu prójimo, sino guarda tu mente limpia de toda maldad, y así
podrás también asegurar tus ojos y tu oído. Pues, ¿cómo no va a ser absurdo,
después de aquella misteriosa voz que venía del cielo - quiero decir la de
los querubines - ensuciar el oído con cantos de burdel y cascadas melodías?
Y, ¿cómo no va a ser digno del último castigo mirar a las rameras con los
mismos ojos con que miras los inefables y tremendos misterios, y cometes
adulterio de pensamiento? A una boda fuiste convidado, querido, no vayas a
entrar vestido con ropa mugrienta, al contrario, ponte un traje adecuado
para la boda. Porque, si los hombres convidados a las bodas terrenales,
aunque sean los más pobres del mundo, muchas veces alquilan o se compran un
vestido limpio, y así se presentan a los que les invitaron, tú, convidado a
una boda espiritual y a un banquete regio, piensa qué vestido tan
extraordinario sería justo que compraras. Pero hay más: ni siquiera es
preciso comprarlo, sino que el mismo que te invita te lo da gratis, para que
ni la pobreza puedas presentar como pretexto. Por consiguiente, conserva el
mismo vestido que recibiste, porque, si lo pierdes, en adelante no podrás ya
ni alquilarlo ni comprarlo, pues tal vestido no se vende en parte alguna. ¿Oíste cómo sollozaban los que habían sido iniciados anteriormente en los
misterios y cómo se golpeaban el pecho, porque entonces la conciencia los
estimulaba? Mira, pues, querido, no tengas tú que padecer eso mismo. Pero, ¿cómo no vas a padecerlo, si no echas fuera la pésima costumbre del mal? La
corrección de las faltas
Por esta razón os dije recientemente, y os digo ahora y no cesaré de
repetirlo: si alguno no ha rectificado los fallos de las costumbres y no ha
conseguido facilidad en la virtud, que no se bautice. Efectivamente, los
pecados anteriores puede perdonarlos el bano bautismal, pero existe un temor
no pequeno y un peligro no casual de que alguna vez volvamos a las andadas y
el remedio se nos mude en llaga, porque, cuanto mayor fue la gracia, tanto
mayor será el castigo para los que pecan después de aquello.
3. Por consiguiente, para no volver al prístino vómito 22, tratemos de
instruirnos a nosotros mismos ya desde ahora. Pues bien, respecto de que es
necesario que primero nos convirtamos y nos apartemos de los males
anteriores y así nos acerquemos a la gracia, escucha lo que dicen, de una
parte, Juan, y de otra, el primero de los apóstoles, a los que van a
bautizarse. Aquél, efectivamente, dice: Dad fruto digno de la conversión, y
no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos por padre a Abrahán
23: Este otro, por su parte, repetía a los que le preguntaban: Convertíos, y
cada uno de vosotros se bautice en el nombre del Senor Jesucristo 24. Ahora
bien, el que se convierte ni siquiera toca ya las mismas cosas de las que se
ha convertido, y por esta razón se nos manda decir: ¿Renuncio a ti,
Satanás?, para que no tornemos a él ya más. Lo mismo, pues, que ocurre con
los pintores, que suceda también ahora. Éstos, efectivamente, después de
ponerse ante la tabla, de trazar blancas líneas y de esbozar las regias
imágenes, antes de aplicar los colores definitivos, con toda libertad borran
unas cosas y sustituyen otras, y así enmiendan los errores y cambian lo que
estaba mal. Pero después que han dado el color, ya no son duenos de volver a
borrar y repintar, porque esto danaría la belleza de la imagen y seria
motivo de reproche. Haz también tú lo mismo: piensa que el alma es para ti
una imagen. Por lo tanto, antes de darle el verdadero color del Espíritu,
borra las malas costumbres que han prendido en ti: si tienes la costumbre de
jurar, de mentir, de injuriar, de hablar obscenidades, de hacer ridiculeces
o de cualquier otra obra parecida, de las que no son lícitas, arráncate esa
costumbre, para que no vuelvas otra vez a ella después del bautismo. El bano
del bautismo elimina los pecados: tú enmienda la costumbre, para que, una
vez dados los colores y con la regia imagen ya en todo su esplendor, no
tengas que borrar ya más, ni producir heridas o cicatrices en la belleza que
Dios te ha dado. Reprime, pues, tu ira, apaga tu furor, y si alguien te
perjudica, si te ultraja, llóralo a él; tú no te sulfures, conduélete, no te
encolerices ni digas: ¿!En el alma me ha perjudicado!?. No hay nadie que sea
perjudicado en el alma, a no ser que nosotros mismos nos perjudiquemos en el
alma, y voy a decirte de qué forma. ¿Alguien te robó la hacienda? No te
perjudicó en el alma, sino en los bienes; pero, si tú guardas rencor, te
perjudicas a ti mismo en el alma, porque en realidad los bienes robados en
nada te danaron, más bien te favorecieron; en cambio tú, si no depones tu
ira, darás cuentas allá de este rencor. ¿Alguien te insultó y te ultrajó?
Tampoco te perjudicó en el alma, ni siquiera en el cuerpo. ¿Tú devolviste
insultos y ultrajes? Tú te perjudicaste a ti mismo en el alma, y allá
tendrás que dar cuentas de las palabras que dijiste. Y sobre todo quiero que
vosotros sepáis esto: al cristiano y fiel nadie puede perjudicarle en el
alma, ni el mismo diablo. Pero lo admirable no es únicamente esto: que Dios
nos hizo inexpugnables frente a todas las insidias, sino también que nos
hizo aptos para la práctica de la virtud, sin que nada lo impida, con tal de
quererlo nosotros, aunque seamos pobres, débiles de cuerpo, marginados, sin
nombre o esclavos. Efectivamente, ni pobreza, ni enfermedad, ni manquedad
corporal, ni esclavitud, ni cualquier otra cosa parecida podría nunca ser
impedimento para la virtud. !Y qué digo pobre, esclavo y sin nombre! !Aunque
estés prisionero! Tampoco esto te será impedimento para la virtud. ¿Y cómo?
Voy a decírtelo yo. ¿Uno de tus domésticos te contristó y te irritó?
!Ahórrale tu ira! ¿Acaso para hacer esto tuviste como impedimento tus
cadenas, tu pobreza o tu baja condición? !Y qué digo impedimento! !Incluso
te ayudan y cooperan contigo para abajar tus humos! ¿ Que ves a otro en
pleno éxito ¿ No lo envidies, porque ni siquiera aquí es impedimento la
pobreza. Por otra parte, cuando hayas de orar, hazlo con la mente sobria y
despierta, que nada podrá tampoco impedirlo. Muestra en todo mansedumbre,
equidad, moderación, dignidad, porque esto no necesita de ayudas externas. Y
esto sobre todo es lo más grande de la virtud: que no tiene necesidad de la
riqueza, ni del poder, ni de la gloria, ni de cualquier otra cosa parecida,
sino únicamente del alma santificada, y no busca más. Pero mira cómo esto
mismo sucede también con la gracia. Efectivamente, aunque uno esté cojo,
aunque tenga vacías las cuencas de los ojos y mutilado el cuerpo, y aunque
haya caído en extrema enfermedad, nada de esto impide a la gracia venir:
ésta busca únicamente al alma que la acoge con diligencia, y deja de lado
todas esas cosas externas
Es cierto que, en los soldados de fuera, quienes los alistan para el
ejército buscan talla corporal y músculo vigoroso, pero quien ha de servir
como soldado no debe tener solamente eso, sino que además ha de ser libre,
porque, si uno es esclavo, lo rechazan. En cambio el rey de los cielos no
busca nada parecido, antes bien, admite en su ejército incluso esclavos,
viejos e inválidos, y no se avergüenza de ello. ¿Qué puede haber de más
bondadoso y de mayor provecho que esto? Porque éste busca únicamente lo que
está en nuestra mano, en cambio aquellos buscan lo que no está en nuestra
mano. Efectivamente, el ser esclavo o libre no está en nuestro poder; y
tampoco está en nuestra mano el ser alto, bajo o viejo, el estar bien
proporcionado y cuanto se quiera de parecida índole. En cambio, el ser
clemente y benigno y tener las demás virtudes es cosa de nuestra voluntad. Y
Dios nos exige únicamente aquello de que nosotros somos duenos. Y con
muchísima razón, pues no nos llama a su gracia para su propio provecho, sino
por hacernos bien a nosotros, mientras que los reyes llaman para servicio
suyo. Estos, además, arrastran a una guerra material, en cambio Él a un
combate espiritual. Puede ser que alguno vea la misma relación de semejanza
no solo en las guerras externas, sino también en las competiciones.
Efectivamente, los que van a ser arrastrados a dar el espectáculo no bajan a
la liza antes de que el heraldo los haya cogido y hecho circular a la vista
de todos mientras va diciendo a voz en grito: ¿?Acaso alguien acusa a éste??
Y sin embargo, allí no se trata de luchas del alma, sino de los cuerpos: ¿por qué, pues, exiges dar cuentas de la nobleza? Pero aquí no hay nada
parecido, sino todo lo contrario. Como quiera que nuestra lucha no consiste
en trabarse las manos, sino en la sabiduría 26 del alma y en la virtud de la
mente, nuestro juez de competición hace lo contrario de aquél: no lo coge y
lo conduce alrededor mientras va gritando: ¿?Acaso alguien acusa a éste?,
sino que grita: ¿!Aunque los hombres todos, y aunque los demonios apinados
con el diablo le acusen de las mayores y más ocultas atrocidades, yo no lo
rechazo, ni abomino de él, sino que, después de arrancarlo a los acusadores
y de librarlo del mal, lo conduzco a la competición!? Y no sin razón, pues
allí el árbitro no ayuda a ninguno de los luchadores a lograr la victoria,
sino que se mantiene en el medio; en cambio, aquí, en los combates de la
piedad, el juez de competición se convierte en camarada y coadyuvador de los
atletas, y junto con ellos entabla la batalla contra el diablo.
4. Pero lo admirable no es únicamente el hecho de que nos perdona los
pecados, sino también que no los descubre, ni los pone en evidencia, ni a
los que llegan los obliga a pregonar en medio las faltas propias, sino que
manda defenderse ante Él sólo y confesarse a Él. Ciertamente, si uno de los
jueces de este mundo 27 dijese a un bandolero o a un ladrón de tumbas,
apresados, que con sólo declarar sus fechorías quedarían libres del castigo,
acogerían la propuesta con toda diligencia y por el deseo de salvarse
despreciarían todo sentimiento de vergüenza. Aquí, sin embargo, no hay nada
de esto, al contrario, Dios perdona los pecados y no obliga a exponerlos en
presencia de algunos, sino que busca solamente una cosa: que quien disfruta
del perdón aprenda la grandeza del don. ¿Cómo, pues, no va a ser absurdo que
en las cosas en que nos hace el bien Él se contente únicamente con nuestro
testimonio, y nosotros en cambio, cuando se trata de rendirle culto a Él,
busquemos otros testigos y lo hagamos por ostentación? Por consiguiente,
admiremos su benevolencia y mostremos abiertamente lo nuestro, y lo primero
de todo refrenemos el ímpetu de nuestra lengua para no estar hablando
constantemente, ya que en las muchas palabras no falta el pecado 28. Si
tienes, pues, algo útil que decir, abre tus labios; pero si en nada es
necesario, cállate, porque es lo mejor. ¿Eres artesano? Canta salmos
mientras estás sentado. ¿Que no quieres salmodiar con la boca? Hazlo con la
mente: el salmo es un gran companero de conversación. Y con ello no tomarás
sobre ti nada pesado, antes bien, podrás estar sentado en tu taller como en
un monasterio, pues no es la comodidad de los lugares, sino la probidad de
las costumbres, la que proporcionará la tranquilidad. Lo cierto al menos es
que Pablo ejerció su oficio en el taller y no sufrió dano alguno en su
propia virtud 29
Por consiguiente no digas: ¿?Cómo podré yo ejercer la sabiduría 30, pues soy
artesano y pobre?? !Por esta razón sobre todo podrás ejercerla! Para
nosotros, en orden a la piedad, es más conveniente la pobreza que la riqueza
y el trabajo que la ociosidad, del mismo modo que la riqueza se torna
impedimento para los que no andan con cuidado. Efectivamente, cuando sea
preciso abandonar la ira, apagar la envidia, refrenar la cólera; cuando sea
menester demostrar la oración, la honradez, la mansedumbre, la benevolencia
y el amor, ¿en qué punto podría ser obstáculo la pobreza? Y es que,
realmente, no es posible realizar todo eso repartiendo dinero, sino
demostrando una voluntad recta. La limosna es la que más necesita de bienes,
pero también ella resplandece todavía más con la pobreza, pues la que echó
los dos óbolos 31 era la más pobre de todos, pero a todos sobrepasó. Por
consiguiente, no consideremos la riqueza como algo grande, ni pensemos que
el oro es mejor que el barro, porque el valor de la materia no depende de la
naturaleza, sino de nuestra opinión. Efectivamente, para quien lo examine
con rigor, el hierro es mucho más necesario que el oro, pues éste no aporta
ventaja alguna para la vida, y en cambio aquél, por servir para incontables
oficios, nos ha proporcionado la mayor parte de lo necesario. ¿Y por qué
comparar solamente el oro y el hierro? Estas mismas piedras son mucho más
necesarias que las piedras preciosas pues de éstas nada útil podría salir,
en cambio con aquellas se han levantado casas, murallas y ciudades. Y tú
muéstrame cual podría ser la ganancia proveniente de estas perlas, o más
bien, qué dano no podría derivarse, porque incluso para que tú luzcas un
solo aljófar, innumerables pobres sufren la angustia del hambre: por tanto,
¿qué disculpa obtendrás?, ¿qué perdón? El verdadero adorno de la mujer
?Quieres adornar tu rostro? Que no sea con perlas, sino con modestia y
decoro, y así el marido verá un semblante más placentero. Efectivamente,
aquel adorno suele hacer caer en sospechas de celos, en enemigas, en
contiendas y en rivalidades; ahora bien, nada más desagradable que un rostro
sospechoso. En cambio, el adorno de la limosna y de la modestia destierra
toda mala sospecha y se atraerá al cónyuge con mayor vehemencia que
cualquier otro vínculo. En realidad la naturaleza de la belleza no hace tan
hermoso al semblante como la disposici��n anímica del que lo contempla, y a
su vez, nada suele crear esta disposición como la modestia y el decoro.
Tanto es así que, si una mujer es hermosa, pero su marido le tiene inquina,
a él le parecerá la más fea de todas; en cambio otra, si ocurre que no es de
buen ver, pero gusta a su marido, a él le parecerá la más hermosa de todas,
y es que los juicios se basan, no en la naturaleza de las cosas vistas, sino
en la disposición anímica de los que miran. Embellece, pues tu semblante con
la modestia, el decoro, la limosna, la benignidad, el amor, la amistad para
con el marido, la equidad, la mansedumbre, la resiguación: éstos son los
colores de la virtud; gracias a ellos, te atraerás como íntimos a los
ángeles, no a los hombres; gracias a ellos tienes a Dios mismo como
panegirista, y cuando Dios se dé por satisfecho, también al marido te lo
aplacará por completo. Efectivamente, si la sabiduría de un hombre ilumina
su rostro, mucho más la virtud de una mujer ilumina su semblante 32. Pero si
tú piensas que este adorno es algo grande, dime: ¿Qué provecho sacarás de
estas perlas aquel día? ¿Y qué necesidad tenemos de hablar de aquel día, si
todo eso lo podemos demostrar por el presente? Es el caso, pues, que cuando
los supuestamente culpables de insolencia contra el emperador eran
arrastrados hasta el tribunal y corrían peligro de la máxima pena, entonces
sus madres y sus mujeres se desprendían de los collares, del oro, de las
perlas, de todo adorno y de las doradas vestimentas; se ponían un vestido
sencillo y vulgar, se encenizaban y se echaban a rodar por el suelo ante las
puertas del tribunal, y así intentaban ablandar a los jueces. Pues bien, si
en los tribunales de acá el oro, las perlas y el vestido suntuoso pueden
convertirse en asechanza y traición, y en cambio la equidad, la mansedumbre,
la ceniza, las lágrimas y los vestidos vulgares se ganan mejor al juez, con
mucha mayor razón ocurrirá esto mismo en aquel incorruptible y tremendo
juicio. Porque, dime, ¿qué razón vas a exponer, qué disculpa, cuando el
Senor te acuse por estas perlas y saque a la vista 33 a los pobres acabados
por el hambre? Por esto decía Pablo: Sin trenzas en el pelo, sin oro, sin
perlas ni trajes suntuosos 34. De aquí, en efecto, podría seguirse la
asechanza: podríamos disfrutar continuamente de ello, pero, con la muerte
nos llegará la separación total. En cambio, de la virtud se sigue toda
seguridad y ninguna mudanza ni defección, al contrario, aquí nos hace aún
más seguros, y allá nos acompana. ¿Quieres adquirir perlas y no ser nunca
despojado de esta riqueza? Arráncate todo adorno y deposítalo en las manos
de Cristo por medio de los pobres; Él te guardará toda la riqueza para
cuando haya resucitado a tu cuerpo con gran claridad, y entonces te otorgará
una mejor riqueza y un adorno mayor, tanto al menos cuanto éste de ahora es
vulgar y despreciable. Piensa, pues, a quién quieres agradar y por quiénes
te has envuelto en estos adornos: ¿para que, al verte, se maravillen el
cordelero, el fundidor de bronce y el mercachifle? ¿Y no te avergüenzas
luego ni te sonrojas de mostrarte a ellos y de hacer todo por los mismos a
los que ni siquiera consideras dignos de tu saludo? La renuncia a Satanás
?Cómo, pues, te burlarás de esta fantasía? Si recuerdas aquella palabra que
pronunciaste al ser iniciada en los misterios: ¿Renuncio a ti, Satanás, a tu
pompa y a tu culto?: tu manía por adornarte con perlas es, efectivamente,
pompa satánica. Recibiste oro, en efecto, mas no para encadenar tu cuerpo,
sino para liberar y alimentar a los pobres. Di, pues, continuamente: ¿Renuncio a ti, Satanás?: nada más seguro que esta palabra, si la
demostramos por medio de las obras.
5. Esta palabra la considero digna de que la aprendáis también vosotros, los
que estáis a punto de ser iniciados en los misterios, porque esta palabra es
un pacto con el Senor. Y de igual modo que nosotros, al comprar esclavos 35,
antes que nada preguntamos a los mismos que nos son vendidos si quieren ser
esclavos nuestros, así también procede Cristo: cuando va a tomarte a su
servicio, primero pregunta si quieres abandonar a aquel amo inhumano y
cruel, y te acepta el pacto: su senorío, en efecto, no es forzado. Y mira la
bondad de Dios: nosotros, antes de pagar el precio, preguntamos a los que
son vendidos y, cuando ya nos hemos informado de que sí quieren, entonces
abonamos el precio; Cristo en cambio no obra así, al contrario, pagó ya el
precio por nosotros: su preciosa sangre: Por precio fuisteis comprados 36,
dice efectivamente. Y sin embargo, ni aun así fuerza a los que no quieren
servirle, antes bien, dice: ¿Si no te sientes agracecido ni quieres tampoco
por tu propia iniciativa y voluntariamente inscribirte en mi dominio, yo no
te obligaré ni te forzaré?. Por otra parte, nosotros no elegiríamos comprar
esclavos malos, y si alguna vez lo elegimos, los compramos por una mala
elección y pagamos el precio correspondiente. Cristo en cambio, a pesar de
comprar unos siervos ingratos e inicuos, pagó el precio de un esclavo de
primera calidad, más aún, un precio mucho mayor, tan mayor que ni la palabra
ni el pensamiento pueden mostrar su grandeza, pues, en efecto, Él no nos
compró dando el cielo, la tierra y el mar, sino pagando de lo que es más
precioso que todas estas cosas: su propia sangre. Y después de todo esto, no
nos exige testigos ni documento escrito, sino que se da por contento con
sólo tu voz, e incluso si dices mentalmente: ¿Renuncio a ti, Satanás?, y a
tu pompa?, todo lo acepta. Digamos, pues, esto: ¿Renuncio a ti, Satanás?,
como quienes han de dar aquel día razón y cuenta de esta palabra, y
guardémosla para que entonces podamos devolver sano y salvo este depósito.
Ahora bien, pompa satánica son los teatros, los hipódromos y todo pecado, y
los horóscopos 37, augurios y presagios. ¿Y qué son, pues, los presagios? -
dice. Muchas veces algunos, al salir de casa, ven un hombre ojituerto o
cojo, y lo toman como un presagio. Esto es pompa satánica, ya que el
encontrarse con un hombre no hace que el día sea malo, sino el vivir en
pecado. Por consiguiente, cuando salgas, guárdate de una sola cosa: que el
pecado tope contigo, porque éste es el que nos hace caer, y sin él, en nada
podrá danarnos el diablo. ¿Qué estás diciendo? Ves a un hombre, y lo toman
como un presagio, ¿y no ves la trampa diabólica: cómo te excita a la guerra
contra alguien que ningún mal te ha hecho, cómo te vuelve enemigo de tu
hermano, sin causa justa alguna? Y sin embargo, Dios mandó amar incluso a
los enemigos 38; tú en cambio, aun sin tener de qué acusarlo, ¿aborreces al
que en nada te ha perjudicado, y no piensas la risa que das, ni cuán grande
es la vergüenza, más aún, el peligro? ¿Te digo otro presagio más ridículo
todavía? Me avergüenza y me sonroja decirlo, pero me veo obligado a ello por
vuestra salvación. Si uno se encuentra, dice, con una virgen, el día será un
fracaso, pero, si se topa con una ramera, el día será favorable, provechoso
y repleto de negocios. ¿Os ocultáis, os golpeáis la frente y de verguenza
bajáis la vista hacia el suelo? !Pero no ahora, al decir yo estas palabras,
sino al ponerlas vosotros por obra! Mira, pues, cómo también aquí el diablo
ocultó el engano, para hacernos aborrecer a la que es casta y en cambio
saludar y amar a la disoluta: puesto que oyó a Cristo decir: El que fija su
mirada en una mujer para desearla, ya adulteró en su corazón 39, y vio a
muchos sobreponerse a la incontinencia, cuando quiso hacerles recaer en el
pecado por otro camino, gracias a este presagio los convenció para que
fijasen complacidos su atención en las rameras.?Y qué podría decirse de los
que se sirven de hechizos y amuletos, y de los que se atan en torno a la
cabeza y los pies monedas de bronce de Alejandro el Macedonio? ¿Son éstas,
dime, nuestras esperanzas: que después de la cruz y de la muerte del Senor,
tengamos en la imagen de un rey griego la esperanza de la salvación ¿ ¿No
sabes cuántas cosas llevó felizmente a cabo la cruz? Abolió la muerte,
extinguió el pecado, hizo inútil el infierno, destruyó el poder del diablo,
¿y no es de fiar para la salud del cuerpo? Hizo revivir a toda la tierra
habitada, ¿y tú no confías en ella? Entonces, ¿de qué serías digno tú? -
dime. Te rodeas no sólo de amuletos, sino también de hechizos, cuando
introduces en tu casa a viejas borrachas y alocadas, ¿y no te avergüenzas ni
te sonrojas de perder el seso por esto, después de tan gran sabiduría? Y lo
que es más grave que el mismo error: cuando nosotros amonestamos sobre esto
y tratamos de persuadirles, ellos creen disculparse diciendo: ¿La mujer que
hace el hechizo es cristiana y no pronuncia otra cosa que el nombre de
Dios?. Pues precisamente por eso la odio y aborrezco tanto, porque se vale
del nombre de Dios para la insolencia, porque dice ser cristiana, pero
ostenta las obras de los gentiles. Por lo demás, también los demonios
pronunciaban el nombre de Dios, pero seguían siendo demonios, y así decían a
Cristo: Sabemos quién eres, el Santo de Dios 40, y sin embargo, Él los
increpó y los expulsó. Por todo ello os exhortó a purificaros de este engano
y a tener como báculo 41 esta palabra; y así como ninguno de vosotros
querría bajar a la plaza sin sandalias o sin vestido, así tampoco bajes
nunca a la plaza sin esta palabra, antes bien, cuando estés a punto de
cruzar el portón del atrio, pronuncia primero esta palabra: ¿!Renuncio a ti,
Satanás, y a tu pompa y a tu culto, y me junto contigo, oh Cristo!?. Y nunca
salgas sin esta palabra: ella será para ti báculo, armadura y torre
inexpugnable. Y junto con esta palabra, traza también la cruz en tu frente,
porque de esa manera, no sólo un hombre que te sale al encuentro no podrá
danarte en nada, pero es que ni el mismo diablo siquiera, pues por todas
partes te ve aparecer con estas armas. Y en esto edúcate a ti mismo ya desde
ahora, para que, cuando recibas el sello, seas un soldado bien preparado y,
después de erigir un trofeo 42 contra el diablo, recibas la corona de la
justicia, la que ojalá todos nosotros podamos alcanzar, por la gracia y la
bondad de nuestro Senor Jesucristo, con el cual se dé la gloria al Padre,
junto con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
2 Cf. Flp 3, 13.
3 Sal 95, 8 (la versión de los Setenta, seguida siempre por san Juan
Crisóstomo, entendió el hebreo meribá, no como nombre propio de la localidad
desértica de Meribá, según el relato de Nm 20, 1 - 13, sino como nombre
común, parapikrasmós, equivalente a exacerbación, irritación, rina,
exasperación).
4 Flp 3, 13 - 14.
5 Jb 1, 1.
6 Ibid.
7 Este ¿otro? (sobreentendido ¿autor?) es el Qo 12, 13.
8 Cf. Mt 10, 42.
9 Jn 1, 5.
11 Ga 3, 27.
12 Jn 6, 57.
13 Jn 6, 56.
14 Jn 15, 5.
15 Jn 15, 14 - 15.
162Co 11, 2.
17 Rm 8, 29.
18 Is 8, 18.
19 Cf. 1Co 12, 27.
20 Cf. Ef 1, 22.
21 Literalmente ¿con el pecado del golpe?, del bofetón
22 Nótese el realismo de la expresión.
23 Lc 3, 8: la expresión es de Juan el Bautista
24 Hch 2, 38: la expresión es de Pedro.
26 Literalmente ¿en la filosofía del alma?, pero el término ¿filosofía?,
tiene en san Juan Crisóstomo - como en los demás escritores cristianos - un
significado completamente distinto del moderno
27 Traduzco así ton exothen, expresión familiar a san Juan Crisóst:omo y que
literalmente significa ¿los de fuera, foráneos?; para él los no cristianos.
28 Pr 10, 19.
29 Cf. Hch 18, 3.
30 Para el uso del término (philosophein), cf. supra n. 26.
31 Cf. Lc 21, 3 - 4.
32 Cf. Qo 8, 1.
33 Literalmente ¿saque al medio?.
34 1Tm 2, 9
35 En tiempos de san Juan Crisóstomo no se había eliminado aún del todo la
condición servil, ni se había integrado plenamente en la nueva concepción
cristiana de la persona, libre en el ámbito de la sociedad a que pertenece.
361Co 7, 23.
37 Literalmente ¿examen y observación de los días?, fastos o nefastos.
38 Cf. Mt 5, 44 ss
39 Mt 5, 28.
40 Cf. Mc 1, 24.
41 Es decir, como apoyo para la conducta.
42 Esto es, después de vencerle: el trofeo, monumento de victoria, lo erigía
el vencedor allí donde el enemigo, vencido, volvía la espalda y huía
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 2
?A los que están a punto de ser iluminados, y por qué se habla de bano de
regeneración y no de perdón de los pecados; y por qué es peligroso, no
solamente jurar en falso, sino incluso jurar, aunque juremos rectamente?. A
la espera del gran don del bautismo
1. !Cuán deseable y cuán amable es para nosotros el coro de los nuevos
hermanos! Porque yo os llamo ya hermanos antes del alumbramiento, y antes
del parto saludo ya mi parentesco con vosotros. Sé efectivamente, sé con
toda claridad a qué honor tan grande y a qué magistratura vais a ser
elevados. Ahora bien, a los que van a asumir una magistratura es costumbre
que todos los honren incluso antes de ejercerla, por asegurarse de antemano
para el futuro, mediante este homenaje, su benevolencia. Esto mismo hago yo
también ahora, porque no vais a ser elevados a una magistratura sin más,
sino al mismo reino, más aún, tampoco a un reino simplemente, sino al mismo
reino de los cielos. Por esta razón os pido y os suplico que os acordéis de
mí cuando lleguéis a ese reino, y lo que decía José al copero mayor:
Acuérdate de mi cuando te vaya bien 2, esto mismo os digo yo a vosotros
ahora: ¿Acordaos de mí cuando os vaya bien?. No os pido, como aquél, la
recompensa de unos suenos, porque yo no vine a interpretaros unos suenos,
sino para exponeros detalladamente las cosas del cielo y ser portador de la
buena noticia de aquellos bienes, tales que ni ojo vio, ni oído oyó, ni
subieron a corazón de hombre, esto es, lo que Dios preparó para los que le
aman 3. Cierto es que José decía al copero aquel: Al cabo de tres días, él
te restablecerá en tu puesto de copero mayor 4. Yo no digo: ¿Al cabo de tres
días, seréis promovidos al cargo de coperos del tirano?, sino: ¿Al cabo de
treinta días 5, no el Faraón, sino el rey de los cielos os restablecerá en
la patria de arriba, en la Jerusalén libre, en la ciudad celeste?. Y cierto
es que aquél decía: Y darás la copa al Faraón en su mano 6, yo en cambio no
digo: ¿Daréis la copa al rey en su mano, sino: El rey en persona os dará en
vuestra mano la copa tremenda y llena de gran poder y más preciosa que toda
7 creatura?. Los ya iniciados conocen la fuerza de esta copa, pero también
vosotros la conoceréis dentro de poco. Acordaos, pues, cuando lleguéis a
aquel reino, cuando recibáis la vestidura regia, cuando vistáis la púrpura
tinta en la sangre del Senor, cuando os cináis la diadema que por todas
partes irradia resplandores más intensos que los rayos del sol. Tal es, en
efecto, la dote del esposo, sin duda mayor que nuestro merecimiento, pero
digna de su bondad. Peligro del que retrasa el bautismo hasta el final de su
vida Por esta razón, ya desde ahora y a causa de aquellas sagradas alcobas
nupciales, yo os felicito, y no solamente os felicito, sino que también
alabo vuestro buen sentido, porque no os habéis acercado a la iluminación
como los más perezosos de los hombres, en las últimas boqueadas 9, sino que
ya desde ahora, como siervos sensatos, preparados para obedecer con la mejor
voluntad al Senor, habéis puesto el cuello de vuestra alma, con tanta
mansedumbre como celo, bajo la gamella de Cristo, y recibisteis el yugo
suave y tomasteis la carga ligera 10. Efectivamente, aunque la gracia es
igual para vosotros que para los iniciados al final de sus vidas, sin
embargo, ni el propósito ni la preparación de las cosas son lo mismo. Ellos,
en efecto, la reciben en su lecho; vosotros, en el regazo de la Iglesia, la
madre común de todos nosotros; ellos, quejándose y llorando; vosotros,
alegres y gozosos; ellos, gimiendo; vosotros, dando gracias; ellos, en fin,
amodorrados por mucha fiebre; vosotros en cambio, rebosantes de deleite
espiritual. De ahí que todo esté aquí en consonancia con el don, mientras
que allí todo es contrario al don: el llanto y el lamento de los que se
inician es abundante; en derredor están los hijos llorando, la mujer
aranándose la cara, los amigos entristecidos, los criados llenos de lágrimas
y, en fin, toda la casa con aspecto de un día invernal y lóbrego. Y si
logras destapar el corazón mismo del yacente, lo hallarás el más sombrío de
todos. Efectivamente, igual que los vientos que, al lanzarse con gran ímpetu
unos contra otros, dividen el mar en muchas partes, así también los
pensamientos de los males entonces dominantes, al abatirse sobre el alma del
enfermo, dividen su mente en múltiples preocupaciones: cuando mira a los
hijos, piensa en su orfandad; cuando pone los ojos en la mujer, considera su
viudez; cuando ve a los siervos, sopesa la desolación de la casa entera;
cuando vuelve la atención sobre sí mismo, trae a la memoria su vida presente
y, al verse a punto ya de separarse, lo envuelve una densa nube de
postración. Tal es el alma del que va a ser iniciado. Luego, en medio mismo
del tumulto y de la confusión, entra el sacerdote, más temible que la propia
fiebre y más cruel que la muerte a los ojos de los parientes del enfermo,
pues éstos consideran que la entrada del presbítero es mayor causa de
desesperación que la voz misma del médico que da por perdida la vida del
enfermo, y lo que es fundamento de la vida eterna ellos lo consideran senal
de muerte. Pero todavía no he anadido el colofón de los males. Muchas veces,
en efecto, el alma abandonó el cuerpo y se fue, mientras los parientes
armaban gran barullo preparándose 11. Con todo, a muchos tampoco les
aprovechó la presencia del alma. Efectivamente, cuando no reconoce a los
parientes, ni oye la voz, ni puede responder las palabras aquellas mediante
las cuales se establecerá el feliz pacto con el común Senor de todos
nosotros, antes bien, cuando el que va a ser iluminado yace como un leno
inútil o como una piedra, sin diferenciarse en nada de un cadáver, ¿cuál
puede ser el provecho de la iniciación en tales condiciones de
inestabilidad? 2. El que está efectivamente a punto de llegarse a estos
sagrados y tremendos misterios necesita velar y andar despierto, purificarse
de toda preocupación mundana, llenarse de mucha templanza y de mucho celo,
desterrar de la mente todo pensamiento ajeno a los misterios y dejar por
todas partes limpia la casa, como si estuviera a punto de acoger al rey en
persona. Tal es la preparación de vuestra mente, tales los pensamientos que
debéis tener, tal el propósito del alma. Por consiguiente, la digna
recompensa de esta óptima determinación espérala de Dios, que en las
retribuciones vence a cuantos le obsequian con su obediencia. Ahora bien,
puesto que es necesario que los consiervos contribuyan con lo que es suyo,
también nosotros contribuiremos con lo que es nuestro, aunque, si ni
siquiera esto es nuestro, que es también del Senor! Pues dice: ¿Qué tienes
que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorias, como si no
hubieras recibido? 12. Yo hubiera querido, lo primero de todo, deciros lo
siguiente: por qué realmente nuestros padres, dejando correr todo el ano,
legislaron que éste era el momento oportuno para que los hijos de la Iglesia
fueran iniciados en los misterios, y por qué razón, después de nuestra
ensenanza, os descalzan y os desnudan y luego, descalzos y desnudos,
cubiertos únicamente con la tuniquilla, os hacen pasar a las voces de los
exorcistas. En realidad ellos no nos determinaron sin más y a ciegas esta
forma de actuar y este tiempo, sino que ambas cosas tienen un sentido
misterioso e inefable. Los varios nombres del bautismo
También hubiera querido explicaros este sentido, pero veo que ahora el
discurso nos empuja hacia otro punto más necesario. Necesario es,
efectivamente, decir qué es en fin de cuentas el bautismo, por qué razón ha
entrado en nuestra vida y qué bienes nos reserva. Pero, si queréis,
dialoguemos primeramente sobre la denominación de esta misteriosa
purificación. No tiene un nombre único, en efecto, sino muchos y variados.
Esta purificación se llama bano de regeneración, pues dice: Nos salvó por el
bano de la regeneración y de la renovación del Espirita Santo 13. Se llama
también iluminación, y esto mismo le llamó también Pablo: Traed a la memoria
los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sufristeis gran combate de aflicciones 14; y de nuevo: Porque es imposible
que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial y
recayeron, sean otra vez renovados para conversión 15. Se llama también
bautismo: Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis vestidos 16. Se llama sepultura: Porque fuisteis sepultados
juntamente con Él - dice - por el bautismo, para muerte 17. Se llama
circuncisión: En el cual también fuisteis circuncidados con una circuncisión
no hecha con manos, en el despojamiento del cuerpo de los pecados de la
carne 18. Se llama cruz: Porque nuestro viejo hombre fue crucificado con Él,
para que el cuerpo del pecado sea deshecho 19. El bautismo como bano de
regeneración
Se podría seguir enumerando otros muchos nombres, sin embargo, para no
consumir todo el tiempo en las denominaciones del don, !ea!, volvamos a la
primera denominación y, en cuanto hayamos explicado su significado,
pondremos fin al discurso. Entre tanto, reasumamos nuestra ensenanza desde
un poco más arriba. Existe el bano común a todos los hombres, el de los
establecimientos de banos, que suele limpiar la suciedad del cuerpo. Pero
está también el bano judío, más digno que aquél, pero muy inferior al de la
gracia, pues éste limpia también la suciedad corporal, pero no sólo la
corporal, sino también la que afecta a la conciencia débil. Efectivamente,
hay muchas cosas que no son impuras por naturaleza, sino que se vuelven
impuras por efecto de la debilidad de la conciencia. Y lo mismo que
tratándose de ninos, ni las máscaras ni las demás paparrasollas son de por
sí espantosas, sino que a los ninos les parecen espantosas por causa de su
propia debilidad natural, así también tratándose de lo que os dije; por
ejemplo, tocar cadáveres: por naturaleza no es algo impuro, pero, si le
ocurre a una conciencia débil, entonces vuelve impuro al que los toca. Ahora
bien, que no sea algo impuro por naturaleza, lo dejó bien claro el mismo
legislador 20, Moisés, que llevó consigo intacto el cadáver de José y, sin
embargo, permaneció puro. Por la misma razón Pablo, dialogando con nosotros
acerca de esta impureza debida, no a la naturaleza, sino a la debilidad de
la conciencia, decía también algo así: De suyo nada hay impuro, de no ser
para quien piensa que algo es impuro 21. ¿Estás viendo cómo la impureza no
se origina de la naturaleza de la cosa, sino de la debilidad del
pensamiento? Y de nuevo: Todo es puro, ciertamente, pero malo es para el
hombre comer con escándalo 22, ¿Ves cómo no es el comer, sino el comer con
escándalo, la causa de la impureza? 3. Semejante mancha la limpiaba el bano
judío. El bano de la gracia, en cambio, limpia, no ya ésta, sino la
verdadera impureza, la que deposita la gran suciedad, no sólo en el cuerpo,
sino sobre todo en el alma; en efecto, no purifica a los que han tocado los
cadáveres, sino a los que han tocado las obras muertas. Aunque uno sea un
afeminado, un fornicario o un idólatra; aunque haya cometido cualquier clase
de mal y esté en posesión de toda maldad humana, en cuanto baja a la piscina
de las aguas, sale del divino manantial más puro que los rayos del sol. Y
para que no pienses que lo dicho es mera jactancia, escucha a Pablo cuando
habla del poder de este bano: No os enganéis, que ni los idólatras, ni los
fornicarios, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos, ni los
borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores heredarán el reino de Dios
23. ¿?Y qué tiene esto que ver - dice - con lo dicho? !Pon de manifiesto lo
que estamos buscando, a saber, si todo eso lo limpia la fuerza del bano
bautismal!?. Pues bien, escucha lo que sigue: Y esto mismo erais algunos:
pero ya estáis lavados, pero ya estáis santificados, pero ya estáis
justificados en el nombre de nuestro Senor Jesucristo y en el Espíritu de
nuestro Dios 24, Nosotros os prometíamos mostraros que los que se acercan al
bano bautismal quedan limpios de toda fornicación 25, pero el discurso ha
demostrado mucho más: no solamente limpios, sino también santos y justos,
pues no dijo solamente: estáis lavados, sino también: estáis santificados y
estáis justificados. ¿Qué puede haber de más extraordinario que esto, que
sin trabajos, sin sudores y sin éxitos nazca la justicia? !Pues tal es la
bondad del don divino, que sin sudores hace justos! Efectivamente, si una
carta del emperador, por breve que sea el texto, no sólo deja libres a los
responsables de innúmeras acusaciones, sino que también encumbra a la máxima
dignidad a otros, !con cuánta mayor razón el Espíritu de Dios, que además lo
puede todo, nos agraciará con una gran justicia y nos colmará de una gran
confianza! Y lo mismo que una centella, al caer en medio del inmenso mar,
inmediatamente se apaga y desaparece anegada por la masa de las aguas, así
también toda maldad humana, cuando cae en la piscina de las divinas aguas,
se anega y desaparece más rápida y más fácilmente que aquella centella. ¿?Y
por qué razón - dice - si el bano bautismal perdona todos nuestros pecados,
no se le llama bano del perdón de los pecados, ni bano de la purificación,
sino bano de la regeneración??. - Porque no nos perdona sin más los pecados,
ni simplemente nos purifica de las faltas, sino que lo hace de tal manera,
como si de nuevo fuésemos engendrados. Y efectivamente, de nuevo nos crea y
nos forma, pero, no plasmándonos otra vez con barro, sino formándonos con
otro elemento: la naturaleza de las aguas; y es que no se limita a fregar el
vaso, sino que vuelve a refundirlo por entero. De hecho, los objetos que se
friegan, por más cuidadosamente que se restriegue, siempre retienen huellas
de la cualidad y guardan restos de la mancha; en cambio, los objetos que se
meten en el horno de fundición y se renuevan por medio del fuego se
desprenden de toda mancha y, cuando salen de la fragua, emiten el mismo
resplandor que los totalmente nuevos. Por consiguiente, lo mismo que un
hombre toma una estatua de oro, sucia por obra del tiempo, del humo, del
polvo y del orín, y la funde, y luego nos la devuelve limpísima y
esplendorosa, así también Dios: tomó nuestra naturaleza enrobinada por el
orín del pecado, ennegrecida por el mucho humo de las faltas y perdida la
belleza que de Él recibiera al principio, y otra vez la fundió: metiéndonos
en el agua como en un horno de fundición, envía la gracia del Espíritu en
vez del fuego, y luego nos saca de allí totalmente rehechos y renovados con
gran resplandor, como para desafiar en adelante a los mismos rayos del sol;
deshizo al hombre viejo, pero construyó otro nuevo, más esplendoroso que el
primero. 4. Ya el profeta, aludiendo veladamente a esta nuestra destrucción
y a esta misteriosa purificación, decía antiguamente: Como jarro de alfarero
los desmenuzarás 26. Efectivamente, que la frase se refiere a los fieles,
nos lo muestran claramente los versos anteriores: Tú eres mi hijo, yo te
engendré hoy; pídeme, y te daré las gentes por heredad tuya; y por posesión
tuya, los confines de la tierra 27. ¿Ves cómo hizo mención de la Iglesia de
los gentiles y cómo dijo que el reino de Cristo se extiende por todas
partes? Y luego vuelve a decir: Los apacentarás con vara de hierro: no
abrumadora, sino fuerte; como jarro de alfarero los desmenuzarás 28, Aquí
tienes un modo más misterioso de entender el bano bautismal, porque no dijo
simplemente ¿jarro de loza?, sino ¿jarro de alfarero?. Pero fijaos bien: los
jarros de loza, una vez desmenuzados, no admitirían arreglo, por causa de la
dureza que les dio una vez por todas el fuego; en cambio, los jarros de
alfarero no son de tierra cocida, sino de arcilla, de ahí que, incluso si se
quiebran, fácilmente puedan volver a su forma anterior 29 mediante la
maestría del artesano. Así pues, cuando el Senor habla de una calamidad
irremediable, no dice ¿jarro de alfarero?, sino ¿jarro de loza?. Por lo
menos, cuando quería ensenar al profeta y a los judíos que habían entregado
la ciudad a una calamidad irremediable, mandó coger un ánfora de tierra
cocida y desmenuzarla delante de todo el pueblo, y decir: Asi perecerá
también la ciudad, y será desmenuzada 30. En cambio, cuando quiere
ofrecerles buenas esperanzas, conduce al profeta a una alfarería y allí, no
le muestra un jarro de loza, sino que le muestra un jarro de arcilla que se
le cae de las manos al alfarero, y razona diciendo: Si este alfarero ha
recogido el jarro caído y de nuevo lo ha restaurado, ¿no podré yo mucho
mejor enderezaros a vosotros que habéis caído? 31. Por consiguiente, a Dios
le es posible no sólo restaurar a los que somos de arcilla por medio del
bano de la regeneración, sino también, mediante una perfecta penitencia,
devolver a su prístino estado a los que, a pesar de haber recibido la fuerza
del Espíritu, han recaído. La lucha de los catecúmenos contra el demonio
Pero no es ésta la ocasión de que escuchéis los discursos acerca de la
penitencia, mejor dicho, !ojalá nunca tengáis ocasión de dar en la necesidad
de esos remedios, al contrario, ojalá permanezcáis siempre firmes en la
guarda integral de la belleza y del esplendor que ahora estáis a punto de
recibir! Pues bien, para que podáis permanecer siempre así, !ea!,
dialoguemos un poquito con vosotros acerca del plan de vida. Efectivamente,
en esta palestra las caídas no son peligrosas para los atletas, ya que la
lucha es contra gente de casa y todo ejercicio se realiza a expensas de los
cuerpos de los entrenadores. Pero, cuando llega el momento de las
competiciones, cuando se abre el estadio y el público está sentado arriba y
el juez de competición aparece, a partir de ese instante es preciso: o bien
acobardarse y caer, para retirarse llenos de vergüenza, o bien emplearse a
fondo y alcanzar las coronas y los premios. Así ocurre también con vosotros:
estos treinta días se asemejan a una palestra con sus ejercicios y
entrenamientos. Aprendamos ya desde ahora a vencer a aquel malvado demonio,
porque, después del bautismo, deberemos desnudarnos para entrar en liza
contra él. Y contra él deberemos dirigir los golpes de nuestro puno, y
contra él luchar. Por consiguiente, aprendamos ya desde ahora sus llaves, de
dónde procede su maldad y por qué medios puede fácilmente perjudicarnos,
para que, cuando lleguen las competiciones, no nos extranemos ni nos
alborotemos al ver la novedad de su agonística, sino que, habiendo aprendido
todas sus estratagemas a la vez que nos ejercitamos nosotros mismos,
emprendamos con toda confianza la lucha contra él. El peligro de la lengua
Pues bien, él está acostumbrado a intentar danarnos por todos los medios,
pero sobre todo a través de la lengua y de la boca, porque no hay para él
instrumento más apropiado para enganarnos y perdernos que una lengua
intemperante y una boca sin puertas. De aquí nacen nuestras numerosas
caídas, de aquí nuestros graves motivos de acusación. Y cuán fácil sea
resbalar con la lengua, alguien lo declaró cuando decía: Muchos cayeron a
filo de espada, mas no tantos como los caídos por obra de la lengua 32, y la
gravedad de la caída la revelaba el mismo diciendo otra vez: Mejor es
resbalar del pavimento que resbalar de la lengua 33; y lo que dice viene a
ser esto mismo: ¿Mejor es caer y magullarse el cuerpo que proferir una
palabra tal que pueda perder nuestra alma?. Pero no solamente habla de
caídas, sino que ademas nos exhorta a que andemos con gran cuidado para no
ser derribados, cuando dice así: Haz a tu boca una puerta y cerrojos 34, no
para que realmente preparemos puertas y cerrojos, sino para que, con gran
seguridad, cerremos a la lengua el paso a las palabras inconvenientes. Y en
otra parte, mostrando que junto con nuestro cuidado, y antes de nuestro
cuidado, necesitamos del impulso de lo alto, para que podamos retener a esta
fiera dentro, el profeta, con las manos levantadas hacia Dios, volvía a
decir: La elevación de mis manos sea como sacrificio vespertino. Pon, Senor,
una guardia a mi boca y una puerta de protección a mis labios 35. Y el mismo
que había exhortado anteriormente vuelve a decir: ¿Quién pondrá una guardia
a mi boca, y a mis labios sello de prudencia? 36, ¿Estás viendo cómo todos
temen estas caídas, se lamentan, aconsejan y ruegan que su lengua disfrute
de buena guardia? Y si tal es la ruina que nos acarrea este órgano, ¿por que
- dice - lo puso Dios en nosotros ya desde el comienzo? Porque también tiene
una gran utilidad y, si andamos con cuidado, únicamente nos trae utilidad y
ningún perjuicio. Escucha, pues, lo que afirma el mismo que dijo lo de
antes: En poder de la lengua están la vida y la muerte 37. Y Cristo viene a
declarar lo mismo cuando dice: Por tus palabras serás condenado, y por tus
palabras serás justificado 38, Efectivamente, la lengua está situada en el
centro de uno y otro uso: el dueno eres tú. Lo mismo ocurre con la espada
que yace en el medio: si la utilizas contra los enemigos, tendrás en ella un
instrumento de salvación, pero, si asestas el golpe contra ti mismo, la
causante de tu herida no será la naturaleza del hierro, sino tu propia
transgresión de la ley
Pensemos lo mismo respecto de la lengua: es una espada que yace en medio,
por tanto agúzala para acusarte de tus pecados, no asestes el golpe contra
un hermano. Por esta razón Dios la circundó con doble muro: con la valla de
los dientes y la cerca de los labios, para que no profiera con facilidad y
atolondradamente las palabras inconvenientes. Refrénala dentro. ¿Que no lo
soporta? Entonces dale una lección utilizando los dientes, como si
entregaras su cuerpo a estos verdugos, y haz que la muerdan, porque mejor es
que sea mordida por los dientes ahora, mientras peca, que entonces, cuando
ande achicharrada buscando una gota de agua 39, no consiga el alivio. En
todo esto, pues, y en mucho más, suele pecar, cuando insulta, blasfema,
profiere palabras torpes, calumnia, jura y perjura. Los peligros del
juramento
5. Sin embargo, para no hundir vuestra mente en la confusión, si os digo hoy
de golpe todo, os propongo entre tanto una sola ley: la que manda evitar los
juramentos, y de antemano os digo y aviso esto: si no evitáis los juramentos
- no digo solamente los perjurios, sino los mismos juramentos hechos por
causa justa - , si no los evitáis, digo, no dialogaremos más con vosotros
sobre otro tema. Efectivamente, sería absurdo que, mientras los maestros de
las letras no dan a los ninos una segunda noción hasta que ven la precedente
bien fija en sus memorias, nosotros, por el contrario, a pesar de no haber
podido inculcaros con exactitud las nociones precedentes, nos adelantaremos
a imbuiros otras nuevas: esto no sería otra cosa que sacar agua en herrada
agujereada. Por tanto, si no queréis que callemos, poned muchísimo cuidado
en el asunto. Grave es, en efecto, este pecado, y muy grave. Y es muy grave,
porque no parece ser grave, y por eso lo temo: porque nadie lo teme; y por
eso es una enfermedad incurable: porque ni siquiera parece ser enfermedad,
antes bien, como el simple platicar no es motivo de acusación, así tampoco
esto parece ser motivo de acusación, al contrario, se tiene la osadía de
cometer con la mayor confianza esta transgresión de la ley. Y si alguien
intenta una acusación, inmediatamente se siguen la risa y gran escarnio,
pero no contra los acusados por causa de los juramentos, sino contra los que
quieren remediar la enfermedad
Por esta razón amplío yo mi discurso sobre este asunto, porque quiero
arrancar una raíz profunda y acabar con un mal crónico: no digo los
perjurios solamente, sino también los mismos juramentos hechos según ley. ¿!Pero el tal - dice - es un hombre honrado, que ejerce el sacerdocio y que
vive con mucha templanza y piedad!? !No me hables de este hombre honrado,
templado, piadoso y que ejerce el sacerdocio! Pon, si quieres, que éste sea
Pablo, o Pedro, o incluso un ángel bajado del cielo: !ni aun así presto
atención al valor de las personas! Efectivamente, la ley sobre los
juramentos yo no la leo como ley servil, sino como ley regia; ahora bien,
cuando se leen documentos de un rey, enmudece toda dignidad de los siervos.
Pues bien, si tú puedes decir que Cristo mandó jurar, o que Cristo no lo
castiga cuando se hace, muéstralo y quedaré persuadido; pero, si pone tanto
empeno en impedirlo y tanto se preocupa por este asunto que al que jura lo
equipara al Maligno (Pues lo que pasa de esto - del si y del no, dice - ,
del diablo procede 40), ¿por qué me mientas al tal y al cual? De hecho Dios
no te dará su voto basándose en la negligencia de tus consiervos, sino en el
mandato de sus leyes: Él lo mandó, así que era necesario obedecer, y no
presentar al tal como pretexto, ni mezclarse en males ajenos. Aunque el gran
David cometió un grave pecado 41, ¿acaso por esa razón, dime, no va a ser
para nosotros peligroso el pecar? Por lo mismo es necesario, pues, ponerse
en guardia contra esa idea y emular solamente las buenas acciones de los
santos, y si en alguna parte se dan negligencia y transgresión de la ley,
obligación es huir de ellas con suma diligencia. Efectivamente, el contenido
de nuestro discurso no se refiere a nuestros consiervos, sino al Senor, y a
Él daremos cuentas de todo lo vivido. Preparémonos, pues, para aquel
tribunal, ya que, por infinitamente admirable y grande que sea el que viola
esta ley, pagará cabalmente la pena debida por la transgresión, pues Dios no
hace acepción de personas 42. Cómo evitar los juramentos
?Cómo, pues, y de qué manera es posible evitar este pecado? Porque, en
verdad, no solamente es necesario mostrar que la acusación es grave, sino
también aconsejar sobre cómo poder librarnos de ella. ¿Tienes mujer,
criados, hijos, un amigo, un pariente, un vecino? Ordénales a todos ellos
estar en guardia sobre esto. ¿Que la costumbre es cosa difícil, que cuesta
arrancarla, que no es fácil guardarse de ella, y muchas veces nos empuja sin
quererlo ni saberlo nosotros? Pues bien, cuanto más conoces la fuerza de la
costumbre, tanto mayor empeno pon en ser liberado de la mala costumbre y en
convertirte a la otra, a la más provechosa. Efectivamente, lo mismo que
aquélla muchas veces fue capaz de hacerte caer, a pesar de tu diligencia, de
tu cautela, de tu cuidado y preocupación, así también ahora, si te
conviertes a la buena costumbre, la de no jurar, nunca podrás caer en el
pecado de juramento, ni sin querer ni por negligencia, porque cosa grande es
realmente la costumbre y tiene la fuerza de la naturaleza. Por consiguiente,
para no andar penando continuamente, pasémonos a esta costumbre, y a cada
uno de los que conviven y se relacionan contigo pídeles esta gracia: que te
aconsejen y exhorten a evitar los juramentos, y si te sorprenden
haciéndolos, que te acusen
De hecho, la vigilancia ejercida por ellos sobre ti es también para ellos
consejo y exhortación a obrar rectamente. En efecto, el que acusa a otro de
juramento no caerá él mismo tan fácilmente en este abismo, pues abismo nada
común es la frecuencia en el jurar, no sólo cuando se hace por cosas
mínimas, sino también cuando se hace por las mayores
Ahora bien, nosotros, lo mismo cuando compramos legumbres y regateamos por
dos óbolos que cuando nos enfadamos con los criados y los amenazamos, en
toda ocasión apelamos a Dios como testigo, y sin embargo, a un hombre libre
y con un cargo de poca monta tú no te hubieras atrevido a llamarle a la
plaza como testigo de tales cosas, y si acaso te atreves a hacerlo, se te
castigará por tu insolencia: en cambio, !al rey de los cielos, al Senor de
los ángeles, tú lo arrastras a dar testimonio cuando discutes sobre cosas
venales, sobre dinero o sobre minucias! Y, ¿cómo esto va a ser tolerable? ¿Por qué medios, pues, podremos vernos libres de esta mala costumbre?
Poniendo en derredor nuestro las guardias que dije, fijándonos a nosotros
mismos un plazo para la enmienda e imponiéndonos una multa si, pasado el
plazo, hubiéremos fracasado en el empeno. Ahora bien, ¿cuánto tiempo nos
bastará para esto? Yo no creo que los muy sobrios, despiertos y que velan
por su propia salvación necesiten más de diez días para quedar completamente
libres de la mala costumbre de los juramentos. Pero si al cabo de esos diez
días se nos viera seguir jurando, impongámonos a nosotros mismos una pena,
incluso fijemos el castigo y la multa máximos por nuestra transgresión. ¿Cuál será, pues, la condena? Esto no os lo determino yo todavía, sino que
os dejo a vosotros mismos el ser duenos de la sentencia. Administremos así
nuestros asuntos, y no sólo los referidos a los juramentos, sino también los
que atanen a los demás fallos: si nos fijamos a nosotros mismos un plazo,
con gravísimas penas en el caso de reincidencia, partiremos puros hacia
nuestro Senor, quedaremos libres del fuego infernal y con toda confianza nos
mantendremos en pie delante del tribunal de Cristo. Ojalá podamos
conseguirlo todos, por la gracia y la bondad de nuestro Senor Jesucristo,
por el cual se dé la gloria al Padre, junto con el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 La presente catequesis, editada por Montfancon como primera Catequesis (y
reimpresa en Migne PG 49, 223 - 232, de donde la traduzco), y tenida también
como tal por Papadopoulos, quien sin embargo, no la publicó, probablemente
fue pronunciada el ano 388, treinta días antes de la Pascua (cf. WENGER,
Introd. pp. 26 - 27 y 64).
2 Gn 40, 14.
31Co 2, 9.
4 Gn 40, 13.
5 Por consiguiente, la instrucción se realizó un mes antes de Pascua, fecha
del bautismo
6 Gn 40, 13.
7 hekateros = hekastos (cf. LIDDELL - SCOTT, Lexicon s.v.).
9 Nótese en ésta y en las siguientes expresiones que describen a un
moribundo el vivo realismo y el magistral uso que el autor hace de la
antítesis.
10 Cf. Mt 11, 30
11 Entiéndase para el acontecimiento de la iniciación bautismal
12 1Co 4, 7.
13 Tt 3, 5.
14 Hb 10, 32.
15 Cf. Hb 6, 4.
16 Ga 3, 27.
17 Cf. Rm 6, 4.
18 Col 2, 11.
19 Rm 6, 6.
20 Literalmente ¿que ordenó estas cosas?; el ejemplo debe de referirse a Ex
13, 19.
21 Cf. Rm 14, 14.
22 Rm 14, 20.
23 1Co 6, 9 - 10.
24 1Co 6, 11.
25 Quizá sea mejor leer, con un antiguo traductor latino, ponerías en vez de
porneias: ¿limpios de toda maldad?.
26 Sal 2, 9.
27 Sal 2, 7 - 8. 1
28 Sal 2, 9.
29 Sigo la lección de Migne: proteron, en vez del deuteron de Montfaucon.
30 Jr 19, 11.
31 Jr 18, 6.
32 Cf. Si 28, 18.
33 Si 20, 18.
34 Cf. Si 28, 25.
35 Cf. Sal 141, 2 - 3.
36 Si 22, 27.
37 Pr 18, 21.
38 Mt 12, 37.
39 Alusión probable al castigo del rico epulón, cf. Lc 16, 24.
40 Cf. Mt 5, 37.
41 Cf. 2S 11, 2 ss.
42 Hch 10, 34
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 3
?Del mismo. Habiendo tratado en la Catequesis anterior sobre los juramentos,
pronunció ésta volviendo sobre el mismo tema, y muestra que no sólo el
perjurar, sino también el jurar según ley merece castigo, y que fue
provechoso el que Cristo resucitase al cabo de tres días?. Insistencia sobre
la necesidad de no jurar nunca1
1. ¿Verdaderamente habéis desterrado de vuestras bocas la mala costumbre de
los juramentos? Porque yo no me he olvidado, ni de lo que yo mismo dialogué
con vosotros, ni de lo que vosotros me prometisteis acerca de este tema. En
efecto, yo disertaba, y vosotros prometíais, si no de palabra, cierto, sí al
menos con vuestros elogios de lo dicho. Ahora bien, esta promesa es mejor
que la hecha de palabra, pues muchas veces el que promete de palabra asiente
con la lengua, pero no con la voluntad; en cambio, el que aprueba lo que se
ha dicho realiza el asentimiento desde su alma. ¿En verdad, pues, habéis
limpiado vuestra lengua de aquella grave mancha? ¿Entonces habéis desterrado
la suciedad de vuestra sagrada alma? Yo supongo que la habéis limpiado,
porque estáis a punto de recibir a un gran rey, y de saborear la abundante
ensenanza espiritual de padres bastante entendidos. Por otra parte, el plazo
es suficiente, y el término prefijado para la enmienda se acerca ya al
final, y vosotros sois dóciles y obedientes, pues dice el Apóstol: Obedeced
y someteos a vuestros dirigentes 2, y vosotros le hacéis caso en todo.
Basándome en todo esto, creo que el éxito es total. Sin embargo, yo no
quería suponerlo ni creerlo, sino saberlo con toda claridad, para, en tal
caso, entregarme con más ardor a discursos más místicos, descargado ya de la
preocupación por los juramentos: os hubiera introducido en el santuario
mismo y os hubiera mostrado al Santo de los Santos con todo lo que allí se
contiene: no una vasija de oro con maná 3, sino el cuerpo del Senor, el pan
del cielo; os hubiera mostrado, no un arca de madera con las tablas de la
ley, sino la carne irreprochable y santa que contiene al legislador en
persona; os hubiera mostrado en su interior, no una oveja irreprochable
degollada, sino al cordero de Dios sacrificado, mística víctima que hace
temblar a los mismos ángeles cuando la miran; os hubiera mostrado, no a
Aarón entrando con vestimenta de oro 4, sino al Unigénito que entra, que
tiene la primicia de nuestra naturaleza 5 y que manifiesta a su Padre la
grandeza de su éxito: Porque no entró Cristo - dice - en su santuario hecho
de mano, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora en la presencia de
Dios 6 Hay allí un velo, no tal cual lo tenía el templo judío, sino mucho
más terrible. Escucha, pues, qué clase de velo es éste, para que aprendas
cómo era aquel Santo de los Santos, y cómo es éste: Puesto que tenemos -
dice - mucha confianza para entrar en el santuario por la sangre de Jesús,
por el camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros a través del velo,
esto es, de su propia carne 7 ¿Ves cómo este velo es más terrible que aquél?
En todo esto quería iniciaros hoy.
2. Pero, ¿qué va a ser de mí? La inquietud por los juramentos no me
abandona, y me consume el alma. Y sé bien que muchos condenarán por
exagerado lo que acabo de decir, al escuchar que consume mi alma, pues ellos
creen que es un pecado leve: pero justo por eso yo me lamento más. Los otros
pecados, efectivamente, son graves, pero también se piensa que son graves,
como ocurre con el homicidio y el adulterio: son graves y se cree que son
graves; en cambio, el juramento es grave, ciertamente, pero no se cree que
sea grave. Por eso me lamento y tengo miedo de este pecado. Esto, en efecto,
esto es lo propio de la estratagema del diablo: introducir encubierto el
pecado y, como si mezclara veneno con el alimento habitual, se las ingenia
para ocultar el juramento entre los preconceptos 8 de los hombres. Entonces,
¿qué? ¿Vamos a gastar para el juramento toda la ensenanza y todo el tiempo?
De ninguna manera, sobre todo porque supongo a algunos de vosotros ya
corregidos. Efectivamente, lo mismo que cuando salió el sembrador no toda la
simiente cayó entre los espinos, ni toda entre las piedras, sino que mucha
también fue a parar a la buena tierra 9, así también ahora es imposible que,
después de tanta ensenanza, no haya entre tal muchedumbre nadie que pueda
mostrar el fruto. Así pues, ya que se han corregido muchos, aunque no todos,
repartamos también nosotros el discurso. Era, en efecto, necesario que los
no corregidos tampoco escuchasen por entero las palabras misteriosas; sin
embargo, en atención a los más diligentes, complaceremos a los más
negligentes, para que no se vean defraudados, pues mucho mejor es complacer
a éstos en atención a aquellos, que perjudicar a los más diligentes por
causa de los negligentes. El tiempo del bautismo
3. Ahora bien, quiero que recordéis la promesa que os hice en la plática
anterior, pero que no he cumplido porque el discurso nos empujó hacia puntos
más necesarios. ¿Qué promesa, pues, era aquélla? Intentaba yo deciros por
qué razón nuestros padres, dejando correr todo el ano, determinaron que éste
era el tiempo oportuno para iniciar a vuestras almas en los misterios. Y
decía que la observancia de este tiempo no está dada sin más y al azar.
Efectivamente, la gracia es siempre la misma, y en nada la estorba el
tiempo, ya que es divina; sin embargo, también la observancia del tiempo
tiene algo de misterioso 11 Pues bien, ¿por qué los padres legislaron que
esta fiesta fuese ahora? Ahora nuestro rey ganó la guerra contra los
bárbaros: bárbaros, y más crueles que los bárbaros son, efectivamente, todos
los demonios. Ahora destruyó el pecado; ahora aniquiló la muerte y sometió
al diablo e hizo prisioneros. Por lo tanto, en el presente día recordamos
aquellos triunfos. Por esto los padres legislaron que los regios dones se
distribuyesen ahora, ya que ésta es una ley de triunfo; así obran también
los emperadores paganos: nuestros días de triunfo los honran con múltiples
festejos. Pero el carácter de ese honor está lleno de deshonor, porque, ¿qué
clase de honor son los teatros y lo que en los teatros se hace y se dice? ¿Acaso no está todo rebosando vergüenza y gran ridículo? Este otro honor, en
cambio, es digno de la munificencia del que honra. Por eso legislaron que
fuese ahora, por valerse de este tiempo para hacerte recordar la victoria
del Senor, para que en las fiestas de la victoria haya algunos que lleven
los vestidos resplandecientes y entren en la estima del rey. Pero no
solamente por esto, sino, además, para que también durante este tiempo te
unas al Senor. Bautismo y cruz
Él fue - dice - crucificado en el madero 12: crucifícate tú mediante el
bautismo, pues cruz - dice - es el bautismo, y muerte, pero muerte del
pecado y cruz del hombre viejo 13
4. Escucha, pues, lo que dice Pablo, cómo declara ambas cosas acerca del
bautismo, a saber: que es muerte del pecado y cruz: ¿O ignoráis que todos
cuantos fuisteis bautizados en Cristo, fuisteis bautizados en su muerte? 14
Y de nuevo: Nuestro viejo hombre fue crucificado junto con Él, para que sea
anulado el cuerpo del pecado 15 Sin duda, para que, al escuchar ¿muerte? y
al oir ¿cruz?, no tengas miedo, anadió que la cruz es muerte del pecado. ¿Ves de qué manera el bautismo es cruz? Pues sabe que Cristo también llamó
bautismo a la cruz, dándote y tomando en cambio el nombre del bautismo. Tu
bautismo lo llamó cruz. ¿Mi cruz - dice - la llamo bautismo? ¿Y dónde dice
esto? Un bautismo tengo, para ser bautizado, que vosotros no conocéis 16 ¿Y
de dónde sacamos la evidencia de que está hablando de la cruz? Se le
acercaron los hijos de Zebedeo, o mejor, la madre de los hijos de Zebedeo,
que dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten, el uno a tu derecha, y el
otro a tu izquierda en tu reino 17 Es la petición de una madre, aunque
desatinada. ¿Y qué responde Cristo? ¿Podéis beber el cáliz que yo he de
beber, y ser bautizados con el mismo bautismo con que yo soy bautizado? 18 ¿Estás viendo cómo llamó bautismo a la cruz?
¿De dónde resulta esa
evidencia? ¿Podéis - dice - beber el cáliz que yo he de beber? Llama cáliz a
su pasión, y por eso dice: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz 19 ¿Ves cómo llamó bautismo a la cruz y cáliz a la pasión? Ahora bien, los
llamó así, no porque Él mismo se purificara (?cómo iba a hacerlo,
efectivamente, el que no hizo pecado, ni hubo engano en su boca 20?) sino
porque la sangre que de allí corría purificaba al universo entero. Y por
esta razón dice también Pablo: Si fuimos plantados juntamente con Él, a la
semejanza de su muerte, por medio del bautismo... 21 No dijo: en la muerte,
sino: a la semejanza de su muerte: muerte es aquélla, efectivamente, y
muerte es ésta pero no de lo mismo: la una, del cuerpo; la otra, del pecado.
De ahí la semejanza de la muerte. Sepultura y resurrección de Cristo
5. Entonces, ¿qué? ¿Solamente morimos con el Senor, y solamente en las cosas
tristes nos unimos a Él? Ante todo: ni siquiera eso es triste, el tener
parte en la muerte del Senor. Sin embargo, espera un poco y verás que
también tienes parte con Él en las cosas provechosas: Si efectivamente
morimos con Él - dice - , creemos que también viviremos con Él 22 Sí, en el
bautismo y al mismo tiempo están juntas sepultura y resurrección: deja abajo
al hombre viejo, y toma el nuevo y resucita, como Cristo resucitó por la
gloria del Padre 23 ¿Estás viendo cómo nuevamente habla de la resurrección?
Mas, ¿por qué razón nuestra resurrección, nuestra sepultura y nuestra muerte
se dan al mismo tiempo (a la vez, efectivamente, somos sepultados y
resucitamos), y en cambio la del Senor se retardaba tanto? Resucitó, en
efecto, al cabo de los tres días. ¿Por qué, pues, nuestra resurrección es
instantánea, y en cambio la del Senor más lenta? Sí, lo fue, y muy a
propósito, para que aprendas que la lentitud no se debe a la debilidad, pues
el que en breve instante pudo resucitar al criado 24 con mayor razón podía
resucitarse a sí mismo. Entonces, ¿por qué motivo la lentitud? ¿Por qué
razon la sepultura de tres días? Porque, al prolongarse la muerte y gracias
a esa lentitud, la prueba de la resurrección resulta inconcusa.
Efectivamente, cuando incluso ahora, después de semejante prueba, hay
hombres que dicen que padeció en apariencia, si no hubiera habido tan
acusada lentitud, ¿qué no hubieran dicho ésos? Porque el diablo no quería
conspirar solamente contra el relato de la resurrección, sino también contra
la fe en la muerte, pues sabía, y sabía claramente, que la muerte del
Salvador era común remedio del universo, y se apresuraba a arrancarla de la
fe de los hombres, para eliminar la salvación. Por esta razón el Senor se
retarda en su resurrección, y los judíos se acercan diciendo: Danos soldados
para que podamos guardar el sepulcro 25 !Qué desvergüenza! ¿Cuándo viste, oh
judío, un muerto bajo custodia? Porque, si el crucificado era un muerto
común y mero hombre, ¿por qué tomas tan extrana y paradójica medida? ¿Por
qué tienes miedo y tiemblas y reúnes centinelas? Por lo demás, Dios ni
siquiera esto impidió, al contrario, dejó que le custodiasen, y así el
pecador quedaría atrapado en las obras de sus propias manos. Aquellos,
efectivamente, decían: Danos soldados, para que no le hurten sus discípulos
y digan que resucitó 26, Sucedió, sin embargo, lo contrario: tomaron
soldados, efectivamente, para que, al resucitar Él, no dijesen que los
discípulos le habían hurtado y que no había resucitado, y lo que habían
conseguido por intriga contra la resurrección se les volvió en favor de la
resurrección, y a los mismos conspiradores Cristo los hizo testigos de su
resurrección, para así truncar la excusa que alegaran el día aquel. El
significado del exorcismo
6. La razón, pues, de que los padres mandaran realizar en este tiempo la
iniciación a los misterios os la expuse de manera suficiente (yo al menos lo
creo) a través de lo que llevo dicho. Quiero, sin embargo, saldar con
vosotros otra deuda - si es que no os cansáis ya de escuchar - y deciros por
qué razón de aquí os enviamos desnudos y descalzos a las voces de los
exorcistas. Y en verdad, también aquí aparece otra vez el mismo motivo, a
saber, que el rey ganó la guerra e hizo prisioneros: y tal es la
indumentaria de los prisioneros. Escucha, pues, qué dice Dios a los judíos:
De la manera que anduvo mi siervo Isaías, desnudo y descalzo, así caminarán
hacia la cautividad los hijos de Israel, desnudos y descalzos 27 Pues bien,
porque quiere recordarte la anterior tiranía del diablo, se vale de la
indumentaria para llevarte a ti al recuerdo de tu anterior origen vil. Por
esta razón estáis de pie, no solamente desnudos y descalzos, sino también
con las palmas de las manos abiertas hacia arriba: para que también
confeséis la ulterior soberanía de Dios, a la que ahora os estáis acercando.
Despojos y botín de guerra sois todos vosotros. Y de estos despojos hace
mención Isaías mucho antes del cumplimiento de los hechos, al anunciar de
antemano así: Él mismo repartirá despojos del fuerte 28; y luego: Vino a
proclamar libertad a los cautivos 29 y con él, David, profetizando esta
cautividad, decía: Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad 30
Pero no te amusties, al oír ¿cautividad?, pues nada hay de mayor dicha que
esta cautividad. En efecto, la cautividad de los hombres lleva de la
libertad a la esclavitud; ésta, en cambio, hace pasar de la esclavitud a la
libertad; la de los hombres priva de la tierra patria y lleva a la extrana;
en cambio, esta cautividad expulsa de la tierra extrana y lleva a la patria,
la Jerusalén de arriba; la cautividad de los hombres priva de la madre;
ésta, en cambio, te conduce a la madre común de todos nosotros; aquélla, en
fin, separa de parientes y de conciudadanos, mientras que ésta lleva hacia
los ciudadanos de arriba. Dice, en efecto: Sois conciudadanos de los santos
31 Esta es, pues, la razón de la indumentaria.
7. Mas, ¿por qué motivo las voces, terribles y estremecedoras voces, de los
exorcistas te hacen recordar al común Senor, el castigo, la venganza, la
gehena? Por causa de la desvergüenza de los demonios. Y en efecto, el
catecúmeno es una oveja sin marcar, un albergue solitario, una posada sin
puertas, abierta simplemente a todos, guarida de bandoleros, madriguera de
fieras y morada de demonios. Pues bien, ya que plugo al rey, por su inmensa
bondad, que este albergue solitario y sin puertas, esta guarida de
bandoleros, se convirtiese en palacio real, por esta razón nos mandó
preparar al albergue a nosotros, los que ensenamos, y a los otros, los
exorcistas. Y nosotros, los que ensenamos, consolidamos con nuestra
ensenanza las paredes ruinosas, pues dice: Todo el que me oye estas
palabras, y las practica, será comparado a un hombre prudente que edificó su
propia casa sobre la pena 32 Vamos echando los cimientos bien sólidos, hasta
que se presente el rey. Si en alguna parte vemos algo de suciedad o de
barro, lo quitamos, porque tal es la costumbre del pecado: hedionda y sucia.
Escucha, pues, cómo describe David su naturaleza: Como carga pesada se han
agravado sobre mi. Hedieron y se pudrieron mis llagas, por causa de mi
locura 33 Nosotros quitamos la hediondez y ponemos el perfume espiritual, y
los exorcistas, por su lado, con aquellas terribles voces, van mirando
alrededor, no sea que en alguna parte aparezca una fiera, una serpiente, una
víbora o un escorpión; y es que, después de escuchar aquella temible voz, la
fiera, por danina que sea, no puede ocultarse hundiéndose o deslizándose,
antes, bien, se levanta y escapa, aunque no quiera. Nueva exhortación contra
los juramentos
8. Quería decir también otra cosa, que justamente no había prometido decir.
Pero era necesario aclarar por qué razón nosotros nos llamamos fieles y, en
cambio, los no iniciados catecúmenos. Y en efecto es realmente vergonzoso y
ridículo que quien recibe una dignidad no sepa siquiera el nombre de tal
dignidad. Pero, ¿qué me está pasando? !Otra vez se me ha presentado la
preocupación por los juramentos, que me acusa de lentitud y arrastra hacia
ella mi discurso! Por esta razón dejemos para el próximo día lo que
estábamos tratando y volvamos ahora a la exhortación sobre los juramentos.
!Cosa terrible el juramento, querido! Terrible y danina: remedio fatal,
veneno intolerable, herida oculta, llaga invisible, pastizal totalmente
sombreado y que lleva el miasma hasta el alma, dardo satánico, flecha
encendida, alfanje de doble filo, espada aguzada, yerro inexcusable, delito
sin posible defensa, abismo profundo, precipicio escarpado, trampa poderosa,
red extendida, atadura indisoluble, nudo corredizo sin posible escape 34
Pues bien, ¿os basta lo dicho para que creáis que el juramento es algo
terrible y más peligroso que todos los pecados? Fiaos de mí, os lo ruego,
fiaos. Pero si alguno no cree, desde ahora mismo ofrezco la demostración:
ningún pecado posee lo que precisamente tiene este pecado. Efectivamente, si
no transgredimos los demás mandamientos, estamos libres de castigo; pero el
juramento, tanto si lo guardamos como si lo violamos, muchas veces somos
castigados por igual. ¿Quizá no habéis comprendido lo dicho? Pues bien,
entonces es necesario repetirlo más claro. Muchas veces alguien juró
realizar una acción inicua, y cayó dentro de un nudo corredizo indisoluble:
en adelante le era necesario guardar el juramento y transgredir la ley, o
bien no guardar el juramento y ser condenado bajo acusación de perjurio.
Así, por uno y otro lado el precipicio se hizo profundo: por uno y otro
lado, la muerte inexorable, tanto si guardaba el mandamiento como si no lo
guardaba. Por consiguiente, ¿hay algo más fatal que esto, lo mismo cuando se
cumple que cuando no se cumple? El juramento de Herodes
9. Y para que aprendáis que esto es así y que muchos se hicieron acreedores
muchas veces al castigo, no sólo violando el juramento, sino también
guardando el juramento voy a relataros algo parecido. Herodes estaba una vez
festejando su cumpleanos y celebraba el día de su nacimiento 35 Como quería
hacer espléndido aquel día, invitó a la hija de la reina a que bailase para
él, sin percatarse de que así deshonraba más bien aquel día. Y en efecto,
cuando lo que necesitaba era dar gracias al Dios bondadoso por haberle
creado de la nada, por haberle dado un alma, por haberle introducido en este
augusto espectáculo de la creación, por haberle hecho espectador de esta
hermosísima y maravillosa creación; cuando era necesario, digo, que honrase
el día con himnos y acciones de gracias al Senor, él, sin embargo, lo honró
con el deshonor. Efectivamente, ¿hay algo más deshonroso que el baile? Y ese
día bailó la hija de Herodías. !Escuchad, hombres y mujeres, todos cuantos
con tales bailes y tales cantares honráis lo mejor de vosotros mismos! No
son pequenos estos males, aunque parezcan ser indiferentes. Por eso
precisamente son males grandes: porque parecen ser indiferentes y por ello
tampoco se benefician de especial precaución. Efectivamente, la enfermedad
grande y que se cuida desaparece; en cambio la que parece pequena, al ser
descuidada por esto mismo, se hace grande. ¿Qué estás diciendo? ¿Alguien se
atreve a meter el baile en la casa de un fiel y no teme que un rayo de lo
alto caiga y todo lo abrase? Esto lo digo también a las mujeres, para que
hagan entrar en razón a sus maridos y los aparten de semejante diversión.
Aquel día, la hija de la reina entró y bailó. !Dios bendito! !Hacia qué gran
templanza hino que se volviera nuestra vida! Escuchad, fieles, a qué esposo
os estáis acercando: al que adornó con pudor, templanza y recato vuestra
vida, muy degradada antes de esto: lo que entonces la reina no se avergonzó
de hacer, ahora no querría soportarlo una simple criadita. Bailó, pues,
aquélla, y después del baile cometió otro pecado más grave: persuadió al
mentecato aquel a que le prometiera con juramento darle lo que ella pidiese.
¿Estáis viendo cómo el juramento hace también mentecatos? !Juró él, sin más,
darle justamente lo que pidiese! Pues bien, ¿qué hubiera pasado si ella
hubiera pedido su cabeza? ¿Y qué, si hubiese pedido el reino entero?
Solamente que él de nada de esto era consciente: el diablo se había
presentado junto a él con un fuerte lazo y, en cuanto el rey acabó el
juramento, puso el lazo y extendió la red por todas las partes, y entonces
sugirió aquella petición que haría inevitable la presa: Dame - dice - sobre
una bandeja la cabeza de Juan el Bautista 36, !Desvergonzada la petición!
!Insensata y fatal la donación! !Culpable de ambas, el juramento! ¿Qué se
debía, pues, hacer? Recordad lo que yo os decía: que somos igualmente
castigados, tanto si guardamos el juramento, como si lo violamos. ¿Era
necesario dar la cabeza del profeta? !En tal caso el castigo habría sido
insoportable! ¿No darla, entonces? !Sobrevendría la acusación de perjurio! ¿Ves cómo el precipicio se abre a uno y otro lado? Dame - dice - aquí, sobre
una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. !Oh petición maldita! !Y sin
embargo logró persuadir, y con ello creía acallar aquella sagrada lengua
que, por el contrario, aún ahora sigue gritando! En efecto, cada día, pero
sobre todo en cada iglesia, a través del Evangelio escucháis a Juan advertir
a gritos: !No te es licito tener la mujer de tu hermano! 37 (Mt 14, 3 - 04).
Cortó la cabeza, pero no cortó la voz. Acalló la lengua, pero no acalló la
reprobación. 10. Ya veis lo que hace el juramento: corta cabezas de
profetas. Viste el cebo: teme tu pérdida. Viste la red: no caigas en ella.
Sólo que, en adelante, será necesario andar con talento para evitar que el
corte se haga más profundo: en adelante, será necesario detener la mano y el
hierro ensangrentado, y reducir a silencio el discurso referente a las
heridas del perjurio. Sí, recordad esto y nunca pecaréis: tanto si guardáis
el juramento como si no lo guardáis, seréis igualmente castigados. ¿Dónde
están ahora los que decían: ¿?Y si juro por un justo??. Porque, ¿cómo puede
esto ser justo, si hay transgresión de la ley? ¿Cómo justo, si Dios lo
prohíbe pero tú lo haces? En adelante, empero, soportad que nosotros os
vendemos las heridas, porque incluso el vendaje tiene su tanto de doloroso.
Efectivamente, grave es el castigo, tanto del perjurio como del juramento
guardado, ya antes de nuestra ensenanza: pero será mucho más grave después
de nuestra ensenanza. Dice, en efecto: Si yo no hubiera venido, ni les
hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado
38 También es posible decir esto refiriéndolo a vosotros: en adelante, no
tendréis disculpa alguna si erráis. Lo cierto es que ahora el bautismo,
aunque encuentre perjurio, juramento legal, fornicación, adulterio o
cualquier otra maldad, lo limpia y lo purifica todo con el máximo rigor
!Ojalá en lo porvenir también vosotros conservéis esta limpieza, libres ya
de toda mancha, y nosotros podamos participar de alguna confianza por
vuestras oraciones! En adelante, efectivamente, os está permitido rogar
también por vuestros maestros, porque, de hecho, dentro de muy poco vais a
aparecer ante nosotros desde el cielo, resplandeciendo con mayor luminosidad
que las mismas estrellas. !Ojalá, pues, todos nosotros participemos, por
vuestras oraciones, de segura confianza delante del tribunal de Cristo, por
el cual y con el cual se dé gloria al Padre, junto con el Espíritu Santo,
ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! Amén.
Notas
1 Esta Catequesis, editada por PAPADOPOULOS, op. cit. pp. 154 - 156 (del que
traduzco), fue pronunciada diez días después de la segunda durante la
cuaresma del ano 388 (cf. la n. I de la segunda Catequesis, y WENGER,
Introd. pp. 28 - 29 y 64); el título es el que presenta el códice de la
Biblioteca Sinodal de Moscú n. 129, del siglo X.
2 Cf. Hb 13, 17.
3 Cf. Ex 16, 32 - 34.
4 Cf. Ex 28, 6 ss.
5 Quizá alusión indirecta a St 1, 18.
6 Cf. Hb 9, 24.
7 Cf. Hb 10, 19 - 20; para el significado de ¿terrible, tremendo? aplicado a
lo sagrado y al bautismo, cf. WEN - GER, Introd. p. 71ss
8 Traduzco asé el singular prolepsis, probable derivación estoica.
9 Cf. Mt 13, 3 ss.
11 Como en otras ocasiones, así traduzco mystikós, según la acepción
originaria del término
12 Cf. Ga 3, 13 (referencia a Dt 21, 23).
13 Cf. Rm 6, 6, citado más explícitamente casi a continuación (n 15).
14 Rm 6, 3.
15 Rm 6, 6.
16 Cf. Lc 12, 50; Mt 20, 22; Mc 10, 38: Papadopoulos sugiere la posibilidad
de que sea un agraphon (aparato crítico, p. 158)
17 Mt 20, 20 - 21.
18 Mt 20, 22; Mc 10, 38.
19 Mt 26, 39.
20 Cf. 1P 2, 22 (con referencia a Is 53, 9).
21 Cf. Rm 6, 5.
22 Cf. Rm 6, 8.
23 Rm 6, 4.
24 Cf. Mt 8, 6 - 13; Lc 7, 1 - 15.
25 Cf. Mt 27, 62 - 66; Evangelio de Pedro. 30 (ed. de A. DE SANTOS OTERO,
Madrid 1979, B.A.C. 148, pp. 387 - 388).
26 Cf. Mt 27, 64 y nota anterior.
27 Cf. Is 20, 3 - 4.
28 Cf. Is 53, 12.
29 Cf. Is 61 - 1
30 Sal 68, 19: la versión de los Setenta calca servilmente la paronomasia o
figura etimológica, del hebreo (cf. JOUON, Grammaire de l'Hebreu biblique,
Roma 1965, par. 125 q); san Juan Crisóstomo la hace suya.
31 Ef 2, 19.
32 Mt 7, 24.
33 Sal 38, 5 - 6
34 Nótese la larga enumeración, cuyo fin es poner de relieve la peligrosidad
del juramento.
35 Cf. Mt 14, 6 - 12.
36 Cf. Mt 14, 8.
37 Cf. Mt 14, 3 - 4.
38 Jn 15, 22JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 4
?Del mismo: última Catequesis para los que van a ser iluminados? El bautismo
como desposorio1
1. Hoy es el último día de la Catequesis, por eso yo, el último de todos, he
llegado también al último día, pero al final llego con el anuncio de que el
esposo vendrá dentro de dos días. !Pero levantaos, encended vuestras
lámparas y recibid con luz esplendente al rey de los cielos! 2. Levantaos y
velad, porque el esposo no llega a vosotros durante el día, sino a media
noche. Y en efecto, ésta es la costumbre del cortejo nupcial: que las
esposas sean entregadas a los esposos de anochecida. Pero no os hagáis sin
más los sordos al escuchar la voz de que llega el esposo, porque es una voz
realmente grande y está llena de bondad: no mandó que la naturaleza de los
hombres fuese hacia Él, sino que Él personalmente se vino junto a nosotros,
y es que, efectivamente, la ley de las nupcias es ésta: que el esposo venga
a la esposa, aunque él sea riquísimo y ella en cambio pobre y despreciada.
Sin embargo, nada tiene de extrano que esto se dé entre los hombres.
Efectivamente, si en cuestión de mérito la diferencia puede ser mucha, la
diferencia de naturaleza, en cambio, es nula: por rico que sea el esposo y
por indigente y pobre que sea la esposa, ambos son, con todo, de la misma
naturaleza. Pero, tratándose de Cristo y de la Iglesia, la maravilla está en
que Él, a pesar de ser Dios y tener aquella dichosa y purísima substancia
(!y sabéis cuánto dista de los hombres!), se dignó bajar a nuestra
naturaleza y, dejando su casa paterna, corrió hacia la esposa, no con un
mero desplazamiento, sino por la economía de la encarnación. Conocedor,
pues, de esto y maravillado del exceso de solicitud y de estima, el mismo
bienaventurado Pablo a grandes voces decía: Por esto dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer: éste misterio es grande, mas yo lo
digo con respecto a Cristo y a la Iglesia 3. El vestido de la esposa
2. ¿Y qué tiene de admirable el que haya venido a la esposa, cuando ni
siquiera se negó a dar su vida por ella? Y sin embargo, ningún esposo pone
su vida por su esposa, y es que nadie, ningún enamorado, por loco que esté,
se inflama tanto en el amor de su amada, como Dios se desvive por la
salvación de nuestras almas: ¿Aunque tenga que ser escupido - dice - , ser
apaleado y subir a la misma cruz, no me negaré a ser crucificado, con tal de
acoger a la esposa?. Ahora bien, todo esto lo sufrió y lo soportó sin que
contara para nada la admiración de su belleza: en efecto, antes de esto 4,
nada era más feo y repulsivo que ella. Escucha, pues, cómo describe Pablo su
disformidad y su fealdad: Porque también nosotros éramos en otro tiempo
necios, rebeldes, extraviados, esclavos de pasiones y placeres diversos,
aborrecibles y odiándonos los unos a los otros 5. Unos a otros nos odiábamos
(!tal era la exageración de nuestra maldad!), pero Dios no nos odió a
nosotros, que mutuamente nos odiábamos, al contrario, salvó a esos mismos
que vivían en tanta fealdad y en tanta disformidad del alma. Cuando vino y
encontró a la que iba a ser conducida como esposa desnuda y fea, la envolvió
con un manto puro, cuyo resplandor y cuya gloria, ni palabra ni mente alguna
podrá representar. !Qué estoy diciendo! !Él mismo es el manto con que nos
cubrió: Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis vestidos! 6. David, que vio mucho antes este vestido con ojos
proféticos, decía a voz en grito: Está la reina a tu derecha 7. Ser reina la
pobre y rechazada, y ponerse de pie junto al rey, todo fue uno, y el profeta
presenta a la Iglesia y a Cristo como un esposo con su esposa de pie en el
sagrado pórtico: Con vestido recamado en oro envuelta, adornada con variedad
8. Mira, también te senaló el vestido. Luego, para que al oír ¿de oro? no
vengas a dar en las cosas sensibles, de nuevo levanta él tu mente y la
conduce hacia la contemplación de las cosas inteligibles, cuando anade lo
siguiente: Toda la gloria de la hija del rey está dentro 9. ¿Quieres también
ver su calzado? Tampoco éste está cosido con material sensible, ni se
compone de cuero común, sino de Evangelio y de paz, pues dice: Y calzad
vuestros pies con el aparejo del Evangelio y de la paz 10. ¿Quieres que te
muestre también el semblante mismo de la esposa, fulgurante y de una belleza
inconcebible, y la gran muchedumbre de ángeles y arcángeles que la rodean?
Entonces agarrémonos de la mano de Pablo, el conductor por excelencia de la
esposa, el cual podrá introducirnos hasta ella abriéndose paso entre la
multitud. ¿Qué nos dice, pues, éste? Maridos, amad a vuestras mujeres como
también Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, con el fin de
santificarla purificándola en el bano del agua con su palabra 11. ¿Viste la
pureza y esplendor de su cuerpo? ¿Viste su perfecta sazón, más refulgente
que los mismos rayos del sol? Luego anade: Para que sea santa e
irreprochable, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante 12, ¿Viste la flor
misma de la juventud, la cumbre misma de la edad? ¿Quieres aprender también
su nombre? Fiel se llama, y santa, pues dice: Pablo, apóstol de Cristo
Jesús, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso 13. El
significado del nombre de fiel
3. Sin embargo, al oír el nombre de la esposa, me acordé de una antigua
deuda, y es que os tenía prometido explicaros por qué nos llamamos fieles
14. ¿Por qué razón, pues, nos lo llamamos? A nosotros los fieles se nos han
confiado cosas que los ojos de nuestro cuerpo no pueden ver: tan grandes y
terribles son, y exceden a nuestra naturaleza. Efectivamente, ni un
razonamiento humano podrá hallarlas y ni una palabra humana podrá
explicarlas; sin embargo, la sola ensenanza de la fe sabe bien todo eso. Por
lo mismo Dios nos hizo dos tipos de ojos: los de la carne y los de la fe.
Cuando entres en la sagrada iniciación, los ojos de la carne verán el agua,
en cambio los de la fe mirarán al espíritu; aquellos contemplarán el cuerpo
inmerso, éstos, en cambio, al hombre viejo sepultado 15; aquellos, la carne
lavada, éstos, el alma purificada; aquellos verán el cuerpo que sale de las
aguas, y éstos al hombre nuevo 16 y radiante que sube de esta puriflcación.
Y aquellos verán que el sacerdote impone desde arriba su mano derecha
tocando la cabeza; éstos, en cambio, contemplarán al gran sumo sacerdote que
desde los cielos extiende su invisible mano derecha y toca la cabeza: en
realidad no es un hombre el que entonces bautiza, sino el Hijo unigénito de
Dios en persona. Y lo que aconteció en la carne del Senor, esto mismo
acontece también en la nuestra. Efectivamente, lo mismo que, en apariencia,
Juan tenía aquélla agarrada por la cabeza, pero era el Dios Verbo quien
realmente la bajaba a la corriente del Jordán y la bautizaba, y era la voz
del Padre la que desde arriba decía: Éste es mi Hijo amado 17, así también
obraba el Espíritu Santo con su venida. Y lo mismo acontece también en tu
carne, pues el bautismo se hace en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Y por esta razón Juan decía, al ensenarnos que no nos
bautiza un hombre, sino Dios: Detrás de mi llega el que es más poderoso que
yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su sandalia: Él os
bautizará en Espiritu Santo y fuego 18. Y también por la misma razón el
sacerdote, al bautizar, no dice: ¿Yo bautizo a Fulano?, sino: Fulano es
bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, dando así
a entender que no es él quien bautiza, sino el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo, cuyos nombres se invocan. Y por idéntica razón también nuestra
exposición de hoy se llama fe y no os permitimos pronunciar ninguna otra
cosa antes de que digáis: ¿Creo?. Esta palabra es un cimiento inconmovible
sobre el que se asienta una edificación inaccesible a las sacudidas 19. Por
eso Pablo dice también: Porque es necesario que quien se acerca a Dios crea
que existe 20. Y también por esta razón tú, al acercarte a Dios, primero
crees, y luego proclamas esta palabra, porque, si no es ésta, ninguna otra
podrás decir, ni siquiera pensar. Y por dejar de lado aquella generación
inefable y sin testigos, te presentaré a las claras esta generación de aquí
abajo, de la que muchos fueron testigos, y por la prueba misma de los hechos
te confirmaré la verdad de que, sin la fe, no es posible aceptar ni siquiera
ésta. El que es infinito, el que todo lo abarca y domina, vino al útero de
una virgen. ¿Cómo, dime, de qué manera? Demostrarlo no es posible, pero, si
acudes a la fe, ella te satisfará del todo: las cosas que sobrepasan la
debilidad de nuestro razonamiento, menester es, en efecto, confiarlas a la
ensenanza de la fe. El modo de esta generación, ni el mismo Mateo que la
escribió lo sabe. Dijo, efectivamente, que María se halló haber concebido
del Espiritu Santo 21, pero, de qué modo, no lo enseno. Tampoco Gabriel lo
sabe, pues también él se limitó a decir lo siguiente: El Espiritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra 22, pero
el cómo y de qué manera, ni él mismo lo sabe.
4. Con todo, el discurso sobre la fe lo dejaremos para el maestro, y en otro
momento oportuno nos será también posible hablaros, cuando estén presentes
muchos de los no iniciados; pero lo que ahora necesitáis escuchar vosotros
solos y que no podemos decir si ellos están mezclados con vosotros, esto es
necesario que os lo diga hoy 23. Renuncia a Satanás y adhesión a Cristo
?De qué se trata, pues? Manana, viernes, y a la hora nona, será necesario
exigiros que pronunciéis ciertas palabras y que establezcáis pactos con el
Senor. Ahora bien, no os he recordado este día y esta hora sin más, sino
porque es posible sacar de ello alguna ensenanza del misterio. Y en efecto,
el viernes, a la hora nona, entró el bandido en el paraíso, y se deshizo la
oscuridad que había durado desde la hora séptima hasta la nona 24, y tanto
la luz sensible como la inteligible fue ofrecida entonces como sacrificio
por el universo: entonces, efectivamente, dice Cristo: Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu 25. Entonces este sol sensible, cuando vio al sol de
justicia resplandecer desde la cruz, apartó sus rayos. Por tanto, cuando tú
también estés a punto de ser introducido en la hora nona, acuérdate también
de la grandeza de los resultados y calcula estos dones en ti mismo y en
adelante no estarás ya sobre la tierra, sino que te realzarás y con tu alma
tocarás los mismos cielos. Naturalmente, es preciso que entonces todos
vosotros en común, al ser introducidos (y en efecto, observa también esto:
que todo se os da en común a todos vosotros para que ni el rico mire por
encima del hombro al pobre, ni el pobre piense que tiene algo inferior al
rico, pues en Cristo Jesús no hay varón, ni hembra, ni escita, ni bárbaro,
ni judío, ni griego 26, ya que se ha eliminado toda desigualdad, no sólo de
edad y de naturaleza, sino también de honor: un solo honor, un solo don, un
solo vínculo de fraternidad entre vosotros: la misma gracia), es preciso,
digo, que al ser introducidos, todos vosotros en común dobléis la rodilla y
no permanezcáis derechos, y con las manos tendidas hacia el cielo, deis
gracias a Dios por este don. Las sagradas leyes mandan estar de rodillas, de
modo que incluso a través del gesto se pueda confesar la soberanía.
Efectivamente, el doblar la rodilla es propio de los que confiesan su
esclavitud; escucha, si no, lo que dice Pablo: Ante Él se doblará toda
rodilla: de los seres del cielo, de la tierra y de bajo la tierra 27. Pues
bien, los que inician en los misterios mandan que, al doblar las rodillas,
se digan estas palabras: ¿!Renuncio a ti, Satanás!?
5. Las lágrimas se me han saltado ahora mismo, y tengo confusa la mente y
sollozo con amargura. ¿Por qué razón me he acordado de aquel sagrado día en
que a mí se me juzgó digno de proferir esta venturosa frase, por la cual fui
conducido a la terrible y santa iniciación de los misterios? ¿Por qué me
acordé de la limpieza de entonces y de todos los pecados que desde aquel día
hasta hoy fui acumulando? Pues bien, lo mismo que toda mujer que de la
riqueza cae en la más extrema pobreza, cuando ve a otras jóvenes casarse,
ser entregadas a maridos ricos, disfrutar de gran estima y acompanarse de
servidumbre y ostentación, ella sufre dolor y gran aflicción, no porque
envidie los bienes ajenos, sino porque en los éxitos de las demás percibe
con más exactitud las propias calamidades, así también yo ahora estoy
pasando por algo semejante. Sin embargo, para no ensombrecer todavía más mi
discurso, si lo que hago es contaros mis propios males, !ea!, volvamos de
nuevo a vosotros.
6. ¿!Renuncio a ti, Satanás!? ¿Qué ha sucedido? ¿No es extrano y paradójico?
Tú, el miedoso y tembleque, ¿te has sublevado contra el tirano? ¿Desprecias
su crueldad? ¿De dónde te vino ese atrevimiento? ¿!Tengo un arma poderosa!?,
dice - ¿Qué clase de arma? ¿Qué aliados? - Dime. ¿Me adhiero a ti, Cristo,
dice. Por eso tengo osadía para sublevarme, porque tengo un poderoso
refugio. Éste me dio superioridad sobre el diablo: a mí, que ante él
temblaba de miedo. Y por esta razón renuncio, no sólo a él, sino también a
toda su pompa. Ahora bien, pompa del diablo es toda forma de pecado: los
espectáculos de iniquidad, los hipódromos, las reuniones que rebosan de risa
y palabras torpes; pompa del diablo son los auspicios y vaticinios, los
agüeros y los horóscopos, los presagios, los amuletos y los hechizos. La
cruz tiene el poder de un admirable amuleto y del más grande hechizo;
dichosa el alma que pronuncia el nombre de Jesucristo crucificado: invoca a
éste, y toda enfermedad huirá y toda asechanza satánica te cederá el
terreno. Acuérdate, pues, de estas palabras: ellas son los pactos hechos con
el esposo. Efectivamente, lo mismo que en las bodas es necesario
cumplimentar los documentos referentes a los regalos nupciales y a la dote,
así también ocurre ahora antes de las nupcias. Te encontró desnuda, pobre y
fea, y no pasó de largo: únicamente necesita de tu consentimiento. Así,
pues, tú, en vez de la dote, ofrece estas palabras, que Cristo las tendrá
por riqueza inmensa, con tal que tú las cumplas en todo: su riqueza es,
efectivamente, la salvación de nuestras almas. Escucha cómo lo dice Pablo:
Porque rico es para con todos los que le invocan 28. La unción con la senal
de la cruz
7. Después de estas palabras, después de la renuncia al diablo y después de
la adhesión a Cristo, como convertidos ya en familiares suyos y que nada
tienen ya de común con el diablo, manda él que inmediatamente sean marcados
con el sello. Y te senala con la cruz sobre la frente. Efectivamente, puesto
que lo propio es que la fiera aquella, al escuchar tus palabras, se
enfurezca más todavía (!tal es su desvergüenza!) y quiera saltar sobre tu
misma cara, al grabar con el crisma en tu rostro la cruz, se calma todo su
furor. En adelante no se atreverá ya a mirar de frente a un semblante así,
al contrario, en cuanto vea los rayos que de allí emanan, se alejará con los
ojos deslumbrados. Ahora bien, la cruz se marca usando el crisma, y este
crisma es a la vez aceite y perfume: perfume para la esposa, aceite para el
atleta. Y repito: no es un hombre, sino Dios mismo quien te unge valiéndose
de la mano del sacerdote; que es así, escúchalo de Pablo, que dice: Y el que
nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios 29. Ahora
bien, en cuanto esta unción haya ungido todos tus miembros, podrás someter
sin miedo alguno a la serpiente, y nada malo te pasará. El bautismo
8. Pues bien, después de esta unción, sólo queda ya bajar a la piscina de
las santas aguas. Entonces el sacerdote, despojándote del vestido, él mismo
te introduce en la corriente
?Por qué desnudo? Te hace recordar tu primera desnudez, cuando estabas en el
paraíso y no te avergonzabas, pues dice: Adán y Eva estaban desnudos, y no
se avergonzaban 30, hasta que tomaron el manto del pecado, todo él
impregnado de vergüenza. Tú, empero, no te avergüences ni siquiera entonces,
pues la piscina es mucho mejor que el paraíso: no está allí la serpiente,
sino que allí está Cristo que te inicia en los misterios llevándote a la
regeneración por el agua y el Espíritu. Tampoco hay allí árboles deliciosos
a la vista, pero allí están los carismas espirituales. No está allí el árbol
de la ciencia del bien y del mal 31, ni la ley ni los mandamientos, pero sí
la gracia y los dones: Porque el pecado no se ensenoreará de vosotros, pues
no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia 32.
9. Mas, ya que escuchasteis con tanto placer lo que os he dicho, voy a
pediros a cambio una sola cosa, la misma que os pedí al principio. Cuando
bajéis a la piscina de aquellas aguas, acordaos de mi indignidad 33. Esto
mismo os pedí recientemente, cuando os recordé a José, que decía al copero
mayor: Acuérdate de mi cuando te vaya bien 34. También yo os dije al
principio: ¿Acordaos de mí cuando os vaya bien?. Pero ahora no digo: ¿Acordaos de mí cuando os vaya bien?, sino:
¿Acordaos de mí, puesto que os
ha ido bien?. También aquel decía: Acuérdate, porque yo no hice nada malo
35; yo en cambio digo: ¿Acordaos de mí, porque hice muchos y graves males?.
Todos vosotros ahora tenéis una gran confianza con el Rey: a vosotros os
enviamos como comunes legados en favor de la naturaleza de los hombres. No
le lleváis como ofrenda una corona de oro, sino una corona de fe: os
recibirá con gran benevolencia. Pedid, pues, por la común madre de todos,
para que sea inconmovible e inmune a las sacudidas; también por el sumo
sacerdote, gracias a cuyas manos y voz alcanzáis estos bienes. Regatead
mucho con Él en favor de los sacerdotes que comparten nuestra sede, y en
favor de todo el género humano, de modo que nos perdone, no las deudas de
riquezas, sino las de los pecados. Que sean comunes los éxitos: mucha es
vuestra confianza con el Senor, y Él os acogerá con un beso. El beso santo
10. Mas ya que hemos mencionado el beso, quiero también hablaros ahora sobre
él. Siempre que estamos a punto de acercarnos a la sagrada mesa, se nos
manda besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo. ¿Por qué razón?
Puesto que estamos separados por los cuerpos, en aquella ocasión
entrelazamos nuestras almas unas con otras mediante el beso, de modo que
nuestra reunión sea tal cual lo era aquella de los apóstoles, cuando el
corazón y el alma de los fieles eran uno solo 36. Así, efectivamente, es
preciso que nos lleguemos a los sagrados misterios: estrechamente unidos los
unos con los otros. Escucha lo que dice Cristo: Si traes tu ofrenda al
altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, marcha,
reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y ofrece tu presente 37.
No dijo: ¿Primero ofrece?, sino: ¿Reconcíliate primero, y entonces ofrece?.
Por esto mismo nosotros también, con el don delante, primero nos
reconciliamos mutuamente, y entonces nos acercamos al sacrificio. Pero hay
además otra razón misteriosa de este beso. El Espíritu Santo nos hizo
templos de Cristo 38, y así, al besarnos mutuamente en la boca, besamos con
ternura los umbrales del templo. Que nadie, pues, haga esto con perversa
conciencia, con mente enganosa, porque el beso es santo, pues dice: Saludaos
mutuamente con el santo beso 39. Con todo esto presente en la memoria,
guardemos en todo momento la adhesión, la renuncia y la confianza con que
ahora nos ha agraciado el Senor, y conservémosla sin mancha y pura, para que
podamos salir con gran gloria al encuentro del Rey de los cielos y nos
consideren dignos de ser arrebatados en la nube y aparecer merecedores del
reino de los cielos. Que todos nosotros podamos alcanzarlo por la gracia y
bondad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los
siglos. Amén.
Notas
1 Publicada también por PAPADOPOULOS (op. cit. pp. 166 - 175), es la
pronunciada el Jueves Santo del ano 388 (cf. WENGER, Introd. pp. 30 y 34);
como en la Catequesis precedente, el título es el atestiguado por el códice
de la Biblioteca Sindodal de Moscú n. 129.
2 Probable alusión a la parábola de las diez vírgenes, Mt 25, 1 - 13.
3 Ef 5, 31 - 32.
4 Es decir, antes del desposorio.
5 Tt 3, 3.
6 Ga 3, 27.
7 Cf. Sal 45, 10
8 Ibid.
9 Cf. Sal 45, 14.
10 Ef 6, 15; es alusión clara a Is 52, 7.
11 Ef 5, 25 - 26.
12 Ef 5, 27.
13 Ef 1, 1.
14 Cf. supra, Catequesis 1.
15 Cf. Ef 4, 22; ¿inmerso? = bautizado.
16 Cf. Ef 4, 24
17 Mt 3, 17.
18 Cf. Jn 1, 27; Lc 3, 16.
19 Así traduzco asáleuton.
20 Hb 11, 6.
21 Mt 1, 18.
22 Lc 1, 35.
23 En tiempos de san Juan Crisóstomo todavía estaba vigente la clara
distinción entre bautizados y catecúmenos; estos últimos no eran admitidos a
la celebración del misterio eucarístico.
24 Cf. Lc 23, 43 - 44.
25 Lc 23, 46.
26 Cf. Col 3, 11.
27 Cf. Flp 2, 10
28 Rm 10, 12: la repetición de epi pántas probablemente se debe a un error
de transcripción, pues la tradición manuscrita no la atestigua; por eso no
la traducimos.
29 2Co 1, 21.
30 Gn 2, 25.
31 Cf. Gn 2, 9, que en la versión de los Setenta: xylon tou eidénai gnoston
sigue literalmente la expresión he - brea; san Juan Crisóstomo ha omitido el
infinitivo sustantivado.
32 Rm 6, 14.
33 Así traduzco eutéleia, título de humildad, corriente ya en esta época.
34 Gn 40, 14; cf. supra, Catequesis II, c. 1.
35 Cf. Gn 40, 15
36 Cf. Hch 4, 32.
37 Mt 5, 23 - 24
38 Cf. 1Co 3, 16; 1Co 6, 19.
39 1Co 16, 20
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 5
?Catequesis primera para los que van a ser iluminados?. El bautismo como
matrimonio espiritual1
1. Tiempo de gozo y de alegría espiritual es el presente, pues ved llegados
los por nosotros tan deseados y queridos días de las nupcias espirituales.
Porque nadie podría decirse que yerra quien llama nupcias a lo que ahora
acontece, y no sólo nupcias, sino también leva admirable y sorprendente. Y
no vaya alguien a pensar que lo dicho sea contradictorio; escuche más bien
al maestro del universo, al bienaventurado Pablo, que se sirve de ambas
imágenes cuando en cierto momento dice: Os he desposado a un solo marido,
para presentaros a Cristo como virgen intacta 2; Y en otro, como si
estuviera armando a soldados que van a partir para la guerra, les dice
también: Revestíos la armadura de Dios, para que podéis resistir a las
insidias del diablo 3.
2. Realmente 4 hay alegría hoy en el cielo y en la tierra, porque, si tan
grande es el contento que se da por un solo pecador que se convierte 5, !por
tamana muchedumbre que a una se ríe de los lazos del diablo y a una se
apresura a inscribirse en el rebano de Cristo, cuánto mayor no será la
alegría que habrá entre los ángeles y los arcángeles, entre todas las
potestades de arriba y entre todas las creaturas de la tierra!
3. Pues bien, tratemos de hablaros como a una esposa que está a punto de ser
introducida en el tálamo, y a la vez que os vamos mostrando la enorme
riqueza del esposo y la indecible bondad de que hace gala para con ella, le
mostraremos a ella también de qué males la han librado y de qué bienes va a
disfrutar. Y si os parece, examinemos en primer lugar lo referente a ella, y
veamos en qué situación está, y cómo se halla dispuesta cuando el esposo se
le acerca. Porque de esta manera será como mejor se mostrará la infinita
bondad del común soberano de todas las cosas. Efectivamente, no la acogió
por estar enamorado de su buena estampa, de su belleza o de la lozanía de su
cuerpo, al contrario, aunque disforme, fea, indigna, sucia a más no poder y,
por así decirlo, poco menos que revolcándose en el lodazal de sus pecados,
así fue cómo la hizo entrar en la alcoba nupcial.
4. Sin embargo, al escuchar de mí estas palabras, que nadie caiga en una
crasa interpretación material, pues nuestro discurso versa sobre el alma y
sobre su salvación. Y es que ni siquiera el bienaventurado Pablo, aquella
alma cuya altura toca el cielo, cuando decía: Os he desposado a un solo
marido, para presentaros a Cristo como virgen intacta 6, no quería darnos a
entender otra cosa sino que había unido, como virgen intacta a Cristo, las
almas que se acercan a la piedad.
5. Por consiguiente, puesto que sabemos muy bien esto, aprendamos con toda
claridad cuál fue la anterior fealdad del alma, para que admiremos la bondad
del Senor. Efectivamente, ¿qué mayor disformidad podía haber que la de esta
alma que, abandonando su propia dignidad y olvidándose de su noble
nacimiento de arriba, hace alarde de su culto a los ídolos de piedra y
madera, a los animales irracionales y a objetos aun más indignos, y por
efecto del grasiento vapor de la sangre sucia y del humo 7, sigue
acrecentando su fealdad? Porque de ahí nace luego el abigarrado enjambre de
los placeres, las orgías, las borracheras, los desenfrenos 8: de todas las
desvergonzadas conductas que son la alegría de los demonios a los que
sirven.
6. Pero el Senor en su bondad, al ver al alma en semejante estado y, por así
decirlo, abismada en el fondo mismo del mal, sin tener en cuenta su fealdad,
ni el exceso de su miseria, ni la enormidad de sus males, la acogió desnuda
y desheredada, mostrando así el exceso de su propia bondad. Y tal
disposición la pone de manifiesto cuando por medio del profeta, dice:
Escucha, hija, mira e inclina tu oído: olvida tu pueblo y la casa de tu
padre, y el rey se prendará de tu belleza 9.
7. Ya ves cómo muestra su peculiar bondad desde los mismos comienzos, pues
se digna llamar hija a la que así se había rebelado y se había entregado a
los impuros demonios. Y no sólo esto, sino que tampoco pide cuentas de las
faltas cometidas, ni exige satisfacción, antes bien, únicamente la anima y
exhorta a aplicar el oído y a aceptar la exhortación y el aviso, y la ordena
que se olvide de lo ya hecho.
8. ¿Has visto la inefable bondad? ¿Ves la exageración de su solicitud?
Porque el santo David decía aquello entonces como hablando a todo el
universo, que se hallaba en mala situación, pero ahora es el momento
oportuno de que también nosotros, dirigiéndonos a los que desean el yugo de
Cristo y acuden corriendo a esta leva espiritual, gritemos esto mismo y
digamos a cada uno de los aquí presentes, cambiando un poquito el dicho del
profeta: ¿Olvidaos, vosotros, los nuevos soldados de Cristo, de todo lo
anterior: dad al olvido las malas costumbres. Escuchad y aplicad el oído, y
haced caso de este óptimo aviso?.
9. Escucha, hija - dice - , y mira, e inclina tu oído: olvida tu pueblo y la
casa de tu padre10. Ya ves que el profeta dirigió a todo el universo la
misma exhortación que hoy dirigimos, también nosotros, a vuestra caridad,
pues, al decir: Olvida tu pueblo, quiso dar a entender la idolatría, el
error y el culto a los demonios; y la casa - dice - de tu padre: esto es,
olvida tu anterior comportamiento que te condujo a esta disformidad.
Olvídate de todo ello, y arroja de tu mente todo preconcepto de esa índole.
Porque, con sólo que hagas esto y renuncies a tu pueblo y a la casa de tu
padre, es decir, a la vieja levadura y a la maldad en que habías consumido y
destruido la lozanía de tu alma junto con la del cuerpo, el rey se prendará
de tu belleza.
10. ¿Estás viendo, querido, que se trata del alma? Efectivamente, la fealdad
natural del cuerpo nunca podría cambiarse en belleza, pues el Senor dispuso
que lo natural fuese inamovible e inmutable. En cambio, por lo que hace al
alma, esa mutación es factible, incluso muy fácil. ¿Cómo y por qué? Porque
en todo depende de la libre elección, y no de la naturaleza 11, y por eso es
posible que incluso el alma más disforme y sumamente fea, si con todas sus
fuerzas quiere cambiar, vuelva a alcanzar la cima de la belleza y ser de
nuevo hermosa y bella, lo mismo que, si se abandona, puede hundirse otra vez
en la fealdad más extrema 12. Así pues, el rey se prendará de tu belleza, si
olvidas lo anterior: tu pueblo - dice - y la casa de tu padre. El gran
misterio del matrimonio
11. ¿Ves la bondad del Senor? Por tanto, no en vano ni a bulto comencé mi
discurso llamando matrimonio espiritual a este acontecimiento. Y es que,
efectivamente, en el matrimonio carnal es imposible que la doncella se una
al marido si no es olvidándose antes de sus padres y de quienes la han
criado, y transfiriendo su entera voluntad al esposo que va a unirse con
ella 13. Por eso también el bienaventurado Pablo, al topar con este tema,
llamó al asunto misterio. Efectivamente, después de haber dicho: Por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los
dos una sola carne, tras considerar la grandeza del hecho, exclamó
estupefacto: !Gran misterio es éste! 14.
12. Y en efecto, grande es, en verdad. Porque, ¿qué entendimiento humano
podrá comprender la naturaleza de este hecho, cuando se piensa,
efectivamente, que la joven, amamantada y guardada en su aposento y objeto
de tanta solicitud por parte de sus padres, cuando llega la hora del
casamiento, de golpe y en un solo instante se olvida de los dolores maternos
en su alumbramiento, de todos los demás cuidados, de su vida en común, del
lazo del amor y de todo, en fin, y toda su voluntad la transfiere a aquel a
quien ella nunca viera antes de esa misma anochecida 15, y se produce un
cambio de la situación tan considerable que, en adelante, él es todo para
ella y le considera padre, madre, esposo y cuanto se quiera, y no tiene el
menor recuerdo de quienes la criaron durante tantos anos, y en cambio es tan
fuerte la unión que, en adelante, ya no son dos, sino uno solo?
13. Previendo esto mismo con su mirada profética, decía el primer hombre:
Ésta se llamará mujer, porque del varón ha sido tomada. Por eso el hombre
dejará a su padre y a su madre y se juntará a su mujer, y los dos serán una
sola carne 16. Lo mismo podría decirse también del varón: también él se
olvida de los que le engendraron y de la casa paterna, y se une y se pega a
la que en ese mismo anochecer se casa con él. Y la divina Escritura, para
mostrarnos el rigor de la convivencia, no dice: Se unirá a la mujer, sino:
Se juntará 17 a su mujer. Y no se contenta con esto, sino que anade: Y serán
los dos una sola carne. Por eso Cristo, al aducir este testimonio, decía: De
modo que ya no son dos, sino una sola carne 18. !Tan intensa - dice - se
hace la unión y la conjunción, que los dos son una sola carne! ¿Qué
entendimiento, dime, podrá imaginar esto, qué pensamiento comprender lo
acontecido? ¿Acaso no decía bien aquel bienaventurado maestro del universo
que esto es un misterio? Y tampoco dijo simplemente ¿un misterio?, sino:
!Gran misterio es éste!
14. Por consiguiente, si en el campo de las realidades sensibles el
matrimonio es un misterio, y un gran misterio, ¿qué podría decirse que fuera
digno de este matrimonio espiritual? Por lo demás, mira exactamente como,
por ser todo esto de índole espiritual, los hechos ocurren al revés que en
las realidades sensibles. Efectivamente, en el matrimonio carnal, a nadie se
le ocurriría aceptar el tomar una mujer sin antes haberse afanado en indagar
sobre su belleza y la lozanía de su cuerpo, y no sólo eso, sino también, y
antes que nada, sobre el buen estado de su fortuna.
15. Aquí, en cambio, nada de eso. ¿Por qué? Porque lo que se realiza es de
índole espiritual, y nuestro esposo se apresura a salvar nuestras almas
empujado por su bondad. Efectivamente, aunque uno sea disforme y
horriblemente feo, aunque sea pobre de solemnidad y de bajo nacimiento,
aunque sea un esclavo, un desecho y un tarado corporal, y aunque uno ande
abrumado con fardos de pecados, Él no para mientes, en sutilezas, ni indaga,
ni pide cuentas. Es un don gratuito, es generosidad, es gracia soberana, y
de nosotros solamente pide una cosa: el olvido del pasado y la buena
disposición en lo por venir. El contrato y los regalos del matrimonio
espiritual
16. ¿Ves qué exceso de gracia? ¿Ves a qué esposo se unen los que obedecen a
la llamada? Pero veamos también, si os parece, los comienzos de este
matrimonio espiritual. De igual manera que en los matrimonios carnales se
concluye un contrato de dote y se hace entrega de regalos, aportando unos el
esposo y otros la que se va a casar, naturalmente era preciso que también
aquí se diera algo parecido. Efectivamente, el pensamiento de las realidades
corporales hay que trasladarlo a las más divinas y espirituales. Por
consiguiente, ¿cuáles son aquí los contratos dotales? ¿Y qué otra cosa
pueden ser, si no son la obediencia y los pactos que van a concluirse con el
esposo? ¿Y qué regalos son justamente los que aporta el esposo antes de la
boda? Escucha al bienaventurado Pablo, que nos lo ensena y dice así:
Maridos, amad a vuestras mujeres como también Cristo amó a la Iglesia y se
entregó por ella, con el fin de santificarla purificándola en el bano del
agua con su palabra, para prepararse una Iglesia radiante de gloria, sin
mancha ni arruga ni nada parecido 19.
17. ¿Ves la grandeza de los regalos? ¿Ves el indecible exceso de amor? !Cómo
también Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella! Nadie hubiera
aceptado jamás tal cosa, !derramar su sangre por la que va a unirse a él! Y,
sin embargo, el bondadoso Senor, imitando su propia bondad, aceptó tamana y
descomunal proeza por causa del mimo con que envuelve a su esposa, para
santificarla por medio de su propia sangre y poner ante sí radiante de
gloria a la Iglesia, purificada con el bano del bautismo. Por eso derramó su
sangre y sufrió la cruz, para otorgarnos por ese medio la gracia de la
santificación, purificarnos mediante el bano de la regeneración y poner ante
sí radiante de gloria y sin mancha ni arruga, ni nada parecido, a los que
antes eran objeto de desprecio y no podían tener la más mínima confianza.
18. ¿Estás viendo cómo, al decir: Con el fin de purificarla y prepararse una
Iglesia radiante de gloria, sin mancha ni arruga, nos hizo saber la impureza
en que se hallaba antes? Si reflexionáis, pues, sobre todo esto, vosotros,
los nuevos soldados de Cristo, no os fijéis en el tamano de vuestros propios
males, ni tengáis en cuenta el exceso de vuestros pecados; mejor aun, aunque
logréis calcularlo con exactitud, no por eso vaciléis, al contrario:
sabedores como sois de la munificencia del Senor, del exceso de su gracia y
de la grandeza de su don, todos cuantos habéis sido considerados dignos de
recibir aquí el derecho de ciudadanía, acercaos con la mayor buena voluntad
y, renunciando a todo lo pasado, empenad sin reservas vuestra mente en
demostrar vuestro cambio. La profesión de fe en la Trinidad
19. Y ya que conocéis bien vuestra disposición y vuestro estado al acercarse
a vosotros el Senor sin pediros cuentas de vuestras fechorías y sin hacer
averiguaciones de vuestros pecados, contribuid también vosotros
personalmente confirmando vuestra confesión de fe en El, no tan sólo con la
lengua, sino también con la mente. Porque - dice - con el corazón se cree
para lograr la justicia, en cambio con la boca se confiesa la fe para
conseguir la salvación 20. Efectivamente, es necesario que el pensamiento
esté sólidamente arraigado en la piedad de la fe, y que la lengua proclame
por medio de la confesión de fe la firmeza del pensamiento.
20. Por consiguiente, ya que el fundamento de la piedad es la fe, !ea!,
dialoguemos juntos un poco sobre ella, para que, una vez puesto el cimiento
inquebrantable, podamos luego levantar con seguridad todo el edificio. Es,
pues, obligatorio que los que se alistan en esta particular milicia, la
espiritual, crean en el Dios del universo, el Padre de nuestro Senor
Jesucristo, causa de todas las cosas, el inefable, el incomprensible, el que
no puede ser explicado con la palabra ni con la mente, el que creó todas las
cosas por amor al hombre y por bondad.
21. Y también en nuestro Senor Jesucristo, su único Hijo, en todo semejante
e igual al Padre, con una semejanza de total identidad con Él,
consubstancial, pero manifestado en su propia persona 21, que de Él procede
de manera misteriosa, anterior a los tiempos y creador de los siglos todos,
pero que en los últimos tiempos y por causa de nuestra salvación tomó la
forma de esclavo, se hizo hombre, convivió con la naturaleza humana, fue
crucificado y resucitó al tercer día.
22. Porque es necesario que tengáis estas verdades clavadas en vuestra
mente, para no ser juguete de los enganos diabólicos, antes bien, en caso de
que los hijos de Arrio 22 quieran poneros la zancadilla, vosotros sepáis con
toda claridad que debéis taparos los oídos para todo cuanto ellos os digan y
a la vez responderles con toda libertad mostrándoles que el Hijo es igual al
Padre según la substancia. Él mismo, efectivamente, es quien ha dicho: Igual
que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da
vida a los que quiere 23, y en todo está mostrando que tiene el mismo poder
que el Padre. Y si desde otro lado Sabelio 24 quiere corromper las sanas
creencias, amuralla también contra él tus oídos, querido, y ensénale que la
substancia del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, ciertamente,
pero que las personas son tres. En efecto, ni el Padre podría ser llamado
Hijo, ni el Hijo Padre, ni el Espíritu Santo otra cosa que esto mismo, y sin
embargo, cada uno, permaneciendo en su propia persona, posee el mismo poder.
23. Porque es necesario que en vuestra mente se clave lo siguiente: que el
Espíritu Santo es de la misma dignidad, como Cristo decía también a sus
discípulos: Id, haced discípulos de todas las naciones, y bautizadlos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 25.
24. ¿Ves qué cabal profesión de fe? ¿Ves qué doctrina, sin ambigüedad
alguna? Que nadie te turbe en adelante introduciendo en los dogmas de la
Iglesia averiguaciones de sus propios razonamientos y queriendo enturbiar
las rectas y sanas creencias. Rehuye más bien la companía de tales gentes,
como el veneno de las drogas. Efectivamente, peores que éste son aquellos,
pues el veneno detiene su dano en el cuerpo, y en cambio aquellos echan a
perder la misma salvación del alma. Por eso ya de entrada y desde el
principio conviene que rehuyáis las conversaciones de esa índole con ellos,
sobre todo hasta que, andando el tiempo y bien equipados ya con armas
espirituales, cuales son los testimonios sacados de la divina Escritura,
podáis vosotros amordazar su lengua desvergonzada. El yugo de Cristo manso y
humilde de corazón
25. Y es que, sobre los dogmas de la Iglesia, queremos que mostréis esa
misma exactitud, y que los tengáis bien fijos en vuestras mentes. Ahora
bien, como quiera que quienes hacen gala de una fe así conviene que
resplandezcan también por la conducta en las obras, se hace necesario
ensenar también sobre esto a los que van a ser considerados dignos del regio
don, y así sabréis que no hay pecado tan grande que pueda vencer a la
generosidad del Senor. Al contrario, ya puede uno ser un lujurioso, un
adúltero, un afeminado, un invertido, un prostituido, un ladrón, un avaro,
un borracho o un idólatra: el poder del don y la bondad del Señor son tan
grandes, que pueden hacer desaparecer todo eso y volver más resplandeciente
que los rayos del sol al que muestra un mínimo de buena voluntad.
26. Considerando, pues, el don super-excelso de la bondad divina, id
preparándoos ya, no sólo para absteneros del mal, sino también para la
práctica de las buenas obras, pues a ello os exhorta también el profeta
cuando dice: Apártate del mal y haz el bien 26. Y el mismo Cristo, a su vez,
dirigiéndose a toda la humana naturaleza, decía: Acercaos a mi todos los que
estáis cansados y abrumados, que yo os aliviaré; cargad con mi yugo sobre
vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis alivio para vuestras almas 27.
27. ¿ Visteis mayor sobreabundancia de bondad ¿ ¿Veis la generosidad de la
llamada; Acercaos a mi - dice - todos los que estáis cansados y abrumados:
!Amorosa la llamada! !Inefable la bondad!
Acercaos a mi todos: no solamente los que mandan, sino también los mandados;
no solamente los libres sino también los esclavos; no solamente los hombres,
sino también las mujeres; no solamente los jóvenes, sino también los
ancianos; no solamente los de cuerpo sano, sino también los lisiados y
tullidos, todos - dice - acercaos. Tales son, efectivamente, los dones del
Senor: no conoce diferencia entre esclavo y libre, ni entre rico y pobre,
sino que toda esta desigualdad está desechada: Acercaos - dice - todos los
que estáis cansados y abrumados.
28. Mira a quienes llama: a los que se han agotado por completo en las
iniquidades, a los que están abrumados por los pecados, a los que ni
siquiera pueden ya levantar la cabeza, a los que están muertos de vergüenza,
a los que más privados están de confianza para hablar 28. ¿Y por qué los
llama? No para pedirles cuentas, ni para establecer un tribunal. Entonces, ¿para qué? Para hacerles descansar de su fatiga, para quitarles su pesada
carga. Y es que, ¿podría darse algo más pesado que el pecado? Éste,
efectivamente, por más que tantas veces nosotros no lo sintamos o queramos
ocultarlo al común de las gentes, es el que despierta contra nosotros al
juez incorruptible que es nuestra conciencia, y ella, en perenne alerta, va
haciendo que nuestro dolor sea continuo, como un verdugo que desgarra y
ahoga a la mente, mostrando así la enormidad del pecado. ¿A los que están,
pues, abrumados por el pecado - dice - y como doblegados por una carga, a
éstos los aliviaré agraciándoles con el perdón de sus pecados. Unicamente,
!acercaos a mí!?. ¿Quién será tan de piedra, quién tan empecinado que no
obedezca a una llamada tan bondadosa? 29. Luego, para ensenarnos también de
qué modo alivia, anadía: Cargad con mi yugo sobre vosotros. ¿Entrad - dice -
bajo mi yugo. Pero no os asustéis al oír yugo, porque este yugo ni roza el
cuello ni hace abajar la cabeza, al contrario, ensena a pensar en las cosas
de arriba y forma en la verdadera filosofía?
29. Cargad con mi yugo sobre vosotros, y aprended: ¿Unicamente, entrad bajo
el yugo y aprended. Aprended, es decir: aplicad el oído, para poder aprender
de mi?. ¿Efectivamente, no voy a exigir a vosotros nada pesado: vosotros,
mis esclavos, imitadme a mí, vuestro amo; vosotros, que sois tierra y polvo,
emuladme a mí, hacedor del cielo y de la tierra, creador vuestro: Aprended
de mi, que soy manso y humilde de corazón. La imitación de Cristo
30. ¿Ves la condescendencia del Senor? ¿Ves su inconcebible bondad? No nos
ha exigido algo pesado y odioso. Efectivamente, no dijo: ¿Aprended de mí que
obré prodigios, que resucité muertos, que hice milagros?: todo esto era
propio únicamente de su poder. Entonces, ¿qué? Aprended de mi, que soy manso
y humilde de corazón, y encontraréis alivio para vuestras almas. ¿Ves cuán
grandes son el provecho y la utilidad de este yugo? Por tanto, el que haya
sido considerado digno de entrar bajo este yugo y es capaz de aprender del
Senor a ser manso y humilde de corazón obtendrá para su alma todo el alivio.
Éste es, efectivamente, el punto capital de nuestra salvación: quien es
poseedor de esta virtud, aunque esté unido al cuerpo, podrá rivalizar con
los poderes incorpóreos y no tener ya nada en común con lo presente.
31. En efecto, el que imita la mansedumbre del Senor no se irritará ni se
soliviantará contra su prójimo. Y si alguien la emprende a golpes con él,
dirá: Si he hablado mal, muestra en qué está la falta, pero, si he hablado
bien, ¿por qué me pegas? 30. Y si alguien le moteja de endemoniado,
responde: !Yo no tengo demonio! 31, y nada de cuanto se aduzca logrará
hincar el diente en él. Este hombre desdenará toda gloria de la vida
presente, y nada de lo visible le cautivará: en adelante poseerá,
efectivamente, otros ojos. El que se ha hecho humilde de corazón jamás podrá
envidiar los bienes del prójimo. Un hombre así no robará, ni será avaro, ni
ansiará riquezas, al contrario, incluso dejará lo que tiene y pondrá de
manifiesto su gran compasión para con su semejante. Tampoco arruinará el
matrlmomo ajeno. Y es que quien entra bajo el yugo de Cristo y aprende a ser
manso y humilde de corazón pondrá de manifiesto en cada circunstancia toda
virtud e irá siguiendo las huellas del Senor.
32. Entremos, pues, bajo este provechoso yugo y echémonos encima esta ligera
carga, y así podremos también hallar descanso. El que entra bajo este yugo
debe olvidarse por completo de su antigua conducta y mostrar rigurosa
vigilancia de los ojos, porque, dice: El que fija su mirada en una mujer
para desearla, ya adulteró con ella en su corazón 32. Por eso es necesario
imponer seguridad a las sensaciones visuales no sea que a través de ellas
trepe la muerte. Pero no sólo de los ojos, que también de la lengua es
preciso mostrar mucha vigilancia, pues muchos - dice - cayeron a filo de
espada, mas no tantos como los caidos por obra de la lengua 33. Preciso es
también refrenar las demás pasiones que se van engendrando, asentar la mente
en la calma y desterrar la cólera, la ira, el rencor, la enemistad, la
envidia, los deseos aberrantes, toda clase de libertinaje y todas las obras
de la carne, que son, dice, 34: adulterio, fornicación, impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, enemistad, discordia, envidias,
borracheras, orgías.
33. Es, pues, necesario 35 eliminar todo esto y empenarse en conseguir el
fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, entereza de ánimo, agrado, honradez,
bondad, mansedumbre, templanza 36. Si así purificamos nuestra mente,
haciéndonos eco de las ensenanzas de la piedad 37, ya desde ahora podremos
ponernos totalmente a punto y así hacernos dignos de recibir el don en toda
su grandeza y de guardar los bienes que nos han dado. El verdadero adorno de
la mujer
34. Que nadie en adelante se me inquiete por los adornos externos, ni por la
fastuosidad de los vestidos, sino que todo el cuidado se trasmude al
embellecimiento del alma, de modo que su belleza resulte más radiante.
!Fuera de mi vista los trajes de seda, las borlas 38, los collares de oro!
Porque el mismo maestro del universo, buen conocedor de la blandura del
natural femenino y de su lábil voluntad, no vaciló en dar órdenes también
sobre estas cosas. ¿Qué digo: que no rehusó ensenarnos sobre estas cosas? Al
aconsejar sobre los atavíos 39, dice a voz en grito: Sin trenzas en el pelo,
sin oro, sin perlas ni trajes suntuosos, como si más o menos quisiera
ensenarnos esto: ¿Mujer, ¿quieres acicalarte para ser requebrada de cuantos
te miren? 40. Yo voy a incitar, no ya a los hombres, tus congéneres, sino al
mismo Senor del universo, para que te alabe y te aclame.
35. Y ya que el Apóstol desechó el atavío ese que se compone de trenzas, de
oro, de perlas y de trajes suntuosos, veamos ahora qué clase de adorno le
atribuye. Efectivamente, ese adorno que se compone de oro y de vestidos,
aunque logre algún tanto encantar a la que se los pone, con el tiempo se
desgasta. ¿Digo que se desgasta? !Incluso antes de que el tiempo lo desgaste
excita la mirada de los envidiosos e invita a los malhechores a robarlo! En
cambio, el adorno que el Apóstol le atribuye no se puede robar, ni se
desgasta, ni falta: permanece con nosotros acá y es companero de viaje allá,
y nos proporciona una gran confianza 41
36. Pero es preciso escuchar las palabras mismas del Apóstol. ¿Qué dice,
pues? Sino como conviene a mujeres que se profesan piadosas: con buenas
obras 42. ¿Pórtate - dice - de manera digna de tu profesión: adórnate con
las buenas obras. Que la práctica del bien sea imitación de tu profesión:
profesas la piedad para con Dios, practica lo que le agrada: las buenas
obras?. Pero, ¿qué significa: con buenas obras? Quiere decir el conjunto
integral de la virtud: el desdén por los bienes presentes, el deseo de los
futuros, el desprecio de las riquezas, la abundancia generosa para con los
pobres, la modestia, la mansedumbre, la filosofía 43, el sosiego y la paz
del alma, y el rechazo de cualquier arrebato de pasión por la gloria de la
vida presente, manteniendo en cambio la mirada tensa hacia arriba, estando
continuamente preocupado por las cosas de allá y anhelando la gloria de
allá.
37. Mas, como quiera que ahora estoy dirigiéndome sobre todo a las mujeres,
quiero además hacerles a ellas alguna otra recomendación, de modo que, junto
con otras cosas, puedan abstenerse también de la nociva costumbre de
enjalbegarse la cara y de usar postizos como si la creación fuera
defectuosa, para no ultrajar al Creador
Pues, ¿qué haces, mujer? ¿Es que, efectivamente, a fuerza de cosméticos y de
coloretes puedes anadir algo a tu belleza natural o cambiar tu fealdad
natural? Por esos medios no anadirás nada a aquélla, y en cambio destruirás
la belleza de tu alma, porque este desmedido esmero es testimonio de la
molicie interior. Sobre todo, por ese medio, vas acrecentando enormemente el
fuego contra ti misma, pues excitas las miradas de los jóvenes, te llevas
los ojos de los licenciosos y creas perfectos adúlteros, con lo que te haces
responsable de la ruina de todos ellos.
38. Por tanto, lo conveniente y provechoso es abstenerse por completo de
eso. Pero, si se niegan las que son presa de esa mala costumbre, que por lo
menos se abstengan cuando se llegan a la casa de oración. Pues, dime, ¿por
qué te arreglas así cuando vienes a la iglesia? !No será porque sea esa la
belleza que busca el que tú vienes a adorar y a quien vas a confesar tus
pecados! La belleza que Él busca es la interior, la práctica de las buenas
obras: la limosna, la templanza, la compunción, la fe rigurosa. En cambio
tú, dejando todo esto, te propones hacer caer a muchos desidiosos, incluso
en la iglesia. ¿Y cuántos rayos no merece esto? !Estás atracando en el
puerto, y tú misma te propones un naufragio! !Acudes al médico para curar
tus llagas, y vuelves con ellas agrandadas! ¿Qué perdón tendrás en adelante?
Pero si antes hubo algunas con tanta desidia respecto de su propia
salvación, que por lo menos ahora se dejen convencer y se aparten de esa
ruina, porque, si el Apóstol 44 prohibió el uso de vestidos suntuosos, con
mucha mayor razón el de cosméticos y coloretes. Contra los agüeros, los
sortilegios y los espectáculos
39. Además de esto, yo exhorto a hombres y mujeres a que rehuyan totalmente
los agüeros y los sortilegios. Sandez de griegos y de quienes todavía son
presa del error es, efectivamente, el estar en vilo por el graznido de un
cuervo, por el ruido del ratón o por el cru)ido de una viga; el acoger con
placer los encuentros con gentes de torpe vida y en cambio rehuir los de
personas piadosas y dignas, por considerarlas causa de innumerables males
45. !Mira cuántas son las artimanas del diablo! Porque no sólo quiere que
estemos privados de la virtud y que nos inclinemos a la maldad, sino que
busca también inculcarnos odio y hacernos dar la espalda a los que siguen la
virtud. Y aún más: no sólo quiere que busquemos lo perverso, sino que se
empena en urgirnos a familiarizarnos con ello, disponiéndonos para que el
placer acompane a nuestro encuentro.
40. No penséis que esto es de poca o de ninguna importancia, al contrario,
es bastante para hundir vuestras almas y llevarlas hasta el fondo mismo de
la maldad. Ésta es, efectivamente, la insidiosa intención del perverso
demonio: hacer caer, valiéndose incluso de las cosas pequenas. Pero
vosotros, los nuevos soldados de Cristo, hombres y mujeres - pues este
ejército de Cristo no conoce distinción de sexo - , tronchando ya desde
ahora toda costumbre de semejante índole, en la idea de que vais a recibir
al Rey del universo, purificad vuestras mentes de tal manera que ni la más
mínima suciedad venga a ensombrecer vuestros pensamientos46.
41. Si, por otra parte, alguien tiene algún enemigo, que se reconcilie con
él, pensando en qué bienes va a recibir de parte del Senor, aun estando él
mismo inmerso en tantos y tan grandes pecados, y perdone al prójimo los
agravios que de él haya recibido. Pues dice la Escritura: Que nadie entre
vosotros trame males contra el prójimo en su corazón 46. Por tanto, si
alguien tiene pagarés con intereses acumulados, que los haga trizas, pues
dice: Un contrato injusto, rásgalo 47.
42. Y antes que nada, acostumbrad a vuestra lengua a conservarse limpia de
juramentos: no hablo ya de los perjurios, sino incluso de los juramentos que
se hacen sin tan ni son, inútilmente y para dano de los que juran. Dice,
efectivamente: Se mandó: No juréis en falso. Pero yo os digo que no juréis
en absoluto 48, Escuchaste bien: No juréis en absoluto, así que, en
adelante, no te empenes en discutir las leyes que vienen del Senor, al
contrario, obedece a quien da las órdenes, y en todo momento purifica tu
mente.
43. No hagas caso alguno ya de las carreras de caballos ni del inicuo
espectáculo de los teatros, pues también eso enardece la lascivia; ni
tampoco del inhumano placer de las luchas con fieras. Pues, dime, ¿qué
placer hay en ver a tu semejante, que comparte tu misma naturaleza,
despedazado por las fieras salvajes? ¿Y no tiemblas de espanto y de miedo a
que un rayo caiga de lo alto y abrase tu cabeza? Tú eres, efectivamente,
quien, por así decirlo, aguzas los dientes de la fiera: por tu parte, al
menos con tus gritos, también tu cometes el crimen, no con las manos, pero
sí con la lengua. Respeto al nombre de cristiano
44. Os lo suplico: !No seáis tan despreocupados al decidir sobre vuestra
propia salvación! Piensa en tu dignidad, y siente respeto. Porque, si por
una dignidad humana uno se siente orgulloso y muchas veces se abstiene de
realizar algún acto para no ultrajar dicha dignidad, tú que estás a punto de
obtener tamana dignidad, ¿no debes presentarte ya respetándote a ti mismo?
En realidad, tu dignidad es tal, que te acompana a lo largo del siglo
presente y te sigue en el viaje a la vida futura. ¿Y qué dignidad es esa? En
adelante oirás llamarte cristiano, por la bondad amorosa de Dios, y fiel 49.
Mira que no es una sola dignidad, sino dos: dentro de muy poco, vas a
revestirte de Cristo, y conviene que obres y decidas todo pensando que Él
está contigo en todas partes
45. ¿O es que no ves a los dirigentes políticos, cómo se afanan en cuanto se
han calado un traje con las insignias imperiales? Y por ello quieren que se
les rindan mayores honores, y disfrutan de escolta. Por consiguiente, si
estos hombres quieren ser respetados por el hecho de llevar la insignia
prendida sobre el vestido, con mucha mayor razón tu que estás a punto de
revestir a Cristo mismo, pues dice: Pondré mi morada entre vosotros y
caminaré con vosotros, y seré vuestro Dios 50.
46. Rehuid, pues, todos estos perversos atractivos del diablo, y nada
prefiráis a vuestra entrada en la Iglesia. Y junto con la abstinencia de
alimentos y abstención del mal, haya en vosotros un gran celo por la virtud.
Y repartamos todo el tiempo del día entre oraciones y acción de gracias, de
una parte, y en lecturas y compunción del alma, de otra, y que todo nuestro
empeno sea no tener más conversación que sobre las realidades espirituales.
Mucho rigor de disciplina necesitamos para no quedar atrapados por los lazos
del Maligno, pues, si hemos de rendir cuentas por una palabra ociosa, con
cuánta mayor razón por las chácharas intempestivas, por las conversaciones
terrenales.
47. Por consiguiente, si tal es vuestra inquietud y os preocupáis por la
salud de vuestras almas, no sólo inclinaréis a Dios hacia una mayor
benevolencia, sino que vosotros mismos disfrutaréis de una confianza más
cumplida, y nosotros seguiremos con gran ánimo la tarea de ensenar,
conscientes de que estas semillas espirituales las vamos dejando caer en
oídos bien dispuestos y en terreno enjundioso y feraz. !Ojalá también
vosotros seáis considerados dignos del abundante don que viene de Dios, y
nosotros podamos alcanzar su amorosa bondad, por la gracia y las
misericordias de su Hijo unigénito, con el cual sean dados al Padre, junto
con el Espíritu Santo, la gloria, el poder y el honor, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos! Amén.
Notas
1 Corresponde a la primera de las Catequesis halladas por WENGER en el
códice Athos Stavronikita 6, de comienzos del siglo XI; san Juan Crisóstomo
debió de predicarlas en Antioquía, en la Pascua del ano 390 (cf. WENGER,
Introd. p. 63ss.); como senala el título, se trata de una catequesis
prebautismal. La traducción corre sobre el texto de WENGER, pp. 108 - 132.
2 2Co 11, 2.
3 Ef 6, 11; en el texto griego, por deterioro del pergamino falta algo, cuyo
contenido, según Wenger, vendría a ser: ¿?Ves cómo san Pablo utiliza ambas
imágenes?? (p. 109)
4 Según Wenger, en la parte borrada estaría el comienzo de la frase, que él
supone sería ontos: realmente, de hecho.
5 Cf. Lc 15, 7
6 2Co 11, 2.
7 Sin duda está aludiendo a los sacrificio de animales en honor de los
falsos dioses.
8 Cf. Rm 13, 13.
9 Sal 45, 11 - 12.
10 Ibid.
11 Ver en LAMPE, Léxicon s.v. esta acepción de prolepsis.
12 WENGER, en nota a este pasaje (n. 1, pp. 113 - 114), hace justamente
observar cómo san Juan Crisóstomo insiste sobre la importancia de la libre
elección del hombre para alcanzar la propia salvación en contraste con la
inmutabilidad de la naturaleza humana.
13 Estas expresiones deben entenderse en y desde el ambiente social del
siglo IV, cuando el matrimonio suponía realmente para la joven un cambio
radical de vida y era para ella realmente un misterio.
14 Ef 5, 31 - 32.
15 Según la costumbre, el novio iba a buscar a la novia a casa de sus padres
después del anochecer.
16 Cf. Gn 2, 23 - 24: la versión griega de los Setenta, seguida aquí por san
Juan Crisóstomo, no reproduce la correspondencia etimológica de los términos
hebreos 'issa - 'is (mujer - varón), que sí reproduce la Vulgata latina:
haec vocabitur virago, quoniam de viro sumpta est (también nuestros
clásicos: varona - varón, la moderna versión de Schokel - Mateos nos da:
hembra - hombre).
17 Literalmente ¿se pegará?, (proskollethesetai) como he traducido en el
párrafo anterior; la Vetus Latina da una versión (conglutinabitur) más
expresiva que la Vulgata (adhaerebit).
18 Mt 19, 6.
19 Ef 5, 25 - 27.
20 Rm 10, 10.
21 He traducido con ¿persona? el término hypostasis, que indica la
individualidad de la substancia de Cristo, incluso en su semejanza con la
del Padre: cf. toda la amplitud del vocablo en el Lexicon de LAMPE,
especialmente pp. 1456 - 1461.
22 Arrio admitía las tres personas distintas, pero negaba la divinidad del
Hijo.
23 Jn 5, 21.
24 Sabelio no admitía la distinción de las tres personas.
25 Mt 28, 19.
26 Sal 37, 27.
27 Mt 11, 28 - 29.
28 Así traduzco el término - raro - aparresiastoi.
29 Sobre el uso de philosophia, cf. la nota 26 de la primera Catequesis
30 Jn 18, 23.
31 Jn 8, 49.
32 Mt 5, 28.
33 Si 28, 22.
34 El sujeto sobreentendido es Pablo, del que se viene citando Ga 5, 19 -
20.
35 Traduzco en presente el imperfecto proseke que indica una condición no
realizada todavía (cf. SCHWYZER, II, p. 308).
36 Cf. Ga 5, 22.
37 Sobre el sentido especial de katepado, cf. A. WENGER, P. 125, n. 1.
38 Literalmente ¿los hilos de los gusanos?, expresión rara, aunque no en san
Juan Crisóstomo; probablemente indica un conjunto de hilos retorcidos o
cordones, como nuestras borlas.
39 El término emplégmata, de raro uso, probablemente deriva de la
subsiguiente cita de 1Tm 2, 9, donde la expresión en plégmasin, en lugar de
ser entendida como formada por la preposición en y el dativo pl. de plegma,
con el sentido de objeto entrelazado o formando trenza, ha sido considerada
dativo de emplegma.
40 Esta expresión y la siguiente las he traducido siguiendo el texto de
WENGER (P. 126), quien no ha eliminado toda incertidumbre en la puntuación,
aunque en varios puntos corrige la lección del códice.
41 WENGER (P. 126) deja esta última frase sin traducir.
42 1Tm 2, 10.
43 Cf. la nota 26 de la primera Catequesis, en cuanto a las palabras
epieikeia (moderación, modestia) y praotes (mansedumbre, dulzura), san Juan
Crisóstomo las asocia entre sí hasta convertirlas casi en sinónimos
44 Es el sujeto sobreentendido.
45 Cf. Catequesis I, n. 5
46 Za 8, 17.
47 Is 58, 6. En la Homilía 56, 5 sobre san Mateo, comenta san Juan
Crisóstomo: ¿Así llama a las escrituras usureras, a las letras de préstamo?
(trad. Ruiz Bueno: BAC 146, p. 191). Y por decirlo en pocas palabras, que
tome la delantera y muestre lo que pone de su parte, para que pueda recibir
con más abundancia lo que viene del Senor. A la hora de perdonar, Dios
quiere que vayamos por delante, pero Él no se deja vencer en generosidad
48 Mt 5, 33 - 34
49 San Juan Crisóstomo y su público sabían bien que el nombre de ¿cristianos? se dio por primera vez a los discípulos de Cristo precisamente
en Antioquía (Hch 11, 26).
50 Cf. Lv 26, 11 - 12
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 6
?Del mismo autor1, continuación para los que van a ser iluminados, y clara
explicación de lo que en el divino bautismo se realiza de modo simbólico y
en figura? 2. La extraordinaria generosidad de Dios
1. Pues bien, conversemos un poquito nuevamente con los que se han inscrito
en la propiedad de Cristo, y mostrémosles tanto el poder de las armas que
están a punto de recibir como la inefable bondad que en favor del género
humano muestra el Dios amador de los hombres, y así podrán acercarse con
gran fe y plena seguridad, y gozar con más abundancia de su generosidad.
Pues considera, querido, el exceso de su bondad ya desde los mismos
comienzos. Efectivamente, si juzga dignos de don tan grande a los que aún no
han trabajado, ni han mostrado nobleza alguna, y si perdona las faltas
cometidas en todo tiempo; si vosotros, bien dispuestos después de tanta
generosidad, queréis contribuir con lo que está en vuestras manos, ¿de qué
recompensa no es de razón que seáis considerados dignos por parte de ese
Dios de bondad?
2. Ciertamente, en los asuntos humanos, jamás se pudo ver algo parecido, al
contrario, muchos, después de numerosos trabajos y de sufrimientos
soportados con la esperanza de las recompensas, regresan a casa tantas veces
con las manos vacías, bien porque aquellos de quienes se esperaba la
recompensa se han vuelto ingratos para con los que han padecido tantas
fatigas, bien incluso, muchas veces, porque fueron arrebatados
prematuramente de en medio y no pudieron cumplir su propósito. En cambio,
respecto de nuestro Senor, no sólo no es posible sospechar nada por el
estilo, sino que incluso antes de comenzar nosotros los trabajos y de
mostrar nuestra colaboración, ya se adelanta El a dar pruebas de su propia
generosidad, con el fin de inducirnos, a fuerza de beneficios, a tener
cuidado de nuestra propia salvación. La bondad de Dios para con el primer
hombre
3. Así es, pues, cómo desde el más remoto comienzo 3 Dios continuó colmando
de bienes al género humano. Efectivamente, apenas formó al hombre, ya le
hizo habitar en el paraíso y le obsequió con aquella vida libre de fatigas,
a la vez que le permitió disfrutar de todo cuanto había en el paraíso, con
la excepción de un solo árbol. Pero él, por intemperancia 4 y enganado por
la mujer, pisoteó el mandato que se le había dado y atentó contra honor tan
grande.
4. Sin embargo, mira también aquí la grandeza de la bondad divina para con
el hombre. Efectivamente, lo justo hubiera sido que a quien tan ingrato era
respecto de los beneficios con que él se había anticipado a colmarle, lo
considerase indigno de todo perdón y lo dejara fuera de su Providencia. Pues
bien, no sólo no hizo esto, sino que, igual que un padre tiernamente amoroso
y que tiene un hijo rebelde, movido por la natural ternura de su amor, no le
abruma con los reproches que su falta merece, ni tampoco le perdona del
todo, sino que le reprende moderadamente para que no vaya a dar en mayor
maldad, así también Dios en su bondad: cuando el hombre mostró abiertamente
su desobediencia, ciertamente lo expulsó de aquel género de vida, pero,
reprimiendo para en adelante su arrogancia, para evitar que cayese en
rebeldía mayor, lo condenó al trabajo y al sufrimiento, poco menos que
diciéndole:
5. ¿La gran relajación y la sobrada licencia te indujeron a tan grave
desobediencia y te hicieron olvidar mis mandamientos, y el no tener nada que
hacer te predispuso para pensar cosas que sobrepasan tu propia naturaleza,
ya que la ociosidad ensena toda maldad 5. Por eso te condeno al trabajo y al
sufrimiento, para que, mientras labras la tierra, estés constantemente
recordando, no sólo tu desobediencia, sino también la miseria de tu propia
naturaleza. Efectivamente, ya que sonaste fantásticas grandezas y no
quisiste permanecer en tus propios límites, quiero que vuelvas de nuevo a la
tierra de la que fuiste sacado, porque tierra eres - dice - y a la tierra
volverás 6?.
6. Y para intensificarle el dolor y hacerle sentir vivamente su caída, no le
domicilió lejos, sino cerca del paraíso. Pero le cerró el paso de entrada en
él, para que, viendo cada día de qué bienes fue desposeído por su propia
negligencia, se aprovechase de la continua advertencia y en adelante fuera
más firme en la guarda de los mandamientos recibidos. Efectivamente,
mientras estamos disfrutando de los bienes, no nos damos cuenta, como
deberíamos, del beneficio que se nos hace, pero, en cuanto nos vemos
privados de ellos, entonces, por el nuevo hecho de la pérdida, lo sentimos
mucho más y sufrimos por ello mayor dolor. Es justamente, lo que entonces
sucedió al primer hombre.
7. Sin embargo, para que conozcas, no solamente la maquinación del malvado
demonio, sino también la sabiduría y habilidad de nuestro Senor, considera
de una parte qué es lo que el diablo quiso hacer al hombre por medio de su
engano, y de otra, qué bondad le demostró su Senor y protector.
Efectivamente, aquel perverso demonio, envidioso de su estancia en el
paraíso, con la esperanza de una mayor promesa le despojó incluso de lo que
tenía en mano, ya que, tras empujarle a imaginarse ser igual a Dios, le
condujo al castigo de la muerte. Tales son, efectivamente, sus cebos, y no
sólo nos arrebata los bienes que tenemos en mano, sino que además intenta
empujarnos hacia un precipicio aún mayor. En cambio, el Dios de bondad ni
siquiera en tales condiciones se desentendió del género humano, sino que,
mostrando al diablo lo inútil de su empresa y al hombre las pruebas de lo
mucho que de él se cuida, le hizo a éste, mediante la muerte, donación de la
inmortalidad. Míralo bien: aquél lo expulsó del paraíso; en cambio el Senor
lo introdujo en el cielo: la ganancia supera al castigo.
8. Sin embargo, como os decía al comienzo - y por ello también me vi
arrastrado a decir lo anterior - , si al que fue un desagradecido respecto
de tan grandes beneficios, Dios le juzgó una vez más, digno de tan gran
bondad como la suya, si vosotros los soldados de Cristo, os aplicáis con
empeno a ser agradecidos por estos inefables dones recibidos y estáis en
vela continua para guardarlos, ¿cuán grande no será, dime, la recompensa que
de Él conseguiréis después de guardarlos? Él es, efectivamente, quien tiene
dicho: Al que tiene se le dará, y le sobrará 7. Y es que quien se hace digno
de lo que ya se le ha dado, justo es que disfrute también de bienes mayores.
Los ojos de la fe
9. Por consiguiente, cuantos habéis sido considerados dignos de ser
inscritos en este celestial libro aportad una fe generosa y una razón firme.
Efectivamente, lo que aquí acontece necesita de la fe y de los ojos del
alma, para no atender sólo a lo que se ve, sino, partiendo de esto,
imaginarse lo que no se ve. Porque tales son los ojos de la fe, ya que, de
la misma manera que los ojos del cuerpo únicamente pueden ver lo que cae
bajo el sentido, así también los ojos de la fe, pero, al contrario que
aquellos, no ven nada en absoluto de lo visible, sino que ven lo invisible
como si lo tuvieran ante ellos. Y es que la fe es esto: adherirse a lo que
no se ve, como si estuviéramos viéndolo, pues dice: Fe es fundamento de lo
que se espera, prueba de realidades que no se ven 8.
10. ¿Qué significa entonces lo que estoy diciendo, y por qué tengo dicho: no
aplicar la mente a lo que se ve sin poseer ojos espirituales? Pues para que,
al ver la piscina del agua y la mano del sacerdote 9 posada sobre tu cabeza,
no pienses que aquélla es simplemente agua y que únicamente la mano del gran
sacerdote se posa sobre tu cabeza. ¿No tenía yo razón al decir que
necesitamos de los ojos de la fe en orden a creer lo que no vemos, sin la
menor sospecha de materialidad? 10.
11. En realidad, el bautismo es sepultura y resurrección: Efectivamente, el
hombre viejo es sepultado junto con el pecado, y resucita el nuevo, renovado
a imagen de su creador 11. Nos desnudamos y nos vestimos: nos desnudamos del
viejo traje, ensuciado por la muchedumbre de nuestros pecados, pero nos
vestimos el nuevo, limpio de toda mancha. Pero, ¿qué estoy diciendo? Nos
revestimos de Cristo mismo: Porque - dice - todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estéis vestidos 12
Finalidad y simbolismo del exorcismo
12. Mas, como quiera que ya está a la puerta el momento en que vais a gozar
de tan grandes dones, !ea! en la medida de lo posible os ensenaremos las
causas de cada uno de los actos, para que podáis saberlas y os retiréis de
aquí duenos de una certidumbre mayor
Es, pues, necesario que sepáis por qué motivo, después de la instrucción
cotidiana, os enviamos a las voces de los que os exorcizan. Esto,
efectivamente, no ocurre porque sí y al azar, sino que, puesto que vais a
recibir de huésped al Rey celestial, por esa razón, después de nuestra
amonestación, os reciben los que están designados para esto, y como quien
prepara la casa para un rey que está para llegar, así ellos purifican
vuestra mente mediante aquellas terribles voces con que destierran de ella
toda maquinación del Maligno y la tornan digna de la presencia del Rey.
Efectivamente, es imposible que un demonio, por feroz y cruel que sea, no se
aparte a toda prisa de vosotros después de aquellas terribles voces y de la
invocación del común Senor de todas las cosas Por otra parte, junto con
esto, el acto mismo deposita en el alma una gran piedad y la conduce a una
copiosa compunción.
13. Y lo admirable y paradójico es que aquí se elimina toda desigualdad y
toda diferencia de honores: efectivamente, si ocurre que uno se halla
investido de una dignidad mundana o envuelto por el halo de la riqueza, o se
ufana de su cuna o de la gloria de su vida presente, también éste queda en
las mismas condiciones que el mendigo y el andrajoso, y - como tantas veces
- que el ciego y el cojo, y no se enfada por ello, pues sabe que en lo
espiritual todo eso está eliminado y que sólo se busca la buena disposición
del alma.
14. !Así de grande es el provecho que producen aquellas terribles y
admirables voces e invocaciones! En cambio, el gesto de llevar descalzos los
pies y de extender las manos significa algo distinto. De igual manera que
los que sufren la cautividad de aca muestran también por sus gestos la
tristeza del infortunio que los atenaza, así también éstos, cautivos del
diablo: puesto que están a punto de ser liberados de la tiranía de éste y de
entrar bajo el yugo beneficioso, comienzan por recordarse a sí mismos, por
ese gesto, su anterior condición, para así poder saber de quien son
liberados, pero también hacia quién se apresuran, y tener en esto mismo la
base para un mayor agradecimiento y una mejor disposición. Los padrinos en
el bautismo
15.?Queréis que además dirijamos la palabra a los que responden de vosotros,
para que ellos también puedan saber de qué recompensas se hacen dignos si
demuestran gran preocupación por vosotros, y qué condena se les seguirá si
os descuidan? 13. Considera, querido, a los que salen fiadores de alguien en
asuntos de dinero: ellos están sujetos a un peligro mayor que el mismo que
ha de rendir cuentas y recibe el dinero. Efectivamente, si el que toma el
préstamo se muestra bien dispuesto, aligera la carga de su fiador, pero, si
en cambio resulta ingrato !vaya catástrofe que le prepara! Por eso cierto
sabio exhorta diciendo también: Si has dado fianza, tente por deudor 14. Por
consiguiente, si los que salen fiadores de alguien en asuntos de dinero
ellos mismos se hacen responsables de la integridad de la suma, con mayor
razón los que salen fiadores de alguien en asuntos espirituales y en el
compromiso de la virtud deben dar prueba de una gran vigilancia y exhortar,
aconsejar, enmendar y mostrar carino de padres.
16. Y no vayan a pensar que lo que se hace es casual, sino sepan con toda
exactitud que entrarán a la parte de la buena fama si por medio de sus
personales advertencias los van llevando de la mano hacia el camino de la
virtud, pero que, si son descuidados, sobre ellos caerá muy grave condena.
Por esta razón, efectivamente, es también costumbre llamar a los tales
padres espirituales: para que por los hechos mismos aprendan qué gran carino
deben mostrarles al instruirlos en lo espiritual. En efecto, si bueno es ir
encaminando al celo de la virtud a los que nada tienen que ver con nosotros,
con mucha mayor razón debemos cumplir el mandato respecto de aquel que
acogemos en calidad de hijo espiritual. También vosotros, los fiadores,
habéis aprendido así que no es pequeno el peligro que pende sobre vosotros
si sois negligentes. Sentido de la renuncia a Satanás
17. Pero vengamos ya a dialogar con vosotros acerca de los misterios mismos
y de los pactos que van a ser concluidos entre vosotros y el Senor.
Efectivamente, como en los negocios de esta vida, cuando uno quiere confiar
a alguien sus asuntos es necesario que se estipulen documentos entre el que
otorga la confianza y el que la recibe, de la misma manera también aquí,
puesto que estáis a punto de que se os confíe de parte del Senor del
universo, no unas realidades perecederas ni corruptibles ni caducas, sino
espirituales y celestiales. Por esto, efectivamente, se llama fe también,
puesto que nada tiene de visible y en cambio todo puede ser escrutado con
los ojos del espíritu. Realmente se hace necesario que intervenga la
conclusion de pactos, no en papel y con tinta, sino en Dios mediante el
Espíritu, porque, efectivamente, las palabras que pronunciáis aquí se van
registrando en el cielo, y los pactos que vais apalabrando permanecen
imborrables en el Senor.
18. Ahora bien, vuelvo a considerar aquí el gesto de la cautividad: después
de introduciros los sacerdotes, os mandan que oréis de rodillas y con las
manos tendidas hacia el cielo, y así, mediante ese gesto, os recordaréis a
vosotros mismos de quién sois liberados y a quién os vais a consagrar. Luego
el sacerdote va pasando junto a cada uno de vosotros y os pide vuestros
pactos y vuestras confesiones 15, y os dispone para pronunciar aquellas
terribles y espantosas palabras: ¿!Renuncio a ti, Satanás!?.
19. Ahora me vienen ganas de llorar y de gemir con fuerza, pues me acuerdo
del día en que yo mismo fui también considerado digno de pronunciar esta
palabra, y al calcular el peso de los pecados que he ido acumulando desde
entonces hasta ahora, se me confunde la mente y mi razón siente la mordedura
de ver cuánta vergüenza he derramado sobre mí por mi negligencia después de
aquello. Por eso también os exhorto a todos vosotros a que demostréis para
conmigo un poco de generosidad y, puesto que vais a encontraros con el Rey -
Él os recibirá, efectivamente, con gran efusión, os revestirá la túnica
regia y os deparará cuantos y cuales dones queráis, con tal que busquemos
solamente lo espiritual - , pedid una gracia también para nosotros: que no
nos pida cuentas de nuestros pecados, antes bien, que nos dé su perdón y en
adelante nos haga dignos de su auxiio. Mas no dudo de que lo haréis, pues
amáis tiernamente a vuestros maestros.
20. Pero bueno, atengámonos al hilo de nuestro discurso. Entonces, pues, el
sacerdote os dispondrá para que digáis: ¿!Renuncio a ti, Satanás, a tus
pompas, a tu culto y a tus obras!?. !Pocas palabras, pero de una fuerza
enorme! Efectivamente, los ángeles que os asisten y las potestades
invisibles, gozosos por vuestra conversión, recogen las palabras que salen
de vuestra lengua y las suben al común Senor de todas las cosas, y entonces
las escriben en los libros celestiales.
21. ¿Ves cómo son los documentos de los pactos? Efectivamente, después de
renunciar al Maligno y a todo lo que interesa al Maligno, de nuevo el
sacerdote os manda decir: ¿!Y me adhiero 16 a ti, Cristo!? ¿Viste mayor
exceso de bondad? Aunque de ti no ha recibido más que las palabras te confía
un tesoro tan grande de realidades y se olvida de toda ingratitud anterior y
no te recuerda tu pasado, antes bien, se contenta con estas breves palabras.
Unción y bautismo de los catecúmenos
22. Luego, después de este pacto, de esta renuncia y de esta incorporación
17, puesto que confesaste su soberanía y mediante las palabras de tu lengua
te incorporaste a Cristo, ahora, como a un soldado y como a uno alistado
para el estadio espiritual, el sacerdote te unge la frente con el crisma
espiritual y te estampa el sello mientras dice: ¿Fulano es ungido en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?
23. Sabe, en efecto, que desde ahora el enemigo está loco furioso, rechina
los dientes y anda rondando como león rugiente 18, al ver a los que antes se
hallaban bajo su tiranía rebelados en masa y no sólo desertando de él, sino
pasándose a Cristo y demostrando su incorporación a Él, y por eso el
sacerdote les unge sobre la frente y les estampa el sello, para que aquél
desvíe su mirada. Efectivamente, aquél no se atreve a mirar de frente si ve
el resplandor que irradia de allí y que le deslumbra los ojos. Y es que,
desde ese momento, se entabla una lucha y una oposición del uno contra el
otro, y por esa razón, como atletas de Cristo, os introduce en el sentido
espiritual por medio de la unción
24. Luego, después de esto y cuando ya es de noche, el sacerdote os hace
desnudar por completo y, como quien va a introduciros en el mismo cielo por
medio de lo que se está realizando, dispone que todo vuestro cuerpo sea
ungido con aquel aceite espiritual, de tal modo que todos vuestros miembros
queden robustecidos y se hagan invulnerables a las flechas que dispara el
enemigo.
25. Así pues, tras esta unción, os hace bajar a las aguas sagradas y al
mismo tiempo entierra al hombre viejo y resucita al nuevo, renovado a imagen
del que lo creó. Entonces justamente, por medio de las palabras y de la mano
del sacerdote, sobreviene la presencia del Espíritu Santo 19, y en lugar del
anterior, surge otro hombre limpio de toda mancha de pecado, desnudo del
antiguo vestido del pecado y revestido con el traje regio.
26. Y para que también de aquí aprendas que la substancia del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo es una sola, la administración del bautismo se
hace de la siguiente manera. Mientras el sacerdote pronuncia las palabras: ¿Fulano es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu
Santo?, por tres veces le sumerge y le saca la cabeza, y así, mediante este
misterioso rito, le dispone a recibir el descenso del Espíritu Santo sobre
él. Y es que, en realidad, no es el sacerdote sólo quien le toca la cabeza,
sino también la diestra de Cristo. Y esto se demuestra también por las
propias palabras del que bautiza, porque no dice: ¿Yo bautizo a Fulano?,
sino: ¿Fulano es bautizado?, con lo cual demuestra que él es únicamente
ministro de la gracia y que se limita a prestar su propia mano, ya que para
esto ha sido ordenado de parte del Espíritu Santo. Ahora bien, quien realiza
todo es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo: la indivisible Trinidad. Por
consiguiente, la fe en ésta nos agracia con el perdón de los pecados, y esta
confesión es la que nos hace el regalo de la adopción filial.
27. Y en cuanto a los actos que siguen, se bastan para ensenarnos de quiénes
fueron liberados y qué bienes han alcanzado los que se consideró dignos de
esta misteriosa iniciación. Efectivamente, apenas emergen de aquellas
sagradas aguas, todos los presentes los abrazan, los saludan, los besan, los
felicitan y comparten su alegría, porque los que antes eran esclavos y
cautivos, de repente son libres e hijos, y son convidados a la mesa del Rey
Efectivamente, tan pronto como salen de allí, se los conduce a la mesa
terrorífica 20 que rebosa de bienes, y gustan el cuerpo y la sangre del
Senor, y se convierten en morada del Espíritu Santo, y caminan como quienes
se han revestido de Cristo mismo, pues en todas partes se muestran como
ángeles terrestres y deslumbran a los mismos rayos del sol. Exhortación
final
28. Todo esto no os lo he anticipado en vano y sin razón en mi ensenanza a
vuestra caridad 21, sino más bien para que, antes de gustarlo, en alas de la
esperanza vayáis catando el inmenso goce, adquiráis un espíritu digno de lo
que está sucediendo y, como exhortó el bienaventurado Pablo, penséis en las
cosas de arriba 22 y trasladéis vuestra reflexión de la tierra al cielo, de
las cosas visibles a las que no se ven, ya que éstas las vemos con los ojos
espirituales más claramente que se ve con los ojos sensibles.
29. Mas, como quiera que os halláis cerca de los regios umbrales y estáis a
punto de llegaros al trono mismo en que se sienta el Rey que distribuye los
dones, mostrad una generosidad total en vuestras peticiones, y no pidáis
nada de terrestre, nada de humano, sino haced peticiones dignas del que da.
Por consiguiente, al salir de aquellas aguas divinas y mostrar por medio de
ese gesto el símbolo de la resurrección, pedidle que sea vuestro aliado para
que podáis demostrar vuestro empeno en guardar los dones que os ha hecho y
os tornéis invulnerables a las asechanzas del Maligno. Abogad por la paz de
las iglesias, suplicad por los que andan todavía extraviados, prosternaos
por los que están en pecado, y así nosotros seremos considerados dignos de
algún perdón. Efectivamente, el que os ha comunicado confianza tan grande,
os ha inscrito entre sus primeros amigos y os ha elevado a la adopción
filial, a vosotros que antes erais cautivos y esclavos y privados de toda
confianza, no se negará a vuestras peticiones, antes bien, os otorgará todo,
con lo cual, incluso en esto, imitará su propia bondad.
30. Y sobre todo, de esta manera os lo ganaréis para una mayor benevolencia.
Efectivamente, cuando vea el cuidado tan solícito que tenéis de los que son
vuestros miembros 23 y vuestra preocupación por la salvación de los demás,
también por esto os juzgará dignos de una confianza mayor, pues,
efectivamente, nada le alegra tanto como el que seamos compasivos con
nuestros miembros, demos pruebas de vivo afecto para con los hermanos y
tengamos gran preocupación por la salvación del prójimo.
31. Así pues, queridos, sabedores de esto, disponeos con alegría y alborozo
espiritual a recibir la gracia, para que también vosotros gustéis sin tasa
el don bautismal, y todos a una demos pruebas de una conducta digna de la
gracia, y merezcamos alcanzar los bienes eternos e inefables, por la gracia
y la bondad de nuestro Senor Jesucristo, por medio del cual se dé al Padre,
juntamente con el Espíritu, la gloria, la fuerza, el honor, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Es la segunda Catequesis prebautismal editada por WENGER (op. cit. pp. 133
- 150, de la que traduzco), y probablemente la última de la serie que tuvo
san Juan Crisóstomo por la Pascua de 390, pues presenta numerosas semejanzas
con la tercera y cuarta editadas por Papadopoulos (cf. WENGER, Introd, p.
40); como en las anteriores, tampoco el título es el de Crisóstomo, y
resulta difícil de senalar su procedencia (cf. amplios datos en la larga
nota 1 de WENGER, p. 133).
2 He traducido ¿en figura? el adverbio Typikos, según la acepción que da al
vocablo E. AUERBACH, Figura, en ¿Studi su Dante?, Milán 1963, p. 176ss.
3 Así traduzco la expresión redundante anothen kai ex arches.
4 Traduzco así el término akrasía, siguiendo a WENGER (P. 135, n. 1): no se
trata de una imperfección o flaqueza de la naturaleza, como interpretan
Ireneo o Gregorio de Nisa desde una filosofía ajena a san Juan Crisóstomo;
para éste es mera intemperancia del vientre (cf. Hom. I in Genes.: PG 53, 23
C).
5 Si 33, 28
6 Gn 3, 19
7 Mt 25, 29.
8 Hb 11, 1.
9 Wenger (p. 138, n. 3) hace notar con razón la dificultad para identificar
al ministro de los diversos ritos bautismales: hieréus, como el latín
sacerdos, puede designar tanto al presbítero como al obispo (éste designado
quizás con archiereus, sumo sacerdote, pontífice).
10 En la traducción de esta frase, Wenger - a quien sigo - es más preciso y
fiel al texto que Harkins; Brigatti suprime la frase entera.
11 Cf. Col 3, 9 - 10.
12 Ga 3, 27.
13 Sigo el sentido interrogativo dado por Wenger y Harkins.
14 Si 8, 13
15 Posiblemente se refiera a la profesión de fe, pero no es seguro (cf.
WENGER, nota I, p. 144)
16 Literalmente: me junto contigo, me pongo a tus órdenes.
17 Cf. nota precedente.
18 Probable alusión a 1P 5, 8.
19 La terminología utilizada alude claramente a la bajada del Espíritu Santo
en forma de paloma (cf. v. gr. Mt 3, 16).
20 Sobre el valor de este adjetivo, que refleja la disciplina del arcano,
tan viva en tiempos de Crisóstomo, cf. WENGER, Introd. p. 71ss.
21 El término ágape lo traduzco por ¿caridad? muy inferior a él en valor
semántico, a falta de otro mejor.
22 Col 3, 2
23 Alusión evidente al cuerpo místico de Cristo; cf. 1Co 12, 12 ss
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 7
?Del mismo1, homilía dirigida a los nuevos iluminados? 2. Los nuevos
bautizados comparados a nuevas estrellas
1. !Bendito sea Dios! Ved que también de la tierra nacen estrellas,
estrellas más rutilantes que las del cielo. Estrellas sobre la tierra, por
causa de aquel que apareció sobre la tierra venido del cielo. Pero no sólo
estrellas sobre la tierra, sino también estrellas en pleno día. !Segundo
prodigio éste! !Estrellas en pleno día más rutilantes que las nocturnas!
Éstas, efectivamente, se ocultan cuando aparece el sol, aquellas, en cambio,
cuando aparece el sol de justicia resplandecen ano más. ¿Viste alguna vez
aparecer estrellas junto al sol?
2. Las unas desaparecen cuando la plenitud se deja ver. Estas otras, cuando
sobreviene la plenitud, resplandecen con más fuerza todavía. Y de aquellas
dice el Evangelio: Las estrellas del cielo caerán, como se caen de la parra
las hojas 3; en cambio, de éstas dice: Los justos resplandecerán como el sol
en el reino de los cielos 4.
3. ¿Qué significa: Como se caen de la parra las hojas así caerán las
estrellas del cielo?
De la misma manera que la parra, mientras está alimentando a los racimos,
necesita de la protección que prestan las hojas, pero en cuanto se descarga
del fruto también se desprende de su cabellera de hojas, así también el
mundo entero: mientras contenga en sí mismo a la naturaleza humana, el cielo
retiene también las estrellas, como la parra sus hojas; pero entonces, al no
haber ya noche tampoco habrá ya necesidad de estrellas.
4. De fuego es la naturaleza de aquellas estrellas; de fuego es también la
substancia de estas otras. Pero allí se trata de un fuego sensible; aquí, de
un fuego inteligible: El mismo os bautizará - dice - con Espirita Santo y
fuego 5. ¿Quieres también aprender los nombres de unas y de otras? En las
estrellas del cielo se dan estos nombres: Orión, Arturo, Lucero de la tarde,
Lucero del alba; en cambio entre estas otras estrellas no se da solamente un
Lucero del alba: !todos son Luceros del alba! Los múltiples dones del
bautismo
5. !Bendito sea Dios - digamos otra vez - , el único que hace maravillas! 6,
el que todo lo crea y todo lo transforma. Los cautivos de anteayer son hoy
libres y ciudadanos de la Iglesia; los que antes vivían en la vergüenza del
pecado viven ahora en la confianza y en la justicia. Porque no son
únicamente libres, sino también santos; no sólo santos, sino también justos;
no sólo justos, sino también hijos; no sólo hijos, sino también herederos;
no sólo herederos, sino también hermanos de Cristo; no sólo hermanos de
Cristo, sino también coherederos; no sólo coherederos, sino también
miembros; no sólo miembros, sino también templos, y no sólo templos, sino
también instrumentos del Espíritu 7.
6. !Bendito sea Dios, el único que hace maravillas!. ¿Viste cuán numerosos
son los dones del bautismo? Por más que muchos crean que solamente tiene
uno, el perdón de los pecados, sin embargo, nosotros hemos enumerado hasta
diez honores. Esta es, pues, la razón por la que incluso bautizamos a los
ninos, aunque no tienen pecados 8, para que se les anada la santificación,
la justicia, la adopción filial, la herencia, el hermanazgo, el ser miembros
de Cristo y el convertirse en morada del Espíritu.
7. Mas, !oh amadísimos hermanos...! Si es que me es lícito llamaros
hermanos, porque, ciertamente, yo también participé del mismo alumbramiento
que vosotros, pero luego, por mi negligencia perdí el perfecto y auténtico
hermanazgo; con todo, permitidme llamaros hermanos por lo mucho que os amo,
y exhortaros a que, cuanto mayor sea el honor de que gocéis, tanta mayor
solicitud mostréis. La táctica de la lucha contra el diablo
8. El tiempo que precedió a éste era palestra y campo de entrenamiento, y se
era indulgente con los caídos. En cambio, a partir del día de hoy, el
estadio se ha abierto, el combate está fijado, el público está sentado
arriba, y no sólo el género humano contempla vuestros combates, sino también
la muchedumbre de los ángeles, y Pablo grita a los Corintios: !Nos han dado
en espectáculo al mundo, y no solamente a los hombres, sino también a los
ángeles! 9. Así pues, los ángeles son espectadores y el Senor de los ángeles
actúa de juez de competición: esto no solamente es un honor, sino también
una garantía. Efectivamente, cuando juzga los combates precisamente el mismo
que entregó su vida por nosotros, ¿qué honor y qué garantía no será para
nosotros?
9. Ahora bien, en los combates olímpicos, el árbitro se coloca en medio de
los dos contendientes, sin estar a favor del uno ni a favor del otro, sino a
la espera del final: por eso justamente se coloca en el medio, porque su
juicio es también neutral. Sin embargo, entre nosotros y el diablo, Cristo
no se coloca en el medio, sino que es todo nuestro. Y que no está en el
medio, sino por entero con nosotros, nótalo en esto: al entrar en la liza, a
nosotros nos ungió, a él lo amarró; a nosotros nos ungió con el óleo de la
alegría 10, y a él lo amarró con nudos indisolubles, para tenerlo
inmovilizado en los combates. Y si ocurre que tropiezo, Él me tiende su
mano, levanta al que cae y de nuevo le hace caminar. Dice, efectivamente:
Pisotead sobre serpientes, sobre escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo
11.
10. A él, tras la victoria, lo amenazó con la gehena; yo, si venzo, soy
coronado; él, si vence, es castigado. Y para que sepas que recibe mayor
castigo sobre todo cuando triunfa, !ea!, te lo demostraré con hechos. Venció
a Adán y le hizo caer: ¿cuál fue el premio de la victoria? Sobre tu pecho y
sobre tu vientre andarás, y comerás polvo todos los días de tu vida 12,
Ahora bien, si tan duramente castigó a la serpiente material, ¿cuál será el
castigo que infligirá a la espiritual? Y si tal es la condena del
instrumento, bien claro está que a su artífice le aguarda una pena mucho
mayor. Efectivamente, lo mismo que un padre amoroso, cuando encuentra al que
ha matado a su hijo, no solamente castiga al asesino, sino que también hace
pedazos la espada misma, así también Cristo, no solamente castigó al diablo,
sino que también destrozó su espada.
11. Con toda confianza, pues, desnudémonos para estos combates. Además,
Cristo nos ha cenido unas armas que son más brillantes que todo el oro, más
fuertes que todo acero, más abrasadoras y voraces que todo fuego y más
ligeras que todo aire. Estas armas, efectivamente, son de tal naturaleza que
no abruman las rodillas, antes bien, prestan alas y alzan en volandas a los
miembros, y si quieres echarte a volar al cielo con estas armas, nada te lo
impide. Y es que nueva es la naturaleza de estas armas, porque nueva es
también la índole del combate: a pesar de ser hombre, se me obliga a batirme
en pugilato con los demonios; aunque estoy revestido de carne, peleo contra
fuerzas incorpóreas. Por esta razón Dios me hizo una coraza, no de hierro
sino de justicia, y por lo mismo me preparó el largo escudo no de bronce,
sino de fe. Tengo además una espada afilada: la palabra del Espíritu 13.
Aquél dispara flechas contra mí, yo tengo una espada; aquél es arquero, yo
soy hoplita. Aprende tú también de esto lo precavido que es él: el arquero
no se atreve a acercarse, sino que dispara de lejos. La sangre de Cristo
como arma invencible
12. Pero, ¿cómo? ¿Acaso no preparó más que armas? No, que también previno
una mesa más poderosa que cualquier arma, para que luches sin cansarte, para
que saciado, triunfes en toda la línea del enemigo. Efectivamente, con que
sólo te vea cuando regresas del convite del Senor, como quien ve un león que
echa fuego por la boca, así él huirá más veloz que todo viento. Y si le
muestras tu lengua tinta con la preciosa sangre no podrá ni tenerse en pie:
si le muestras tu boca enrojecida él volverá grupas a todo correr, como
cualquier animalejo.
13. ¿Quieres, pues, saber la fuerza de esta sangre? Recurramos a su figura
14, a los antiguos relatos de lo acaecido en Egipto. Dios estaba a punto de
infligir a los egipcios la décima plaga. Quería, en efecto, eliminar a sus
primogénitos, porque ellos retenían al pueblo primogénito suyo. ¿Qué hacer,
pues, para evitar que los judíos quedaran implicados con los egipcios, ya
que todos se hallaban habitando un único lugar? Infórmate del poder de la
figura para que también comprendas la fuerza de la verdad. La plaga que Dios
enviaba estaba a punto de abatirse desde lo alto, y el exterminador iba
avanzando contra las casas.
14. ¿Qué hizo entonces Moisés? Inmolad - dijo - un cordero sin mancha y
untad con su sangre vuestras puertas (Ex 12, 21 - 25). ¿Qué estás diciendo?
¿La sangre de un irracional es capaz de salvar a los hombres, a los dotados
de razón? ¿Sí, - dice - , no porque sea su sangre, sino porque es figura de
la sangre del Senor?. Efectivamente, lo mismo que las estatuas de los
emperadores, aunque son inanimadas e insensibles, salvan a los hombres que
se acogen a ellas, dotados como están de sensación y de alma, no porque
ellas sean de bronce, sino porque son imagen del emperador, así también
aquella sangre insensible e inanimada salvó a los hombres que tenían alma,
no porque fuese sangre, sino porque era figura de esta otra sangre.
15. Entonces el exterminador vio la sangre asperjada en las puertas y no se
atrevió a entrar. Si ahora el diablo ve, no ya la sangre de la figura
asperjada en las puertas, sino la sangre de la verdad rociando la boca de
los fieles, puerta del templo portador de Cristo, ¿no va a detenerse con
mucho mayor motivo? Porque, si el ángel tuvo miedo al ver la figura, con
mayor razón el diablo emprenderá la huida al ver la verdad. La Iglesia
nacida del costado de Cristo en la cruz
16. ¿Quieres saber también por otro camino la fuerza de esta sangre? Mira de
dónde comenzó a manar y dónde tuvo su fuente: desde lo alto de la cruz, del
costado del Senor. Efectivamente, muerto Cristo - dice - , pero mientras aún
estaba en la cruz, el soldado se acercó y le punzó el costado con su lanza,
y luego salió agua y sangre: la primera símbolo del bautismo; la segunda, de
los misterios. Por esta razón no dijo: Salió sangre y agua, puesto que
primero viene el bautismo y luego los misterios 16. Así pues, el soldado
aquel punzó el costado, perforó la pared del santo templo 17, y yo encontré
el tesoro y me apropié la riqueza. Lo mismo sucedió también con el cordero:
los judíos inmolaron la oveja y yo cosecho el fruto del sacrificio: mi
salvación.
17. Salió del costado agua y sangre. No pases de largo y sin más, querido,
ante el misterio porque puedo aún darte otra explicación mística. Dije que
símbolos del bautismo y de los misterios son aquella sangre y aquel agua. De
una y otra nace la Iglesia, por el bano de la regeneración y de la
renovación del Espirita Santo 18, por el bautismo y por los misterios. Ahora
bien, los símbolos del bautismo y de los misterios brotan del costado, por
consiguiente, de su costado formó Cristo la Iglesia, como del costado de
Adán formó a Eva 19.
18. Por esta razón también Moisés, al dar su explicación sobre el primer
hombre, dice: Hueso de mis huesos y carne de mi carne 20, dándonos con ello
a entender el costado del Senor. Efectivamente, lo mismo que entonces tomó
Dios la costilla y formó la mujer, así también nos dio sangre y agua de su
costado y formó la Iglesia. Por tanto, de la misma manera que entonces tomó
la costilla durante el arrobamiento de Adán, mientras dormía, así también
ahora nos dio la sangre y el agua, aunque el agua primero y después la
sangre. Ahora bien, lo que allí fue el arrobamiento, aquí lo fue la muerte,
para que aprendas que en adelante esta muerte es sueno 21.
19. ¿Veis cómo Cristo unió a sí su esposa? ¿Ves con qué alimento nos nutre a
todos? !Con el mismo alimento hemos sido formados y nos nutrimos!
Efectivamente, igual que la mujer alimenta con su propia sangre y su leche
al recién alumbrado, así también Cristo alimenta continuamente con su propia
sangre a los que engendró.
20. Por consiguiente, ya que disfrutamos de don tan grande, demostremos una
gran diligencia y recordemos los pactos que hemos firmado con Él. Os lo digo
a todos vosotros: a los que ahora estáis siendo iniciados y a los que lo
fuisteis antes, incluso hace muchos anos. Efectivamente, mi discurso es
común para todos nosotros, puesto que todos también hemos firmado con Él
pactos, que escribimos, no con tinta, sino con el espíritu; no con la pluma,
sino con la lengua. Con esta pluma se escriben, efectivamente, los pactos
hechos con Dios, por eso dice también David: Mi lengua es pluma de ágil
escribano 22. Confesamos su soberanía, renunciamos a la tiranía del diablo:
ésta fue nuestra firma de puno y letra, éste el pacto, éste el pagaré.
21. Mirad de no recaer en manos del antiguo pagaré. Una sola vez vino
Cristo: encontró nuestro eterno pagaré, el que Adán escribió. Éste comenzó
la deuda; nosotros fuimos luego aumentando el préstamo con nuestros pecados
23. Allí había maldición, pecado, muerte y condena de la ley: todo esto lo
abolió Cristo, y nos perdonó. Y Pablo dice a gritos: El pagaré de nuestros
pecados que nos era contrario, también lo quitó de en medio clavándolo en la
cruz 24. No dijo: borrándolo, ni tampoco: raspándolo, sino: clavándolo en la
cruz, para que no quedase ni huella de él. Por eso no lo borró, sino lo
rompió: los clavos de la cruz, efectivamente, lo rompieron y lo destruyeron,
para que en adelante fuera inútil.
22. Y no fue en un rincón ni de oculto como saldó la deuda, sino en medio
del universo y en lo alto de un estrado. ¿!Miren los ángeles - dice - ,
miren los arcángeles, miren las potestades de arriba, miren incluso los
perversos demonios y el mismo diablo, los que nos hicieron responsables de
las deudas ante usureros sin piedad: el pagaré está roto para que no nos
asalten más!?. La salida de los hebreos de Egipto como figura del bautismo
23. Puesto que el primero está roto, cuidémonos, pues con todo empeno de que
no reaparezca otro pagaré, porque no hay una segunda cruz, ni un segundo
perdon por medio del bano de regeneración. Realmente hay perdón, pero no hay
un segundo perdón mediante el bano bautismal. Sin embargo, no por ello nos
hagamos más despreocupados, os lo suplico. Saliste, oh hombre, de Egipto:
!no busques de nuevo Egipto ni los males de Egipto; no te acuerdes ya más
del barro y de los adobes 25 las cosas de la vida presente son barro y
adobes puesto que el mismo oro, antes de convertirse en oro, no es otra cosa
que tierra!
24. Los judíos vieron prodigios. Tú también los ves incluso mucho mayores y
más preclaros que entonces, cuando los judíos salían de Egipto 26. No viste
al Faraón ahogado con todas sus armas, pero has visto al diablo hundido con
sus armas; aquéllos atravesaron el mar, tú atravesaste la muerte; aquellos
se libraron de los egipcios, tú quedas libre de los demonios; los judíos se
sacudieron la esclavitud de los bárbaros, tú la que es mucho más penosa: la
del pecado.
25. ¿Quieres saber por otro camino cómo fuiste considerado digno de
privilegios mayores? Los judíos no podían entonces mirar el rostro
glorificado de Moisés, y esto a pesar de que él era un congénere y un
esclavo con ellos 27: tú en cambio viste el rostro de Cristo en su gloria. Y
Pablo dice a gritos: Y nosotros, con la cara descubierta, reflejamos como un
espejo la gloria del Senor 28. Aquellos tenían entonces a Cristo que los iba
siguiendo, pero con mucha mayor razón nos sigue a nosotros ahora, pues a
ellos entonces el Senor los acompanaba por la gracia de Moisés; a nosotros,
en cambio, no sólo por la gracia de Moisés, sino también por vuestra propia
docilidad 29
Para aquellos, después de Egipto, el desierto; para nosotros, en cambio,
tras el éxodo 30, el cielo. Aquellos tenían por guía y óptimo general a
Moisés: también nosotros tenemos otro Moisés, a Dios, que nos guía y nos
manda.
26. ¿Cuál era, efectivamente, la característica de aquel Moisés? Era
realmente Moisés - dice - el más apacible de los hombres que hay sobre la
tierra 31. Si esto lo hubiera dicho también alguien acerca de este otro
Moisés, no se habría equivocado, pues también en éste estaba presente el
mansísimo Espíritu, como consubstancial 32 y congénito que le es. Moisés
entonces extendió sus manos hacia el cielo e hizo que bajara el pan de los
ángeles, el maná 33: este otro Moisés extiende sus manos hacia el cielo y
trae el alimento eterno. Aquél golpeó la pena e hizo brotar ríos de agua 34:
éste toca la mesa, golpea la mesa espiritual, y hace fluir las fuentes del
Espíritu. Por esta razón está la mesa situada en el medio, como una fuente,
para que de todas partes afluyan los rebanos en torno a la fuente y puedan
gozar de las aguas salvadoras.
27. Por consiguiente, ya que hay aquí una fuente así y una vida de tal
calidad, y ya que la mesa rebosa de innumerable bienes y de todas partes
hace germinar para nosotros los dones espirituales, acerquémonos con un
corazón sincero, con una conciencia limpia, para que recibamos gracia y
misericordia que a su tiempo nos socorran. Por la gracia y la bondad del
Hijo unigénito, nuestro Senor y Salvador Jesucristo, por medio del cual se
dé al Padre, y al Espíritu vivificante, la gloria, el honor y la fuerza,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Esta Catequesis corresponde a la tercera de las ocho editadas por WENGER
(p. 151 - 167, del que traduz - co), pero, a diferencia de las siete
restantes, había sido ya publicada por PAPADOPOULOS, sobre la base del
códice de Moscú 129 (cf. op. cit. pp. 168 - 181); además había tenido ya una
extraordinaria difusión gracias a una antigua versión latina de comienzos
del s. V, conocida por Agustín y por Julián de Eclana, que también conocían
el texto griego. Montfaucon pudo leerla en el códice Parisino 700, del s. X,
pero, inexplicablemente, no la tuvo por auténtica y no la incluyó entre las
obras de san Juan Crisóstomo, en tanto WENGER ha defendido, con razón, su
autenticidad y, tras el texto griego, ha publicado también la antigua
versión latina (op. cit. p. 168 - 181); según el mismo WENGER (Introd. p.
76), habría sido pronunciada en la noche de Pascua del ano 388; cf. sin
embargo, las más recientes investigaciones de BOUHOT, Versión inédite, pp.
40 - 41.
2 El título es el que Wenger da a la Catequesis (p. 151)
3 Cf. Is 34, 4 y Mt 24, 29.
4 Mt 13, 43, con la variante ¿en el reino de los cielos? atestiguada por
unos pocos códices minúsculos, frente a la lección ¿en el reino de su
Padre?, asumida por ALANO (Novum Testamentum Graece, Stuttgart 1979 26, ad
loc.).
5 Mt 3, 11
6 Sal 73, 18.
7 Nótese la eficaz gradación de las antítesis, todas ellas basadas en la
Escritura.
8 Sobre las incertidumbres de san Juan Crisóstomo respecto del pecado
original, evidentes incluso en esta sola afirmación sobre las culpas de los
ninos, y a pesar de las precisiones que hace en el c. 21, cf. WENGER, nota
2, p. 154, y HARKINS, Chrysostom's Sermo íd neophytos, op. cit. pp. 113 -
114; para los pasajes correspondientes de la antigua versión latina, cf.
WENGER, nota 2, p. 170, y BOUHOT, op. cit. p. 34.
9 1Co 4, 9: nótese cómo san Juan Crisóstomo usa eficazmente la terminología
deportiva, a pesar de sus frecuentes recriminaciones contra los espectáculos
y juegos.
10 Probable referencia a la idéntica expresión del Sal 45, 8.
11 Lc 10, 19.
12 Gn 3, 14: la serpiente, como dirá poco después, es el arma (lit. ¿la
espada?) del diablo.
13 La terminología metafórica del equino militar remonta claramente a Ef 6,
14 - 17.
14 Para los acontecimientos de que se habla, cf. Ex 11, 1 - 11; 12, 21 - 25.
16 WENGER (nota 1, p. 160), pone justamente de relieve cómo en el relato de
Jn 19, 33 - 34 se habla de que sale sangre y agua, no agua y sangre: la
inversión se debe, no a un error de san Juan Crisóstomo, que en otros
lugares cita con exactitud el pasaje, sino a las exigencias de su
Catequesis, según la cual el agua, esto es, el Bautismo, precede a la
sangre, esto es, a la Eucaristía (aquí definida con el término ¿misterios?,
familiar a san Juan Crisóstomo y presente aun hoy día en la expresión ¿santo
Sacramento?).
17 Así es como se indica la humanidad de Cristo.
18 Tt 3, 5.
19 Según WENGER (nota 2, p. 161), esta interpretación del nacimiento de la
Iglesia del costado de Jesús crucificado, como Eva del costado de Adán (cf.
Gn 2, 21 ss.) inspirará la interpretación análoga del Tract. 120 in Joh. (PL
35 1953) de san Agustín, quien conoció esta catequesis de san Juan
Crisóstomo en su texto original y en la antigua versión latina como ya se
indicó.
20 Gn 2, 23.
21 La equivalencia ¿muerte? = ¿sueno?, con su excepcional mutación
semántica, deriva coherentemente de la contraposición entre Cristo y Adán,
instituida por san Juan Crisóstomo: la innovación lingüística más evidente
nos la brindará el término ¿cementerio? lugar donde los muertos duermen, a
la espera de la resurreccion.
22 Sal 45, 1.
23 Para esta precisión de san Juan Crisóstomo sobre la naturaleza del pecado
original, cf. la nota 8 de esta Catequesis.
24 Col 2, 14.
25 Cf. Ex 1, 13 - 14.
26 Para los hechos aludidos, cf. Ex 13, 18 ss
27 Cf. Ex 34, 29 ss
28 2Co 3, 18
29 Según WENGER (P. 165 - 166, notas I y 2, y p. 180 - 181, notas 3 y 4),
san Juan Crisóstomo está pensado en ¿el nuevo Moisés?, esto es, Cristo
30 ¿Exodo? con significado de ¿muerte? (cf. LAMPE, Lexicon, s. V)
31 Nm 12, 3: sobre el valor superlativo del comparativo praóteros cf.
SCHWYZER, II, p. 185.
32 El término homoousios no puede referirse más que a Cristo, puesto que
estaba reservado para expresar la unidad de las personas divinas.
33 Cf. Ex 16, 9 ss.
34 Cf. Ex 17, 1 ss
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 8
?Del mismo1, a los nuevos iluminados, y sobre el dicho del Apóstol: Si
alguno está en Cristo, nueva creación es; lo viejo pasó; mira: todas las
cosas son hechas nuevas? 2, Alegría de la Iglesia por los nuevos bautizados
1. Hoy veo la asamblea más radiante que de costumbre, y a la Iglesia de Dios
en el colmo del gozo por sus propios hijos. Porque, lo mismo que una madre
amorosa, cuando ve a sus hijos formando corro en su derredor, se llena de
gozo, salta de alegría y se deja llevar en alas del contento, así también
esta madre espiritual, cuando mira sus propios hijos, se alegra y exulta,
pues se ve a sí misma como ubérrimo campo, orgullosa de estas espigas
espirituales. Y considera, querido, el exceso de la gracia, pues ya ves, !en
una sola noche, cuántos hijos alumbró de una vez esta madre espiritual! 3. Y
no te maravilles, porque así son los alumbramientos espirituales: no
necesitan de tiempo ni de un período de meses.
2. !Ea pues, gocémonos también nosotros con ella y participemos de su
alegría! Porque, si por un pecador que se convierte hay alegría en el cielo
4, mucho más conviene que nosotros, por tan gran muchedumbre, saltemos de
gozo, nos alegremos y glorifiquemos al Dios de bondad por su insondable don.
En efecto, la grandeza del don de Dios verdaderamente sobrepasa todo
discurso. ¿Qué inteligencia, qué mente, qué razonamiento podrá comprender el
exceso de bondad de Dios y la grandeza de los dones inefables con que ha
agraciado a la naturaleza humana?
3. Efectivamente, los que ayer y anteayer, esclavos del demonio y sin
confianza alguna, estaban bajo la tiranía del diablo y, como cautivos,
andaban traídos y llevados de Ceca en Meca, mira, !hoy han sido admitidos en
el rango de hijos de Dios y, tras desprenderse de la carga de los pecados y
ponerse la vestidura real, compiten en resplandor casi con el mismo cielo, y
apareciendo con una luz más fulgurante que estas estrellas que vemos,
deslumbran la vista de cuantos los miran! Aquellas, efectivamente, brillan
únicamente en la noche y nunca podrían brillar en pleno día. Éstos, en
cambio, resplandecen por igual de noche y de día, porque son estrellas
espirituales y rivalizan con la misma luz del sol, mejor aún, la sobrepasan
en gran medida. Efectivamente, si Cristo el Senor se sirvió de esta imagen
para mostrar el resplandor de los justos en el siglo futuro, cuando dijo:
Entonces los justos resplandecerán como el sol 5, no fue para indicar que
brillan solamente tanto, sino porque le era imposible hallar otro ejemplo
sensible más brillante que el sol; por eso comparó con esta imagen la
condición de los justos.
4. Así pues, abracemos también nosotros hoy a éstos, que pueden brillar más
que las estrellas y rivalizan con el fulgor de los rayos del sol, y no nos
limitemos a estrecharlos con estas manos corporales, sino también
demostrémosles nuestro carino con nuestro aliento espiritual y exhortémosles
a reflexionar en el exceso de la generosidad del Senor y en el fulgor del
vestido que han sido considerados dignos de llevar: Porque - dice - todos
los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estéis vestidos 6, y
así, que en adelante hagan y obren todo como quien tiene con él conviviendo
a Cristo, el Creador de todo y Senor de nuestra naturaleza. Y cuando digo a
Cristo, digo también al Padre y también al Espíritu Santo, pues, de hecho,
Él mismo pronunciaba esta promesa: Si alguno me ama y guarda mis
mandamientos, yo y mi Padre vendremos a él y haremos en él morada 7.
5. Este hombre, en adelante, aunque camine por la tierra, se comportará tal
como si viviese en los cielos, con el pensamiento y la imaginación puestos
en las cosas de arriba, y sin temor ya a las asechanzas del perverso demonio
Efectivamente, cuando el diablo vea semejante cambio y que los que
anteriormente estaban bajo su dominio han sido elevados a tan gran altura y
han sido considerados dignos de tanta bondad por parte del Senor, se
marchará avergonzado, sin atreverse tan solo a mirar a la cara, porque no
soporta los destellos que de allí emanan, antes bien, deslumbrado por la
ráfaga de luz que de allí emiten, vuelve la espalda y se va.
6. Vosotros, por el contrario, los nuevos soldados de Cristo, los inscritos
hoy en el censo de ciudadanos del cielo, los convidados a este festín
espiritual y que estáis a punto de gustar la mesa real: demostrad un celo
digno de la grandeza de los dones, y así os ganaréis de lo alto mayor
abundancia de gracia. Efectivamente, nuestro Senor, bondadoso como es, en
cuanto vea que somos agradecidos por los bienes ya otorgados y que hemos
demostrado mucha circunspección en torno a la grandeza de los dones, nos
prodigará la gracia y, por poco que contribuyamos nosotros, El por su parte
nos honrará con mayores dones. Pablo, modelo del nuevo bautizado
7. También Pablo, el maestro del universo, que primero perseguía a la
Iglesia y, circulando por todas partes, arrastraba a hombres y mujeres 8, y
todo lo confundía y perturbaba con las muestras de su inmenso furor, en
cuanto gustó de la bondad del Senor y, deslumbrado por la luz inteligible,
se desprendió de las tinieblas del error y fue conducido de la mano a la
verdad y por medio del bautismo se lavó de todos sus pecados cometidos
anteriormente, al instante y sin dejarlo al azar, el que antes todo lo hacía
en favor de los judíos y asolaba a la Iglesia, se puso a confundir a los
judíos que habitaban en Damasco, proclamando que el crucificado es el Hijo
de Dios en persona 9.
8. ¿Has visto alma mejor dispuesta? ¿Ves cómo por medio de los hechos mismos
nos muestra que también anteriormente había obrado por ignorancia? ¿Ves cómo
por la experiencia misma de los hechos nos ensena a todos nosotros que con
toda justicia se le consideró digno de la bondad de lo alto y se le
introdujo de la mano en el camino de la verdad? Cuando Dios en su bondad ve,
efectivamente, al alma bien dispuesta, pero extraviada por causa de la
ignorancia, no la desprecia, ni la deja mucho tiempo sin su ayuda
providente, al contrario, da pruebas de que aporta todo cuanto de Él
depende, sin descuidar nada de cuanto pueda contribuir a nuestra salvación,
con una sola condición: que nosotros mismos nos hagamos dignos de atraer con
abundancia la gracia de lo alto, como hizo este bienaventurado Apóstol.
9. Efectivamente, como quiera que todo lo que hacía anteriormente lo hacía
por ignorancia y, pensando que con su celo no hacía más que defender la Ley,
se convertía en causa de perturbación y desorden para todos, en cuanto
aprendió del mismo legislador que iba por camino contrario y que sin darse
cuenta se estaba precipitando en los abismos, no lo retardó, no lo difirió,
sino que inmediatamente, nada más iluminarle la luz inteligible, se
constituyó en heraldo de la verdad, y los primeros que quiso conducir al
camino de la piedad fueron aquellos mismos para quienes llevaba las cartas
de parte de los sumos sacerdotes, según él mismo decía en su arenga a la
muchedombre judía: Como también el sumo sacerdote me es testigo, y todo el
colegio de los ancianos, que habiendo yo recibido de ellos cartas, me
dirigía hacia Damasco en busca de los sumos sacerdotes, con la intención de
poder traer presos a Jerusalén a cuantos allí estaban 10.
10. ¿Le viste furioso como un león y dando vueltas por todas partes? 11.
Míralo de nuevo mudado repentinamente en manso cordero, y al que antes de
esto apresaba, arrojaba en las cárceles y acosaba y perseguía a todos los
creyentes en Cristo, de repente, míralo descolgado por el muro en una
espuerta, por causa de Cristo, para escapar a las asechanzas de los judíos.
Míralo en otra ocasión enviado a Cesarea durante la noche y de allí remitido
a Tarso, para evitar que la furia de los judíos lo despedazase 12. ¿Ves qué
cambio, querido? ¿Ves qué transformación la suya? ¿Ves cómo en cuanto gustó
la generosidad de lo alto, él contribuyó largamente con cuanto estaba en su
mano, a saber: el celo, el fervor, la fe, el valor, la paciencia, la nobleza
de alma, la voluntad impávida? Por esta razón fue también considerado digno
de mayor apoyo de arriba, y de ahí que, escribiendo, dijera: Yo he trabajado
más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo
13. 11. Imitad a éste, os lo suplico! También vosotros, los que ahora habéis
sido considerados dignos de entrar bajo el yugo de Cristo y habéis gustado
la adopción filial, y ya inmediatamente, desde el comienzo, demostrad un
fervor y una fe en Cristo tan grandes como para atraer sobre vosotros de
arriba una gracia mayor, hacer más resplandeciente el vestido que os han
regalado y gozar de más abundante benevolencia de parte del Senor.
Efectivamente, si a pesar de no haber hecho todavía ni una sola obra buena,
antes bien, estando cargados con tantos pecados, él, imitando su propia
bondad, os consideró dignos de tan grandes dones - pues no solamente os
libró de los pecados y os justificó con su gracia, sino que también os hizo
santos y os dio la adopción filial - , pues se anticipó regalándoos tantos
dones, con tal que vosotros os apresuréis, después de tantos dones, a
contribuir con cuanto esté en vuestra mano, y junto con la guarda de lo ya
recibido, demostréis rigor en la conducta, ¿cómo no vais a ser considerados
dignos otra vez de mayor generosidad?
12. El bautismo como nueva creación 2Co 5, 17:
Escuchaste hoy al bienaventurado Pablo, el padrino de boda 14 de la Iglesia,
que, escribiendo, decía: De modo que si alguno está en Cristo, nueva
creación es 15. Para que no pensemos que lo dicho se refiere a esta creación
sensible, senaló esta condición: Si alguno está en Cristo; con ello nos
ensena que, si alguno se pasa a la fe en Cristo, nos muestra una nueva
creación. Porque, dime, ¿qué provecho puede haber en ver un cielo nuevo y
nuevas las demás partes de la creación? ¿Tanto como ganancia en ver a un
hombre pasar del vicio a la virtud y del error a la verdad? Pues a esto,
efectivamente, llamaba nueva creación aquel bienaventurado, y por eso anadió
en seguida: Las cosas viejas pasaron; mira, !todas las cosas son hechas
nuevas! 16; con ello nos daba a entender más o menos que, después de
despojarse como de un vestido viejo de la carga de los pecados por medio de
la fe en Cristo, los recién liberados del error e iluminados por el sol de
justicia se ponían este nuevo y resplandeciente vestido y túnica de reyes.
Por esto decía: Si alguno está en Cristo nueva creación es; las cosas viejas
pasaron; mira, !todas las cosas son hechas nuevas!
13. Efectivamente, ¿cómo no van a ser nuevas e inimaginables, cuando el que
ayer y anteayer estaba entregado a la molicie y a la glotonería de golpe
abraza la continencia y la vida frugal? ¿Como no van a ser nuevas e
inimaginables todas las cosas, cuando el que antes era un libertino y se
consumía en los placeres de la vida presente, de pronto se hace superior a
sus pasiones y, como si no estuviese revestido de un cuerpo, así se pone a
conquistar la templanza y la castidad?
14. ¿Ves cómo lo ocurrido es realmente nueva creación? En efecto, la gracia
de Dios sobrevino, remodeló y transformó las almas, y las convirtió en otras
diferentes de las que eran, no cambiando su esencia, sino transformando su
voluntad y no dejando que en adelante el tribunal de los ojos de la mente
juzgue contrariamente a la realidad 17: como quien quita una legana de los
ojos, les permitió ver con exactitud la fealdad y disformidad del vicio y la
mucha belleza y resplandor de la virtud.
15. ¿Ves cómo el Senor cada día obra una nueva creación?
Porque, dime, ¿qué otro hubiera persuadido a un hombre que con frecuencia
consumía toda su vida en los placeres de la vida y que adoraba a las piedras
y a la madera 18 por creerlas dioses, a que de repente se lanzase a tal
altura de virtud que pudiera, de una parte, despreciar y mofarse de todo
aquello y ver piedras en las piedras lo mismo que madera en la madera, y de
otra, adorar al creador de todas las cosas y preferir la fe en él a todos
los bienes de la vida presente?
16.?Ves cómo se llama nueva creación a la fe en Cristo y al regreso a la
virtud? Por tanto escuchemos todos, os lo suplico, los que fuimos iniciados
antes y los que acaban de gustar la generosidad del Senor, la exhortación
del Apóstol, que dice: Las cosas viejas pasaron; mira, !todas las cosas son
hechas nuevas!, y olvidados de todo lo anterior, transformemos nuestra
propia vida, como ciudadanos de un nuevo régimen de vida, y con el
pensamiento clavado en la dignidad del que mora en nosotros, hablemos y
obremos consecuentemente en todo. El resplandor del nuevo bautizado
17. Efectivamente, si los hombres que reciben cargos mundanos y que muchas
veces llevan sobre el vestido que los envuelve la marca de las imágenes
imperiales, gracias a la cual aparecen dignos de crédito ante los demás,
nunca se permitirían obrar lo que fuese indigno de ese vestido con las
insignias imperiales; y si alguna vez lo intentasen ellos, tienen a muchos
que se lo impedirían; e incluso si otros quisieran maltratarlos a ellos, el
vestido que llevan puesto les aportaría suficiente seguridad para no sufrir
nada desagradable, con mucha mayor razón es justo que quienes tienen a
Cristo morando, no sobre el vestido, sino sobre el alma, y con Él a su Padre
y la presencia del Espíritu Santo, den pruebas de tener gran seguridad, y
por su cabal conducta evidencien ante todos su personal condición de
portadores de la imagen imperial.
18. Lo mismo, efectivamente, que aquellos, al mostrar sobre el vestido a la
altura del pecho las imágenes imperiales, se ponen en evidencia ante todos,
así también nosotros, los que de una vez por todas fuimos revestidos de
Cristo y considerados dignos de tenerlo morando en nosotros, si de verdad le
queremos, mediante una vida perfecta, incluso callando, podremos mostrar a
todos la fuerza del que mora en nosotros. Y de la misma manera que ahora el
despliegue de vuestro indumento y el brillo de las vestiduras atraen todas
las miradas, así también, y para siempre, con tal que lo queráis y
conservéis el resplandor de vuestra regia vestimenta, podréis con mucha más
exactitud que ahora, por medio de una conducta según Dios y muy cabal,
atraeros a todos los que os miran a un mismo celo y a la glorificación del
Senor.
19. Por esta razón, indudablemente, decía Cristo: Alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos19. ¿Ves cómo exhorta a que alumbre la
luz que hay en nosotros, no a través de los vestidos, sino mediante las
obras? En efecto, al decir: Alumbre vuestra luz, anadió: Para que vean
vuestras buenas obras. Esta luz no se detiene en los límites de los sentidos
corporales, sino que ilumina las almas y las mentes de los que miran, y tras
disipar la tiniebla de la maldad, persuade a los que la reciben a que
alumbren con luz propia e imiten la virtud.
20. Alumbre - dice - vuestra luz delante de los hambres. Y dijo bien:
delante de los hombres. ¿Vuestra luz - dice - sea tan grande que no
solamente os ilumine a vosotros, sino que alumbre también delante de los
hombres que necesitan abundancia de ella?. Por consiguiente, como esta luz
sensible ahuyenta la oscuridad y hace que caminen recto los que han tomado
este camino sensible, así también la luz espiritual que proviene de la
óptima conducta ilumina a los que tienen la vista de la mente enturbiada por
la oscuridad del error y son incapaces de ver con exactitud el camino de la
virtud, limpia la legana de los ojos de sus mentes, los guía hacia el buen
camino y hace que en adelante marchen por el camino de la virtud.
21. Para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos. ¿Vuestra virtud - dice - , vuestra exactitud en la conducta y el
éxito de vuestras buenas obras excite a los que os ven a glorificar al común
Senor de todos?. Así pues, cada uno de vosotros, os lo suplico, ponga toda
su diligencia en vivir con tal exactitud que eleve hasta el Senor la
alabanza de todos los que os miran.
22. Por esta razón también aquel bienaventurado imitador de Cristo y maestro
de la conducta óptima, que recorría el mundo y todo lo hacía por salvación
de los hombres, decía escribiendo: Si alguno está en Cristo, nueva creación
es; las cosas viejas pasaron; mira, !todas las cosas son hechas nuevas! 20,
casi como exhortándonos diciendo: ¿Te quitaste el viejo vestido y tomaste el
nuevo, que tiene un resplandor tan grande que puede rivalizar con los rayos
del sol: mira cómo te las arreglas para que puedas conservar con ese mismo
brillo la belleza del vestido?. Efectivamente, mientras aquel malvado
demonio, enemigo de nuestra salvación, vea que este nuestro vestido
espiritual sigue resplandeciente, no osará ni siquiera acercarse, pues tanto
teme él su resplandor: le ciega el fulgor que de allí salta.
23. Por eso, os lo suplico, ya desde los mismos comienzos, presentad la
lucha sin cuartel y mostrad la intensidad del resplandor haciendo por todos
los medios que la belleza de este vestido sea más luminosa y más refulgente.
Y que de nuestra lengua no salga una sola palabra vana y sin más, antes
bien, examinemos primero si tiene alguna utilidad y si puede ofrecer a
quienes la oigan alguna edificación, y aun entonces profiramos las palabras
con mucho temor, como si a nuestro lado tuviéramos a alguien escribiéndolas,
sin olvidar lo dicho por el Senor: Mas yo os digo que toda palabra ociosa
que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio 21.
24. Por consiguiente, que tampoco se dé entre vosotros conversación de cosas
terrenas, inútil y sin provecho, porque hemos escogido para en adelante una
vida nueva y diferente, y conviene que obremos en consecuencia con esta
vida, para no hacernos indignos de ella
?No veis en los cargos terrenales cómo a los que se afanan por formar parte
de lo que ellos llaman Senado las leyes humanas les impiden realizar algunas
acciones que a los demás se les permiten con toda libertad? Pues de la misma
manera lo justo sería que vosotros, los recién iniciados, y nosotros, los
que de antes fuimos considerados dignos de esta gracia, inscritos como
estamos una vez por todas en el Senado espiritual, no tuviéramos ya parte en
las mismas obras que los demás, sino que diéramos pruebas de rigor en la
lengua y de limpieza en la mente, y educáramos cada uno de nuestros miembros
para que no emprendan obra alguna que no reporte al alma gran provecho.
25. ¿De qué estoy hablando? De que la lengua se ocupe únicamente de himnos,
de glorificación, de lectura de las divinas palabras y de conversaciones
espirituales, pues dice: Si sale alguna palabra buena, sea para edificación,
para que dé gracias a los oyentes. Y no contristéis al Espirita Santo de
Dios, con el cual estéis sellados 22. ¿Ves? El no hacer lo dicho tiende a
contristar al Espíritu Santo. Por esta razón, os lo suplico, pongamos todo
nuestro empeno en no obrar nada que contriste al Espíritu Santo, y si hemos
de salir, no busquemos afanosos las reuniones perjudiciales, ni los
encuentros insensatos y llenos de boberías, sino al contrario, ante todo,
que nada nos sea más preferible que las casas de oración y que las reuniones
donde se conversa sobre temas espirituales.
26. Y todo cuanto nace de nosotros que vaya impregnado del mayor decoro,
pues dice: El atuendo del hombre, su risa y su andar delatan lo que él es
23. En efecto, el semblante externo podría muy bien ser clara imagen de la
disposición del alma, pero su belleza la pone de manifiesto muy
particularmente el movimiento de los miembros. Y si caminamos por la plaza,
sea tal nuestra andadura y dé pruebas de tanta serenidad y aplomo que todos
cuantos nos encuentren se vuelvan a contemplarnos. Que el ojo no parezca ser
un azogue ni los pies trastrabillen; que la lengua profiera las palabras con
sosiego y suavidad, y en fin, que todo nuestro exterior revele la belleza
del alma que está dentro, y que en adelante nuestra conducta resulte extrana
y cambiada, puesto que nuevo y extrano es lo que hemos comenzado, como
muestra el bienaventurado Pablo cuando dice: Si alguno está en Cristo, nueva
creación es 24.
27. Y para que aprendas que es nuevo e inimaginable lo que nos han dado, los
que antes de esto éramos más despreciables que el barro y, por así decirlo,
nos arrastrábamos por tierra, de repente nos tornamos más resplandecientes
que el oro y cambiamos la tierra por el cielo. Y ésta es la razón de por qué
son espirituales todos los dones que se nos han hecho. Efectivamente,
espiritual es nuestro vestido, espiritual nuestra comida y espiritual
nuestra bebida. La consecuencia es que en adelante, también nuestras obras y
todas nuestras acciones deberían ser espirituales. Éstas son efectivamente
fruto del Espíritu, como dice también Pablo: Mas el fruto del Espirita es:
amor, alegría, paz, entereza de ánimo, agrado, bondad, fe, mansedumbre,
templanza: contra tales cosas no hay ley 25, dice. Con razón habló así, pues
quienes se esfuerzan por lograr la virtud están por encima de la ley, y no
sujetos a ella, pues dice: La ley no está puesta para el justo 26.
28. Luego, después de explicarnos el fruto del Espíritu, anadió: Y los que
son de Cristo crucificaron su carne con sus pasiones y concupiscencias (Ga
5, 24) 27, como quien dice: la incapacitaron para obrar el mal, la redujeron
a objeto inerte, la vencieron de tal modo que podía estar por encima de las
pasiones y apetitos. Esto es, efectivamente, lo que Pablo quería significar
cuando dijo: crucificaron. Lo mismo que el que está clavado en la cruz y
horadado con aquellos clavos, molido por los dolores y, por así decirlo,
traspasado de parte a parte, nunca podría ser perturbado por el apetito
carnal, al contrario, tiene desterrados toda pasión y todo apetito, porque
el dolor no deja sitio alguno para las pasiones, así también los que se han
consagrado a Cristo: de tal modo se han clavado a él y se han reído de las
necesidades corporales que es como si se hubiesen crucificado a sí mismos
con sus pasiones y apetitos 28.
29. Así pues, nosotros, los que ya somos de Cristo, nos hemos revestido de
Él y hemos sido considerados dignos de su comida y de su bebida
espirituales, regulemos nuestras propias vidas como corresponde a quienes
naca tienen en común con las realidades de la vida presente. En efecto, nos
hemos empadronado en otra ciudad, en la Jerusalén de arriba. Por eso, os lo
suplico, presentemos obras dignas de aquella ciudadanía, para que, bien
porque por ellas practicamos la virtud, bien porque por ellas invitamos a
los demás a glorificar al Senor, podamos atraernos abundante benevolencia de
lo alto. Porque, cuando nuestro Senor es glorificado, Él por su parte
también derrama con gran abundancia entre nosotros sus propios dones, como
quien ha aceptado nuestros buenos sentimientos y sabe que no deposita sus
propios beneficios en manos desagradecidas e injustas.
30. Sé que hice largo el sermón. Perdonadme, sin embargo, el gran carino que
os tengo fue extendiendo y alargando nuestra instrucción. Y es que, al ver
vuestra riqueza espiritual, y porque conozco la furia del perverso demonio y
que ahora sobre todo es cuando necesitáis el apoyo y la vigilancia, por eso
os exhorté a que cada día permanezcáis sobrios, estéis despiertos y
demostréis vuestra continua vela y vigilancia en torno de vuestro tesoro
espiritual, para que el enemigo de nuestra salvación no pueda encontrar ni
un solo resquicio.
31. Así pues, los pactos que hicisteis con el Senor y que escribisteis, no
con tinta ni en papel, sino con la fe y la confesión 29, guardadlos firmes e
inconmovibles. Y esforzaos por permanecer durante todo el tiempo de vuestra
vida con el mismo resplandor. Porque es posible, efectivamente, con tal de
querer nosotros contribuir continuamente con nuestra parte, no sólo mantener
el mismo resplandor, sino también hacer que sea más rutilante el ámbito de
estos nuestros vestidos espirituales, puesto que el mismo Pablo, después de
la gracia del bautismo, cuanto más avanzaba el tiempo, tanto más brillante y
refulgente se mostraba, pues la gracia florecía en él.
32. Por consiguiente, esforcémonos también nosotros por examinar cada día
con cuidado este nuestro radiante vestido, no sea que coja alguna mancha o
arruga 30; pero hagamos un examen constante hasta de las faltas que se
tienen por pequenas, para que así podamos evitar los grandes pecados.
Efectivamente, si comenzamos por desdenar algunos fallos como
insignificantes, y seguimos andando por este camino, en breve tiempo
llegaremos a las grandes caídas. Por esta razón os exhorto también a que
siempre traigáis en la mente el recuerdo de estos pactos y constantemente
rehuyáis el contagio de todo aquello a que renunciasteis, quiero decir, de
las pompas del diablo y de todos los demás artificios del Maligno, y a que
guardéis íntegros los pactos con Cristo, para que, sacando continuo provecho
de estos festines espirituales y fortalecidos con esta comida 31, os hagáis
invulnerables a las asechanzas del diablo.
33. Y con la perfección de vuestra conducta, os atraeréis de parte del
Espíritu una gracia tan grande como para hacer que también vosotros seáis
inexpugnables, que la Iglesia de Dios salte de gozo y se alegre por vuestro
progreso, que el Senor de todas las cosas sea glorificado, y todos nosotros
seamos considerados dignos del reino de los cielos, por la gracia, las
misericordias y la bondad del mismo Hijo unigénito y Senor nuestro
Jesucristo, por el que se dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la
gloria, la fuerza y el honor, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén.
Notas
1 Según WENGER (Introd. p. 41ss.), el grupo constituido por esta octava
Catequesis y por las cuatro Catequesis postbautismales siguientes habría
sido compuesto por la misma época, o sea, en la semana de Pascua del ano
390, Y podría distribuírselas así: la octava, el domingo o el lunes (Id. pp.
182 - 199); la novena, el martes (Id. pp. 200 - 214); la décima, el
miércoles (Id. pp. 215 - 228); la undécima, el viernes (Id. pp. 229 - 246),
Y la duodécima, el sábado (Id. pp. 247 - 260).
2 2Co 5, 17: la cita en el título probablemente remonta al mismo Crisóstomo.
3 Al estar reservado el bautismo para la noche pascual, se comprende
fácilmente que fuera grande el número de neófitos.
4 Cf. Lc 15, 7.
5 Mt 13, 43.
6 Ga 3, 27.
7 Cf. Jn 14, 23 y la nota 21 de la quinta Catequesis
8 Cf. Hch 8, 3.
9 Cf. Hch 9, 22
10 Cf. Hch 22, 5.
11 Cf. 1P 5, 8.
12 Cf. Hch 9, 25 - 30.
131Co 15, 10.
14 Nymphayogós - término frecuente en san Juan Crisóstomo - era el que
conducía a la esposa en el cortejo nupcial; del correspondiente latino
derivó en castellano antiguo ¿paraninfo?.
15 2Co 5, 17
16 Ibid.
17 Sobre la dificultad de estas expresiones, véase WENGER, nota 2, p. 190.
18 Esto es, a los ídolos, fabricados generalmente con esos materiales.
19 Mt 5, 16.
20 2Co 5, 17.
21 Mc 12, 36.
22 Ef 4, 29 - 30.
23 Si 19, 27.
24 2Co 5, 17.
25 Ga 5, 22 - 23.
26 1Tm 1, 9.
27 Ga 5, 24.
28 Nótese la original valoración positiva del dolor en la más dramática
forma de la crucifixión y su consideración como medio indispensable para
dominar las pasiones y ser duenos de si mismos
29 La fe senala las disposiciones internas; la confesión, la exteriorización
de esas disposiciones, según explicó en la Catequesis. 5, 19 (cf. WENGER,
op. cit. nota 2 de la p. 198).
30 Probable alusión a Ef 5, 27.
31 Festines y comida: clara alusión a la Eucaristía
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 9
?Del mismo1: exhortación a abstenerse de la molicie y de la embriaguez, y a
preferir a todo la moderación. También para los nuevos iluminados?.
1. Aunque el ayuno haya pasado, queridos, quede sin embargo, la piedad.
Aunque haya transcurrido ya el tiempo de la santa Cuaresma, con todo, nos
nos desprendamos de su recuerdo al menos. Pero que nadie, os lo suplico,
lleve a mal esta exhortación. Porque no digo esto para obligaros a ayunar de
nuevo, sino porque quiero que aflojéis un poco y que ahora particularmente
deis pruebas más rigurosas del verdadero ayuno. Efectivamente, es posible
ayunar incluso no ayunando. ¿Y cómo? Os lo diré: cuando tomamos alimentos,
pero nos abstenemos de los pecados. Éste es, en efecto, el ayuno provechoso,
y él es la razón de ser de la abstinencia de alimentos: para facilitarnos
nuestra carrera hacia la virtud
Por consiguiente, si queremos tener el conveniente cuidado del cuerpo y
guardar el alma limpia de pecados, convenzámonos y obremos así.
2. Efectivamente, este modo de ayunar nos será bastante más fácil, porque,
durante aquel ayuno - el de la abstención de alimentos, quiero decir - oía
yo a muchos afirmar que soportaban penosamente el peso de no comer,
disculparse con la debilidad del cuerpo, lamentarse de muchas otras maneras
y aseverar que el no lavarse y el beber agua sola acababa con ellos. Pues
bien, durante este otro ayuno es imposible pretextar nada semejante.
Efectivamente, no sólo es posible gozar de todas esas cosas, sino también
procurar al cuerpo el oportuno cuidado y tener por el alma la conveniente
solicitud. Por de pronto, ahora no estoy exhortándote a que te abstengas un
tiempo de alguna cosa de éstas. Aléjate únicamente del pecado, y da
continuamente pruebas de esta abstinencia, y así podrás cumplir el verdadero
ayuno en todo el tiempo de tu vida. Efectivamente, el goce moderado de las
cosas antes enumeradas no se impide; en cambio, se prohibe todo pecado.
Ahora bien, éste no nace de otra parte que de la molicie, de la glotonería y
de la mucha pereza. Por esta razón, os lo suplico, ya que esto lo sabemos
cabalmente, no utilicemos injustas disculpas de nuestra desidia
3. En efecto, lo que muchas veces dije, lo repetiré también ahora: igual que
el uso mesurado del comer proporciona gran provecho, tanto a la salud del
cuerpo como al estado del alma, así también la desmesura destruye al hombre
por ambas partes, ya que la glotonería y la embriaguez debilitan el vigor
corporal y arruinan la salud del alma. Así pues, evitemos la desmesura y no
seamos negligentes en lo que atane a nuestra propia salvación, antes bien,
sabedores de que ella es raíz de todos los males, cortémosla sin
contemplaciones. Efectivamente, como de una fuente, así todas las especies
de pecados nacen de la molicie y de la embriaguez, y lo que es la materia
combustible para el fuego, eso son la molicie y la embriaguez para la caída
en los pecados; y como allí, cuanto más abunda la lena, mayor es la hoguera
y más alta sube la llama, así también aquí, al entregarse uno a la molicie y
a la embriaguez, hace que se acreciente la hoguera de los pecados
4. Ciertamente sé que vosotros, inteligentes como sois, después de nuestra
exhortación no os vais a permitir el sobrepasar los límites de lo necesario.
Pero yo os exhorto ahora, y con razón, a que no os alejéis únicamente de
esta embriaguez, sino también de la que se produce sin vino, ya que ésta es
aún más grave. Y no os sorprendáis de lo que acabo de decir, porque es
posible embriagarse sin vino. Y que sea posible embriagarse sin vino,
escucha al profeta cuando dice: !Ay de los que os embriagáis, y no de vino!
Is 29, 9 2. ¿Qué clase, pues, de embriaguez es ésta, sin vino? Es múltiple y
variada. En efecto, producen embriaguez la ira, la vanagloria y el orgullo
insensato; y cada una de las fatales pasiones nacidas en nosotros produce
también en nosotros una especie de embriaguez y de hartura, y oscurece
nuestra razón. Efectivamente, la embriaguez no es otra cosa que extravío de
la inteligencia natural, alteración de los razonamientos y pérdida de la
conciencia.
5. Por tanto, dime, ¿en qué son menos que los borrachos de vino los que se
encolerizan y se emborrachan de furor y dan muestra de tanta inmoderación
que se comportan igualmente contra todos, y ni miden las palabras ni saben
distinguir las personas? Efectivamente, como los locos y frenéticos se
arrojan ellos mismos a los precipicios sin darse cuenta de ello, así también
los que se encolerizan y son asaltados por el furor. Y por esta razón un
sabio, queriendo mostrar la perdición que es semejante embriaguez, dice:
Porque el ímpetu de su pasión lo hará caer 3. ¿Ves cómo en breve sentencia
nos hace comprender la demencia de esta pasión fatal?
6. Pero, a su vez, también la vanagloria y la necia soberbia son otras
formas de embriaguez, y más graves aún que la misma embriaguez.
Efectivamente, quien es presa de estas pasiones pierde, por así decirlo, el
criterio incluso de los mismos órganos de los sentidos, y tampoco él está en
mejor condición que los locos. Y efectivamente, destrozado cada día por
estas pasiones, no se da cuenta de nada hasta que, hundido en el abismo
mismo de la maldad, se ve envuelto en males incurables. Rehuyamos, pues, os
lo suplico, tanto la embriaguez de vino como el oscurecimiento que nos viene
de absurdas pasiones, y escuchemos al común maestro del universo, que nos
dice: No os embriaguéis con vino, en el cual está la perdición 4.
7. ¿Ves cómo por medio de esta palabra nos ha puesto en claro que también es
posible embriagarse de otras maneras? Porque, si no hubiera otras formas de
embriaguez, ¿por qué razón cuando dijo: No os embriaguéis, anadió: con vino?
Y mira, a través de lo que anade, su excelsa sabiduría y la exactitud de su
ensenanza, pues, cuando hubo dicho: No os embriaguéis con vino, anadió: en
el cual está la perdición, poco más o menos como mostrándonos que la
inmoderación en él se nos convierte en causa de todos los males. En el cual
- dice - está la perdición, esto es, por medio del cual perdemos la riqueza
de la virtud.
8. Y para que sepas que esto es lo que nos da a entender, intentaremos
esclarecéroslo partiendo de los términos mismos que emplea. Efectivamente,
solemos llamar perdidos a aquellos jóvenes que vemos derrochar a lo loco y
sin necesidad alguna la hacienda paterna, y que habiendo consumido en breve
tiempo toda la riqueza paterna, quedan reducidos a miseria extrema. Así son
también los que caen presa de la embriaguez del vino: no saben ya
administrar como se debe la riqueza de la mente, sino que, como los jóvenes
perdidos, así también ellos, anegados por la embriaguez, tanto si se trata
de derrochar palabras como de hablar algo inconveniente y muy pernicioso,
todo lo dicen y lo hacen sin escrúpulo, y peor que aquellos perdidos que
dilapidaban la fortuna paterna, éstos se precipitan solos en la más extrema
pobreza de la virtud, y muchas veces, sin darse de ello cuenta, revelan los
secretos de su pensamiento y, después de haber dilapidado las riquezas de su
pensamiento, se ven repentinamente desnudos y privados de todo escrúpulo y
de toda conciencia. El peligro de la embriaguez
9. En efecto, el que se embriaga no sabe administrar con discernimiento sus
palabras, sino que, como casa abierta por todas partes y fácilmente atacable
por cualquier insidioso, así está la mente del tal: abierta de par en par y
destrozada por las funestas pasiones. Porque, al fin y al cabo, la
embriaguez no es más que traición de los pensamientos, calamidad que hace
reír y enfermedad de que se hace burla. La embriaguez es un demonio
voluntariamente elegido; la embriaguez es oscurecimiento de los
razonamientos; la embriaguez es atizador de las pasiones de la carne.
Efectivamente, al que está atormentado por el demonio, muchas veces hasta lo
compadecemos; en cambio, con el borracho nos indignamos y airamos, ¿por qué
razon? Porque aquello es vejación del demonio, y esto, en cambio, es prueba
de mucha despreocupación; aquello es insidia del demonio, mientras esto es
insidia de los propios pensamientos
10. Y para que aprendas que así es realmente, míramelo victima de los mismos
males que el endemoniado, y aun peores. Efectivamente, como el endemoniado
arroja espuma por la boca, se cae y muchas veces permanece inmóvil sobre el
suelo, sin reconocer a los presentes, pero haciendo visajes con los ojos,
así también el que se embriaga, después que el exceso de vino ingerido ha
devastado su capacidad crítica de los pensamientos, lo mismo que aquél, no
sólo arroja espuma por su boca y yace abandonado en peores condiciones que
un cadáver, sino que también, muchas veces, arroja por su boca liquido
podrido. Y desde ese momento se hace repulsivo para los amigos, insoportable
para la mujer, ridículo para los hijos y despreciable para los esclavos, y
en una palabra, a los ojos de todos cuantos le ven aparece como tema de
indecencias y de risa.
11. ¿Ves cómo estos tales son más miserables que los endemoniados? ¿Y
quieres aprender, además de todo eso, cuál es el principal de los males?
Porque, después de tener dichas tantas cosas, todavía no he puesto el
remate: el que se embriaga se hace extrano al reino de los cielos. Escucha
lo que dice el bienaventurado Pablo: No os enganéis, que ni los fornicarlos,
ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los invertidos, ni los borrachos,
heredarán el reino de los cielos 5. Pero quizá alguien diga: ¿Entonces, ¿qué?
¿Los idólatras, los adúlteros y los borrachos quedan por igual fuera
del Reino?? Querido, esto no quieras saberlo de mí, porque yo he leído la
ley tal como es; por tanto, no andes dándole vueltas a eso, esto es, si el
borracho paga la misma pena que los otros, sino mira bien esto otro: que
también sufre la privación del Reino; ahora bien, una vez puesto fuera de
él, ¿qué consuelo podrá ya tener?
12. Y digo esto ahora, no como acusación de los presentes, !Dios me libre!
Estoy convencido, en efecto de que vosotros estáis limpios de esta pasión,
por la gracia de Dios, y la mejor prueba de ello la encuentro en vuestra
concurrencia aquí con tanto ardor, y en vuestra diligencia en escuchar esta
instrucción espiritual, porque no es posible que esté deseoso de palabras
divinas el que no es sobrio ni está vigilante. Os digo esto, sin embargo,
porque a través de vosotros quiero también instruir a los demás, y porque
quiero que vosotros os hagáis más firmes, de modo que nunca vengáis a ser
presos de esta pasión.
13. Y es que los tales podría decirse que son más irracionales que los
mismos irracionales. ¿Cómo? Yo os digo: los irracionales, cuando tienen sed,
contienen el deseo en los límites de la necesidad, y nunca se permiten
sobrepasar la necesidad; los hombres, en cambio, los racionales, no se
aplican a calmar la sed, sino a ver de anegarse en vino y agravar así su
propio naufragio. Efectivamente, lo mismo que un barco sobrecargado zozobra
enseguida, así también el hombre que sobrepasa los límites de la necesidad e
impone a su estómago una sobrecarga: rápidamente hunde su mente y envilece
la nobleza de su alma
14. Por eso, queridos, os conviene preocuparos seriamente de corregir al
prójimo y arrebatarle a ese oleaje, para que obtengáis un salario mayor, no
sólo por lo que toca a vosotros mismos, sino también por la salvación de los
demás. Así decía también Pablo: Ninguno busque su propio bien, sino el del
otro 6, y de nuevo: Edificnos mutuamente 7. Por consiguiente, no mires sólo
que tú estás sano y libre de enfermedad, sino cuida también y preocúpate
mucho de que también el que es miembro tuyo se vea libre del dano
consiguiente y evite la enfermedad, porque miembros somos los unos de los
otros, y si un miembro padece, menester es que todos los miembros a una se
conduelan; y si un miembro es glorifcado, todos los miembros a una deben
congratularse 8.
15. No teníais tanta necesidad de exhortación y de consejo durante el tiempo
de la santa Cuaresma como ahora. Entonces, efectivamente, la resolución de
ayunar os volvía mesurados, aun sin quererlo. Ahora, en cambio, estoy
asustado por el temor a vuestra seguridad y a la despreocupación que de ella
se deriva, porque realmente ante nada se siente tan inútil la humana
naturaleza como ante la dejadez. Por esta razón el Senor en su bondad, ya
desde los mismos comienzos impuso al género humano como una especie de
freno, al condenar al hombre al trabajo y al sufrimiento, prueba de su gran
preocupación por nuestra salvación. Los judíos y la dejadez
16. Continuamente, en efecto, necesitamos del freno para caminar en buen
orden. De hecho, por ahí les vino a los judíos mismos el atraerse la ira de
lo alto. Cuando efectivamente gozaron de gran relajación y estuvieron
seguros, después de verse libres de la dura esclavitud de Egipto, lo propio
era que intensificaran la acción de gracias, que se dieran con mayor celo a
glorificar al Senor, y que fueran muy generosos con quien tan grandes
beneficios les había conferido. Pero ellos hicieron lo contrario: su mucha
dejadez los pervirtió. Y por esta razón la divina Escritura los acusa cuando
dice: Comió Jacob y se hinchó; engordó y engrosó el amado, y coceó 9.
17. Efectivamente, después de tantas maravillas y de aquellos inimaginables
milagros - la travesía del mar, el desastre de los egipcios y el nuevo y
extrano alimento del maná - y aunque todavía les habitaba la memoria de los
beneficios, tan pronto como se encontraron en medio de fuerte relajación,
echaron en completo olvido aquello, se fabricaron un becerro y lo adoraron
diciendo: Israel, estos son tus dioses, los que te sacaron de la tierra de
Egipto 10. !Qué ingratitud! !Qué tremenda falta de sensibilidad! Porque tal
fue siempre su costumbre: en cuanto se toman algún relajamiento, se dejan
llevar al precipicio y se olvidan de su bienhechor, pero, en cuanto se
sienten un poco apretados, entonces pliegan velas y se humillan. Por esto
también el bienaventurado David, para ilustrar esto, decía: Si los mataba,
entonces le buscaban 11.
18. Sólo que ésta es la costumbre de los servidores ingratos y de los
insensibles judíos
Nosotros, en cambio, os lo suplico, revolviendo continuamente en nuestras
mentes los dones de Dios y recordando la magnitud y el número de sus
beneficios, seamos generosamente agradecidos, reconozcamos en todo instante
en Él la causa de nuestro bien, demostremos una conducta digna de sus
beneficios y, en fin, cada día empenemos nuestro esfuerzo en la salud de
nuestra propia alma. Y muy particularmente vosotros, los que recientemente
fuisteis considerados dignos de la iniciación en los misterios; los que os
habéis quitado de encima la carga de los pecados; los que os habéis
revestido la túnica esplendente. !Y qué digo la túnica esplendente! !Los que
os habéis revestido de Cristo mismo y habéis recibido como morador en
vosotros al Senor de todas las cosas! Vosotros, pues, dad pruebas de una
conducta digna de ese huésped, para que os atraigáis mayor gracia de lo alto
y os apliquéis ardientemente a ser imitadores del que primero fue
perseguidor, pero después apóstol. Pablo y Simón Mago
19. Éste, cuando fue bautizado e iluminado con la luz de la verdad,
inmediatamente se hizo así de grande, pero aun se hizo mucho más grande
según fue pasando el tiempo. Efectivamente, después que él hubo contribuido
con cuanto de él dependía: el celo, el ardor, la decisión generosa, el
fervoroso deseo y el desprecio de los presentes, en adelante iban fluyendo
sobre él con gran abundancia los dones de la gracia de Dios. Y el que antes
de esto había dado pruebas de un furor incontenible, que había corrido por
todas partes, y por todos los medios había guerreado contra la causa de la
piedad, en cuanto conoció el camino de la verdad, se puso a confundir a los
ingratos judíos, y fue descolgado en un serón por una ventana 12 para que
pudiera escapar a la crueldad de los furiosos judíos. ¿Viste el repentino
cambio? ¿Ves cómo la gracia del Espíritu Santo transformó su alma, cómo
cambió su voluntad y cómo, al igual que un fuego que se abate sobre los
espinos, así también entró en él la gracia del Espíritu, consumió las
espinas de sus pecados y le tornó más resistente que el diamante?
20. Imitadle a él vosotros también, os lo suplico, y no solamente podréis
ser llamados ¿nuevos iluminados? para dos, tres, diez e incluso veinte días,
sino que también mereceréis este apelativo después de transcurridos diez,
veinte o treinta anos y, por así decirlo, durante toda vuestra vida.
Efectivamente, si por medio de la práctica de las buenas obras nos
esforzamos por hacer más resplandeciente la luz que hay en nosotros, quiero
decir, la gracia del Espíritu, de modo que nunca la dejemos extinguirse,
gozaremos de ese nombre a lo largo de todo el tiempo. Porque, lo mismo que
es posible que el que ayuna, vela y demuestra una conducta digna sea
perpetuamente un ¿nuevo iluminado?, así también, a su vez, es posible
volverse indigno de este nombre con un solo día de negligencia.
21. Así el bienaventurado Pablo, puesto que por la gracia subsiguiente se
atrajo un mayor apoyo de lo alto, permanecía constantemente en este
resplandor y volvía más refulgente en él la luz de la virtud. En cambio, el
Simón Mago aquel, después que, arrepentido, corrrió hacia el don del
bautismo y gozó de la gracia y de la generosidad del Senor, pero no
contribuyó con una disposición digna, sino que demostró una gran
negligencia, de repente se quedó privado de gracia tan grande, hasta el
punto de recibir del primero de los apóstoles un consejo: curar por el
arrepentimiento la enormidad de la falta; le dice, efectivamente:
Arrepiéntete, pues, de esta maldad tuya, por si te es perdonado este
pensamiento de tu corazón 13.
22. Pero no quiera Dios que alguien de los aquí reunidos se exponga alguna
vez a algo parecido, al contrario, ojalá, a ejemplo del bienaventurado Pablo
todos vosotros acrecentéis tanto vuestra virtud que merezcáis más abundante
generosidad por parte del Senor. Efectivamente, querido, no son cosas de
poca monta aquellas de las que se nos ha considerado dignos: la grandeza de
lo que se nos ha dado sobrepasa toda humana inteligencia y vence a nuestro
razonamiento. Considera, por favor, qué cargo tan importante se te ha
confiado, efectivamente, y cuál es la dignidad que has recibido del rey del
universo. Porque tú, el que antes eras esclavo, el cautivo, el fracasado,
súbitamente has sido elevado a la categoría de hijo. Por consiguiente, no te
descuides ni dejes que te arrebaten esta tu dignidad, ni que te priven de
esta tu riqueza espiritual, porque, si tú no quieres, nadie podrá nunca
arrebatarte los dones que Dios te ha dado.
23. Esto no es posible, sin embargo, en las cosas humanas. Efectivamente,
cuando uno obtiene de un rey de la tierra una dignidad, el que le sea
arrebatada no está en su propia decisión, sino que el mismo que proporciona
el cargo es también dueno de retirarlo, y así, cuando él quiere, despoja de
la dignidad al que la recibió, le reduce repentinamente a simple particular
y le separa del mando. Totalmente contrario es lo que ocurre con nuestro
Rey: la dignidad que por su bondad nos fue dada una vez por todas - quiero
decir la adopción filial, la santificación y la gracia del Espíritu - , si
nosotros no somos unos descuidados, a nadie de nosotros podrá nunca serle
arrebatada. !Y qué digo arrebatar! !Cuando Él nos vea responder
generosamente de lo que ya nos ha dado, anadirá todavía más y así con su
generosidad aumentará una vez más los dones que de Él vienen! Necesidad y
posibilidad de continua conversión de los bautizados
24. Conscientes, pues, de que, después de la gracia de Dios, todo depende de
nosotros y de nuestra diligencia, respondamos generosamente de lo que ya se
nos ha dado, para hacernos dignos de dones aún mayores. Por eso os exhorto:
vosotros, los que habéis sido recientemente considerados dignos del don
divino, demostrad una gran circunspección, y conservad puro y sin mancha el
vestido espiritual que se os ha entregado; nosotros, los que recibimos hace
tiempo este don, demostremos un buen cambio de vida. Porque hay, sí, hay un
regreso, si queremos, y es posible volver de nuevo a la antigua belleza y al
prístino esplendor, con tal, únicamente, que nosotros contribuyamos con
nuestra parte
25. Efectivamente, en lo que atane a la belleza corporal, es imposible que
vuelva de nuevo a su mejor momento el semblante que, una vez por todas, se
ha afeado, y que, por vejez, por enfermedad o por cualquier otra
cinconstancia corporal, ha perdido su antigua belleza. Es, en efecto, un
accidente de la naturaleza, y por esta razón es imposible regresar al
esplendor de la belleza primera. En cambio, respecto del alma, si nosotros
queremos, sí que es posible, gracias a la inefable bondad de Dios, y así el
alma que una vez se manchó y por la muchedumbre de los pecados se afeó y
envileció, puede rápidamente regresar a su primera belleza, con tal que
nosotros demostremos una intensa y rigurosa conversión.
26. Ahora bien, esto lo digo para mí mismo y para los que fueron dignos del
bautismo ya antes. Vosotros, sin embargo, los nuevos soldados de Cristo,
hacedme caso y empenaos por todos los medios en conservar puro vuestro
vestido. En efecto, mucho mejor es tener ahora el cuidado y la preocupación
de su brillo, de modo que podáis permanecer continuamente en la pureza y no
cojáis mancha alguna, que, por haberos descuidado, llorar después y
golpearos el pecho para poder limpiaros la mancha sobrevenida. No paséis lo
que pasamos nosotros 14, os lo suplico, antes bien, que la negligencia de
los que os precedimos os sirva de escarmiento a vosotros.
27. Y como soldados espirituales, nobles y vigilantes, limpiaos cada día
vuestras armas espirituales, para que el enemigo, al ver el fulgor de las
armas, se aleje y no piense que puede acercarse. Efectivamente, cuando vea,
no sólo que brillan las armas, sino también que vosotros estáis bien
protegidos por todas partes y que el tesoro de vuestra mente está bien
asegurado con todo rigor, como una casa, él se ocultará y se marchará,
sabedor de que nada más logrará, aunque intente el asalto miles de veces.
Porque puede ser desvergonzado y atrevido en alto grado y más cruel que una
fiera, pero, cuando ve al completo vuestra armadura espiritual y la fuerza
que el Espíritu os ha dado, percibe con mayor exactitud su propia debilidad,
y se retira con gran vergüenza y con gran desprecio de sí mismo, porque sabe
que intenta lo imposible.
28. Por consiguiente, os lo suplico, vivamos todos sobriamente: los que
fuimos antes considerados dignos de este don, para que podamos regresar a la
primera belleza y purificarnos de la mancha sobrevenida, y los que acabáis
de gustar la generosidad del rey demostrad vigilancia y gran firmeza, de
modo que podáis permanecer en continua pureza y no recibáis la más leve
mancha o arruga 15 por insidia del diablo; al contrario, como si éste se
presentase, se colocara cerca y disparase los dardos de la maldad, nosotros
fortifiquémonos bien por todos los flancos y resistámosle con mucha
diligencia y con gran preocupación por nuestra propia salvación, para que
podamos evitar las insidias de aquél, y por nuestra fidelidad nos atraigamos
el auxilio de lo alto, por la gracia y la bondad de nuestro Senor
Jesucristo, con el cual se dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la
gloria, la fuerza, el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.
Notas
1 Esta Catequesis probablemente se pronunció el martas de Pascua del ano
390, al día siguiente de la anterior (cf. nota I de la Catequesis octava).
2 Cf. Is 29, 9
3 Si 1, 22 (Vulg. 28)
4 Ef 5, 18
5 1Co 6, 9 - 10.
6 1Co 10, 24.
7 1Ts 5, 1 1.
8 1Co 12, 25 - 26.
9 Dt 32, 15.
10 Cf. Ex 32, 4.
11 Sal 78, 34.
12 Cf. 2Co 11, 33; Hch 9, 22 - 25
13 Cf. Hch 8, 22.
14 Utiliza el plural de inclusión: él es uno más de los que recibieron el
bautismo pero descuidaron la gracia.
15 Cf. Ef 5, 27
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
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La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
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Catequesis 10
?Del mismo1. Reproche a los que abandonan la asamblea y se van a las
carreras de caballos y a los espectáculos, y qué cuidado conviene tener de
los hermanos negligentes. Y también a los nuevos iluminados?. Dolor y
reprimenda a los que prefieren los espectáculos a la Iglesia
1. !De nuevo las carreras y los espectáculos satánicos, y nuestra asamblea
menos numerosa! 2. Por esta razón yo, temeroso de la negligencia que deriva
de la relajación y de la despreocupación, me adelanté exhortando y rogando a
vuestra caridad que no dilapidaseis la riqueza acumulada a fuerza de ayuno y
que no os infligieseis la ruina que deriva de los espectáculos satánicos. !Y
por lo visto, de nada sirvió mi exhortación! Ahí tenéis, efectivamente,
algunos de los que habían escuchado nuestra ensenanza: hoy se dejan
arrastrar, abandonan esta audición y han corrido allá, y de un solo envite
han arrojado de su mente todo: el recuerdo de la santa Cuaresma, la fiesta
salvadora del día de la Resurrección, la tremenda e inefable comunión de los
divinos misterios, la continuidad de nuestra ensenanza.
2. Así pues, dime, ¿con qué ánimo voy yo a comenzar la instrucción de
costumbre, cuando veo que ningún provecho sacan de lo que yo digo, más aún,
cuando veo que cuanto más se alarga mi instrucción, tanto más por decirlo
así, aumenta su despreocupación, lo que también acrecienta nuestro dolor y a
ellos les agrava la condena? Mejor dicho, no solamente se acrecienta nuestro
dolor, sino también nuestro desánimo. Efectivamente, como el labriego,
cuando ve que su tierra, después de tantos trabajos y fatigas, no produce
nada digno de tales trabajos, sino que imita a la piedra estéril, él se
vuelve más remiso a la hora de labrarla, porque ve que se mata inútilmente a
trabajar, así también el maestro: cuando ve que, después de su gran desvelo
y continua ensenanza, los discípulos se mantienen en la misma pereza, ya no
puede proseguir su ensenanza espiritual con la misma disposición de ánimo,
por más que, en este caso, la despreocupación de los oyentes no hace que sea
menor la recompensa de sus trabajos.
3. En efecto, no todo lo que puede observarse en la tierra ocurre igualmente
en la ensenanza espiritual. Allí, por ejemplo, cuando la tierra le defrauda,
el labrador se vuelve a casa con las manos vacías, sin poder hallar un
mínimo de consuelo para sus penas. Aquí en cambio, ocurre justamente lo
contrario: por más que los discípulos persistan en la misma desgana y aunque
nadie se aproveche de lo que se ha dicho; el maestro, si ha cumplido todo lo
que a él le correspondía hacer, cosechará con abundancia las recompensas de
los trabajos, porque Dios, en su bondad, no recorta los salarios de los
trabajos por culpa de la incuria de aquellos, antes bien, escuchen o no
escuchen, Él ofrece su abundante remuneración.
4. Mas, como quiera que nosotros no miramos únicamente si los salarios y las
remuneraciones permanecen íntegros, sino que también nos preocupamos
muchísimo de vuestra ganancia y de vuestro provecho, pues consideramos
detrimento nuestro vuestra incuria, por esta razón también contamos con que
nuestra alegría se vea menoscabada, sobre todo cuando pensamos que esto
mismo es causa de mayor condena para cuantos después de esta exhortación
persistan en la misma negligencia, sin querer aprovecharse de la continuidad
de la ensenanza.
5. Precisamente lo que Cristo decía refiriéndose a los judíos: Si yo no
hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no
tienen excusa de su pecado 3, le viene al dedillo a lo que estamos diciendo
refiriéndonos a los que en vez de esta concurrencia prefieren los
pasatiempos de fuera, las pandillas perniciosas, las carreras de caballos y
los espectáculos del diablo. Si no os hubiéramos hecho anticipadamente tanta
exhortación instruyéndoos durante todo el tiempo, invitándoos cada día con
nuestra constante ensenanza y nuestro estímulo, como a ninos pequenos, a
seguir el camino de la virtud, mostrándolas la ruina que es la maldad, y
excitándoos a rectificar las caídas anteriores; si, repito, no nos
hubiéramos adelantado haciendo todo esto, quizá se les pudiera juzgar dignos
de perdón.
6. Pero ahora, ¿qué disculpa tendrán? ¿Quién les otorgará perdón cuando, no
solamente se perjudican a sí mismos con su gran incuria, sino que también
son ocasión de escándalo para los demás, y cuando ni siquiera el anciano
toma en consideración sus muchos anos, ni su próximo fin, ni la magnitud del
peso de los pecados cometidos, sino al contrario, cada día aumenta sus
faltas y se convierte con su edad 4 en maestro de negligencia para los
jóvenes? Porque, dime, ¿cómo podrá ese tal corregir la negligencia del nino
y hacer entrar en razón al joven desordenado, Si él mismo no se ha vuelto
juicioso a pesar de su edad y, habiendo de dar cuentas, no sólo de su propia
conducta, sino también de la de aquellos otros que le tuvieron de maestro de
negligencia, ni aun así se abstiene de esta perversa costumbre?
7. Efectivamente, de la misma manera que quien practica la virtud no sólo
espera las recompensas por sus propios trabajos, sino que también recoge
como fruto la paga del provecho causado en los demás, por haber llevado a
muchos a ser émulos e imitadores de su propia virtud, así también los que
practican el mal tienen que someter a juicio cuentas más severas por haber
sido también para los demás motivo de negligencia. Pues, ¿qué reprocharemos
en adelante a los jóvenes, si los viejos andamos descarriados en tan gran
negligencia y no hemos escuchado el aviso del Apóstol, que dice: No seáis
tropiezo para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios 5?
Exhortación a dar en todo gloria a Dios
8. ¿Ves el consejo que brotó de las entranas del Apóstol? Porque él estaba
lleno de temor y temblor por los que podían ser perjudicados por obra de
nuestra negligencia, y porque sabía que no es pequeno el peligro para
quienes fomentan la negligencia de los otros. Por esta razón, exhortando
también a otros a que en todo tuvieran la preocupación de la virtud, decía:
Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para
gloria de Dios 6. Fíjate bien, te lo ruego, en la exactísima exhortación:
Todo cuanto emprendáis y obréis, dice, que tenga esta raíz y esta
motivación: tender a la gloria de Dios; y que de ti no proceda obra alguna
sin esta motivación. Así pues, ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier
otra cosa hacedlo todo para gloria de Dios
9. ¿Y cómo es posible - dice - eso de comer y beber para gloria de Dios?
Cuando sentado a la mesa das gracias al Senor; cuando reconoces al
proveedor; cuando no introduces una conversación terrenal, sino que,
satisfecha con mucha templanza la necesidad corporal y habiendo evitado la
inmoderación y la glotonería, te levantas y das gracias al que proporciona
el alimento para nuestra subsistencia, entonces has hecho todo para gloria
de Dios. Pues dice: Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa,
hacedlo para gloria de Dios.
10. Contempla cómo en la brevedad de esta sentencia abarcó toda nuestra
vida. Efectivamente, cuando dijo: Ya hagáis cualquier otra cosa, en una sola
expresión encerró todo nuestro vivir, pues él quería que nosotros
practicáramos en todo momento las obras de la virtud sin poner la mira en la
gloria humana. Y no sólo eso, sino que, al decir: Ya hagáis cualquier cosa,
hacedlo todo para gloria de Dios, también nos quiere dar a entender otra
cosa: abstenerse por completo de las obras malas y no hacer nada que no dé
gloria a nuestro común Senor de todos. Por tanto, si practicamos la virtud,
antes que nada miremos de conseguir la alabanza que únicamente viene de
Dios, y no tengamos para nada en cuenta el aplauso que viene de los hombres.
Y si somos negligentes, que nos espante y nos baje los humos del pensamiento
aquel juicio incorruptible, la llegada de aquel día terrible y el hecho de
que nuestras acciones tiendan a la blasfemia contra Dios. En realidad, lo
mismo que respecto a los que practican la virtud dice: Yo glorificaré a los
que me glorifican 7, así también escucha tú de nuevo al profeta, que dice:
!Ay de vosotros, pues por causa vuestra mi nombre es blasfemado entre las
naciones! 8,
11. ¿Estás viendo cuánta indignación la de esta palabra? Pero, ¿cómo es
posible glorificar a Dios ¿ Viviendo para gloria de Dios y haciendo así que
nuestra vida alumbre, como decía también en otra ocasión: Alumbre vuestra
luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos 9. Efectivamente, nada
como una conducta óptima hace que se glorifique a nuestro Senor
Por ejemplo, de igual manera que la luz del sol ilumina con sus propios
rayos los semblantes de los que la miran, así también la virtud, al atraer a
todos los que la miran y hacer que la contemplen, mueve también a los
espíritus rectos a que glorifiquen al Senor. Por consiguiente, todo lo que
hacemos, hagámoslo de tal manera que a cada uno de los que nos ven podamos
moverlos a glorificar a Dios: Ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo
para gloria de Dios.
12. ¿Un ejemplo? Si alguna vez quieres alternar con alguien, no te afanes en
cultivar el trato de los potentados y famosos según el mundo, sino el de los
atribulados, de los desgraciados, de los prisioneros, de los abandonados por
todos y de los que no saben lo que es un solo consuelo. Tú aprecia
sobremanera la companía de éstos, pues por ellos recibirás mucha ganancia,
serás más amante de la virtud y obrarás todo para la gloria de Dios. Y si
debes hacer visitas, prefiere con mucho los huérfanos, las viudas y los que
viven en mucha penuria, a los que están en la plenitud de la gloria y de la
fama. Porque es Él mismo quien tiene dicho: Yo soy el padre de los huérfanos
y el juez de las viudas 10; y de nuevo: Juzgad en derecho al huérfano, haced
justicia a la viuda; venid aquí, y discutamos, dice el Senor 11.
13. Y si quieres simplemente presentarte en la plaza, acuérdate de la
exhortación del Apóstol, que dice: Ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo
todo para gloria de Dios. No malgastes el tiempo en companías inútiles y
perjudiciales, antes bien, apresura tu carrera hacia la casa de Dios, para
que el cuerpo y el alma reciban juntos el máximo provecho. Y si conversamos
con algunos, hagámoslo con mucha ecuanimidad y mansedumbre, y no dejemos que
se desarrollen conversaciones terrenales y nada útiles, antes bien, hagamos
que se converse de cuanto pueda aprovechar a los que escuchan y librarnos a
nosotros de todo reproche. Gravedad del escándalo y deber de la corrección
fraterna
14. No he removido estas cosas delante de vuestra caridad sin más, sino para
que sepáis cuánta precaución se necesita, si en algo queremos preocuparnos
por nuestra salvación, y de qué condena tan grande son dignos los que, en
vez de esta asamblea de aquí y de esta ensenanza espiritual, prefieren los
pasatiempos de fuera, las inútiles y perjudiciales companías, las carreras
de caballos y los satánicos y funestos espectáculos, y desoyen al
bienaventurado Pablo cuando dice: No seáis tropiezo para los judíos, ni para
los griegos, ni para la Iglesia de Dios 12.
15. Pues bien, ¿qué perdón les queda a estos tales? ¿Qué disculpa, cuando el
cristiano que participa de esta ensenanza de aquí y que gusta los terribles
e inefables misterios cohabita con el judío y el pagano y disfruta con las
mismas cosas con que éstos se deleitan? ¿Cuándo, dime, podremos en adelante
reconducir a este descarriado a la verdad, y atraer a la piedad a quien tan
desganado está? ¿Cómo no va a convenir que nosotros digamos a estos tales
justamente lo que el bienaventurado Pablo decía a los que en Corinto
entraban en los templos de los ídolos después de haber recibido la palabra
de la piedad? Dice: Si te ve alguno, a ti que tienes ciencia, sentado a la
mesa de un templo de ídolos... 13.
16. Nosotros, sin embargo, modificándolo algún tanto, diremos: ¿Si alguno te
ve, a ti que tienes el conocimiento de la piedad, pasándote la jornada
entera en esas inútiles y perniciosas companías, por ser él débil, ¿no va a
ser inducida su conciencia a perseguir con más ardor tales cosas??.
Efectivamente, lo que aquel bienaventurado Apóstol decía cuando intentaba
retener a los que, después de conocer la piedad, atolondradamente se iban a
los ídolos y eran causa de escándalo para los demás, esto mismo diremos
también nosotros ahora - !y muy atinadamente! - a los que corren hacia
aquellas inicuas juntas y prefieren los pasatiempos de fuera a esta reunión
de aquí.
17. ¿ Pero qué sacamos en limpio de tantos y tan graves reproches, cuando
los que han de dar cuentas ni escuchan ni están presentes a lo que decimos?
Pues bien, ni aun así nuestra exhortación será inútil. Efectivamente,
gracias a vuestra comprensión, es posible que ellos se enteren de todo esto
con exactitud, y que rehuyan el cebo del diablo y vuelvan al alimento
espiritual. Así hacen también los médicos. En efecto, cuando visitan a los
enfermos no conversan solamente con ellos sobre los cuidados, sino también
con los sanos allí presentes, y dan todas las órdenes a los parientes del
enfermo, y después de haber encomendado a éstos el cuidado de todo y de
haber dejado todo en orden, es cuando se van. Así también nosotros: incluso
si los enfermos están ausentes, no obstante, nosotros os encomendamos a
vosotros, los sanos, el cuidado de su curación, y os descubrimos el dolor de
nuestra alma, para que en adelante os preocupéis de la salud de vuestros
propios miembros, y por medio de las obras cumpláis la exhortación del
Apóstol: Ya comáis, ya bebéis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo
para la gloria de Dios 14.
18. Efectivamente, cuando al salir de aquí tomes como tarea la salvación de
tu hermano, y no solamente no lo acuses ni lo critiques, sino que le
aconsejes, le confortes y le muestres, de una parte el perjuicio del
pasatiempo de fuera, y de otra la ganancia y el provecho de esta ensenanza
de aquí, entonces habrás hecho todo para la gloria de Dios, a la vez que te
preparaste una doble paga: por haber tomado tan a pecho tu propia salvación
y por afanarte en la curación del que es miembro tuyo. Éste es el orgullo de
la Iglesia, éste el mandamiento del Salvador: no mirar únicamente por sí
mismo, sino también por el prójimo 15.
19. Pues bien, piensa a qué dignidad se eleva el que toma gran interés por
la salvación del hermano: en lo que permiten sus fuerzas, el tal imita a
Dios. Escucha, en efecto, lo que dice a través del profeta: El que saca lo
digno de lo indigno será como mi boca 16. Viene a decir: ¿El que se esfuerza
por salvar al hermano descuidado y arrancarlo de las fauces del león, en
cuanto lo permite la fuerza humana, me imita a mí?. ¿Qué podría igualar a
esto? De todas las buenas obras, ésta es la mayor, ésta la cima de toda
virtud.
20. Y con mucha razón, porque, si Cristo derramó su propia sangre por
nuestra salvación, y Pablo, refiriéndose a los que dan escándalo y danan la
conciencia de los que miran, dice a voz en grito: Y por tu ciencia se
perderá el hermano débil, por el cual Cristo murió 17; Si pues, tu Senor
derramó por él su sangre, ¿cómo no iba a ser justo que cada uno de nosotros
contribuyera por lo menos exhortando con palabras y abriendo los brazos a
los que por su dejadez han caído en los lazos del diablo? Pero yo estoy
plenamente convencido de que vosotros haréis esto, llenos como estáis de
ternura para con los que son miembros vuestros, y de que con toda solicitud
devolveréis a vuestros hermanos a la madre común, pues yo sé que, por la
gracia de Dios, sois prudentes y podéis también reprender a los demás 18.
Frescor perenne del bautismo
21. Pero en el poco tiempo que nos queda quiero dirigir mi palabra a los
nuevos iluminados. Y llamo nuevos iluminados, no sólo a los recién
agraciados con el don espiritual, sino también a los de hace un ano, e
incluso de mucho más tiempo. Si quisieran, también ellos podrían gozar
continuamente de este nombre. Efectivamente, la novedad ésta no conoce edad,
ni está sujeta a enfermedad, ni es presa del desaliento, ni se marchita con
el tiempo, ni cede a nada, y nada la vence, si no es, únicamente, el pecado:
su gravosa vejez es el pecado.
22. Y para que aprendas que éste es lo más pesado, escucha al profeta que
dice: Como carga pesada han cargado sobre mí 19. Ahora bien, no sólo es
pesada, sino también fétida, pues anade: Hedieron y se pudrieron mis llagas
20. ¿Ves cómo el pecado no sólo es pesado, sino también maloliente? Y de
dónde se engendra, apréndelo también por lo que se anade, pues dice: A causa
de mi locura 21. Así pues, la locura es causa de todos nuestros males. Por
consiguiente es posible que uno que por la edad es viejo sea joven y nuevo
iluminado, según la plena lozanía de la gracia, y en cambio otro, joven
según el cuerpo, esté hecho un viejo por el caudal de pecados. Porque allí
donde el pecado logra entrar, en seguida multiplica las manchas y las
arrugas 22
23. Por esta razón yo os invito a todos vosotros, a los que recientemente
habéis recibido el bautismo y a los que obtuvisteis este don anteriormente:
a estos últimos, a que por la confesión 23, las lágrimas y una exacta
penitencia, os limpiéis la mancha contraída; y a los primeros, a que
conservéis la frescura de vuestro esplendor y vigiléis cuidadosamente la
belleza del alma, para que no reciba la más mínima gota que pueda formar una
mancha. ¿No veis a los que estrenan vestido flamante con qué cuidado caminan
por la plaza para evitar que les salpique el barro y ensucie su bello
vestido? Y sin embargo, de ello ningún dano le sobrevendría al alma, pues se
trata de un vestido que la polilla corroe y que se gasta con el tiempo, y
que, si se mancha, también se limpia fácilmente con agua. En cambio, si
alguna vez ocurre - !y ojalá nunca suceda! - que la mancha cae sobre el
alma, bien a través de la lengua, bien por medio de los pensamientos
concebidos en la mente, inmediatamente sobreviene un grave dano, una pesada
carga, un terrible hedor
24. Ésta es la razón por la que yo, temeroso también de las asechanzas del
enemigo, no ceso en mi exhortación a que conservéis intacta la vestidura
nupcial, de modo que siempre podáis entrar con ella a estas nupcias
espirituales. Que es un matrimonio espiritual lo que aquí se está
celebrando, velo tú mismo: como en los matrimonios humanos de acá la boda se
prolonga durante siete días, así también nosotros prolongamos en otros
tantos días vuestra boda espiritual y os ponemos la mesa mística, llena de
infinitos bienes. ¿Y qué digo siete días? Si queréis ser sobrios y estar
vigilantes, estas bodas se prolongan para vosotros durante todo el tiempo,
con esta única condición: que conservéis intacto el esplendor de vuestro
vestido nupcial.
25. De esta manera, en efecto, atraeréis al esposo a un mayor amor, y
vosotros mismos, a medida que avanza el tiempo, apareceréis más brillantes y
esplendorosos, pues la gracia aumentará más y más con la práctica de las
buenas obras.
Ojalá todos nosotros demos pruebas de una vigilancia digna del don ya
recibido y sigamos haciéndonos dignos de la bondad de lo alto, por la gracia
y las misericordias de su Hijo unigénito y Senor nuestro Jesucristo, por el
cual se dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la gloria, la fuerza, el
honor, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Esta Catequesis se tuvo probablemente también en la misma semana de Pascua
del 390, el miércoles (cf. nota 1 de la Catequesis precedente).
2 La inmediatez del estilo revela la espontaneidad de san Juan Crisóstomo,
cuya Catequesis refleja situaciones concretas, en este caso la
despreocupación del público.
3 Jn 15, 22
4 Literalmente ¿a los jóvenes en edad (cf. SCHWYZER, II, p. 84ss.).
5 1Co 10, 32.
6 1Co 10, 31.
7Cf. 1S 2, 30.
8 Cf. Is 52, 5, asumido en Rm 2, 24.
9 Mt 5, 1 6.
10 Sal 68, 6.
11 Is 1, 17 - 18
12 1Co 10, 32.
13 1Co 8, 10
14 1Co 10, 31
15 Probable alusión a 1Co 13, 5.
16 Cf. Jr 15, 19.
17 1Co 8, 1 1.
18 Cf. Rm 15, 14
19 Sal 38, 5.
20 Sal 38, 6.
21 Ibid.
22 Cf. Ef 5, 27.
23 Asi traduzco exomologesis, aunque sin darle el contenido técnico y
sacramental pleno que no tardará en adquirir
JUAN CRISÓSTOMO
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La pelea del cristiano
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Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 11
?Del mismo1. Que son para nosotros ocasión del mayor provecho las reliquias
de los santos mártires, y que debemos despreciar todas las cosas terrenales
y aferrarnos a las espirituales; del gran bien que son la oración y la
limosna. Y también para los nuevos iluminados?. Los nuevos bautizados, junto
a los sepulcros de los mártires
1. Abundante y variada mostró el Dios de bondad su providencia para con el
género humano. No solamente realizó la creación entera y extendió el cielo y
dilató el mar, encendió el sol e hizo lucir la luna, nos agració con la
tierra para morada y nos ofreció todo lo que nace de la tierra para alimento
y subsistencia de nuestros cuerpos, sino que también nos ha agraciado con
las reliquias de los mártires. Después de tomar para Él sus almas - pues
dice: Las almas de los justos están en la mano de Dios 2 - nos dejó por
algún tiempo a nosotros sus cuerpos como consuelo y estímulo bastantes para
que, situándonos junto a los sepulcros de estos santos, nos empenemos en
emularlos e imitarlos, y al verlos, nos acordemos de sus buenas obras y de
las recompensas inherentes a ellas.
2. De aquí realmente se deriva, además, un gran provecho para nuestras
almas, si somos sobrios. En efecto, ningún discurso puede instruirnos tanto
ni conducirnos a la sabiduría y al desprecio de las cosas presentes como los
padecimientos de los mártires, pues emiten una voz más penetrante que la de
la trompeta, y por los hechos demuestran a todos la grandeza de la
recompensa y el exceso de la retribución por los trabajos de acá. Lo que va
del dicho al hecho, eso va de mis palabras a la ensenanza que dan estos
santos.
3. Por consiguiente, querido, cuando vienes aquí y consideras en tu mente
que todo este pueblo se apresura a congregarse con tanta diligencia para
abrazarse a este polvo y cosechar de él la bendición, ¿cómo en adelante no
te vas a exaltar mentalmente y no vas a apresurarte a demostrar el mismo
celo que el mártir, para merecer tú también las mismas recompensas? Porque
piensa: si por parte de sus companeros de esclavitud, que somos nosotros,
gozan aquí de tanta honra, ¿cuánta y cuál no será la confianza de que
gozarán por parte del Senor en aquel tremendo día, cuando brillarán con más
esplendor que los rayos del sol? Pues dice: Entonces los justos
resplandecerán como el sol 3.
4. Así pues, ya que sabemos la grandeza de su confianza, refugiémonos
siempre en ellos y aceptemos su ayuda. Efectivamente, si los hombres que
tienen gran confianza con el emperador en la tierra pueden prestar muchos y
grandes servicios a quienes recurren a ellos, con mucha mayor razón estos
santos, que adquirieron su confianza con el rey de los cielos por medio de
sus propios padecimientos, nos serán de la mayor utilidad, con tal,
Únicamente, que nosotros contribuyamos con nuestra parte. Porque su ayuda
podrá aprovecharnos sobre todo cuando no somos negligentes, sino que, al
contrario, también nosotros nos esforzamos con asiduidad y con el cuidado de
nuestra conducta por atraer sobre nosotros la bondad del Senor. Los mártires
como médicos espirituales del alma y del cuerpo
5. Por consiguiente, recurramos de continuo a ellos como a médicos
espirituales. Por esta razón, efectivamente, el Senor tuvo la bondad de
dejarnos a nosotros sus cuerpos: para que, llegándonos aquí y abrazándolos
con la disposición del alma, recibamos de ellos la máxima curación de las
enfermedades del alma y del cuerpo. Porque, si nos acercamos con fe, tanto
si nuestro padecimiento es del alma como si es del cuerpo, nos retiraremos
de aquí curados de ambos.
6. Ahora bien, en las enfermedades corporales, con frecuencia es menester
emprender largos viajes para conseguir la mano del médico, desembolsar buen
dinero e imaginar mil medios para poder convencerle de aplicarnos los
recursos de su arte, y así encontrar nosotros algún alivio al padecimiento.
Aquí en cambio, nada de esto necesitamos: ni largo viaje, ni fatigas, ni
muchos rodeos, ni gasto de dinero; nos basta con traernos una fe sincera y
derramar ardientes lágrimas con el alma alerta, para encontrar
inmediatamente la curación del alma y obtener el remedio para el cuerpo.
7. ¿Ves el poder de estos médicos? ¿Ves su generosidad? ¿Ves su arte jamás
vencida por las enfermedades? Ciertamente, en los padecimientos corporales,
es frecuente que la gravedad de la enfermedad pueda con el arte del médico.
En cambio, aquí es imposible sospechar siquiera algo semejante: al
contrario, si nos acercamos con fe, inmediatamente obtenemos el provecho. Y
no te sorprendas, querido, pues el Senor en su bondad, ya que los mártires
sufrieron todo por Él y por confesarle a Él, y así, despojados de todo, se
opusieron al pecado hasta derramar su sangre, queriendo por esto hacerles
aparecer más luminosos y acrecentar mucho más su gloria, incluso en esta
vida perecedera, por honrarles a ellos, otorga generosamente sus dones a los
que se acercan con fe.
8. Y que no son palabras vanas cuanto acabo de decir, sino que la misma
experiencia de los hechos lo atestigua, sé muy bien que también vosotros lo
diréis y lo atestiguaréis. Efectivamente, ¿qué mujer con el marido lejos y
la pesadumbre de la separación, si vino aquí y dirigió al Senor de todo su
súplica por medio de los santos mártires, no apresuró la vuelta de su marido
de tan larga ausencia? Y esta otra, a su vez, que al ver a su hijo asaltado
por grave enfermedad vino aquí con las entranas desgarradas y traspasadas,
por así decirlo, y tras derramar ardientes lágrimas y estimular para que
intercedieran por ella a estos santos, quiero decir, a estos campeones de
Cristo, ¿no expulsó inmediatamente la enfermedad e hizo que el enfermo
recobrara la salud?
9. Y muchos otros también, abrumados por las críticas circunstancias de sus
negocios y viendo los insuperables peligros que les amenazaban, se llegaron
aquí, y después de hacer fervorosa oración, evitaron la experiencia de todos
aquellos peligros. Mas, ¿por qué hablo de enfermedades corporales y de
críticas circunstancias de los negocios? Muchos también, tiranizados por el
mismo diablo y asaltados por padecimientos del alma, se presentaron a estos
médicos espirituales, hicieron memoria de sus propios pecados, desnudaron,
por así decirlo, con la palabra sus llagas, y fue tanto el consuelo que de
ahí sacaron que inmediatamente tuvieron la sensación de que su conciencia se
volvía más ligera, y regresaron a sus casas con una gran certidumbre.
10. Efectivamente, el Senor nos ha agraciado con los sepulcros de los santos
mártires como fuentes espirituales capaces de producir caudalosas corrientes
de agua. Y como las fuentes de agua están francamente abiertas para todos
cuantos quieran sacar agua de ellas, y el que quiere se va de allí con tanta
agua cuanta puede caber en su vasija, de la misma manera también en estas
fuentes espirituales es posible ver otro tanto. En efecto, también estas
fuentes están a disposición de todos y no hay aquí distinción alguna de
personas, al contrario, rico o pobre, esclavo o libre, hombre o mujer, cada
uno recibirá de estas divinas corrientes de agua tanta mayor cantidad cuanto
mayor es el deseo que se ha esforzado por traer.
11. Efectivamente, lo que allí son las vasijas para la cantidad de agua que
se ha de recoger, eso mismo son aquí la mente, el fervor del deseo y la
sobriedad con que nos acercamos. Porque quien se acerca de esta manera
inmediatamente retira innumerables bienes, pues la gracia de Dios va
invisiblemente aligerando la conciencia, proporciona una gran certidumbre y
hace que en adelante se aleje de la tierra y cambie de fondeadero zarpando
hacia el cielo. Porque, incluso para el hombre aprisionado en el cuerpo, es
posible no tener nada en común con la tierra y, en cambio, imaginarse todo
cuanto hay en los cielos y meditar en ello continuamente. Exhortación a
imitar a los mártires en no aspirar más que a los bienes del cielo
12. Por esta razón escribía también Pablo, dirigiéndose a hombres
prisioneros en el cuerpo, en plena vorágine mundana y preocupados por sus
mujeres e hijos: Poned la mira en las cosas de arriba 4. Luego, para que nos
enteremos de lo que él quiere expresar con esta exhortación y qué significa
eso de poner la mira en las cosas de arriba, anadió: Donde está Cristo
sentado a la derecha de Dios 5. Lo que yo quiero - dice - es que vosotros
penséis en los bienes que pueden trasladar allá vuestro pensamiento y os
alejan de las cosas de la tierra, pues vuestra ciudadanía está en el cielo
6. ¿Por tanto - dice - , allí donde estáis empadronados, esforzaos por
transferir también toda vuestra mente, y determinaos a obrar todo aquello
que pueda haceros aparecer dignos de la ciudadanía de allá arriba?.
13. Y para que no pensemos que nos manda algo imposible y por encima de
nuestra naturaleza, vuelve a repetir la exhortación y dice: Poned la mira en
las cosas de arriba, no en las de la tierra 7. ¿Qué es lo que quiere
ensenarnos? ¿No pongáis la mira - dice - en las cosas dignas de la tierra?.
¿Y qué cosas son éstas dignas de la tierra? Las que nada tienen de
permanente, las que antes de aparecer ya han volado, las que nada tienen de
seguro y de inconmovible, las que se esfuman con la vida presente, las que
antes de florecer ya se marchitan, las sujetas a corrupción 8. Porque tales
son todas las cosas humanas, annque las llames riqueza, poder, gloria,
belleza corporal o éxito pleno en la vida.
14. Y por la misma razón también se sirvió de una expresión como ésta: No en
las de la tierra, pues con las palabras ¿de la tierra? quiso poner de
manifiesto su ínfimo valor. ¿No pongáis, pues, la mira - dice - en estas
cosas, sino en las de arriba; en vez de en las cosas de la tierra, en vez de
en estas cosas viles y fugaces, poned vuestra mira en las cosas de arriba -
dice - , en las del cielo, en las inconmovibles, en las que tienen la misma
duración que el siglo sin fin, en las que se ven con los ojos de la fe, en
las que no conocen sucesión, en las que no tienen límite. Quiero que éstas
sean las cosas que rumie constantemente vuestro pensamiento. Porque la
preocupación por estas cosas aparta de la tierra y traslada al cielo?.
15. Y por idéntica razón decía también Cristo: Donde está el tesoro del
hombre, allí también está su corazón 9. Efectivamente, una vez que el alma
concibe el pensamiento de aquellos bienes inefables, como si estuviera libre
de las ataduras del cuerpo, se vuelve por así decirlo leve y vaporosa, y
como cada día se imagina el goce de aquellos bienes, no puede concebir el
pensamiento de las cosas de la tierra, antes bien, las va pasando de largo
como si fueran un sueno o una sombra, siempre con el pensamiento fijo allí y
creyendo ver aquellos bienes con los ojos de la fe, y cada día aspirando a
su goce.
16. Escuchemos, pues, la exhortación de este bienaventurado y maravilloso
maestro del universo, el perfecto educador, el labrador de nuestras almas, y
pongamos nuestra mira justamente en lo que él mismo nos aconseja, porque así
podremos también gustar los bienes presentes y alcanzar los venideros. En
efecto, si buscamos preferentemente éstos, los otros los tendremos también,
a su vez, por anadidura, pues dice: Buscad el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas se os anadirán 10. Por consiguiente, en nuestra búsqueda
no demos preferencia justamente a lo que prometió darnos por anadidura, no
sea que, al obrar contrariamente a la recomendación del Senor, nos quedemos
sin lo uno y sin lo otro. ¿O acaso el Senor espera que nosotros se lo
recordemos, y entonces nos otorgará sus dones? !Él sabe de qué tenemos
necesidad, antes que se lo pidamos nosotros! Así pues, si ve que nosotros
nos mostramos solícitos por aquellos bienes, Él nos favorecerá con el
disfrute de éstos, y nos proporcionará con abundancia los mismos que
prometió otorgar por vía de anadidura. Busquemos, pues, os lo suplico,
preferentemente los bienes espirituales, y pongamos nuestra mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra, para que así logremos éstas y
gocemos de aquellas.
17. Como quiera que también estos santos mártires, pues pusieron su mira en
las cosas de arriba, despreciaron las cosas de la tierra y buscaron
aquellas, por eso mismo obtuvieron en abundancia las de la tierra y cada día
gustan del honor de aquí: aunque ellos no lo necesitan, pues una vez por
todas lo despreciaron, sin embargo, por causa de nuestro provecho, aceptan
ese honor que les damos y que no necesitan, con el fin de que nosotros
podamos cosechar de ellos su bendición.
18. Y para que aprendas cómo desprecian todas las cosas de la presente vida
para poder conseguir aquellos bienes inmortales, piensa, querido, y medita:
aunque veían con sus ojos corporales al tirano soplar el fuego, aguzar los
dientes y mostrar una furia más temible que el león, y aunque le veían poner
al fuego las sartenes y las calderas y hacer cuanto podía para vencer y
aplastar su resolución, ellos, dejando todas las cosas de la tierra, con los
ojos de la fe contemplaban al rey de los cielos y a la muchedumbre de los
ángeles que le asistían, y se imaginaban aquellos inefables bienes.
19. Y una vez que trasladaron allá sus mentes, ya nunca las volvieron a nada
visible, al contrario, aunque veían las manos de los verdugos que
dilaceraban sus carnes, y aunque miraban este fuego sensible ya encendido y
saltar las brasas, ellos se iban describiendo a sí mismos el fuego de la
gehena, y de esta manera fortalecían su resolución y luego saltaban - por
así decirlo - a los tormentos sin tener en cuenta el dolor presente que
envolvía sus cuerpos, antes bien, con prisa de alcanzar el descanso que no
se interrumpe. Y poniendo la mira en las cosas de arriba, según la
exhortación de este bienaventurado Apóstol, vivían allí donde está Cristo
sentado a la derecha de Dios 11. Y nada de cuanto veían les espantaba, al
contrario, todo lo pasaban por alto, por considerarlo como un sueno y una
sombra, y es que el deseo de los bienes futuros daba alas a su pensamiento.
El bautismo como muerte a las cosas terrenales
20. Por la misma razón, sin duda, este bienaventurado Apóstol, buen
conocedor de la fuerza de tal consejo, decía: Poned la mira en las cosas de
arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios 12. Mira la
inteligencia del maestro: !a qué altura elevó de repente a quienes le
obedecieron! Efectivamente, pasando a través de todos: ángeles, arcángeles,
tronos, dominaciones, principados, potestades, todas las potencias
invisibles, los querubines y los serafines 13, detuvo el pensamiento de los
fieles junto al trono mismo del rey, y a los que caminan por la tierra, les
persuadió con su familiar ensenanza a desprenderse de las ataduras del
cuerpo, a emprender el vuelo con la mente y posarse junto al mismo Senor del
universo.
21. Y para que quienes oyen esto no piensen otra vez que el consejo les
sobrepasa, que los mandatos son imposibles de cumplir y que aceptar
semejante pensamiento está por encima de las fuerzas humanas, después de
decir: Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, anadió:
Porque moristeis 14. !Qué alma tan inflamada y tan llena de fuerte deseo de
Dios! Porque moristeis, dice, como si dijera: ¿?Qué tenéis ya de común con
la vida presente? ¿Por qué estáis embobados ante las cosas de la tierra?
Moristeis, es decir, os volvisteis muertos al pecado: una vez por todas
renunciasteis a la vida presente?
22. Luego, para que no se alboroten al oir: Moristeis, inmediatamente
anadió: Y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios Col 3, 3 15. ¿Vuestra vida - dice - no aparece ahora, pues está escondida. Por
consiguiente, no obréis como quienes están vivos en orden a las realidades
de la vida presente, sino comportaos como quien murió y es cadáver?. Porque,
dime, ¿es posible que quien murió según esta vida siga operando entre las
cosas presentes? !De ninguna manera! ¿Así, tampoco vosotros, dice. Puesto
que por medio del bautismo moristeis una vez por todas al pecado y fuisteis
cadáveres para él, es lógico que no tengáis nada en común con las pasiones
de la carne, ni con las realidades de la tierra, pues dice: Nuestro viejo
hombre fue crucificado y sepultado juntamente con él por el bautismo 16?. No
os procuréis, pues, nada de lo terreno, ni en las realidades presentes os
comportéis como vivos, pues ahora vuestra vida está escondida y es invisible
para los infieles, pero habrá un tiempo en que se hará patente. No es ahora
vuestro tiempo: puesto que moristeis una vez por todas, no pongáis ya
vuestra mira en las cosas de la tierra. Por lo demás, la grandeza de vuestra
virtud se hará evidente sobre todo cuando, al cabo de vuestro combate contra
los deseos de la carne, os comportéis respecto de todo lo de acá abajo como
si estuvierais muertos a la vida.
23. Escuchen esto los que han sido recientemente considerados dignos del don
del bautismo, y escuchemos también todos nosotros, los que tenemos parte
desde hace tiempo en esta gracia, y aceptemos el consejo del maestro del
universo, y consideremos cómo quiere él que sean los que una vez por todas
se han hecho partícipes de los misterios inefables, cuán ajenos los quiere a
la vida presente, no para que estén fuera de este mundo y emigren lejos,
sino para que, aun viviendo en el medio, no se diferencien en nada de los
que están lejos y, además, luzcan como antorchas y por medio de sus obras
demuestren a los infieles que ellos se han trasladado a otra ciudad y nada
tienen en común con la tierra y con las cosas de la tierra. La oración y la
limosna, indispensables para conservar el resplandor del bautismo
24. Y lo mismo que ahora, gracias a este esplendoroso vestido, a todos
parecéis magníficos, y el resplandor del vestido manifiesta la eminente
pureza de vuestras almas, así también de ahora en adelante es justo que,
tanto vosotros, los que acabáis de ser considerados dignos de este don, como
todos los que ya habíamos gustado la misma generosidad, nos hagamos ver de
todos mediante una conducta óptima y, lo mismo que antorchas, iluminemos a
todos los que nos ven. Efectivamente, este vestido espiritual, con tal que
nosotros queramos conservar su resplandor, a medida que avanza el tiempo, va
despidiendo un destello más vivo y una irradiación más intensa de luz, algo
que nunca puede ocurrir en los vestidos materiales. Porque a éstos ya
podemos aplicarles cuidados sin cuento, que el tiempo los gasta, y
desaparecen de puro viejos; si no se les toca, la polilla se encarga de
ellos, y en todo caso, muchos son los accidentes que acaban también con
estos vestidos materiales. En cambio, el indumento de la virtud, con sólo
que nosotros aportemos nuestra propia contribución, nunca cogerá suciedad ni
experimentará envejecimiento, al contrario, a medida que vaya corriendo el
tiempo, él irá mostrando una belleza cada vez más lozana y esplendorosa, y
un mayor destello de luz.
25. ¿Ves la virtud del vestido? ¿Ves cómo su resplandor no está sujeto al
tiempo, ni se marchita por la vejez? ¿Viste belleza igual? Por consiguiente,
os lo suplico, esforcémonos por guardar esta belleza en su lozanía, y
enterémonos cuidadosamente de cuáles son las cosas que pueden conservar el
esplendor de esta belleza. Así pues, ¿cuáles son éstas? Lo primero de todo,
la oración asidua, la acción de gracias por los bienes ya recibidos y la
invocación por la seguridad de los dones otorgados. Porque esto es nuestra
salvación, esto la medicina de nuestras almas, esto el sanatorio de las
pasiones que se engendran en nuestras almas. La oración es la muralla de los
fieles; la oración, nuestra armadura invencible; la oración, el sacrificio
expiatorio de nuestra alma; la oración, el rescate de nuestros pecados; la
oración, la base de bienes sin fin: porque la oración no es otra cosa que un
diálogo con Dios y una conversación con el Senor de todas las cosas 17. Así
pues, ¿qué podría haber de más dichoso que el ser uno considerado digno de
conversar ininterrumpidamente con el Senor?
26. Y para que aprendas qué bien tan grande es éste, considérame a los que
andan enloquecidos por las cosas presentes y que vienen a ser poco menos que
sombras. Éstos, cuando ven a uno que está continuamente conversando con el
rey terrenal, !en qué concepto de grandeza lo tienen! Le proclaman dichoso y
le honran como a personaje admirable y altísimo, digno de altísimo honor.
Pues bien, si este hombre, que no dialoga más que con un congénere, con el
que tiene en común la misma naturaleza y que sólo trata de asuntos
terrenales y efímeros, a pesar de todo es considerado tan digno de
admiración, ¿qué se podría decir del que fue considerado digno de conversar
con Dios, y no sobre asuntos de la tierra, sino sobre la remisión de los
pecados, sobre el perdón de las culpas, sobre la salvaguardia de los bienes
ya otorgados, sobre los bienes que serán concedidos, sobre los bienes
eternos? Este hombre podrá ser más dichoso que el mismo que cine diadema,
con tal que por medio de la oración se gane el apoyo de lo alto.
27. Ella es, antes que nada, la que podrá salvaguardarnos constantemente el
resplandor de este vestido espiritual, y con la oración, la limosna
generosa, el principal de nuestros bienes y salvación de nuestras almas.
Esta pareja de virtudes puede procurarnos los innumerables bienes de lo
alto, apagar en nuestras almas la hoguera de nuestros pecados y
proporcionarnos una firme confianza. Por servirse de esta pareja de
virtudes, Cornelio hizo llegar sus súplicas al cielo, y por eso también
escuchó del ángel: Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la
presencia de Dios 18, El ejemplo del centurión Cornelio
28. ¿Ves qué confianza tan grande se adquirió con ellas un hombre que pasó
toda su vida bajo la túnica y el correaje? Escuchen los que están alistados
en la milicia, y aprendan que nada es obstáculo para la virtud en quien
quiere ser sobrio, al contrario, que es posible también a quien viste túnica
y cine correaje, a quien tiene mujer, se cuida de los hijos y se preocupa de
los esclavos, incluso a quien tiene confiado un cargo público, aplicarse de
lleno al cultivo de la virtud. Aquí tienes, efectivamente, a este hombre
admirable: vestía túnica, cenía correaje y mandaba soldados, pues era
centurión, y porque lo quiso y porque era sobrio y estaba en vela, !de
cuánta solicitud de lo alto no se le consideró digno! 19. Y para que sepas
con exactitud que la gracia de lo alto desciende sobre nosotros precisamente
cuando nosotros hemos contribuido primero con nuestra propia aportación,
escucha la historia misma. Efectivamente, puesto que él se había anticipado
haciendo muchas y generosas limosnas y perseveraba fielmente en la oración
asidua, a la hora nona - dice - mientras él estaba orando, un ángel se puso
a su lado y dijo: Cornelio, tus oraciones y tus limosnas han subido en
memoria a la presencia de Dios 20.
29. No pasemos alegremente por alto lo dicho, antes bien, consideremos con
rigor la virtud de este hombre, y entonces nos enteraremos de la bondad del
Senor, es decir, de cómo Él no desdena a nadie, sino que, allí donde ve un
alma que vive sobriamente, allí prodiga Él su gracia. Un soldado, que no
había gozado de instrucción, que estaba enfrascado en las cosas de la vida y
que cada día era solicitado y distraído en direcciones opuestas por mil
asuntos, no consumía su vida en banquetes, borracheras y comilonas, sino en
oraciones y limosnas, y tanta diligencia mostró de su parte, tan asiduo fue
en las oraciones y tan abundantes limosnas repartió, que él mismo se mostró
digno de semejante visión.
30. ¿Dónde están ahora los que ofrecen mesas suntuosamente abastecidas,
hacen correr sin tasa el vino puro y pasan el día entero banqueteando, y que
muchas veces prefieren no orar antes del festín, y después del festín no
ofrecen la acción de gracias, sino que piensan que a ellos les está
permitido hacer todo sin el menor reparo, sólo por el hecho de tener mando,
de pertenecer al escalafón militar y de vestir túnica y cenir correaje? !Qué
miren la asiduidad de este Cornelio en la oración y su liberalidad en las
limosnas: y que se escondan bajo la tierra!
31. Pero quizá, este maestro sea digno de crédito, no solamente para ellos,
sino también para todos nosotros, incluso para los que han escogido la vida
monástica y para los que están dedicados al ministerio eclesiástico. Porque,
¿quién de nosotros podrá jactarse alguna vez de haber mostrado asiduidad tan
grande en la oración o de haber sido tan generoso en las limosnas, como para
hacerse digno de una visión así? Por esto, os lo suplico, si antes no lo
hicimos, por lo menos ahora imitemos todos a éste, los que estáis alistados
en la milicia y los que llevamos vida civil y hemos sido considerados dignos
de este don, y no seamos menos que quien, con su túnica y su correaje, tan
gran virtud demostró. Por lo demás, podremos también conservar lozana la
belleza de este vestido espiritual sólo cuando exhibamos con toda exactitud
esta pareja de virtudes.
32. Pero a éstas, si queréis, anadiremos otras, capaces de contribuir
también a la salvaguardia de la incorrupción de este vestido, a saber, la
templanza y la consagración, pues dice el Apóstol: Perseguid la paz, y
también la consagración, sin la cual nadie verá al Senor 21. Por
consiguiente, busquemos también esa paz con todo rigor, escrutando cada hora
nuestros pensamientos y no dejando que nuestra alma reciba mancha ni
suciedad alguna proveniente de los malos pensamientos.
33. Por lo demás, si purificamos de esa manera nuestra mente y ponemos toda
nuestra diligencia en cuidarla, venceremos también más fácilmente a las
demás pasiones, y así en poco tiempo llegaremos a la cumbre misma de la
virtud. Y después de reservar ya desde aquí para nosotros abundante viático
espiritual, podremos también ser considerados dignos de aquellos inefables
dones que Dios tiene guardados en depósito para los que le aman, bienes que
ojalá todos nosotros alcancemos, por la gracia y la bondad de nuestro Senor
Jesucristo, con el cual se dé al Padre, junto con el Espíritu Santo, la
gloria, la fuerza, el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.
Notas
1 Continuación de la anterior, esta Catequesis se tuvo probablemente el
viernes de la semana de Pascua del ano 390 (cf. nota I de la octava
Catequesis).
2 Sb 3, 1.
3 Mt 13, 43.
4 Col 3, 1, pero con el verbo del 2
5 Col 3, 1
6 Cf. Flp 3, 20
7 Col 3, 2
8 Nótese la entonación retórica del período, compuesto de una pregunta y de
seis breves definiciones donde destacan las anáforas y los homeoteleutas
9 Cf. Mt 6, 21.
10 Mt 6, 33.
11 Col 3, 1.
12 Cf. la misma expresión al final del c. 15.
13 Sobre la cita de las nueve órdenes angélicas, familiar a la patrística, y
sus relaciones con el Pseudo - Dionisio, cf. WENGER. nota 1, pp. 238 - 239.
14 Col 3, 3.
15 Ibid.
16 Cf. Rm 6, 6.4
17 Nótese el uso de la anáfora para subrayar la importancia de la oración.
18 Hch 10, 4: el memorial ('azharâ) era la parte del sacrificio que el
sacerdote ofrecía quemándola sobre el fuego para recuerdo, ¿en memoria? (Lv
2, 2 ss.).
19 Se ha conservado en la traducción lo más posible el orden de los
términos, para mejor reflejar el vivo estilo de Juan Crisóstomo
20 Cf. Hch 10, 1 - 4.
21 Hb 12, 14
JUAN CRISÓSTOMO
Ley natural
Lectura frecuente de la Sagrada Escritura
La pelea del cristiano
Como sal y como luz
Recomenzar
Dignidad del sacerdocio
Catequesis Bautismales: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Catequesis 12
?Del mismo1. Acogida y alabanza de los venidos de los lugares circundantes;
y además, que, mientras los justos que habían recibido las promesas
sensibles aspiraban a los bienes inteligibles en vez de a los sensibles,
nosotros, por el contrario, que hemos recibido la promesa de los bienes
inteligibles, nos quedamos boquiabiertos ante los bienes sensibles; y que
conviene que, al amanecer y por la tarde, acudamos presurosos a la iglesia
para hacer las oraciones y las confesiones 2. y también para los nuevos
iluminados?. Elogio del público venido de la campina
1. En los días pasados, vuestros buenos maestros 3 os han regalado bastante
los oídos, y habéis gustado constantemente su exhortación espiritual, al
tiempo que participabais de la abundante bendición procedente de las
reliquias de los santos mártires. Por fin hoy, en vista de que los que han
afluido hasta nosotros desde el campo 4 han dado mayor brillantez a nuestro
público, también nosotros vamos a ponerles una copiosísima mesa espiritual,
rebosante del amor que ellos nos han demostrado. Por tanto, después de
ofrecerles esta recompensa y de aceptar su buena disposición para con
nosotros, esforcémonos por demostrarles ancha hospitalidad. Efectivamente,
si ellos no vacilaron en recorrer un camino tan largo para proporcionarnos
con su presencia esta inmensa alegría, justo es de todo punto que nosotros
hoy les ofrezcamos mucho más abundante este manjar espiritual, para que
tomen de aquí suficiente viático y puedan así regresar a casa.
2. Son, efectivamente, hermanos nuestros, y son también miembros del cuerpo
de la Iglesia. Abracémosles, pues, como miembros nuestros, y démosles así
prueba de nuestro sincero amor hacia ellos, y no paremos mientes en que
tienen un modo de hablar diferente, sino comprendamos exactamente la
sabiduría de sus almas; ni reparemos en que tienen una lengua bárbara, sino
reconozcamos sus sentimientos de dentro y el hecho de que ellos con sus
obras están demostrando justamente lo mismo que nosotros nos esforzamos por
ensenar con nuestros sabios discursos, y así ellos con sus obras cumplen la
ley del Apóstol, que manda ganarse el alimento cotidiano con el trabajo de
las propias manos.
3. Escucharon, efectivamente, al bienaventurado Pablo, que dice: Y nos
fatigamos trabajando con nuestras propias manos 5; y de nuevo: Sabéis que,
para lo que yo y quienes están conmigo hemos necesitado, estas manos me
sirvieron 6. Y al esforzarse por cumplir esto con las obras mismas, producen
una voz más clara que los discursos, y así, por sus obras, se manifiestan a
sí mismos dignos también de la bienaventuranza proclamada por Cristo, pues
bien: Bienaventurado el que hace y ensena 7. Efectivamente, cuando se escoge
la ensenanza por las obras, no hay ya necesidad de instrucción por las
palabras. Y a cada uno de éstos podrías verlo, ya de pie junto al altar
sagrado leyendo las leyes divinas e instruyendo a los oyentes, ya en plena
faena de cultivo de sus tierras, unas veces tirando del arado, abriendo los
surcos, arrojando la semilla y confiándola al regazo de la tierra, y otras
veces manejando el arado de la ensenanza y depositando en las almas de los
discípulos la semilla de las lecciones divinas.
4. Por consiguiente, no pasemos por alto su virtud, por fijarnos simplemente
en su aspecto externo y en su peculiar lenguaje, sino tratemos de comprender
con exactitud su vida angélica, su sabia conducta 8. Entre ellos,
efectivamente, están desterradas toda molicie y toda glotonería; y no
solamente esto, sino también cualquier otra delicadeza de las que tienen su
carta de ciudadanía en las ciudades. Ellos toman solamente la cantidad de
alimento que puede bastarles para el sostenimiento de la vida, y todo el
resto del tiempo ocupan sus mentes en himnos y en oraciones continuas, en lo
cual también imitan la vida de los ángeles.
5. Efectivamente, lo mismo que aquellas potencias incorpóreas tienen como
única tarea alabar en todo momento al creador de todas las cosas, así
también estos hombres admirables: satisfacen la necesidad del cuerpo, porque
están unidos a la carne, y todo el tiempo restante se dedican a los himnos y
a las oraciones, tras decir adiós a todas sus aspiraciones terrenales, y por
medio de esta su óptima conducta, se esfuerzan por lograr que sus oyentes
los imiten. Por tanto, ¿quién podrá felicitar a éstos como se merecen,
porque, sin haber tenido participación alguna en la instrucción de fuera
ellos han aprendido la verdadera sabiduría, con lo cual han demostrado
cumplir con las obras aquello del Apóstol: Porque lo loco de Dios es más
sabio que los hombres 9?
6. Y es que, cuando ves a este hombre simple, rústico y que no sabe más que
las faenas agrícolas y el cultivo de la tierra, que realmente no hace caso
alguno de las cosas presentes, pero que en alas de su mente se lanza hasta
los bienes que están en los cielos, que posee el saber 10 sobre aquellos
bienes inefables y que conoce con exactitud lo que nunca pudieron ni
imaginar los filósofos, tan ufanos de su barba y de su bastón, ¿cómo no vas
a tener bien clara la demostración del poder de Dios? Porque, dime, ¿de qué
otra parte podría venir tan gran sabiduría de la virtud y el no aplicarse a
los bienes visibles, sino al contrario, al preferir a las cosas manifiestas
y que están a la mano los bienes ocultos, invisibles y objeto de la
esperanza? Esto es, efectivamente, la fe: cuando uno cree que los bienes
prometidos por Dios y que no son manifiestos a los ojos del cuerpo son más
dignos de crédito que los bienes manifiestos y patentes ante nuestros ojos.
La fe de Abraham en los bienes espirituales
7. Así es como se hicieron célebres todos los hombres justos y fueron
considerados dignos de aquellos inefables bienes. Así fue proclamado el
patriarca Abraham de parte de Dios, cuando hubo sobrepasado la debilidad de
la humana naturaleza y tendió su mente por entero al poder del que le hizo
la promesa. Y por eso también le proclama la divina Escritura, pues dice: Y
creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia 11. Y por esta razón
también, cuando ya desde el principio oyó: Sal de tu tierra y de tu
parentela y de la casa de tu padre, y !halal, a la tierra que yo te mostraré
12, él obedeció con la mejor voluntad y puso por obra lo mandado, y abandonó
la tierra familiar donde tenía plantada su tienda, y salió, pero sin saber
adónde se detendría. Pues bien, a las cosas manifiestas y bien reconocidas
por todos, él prefirió lo mandado de parte del Senor, y no solamente no hizo
preguntas curiosas, ni su mente se turbó, sino que, centrando su mirada en
la dignidad del que le mandaba, y dejando de lado todo impedimento humano,
sólo tuvo una preocupación: no omitir nada de lo mandado.
8. Ahora bien, todo esto sucedió, no solamente por causa del justo, para
demostrar la grandeza de su fe, sino también para que nosotros emulemos al
patriarca. Efectivamente, así que Dios vio su alma generosa, como astro
ignorado y oculto, quiso trasladarlo a la tierra de Canaán, justamente para
que condujera a la razón de la piedad a los que allí andaban descarriados y
con la mente afectada todavía por la tiniebla de la ignorancia. Esto es lo
que realmente sucedió, y por medio de Abraham, no solamente los que
habitaban Palestina, sino también los de Egipto, llegaron a conocer la
providencia de Dios para con él, y la virtud del justo. Mira, en efecto, su
excelsa magnanimidad, y cómo en alas de su deseo de Dios no se paró en la
linde de lo visible, ni se aplicaba solamente a lo prometido, sino que
lograba figurarse los bienes futuros. Y pues Dios le había prometido una
tierra, un lugar de otra tierra diciendo: Sal de tu tierra, y !hala!, a la
tierra que yo te mostraré, él dejó las realidades sensibles y se prendó de
las inteligibles.
9. ¿Acaso os parece un enigma lo que acabo de decir? No os desconcertéis,
sin embargo, os daré la explicación, para que os enteréis de cómo este
justo, después de recibir la promesa de bienes sensibles, fijó su deseo en
los bienes inteligibles. ¿De dónde, pues, sabremos esto con exactitud?
Escuchemos al mismo interesado que dice... pero no, escuchemos más bien al
bienaventurado Pablo, el maestro del universo, el que sabe todo esto con
exactitud y que habla de él, y no sólo de él, sino también de todos los
justos. Efectivamente, queriendo recordar la lista de hombres justos como
Abraham, Isaac y Jacob, dice: Conforme a la fe murieron todos estos, sin
haber recibido las promesas, sino mirándolas y saludándolas de lejos, y
confesando que eran forasteros y peregrinos sobre la tierra 13.
10. ¿Qué estás diciendo, oh bienaventurado Pablo? ¿No recibieron las
promesas? ¿No ocuparon toda Palestina? ¿No fueron duenos de la tierra? ¿Sí -
dice - , recibieron Palestina y la posesión de la tierra, pero con los ojos
de la fe fijaban su deseo en otras cosas?. Por eso anadió: Porque los que
dicen esto, claramente dan a entender que buscan una patria, y que si se
hubieran acordado de aquella de donde salieron, tiempo tuvieron ciertamente
para volverse; sin embargo, deseaban una mejor, esto es, la celestial 14. ¿Ves su anhelo?
¿Ves su deseo? ¿Ves cómo, mientras el Senor por todas partes
les prometía bienes materiales y dialogaba acerca de la tierra, ellos
buscaban esta otra patria y tendían hacia la que está en los cielos? Por
esto, efectivamente, anadió: De la cual es Dios artífice y hacedor 15. ¿Ves
cómo ellos deseaban los bienes inteligibles y cómo se figuraban aquellos
bienes que no se manifiestan a los ojos corporales, pero son conocidos por
la fe? La vanidad de los bienes materiales
11. Pero aquí mi mente se desconcierta y mi pensamiento se confunde, cuando
considero que nosotros caminamos al contrario que ellos. Efectivamente, como
estos justos, aunque recibieron una promesa de bienes sensibles, fijaron su
deseo en los bienes inteligibles, así también nosotros, pero al revés:
aunque hemos recibido una promesa de bienes inteligibles, nos alucinamos con
los bienes sensibles, y desoímos al bienaventurado Pablo, que dice: Porque
las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas 16. Y
de nuevo en otra parte, para revelar que tales son las cosas preparadas para
los que aman a Dios, dice Cosas que ni ojo vio, ni oreja oyó, ni han subido
en corazón de hombre 17. Pero nosotros, incluso después de todo esto,
seguimos boquiabiertos ante los bienes presentes, quiero decir, ante la
riqueza, la gloria de la vida presente, la molicie, los honores que vienen
de los hombres: todo esto, en efecto, parece ser lo brillante de la presente
vida. Dije ¿parece?, porque en nada difiere de una sombra y de un sueno.
12. Efectivamente, la misma riqueza muchas veces ni siquiera dura hasta el
anochecer en manos de quienes creían poseerla, sino que, cual esclavo
fugitivo e ingrato, va pasando de uno a otro, y deja desnudos y solos a
quienes se desvivían por honrarla; y que muchas veces también envuelve en
peligros insoportables a los que tanto la desean, la experiencia misma de
los hechos se lo ensena a todos. Y algo así es también la gloria humana,
porque quien hoy aparece ante todos ilustre y famoso, de repente cae en la
deshonra y en el desprecio de todos.
13. Por consiguiente, ¿qué puede haber de menos valor que estos bienes,
quiero decir, los que antes de aparecer ya han volado, los que nunca se
quedan quietos, sino que tan rápidamente escapan a los que se dejan fascinar
por ellos? Efectivamente, como nunca es posible ver la rueda quieta sobre el
mismo punto de la llanta, sino que da vueltas continuamente y sube y baja,
así también ocurre con los bienes en cuestión. De fácil vaivén es, en
efecto, el cambio de los negocios humanos, y rápida la mudanza, sin nada
seguro ni estable; al contrario, todo es voluble y con pronta inclinación a
lo opuesto. Por consiguiente, ¿qué podría haber de más ridículo que esas
gentes que se quedan boquiabiertas y clavadas ante los bienes presentes, y
los consideran preferibles a los que son constantes y permanecen siempre?
14. Por esta razón también el profeta, al lanzar la grave acusación contra
los que se dejan alucinar por estas cosas, dice: Como estables las
consideraban, y no como fugaces 18. ¿Ves cómo con una sola palabra quiso
expresar su ser de nonada? Pues no dijo: ¿como transitorias?, ni dijo: ¿como
cambiantes?, ni dijo: ¿escurridizas?, sino, ¿qué? ¿Como fugaces?, queriendo
poner de manifiesto su rapidez y su grande y repentina mudanza, y para
ensenarnos a no estar nunca sujetos a las cosas que se ven, sino a creer y a
tener plena confianza únicamente en las que Dios ha prometido.
15. Efectivamente, aunque medien mil impedimentos, las promesas de parte de
Dios nunca fallarán, porque, lo mismo que Él es inmutable e inalterable, y
perdura siempre y constantemente, así también sus promesas son indefectibles
e inconmovibles, a no ser que se obstaculice su realización por parte
nuestra. En las cosas humanas, sin embargo, ocurre lo contrario, porque al
ser corruptible y perecedera la naturaleza de los hombres, así también son
corruptibles y caducos los bienes que proceden de los hombres. Y es justo,
puesto que los hombres somos todos corruptibles, y la naturaleza de los
humanos dones imita a nuestra naturaleza. En cambio, nada parecido es
posible ni sospechar siquiera en las promesas de Dios, antes al contrario,
estas promesas son las únicas en tener seguridad, inmutabilidad, fijeza y
constancia. Los deberes de los nuevos bautizados
16. Por esto, os lo suplico, busquemos las que perduran siempre y no sufren
mudanza. Por lo demás, también, si yo he desarrollado mi discurso delante de
vosotros, lo hice adrede, para hacer una exhortación común para todos, tanto
para los iniciados de antiguo en los misterios, como para los recién
considerados dignos del don bautismal. Pues bien, ya que en los días
pasados, al reunirnos continuamente junto a los sepulcros de los santos
mártires, disfrutábamos de la gran bendición que de ellos brota y gustábamos
su abundosa ensenanza, y ya que, en cambio, de ahora en adelante se
interrumpirá la continuidad de las reuniones, siento la necesidad de
recordar a vuestra caridad que tengáis siempre resonando en vuestra memoria
tan importante ensenanza, y que a todos los bienes de esta vida prefiráis
los bienes espirituales.
17. También os recuerdo 19 que con la mayor diligencia vengáis aquí al
amanecer y rindáis al Dios del universo vuestras oraciones y vuestras
confesiones, y le deis gracias por los bienes que ya os ha otorgado, y le
supliquéis el poder haceros dignos de su ayuda para guardarlos en lo
sucesivo, y así, después de salir de aquí, que cada uno emprenda con toda
circunspección los negocios que le atanen. Así, uno se dedicará al trabajo
manual, otro se alistará en el ejército y un tercero entrará en la política.
Cada uno, sin embargo, acérquese a sus asuntos con temor e inquietud y pase
todo el tiempo de la jornada como quien debe presentarse de nuevo aquí al
anochecer para dar al Senor cuenta de toda la jornada y pedirle perdón por
los fallos. Porque realmente, aunque mil veces tratemos de asegurarnos, es
imposible no hacernos responsables de muchas y variadas caídas; por ejemplo,
de haber hablado inoportunamente, de haber prestado oído a vanos rumores, de
haberse precipitado en el mirar o de haber gastado nuestro tiempo en vano y
sin utilidad ni necesidad alguna.
18. Y por esta razón conviene que nosotros, cada día, pidamos al Senor
perdón por todos estos fallos y recurramos e imploremos a la bondad de Dios.
Y que así, después de pasar con sobriedad el tiempo de la noche, afrontemos
de nuevo la confesión del amanecer, todo ello con el fin de que cada uno de
nosotros, si organiza su vida de esta manera, pueda también atravesar sin
peligro el mar de esta vida y hacerse digno de la bondad que viene del
Senor. Y cuando nos convoque el momento oportuno de la asamblea, que a todas
las cosas prefiramos los bienes espirituales y esta reunión de aquí, para
que también administremos con seguridad lo que tenemos entre manos 20.
19. Efectivamente, si nosotros anteponemos estos bienes, los demás no nos
causarán trabajo alguno, pues Dios en su bondad nos los proporcionará con
gran facilidad. En cambio, si descuidamos los espirituales y únicamente nos
preocupamos de los otros, y si continuamente giramos en torno de los bienes
de esta vida sin tener para nada en cuenta al alma, sufriremos la pérdida de
éstos y ni uno más tendremos de los otros. Por consiguiente, os lo suplico,
no invirtamos el orden, sino, ya que conocemos la bondad de nuestro Senor,
confiémosle a Él todo, y no nos atormentemos nosotros mismos con las
preocupaciones terrenales. Efectivamente, el que del no ser nos sacó al ser,
por su propia bondad, con mayor razón nos otorgará en adelante toda su
providencia Porque - dice - sabe vuestro Padre del cielo que tenéis
necesidad de todo esto, antes que vosotros se lo pidáis 21.
20. Y naturalmente, por esta razón quiere que nosotros estemos libres de tal
preocupación y que todo nuestro tiempo disponible sea para los bienes
espirituales. Viene, efectivamente, a decir: ¿Tú busca los bienes
espirituales y yo te proporcionaré en abundancia todo lo que atane al
cuerpo?. De aquí también les vino a todos los justos su reputación, y
ciertamente nosotros tomamos su virtud como punto de arranque de este
nuestro discurso. Efectivamente, decíamos que éstos, a pesar de haber
recibido promesas de bienes sensibles, buscaban los inteligibles, mientras
que nosotros practicamos justamente lo contrario: aunque tenemos promesa de
bienes espirituales, nos quedamos boquiabiertos ante los bienes sensibles.
21. Y por esta razón, os lo suplico, nosotros, los que estamos bajo la
gracia, imitemos por lo menos ahora, a aquellos que, por su cuenta y antes
de la ley, desde la ensenanza ínsita en su naturaleza, pudieron alcanzar
tamana cima de virtud, y traslademos todo nuestro celo al cuidado del alma,
troquemos nuestras preocupaciones y repartamos la inquietud: el cuidado del
alma, aceptémoslo nosotros mismos, puesto que es lo más importante en
nosotros; la preocupación y la inquietud por el cuerpo, confiémosla por
entero al común Senor de todas las cosas.
22. Por otra parte, la mayor prueba de su sabiduría y de su inefable bondad
es ésta: que el cuidado de lo más grande que hay en nosotros - del alma,
quiero decir - nos lo encargó a nosotros, y así, con los hechos mismos, nos
ensenó que nos ha creado libres y que ha dejado en poder nuestro y en
nuestra voluntad el elegir la virtud y el fugarnos hacia el mal; en cambio,
de todos los bienes corporales prometió que Él mismo proveería. Con esto
quería también hacer cambiar a la naturaleza humana, con el fin de que ésta
no confíe en su propia fuerza, ni crea que puede contribuir en algo al
sostenimiento de la vida presente.
23. Por esta razón, naturalmente, a nosotros, enaltecidos con la razón y
juzgados dignos de tan gran preeminencia, nos exhorta a que imitemos a los
irracionales, y dice: Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan,
ni recogen en trojes, y vuestro Padre celestial las alimenta 22; como si
dijese: ¿Si me preocupo de los pájaros, aunque son irracionales, y tanto que
les procuro todo, sin sembradura ni laboreo, con mucha más razón me
preocuparé de vosotros, los racionales, si al elegir preferís los bienes
espirituales a los carnales. Efectivamente, si por vosotros produje estas
cosas y la creación entera, y yo mismo tengo de todo ello tan gran
providencia, ¿cuál no será la amorosa solicitud de que os juzgaré dignos a
vosotros, por cuyo bien fue producido todo esto??.
24. Confiemos, pues, plenamente, os lo suplico, en la promesa de Dios, y
tengamos toda nuestra mente desplegada en torno al deseo de los bienes
espirituales, y juzguemos todo lo demás secundario en comparación del goce
de los bienes futuros, para que así obtengamos también con abundancia los
bienes presentes, podamos ser considerados dignos de los bienes que tenemos
prometidos y seamos librados del castigo de la gehena. No me derrochéis de
nuevo todo el tiempo de vuestra jornada en la dejadez, en pasatiempos
inútiles, en reuniones de perdidos, en banqueteo y en la diaria borrachera.
No dejemos que, por nuestra posterior incuria, se escurra entre las manos lo
que teníamos bien recogido, al contrario, retengamos con seguridad todo
cuanto se nos ha dado de parte de la bondad de Dios.
25. Y sobre todo vosotros, los que os revestisteis recientemente de Cristo y
recibisteis la visita del Espíritu, os lo suplico, cada día examinad
cuidadosamente el resplandor de vuestro vestido, para que por ninguna parte
reciba alguna mancha o arruga: ni por palabras inconvenientes, ni por
escuchas vanas, ni por pensamientos malvados, ni por ojos que van sin tino
saltando sobre cualquiera que se encuentran. Por consiguiente,
fortifiquémonos por todos lados, sin excepción, con el recuerdo continuo de
aquel terrible día, y así, por haber perseverado en nuestro resplandor y por
haber guardado sin mancha ni arruga el vestido de la inmortalidad, seremos
juzgados dignos de aquellos inefables dones que ojalá todos nosotros
alcancemos, por la gracia y la bondad de nuestro Senor Jesucristo, con el
cual se den al Padre, junto con el Espíritu Santo, la gloria, la fuerza, el
honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Esta última Catequesis cierra la serie; probablemente se tuvo después de
la precedente, el sábado de la semana de Pascua del ano 390 (cf. nota I de
la octava Catequesis).
2 Es difícil precisar si se trata de la profesión de fe, de la simple
alabanza o del reconocimiento y aceptación de la propia culpa (cf. nota I de
la décima Catequesis).
3 Es decir, en principio el obispo local y los presbíteros encargados de
preparar los catecúmenos para el bautismo
4 La gran afluencia de gente del campo (entre ellos los monjes, cf. infra,
c. 4) y el hecho de que hablan una lengua distinta (cf. c. 2) induce a
pensar que esta Catequesis y la precedente se tuvieron en Antioquía (cf.
WENGER, nota 3, p. 247).
5 1Co 4, 12.
6 Hch 20, 34.
7 Esta cita no está tal cual en el texto evangélico; probablemente resume la
idea de Mt 5, 19. Como también aparece en Hom. 13 in Gen. (PG 53, 110),
WENGER la considera prueba importante de la autenticidad crisostomiana de
esta Catequesis (Introd. p. 55).
8 Con ¿vida angélica? se alude a la vida monástica, lo mismo que la
expresión ¿sabia conducta? (literalmente ¿conducta filosófica?) presupone su
confrontación y su contraste con la conducta no tenida por sabia, de los
filósofos paganos, de los que se habla luego en el c. 6 (cf. WENGER, nota 2,
p. 249).
9 1Co 1, 25.
10 Literalmente ¿que sabe filosofar? (cf. supra, n. 8).
11 Rm 4, 3
12 Gn 12, 1
13 Hb 11, 13.
14 Hb 11, 14 - 16.
15 Hb 11, 10.
16 2Co 4, 18.
17 1Co 2, 9.
18 La rareza de esta cita de Amós 6, 5 depende probablemente del hecho de
estar tomada de la versión de los Setenta, donde el significado del
versículo es totalmente diferente del texto hebreo que en varios puntos es
críticamente incierto.
19 Se sigue la exhortación del capítulo anterior
20 Después de seguir un estricto programa propio de los días en que no se
celebra la Eucaristía (synaxis), cuando ésta se celebra - domingos y algún
día entre semana - nada debe impedir al nuevo bautizado asistir a ella
21 Mt 6, 32
22 Mt 6, 26
San Juan Crisóstomo
Homilías sobre el Evangelio de San Mateo I1
Homilías I-IX, X-XXXVI, XXXVII-LXVII
I Bueno sería que no necesitáramos
II Genealogía de Jesucristo
III Genealogía de Jesucristo
IV Generaciones desde Abraham hasta David
V Todo esto sucedió para que se cumpliese
VI Nacido, pues, Jesús en Belén
VII Y habiendo reunido a todos los príncipes
VIII Y habiendo entrado en la casa
IX Entonces Herodes, viéndose burlado
HOMILIA I
BUENO sería que no necesitáramos del auxilio de las letras humanas, sino que
de tal manera mostráramos la pureza de nuestra vida que la gracia del
Espíritu Santo supliera para muchas a mas los libros; y que así como éstos
mediante tinta quedan escritos, así en nuestros corazones se escribiera por
obra del Espíritu Santo. Mas, puesto que hemos hecho a un lado gracia
semejante !ea! !tomemos gustosos el segundo camino! Cierta mente Dios con
sus palabras y sus obras manifestó ser aquel primero más excelente. Así Noé
y Abraham y sus descendientes, lo mismo que a Job y a Moisés, no les hablaba
mediante escrituras, sino él personalmente, por haber encontrado que tenían
limpia su mente.
Pero una vez que el pueblo todo de los hebreos cayó en lo profundo de
finalmente se hizo necesaria la escritura y amonestación mediante las letras
y las tablas escritas. Esto lo puede cualquiera constatar no sólo en el
Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo. Porque Dios no dio a los
apóstoles nada escrito; sino que, en lugar del escrito, les anunció que les
daría el Espíritu Santo. Porque él, les, dijo, os recordará todas las cosas
2. Y para que entiendas que era esto lo mejor, escucha lo que dice el
profeta: Estableceré con vosotros un testamento nuevo, poniendo mis leyes en
su mente y las grabaré en sus corazones, y serán todos ensenados de Dios 3.
Y Pablo, demostrando esta excelencia, decía haber recibido esas leyes no en
tablas de piedra, sino en las tablas carnales del corazón 4.
Mas, al correr de los tiempos, se extraviaron unos en los dogmas y otros en
el modo de vivir y en las costumbres, y fue necesaria la exhortación por
medio de la escritura. Considera, pues, y advierte cuán grave mal es que
quienes deben vivir en tan gran pureza que ni aun necesiten de la letra
escrita, sino que presenten sus corazones al Espíritu Santo, en vez de usar
de escrituras, una vez que semejante honor han perdido, se vean constrenidos
a la dicha necesidad; y aun finalmente ni aun de este segundo remedio usen
como conviene. Si reproche es que estemos necesitados de la escritura y no
alcancemos por nosotros mismos la gracia del habla del Espíritu Santo,
debéis advertir cuán tremenda culpa sería no querer emplear ni este otro
auxilio, sino despreciar también las letras, como si en vano y a la ventura
se nos pusieran delante, y por tales procederes venir a merecer una pena
mayor.
Para que tal cosa no nos suceda, pongamos cuidadosa atención a las Sagradas
Escrituras y veamos en qué circunstancias fue dada la Ley Antigua y en
cuáles el Nuevo Testamento. ¿Cómo fue dada la Antigua Ley? ¿cuándo y dónde?
Tras de la destrucción de los egipcios, en el desierto, en el monte Sinaí,
mientras brotaban humo y fuego de la montana, resonaba la trompeta y había
continuos truenos y relámpagos, y Moisés es taba en el interior de aquella
oscuridad. No fue así como se dio la Nueva Ley: no se dio en el desierto, ni
en el monte, ni entre humo, tinieblas espesas y tempestades, sino cuando
alboreaba el día, en casa, sentados todos; y todo se llevó a cabo con suma
tranquilidad.
La razón fue que para los de aquellos entonces, gente indómita y nada
razonable, eran necesarias circunstancias que hirieran la fantasía, como
eran la soledad, el monte, la humareda, el sonido de la trompeta y otras
cosas semejantes; mientras que para gente ya más desarrollada y más
dispuesta a la obediencia y que estaba muy por encima de los pensamientos
terrenos, no había necesidad de nada de aquello. Y aunque es verdad que
también acá hubo gran ruido, no fue por motivo de los apóstoles, sino de los
judíos que se hallaban presentes; y por lo mismo aparecieron las lenguas de
fuego. Pues si a pesar de todo lo que habían visto los judíos aseguraban
todavía que los apóstoles redundaban de mosto, mucho más lo habrían
aseverado si ninguna de las dichas senales hubieran advertido.
Y por cierto, en el Testamento Antiguo, ascendió Moisés al montes y Dios
descendió a Moisés; acá en cambio, una vez que nuestra humana naturaleza fue
levantada hasta el cielo, o por mejor decir fue llevada el solio real, bajó
a los apóstoles el Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo fuera menor que el
Padre y el Hijo, esto no habría sido ni más grande ni más maravilloso que
aquellas cosas antiguas. Pero a la verdad aun las tablas de esta venida son
con mucho más nobles y más espléndidas, lo mismo que los misterios a
obrados. No descendieron los apóstoles del monte portando en sus manos, al
modo de Moisés, las tablas de piedra, sino llevando por doquiera en su
pensamiento al Espíritu Santo, a la manera de un tesoro; y por todas partes
iban derramando a fuente de la verdad y de toda clase de dones y de bienes.
Así pasaban por los pueblos, hechos ellos, por la gracia del Espíritu libros
vivos y leyes vivas. Así atrajeron y arrastraron a tres mil y a cinco mil y
a los pueblos todos de la tierra, pues Dios por medio de la lengua de ellos
hablaba a cuantos se les acercaban 5.
Lleno de ese Espíritu Santo, llevado de la mano por Dios, escribió su
Evangelio Mateo. Mateo, repito: Mateo, aquel publicano; pues no me
avergüenzo de designarlo por su oficio ni a él ni a otros, ya que esto mismo
ensalza sobremanera la gracia del Espíritu Santo y la propia virtud de
ellos. Y con toda razón tituló su obra Evangelio. Porque una vez apartado el
castigo, él se presentó anunciando a todos el perdón de los pecados, la
justicia, la santificación, la redención, la adopción de hijos de Dios, el
parentesco con el Hijo de Dios y la herencia del cielo: a todos digo,
enemigos, perversos, malvados, a cuantos estaban sentados en las tinieblas
de muerte.
?Qué habrá que pueda equipararse a tan buena noticia? !Dios venido a la
tierra!, !el hombre elevado hasta el cielo! Entonces mezclados todos, los
ángeles danzaban junto con los hombres, y los hombres conversaban con los
ángeles y con la demás Potestades celestes. Y se veía terminada la guerra
perpetua y hechas las paces entre Dios y la naturaleza nuestra, y al diablo
avergonzado y a los demonios en fuga y a la muerte deshecha y el paraíso
abierto y levantada la maldición antigua y el pecado quitado de en medio y
rechazado el error y vuelta la verdad y la palabra santa predicada por
doquier y floreciente e instituido en la tierra un modo de vivir propio del
cielo y las Potestades celestes conversando familiarmente con nosotros y los
ángeles frecuentando la tierra y floreciendo en todas partes la bella
esperanza de los bienes futuros,
Por tal motivo Mateo llamó a su narración Evangelio, indicando así la
vaciedad de las demás cosas como la abundancia de riquezas, el mucho
poderío, el principado, la gloria, los honores, y todo lo demás que entre
los hombres se tiene como un bien. En cambio, lo que aquellos pescadores
prometieron, con toda verdad y propiedad se llama Buena. Nueva o Evangelio.
No sólo porque los bienes que anuncia son firmes e imperecederos y que
superan a lo que la dignidad nuestra puede exigir, sino además porque con
toda facilidad se nos han concedido. Los hemos recibido no por trabajos y
sudores nuestros ni por nuestros padecimientos, sino únicamente gracias a la
caridad de Dios.
Mas ¿por qué habiendo sido tan grande el número de los discípulos solamente
dos escribieron de entre los apóstoles y otros dos de entre sus seguidores?
Porque uno escribió su Evangelio como discípulo de Pablo; otro como
discípulo de Pedro; y además Juan y Mateo. Fue porque nada hacían por vana
ostentación sino todo para la común utilidad. Entonces ¿no basta con que un
solo Evangelista lo narrara todo? Sí, por cierto: bastaba. Pero aunque hayan
sido cuatro los que escribieron y lo hayan hecho no al mismo tiempo ni en el
mismo sitio y sin reunirse para ello ni de mutuo acuerdo, sin embargo, como
todos refieren los hechos como si hablaran por una misma boca, nace de aquí
una máxima demostración de lo que afirman.
Alegarás que sucede en absoluto todo lo contrario; pues vemos que con
frecuencia disienten entre si. Respondo que esto mismo es un gran argumento
en favor de que dicen verdad. Si todo lo que narran estuviera totalmente de
acuerdo en cuanto al tiempo, lugar y aun en las palabras mismas, ningún
adversario les daría fe, pues pensaría que todo lo habían escrito de mutuo
acuerdo humano; y que semejante concordancia no provenía de la buena fe,
sencillez y sinceridad. Aparte de esto, por lo que mira a las diferencias
que en cosas mínimas - en ellos al parecer se observan, eso precisamente
aleja de ellos toda sospecha y claramente justifica la fiel rectitud de los
escritores. Si afirman algo diverso en lo tocante a sitios y tiempos, nada
obsta eso a la verdad de lo que narran, como con el auxilio divino nos
esforzaremos en demostrar con lo que sigue.
Por lo demás, aparte de lo ya dicho, os rogamos que observéis cómo en las
cosas substanciales que tocan al ordenamiento de nuestra vida y a la defensa
de la verdad predicada, no se encuentra que alguno de ellos disienta en nada
de los otros y más. ¿Cuáles son esas cosas? Que Dios se hizo hombre; que
obró milagros; que fue crucificado y muerto y sepultado; que resucitó al
tercer día; que subió a los cielos; que vendrá a juzgar; qué dio
mandamientos saludables; que impuso una ley no contraria a la antigua; que
él es el Hijo Unigénito, verdadero y consubstancial con el Padre; y otros
dogmas semejantes. Acerca de tales verdades no encontramos en ellos sino
plena concordancia.
Si no todos refieren todos los milagros y sus circunstancias, sino que unos
pusieron unos y otros otros, en nada te conturbe. Si uno lo hubiera narrado
todo, los demás serían superfluos; y si cada cual hubiera escrito cosas
nuevas y diferentes, no habría manera de constatar su concordancia. Tal es
la razón de que varios refieren juntamente varios de los hechos y de que
cada cual tome su propio argumento, para que no parezca que es criben algo
superfluo y a la ventura: nos dan de este modo una excelente prueba de la
verdad.
Por su parte, Lucas nos declara la razón que lo indujo a escribir. Para que
tengas, dice, la verdad acerca de las cosas en que te han instruido 6. Como
quien dice: para que una y otra vez exhortado, estés con certeza y bien
persuadido. Juan calló el motivo. Pero de acuerdo con lo que ya de antiguo
nuestros mayores y padres nos han transmitido, no sin razón se dedicó a
escribir; sino que, como los otros tres Evangelistas se propusieron tratar
ampliamente de la humana naturaleza de Cristo, y había el peligró de que la
divina quedara en la sombra, final mente, por inspiración del mismo Cristo,
se puso a escribir su Evangelio. Consta además por la historia misma y por
el modo de comenzar su Evangelio. Pues no comenzó como los otros, por las
cosas inferiores, sino por las más altas, como convenía a su propósito, y
así publicó su libro. Ni sólo es más elevado que los otros en el comienzo,
sino en todo el decurso de su Evangelio.
De Mateo se refiere que por rogárselo los judíos que habían creído, les puso
por escrito lo que de palabra les había ensenado: por esto escribió su
Evangelio en hebreo. Se dice también que Marcos, en Egipto, a ruegos de sus
discípulos escribió a su vez. Mateo, como quien escribía para los judíos, no
puso su atención en otra cosa, sino en demostrar el origen de Jesús desde
Abraham y David. Lucas, como quien se dirigía a todos, llevó más arriba su
narración y llegó hasta Adán. Mateo comenzó poniendo delante las
generaciones, ya que nada podía tanto agradar a los judíos, como el saber
Cristo era descendiente de Abraham y de David. Lucas siguió otro camino:
narró primero muchas otras cosas y hasta después vino a la genealogía. Pero
que ambos concuerden lo demostraremos luego con el testimonio del orbe todo
que recibió su doctrina.
Más aún: lo testificarán sus mismos enemigos. Porque tras de los dichos
Evangelistas, brotaron la herejías en cantidad, afirmando cosas contrarias a
lo que el habían ensenado; y de ellas, unas aceptaron todo lo escrito otras
solamente una parte que, así mutilada, en adelante conservaron. Ahora bien,
si en lo escrito se demostrara alguna contradicción, ciertamente las
herejías que lo contradicen no h admitido el texto íntegro, sino únicamente
la parte que del texto las favoreciera. Y las que sólo admiten una parte del
escrito quedarían redargüidas por esa parte que admiten en fragmentos,
puesto que todos ellos están a voces gritando su concordancia con todo el
cuerpo del escrito.
Si del costado de un animal tomas un pedazo hallarás en él todo aquello de
que consta el animal íntegro, como son los nervios, las venas, los huesos,
las arterias, la sangre y por así decirlo, un corno testimonio y documento
de toda la masa. Lo mismo sucede con las Sagradas Escrituras: hay una
manifiesta afinidad entre cada sentencia y el todo. Ahora bien, si
disintieran, no habría la dicha concordancia y tiempo ha que habrían venido
por tierra todos los dogmas. Pues dice el Senor: Todo reino en sí dividido,
no permanecerá 7. Ahora en cambio por el hecho mismo de la concordancia
queda clara la fuerza del Espíritu Santo, persuadiendo a los hombres a que,
apegados a lo que es necesario y más nos urge, las otras minucias ningún
dano les causen 8.
Desde luego, no hay para qué largamente discuta acerca del sitio en que cada
Evangelista escribió. Pero que no se contradicen, a todo lo largo de nuestro
trabajo nos esforzaremos en demostrarlo. Pero tú, que objetas su
discrepancia, pareces querer que hubieran escrito exactamente todo con las
mismas palabras y modismos. No responderé que aun aquellos que sobre todo se
glorían de retóricos y filósofos y han escrito cantidad de libros sobre unas
mismas materias, no sólo han discrepado entre sí, sino que aun se han
contradicho. Pero una cosa es expresarse de distinto modo y otra decir cosas
contrarias. Mas, en fin, a nada de eso recurro: lejos de mí el utilizar su
necedad para mí defensa! Yo no quiero apoyar la verdad confirmándola con la
mentira. Sólo quiero preguntarte: ¿Cómo cosas que hubieran sido
contradictorias habrían merecido fe? ¿cómo se habrían impuesto? Si los
Evangelistas se hubieran contradicho ¿cómo habrían causado tan grande
admiración? ¿cómo se les habría dado fe y habrían alcanzado tanta celebridad
en todo el orbe?
Por otra parte, habla aún muchos testigos de lo que ellos decían y muchos
enemigos y opositores. Porque las cosas no fueron dichas a ocultas ni fueron
ocultadas en cuanto ellos escribieron; sino que fueron publicadas por todas
las tierras y por todos los mares y todos las oían. Se leían estando
presentes los adversarios, lo mismo que ahora se hace, y nadie tropezó en
eso: con toda justicia y razón, porque era la divina virtud la que todo, en
todos operaba. Si así no hubiera sido ¿cómo podían un publicano y un hombre
sin letras tales cosas discurrir y filosofar? Cosas que los no iniciados ni
por suenos se habrían imaginado, los Evangelistas las anunciaban y las
persuadían con grande autoridad; y esto sucedió no únicamente mientras ellos
vivían, sino también ya difuntos; y no a solos dos o a veinte hombres, sino
a cientos, a miles, a decenas de millar, a ciudades enteras, razas y
pueblos, por mar y por tierra, en Grecia y en las naciones bárbaras, en los
poblados y en los desiertos; y todo tratándose de escritos que superan con
mucho a nuestra humana naturaleza.
Pues bien, haciendo a un lado todo lo terreno, en todo trataban cosas
celestiales y nos mostraron otra vida y otro género y modo de vivir; otros
géneros de riquezas y de pobreza; de libertad y de servidumbre; otra vida y
otra muerte; otro mundo y otras formas de proceder: en una palabra, un
cambio en todas las cosas. No procedió así Platón, autor de una ridícula
República; ni Zenón ni otros que tal vez escribieron acerca de las
repúblicas y establecieron leyes. Más aún: por los hechos mismos quedó
manifiesto que fue un espíritu maligno, un demonio feroz, enemigo de nuestra
naturaleza y de la castidad, adversario de lo honesto y amigo de
trastornarlo todo, quien tales discursos les puso en el pensamiento.
Porque, poniendo como comunes a todas las mujeres y llevando a la palestra a
las vírgenes doncellas del todo desnudas para espectáculo de los varones y
preparando nupcias clandestinas y perturbándolo y mezclándolo todo y
traspasando las leyes naturales ¿qué otra cosa puede de ellos afirmarse? Y
que todas esas prácticas sean invenciones de los demonios y que repugnen a
la naturaleza racional, lo testifica la naturaleza misma que de tales
abominaciones se horroriza. Esto aparte de que ninguna de esas cosas fue
publicada entre persecuciones y peligros y combates, sino estando en plena
seguridad y libertad de parte de los que las recibían; mientras que la
predicación de aquellos pescadores, desterrados, azotados, envueltos en toda
clase de peligros, la recibieron y aceptaron los rudos y los sabios, los
siervos y los reyes, los soldados, los bárbaros, los helenos, con toda
benevolencia.
Ni vayas a objetar que semejante predicación, por ser de cosas pequenas y
sencillas, fácilmente fue por todos recibida. Porque ésta de los apóstoles
es mucho más alta que la de aquellos filósofos gentiles. Por ejemplo: acerca
de la virginidad, aquéllos ni por suenos la conocieron, ni aun su nombre; ni
tampoco la pobreza, ni el ayuno, ni otra alguna de esas cosas sublimes. En
cambio los que fueron nuestros maestros y doctores, no sólo rechazan la
concupiscencia, no sólo castigan lo malo en las obras, sino aun en las
miradas impúdicas y en las obras rijosas, y en la risa inmodesta, y en el
vestido y el modo de hablar y de andar; y conducen a una cuidadosa
disciplina aun en las minuciosidades: de manera que han llenado el orbe con
los gérmenes de la virginidad.
Y acerca de las cosas celestiales y de Dios, ensenan un modo de ciencia que
jamás pudo caber en el entendimiento de aquellos hombres. Ni ¿cómo podían
elevarse a tales pensamientos los que contaron entre sus dioses las imágenes
de las fieras, de las serpientes y de otros animales? Y sin embargo, tan
excelsos dogmas fueron aceptados y creídos y cada día siguen floreciendo y
fructificando. En cambio la religión y culto de aquellos pereció y se
desvaneció con mayor facilidad que si hubieran sido telas de arana. Y fue
eso razonable. Porque todo aquello era predicación de los demonios, de
manera que juntamente con la lascivia llevaban grande oscuridad y mayores
trabajos. ¿Qué puede haber más ridículo que una ensenanza en la que aparte
de lo ya dicho, un filósofo, declamando infinitos versos para demostrar lo
que es justo, va juntamente llenando, sus dichos con tan gran verbosidad y
oscuridad que, aun cuando algo bueno contengan sus sentencias, finalmente
resultan inútiles para arreglar la vida del hombre? Si el agricultor, el
herrero, el arquitecto, el piloto o cualquiera otro de los que en el diario
trabajo se preparan su alimento, quisiera abstenerse de ejercer su arte, y
justo trabajo y gastara largos anos en llegar a saber qué sea lo justo, con
frecuencia, antes de lograrlo se moriría consumido de hambre por andar
examinándolo; y tras de adquirir ese conocimiento inútil, acabaría
finalmente de un modo violento.
No son así nuestras ensenanzas. Porque qué sea lo justo, lo honesto, lo útil
y todas las demás virtudes, con breves y clarísimas palabras nos lo ensenó
Cristo. Unas veces decía: En dos mandamientos se resumen la Ley y los
profetas 9, es a saber en la caridad para con Dios y para con el prójimo. Y
en otra ocasión: Lo que queréis que los hombres os hagan, hacedlo vosotros a
ellos. En esto se contienen la Ley y los profetas 10. Cosas son éstas de
fácil inteligencia para el agricultor, el siervo, la viuda y el nino, y aun
para quien fuera un pobre del todo sin discurso. Porque tal es la condición
de la verdad y lo testifica el éxito mismo de los sucesos. Todo el mundo
aprendió en seguida lo que debe hacerse; ni solamente lo aprendieron, sino
que procuraron ponerlo en práctica; y no sólo en medio de las ciudades sino
en las cumbres de las montanas. Porque aun en los montes puedes tú ver gran
sabiduría, coros de ángeles que viven y brillan en cuerpo humano, modos de
vivir excelentes que resplandecen como cosas celestiales.
Aquellos pescadores nos delinearon un modo de vida, no dando preceptos para
irnos ensenando desde la ninez, como lo hacían aquellos filósofos ni
determinando edades para los que anhelaban la virtud, sino ensenando a todas
las edades. Las ensenanzas de aquéllos son juegos de ninos; las de éstos con
tienen la verdad de las cosas. A semejante modo de vivir le senalaron como
sitio el cielo, y presentaron a Dios como su autor y legislador, como en
absoluto lo es en efecto; y le pusieron como premio no coronas de laurel, no
ramos de olivo, no banquetes en el pritaneo, no estatuas de bronce: ninguna
de esas cosas vanas y frías sino a vida sin acabamiento y en el modo de
vivir de los hijos de Dios, y coros en unión de los ángeles en la presencia
del solio real y la eterna companía de Cristo.
Y de semejante modo de vida maestros son los publicanos, los pescadores, los
fabricantes de tiendas de campana; hombres que no habrán vivido por un breve
tiempo sino que llevarán una vida sin término, de manera que aun después de
su muerte pueden ayudar a quienes 1o imitan. Y tal género de vida tiene
guerra declarada no contra los hombres, sino contra las Potestades
incorpóreas que los son los demonios. Por esto su capitán no es un hombre ni
un ángel sino el mismo Dios. Y el armamento de semejantes soldados dice bien
en absoluto con el género de guerra. Porque se fabrica con pieles, ni con
hierro, sino con verdad y justicia, con fe y toda clase de virtudes.
Siendo, pues, así que acerca de semejante modo de vivir se ha escrito este
libro, del cual nos hemos propuesto hablar, oigamos con atención al
Evangelista Mateo, quien nos hablará de él con toda claridad; puesto que no
son suyas las sentencias, sino de Cristo, que fue quien tal modo de vida
instituyó. Apliquemos nuestro ánimo de un modo tal que merezcamos ser
inscritos en esa falange y brillar luego entre los que, habiéndolo abrazado
y practicado, han recibido ya en premio las in mortales coronas.
A muchos esto les parece cosa fácil, mientras que las voces de los profetas
contienen muchos pasajes difíciles. Pero quienes así juzgan, desconocen la
profundidad de las sentencias en el evangelio encerradas. Os ruego, por lo
mismo, que nos sigáis con grande empeno a fin de que, llevando como capitán
a Cristo, logremos adentramos en el piélago de semejantes escritos. Y para
que con mayor facilidad podáis aprender, os suplicamos y rogamos, lo mismo,
que os hemos suplicado y rogado para los otros libros de la Sagrada
Escritura que de antemano repaséis las sentencias que vamos a explicar, de
manera que a la explicación preceda la lectura; como sucedió con el eunuco
aquel de la reina Candaces: eso procura grande facilidad para luego bien
comprender. Porque grandes y muchas cuestiones se nos van a presentar.
Desde el comienzo mismo del evangelio, advierte cuántas y cuán graves cosas
se ofrecen para la investigación. Desde luego, por qué se introduce la
genealogía dé José, que no era padre de Cristo. Lo segundo, como aparece
claramente que Cristo trae su origen de David, siendo así que se ignora
quiénes fueron los ancestros de Masía su Madre pues no se nos cuenta la
genealogía de María. En tercer lugar por qué se habla de la genealogía de
José quien para nada intervino en la concepción de Cristo, y en cambio nada
en absoluto se dice de la propia de la Virgen, su Madre; ni de su padre, ni
de su abuelo, ni de quiénes ella nació. Además conviene averiguar por qué,
recorriendo el evangelista la línea genealógica por el lado de los varones,
sin embargo, intercala el nombre de varias mujeres; y ya que les pareció
bien nombrarlas, por qué no las enumera a todas sino que, dejando a un lado
las más honorables, como Sara, Rebeca y otras semejantes, sólo menciona a
las que se hicieron notables por algún defecto, por ejemplo a la que fue
fonicaria o adúltera, a la extranjera o la de bárbaro origen.
Puso en el número a la mujer de Unas y a Tamar y a Rahab y a Rut, de las
cuales una fue extranjera, otra meretriz, otra violada por su suegro, y no
por alguna ley sobre el matrimonio, sino arrebatándole a ocultas el coito
bajo el disfraz de meretriz. Y por lo que hace a la mujer de Urías, nadie
ignora el hecho a causa de lo notable del pecado. Pues bien, el evangelista,
dejando a un lado a las otras, sólo de éstas hizo mención. Si convenía
recordar a las mujeres, bien estaba recordarlas a todas; y si no a todas,
era bueno preferir a las que florecieron en la virtud y no a las que
manifiestamente cayeron en pecado.
En consecuencia, ya veis cuán grande atención necesitamos desde el
principio, aun cuando a .a semejante exordio les parezca suficientemente
claro, y a otros muchos quizá hasta superfluo, ya que se reduce a un cúmulo
de nombres.
Conviene en seguida averiguar por qué omitió a tres reyes. Si calló sus
nombres por haber sido ellos en exceso impíos, con venía que tampoco hubiera
nombrado a otros igualmente por versos. También se nos presenta otra
cuestión. Habiendo dicho el evangelista que eran catorce generaciones, en la
tercera división no se ajustó a ese número. Y también por qué Lucas puso
nombres distintos; y por qué no son todos iguales, sino que nombró a otros
muchos; mientras que Mateo puso otros distintos, aun cuando termine su lista
a su vez en José, lo mismo que terminó Lucas la suya.
Veis pues cuán despiertos debemos estar no sólo para encontrar las
soluciones, sino también para advertir qué cuestiones las necesitan. Porque
no es poco llegar a encontrar las cosas que pueden producir alguna duda. Por
ejemplo: una de las dudas es cómo Isabel, siendo de la tribu de Leví; puede
ser parienta de María. Mas, para no recargar vuestra memoria amontonando
muchas cosas a la vez, aquí terminaremos. Basta para excitar el deseo de
saber el solo hecho de que conozcáis las cuestiones que se ofrecen. Y si
anheláis conocer las soluciones, esta en vuestra mano, aun antes de que
nosotros las expliquemos. Si os veo deseosos y que anheláis saber, procuraré
yo mismo proporcionaros las respuestas. Mas si os viere sonolientos y que no
atendéis, guardaré para mí tanto las cuestiones como las respuestas, en
cumplimiento de aquel precepto divino que dice: No queráis echar lo santo a
los canes, ni arrojar vuestras margaritas a los cerdos, no sea que con sus
patas las pisoteen 11.
?Quién es el que las pisotea? El que no las juzga dignas de honor y
preciosas. Preguntarás: pero ¿es posible que haya alguno tan miserable que
tenga estas cosas como no dignas de honor, ni más preciosas que todo? !Sí!
Aquel que no pone en ellas tanto empeno como el que pone en las meretrices
de los teatros satánicos. Porque hay quienes en eso pasan íntegros sus días
y descuidan gran parte de sus obligaciones domésticas a causa de tan
inoportuna ocupación. Y luego retienen con toda diligencia en su corazón lo
que ahí oyen y lo conservan para ruina de sus almas.
En cambio, aquí en el templo, en donde habla Dios mismo, no quieren estar ni
por brevísimo tiempo. Y este es el motivo de que nada tengamos de común con
el cielo, y que nuestro modo de vivir cristiano se reduzca a simples
palabras. No nos ha amenazado Dios con la gehenna para arrojarnos a ella,
sino para persuadirnos deque huyamos de semejante danina costumbre. Pero
nosotros procedemos de modo contrario. Oímos, y sin embargo, día por día
tomamos el camino que a ella nos conduce; y habiendo ordenado Dios no
únicamente que oigamos la palabra, sino que la pongamos en práctica, ni
siquiera soportamos el oírla. ¿Cuándo por fin pondremos en práctica lo que
se nos ordena y nos entregaremos a las obras, siendo así que llevamos
pesadamente y agriamente los ratos que aquí por brevísimo tiempo gastamos?
Nosotros, cuando hablamos de cosas frívolas y advertimos que nuestros
oyentes no prestan atención, lo tomamos a injuria Y ¿pensarnos que no
ofendemos a Dios cuando al hablarnos El de cosas tan importantes lo
desatendemos y volvemos a otra parte los ojos de nuestra mente? Un anciano
ha recorrido gran parte de la tierra, y describe ligeramente la cantidad de
estadios, la situación de las ciudades y su forma y sus puertos y su foro.
Nosotros en cambio ni siquiera sabemos qué tan lejos estamos de aquella
celestial ciudad, pues de lo contrario, ya nos habríamos apresurado a
disminuir la distancia, si la conociéramos. Si somos negligentes, la dicha
ciudad distará de nosotros no sólo lo que el cielo dista de la tierra, sino
mucho más; mientras que si somos diligentes, podremos llega hasta sus
puertas en un punto de tiempo. Porque semejante distancia no se ha de medir
por la longitud de los espacios, sino por nuestros modos de proceder.
Conoces perfectamente las cosas de esta vida: las recientes, las pasadas,
las más antiguas y primitivas. Puedes contar los príncipes bajo cuyo mando
has militado en otro tiempo, y también decir cuál fue el presidente de 1os
certámenes y los que distribuyen las coronas y los jefes: cosas todas que
para nada pueden ayudarte ni te aprovecharán. Y en cambio, quién sea el jefe
de esta ciudad de que hablamos, quién sea ahí el primero, quién el segundo,
quién el tercero, por cuánto tiempo lo haya merecido, qué gloriosas hazanas
haya llevado a cabo, eso ni por suenos lo has considerado.
Y ni siquiera soportas que otros te hablen de las leyes que en la dicha
ciudad imperan. Pero entonces dime: ¿cómo poder esperar conseguir los bienes
prometidos ya que ni siquiera atiendes a las palabras que a ellos se
refieren?... Pues bien: si antes no lo hemos hecho, ahora procuremos
practicarlo. Porque, si el Senor nos lo concede tenemos que ir a una dorada
y aun más preciosa que el oro. Advirtamos, pues, sus fundamentos, sus
puertas de zafiro y margaritas fabricadas. Tenemos un excelente guía en
Mateo. Entramos ahora por él como por una puerta y necesitamos de grande
explicación.
Porque si él ve a alguno que no atiende, lo arrojará de la ciudad. Ciudad en
exceso regia e ilustre es aquella y no como nuestras ciudades. Tiene foro y
palacios, pero ahí todo es regio. Abramos pues las puertas de nuestra mente,
abramos nuestros oídos y una vez que hemos llegado a sus dinteles, con gran
temor adoremos a su Rey: !aun en su primer encuentro puede llenar de temo a
quien lo contempla! Ahora esas puertas nos están aun cerradas. Pero en
cuanto las veamos abiertas ¿pues a esto equivale la solución de las
cuestiones que se nos ofrecen-, entonces podremos contemplar su interior de
fulgor intenso. Este publicano conducido los ojos del Espíritu Santo, te
promete declararte y manifestarte todo lo que ahí hay: dónde se asienta el
Rey, quiénes de entre su ejército lo rodean; dónde están los ángeles, dónde
los arcángeles, qué sitio está senalado para los nuevos ciudadanos de esta
urbe, cuál es el camino que a ella conduce, qué suerte ha tocado a los que
primero en ella fueron admitidos como ciudadanos y cuál a los segundos y
cuál a los terceros, cuántos órdenes de ciudadanos hay en ella, cuántos
forman el Senado y en qué se diferencian por su dignidad.
No entramos, pues, tumultuosamente ni con estrépito, sino con un místico
silencio. Si en el teatro las cartas del emperador se leen en profundo
silencio, mucho más conviene que en esta ciudad todo esté quieto y que la
mente y los oídos anden atentos. Pues no van a leerse cartas de ningún rey
terreno, sino del Rey de los ángeles. Si queremos proceder en esta forma, la
gracia misma del Espíritu Santo nos irá conduciendo con suma diligencia y
nos acercaremos hasta el trono mismo y solio real; y conseguiremos toda
clase de bienes por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria y el poder, en unión con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA II
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham (Mt 1, 1)
?Recordáis por ventura la exhortación que hace poco os hacía para que con
silencio profundo y místico recogimiento escucharais todo lo que se os iba a
decir? Pues bien: hoy tenemos que acercarnos a las sagradas puertas de
aquella ciudad; y por este motivo os he traído a la memoria aquella
exhortación. Si a los judíos que habían de acercarse al monte ardiente, al
fuego y a la nube tenebrosa; o mejor dicho que ni siquiera debían acercarse,
sino ver y oír de lejos, se les ordenó abstenerse del uso del matrimonio
desde tres días antes y que lavaran sus vestidos; y ellos permanecían
juntamente con Moisés en temor y temblor, mucho más nosotros que vamos a
escuchar tan solemnes palabras, no permaneciendo lejos del monte envuelto en
humo, sino penetrando en el cielo mismo, estamos obligados a mostrar mayor
sabiduría y prudencia, no limpiando nuestros vestidos, sino la vestidura del
alma, liberados ya de toda mezcla de las cosas mundanas.
Porque no vais a ver la tiniebla ni el humo ni la nube tempestuosa, sino al
Rey en persona, sentado en el trono de su gloria inefable y a los ángeles y
arcángeles que lo rodean, y junto con su corte incontable, a las multitudes
del pueblo cristiano. Porque tal es la ciudad de Dios que en si contiene la
re unión de los antepasados, las almas de los justos, la multitud de los
ángeles, la aspersión de la sangre que junta en uno todas las cosas: el
cielo recibe en sí los cuerpos terrenos y la tierra los dones celestiales, y
se da a los ángeles y a los santos la paz tan de antiguo deseada.
En esta ciudad está erigido aquel brillante y preclaro trofeo de la cruz,
están los despojos ganados por el Rey nuestro. Ahora bien, si cuidadosamente
atendemos, todo lo encontraremos en los evangelios con plena justeza
descrito. Si tú con el conveniente recogimiento vas siguiendo lo que se
diga, podremos guiarte por todos los sitios y mostrarte en dónde yace
traspasada la muerte con herida mortal, en dónde han suspendido el pe cado
ya muerto también, en dónde están los exvotos de las victorias ganadas,
muchas y maravillosas, en esta lucha y batalla presente. Verás ahí vencido
al tirano y a la multitud de es clavos que lo siguen atados; verás la
fortaleza desde la que el demonio impuro en los tiempos pasados asaltaba a
todo el universo; contemplarás los escondrijos y cuevas de ese ladrón ahora
ya destruidos y desmantelados. Porque aun allá se presentó el Rey.
Ni te vayas a cansar, carísimo, ya que no te cansarías escuchando a quien te
narrara una guerra como si presente se hallara, con sus trofeos victorias;
más aún, no preferirías a semejante narración ni la comida, ni la bebida.
Pues si agradable te resulta semejante narración, más lo es esta otra.
Advierte qué cosa tan grande es escuchar cómo Dios allá en el cielo, se
levantó de su trono y se lanzó hasta la tierra y aun a los mismos infiernos
y se presentó a combatir; y cómo el demonio a su vez encaró contra Dios sus
reales; pero no contra Dios simplemente, sino contra Dios oculto en la
humana naturaleza Y lo admirable es que verás la muerte destruida por la
muerte y la maldición levantada mediante la maldición; y la tiranía del
demonio destruida por medio de las mismas cosas que antes constituían su
fortaleza.
!Ea, pues! !despertemos, echemos de nosotros la somnolencia! Ya contemplo
delante de nosotros las puertas patentes y de par en par abiertas. Entremos
con modesto temor y al punto dirijámonos al dintel ¿Cuál es en nuestro caso
el dintel? Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. ¿Qué
dices? Anunciaste que ibas a tratar del Hijo Unigénito de Dios y nos sales
con David, varón nacido tras de infinitas generaciones y a éste lo llamas
padre y progenitor?... !Espera! No quieras saberlo todo al mismo tiempo,
sino despacio y con lentitud. Estas en el dintel apenas, en la entrada. ¿Por
qué te precipitas al interior? Todavía no has examinado bien el exterior
íntegro. Porque aún no te enumero la íntegra genealogía. Más aún, ni la que
luego se sigue, secretísima e inefable. Esto mismo te lo dijo, antes que yo,
el profeta Isaías. Pues prenunciando su pasión y su providencia en el orbe
de la tierra, y admirado de que siendo el que es, haya venido a ser lo que
es ya y haya descendido tan abajo, exclamó con clara y potente voz: ¿Quién
narrará su genealogía? 12.
Pero no tratamos aquí de aquella generación eterna, sino dé esta otra
inferior y terrena, de la cual hay tantos testigos. De ésta, según la gracia
que del Espíritu Santo hemos recibido, y según nuestras fuerzas y capacidad,
hablaremos. Aunque a verdad, tampoco ésta podremos con toda claridad
explicarla pues también ella es sobremanera estupenda. No pienses cuando
oyes hablar de ésta, que estás oyendo cosas sin valor. Levanta tu mente y
llénate de un santo escalofrío con sólo oír que Dios ha venido a la tierra.
Porque esto es admirable, tan inesperado, que los ángeles en coro reunidos
cantaron por todo orbe las alabanzas y la gloria de sede acontecimiento ya
de antiguo los profetas quedaron estupefactos de contemplar que se dejó ver
en la tierra y conversó con los hombres 13. En realidad, estupenda cosa es
oír que Dios inefable, inenarrable, incomprensible, igual al Padre, viniera
mediante una Virgen y se dignara nacer de mujer y tener por ancestros a
David y Abraham. Pero ¿qué digo a David y Abraham? Lo que es más que
escalofriante: a 1as meretrices que ya antes nombré.
Tú, al oír semejantes cosas, levanta tu ánimo y no vayan a sospechar vileza
alguna. Más bien admírate de que el Hijo de Dios, verdadero Hijo de Dios,
que existe sin haber tenido principio, haya aceptado que se le llamara hijo
de David, para hacerte a ti hijo de Dios. Toleró el tener por padre a un
esclavo para hacer que tú, esclavo, tuvieras a Dios por padre. ¿Adviertes lo
que es el Evangelio, ya desde sus principios? Y si dudas de esa tu
filiación, que te muevan a da fe a ella, las cosas que en él se refieren.
Porque es con mucho más difícil para el humano entendimiento qué Dios se
haga hombre que lo otro de que el hombre llegue a ser hijo de Dios. De modo
que cuando oyes que el Hijo de Dios es hijo de David y de Abraham, ya no
dudes de que el hijo de Adán llegará a ser hijo de Dios. Pues a la verdad,
nunca en tal forma se habría vanamente humillado y para nada, si no hubiera
de exaltarnos a nosotros. Nació él según la carne para que tú nacieras según
el Espíritu; nació de mujer para que tú dejaras de ser hijo de la mujer. De
modo que hubo una doble generación: una, tal que fuera como la nuestra; y
otras que fuera superior a la nuestra. Nacer de mujer es lo propio nuestro.
Pero nacer no de sangre ni de voluntad de varón y de la carne, sino del
Espíritu Santo, significa otra, generación que será superior a la humana y
nos concederá por obra del Espíritu Santo.
Semejantes a estas fueron todas las demás cosas. Porque así fue también el
Bautismo que tuvo algo de antiguo y algo de nuevo. Que Cristo fuera
bautizado por un profeta, era lo antiguo; pero que el Espíritu Santo
descendiera, era lo nuevo. Procedió Cristo como si un hombre, puesto entre
dos que se hallan separados, extendiendo sus manos y tomando con ellas las
de los separados, a éstos los uniera. Así unió el Antiguo Testamento con el
Nuevo, la naturaleza divina con la humana, sus cosas con las nuestras.
?Has contemplado el resplandor de la ciudad y cómo centellea ya desde su
entrada? ¿Ves cómo desde el dintel inmediatamente !nuestra al Rey disfrazado
en forma tuya? !Ahí está, como si estuviera rodeado de su ejército! Porque
ahí no siempre despliega el Rey su majestad; sino que, dejando a un lado la
púrpura y la diadema, con frecuencia se reviste de los arreos militares.
Sólo que allá lo hace de tal modo que no con darse a conocer atraiga a los
adversarios sobre sí; acá, en cambio, lo hace en tal forma que no por darse
a conocer, haga huir del encuentro al enemigo y embrolle a cuantos son de
los suyos: porque todo su empeno fue no castigar sino salvar. Y este fue el
motivo de que al punto y desde el comienzo fue llamado Jesús. Este nombre no
es heleno. Se le llamó así en lengua hebrea, que en griego significa Sotér,
o sea Salvador. Y se le llamó Salvador porque es él quien salva a su pueblo.
?Adviertes cómo el evangelista levantó el ánimo del oyente, hablándole al
modo que nosotros acostumbramos; y cómo con lo que dice nos declara a todos
cosas que superan en absoluto nuestras esperanzas? Porque entre los judíos,
eran conocidísimos ambos nombres: Cristo y Jesús. Había precedido el
conocimiento de los nombres, porque habían de realizarse cosas sobre toda
expectación; y fue para que ya de antemano se quitara toda ocasión de
alboroto por las novedades que luego habían de venir. Jesús se llamó aquel
que después de Moisés introdujo al pueblo en la tierra de promisión. Viste
allá la figura: contempla ahora la realidad. Aquél introdujo en la tierra de
promisión; éste, en el cielo y en los bienes de1 cielo. Aquél, una vez
muerto Moisés; éste, una vez muerta y cesada la Ley. Aquél como caudillo del
pueblo; éste, como Rey. Y para que al oír el nombre de Jesús no te fueras a
enganar a causa del parecido de los nombres, anadió: Jesucristo hijo de
David. Aquel otro Jesús no era hijo de David, sino nacido de otra tribu.
Y ¿por qué titula su libro: de la genealogía de Jesucristo, siendo así que
no trata de la sola genealogía, sino que abarca toda la empresa de Jesús?
Porque éste el resumen de todas ellas y el principio y raíz de todos los
bienes. Así como Moisés a su libro lo llamó Libro del cielo y de la tierra,
aunque no trate únicamente del cielo y de la tierra, sino además de las
otras cosas en ellas contenidas, así aquí también Mateo titula u libro con
el nombre que resume los bienes de todos y toda la preclara empresa. Al fin
y al cabo, lo estupendo y qué su pera toda expectación es que, Dios se haga
hombre: puesto ese hecho, de ahí, por legítima consecuencia y lógicamente se
deriva todo lo demás.
Pero ¿por qué no dijo primero: hijo de Abraham y después hijo de David? No
fue porque quisiera, como algunos opinan, proceder de lo inferior a lo
superior, pues entonces habría pro cedido como lo hizo Lucas. Pero Mateo va
por camino contrario. ¿Por qué pues nombró a David? Porque David andaba en
boca de todos, así por el brillo de sus hazanas como por razón del tiempo,
pues había muerto muchos siglos menos antes que Abraham. Y aunque el Senor
habla hecho las promesas a ambos, pero acerca de Abraham por ser más antiguo
no se hablaba tanto. David en cambio como más reciente andaba en boca de
todos. Así decían los judíos:?Acaso el Cristo no ha de venir de la
descendencia de David y del pueblo de Belén de donde era David? 14
Nadie lo llamaba hijo de Abraham, sino hijo de David, por que, como ya dije,
David, a causa de ser de época más reciente y del mayor brillo de su reino,
era más recordado. Y lo mismo procedían respecto de los reyes posteriores, a
quienes ensalzaban: los referían a David. Ni s6lo los judíos, sino también
Dios. Así Ezequiel y otros profetas les anunciaban que vendría Da vid y
resucitaría; pero no se referían al profeta David, muerto ya, sino a los que
habrían de imitar su valor. Así dice a Ezequías: Protegeré a esta ciudad por
honor mío y de mi siervo David 15. Y a Salomón le dijo que por atención a
David no dividiría el reino viviendo aún Salomón. Porque grande era la
gloria de aquel varón ante Dios y ante los hombres. Toma pues el evangelista
en primer lugar al que era más conocido y luego pasa al progenitor más
antiguo; y por tratarse de los judíos, cree ser inútil llevar más arriba su
discurso. Al fin y al cabo, esos dos eran los más admirables: David como rey
y profeta; Abraham como profeta y patriarca.
Preguntarás ¿c6mo se demuestra que Cristo descendía de David? Habiendo
nacido Jesús no de varón, sino de una Virgen; y no dándosenos la genealogía
de la Virgen ¿cómo sabremos que él descendía de David? Porque hay aquí dos
cuestiones. Una es por qué no se pone la genealogía de María su madre; otra,
por qué trae a la memoria a José, quien para nada intervino en la generación
de Jesús. Parece que esto segundo está fuera de lugar; y que en cambio se
echa de menos lo primero. ¿Por dónde debemos comenzar? Por investigar cómo
la Virgen descendía de David. Y ¿cómo sabremos que descendía de David? Pues
oye a Dios que ordenando a Gabriel le dice que vaya a una Virgen, desposada
con un varón llamado José, de la casa y familia de David. ¿Qué mayor
claridad exiges, pues oyes que la Virgen fue de la casa y familia de David?
Pero de aquí se concluye que también José traía el mismo origen. Porque
existía una ley que prohibía tomar por esposa a quien no fuera de la misma
tribu. Y el patriarca Jacob había predicho que el Cristo nacería de la tribu
de Judá: No faltará príncipe de Judá ni jefe salido de sus entranas, hasta
que venga aquel a quien el cetro está reservado; y él será expectación de
los pueblos 16. Semejante profecía asegura que Cristo nacerá de la tribu de
David, pero no dice que de la familia de David. ¿Acaso en la tribu de Judá
no había otra familia que la de David? Muchas otras había; y podía suceder
que fuera de la tribu de Judá, sin que fuera de la familia de David. Pues
para que no afirmaras esto, el evangelista suprime toda sospecha, anadiendo
que él fue de la familia y tribu de David.
Y si quieres conocer esto por otro camino no faltan pruebas. Porque según la
Ley no sólo no era lícito casarse con una mujer de otra tribu, pero ni
siquiera de otra familia, o sea de otro parentesco. Si pues aplicamos a la
Virgen las palabras: de la casa y familia queda todo probado. Y si las
referimos a José igualmente se comprueba. Pues si José era de la casa y
familia de David, ciertamente no tomó esposa de otra casa y familia sino de
su propia parentela. Urgirás, diciendo: !Bueno! Pero ¿qué si José quebrantó
la Ley? Precisamente para que no alegaras esto, se adelantó el evangelista y
dio testimonio de que José era varón justo, y así, conociendo su virtud y
santidad, supieras que no había quebrantado la Ley. Pues quien tan virtuoso
era y tan ajeno estaba a los torcidos afectos, que ni a urgiéndolo la
sospecha quiso intentar un castigo contra la Virgen, ¿cómo iba a traspasar
la Ley movido de simple afecto libidinoso? Quien ejercitaba la virtud en
grado tal que ni la Ley se lo exigía (puesto que abandonar a su esposa y
abandonarla a ocultas era más de lo que la Ley exigía) ¿cómo iba a cometer
una falta contra la Ley y por anadidura sin que nada a eso lo constrinera?
Queda, pues, manifiesto por lo que precede que la Virgen era descendiente de
David.
Pero ahora es necesario explicar por qué el evangelista no puso su
genealogía, sino la de José. ¿Cuál fue el motivo? No entraba en las
costumbres judías poner las genealogías de las mujeres. Por esto el
evangelista, para ajustarse a semejante costumbre, y no parecer que ya desde
el comienzo la quebrantaba, pero al mismo tiempo para declararnos el origen
de la Virgen, calló sus progenitores, pero en cambio puso los de José. Si la
hubiera puesto, no habría escapado a la nota de novelero; y si hubiera
callado la genealogía de José tampoco conoceríamos a los ancestros de la
Virgen. Así pues, para que conociéramos quién era María y de quiénes nacida,
y al mismo tiempo para no quebrantar las leyes, refirió la genealogía del
esposo de la Virgen y así demostró ser ésta descendiente de David. Pues una
vez demostrado lo primero, juntamente quedaba demostrado que la Virgen traía
su origen de la misma casa y familia; ya que, como dije, jamás hubiera
querido aquel varón justo tomar esposa de otra familia.
Hay además otra razón más profunda y misteriosa de que se hayan pasado en
silencio los progenitores de la Virgen; pero no es tan oportuno el
declararla aquí, porque ya bastante hemos dicho. Por lo mismo dando por
terminada, por hoy, la investiga retengamos en la memoria cuidadosamente lo
explicado. Es a saber: por qué ante todo y en primer lugar se hizo mención
de David: por qué el libro se tituló Libro de la genealogía; por qué se
anadió de Jesucristo; por qué su generación es común con la nuestra y sin
embargo es diferente; cómo se demuestra que Maria desciende de David; por
qué, pasando en silencio a sus antepasados, se pone en cambio la genealogía
de José. Si esto recordáis, haréis que nosotros con mayor prontitud entremos
a tratar de lo que sigue; pero si lo queréis olvidar y arrojar de vuestra
memoria, nos tornaremos más tardos para explicar lo que sigue.
Es obvio que no cultive el labrador con gusto un terreno que no recibe la
semilla. Os ruego, pues, que meditéis en lo dicho. Porque además, de la
meditación de tales materias nacen para el alma grandes y saludables bienes.
Agradaremos a Dios si en esto ponemos cuidado; y además nuestra boca se
purificará de insultos, obscenidades y discusiones, pues se ejercitará en
conversaciones espirituales. Podremos así tornarnos más temibles a los
demonios, fortificando nuestros labios con las armas de semejantes
conversaciones; aparte de que se nos acrecerá la perspicacia de los ojos
interiores. Dios puso en nosotros ojo y oídos, para que todos ellos se
ocupen en su servido; de manera que de sus cosas hablemos, en sus obras nos
ocupemos y continuamente con himnos lo celebremos, y en acciones de gracias
pasemos el día, y de este modo purifiquemos nuestras conciencias. Pues así
como el cuerpo que goza de aires puros se torna más vigoroso, así el alma,
nutrida con semejante ejercicio, más y más se adhiere a la virtud.
?No has notado cómo los ojos corporales derraman lágrimas cuando están entre
el humo; y en cambio se tornan más perspicaces y sanos cuando están en un
aire transparente y en un prado, junto a las fontanas, en los huertos? Lo
mismo sucede con los ojos del alma. Si ésta se pasea y a en el prado de las
Sagradas Escrituras, su ojo será limpio, claro, perspicaz; mientras que si
se sumerge en las humaredas de los negocios seculares, su ojo se cubrirá de
llanto y lágrimas así al presente como en lo futuro. Porque los humanos
negocios son como el humo. Por lo cual alguien dijo: Mis días se han acabado
como el humo 17. David trata ahí únicamente de la brevedad de la vida y
velocidad con que huye nuestro tiempo fugaz. Pero yo creo que ha de
aplicarse no sólo a solo, sino también a la fragilidad, como de tela de
arana, de los negocios presentes. Pues no hay cosa que tanto afecte y
perturbe los ojos del alma como el tumulto de las cosas del siglo y la
multitud de las concupiscencias. Son éstas la lena de que brota aquel humo.
Y así como cuando el fuego se aplica a unos maderos húmedos, se produce una
gran humareda, del mismo modo la concupiscencia, ardiente como una llama,
cuando topa con una alma muelle y disoluta, produce mucho humo. Se necesita
el rocío del Espíritu Santo y de su viento suave que tales llamas extinga y
disipe la humareda y deje libre y ligera y alada nuestra mente.
Quien en semejantes males se encuentre enredado, no podrá !imposible! volar
hacia el cielo. Debemos pues anhelar el poder tomar el camino sin
impedimentos. Más aún: ni eso solo nos bastará, si no tomarnos las alas del
Espíritu Santo. Siéndonos necesaria una mente libre y además la gracia
espiritual para poder subir a tan gran altura, cuando en vez de eso nos
cargamos con todo lo contrario como con un peso satánico ¿cómo podremos
volar oprimidos de carga tan insoportable? Si alguno quisiera ponderar
nuestros pensamientos como poniéndolos en una justa balanza, al lado de mil
talentos de cuidados seculares, apenas podría poner cien de conversaciones
espirituales y aun quizá no llegara ni a diez óbolos. ¿No es acaso
reprobable y además ridículo que cuando tenernos un criado lo ocupemos de
ordinario en las cosas que nos son necesarias y en cambio no utilicemos como
siervo nuestra boca, miembro nuestro, sino al revés la traigamos ocupada
entre negocios inútiles? !Y ojalá fuera solamente en cosas inútiles! Pues,
por el contrario, la usamos para asuntos que nos danan y de los que ninguna
utilidad nos proviene. Si lo que hablamos nos acarreara utilidad sin duda
que con ello agradaríamos a Dios.
Ahora, en cambio, preferimos cuanto el demonio nos sugiere, unas veces entre
risas y burlas, otras con urbanas palabras, ya lanzando maldiciones e
insultos, ya jurando, mintiendo, perjurando, o mostrando ira o narrando
futilezas más vanas que las fábulas de las viejecitas y que para nada nos
aprovechan. ¿Quién de vosotros, pregunto, si se le pide que recite un salmo
es capaz de hacerlo, u otra parte cualquiera de la Sagrada Escritura?
!Ninguno a la verdad! Ni es esto lo peor; sino que sois para las cosas
espirituales perezosos, pero para las del diablo sois más rápidos que el
fuego. Si alguno quisiera preguntaros sobre las canciones diabólicas o las
meretrices y los versos lascivos, encontraría muchos que todo eso lo saben
perfectamente y aun lo declaman con grandísimo placer. Y ¿cuál es la defensa
que contra semejante acusación oponen? Responden: Yo no soy monje, sino que
tengo mujer e hijos y necesito cuidar de mis asuntos domésticos. Pues
precisamente por eso todo se echa a perder; que os persuadís de que sólo a
los monjes toca la lectura de las Escrituras Sagradas, siendo así que a
vosotros os es más necesaria que a ellos. Los que andan en escampado y
diariamente reciben heridas son los que más necesitan de medicinas. De modo
que es mucho mayor mal juzgar como inútil su lectura, que simplemente no
leerlas. Semejante defensa no es sino intervención del demonio.
?No escucháis a Pablo, que dice: Para corrección nuestra se han escrito
todas estas cosas? 18 Tú, en cambio, si fuera necesario tomar los evangelios
sin lavarse las, manos, lo huirías por respeto; y en cambio, piensas que lo
que en ellos se contiene no es cosa eminentemente necesaria. Por eso andan
las cosas como andan. Si quieres saber cuán alta ganancia se obtiene de leer
las Escrituras, examínate a ti mismo y observa en qué estado de ánimo te
encuentras cuando oyes el canto de los salmos y en cuál cuando escuchas las
canciones satánicas. En qué disposición de ánimo te encuentras cuando estás
sentado en la iglesia, y en cuál cuando estás sentado en el teatro. Notarás
así una gran diferencia en tu alma, aun siendo ella no más que una. Por esto
dice Pablo: Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres 19.
Por tal motivo necesitamos a la continua de los cantos del Espíritu Santo.
En esto superamos a los brutos aun cuando en otras muchas cosas les seamos
inferiores. Esos cantares son el alimento del alma y su adorno y seguridad;
y no escucharlos es el hambre y corrupción. Yo les daré, dice, hambre y no
de pan; sed y no de agua; sino hambre de oír la palabra de Dios 20. Pues ¿qué desdicha puede haber mayor que lo que Dios amenaza como castigo, lo
atraigas tú sobre tu cabeza voluntaria mente, pues echas en tu alma
grandísima hambre, con lo que la debilitas mucho más que todo lo que hay
débil? Suele el alma mediante las palabras sanar o enfermar, porque con las
palabras se enfurece o se apacigua una vez enfurecida. Una palabra lasciva
enciende la concupiscencia y una palabra honesta vuelve al hombre casto.
Pues si tan grande poder tiene la simple palabra ¿por qué dime, desprecias
la Sagrada Escritura? Si las simples exhortaciones tanta fuerza tienen,
mucho mayor la tendrán cuando a ellas se junte el Espíritu Santo. Una
palabra tomada de las Escrituras santas ablanda mejor que fuego a un alma
endurecida y la deja preparada para toda obra buena. Este fue el modo como
Pablo, habiendo visto a los corintios hinchados y soberbios, los volvió más
modestos y los redujo a la humildad; Ellos se gloriaban precisamente de lo
que era motivo de vergüenza y de rubor. Pero, en cuanto recibieron la carta
de Pablo, oye cómo cambiaron, según lo testifica el mismo doctor de las
gentes con estas palabras: Ved cuánta solicitud os ha causado esa misma
tristeza según dios y qué excusas, qué enojos, qué temores, qué deseos, qué
celo y qué vindicaciones 21.
Pues del mismo modo ensenamos a nuestros criados, hijos, esposas y amigos; y
de enemigos procuremos hacerlos amigos. Por esos caminos aquellos excelentes
varones, amigos de Dios, se tornaron mejores. Así David, después de su
pecado, fue inducido, como fruto de las palabras de una exhortación, a una
excelente penitencia. También del mismo modo los apóstoles llegaron a ser
tales como los conocemos y así ganaron a todo el orbe. Pero me dirás. ¿Cuál
será el fruto si uno oye las sentencias, pero luego no las practica? Pues a
pesar de todo, de sólo oírlas se sigue una no pequena ganancia. Porque quien
las oye se condenará a sí mismo y llorará, y finalmente llegará un día en
que será llevado a poner en práctica lo que ha oído. En cambio, el que ni
siquiera sabe que pecó ¿cuándo dejará de pecar? ¿cuándo aborrecerá sus
pecados?
En conclusión, no desperdiciemos la lectura de las Sagradas Escrituras.
Pensamiento satánico es despreciarlas, y tal que nos impide ver el gran
tesoro que tenemos para hacernos ricos. Nos inspira ser en vano escuchar las
Sagradas Letras, para no ver que por la lectura las ponemos por obra.
Sabiendo pues que tal perversidad y artimana es del demonio, defendámonos
por todas partes para que, con tales armas prevenidos, permanezcamos
invencibles y le aplastemos la cabeza. Así, coronados con las insignias de
la victoria, conseguiremos los bienes futuros, por gracia y benignidad de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos
de los siglos. Amén.
HOMILIA III
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
ESTAMOS ya en la tercera disertación y aún no terminamos las cuestiones
suscitadas en el proemio, De manera que no en vano os decía que estas
sentencias son por su misma naturaleza profundas. !Ea, pues! Expliquemos
ahora lo restante. ¿Qué es lo que investigamos? La razón de que Mateo ponga
la genealogía de José, quien en absoluto nada tuvo que ver en la generación
de Cristo. Ya indicamos un motivo. Conviene ahora declarar otro más secreto
y misterioso. ¿Cuál es? No quería que los judíos, al mismo tiempo que
conocían el parto, supieran que nacía de una Virgen. No os conturbe esta
inesperada respuesta. No es sentencia mía sino de nuestros Padres y
doctores, varones admirables y esclarecidos..
Si allá al comienzo Cristo muchas veces les dijo cosas oscuras, llamándose
Hijo del Hombre, sin revelar con claridad en todas partes su igualdad con el
Padre ¿por qué tú te admiras de que también este misterio lo dejara en
sombras con una grande y admirable providencia? Preguntas ¿qué es aquí lo
admirable? El haber salvado el honor de la Virgen y haberla librado de
perversas sospechas. Si los judíos desde un principio hubieran oído este
misterio, lo habrían interpretado maliciosamente y habrían lapidado a la
Virgen y la habrían condenado como adúltera.
Si en otras cosas de las que en el Antiguo Testamento tenían ejemplos, con
tan gran impudencia procedían; si cuando Cristo arrojaba los demonios lo
llamaban endemoniado; si cuando curó en sábado lo tuvieron por enemigo de
Dios, aun a pesar de que anteriormente con frecuencia se había quebrantado
la ley del sábado ¿qué no habrían dicho si tal misterio hubieran escuchado?
Porque habrían tenido como aliado todo el tiempo pretérito en que nunca
jamás semejante cosa había sucedido. Si en presencia de muchos y grandes
milagros toda vía lo llamaban el hijo de José ¿cómo iban a creerlo nacido de
una Virgen antes de los dichos milagros? Por tal motivo se pone la
genealogía de José y se desposa a la Virgen. Si José, varón necesitó de
grande prueba para llegar a comprender lo sucedido, como fueron la visita
del ángel, la visión en suenos, el testimonio de los profetas ¿cómo aquellos
judíos perversos, corrompidos, enemigos de Cristo, habrían aceptado
semejante versión? Cosa tan nueva, tan inesperada, tenía que perturbados
profundamente, puesto que en todo el tiempo de sus antepasados, jamás tal
cosa había sucedido.
Los que creyeron ser Cristo el Hijo de Dios, ya no pudieron dudar de
semejante misterio. En cambio, los que lo creían seductor y enemigo de Dios
¿cómo no iban a escandalizarse de semejante afirmación, en lugar de darle
asentimiento? Tal fue la razón de que allá al principio nada dijeron los
apóstoles, mientras que amplísimamente se referían a la resurrección, de la
que ya en los tiempos antiguos abundaban ejemplos, aunque ninguno tan
espléndido. En cambio, que fuera nacido de una Virgen no lo dicen con
frecuencia, ni tampoco la Virgen se atrevió a publicarlo. Mira, por ejemplo,
lo que ella le dice: Tu padre y yo te buscábamos 22. Más aún, si lo hubieran
sospechado, ni siquiera habrían creído ser él hijo de David, negado lo cual
se habrían seguido muchos males. Por esto ni los ángeles mismos lo revelan,
sino únicamente a José y a María. Cuando anunciaron a los pastores el fausto
acontecimiento, ninguna alusión hicieron al inefable misterio.
Y ¿por qué motivo, habiendo recordado a Abraham y anadiendo que engendró a
Isaac e Isaac engendró a Jacob, sin nombrar a su hermano Esaú, cuando llegó
a Jacob recordó a Judá y a sus hermanos? Dicen algunos que fue a causa de
las malas costumbres de Esaú y de aquellos primeros. Por mi parte no lo
afirmaría. Pues si ese fuera el motivo ¿cómo, poco después recuerda mujeres
de las mismas costumbres? Es que en el caso la gloria de Cristo resplandece
más por sus contrarios: es decir no de que tenga grandes progenitores, sino
al revés pequenos y aun viles. La gloria mayor de quien es excelentísimo es
poder parecer vil y humilde si es posible. ¿Cuál es pues la razón de que no
los conmemore? Porque nada tenían de común con los israelitas, pues eran
sarracenos, ismaelitas y árabes, y los demás que de éstos tomaron origen.
Por esto, dejándolos a un lado, se apresura a nombrar a los progenitores de
Cristo y del pueblo judío. Por eso dice: Jacob engendró a Judá y sus
hermanos. Aquí queda indicado el pueblo judío. Prosigue: Judá engendró a
Fares y a Zara, de Tamar.
?Qué haces, oh evangelista? ¿Nos traes la historia de una unión criminal?
Responde: ¿qué me objetas? En verdad que si narráramos la historia de un
simple hombre, con razón alguno habría callado esas cosas. Pero si se trata
de la historia de un Dios hecho hombre, eso no sólo no ha de callarse, sino
ponerse en clarísima luz, para que así se manifieste su providencia y su
poder. No vino para rehuir nuestras vergüenzas sino para suprimirlas. Así
como no admiramos tanto su muerte, como el que haya muerto crucificado, aun
cuando esto segundo sea un oprobio ¿pues cuanto mayor es el oprobio mejor
manifiesta el amor que Cristo nos tuvo?, así hemos de pensar acerca de su
genealogía. No sólo debemos admirarlo por haber tomado nuestra carne, sino
también por haber querido tomar semejantes progenitores, sin avergonzarse
nunca de tomar sobre si nuestras miserias.
E hizo publico desde el comienzo de su genealogía, el no avergonzarse de
nada de lo nuestro, ensenándonos a que nunca nos avergoncemos por la maldad
de nuestros antepasados, sino que nos demos a conseguir únicamente la virtud
A quien la cultiva, aun cuando su progenitor sea un extranjero o haya tenido
una madre meretriz o por otros motivos despreciable, de esto ningún dano se
le seguirá. Si la vida anterior para nada mancha a quien acoge a un
adúltero, muchos menos el varón virtuoso, por haber nacido de una mujer
adúltera o meretriz, -queda deshonrado con la improbidad de sus
progenitores.
Y procedía así Jesús no únicamente para ensenarnos -sino además para
humillar la soberbia de los judíos Habían olvidado la virtud interior del
alma y siempre traía en la boca el nombre de Abraham, creyendo que la virtud
de sus ancestros les serviría de defensa. Por eso desde el principio les
manifestó que de eso no puede adquirirse gloria, sino solamente de las obras
buenas. Además les pone de manifiesto que todos, aun los mismos ancestros,
estuvieron sujetos a la ley del pecado. Del patriarca que dio su nombre a
ese pueblo, se refiere que cayó en no leve pecado. Tamar lo acusa de
fornicación. David del adulterio con una mujer engendró a Salomón. Pues si
la Ley no fue guardada por aquellos excelentes varones, mucho menos lo sería
por los más pequenos. De manera que no habiéndose cumplido la Ley por ellos,
todos pecaron y la venida de Cristo se hizo necesaria.
Por otra parte, el evangelista hizo mención de los doce patriarcas,
abatiendo también por este camino aquella jactancia judía por la nobleza de
los progenitores. Pues muchos de ellos nacieron de esclava; y sin embargo,
esa diferencia de padres no influyó en los hijos, pues todos igualmente
fueron patriarcas y jefes de tribu. Esto es para la Iglesia una
prerrogativa; ésta es para nosotros la razón de nuestra nobleza y dignidad,
de la que en lo antiguo existió la figura. De manera que ya seas siervo, ya
libre, por esto nada tienes ni de más ni de menos. Una sola cosa es la que
se indaga: la recta voluntad y las buenas costumbres.
Aparte de lo anterior, otro motivo hubo para conmemorar a los dichos. Pues
no sin causa en seguida de Pares se puso a Zara. Porque parecía cosa
superflua y redundante, tras de la mención de Fares, de donde parte la
genealogía de Cristo, nombrar también a Zara Entonces por que también a este
lo nombra? Cuando Tamar estaba a punto de darlos a luz, al momento de
parirlos, fue Zara quien primero sacó la mano fuera del vientre, viendo lo
cual la comadrona, para que fuese él el primogénito, le ató una cinta de
púrpura en la mano. Pero, apenas la había atado, el nino retiró la mano; de
manera que el primero que vio la luz fue Fares y hasta después Zara. Al
notar esto la comadrona exclamó: !Vaya rotura [la esperanza] que has hecho!
23.
?Adviertes la oscuridad del misterio? Porque no sin motivo se nos
escribieron estas cosas. Ni era digno de la historia que se nos narrara lo
que dijo la comadrona, ni parece que había razón para referir eso de que
sacó la mano primero y luego nació después. Entonces ¿qué significa el
enigma? Contestamos, atendiendo desde luego al nombre mismo del nino. Porque
Fa res significa división o ruptura. En segundo lugar, por el hecho, pues no
parece natural que el nino que primero había sacado la mano, luego, atada
ya, la retrajera: no parece cosa natural. Que habiendo uno sacado la mano
primero, saliera luego el otro, parecería natural; pero que el primero
encogiera la mano para dar salida al segundo no es cosa que suceda en los
partos. Sin duda estaba presente el favor de Dios que manejaba a los ninos,
y por este medio disenaba una sombra e imagen del futuro.
?Qué dicen algunos de los que han estudiado estas cosas? Que estos dos ninos
eran figura de dos pueblos. Y para que en tiendas que las instituciones del
segundo pueblo brillaron con el nacimiento del primero, el nino extendió la
mano, pero no se dejó ver íntegramente; más aún, Ja retrajo luego; de manera
que hasta que salió a luz íntegro su hermano, hasta entonces él apareció:
que es exactamente lo que sucedió en los dos pueblos. En los días de Abraham
aparecieron las instituciones eclesiásticas que luego fueron suprimidas. Así
apareció el pueblo judaico con sus instituciones legales. Y finalmente vino
el pueblo nuevo con sus leyes. Por esto dijo la comadrona: ¿Por qué por tu
medio se ha roto el cerco? Porque la Ley al llegar cortó las instituciones
del tiempo de Abraham que se manejaban libres. Con frecuencia la Escritura
Sagrada llama cerco a la Ley, como lo dice David el profeta: Destruiste su
cerco y la vendimian cuantos pasan al lado del camino 24. Por su parte
Isaías: Y le puse en torno un cerco 25. Y también Pablo: Deshaciendo la
pared y cerco interpuesto 26.
Otros creen que lo de: ¿por qué por tu medio se ha roto el cerco? se dijo
por causa del pueblo nuevo. Porque éste al llegar abrogo la Ley. ¿Observas,
pues, cómo el evangelista no sin gran razón hizo recuerdo de la historia
íntegra de Judá? Pues por la misma razón mencionó a Rut y a Rahab, de las
que una fue extranjera y la otra meretriz: para que entendieras que había
venido para borrar todos nuestros pecados. Vino como médico y no como juez.
Del mismo modo que aquellos antiguos desposaron a mujeres meretrices, así
Dios unió consigo nuestra naturaleza adúltera, tal como ya antes los
profetas lo habían afirmado respecto de la sinagoga. Sólo que la sinagoga
fue desagradecida con su Esposo, mientras que la Iglesia, una vez liberada
de sus males heredados, permaneció en el abrazo del Esposo.
Observa cómo lo que se refiere a Rut concuerda con nuestra situación. Era
ella una extranjera reducida a la última pobreza. Pero cuando Booz la vio,
ni despreció su linaje bajo ni des preció su pobreza. Exactamente al modo
como Cristo admitió como consorte a la Iglesia que le era extranjera y no
poseía gran des bienes. Y así como aquélla si no hubiera renunciado antes a
sus padres y tenido en menos su casa, linaje, patria y parientes, nunca
habría sido digna de semejantes nupcias, así la Iglesia entonces apareció
amable a su Esposo cuando hubo renunciado a las costumbres patrias. Así lo
declaró el profeta al apostrofarla: !Olvídate de tu pueblo y de la casa de
tu padre y anhelará el Rey tu hermosura! 27 Eso fue lo que hizo Rut y así
fue madre de reyes, como la Iglesia, pues de ella nació David. Tales fueron
los motivos por los que el evangelista, avergonzando a los judíos con todas
estas cosas y persuadiéndolos a no ser soberbios, tejió la genealogía e hizo
mención de aquellas mujeres. Rut, en efecto, a través de sus descendientes,
engendró al gran David, y David nunca se avergonzó de semejante origen.
Porque no puede nadie, no puede ser ni virtuoso ni esclarecido ni sin
gloria, por la virtud o por la perversidad de sus progenitores. Más aún: si
hemos de decir una paradoja, más excelentemente brilla aquel que nacido de
perversos progenitores llega sin embargo a ser un hombre virtuoso. En
consecuencia, que nadie se ensoberbezca por sus ancestros; sino que,
considerando quiénes fueron los progenitores del Senor, rechace toda
hinchazón y no se gloríe sino de sus buenas obras. Y ni aun de éstas, pues
por esto aquel fariseo del evangelio quedó inferior al publicano. Si quieres
hacer algo excelente, no te ensoberbezcas, y con esto ya lo has hecho todo.
Si siendo pecadores, cuando lo pensamos y nos tenemos por lo que somos,
quedamos justificados, como aquel publicano ¿cuánto más lo esta remos si,
siendo justos, nos tenemos por pecadores? Si el pensar con humildad hace
justos a los pecadores, aun cuando no sea propiamente humildad sino
simplemente justa apreciación; si tanto vale esa justa apreciación en los
pecadores ¿qué no hará la verdadera humildad en los justos?
No eches, pues, a perder tus trabajos; no pierdas el mérito de tus sudores;
no recorras infinitos estadios corriendo inútilmente y perdiendo tu trabajo.
El Senor conoce muchísimo mejor que tú tus obras. Si das un vaso de agua
fresca, ni aun eso desprecia; y si un óbolo das de limosna, si un solo
gemido lanzas, todo lo recibe El con benevolencia suma, lo recuerda, le
senala su premio. ¿Para qué examinas lo tuyo y aun con frecuencia lo
publicas? ¿Ignoras que si tú te alabas Dios no te alabará y qué si tú te
confiesas miserable El nunca cesará en tus alabanzas delante de todos? No
quiere El que tus trabajos se tengan en me nos. !Qué digo se tengan en
menos! Ningún medio deja de poner para que aun por mínimos méritos allá
arriba recibas tu corona. Da vueltas buscando ocasiones para que puedas
librarte de la gehenna.
Por esto, aun cuando te entregues al trabajo a la hora undécima, te dará
íntegra tu recompensa. Dice: Aún cuando no tengáis ya ocasión de salvaros,
lo haré por mi nombre, para que no sea profanado su nombre 28. Si gimes, si
lloras, esto al punto lo toma como ocasión para salvarte. En fin, que no nos
ensoberbezcamos: confesémonos inútiles para que seamos útiles. Si te crees
digno de alabanza, te inutilizas, aun cuando de verdad seas digno de
alabanza. Si te llamas inútil, te vuelves útil aun en el caso de que seas
digno de reproche De manera que el olvido de nuestras buenas obras nos es
indispensable. Preguntarás que cómo podemos desconocer lo que de verdad
conocemos. Pero ¿qué estás diciendo? Continuamente ofendes al Senor y
todavía te alegras y te ríes y ni siquiera te das cuenta de que has pecado y
todo lo echas al olvido; y en cambio no puedes prescindir del recuerdo de
tus obras buenas? !Y eso que el temor tiene más fuerza!
Pero procedamos al contrario. Cada día caemos en pecado y ni siquiera nos
acordamos de eso. En cambio, si damos a un pobre una pequena limosnita, lo
publicamos por arriba y por abajo: cosa que es el extremo de la locura y
además suma pena para quien recibe la limosna y suma pérdida para quien anda
procurando atesorar buenas obras. No hay más seguro depósito de las buenas
obras que olvido de las buenas obras. Así como cuando exponemos en la plaza
nuestros vestidos de oro nos preparamos muchos que nos asechan; mientras que
si los ocultamos en casa y los encerramos, entonces los tenemos seguros, lo
mismo sucede con las buenas obras: si frecuentemente las andamos recordando
movemos a ira al Senor, damos armas al enemigo y lo invitamos a que nos
robe. Pero si sólo las conoce Aquel que debe conocerlas estarán en plena
seguridad.
En consecuencia, no revuelvas en tu memoria con frecuencia tus buenas obras,
no sea que alguien te las arrebate, como le sucedió al fariseo que las
andaba publicando y así el demonio se las hurtó; y esto a pesar de que las
publicaba con acciones de gracias y refiriéndolas todas a Dios. Cosa que no
le aprovechó. Porque no es acción de gracias el vituperar a otros, el buscar
para sí la gloria de muchos, el ensoberbecerse contra el que peca. Si das
gracias a Dios, conténtate con eso y no hagas referencias a los otros
hombres, ni juzgues a tu prójimo, porque eso no es dar gracias. Si quieres
saber el modo de dar gracias, oye a los tres jóvenes del horno que dicen:
Hemos pecado; hemos obrado la injusticia; pero tú, Senor, eres justo en todo
lo que has hecho, pues con justo juicio en todo has procedido 29. Confesar
los propios pecados, eso es dar gracias a Dios. El que así los confiesa, se
declara reo de innumerables faltas y no rehúsa el castigo.
Cuidémonos de decir algo en alabanza propia: esto nos vuelve odiosos a los
hombres y execrables ante Dios. Cuantas más excelentes obras hagamos, más
bajamente hablemos de nosotros: entonces alcanzaremos mayor gloria ante Dios
y ante los hombres y no sólo gloria delante de Dios sino grandes
recompensas. No exijas premios y recibirás premios. Confiesa que alcanzas tu
salvación por simple gracia, para que Dios confiese- serte deudor, no
únicamente por tus buenas obras, sino también por ese agradecimiento tuyo.
Cuando obramos el bien tenemos a Dios como deudor sólo por las buenas obras;
pero cuando además pensamos que nada bueno hemos hecho, nos es deudor
también por ese sentimiento humilde, más aún que por las mismas obras
buenas: de manera que tal sentimiento se equipara a las obras buenas. Y si
éste falta, las obras no parecerán cosa grande. Porque también nosotros nos
agradamos más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con gran
benevolencia, piensan que aún no han hecho nada grande y que valga la pena.
Si quieres, pues, que tus buenas obras sean grandes, no juzgues grandes. Así
aquel centurión decía: Senor, yo no digno de que entres en mi casa 30, con
lo que se hizo digno y más de nuestros siervos cuando, procediendo ellos con
gran: No soy digno de ser llamado apóstol 31, y con esto llegó a ser el
primero de todos. Así exclamaba el Bautista: No soy digno de desatar la
correa de su calzado 32, y con esto se hizo digno amigo del Esposo, y a su
mano que él juzgaba indigna de tocar el calzado de Cristo, la puso éste
sobre su cabeza. Igualmente Pedro decía: Apártate de mí que soy hombre
pecador 33, y con esto fue hecho fundamento de la Iglesia. Porque nada hay
más grato a Dios que el contarse uno como el ultimo de los pecadores. Este
es el principio de toda virtud. Porque quien es humilde y vive contrito no
se dejará llevar de la vanagloria, no se irritará contra su prójimo ni lo
envidiará, no caerá en ningún otro vicio. Es un hecho que, por más esfuerzo
que pongamos, nunca levantaremos en alto una mano que está quebrada. Del
mismo modo, si el alma se llena de contrición, aunque infinitas pasiones del
corazón pretendan hincharla y ensoberbecerla, no podrá ella levantarse ni un
poquito. Si quien deplora los danos temporales, echa de sí todas las
debilidades del alma, con mayor razón quien deplora sus pecados alcanzará la
virtud.
Dirás: pero ¿quién es capaz de quebrantar hasta ese punto su corazón? Pues
oye a David, esclarecido sobre todo por su contrición, y obsérvalo. Tras de
infinitas preclaras hazanas, estando a punto de perder su patria, su
familia, la vida misma, al tiempo mismo de semejante desgracia, como viera a
un mísero y despreciable soldado que lo insultaba y se querellaba, no sólo
no se vengó, sino que a uno de sus jefes que anhelaba matar al injuriante,
se lo impidió y le dijo: !Déjalo! porque así Dios se lo ha ordenado 34. Y
también como los sacerdotes le preguntaran si podía llevar consigo el arca
de la alianza, no lo permitió; sino ¿qué dijo?: !Vuelva el arca a la ciudad
y quede en su sitio! Si encontrare gracia delante del Senor y me librare
Dios de los males que me amenazan, volveré a ver su decoro. Pero si me
dijere: No te quiero, por mi parte haré lo que le sea agradable 35.
Y lo que hizo con Saúl una y otra y muchas veces cuán grande virtud
manifiesta! Porque fue cosa que estaba por en cima de la Ley Antigua y
andaba ya muy cerca del precepto evangélico. Cuantos preceptos dimanaban de
Dios los abrazaba y no se ponía a razones sobre los acontecimientos, sino
que ponía todo su empeno en cumplir en todas partes con la ley divina. Y
tras de tantas y tan preclaras hazanas, teniendo delante a un tirano,
parricida, fratricida, rijoso y furioso y que trataba de quitarle el reino,
ni aún así tropezó en algo, sino que dijo: Si agrada a Dios que yo sea
destronado y viva fugitivo y errante mientras él vive entre honores lo
acepto, lo abrazo y doy gracias por los males sin cuento que sufro. No
procedió como muchos petulantes y sin decoro que no habiendo llevado a cabo
ni la mínima parte de las hazanas que hizo David, cuan do advierten que
otros andan en prosperidad en tanto que ellos padecen cualquier molestia o
aflicción, destrozan su propia alma y la cargan con un sin fin de
blasfemias.
No se pareció a ellos David, lleno de preclara modestia; y por esto dijo
Dios: Encontré a David, hijo de José, varón según mi corazón 36. Tengamos
nosotros ese mismo ánimo y llevemos con mansedumbre lo que hayamos de
sufrir; y antes del reino gocemos desde acá de los frutos de la humildad.
Porque dice el Senor: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y
encontraréis descanso para vuestras almas 37. Pues bien: para que aquí y en
la otra vida disfrutemos de paz, plantemos en nuestra alma la humildad
cuidadosamente, porque ella madre de todos los bienes. Podremos así vadear
sin tempestades el piélago de la vida presente y llegar al puerto tranquilo,
por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, quien sea la gloria y
el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA IV
Así pues, todas las generaciones desde Abraham hasta David, catorce
generaciones. Y desde David hasta la vuelta de Babilonia, catorce
generaciones. Y desde la vuelta de Babilonia hasta Cristo, catorce
generaciones (Mt 1, 27).
DIVIDIÓ el evangelista en tres partes todas las generaciones, demostrando
con esto que, aun cuando muchas veces cambia ron los judíos las formas de
gobierno político, nunca se hicieron mejores. En los mismos males se
encontraron, ya obedeciendo a una aristocracia, ya a un rey, ya en una forma
republicana. No se vio en ellos una mayor virtud ni administrando la cosa
pública los jueces, ni los sacerdotes ni los reyes.
Mas ¿por qué hacia la mitad omitió a tres reyes? ¿por qué en la última
división, habiendo puesto solamente doce generaciones dice que son catorce?
La primera cuestión os la dejo para que vosotros la resolváis, pues no
parece necesario que todo se os dé resuelto, a fin de no causaros fastidio.
Explica remos, pues, la segunda. Me parece que aquí el tiempo de la
cautividad se cuenta como tina generación y que el mismo Cristo completa la
tercera, pues el evangelista siempre lo refiere a él todo. Razonablemente
enumera la cautividad para notar cómo ni aun en ese tiempo los judíos se
mejoraron, de manera que en absoluto era necesaria la venida de Cristo.
?Por qué no hizo lo mismo Marcos, y ni siquiera puso la genealogía de
Cristo, sino que todo lo abrevia? Yo creo que fue Mateo quien el primero
puso mano a la obra; y por eso cuidadosamente escribe la genealogía e
insiste en las cosas que eran necesarias. Marcos escribió después, y por eso
cuida de abreviar, como quien refiere cosas ya sabidas y dichas. Pero
entonces ¿por qué Lucas vuelve sobre la genealogía y aun se alarga más en
ella? Quiso ensenarnos algo más, una vez que ya lo había precedido Mateo y
le había preparado el camino. Cada discípulo imitó a su maestro: Marcos, a
Pedro, que buscaba la brevedad. Lucas, a Pablo, que supera en su elocuencia
arrebatada a los torrentes.
Y ¿por qué Mateo no comenzó como el profeta diciendo: Visión que contemplé,
o bien: Palabra que me fue dicha? Porque escribía para hombres sobrios y que
llenos de atención escuchaban. En ese tiempo ya los milagros clamaban y los
recibían el evangelio eran de verdad fieles. En cambio, en tiempo de los
profetas, no se hacía tal cantidad de milagros que a ellos los autorizara,
aparte de que brotaban turbas seudoprofetas, y a éstos les hacían más caso
los judíos. De modo que entre ellos fue necesario aquel género de exordios.
Pues cuando se obraban prodigios era por causa de los bárbaros, fin de que
creciera el número de prosélitos. También se verificaban los prodigios para
demostrar el poder de Dios, cuando los adversarios derrotaban a los judíos y
pensaban haberlo vencido con el auxilio y poder de sus dioses: así sucedió,
por ejemplo, en Egipto, de donde salió aquella turba abigarrada y lo mismo
después en Babilonia, en lo referente al horno y los ensuenos.
También hubo milagros mientras, ya libres, caminaban los judíos por el
desierto, como también los hay en nuestros tiempos. Pues cuando los
cristianos salíamos del error, hubo gran cantidad de milagros. Pero más
adelante, extendida ya la región católica por todas partes, han cesado los
milagros. Más aún, aunque ya salidas las tribus del desierto hubo milagros,
pero fueron menos y raros, como cuando el sol se paró y retrocedió. Y en los
tiempos actuales también se han podido ver prodigios. En nuestros días, bajo
el emperador Juliano, que superó a todos en la impiedad, se han verificado
muchos y muy admirables. Así por ejemplo, cuando los judíos intentaban
reedificar el templo, salió fuego de los cimientos y puso terror a todos; y
cuando Juliano desató su cólera contra los vasos sagrados, el Questor el tío
del mismo Juliano y de su mismo nombre fueron castigados. El primero murió
comido de gusanos; y el otro revent�� partido por en medio. Y como se
hubieran ahí ofrecido sacrificios, se secaron las fuentes; y el hambre misma
que se extendió por todas las ciudades, imperando Juliano, fue un estupendo
y gran milagro.
Suele en esas ocasiones Dios mismo obrar milagros. Cuando llegan los males a
su colmo, cuando sus fieles se hayan entre graves aflicciones, cuando ve que
sus enemigos se enloquecen con sus poderes tiránicos, entonces El manifiesta
su poder. Así lo hizo en Persia con los judíos. Así pues, por lo dicho queda
manifiesto por qué el evangelista dividió en tres partes, no sin motivo, a
los progenitores de Cristo. Pero tú advierte en dónde comienzan y en dónde
acaban. De Abraham a David, de Da vid a la cautividad de Babilonia y desde
ésta a Cristo. Porque en la primera serie incluyó a los dos, David y
Abraham; y luego al recomenzar la genealogía, de nuevo nombró a los dos. Fue
porque, como ya dije, a ellos se les habían hecho las promesas.
Mas ¿por qué no hizo mención de la bajada a Egipto, como la hizo de la
transmigración a Babilonia? Porque ya no temían a los egipcios, mientras que
sí temían a los babilonios: lo de los egipcios era ya cosa antigua; lo de
los babilonios era cosa reciente y sucedida como quien dice hace poco.
Aparte de que a Egipto no habían sido llevados por sus pecados; en cambio a
Babilonia sí habían sido transportados por sus transgresiones. Y si alguno
quisiera acometer la interpretación de los nombres, encontraría grande
materia de contemplación, que mucho le ayudaría para la inteligencia del
Nuevo Testamento. Por ejemplo de los nombres de Abraham, Jacob, Salomón,
Zorobabel, pues no al caso se pusieron esos nombres. Pero para no causaros
molestias con largas digresiones, dejemos esto aquí y ven gamos a lo que es
más necesario.
Una vez que el evangelista enumeró todos los nombres y llegó a José, no se
detuvo en el nombre, sino que anadió: Esposo de María, manifestando de este
modo que por ella había tejido toda la genealogía. Y para que en oyendo
Esposo de María no pensaras que Cristo había nacido según la común ley de la
naturaleza, mira cómo anade lo que puede corregir semejante opinión. Como si
dijera: ¿Has oído el nombre del Esposo y el de la Madre y el que al Nino se
le puso? Pues oye, también el modo de su generación.
Y la generación de Cristo fue así. Por mi parte, pregunto: ¿A qué generación
te refieres? Porque ya me dijiste quiénes fueron sus padres. Responde: es
que voy a narrarte el modos como fue engendrado. ¿Observas cómo suscita la
atención del oyente? Promete explicar el modo de la generación, como quien
va a decir algo nuevo. Advierte la óptima disposición para la historia.
Porque no comienza al punto con la generación, sino que primero nos ensena
cuánto dista Cristo de Abraham, cuánto de David y de la transmigración de
Babilonia; y mediante el cómputo de los tiempos invita a quien con
diligencia lo escucha a examinar el asunto, demostrándole que en realidad
este es el Cristo predicho por los profetas. Y una vez hayas contado las
generaciones, y por el cómputo de los tiempos veas que éste es el Cristo,
fácilmente admitirás el milagro de su nacimiento.
Y como había de referir algo excelente y grande, es a saber que había nacido
de una Virgen, antes de decirnos en qué tiempo nació, algo oscuramente dice:
Esposo de María, contando el orden de la genealogía. Enumera los anos, para
advertir al oyente que éste mismo es el que anunció Jacob que vendría, una
vez que faltaran los príncipes de la casa de Judá y el que el profeta Daniel
predijo que vendría, una vez hubieran pasado aquellas muchas semanas de
anos. Y si alguno quisiera contar los anos senalados por el ángel a Daniel
en el número de sus semanas, desde la reedificación de la ciudad de
Jerusalén hasta llegar al nacimiento de Cristo, encontrará que perfectamente
coinciden.
Explícanos, pues, oh evangelista, cómo fue su generación. Estando desposada
su Madre María. No dijo virgen, sino simplemente madre, para que mejor se le
entendiera. De modo que, habiendo preparado al oyente de antemano para oír
algo de lo que de ordinario sucede, y habiéndole fijado en eso atención,
finalmente hace que se admire con indica un hecho milagroso, mediante estas
palabras: Antes de que convivieran se halló haber concebido María por obra
del Espíritu Santo. No dice: antes de que fuera llevada a la casa del
esposo, pues ya había sido llevada. Porque entre aquellos antiguos, era
costumbre tener cuanto antes en sus casas a la desposada, como aún puede
verse. Así los yernos de Lot habitaban con él. De modo que María habitaba en
casa de José.
Preguntarás: ¿por qué no concibió antes de los esponsales? Fue, como ya lo
dije, para que el negocio permaneciera secreto y escapara la Virgen de
cualquier sospecha de los perversos. Cuando aquel que más podía ser presa de
los celos no la denunciaba ni la infamaba, sino que 1a recibía en
convivencia y cuidaba en todo a la que estaba encinta, claro era que no lo
habría hecho así a no estar perfectamente persuadido de que ella había
concebido por obra del Espíritu Santo; de lo contrario ni siquiera la habría
retenido a su lado ni en cosa alguna la hubiera servido. Y oportunamente
anadió el evangelista: Se halló haber concebido. Expresión que se usa para
indicar algo sorpresivo y estupendo y que sucede fuera de toda expectación y
de lo que se pudiera esperar.
Detente, pues, y no investigues más allá de lo que se te dice, ni digas: ¿Cómo operó, esto el Espíritu Santo en la Virgen? Si nadie puede explicar
cómo se forma el nino cuando obra simplemente la naturaleza ¿cómo podremos
explicar el modo con que obraba maravillosamente el Espíritu Santo? Y para
que no molestaras al evangelista, ni lo urgieras con importunas cuestiones,
él mismo, con decir quién fue el autor del milagro, se libró de ellas. Como
si dijera: Yo otra cosa no sé, sino que esto lo hizo el Espíritu Santo.
Avergüéncense los que andan curiosamente investigando la eterna generación.
Si ésta, que consta por infinitos testigos y fue tantos siglos antes
predicha y que se hizo al tacto y a la vista, nadie la puede explicar ¿qué
abismo de locura no se lanzan los que con vana curiosidad andan escrutando y
examinando aquella otra en absoluto arcana? Ni Gabriel ni Mateo pudieron
decir otra cosa más sino que es obra del Espíritu Santo y nacido de El. Cómo
y de qué manera haya nacido del Espíritu Santo, ninguno lo explicó, ni es
cosa que puada hacerse.
Ni vayas a pensar, por haber oído: por obra del Espíritu Santo, que ya lo
sabes todo. Tras de conocer esto, aún ignoramos muchas cosas. Por ejemplo
cómo sea posible que el inmenso quede encerrado en el seno de la Virgen;
como e1 que todo lo contiene; sea contenido en el seno de una mujer; cómo
sea que una Virgen dé a luz y permanezca virgen. Yo te pregunto: ¿cómo el
Espíritu Santo construyó ese templo? ¿cómo no tomó de la Virgen toda la
carne, sino sólo una parte que fue la que hizo crecer y la modeló? Que
Cristo procedió de la carne de la Virgen lo declaró el evangelista con estas
palabras: Porque lo en ella nacido... Y Pablo: Hecho de mujer 38. De mujer,
dice, cerrando así la boca de los que luego dirían que Cristo pasó a través
de María como por un canal. Mas para eso: ¿qué necesidad había de vientre?
Aparte de que según eso, nada tendría de común con nosotros, pues su carne
no pertenecería a la masa humana nuestra.
Pero si fuera así ¿cómo se cumpliría lo de nacer de la raíz de José? ¿cómo
sería su vara, cómo Hijo del hombre, cómo su flor, cómo María sería su
Madre? ¿Cómo descendería del linaje de David? ¿Cómo habría tomado en sí la
forma de siervo? ¿Cómo se habría hecho carne el Verbo? ¿Con qué razón dijo
Pablo a los romanos: De los cuales nació Cristo según la carne, El que está
sobre todo y es Dios? 39 Queda, pues manifiesto, conforme a lo dicho, que
vino a luz, tomando nuestra carne y naciendo del seno de María; cosa
manifiesta también por otros muchos testimonios, que prueban no haber
sucedido lo contrario. No investigues pues curiosa y vanamente ese misterio,
sino recibe lo que da la revelación y no examines con yana curiosidad lo que
el evangelista calla.
Y José su Esposo, siendo justo y no queriendo denunciarla, pensó en
abandonarla secretamente. Después de afirmar que Cristo nació por obra del
Espíritu Santo y sin coito alguno, va a demostrar lo mismo por otra vía. A
fin de que nadie le diga: ¿de dónde consta eso? ¿Quién lo supo, quién jamás
oyó cosa semejante? A fin de que no sospecharas que él como discípulo había
inventado eso en favor dei Maestro, trae como testigo a José, que da
testimonio por los mismos sufrimientos que so portó. Como si dijera el
evangelista: si no me crees a mí, si mi testimonio te resulta sospechoso, da
fe al testimonio de aquel varón. Porque dice: José, su Esposo; como era
varón justo. Justo aquí significa dotado de todas las virtudes; porque a ser
justo pertenece no ser avaro, y la justicia, en fin, es una palabra que
abarca todas las virtudes. La Sagrada Escritura en especial usa la palabra
justicia en ese sentido. Por ejemplo cuando dice de Job que era hombre justo
y veraz 40; y lo mismo cuando dice de Joaquín y Ana que ambos eran justos
41.
Siendo, pues, José justo, es decir benigno, moderado, quiso abandonarla
ocultamente. Narra el evangelista lo que sucedió antes de que José supiera
la verdad, para que no niegues tu fe a lo que -sucedió después de que
conoció la verdad. Por cierto, si María hubiera sido infiel no sólo era
digna de que se la denunciara, Sino que la Ley misma ordenaba que fuera
lapidada. Pero José cuidó no sólo de evitar eso que era tan grave, sino
además de lo que no era tanto, es decir del pudor de la Virgen. Porque no
sólo no quería castigarla, pero ni aun denunciarla. ¿Has advertido la virtud
de este hombre, desnudo en absoluto del tiránico afecto de los celos?
Vosotros conocéis qué enfermedad tan terrible es esa de los celos. Quien
bien la conocía, dijo de ella: Porque los celos del marido lo ponen furioso;
y no perdona en el día de la venganza 42. Y también se dijo: Los celos son
duros como el infierno 43.
Muchos hemos conocido que preferían morir a caer en sospechas y celos. Y en
el caso de José no se trataba de simples sospechas, pues el abultamiento del
vientre hacia todo manifiesto. Mas José hasta tal punto estaba libre de esa
enferme dad del alma, que no quería causar a la Virgen la menor molestia.
Pareciéndole, pues, que conforme a la Ley no podía retenerla consigo; y
viendo que denunciarla y llevarla al tribunal necesariamente era condenarla
a muerte, nada de eso hizo, sino que comenzó a manejarse como quien ha
superado la Ley. Pues convenía que acercándose ya el reino de la gracia se
presentaran también muchas senales de la nueva forma de vivir. A la manera
que el sol, aunque todavía no deje ver sus rayos, ilumina ya desde lejos
gran parte del orbe, así Cristo, al ir a nacer de aquel vientre de la
Virgen, ya antes de salir iluminaba a todo el universo.
Por la misma razón antes de aquel parto ya saltaban de gozo los profetas y
las mujeres predecían lo futuro y Juan estando aún en el seno de Isabel
saltaba de placer. Y en semejante paso José demuestra su virtud, pues no
acusó a María, no la reprendió, sólo pensó en abandonarla. Estando así de
difícil el negocio y situación, vino el ángel a quitarle toda su angustia.
Bien está examinar por qué no vino el ángel antes de que José cayera en
semejante pensamiento, sino que vino cuando ya estaba en él. Porque dice:
Mientras pensaba en esto José, vino el ángel. En cambio a Maria sí fue el
aun antes de que ella concibiera; de donde nace otra cuestión. Pues aun
cuando el ángel nada había dicho al esposo, pero la Virgen ¿por qué motivo
calló lo que había oído del ángel y aunque advirtió la angustia de su
esposo, sin embargo, nada hizo para suprimirla? O ¿por qué el ángel no le
declaró todo al esposo antes de que éste cayera en la turbación?
Conviene desde luego resolver la cuestión primera. ¿Por qué el ángel no le
descubrió de antemano el secreto a José? Pues para que no fuera a incurrir
en infidencia y le pasara lo que a Zacarías le sucedió. Fácil era creer,
teniendo delante las cosas.; pero antes de que las advirtiera no era fácil
dar su asentimiento. Por esto nada le reveló el ángel con anterioridad, y
por el dicho motivo guardó el secreto María. No habría creído que su esposo
le diera crédito al comunicarle cosa tan increíble. Más aún: habría temido
que él se irritara como si ella le ocultara alguna falta. Si ella, que tan
enorme gracia iba a recibir, sufrió algo de humano, de manera que dijo: ¿cómo será esto, pues yo no conozco varón?, sin duda con mayor razón habría
dudado su esposo, sobre todo por saberlo de su misma esposa, por lo que ya
se le habría hecho sospechosa.
Así pues, la Virgen nada dijo y el ángel vino en el tiempo oportuno.
Preguntarás: ¿Por qué no hizo lo mismo con la Virgen dándole su mensaje
hasta después da la concepción? Para no lanzarla a una perturbación
terrible. Pues podía temerse que ella, no teniendo conocimiento claro de lo
que le sucedía, pensara en tomar una resolución amarga, y aun, no pudiendo
soportar la deshonra, echara mano de un lazo corredizo o de una espada.
Porque era Virgen admirable. Y Lucas declara su virtud diciendo cómo, una
vez que escuchó la salutación del ángel, no se entregó inconsideradamente al
gozo ni se abrasó con las palabras del ángel; sino que con turbación
preguntó qué significaba aquel saludo.
Estando, pues, ella en semejantes disposiciones, se habría con sumido de
tristeza al reflexionar sobre la infamia que se le ven dría encima, puesto
que no podía esperar que persuadirla a los que la oyeran, que no había caído
en adulterio. Y para que nada de todo eso sucediera, el ángel se le presentó
antes de la concepción. Convenla que ningún temor sacudiera aquel seno en
donde el Creador de todas las cosas iba a entrar; y que aquella alma que
había de intervenir en tan altos misterios, estuviera en absoluto libre de
toda perturbación. Por esas razones el Ángel habló a la Virgen antes de la
concepción y a José cuando la Virgen ya estaba encinta.
Algunos no bien avisados pensaron que aquí había una contradicción. Porque
Lucas dice que el ángel habló a María y Mateo que habló a José. No
advirtieron que sucedieron ambas cosas. Y es necesario tener esto en cuenta
en toda la narración; porque del mismo modo resolveremos muchas que parecen
contradicciones o diferencias. Llegó, pues el ángel cuando ya José se
encontraba turbado. Difirió su visita tanto, por las razones que ya
expusimos; pero además para que brillara la virtud de José. Cuando fue el
momento oportuno, al fin se presentó: Mientras esto pensaba José, se le
apareció en suenos el ángel. ¿Adviertes la mansedumbre y dominio de si mismo
que tuvo José? No sólo, no castigó a su esposa, sino que guardó silencio y a
nadie dijo nada; ni siquiera a la Virgen misma, en quien recaía la sospecha
sino que en secreto pensaba el asunto y procuraba ocultar a la Virgen el
motivo de apartarse de ella. No dice el evangelista que José quisiera
arrojarla de sí, sino abandonarla. !Hasta tal punto llegaba su bondad y
dominio propio! Y mientras pensaba en eso, el ángel en suenos se le
apareció.
?Por qué no se dejó ver abiertamente y en vigilia como lo hizo con Zacarías
y con los pastores y también con la Virgen? Porque era José varón fidelísimo
y no necesitaba ese género de apariciones. La Virgen, a quien se le
comunicaba cosa tan grande, mucho más que la comunicada a Zacarías,
necesitaba de una visión angélica, aun antes de realizarse de realizarse el
misterio. Los pastores, como gente un tanto agreste, necesitaban también una
más amplia manifestación. José cambio, acometido después de la concepción
por una mala sospecha, pero preparado en su alma para aceptar la buena
esperanza, si alguien a ella lo conducía, recibe este otro genero de
revelación Por esto, entrado ya en la sospecha, se le da la buena noticia, a
fin de que esto mismo le sirviera de segura demostración de lo que se le
decía. No habiendo él dicho nada a nadie, y solamente pensándolo en su
ánimo, cuando oyera al ángel hablarle de aquello mismo, sería para él senal
cierta que de parte de Dios había venido el ángel a consolarlo: ya que para
Dios patentes están los secretos del corazón humano.
Advierte cuántas cosas se logran con esto. Se declara la virtud de José; las
oportunas palabras del ángel lo confirman en su fe; y se quita de ellas toda
clase de sospecha. Y el ángel ¿en qué forma hace creíbles sus palabras?
Óyelo y admírate de la prudencia de sus dichos. Se le acercó y le dijo: José
hijo de David, no temas recibir a tu esposa. Desde luego le trae a la
memoria a David, de quien había de nacer el Cristo. Y no deja que se
perturbe, pues recordándole el nombre de sus antepasados le trae a la
memoria la promesa hecha a todo el género humano. Mas ¿por qué lo llama hijo
de David? Le dice no temas. En otra ocasión no procedió así Dios. Pues como
alguien pensara cosas no congruentes sobre la esposa de Abraham, echó mano
de amenazas y terrores en sus palabras, a pesar de que aquel rey procedía
por ignorancia también, puesto que al acercarse a Sara ignoraba quién fuera
ella y a pesar de todo Dios lo aterrorizó. Con José en cambio procede m
Grande era la importancia de los misterios de que se trataba y grande
también la diferencia entre ambos varones, por lo cual acá no se necesitaba
la increpación.
Al decirle el ángel no temas, hace manifiesto que José temía ofender a Dios
si aceptaba una esposa adúltera: si no hubiera sido así, por cierto que ni
siquiera habría pensado en abandonarla. Pues bien: por todos estos medios
manifiesta el ángel que su venida es de parte de Dios, pues expresó y
declaró todo lo que José llevaba en su pensamiento y lo que sufría. Y cuando
el ángel hubo pronunciado el nombre de María, no paró ahí sino que anadió:
tu esposa. No la hubiera llamado así, si, si ella hubiera sido violada. Y
llama aquí esposa a la desposada, al modo como suelo la Escritura llamar
yernos a los desposa de nupcias.
Pero ¿qué significa aquel recibir? Significa conservar en la casa, porque
José en su ánimo ya la había abandonado. Pues, oh José: a esa que ya has
abandonado en tu ánimo retenla contigo, porque fue Dios quien te la dio y no
sus padres. Y te la dio, no para que consumes el matrimonio, sino únicamente
para que habites con ella; y hoy te la entrega de nuevo mis palabras. Al
modo como más tarde Cristo la entregó a su discípulo, así ahora se la
entrega a José. Por otra parte, hablando así oscuramente, evita mencionar la
mala sospecha. Tras de exponer en la forma más congruente y delicada el modo
de aquella concepción, aparta la sospecha declarándole como por aquella
misma causa por la que temía y quería abanar a su esposa, debía precisamente
retenerla y recibirla. Con esto deshizo ampliamente su tristeza. Como si le
dijera: No sólo está pura de unión ilícita, sino que por acción sobrenatural
está en cinta. En consecuencia, no únicamente deja ese temor, sino entrégate
a la máxima alegría. Porque lo que en ha nacido es obra del Espíritu Santo.
Palabra estupenda, que trasciende todo humano entendimiento y sobrepasa
todas las leyes naturales. ¿Cómo podrá creerla quien no haya experimentado
hablas semejantes? Sólo puede ser esto porque ha precedido la revelación de
tales cosas. Así es que el ángel descubrió a José todo cuanto éste llevaba
en su pensamiento, todo lo que había sufrido, sus terrores y los planes que
tenía: para que viendo todo esto descubierto, también diera fe a lo demás
que se le decía. Más aún: no sólo por medio de las cosas pasadas, sino
también de las futuras lo induce a la fe.
Le dice: Dará a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. No vayas a
pensar que por ser él el Hijo de Dios, quedas tú fuera de la cooperación con
sus planes. Aunque para nada intervengas en la generación, sino que tu
esposa permanezca Virgen intacta, sin embargo, lo propio del oficio de
padre, pero que en nada cause detrimento a la virginidad, eso te lo
confiero: como es, por ejemplo, el imponer el nombre al nino. Pues tú serás
quien le des ese nombre. Aunque no sea hijo tuyo, tendrás para con él los
cuidados de un padre. Y así comenzando por la imposición del nombre, te
coloco en lugar de padre. Y luego, a fin de que nadie sospechara que José
fuera su verdadero padre, oye cuan propísimamente le dice: Parirá un hijo.
No le dice: te dará a luz un hijo sino vagamente parirá un hijo. Porque ella
no lo dio a luz para José, sino para todo el orbe.
Un ángel trajo del cielo el nombre del nino, demostrando con esto ser
admirable aquel parto, ya que del cielo, mediante el ángel, mandó a José el
dicho nombre. Semejante nombre no le fue impuesto al nino por casualidad y a
la buena ventura; sino que encierra en sí el tesoro de bienes infinito. Por
lo cual el ángel mismo lo interpreta y descifra y nos ofrece así magnificas
esperanzas; y también por este camino excita la fe de José, ya que por
naturaleza somos más inclinados a las cosas prósperas y con mayor facilidad
las creemos. Y una vez que lo hubo preparado para dar crédito a sus palabras
por todos 1a medios ¿por lo pasado por lo futuro por lo presente y aun por
el honor que se seguiría- finalmente presenta al profeta cuyo testimonio
anade oportunamente a todo lo dicho.
Pero antes de introducirlo, declara los bienes que por aquél nino se
derivarán a todo el universo. ¿Cuáles son? Desde luego, la libertad del
pecado. Pues dice: Porque él salvará de sus pecados a su pueblo. Algo
estupendo se declara también aquí. El ángel anuncia que el pueblo de Dios
será liberado, no de las guerras materiales que los sentidos perciben, ni de
los bárbaros, sino de algo mucho más grave: de sus pecados, cos que nadie
antes pudo hacer. Preguntarás ¿por qué dijo: a su pueblo? Y no anadió a los
gentiles. Para no causar de pronto extraneza a su oyente. Por los demás, un
oyente que comprenda, ve que aquí quedaban sobreentendidos los gentiles.
Porque pueblo suyo no son solamente los judíos, sino todos los que se
adhieren y reciben su doctrina.
Advierte además, cómo se nos insinúa la alteza de Jesús, cuando dice: su
pueblo, llamando así al pueblo judaico. Esto significa que el que nazca será
Hijo de Dios, de manera que las palabras del ángel e refieren al Rey eterno;
ya que ningún otro poder puede perdonar los pecados, fuera del poder que
pertenece a la substancia divina. Y pues tan excelentísimo don hemos
recibido, hagamos todo lo posible para no deshonrar beneficio tan excelso.
Si nuestras acciones, antes de recibir semejante don, eran dignas de
castigo, mucho más lo serán después de un don tan inefable.
Y no me expreso así ahora sin motivo; sino porque veo que muchos, tras del
bautismo, son más perezosos y tardos que los que aún no han sido Iniciados
en los misterios ni tienen aún noticia alguna de nuestro modo de vivir.
Hasta el punto de que ni en la plaza ni en el templo se distingue un fiel de
quien no lo es, si no es que al tiempo de comenzar los misterios se presente
alguno y observe quiénes son apartados fuera y quiénes permanecen en la
iglesia. Pero es necesario que se distingan no por el sitio, sino por las
costumbres. Las dignidades seculares se distinguen por sus insignias y
ornamentos justamente. En cambio nuestra condición de de cristianos es
necesario que se conozca por lo ornamentos del alma.
Es conveniente que el fiel sea reconocido únicamente por el don de ser
cristiano, sino por su nuevo género de vida. El fiel debe ser luz sal de la
tierra. Pero si ni para ti mismo eres luz ni sabe dominar tu podredumbre ¿cómo podremos distinguirte?
¿Por el solo hecho de haber bajado a las aguas
saludables del bautismo? Peto esto más bien te lleva al castigo. La alteza
del honor, para quienes no llevan una vida digna del honor, viene a ser un
acrecentamiento del suplicio. El fiel debe brillar no únicamente por los
dones que Dios le da, sino además por la forma en que él coopera. Debe en
todo mostrarse excelente: en el modo de caminar, en su comportamiento, en su
vestir, en su voz.
No digo esto con el fin de que tomemos posturas pera hacer ostentación, sino
para utilidad de quienes nos ven. Pero sucede ahora que por cualquier punto
de vista que se te quiera distinguir, veo que más bien te senalas por todo
lo contrario. Si me fijo en el sitio para saber por él quién eres, veo que
pasas los días en el circo o en el teatro, en perversas ocupaciones, o en la
plaza en pláticas con grupos de malvados y en companía de hombres
corrompidos. Si en la modestia de tu rostro, observo que te ocupas
continuamente en chistes propios de gente disoluta, sin diferenciarte de
cualquier meretriz que abre precozmente su boca y se muestra liviana. Si en
tus vestidos, veo que andas como cualquier histrión. Si en tus clientes,
llevas en torno parásitos y aduladores. Si en tus palabras, te escucho que
nada hablas en sexo, nada necesario, nada referente a nuestro modo de vivir
cristiano. Si en tu mesa, mayor materia de acusarte nace de ahí.
Pregunto, pues: ¿por dónde conoceré que eres de los fieles? Porque todas las
circunstancias enumeradas demuestran lo contrario. Pero !qué digo de los
fieles! Ni siquiera llego a la evidencia de que seas hombre. Cuando pateas
como un asno, acometes como un toro, relinchas tras las mujeres como un
garanón, comes vorazmente como un oso, cuidas de engordar como un mulo, no
perdonas las injurias como un camello, robas como un lobo, te irritas como
una serpiente, hieres como un escorpión, eres doble como una zorra, escondes
el veneno de la iniquidad como un áspid o una víbora, haces la guerra a tus
hermanos a la manera de un demonio cruel ¿cómo puedo contarte entre los
hombres, pues no advierto en ti las notas distintivas del hombre?
Buscaba yo la diferencia entre el catecúmeno y el fiel y me veo en peligro
de no poder diferenciar entre el hombre y la fiera. ¿Qué diré, pues, que
eres? ¿Fiera? Pero, las fieras no presentan sino sólo un vicio. Tú, en
cambio, que llevas doquiera el conjunto de todos los vicios, en verdad que
andas más privado de razón que las mismas fieras. ¿Te llamaré demonio? Pero
el demonio no está sujeto a la tiranía del vientre, ni ama las riquezas.
Teniendo, pues, tú más vicios que las fieras y que los demonios ¿cómo
habremos de llamaste hombre? Y si llamarte hombre no es licito ¿cómo
podremos llamarte fiel?
Y lo que es peor, que colmados así de defectos, ni siquiera pensamos ni
caemos en la cuenta de la fealdad deforme de nuestras almas. Sentado tú allá
en la casa del peluquero, mientras el te arregla el pelo, tomas tu el
espejo, consideras tu cabellera, preguntas a los presentes y al peluquero
mismo si acaso ya está la frente elegante y galana. Y con frecuencia, a
pesar de que ya eres anciano, no te avergüenzas de mostrarte loco y con
impulsos juveniles. Y en cambio, no nos damos cuenta de que nuestra alma no
sólo está deforme, sino que se parece a la bestia feroz que llaman Escila o
Quimera, de que las fábulas tratan. Y eso que aquí tenemos un espiritual
espejo mucho mejor y más útil que el del peluquero. Porque éste no
únicamente nos muestra nuestra deformidad, sino que es capaz de
transformarla, si lo queremos, en una inmensa hermosura.
Este espejo no es otro que el recuerdo de los varones santos y la historia
de su vida bienaventurada; además, la lectura de las Letras Sagradas y los
mandamientos de Dios. Si quisieras a lo menos por una vez contemplar las
imágenes de los santos, verías ahí la deformidad de tu alma; y si la ves, no
necesitarás de otro remedio para librarte de semejantes horruras. Porque el
tal espejo para eso nos es útil y nos facilita el hacer ese cambio. !Ea,
pues! Que nadie permanezca en la forma de las fieras brutas. Si al siervo no
se le permite entrar en la habitación del amo en su casa ¿cómo podrás tú,
con la forma de fiera, presentarte en los eternos dinteles? Pero ¿qué digo
en la forma de bestia feroz? Porque semejante hombre es peor que una fiera.
Las fieras, aun siendo por su naturaleza feroces, muchas veces, mediante el
arte de los hombres, se domestican. Pero tú, que sabes cambiar en
mansedumbre la natural fiereza de los brutos, mansedumbre que les es
antinatural ¿qué excusa tendrás, puesto que la mansedumbre que naturaleza te
dio, la con viertes en ferocidad contra las leyes naturales; y así, mientras
de lo feroz sacas la mansedumbre, te vuelves, contra tu natural, feroz? !Tú,
que al león lo domesticas y vuelves manso te haces en tu ánimo más feroz que
el león! Y esto a pesar de un doble impedimento: porque esa fiera carece de
entendimiento y de todas las fieras es la ferocísima. Pero tú, con la fuerza
de la sabiduría que Dios ha puesto en ti, vences a la misma naturaleza. Pues
bien: tú que vences la naturaleza de las fletas ¿por qué traicionas en ti el
bello don de la voluntad y de tu ¿propia naturaleza? Si yo te ordenara
volver manso a otro hombre, no parecería que te mandaba hacer algo
imposible. Podrías sin embargo argüirme que no eres dueno de la voluntad
ajena y que nada de eso está en tu mano. Pero en nuestro caso, la bestia
está en tu mano y sujeta a tu arbitrio.
?Qué defensa te queda, pues, si no dominas tu natural? ¿Qué clase de excusas
podrás presentar cuando al león y sin embargo no te preocupas? Mientras que
al león le das lo que está por encima de su natural, no guardas para ti lo
que te dio la naturaleza; sino que, al mimo tiempo en que te esfuerzas por
elevar las fieras hasta nuestra dignidad humana, tú te derribas del solio de
tu reino y arrojas a la ferocidad de las fieras. Piensa, si te parece que la
ira es una fiera y pon contra ti mismo tanto cuidado como los otros ponen en
domar los leones y vuelve por este camino tu ánimo manso y sereno. Porque
este tiene también dientes crueles y garras, y si no lo domesticas, todo lo
arruinará. No pueden en tan gran manera despedazar las entranas ni la víbora
ni del león, como lo puede la ira que continuamente destroza con unas
aceradas.
Ni sólo dana al cuerpo, sino que además arruina la salud del alma,
disminuyéndole sus fuerzas, haciéndola pedazos, descuartizándola,
inutilizándola para todo. Si quien lleva gusanos en sus entranas, no puede
ni aun respirar, por tener su interior totalmente corrompido, ¿cómo podremos
nosotros, llevando en nuestro interior semejante serpiente ¿la ira digo?,
que roe las entranas, llevar a cabo algo que requiera generosidad? Mas ¿cómo
podremos librarnos de peste semejante? Si ingerimos tal bebida y pócima que
sea capaz de matar esos gusanos que en el seno llevamos y acabar con esas
serpientes.
Preguntarás ¿cuál es esa bebida que tan grande virtud posee? La Sangre
preciosa de Cristo, si con fe la recibimos. Ella puede curar todas las
enfermedades. Júntale además la atenta lectura de las Escrituras Sagradas.
Pon también la limosna, pues por tales medios todas las enfermedades que al
alma debilitan pueden extinguirse. Sólo así podremos vivir los que ahora no
estamos en mejores condiciones que los muertos: puesto que vivas aquellas
enfermedades, necesariamente nosotros pereceremos. Si no les damos muerte,
ellas nos la causarán. Más aún; se vengarán de nosotros aun antes de que
muramos. Porque cada una de esas enfermedades es un tirano cruel,
insaciable, ni se cansa de roernos diariamente: !dientes de león son sus
dientes y aun mucho más crueles! Porque el león en cuanto se sacia, abandona
el cadáver; mientras que las enfermedades del alma nunca se sacian, nunca
hasta convertir al hombre de quien se han apoderado en semejanza muy
parecida al demonio. Tan grande es su fuerza, que exigen de aquellos a
quienes cautivan una servidumbre como la que Pablo tuvo para con Cristo; de
manera que por él despreciaba aun la gehenna y el reino.
Ya sea que uno quede cautivo de su cuerpo o de las riquezas o del amor a la
gloria, se burlará del infierno, despreciará el reino, con tal de poseer el
objeto que ama. Creamos a Pablo cuando dice que tal era su amor a Cristo. Si
se encuentran en realidad hombres así sujetos a la servidumbre de sus
afecciones ¿por qué lo de Pablo nos ha de parecer increíble? Nuestro amor a
Cristo es débil, porque todas nuestras energías se consumen en el apego a
los vicios, y robamos y nos damos a la avaricia y somos esclavos de la
vanagloria, cosa tan vil que no hay otra más vil. Aun cuando seas en gran
manera esclarecido, en nada serás mejor que el más abatido: más aún, por eso
mismo le serás inferior. ¿Cómo no ha de ser claro que se vuelve contra ti tu
pasión cuando aquellos mismos que andan procurando darte gloria y brillo,
son los que se burlan más de ti al ver que andas anhelando la gloria? Hagan
lo que hagan en realidad son ellos tus acusadores.
Del mismo modo que quien alabara a otro o lo adulara por que es adúltero,
más bien sería su acusador que no encomiador, así al vanaglorioso, cuando
todos lo alabamos nos convertimos, más que en alabadores en acusadores.
Entonces ¿por qué andas a caza de lo que te ha de producir efecto contrario?
Si anhelas la gloria, desprecia la gloria, y serás el más glorificado de
todos. ¿Para qué quieres sufrir lo que a Nabuconodosor le aconteció? Levantó
¿sin una estatua de madera 44 y de insensibles materiales, pensando con eso
adquirir fama; y anhelaba él, siendo un ser viviente, aparecer más ilustre
mediante una estatua muerta. ¿Observas la extrana y enorme locura? Pensando
alcanzar honores, más bien engendra para sí injurias. Al aparecer confiando
en aquel objeto muerto más que en sí mismo y en su alma que vive; y
elevando, con ese fin, a tan grandes honores aquel maderamen ¿cómo no va a
ser digno de risa, puesto que busca ser honrado no por sus costumbres, sino
por sus maderos? Es como si alguno quisiera ser honrado más bien por el
pavimento que tiene en su casa o por la belleza de las columnas, que por su
dignidad de hombre. Y sin embargo, en la actualidad muchos hay que lo
imitan. Así como Nabucodonosor quería ser admirado por la estatua, así éstos
por sus vestidos, por sus edificios, por sus tiros de mulas, por sus
carrozas o por las columnas que su casa sustentan. Habiendo perdido su
dignidad de hombres, andan buscando por todas partes cómo alcanzar una
gloria en extremo ridícula.
No la buscaron ahí las almas generosas ni los grandes siervos de Dios; sino
que brillaron por lo que convenía que brillaran. Por aquel otro camino
aparecieron los cautivos, los siervos, los jóvenes, los peregrinos y los
destituidos de todas las cosas mucho más esclarecidos que los que de todas
las cosas se hallaban rodeados. A Nabucodonosor ni la gigante estatua, ni
los sátrapas y capitanes, ni el incontable ejército, ni la abundancia de
oro, ni pompa alguna le parecieron suficientes, según era su ambición, para
aparecer grande; mientras que a aquellos a quienes todo faltaba, les fue
suficiente su sola voluntad; y ésta a los necesitados de todo, los volvía
más ilustres que aquel que estaba sentado en su trono y adornado con la
diadema real y vestido de púrpura y de tantos servidores circundado, cuanto
es más espléndido el sol que cualquier margarita. Porque ahí, ante el orbe
todo, fueron llevados los jóvenes cautivos y hechos esclavos; y ante ellos
chispeaban de fuego los ojos del rey, estando presentes los capitanes, los
toparcas, los príncipes y todo el diabólico conjunto, mientras subía al
cielo y resonaba en sus oídos el toque de las cornetas y el sonido de las
flautas y de todo género de instrumentos músicos. El horno se encendía, la
llama con su inmensa altura llegaba hasta las nubes y el miedo y el terror
todo lo llenaban.
Pero a los jóvenes aquellos nada de eso los aterrorizó, sino que se burlaron
de los presentes como se hace con los ninos que juegan; y demostraron su
mansedumbre y virtud. Y lanzando una voz más penetrante que todas las
trompetas, decían: !Sábelo, oh rey! 45. Porque no intentaban deshonrar con
sus palabras al tirano, sino únicamente hacerle manifiesta la piedad de
ellos. Por eso no se alargaron en palabras, sino que breve mente le
declararon todo: Hay, le dijeron, un Dios en el cielo que puede salvarnos.
Como si dijeran: ¿con qué objeto nos presentas semejante multitud y ese
horno y esas agudas espadas y esos temibles soldados? Más grande y poderoso
que ellos es el Senor. Y luego considerando que podría suceder que su muerte
por el fuego fuera voluntad de Dios, para no parecer, si tal sucediera, que
habían proferido una mentira, anadieron: Pero si así no sucede, sábete, oh
rey, que nosotros no damos culto a tus dioses. Si hubieran dicho: si no nos
libra será por nuestros pecados, quizá en ese caso, aun cuando no los
hubiera librado, los circunstantes no les habrían creído. Por lo cual en
aquel momento callan esa confesión; pero la dicen ya en el horno, en donde
abundantemente hacen memoria de sus pecados.
En presencia del rey nada de eso dicen, sino solamente que, aun cuando hayan
de ser quemados en el horno, no traicionarán su religión. Ni lo hacían
buscando paga o retribución, sino movidos de pura caridad, a pesar de
encontrarse cautivos y en servidumbre y sin poder disfrutar de bien alguno.
Habían ya perdido su patria, su libertad y todos sus bienes. Ni me alegues
los honores recibidos en el palacio real; pues siendo ellos justos y santos,
en absoluto miles de veces habrían preferido pedir limosna en su patria y
disfrutar de los bienes del templo de Jerusalén. Porque dice el salmista:
Elegí estar humillado a las puertas de !a casa de mi Dios, a morar en las
tiendas de los pecadores 46. Y ahí mismo: Más que mil vale un día en tus
atrios. Muy mucho habrían preferido encontrarse humillados ante aquellas
puertas del templo, a reinar en Babilonia.
Y esto se manifiesta por lo que dicen ya en el horno; o sea que les molesta
habitar en Babilonia. Pues aun cuando acá disfrutaban de amplios honores,
las otras calamidades les causaban inmenso dolor cuando las veían: cosa muy
propia d santos es no anteponer a la salvación de los prójimos ni otra cosa
alguna. Observa cómo en el horno ruegan por todo el pueblo. Nosotros en
cambio, ni cuando vivimos tranquilos nos acordamos de nuestros hermanos. Lo
mismo cuando examinaban los suenos nunca tenían como objetivo sus
comodidades propias, sino las ajenas. Y de muchas maneras declararon luego
que no temían la muerte. Constantemente estaban prestos para agradar a Dios.
Y como no se creían suficientes para eso, se acogieron a los patriarcas, al
mismo tiempo que afirman que ellos lo único que aportan ea un corazón
contrito.
Imitemos, pues, a estos jóvenes. Porque aun ahora se yergue la estatua de
oro, es decir la tiranía de las riquezas. No demos oídos a tímpanos, ni a
las flautas, ni a las citaras, ni al demás fausto de las riquezas, sino que,
aun cuando fuera necesario ir al horno de fuego, es decir, a la pobreza, lo
prefiramos pero no adoremos al ídolo. En mitad de ese horno encontraremos un
fresco rocío. En aquel caso, los que cayeron al horno resultaron más
esclarecidos, mientras que quienes adoraron la estatua perecieron. La
diferencia está e entonces todo aconteció al mismo tiempo. En nuestro caso,
en cambio, unas cosas suceden en este siglo, otras en el futuro y otras en
ambos. Los que por no adorar la estatua prefirieron la pobreza, brillarán
espléndidos allá arriba y también acá abajo. Los que acá injustamente se
enriquecieron a, allá sufrirán atroces suplicios. De este horno de la
pobreza, Lázaro salió no menos brillante que aquellos tres jóvenes. En
cambio el rico, que fue como los que adoraban la estatua, resultó condenado
a la gehenna. Porque lo dicho era imagen del futuro.
Así como los que cayeron al horno nada padecieron, mientras que quienes
estaban por fuera acabaron con muerte violenta, así sucederá en el siglo
futuro. Los santos que ahora atraviesan por el horno de fuego, nada
sufrirán, sino que ser��n felices; pero los que hayan adorado la estatua,
verán los torrentes de fuego que sobre ellos se lanzan, más crueles que
cualquier bestia feroz, y verán como son arrastrados al fondo de la gehenna.
Si hay alguno que no crea en la gehenna, observando este horno, por las
cosas presentes crea en las futuras; y no tema el horno de la pobreza, sino
más bien el horno del pecado. Porque el pecado es llama y dolor, mientras
que la pobreza es rocío y suave descanso. En aquel horno habita el demonio;
en este otro, los ángeles que apagan la llama.
Oigan esto los ricos que andan encendiendo la llama de la riqueza: llama que
a los pobres no danará, porque del cielo les vendrá el rocío.. Los ricos por
sus propias manos se entregan a las llamas que también con sus manos
encendieron. Y el ángel bajó a donde estaban los tres jóvenes. Pues bajemos
también nosotros con los que se encuentran en el horno de la pobreza y
mediante la limosna produzcamos ahí el rocío y apaguemos la llama, para que
así participemos de sus coronas; y también para que por este medio la voz de
Cristo aparte la llama eterna, pues dijo: Me visteis hambriento y me
alimentasteis 47. En aquel día esta voz de Cristo será para nosotros como
rocío que refresque y aun apague las llamas.
Bajemos, pues, al horno de la pobreza con el rocío de la limosna y
observemos a bis virtuosos varones que dentro de él caminan y van como sobre
carbones. Admiremos cosa tan nueva y estupenda como es ver a un hombre que
entre las llamas entona salmos, a un hombre que entre el fuego eleva sus
acciones de gracias, a un hombre que aherrojado por la pobreza y su
estrechura, sin embargo todo lo agradece a Cristo. Porque iguales a esos
jóvenes son los que llevan la pobreza dando gracias a Dios. La mendicidad es
más terrible que el fuego y suele quemar con mayor fuerza. Pero la llama no
quemó a aquellos jóvenes, sino que por haber dado gracias a Dios, les
deshizo al punto las ataduras.
Pues lo mismo sucederá acá: si tú, caído en pobreza, das gracias a Dios,
caerían tus ataduras, se apagará la llama. Pero si no se extingue, se
verificará un milagro mayor aún: la llama se convertirá en fuente de frescas
aguas 48. Como sucedió entonces. Porque en mitad del horno aquellos jóvenes
gozaban de fresco rocío. El rocío no apagó la llama, pero impidió que se
quemaran los que en el horno habían sido arrojados. Y lo mismo puede verse
en los varones dotados de virtud. Puestos en la pobreza, han experimentado
necesidades graves más que tos ricos pues, no permanezcamos sentados junto
al horno, sin compadecernos para nada de los pobres, para que no nos su ceda
lo mismo que a quienes entonces estaban fuera del horno. Si bajas al horno
con los pobres, en nada te danará el fuego; pero si sentado tú allá arriba
desprecias a los que andan entre las llamas de la pobreza, las llamas te
consumirán.
Baja, pues, al fuego para que el fuego no te queme; no te sientes fuera del
fuego, para que no te inflame su llama. Si ésta te ve entre los pobres, se
apartará de ti; pero si te ve apartado de ellos, al punto se echará sobre ti
y te quemará. No te apartes de los encerrados en el horno de la pobreza;
sino que, al tiempo en que el demonio imparta sus órdenes para que quienes
no adoran la estatua de oro sean arrojados al horno de la pobreza, no seas
tú de los que arrojan sino de los arrojados, y así seas también de los que
se salvan y no de los que se queman. Verdaderamente que es abundante rocío
el solo no estar enredado en la codicia de riquezas sino vivir con los
pobres. Opulentísimos son los que han conculcado, el apetito de riquezas.
Advierte que los que entonces despreciaron al rey, resultaron más
esclarecidos que el mismo rey. Si tú desprecias las cosas de este mundo,
serás más esclarecido que todo el mundo, como lo fueron aquellos santos de
los cuáles no era digno el mundo 49. Para hacerte digno de las cosas
celestiales desprecia las presentes. Serás así más preclaro en la tierra y
gozarás luego de los bienes futuros, por gracia y benignidad de nuestro
Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los
siglos. Amén 50
HOMILIA V
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Senor había anunciado por
el profeta que dice: He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo y le
pondrán por nombre Emmanuel (Mt 1, 22 y ss.).
OIGO QUE muchos dicen: mientras estamos presentes al sermón y disfrutamos,
de la explicación de la palabra divina, nos sentimos mejores; pero una vez
que salimos de la iglesia, nos cambiamos en otros y se apaga el fuego del
fervor. ¿Qué hacer para que esto no suceda? Hay que examinar la raíz de
donde procede. ¿Cuál es causa de semejante cambio? El que frecuentemos
sitios que no conviene y nos mezclemos con hombres perversos. Lo conveniente
sería que al salir del sermón no nos mezcláramos en negocios ajenos a lo que
se ha predicado; sino que al punto nos dirigiéramos al hogar y tomáramos el
libro de los Evangelios y llamáramos a la mujer y a los hijos y hacerlos
participantes de la doctrina explicada, y hasta después atender a las
necesidades de la vida.
Si tu no quieres ir directamente desde el bano al foro para no perder con
los negocio del foro el descanso y satisfacción logrados con el bano, mucho
menos conviene que lo hagas en cuanto sales de la predicación. Procedemos de
modo contrario y con esto perdernos todo el fruto. El tumulto de las cosas
exteriores, echándose encima, arranca todo el fruto de la predicación, aún
no bien arraigado en nosotros. Para que esto no suceda, nada tengo por más
importante que, una vez salidos de la predicación, se haga el dicho repaso
Sena el colmo de la desidia gastar cinco o seis días íntegros en los
negocios seculares y en cambio no gastar ni siquiera un día, más aún, ni
siquiera una mínima parte del día en hacer el repaso. ¿No habéis visto a
vuestros ninos cómo durante todo el día continuamente no hacen sino
reflexionar sobre las ensenanzas que se les han impartido? Pues procedamos
del mismo modo. Si no, nada nos quedará de estas reuniones, pues habremos
estado llenando un barril sin fondo; y no ponemos en conservar la doctrina
en la memoria ni siquiera tanta solicitud como para guardar el oro y la
plata.
Si alguno recibe unos cuantos denarios, va y los encierra en la caja y los
asegura con el sello; mientras que nosotros, tras de recibir las divinas
palabras, que son de más valor que el oro y las piedras preciosas, los
tesoros del Espíritu Santo, no los guardamos en el alma con las debidas
defensas, sino que con negligencia dejamos que en absoluto desaparezcan de
nuestra mente Quien se compadecerá de si nosotros mismos nos ponemos
asechanzas? ¿si voluntariamente nos arrojamos a tan tremenda pobreza? Para
que esto no suceda impongámonos una firmísima ley para nosotros y para
nuestras esposas e hijos. La de consagrar este día de la semana tanto para
escuchar como para luego repasar lo que se nos ha predicado. Así acudiremos
con mayor docilidad al sermón y nos será más leve el trabajo y la ganancia
será mayor; pues teniendo aún en la memoria lo que se os ha dicho, oiréis
mejor lo que luego se os dirá. Porque no poco ayuda para entender lo que se
va diciendo, el mantener cuidadosamente en la memoria la serie de las
explicaciones. No pudiendo nosotros explicarlo todo en solo un día si
vosotros retenéis en la memoria, como con una cadena, la serie de las cosas
que cada día se os dicen, procurad hacerlo de manera que aparezca claro el
cuerpo todo de doctrina de la Sagradas Escrituras De manera que, habiendo
traído vosotros al recuerdo lo que ayer se os dijo, vamos nosotros ahora a
entrar en lo que habemos de explicaros.
Y que es lo que hoy habemos de proponeros? Todo esto sucedió para que se
cumpliese lo que se cumpliese lo que el Senor había anunciado por el profeta
que dice. Con voz digna de la alteza del milagro clamó el evangelista con
todas sus fuerzas y dijo: Todo esto sucedió. Porque vio el abismo inmenso y
piélago de la divina benignidad, y que aconteció lo que jamás pudo
esperarse; o sea que se relajaran las leyes de la naturaleza y se obrara la
reconciliación; y que todo lo que era altísimo descendiera a lo profundísimo
y que se deshiciera el muro intermedio; y se quitaran todos los
impedimentos; y se obraran muchas maravillas; !todo este tan estupendo
milagro lo declaró con esta sentencia: Todo esto sucedió pata que se
cumpliera lo que el Senor había dicho. Como si dijera no vayas a pensar que
se trata de un decreto reciente: todo había sido de antemano prefigurado.
Esto mismo procuró Pablo demostrar en sus escritos. El evangelista remite a
José a Isaías, a fin de que, aun después que hubiera despertado del sueno,
si olvidara sus palabras como dichas muy recientemente a lo menos se
acordara de las palabras de los profetas, que él continuamente revolvía en
su meditación y así mantuviera en su memoria lo que se le acababa de decir.
Nada dijo a la esposa el ángel, porque ella como jovencita no sabía aún de
esas cosas En cambio al esposo, como varón justo que era y que meditaba
continuamente en los profetas le declara todo lo dicho. Antes le había
dicho: a María tu esposa. Pero ahora que ha citado al profeta, finalmente le
revela esa palabra: virgen. Cierto que si José no hubiera de antemano oído
al profeta, ahora, oyendo las palabras y apelativo de virgen aplicado a su
esposa no habría quedado igualmente tranquilo En cambio, del profeta, al que
continuamente meditaba, no iba a escuchar nada extrano, sino algo que le era
muy familiar ya desde antes. Tal fue la, razón de que el ángel, para hacerle
creíble lo que le decía, le trajo el testimonio de Isaías. Y no se detuvo
ahí sino, que alzó la mente de José hasta Dios, que fue propiamente quien
tal cosa predijo. Porque no dijo el evangelista que aquellas fueran palabras
del profeta, sino palabras proferidas por el Senor común de todos. Y por eso
no dijo: Para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías, sino: lo que
fue dicho por el Senor. La boca que hablaba era de Isaías, pero el oráculo
que pronuncio venía de los cielos.
?Y qué decía el oráculo? He aquí que la Virgen concebirá y parirá un hijo y
le pondrán por nombre Emmanuel Preguntarás: entonces ¿por qué no se le llama
Emmanuel, sino Jesucristo? Pues porque el ángel no dijo lo llamarás, sino lo
llamarán. Es decir, los pueblos lo llamarán y los sucesos lo confirmarán.
Aquí es el resultado el que impone el nombre. Y es costumbre de la Escritura
poner el nombre según los resultados. Lo de: le pondrán por nombre Emmanuel
no significa otra cosa sino que verán a Dios con los hombres. Siempre estuvo
con los hombres, pero nunca tan manifiestamente como ahora. Y si acaso los
judíos en su impudencia insisten en la dificultad, les preguntaremos: ¿Cuándo fue un nino llamado pronto en saquear, rápido en robar 51? Nada
podrán responder. Entonces ¿por qué el profeta dice: Llámalo pronto a
saquear rápido a robar? Lo llama así porque apenas nacido el nino, aconteció
la toma y robo de Asiria. Por eso, lo que sucedió al nacer él se le puso
como nombre. También dice Isaías: Y la ciudad se llamará ciudad de justicia,
ciudad fiel 52. Ahora bien, en parte alguna encontramos que la ciudad de
Jerusalén fuera llamada Justicia, sino que perpetuamente mantuvo su nombre
de Jerusalén. Cambiada en sus procederes le aconteció vivir en justicia y
por esto el profeta dijo que así se llamaría. Donde acontece que se lleve a
cabo alguna esclarecida hazana, tal que indique, mejor que el nombre propio,
cuál fue el autor o quién sacó el provecho, la Escritura le da a este como
nombre la realidad de la cosa.
Y si los judíos, refutados en esto, ponen otra objeción, es a saber sobre la
virginidad, y nos oponen otros intérpretes que traducen no virgen, sino nina
o joven, les responderemos desde luego que los LXX merecen mayor fe que esos
otros. Porque los intérpretes posteriores interpretaron la Escritura después
de la venida de Cristo y sin embargo permanecieron judíos. Esto los hace
sospechosos pues quizá así interpretaron esa palabra por odio y enemistad
con los cristianos; de manera que de industria tradujeron la Escritura de un
modo oscuro. En cambio, los LXX que pusieron manos a la obra tantos en
número y cien más anos antes de Cristo, están libres de semejante sospecha y
así por el tiempo en que vivieron, como por su número y concorde parecer,
son más de fiar.
Mas, aunque nos opongan los intérpretes posteriores, todavía la victoria es
nuestra. Porque con el nombre de nina o joven suele la Escritura designar a
las vírgenes doncellas. Y esto no únicamente refiriéndose a mujeres, sino
también a varones. Así dice: Los mancebos y las doncellas, los viejos y los
jóvenes 53. Y hablando de la joven cuya pureza fuera acometida, dice: Si la
joven levanta la voz 54, es decir la virgen. Lo que se confirma con lo ya
dicho; Porque no dijo Isaías simplemente: La virgen concebirá; sino que
habiendo dicho antes. El Senor os dará El mismo una senal, anadió: He aquí
que la Virgen concebirá Pero si no había de ser virgen la que iba a parir,
sino que eso había de suceder según la ley natural del matrimonio ¿qué clase
de senal sería ésa? Puesto que un portento es algo que tiene que superar el
orden común de las cosas y ser algo inesperado e insólito. De otro modo ¿cómo podría servir de senal?
Y José al despertar de su sueno hizo como el ángel del Senor le había
mandado. ¿Adviertes la disposición de su ánimo para obedecer? ¿Adviertes su
ánimo vigilante no impedido por alguna acepción de personas? Ni cuando
andaba en las tristes y penosas sospechas quiso retener consigo a la Virgen,
ni una vez que se removieron las sospechas quiso abandonarla. Aceptó el
quedar constituido ministro de todo el nuevo modo de proceder. Dice el
evangelista: Y recibió .a María su esposa. ¿Observas con qué frecuencia
repite el nombre de esposa, al mismo tiempo que va alejando toda sospecha?
Es que no quiere revelar aún el misterio. Y una vez que la recibió: no la
conoció ha que dio a luz a su hijo primogénito. Puso el evangelista ese
hasta no para que sospeches que más tarde la conoció José, sino sólo para
que sepas que hasta el parto mismo fue virgen intacta.
Entonces ¿por qué dice: hasta que dio a luz? Con frecuencia se advierte en
la Escritura este modo de hablar, de manera que no usa esa palabra para
significar un tiempo definido. Y así, hablando del arca, dice: Ni regresó el
cuervo hasta que se secó la tierra 55. Y tratando de Dios, dice: De un siglo
hasta otro, tú eres 56, sin que por eso ponga término alguno. Y también
profetizando dice: En sus días florecerá la justicia y la abundancia de paz
hasta que se destruya la luna 57, pero no por esto pone término a la
existencia de ese astro. Pues del mismo modo en este lugar puso hasta, para
asegurar lo que al parto había precedido, dejando a tu consideración el
tiempo siguiente. Dijo lo que tenía que decirte o sea que la Virgen hasta el
parto permaneció intacta. En cambio, lo que de su afirmación se seguía como
consecuencia, y además era bien claro, lo dejó a tu buen entender. Por
cierto que aquel varón justo jamás se habría atrevido a tocar a aquella
Virgen que tan maravillosamente haba sido hecha Madre y había merecido tan
nuevo y desacostumbrado embarazo.
Si la hubiera conocido y tomado y usado como mujer ¿cómo Jesús la hubiera
encomendado al discípulo, como si ella no tuviera esposo ordenándole que la
tornara como a su madre?
Dirás que entonces ¿cómo es que Santiago y otros son llama dos hermanos de
Jesús? ¿Cómo se explica que María fuera tenida romo esposa de José? Fue
porque muchos velos se interpusieron para ocultar el modo de este parto. Por
eso Juan los llama así con estas palabras: Porque ni si hermanos creían en
él 58. Y sin embargo, los que primero no creían fueron después admirables y
preclaros creyentes. Así cuando Pablo, para esclarecer su doctrina subió a
Jerusalén buscó al punto a Santiago, tan admirable que fue el primer obispo
de aquella ciudad. Y cuentan de él que llevó tan áspero género de vida que
parecían muertos todos sus miembros; y que por la continuidad de su oración
y que frecuentemente se prosternaba en el pavimento, su frente se había
endurecido en tal grado que casi había contraído la rudeza de la piel en las
rodillas del camello: tanta era la frecuencia con que la aplicaba al
pavimento 59.
El mismo Santiago, hablando con Pablo, quien por segunda vez había subido a
Jerusalén, al darle la buena noticia, le dice: ¿Ves hermano cuantos miles se
han juntado? 60. Tan grande era su prudencia, tanto su celo; o mejor dicho,
tan grande era la virtud de Cristo. Pues mientras vivió así lo vituperaban;
tras de su muerte lo admiraron tanto que con gran presteza ofrecieron por él
su vida: cosas todas que demuestran más que nada la fuerza de la
resurrección, Y se reservaron para ese tiempo final las demostraciones más
claras, a fin de que sirvieran de prueba sobre la que ninguna duda pudiera
caber. Si tras de la muerte nos olvidamos de quienes en vida parecían
admirables ¿cómo pudo suceder que quienes de Cristo vivo se burlaban, lo
creyeran luego Dios si en realidad hubiera sido sólo hombre? ¿Cómo habrían
querido morir por él, si no hubieran recibido la demostración clara mediante
la resurrección?
Mas no lo decimos únicamente para que lo oigáis sino para que imitéis esos
ejemplos de fortaleza, de confianza, para dar testimonio y ese ejercicio de
todas las virtudes; y para que nadie desespere de si mismo aun cuando antes
haya sido tardo y perezoso, ni ponga su esperanza sino en la santidad de sus
costumbres, después de la misericordia de Dios. Si a los aludidos nada les
valió ser de la parentela, familia y patria de Cristo, hasta que brillaron
por su virtud ¿de qué perdón seremos dignos si sólo mostramos a nuestros
parientes y hermanos santos y no vivimos en grande justicia y virtud?
Dejando entender esto decía el profeta: No rescata el hermano, rescata el
hombre 61, aun cuando ese hermano sea Moisés o Samuel o Jeremías. Oye lo que
dice Dios a éste: No me ruegues por este pueblo, por que no te oiré 62. Y no
te admires si no te escucho, pues ni aun cuando estuvieran presentes Moisés
o Samuel no les admitiría sus ruegos.
También Ezequiel, cuando suplicaba, oyó lo siguiente: Aun cuando se
presentaran Noé, Job y Daniel, no librarán a sus hijos e hijas 63. Aun
cuando ruegue Abraham por aquellos que pecan y no se arrepienten, Dios se
apartará y los abandonará de manera que no escuchará los ruegos que por
ellos se le hagan Aun cuando Samuel en persona, dice el Senor, lo hiciera,
le responderé: No llores más e favor de Saúl 64 Y si alguno en esas
circunstancias suplicare por su propia hermana, oirá lo que a Moisés le fue
respondido: Si ella hubiera escupido el rostro de su padre 65. No anhelemos
esperanzados el ajeno patrocinio. Muchísimo pueden las oraciones de los
santos, con tal de que nosotros hagamos penitencia y nos arrepintamos.
Moisés, que había liberado de la ira inminente de Dios a seiscientos mil
hombres, no pudo librar a su hermana, y eso que el pecado de ésta no era tan
grave como el de aquéllos. Porque ésta había injuriado solamente a Moisés,
mientras .que aquéllos habían cometido un crimen de impiedad para con Dios.
Dejo a vuestra consideración esta última cuestión y voy a procurar resolver
otra más grave. ¿Para qué referimos a la hermana de Moisés cuando Moisés
mismo, jefe de tan gran pueblo, no pudo alcanzar lo que para sí mismo pedía;
sino que después de tantos y tan extremados sufrimientos y angustias, tras
de ir al frente del pueblo durante cuarenta anos, finalmente se le negó el
ingreso a la tierra prometida? ¿Por qué motivo? Porque semejante favor no
habría acarreado utilidad alguna al pueblo judío, sino por el contrario,
gravísimo dano y hubieran tropezado en eso muchos de los judíos. Si apenas
liberados de Egipto por Moisés, abandonaron a Dios y en todo y para todo
buscaban a Moisés y todo a él lo referían, cuando hubieran visto que él los
introducía a la tierra de promisión ¿a qué extremos de impiedad no se
habrían lanzado? Y fue esta una de las razones por las que su sepulcro quedó
desconocido y oculto.
Samuel no puede librar de la ira divina: él que con frecuencia salvó a los
israelitas. No pudo Jeremías salvar a los judíos, mientras que a otro
extrano lo salvó con su profecía. Daniel salvó a los bárbaros que eran
degollados, pero no pudo librar a los judíos de caer en la cautividad. Y en
los evangelios encontramos que sucede lo mismo no en favor de otros, sino de
los mismos que oran; y vemos que unas veces alguno logra para sí la salud y
que luego al revés la pierde. Así el que debía los diez mil talentos,
suplicando se libró del peligro; pero a renglón seguido ya no pudo lograrlo.
Otro al revés, habiéndose perdido a sí mismo, luego pudo ayudarse
grandemente. ¿Quién fue éste? El que había dilapidado los bienes paternos.
De manera que en conclusión, si somos perezosos y desidiosos, no podremos
librarnos ni aun por las oraciones de: otros; y si nos mantenemos
vigilantes, podremos por nosotros mismos librar nos. Pero más por nuestras
obras que por las ajenas. Prefiere Dios concedernos su gracia a nosotros
personalmente que no por medio de otro que ruegue por nosotros; de manera
que procurando nosotros aplacar su ira, procedamos confiadamente y nos
enmendemos. Así fue como se compadeció de la cananea; así concedió el perdón
a la meretriz; así acogió al ladrón, sin que nadie hiciera de abogado o
intermediario,
Pero no voy diciendo esto para que no roguemos a los santos, sino para que
no seamos negligentes, ni entregados a la desidia y al sueno, dejemos
nuestra salvación a cargo de otros y de ellos solos. Porque Jesús, habiendo
dicho: Haceos amigos no se detuvo aquí, sino que anadió: con las riquezas
injustas 66, de manera que en realidad sea obra tuya. En este pasaje hablaba
de la limosna; y, cosa admirable, no pide más de nosotros, con tal de que
nos apartemos de la iniquidad. Es como si dijera: ¿Injustamente has
adquirido?Pues ahora gástalo en buenas obras. ¿Injustamente amontonaste?
Repártelo justamente. Pero ¿qué virtud es hacer limosna de bienes así
adquiridos? !Bien dices! Sin embargo, Dios, por ser benigno, hasta a eso se
abate; y si lo hacemos nos promete bienes abundantes. Pero nosotros hemos
llegado a tal punto de pereza que ni de los bienes injustamente adquiridos
hacemos limosna; sino que aumentándolos con infinitas rapinas, nos parece
que si damos aun cuando sólo sea una pequenísima parte, todo lo hemos
perdido.
?No has oído a Pablo, que dice: Quien poco siembra poco cosecha 67? Entonces
¿por qué siembras poco? ¿acaso es eso un gasto, es un despilfarro? Por el
contrario, es una ganancia, es todo un negocio. Porque de donde se hace la
siembra de ahí se levanta la cosecha. Donde se arroja la simiente ahí es en
donde ella se multiplica. Si poseyeras tú un campo grueso y fértil, capaz de
recibir abundante semilla, sin duda lo cultivarías y gastarías en él cuanto
tuvieras a la mano y aun pedirías prestado y juzgarías que en el caso la
parsimonia se convertiría en verdadero detrimento. Y en cambio, cuando se
trata del cultivo de ese otro campo que es el cielo, no sujeto a
inmutaciones de la atmósfera, sino que te devolverá la semilla con réditos
inmensos, te tornas perezoso, lo rehuyes y no piensas en que quien es parco
en las obras resulta perdidoso y quien es generoso en sembrar es quien sale
en gran manera ganancioso.
!Ea, pues! Reparte, para que no pierdas. No retengas para que así de verdad
retengas. Da para que así guardes. Gasta para que así lucres. Y si es
necesario guardar lo tuyo, no lo guardes tú, pues en absoluto lo perderás;
sino ponlo en las manos de Dios: !de ahí nadie lo arrebatará! No te pongas a
negociar tú, pues no sabes ganar; más bien pon a rédito la mayor parte de tu
fortuna con Aquel que sabrá pagarte con usura. Pon a rédito allá en donde no
hay envidia, acusación, asechanzas ni miedos. Pon a rédito con Aquel que de
nada necesita y sin embargo por ti se hace el necesitado; el que a todos
alimenta y él padece hambre para que nunca te acose el hambre; con el que se
hizo pobre para que tú fueras rico. Pon a rédito allá en donde no
encontrarás como ganancia la muerte, sino, en vez de la muerte, la vida.
Porque réditos hay que engendran el reino y réditos que engendran la
gehenna. Aquéllos llevan a la avaricia; éstos a la virtud. Aquéllos
demuestran crueldad; estos caridad. ¿Qué defensa tendremos si pudiendo ganar
mucho con seguridad y a tiempo oportuno, con gran libertad y lejos de
oprobios, temores y peligros, dejamos a un lado semejantes ganancias y vamos
tras de otras llenas de torpezas, falaces y vanas y pasajeras y que por
último acabe nos arrojen al fuego inmenso?
Porque en verdad nada hay más vergonzoso !nada! que la usura acá en el
tiempo: !nada más cruel! Quien así pone a rédito, anda negociando con la
desgracia ajena y se busca sus utilidades mediante la infelicidad de los
otros y exige que se le pague su benevolencia; y mientras teme aparecer
inmisericorde, bajo la apariencia de bondad y compasión, cava una más honda
hoya y más peligrosa. Al prestar auxilio, lo que hace es oprimir al pobre,
alargando la mano, hunde. Al parecer que acoge en el puerto, arroja al
naufragio, a los arrecifes, a los ocultos escollos. Pero dirás: ¿qué lo que
intentas? ¿que yo dé el dinero que para utilidad mía he apanado y que otro
lo disfrute y yo ningún provecho saque? De ninguna manera: !no digo eso! Más
aún: mi anhelo es que de tu dinero recibas una no pequena ganancia, pero que
no sea escasa sino inmensamente mayor. Quiero que tu ganancia no sea oro,
sino cielo. ¿Por qué te revuelcas en la tierra y te vuelves pobre y exiges
en vez de riquezas inmensas una mínima ganancia? Eso es ignorar cuáles sean
las verdaderas riquezas.
Cuando Dios, a cambio de esos tus escasos dineros, te promete los bienes
celestiales, tu le respondes: no me des el cielo, sino en vez del cielo un
poco de oro perecedero. Pero advierte que esto es vivir en pobreza. Quien
anhela las verdaderas riquezas, elige las que son estables en vez de las que
son pasajeras, las muchas en vez de las pocas, las incorruptibles en vez de
las corruptibles; y entonces también le sobrevienen las terrenas. Quien
busca la tierra antes que el cielo, perderá también las riquezas de la
tierra Pero quien prefiera el cielo a la tierra, gozará de ambos
abundantísimamente.
Para que esto obtengamos, despreciemos todo lo presente y escojamos los
bienes futuros. Así gozaremos de unos y de otros, por gracia y bendición de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el imperio, por los siglos
de los siglos. Amén.
HOMILIA VI
Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron
del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los
judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y
venimos a adorarlo (Mt 1, 1-2).
GRANDE vigilancia necesitamos y muchas oraciones para poder explanar e1
presente pasaje de la Sagrada Escritura y llegar a saber quiénes son estos
magos, de dónde, cómo y persuadiéndolos quién han venido y qué clase de
estrella fue la que los movió. Más aún, si os parece comencemos por lo que
afirman los enemigos de la verdad. Hasta tal punto el demonio los inspira,
que les ha puesto la tentación de sacar de este pasaje un argumento contra
la verdad. ¿Qué es lo que dicen? Que en naciendo Cristo apareció la
estrella, lo que demuestra que la astrología es verdadera ciencia.
Pero ¿cómo es que si nació bajo las leyes de la astrología echó abajo la
astrología, acabó con la ciencia del hado, cerró las bocas de los demonios,
disipó el error y apartó toda esa clase de manipulaciones? ¿Cómo se explica
que por esa estrella sepan los magos que Cristo es el rey de los judíos,
siendo así que Jesús dijo a Pilato que su reino no era mundano? Mi reino no
es de este mundo 68. Y a la verdad no demostró nada de los reinos de éste
mundo: no se rodeé de alabarderos, ni de gente armada de escudos, ni de
caballería, ni de tiros de mulas, ni de otra cosa alguna de ésas ; sino que
llevó una vida sencilla y pobre, acompanado de doce hombres, y éstos de los
más despreciados.
Mas, aunque supieran que es rey ¿por qué van a buscarlo? No es que la
astrología estudie el que por las estrellas sean conocidos los que nacen,
sino que, como algunos dicen, ella se ocupa en declarar de antemano lo que a
los ninos acontecerá, según la hora y punto en que nacen. Pero los magos ni
estuvieron presentes cuando la Madre daba a luz al Nino, ni sabían cuándo
nacería, ni tomando .pie de eso predijeron por el movimiento de las
estrellas su suerte futura; sino que, por el contrario, como hubieran visto
ya tiempo antes la estrella brillar en su región, fueron a ver al Nino. Y,
otra cosa que presenta aún mayores dificultades para los astrólogos que lo
que precede, ¿qué fue lo que movió a los magos? ¿En qué esperanza apoyados
llegan de tierras tan distantes para visitar al rey?
Aun cuando hubiera luego de reinar sobre ellos, ni aun así había una razón
suficiente. Si hubiera él nacido en un palacio, estando presente el rey su
padre, con razón diría alguno que ellos, para dar gusto al padre adoraron al
Nino, ganándose así la benevolencia regia, mediante ese acto de veneración.
Pero, sabiendo ellos que no seria su rey, sino de gente extrana y muy
apartada de sus tierras y que ni siquiera había llegado a la mayoría de edad
¿por qué emprenden tan larga peregrinación? ¿por qué le llevan dones? Y más
cuando todo eso tenían que hacerlo exponiéndose a grave peligro. Porque
apenas lo supo Herodes y se turbó y todo el pueblo se conturbó cuando lo
supo de boca de los magos.
Dirás que los magos no adivinaban lo que sucedería. Esto no parece
razonable. Porque aun cuando hubieran sido los más necios de los hombres, no
podían ignorar que llegándose a una ciudad sujeta a otro rey y con
semejantes nuevas; y tratando de un rey distinto de aquel que entonces
reinaba, evidentemente se expondrían a infinitos peligros. Además: ¿por qué
adoraron a un Nino envuelto en panales? Porque si a lo menos el Nino hubiera
llegado ya a la mayor edad, podría decirse que los magos con la esperanza de
que luego los auxiliara, se habían expuesto al manifiesto peligro; cosa qué
por otra parte no habría dejado de ser propia de una extrema locura; que un
persa, un bárbaro que nada de común tenía con la gente de los judíos,
quisiera salir de su país y abandonar su patria, sus parientes y su casa
para ir a sujetarse a otro reino.
Y si esto era locura, mayor locura fue lo que luego se siguió. ¿Qué fue lo
que siguió? Que tras de haber recorrido tan vastos caminos y haber hecho su
adoración, al punto se regresaron, tras de haber levantado tan grande
tumulto. Y ¿qué insignias regias vieron? Un tugurio, un pesebre un nino en
la cuna, una madre pobre. ¿A quién pues y por qué motivo llevaron sus dones?
¿Existía acaso alguna ley, había alguna costumbre de que a todo rey que
naciera se le llevaran presentes? ¿Rondaban acaso por todo el orbe de la
tierra para adorar antes de que subieran al trono a cuantos supieran que de
humildes y viles llegarían a reyes? Nadie se atrevería a decirlo. Entonces ¿por qué lo adoraron? Si fue por lo que ahí vieron
¿qué ventaja podían
esperar que recibirían de un nino y de una pobre madre? Si fue por esperanza
de lo futuro ¿cómo podían saber que un infante adorado en la cuna recordaría
después lo que hubieran hecho? Y si creían que más tarde se lo recordaría su
madre, por tal motivo, más que premio merecían castigo, pues ponían al nino
en manifiesto peligro.
En efecto: Herodes, turbado por los procederes de los magos, comenzó a
buscar al nino y a inquirir y a procurar darle muerte. Es un hecho universal
que en todas partes quien a un particular que es aún de tierna edad
abiertamente le predice que será rey, no hace otra cosa que entregarlo a la
muerte o a lo menos levantar contra él infinitas guerras. Observas toda la
cantidad de absurdos que de aquí se deriva en este negocio, si se examina a
la luz de las leyes ordinarias de la vida humana? Ni sólo es esto, sino que
muchas más cosas podrían decirse de las que brotarían dificultades mayores
que las que acabamos de exponer.
Mas para no ir concatenándolas, dificultades sobre dificultades y arrojaros
así a cien oscuridades !ea! apresurémonos a dar solución a las ya
propuestas; y tomemos comienzo por la estrella. Si llegamos a conocer de qué
calidad era y si era una de tantas o distinta de las otras, y si realmente
era estrella o sólo una apariencia, entonces fácilmente resolveremos las
demás cuestiones. ¿Cómo lo sabremos? Por la misma Escritura. Paréceme que
puede comprobarse no haber sido una estrella como las otras; más aún, ni
siquiera estrella, sino un espíritu invisible que aparecía como estrella,
desde luego por el camino que sigue. Porque no hay, no existe estrella
alguna que siga semejante camino. El sol, la luna y los demás astros todos,
vemos que van de oriente a occidente, mientras que esta estrella camina de
norte a sur, pues al sur queda Palestina si la consideras desde Persia.
En segundo lugar, lo mismo puede demostrarse por el tiempo. Porque no
aparece de noche, sino en pleno día y en los esplendores del sol, fuerza que
no tiene otra estrella alguna, ni aun la luna misma. Puesto que ésta, aun
superando a los de más astros, en cuanto aparece el brillo del sol, al punto
se esfuma y no se ve su luz. En cambio, la otra estrella superaba con la
fuerza de su brillo aun los rayos solares y sus rayos vencían a éstos. En
tercer lugar, se demuestra porque ella a veces emitía su luz y a veces no.
Pues mientras caminaban los magos hacia Palestina brilló; pero después que
llegaron a Jerusalén, se les ocultó. Y luego, tras de abandonar a Herodes,
una vez que lo hubieron puesto al tanto del motivo de su viaje, se les
apareció de nuevo, al continuar ellos su camino. Cosa es ésta que no dice
con el movimiento de una estrella, sino que un espíritu dotado de ciencia.
No teniendo este camino prefijado, marchaba a donde quería, se detenía
cuando se había de detener y todo lo disponía según las oportunidades, a la
manera de aquella columna de nube que mostraba a los judíos cuándo habían de
caminar y levantar el campamento y cuán do habían de parar y poner el
campamento.
En cuarto lugar, se demuestra claramente lo mismo por el modo de lucir. Pues
no estaba enclavada en lo alto de los cielos, ya que de ese modo no hubiera
podido dirigir a los magos, sino que andaba en las regiones inferiores y así
los guiaba en su sendero. Ya sabéis que una estrella no puede senalar un
sitio tan pequeno y determinado como el que ocupa una cabana, más aún cuando
ésta apenas puede contener el cuerpecito de un nino. De manera que desde las
enormes alturas, no podía un astro indicar al visitante un tan estrecho
lugar. Así podemos observarlo en la luz de la luna. A pesar de que tan
grande mente supera a todas las estrellas, sin embargo parece tan vecina de
todos los habitantes del orbe, diseminados en tan amplias latitudes.
Pregunto, pues: ¿cómo habría senalado un sitio tan estrecho y pequeno como
el de una choza y de un pesebre, una estrella, si no fuera abatiéndose desde
las alturas hasta las regiones inferiores y deteniéndose sobre la cabeza
misma del infante? Que es lo que el evangelista indica cuando dice: He aquí
que la estrella los precedía hasta que llegada encima del lugar en don de
estaba el Nino, se detuvo. ¿Ves con cuán numerosos argumentos se demuestra
que semejante estrella no era una de tantas y que no mostró su luz al modo y
según las leyes de la errónea astrología?
Pero entonces ¿por qué motivo apareció? Para redargüir la necedad de los
judíos y quitarles, como a ingratos, toda ocasión de defensa. Pues venía
Jesús para abrogar todas aquellas antiguas instituciones y reducir al orden
al orbe entero y a un solo culto, y para ser adorado en todas partes, por
mar y tierra, ya desde sus principios abrió la puerta a los gentiles para
ensenar a los suyos mediante el ejemplo de los extranos. Como no prestaban
atención, a pesar de que oían hablar a los profetas de su venida, hizo que
unos bárbaros, llegados de tierras lejanas, les preguntaran por el rey
nacido entre ellos, y por vez primera supieran, por hombres de habla persa,
lo que no habían querido aprender de los profetas De manera que, si querían
rectamente proceder, tuvieran a la mano una magnifica ocasión para dar su
asentimiento; y si, por el contrario, lo recusaban, quedaran privados de
toda razonable excusa.
?Qué podrán alegar quienes no recibieron a Cristo, anunciado por tantos
profetas, cuando vean que los magos, por sólo haber contemplado una
estrella, lo recibieron y lo adoraron? Lo que hizo al enviar hacia los
ninivitas a Jonás; lo que hizo con la samaritana y con la cananea, eso mismo
lo obró por medio de los magos. Por eso decía: Se levantarán los ninivitas y
condenarán 69; y ahí mismo: Se levantará la reina del Mediodía y condenará a
esta generación. Porque los magos creyeron ante menores maravillas, y éstos
no creen ni ante otras mayores.
Preguntarás: ¿por qué condujo a los magos mediante la vista de la estrella?
Pues de que otro modo convenía? ¿les habría de enviar profetas? Los magos no
les habrían dado fe. ¿Les había de hablar desde las alturas? No habrían
hecho caso. ¿Les habría enviado un ángel? Quizá también lo habrían
despreciado. Deja, pues, a un lado todos esos otros medios Dios; y usando de
suma indulgencia, los llama por medios más ordinarios y les muestra una
estrella grande y distinta de las otras, con el objeto de excitar su
atención con la belleza y la magnitud del astro, y aun por la forma con que
se mueve.
Imitando este modo de proceder, Pablo tomó ocasión de un altar, para
dirigirse a los griegos y disputar con ellos, y les presentó el testimonio
de sus poetas; en cambio, a los judíos les hablaba recordándoles la
circuncisión; y a quienes vivían bajo la Ley los ensenaba tomando ocasión de
los sacrificios. Puesto que cada cual de mejor gana sigue sus modos
acostumbrados, así procede Dios, lo mismo que los varones por él enviados
para la salvación del mundo. No tengas, pues, por cosa indigna que Dios
llamara a los magos mediante una estrella. Si lo fuera, tú mismo rechazarás
las prescripciones judías, como son los sacrificios, las purificaciones, las
neomenias, el arca y aun el templo mismo: porque todas esas cosas trajeron
su origen de la rudeza de esas gentes. Dios, para salvación de los que
yerran permitió ser venerado con esas prácticas con que los gentiles
adoraban a los demonios, con sólo unos pequenos cambios. Todo con el objeto
de que luego, poco a poco, apartados de sus costumbres, fueran llevados a
más alta perfección.
Exactamente como procedió con los magos al llamarlos mediante el espectáculo
de una estrella, para luego conducirlos a más elevadas alturas. Una vez que
los hubo conducido como de la mano al pesebre, ya no les habló por la
estrella, sino por medio de un ángel con lo que los tomó mejores poco a
poco, lo mismo había hecho con los ascalonitas y con los de Gaza. Una vez
que aquellas cinco ciudades, con la llegada del arca, fueron heridas con una
plaga, como no encontraran medio alguno para los males que se les echaban
encima, llamaron a los magos; y reunidos todos, consultaron entre sí cómo
podrían apartar aquel azote, que de parte de Dios les había acontecido.
Los adivinos les dijeron ser necesario uncir al arca unas vacas que aún no
hubieran llevado el yugo y que fueran de primer parto y que se las dejara ir
por donde quisieran, sin que nadie las llevara; y que por aquí conocerían si
la enfermedad les había venido de Dios o era de casualidad. Porque decían:
si acaso por no acostumbradas quiebran el yugo o se devuelven por causa de
los mugidos de los becerrillos, o porque ignoran el camino, quedará claro
que el azote nos habrá venido por casualidad. Pero si van rectas su camino y
no se desvían ni por los mugidos de sus becerrillos ni por no saber el
camino, entonces fue la mano misma de Dios la que hirió a estas ciudades..
Y por haber los habitantes hecho caso de sus adivinos, Dios, usando de su
benignidad indulgente, se acomodó al parecer de aquellos adivinos y no tuvo
por ajeno de su majestad sacar verdadero el juicio de los adivinos y hacer
que los demás creyeran lo que ellos les decían. Pues parecía mayor milagro
el que los mismos enemigos testificaran el poder de Dios y sus maestros y
doctores le dieran el voto favorable. Vemos además que en otros muchos casos
Dios ha procedido lo mismo. Así en lo referente a las profecías de la
pitonisa, procedió en igual forma, como podéis vosotros mismos explicároslo
conforme a lo que ya tengo dicho. Porque nosotros hemos dicho lo que precede
acerca de la estrella, pero vosotros podéis anadir muchas otras
consideraciones además. Pues dice el proverbio: Da ocasión al sabio y se
hará más sabio 70.
Debemos ahora volver al principio del pasaje leído. ¿Cómo empieza? Nacido,
pues, Jesús en Belén de Judá, en los días del rey Herodes, llegaron del
Oriente a Jerusalén unos magos. Los magos siguieron a la estrella como a su
guía, mientras que los judíos no dieron crédito a los profetas que
anunciaban al Mesías. Mas ¿por qué el evangelista nos indica el tiempo y el
lugar? Pues dice: En Belén y en los días del rey Herodes. ¿Por qué anadió
eso de la dignidad real? Lo anadió porque hubo otro Herodes, el que asesinó
a Juan Bautista. Pero éste era tetrarca; el otro era rey. Y pone el tiempo y
el sitio, para traernos a la memoria las antiguas profecías. Una de Miqueas
que dijo: Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre
los príncipes de Judá 71. Otra del patriarca Jacob; quien nos senaló el
tiempo y juntamente nos dio una gran senal de la venida de Cristo Porque
dice No faltará de Judá el cetro ni jefe salido de sus entranas, hasta que
venga aquel cuyo es. A él darán obediencia todos los pueblos 72.
Pero también hay que investigar cuál fue el motivo de que los magos tuvieran
tales pensamientos y quién los movió a ponerlos por obra. Porque yo creo que
no puede ser todo esto atribuido a sola la estrella, sino a Dios, que excitó
sus ánimos. Lo mismo que hizo con Ciro cuando lo movió a dejar libres a los
judíos. Ni hizo esto en forma tal que los privara de su libre a1bedrío. Así
cuando de lo alto llamó a Pablo, puso de manifiesto tanto su gracia como la
obediencia del futuro apóstol.
Preguntarás: ¿por qué mejor no hizo lo mismo con todas las gentes y les
reveló el significado de la estrella? Porque no todos le darían crédito.
Aparte de que los magos estaban mejor preparados. Del mismo modo, cuando
gran cantidad de pueblos perecía, sólo a los ninivitas fue enviado Jonás. Y
dos ladrones estaban puestos en la cruz, pero sólo uno alcanzó la salvación.
Pondera, pues, la virtud de los magos, no porque acudieran al llamamiento,
sino por la confianza y sencillez con que procedieron. Pues para no parecer
que iban enviados con engano, declaran quién los ha guiado y lo largo del
camino y manifiestan al hablar una plena seguridad. Porque dicen: Venimos
para adorarlo. Y no temen ni los furores del pueblo ni el poder del rey. Por
esto creo yo que allá en su país eran doctores y maestros de los suyos.
Quienes acá no dudaron en declarar a qué venían, sin duda que en su patria
debieron hablar del asunto con la misma libertad una vez vueltos allá; tras
de haber escuchado el oráculo del ángel y haber oído el testimonio del
profeta, por los judíos invocado.
Y Herodes, al oír esto, se turbó y con él toda Jerusalén. Razonablemente
Herodes, por ser rey, temía por sí y por sus hijos. En cambio, Jerusalén ¿por qué se turbaba, pues ya de antemano los profetas le habían predicho que
el Nino sería su salvador, su bienhechor y libertador? ¿Por qué, pues, se
turbaban? Igualmente que allá en el tiempo antiguo resistían a Dios y se
acordaban de las carnes de Egipto, siendo así que disfrutaban de
cumplidísima libertad. Observa la exactitud de los profetas. Porque eso
mismo ya de antiguo lo había predicho el vidente: Y han sido echados al
fuego y devorados por las llamas los zapatos jactanciosos del guerrero y el
manto manchado en sangre. Porque nos ha nacido un nino, nos ha sido dado un
hijo 73. Turbados como están, no cuidan de ver lo que ha sucedido; no van
tras de los magos; no los interrogan: tan querellosos eran y tan dados a la
desidia más que todos. Cuando hubiera convenido gloriarse de que semejante
rey hubiera nacido entre ellos y de que hubiera atraído a sí a las gentes
persas y pareciera que todo el mundo vendría a quedarle sujeto; cuando todo
iba tan bien y de bien en mejor, y el reinado del nino ya desde sus
comienzos se manifestaba espléndido, ellos por nada se mejoraron, a pesar de
que no hacía tanto tiempo de que habían sido liberados de la servidumbre
pérsica.
Convenía que aun ignorando los sublimes y arcanos misterios y aunque sólo
calcularan por las cosas presentes, sin embargo discurrieran de este modo Si
a nuestro rey reden nacido en tal forma lo temen, mucho más lo temerán
cuando ya sea mayor de edad y se le sujetarán; de manera que nuestro futuro
será mucho más espléndido que el de los bárbaros. Pero ninguna consideración
de semejante jaez levant6 sus ánimos. Tan grande era su desidia, a la que se
sumaba la envidia. Conviene que ambos vicios los desterremos de nosotros con
diligencia; y que quien se pone a combate contra ellos tenga un fervor más
encendido que el fuego: He venido a traer fuego a la tierra y que quiero
sino que se encienda 74.
Por este motivo el Espíritu Santo apareció en figura de fuego Solo que
nosotros nos hemos vuelto mas fríos que la ceniza y más insensibles que los
muertos, a pesar de que contemplamos a Pablo elevándose sobre el cielo y
sobre el cielo de los cielos, y que todo lo vence mejor que la llama y todo
lo trasciende: lo alto y lo bajo, lo presente y lo futuro, lo que es y lo
que no es. Y si este ejemplo te resulta superior a tus fuerzas, esto mismo
es ya una manifestación de tu tibieza. ¿Qué tuvo Pablo más que tú para que
digas que no lo puedes imitar?
Pero en fin, para que no parezca que queremos querellar, dejemos a Pablo y
vengamos a los primeros cristianos. Ellos despreciaron el dinero, las
posesiones, los cuidados y ocupaciones del siglo y se consagraron
íntegramente a Dios y atendieron día y noche la ensenanza apostólica. Porque
tal es la naturaleza del fuego espiritual: no sólo consumir toda codicia de
las cosas seculares, sino cambiarla en otro amor. Por lo cual quien con
tales cosas se encarina, aun cuando le sea necesario perderlo todo, aunque
haya de despreciar los deleites y la gloria y aun simple mente aceptar la
muerte, todo eso lo lleva a cabo con suma facilidad. Porque una vez entrado
en el alma el ardor de ese fuego, quita toda tibieza y vuelve a aquel de
quien se ha apoderado más ligero que una pluma: de manera que viene a
despreciar todo lo visible.
Un alma así persevera en adelante en perfecta contrición, derrama con
frecuencia torrentes de lágrimas y de ello le vienen grandes delicias.
Porque nada hay que tantos una y acerque a Dios como un llanto semejante. Un
varón así, aun cuando habite en medio de las ciudades, procede como si
estuviera en mitad del desierto, en los montes, en las cavernas: para nada
se cuida de las cosas presentes y jamás se cansa de verter lágrimas, ya
considerándose a sí mismo, ya los pecados de los demás. Por eso Cristo a
éstos llamó bienaventurados, cuando dijo: Bienaventurados los que lloran 75.
Mas Pablo ¿por qué dice: Gozaos en el Senor siempre 76? Para declarar el
deleite de semejantes lágrimas. Así como los goces mundanos llevan consigo
tristeza, así aquellas lágrimas engendran el gozo según Dios, gozo perpetuo
y que nunca muere.
Así la meretriz famosa, en tal fuego encendida, llegó a ser más preclara que
las mismas vírgenes. Abrazada en el fervor de la penitencia, ardió luego en
el amor a Cristo y con sus cabellos sueltos enjugó los pies de Cristo, tras
de regarlos con sus lágrimas y de haber derramado en ellos el ungüento. Eran
exteriores aquellas acciones. Por lo que en su ánimo se obraba eran fervores
mucho más intensos, que solamente Dios con templaba. Oyendo esto, cada uno
de nosotros se congratula con ella y se alegra de sus rectos procederes y la
piensa libre de culpa. Pues si nosotros, malos como somos, tal juicio nos
formamos, considera cuán grande gracia recibiría de Dios y cuán grandes
bienes conseguiría de El por la penitencia, aun antes de obtener los otros
dones más altos.
Así como después de las grandes tempestades queda más puro el aire, así tras
del torrente de lágrimas síguese la serena tranquilidad y desaparecen las
tinieblas del pecado. Así como por el agua y el Espíritu Santo nos libramos
de la culpa, así por las lágrimas y la confesión también quedamos limpios,
con tal de que no lo hagamos por simple ostentación y para obtener
alabanzas. La mujer que por tal motivo lanzara lágrimas sería más culpable
que la que se embadurna con ungüentos y polvos y coloretes. Yo me refiero a
la lágrimas que brotan no de ostentación, sino de compunción; esas que
corren en lo oculto de tu aposento, sin testigos, en quietud y sin ruido, de
lo íntimo del corazón nacidas y de la tristeza y dolor, y tienen a Dios como
motivo. Tales eran las lágrimas de Ana, pues dice la Escritura: Sus labios
se movían, pero no se oía su voz 77; y sin embargo, sus solas lágrimas
lanzaban una voz más penetrante que la de una trompeta Y por eso abrió Dios
su vientre y convirtió en fértil campo la pena endurecida de su esterilidad.
Si tales son tus lágrimas habrás imitado a tu Senor. Pues también él lloró
sobre Lázaro y sobre la ciudad y se conturbó por Judas Y en el evangelio con
frecuencia se le encuentra procediendo así; pero nunca riendo. Ninguno de
los evangelistas refiere nada de esto. Por eso Pablo cuenta de sí mismo, y
los otros lo cuentan de él, que lloraba y lo hizo por todo un trienio. En
cambio ni él ni ninguno de los santos sus companeros cuentan haberse reído;
más aún, ni otros santos a él semejantes. Sólo se refiere eso de Sara y fue
reprendida; y del hijo de Noé cuando de esclavo fue hecho liberto.
No digo esto como reprensión de la risa y para prohibirla, sino para
suprimir la liviandad. ¿Cómo, te pregunto, puedes así disiparte en risas
cuando tienes tantas cosas de qué dar cuenta y has de presentarte ante aquel
terrible tribunal para rendir exacta razón de todo cuanto en esta vida
hiciste? Porque tenemos que dar cuenta de cuanto voluntaria o
involuntariamente hicimos. Pues dice el Senor: A quien me negare delante de
los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos 78 Y es
cierto que a veces semejante negación no es espontánea, y sin embargo, no
escapa al castigo y lo sufriremos por ella; y lo mismo de lo que conocemos y
de lo que no conocemos. Pues dice Pablo: Nada me arguye la conciencia, mas
no por eso me creo justificado 79. Daremos cuenta, ya pequemos a sabiendas o
sin saberlo. Y también: Declaró en favor suyo que tiene celo por Dios, pero
no según ciencia 80. Pero esto no les basta para excusa. Y escribiendo a los
de Corinto, decía: Pero temo que como la serpiente enganó a Eva con su
astucia, también corrompa vuestros pensamientos, apartándoos de la
sinceridad y de la santidad debidas a Cristo 81.
En fin, teniendo que dar cuenta de tantos y tan graves crímenes ¿todavía te
sientas a reír y proferir chistes mundanos y te entregas a la liviandad?
Dirás: pero si no lo hago, sino que me siento a llorar ¿qué utilidad me
viene? Grande, por cierto. Y tan grande que no te la puedo explicar. Porque
en los tribunales humanos, por más que llores no escapas de la pena, una vez
pronunciada la sentencia; en cambio en este otro tribunal basta con que
gimas para revocar la sentencia y obtener el perdón. Por esto Cristo con
frecuencia nos amonesta a que lloremos y a los que lloran los llama
bienaventurados, mientras que llama desdichados a los que ríen.
Este teatro no admite donaires. Ni nos reunirnos aquí para excitar
risotadas, sino para gemir y mediante nuestros gemidos obtener la herencia
del reino. Si tú te presentas delante del emperador, no te atreves ni a
sonreír con ligereza; y en cambio tienes en tu casa al Senor de los ángeles
¿y no tiemblas y no estás con la modestia conveniente y aun te atreves a
reírte mientras él está irritado? ¿No piensas en que más lo irritas con esto
que con tus pecados? Porque no se aparta Dios de los pecadores tanto cuanto
se aparta de quienes pecan y no se arrepienten ni se moderan. Pero hay
hombres tan locos, que aun habiendo oído estas palabras, todavía dicen:
!Lejos de mí el derramar lágrimas! !Concédame Dios que esté siempre en risas
y juegos!
?Puede haber cosa más infantil? No es Dios quien concede el juego, sino el
diablo. Oye lo que les sucedió a quienes se entregaban al juego: El pueblo
se sentó a comer y beber y se levantaron después para danzar 82. Y así eran
también los sodomitas y la gente que vivía al tiempo del diluvio. Porque de
ellos se dice: Tuvieron gran soberbia, hartura de pan y mucha ociosidad y
prosperidad y se colmaban de delicias 83. Y los que vivieron en tiempo de
Noé, aun viendo que durante tantos anos se iba fabricando el arca, se
entregaban al placer sin cuidado alguno, y para nada prevenían lo futuro.
Por esto a todos los hundió el diluvio y naufragó todo el orbe.
No pidas, pues, a Dios regalos del diablo. De Dios es dar un corazón
contrito, un ánimo humilde, vigilante, temperado, continente, penitente y
compungido. Tales son sus dones, porque de eso es lo que estamos necesitados
sobre todo. Se ha echado encima una gran pelea y nuestra batalla es contra
las Potestades invisibles; nuestro combate es contra los espíritus de la
maldad, contra los Príncipes del mal. Ojalá que procediendo con diligencia,
vigilantes y despiertos, podamos sostenernos y hacer frente al feroz
escuadrón. Pero si nos entregamos a la risa, a la danza y a ser
perpetuamente perezosos, por nuestra desidia caeremos aun antes de combatir.
Así es que no nos conviene andar perpetuamente riendo y entregarnos a los
banquetes. Eso es propio de quienes danzan en el teatro, de las meretrices,
de los que para eso se hacen cortar el pelo, de los parásitos, de los
aduladores; pero no de quienes están destinados al cielo, de los que tienen
sus nombres escritos entre los ciudadanos de la eterna ciudad, de los que
están dotados de armas espirituales. Es propio de aquellos a quienes el
diablo ha iniciado en aquello otro. Porque es él, él mismo, quien con
artimanas de este jaez se esfuerza por este camino en debilitar a los
soldados de Cristo y volver muelles los nervios y las fuerzas del alma. Por
eso instituyó en las ciudades los teatros, en donde, agitando a los payasos,
lanza contra toda la ciudad esa peste, esa que Pablo ordenó que se rehuyera.
Se refiere a las conversaciones necias y a los chistes livianos; pero de
ambas cosas es suprema ocasión de carcajada.
Cuando los mimos, en medio de sus payasadas dijeren algo blasfemo o torpe,
entonces algunos de los más necios se ríen y se alegran, siendo así que a
semejantes mimos se les debería lapidar en vez de aplaudirlos por sus
chistes; pues por semejante placer atraen sobre sí el fuego del horno.
Quienes les alaban lo que dicen son quienes más a decirlo los impulsan. Y
por tal motivo con toda justicia quedan sujetos al tormento debido por
crimen semejante. Si no hubiera espectador tampoco habría comediantes. Pero
cuando ven que vosotros abandonáis los oficios, las ganancias, en una
palabra toda otra cosa, para correr a tales espectáculos, mayor cuidado
ponen y mayor empeno en prepararlos.
No digo esto para librarlos a ellos de pecado, sino para que caigáis en la
cuenta de que sois vosotros quienes suministráis el principio y raíz de
semejante maldad, pues gastáis todo el día en eso, traicionando la decencia
de vuestro estado de cónyuges y deshonrando el gran sacramento del
matrimonio. No peca tanto el comediante como tú que le ordenas proceder así.
Más aún: ni siquiera lo ordenas, sino que lo celebras con risas y aplaudes
semejantes espectáculos y de mil maneras ayudas a esa oficina del demonio. ¿Con qué ojos, te pregunto, verás luego en tu casa a tu esposa; a tu esposa,
a la que en el teatro contemplaste injuriada? ¿Cómo no te avergüenzas al
acordarte de tu esposa, cuando ves en el teatro deshonrado su sexo?
Ni me opongas que ahí en el teatro todo es asunto de comedia y fingimiento;
porque ese fingimiento ha convertido a muchos en adúlteros y ha destruido
muchas familias. Y esto es lo que más lamento: que ya ni siquiera os parezca
ser malo, sino que al contrario te entregues a los aplausos, los gritos, las
risotadas cuando los actores se atreven a presentar en público el adulterio.
¿Por qué llamas a semejante representación simple ficción? Infinitos
suplicios merecen los comediantes, pues procuran imitar lo que todas las
leyes ordenan evitar. Si mala es la cosa, mala es también su representación.
Y no digo aún que semejantes ficciones de adulterio convierten a los
espectadores en adúlteros y petulantes y desvergonzados; ya que nada hay más
lascivo, nada más petulante para la mirada capaz de soportar semejantes
espectáculos. Sin duda que tú no quisieras ver en el foro y mucho menos en
tu casa a una mujer desnuda, porque semejante cosa la consideras como una
injuria. Y en cambio vas al teatro a injuriar a ambos sexos manchando al
mismo tiempo tus miradas.
Tampoco alegues que aquella mujer desnuda en el teatro es una meretriz: uno
mismo es el cuerpo y el sexo de la meretriz y de la libre. Si en realidad
nada hay de obsceno en ese espectáculo ¿por qué cuando en el foro ves a la
mujer des nuda al punto te apartas y echas de ti a la desvergonzada? ¿Acaso
el espectáculo es obsceno cuando andamos separados en los negocios, y cuando
nos reunimos y nos sentamos en el teatro todos ya no es igualmente torpe?
Semejante excusa es ridícula y deshonrosa y lleva consigo al extremo de la
locura. Sería preferible tapiar los ojos con cieno y con lodo a contemplar
cosa tan fea y tan inicua. Porque no dana tanto al ojo el lodo, como el
espectáculo lascivo y la vista de una mujer desnuda danan al alma.
Oye lo que la desnudez causó ya desde el principio de los tiempos y teme lo
que está detrás de tan grande torpeza. ¿Qué fue lo que dio origen a la
desnudez? La desobediencia y las asechanzas del demonio. De manera que ya
desde el principio en la desnudez puso el demonio su empeno principal. Pero
en fin, a lo menos nuestros primeros padres se avergonzaban, de estar
desnudos, mientras que vosotros lo tomáis a honra, como lo dijo el apóstol:
Gloriándose de la torpeza 84. ¿Con qué ojos te mirará tu esposa cuando
regreses de tan desvergonzado espectáculo? ¿cómo te recibirá? ¿con qué
palabras te hablará cuando en tal forma has deshonrado al sexo femenino y
vuelves hecho por el tal espectáculo esclavo y siervo de una meretriz?
Si oyendo esto os compungís, os felicito Porque dice Pablo ¿Quién va a ser
el que a mi me alegre, sino aquel que se contrista por mi causa? 85 No
ceséis de doleros y arrepentiros por esto. El dolor por semejante motivo
será el principio de vuestra conversión a una vida mejor... Me he dejado
llevar de la vehemencia algún tanto más en mis palabras con el objeto de
libraros de la podredumbre de los hombres ebrios, y volveros la salud del
alma, mediante un corte profundo. Ojalá que por medio de él disfrutemos
todos de los bienes eternos y alcancemos el premio preparado? para las
buenas acciones, por gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo, a
quien sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA VII
Y habiendo reunido a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas
del pueblo, les preguntó en dónde había de nacer Cristo. Ellos le
contestaron: en Belén de Judá (Mt 2, 4-5)
?HAS OBSERVADO cómo todo fue sucediendo para refutar a los judíos? Porque
mientras no lo tuvieron delante ni los arrastraba la envidia, testificaban
con sinceridad y verdad. Pero una vez que vieron la gloria nacida de sus
milagros, los arrastró la verdad. Sin embargo, la verdad sobresalía y la
predicaban más y más los mismos enemigos. Advierte aquí la admirable y
estupenda providencia de Dios. Mutuamente se dan y se comunican las noticias
bárbaros y judíos, de manera que cada cual sabe por los otros algo nuevo.
Los judíos supieron por los magos que la estrella había anunciado a Cristo
en Persia; los magos oyeron de los judíos que el mismo predicado por la
estrella había sido anunciado mucho tiempo antes por los profetas; y la
ocasión de preguntar sirvió a todos para una demostración, con mayor
precisión y claridad, de la doctrina verdadera. Los enemigos de la verdad se
ven obliga dos a leer aun contra su voluntad los testimonios de la verdad y
a interpretar la profecía, aunque no íntegra. Pues habiendo dicho en Belén y
que de ahí saldría el que había de regir a Israel, no anadieron lo que
sigue, con el objeto de adular al rey. ¿Qué es lo ¿que sigue?: Cuyos
orígenes serán de antiguo, de días muy remotos y de muy remota antigüedad
86.
Preguntarás por qué motivo si había de nacer en Belén, luego residió en
Nazaret, con lo que oscureció la profecía. No la oscureció, sino que la tomó
más clara; ya que eso de que su Madre que habitaba en Nazaret viniera a
darlo a luz en Belén indica que el caso fue providencial. Por lo mismo, no
salió de Belén al punto, después de haber nacido, sino que permaneció ahí
durante cuarenta días, para dar tiempo a quienes quisieran más detenidamente
investigar, para examinar todo con cuidado. Muchas causas había para
suscitar la dicha investigación si ellos hubieran querido atender.
Desde luego, con la llegada de los magos se alborotó la ciudad toda y
juntamente con ella el rey; se consultó al profeta, se reunió grande
cantidad de jueces; y sucedieron otras muchas cosas que Lucas narró con
cuidado. Por ejemplo, lo tocante a Ana la profetisa, a Simeón, a Zacarías, a
los ángeles y a los pastores: cosas todas que podían dar ocasión a los que
quisieran fijarse un poco, para caer en la cuenta del gran suceso. Si los
magos, llegados desde Persia, no ignoraron el sitio del nacimiento, mucho
mejor podían los que ahí mismo moraban, saber dónde quedaba.
Cristo, ya desde un principio, se manifestó con abundantes milagros. Pero
como ellos cerraron sus ojos, El se ocultó por algún tiempo para luego
manifestarse con un milagro mucho mayor y más esplendente. Porque más
adelante, ya no fueron los magos y la estrella, sino el Padre que está en
los, cielos quien precedió a Cristo en las aguas corrientes del Jordán; y el
Espíritu Santo se puso sobre él y se lanzó aquella voz. Juan, por su parte,
con plena libertad clamaba por toda Judea y llenaba con su doctrina toda la
tierra habitada y todo el desierto. Y el testimonio de los milagros resonaba
por tierras y mares, y por toda criatura con una voz espléndida.
Al tiempo mismo del nacimiento se verificó tal cantidad de milagros que
bastaban para dar a conocer que el Mesías había venido. Para que no dijeran
los judíos: nosotros no sabemos en qué región o en qué sitio ha nacido,
proveyó la providencia divina todo lo referente a los magos y lo demás que
dijimos; de modo que no pudieran presentar ninguna excusa de no haber
inquirido acerca del suceso. Observa lo exacto de la profecía. Pues no dijo
permanecerá en Belén, sino saldrá de Belén. De manera que la profecía
solamente indicaba que ahí nacería.
Hay quienes impudentemente afirman que esto fue dicho de Zorobabel. Pero ¿cómo puede entenderse así la profecía?
¿Cómo puede convenirle a Zorobabel
aquello de: cuyos orígenes serán antiguos? ¿Ni lo otro que al principio se
dice: de ti saldrá? Porque Zorobabel no nació en Judea, sino en Babilonia, y
por esto se le puso por nombre Zorobabel, por haber nacido allá. Quienes no
ignoran la lengua siríaca, entienden lo que decimos. Además, lo sucedido en
el tiempo subsiguiente puede con firmarlo. Porque ¿qué es lo que dice? No
eres la menor entre los príncipes de Judá. Y anadió el motivo de su
celebridad con estas palabras: Porque de ti saldrá. De manera que sólo en
Jesús se cumplió clara y manifiestamente lo que aquí se dice.
Desde luego, apenas nacido, vienen a visitarlo los magos des de los confines
del orbe, en un pesebre, en una choza, como ya de antemano lo había predicho
el profeta cuando dijo: No eres la menor entre los príncipes de Judá; o sea
entre los príncipes de las tribus 87. En semejantes palabras incluye aun a
Jerusalén. Pero ni así se movieron a investigar, aunque la utilidad fuera
para ellos. Por esto los profetas hablaron al principio tanto de la dignidad
de Cristo, como de los beneficios que a los judíos se iban a derivar. Y así,
cuando estaba ya cercano el parto de la Virgen, dice el ángel: Le pondrás
por nombre Jesús; y anade: Porque El salvará a su pueblo de sus pecados. Y
los magos no decían: ¿en dónde está el hijo de Dios?, sino: el que ha nacido
Rey de los judíos. Y el profeta no dijo: De ti saldrá el Hijo de Dios, sino:
el Jefe que rija a mi pueblo Israel.
Convenía a los principios usar semejante lenguaje, más modesto, para no
escandalizar a los judíos, y más bien decir lo tocante a la salvación que
ellos esperaban, para más fácilmente atraerlos. Así todo lo que en primer
lugar se dice en referencia al tiempo de su nacimiento, no expresa nada
sublime ni grande ni parecido a lo que luego se refiere de sus milagros y
obras maravillosas. Estas de por sí más claramente nos hablan de su
dignidad. De manera que tras de infinitos milagros hasta los ninos lo
ensalzaron con himnos: oye cómo lo dice el profeta: De la boca de los
infantes y que aún maman, sacaste alabanza 88. Y también ahí mismo: Veré los
cielos tuyos, obra de tus manos, cosa que lo manifiesta como Creador de
todas las cosas. Y testimonio referente al tiempo siguiente a la Ascensión,
manifiesta la igualdad con su Padre: Dijo el Senor a mi Senor siéntate a mi
derecha 89. Isaías por su parte dice: Se alzará corno estandarte para los
pueblos y lo buscarán las gentes 90.
?Por qué dice que Belén no es la menor entre los príncipe de Judá? Porque ha
venido a ser ciudad ilustre no sólo e Palestina sino en el orbe todo. Pero
como hablaba a los ju dios, dice: Gobernará a mi pueblo Israel. En realidad
gobernó a toda la tierra. Mas, como ya dije, el evangelista no quien servir
de tropiezo y por tal motivo nada dice de los gentiles. Dirás: entonces ¿cómo es que no reinó sobre el pueblo judío? Sí reinó. Al decir el
evangelista Israel significa a los judíos que creyeron en él. Pablo
interpretándolo dice así: No todos los nacidos de Israel son Israel, ni
todos los descendientes de Abraham son hijos de Abraham, sino los nacidos
por la fe y la mesa 91. Y si no reinó en todos, culpa fue de los llamados.
Pues debiendo adorarlo como lo hicieron los magos y dar gloria a Dios y
agradecerle que hubiera llegado ya el tiempo en que se perdonaran todos sus
pecados (pues nada habían oído acerca del tribunal y del castigo, sino sólo
del manso y humilde Pastor), por el contrario se perturban y perturban a
otros y luego ponen infinitas asechanzas.
Entonces Herodes, habiendo llamado a los magos, secretamente con cuidado
inquirió de ellos sobre el tiempo en que se les apareció la estrella. Lo
hizo porque quería dar muerte al nino, cosa que era el extremo no solamente
del furor, sino de la locura. Los hechos y lo que se decía eran suficientes
para apartarlo de intento semejante, puesto que lo sucedido nada tenía de
humano. Que la estrella llamara a los magos desde la altura; que ellos
emprendieran tan larga peregrinación para adorar al que yacía en la cuna en
un pesebre; que los profetas ya hubieran de antemano predicho todo esto; y
otras cosas además, todo en conjunto superaba a lo humano. Y sin embargo,
nada detuvo a Herodes.
Tal es por su naturaleza la perversidad: a si misma se hunde y se contradice
y acomete lo imposible. Observa la necedad del rey. Si creía en la profecía
y la juzgaba segura e inmutable, queda manifiesto que su intento era
imposible. Y si no creía ni juzgaba que aquellos decires llegaran a
realizarse, no tenía por qué temer. De manera que su dolo por ambas partes
resultaba superfluo. También era propio del extremo de la demencia pensar
que los magos le delatarían a aquel nino por el cual habían emprendido tan
larga peregrinación. Sí antes de verlo ardían en anhelos tan grandes, una
vez que lo vieron y por la profecía quedaron confirmados ¿cómo esperaba el
rey poder persuadirlos para que le entregaran por traición a aquel nino?
Sin embargo, aunque tantos y tan graves argumentos lo podían apartar de su
propósito, trató de realizarlo. Y así, habiendo llamado a ocultas a los
magos, les preguntaba. Creía sin género de duda que los judíos andarían
solícitos por la vida del nino; pues nunca pensó que hubieran llegado a tal
grado de locura que quisieran poner en manos de sus enemigos al Patrono y
Salvador que venía para dar libertad a su gente. Por esto los llama a
ocultas y los interroga no acerca del nino, sino del tiempo en que apareció
la estrella, siguiendo con diligencia grande el rastro de aquella pieza que
cazar quería. Paréceme que la estrella debió aparecer mucho antes. Como los
magos habían de emplear largo tiempo en su camino para poder adorar al
recién nacido en la cuna misma, a fin de que la cosa fuera más admirable, la
estrella se les mostró mucho antes. Si hubiera aparecido al tiempo mismo en
que en Palestina nació Cristo, los magos, tras de gastar mucho tiempo en el
camino, no lo habrían encontrado en la cuna. Y no nos extrane que dé muerte
a los ninos de dos anos abajo: el furor y el temor, para mayor seguridad,
anadieron tiempo al tiempo, a fin de que el nino no pudiera escapar.
Id, pues, e informaos diligentemente acerca del nino; y cuando lo halléis,
comunicádmelo para que vaya también yo a adorarlo. ¿Has observado la
estulticia? Si hablas, oh rey, con verdad ¿por qué interrogas a ocultas? Y
si estás preparando un lazo ¿cómo no adviertes que los magos, al notar que
los interrogas a ocultas, sospecharán tu anagaza? Pero, como ya dije, aquel
de quien se apodera la perversidad, resulta más necio que todos. Y no dijo
Herodes: acerca del rey, sino: acerca del nino. Porque no se atrevió a
proferir el nombre de rey. En cambio los magos, que en su profunda piedad
ignoraban esos dolos (pues no creían que el rey se hubiera hundido tanto en
la maldad que intentara poner asechanzas a tan maravillosa providencia),
partieron sin la menor sospecha. Juzgaban a los demás por sus propios
afectos.
Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente los precedía. Se
les había ocultado a fin de que ellos, ya sin guía, se vieran obligados a
preguntar a los judíos y así se hiciera público el negocio delante de todos.
Y una vez que preguntaron y tuvieron como maestros a los judíos, de nuevo la
estrella se les apareció. Quiero que consideres el orden magnífico. Después
de la estrella los recibe el pueblo judío y el rey mismo, y les muestran el
profeta que predijo lo sucedido. Después del profeta, el ángel que les
ensena todo. Entre tanto, desde Jerusalén, la estrella los conduce a Belén,
porque fue la estrella su guía desde aquella ciudad. De manera que también
por aquí puedes ver que no se trataba de una de tantas estrellas, puesto que
ninguna procede así. Ni sólo se movía, sino que los precedía y los iba
guiando y en pleno medio día los llevaba como de la mano.
Preguntarás ¿para qué necesitaban ya de la estrella, puesto que el pueblo
era muy conocido? Fue para que pudiera ser conocido el nino, pues no había
senal que lo distinguiese. Ni la casa era rica, ni la madre ostentaba alguna
forma brillante especial. Se necesitaba, por tanto, que la estrella los
condujera hasta el sitio. Por esto al salir ellos de Jerusalén se les
muestra, y ya no se detiene hasta que llega al pesebre y anade ese milagro a
los otros milagros. Porque ambas cosas fueron admira- bies: que los magos
adoraran y que la estrella se detuviera y los detuviera. Cosas fueron éstas
que podían conmover aun a un corazón de piedra.
Si los magos hubieran dicho que habían oído cómo predecían todo aquello los
profetas, o que los ángeles s lo habían comunicado a ellos en privado, no se
les habría creído; mientras que la estrella, brillando sobrehumana, aun a
los más impudentes les cerró la boca. Ella, una vez que estuvo encima de
donde es taba el ni ahí se detuvo; cosa que está muy fuera de lo que pueden
hacer las estrellas: es a saber el aparecerse y el desaparecerse y a veces
detenerse. Con esto los magos crecieron en su f e, y se alegraron, pues
habían encontrado lo que buscaban, se habían convertido en mensajeros de la
verdad y no sin causa habían acometido tan largos caminos: ardían en
vehementes anhelos por Cristo! La estrella se acercó y fue a posarse sobre
la cabeza misma del nino, dando a conocer que éste era prole divina.
Parándose ahí, hizo que lo adoraran a quienes- no eran simplemente bárbaros,
sino los más sabios de entre los bárbaros. ¿Adviertes cómo con toda razón se
les apareció la estrella? Además de la profecía y de la interpretación que
de ella hicieron los sacerdotes y los escribas, los magos tuvieron a la
estrella como guía.
Avergüéncese Marción, avergüéncese Pablo de Samosata, pues no quieren ver lo
que vieron primeros progenitores de la Iglesia, pues no me apeno de
llamarlos así. Avergüéncese Marción viendo a Dios adorado en la carne.
Avergüéncese Pablo al ver que se le adora y no como a simple hombre. Que se
le adora en la carne lo demuestran los panales y el pesebre; y que lo adoran
no como a puro hombre, lo declaran al ofrecer a un nino aquellos dones que
son propios de Dios. Y avergüéncense los judíos al ver a los bárbaros y
magos que se les adelantan y no permiten quedarse atrás y en segundo lugar.
Por que lo que entonces sucedía era figura de lo futuro; y ya desde el
principio quedó claro y se significó que los gentiles se adelantarían al
pueblo judío.
Preguntarás ¿por qué, entonces, no desde los principios sino hasta más tarde
vino a decir: Id y ensenad a todas las gentes 92. Pues porque, como ya dije,
lo que entonces se hacía era figura y un como anticipo de lo futuro.
Razonable era que los judíos precedieran a los demás. Pero como rechazaron
espontánea mente el beneficio que se les hizo, se cambiaron los papeles.
Tampoco en este paso del evangelio era razonable que los magos se acercaran
antes que los judíos, ni que quienes habitaban tan lejos llegaran primero
que quienes vivían junto a la ciudad, ni que quienes nada habían oído de
Cristo antecedieran a los que habían sido criados en medio de numerosos
profetas. Mas como los judíos en absoluto ignoraban el conjunto de sus
propios bienes, bien estuvo que se adelantaran los que vivían en Persia a
los que vivían en Jerusalén. Lo mismo dice Pablo: A vosotros os habíamos de
hablar primero la palabra de Dios; puesto que la rechazáis y os juzgáis
indignos de la vida eterna, nos volveremos a los gentiles 93.
Imitemos, pues, a los magos. Pero también apartémonos con cuidado de las
costumbres de los bárbaros, para que podamos ver a Cristo. Porque aun los
bárbaros, si no se hubieran alejado mucho de su región, no habrían podido
ver a Cristo. Apartémonos de los negocios terrenos. Los magos, estando en
Persia veían la estrella; pero salidos de Persia contemplaron al Sol de
Justicia. Más aún: ni siquiera habían de continuar viendo estrella si no
salían con ánimo pronto de su país. !Ea, pues! También nosotros levantémonos
aunque todos se conturben y corramos a la casa del Nino. Aun cuando se
esfuercen en impedirnos el camino los reyes, los pueblos, los tiranos, no
perdamos los anhelos. Así echaremos de nosotros todos los males que nos
amenazan. Cierto que aquellos reyes si no hubieran visto al Nino, no habrían
escapado del peligro del rey que tenían. Antes de que vieran al Nino, por
todas partes los acometían temores, peligros y turbaciones. Después de que
lo adoraron, tuvieron seguridad y tranquilidad; y ya no los acompanó la
estrella, sino un ángel, hechos sacerdotes, a partir de aquella adoración
porque ellos hicieron oblación de sus dones.
En consecuencia tu, dejando a un lado al pueblo judío, a la ciudad
conturbada, al rey sanguinario y toda la pompa del siglo, corre a Belén,
casa del pan espiritual. Si vas allá, aun cuando no seas sino un simple
pastor, encontrarás a Cristo en el mesón. Aunque seas rey, si no vas, de
nada te servirá la púrpura Aunque seas un mago y un bárbaro, eso nada te
impedirá con tal de que te acerques para adorar y hacer honor al nino, y no
para despreciar al Hijo de Dios. Si con temor y juntamente con gozo lo
hicieres, digo; porque ambas cosas pueden muy bien juntarse.
No imites a Herodes ni digas: para ir a adorarlo; y una vez llegado a su
presencia intentes darle muerte. A un tal hombre son semejantes los que
indignamente participan de los misterios. Quien lo hace así, dice Pablo, es
reo del cuerpo y sangre del Senor 94. Quienes así proceden, llevan en su
interior un tirano que odia el reino de Cristo; es a saber, la riqueza, que
es peor que Herodes. Porque tales hombres intentan reinar y envían por
delante a sus servidores que simulan adorar, pero adorando asesinan. Temamos
no sea que revistamos la apariencia de adoradores y suplicantes, pero en las
obras mostremos todo lo contrario. Si vamos a adorar, echemos de nuestras
manos todo. Si tenemos oro, arrojémoslo en las manos del nino y no lo
ocultemos bajo tierra. Si aquellos magos bárbaros ofrecieron, como un honor,
sus dones ¿qué puedes ser tú si no das de tus bienes al necesitado? Si ellos
emprendieron tan largo camino para ver al recién nacido ¿qué excusa tendrás
tú que ni siquiera cruzas una calle para visitar a un enfermo o encarcelado?
Nos compadecemos de los enfermos, de los presos y aun de los enemigos. Pero
tú ¿no te compadeces,, aun de tu bienhechor y Senor? Aquéllos ofrecieron
oro: tú apenas si das pan? Aquéllos vieron la estrella y se alegraron ¿y tú
viendo a Cristo extranjero y desnudo no te doblegas? ¿Quién de vosotros, los
que habéis recibido de Cristo infinitos beneficios, ha emprendido tan largos
caminos como aquellos bárbaros, o mejor dicho más sabios que todos los
filósofos? Pero ¿qué digo tan largos caminos? Muchas mujeres de entre
vosotros son tan muelles y delicadas, que no quieren ni atravesar una calle
para visitar a Cristo en su espiritual pesebre, a no ser que se las lleve en
coche tirado por un par de mulas. Otros que bien pueden caminar a pie,
anteponen a la reunión en la iglesia los negocios seculares y aun la
frecuencia en acudir al teatro. Y por cierto, aquellos bárbaros tan largo
camino emprendieron antes de haber contemplado a Cristo; pero tú, aun
después de haberlo con templado no los imitas. Porque tras de verlo, lo
abandonas y corres a contemplar a los comediantes. (Insistiré en lo mismo en
que hace poco insistía). Abandonas a Cristo que yace en el pesebre para ir a
ver en el teatro a las mujeres. ¿De qué rayos, de qué castigos no es digno
semejante comportamiento?
Si alguien te prometiera introducirte al palacio real y presentarte ante el
emperador sentado en su trono ¿antepondrías el teatro a semejante visita,
aun cuando de ella no te prometieras alguna utilidad? Aquí en cambio, brota
la fuente del fuego espiritual de esta sagrada mesa; y tú ¿la abandonas y
corres al teatro para contemplar a las mujeres en traje de bano?; y al sexo
femenino deshonrado, ¿y dejas a Cristo sentado junto a la fuente? Porque
también está sentado junto a la fuente, no hablando con la samaritana, sino
con toda la ciudad... !aunque quizá ahora, en efecto, habla con sola la
samaritana! Por que nadie más está presente, sino unos pocos, y éstos con
sólo el cuerpo. Otros ni con el cuerpo lo están. Y sin embargo, él no se
aparta, sino que sigue pidiéndonos de beber, no agua, sino virtud y
santidad: porque él da lo santo a los santos No da esta fuente viva agua,
sino sangre viviente, símbolo de su muerte, pero causa de nuestra vida. Pero
tú abandonas esa fuente de sangre, ese cáliz temible y corres a la fuente
del demonio para contemplar a las meretrices en traje de bailo y sufrir,
naufragio en tu alma. Aquella agua es piélago de impurezas, que no hunde los
cuerpos sino que hace naufragar a las almas. La meretriz nada desnuda pero
tú viéndola te sumerges en el abismo de las pasiones impuras.
Así es la red del demonio: !no a las que bajan al bano, sino a los que
permanecen arriba mirando es a quienes hunde mejor y mucho más que a quienes
andan dentro del agua; y los ahoga con mayor facilidad que al Faraón aquel
que con carro y jinetes fue sumergido! Si pudiéramos ver las almas, os
mostraría a muchas que entre tales aguas sobrenadan muertas como en aquel
entonces sobrenadaban los cadáveres de los egipcios. Y lo que es peor, a
semejante dano lo llaman placer y lo que es piélago de perdición lo estiman
un Euripo de deleites Pero es más fácil cruzar con seguridad el mar Egeo o
el mar Tirreno, que no pasar incólume por uno de estos espectáculos.
Desde luego el demonio durante toda la noche excita los ánimos con la
expectación; y luego, una vez que ya descubre lo que se esperaba, al punto
cautiva los ánimos y los reduce a servidumbre. Y no pienses que porque no te
uniste a la meretriz estás inmune de pecado; pues a causa de tu anhelo,
concupiscente, ya es como si todo lo hubieras perpetrado. Si estás abrasado
por la concupiscencia, habrás encendido un fuego mayor. Pero si el
espectáculo ya no te conmueve, eres reo de mayor culpa, pues das ocasión a
otros de tropiezo; y porque sin sentir pasión, que te arrastre, manchas tus
ojos y con ellos tu alma.
Pero no nos contentemos con sólo la exhortación y reprensión. !Ea!
!busquemos el modo de enmendarnos! ¿Cuál podrá ser? Prefiero entregaros
vuestras esposas para que sean ellas las que os instruyan. Según el mandato
de Pablo, vosotros debierais ser los maestros. Mas ya que el pecado ha
invertido el orden y ha colocado el cuerpo arriba y la cabeza abajo, vayamos
a lo menos por este camino. Y si te avergüenzas de que una mujer te ensene,
huye del pecado y pronto podrás volver al trono y reino que Dios te ha
concedido. Pero mientras andes pe cando, la Escritura te remite no sólo a la
mujer, sino aun a los más viles entre los brutos animales: no se avergüenza
ella de remitir al discípulo dotado de razón a la hormiga, para que le sirva
de maestra. Y no es esto culpa de la Escritura, sino de quienes han
traicionado su propia nobleza.
Pues nosotros haremos lo mismo, y por hoy te remitiremos a la mujer. Y si a
ésta la desprecias, te enviaremos al magisterio de las bestias y te
pondremos delante cuántas aves, cuántos peces, cuántos cuadrúpedos, cuántos
reptiles son más honestos y más recatados y continentes que tú. Y si te
avergüenzas de la comparación, vuelve a tu primera nobleza, huye del
piélago, de la gehenna, del torrente de fuego: digo de esas piscinas del
teatro. Esta piscina te lleva al piélago aquel eterno y enciende sus llamas.
Si el que mira a una mujer deseándola ya adulteró con ella en su corazón 95,
quien en absoluto no duda en verla sin vestido ¿cómo no quedará infinitas
veces cautivo? No perdió en tan gran manera el diluvio en tiempo de Noé al
género humano, como esas nadadoras arruinan con inmensa torpeza a los
espectadores todos. Aquella lluvia, aunque llevaba la muerte a los cuerpos,
quitaba la perversidad a las almas; pero esta otra, por el contrario, deja
intacto -el cuerpo, pero mata el alma. Cuando se trata de obtener una
proedría, queréis preceder a todo el universo, por haber sido vuestra ciudad
la primera en emplear el nombre de cristiano; pero cuando se trata de la
castidad, no os da vergüenza ver que os superan aun las más bárbaras
ciudades.
Preguntarás: pero ¿qué es lo que nos ordenas? ¿que nos retiremos a las
alturas de las montanas y nos convirtamos en monjes? Pues precisamente de
esto me duelo de que penséis que la modestia y la castidad son cosas propias
de monjes, siendo así que Cristo en esta materia dejó un precepto común para
todos. Cuando dice: el que ve a una mujer deseándola no lo dice por los
monjes, sino por los cónyuges, de los cuales en -aquella ocasión estaba
repleta la montana. Piensa pues en aquella reunión y apártate de este
teatro; y no -vayas a decir que es trabajoso el precepto. No prohíbo el
matrimonio ni cualquier clase de deleite; lo que en gran manera anhelo es
que todo se haga dentro de las leyes de la castidad y sin oprobio y sin
pecado y sin culpas innumerables.
No os mando yo que vayáis a los montes y a las soledades, sino que habitando
en plena ciudad, seáis benignos, modestos, castos. Todas las leyes
cristianas, excepto el matrimonio, nos son comunes con los monjes. Pero en
esto el mismo Pablo ordena a los casados que se asemejen a los monjes.
Porque dice: Pasa la apariencia de este mundo. Sólo queda que los que tienen
mujer vivan como si no la tuvieran 96. Como si dijera: No os ordeno subir y
retiraros a las cumbres de las montanas, aunque bien lo deseara, puesto que
en las ciudades se sigue el ejemplo de Sodoma; pero no os obligo. Permanece
en tu casa con tu mujer y tus hijos; pero no cargues de injurias a tu esposa
ni traiciones a tus hijos ni lleves a tu hogar la peste contraída en el
teatro. ¿No oyes a Pablo que dice: El marido no es dueno de su propio
cuerpo, sino la mujer 97 y cómo igual ley pone para ambos?
Pero tú, si tu mujer frecuenta la iglesia, te conviertes en pesado acusador,
y no piensas que has de ser culpado tu cuando pasas los días íntegros en el
teatro? Andas solícito por la castidad de tu mujer y pones en eso un cuidado
excesivo y superfluo, inmoderado, hasta el punto de no permitirle aun las
necesarias salidas, Y en cambio ¿crees que sólo a ti es licito todo? No te
lo consiente Pablo, quien concede a la mujer la misma potestad: El varón
pague a la mujer su deuda. Pero ¿cuál es ese honor que le debes cuando vas y
entregas tu cuerpo a las meretrices, puesto que tu cuerpo es de tu mujer, y
lo mismo cuando metes en el hogar la discordia y lo conturbas? ¿Cuál honor
cuando te entregas en el foro a cosas que contadas luego por ti en el hogar
obligan a tu mujer a ruborizarse, hieres el pudor de tu hija que está
presente y tú mismo quedas deshonrado ante ellas? Porque o bien te callas o
quedas des honrado contando cosas por las que aun a los criados hay que
azotarlos.
Pues ¿qué excusa tendrás, pregunto, cuando lo que ni si quiera puede
contarse tú empenosamente lo contemplas? Lo que ni siquiera debe andarse
recordando, lo haces tú un máximo negocio. !Terminaré aquí mi discurso para
no ser más pesado! Pero si persistís en semejante costumbre cortaré la llaga
desde más adentro y con más filosos instrumentos; y no desistiré hasta que,
desterrado ese teatro del demonio, logre tener aquí en la iglesia una
reunión casta. Así nos habremos librado de la vergüenza actual y
alcanzaremos la vida eterna, por gracia y misericordia de nuestro Senor
Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA VIII
Y habiendo entrado en la casa, vieron al Nino con Maria, su madre, y de
hinojos lo adoraron; y habiendo abierto sus tesoros, le ofrecieron dones:
oro, incienso y mirra (Mt 2, 11).
?POR QUÉ DICE Lucas que estaba el Nino en el pesebre? Por que María, en
cuanto dio a luz, lo reclinó ahí. No se podía hallar habitación a causa de
la afluencia de judíos a pagar el tributo. Cosa que significó el mismo Lucas
diciendo: Porque no había sitio, lo reclinó 98. Después lo tomó y lo puso
sobre sus rodillas. Pues apenas llegada a Belén dio a luz a su hijo. Todo
para que por aquí adviertas la providencia divina y sepas que todo se llevó
a cabo no al acaso y sin pensarlo de antemano, sino - por una divina
economía y siguiendo lo que se había profetizado. ¿ Y ¿qué fue lo que a los
magos indujo a que lo adoraran?
Porque ni la Virgen tenía resplandor especial, ni la casa era magnífico
palacio, ni había cosa alguna que pudiera excitarlos o invitarlos. Y sin
embargo, no sólo lo adoran, sino que abren sus arcas y le ofrecen dones, y
dones no propios para hombres, sino para Dios. El incienso y la mirra de
modo especial simbolizan ser Dios aquel Nino. ¿Qué fue lo que los persuadió?
Lo mismo que los excitó para abandonar su casa y emprender el camino: es a
saber la estrella y la interior inspiración que Dios les comunicó. Esta los
llevó poco a poco hasta un más perfecto conocimiento.
Si no hubiera sido por eso, jamás le habrían rendido honor tan grande,
cuando todo lo que ahí había no tenía valor. Y nada de lo que los sentidos
perciben había ahí grande, sino establo, tugurio, una madre pobre: para que
adviertas la excelente virtud de los magos y veas claramente que ellos no
visitaron al Nino como a puro hombre, sino como a su Dios bienhechor. Por
esto no los- molestó ni escandalizó nada de lo que ahí en lo exterior veían;
sino que procedieron a la adoración y ofrecieron sus dones, dones muy
diferentes de los que la judaica torpeza ofrecía. No inmolaron ovejas ni
terneros, sino dones mucho más cercanos al culto de la Iglesia, porque
ofrecieron ciencia, obediencia y caridad.
Y habiéndoseles advertido en suenos que no volvieran a Herodes, se tornaron
a su tierra por otro camino. Considera la fe de estos hombres y cómo o se
escandalizan, sino que permanecen en paz y en obediencia. No se perturban ni
entre sí murmuran y dicen: Si tan grande es este nino y si algún poder tiene
¿a qué viene esta fuga y regreso a ocultas? ¿Por qué el ángel nos despacha
de la ciudad como fugitivos, habiéndonos nos otros presentado abiertamente
con tanto arrojo ante un pueblo tan numeroso y a un rey tan enfurecido? Nada
de eso dijeron ni pensaron. Porque es propio de la fe no inquirir razones,
sino obedecer con sencillez lo que se manda.
Cuando hubieron partido, el ángel del Senor se apareció en suenos a José y
le dijo: Levántate, toma al nino y a su madre y huye a Egipto. Aquí se viene
a la mente una duda acerca de los magos y del nino. Aunque ellos no se hayan
conturbado, sino que todo lo recibieron con plena fe, sin embargo a nos
otros nos toca preguntar por qué Dios no los salvó dejándolos ahí presentes.
Se les da la orden de huir ellos a Persia, y a José con el nino a Egipto.
Pero !vamos! ¿Convenía que el nino cayera en manos de Herodes y sin embargo
éste no lo matara? Se habría creído entonces que el nino no tenía verdadera
carne y no se habría dado fe a la excelsa economía de la Encarnación. Si
habiendo pasado las cosas como pasaron, y habiéndose llevado a cabo tantas
cosas meramente humanas, todavía no han faltado quienes afirmen que la
Encarnación es fábula ¿a qué abismos de impiedad no se habrían precipitado
si todo hubiera procedido al modo divino y conforme al divino poder?
Ahora en cambio Dios hace regresar aprisa a los magos y los envía como
maestros a Persia, al mismo tiempo que se adelanta a las iras de Herodes y
hace saber que anda emprendiendo empresas imposibles, con lo que procura
calmar su cólera y apartarlo de su vano trabajo. Propio es de su
omnipotencia no sólo el destruir públicamente a sus enemigos, sino también
fácilmente burlarlos. Así había ya burlado, a los egipcios favoreciendo a
los judíos; y habiendo podido traspasar pública mente sus riquezas a los
hebreos, ordenó que esto se llevara a cabo ocultamente y con astucia: cosa
que ante sus enemigos lo hacía no menos temibles que los milagros.
Los ascalonitas y los otros pueblos, una vez que capturaron el arca, fueron
castigados; y entonces mutuamente se exhortaban a no luchar ni enfrentarse
con Dios; y alegaban, además de otros milagros, uno cuando decían:?Para qué
endurecer vuestro corazón, como endurecieron el suyo Egipto y Faraón? ¿Acaso
no tuvieron que dejar a los hijos de Israel, después de que los hubo
burlado? 99. Decían esto porque creían que ese último milagro no demostraba
menos que los otros hechos, abiertamente, su grandeza y poder. Lo mismo
sucedió acá. Podía Dios haber aterrorizado al tirano. Porque has de
considerar cuán verosímil es que Herodes haya sufrido mucho y haya andado en
aprietos y angustias y miedos, una vez que vióse enganado y burlado por los
magos. Pues ¿por qué no se mejoró? No se ha de achacar esto a quien así
dispuso las cosas, sino a la magnitud de su rabia que no cedió ante los
procederes de Dios, enderezados a consolarlo y apartarlo de su enfermedad
perversa; sino que se acreció en ella para su mayor castigo.
Preguntarás ¿por qué el nino es enviado a Egipto? El evangelista fue el
primero en presentar el motivo, diciendo: Para que se cumpliera aquello de
Oseas: de Egipto llamé a mi hijo 100. Juntamente se le anunciaban ¿a todo el
orbe los premios debidos a la buena esperanza. Como Babilonia y Egipto
ardieran en las llamas de la impiedad, más que el resto del orbe, envió por
delante a los magos y luego él con su Madre se marchó, indicando así ya
desde los comienzos que él enmendaría a ambas regiones y las llenaría de
bienes; y al mismo tiempo, que todo el orbe de la tierra debía esperar mil
bienes.
Pero además se nos ensena algo que no poco incita a la práctica de la
virtud. ¿Qué cosa es? Que al principio debemos esperar tentaciones y
peligros. Porque ve cómo eso le aconteció a El desde la cuna. Apenas nace y
el tirano se enfurece. Enseguida viene la fuga, la expatriación; y la Madre,
inocente y sin culpa, tiene que escapar a una región bárbara. Todo para que
tú, habiendo oído estas cosas, cuando te encarguen algún ministerio
espiritual y veas que sufres cosas duras y que te hallas en medio de
infinitos peligros no temas, ni digas: !Convenía que yo recibiera coronas y
alabanzas y ser ilustre y preclaro, pues estoy cumpliendo las órdenes de
Dios! Confortado con este ejemplo, llévalo todo con fortaleza, sabiendo ya
que tal es la suerte que ante todo espera a los varones espirituales: el que
en todas partes los acometan las tentaciones.
Y advierte cómo semejante suerte toca no sólo a la Madre y al nino, sino
también a los bárbaros aquellos. Porque también ellos tienen que escapar
como fugitivos. Y a la Virgen, que jamás había salido de su casa, se le
ordena ahora emprender un largo y trabajoso camino; y eso por haber dado a
luz al nino; y tras de aquel espiritual parto. Observa además otra cosa
estupenda. Mientras Palestina le pone asechanzas, Egipto lo recibe y lo
guarda al ser acometido. Porque no únicamente en los hijos del patriarca se
verificaban figuras, sino también en el Senor. Pues por las cosas que él
hizo, se predecían muchas de las que después sucedieron. Por ejemplo en lo
del asna y el borriquillo.
Y el ángel que se apareció no habló a María, sino a José. Y ¿qué le dijo?:
Levántate, toma al nino y a su Madre. Aquí ya no le dice: y a tu esposa;
sino: a su Madre. Una vez que se verificó el parto, ya la sospecha se ha
deshecho; al esposo se le ha certificado: el ángel puede ya expresarse
libremente y no decirle ni a tu hijo ni a tu esposa; sino: al nino y a su
Madre y huye a Egipto. Y anade la razón de la fuga: porque Herodes buscará
al nino para quitarle la vida. Cuando José hubo oído aquello, no se dio por
ofendido ni se escandalizó ni dijo: Esto es un enigma! Porque hace poco me
decías que él salvará a su pueblo. Y ahora ni a sí mismo puede salvarse sino
que tenemos que echar mano de la fuga y salir peregrinando y expatriamos
allá lejos. Cosa es ésta contraria a tu promesa. Pero nada de eso dijo, pues
era va fidelísimo. Ni siquiera preguntó el término del tiempo para el
regreso, a pesar de que el ángel se expresó en una forma indefinida. Porque
dice: Y está ahí hasta que te diga. Esto no lo hizo ni un poco perezoso,
sino que obedece y puso todo en ejecución y llevó con gozo todas las
pruebas.
Dios, que es benigno, mezcló dulzuras con aquellos trabajos, como suele
hacerlo con todos los santos. No nos presenta ni peligros ni paz sin
término, sino que ordena el camino de los santos, mezclando unos y otra. Así
lo hizo ahora y quiero que lo valorices. Ve José que la Virgen está encinta,
se con- turba y queda transido de tremendas congojas. Sospecha que la
doncella pudiera ser adúltera. Pero al punto se le presenta el ángel que
deshace la sospecha y aleja el temor. Cuando ve al nino nacido, se llena de
gozo; pero peligra su gozo no poco con la turbación de la ciudad, la furia
del rey que busca al nino para matarlo. Sin embargo, a semejantes temores se
sigue otro gozo: la aparición de la estrella y la adoración de los magos. Y
luego tras de ese gozo, de nuevo el temor y el peligro, pues le dice el
ángel: Herodes busca al nino para matarlo. Y así no hay sino emprender la
fuga y expatriarse al modo humano, pues aún no convenía obrar milagros.
Si ya desde su infancia hubiera hecho milagros, no se le creería verdadero
hombre. Por tal motivo, no se forma simplemente en el templo, sino que se
muestra hombre y se forma la hinchazón en el vientre y se sigue el espacio
de nueve meses y el parto y la lactancia y la vida oculta por mucho tiempo y
se espera a que llegue la edad viril, a fin de que con todos estos pasos se
hiciera creíble el misterio y economía de la Encarnación. Preguntarás: ¿por
qué entonces en los principios hubo aquellos milagros? Por su Madre, por
José, por Simeón cercano a la muerte, por los pastores, por los magos, por
los judíos. Si éstos hubieran querido ponderar los acontecimientos con
cuidado, habrían sacado no pequeno fruto para después.
Si los profetas nada dicen de los magos, que esto no te turbe, pues tampoco
predijeron todos los pormenores, así como tampoco los callaron todos. Así
como si antes nada se hubiera predicho, el ver luego los sucesos habría
causado estupor grande y grande turbación, así todo se hubiera predicho y lo
supieran los oyentes, ya no les quedaba sino dormitar; y además no habría
quedado materia para los evangelistas. Por lo de más, si los judíos ponen en
duda la profecía, alegando que De Egipto llamé a mi hijo fue dicho de ellos,
les responderemos que es costumbre también de las profecías decir muchas
.cosas de otros, que luego se cumplen en p distintas de aquéllos. Así, por
ejemplo: se dijo a Simeón y a Leví: Los dividiré en Jacob; los dispersaré en
Israel 101, cosa que no se verificó en ellos sino en sus descendientes. Y lo
que dijo Noé acerca de Canaán, vino a cumplirse en los gabaonitas,
descendientes de Canaán.
Y aun lo mismo se ve en lo que sucedió a Jacob. Porque aquellas bendiciones:
Sé el senor de tus hermanos y que los hijos de tu padre te adoren 102, no se
cumplieron en él. Ni ¿cómo podían cumplirse cuando temía a su hermano y
cientos de veces se prosternó ante él? Sino que le fue dicho para su
descendencia. Pues lo mismo puede decirse de este pasaje. Porque ¿quién con
más verdad puede llamarse Hijo de Dios? ¿El que adoró al ídolo, se inició en
los misterios de Baal-Fegor, inmoló a sus hijos a los demonios, o el que por
naturaleza era Hijo de Dios y honró a su Padre? De modo que si no se hubiera
presentado Jesús, la profecía no habría tenido conveniente realización.
Advierte cómo el evangelista deja entender esto cuando dice: Para que se
cumpliera, manifestando de este modo que de no haber venido Jesús, la
profecía no se habría cumplido. Esto mismo hace a la Virgen más ilustre y
esclarecida. Lo que todo el pueblo tenía como una alabanza, ella lo alcanzó.
El pueblo se jactaba y enorgullecía de su vuelta de Egipto, como lo deja en
tender el profeta diciendo: ¿No traje a los extranjeros de Capadocia y a los
asirios desde la cueva? 103 Pues eso mismo constituye una prerrogativa de la
Virgen. Más aún, el pueblo y el patriarca que bajan a Egipto y suben de él,
no eran sino la figura y tipo de esta ida a Egipto y su regreso.
Ellos bajaron para huir de la muerte inminente por hambre; éste para evitar
la muerte que con asechanzas se le preparaba. Aquéllos bajando a Egipto se
libraron de la muerte; éste en cambio bajando allá santificó con su llegada
toda la región. Quiero pues que consideres cómo, entre esos sucesos sin
importancia, se van revelando las cosas que tocan a la divinidad Cuando el
ángel dijo Huye a Egipto, no prometió que los acompanaría en el viaje ni al
bajar ni al regresar, con lo que ¿significaba que ya ellos tenían un gran
companero en el tierno nino. Porque El apenas apareció, cambió todas las
cosas; y lo hizo para que los mismos enemigos sirvieran maravillosamente a
la nueva economía. Así los magos y bárbaros, abandonando su paterna
religión, vienen para adorarlo; Augusto procura el parto en Belén al ordenar
que se haga el censo; Egipto, recibiendo al perseguido y acometido con
asechanzas, le conserva la vida, con lo que tiene ocasión de alguna
familiaridad con El, para que más tarde cuando oyera que lo predicaban los
apóstoles, pudiera gloriarse de haber sido el primero en recibirlo.
Tal prerrogativa era privativa de Palestina, pero Egipto fue más fervoroso
que ella. Y ahora, si vas a Egipto, encontrarás un desierto más hermoso que
cualquier jardín, con infinitos coros de ángeles en forma humana, pueblos de
mártires, grupos de vírgenes, echada por tierra toda la tiranía del demonio
y brillante el reino de Cristo. Verás al Egipto que era madre de poetas,
filósofos y adivinos y que había inventado todo género de hechicerías y las
había ensenado a otros pueblos, lo verás, digo, gloriándose de aquellos
pescadores y despreciando todas aquellas, cosas anteriores, y que por todas
partes glorifica al que fue publicano y al que fue fabricante de tiendas de
campana, y que lleva delante el signo de la cruz. Ni sólo sucede así en las
ciudades, sino en los desiertos más que en las ciudades. Porque en toda esa
región se puede contemplar al ejército de Cristo y los regios rebanos suyos
y una vida como la de las Virtudes del cielo; y esto no sólo entre los
varones, sino también en el sexo femenino.
Este, no menos que los hombres, se entrega a la virtud, no embrazando el
escudo, no matando, ni montando corceles, como lo ordenan los legisladores y
filósofos de Grecia, sino emprendiendo una guerra mucho más dura. Porque
común es su batalla con la de los varones: batalla contra el diablo y las
Potestades de las tinieblas. Y en semejante guerra para nada les sirve de
impedimento su sexo; porque estos encuentros se dirimen no por la naturaleza
del cuerpo, sino por el propósito del ánimo. Por tal motivo con frecuencia
as mujeres batallan con mayor fortaleza que los hombres y alcanzan preclaros
trofeos. No resplandece el cielo tanto con el variado coro de sus astros,
como el desierto de Egipto, que por todas partes se nos muestra lleno de
monjes.
Si alguno conoció aquel anterior Egipto, furioso enemigo de Dios, cultivador
y adorador de gatos y que temblaba y te mía ante las cebollas, se dará
cuenta de la virtud divina de Cristo. Pero ni siquiera necesitamos de
antiguas historias pues permanecen aún en pie monumentos de aquellas gentes
sin seso, testigos de sus anteriores locuras. Pues bien: esos que antigua
mente se precipitaron en masa a tan enormes insanias, ahora sólo tratan del
cielo y de las cosas de allá arriba; y se burlan de las costumbres de sus
antepasados y llaman míseros a sus abuelos, y para nada se cuidan de sus
antiguos filósofos. Por que por la fuerza misma de las cosas han venido a
conocer que aquellas fábulas que sus ancianos contaban, eran inventos de
gente ebria; y que sólo la verdadera sabiduría es digna del cielo; y que
ésta es solamente la que fue anunciada por aquellos pescadores.
De aquí nace que juntamente con el cuidadoso y exacto conocimiento de los
dogmas, demuestren extrema diligencia en el bien vivir. Desnudos de todas
las cosas del presente siglo, y crucificados al mundo, todavía van más allá,
y se aprovechan de sus trabajos manuales para acudir al sustento de los
necesita dos. Pues no porque ayunen y se entreguen a las vigilias, se dan al
ocio; sino que ocupan las noches en cantar himnos y recitar nocturnas
oraciones y los días en súplicas y en trabajos manuales, imitando las
ocupaciones del apóstol Pablo. Porque se dicen: si éste a quien todo el orbe
observaba, tuvo su oficina de trabajo para alimentar a los pobres, y se
ocupaba en su arte y pasaba insomne las noches enteras, con mayor razón
nosotros, que vivimos en el desierto y nada tenemos de común con el tumulto
de las ciudades, debemos ocupar la tranquilidad del descanso para
entregarnos a las obras del espíritu.
Avergoncémonos pues todos, ricos y pobres, al ver que ellos, no poseyendo
nada sino su cuerpo y sus manos, se esfuerzan y empenan en obtener de aquí
alimento para los necesitados, mientras que nosotros, teniendo en la casa
repuestos de bienes, ni siquiera utilizamos para los pobres lo superfluo.
Pregunto, pues: ¿qué excusa podremos alegar?, ¿qué perdón podremos alcanzar?
Y quisiera yo que pienses lo mucho que estos mismos anteriormente amaron el
dinero y cómo se entregaron a la gula y a todos los demás vicios. Ahí
estaban aquellas ollas de carne que recordaban antiguamente los israelitas;
ahí reinaba en pleno la tiranía del vientre. Pero pusieron el esfuerzo de su
voluntad al servicio de la virtud y se transformaron. Y habiendo recibido en
sí el fuego de Cristo, de pronto se elevaron como con alas hasta el cielo.
Anteriormente eran vehementes más que los otros pueblos y más inclinados a
la ira y a los deleites del cuerpo; pero ahora, por su mansedumbre y el
ejercicio de las demás virtudes, imitan a las Potestades incorpóreas.
Cuantos han visitado esa región saben que digo verdad.
Pero si alguno nunca ha visitado aquellas celdas, piense al menos en aquel
varón que anda hasta ahora en boca de todos; aquel bienaventurado y grande
Antonio, quien después de los apóstoles, pasó por Egipto; y considere que
vivió en el mismo país en que vivieron los Faraones. Y sin embargo, en nada
lo danó semejante circunstancia, sino que aun fue digno de divinas visiones
y llevó una vida tal como la exigen las leyes de Cristo. Todo lo sabrá quien
lea con atención el libro en donde su vida se contiene, en el cual hallará
incluso abundantes profecías. Porque predijo todo lo referente a la
contaminación arriana y los males que de ahí se seguirían, revelándoselos
Dios: de manera que puso ante los ojos todo lo que estaba por venir. Y lo
que, juntamente con otras cosas, es prueba de la verdad, es que ninguna
herejía se apoderó de tan excelso varón. Mas, para que no necesitéis de
continuar oyéndonos, si leéis el libro en donde todo eso está escrito,
podréis ahí saber con exactitud los pormenores y sacar una grande sabiduría.
Una cosa os ruego: que no nos contentemos con leer el libro, sino que
imitemos lo que ahí se escribe y no nos escudemos con nuestra patria,
educación y perversidad de nuestros antepasa dos. Si somos cuidadosos, nada
de eso nos estorbará. Padre impío tuvo Abraham, pero él rechazó la impiedad.
Ezequías fue hijo de Acaz y sin embargo se hizo amigo de Dios. José, en
pleno Egipto, se cinó la corona de la castidad. Los tres jóvenes del horno
en mitad de Babilonia y en los palacios, estándoles preparada una opípara
mesa, demostraron su excelente virtud. Como Moisés en Egipto, así fue Pablo
en el orbe. Ninguno de ellos encontró impedimento para su vida virtuosa.
Considerando todo esto, quitemos de en medio esas vanas excusas y acometamos
los trabajos y sudores necesarios para seguir el camino de las virtudes. Así
inclinaremos a Dios a mayor benevolencia para con nosotros y lograremos que
nos ayude en las peleas; y al fin disfruta de las eternas coronas. Ojalá que
todos las alcancemos por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a
quien sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA IX
Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y
mandó matar a todos los ninos que había en Belén y en sus términos, de dos
anos para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los
magos (Mt 2, 16).
POR CIERTO, no convenía que él se irritara, sino más bien que temiera y se
retrajera, y que entendiera que andaba intentando una empresa que no podría
llevar a buen término. Pero no se detiene. Cuando el ánimo es malvado y no
admite que se le cure, de nada sirve la medicina que Dios le apronta.
Observa cómo insiste en sus propósitos y juntando muertes a muertes, mira
cómo se arroja a toda clase de precipicios. Como si un demonio lo hiriera
con esa envidia y furor, nada lo detiene, sino que se encoleriza contra la
misma naturaleza; y la ira que había concebido contra los magos porque lo
burlaron, la des carga sobre ninos inocentes, empenado allá en Palestina en
un crimen parecido al que en otro tiempo se cometió en Egipto. Porque dice:
Mandó matar a todos los ninos que había en Belén y en sus términos, de dos
anos abajo, según el tiempo que cuidadosamente había inquirido de los magos.
Poned ahora diligente atención. Muchos hacen bromas acerca de estos ninos,
al mismo tiempo que representan la injusticia de lo hecho. Otros proponen
sus dudas acerca de este punto con mayor modestia, otros con mayor audacia y
aun con ira. Pues bien, para librar a unos de su locura y a otros de sus
dudas, escuchadnos mientras discurrimos brevemente sobre el asunto. Si
alegan que en realidad se descuidó la matanza de los ninos, también deben
acusar de negligencia a los soldados que custodiaban a Pedro. Pues del mismo
modo que en este pasaje, por un nino que se escapa son castigados otros
ninos en vez del que se buscaba, así cuando Pedro fue librado de la cárcel y
de las cadenas por el ángel, otro tirano, semejante al de este pasaje por el
nombre y por las costumbres, lo buscó; y al no encontrarlo en su lugar dio
muerte a los guardias que lo custodiaban.
Dirás: ¿A qué viene esto? !no es solución! !Más bien agrava la cuestión!
Bien lo veo. Por eso expongo de una vez todo para dar luego una solución
única. ¿Cuál es? ¿Qué solución que tenga probabilidad podemos presenciar?
Que Cristo no fue la causa de la muerte de los inocentes, sino la crueldad
del rey; del mismo modo que en el otro caso, tampoco lo fue Pedro para la
muerte de los soldados, sino el furor loco de Herodes. Si éste hubiera visto
taladrados los muros y derribadas las puertas, tal vez con derecho habría
podido acusar de negligencia a los guardias que custodiaban al apóstol. Pero
todo estaba intacto; las puertas estaban cerradas; las cadenas atadas a las
manos de los guardias (pues había otros atados juntamente con Pedro). De
manera que por estos indicios bien se podía pensar, si rectamente juzgaba,
que había intervenido un poder no humano y de ningún modo un fraude; y que
lo sucedido pro.- venía de un poder maravilloso y divino; y así adorar a
quien tal prodigio había hecho, en vez de dar muerte a los guardias. Dios de
tal manera se había manejado que de nada sirvieran los guardias; y que más
bien por medio de ellos llevara a Herodes al conocimiento de la verdad.
Si Herodes fue desagradecido y malvado ¿qué se puede achacar al sabido
médico de las almas que todo lo hacía para beneficio de aquel príncipe que
sufría la enfermedad de la des? obediencia? Pues lo mismo debe decirse en
nuestro caso. !Oh Herodes! ¿Por qué, burlado de los magos, te irritas? ¿Acaso no sabías que aquel nacimiento era divino?
¿No convocaste tu mismo a
los príncipes de los sacerdotes? ¿no congregaste a los escribas? ¿No
adujeron ellos, una vez llamados, ante tu tribunal al profeta que de antiguo
lo había predicho? ¿No caíste en la cuenta de cuán bien consonaba lo
antiguo, con lo nuevo? ¿No escuchaste que una estrella se hizo sierva de los
magos? ¿No te impresionó la diligencia de aquellos bárbaros? ¿No te
admiraste de su confianza y libertad de expresarse? ¿No sentiste escalofrío
al escuchar la profecía ¿No consideraste que lo presente no era sino una
consecuencia de lo antecedente? ¿Por qué no reflexionaste por todas estas
circunstancias en que todo aquello sucedía no por enganos de los magos, sino
por la divina virtud que todo lo provenía, como es conveniente que ella lo
prevenga? Pero, aun siendo burlado por los magos ¿qué tenía que ver eso con
los ninos que para nada te habían danado?
Bien está eso, dirás. Bien has demostrado ser Herodes sanguinario y que no
tiene defensa posible. Y sin embargo, aún no has resuelto la objeción sobre
la injusticia del hecho. Pues si Herodes obraba injustamente ¿por qué lo
permitió Dios? ¿Qué responderé? Responderé lo mismo que no ceso de repetir
continuamente en la iglesia y en la plaza y en todas partes, y quiero que
con diligencia atendáis a ello, puesto que trato de una regla que debe
aplicarse a todas las cuestiones a ésta semejantes. ¿Cuál es esa regla y
medida?
Muchos hay que hieren, nadie que sea herido. Para que este enigma no os
conturbe, doy inmediatamente la solución. Las injurias que padecemos sin
motivo de parte de otros hombres, Dios nos las toma en cuenta o para
remisión de nuestros pecados o para premiarnos después. Para que lo dicho
quede más claro, pongamos algunos ejemplos. Supongamos un criado que debe a
su senor grandes sumas y que sus enemigos lo acometen hasta el punto de
arrebatarle parte de sus bienes. Si el senor, que no podía haber impedido al
ladrón, no le restituye al criado el dinero que a éste le robaron, pero en
cambio se lo pone a la cuenta de lo que el criado le debía ¿quedará el
siervo perjudicado? De ninguna manera. Pues ¿qué si el senor incluso le da
una mayor cantidad de dinero? ¿Acaso en realidad el criado en vez de perder
no ha salido ganando? Es claro para todo el mundo. Pues juzguemos del mismo
modo cuando algo padezcamos.
Y que mediante nuestros sufrimientos o pagamos por nuestros pecados, o, si
no somos reos de muchos pecados, recibimos más brillantes coronas, oye cómo
lo dice Pablo, hablando de un fornicario: Entregad a ese tal a Satanás para
ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo 104. Dirás que esto no
viene al caso, pues se trata de los que padecen injurias y no de quienes son
corregidos por sus maestros. Tienes razón. No hay semejanza, pues tratábamos
de la proposición que dice: En los sufrimientos ningún dano padece el que
los sufre. Así pues, para hablar de otro caso que mucho más se acerca al
nuestro, acuérdate de David, quien viendo a Semeí que lo perseguía y le
lanzaba infinitos improperios, cuando los jefes del ejército querían
matarlo, se lo impidió con estas palabras: Dejadlo que me maldiga, para que
vea el Senor mi aflicción y me pagará con favores las maldiciones de hoy
105. Y en los salmos canta y dice: Mira cuán numerosos son mis enemigos. Me
odian con un odio feroz. Perdona todos mis pecados 106. También el pobre
Lázaro así alcanzó el descanso: por haber sufrido en esta vida males sin
cuento. En conclusión, que los que parecen recibir dano, en realidad no lo
reciben, con tal que sobrelleven todas las injurias con fortaleza. Más aún:
alcanzan mayores ganancias, ya sea que Dios los pruebe o que el demonio los
azote.
Dirás: pero ¿acaso los ninos inocentes tenían algún pecado que pagar?
Cualquiera lo afirmaría correctamente de quienes ya adultos han cometido
muchas culpas. Pero qué pecados pagaron con padecer semejante calamidad los
que fueron arrebatados por una muerte tan prematura? Pues bien: ¿no me
oísteis cuando dije que, aun cuando no haya pecado alguno, todavía les
espera a los tales que han soportado esas aflicciones, un pago inmenso? ¿Qué
dano recibieron esos ninos muertos por tal motivo, puesto que al punto
llegaron al puerto sin olas? Instarás que tal vez habrían hecho muchos
bienes si hubieran vivido. Y sin embargo, no tendrían igual premio como
habiendo muerto por el motivo por el que murieron. Dios no habría permitido
que los ninos murieran con muerte tan prematura si habían de llegar a ser
tan excelentes en la virtud. Si a los que irán a vivir en tan grande
perversidad con tanta paciencia los soporta, con mayor razón no permitiría
que los otros fueran así arrancados de la vida si previera que llevarían a
cabo, en caso de vivir, grandes hazanas en la virtud.
Esto es lo que queremos decir. Pero hay otras muchas razones y más oscuras,
que conoce bien Aquel que así ordena los acontecimientos. Dejando, pues, en
sus manos, esas profundas razones, por nuestra parte mantengámonos firmes en
lo que sigue; y aprendamos por las ajenas desgracias a llevar todos los
padecimientos con fortaleza. No fue pequena la tragedia que entonces tuvo
lugar en Belén, cuando los ninos eran arrebatados del seno de sus madres y
llevados a tan inicua muerte. Pero si todavía sientes pusilanimidad y no
alcanzas tan alto grado de virtud, anímate oyendo cuál fue el fin y
acabamiento del que tales crímenes cometió. Rápidamente le llegó el castigo
de su maldad y sufrió el debido suplicio por crimen tan insigne: cerró su
vida con una muerte más miserable que las que él había causado, aparte de
sufrir otras muchas desgracias. Podéis conocerlas leyendo la historia que
escribió Josefo. No hemos pensado oportuno el insertarla aquí, para no
alargar nuestro discurso, ni cortar la serie de los sucesos que vamos
explicando.
Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías que dice: Una voz que se
oye en Ramá, lamentación y gemido grande: es Raquel que llora a sus hijos y
rehúsa ser consolada, porque no existen. Tras de haber cubierto de horror al
que lee con la narración de la violenta matanza, inicua y crudelísima,
enseguida lo consuela ensenándole que tales cosas sucedieron no porque Dios
no pudiera impedirlas o no las hubiera previsto; sino que las previó y aun
de antemano las predijo por boca del profeta. En consecuencia, no te turbes
demasiado ni te desanimes, con templando su inefable providencia, que puede
comprobarse así en lo que hace como en lo que permite. El mismo, en otro
pasaje lo dio a entender, hablando con los discípulos. Como les hubiera
anunciado los tribunales y que los condenarían a muerte y los combates del
mundo y as luchas a muerte, finalmente los anima y los consuela diciéndoles:
¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en
tierra sin la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos 107.
Les decía esto para darles a entender que nada se hace ignorándolo Dios;
sino que todo lo sabe, aunque no todo lo hace. Les dice, pues: no os turbéis
ni os impresionéis. Pues quien conoce lo que padecéis y puede impedirlo, sin
duda que no lo impide precisamente porque tiene cuidado y providencia de vos
otros. Esto mismo es necesario que pensemos en las tentaciones y sacaremos
de ello grande consuelo. Pero ¿qué tiene de común Raquel con Belén?,
preguntará tal vez alguno. Pues dice: Raquel que llora a sus hijos. Y lo
mismo: ¿Qué tiene que ver Ramá con Raquel? Raquel fue madre de Benjamín y a
ella la sepultaron, tras de su muerte, en el hipódromo vecino a esa región.
Y por estar vecino el sepulcro y en región que pertenecía por suerte a su
hijo Benjamín, pues Ramá era de la tribu de Benjamín, con razón el profeta,
por el que fue cabeza de la tribu y por ci sitio del sepulcro, llama a los
ninos asesinados hijos de Raquel.
A continuación demuestra que tan cruel herida no admitía remedio, cuando
dice: Y rehúsa ser consolada porque no existen. Con lo cual nos ensena lo
mismo que veníamos diciendo: que no conviene perturbarse porque los sucesos
parezcan contrarios a las promesas divinas. Así cuando Cristo viene a salvar
a su pueblo y aun a todo el mundo ¿cuáles son sus principios? La madre huye
de su patria y es afligida por intolerables calamidades, se comete una
acerbísima matanza y por todas partes se escuchan innumerables gemidos y
llantos. Pero no te turbes. Suele llevar Dios su providencia por medios que
parecen opuestos, dándonos por este camino la más grande prueba de su poder.
Y formó y educó a sus discípulos de manera que así lo llevaran todo a cabo:
procurando las cosas por sus contrarios, a fin de que todo fuera
más?milagroso. Y así los discípulos azotados, echados de las ciudades,
padeciendo penalidades infinitas, superaron a quienes los azotaban y
expatriaban. Muerto ya Herodes, el ángel del Senor se apareció en suenos a
José y le dijo: Levántate y toma al nino y a su madre y vete a la tierra de
Israel. Ya rió le dice: huye; sino vete. ¿Adviertes el descanso después de
la prueba? Porque José, vuelto después del destierro, regresó a su patria y
pudo ver al matador de los ninos inocentes muerto ya. Mas, apenas vuelto a
la patria,-se encontró con las reliquias de los antiguos peligros. Porque
vivía y reinaba un hijo del tirano. Preguntarás: ¿cómo fue que Arquelao
reinara en Judea, siendo presidente Pilatos? Estaba reciente la muerte de
Herodes y su reino aún no se había dividido en varias porciones. Por muerte
de Herodes, quedó con el mando su hijo. Mas porque el hermano de Arquelao
también se llamaba Herodes, el evangelista distinguió y dijo: En lugar de su
padre Herodes.
Pero si José temía ir a Judea a causa de Arquelao, le era necesario en
Galilea temer a Herodes hijo. Sin embargo, una vez que José cambió de lugar,
el negocio se dio al olvido, pues el asalto había sido contra Belén y sus
términos. De manera que Arquelao, una vez concluida la matanza, pensó que
todo había terminado y que aquel a quien él buscaba habría perecido entre
los muchos que murieron. Por otra parte, habiendo visto cómo murió su padre,
él se tomó un tanto moderado y no quiso continuar la persecución ni
compartir en la perversidad. Así regresó José a Nazaret, tanto para huir del
peligro, como para vivir en su amada patria.
Y para que más confiadamente procediera, recibió acerca de ello el oráculo
de parte del ángel. Sin embargo, Lucas no dice que haya ido a Nazaret por
fuerza del oráculo; sino que terminado lo de la Purificación, bajaron a
Nazaret. ¿Qué decir a esto? Que Lucas lo dijo hablando del tiempo que
precedió a la huida a Egipto. Porque no dice que fueron allá antes de la
Purificación, a fin de que en nada se traspasara la Ley; sino que esperaron
hasta que se llevara a cabo la Purificación y regresaran a Nazaret, y
después fueran a Egipto. Ya vueltos de Egipto, dice que tornaron a Nazaret.
La primera vez ningún oráculo les avisó que regresaran, sino que por propia
voluntad fueron a su amada patria. No habiendo ido a Belén sino por motivo
del censo y no habiendo encontrado sitio en el mesón para detenerse, apenas
terminado el negocio se volvieron a Nazaret.
Ahora en cambio, el ángel los hace regresar a su casa, para que ahí se
establezcan. Y esto no sin motivo, sino porque así estaba profetizado. Para
que se cumpliera lo dicho por los profetas, que se llamaría Nazareno. ¿Cuál
de los profetas dijo esto? No lo preguntes, ni lo examines con varia
curiosidad. Muchos libros proféticos perecieron, como puede verse por los
Paralipómenos. Descuidados eran los judíos y con frecuencia caían en la
impiedad; y así unos libros se perdieron por su incuria, otros ellos mismos
los quemaron o rompieron. De lo primero, cuenta Jeremías; de lo segundo el
que escribió el Libro IV de los Reyes. Pues dice que después de mucho
tiempo, apenas pudo encontrarse el Deuteronomio enterrado, que antes se
había perdido. Y así desaparecieron muchos libros cuando los bárbaros no
estaban encima y mucho más una vez que éstos se echaron sobre el pueblo
judío. Por lo demás los apóstoles, apoyados en los profetas, con frecuencia
llaman a Jesús el Nazareno 108.
Preguntarás si fue esto lo que hizo oscura la profecía sobre Belén. De
ninguna manera. Al revés. Eso mismo excitaba y empujaba más a explorar lo
que de Cristo se había anunciado. Así se acercó Natanael para inquirir y
preguntó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? 109 Pues se trataba de un
pueblecito despreciable. Y aun toda Galilea era despreciada. Por eso decían
los fariseos: Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno.
Pero Jesús no se avergüenza de ser llamado con el apelativo de su patria,
demostrando así que no necesita de cosa alguna humana; y escoge sus
discípulos en Galilea, quitando así todas las argucias y ocasiones a los que
todavía quisieran ser perezosos; y demostrándonos al mismo tiempo cómo
tampoco nos otros necesitamos de nada de las cosas exteriores, si nos damos
a ejercitar la virtud. Por tal motivo, ni siquiera tuvo habitación, sino que
dijo: El Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar su cabeza 110. Y cuando
Herodes lo persiguió con asechanzas, huyó; fue puesto en un pesebre;
permanece en el mesón, elige una Madre pobre. Todo para ensenarnos que nada
de eso lo estimemos vergonzoso, ya que él desde el principio pisotea el
fausto humano; y nos ordena adherimos no a otra cosa sino a la virtud.
?Por qué, nos dice, te glorías de tu patria, cuando yo te ordeno que en toda
la tierra seas peregrino? cuando sucede que tú puedas ser tal que todo el
mundo no sea digno de ti? Tales cosas han de ser despreciadas en tal forma
que ni a los filósofos griegos les parecen tener valor alguno, sino que las
llaman extranas y las tienen como ínfimas. Dirás que sin embargo Pablo se
abraza con ellas cuando dice: Según la elección son amados o causa de sus
padres 111. Sí. Pero dime a quiénes habla, cuándo y de quiénes. Porque trata
ahí con los que se habían convertido de entre los gentiles y andaban
soberbios e hinchados y se levantaban contra los judíos, y alegando ese
motivo los discriminaban. De manera que propiamente reprimiendo su hinchazón
los halaga y los excita a tener el mismo empeno que los judíos.
Tratando de aquellos grandes y fervorosos varones, oye cómo se expresa: Los
que tales cosas dicen dan bien a entender que buscan la patria. Que si se
acordaran de aquella de donde habían salido, tiempo tuvieron para volverse a
ella. Pero deseaban otra mejor, esto es, la celestial 112. Y también ahí
mismo: En la fe murieron todos sin recibir las promesas, pero viéndolas de
lejos y saludándolas. Y el Bautista a quienes se acercaban, les decía: No
queráis decir: tenemos por padre a Abraham. Y de nuevo Pablo: Es que no
todos los-nacidos de Israel son Israel; ni todos los hijos de la carne son
hijos de Dios 113. Y a la verdad a los hijos de Samuel que no heredaron las
virtudes de su padre ¿de qué les sirvió la nobleza de éste? ¿Qué ganancia
obtuvieron los hijos de Moisés, pues no imitaron su presteza en la virtud?
No obtuvieron el mando después de él; sino que mientras ellos se gloriaban
de su padre, la jefatura del pueblo pasó a otro varón, hijo de Moisés por la
virtud.
?En qué le estorbó a Timoteo el haber nacido de padre gentil y en cambio qué
logró el hijo de Noé por la virtud de su padre? De libre quedó convertido en
esclavo! ¿Ves cómo la alteza del padre no es suficientemente idóneo
patrocinio para el hijo? La perversidad de su propósito venció las leyes de
la naturaleza, de manera que lo derrocó no sólo de la nobleza paterna, sino
que además lo hizo esclavo. ¿Acaso Esaú no era hijo de Isaac y éste lo
patrocinaba? Porque su padre cuidaba y procuraba que alcanzase las
bendiciones y con el mismo objeto ejecutaba todo lo que su padre le
ordenaba. Pero por ser malvado, ninguna utilidad reportó. Aun siendo el
primogénito; aun favoreciéndolo en todo su padre, todo lo perdió porque Dios
no le ayudaba. Mas ¿para qué traigo a la memoria a los hombres? Hijos de
Dios fueron los judíos, pero de semejante nobleza ningún provecho sacaron.
De manera que aun cuando alguno sea hijo de Dios, si no demuestra una virtud
correspondiente a tan alta nobleza, será más gravemente castigado. ¿Para qué
vienes aquí a publicar la nobleza de tus antepasados? Y esto no sucede
únicamente en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo verás que
sucede lo mismo. Porque dice: Mas a cuantos lo recibieron les dio poder de
venir a ser hijos de Dios 114. Y sin embargo, afirma Pablo que a muchos de
esos hijos de nada les aprovechó semejante Padre: Si os circuncidáis, Cristo
de nada os aprovechará 115.? Pues si Cristo en nada aprovecha a quienes no
quieren seguirlo ¿cómo les aprovechará el hombre?
En consecuencia, no nos vanagloriemos de la nobleza ni de las riquezas. Más
aún: no tengamos aprecio alguno de los que se vanaglorian. Tampoco perdamos
ánimo por causa de la pobreza, sino busquemos las riquezas que consisten en
las buenas obras. Huyamos de la pobreza que nos arroje a la perversidad: esa
con que aquel rico era pobre, ya que no logró ni si quiera una gota de agua,
ni con grandes súplicas. Y eso que de entre nosotros ¿quién hay tan pobre
que no tenga siquiera una gota de agua? !Nadie, en verdad! Aun los que
desfallecen por una hambre extrema, pueden gozar de algunas gotas de agua;
ni sólo de algunas gotas de agua, sino también de un refrigerio mejor. No
así aquel rico, pues llegó a tal grado de pobreza que no logró encontrar el
menor refrigerio posible.
Entonces ¿por qué anhelamos andar tras de las riquezas? !No pueden
conducimos al cielo! Dime: si un rey terreno proclamara que ningún rico
podía brillar en su palacio ni disfrutar de ningún favor acaso no todos al
punto despreciaríais las riquezas y las arrojaríais allá lejos? Pues si las
riquezas así nos apartaran de los honores en los palacios de la tierra,
serían des preciadas. En cambio, clamando y diciendo día por día el Rey de
los cielos que es difícil entrar a los sagrados atrios celestes cargados de
riquezas ¿no renunciaremos a ellas para poder con libertad entrar suavemente
en aquellos palacios? ¿De qué perdón seremos dignos si anhelosos nos
abrazamos con- las cosas que nos cierran la entrada aquella y las andamos
atesorando en torres fortificadas y aun- escondiéndolas bajo tierra, siendo
así que podemos colocarlas para que- nos las guarden en el cielo? Haces en
eso lo mismo que harían los agricultores que- habiendo recibido la simiente
para sembrarla en un fértil campo, fueran y la arrojaran toda en un hoyo, de
modo que ni ellos la disfrutaran y ella acabara podrida y pereciera.
Pero ¿qué excusa presentan cuando por esto los acusamos? Dicen: no pequeno
consuelo nos acarrea el saber que nuestra riqueza está oculta en un lugar
seguro. Pues por el contrario lo que debía consolarte sería saber que no
está oculta. Porque aun cuando no sufras de hambre, pero hay que tener en
cuenta muchos otros peligros y más graves: la muerte, las asechanzas, la
guerra. Si viene el hambre, el pueblo, empujado por la necesidad de su
estómago, a mano armada asaltará tu casa. Más aún: al proceder así, tú mismo
produces el hambre en las ciudades y metes en tu casa el peligro, más grave
que el hambre.
La desgracia del hambre no sé yo que haya consumido a nadie repentinamente;
porque muchos medios pueden pensarse para aliviar tan temible miseria. En
cambio, podría yo senalar a muchos que han muerto ya pública ya privadamente
a causa de la riqueza y sus equivalentes. De semejantes casos están llenos
los caminos y los tribunales y las plazas. Pero ¿qué digo caminos,
tribunales y piaras? El mar mismo lo he visto lleno de sangre. Porque la
tiranía de las riquezas no sólo ha llenado la tierra, sino que se ha
desatado furiosísima en el mar. Uno navega en busca del oro; otro a causa
del oro sucumbe degollado: !una misma tiranía produce al mercader y al
homicida! ¿Qué cosa hay en la que menos pueda confiarse que la riqueza, pues
por su causa muchos andan peregrinando, caen en peligros, encuentran la
muerte? Pero dice la Escritura: ¿Quién se compadecerá del encantador a quien
muerde la serpiente? 116 Conociendo pues lo terrible de semejante tiranía,
conviene huirla y reprimir el anhelo de lo que es tan danoso.
Preguntarás ¿cómo puede eso lograrse? Sustituyendo ese amor con otro amor:
es a saber, con el amor del cielo. Quien anhela el reino celestial desprecia
las riquezas. Quien haya sido hecho siervo de Cristo, nunca será esclavo de
las riquezas, sino que al revés a ellas las esclavizará. Porque acostumbra
la riqueza perseguir al que la huye y huir del que la persigue: !a nadie
honra tanto como a quien la desprecia! De nadie se burla tanto corno de
quien la anhela; ni sólo se burla, sino que con infinitas cadenas lo ata.
Rompamos, pues, aunque tarde, esas danosas cadenas. ¿Por qué obligas al alma
racional a servir a la materia irracional, madre de infinitos males? Pero...
!vaya un asunto digno de risa! Con las palabras la combatimos, pero ella con
realidades nos combate y nos trae y nos lleva, como si nos hubiera comprado
para azotarnos. ¿Qué cosa habrá más de vergüenza y de indignidad?
Por otra parte, si no superamos las cosas materiales ¿cómo venceremos a las
Potestades incorpóreas? Si no despreciamos las viles piedras y mísera tierra
¿cómo sujetaremos a los Principados y Potestades del infierno? ¿Cómo
ejercitaremos la temperancia? Si nos apasiona el brillo del oro ¿cómo
podremos abstenernos del brillo de un rostro hermoso? Porque hay hombres que
hasta tal punto se hallan sujetos a semejante tiranía, que aun el solo
brillo del oro los apasiona y entre risas y donaires ex claman: !una moneda
de oro con sólo verla deleita! !No juegues así, oh hombre! Pues nada hay que
así dane los ojos del cuerpo y del alma como el anhelo de esas monedas. Este
fue el mal amor que extinguió las lámparas de las vírgenes necias y las
excluyó del tálamo del Esposo. Esa mirada que dices que alegra tus ojos, fue
la que impidió escuchar al mísero Judas la voz del Senor y lo llevó al lazo
corredizo: esa lo hizo reventar por el medio y finalmente lo arrojó a la
gehenna.
?Qué hay pues más inicuo, qué hay más horrible que semejante peste? Yo no
reprendo los dineros ni las cosas materiales, sino el furioso y loco anhelo
de ellas. Ese anhelo destila sangre humana, tiene aspecto sangriento, es más
cruel que cualquier bestia feroz y destroza cuanto encuentra a la mano. Y lo
que es mucho peor, ni siquiera permite que lo sienta el que es des trozado.
Cuando convenía que quienes así se encuentran, ex tendieran su mano pidiendo
auxilio a los transeúntes, al revés, agradecen semejantes heridas. ¿Qué
puede haber más miserable? Reflexionando sobre esto, huyamos de esa
enfermedad in curable y apartémonos lejos de semejante peste y curémonos de
las heridas que ya nos haya causado. Así llevaremos acá una vida segura y
sin perturbaciones y alcanzaremos los eternos tesoros. Ojalá todos nosotros
los consigamos, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
con el Padre y el Espíritu Santo, sea la gloria, el imperio y el honor,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Homilías, Volumen II. Sobre el Evangelio de San Mateo. Traducción directa
del griego por Rafael Ramírez Torres, S. J., Editorial Tradición, México,
1978.
2 Jn 14, 26.
3 Jn 31, 31-33.
4 2Co 3, 3.
5 Hch 2, 41 y Hch 4, 4.
6 Lc 1, 4.
7 Lc 11, 17.
8 Advierte Migne que el argumento que el santo propone tiene muchas
dificultades, como puede apreciarse desde luego. Quizá de vez en cuando el
ardor oratorio lo arrastra algo más allá de lo que pide el general sentir.
Por ejemplo, un poco más adelante, cuando se expresa tan despectivamente de
hombres como Platón, que ciertamente fueron ilustres y han ayudado no poco
al desenvolvimiento de -las ciencias filosóficas y aun teológicas.
9 Mt 22, 40.
10 Mt 7, 12.
11 Mt 7, 6
12 Is 53, 8.
13 Ba 3, 38.
14 Jn 7, 42.
15 2R 19, 34.
16 Gn 49, 10.
17 Sal 102, 4.
18 1Co 10, 11.
19 1Co 15, 33
20 Am 8, 11.
21 2Co 2, 11.
22 Lc 2, 48.
23 Gn 38, 25.
24 Sal 80, 13.
25 Is 5, 2
26 Ef 2, 14
27 Sal 45, 11-12.
28 Ez 36, 22 y 32
29 Dn 3, 29 y Dn 27, 31.
30 Mt 8, 8.
31 1Co 15, 9.
32 Mc 1, 7 y Mt 3, 11.
33 Lc 5, 8.
34 2S 16, 11.
35 2S 15, 25-26. Varían mucho los manuscritos en este pasaje. La Biblia de
Jerusalén lo traduce así: Dijo el rey a Sadoq: Haz volver el arca de Dios a
la ciudad. Si he hallado gracia a los ojos de Yahvé, me hará volver y me
permitirá ver el arca y su morada. Y si dice: No me has agradado, que me
haga lo que mejor le parezca.
36 Sal 89, 4 y 21.
37 Mt 11, 29.
38 Ga 4, 4. Los herejes a que se refiere el santo fueron los valentinianos,
que afirmaban no haber tomado Cristo carne de María, aunque sí había pasado
por su seno.
39 Rm 9, 5.
40 Jb 1, 1.
41 Lc 1, 6.
42 Pr 6, 34.
43 Ct 8, 6
44 Nótese este lapsus de memoria del santo, pues en todos los MNS hebreos,
griegos y latinos se afirma haber sido la estatua de oro y no de madera. Y
lo curioso es que hacia el fin de la Homilía el mismo santo la llama de oro
y sobre esto hace aplicaciones morales.
45 Dn 3, 18.
46 Sal 83, 11.
47 Mt 25, 35
48 Muchos manuscritos anaden aquí: Como puede comprobarse entre los
filósofos. Porque están en la pobreza más libres de temores que los ricos; y
en mitad del horno gozan de limpio rocío. Como aconteció entonces. El rocío
no apagó el fuego, pero impidió que se quemaran los que ti fuego hablan sido
arrojados.
49 Hb 11, 38.
50 Llama la atención la digresión tan larga, que es casi la mitad dé la
Homilía, sobre temas morales, en especial todo lo que se dice de los jóvenes
del horno babilonio; y la forma de cerrar la Homilía sin alusión alguna a la
materia del evangelio que venía tratándose. Sospechamos haber sido un
artificio del santo para borrar de las imaginaciones antioquenas, tan
pervertidas como consta por la historia, las imágenes suscitadas por lo
dicho acerca de la concepci6n de Cristo y las dudas de San José. El
libertinaje en Antioquía superaba toda medida.
51 Is 8, 3
52 Is 1, 26
53 Sal 148, 12
54 Dt 22, 20.
55 Gn 8, 7
56 Sal 85, 2
57 Sal 72, 7.
58 Jn 7, 5.
59 Nótese que fue Aniano quien puso en su versión lo de que las rodillas de
Santiago se habían encallecido como piel de camello. Pero el griego no dice
tal cosa.
60 Hch 21, 20
61 Sal 49, 7
62 Jr 11, 14.
63 Ez 14, 14 y 16
64 1S 16, 1
65 Jn 12, 14.
66 Lc 16, 9.
67 2Co 9, 8.
68 Jn 18, 36
69 Mt 12, 41
70 Pr 9, 9
71 Mi 5, 2.
72 Gn 49, 10
73 Is 9, 5-6.
74 Lc 12, 49
75 Mt 5, 5
76 Flp 4, 4.
77 1S 1, 13
78 Mt 10, 35.
79 1Co 4, 4.
80 Rm 10, 2
81 1Co 11, 3.
82 Ex 32, 6
83 Ez 16, 49
84 Flp 3, 19
85 2Co 2, 2
86 Mi 5, 2.
87 Ya en otra parte hemos hecho notar las vacilaciones del santo al
expresarse sobre la visita de los magos a Jesús recién nacido, si lo
visitaron aún en la cueva, estando el Nino en el pesebre o en una casa
particular. Parece que el texto que comenta mantiene el de su uso particular
con la versión que hemos dado. Pero luego en la explicación a veces habla
del pesebre, a veces de una choza o tugurio, etc. Nosotros hemos seguido su
texto siempre que fue necesario para la explicación; cuando no, hemos
preferido con frecuencia la versión de la Biblia de Jerusalén
88 Sal 8, 3
89 Sal 110, 1.
90 Is 11, 10
91 Rm 9, 6
92 Mt 28, 19
93 Hch 13, 46
94 1Co 11, 27
95 Mt 5, 28
96 1Co 5, 29 y 31
97 1Co 7, 3
98 No menciona San Lucas la visita de los magos. Por otra parte, aquí el
santo, al conectar el texto de San Lucas con la dicha visita, parece dar a
entender que ésta se verificó inmediatamente después del nacimiento, ahí
mismo en la cueva de Belén y aun antes que la de los pastores, a los cuales
el Crisóstomo no dedicó ninguna Homilía.
99 1S 6, 6
100 Os 11, 1.
101 Gn 49, 7
102 Gn 27, 29
103 Am 9, 7
104 1Co 5, 5
105 2S 16, 11-12
106 Sal 25, 18-19
107 Mt 10, 29
108 Habla el santo del Libro IV de los Reyes. Actualmente, desde no hace
mucho, se ha dividido esa obra histórica en dos libros de Samuel y dos de
los Reyes. Así el libro IV viene siendo el II de los Reyes. En cuanto a la
designación de Cristo como Nazareno, el santo dice haberse perdido los
libros de profecías en donde constaba el Nazaraeus vocabitur. Otros dicen
que en realidad las palabras mismas de esa ex presión no constan en las
profecías, pero que el sentido sí.
109 Jn 1, 46
110 Lc 9, 58
111 Rm 11, 28
112 Hb 11, 14-16
113 Rm 9, 6
114 Jn 1, 12
115 Ga 5, 2
116 Qo 12, 13
San Juan Crisóstomo
Homilías sobre el Evangelio de San Mateo II
Homilías I-IX, X-XXXVI, XXXVII-LXVII
X En aquellos días apareció Juan
XI Como viera a muchos saduceos
XII Vino Jesús de Galilea al Jordán
XIII Entonces fue llevado Jesús al desierto
XIV Habiendo oído Jesús que Juan había sido preso
XV Viendo Jesús la muchedumbre, subió a un monte
XVI No penséis que he venido a abrogar
XVII Habéis oído que se dijo
XVIII Oísteis que se dijo: ojo por ojo
XIX Estad atentos a no hacer vuestras limosnas
XX Cuando ayunéis
XXI Nadie puede servir a dos senores
XXII Mirad los lirios del campo
XXIII No juzguéis y no seréis juzgados
XXIV No todo el que dice: Senor, Senor
XXV Cuando hubo Jesús acabado estos discursos
XXVI Se le acercó un centurión
XXVII Habiendo entrado Jesús en la casa de Pedro
XXVIII Cuando hubo subido a la nave
XXIX Subieron a una barca
XXX Vio a un hombre sentado al telonio
XXXI Mientras hablaba, llegóse un jefe
XXXII Partido de ahí Jesús, lo seguían dos ciegos
XXXIII Os envío como ovejas en medio de lobos
XXXIV Cuando os persigan en una ciudad
XXXV No penséis que he venido a poner paz
XXXVI Cuando hubo acabado Jesús de instruir
HOMILIA X
En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de
Judea, diciendo: Arrepentíos porque el reino de Dios está cerca (Mt 3,
1-20).
?DE QUÉ días habla el evangelista? No se refiere a cuando Jesús era nino y
fue a Nazaret, sino pasados ya treinta anos apareció Juan, como lo testifica
Lucas. Entonces ¿por qué dice: en aquellos días? Usa la Escritura semejante
modo de hablar no únicamente cuando refiere lo que a renglón seguido
aconteció, sino también cuando narra lo acontecido muchos anos después. Así
lo hace allá cuando, sentado Jesús en el monte de los Olivos, se le
acercaron los discípulos y le preguntaron acerca de su venida y de la
destrucción de Jerusalén. Sabéis perfectamente cuánto distan ambos tiempos.
Pues bien: una vez que hubo hablado acerca de la destrucción de Jerusalén y
terminó ese discurso, para hablar enseguida del tiempo de la consumación de
los siglos, comenzó diciendo: Entonces sucederán estas cosas. Con esa
palabra entonces no quiso unir ambos tiempos, sino que únicamente indicó el
tiempo en que aquéllas iban a suceder. Pues bien: lo mismo hace el
evangelista cuando dice: En aquellos días.
Preguntarás: ¿por qué Jesús fue a bautizarse a los treinta anos? Porque a
partir de su bautismo tenía que disolver la Ley. Permaneció en la
observancia de la Ley hasta esa edad en la que se es capaz de cometer toda
clase de faltas contra la Ley, para que nadie pudiera afirmar que la
disolvía por no poder cumplirla. Es un hecho que no toda, clase de
pecaminosos afectos ni toda clase de vicios se echan siempre sobre nosotros.
En la primera edad están en todo su vigor la imprudencia y la imbecilidad
del ánimo; en la edad siguiente, florece la liviandad; en la subsiguiente,
la codicia de riquezas. Por tal motivo Cristo, transcurridas ya todas esas
edades y habiendo guardado por todo ese tiempo la Ley, una vez que hubo dado
cumplimiento a todos sus preceptos, finalmente vino al último del bautismo.
Que éste entrara en los preceptos legales, oye cómo él mismo lo dice:
Conviene que cumplamos toda justicia. Como si dijera: hemos dado
cumplimiento a todas las observancias legales y no hemos traspasado ninguno
de los mandatos. Y pues sólo falta éste, conviene que también lo cumplamos;
y así habremos cumplido toda justicia. Llama aquí justicia a la guarda de
todos los preceptos.
Queda, pues, claro, por lo dicho, que Cristo por ese motivo bajó a
bautizarse. Que el hijo de Zacarías haya ido a bautizar no por propia
inspiración, sino moviéndolo Dios, claramente lo dice Lucas: Fue dirigida la
palabra de Dios a Juan, 1 es decir, recibió el mandato. Y el mismo Juan
dice: El que me envió a bautizar en agua, me dijo: Aquel sobre quien vieres
que desciende el Espíritu Santo y se posa sobre él ese es el que bautiza en
el Espíritu Santo 2 Mas ¿por qué fue enviado a bautizar? Nos lo declara ahí
él mismo: Yo no lo conocía; mas para que él fuese manifestado a Israel he
venido yo y bautizo en agua. Pero si era ese el único motivo ¿por qué dice
Lucas: Vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de
penitencia en remisión de los pecados? Y sin embargo, no producía remisión
de los pecados, porque esto fue gracia del bautismo instituido más tarde. En
este segundo es donde somos consepultados y ahí es en donde nuestro hombre
viejo fue crucificado; y antes de la cruz no se encuentra remisión de
culpas, pues ésta en todas partes se atribuye a la sangre de Cristo.
Por su parte, Pablo dice: Pero habéis sido lavados; habéis sido
santificados, no por el bautismo de Juan, sino en el nombre del Senor
Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. 3 Y en otra parte dice: Juan
predicó un bautismo de penitencia y no dijo de remisión, sino diciendo al
pueblo que creyese en el que vendría detrás de é1. 4 No habiéndose ofrecido
aún el sacrificio, ni habiendo aún descendido el Espíritu Santo, ni
habiéndose quitado el pecado ni la enemistad, ni habiéndose borrado la
maldición ¿cómo podía hacerse la remisión de los pecados?' Entonces ¿qué
significa eso de en remisión de los pecados? Los judíos eran sobremanera
perversos y nunca habían caído en la cuenta de sus pecados; sino que, aun
expuestos a males extremos, sin embargo donde quiera se declaraban justos. Y
fue esto lo que sobre todo los perdió y los apartó de la fe. Por tal motivo
Pablo los acusa y dice: Porque ignorando la justicia de Dios y buscando
afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 5 Y también: Pues
¿qué diremos? ¿Qué los gentiles que no perseguían la justicia, alcanzaron la
justicia, mientras que Israel, persiguiendo la Ley de la justicia, no
alcanzó la Ley? ¿Por qué? Porque no fue por el camino de la fe, sino por el
de las obras. 6 Siendo, pues, ésta la causa de sus males, se presentó Juan
no para otra cosa, sino para llevarlos a reconocer sus pecados. Esto lo
manifestaba aun con su modo de vestir, pues era tal como hecho para
penitencia y confesión de los pecados.
Lo mismo demostró con su predicación, pues no decía otra cosa, sino: Haced
frutos dignos de penitencia. 7 Y así, por no confesar ellos sus pecados,
como lo declaró Pablo, se apartaron de Cristo. Confesar los pecados tiene
como fruto la búsqueda de un Redentor y el anhelo de la redención. Y Juan
apareció para preparar ambas cosas y exhortarlos a que hicieran penitencia.
No para que se les castigara, sino para que hechos más humildes con la
penitencia, y condenándose a sí mismos, recurrieran a alcanzar el perdón.
Advierte pues cuán exactamente lo dice. Porque habiendo dicho: Apareció
predicando en el desierto de Judea el bautismo, anadió: en remisión. 8 Como
si dijera: la razón que tuvo para exhortarlos a que confesaran sus pecados e
hicieran penitencia no fue para que luego se les castigara, sino para que
luego con mayor facilidad obtuvieran la remisión. Pues si no se condenaban a
sí mismos, no pedirían gracia ni alcanzarían perdón. De manera que este
bautismo prepara el camino para eso.
Tales fueron las razones por las que decía: Para que crean en aquel que
viene detrás de él, 9 poniendo así un motivo más del bautismo de Juan,
aparte de los que ya dijimos. Porque no habría sido lo mismo si recorriera
las casas y dijera: Creed en éste, llevando a Cristo de la mano a todos
lados, que alzar aquella voz bienaventurada, estando todos presentes y
viéndolo y hacer lo demás que hizo. Por eso vino con el bautismo. La buena
opinión y fama del que bautizaba y la naturaleza misma de la cosa, atraían a
toda la ciudad y la llevaban al Jordán, que se convirtió en un magnífico
escenario. Por esto Juan, a quienes se acercaban los corregía y los
persuadía a que no pensaran altamente de sí mismos, demostrándoles que eran
reos de gravísimos crímenes y que tenían que hacer penitencia; y que
arrojaran de lado a sus antepasados y quitaran la jactancia que por ellos
habían concebido y recibieran al que ya había llegado.
Entre tanto los acontecimientos en torno de Cristo habían quedado en la
sombra y entre muchos parecía haberse extinguido, a causa de la matanza de
Belén. Pues aun cuando Cristo, siendo de doce anos, salió al público, pero
al punto de nuevo volvió a la oscuridad; por lo cual se necesitaban otra vez
más brillantes comienzos y más sublimes exordios. Tal es el motivo de que
Juan les predique en altas voces, por vez primera, lo que nunca los judíos
habían oído de los profetas ni de nadie más, pues les hablaba del cielo, del
reino de los cielos y nada en absoluto de lo terreno.
Y llama aquí reino a la venida de Cristo, tanto la anterior como la final.
Preguntarás: pero ¿qué interesaba esto a los judíos, que ni siquiera
entendían lo que les decía? Te contestará el mismo Juan: Precisamente les
habló así, para que excitada su curiosidad por lo oscuro de las palabras,
vengan a investigar quién es ese de quien les hablo; de manera que ya
publicanos y soldados preguntan qué hay que hacer y cómo se ha de ordenar la
vida. Esto sería ya una senal de que ellos, haciendo a un lado los negocios
seculares, alzaban sus ojos a cosas más altas, y como entre suenos algo
imaginaban de las cosas futuras. Pues todo cuanto veían y oían los levantaba
a un más elevado sentido de las cosas.
Considera en este punto lo que sería ver a un hombre que, después de treinta
anos, sale del desierto, hijo de un príncipe de los sacerdotes, que jamás
había tenido escasez de cosa alguna terrenal, y era en todos sentidos
venerable y llevaba consigo a Isaías. Porque como quien dice, estaba
presente el propio Isaías que les anunciaba y decía: Este es el que os dije
que aparecería; gritando y anunciando todo con potente voz en el desierto.
Porque tan empenosos anduvieron los profetas en eso del Mesías, que
profetizaron con mucha antelación al Senor suyo y además al que había de ser
su ministro, ni sólo al ministro, sino inclusive el sitio en donde estaría y
el modo de la predicación con que había de ensenar y el excelente resultado
que de su predicación se seguiría.
Considera, pues, cómo ambos, el profeta y el Bautista, confluyen en un mismo
sentido, aunque no con las mismas palabras. Porque el profeta predijo que
vendría el Precursor con estas expresiones: Abrid camino al Senor en el
desierto; allanad en la soledad caminos a vuestro Dios, 10 y el Precursor,
cuando vino, decía: Haced frutos dignos de penitencia; que significa lo
mismo que abrid camino al Senor.?Observas cómo por lo que el profeta dijo y
por lo que el Precursor predicaba se significa una misma cosa? Es a saber:
que él había venido para ir delante del Mesías y prepararle el camino; no
para dar él el don de la gracia o sea el perdón de los pecados, sino para
preparar las almas de cuantos habrían de recibir al Dios del universo. Lucas
anadió algo más, y no se contentó con presentar el comienzo de la profecía
sino que la citó íntegra. Pues dice: Todo barranco sea rellenado y todo
monte y collado allanado y los caminos tortuosos rectificados y los ásperos
igualados. Y toda carne verá la salud de Dios. 11
?Observas cómo el profeta ya de antiguo todo lo había declarado?: el
concurso del pueblo, el cambio en mejor de la situación y la facilidad y
sencillez de su predicación y el motivo de cuanto se iba a verificar, aunque
moteado todo de tropos y figuras. Todo era profecía de lo futuro. Pues
cuando dice: Todo barranco sea rellenado y todo monte y collado allanado y
los caminos tortuosos sean rectificados y los ásperos igualados, predice que
los humildes serán exaltados y los soberbios serán humillados y que la
dificultad de la Ley se cambiará por la facilidad de la fe. Como si dijera:
no más ya trabajos y sudores, sino gracia y perdón de pecados, que prepare
un facilísimo camino para la salvación.
Luego anade el motivo de tales cambios y dice: Y toda carne verá la salud de
Dios. No serán sólo, como anteriormente, los judíos y los prosélitos, sino
toda carne y el mar y la humana naturaleza toda. Al decir tortuosos y
ásperos, significó toda clase de vidas dadas a la corrupción, como los
publicanos, fornicarios, ladrones y hechiceros. Perversos eran todos ellos
anteriormente, pero luego anduvieron por rectos caminos. Como después dijo
Cristo: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os preceden en
el reino de Dios, 12 por haber éstos creído. Que es lo mismo que indicó el
profeta: El lobo y el cordero pacerán juntos. 13 Así como antes, al decir
montes y valles, predijo que toda la desigualdad de costumbres vendría a
reducirse a una igualdad en las virtudes, así ahora, indicando por la varia
naturaleza de los brutos la variedad de las humanas costumbres, manifestó
que todos se unirían en los mismos sentimientos de piedad. Y anadiendo el
motivo, dijo: Se alzará como un estandarte para los pueblos. Y lo buscarán
las gentes; 14 o sea lo mismo que cuando dijo: Y toda carne verá la salud de
Dios. Indicaba mediante todas estas cosas que el conocimiento y fuerza del
evangelio, se difundirían por toda la tierra hasta sus confines; fuerza que
cambiaría en mansa y suave la índole del género humano que antes tenía
costumbres de fiera y ánimos intratables.
Juan iba vestido de pelo de camello y llevaba un cinturón de cuero a la
cintura. Advierte cómo los profetas anunciaron unas cosas y otras las
reservaron a los evangelistas. Así Mateo cita la profecía y anade luego de
lo suyo; y no pensó ser ajeno a su materia el hablar del vestido de aquel
hombre justo. Y a la verdad resultaba admirable y estupendo ver en un cuerpo
humano tan grande tolerancia de mortificación. Y esto en especial atraía a
los judíos que miraban en Juan a otro Elías el grande; y por lo que en Juan
veían recordaban la memoria de aquel otro bienaventurado varón. Y lo
admiraban más aún, ya que Elías era alimentado en las ciudades y casas, pero
!éste otro desde su ninez pasó el tiempo en el desierto! Convenía que el
Precursor del que había de acabar con todo lo antiguo, como eran los
trabajos, la maldición, el dolor y los sudores, tuviera ya como ciertos
símbolos y senales de semejante liberación y se mostrara superior a la
antigua condena.
Por esto, ni aró la tierra ni abrió surcos ni comió el pan con el sudor de
su rostro, sino que su mesa era facilísima de preparar y más todavía su
vestido; y aún más que éste, su habitación. Porque no necesitó techo, ni
lecho, ni mesa ni otra cosa semejante; sino que viviendo en la carne, llevó
una vida de ángel. Por eso su vestidura estaba tejida de pelo de camello,
para ensenarnos con el vestido mismo el apartamiento de las cosas humanas y
a no tener nada común con la tierra, sino volver a nuestra primitiva
nobleza, en la que Adán vivía cuando no le era preciso usar vestido que lo
cubriera. De modo que el vestido de Juan era ya un símbolo que hablaba del
reino de los cielos y de la penitencia.
Ni preguntes cómo el que vivía en el desierto podía procurarse el vestido de
pelo de camello y el cinturón de cuero. Si tal pregunta formulas, muchas
otras podrías hacer, como por ejemplo: cómo podía vivir en soledad en los
calores del verano y en los fríos del invierno, sobre todo en su tierna edad
y con un cuerpo delicado. ¿Cómo pudo aquella carne infantil soportar tan
grandes cambios de atmósfera, comiendo tan extranamente y afrontando las
demás molestias de un vasto desierto? ¿Dónde están ahora los filósofos
griegos que en vano siguieron la impúdica secta de los cínicos? Porque ¿qué
necesidad había de vivir en un tonel para luego entregarse a toda liviandad?
Poseían anillos, copas, siervos, criados y toda la demás pompa, de modo que
se lanzaron a extremos.
No era así el Bautista, sino que habitaba en el desierto como si fuera en el
cielo y ejercitaba cuidadosamente toda clase de virtudes; y de ahí bajó, a
la manera de un ángel, a las ciudades, como atleta de la piedad, coronado
por el orbe entero, y como filósofo de la única filosofía digna del cielo. Y
todo esto cuando aún el pecado no había sido muerto ni había cesado la Ley,
ni había sido derrotada la muerte, ni se habían quebrantado las puertas de
bronce, sino estando aún vigente el antiguo género de vida. Pero así es un
ánimo varonil y vigilante: a todo se atreve y pasa más allá de las metas
prefijadas. Así lo hacía Pablo respecto de las observancias del Nuevo
Testamento.
Preguntarás ¿por qué, además del vestido, usaba el cenidor de cuero? Era
costumbre de los antiguos, antes de que entrara la moda de los actuales
vestidos, muelles y flotantes. Por eso encontramos también que se cenían
Pedro y Pablo. Y así un profeta dijo a Pablo: El varón cuyo es este cenidor.
15 Del mismo modo vestía Elías y del mismo todos los santos, ya porque sin
cesar trabajaban, ya por andar de camino, ya porque se ocupaban en cualquier
obra necesaria. Pero además porque despreciaban todo ornato y cuidaban de
llevar una vida austera, cosa que es de grande encomio en la virtud, según
dijo Cristo:?Qué habéis salido a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los
que visten suntuosamente y viven en regalo están en los palacios de los
reyes. 16
Pues si aquel que en tan grande pureza vivía y brillaba más que los cielos y
fue mayor que todos los profetas y nadie le excedió en grandeza y con tan
singular entereza procedió, vivía con tan recias austeridades y despreciaba
en tal manera la muelle voluptuosidad y llevaba una vida tan dura ¿qué
excusa tendremos nosotros tras de tantos beneficios recibidos y cargados con
el peso de culpas infinitas, si no hacemos siquiera una mínima parte de la
penitencia que hizo el Bautista; sino que nos entregamos al vino y al
vientre y a los olorosos ungüentos; y -no mejores que las meretrices del
teatro- nos entregamos a todo género de molicie y nos hacemos fácil presa
del demonio?
Y venían a él de Jerusalén y de toda Judea y de toda la región del Jordán y
eran bautizados por él en el río Jordán y confesaban sus pecados.?Observas
cuánta fuerza tenía la presencia del profeta? ¿cómo levantó en vilo a todo
un pueblo? ¿cómo los hizo que recordaran sus pecados? Cosa era digna de
admiración ver que él, que así se presentaba en lo humano, tenía tan gran
libertad para hablar y se levantaba contra todos como si fueran unos ninos y
cómo la gracia resplandecía en su semblante. Ayudaba a la admiración el que
se presentara como profeta, cuando hacía tanto tiempo que no los había; pues
la gracia de la profecía se había extinguido entre los judíos y volvía
ahora, tras de tanto tiempo.
También el modo de la predicación era nuevo y singular. No oían nada de lo
que se acostumbraba: es a saber, de guerras futuras, de batallas y victorias
terrenas, de hambres y de pestes, de babilonios y persas, de destrucción de
la ciudad y cosas parecidas, sino de los cielos, del reino celeste, del
castigo de la gehenna. Por eso, aunque aquellos rebeldes que con Teudas y
Judas se alzaron y fueron al desierto, perecieron, sin embargo las turbas
acá no disminuían. No se les convidaba a la misma empresa; es decir, a tomar
el mando, a defeccionar de los romanos, a renovar la política, sino para
llevarlos al reino celestial. Por esto Juan no los detenía consigo en el
desierto, ni andaba rodeado de ellos; sino que, una vez bautizados e
instruidos en la virtud, los despachaba, aconsejándoles de todas maneras que
despreciaran las cosas todas de la tierra y que buscaran las futuras y que
cada día más se enfervorizaran.
Imitemos, pues, también nosotros a Juan; y apartados del exceso en la comida
y dela embriaguez, tomemos un modo austero de vida. Ahora es tiempo de
confesar los pecados para los catecúmenos y para los ya bautizados: para
aquéllos, a fin de que, tras de cumplir su penitencia, se acerquen a los
sagrados misterios; para éstos a fin de que limpios de las manchas
contraídas después del bautismo, se acerquen a la sagrada mesa con una
conciencia pura. Apartémosnos de esta forma muelle de vivir y disoluta.
Porque no, no pueden coexistir la confesión y las liviandades. Que os ensene
esto Juan con su modo de vestir, su alimento y su habitación.
?Cómo?, dirás. ¿Nos ordenas llevar tan estricto y apretado género de vida?
Yo no os lo ordeno, pero a él os exhorto y os lo persuado. Y si no llegáis a
esto, al menos los que tenemos que vivir en la ciudad hagamos penitencia,
porque el juicio se aproxima. Pero, aunque estuviera lejano, ni aún así
convendría que nos entregáramos a la seguridad, puesto que para cada cual el
fin de su vida tiene la misma fuerza que la consumación de los siglos. Pero
que en realidad esté ya a las puertas oye a Pablo cómo lo dice: La noche va
muy avanzada y ya se acerca el día. 17 Y también: Aún un poco de tiempo y el
que llega vendrá y no tardará. 18 Ya se están cumpliendo las senales que
anuncian aquel día. Porque dice: Será predicado este evangelio del reino en
todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
19
Atended con diligencia a lo dicho. No dice el Senor cuando todos crean, sino
cuando fuere predicado en todo el mundo. Por esto anadió: testimonio para
todas las naciones, manifestando con esto que no aguardaría a que todos
creyeran y luego vendría. Porque eso de testimonio significa acusación,
convencimiento de un reo, condenación de los que no hayan creído. Oímos esto
nosotros y seguimos dormitando y nos damos al sueno, y a causa de la
embriaguez estamos como sumergidos en una espesísima noche. Puesto que las
cosas presentes en nada son mejores que un sueno, ya sean propicias o ya
contrarias.
Os ruego, pues, que despertéis ya y volváis los ojos al Sol de justicia.
Nadie que esté dormido puede ver el sol, ni deleitar su vista con la belleza
de sus rayos; y si algo ve, como en suenos lo ve. Mucho, pues, necesitamos
de la confesión, mucho de las lágrimas, así porque conscientemente
permanecemos obrando el mal, como porque nuestros pecados son indignos del
perdón. Y de que no miento, son testigos muchos de los presentes. Pero aun
cuando nuestros pecados sean indignos de perdón, si hacemos penitencia
disfrutamos de la corona. Y llamo penitencia no únicamente al abstenernos de
los pecados pasados, sino al hacer mayores obras buenas. Porque dice: Haced
frutos dignos de penitencia.
?Cómo los haremos? Si hacemos lo contrario de lo que hacíamos. Por ejemplo:
¿robaste? Ahora da de lo tuyo. ¿Por largo tiempo te has entregado a la
fornicación? Abstente de tu misma esposa bastantes días, ejercitando así la
continencia. ¿Injuriaste, golpeaste a los transeúntes? Bendice ahora a
quienes has injuriado y haz beneficios a los que golpeaste. No basta para la
salud con que extraigamos el dardo de la herida, sino que hemos de aplicar
los remedios. ¿Anteriormente estabas entregado a los banquetes y a la
crápula? Ayuna ahora y bebe sólo agua, procura subsanar el dano que de
aquello hubiere resultado. ¿Con ojos impúdicos te fijaste en la mujer ajena?
En adelante no te fijes en ninguna mujer, para que estés más seguro. Dice el
salmista: Apártate del mal y haz el bien. 20 Y además: Preserva del mal tu
lengua y tus labios de palabras mentirosas. Pero !háblame también de hacer
el bien, oh profeta! Dice ahí mismo: Busca la paz y persíguela.
Bellamente dijo persíguela. Porque ha sido expulsada y combatida: !abandonó
la tierra y se marchó al cielo! Pero podemos de nuevo traerla, si queremos
apartar la arrogancia y la soberbia y los demás impedimentos, y emprender
una vida pura y temperante. No hay cosa peor que la ira feroz. Hace al alma
a la vez hinchada y servil; por una parte ridícula y por otra odiosa y lleva
consigo males contradictorios, como la arrogancia y la adulación. Si podamos
los excesos del afecto, seremos modestamente humildes y al mismo tiempo
altos sin peligro. En nuestro mismo cuerpo, a causa de los excesos, se
produce una mezcla de malos humores. Cuando los elementos traspasan sus
propios debidos términos, originan incontables enfermedades y feas muertes,
como vemos que sucede también en el alma.
Cortemos todo exceso; y usando del remedio de una saludable moderación,
permanezcamos en laudable y debida templanza, y diligentemente
entreguémosnos a la oración. Si no recibimos lo que pedimos, perseveremos
para recibirlo. Si lo recibimos, perseveremos en la oración por haberlo
recibido. No quiere Dios diferir lo que pedimos. Lo que quiere es mediante
la espera acuciarnos sabiamente para la perseverancia. Tarda en conceder lo
pedido y aun permite que nos venga la tentación de la duda; pero es para que
recurramos a El con mayor frecuencia, y de este modo tengamos perseverancia.
Del mismo modo se conducen los padres y madres que aman a sus hijos. Cuando
ven que sus hijos se les apartan para irse a jugar con sus iguales, procuran
que los criados los espanten, simulando terrores a fin de que por el miedo
se vean los ninos obligados a volver al regazo de su madre. Del mismo modo
Dios con frecuencia nos amenaza, no para descargar males sobre nosotros,
sino para acercarnos a sí. Y una vez que recurrimos a El, al punto nos libra
del miedo. Si durante la tentación procediéramos como solemos en tiempo de
paz, no necesitaríamos de la tentación.
Mas ¿para qué hablar de nosotros? Aun para los santos, de aquí les venía
grande ocasión de templanza. Por eso dice el profeta: Bien me ha estado el
ser humillado 21 Y el Senor decía a los apóstoles: En el mundo habéis de
tener tribulación 22 Lo mismo significa Pablo cuando dice: Me fue dado el
aguijón de la carne que me abofetea. 23 Por tal motivo, suplicó que se le
librara de la tentación, pero no lo alcanzó, porque de ahí le resultaba
grande utilidad. Y si examinamos la vida toda de David, encontraremos que
entre los peligros es más ilustre. Y no sólo él, sino todos los a él
semejantes. Job por este camino brilló más. José por el mismo, fue más y más
preclaro. Jacob, su padre, lo mismo que su abuelo, y cuantos fueron varones
esclarecidos y con más bellas coronas adornados, por los trabajos y las
tentaciones recibieron las diademas y fueron proclamados vencedores.
Sabiendo, pues, todo esto, obremos conforme a la palabra del Eclesiástico:
No te impacientes al tiempo del infortunio. 24 Preparémosnos para una sola
cosa: para soportarlo todo con fortaleza y no cavilemos escrutando sobre lo
que acontece. Saber cuándo ha de venir el fin de los sufrimientos, cosa es
propia de Dios, que es quien los permite. Llevar con agradecimiento los que
nos sobrevienen, esto es lo propio de nuestra virtud. Si lo hacemos,
obtendremos todos los bienes. Y para obtenerlos y para ser aquí mejor
acrisolados y en la otra vida más resplandecientes, aceptemos todo lo que
nos venga, dando gracias por todo al que mejor que nosotros conoce lo que
nos conviene, y vence con su amor al que nos tienen nuestros padres.
Recordando estas razones, en cualesquiera sufrimientos reprimamos la
tristeza, demos gloria a Dios que todo lo ordena para nuestra utilidad. Y
así fácilmente nos libraremos de las asechanzas diabólicas y conseguiremos
las coronas inmarcesibles, que ojalá todos alcancemos por gracia y
benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu
Santo sea la gloria, el poder y el honor, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.
HOMILIA XI
Como viera a muchos saduceos y fariseos venir a su bautismo, les dijo: Raza
de víboras ¿quién os ensenó a huir de la ira que os amenaza?
?CÓMOES, pues, que dice Cristo que ellos no creyeron a Juan? Porque eso de
no aceptar lo que El predicaba, no era creer. También parecía que creían en
los profetas y en el legislador Moisés; y sin embargo, les dijo que no les
creían, pues no recibieron al que ellos predicaban: Si creyerais en Moisés,
creeríais también en mí. 25 Y también cuando Cristo les preguntó: El
bautismo de Juan ¿de dónde procedía? Pensaban: Si decimos que de los
hombres, tememos a la muchedumbre; si dijéremos que del cielo, nos dirá: ¿Pues por qué no creísteis en él? 26 De todo esto consta que se habían
acercado y habían sido bautizados, pero que no habían perseverado en la fe
de la predicación. Juan puso de manifiesto la perversidad de ellos cuando
ellos le enviaron mensajeros que preguntaban:?Eres tú Elías, eres Cristo? 27
y por esto anadió el evangelista: Los enviados eran fariseos.
Pero ¿acaso no pensaban lo mismo los del pueblo acerca de Juan? Sí. Pero las
turbas con sencillez dudaban, mientras que los fariseos lo que anhelaban era
coger en palabras a Cristo. Cosa manifiesta era que el Cristo llegaría de la
ciudad de David, mientras que Juan era de la tribu de Leví. De manera que al
preguntarle, le ponían asechanzas, con el objeto de acometerlo en el caso de
que Juan respondiera en otro sentido. Así lo declara también lo siguiente.
Pues comoJuan nada respondiera de lo que aquéllos esperaban, a pesar de todo
lo inculpan diciendo: Pues ¿por qué bautizas si no eres el Mesías? 28
Y para que veas cómo una había sido la intención de los fariseos y otra la
del pueblo, oye cómo lo declara el evangelista. Pues de la plebe afirma que
llegaban para bautizarse y confesaban sus pecados; mientras que de los
fariseos no se expresa lo mismo, sino con las siguientes palabras. Como
viera a muchos saduceos y fariseos venir a su bautismo, les dijo:!Raza de
víboras ¿quién os ensenó a huir de la ira que os amenaza?!Oh, cuánta
grandeza de ánimo! !Con qué valor habla a semejantes hombres, siempre
sedientos de sangre de profetas! !y que no eran más mansos que las
serpientes! !Con qué libertad los acusa lo mismo que a sus progenitores! Sí,
por cierto, dirás. Grandísima es semejante libertad en el hablar. Pero
necesitamos investigar si tal libertad tiene fundamento en alguna razón.
Desde luego no los veía pecando, sino arrepentidísimos. Mas por esto no
debía reprenderlos sino alabarlos y acogerlos, ya que, habiendo abandonado
la casa y la ciudad, acudían para oírlo. Entonces ¿qué diremos? Que no
atendió Juan a lo que ahí se hacía al presente ni a lo que públicamente se
realizaba, sino que por luz sobrenatural y revelación de Dios conoció los
arcanos secretos de sus pensamientos. Y pues tan altamente pensaban de sus
mayores, y esto les había danado espiritualmente, pues los había arrojado a
la desidia, Juan atiende a cortar de raíz su arrogancia.
Por eso Isaías los llamó príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra; 29 y otro
profeta dice:?No sois acaso como hijos de etíopes? 30 Y en general, todos
tratan de hacerlos cambiar de opinión, arrancándoles esa hinchazón que les
había causado males infinitos. Dirás que los profetas procedían
razonablemente, pues los veían pecar. Pero Juan que los ve obedientes ¿por
qué motivo los increpa? Para volverlos más mansos. Porque si alguno examina
con atención sus palabras, encontrará que mezcla la reprensión con las
alabanzas. Se expresó así porque veía con admiración que aunque tarde
finalmente hacían lo que nunca pareció que pudieran hacer. De manera que
ésta más parece reprensión de quien los alienta y anda cuidadoso de que se
enmienden. Así mientras aparentemente los recrimina, les declara haber sido
anteriormente muy grande su perversidad y ser ahora su cambio cosa estupenda
y admirable.
Como si dijera: ¿De dónde ha venido el que siendo hijos de aquéllos y en tan
malos ejemplos educados, ahora hagan penitencia? ¿De dónde les nació mudanza
tan grande? ¿Quién suavizó en tal manera la esperanza de sus ánimos? ¿Quién
puso remedio a llagas tan incurables? Observa además cómo desde el
principio, al punto los increpa, echando por delante el motivo del infierno.
Porque no les dijo lo que solían decirles los profetas: ¿quién os ensenó a
huir las guerras, las incursiones de los bárbaros, las cautividades, el
hambre y la peste? Sino que les pone delante otro género de castigos que
nunca antes se les había descubierto, al decirles:?Quién os ensenó a huir de
la ira que os amenaza?
Y con razón los llamó raza de víboras. Porque cuentan que esos reptiles
matan a la madre que los engendró, de manera que salen a la luz royendo las
entranas de la madre; que es lo que ellos hacían, como asesinos de su padre
y madre, ya que mataban con su propia mano a sus maestros y doctores. Pero
no se detiene Juan en la reprensión, sino que anade un consejo: Haced frutos
dignos de penitencia. Porque no basta con huir del mal, sino que conviene
además practicar con gran empeno la virtud. Como si les dijera: no vayáis a
proceder al revés y a volver a lo que acostumbrabais cuando, tras de haberos
contenido un poco, luego volvíais a la misma perversidad. Porque no venimos
ahora al modo de los antiguos profetas. Lo presente es cosa diversa y mucho
más alta, porque ha venido el juez en persona y el propio Senor del reino
para elevaros a mayor sabiduría y llamarnos al cielo y atraernos a las
moradas eternas. Por esto os hablo de la gehenna; porque allá bienes y males
son eternos. No perseveréis pues en los mismos pecados ni opongáis las
acostumbradas excusas, como es la nobleza de vuestros antepasados: Abraham,
Isaac y Jacob.
No les decía esto para vedarles que se llamaran hijos de aquellos santos,
sino procurando impedirles que se confiaran demasiado en su linaje y
descuidaran las virtudes del alma; al mismo tiempo que sacaba a luz lo que
ellos pensaban y les predecía lo futuro. Pues más adelante saldrían
diciendo: Somos linaje de Abraham y de nadie jamás hemos sido siervos. 31 Y
pues esto fue sobre todo lo que los llevó al colmo de la arrogancia y los
perdió, por aquí mismo los reprime Juan. Advierte cómo, tras de salvaguardar
el debido honor del patriarca, luego se empena en enmendarlos. Porque una
vez que dijo: No digáis: tenemos por padre a Abraham, no anadió: porque para
nada puede ayudaros el patriarca; sino que en una forma más suave y decorosa
se lo dio a entender diciendo: Porque Dios puede hacer de estas piedras
hijos de Abraham.
Dicen algunos que semejante sentencia se refiere a los gentiles, a los que
llama piedras metafóricamente; pero yo creo que también tiene otro sentido.
¿Cuál? No penséis que si vosotros perecéis el patriarca quedará sin hijos.
!No! !No van por ahí las cosas! Porque puede Dios darle hijos nacidos de
estas piedras, y hacer que sean ellos de su misma raza y descendencia, cosa
que ya sucedió allá a los principios. Pues el hacerse hombres de las
piedras, es tanto como nacer un nino de un vientre estéril. Así lo decía el
profeta y lo dejaba entender: Considerad la roca de que habéis sido
tallados, la cantera de que habéis sido sacados. Mirad a Abraham vuestro
padre y a Sara que os dio a luz. 32
Les trae a la memoria esta profecía y les demuestra que así como
antiguamente en forma tan admirable hizo padre a Abraham, como si fuera de
las piedras, así también ahora lo puede hacer. Pero advierte cómo los
aterroriza y los empuja a la virtud. Porque no dijo: ya ha suscitado, a fin
de que no se desalentaran, sino: puede suscitar. Tampoco dijo: puede hacer
de las piedras hombres, sino lo que era mucho más, o sea consanguíneos e
hijos de Abraham.?Ves cómo los fue sacando desde sus carnales imaginaciones
y de su refugio en los antepasados, hasta poner la esperanza de su salvación
en la propia penitencia y templanza? ¿Observas cómo, habiendo hecho a un
lado el parentesco de la carne, introduce el parentesco por la fe?
Considera ahora cómo en lo que sigue les aumenta el temor y los torna más
solícitos. Porque, tras de decirles: Porque puede Dios hacer de estas
piedras hijos de Abraham, anadió: Ya está puesta el hacha a la raíz de los
árboles:!palabra en todos sentidos tremenda! Pero Juan con su modo de vivir
había adquirido una gran libertad de hablar; además de que los judíos
necesitaban una fuerte increpación, pues llevaban ya mucho tiempo
endurecidos. Como si les dijera: Pero ¿para qué os anuncio yo eso de que
perderéis la dignidad de hijos de Abraham y veréis a otros, nacidos de las
piedras, ocupar vuestro puesto? No será ese el único castigo, sino que la
pena irá mucho más allá. Puesto que ya el hacha está puesta a la raíz de los
árboles.
! Nada tan terrible como ese lenguaje figurado! Ya no sólo puede verse la
hoz que vuela, el cerco destruido, la vina pisoteada, sino una hoz en exceso
afilada y lo que es todavía más grave, puesta ya a la puerta. Y pues
anteriormente, no dando fe a los profetas, con frecuencia decían:!Que venga,
pues, el día del Senor y de una vez acabe su plan el Santo de Israel y lo
veamos nosotros!, 33 lodecían porque con frecuencia las predicciones se
cumplían hasta muchos anos después. Juan, para suprimirles ese modo de
consuelo, les advierte como ya próxima la desgracia. Y lo declaró con la
palabra ya, y lo mismo con lo que sigue: el hacha está puesta a la raíz.
Como si dijera: Ya nada se interpone, sino que amenaza directamente a la
raíz. Y no dijo a las ramas ni a los frutos, sino a la raíz, indicando con
esto que si ellos proceden con pereza sufrirán males incurables y sin
esperanza alguna de medicina.
Porque el que ahora viene no es un siervo, sino el Senor de todos, que
castigará con penas terribles y gravísimas. Sin embargo, una vez que los ha
aterrorizado, no deja que caigan en desesperación; sino que, así como antes
no dijo ha suscitado, sino puede suscitar hijos de Abraham, infundiéndoles
al mismo tiempo terror y consuelo, así ahora no dijo: ya cortó, sino está
puesta a la raíz, es decir aplicada. Con lo que demuestra que no habrá
dilación en el castigo. De manera que aun cuando el Senor la haya puesto a
la raíz, no la accionará ni hará el corte sino al arbitrio vuestro. Si os
convertís y os hacéis mejores, el hacha se apartará sin hacer dano; pero si
perseveráis en vuestros propósitos, cortará el árbol de raíz. De manera que
la segur ni se aparta de la raíz ni tampoco se mueve ni corta: lo uno para
que no volváis a caer; lo otro para que sepáis que podéis en breve tiempo
mudar de costumbres y alcanzar la salvación.
Por tal motivo, aumenta el temor por cuantos modos puede para excitarlos y
urgirlos a la penitencia. El perder la dignidad heredada de sus
progenitores, el ver que otros sean colocados en su lugar, el observar que
los castigos están a la puerta y que son intolerables, como lo indica por el
hacha y la raíz, todo este conjunto podía excitar aun a los que hubieran
caído en suma desidia y volverlos a la diligencia y solicitud. Así lo
declaraba Pablo al decir: Porque el Senor ejecutará sobre la tierra un
juicio consumado y decisivo. 34 Pero no temas; o mejor aún, teme pero no
desesperes. Porque aún te queda esperanza de cambio: todavía ni la sentencia
se pone por obra, ni el hacha se ha movido para cortar.
?Qué era lo que le impedía cortar, puesta ya a la raíz? Que sólo fue puesta
a la raíz para que tú, por el temor, mejoraras en tus costumbres y te
dispusieras a llevar fruto. Por eso anadió: Todo árbol que no dé fruto
bueno, será cortado y arrojado al fuego. Al decir todo, suprime toda
prerrogativa proveniente de la nobleza. Aun cuando seas descendiente de
Abraham, dice, aunque entre tus progenitores puedas contar a muchos
patriarcas, sufrirás doble castigo si no das fruto. Con semejantes palabras
aterrorizó a los publicanos, conmovió el ánimo de los soldados, sin arrojar
a nadie a la desesperación y a todos los arrancó de la pereza. Porque lo que
dijo contiene un gran consuelo juntamente con el terror. Habiendo dicho que
no da fruto bueno, declara que quien lo produce bueno, no está sujeto a
ningún castigo.
Preguntarás: ¿en qué forma podemos llevar buen fruto cuando ya está a punto
de darse el corte y en tanta brevedad de tiempo y estando tan cercano el
término prefijado? Bien puedes, dice. Porque ese fruto bueno no es como el
fruto de los árboles que necesita para madurar mucho tiempo y está sujeto a
las estaciones del ano y requiere muchas atenciones y cuidados. Acá, basta
querer y al punto florece el árbol. No únicamente la naturaleza de la raíz
del árbol, sino de modo especial el cuidado del agricultor ayuda para
producir el fruto. Por lo mismo, para que no fueran a decir: nos conturbas,
nos urges, nos obligas amenazándonos con que el hacha ya está puesta a la
raíz y nos exiges que llevemos frutos útiles al tiempo mismo del castigo,
anadió, significando la facilidad de llevar frutos buenos: Yo cierto os
bautizo en agua de penitencia; pero el que viene en pos de mí es más fuerte
que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de su sandalias. El os
Bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Declaró con esto ser necesarias la fe y la buena voluntad, y no precisamente
sudores y trabajos. De manera que cuanto tiene de fácil bautizar, lo tiene
el convertirse y mejorarse. Así, tras de haberlos conmovido en su ánimo con
el temor del juicio y la amenaza del castigo y con nombrar el hacha y la
pérdida de la nobleza de sus mayores y el ser sustituidos por otros hijos de
Abraham y el sufrir un doble suplicio y el descuartizamiento y el fuego;
tras de haber luego mitigado el terror y su dura aspereza; tras de haberlos
inducido a trabajar en apartar los males tan tremendos, finalmente les habla
de Cristo y no simplemente nombrándolo, sino enalteciendo su excelencia. En
seguida, para dar a entender cuán grande distancia hay entre él y Cristo, y
para no parecer que lo hacía simplemente por congraciarse con El, establece
la comparación entre los dones que de ambos dimanan.
Porque no comenzó diciendo: A quien yo no soy digno de desatar la correa de
sus sandalias; sino que habiendo establecido la sencillez del bautismo que
confería, declaró para qué servía, o sea simplemente para inducir a
penitencia (pues no dijo en agua de perdón, sino de penitencia), y
finalmente estableció lo que es el bautismo de Cristo, repleto de dones
inefables. Como si dijera: para que al oír que viene detrás de mí no lo
vayáis a despreciar porque viene en pos, conoced la fuerza de su don y
veréis que yo al decir: Al que no soy digno de desatar la correa de su
sandalia para nada he exagerado y ni siquiera he dicho algo más digno o más
grande de lo que se debe. Cuando oyes que es más fuerte que yo, no creas que
lo digo haciendo una comparación Porque yo ni siquiera soy digno de contarme
entre sus siervos; más todavía ni aun entre los últimos de sus siervos ni de
ofrecerle el más bajo de los servicios. Y por esto, no dijo simplemente
desatar sus sandalias, sino ni siquiera la correa que parece lo ínfimo de
todo. Y para que no pienses que lo dijo por simple humildad, anadió la
demostración por las obras que El haría.
Porque dice El os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.?Observas cuán
grande es la sabiduría del Bautista? Cuando él predica, habla de todas las
cosas terribles que pueden suscitar la ansiedad en el oyente; pero cuando lo
remite a Cristo, entonces anuncia todos los bienes que pueden solazar al
alma. No trae al medio la segur ni el árbol cortado y echado para arder al
fuego, ni la ira inminente, sino la remisión de los pecados, el perdón del
castigo, la justicia y santificación, la redención, la adopción como hijos
de Dios, la fraternidad, el ser coherederos y la abundante difusión del
Espíritu Santo. Porque todo esto dio a entender cuando dijo: Os bautizará en
el Espíritu Santo. La metáfora misma está indicando la abundancia del don.
No dice os dará el Espíritu Santo; sino: Os bautizará: en el Espíritu Santo.
Y al anadir lo del fuego, significa la vehemencia y eficacia del don.
Considera en qué disposición de ánimo se encontrarían los oyentes al pensar
que vendría a ser semejante a los profetas y a los grandes antiguos varones,
Porque mencionó el fuego para traerlos a la memoria, ya que la mayor parte
de las visiones que ellos tuvieron se les presentaron en fuego. Así habló
Dios a Moisés desde la zarza; así a todo el pueblo en el Sinaí; así a
Ezequiel con los querubines. Considera también cómo excita el ánimo de los
oyentes, presentándoles desde luego lo que no sucedería sino al fin de todo.
Porque primero había de ser inmolado el Cordero y borrado el pecado y
deshechas las enemistades y acontecer la sepultura y enseguida la
resurrección y finalmente la venida del Espíritu Santo. Pero de todo eso
nada les dice, sino que pone al principio lo que sucederá hasta el fin y a
lo que todo lo demás iba ordenado y que más convenía para dar mayor realce a
la majestad y dignidad de Jesús. Y para que el oyente, habiendo sabido que
recibiría tan altísimo Espíritu, investigara cómo podrá ser eso mientras
reine la ley del pecado en todos; y así una vez que ya esté interesado y
preparado para oír, se le pueda hablar de la Pasión sin que nadie se
escandalice de la tardanza y larga espectación de gracia semejante.
He aquí el Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo. 35 No dijo que
perdona sino lo que supone un cuidado y providencia mayores, o sea: que
carga. Porque no es lo mismo quitar simplemente, que luego además tomar
sobre sí lo que a otros se ha quitado. Lo primero no contenía peligro; pero
lo segundo sólo se haría a través de la muerte. Al mismo tiempo significaba
ser el Hijo de Dios. Pero esto mismo no declaraba plenamente ante los
oyentes la dignidad de Jesús. Pues aún no conocían que era él el verdadero y
genuino Hijo de Dios. Mas por el don que hacía del Espíritu Santo, ya
constaba. Y así el Padre al enviar a Juan fue este el argumento que le dio
de la dignidad de Jesús que se acercaba: Aquel sobre el que vieres al
Espíritu descender del cielo y posarse en él, ese es el que bautiza en el
Espíritu Santo. 36 Por lo cual el mismo Juan testifica y dice: Y yo vi y doy
testimonio de que éste es el Hijo de Dios, como que por este signo también
quedaba en claro la otra verdad.
Enseguida, puesto que ya había aliviado a los oyentes, de nuevo los
estrecha, a fin de que no caigan en desidia. Así era el linaje de los
judíos: con las cosas prósperas luego se tornaban muelles y se volvían
peores. Por lo cual Juan de nuevo lanza temibles palabras y dice: Trae en su
mano el bieldo. Ya antes había hecho memoria del castigo. Ahora presenta al
juez y el eterno suplicio, pues dice: Quemará la paja con fuego
inextinguible. Mira, pues, cómo el mismo Senor de todas las cosas es
agrícola. Y ya en otra ocasión Jesús dijo de su Padre: Mi Padre es agrícola.
Pues había nombrado el hacha, a fin de que no pensaras que el negocio era
trabajoso y que no sería fácil de conocer, demuestra la facilidad mediante
otro ejemplo, haciendo ver que todo el mundo le pertenece, pues no iba a
castigar a quienes no le pertenecieran.
En el tiempo presente, todo anda mezclado; pues aun cuando brille el grano,
pero anda revuelto con la paja, por hallarse .aún en la era y no en la
troje. Pero después todo se discriminará. ¿Dónde están ahora los que no
creen en el infierno? Porque dos cosas dijo de él el Bautista: que
bautizaría en el Espíritu Santo y que echaría al fuego a los incrédulos. Si
pues hemos de creer en lo primero, sin duda también en lo segundo. Para eso
predijo ambas cosas; para que por el cumplimiento de una predicción no nos
negáramos a creer en la otra. Con frecuencia procedió así Cristo, y en cosas
del mismo género y también de contrario, puso dos profecías de las que una
la muestra ya cumplida, y la otra promete que se cumplirá, con el objeto de
que por lo que ya se cumplió aun los más querellosos den su asentimiento a
lo que aún no sucede. Así a quienes todo lo dejan por El les prometió darles
el ciento por uno en esta vida y luego en el siglo futuro la vida eterna.
Con lo que por los bienes que aquí les concede, hace dignos de fe los
futuros. Pues lo mismo hizo Juan juntando ambas cosas: que bautizará en el
Espíritu Santo y que quemará en fuego inextinguible.
Entonces, si él no bautizó a los apóstoles en el Espíritu ni a quienes
diariamente se quieren bautizar, tienes tú verdadera ocasión para dudar de
lo segundo; pero si se llevó a cabo y se lleva cada día lo que parecía más
difícil y que supera a cuanto se puede decir ¿qué motivo te queda para
afirmar que no es verdad lo que es más fácil y razonable? Y pues dijo: Os
bautizará en el Espíritu Santo, y así prometió grandes bienes, para que no
decayeras de ánimo, haciendo a un lado todo lo anterior, trajo a colación el
bieldo y la discriminación que mediante el bieldo se verifica. Como si
dijera: No penséis que basta con el bautismo, aunque luego sigáis en la
perversidad. Necesitamos de gran virtud y abundante sabiduría.
Por esto, ese bautismo para la gracia los aleja y aparta de la segur; pero
enseguida, tras del don, los aterroriza con el bieldo y el fuego
inextinguible, sin hacer distinción de los no bautizados, pues habla en
general cuando dice: Todo árbol que no hace fruto bueno será cortado, con lo
que extiende el castigo a todos los infieles. En cambio, para después del
bautismo sí hace cierta distinción, porque muchos de los que creyeron iban a
llevar una vida indigna de su fe. En consecuencia, que nadie se torne paja,
nadie ande fluctuando, nadie se entregue a perversos deseos, de manera que
fácilmente lo traigan a una parte y a otra. Si tú permaneces siendo grano,
aunque se eche encima la tentación, ningún mal padecerás. En la era, las
ruedas del carro que pueden cruzarla, no quiebran el grano. Pero si contraes
la debilidad de la paja, sufrirás acá penas intolerables, trillado de todos;
y luego tendrás que soportar los tormentos eternos.
Quienes son como la paja, aun antes de bajar a ese futuro horno, son acá
pasto de afectos irracionales, a la manera que lapaja es alimento de los
brutos animales. Pero además en la otra vida serán materia y alimento del
fuego. Si el Bautista hubiera dicho al punto: El juzgará las acciones,
quizás no se le hubiera dado crédito fácilmente; pero, interponiendo la
parábola y así explicándolo todo, lo hizo más fácil de persuadir, aparte de
que atraía a los oyentes con un consuelo mayor. Por tal motivo con
frecuencia les habla en ese estilo, mezclando en su predicación la era, la
mies, la vina, el lagar, el barbecho, la red, la pesca y todo lo demás de
uso cotidiano. Del mismo modo procedió aquí y dio una especial demostración
de lo dicho, con lo del don del Espíritu Santo. Pues quien es tan poderoso
que aún puede hacer el don del Espíritu Santo y perdonar los pecados, mucho
mejor podrá hacer lo otro.
?Adviertes cómo ya se prenuncia el misterio de la resurrección y del juicio?
Preguntarás: ¿por qué no predijo los milagros y prodigios que luego haría
Jesús? Porque lo que dijo era muy superior a todos los milagros; y aun los
mismos milagros a eso estaban ordenados y por eso se hacían. Con poner lo
que lo recapitulaba, ya abarcaba todo: la destrucción de la muerte, la
muerte del pecado, la desaparición de la maldición, la liberación de las
guerras continuas, la entrada al paraíso, la ascensión a los cielos, la vida
con los ángeles, el compartir los bienes futuros. Porque aquello es prenda
de todo esto. De manera que con haber dicho aquello, incluyó la resurrección
de los cuerpos, los milagros, el compartir el reino y todos los demás
bienes: que ni el ojo vio ni el oído oyó ni vinieron a la mente del hombre.
37 Con el don del Espíritu Santo nos daba todas las cosas, de manera que
resultaba superfluo hablar de los milagros futuros, que luego de vista se
comprobarían. Tenía que hablar de aquello de que los judíos dudaban, es
decir de que Jesús era el Hijo de Dios, que sin comparación era más
excelente que Juan; que borraría el pecado, que pediría cuenta de nuestras
acciones, que nuestro fin no estaba circunscrito a este mundo presente, sino
que en el siglo futuro cada cual sufriría las penas que hubiera merecido.
Porque por entonces esto no podía comprobarse con los ojos.
Sabiendo estas cosas, pongamos sumo empeno, mientras estamos en la era, pues
a quienes en ella andan, aún les es posible convertirse de paja en trigo,
así como muchos de trigo han parado en paja. No decaigamos de ánimo, no nos
dejemos llevar por toda clase de vientos, no nos apartemos de nuestros
hermanos, aun cuando parezcan viles y de nada. El grano de trigo por su
tamano es más pequeno que la paja, pero tiene mucho mejor naturaleza. No
atiendas a las pompas seculares, pues están preparadas para el fuego; sino a
la humildad según Dios, sólida, indestructible, tal que ni padece ruptura ni
se consume con el fuego. El Senor soporta las pajas para que con la mezcla
los buenos se hagan mejores.
No. viene aún el juicio, para que al mismo tiempo recibamos muchos la corona
y muchos se conviertan de la iniquidad a la santidad. Con esta parábola
concibamos también terror, porque el fuego aquel es inextinguible.
Preguntarás: ¿en qué mido es inextinguible? Pero ¿acaso no ves este sol que
perpetuamente arde y jamás se extingue? ¿No recuerdas la zarza ardiendo que
no se consumía? Si quieres, pues, escapar de la llama, previamente deja de
ser inmisericorde, y así nunca experimentarás aquel fuego. Si ahora das fe a
lo que aquí se predica, allá no verás el horno. Pero si acá no das fe, allá
lo sabrás con toda certidumbre, por experiencia, cuando ya no esté en tu
mano escapar. Porque para quienes no vivieron bien es inevitable el castigo.
No basta con creer. También los demonios temen a Dios y le tiemblan llenos
de horror, y sin embargo son atormentados.
Tenemos, por tanto, necesidad de muy grande solicitud para establecer un
género de vida correcto. Tal es el motivo de que con frecuencia os reunamos
en este lugar; no únicamente para que entréis a la iglesia, sino para que de
vuestra estancia aquí llevéis algún fruto. Si continuamente venís, pero
retornáis sin fruto alguno, no sacaréis provecho de semejante venida y
reunión. Si cuando enviamos los ninos a los maestros y vemos que ' ningún
fruto sacan, acusamos con vehemencia a los preceptores y los cambiamos, ¿qué
excusa alegaremos si para la virtud no ponemos la misma diligencia que para
las cosas terrenas, sino que volvemos al hogar sin tener aprendida ninguna
lección?
Tenemos aquí profesores en mayor número y más esclarecidos, puesto que están
a nuestro lado los profetas, los apóstoles, los patriarcas, todos los
justos, en cada reunión. Pero si ni aun así se nota algún aprovechamiento;
sino que, tras de haber entonado dos o tres salmos y haber rezado
rutinariamente las oraciones acostumbradas os vais y creéis que con eso es
suficiente para salvaros ¿qué provecho se ha sacado? ¿No habéis oído al
profeta, o mejor a Dios que dice por el profeta: Este pueblo se me acerca
sólo con la palabra y me honra sólo con los labios, mientras que su corazón
está lejos de mí? 38
Para que esto no suceda, borra las letras, o por mejor decir las huellas y
senales que el demonio ha impreso en tu alma, y trae acá un corazón vacío de
los tumultos del siglo, para escribir en él a mi placer lo que bien me
parezca. Quizá por el momento no se puedan distinguir en él sino las letras
del demonio, como son las rapinas, la avaricia, la envidia, el
aborrecimiento. Por esto, cuando recibo vuestras tabletas de discípulos,
casi no puedo leer en ellas. Porque no encuentro ahí aquellas letras que
grabamos nosotros al predicaros todos los domingos, sino otras, muy otras,
distorsionadas e informes.
Y una vez que ya borradas ésas, escribimos ahí las que provienen del
Espíritu Santo, cuando de aquí salís, entregáis vuestros corazones al
demonio para que ahí trabaje y lo facultáis para que de nuevo grabe letras
que son a las nuestras contrarias. Creo que sin que yo lo diga, en la
conciencia lleváis cuál ha de ser el resultado. Por mi parte, nunca dejaré
de cumplir con lo que mi oficio me pide y de escribir en vuestros corazones
las letras convenientes. Si vosotros inutilizáis nuestra diligencia, el
premio nuestro en nada desmerece, pero para vosotros existe un grave
peligro. No quiero decir algo que os sea aún más gravoso.
Os ruego, en consecuencia, que en este asunto, imitéis por lo menos la
diligencia de los ninos. Comienzan ellos por aprender la forma de las
letras; luego a conocerlas por separado, finalmente llegan a unirlas y leer.
Hagamos lo mismo. Dividamos la virtud en partes, y aprendamos lo primero a
no jurar, no perjurar, no maldecir; luego avancemos a no envidiar, no amar
los cuerpos, no entregarnos a la gula, no embriagarnos, no ser inhumanos ni
perezosos. Y pasando de aquí a las cosas espirituales, trabajemos en la
templanza, en el desprecio del placer, en la castidad, en el desprecio de la
vanagloria, en la modestia, en la contrición; y luego, juntemos tocas estas
virtudes y grabémoslas en el alma.
Y estas virtudes ejercitémoslas en la casa, entre los amigos, con la esposa,
con los hijos. Comencemos por las primeras y más fáciles, Por ejemplo con la
abstención de jurar, y sobre esto meditemos con frecuencia. Es cierto que en
el hogar hay muchas cosas que impiden la meditación: que el criado provoca
la ira; que la mujer se pone molesta y nos encoleriza; que el hijo
desordenado en sus costumbres nos empuja a las amenazas y a los juramentos.
Pero si a pesar de todos esos incitamentos que tienes en tu casa, logras
abstenerte del todo de jurar, más fácilmente podrás salir invicto en el
foro; y aun sacarás además el provecho de no injuriar a nadie, ni a tu mujer
ni a tu criado ni a ninguno de tus familiares.
Muchas veces la esposa, alabando a un cualquiera y llamándose a sí misma
infeliz, enardece al esposo y lo hace que maldiga. Pero tú no te irrites ni
vituperes al que ella alaba, sino llévalo todo con fortaleza. Tampoco cuando
veas que tus criados exaltan con alabanzas a otros amos, te irrites sino
sopórtalo con firme ánimo; y que tu casa te sirva de palestra y de estadio
de certamen, para que, bien ejercitado ahí, puedas llevar la batalla con
mayor virtud contra otros muchos allá en el foro.
Haz lo mismo respecto de la vanagloria. Si procuras abstenerte de la
vanagloria delante de tu mujer, tus hijos y tus criados, no será ya fácil
que se apodere de ti delante de otros semejante enfermedad. Porque ella es
en todas maneras terrible tirano, especialmente cuando está de por medio la
esposa. Pero si allá en el hogar vencemos su fuerza, con facilidad la
venceremos en las demás ocasiones. Procedamos de la misma manera con las
demás pasiones y enfermedades del alma y ejercitémosnos contra ellas en el
hogar y diariamente bajemos a semejante palestra. Y para que este ejercicio
más se nos facilite, senalémosnos algún castigo para el caso de quebrantar
nuestro propósito. Pero que el tal castigo no ceda en dano, sino que nos
traiga premio y grande ganancia. Por ejemplo, si nos entregarnos a recios
ayunos y danamos la salud, si usamos dormir en el 'suelo o cualquier otro
género de maceraciones, sea siempre sin dano de la salud.
Obtendremos entonces ganancias excelentes y más suavemente iremos por el
camino de la virtud, alcanzaremos los bienes futuros y seremos perpetuos
amigos de Dios. Mas, para que no se repitan siempre las mismas cosas; para
que no suceda que tras de admirar lo que aquí se ha dicho, una vez que
salgáis, por proceder con negligencia y sin firmeza, arrojéis todo de la
tableta de vuestra mente y deis al demonio ocasión para borrar de ella lo
que os hemos predicado, que cada cual, al regresar a su casa, convoque a su
mujer, se lo repita, la tome como aliada; y desde este mismo día, ungido con
el óleo del Espíritu Santo y con su gracia, descienda a tan primorosa
palestra.
Y si una, dos y muchas veces caes por tierra, en semejante ejercicio, no
pierdas ánimo, sino ponte en pie y vuelve a la lucha; ni desistas hasta
haber conseguido contra el demonio una brillante victoria y haber colocado
en el segurísimo tesoro del cielo el fruto de tus virtudes. Si te
acostumbras a esta bella filosofía, no podrás en adelante traspasar por
desidia ninguno de los mandamientos, pues la costumbre incitará la fortaleza
recia que tu naturaleza posee. Así como es cosa fácil el comer, dormir,
beber, respirar, así nos serán cada vez más fáciles los asuntos de la virtud
y gozaremos de la más pura alegría y placer, puestos ya en el puerto seguro
y con abundante tranquilidad. Entonces, con nuestra nave cargada de grandes
riquezas aportaremos a la ciudad aquella de allá arriba y al día aquel
final, y alcanzaremos eternas coronas. Ojalá a todos nos acontezca
alcanzarlas, por' gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XII
Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por
él (Mt 3, 13).
SE ACERCA para ser bautizado entre los siervos el Senor, entre los reos el
juez. Pero no te espantes. Porque en estas humildes cosas es en donde más
resplandece su alteza. Quien soportó ser llevado por tanto tiempo en el
vientre virginal; y luego salió de ahí revestido de nuestra naturaleza;
quien soportó ser herido con bofetadas y ser crucificado y padecer todo lo
que padeció ¿por qué te admiras de que haya dignado bautizarse y acercarse a
su siervo, juntamente con los demás? Lo estupendo fue que siendo Dios
quisiera hacerse hombre; puesto que lo demás por correcta lógica se sigue.
Por esto Juan al punto exclamó que no era digno de desatar la correa de sus
sandalias y anadió todo lo demás: que es juez, que da a cada uno conforme a
sus merecimientos y que dará con abundancia su Espíritu a todos. Y lo hizo
para que cuando veas a Jesús acercarse al bautismo, no concibas sospechas de
bajeza alguna. Y en cuanto lo tuvo presente, trató de detenerlo e
impedírselo y decía: Yo soy quien debo ser bautizado por ti y tú vienes a
mí? Como su bautismo era para penitencia y llevaba consigo la acusación de
los pecados, a fin de que no fuera a pensar alguno que por tales motivos se
acercaba Jesús al Jordán corrige semejante pensamiento llamándolo Cordero y
Redentor de los pecadores de todo el orbe. Porque quien puede borrar los
pecados de todo el género humano, con mucha mayor razón él mismo debe ser
impecable.
Y no dijo Juan: He aquí al impecable, sino lo que es mucho más: El que quita
el pecado del mundo. Para que después de esto aceptaras tú también lo otro
con plena certidumbre y vieras que él se acerca al bautismo llevando a cabo
otros planes. Por esto al acercarse Jesús, le dice: Soy yo quien debe ser
bautizado por ti ¿y tú vienes a mí? Y no dijo: ¿y tú eres bautizado por mí?
Temió expresarse de ese modo. Sino ¿qué??Y tú vienes a mí? Y ¿qué hace
Cristo? Hizo entonces lo que más tarde haría con Pedro. Porque también Pedro
lo apartaba de lavarle los pies. Pero cuando oyó: Lo que yo hago no lo sabes
ahora, pero lo sabrás después, y no tendrás parte conmigo, al punto cesó en
su oposición y cambió de parecer. Pues acá sucedió lo mismo. En cuanto Juan
oyó: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia, al punto
obedeció. Porque ni él ni Pedro eran rijosos ni pertinaces; sino que ambos
juntaban el amor con la obediencia y cuidaban de obedecer en todo al Senor.
Pondera en qué forma lo induce a obedecer. Se vale de la misma razón por la
que Juan creía no ser conveniente hacerlo. Pues no le dijo: esto es justo,
sino: así conviene. Puesto que Juan pensaba ser del todo inconveniente que
el Senor fuera bautizado por el siervo, Jesús le opuso esto mismo; como si
le dijera: ¿No es verdad que lo rehuyes y me apartas por parecerte cosa
indigna? Pues precisamente déjame, porque esto es lo más conveniente y
honroso. Ni le dijo solamente déjame, sino que anadió ahora. Como diciendo:
esto no será para siempre, pues me verás en el estado que deseas, pero por
ahora has de esperar. Enseguida le demuestra por qué es conveniente. ¿Cómo
pues es lo conveniente? Porque así cumplimos toda la ley, que es lo que
significa al decir toda justicia.
Porque la justicia consiste en la observancia de todos los mandatos. Como si
dijera: Puesto que ya hemos cumplido con todos los otros mandatos de la Ley
y sólo falta éste, conviene que también éste se cumpla. He venido para
deshacer la maldición impuesta a los transgresores de la Ley. Conviene,
pues, que yo mismo, una vez que la haya cumplido íntegramente y os haya
librado de la maldición, luego la abrogue. De manera que conviene que yo
cumpla toda la ley, por ser necesario que borre la maldición escrita en la
Ley contra vosotros. Para eso me encarné; para eso me presento.
Entonces Juan condescendió. Bautizado Jesús salió luego del agua. Y he aquí
que vio abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y
venir sobre él. Como las turbas creían ser Juan superior a Jesús, por haber
vivido perpetuamente en el desierto, por ser hijo de un sacerdote, por las
formas de vestir, porque a todos llamaba al bautismo y porque había nacido
milagrosamente de una mujer estéril; mientras que Jesús había nacido de una
oscura doncella -pues el parto, quedando ella virgen, aún no era conocido de
todos- y además se había criado en su casa y conversado con todos y andaba
vestido al uso común, todos lo tenían por muy inferior a Juan, pues nada
conocían aún de los secretos arcanos de Dios. Sucedió, pues, que fuera
bautizado por Juan, cosa que confirmó a las turbas en su opinión, aun
independientemente de las otras circunstancias enumeradas. Pensaban que era
uno de tantos, ya que, de no serlo, no habría concurrido con las turbas para
ser bautizado. Pero Juan pensaba ser aquél un ser superior y muy más
admirable.
A fin de que no tomara cuerpo y fuerza entre muchos semejante creencia,
cuando Jesús fue bautizado se abrieron los cielos y bajó el Espíritu Santo;
y juntamente con el Espíritu Santo una voz que manifestaba la dignidad del
Unigénito. Y porque semejante voz, que decía Este es mi Hijo, el amado,
muchos creían que más convenía a Juan, pues no decía: Este que es bautizado,
sino solamente este, con lo que cada uno de los oyentes podía sospechar que
se había dicho en favor del bautizante y no del bautizado, ya por la
dignidad misma de Juan, ya por las demás .circunstancias apuntadas, por tal
motivo bajó el Espíritu Santo en forma de paloma, para hacer que aquella voz
se refiriera a Jesús y declarara a todos cómo la palabra este no se decía de
Juan, que bautizaba, sino de Jesús que era bautizado.
Preguntarás por qué ni con todo esto creyeron. Pues también en tiempo de
Moisés se obraron muchos milagros, aunque no tan brillantes, y sin embargo
tras de todos ellos, tras del sonido de la trompeta y de los relámpagos y de
los truenos, todavía se fabricaron un becerro y se iniciaron en los
misterios de BaalFegor. Y los mismos que se hallaron presentes y vieron la
resurrección de Lázaro, estuvieron tan lejos de creer en quien lo había
resucitado, que aun intentaron matar a Lázaro varias veces. Si pues teniendo
ante los ojos la resurrección de los muertos, tan incrédulos y perversos
perseveraban ¿cómo te admiras de que no dieran crédito a la voz aquella
bajada de lo alto? Cuando el alma es malvada y perversa y anda enferma de
envidia, no cede ante ningún milagro; al contrario de cuando es buena, pues
en este caso todo lo cree y todo lo acepta y ni siquiera necesita de
milagros.
De modo que no investigues por qué no creyeron. Tendrías que investigarlo si
no se hubieran dado tantas pruebas que debían llevarlos a creer. Dios por
boca del profeta, además de todas las cosas que tenía en su favor, anadió
esta defensa. Pues habían de perecer los judíos y de ser condenados a
eternos castigos, con el objeto de que algunos de ellos por su perversidad
no acusaran a la divina providencia, dijo:?Qué más podía yo hacer por mi
vina que no lo hiciera? 39 La misma consideración se aplica aquí: ¿Qué más
era necesario hacer que no se hiciera? Y si alguna vez te hablan contra la
providencia de Dios, usa tú de este modo de defensa contra los que se
empenan en acusarla por los crímenes de muchos. Pondera bien qué cosas tan
admirables se llevan a cabo y son ya como el principio de lo que sucederá en
lo futuro. Pues no se abre el paraíso, sino el cielo mismo.
Pero, en fin, dejemos este discurso contra los judíos para otra ocasión.
Ahora, con el auxilio divino, vuelva la explicación a la materia de que
veníamos tratando. Y bautizado Jesús, salió luego del agua. Y he aquí que
vio abrirse los cielos. Para que aprendas que lo mismo sucede cuando tú eres
bautizado, pues Dios te llama a la patria celestial y te persuade a que ya
nada de común tengas con la tierra. Y aunque no lo veas, no le niegues tu
fe. A los principios siempre se muestran visiones de cosas admirables y
espirituales, que impresionan los sentidos, y milagros como los ya
referidos. Esto se hace por motivo de ser los hombres cerrados a esas
materias y tener necesidad de las visiones sensibles Porque no pueden
concebir alguna idea de la naturaleza incorpórea, sino sólo admiran lo que
les llega por los sentidos. De manera que aun cuando más adelante semejantes
visiones ya no tengan lugar, sin embargo, las que se les mostraron al
principio y otras a ésas semejantes, los llevan a dar fe a las cosas
incorpóreas.
Así sobre la cabeza de los apóstoles se produjo un ruido penetrante de
viento y aparecieron figuras como de lenguas de fuego; y esto no por los
apóstoles únicamente, sino también por los judíos que estaban presentes.
Pero aunque ahora ya no se den esos signos sensibles, nosotros creemos las
verdades que por los que se hicieron quedaron demostradas. En nuestro caso,
se dejó ver una paloma, para demostrar como con el dedo a Juan y a los que
se hallaban presentes que Jesús era Hijo de Dios; pero también para que tú
creyeras que sobre ti, al ser bautizado, desciende el Espíritu Santo.
Para nosotros, en resumidas cuentas, no hay necesidad de visiones sensibles,
pues la fe basta en lugar de ellas: los milagros se hacen en bien de los
infieles y no de los que ya creen. Preguntarás: ¿por qué el Espíritu Santo
desciende en figura de paloma? Pues por ser la paloma un animal manso y
puro. Siendo el Espíritu Santo Espíritu de mansedumbre, se apareció en esa
figura. Por lo demás, con eso nos trae a la memoria una historia antigua.
Cuando allá en otro tiempo, por haber caído el orbe en un universal
naufragio, estaba en peligro todo el género humano, entonces se mostró esta
ave y dio a entender el fin de la tempestad; y portando un ramo de olivo,
anunció la tranquilidad a todo el orbe de la tierra. Pues bien: todo ello
era figura de lo futuro.
En aquel tiempo los hombres eran de peor condición y merecían un castigo
mucho mayor. En cambio ahora, para que no desesperes, la paloma te trae a la
memoria esa historia antigua. Entonces, cuando ya no había esperanza alguna,
sin embargo se obtuvo un éxito de enmienda. Pues lo que entonces se obró
mediante el castigo, ahora se hace mediante la gracia y con un don inefable.
Por esto aparece la paloma, no portando en su pico un ramo de olivo, sino
demostrándonos al Liberador de todos los males y trayéndonos la buena
esperanza. Ni saca del arca a un solo hombre; sino que, al mostrarse levanta
al cielo a todo el mundo y trae al orbe no un ramo de olivo, sino la
adopción de hijos de Dios.
Considerando, por tanto, la grandeza del don, no porque en tal figura se
presente vayas a creer que es menor en dignidad, porque oigo a algunos que
dicen haber tan gran diferencia entre el hombre y la paloma, cuanta hay
entre Cristo y el Espíritu Santo. Porque Cristo se manifestó habiendo tomado
nuestra figura, pero el Espíritu Santo lo hizo en forma de paloma. ¿Qué
responderemos a esto? Que ciertamente Jesús asumió la naturaleza humana;
pero el Espíritu Santo no asumió la naturaleza de la paloma. Por eso dijo el
evangelista no que apareció en naturaleza de paloma sino en figura. Ni fue
visto en semejante figura en alguna otra ocasión, sino sólo en ésta.
Si te empenas en que por eso era menor, con semejante argumento también
serán mayores que él los querubines; y tanto más cuanto más lo es una águila
grande a una paloma. Porque en el Antiguo Testamento, los querubines tomaron
figura de águila. Y aun los ángeles le serían superiores en excelencia, ya
que éstos frecuentemente se mostraron en figura de hombres. Pero !no! !no
van por ahí las cosas! Pues una es la verdad de las divinas disposiciones y
otra la concesión de las temporales visiones. No seas, pues, ingrato a tu
Bienhechor, ni le resultes con pagos contrarios a sus intentos, a quien te
dio la fuente de la bienaventuranza; puesto que en donde se encuentra la
dignidad de la adopción de hijos, de ahí se excluyen todos los males y es el
regalo de todos los bienes.
Por eso queda abrogado el bautismo judío y comienza el nuestro. Lo que
sucedió en la Pascua eso mismo sucedió en el bautismo. Celebró Jesús ambas
Pascuas, abrogando una y dando comienzo a la otra. Y cuando cumplió con el
bautismo judío, abrió las puertas al de la Iglesia. Y así como allá en una
mesa hizo todo, así acá en un solo río, imitando la sombra y figura antigua,
pero anadiéndole la verdad y realización. Solamente el nuevo bautismo
contiene la gracia del Espíritu Santo. El bautismo de Juan no contenía
semejante don.
Por esto, aunque todos se bautizaban, no hubo en ellos aquella visión, sino
en Aquel que había de darnos el don del Espíritu Santo. Y esto para que
además de las dichas ensenanzas aprendas también esta otra: que aquel
milagro no lo obró la pureza del que bautizaba sino la virtud del bautizado.
Y entonces se abrieron los cielos y descendió el Espíritu Santo. Ahora
Jesucristo nos aparta del antiguo modo de vivir y nos traslada a otro nuevo;
abriendo las puertas del cielo y enviando desde allí para nosotros el
Espíritu Santo que nos llama hacia la patria aquella; y que no sólo nos
llama, sino que lo hace con suma dignidad. No nos hizo ángeles ni
arcángeles, sino hijos amados de Dios; y de este modo nos atrae a semejante
herencia.
Considerando todo esto, se hace necesario que lleves una vida digna del amor
del que te llama y de aquella celestial companía y del honor que te
confiere: muéstrate crucificado al mundo; y teniendo al mundo crucificado en
ti, lleva una forma de vivir celestial diligentísimamente. No pienses que
algo de común con lo terreno tienes acá por el hecho de que tu cuerpo viva
aún sobre la tierra y no ha sido aún trasladado al cielo. Ya está en el
cielo tu cabeza y tiene allá su trono. Por esto el Senor, cuando acá vino,
trajo consigo ángeles; y luego, tomada tu naturaleza, se regresó allá, para
que aprendas que bien puedes vivir en la tierra como si fuera el cielo.
Procuremos conservar nuestra nobleza, la que desde los comienzos recibimos;
y busquemos diariamente los palacios reales de allá arriba y reputemos todo
lo presente como sombras y ensuenos. Si un rey terreno de pronto a ti,
mendigo y pobre, te adoptara por hijo, no volverías más los ojos a la choza
y su vileza, aun cuando la choza y el palacio no distaran mucho entre sí.
Pues del mismo modo, no vuelvas ya para nada tu pensamiento a las cosas
pasadas: estás llamado a otras mucho mejores. Y el que te llama es el Senor
de los ángeles, y los bienes que ya te ha conferido superan a toda razón y
entendimiento. No te pasa de una región terrestre a otra, como el rey que
suponíamos, sino de la tierra al cielo, de tu naturaleza mortal a la gloria
inmortal e inefable, que sólo entonces, podremos contemplar en su claridad
cuando la disfrutemos.
Y habiendo de conseguir tan grandes bienes ¿me sales con que los dineros, y
te aferras a las pompas terrenas? ¿No piensas en que todo esto que cae bajo
los sentidos son cosas más viles que el pan que comen los mendigos? Pero
entonces ¿cómo serás tenido por digno de honra tan grande? ¿Qué podrás
alegar en tu defensa? O mejor dicho: ¿qué castigos no sufrirás si tras de
tan inmenso don, te vuelves al vómito antiguo? Sufrirás la pena de tus
pecados debida no a un hombre sino a uno que había sido hecho hijo de Dios.
La alteza del honor te abrirá camino pata un suplicio mayor. Nosotros no
sujetamos a un castigo igual cuando delinquen a los criados y a los hijos,
ya que éstos han recibido de nosotros los más grandes beneficios.
Si Adán, que había recibido en propiedad el paraíso, por haber pecado una
vez sufrió, después de tan alto honor, males tan tremendos, nosotros que
recibimos en herencia el cielo y hemos sido hechos coherederos del Unigénito
Hijo de Dios ¿qué perdón tendremos, si abandonamos la paloma y corremos tras
la serpiente? Por cierto, no oiremos que se nos dice: Polvo eres y al polvo
volverás, 40 ni tampoco: Labrarás la tierra, 41 ni alguna otra de aquellas
maldiciones en otro tiempo lanzadas; sino cosas mucha más duras que ésas,
como id a las tinieblas exteriores y a las cadenas indisolubles y al gusano
venenoso y al rechinar de dientes. Y con justa razón. Porque quien no mejora
ni aun después de tan grande beneficio, justo es que sea con, gravísimas
penas castigado.
En otro tiempo Elías abrió y cerró los cielos, de tal modo que podía a su
voluntad dejar hacer o estorbar la lluvia. En cambio para ti el cielo no se
abre en esa forma, sino para que subas a él; y, lo que más es, no únicamente
para que subas, sino amera que lleves a otros contigo, si quieres; pues tan
enteramente se fió de ti y te dio poder sobre todo lo suyo. Siendo, pues,
allá nuestro hogar, depositemos allá nuestros haberes: nada dejemos acá para
no perderlo. Acá, aun cuando uses la llave y cierres la puerta y le pongas
barras atravesadas y coloques un sin fin de siervos que vigilen y escapes de
todos los que te asechan y evites las miradas de todos los que te envidian y
la polilla y el dano de la vejez (cosa que en realidad no puedes lograr),
sin embargo, no podrás escapar de la muerte; y en un solo momento serás
despojado de todo. Ni sólo se te despojará de tus cosas, sino que muchas
veces irán a manos de tus enemigos. Pero si las colocas en aquella eterna
habitación, habrás superado todos los peligros. Allá no hay que usar de
llaves, ni de puertas, ni de travesanos: tan segura y fortificada está
aquella ciudad; tan inexpugnable es el lugar; tan inasequible a cuanto
significa corrupción o perversidad.
?No es acaso el colmo de la locura acumular todos nuestros bienes en un
sitio en que sabemos que se van a corromper y destruir; y en cambio no
depositar ni siquiera una mínima parte allá en donde permanecen intactos y
aún se aumentan; sobre todo teniendo en cuenta que allá habremos de vivir
para siempre? Los gentiles niegan por esto su fe a lo que les decimos,
porque exigen de nosotros las pruebas mediante los hechos y no por solas
palabras. Cuando ven que nos construimos espléndidas casas, huertos, banos,
y compramos campos, en forma alguna se persuaden de que estemos nosotros
preparando nuestra marcha hacia otra ciudad. Si fuera así, dicen, se
adelantarían a colocar allá cuanto poseen reduciéndolo a plata: y lo
conjeturan por lo que acá suele suceder.
Observamos, en efecto, que los más ricos se procuran casas, campos y las
demás comodidades que desean, allá en las poblaciones en donde quieren
establecerse. Pero nosotros procedemos al, contrario. Nos aferramos
empenosamente en poseer una tierra que muy pronto tendremos que abandonar; y
no sólo dineros, sino la sangre misma la derrochamos peleando por unas
cuantas yugadas de terreno y algunas casas; mientras que para ganar el cielo
no queremos emplear ni aun lo superfluo; y eso que a bajo precio se compra
el cielo, mientras que si lo adquirimos es posesión eterna. Por tal motivo,
sufriremos los más graves castigos si llegamos allá pobres y desnudos de
buenas obras; y más aún que por nuestra pobreza, por haber arrojado a la
misma miseria a otros, caeremos en intolerables calamidades.
Cuando vean los gentiles a los que andan empenados en semejantes anhelos que
disputan acerca de los misterios sublimes, se aferrarán más a las cosas
presentes y aumentarán sobre nosotros y nuestras cabezas un fuego ingente.
Porque si nosotros, que debemos ensenarles el desprecio de las cosas
presentes, andamos anhelándolas más que todos los otros ¿cómo procuraremos
la salvación de los demás, cuando al revés, deberemos sufrir las penas por
la ruina de los demás? ¿No oyes a Cristo que dice que nos ha dejado en este
mundo como sal de la tierra y como lámpara para que amonestemos a quienes se
entregan a los placeres e iluminemos a los que andan ciegos con el ansia de
las riquezas? Pues si los lanzamos a más oscuras tinieblas, si los tornamos
más muelles ¿qué esperanza nos queda de salvación? !Ninguna! Sino que
deshechos en llanto, rechinando los dientes, ligados de pies y manos,
seremos lanzados al fuego de la gehenna, tras de habernos consumido
totalmente la solicitud de las riquezas.
Considerando todo esto, rompamos los lazos de semejante engano, no sea que
demos en lo que nos ha de entregar al fuego inextinguible. Quien sirve a las
riquezas con cadenas estará atado en esta vida y con cadenas estará atado en
la otra. Quien está libre de semejantes codicias, poseerá aquí y allá ambas
libertades. Libertades que para poder conseguirlas se hace necesario romper
el pesado yugo de la avaricia y esforzarse en levantar el vuelo hacia los
cielos, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la
gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XIII
Entonces fue llevado Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por
el diablo (Mat. IV, l).
ENTONCES. ¿Cuándo? Después de haber descendido el Espíritu Santo; después de
aquella voz venida de las alturas, que decía: Este es mi Hijo muy amado en
quien tengo mis complacencias. Y lo que es más estupendo: fue llevado por el
Espíritu Santo, porque fue el Espíritu mismo quien lo llevó al desierto.
Venía Cristo a ensenarnos y para esto hacía y padecía todo. Por esto quiso
ser llevado allá y entrar en esta batalla con el demonio, para que cada uno
de los bautizados, si tras del bautismo padece mayores tentaciones, no se
perturbe, como si experimentara lo inesperado; sino que permanezca firme en
padecer, pues todo le sucede conforme al recto orden de las cosas. Para esto
tomaste las armas; no para estarte ocioso, sino para combatir.
Dios no impide las tentaciones que se nos echan encima, en primer lugar para
que veas que te has hecho mucho más fuerte. Además, para que no te estimes
en exceso y no te ensoberbezcas por la grandeza del don que se te ha
conferido, puesto que las tentaciones te mantienen en humildad. Anádese para
que el demonio maligno que duda si es verdad que has renunciado a él, por la
experiencia de las tentaciones se confirme en que del todo te le has
apartado. En cuarto lugar, para que así te forjes más duro que el hierro y
más fuerte. En quinto lugar, para que tengas con esto la demostración del
gran tesoro que te ha sido confiado. No te acometería el demonio si no te
viera colocado en los más altos honores.
Tal fue el motivo por el que allá a los principios se levantó contra Adán,
pues lo veía disfrutando de suma 'dignidad. Por igual razón se levantó
contra Job, al verlo premiado y alabado por el Dios de todos. ¿Por qué dice:
Orad para que no caigáis .en la tentación? 42 Por eso no nos presenta a
Jesús yendo espontáneamente a la tentación, sino llevado según una razonable
providencia, dándonos a entender que no debemos exponernos, pero que si
somos llevados a la tentación, la resistamos con fortaleza.
Considera a dónde lo llevó el Espíritu Santo: no a la ciudad, ni a la plaza,
sino al desierto. Como el demonio quería halagarlo y atraerlo, el Espíritu
Santo le presenta la ocasión, no únicamente por el lado del hambre sino
también por el sitio mismo. El demonio especialmente nos acomete cuando nos
ve solos y que andamos aparte de los demás. Así acometió a la mujer allá a
los principios, llegándose a ella cuando estaba sola, sin su marido. Cuando
ve a varios reunidos, no se atreve a acometer. Por esto conviene que con
frecuencia nos congreguemos, para que no seamos presa fácil del diablo.
Encontró, pues, el demonio a Jesús en el desierto y en una región sola y sin
caminos. Que así fuera aquel paraje lo significa Marcos diciendo: Y moraba
entre las fieras. 43 Pero advierte con cuánta astucia y perversidad se le
acerca y qué ocasión escoge. No acomete a Jesús mientras éste ayuna, sino
cuando tuvo hambre. Para que aprendas cuán grande bien es el ayuno y qué
arma tan poderosa contra el demonio; y que después del bautismo no te has de
entregar a los placeres ni a la embriaguez ni a los manjares, sino al ayuno.
Por esto ayunó Jesús, no porque él lo necesitara, sino para instruirnos.
Pues la crápula, antes del bautismo, había inducido al pecado, Jesús
procedió como el que a un enfermo, ya vuelto a la salud, le ordena no volver
a lo mismo de que la enfermedad le provino. Por esto tras del bautismo
ayunó.
La intemperancia echó a Adán del paraíso; y en tiempo de Noé acarreó el
diluvio; y arrojó sobre los sodomitas los rayos del castigo. Pues aun cuando
en estos dos últimos casos el pecado fue de fornicación, pero la raíz del
castigo brotó de la intemperancia. Así lo indicó Ezequiel al decir Mira cuál
fue la impiedad de Sodoma: tuvo grande soberbia, hartura de pan y mucha
ociosidad. 44 Y lo mismo fue con los judíos: obraron la maldad en gran
escala y cayeron en la perversidad a causa de la embriaguez y de las
delicias del alimento.
Por esto Jesús ayuna cuarenta días, declarándonos así cuál es el remedio
para la salvación. Ni pasa de los cuarenta días, no sea que el exceso del
milagro obste a la fe en la nueva economía divina. Ahora ya no hay que temer
aquello del Antiguo Testamento, cuando Moisés y Elías, sostenidos por el
poder divino, pudieron llegar a tan largo ayuno. Si Jesús lo hubiera
prolongado a muchos más días, sin duda que a muchos les habría parecido por
esto increíble el misterio de la Encarnación.
Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre,
dando así ocasión al demonio para acercársele; y para darnos en el encuentro
el modo con que hay que superarlo y vencerlo. Esto mismo hacen los atletas,
pues para ensenar a sus discípulos cómo han de vencer, espontáneamente
traban luchas con otros en la palestra, mostrándoles en otros la forma, para
que aprendan la manera de obtener la victoria. Así sucedió acá. Quería Jesús
atraer al demonio al combate, y por esto le dejó ver su hambre y no lo
esquivó cuando se le acercaba; y habiéndolo enfrentado una y dos y tres
veces, lo venció con la facilidad que le convenía.
Mas, no sea que pasando de ligero sobre semejantes victorias algo quitemos a
vuestra utilidad espiritual, comencemos por el primer encuentro, y enseguida
examinaremos los otros dos con toda diligencia. Y pues Jesús sufría el
hambre, acercándose el tentador le dijo: Si eres hijo de Dios di a estas
piedras que se conviertan en pan. Como había oído la voz del cielo que
decía: Este es mi Hijo muy amado; y había escuchado a Juan que tan grandes
cosas testificaba; y luego lo ve hambriento, al fin quedó en duda. No lo
podía creer solo hombre por lo que de él se había dicho; pero tampoco
admitía que fuera el Hijo de Dios, pues lo veía padecer hambre. Dudoso en su
ánimo, traduce sus dudas en sus palabras. Y al modo como acercándose a Adán
allá al principio fingió lo que no había para cerciorarse de lo que en
realidad había, así ahora, ignorando el secretísimo misterio de la nueva
economía y no sabiendo en concreto quién era el que ahí presente se
encontraba, procura fabricar nuevas redes, mediante las cuales creía poder
llegar a saber lo que en la oscuridad estaba escondido.
?Qué dice, pues? Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en pan. No le dijo: puesto que tienes hambre, sino: si eses el Hijo de Dios,
pensando que así lo halagaría. Calló lo del hambre para que no pareciera que
se lo echaba en cara y lo avergonzaba. Ignorando la alteza de las cosas que
se iban llevando a cabo, pensaba que hablarle del hambre le sonaría a
injuria; por lo cual, al modo de los que adulan, única pero dobladamente se
refiere a su dignidad. Y ¿qué hace Cristo? Humillándole su hinchazón y
demostrándole que de ninguna manera resultaba vergonzoso lo que le
acontecía, ni era indigno de su sabiduría, echa por delante precisamente lo
que el diablo había callado y le dice: No de solo pan vive el hombre.
Comienza, pues, por la necesidad del vientre. Pero, considera la astucia
maligna del demonio y por dónde da principio al combate y cómo no se olvida
de sus artes. Teje su engano con lo mismo con que había derrotado al primer
hombre hasta rodearlo de calamidades sin cuento. Es decir, con la
intemperancia. Actualmente oímos a muchos decir que por el vientre nos han
venido males sin número. Pero Cristo, demostrando que a quienes están
dotados de virtud, semejante tiranía no puede obligarlos hasta el punto de
imitar algo que sea contra la decencia, por una parte sufre el hambre y por
otra no obedece al mandato del demonio; con lo que además nos ensena a no
obedecer en nada al demonio. Y pues el primer hombre por este camino había
ofendido a Dios y le había quebrantado su ley, ahora Cristo te ensena a
pasar más adelante: de modo que aun cuando lo que el diablo ordena no sea
pecado, ni aun así se le ha de obedecer.
Pero ¿qué digo pecado? Ni aun cuando ordenen los demonios algo útil, dice
Cristo, se les ha de obedecer ni dar oídos. Por este motivo, a los demonios
que lo predicaban y decían que El era el Hijo de Dios, El mismo les prohibió
que hablaran. Y Pablo a su vez increpó a los demonios a pesar de que lo que
decían le resultaba útil. Al revés, más y más humillándolos y apartando de
nosotros sus asechanzas, los rechazó aun cuando ellos predicaban verdades
saludables; y les cerraba la boca y les imponía silencio. Tal es el motivo
de que ahora Cristo no obedezca. Pues ¿qué es lo que responde?: No de solo
pan' vive el hombre. Como si dijera: puede Dios alimentar al hambriento aun
con una palabra; y trae para ello el testimonio del Antiguo Testamento y nos
ensena que aun oprimidos por el hambre o por otra cosa cualquiera que
suframos, jamás debemos dejar de recurrir a Dios.
Y si alguno alegara que sería conveniente haberle demostrado eso mismo al
demonio, le responderé: ¿Por qué? ¿por cuál motivo? Pues a Jesús no se lo
dijo para que lo creyera, sino para, según él pensaba, acusarlo y
convencerlo de incrédulo. Habiendo el demonio enganado por este camino a los
primeros hombres, demostró así que ellos no le creían suficientemente a
Dios. Porque él les prometió exactamente todo lo contrario de lo que Dios
les había dicho, hinchándolos con una vana esperanza y arrojándolos a la
incredulidad, con lo que incluso los hizo perder los bienes que ya poseían.
Cristo, por su parte, no se muestra anuente a lo que el diablo quiere, ni
tampoco a los judíos que anhelaban lo mismo que el diablo; ensenándonos por
doquiera que aun cuando nos sea lícito hacer alguna cosa, sin embargo no
debemos proceder a la ventura y sin motivo; y que aun en el caso de que la
necesidad nos apriete, no debemos obedecer al demonio. ¿Qué hace, pues,
aquel execrable vencido? Una vez que no pudo persuadir a Cristo de que lo
obedeciera, aun oprimido por el hambre, ataca por otro lado y ledice: Si
eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues está escrito: A sus ángeles
encargará que te tomen en sus manos.
?Por qué el demonio en cada una de las tentaciones echa por delante eso de:
si eres el Hijo de Dios? Lo hizo antes y lo repite ahora. Porque ya antes
había difamado a Dios, al decir aquellas palabras: El día en que de él
comiereis se os abrirán los ojos, 45 con las que les daba a entender que
Dios los había enganado y que ningún beneficio habían recibido? Y
subindicando lo mismo, dice ahora: en vano Dios te ha llamado hijo suyo y te
ha enganado con ese don. Y si esto no es verdad, entonces es necesario que
demuestres que ciertamente posees ese poder. Luego, como Cristo lo había
refutado con un texto de la Escritura, ahora él aduce a su vez el testimonio
de un profeta.
Y ¿por qué Cristo, ni indignado ni exasperado, le responde con gran
mansedumbre y acudiendo de nuevo a las Sagradas Escrituras? Le dice: No
tentarás al Senor tu Dios. Para ensenarnos que al demonio no se le ha de
vencer mediante milagros, sino con la paciencia; y que nada debe hacerse por
vana ostentación. Pero advierte la necedad del demonio, aun por el texto
mismo que alega. Porque los textos aducidos por el Senor, ambos son
oportunísimos para el caso; mientras que los alegados por el demonio, se
disparan a la ventura y fuera de propósito y no cuadran con la cosa de que
se trata.
El texto que dice: Pues escrito está: a sus ángeles encargará que te tomen,
de ninguna manera es para persuadir a nadie a echarse de cabeza al
precipicio, ni se profetizó tal cosa acerca de Cristo. Sin embargo, aunque
el diablo lo usó así fraudulentamente, Jesús no lo contradijo; y eso que el
diablo lo usaba en un sentido del todo contrario al verdadero. Semejante
cosa, nadie la pide al Hijo de Dios. El echarse de cabeza al abismo es
consejo del diablo y de los demonios. En cambio, lo propio de Dios es
levantar al caído. Y si era cuestión de manifestar su poder, lo habría hecho
no precipitándose él, ni echando abajo a otros, sino salvándolos. Eso de
lanzarse uno a despenaderos y precipicios es propio de las legiones
diabólicas. Pero así suele proceder en todo ese antiguo enganador.
A pesar de todo, Cristo no le revela su naturaleza, sino que en todo le
habla como si fuera simple hombre. Porque aquello de: No de solo pan vive el
hombre y aquello de: No tentarás al Senor tu Dios, no eran tales palabras
como para manifestar Cristo demasiadamente su divinidad, sino más bien para
declararse como uno de tantos hombres. Ni te extranes de que el demonio,
hablando con Cristo, se vuelva a una parte y a otra. Procede como los
púgiles cuando han recibido heridas mortales que aun chorreando sangre por
todos lados, llevados como de un vértigo, voltigean sin parar. Del mismo
modo el diablo, oscurecida su mente con la primera y la segunda herida, ya
simplemente profiere lo primero que se le ocurre; y así avanza para el
tercer encuentro.
Y habiéndolo llevado a un monte muy alto y habiéndole mostrado todos los
reinos del mundo, le dijo: Todo esto te lo daré si de hinojos me adoras.
Entonces le dijo Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: Al Senor tu
Dios adorarás y a él solo darás culto. 46 Como el diablo pecaba ya contra el
Padre, al decir que todas las cosas le pertenecían, como si fuera el Creador
del universo, finalmente Jesús lo rechaza, y no con airadas expresiones,
sino sencillamente ordenándole: Apártate, Satanás. Era esto más una orden
que no una reprensión.
Preguntarás: ¿Cómo es que Lucas dice: acabado todo género de tentaciones? Yo
pienso que fue para abarcar en resumen, por lo que dijo: todo género. Es
decir, como abarcando en esto todas las demás. Puesto que las dichas abarcan
otras innumerables: es decir, el estar sujeto a la gula, el obrar por
vanagloria y el estar atado por el loco amor a los dineros. Como ese malvado
sabía muy bien esto, puso al fin la más poderosa de las tentaciones, que es
la codicia insaciable de riquezas. Ya desde el principio andaba tras de
ésta, pero vino a sacarla a luz hasta el fin y para entonces la guardó, como
la más fuerte que las otras. Porque es ley de esta clase de certámenes: que
los medios que se consideran mejores para vencer se reservan para el fin.
Así procedió el demonio en el caso de Job; y lo mismo hizo aquí. Habiendo
comenzado por lo que le parecía más débil, avanzó luego a lo más poderoso.
Pero ¿cómo se podrá vencer esta pasión y mal? Como nos ensenó Cristo:
recurriendo a Dios. De manera que ni por el hambre desfallezcamos, confiados
en Aquel que con sola una palabra nos puede apacentar; ni con los bienes que
hemos recibido tentemos al dador; sino que contentos con la gloria de allá
arriba, despreciemos la humana y en todo rechacemos lo superfluo. Nada hay
que mejor nos sujete al demonio como la avaricia y la insaciable codicia de
poseer. Y podemos verlo por lo que actualmente sucede. Hay quienes nos
digan: todo esto te lo daré si postrándote me adoras. Hombres son los que lo
dicen según su naturaleza, pero se han convertido en instrumentos del
diablo.
Porque en aquel tiempo el demonio no acometió a Cristo únicamente por sí
mismo, sino también por medio de otros instrumentos, como lo indicó Lucas al
decir: Se apartó de él hasta el tiempo determinado 47 Da a entender de este
modo que más tarde acometió de nuevo mediante sus propios instrumentos. Y
llegaron los ángeles y le servían. Mientras duraba el combate, no permitió
que ellos se presentaran, para que no aterrorizaran al que él iba luego a
vencer; pero una vez que en todo y por todo lo hubo derrotado y puesto en
fuga, entonces se presentan los ángeles. Esto fue para que conozcas que
también a ti, una vez que a ejemplo de Cristo hayas vencido, te recibirán
con aplausos los ángeles y te rodearán por todas partes. Así a Lázaro,
después del horno de la pobreza, el hambre y las aflicciones, los ángeles lo
tomaron y lo llevaron consigo. Pues como ya lo tengo dicho, Cristo ahora va
declarando muchos de los bienes de que luego disfrutaremos.
Y, puesto que todo se hizo por tu bien, imita, emula semejante victoria. Si
se te acerca alguno de esos ministros del demonio con siniestras
intenciones, y se burla de ti, y te dice: Tú eres grande, tú eres admirable,
haz que este monte pase a otro lugar, no te turbes, no te impresiones, sino
que con toda calma respóndele como has oído que le respondió Cristo: No
tentarás, al Senor tu Dios. Y si te ordena que lo adores y te ofrece gloria,
poder, riquezas inmensas, permanece firme. Porque el demonio ha procedido
así no únicamente con el común Senor de todos nosotros, sino que cada día
mueve contra cada uno de los siervos de Cristo esta clase de armas; y esto
no sólo en los montes, y en los desiertos, sino también en las ciudades, en
las plazas, en los tribunales; y no lo hace únicamente por sí solo, sino
además por medio de hombres que son nuestros parientes.
?Qué es, pues, lo que debemos hacer? No creerle, no prestarle oídos,
aborrecerlo como adulador que es; y cuanto mayores cosas promete, tanto más
conviene que nos le opongamos. A. Eva precisamente cuando mayor promesa le
hacía, fue cuando la derribó y le causó el dano más terrible. Es en realidad
un enemigo inexorable y ha emprendido contra nosotros una guerra implacable.
No nos empenamos nosotros tanto en nuestra, salvación, como él en nuestra
perdición. Apartémoslo, pues, y aborrezcámoslo, no sólo con las palabras,
sino con las obras; no, con sólo el pensamiento, sino con los hechos. Nada
hagamos de cuanto a él le da gusto; y así en cambio haremos todo lo que a
Dios agrada. Muchas cosas promete el demonio, pero no es para dárnoslas,
sino para sacar su ganancia.
El demonio promete dar de lo que no es suyo, para arrebatarnos el reino y la
virtud. Promete en la tierra tesoros, o por mejor decir lazos y redes, para
privarnos de los tesoros tanto de acá como de los celestiales: quiere que
acá seamos ricos para que en la vida futura no lo seamos. Y si no puede
despojarnos de la herencia del cielo mediante las riquezas, lo intenta
mediante la pobreza, esperando lograr por este otro camino la victoria. Pero
¿qué podrá haber más necio? Pues quien es capaz de llevar las riquezas sin
caer en intemperancia, también sabrá llevar la pobreza con ánimo firme.
Quien no anhela las riquezas presentes sin duda que no buscará las ausentes,
como lo hizo el bienaventurado Job, quien por la pobreza resultó más
esclarecido.
Pudo el Maligno despojarlo de sus riquezas, pero en cambio respecto de la
caridad con Dios, no sólo no pudo arrancársela, sino que se la devolvió más
ardiente; y sólo logró que aquel varón, despojado de todo, brillara con
bienes de todo género. Ante semejante resultado, no sabía ya el demonio qué
camino tomar. Pues cuanto más graves heridas le causaba, tanto más valeroso
lo encontraba. Y como tras de intentarlo todo en nada aprovecha, recurrió a
su arma antigua, es decir a la mujer de Job. Esta, ocultando bajo la
apariencia de providencia de Dios el ataque, describe en forma dolorosa y
trágica sus desgracias y finge un consejo danino con el que, según ella, se
libraría Job de todos sus males. Pero ni aun así venció el demonio. Porque
aquel varón admirable cayó en la cuenta del cebo que le tendía y con gran
prudencia cerró la boca de su mujer, que hablaba movida por el demonio.
Es lo que conviene que hagamos nosotros. Aunque nos hable y diga lo que no
nos conviene disfrazado de hermano, o amigo o esposa, es necesario que lo
rechacemos, no por razón de la persona que nos habla, sino por razón del mal
consejo que nos da. Porque actualmente en muchas cosas procede así: se
disfraza bajo el título de conmiseración; y apareciendo como benévolo deja
caer palabras peores que cualquier veneno. Es propio del demonio adular y
enganar y danar; y es propio de Dios corregir para mejorar. No nos dejemos
enganar y no busquemos a cualquier precio una vida de comodidades; pues dice
la Escritura Al que Dios ama, lo corrige 48
Debemos dolernos sobre todo cuando vivimos permanentemente y disfrutamos en
todo de prosperidad; pues quien vive en pecado ha de estar en constante
temor; pero de modo especial cuando no sufre ningún pesar. Cuando Dios va
imponiendo la pena, por partes, es senal de que quiere aminorar el castigo.
Pero cuando aguanta con paciencia cada pecado, nos reserva, si en pecar
perseveramos, grandes castigos. Si los pesares son necesarios para los
buenos, lo son mucho más para los pecadores.
Advierte la gran paciencia que tuvo Dios con el Faraón; y cómo finalmente
hubo éste de soportar extremos castigos por todos sus pecados; y también de
cuántos crímenes se hizo reo Nabucodonosor, pero al fin llevó la pena de
todos ellos. Lo mismo sucedió al rico Epulón: puesto que en esta vida no
había tenido sufrimientos, en la otra cayó en extrema miseria. Lleno de
delicias en la vida presente, fue a pagar la pena de todas allá en donde no
le era posible conseguir consuelo alguno para sus males.
Pero hay algunos tan necios y frívolos, que siempre andan buscando las cosas
presentes únicamente; y aun profieren expresiones tan ridículas como éstas:
Por ahora gocemos de todo lo presente y ya después veremos acerca de esos
futuros inciertos; por ahora me daré a la gula, a los deleites y agotaré los
placeres de esta vida. Deja en mi mano el día presente, que ese otro futuro
yo te lo regalo. !Oh necedad sin término! Los que tal dicen ¿en qué se
diferencian de los chivos y de los cerdos? Si el profeta no permite que a
quienes anhelan en pos de la mujer de su prójimo se les dé el nombre de
hombres ¿quién podrá acusarnos si nosotros los tenemos por estultos chivos y
más que éstos, y por cerdos y asnos? Lo que es más claro que las cosas que
vemos con los ojos lo juzgan dudoso e incierto.
Si a nadie quieres dar crédito, acércate a los demonios mientras son
azotados: a esos que nada dejan por hacer en tratándose de nuestro dano.
Porque no negarás que ellos hacen cuanto pueden por acrecentar nuestra
desidia, quitarnos el temor de la gehenna y lograr que no creamos en el
juicio futuro. Y sin embargo, ellos que tal desean, muchas veces gimiendo y
lamentándose anuncian acá los tormentos que allá en la gehenna se usan. Mas
¿por qué los anuncian, y aun contra su voluntad los dicen? No por otro
motivo sino porque son atormentados con más grandes castigos. Pues cierto
que voluntariamente no querrían confesar que son atormentados por hombres
que ya murieron; y ni aun siquiera decir que algo grave padecen. 49
?Por qué motivo he dicho lo que acabo de decir? Porque esos mismos demonios
que no quieren que creamos en la gehenna, la anuncian; y en cambio, tú, que
tan grandes honores has recibido, y te haces partícipe de los divinos
misterios, ni siquiera los imitas en eso, sino que te has vuelto peor que
ellos. Preguntarás: pero ¿es que alguien ha venido del infierno para
anunciárnoslo? Respondo: ¿acaso ha venido alguien y ha dicha que Dios todo
lo ha creado? Pero bueno: ¿cómo se prueba que tenemos alma? Yo digo que si
sólo has de creer lo que cae bajo los sentidos y dudas de la existencia de
Dios, de los ángeles, del pensamiento y del alma, entonces se han hundido
todos los dogmas. Ahora bien si sólo quieres creer en las cosas que caen
bajo los sentidos, lo razonable es que des más crédito a lo que no se ve que
a lo sensible.
Si te parece paradójico lo que acabo de decir, sin embargo, es verdadero y
manifiesto para quienes tienen entendimiento. Porque los ojos con frecuencia
se enganan no únicamente respecto de lo invisible (pues esto ni siquiera lo
conocen), sino en las cosas mismas que les parece que ven. Los imposibilitan
la distancia, el aire interpuesto, la distracción, la ira, los cuidados y
mil obstáculos que les impiden el fijarse bien. En cambio, el ojo del alma,
si lo ilustra la luz de las Sagradas Escrituras, juzga más certeramente y
con mayor exactitud de las cosas que el ojo corporal. No nos enganemos,
pues, en vano, ni además del castigo que lleva consigo la desidia originada
de semejantes opiniones, acumulemos sobre nosotros un castigo y fuego mayor,
proveniente de sostener proposiciones tan falsas. Cierto es que de no haber
juicio, tampoco seremos castigados ni premiados. Pero advertid hasta dónde
apuntan vuestros blasfemos principios, pues llegáis a decir que Dios justo y
manso en nada tiene tan grandes trabajos y sudores. Ahora bien: semejantes
dislates ¿cómo pueden ser conformes con la recta razón?
Pero en fin, si por otras fuentes no, a lo menos por lo que en tu casa misma
sucede, pondera esas afirmaciones y verás hasta qué punto son absurdas.
Aunque seas el hombre más inhumano y cruel y aun más feroz que las fieras
mismas, no querrás morir sin premiar a un criado que te ha servido bien,
sino que le darás la libertad y aun le anadirás dineros; y puesto que tú vas
a morir, ya no podrás en adelante hacerle beneficios; pero lo procuras
mediante tus herederos y suplicas de todas maneras que tu siervo no quede
sin paga. Ahora bien: si tú, hombre perverso, tan humano y benévolo te
muestras con tu criado ¿la bondad inmensa de Dios, su inefable benignidad,
su gran mansedumbre, a siervos suyos como Pedro, Pablo, Santiago y Juan, que
día por día padecieron hambres, estuvieron encadenados, fueron azotados,
padecieron naufragios, a éstos los dejará sin coronas?
Al vencedor en los juegos olímpicos, el que los preside lo proclama y lo
corona; el senor a su siervo; el rey a sus soldados los colman de honores; y
en fin quienquiera que es bien servido al que bien lo sirvió con los dones
que puede lo remunera: ¿y sólo Dios, tras de tan abundantes sudores y
grandes trabajos, no dará a sus siervos premio alguno ni grande ni pequeno;
sino que esos excelentes y piadosos varones que acometieron toda clase de
virtudes, habrán de quedar en la condición misma que los adúlteros, los
parricidas, los homicidas y los violadores de sepulcros? ¿Es esto razonable?
Si nada hay tras de la partida de este mundo; si todo lo nuestro está
circunscrito a los límites de la vida presente, aquellos justos y estos
pecadores se encuentran en la misma situación. Pero !no! !ni siquiera en la
misma! Aunque según tú, tras de esta vida estarían en la misma situación,
pero no lo estuvieron acá, pues unos pasaron su vida en perpetua
tranquilidad, mientras los otros vivían en perpetuos suplicios. Pero ¿hay
algún tirano monstruoso, hay alguien tan cruel, tan inhumano que así trate a
sus siervos?
?Adviertes lo enorme de semejante absurdo? ¿Ves a dónde conduce tu
raciocinio? En consecuencia, si no convencido por otras razones, a lo menos
por ésta, rechaza tan pésimas opiniones, huye de su malicia, emprende el
trabajo de la virtud: verás luego cómo nuestras cosas no están circunscritas
a los límites de la vida presente. Y si alguno te pregunta si alguien vino
de la otra vida a comunicarnos esto, respóndele: De los hombres, nadie; pues
si un hombre hubiera venido, muchos no le habrían dado crédito, puesto que
dirían: exagera, amplifica. Pero ahora es el Senor de los ángeles quien vino
para anunciárnoslo. ¿Qué necesidad tenemos, pues, de un hombre, cuando aquel
mismo que te ha de imponer el castigo, diariamente clama que ha preparado la gehenna y que premiará con el reino y nos ha dado claras pruebas de que así
son las cosas? A la verdad si nunca hubiera de entrar en juicio, tampoco acá
hubiera amenazado castigos.
Por otra parte ¿cómo es lógico que de entre los criminales a unos se les
castigue y a otros no en absoluto? Si Dios no es aceptador de personas, como
no lo es ¿por qué a uno lo castigó y a otro lo dejó vivir en la impunidad?
Esto presenta una dificultad mayor que las ya enumeradas. Pero si quieres
oírme con benevolencia, también a esta dificultad responderemos. ¿Qué
solución tiene? Que ni castiga aquí a todos para que no pierdas la esperanza
de la resurrección y el juicio futuro, como si durante la vida todos
hubieran ya sido castigados, ni los deja a todos impunes para que no pienses
que las cosas proceden sin providencia alguna. La realidad es que hace ambas
cosas: castiga y deja de castigar.
Cuando castiga, demuestra que aun a los que aquí castigó allá de nuevo los
castigará. Cuando deja impune, es para llevarte a creer que hay, tras del
apartamiento de esta vida, un tribunal terrible. De manera que si en
absoluto no hiciera caso de las obras de acá, a nadie castigaría en esta
vida, a nadie haría beneficios. Mas por el contrario, observas cómo en
beneficio tuyo desplegó los cielos, encendió el sol, afirmó la tierra,
derramó los mares, expandió los aires, dispuso los giros de la luna,
estableció leyes firmes para las estaciones del ano e hizo que todos los
demás seres llevaran a cabo, bajo su mirada e impulso, con exactitud, sus
evoluciones.
Nuestra naturaleza y la de los irracionales, como las serpientes, los
semovientes, los volátiles, los peces, los que viven en los estanques, en
las fuentes, en los ríos, en los montes, en los barrancos, en los bosques,
en las casas, en los aires, en los campos, las plantas, las simientes, los
árboles ya silvestres ya cultivados, los que llevan fruto y los que no, en
una palabra todos los seres, movidos por la incansable mano de Dios, ayudan
para nuestra vida, y no sólo para lo necesario, sino para lo abundante, y
nos ofrecen sus servicios a la manera de siervos. Pues quien ve tan
excelente orden en todas las cosas, aun cuando nosotros apenas hayamos
indicado una pequenísima parte de ellas, ¿se atreverá a decir que .Aquel que
por nosotros hizo tantas y,, tan excelentes obras, allá al fin nos olvidará
y nos dejará hechos cadáveres, confundidos con los asnos y los, cerdos?
El que te honró con un don excelentísimo como es la religión y la piedad y
con ello te igualó a los ángeles ¿te abandonará tras de haber tú sufrido
infinitos trabajos y sudores? ¿Hay algo más ilógico? Si nosotros lo
calláramos, las piedras lo gritarían !tan claro, tan manifiesto es, mucho
más que los rayos del sol! Pensando estas cosas y estando firmísimos en
nuestro ánimo acerca de que tras del término de la vida tendremos que
presentarnos delante del terrible tribunal para dar cuenta de todo lo
nuestro y recibir el castigo y experimentar la divina venganza si
permanecemos en nuestros pecados, ó por el contrario, recibir el premio de
las coronas y bienes inefables, con tal de que durante este breve tiempo
tengamos temperancia, cerremos la boca de quienes se atreven a asegurar lo
contrario. Tomemos el camino de la verdad para que con la conveniente
confianza nos acerquemos al dicho tribunal y consigamos los bienes
prometidos, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea
la gloria y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XIV
Habiendo oído Jesús que Juan había sido preso, se retiró a Galilea (Mt 4,
12).
?POR QUÉ voluntariamente se retiró? Para ensenarnos que no nos pongamos
voluntariamente en la tentación, sino más bien la evitemos y pasemos de
largo. No es cosa culpable el no arrojarse al peligro, sino el no proceder
con fortaleza cuando somos puestos en la tentación. Queriendo, pues,
ensenarnos esto, cedió un poco a la envidia de los judíos y se retiró a
Cafarnaúm. Cumplía al mismo tiempo con una profecía; y parecía apresurarse a
coger en la pesca a los futuros doctores del universo, pues allá vivían y
allá ejercitaban su oficio de pescadores. Observa cómo, puesto que ha de ir
a los gentiles, toma siempre ocasión de los mismos judíos. En este caso, con
andar poniendo asechanzas al Precursor y con haberlo aherrojado en la
cárcel, lo obligan a retirarse a Galilea de los gentiles. No hace mención de
Judá ni nombra todas las tribus, sino que designa el sitio con estas
palabras: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar del otro
lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habita en las
tinieblas vio una gran luz. No se refiere aquí a las tinieblas sensibles
sino al error y a la impiedad. Por esto anadió: Y para los que habitan en la
región de sombras mortales, una luz se levantó . 50
Para que entendieras que no hablaba ni de la luz ni de las sombras que
perciben los sentidos, al hablar de la luz no la llamó simplemente luz, sino
luz grande: esa luz que en otro sitio es llamada luz verdadera. Y al
referirse a las tinieblas, las llamó sombra de muerte. Luego, para declarar
que los encontró cuando no lo buscaban, sino que Dios desde las alturas se
les apareció, dijo: Para ellos una luz se levantó. Quiere decir que la luz
de por sí se levantó y brilló y que no tomaron ellos la delantera para ir a
la luz. Antes de la venida de Cristo, la situación de los hombres se
encontraba en extremo perdida; pues no caminaban entre tinieblas, sino que
estaban sentados en las tinieblas, lo que era senal de que ni siquiera
esperaban que serían liberados. Estaban sentados en las tinieblas, a la
manera de quienes ni siquiera saben a dónde se han de dirigir; más aún, que
ni siquiera podían ponerse en pie. 51
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Arrepentíos, porque se
acerca el reino de Dios. Desde entonces: ¿pero ¿cuándo? Desde que Juan fue
echado a la cárcel. ¿Por qué no les predicó desde los comienzos? ¿Ni para
qué era necesario Juan, siendo así que las obras mismas daban testimonio de
Jesús? Para que también por aquí conozcas la dignidad de Jesús, quien a la
manera del Padre, tiene también profetas; como lo decía Zacarías: Y tú,
nino, serás llamado profeta del Altísimo. 52 Y también para quitar toda
ocasión a los impudentes judíos como él mismo lo dijo: Porque vino Juan que
no comía ni bebía y dicen: Está poseído del demonio. Vino el Hijo del Hombre
que come y bebe y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de los
publicanos y pecadores. Y la Sabiduría se justifica por sus obras. 53
Por otra parte, era necesario que lo tocante a El lo predicara otro antes
que El. Pues si tras de tantos y tan grandes argumentos, todavía decían: Tú
das testimonio de ti mismo y tu testimonio no es verdadero, 54?qué no
habrían dicho si no hubiera hablado primero Juan, sino que el mismo Jesús,
saliendo al público hubiera El el primero dado testimonio de sí mismo? Por
tal motivo, ni predicó antes de que lo hiciera Juan, ni hizo milagros hasta
que Juan fue encarcelado. Ademáscon el objeto de que la multitud no
sedividiera en bandos.
Tampoco Juan hizo ningún milagro para no acercar la multitud a sí, sino a
Jesús, cuando los milagros deéste atrajeran a las multitudes. Si tras de
todo lo sucedido, tanto antes como después de que Juan fuera echado !en la
cárcel, los discípulos de Juan parecían moverse de alguna envidia respecto
de Jesús; si muchos pensaban que no Jesús, sino Juan era el Cristo ¿qué no
hubiera sucedido, si nada de eso hubiera precedido? Tal es pues el motivo de
lo que dice Mateo, que Jesús comenzó a predicar al tiempo del
encarcelamiento de Juan. Y al principio ensenaba lo mismo que Juan había
ensenado, sin hablar de sí mismo en su predicación. Era conveniente que
entretanto, las turbas admitieran lo que predicaba, ya que aún no tenían
formada la debida opinión sobre la persona de Jesús.
Cuidó al principio de no decir cosa que les fuera pesada o molesta, como lo
hizo Juan; de manera que no les recordó el hacha, ni el árbol cortado, ni el
bieldo, ni la era o el fuego inextinguible; sino que comenzó por los bienes,
hablándoles de los cielos y del reino de allá preparado para los oyentes. Y
caminando junto al mar de Galilea, vio a des hermanos, Simón que se llamaba
Pedro y Andrés su hermano, los cuales echaban la red 1d mar, pues eran
pescadores; y lesdijo: Venid enpos de mí y os haré pescadores de hombres.
Ellos dejaron al instante las redes y lo siguieron. Juan dice que fueron
llamados de otro modo; de donde se sigue que esta fue una segunda vocación.
Y en otros muchos pasajes puede verse esto. Porque en Juan se dice que se
unieron a Jesús antes de que el Bautista fuera encarcelado; y aquí, que
después de que fue encarcelado. En Juan, Andrés buscó a Pedro; aquí, a ambos
los llama Jesús. Juan dice: Viendo Jesús a Simón que se acercaba, le dijo:
Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, que quieredecir
Pedro. En cambio Mateo afirma que ya se le había puesto este nombre, pues
dice: Viendo a Simón, al que se llamaba Pedro.
También hay diferencia en cuanto al sitio en donde fueron llamados, cosa que
se advierte también en otros pasajes. Mas, por lo dicho queda en clara y se
explica queal punto los dos hermanos fácilmente obedezcany todo lo
abandonen, pues ya estaban anteriormente instruidos. En Juan se presentan
como si Andrés fuera a la casa de Jesús y oyera ahí una larga instrucción;
acá, en cambio, apenas oída una palabra, al punto siguen al Senor. Es
verosímil que al principio lo siguieran pero que luego Jesús mismo los
despidiera. Y que, cuando vieron que el Bautista era encarcelado, ellos
mismos se apartaran y volvieran al lugar de su domicilio y a su oficio. Así
aconteció que ahora Jesús los encontrara mientras pescaban. Por su parte, El
ni cuando quisieron al principio separarse se lo prohibió, ni tampoco, una
vez que se separaron, del todo los abandonó; sino que, habiéndoles permitido
separarse, volvió El mismo a buscarlos; que es el mejor modo de pesca
apostólica.
Pondera su obediencia y su fe. Desde luego, en pleno ejercicio de la pesca
-y ya sabéis cuánto apasiona semejante ejercicio lo oyen que los llama; y no
lo dejan para después ni dudan, ni le dijeron: Regresaremos, a. la casa y lo
consultaremos con los parientes, sino que al punto lo siguen, como lo había
hecho Eliseo con Elías. Esta obediencia es la que Cristo nos pide y la busca
en nosotros, de manera que no la difiramos ni por un momento, ni aun cuando
alguno de nuestros más allegados quisiera obligarnos. Por esto, al que se le
acercó diciendo que le permitiera ir a enterrar a su padre, ni siquiera eso
le permitió, declarando de esta manera que la obligación de seguir a Cristo
debe anteponerse a todo lo demás.
Si objetares que al fin y al cabo la promesa que les hizo era grande, te
diré que precisamente eso es lo que más admira: que sin haber visto ningún
milagro hayan creído en la promesa y hayan .abandonado todo para seguir a
Cristo. Creyeron que podrían ellos pescar a otros por la sola palabra que a
Jesús habían oído y con que a ellos mismos los había pescado. Esto les
prometió a ellos. Pero a Santiago y a Juan ninguna promesa les hizo. Es que
con la obediencia de los otros preparó la de éstos. Por lo demás, ya habían
oído muchas: cosas acerca de él.
Observa además cuán exactamente nos indica su pobreza el evangelista. Dice
que los encontró remendando sus- redes. Tan grande necesidad padecían que
remendaban las redes viejas por no poder comprarlas nuevas. Ni es escasa
prueba de virtud el soportar la pobreza con tanta facilidad y lograr
mediante el justo trabajo el alimento, siempre unidos en caridad y
atendiendo a sus padres. Una vez que Jesús los hubo pescado, entonces
comenzó a hacer milagros delante de ellos, y por medio de los milagros
confirmaba lo que Juan había dicho de él. Frecuentaba las sinagogas,
demostrando así a los judíos que no era enemigo de Dios ni seductor, sino
que había venido al mundo de acuerdo con su Padre. Y mientras estuvo en
aquellos sitios, juntamente predicaba y obraba milagros.
Suele Dios obrar milagros cuando se trata de algo insólito y de un modo
nuevo de vivir, dando así con su poder pruebas en favor de quienes han de
recibir la nueva legislación. Procedió así cuando iba a crear al hombre.
Hizo todo lo que hay en el mundo y luego dio al hombre aquella ley del
paraíso. Y cuando iba a dar a Noé sus leyes, obró grandes maravillas, con
que restauró todas las criaturas y por un ano íntegro llevó a cabo aquel
horrendo abismo de aguas, a través del cual guardó incólume al justo Noé en
tan tremenda tempestad. También a Abraham le concedió muchas senales
milagrosas, como la victoria en la guerra, el castigo enviado al Faraón, el
salvarlo de los peligros. Cuando iba a imponer a los judíos la Ley Antigua
obró prodigios grandes y milagros, y luego les dio la Ley. Pues del mismo
modo ahora, debiendo instituir un excelso modo de vida y anunciar a las
turbas cosas jamás oídas, confirma su predicación mediante los milagros.
Puesto que el reino que se anunciaba no se veía, por medio de senales que
caían bajo los sentidos se les hizo manifiesto lo que estaba oculto.
Observa cuántos pormenores inútiles evita el evangelista, ni se pone a
enumerar uno por uno a todos los que fueron curados; sino que con breves
palabras pasa por todos los innumerables prodigios: Le traían a todos los
que padecían algún mal, a los atacados de diferentes enfermedades y dolores
y a los endemoniados, lunáticos, paralíticos, y los curaba. Pero aquí se
pregunta: ¿por qué a ninguno de los que curaba les exigía la fe? Porque no
les dijo lo que cuenta el evangelio que más tarde les decía: ¿creéis que
tengo poder para hacerlo? Pues fue porque aún no había demostrado en las
obras su poder. Por lo demás, por el hecho mismo de que se le acercaban y le
llevaban a otros, ya daban senales no pequenas de su fe. Desde lejos le
llevaban los enfermos; y no se los habrían llevado si no hubieran ya tenido
grande estima de él.
Sigámoslo también nosotros, pues estamos trabajados por muchas enfermedades
del alma y son éstas las que sobre todo anhela él curar. Cura las
enfermedades corporales para echar de nuestras almas esas otras.
Lleguémosnos a él y no le pidamos nada de los bienes seculares, sino el
perdón de los pecados; pues también ahora lo concede si con diligencia
procedemos. Su fama había volado hasta Siria entonces; ahora vuela por todo
el orbe. Aquéllos concurrían a él porque habían oído que arrojaba los
demonios; y tú, tras de experimentar en mayor grado su poder ¿no te
levantas, no corres a su encuentro? Aquéllos dejaron su patria, sus amigos y
parientes ¿y tú no quieres siquiera salir de tu casa para acercarte a él y
recibir dones mucho mayores?
Mas ni siquiera eso te pedimos. Solamente abandona tu mala costumbre y
permaneciendo en tu casa y con los tuyos, fácilmente conseguirás tu
salvación. Si padecemos una enfermedad corporal, todo lo hacemos, todo lo
removemos para quedar libres de semejante molestia; y en cambio tenemos
enferma el alma y andamos con desidia y rehusamos aplicar los medios. De
aquí proviene que nunca nos libramos, porque despreciamos lo que es
necesario y creemos necesario lo que es de menor importancia: dejamos
intacta la fuente de nuestros males y andamos queriendo secar los arroyos
que de ella dimanan. Y que la perversidad del alma sea la causa de las
enfermedades corporales lo han demostrado el paralítico de treinta y ocho
anos y el otro que fue descolgado por el techo; y antes que ellos, Caín. Y
en muchos otros casos puede cualquier constatarlo.
Suprimamos la fuente de los males y al punto se secarán los ríos de las
enfermedades. Enfermedad es no la parálisis solamente, sino también el
pecado: más aún, éste es peor que aquélla, tanto más cuanto el alma es mejor
que el cuerpo. !Ea, pues! Acerquémosnos también ahora nosotros a Jesús;
roguémosle que frene nuestra alma, que descuidadamente procede; y haciendo a
un lado todos los intereses del siglo, cuidemos únicamente de lo espiritual.
Si esto consigues, luego podrás atender a aquéllos. No te desentiendas por
el hecho de que no te dueles cuando pecas,-sino más bien duélete de eso
mismo sobre todo: de que no tienes dolor de tus pecados. Eso te sucede, no
porque el pecado no muerda, sino porque acostumbrada el alma al pecado, ha
perdido la sensibilidad del mal. Piensa cómo aquellos que sí sienten sus
pecados, lloran más amargamente que si se les destrozara o quemara; y cómo
gimen y sufren y sollozan, con el objeto de deponer sumalla conciencia: nada
de esto harían si no se dolieran grandemente de sus pecados.
Cierto que seria mejor nunca pecar; pero tras el pecado sólo queda dolerse y
enmendarse. Pero si no tenemos ese dolor y deseo de la enmienda ¿cómo
pediremos a Dios perdón de pecados a los que no damos ninguna importancia?
Si tú que pecaste no quieres ni siquiera saber que pecaste ¿suplicarás a
Dios el perdón de faltas de que no te das cuenta que cometiste? ¿Cómo
apreciarás entonces la grandeza del don? Confiesa abiertamente tus pecados
para que caigas en la cuenta de qué es lo que se te perdona y para que
puedas así agradecer el beneficio. Cuando ofendes a un hombre, echas de por
medio amigos, vecinos, porteros, gastas dineros y empleas días y días
buscándolo, visitándolo, suplicándole; y aunque una y dos e infinitas veces
te rechace el ofendido, no te desanimas sino que más bien se acrece tu
solicitud y anades más ruegos. Y en cambio, cuando está ofendido el Dios de
todo el universo ¿dudamos, descuidamos, nos damos a deliberar y a
embriagarnos y procedemos en todo como si nada pasara? Pero por semejante
camino ¿cuándo lo aplacaremos? ¿Acaso no lo irritamos más aún?
Porque el no dolernos de nuestros pecados es cosa que más lo provoca a ira
que el mismo pecado. Convendría que nos ocultáramos bajo tierra y no
viéramos el sol ni respiráramos, pues teniendo un Dios tan fácil para
aplacarse, lo irritamos y tras de irritarlo no hacemos penitencia. Aunque es
verdad que él, aun irritado, no nos aborrece ni se aleja de nosotros; sino
que únicamente se aíra, con el objeto de ver si así nos atrae. Si tras de
haberlo ofendido tú él continuara sin más en hacerte beneficios, lo
despreciarías más aún. Y para que esto no suceda, aparta su rostro por algún
tiempo, con el objeto de tenerte siempre consigo. Confiemos, pues, en su
bondad; y cuidemos solícitamente de hacer penitencia, antes de que llegue el
día en que ya la penitencia de nada nos aproveche.
Porque ahora todo está en nuestras manos; pero en aquel día sólo él será
Senor así del juicio como de la sentencia. Lleguémosnos a él con alabanzas,
aclamémoslo con cánticos. 55 Lloremos, gimamos. Si lográremos aplacar al
juez antes del día aquel preestablecido y que nos -perdone nuestros pecados,
ya no necesitaremos de quien nos introduzca: a su presencia. Pero si por el
contrario no lo logramos, nos juzgará delante de todo el universo y no nos
quedará esperanza de perdón. Ninguno de los que acá no borran sus pecados
podrá huir del merecido castigo cuando el juez se presente; sino que a la
manera de los que acá sacan de la cárcel cargados de cadenas para
presentarlos ante nuestros tribunales, del mismo modo las almas todas, al
salir de aquí, cenidas con las cadenas de sus pecados, serán llevadas ante
el tremendo tribunal.
En realidad esta vida en nada es mejor que una cárcel. Así como cuando
entramos en una cárcel a todos los vemos cenidos de cadenas, así acá, si
quitamos esas apariencia exteriores y penetramos en la vida de cada cual,
veremos sus almas cenidas con ataduras más resistentes que el hierro; en
especial si entramos en las de los ricos. Cuanto de mayores riquezas los
vieres rodeados, sabe que con tanto mayores cadenas se encuentran atados.
Pues bien: así como cuando ves a un hombre atado por las manos y los lomos y
aun con férreos grilletes en los pies y gruesas cadenas, te compadeces de él
sobremanera, así cuando veas a un rico rodeado de miles de cosas, no lo
creas rico, sino tenlo por eso mismo como miserable. Atado con tales
cadenas, tiene además un guarda y carcelero, que es la perversa codicia de
las riquezas. Esta no le permite salir de la cárcel, sino que le pone
infinitos grilletes, custodios, puertas y traviesas; y aherrojándolo en el
fondo de la prisión, lo persuade que se deleite con semejantes cadenas, de
manera que ni siquiera queda la esperanza de poder salir de los males que lo
amenazan.
Si con el pensamiento penetraras a lo íntimo de su alma, no sólo la
encontrarías atada con cadenas, sino además escuálida, hedionda, cargada de
grillos. Pues en nada son mejores que los grillos esos deleites voluptuosos,
sino al revés son más horribles y destruyen juntamente con el alma, también
el cuerpo; y a ambos les infligen infinitas heridas y les causan mil
enfermedades. Por todo esto, roguemos al Redentor de nuestras almas que
rompa nuestras cadenas y aparte de nosotros ese cruel carcelero; de manera
que libres del peso de las férreas cadenas, ponga en nosotros pensamientos
elevados y más ligeros que si estuvieran dotados de alas. Pero al mismo
tiempo que le suplicamos, pongamos de nuestra parte lo que nos toca, como es
la solicitud, el aliento, la presteza. Podremos así en breve tiempo quedar
libres de los males que se han apoderado de nosotros y conocer nuestro
prístino estado y adquirir la conveniente libertad. Ojalá que todos la
consigamos por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea
la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XV
Viendo Jesús la muchedumbre, subió a un monte; y cuando se hubo sentado, se
acercaron los discípulos; y abriendo él su boca, los ensenaba diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos (Mt 5, 1-3).
OBSERVA cuán ajeno está Jesús del fausto y de la ambición. No llevaba las
turbas consigo a donde iba; sino que cuando había de curar las enfermedades,
iba él por todas partes visitando los sitios y las ciudades. Y una vez que
se juntaron las turbas, él tomó asiento en el campo; y no en la ciudad ni en
la mitad de las plazas, sino en un sitio solitario, en un monte. Nos ensena
así que nada debe hacerse por vana ostentación, y que es conveniente
apartarse de los tumultos, sobre todo cuando se necesita meditar y se ha de
discurrir sobre las cosas que más nos importan.
Y una vez que subió al monte y se asentó, se le acercaron los discípulos. ¿Observas cómo han adelantado en la virtud y se han mejorado tan de repente?
Muchos habían presenciado los milagros, pero ellos querían oír enseñanzas
más altas y profundas. Esto mismo acució al Maestro para hablar, e hizo que
diera principio a estos discursos. Porque no únicamente curaba los cuerpos,
sino que enmendaba las almas y de nuevo del cuidado de éstas tomaba a
ocuparse de aquéllos. Variaba así las ocupaciones útiles y mezclaba las
pruebas por los hechos con las palabras de su ensenanza. Cerraba además la
boca de los herejes impudentes, al cuidar de ambas sustancias, corpórea y
espiritual. Así demostraba ser el Creador del, viviente integro. 56 Por esto
cuidaba de ambas sustancias, ya de una ya de otra, sanándolas.
En este pasaje del evangelio, hacía ambas cosas a la vez, pues dice el
evangelista que abriendo él su boca los ensenaba.?Por qué motivo anadió eso
de: abriendo él su boca? Para que sepas que aun callando ensenaba, y no
solamente cuando hablaba; sino que unas veces abría su boca? otras emitía su
voz mediante las obras. Y cuando oyes decir: los ensenaba, no pienses que se
dirigía a solo los discípulos, sino, a través de ellos, a todo el universo.
Y por ser la turba del pueblo, más aún de los que son más bajos y humildes,
57 reúne delante de sí al grupo de los discípulos y a ellos dirige las
palabras; pero de tal manera temperándolas, que no molestaran con la
doctrina a todos los demás, pues entre ellos los había en absoluto rudos.
Así lo da a entender Lucas al decir que a ellos dirigía el discurso. Y lo
mismo se ve por Mateo cuando afirma: se le acercaron los discípulos y los
ensenaba. De este modo los demás estarían más atentos, que no si se
dirigiera a todos. Y ¿por dónde comienza y qué fundamentos pone de la nueva
forma de vivir? Escuchemos con diligencia lo que se dice; porque se dijo
para ellos, pero se escribió para todos los que habían de venir. Al
pronunciar su discurso hablaba a sus discípulos; pero no restringe a sólo
ellos su ensenanza, sino que dicta todas las bienaventuranzas sin
determinación de tiempos ni personas. No dijo: Bienaventurados sois vosotros
si fuereis pobres. Sino: Bienaventurados los pobres. Sin embargo, aunque lo
hubiera dicho en particular para ellos, su consejo es común a todos.
Del mismo modo, cuando dijo: Yo estaré con vosotros siempre hasta la
consumación del mundo, 58 no hablaba para solos los discípulos, sino a
través de ellos a todo el orbe. Y cuando los llama bienaventurados si
padecen persecución y son echados de las ciudades y sufren intolerables
penas, teje las coronas no sólo para ellos, sino para todos los que tales
cosas soportaren con fortaleza. Por lo demás para que esto quede más claro y
veas que lo dicho es cosa que va también contigo, y con todo el género
humano, si es que quiere caer en la cuenta, escucha cómo empieza este
admirable discurso: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos
es el reino de los cielos.?Quiénes son los pobres de espíritu? Los humildes
y contritos de corazón. Porque aquí por espíritu se entiende el alma y el
propósito de la voluntad. Muchos hay que son humildes, pero no
voluntariamente, sino obligados por las circunstancias. Pero, dejando esto a
un lado -pues tal humildad ninguna alabanza merece- llama bienaventurados en
primer lugar a quienes voluntariamente se humillan y abajan. Mas ¿por qué no
dijo humildes, sino oprimidos por el temor? Porque esto segundo es más
excelente. Se refiere aquí a los que guardan con santo temor los preceptos
de Dios y lo temen, a los cuales, dice por Isaías, los tiene como muy
aceptos: Mis miradas se posan sobre los humildes y sobre los de corazón
contrito. 59
Muchos modos hay de humildad: los hay moderadamente humildes y los hay
sobremanera humildes. El bienaventurado profeta alaba la humildad, no
refiriéndose simplemente a un ánimo abatido, sino herido de contrición. Pues
dice: El sacrificio grato a Dios es un corazón contrito y humillado. 60 Y
esto mismo ofrecen a Dios los tres jóvenes del horno babilónico, como
excelente sacrificio, y dicen: Pero con el alma contrita y el espíritu
humillado hallemos acogida. 61 Pues bien: a esta clase de humildad es a la
que ahora Cristo llama bienaventurada. Y fue porque los males más grandes
que destruyen al mundo brotaron de la soberbia. Y el demonio mismo -que no
lo era antes- por ese camino acabó en demonio, como lo dijo Pablo: Para que
no por soberbio caiga en el juicio en que incurrió el diablo. 62 Y el primer
hombre, ensoberbecido con la esperanza de ser Dios, persuadido del demonio,
cayó y fue hecho mortal: esperando ser como Dios, perdió lo que poseía.
Dios, echándoselo en cara y dejando ver la soberbia de Adán, decía: He aquí
que Adán se ha hecho como uno de nosotros. 63 Y todos los que luego
vinieron, por la misma vía fueron a parar en la impiedad, imaginándose
dioses.
Siendo pues la soberbia acrópolis, raíz y fuente de toda perversidad, Cristo
preparó un remedio conveniente a semejante enfermedad al poner esta primera
ley, a la manera de un cimiento fuerte y seguro. Puesto éste, ya el
arquitecto puede construir encima con toda seguridad; quitado éste, aun
cuando alguno lleve una vida del todo celestial, todo fácilmente se
desmorona y acaba en pésima ruina. Cualquier tesoro que hayas amontonado en
ayunos, oraciones, limosnas, castidad y cualquiera otra virtud, sin humildad
todo se deshace, todo perece. Así le aconteció al fariseo aquel. Había
llegado a la cima de las observancias judías; pero no poseía la virtud madre
de todos los bienes; y así perdió todo y quedó abatido y arruinado.
Así como la soberbia es madre de toda perversidad, así la humildad es el
principio de toda virtud. Por tal motivo Cristo por aquí empieza, arrancando
de raíz la soberbia en el ánimo de los oyentes. Preguntarás: ¿qué tenía que
ver esto con los discípulos? Ellos todos eran humildes. Por cierto que
ninguna oportunidad tenían para la soberbia, siendo pescadores, pobres,
oscuros y sin letras. Pero, aun cuando aquellas cosas no tocaran a los
discípulos, podían en verdad tocar a quienes se hallaban presentes y también
a los que luego los habían de acoger, para que no los fueran a desechar por
ser humildes. Pero incluso a los discípulos alcanzaba este discurso. Pues
aun cuando no entonces pero sí más tarde iban a necesitar de tan útil
prevención: es a saber, después de los milagros que obraran y el gran honor
que tuvieran entre los hombres y la gran entrada con Dios. Pues ni las
riquezas, ni el poder, ni la dignidad misma real podrían llevar a nadie a la
soberbia tanto como los dones que luego los apóstoles tendrían.
Más aún: incluso les podría suceder que, aun antes de hacer milagros, les
entrara la soberbia, al contemplar las multitudes tan grandes y todo aquel
conjunto que rodeaba al Señor: esto podía sucederles como hombres que eran.
Por esto el ' Maestro, ya desde el principio los reprime para que no se
levanten en soberbia. Y no pronuncia sus sentencias con el tono de
admonición o de preceptos, sino que, tras de proponer la forma de la
bienaventuranza, al punto empieza otro discurso más agradable y ensancha los
límites y abre para todos el estadio en donde practicar su doctrina. Porque
no decía éste o aquél, sino quienesquiera que esto hagan serán
bienaventurados. De manera que aun cuando sea siervo o mendigo, pobre o
peregrino o sin letras, nada te impide ser bienaventurado si cultivas esta
virtud de la humildad.
Habiendo, pues, dado ya principio por donde más convenía, procede a otro
mandato que parece contradecir a lo que todo el orbe piensa. Juzgan todos
que quienes gozan y se alegran son felices; y que quienes viven en tristeza,
pobreza y. luto son miserables. Pues bien, Cristo a éstos los llama
bienaventurados y no a aquellos otros. Porque dice: Bienaventurados los que
lloran. El mundo a éstos los llama infelices. Pero precisamente por éstos
hizo milagros Jesús; para que luego, al establecer semejantes leyes, se le
diera crédito. Pero no simplemente dijo: los que lloran, sino que significó
a los que lloran sus pecados. De manera que hay otro género de llanto que
incluso se prohíbe, como sería el llorar por las pérdidas de las cosas
seculares. Esto significó Pablo al decir: Pues la tristeza según Dios es
causa de penitencia saludable, de que jamás hay que arrepentirse; mientras
que la tristeza según el mundo lleva a la muerte. 64
A quienes así lloran Jesús los llama bienaventurados; pero no habla
simplemente de los que lloran, sino de los que profundamente lloran. Por
esto no dijo: los que están tristes, sino los que lloran. Semejante precepto
es a su vez nuevamente maestro de toda virtud. Si quienes lloran la muerte
de sus hijos, sus esposas o cualquiera otro de sus parientes, al tiempo de
su duelo no sienten anhelos de riquezas ni de placeres, ni desean glorias ni
se conmueven por las injurias ni se apodera de ellos la envidia ni otra
alguna semejante enfermedad espiritual, sino que totalmente se entregan al
luto, mucho más sucederá lo mismo con quienes lloran sus pecados, tal como
deben llorarse, y demostrarán una virtud muy más acendrada que ésa.
Y ¿cuál será su premio? Porque ellos serán consolados, dice. Es decir, en
este mundo y en el otro. Por este precepto, en demasía molesto y pesado,
prometió Jesús dar aquello que sobre todo podía hacerlo ligero. Si pues
quieres consolación, llora. Ni vayas a pensar que lo dicho es un enigma.
Porque cuando Dios consuela, aunque se amontonen las tristezas, tú serás
superior a ellas. Dios siempre excede en las mercedes a los trabajos, como
lo hizo aquí mismo cuando dijo que serán bienaventurados los que lloran;
porque lo serán no según lo que merecían, sino según la medida de la
benignidad de Dios. Es decir, no según lo pidan las obras de ellos, sino
según el amor de Dios para con los hombres. Los que lloran, lloran sus
pecados; y les basta con alcanzar el perdón y venia de éstos. Pero como Dios
ama tanto al hombre, no limita su. premio a perdonar el castigo ni a borrar
los pecados, sino que además a los que lloran, los hace bienaventurados y
les anade grandes consuelos. Y nos manda llorar no únicamente nuestros
pecados, sino también los ajenos. Así lo hacían Moisés y Pablo y David:
todos éstos muchas veces lloraron los pecados ajenos.
Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.?Dime, qué
tierra? Responden: una tierra espiritual. Pero no es así. Porque en la
Escritura, en parte alguna encontramos tierra espiritual. Pero en fin ¿qué
significa eso? Promete Jesús un premio sensible, lo mismo que Pablo. Porque
éste, habiendo dicho: Honra a tu padre y a tu madre, anadió y tendrás larga
vida sobre la tierra. 65 Y el Señor mismo dijo al ladrón: Hoy estarás
conmigo en el paraíso. 66 De modo que exhorta no sólo ofreciendo los bienes
futuros, sino además los presentes; y fue por causa del auditorio que era
más rudo y antes buscaba los bienes presentes que los futuros. Por tal
motivo más adelante dice: Muéstrate conciliador con tu adversario; y pone
luego el premio: no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil. 67 ¿Observas cómo lo aterrorizó? Con las cosas ordinarias y sensibles. Y
también dice: Quienquiera que diga a su hermano Raca, será reo ante el
Sanedrín.
Por su parte Pablo con mucha frecuencia propone premios de cosas sensibles y
exhorta a la virtud valiéndose de las cosas presentes. Así cuando habla
sobre la virginidad, no alude para nada al cielo, sino que exhorta a ella
por los bienes presentes, como cuando dice: Por la instante necesidad. 68 Y
también: quisiera yo ahorraros la tribulación de la carne. Y luego: Yo os
quiero libres de cuidados. De este modo Cristo mezcló lo espiritual con lo
sensible. Y puesto que alguno creería, si se da a la mansedumbre, que
perdería todo lo suyo, Cristo le promete lo contrario, afirmando que
precisamente ese tal es quien más seguras posee todas sus cosas, o sea quien
no es atrevido ni hace ostentación de sí mismo. En cambio, quien tenga esos
vicios, con frecuencia perderá incluso sus bienes paternos y además el alma.
Y como ya el profeta había dicho: Los mansos heredarán la tierra, 69 tejió
Jesús su discurso con las mismas familiares palabras, para no estar a la
continua usando palabras no familiares.
Sin embargo, no habla circunscribiendo el premio a las cosas presentes, sino
dando así las unas como las otras. Pues aun hablando de las cosas
espirituales, no omite las temporales y presentes; y si promete algo para la
vida presente, no se limita a esto. Así dice: Buscad el reino de Dios y todo
lo demás se os dará por añadidura. 70 Y también: Y todo el que dejare
hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi
nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna. 71
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.?De qué justicia se
trata? Indica o bien la justicia en general que abarca todas las virtudes, o
bien la otra especial que se opone a la avaricia. Habiendo de poner luego el
precepto de la limosna, ensena aquí cómo conviene ejercitarla. Es decir que
esto no provenga de la, rapina ni de la avaricia, pues quien así la ejercite
jamás será bienaventurado. Por mi parte quiero que te fijes en la gran
vehemencia con que se expresa. Porque no dijo: Bienaventurados los que
siguen la justicia, sino: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la
justicia; de manera que la busquemos no con ligereza de ánimo, sino con todo
anhelo. Siendo lo más propio de la avaricia que deseemos p9seer y adquirir
bienes y esto con mayor ansia que el comer y beber, quiso Cristo volver
semejante anhelo hacia la virtud contraria de la avaricia. Enseguida le
señaló el premio sensible diciendo: Porque ellos serán hartos. Puesto que es
opinión común que la avaricia enriquece a muchos, Cristo asegura lo
contrario, puesto que es la justicia la que enriquece.
Si obras la justicia, no temas la pobreza ni el hambre. Quienes más que
todos caen en la miseria, son los que arrebatan le ajeno; así como los que
aman la justicia todo lo poseen con seguridad. Y si quienes no anhelan lo
ajeno gozan de tan grandes riquezas, mucho más gozarán los que dan de lo
suyo.
Bienaventurados los misericordiosos. Me parece que aquí habla no solamente
de los que dan de lo suyo, sino que además se ejercitan en obras de
misericordia. Hay diversos modos de ser misericordioso y el precepto queda
puesto. ¿Cuál es el premio para éstos? Porque ellos alcanzarán misericordia.
Parece a primera vista que el pago se les hace por igual, pero en realidad
es superior a la buena obra; puesto que ellos son misericordiosos con los
hombres, pero en premio alcanzan misericordia del Dios y Senor de todos. Y
es claro que no son iguales la misericordia humana y la divina; sino que
cuanta diferencia hay de la malicia a la bondad, tanto así se diferencian
entre sí aquéllas.
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. De nuevo
se propone un premio espiritual. Llama aquí limpios de corazón a quienes han
alcanzado todas las virtudes y no tienen conciencia de pecado; o también a
quienes viven -en continencia, puesto que para ver a Dios nada nos es tan
necesario como esta virtud. Por esto decía Pablo: Procurad la paz con todos
y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios 72 Desde luego habla Cristo de
la visión que al hombre le es posible. Muchos hay compasivos y que no roban
ni se dan a la avaricia, pero son fornicarios y se entregan a los placeres.
Pues para mostrar que no basta con lo anterior anade ahora esto otro. Es lo
que Pablo testificó de los macedonios en su carta a los de Corinto, diciendo
que no sólo eran generosos en hacer limosnas, sino muy cumplidos en el
ejercicio de las demás virtudes. Pues habiendo asegurado que eran liberales
en dar de sus dineros, añadió que además se habían entregado al Señor y a
nosotros. 73
Bienaventurados los pacíficos. Prohíbe con esto Cristo no sólo las mutuas
discusiones y enemistades, sino que exige algo más, es a saber: que
traigamos a concordia a los que andan enemistados. Y nuevamente ofrece un
premio espiritual. ¿Qué premio? Que serán llamados hijos de Dios, puesto que
la obra del Hijo Unigénito fue precisamente unir lo separado y juntar y
concordar lo discorde y opuesto. Pero para que, no vayas a pensar que la paz
es en todo caso un bien, anadió enseguida: bienaventurados los que padecen
persecución por la justicia; es decir por motivo de la virtud, o en defensa
de otros o por la piedad. Porque por justicia con frecuencia entiende Cristo
toda santidad, toda virtud.
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan de
vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos. Como si dijera:
felices sois si os llaman charlatanes, seductores, maléficos o con cualquier
otro epíteto denigrante. Pero ¿qué cosa había más desacostumbrada que
semejantes preceptos, cuando afirma Jesús que deben desearse tales cosas que
todo el mundo piensa que deben huirse? Por ejemplo, el mendigar, el llorar,
el padecer persecución, el oír que se hable mal de nosotros. Y sin embargo,
lo dijo y lo persuadió; y no a dos, ni a diez, ni a veinte, ni a cien, ni a
mil hombres, sino a todo el universo. Y las turbas quedaban admiradas y con
estupor cuando oían tales preceptos, según el mundo, duros, molestos,
contrarios a todo lo acostumbrado: !tan grande era la virtud del que
hablaba!
Por lo demás, no pienses que el solo oír que dicen de nosotros mal es
suficiente para ser bienaventurados. Por lo cual añadió Cristo dos
condiciones: cuando las habladurías fueren o por odio a él, o por mentira.
Si estas condiciones no se cumplen, quien oye de sí males no sólo no es
bienaventurado, sino miserable. Y luego viene el premio: Porque grande será
en los cielos vuestra recompensa. Ni vayas a decaer de ánimo porque no se
mencione el reino de los cielos en cada una de las bienaventuranzas; pues
aun cuando ponga Cristo diversos nombres a los premios, sin embargo en todos
incluye el reino. Así, cuando dice que los que lloran serán consolados y los
compasivos alcanzarán misericordia y los limpios de corazón verán a Dios y
los pacíficos serán llamados hijos de Dios, con todas esas promesas no está
indicando otra cosa que el reino de los cielos; pues quienes las disfrutan,
sin duda obtendrán dicho reino. De manera que no pienses que el premio aquel
pertenece únicamente a los pobres de espíritu, sino también a los que han
hambre y sed de justicia y a los mansos y a todos los demás. Y por eso en
cada caso habló de bienaventuranza, para que no esperaras sólo algo
sensible. No puede ser bienaventurado quien recibe coronas que con la
presente vida se deshacen y pasan más veloces que la sombra.
Y tras de haber dicho: Grande será vuestra recompensa, añadió otro consuelo
con estas palabras: Pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de
vosotros. Como el reino había de venir y en esperanza estaba ya destinado,
los consuela con la compañía de quienes, antes que ellos, ya habían pasado
por el sufrimiento. Como si dijera: no penséis que tales cosas sufrís porque
habláis y ordenáis cosas contrarias a la Ley; ni que os echarán de las
ciudades como maestros de nuevas doctrinas; porque las asechanzas y peligros
brotarán no por lo malo de lo que digáis, sino por la perversidad de los que
os escuchan. Os maldecirán, pues, no porque obráis mal, sino porque ellos
obran mal.
Todo el tiempo pasado testifica esto. Porque aquéllos no acusaban a los
profetas de perversos o de que predicaran mala doctrina cuando a unos los
lapidaban, a otros los desterraban, a otros los colmaban de males. Así que
no os perturbéis por eso. Con la misma disposición de ánimo también harán
ahora lo mismo. ¿Adviertes cómo excita sus almas acercándolas a Moisés y a
Elías? Escribiendo a los tesalonicenses, Pablo dice: Hermanos: os habéis
hecho imitadores de las iglesias de Dios que están en Judea, pues habéis
padecido de vuestros conciudadanos lo mismo que ellos de los judíos, de
aquellos que dieron muerte al Senor Jesús y a los profetas y a nosotros nos
persiguen, y que no agradan a Dios y están contra todos los hombres. 74 Que
es lo mismo que aquí Cristo propuso.
En otras bienaventuranzas decía: Bienaventurados los mansos, Bienaventurados
los misericordiosos. Pero ahora ya no habla al concurso indefinido de
oyentes, sino que se vuelve hacia los apóstoles con su discurso y les dice:
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan
algo contra vosotros. Declara aquí que esto será lo que mejor deberán
escoger; y que, antes que otras cosas, esto es lo propio que sufran los
maestros y doctores. Al mismo tiempo deja ver su propia dignidad y el honor
que tiene igual al Padre. Porque es como si dijera: así como aquéllos por la
honra del Padre tales cosas padecieron, así vosotros las padeceréis por mí.
Y cuando dice Los profetas que hubo antes de vosotros, manifiesta que ya los
apóstoles han sido hechos profetas.
Y declarando que eso sería para ellos lo más útil y que los tornaría
ilustres, no dijo: os maldecirán y os perseguirán, pero yo lo impediré,
porque quiere que tengan su seguridad no en que no oirán mal alguno de sí
mismos, sino en que, oyendo decir mal de ellos, lo lleven con fortaleza y lo
redarguyan con sus obras. Porque esto segundo es mucho más excelente que lo
primero; así como es mucho más ser golpeado y no padecer nada el golpeado,
que simplemente no ser golpeado. Y les dijo: Grande será en los cielos
vuestra recompensa. Lucas refiere que les dijo esto mismo, pero con mayor
solemnidad y añadiendo mayores consuelos. Porque no solamente llama
bienaventurados a quienes oyen mal de sí mismos por causa de Dios, sino que
por otra parte llama míseros a los que de todos son alabados. Pues
exclama:!Ay de vosotros cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros!
75
Es cierto que la gente bendecía a los apóstoles, pero no toda. Por lo cual
Cristo no dijo: cuando algunos hombres os alaban, sino cuando todos los
hombres. Porque es imposible que quienes cultivan la virtud sean alabados de
todos. Y anade: cuando proscriban vuestro nombre como malo, alegraos y
regocijaos. .Decreta grandes premios no sólo para los peligros que
sufrirían, sino también para las maldiciones que oirían. Por esto no dijo
cuando os destierren y os maten sino cuando os insulten y persigan y digan
de vosotros todo mal. En realidad el que se diga mal de nosotros, nos hiere
más que las mismas obras de persecución. Al fin y al cabo en los peligros
muchas cosas hay que los tornan leves, por ejemplo cuando todos nos
alientan, cuando muchos nos aplauden, nos coronan, nos alaban. Semejante
consuelo desaparece cuando hablan mal de nosotros. Soportarlo no parece
hazaña tan notable, aunque en realidad esto punza más al atleta que los
mismos peligros.
Por cierto, muchos no pudiendo soportar la mala fama, han recurrido al lazo
corredizo. Pero ¿por qué te has de admirar de esto en otros, cuando a aquel
traidor impudente y desvergonzado y execrable fue esto lo que más lo
precipitó al suicidio y a ahorcarse? Por su parte, Job, que era un diamante
en la virtud, y estaba más firme que una roca cuando perdió sus riquezas y
sufrió lo intolerable, privado repentinamente de sus hijos, con el cuerpo
hirviendo en gusanos y apartándolo de sí su misma esposa, sólo cuando vio
que sus amigos lo insultaban e injuriaban y tenían de él mala estima y
afirmaban que a causa de su pecado sufría lo que estaba padeciendo, acabó
por turbarse: !él, varón fuerte y eximio!
Por su parte David, haciendo caso omiso de cuanto padecía, por sola la
maldición aquella pidió premio y dijo: Dejadlo maldecir pues se lo ha
mandado Dios. Quizá Dios mirará mi aflicción y me pagará con favores las
maldiciones de hoy. 76 Pablo por su parte ensalza no únicamente a los que
sufren peligros y a los despojados de sus bienes, sino también a quienes
aguantan y soportan las maldiciones. Dice: Recordad los días pasados, en los
cuales, después de iluminados, soportasteis una grave lucha de
padecimientos: de una parte fuisteis dados en espectáculo a las públicas
afrentas y persecuciones; de otra, os habéis hecho partícipes de los que así
están. 77 Por tal motivo fue grande el premio que senaló Cristo. Y para que
no diga alguno: ¿de manera que aquí no permites venganza ni cierras la boca
de los maldicientes, sino que todo lo reservas para la otra vida?, hizo
memoria de los profetas, haciendo ver que tampoco a ellos los vengó Dios.
Pues si entonces, cuando la venganza estaba a la mano, los alentaba con la
esperanza de lo futuro, mucho más lo hará ahora que toda la doctrina ha
recibido mayor luz y hay más fortaleza para la virtud.
Advierte además cómo este mandato viene finalmente tras de tantos otros.
Porque no lo hizo Cristo por alguna casualidad, sino para manifestarnos que
quien no esté preparado y prevenido para todo eso, no puede salir a
semejantes batallas. De manera que cada mandato iba preparando elcamino para
el siguiente; y así tejió para nosotros una cadena de oro. En cuantoalguno
es humilde, sin duda llorará sus pecados; el que los llore, será manso,
modesto, misericordioso. El que es misericordioso será justo, contrito,
limpio de corazón. Y quien tal sea, indudablemente será hombre pacífico.
Finalmente, quien haya conquistado ese cúmulo de virtudes, se encontrará
preparado para sobrellevar los peligros y no se turbará al oír que hablan
mal de él, ni aun cuando sufra males infinitos.
Una vez que los ha exhortado a todo lo que convenía, de nuevo los alaba y
consuela. Porque los nuevos mandatos eran sublimes y mucho más perfectos que
los de la Antigua Ley, para que no se turbaran y temblaran y fueran a decir:
¿cómo podemos cumplirlos? oye lo que les dice: Vosotros sois la sal de la
tierra, con lo que les manifiesta la necesidad en que estaba de darles
semejantes mandatos. Como si les dijera: estos mandatos se os dan no
únicamente en vista de vuestra vida, sino de la salud del orbe entero. Yo no
os envío a dos, a diez, a veinte ciudades; ni os envío a una sola nación,
como lo hice antiguamente con los profetas, sino a todas las tierras y mares
y al orbe entero, y por cierto muy maleado.
Porque al decirles: Vosotros sois la sal de la tierra, manifestó que la
naturaleza íntegra del hombre estaba manchada y corrompida por el pecado.
Por tal motivo exige de ellos en especial aquellas virtudes que son más
necesarias y útiles para cuidar de las multitudes. Quien es limpio de
corazón, pacífico, impulsado por la verdad, encamina toda su vida al bien de
la humanidad. No vayáis a pensar -como si les dijera- que son cosas de poco
más o menos esas a que os envío y que vais a certámenes vulgares, pues sois
sal de la tierra.
Entonces ¿ellos volvieron a su prístino estado lo que ya estaba corrompido?
De ninguna manera. Porque a lo que ya está corrompido, de nada le sirve la
mezcla de la sal, ni lo restaura. No fue eso lo que hicieron los apóstoles.
Sino que aquellas cosas que habían sido renovadas, se les entregaron para
que las conservaran libres del mal olor, y en la renovación que Cristo a
ellas les dio, mediante la sal. Librar de la corrupción del pecado fue obra
de la virtud de Cristo; pero el no retornar a la corrupción, esto era lo que
necesitaba de la diligencia y trabajo de los discípulos.
?Adviertes cómo poco a poco va demostrando que ellos son superiores a los
profetas? No dice que sean maestros de Palestina, sino de todo el orbe de la
tierra; y nolos llama simplemente doctores, sino doctores venerandos. Porque
es cosa de admiración que se hicieran amables a todos, no adulando, no
acariciando falsamente, sino procediendo con severidad y autoridad, a la
manera de la sal. Como si les dijera: no os admiréis ya de que, dejando a un
lado a los otros, me dirija ahora a vosotros y os empuje a tan graves
peligros. Considerad que os voy a enviar a infinitas y grandes ciudades y
pueblos y naciones. Y anhelo que no sólo vosotros procedáis con prudencia,
sino que hagáis prudentes a otros. Pero los que son prudentes conviene que
sean muy sagaces, pues por sus procederes puede peligrar la salvación de los
demás; y conviene que tengan tanto caudal de virtud que puedan incluso
compartir con otros para utilidad de ellos. Porque si tales no fuereis, ni
siquiera podréis valeros vos-, otros mismos.
Por tal motivo, no os cause molestia lo que os digo. Otros infatuados podrán
rechazar vuestros ministerios. Pero si vosotros caéis en ese vicio,
arrastraréis a otros a la ruina. Así, pues, cuan: te son más importantes los
negocios que se os encargan, tenéis necesidad de mayores cuidados. Por esto
dice Cristo: Si la sal se desvirtúa ¿con qué se salará? Para nada aprovecha
ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres. Otros, así caigan
infinitas veces, pueden obtener perdón; pero si el maestro cae, no tiene
defensa y se le aplicará el extremo castigo.
Y para que no teman lanzarse a la empresa, oyendo aquella de: cuando os
injurien e insulten y digan todo mal de vosotros, anade como quien dice: si
no estáis preparados para pasar por todo esto, en vano habéis sido elegidos.
No son las malas habladurías lo que hay que temer sino el que vayáis a
parecer hipócritas; pues entonces sí que os echarían a perder y seríais
pisoteados. Pero si permanecéis en obrar con ellos con austeridad y luego
hablan mal de vosotros, gozaos. Necesaria es la sal para que pique a los
muelles y los muerda. De manera que esas maldiciones necesariamente van a
seguirse; pero para nada os perjudicarán, sino que darán a conocer vuestra
fortaleza. Pero si por temor a ellas desistís de la conveniente vehemencia,
sufriréis cosas peores, pues con razón todos hablarán mal de vosotros y os,
despreciarán.
Pasa luego Cristo a un más sublime modo de ejemplo. Vosotros sois la luz del
mundo. Y de nuevo dice del mundo y no de una nación, ni de veinte ciudades,
sino de todo el orbe. Luz espiritual, muy superior a los rayos solares; del
mismo modo que la sal se entiende en un espiritual sentido. Primero son sal
y luego luz, para que entiendas cuán grande provecho se sigue del austero
discurso, cuán grande utilidad de la seria ensenanza Porque ésta corrige y
no da lugar a la ligereza, sino que da fuerzas para ver y conduce a la
virtud.
No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte; ni se enciende una
lámpara y se la pone bajo el celemín. De nuevo con esta comparación los
excita a llevar una vida cuidadosa y les ensena a cuidarse solícitamente,
pues están expuestos a las miradas de todos y luchan en el amplio teatro de
todo el universo. No penséis que vosotros ya estáis aquí sentados y como
ocultos en un pequeño ángulo de vista; porque de tal modo seréis visibles a
todos, como una ciudad situada en la cumbre de un monte, y como una lámpara
encendida sobre un candelabro.
?Dónde están ahora los que no creen en el poder de Cristo? Oigan esto. Y
estupefactos ante la fuerza de la profecía, adoren la fortaleza de Jesús.
Observa cuán grandes cosas promete a discípulos que ni aun en su misma
región eran conocidos. Es a saber: que serían celebrados en todas las
tierras y mares y que con su fama alcanzarían los confines del orbe; ni sólo
con su fama, sino también con la eficacia de sus beneficios. Porque no fue
la fama volandera la que los hizo conocidos en todas partes, sino la
celebridad adquirida por sus obras. Ellos, como bandada de aves, con mayor
velocidad que los rayos solares recorrieron toda la tierra, destellando por
doquier el esplendor de la piedad religiosa.
Por esto, me parece que en este pasaje los exhorta a tener confianza. Pues
cuando dice: No puede esconderse una ciudad situada en la cumbre de un
monte, les declara su propio poder. Pues así como semejante ciudad no puede
esconderse, así la predicación no puede callar ni quedará oculta. Y pues les
había hablado de persecuciones, maldiciones y asechanzas y guerras, para que
no creyeran que tales cosas eran capaces de cerrar su boca, les da confianza
y les dice que la predicación no sólo no puede quedar oculta, sino que habrá
de iluminar a toda la tierra. Por donde también ellos llegarán a ser
insignes y conspicuos.
De manera que con tales palabras declara su poder. Pero con las siguientes
les exige confianza, pues dice: Ni se enciende una lámpara y se la pone bajo
el celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a cuantos hay en la
casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras
buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Como si
dijera: yo he encendido la lámpara, toca ahora a vuestra diligencia que
persevere encendida; y esto no únicamente en beneficio vuestro, sino de
quienes han de disfrutar de esta luz y por ella han de ser llevados al
conocimiento de la verdad. No podrían las maldiciones oscurecer vuestro
esplendor, con tal de que vosotros llevéis una vida correcta y en tal forma
que corresponda a quienes han de convertir al orbe entero. Llevad pues una
vida digna de gracia tan grande; de manera que así como ella será predicada
en todas partes, así vuestra vida sea conforme y coopere. Pero además de la
salvación de los hombres añade otra ganancia que puede excitarlos a mayor
solicitud y empeño de todas clases. Pues si vivís correctamente, les dice,
no sólo corregiréis al mundo entero, sino que lograréis que Dios sea
glorificado; pero si procedéis al contrario, perderéis a los hombres y
haréis que Dios sea blasfemado.
Preguntarás: ¿Cómo puede suceder que Cristo sea glorificado por nuestro
medio, si los hombres han de hablar mal de nosotros? No todos hablarán mal.
Más aún: los que lo hagan sólo haránlo por envidia. Pero aun esos envidiosos
allá en su interior os alabarán, os admirarán, os respetarán, como sucede
con los que en público adulan a los malvados, pero en su interior los
reprochan. Entonces ¿qué es lo que mandas? ¿que por alcanzar honores vivamos
correctamente y como para presentación? !De ningún modo! Porque no dije, os
responde, id y procurad poner en público vuestras buenas obras; ni dije que
os luzcáis; sino que luzca la luz vuestra: que vuestra virtud sea mucha,
copioso vuestro fuego, inefable vuestra luz. Si vuestra virtud es mucha, no
puede suceder que quede oculta, aun en el caso de que quien la posee anhele
quedar en la oscuridad. Mostrad a los hombres una vida irreprensible, de
manera que no les quede ocasión de acusaros. Entonces, aun cuando se
presenten infinitos acusadores, nadie podrá oscureceros.
Y bellamente dijo luz. Pues nada hay que así haga ilustre al hombre, aun
cuando él quiera ocultarse, como el esplendor de la virtud. Como si
estuviera rodeado de rayos de sol, así y aún más espléndidamente brillará no
sólo acá en la tierra derramando sus luces, sino alcanzando a los cielos
mismos. Como si les dijera: si os doléis de las maldiciones, habrá sin
embargo muchos que por vosotros glorifiquen a Dios. De manera que por ambos
lados gran premio se merece: cuando por vosotros es Dios glorificado y
cuando sois heridos con maldiciones por causa de Dios. Y para que tampoco
anduviéramos a caza de maldiciones, por saber que mediante ellas se alcanzan
grandes premios, anadió dos condiciones: y no lo afirmó simplemente. Las
condiciones son que sea falso lo que de nosotros se dice y qué se nos
maldiga por causa de Dios. Al mismo tiempo declara que no sólo de las
maldiciones, sino también de las bendiciones se saca grande ganancia, con
tal de que la gloria sea para Dios. Así los fortifica con esa buena
esperanza.
Les asegura, pues, que no tienen tanta fuerza las maldiciones de los
perversos como para oscurecer a otros hasta el punto de que no vean vuestra
luz. Sólo cuando obréis mal será cuando os pisoteen, pero no cuando viviendo
bien se os acusa. En este último caso serán muchos los que alabarán no sólo
a vosotros, sino por vosotros a vuestro Padre. Y no dijo a Dios, sino a
vuestro Padre, echando ya la semilla de la dignidad a que iba a elevarlos.
Luego, declarando la igualdad de honor con el Padre, como hubiera antes
dicho: No os entristezcáis cuando oyereis que hablan mal de vosotros, pues
basta con ser yo la causa de que eso oigáis, ahora pone al Padre en su
lugar, con lo que en todo se declara igual a El.
Sabiendo, pues, cuán grande ganancia logramos poniendo en todo eso
diligencia y cuán grave peligro se nos crea por nuestra desidia -puesto que
el que Dios por causa nuestra sea blasfemado es cosa mucho peor que nuestro
propio dano-, vivamos sin escandalizar ni a los judíos, ni a los gentiles; y
ante la iglesia de Dios procedamos con un modo de vivir más resplandeciente
que el sol. Y si a pesar de todo alguien quiere hablar mal de nosotros, no
lo llevemos a mal cuando así se exprese, sino dolámosnos si con razón lo
hace. Si perversamente vivimos, seremos los más miserables de los hombres,
aun cuando nadie hable mal de nosotros; y si cultivamos la virtud; aun
cuando el mundo entero maldiga de nosotros, seremos los más felices del orbe
y atraeremos a nosotros a cuantos anhelan salvarse; pues no harán caso de
los dichos de los malvados, sino de la vida virtuosa.
Las buenas obras lanzan una voz más penetrante que la de una trompeta. La
vida pura es más espléndida que la luz, aun cuando fueren infinitos los que
hablen mal. Si tales virtudes poseemos, si somos mansos, humildes,
misericordiosos, puros, pacíficos; si no injuriamos a quienes nos injurian,
sino más bien nos alegramos, entonces mucho mejor que con milagros
atraeremos a quienes nos contemplan, y todos se nos acercarán gustosos, aun
cuando sean como fieras o demonios u otra cosa cualquiera. Si hay quienes
maldigan, no te turbes ni cuides de si públicamente te injurian; sino
atiende a su interior y verás que ahí te aplauden: te admiran y te colman de
alabanzas interiormente.
Considera, por ejemplo, en qué forma Nabucodonosor ensalza a los jóvenes del
horno, aun siendo poco antes enemigo y adversario; pero cuando los vio
perseverar en fortaleza, los alabó y los coronó, no por otro motivo, sino
porque no lo obedecieron sino que estuvieron a la Ley de Dios. El demonio,
cuando ve que nada adelanta, se aparta temeroso de conseguirnos él mismo
infinitas coronas. Y una vez que él se aparta, por criminal y malvado que
alguno sea, quitada la oscuridad, reconoce la virtud. .Y si los hombres
yerran en sus juicios y se apartan de lo recto, tú- conseguirás ante Dios
mayor estimación y alabanza.
No te duelas, pues, ni pierdas ánimo. También los apóstoles eran para unos
olor de muerte y para otros olor de vida. Si tú no das ocasión, libre quedas
de toda culpa y aun más feliz. Brilla con tu vida y no te cuides de los
malvados maldicientes. Porque no puede !no! !no puede quien cultiva la
virtud no tener muchos enemigos! Pero nada de eso logra danar al justo, sino
que, al revés, por ese camino se tornará más brillante.
Ponderando todo lo que precede, tengamos una sola finalidad: ordenar nuestra
vida con toda diligencia. De este modo, llevaremos como de la mano a la vida
del cielo a los que yacen sentados en las sombras de muerte. Porque es tan
grande la fuerza de esta luz que no sólo resplandece aquí, sino que guía al
cielo a los que la siguen. Si ven que despreciamos todo lo presente y
estamos preparados para la vida futura, cederán más por las obras que por
las palabras. Pues ¿quién hay tal necio que al ver a otro que ayer y
anteayer era rico y vivía entre delicias, anda ahora despojado de todo y
ligero al modo de las aves y está preparado para soportar el hambre, la
pobreza, toda clase de penitencias y todos los peligros, y aun dispuesto a
derramar su sangre y a sufrir la muerte y todas las cosas que se tienen por
duras, que no saque de aquí un claro argumento sobre la verdad de las cosas
futuras?
Pero si nos enredamos en las cosas presentes y en ellas nos sumergimos ¿cómo
creerán que nos apresuramos a nuestra otra patria? ¿Qué excusa podemos
aportar si el temor de Dios no puede ante nosotros tanto cuanto pudo entre
los filósofos griegos la gloria de los hombres? Porque algunos de ellos
echaron de sí las riquezas y despreciaron la muerte, por hacer ante los
hombres ostentación, por lo cual resultaron vanas sus esperanzas. ¿Qué
defensa podrá librarnos si, tras de proponérsenos bienes tan grandes y más
abierto y plano el sendero de la virtud, ni siquiera llegamos a obras como
las que aquéllos hicieron, sino que, al revés, naufragamos nosotros y con
nosotros hundimos a otros más? No dana el gentil cuando procede inicuamente
tanto como dana el cristiano cuando hace eso mismo. Y con razón. Porque las
doctrinas helenas y sus opiniones cosas podridas son; pero las nuestras, por
gracia de Dios son venerables y esclarecidas aun para los impíos. Por eso
cuando ellos quieren arrojar sobre nosotros la peor de las injurias y
exagerar su maledicencia, anaden: y !es cristiano! Cosa que no dirían si no
tuvieran grande estima de nuestra doctrina.
?Has oído cuántos y cuán excelentes mandatos dio Cristo? Pues ¿cuándo podrás
cumplir siquiera uno de ellos, siendo así que, despreciándolos todos, andas
cobrando usuras, añadiendo réditos a réditos, emprendiendo negocios,
comprando rebaños de esclavos, amontonan-do vajilla de oro y plata y campos
y casas y un inmenso aparato de servicio? Y aun !ojalá que solamente esto
hicieras! Pero, añadiendo a todos esos inútiles cuidados la injusticia, te
apoderas de las tierras de tus vecinos que contigo colindan y los despojas
de sus habitaciones y destrozas a los pobres y aumentas el hambre. ¿Cuándo
llegarás siquiera al dintel de los divinos mandatos? Dirás que de vez en
cuando te compadeces de los pobres. !Lo sé! Pero también en esto hay grave
dano. Porque o lo haces fastuosamente o por vanagloria, de manera que aun en
las buenas obras nada ganas. ¿Qué cosa hubo jamás que más mísera fuera? !En
el puerto mismo padeces naufragio!
Para que esto no suceda, cuando hayas hecho alguna buena obra, no busques
pago, a fin de que tengas como deudor a Dios. Dice Dios: Prestad sin
esperanza de remuneración. 23 Entonces tienes como remunerador a Dios. ¿Por
qué lo abandonas y te vuelves a mí, hombre pobre y miserable? Pero ¿es que
tu deudor por ventura se irrita cuando se le exige la paga? ¿es acaso pobre
y necesitado? ¿es que se niega a pagarte? ¿No adviertes que sus tesoros son
inmensos? ¿no caes en la cuenta de su inefable liberalidad? !Acude a El!
!pídele, exígele! !Se goza El de que así lo hagas! Si ve que andas cobrando
de otros le> que El debe, lo tomará a injuria y en adelante nada te dará.
Más aún: con justicia te acusará. Te dirá: ¿En qué me has encontrado
desagradecido? ¿Crees acaso que soy yo pobre, para que haciéndome a un lado
te vayas en busca de otros? ¿Diste en usura a uno y vas a cobrar a otro?
Pues aunque fue un hombre quien recibió tus dineros, pero era Dios quien lo
ordenaba; de manera que él quiere ser el principal deudor responsable, y te
da infinitas ocasiones para que le pidas.
En resumen: !no vengas a mí, hombrecillo, en busca de que yo te pague cuando
has dejado a un lado tan grandes facilidades y tanta abundancia! ¿Qué objeto
tiene que cuando das limosna a un pobre te me hagas presente con tu
ostentación? ¿Fui acaso yo quien te ordenó dar? ¿oíste que yo te lo mandaba,
para que ahora me lo vengas a exigir? Dios dijo: A Dios Presta el que al
pobre da. 24?Prestaste a Dios? !A El cóbrale! Dirás que El al presente no lo
devuelve todo. Pero esto lo hace para utilidad tuya. Porque es deudor de tal
naturaleza que no sólo lo que se le dio a rédito, como hacen muchos, se
apresura a pagar, sino que además cuida y hace que lo que se le dio esté
seguro. Por tal motivo, lo que es propio de este tiempo lo paga aquí; y lo
que es propio de la vida eterna lo reserva para después.
Sabiendo esto, empenémosnos en las obras de misericordia y mostrémosnos en
gran manera humanos, tanto en los dineros como en las obras. Si vemos a
alguno en la plaza que es maltratado y golpeado, si podemos ayudarle con
dinero, ayudémosle y si podemos dirimir el litigio, no lo tardemos. Pues
también las palabras tienen su recompensa, y aun los solos gemidos. Por esto
decía Job el bienaventurado:?No lloraba yo todos los días con el afligido? ¿No se llenaba mi alma de tristeza con el pobre? 78 Pues si para los gemidos
y las lágrimas hay una recompensa !piensa cuán grande la habrá cuando además
de las palabras van la solicitud y otros muchos auxilios!
También nosotros éramos enemigos de Dios; pero el Unigénito nos reconcilió
interponiéndose y recibiendo las llagas en lugar nuestro y sufriendo la
muerte. Pues procuremos a nuestra vez liberar de infinitos males a los
míseros que en ellos caen, en lugar de hacer lo que ahora hacemos: que los
arrojamos a los males. Cuando vemos que algunos mutuamente se amenazan y
acometen, y que uno de ellos lleva la peor parte, nos alegramos de su
deshonra y formamos en torno un teatro diabólico. Pero ¿qué puede haber más
perverso? Los ves que de palabra se maltratan, que de obra se destrozan, se
rasgan los vestidos, se dan de bofetadas ¿y tú permaneces quieto? ¿Es acaso
una fiera ese que lucha? ¿es un oso? ¿es una serpiente? !Es un hombre que
contigo convive! !es tu hermano! !es miembro tuyo! No te quedes viendo.
Dirime la querella. No te regocijes, sino corrígelos. No excites a tus
semejantes a tan grave deshonra, sino separa y alivia a quienes así pelean.
Propio es de gente sin vergüenza y desocupada, criminal y sin razón gozarse
con semejantes miserias.
?Estás viendo a un hombre que procede feamente y no adviertes que también tú
estás procediendo feamente? Y ¿no te lanzas al medio para deshacer las
falanges del demonio y suprimir esas miserias humanas? Me dirás: ¿tú me
ordenas esto para que también yo salga herido? !No saldrás así! Y si sales,
se te contará a martirio, pues lo padeces por Dios. Y si por temor de las
heridas no te resuelves, piensa en lo que por ti padeció Dios en la cruz.
Los que así pleitean están ebrios, están ofuscados, ejerce sobre ellos su
tiranía el furor y tienen necesidad de un hombre en plena razón que les
preste auxilio, lo mismo el que hiere que el herido. El herido para quedar
libre del que lo, golpea; el que hiere para que desista de su-mala obra.
Acércate, pues, tú que estás en tu juicio cabal y presta auxilio a los que
están ebrios. Porque la ira produce una como embriaguez, peor que la del
vino.
?No has visto a los marineros cómo, cuando observan que alguno ha
naufragado, al punto extienden las velas y con diligencia se apresuran y van
a salvar a sus companeros de oficio y librarlos de las olas? Pues si los
companeros de oficio tan gran auxilio mutuamente se prestan, mucho más
razonable es que así lo hagan quienes participan de una misma naturaleza; ya
que en el caso se trata de un naufragio más perjudicial que aquel otro.
Porque o bien el herido blasfema y pierde todos sus bienes sobrenaturales; o
bien lanza perjurios a causa de la ira y queda hecho reo de la gehenna, o
acomete, hiere y mata; y por lo mismo a su vez padece naufragio.
Anda, pues: aplaca ese mal. Salva a los que se han hundido, bajando tú mismo
al mar tempestuoso; y habiendo despejado aquel teatro del demonio, toma a
cada uno aparte y amonéstalo. Apaga la llama; reprime las olas. Y si el
incendio llega a más y el horno mucho se enciende, no temas: presentes están
muchos otros para ayudarte y darte la mano, con tal de que tú te lances. Y
antes que todos está Dios: !el Dios de paz! Si te adelantas a apagar la
llama, muchos otros te seguirán; y así recibirás tú el premio de la buena
obra que ellos hacen. Escucha lo que a los judíos, que se arrastraban por
tierra, dijo Dios: Si encuentras el asno de tu enemigo caído bajo la carga,
no pases de largo: ayúdalo a levantarse. 79 Por cierto que es más fácil
separar a dos hombres que mutuamente pleitean, que no levantar el asno
caído. Si pues es necesario levantar el asno del enemigo, mucho más lo será
levantar las almas de los amigos, sobre todo por tratarse de una ruina mucho
peor. Porque tales almas no caen en el lodo sino en el fuego de la gehenna,
por no haber podido soportar la pesada carga de la ira. Si tú ves a tu
hermano caído bajo la carga y al demonio que insta y que enciende la pira,
pero pasas de largo con crueldad inhumana, haces lo que ni con los brutos
animales se puede hacer sin caer en peligro.
El samaritano, habiendo visto herido a un hombre que no conocía y que nada
tenía que ver con él, se detuvo, lo subió a su asno, lo llevó al mesón, le
pagó el médico y dio parte dinero y el resto lo prometió. Pero tú cuando ves
a un hombre, no caído en manos de ladrones, sino entre legiones de demonios
puesto que está poseído de la ira, y no en un lugar desierto sino en mitad
de la plaza, no teniendo tú que desembolsar dinero alguno, ni alquilar un
asno, ni enviar allá lejos a pedir auxilio, sino simplemente decir unas
cuantas palabras ¿todavía dudas, te tardas, pasas de lado inmisericorde?
Pero por ese camino ¿cómo esperas tener a Dios propicio?
Voy ahora a dirigir mis palabras a vosotros los que tan perversamente os
portáis en la plaza; y desde luego al que golpea y malamente procede. Dime:
¿pateas, golpeas y muerdes al otro? ¿Eres algún jabalí o algún asno salvaje?
¿No te avergüenzas, no enrojeces de pudor al traicionar de ese modo tu
cristiana nobleza? Pues aunque seas pobre, eres libre; aunque seas artesano
eres cristiano. Precisamente porque eres pobre debías mantenerte quieto.
Litigar es profesión de ricos y no de pobres: digo de ricos porque son los
que tienen infinitas querellas. Tú, en cambio, sin gozar los placeres que
dan las riquezas ¿te andas buscando los males que engendran las riquezas,
como son el echarte encima enemistades, querellas y rinas? Y con todo eso a
tu hermano lo sofocas, lo ahogas, lo echas por tierra públicamente y ante
los ojos de todos. ¿Y piensas que no es indecoroso tu modo de obrar, siendo
así que imitas el furor de las fieras y aun te haces peor que ellas?
Las fieras todo lo tienen en común: se reúnen, juntas caminan. En cambio,
acá nada hay de común, sino que todo camina al revés: todo son rinas,
querellas, injurias, enemistades, ofensas. Ni siquiera tenemos reverencia al
cielo, al que todos somos llamados; ni a la tierra, suerte común nuestra; ni
a la naturaleza misma: la ira y la avaricia todo lo han destrozado. ¿No has
pensado en el que debía los diez mil talentos, cómo, tras de habérselos su
senor perdonado, estrangulaba a su consiervo por cien denarios y las mil
miserias que por proceder así padeció y finalmente fue arrojado al eterno
suplicio? ¿No tiemblas ante semejante ejemplo? ¿No te causa terror el pensar
que vayas tú a padecer lo mismo? Porque también nosotros somos deudores al
Senor de muchas y grandes cantidades. Pero él espera con paciencia: no nos
apura, como nosotros lo hacemos con nuestros consiervos; no nos estrangula
ni sofoca. Si hubiera querido exigirnos la mínima parte de la deuda, hace
mucho que habríamos perecido.
Pensando en estas cosas, carísimos, humillémosnos y perdonemos a nuestros
deudores; pues si bien discurrimos, nos son ocasión grandísima de perdón.
Así, dando unas pocas cosas, recibiremos muchas más. ¿Por qué le exiges con
violencia cuando lo conveniente sería perdonarle la deuda, aun cuando él
quisiera pagarla, para recibir de Dios el íntegro caudal? Ahora, en cambio,
nada omites, empleas la violencia, te querellas y lo que logras con esto es
que Dios no te perdone tus deudas. Pareces afligir a tus prójimos, cuando en
realidad contra ti mismo meneas la espada y acrecientas tu castigo en la
gehenna. Si acá procedes con un poco de lógica, harás más ligera tu cuenta,
más ligeros tus castigos. Quiere Dios que entre nosotros florezca semejante
liberalidad para tomar de ahí ocasión de hacernos grandes mercedes. !Ea,
pues! Ya se trate de dineros, ya de ofensas, deja libres a todos tus
deudores; y pide a Dios que te premie tan notable magnanimidad. Mientras a
ellos los tengas como deudores no tendrás a Dios por deudor; pero si los
dejas libres, podrás exigir de Dios, y con grande constancia, el premio de
tan excelente virtud.
Si un transeúnte cualquiera observara que te has apoderado de tu deudor, y
te ordenara que lo dejaras libre, y en cambio a él le exigieras la deuda,
ciertamente el deudor no te sería ingrato, tras de haberlo tú perdonado,
pues toda la deuda la habría echado sobre si. Pues ¿cómo Dios no dará mucho
más y miles de veces más, cuando, por obedecer a su mandato, dejamos
totalmente libres a nuestros deudores, sin exigirles poco ni mucho? No nos
fijemos en el pasajero placer que experimentamos al cobrar las deudas, sino
fijémosnos en el dano tan grande que para más tarde nos amenaza, pues nos
danamos a nosotros mismos en nuestros bienes inmortales.
En consecuencia, haciéndonos superiores a todas las cosas, perdonemos a
nuestros deudores dineros y ofensas, para que luego tengamos una más ligera
cuenta que dar; y que lo que por el ejercicio de otras virtudes no podemos
alcanzar lo consigamos mediante el olvido de las injurias; y de este modo
obtengamos los bienes eternos por gracia y misericordia del Senor nuestro
Jesucristo, a quien sea la gloria y el imperio, ahora y siempre Y Por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XV No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas. (Mt 5, 17
?QUIÉN SERÍA el que tal sospechó? ¿quién le puso esta objeción, para que así
procure deshacerla? Porque sospecha tal no podía nacer de sus palabras. Que
mandara ser humildes, modestos, compasivos, limpios de corazón, anhelantes
de la justicia, no tenía oposición alguna a la ley. Más aún: era todo lo
contrario de lo que decían los que proponían la objeción. Entonces ¿por qué
dijo esto Jesús? Por cierto, no fue a la ventura ni en vano. Sino que, como
había de promulgar decretos de mayor envergadura, como por ejemplo: Habéis
oído que se dijo a los antiguos: No matarás; pero yo os digo que ni os
irritéis, abriendo de este modo un nuevo y celestial camino a la perfección,
con el objeto de que la novedad no perturbara a los creyentes y los empujara
a la duda de sus sentencias, echa mano Jesús de esta precaución.
Los judíos, aun no cumpliendo la ley la estimaban grandemente; y aun
violándola día por día, querían sin embargo que no se le tocara ni una letra
ni se le añadiera nada. Más aún defendían incluso ciertas adiciones hechas
por sus príncipes, que en realidad no eran mejores sino peores. Así acabaron
con el honor debido a los padres y echaron abajo muchas otras cosas buenas
con inoportunas anadiduras. No siendo Cristo de la tribu sacerdotal; y
siendo lo que iba a decir una anadidura que no disminuía la fuerza de los
preceptos legales sino que la aumentaba, previendo Jesús que ambas cosas
perturbarían a los oyentes, antes de que se pusieran por escrito sus leyes,
cuidó de refutar lo que sin duda les vendría al pensamiento a las turbas. ¿Qué era eso que se les podría ocurrir y que ellas podrían objetar?
Pensarían que lo que Cristo decía era para abrogar los antiguos preceptos
legales. Tal es el motivo de que refute semejante opinión.
Ni lo hizo en sólo este pasaje, sino también en otro. Como los judíos lo
tenían por enemigo de Dios, puesto que no guardaba el sábado, para quitarles
semejante prejuicio adujo sus pruebas, tales como a él convenían. Como
cuando dijo: Mi Padre sigue obrando todavía y por eso yo obro también. 80
Otras veces, las da pero en forma más modesta, como cuando habla de la oveja
arruinada en sábado y declara que para salvarla se abrogó la ley y trae a la
memoria también el hecho de circuncidar en sábado. De manera que muchas
veces usó una forma más modesta de hablar, siempre para combatir la opinión
que decía ser él enemigo de Dios. Así también, el que había vuelto a la vida
a muchos muertos con sola una palabra, cuando llamó a Lázaro del sepulcro y
anadió aquella súplica, enseguida, para que no pareciera por esto ser menor
que el Padre y para enmendar y quitar semejante sospecha, anadió: Por la
muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me enviaste. 81
De manera que ni lo hace todo como por propia autoridad, para acomodarse a
la debilidad de los oyentes; ni tampoco lo hace todo lanzando primero
súplicas a su Padre, con el objeto de no dejar a los pósteres un argumento
para que sospechen de él como impotente y débil; sino que va mezclando lo
uno con lootro. Y no lo hace sin regla ninguna, sino con la prudencia a él
conveniente. En los casos más importantes procede como quien tiene
autoridad; en los otros, mira al cielo. Cuando perdona los pecados, cuando
revela las cosas ocultas, cuando abre el paraíso, arroja los demonios,
limpia la lepra, enfrena a la muerte y resucita incontables difuntos, lo
hace dando órdenes. En cambio, cuando multiplica los panes y de pocos los
hace muchos, entonces se dirige al cielo, demostrando con todo esto que no
procedía así por debilidad. Pues si en los casos más graves procedía por
propia autoridad ¿cómo iba a necesitar de suplicar al Padre en lo de menor
importancia? !No! Sino que, como ya dije, lo hace para refrenar la
impudencia de los díos.
Y tú piensa lo mismo cuando lo veas proferir modestas palabras: para tales
palabras y tales obras hay muchos motivos. Por ejemplo, que no se le crea
contrario a Dios; y para ensenar y sanar a todos; y para adoctrinarnos en la
humildad; y para que mortifiquemos la carne; y para que los judíos no sean
capaces de captar todo a la vez; y para instruirnos en que nadie hable de sí
grandes cosas. Por todos estos motivos, con frecuencia habla de sí mismo
muchas cosas modestas y deja qué otros ensalcen las grandes.
Cuando hablaba con los judíos les decía: Antes que Abraham naciese era yo;
82 mientras que con sus discípulos no procedía así, sino que dijo: Al
principio era el Verbo y el Verbo estaba enDios y el Verbo era Dios. 83
Tampoco dijo nunca claramente que El había hecho el cielo, la tierra, el mar
y todo lo visible y lo invisible. En cambio, el discípulo, con gran libertad
y sin suprimir nada, una, dos y muchas veces, dice: Todas las cosas fueron
hechas por El, y sin El nada se hizo de cuanto ha sido hecho. Y también:
Estaba en el mundo y el mundo fue hecho por El. 84 Pero ¿cómo te admiras de
que otros hayan dicho de El cosas grandes y mayores que las que El decía de
sí mismo, siendo así que no decía claramente con las palabras muchas cosas
que por medio de las obras significaba?
Que El creó al hombre, lo manifestó claramente en el caso del ciego. Y
cuando se ofreció hablar de la creación allá a los principios, no dijo: Yo
los hice, sino: El que los hizo, los hizo varón y hembra. 85 Además, que
haya creado el mundo y lo que en él hay, lo demostró por los peces, los
panes, el vino, el apaciguamiento del mar, los rayos solares que oscureció
estando en la cruz y por otros muchos medios, aun cuando nunca lo dijo
claramente con sus palabras. En cambio, sus discípulos, Pedro, Juan, Pablo,
muchas veces lo afirman. Si éstos que día y noche lo oían cuando hablaba y
lo veían hacer milagros y a -quienes explicaba aparte muchas cosas, y tan
grande poder les había conferido que aun resucitaban los muertos y los había
elevado a tan gran perfección que lo habían abandonado todo por seguirlo, a
pesar de todo y tras de haber alcanzado tan alta doctrina y virtud, no
pudieron entender y aceptar todas las cosas antes de haber recibido al
Espíritu Santo ¿cómo el pueblo judío sin esa inteligencia y sin haber subido
a tan gran perfección y que sólo de casualidad y de paso había estado
presente a sus palabras y a sus obras, cómo, repito, no habrá creído que en
realidad era contrario al Dios de todos, si él no hubiera usado de tanta
modestia e indulgencia en todos sus hechos y dichos?
Por eso, cuando hubo de deshacer la ley del sábado, no puso de antemano su
propia ley sino que fue echando por delante muchas y variadas defensas.
Ahora bien: si habiendo de deshacer uno solo de los preceptos, usó de tan
grande precaución en las palabras para no perturbar a los oyentes, mucho más
necesitaba de grandes precauciones y cuidados para no conturbarlos cuando
iba a anadir a toda la ley una legislación enteramente nueva. Tal es el
motivo de que no siempre hable y ensene abiertamente acerca de su divinidad.
Si una pequena adición que hizo a la ley tanto perturbó alos judíos, mucho
más los habría perturbado si de plano se hubiera declarado Dios.
Tiene por esto muchas expresiones que significan cualidades muy inferiores a
las debidas por su divinidad. Y en este pasaje, puesto que va anadiendo algo
a la ley, usa de mucha precaución, De manera que no una sola vez afirma que
no ha venido a quitar la ley, sino que por segunda vez lo repite y aun anade
algo notable. Porque habiendo dicho: No penséis que he venido a abrogar la
ley o los profetas, continuó: No he venido a abrogarla sino a consumarla.
Con lo cual no solamente refrenó la impudencia judaica, sino que cerró la
boca a los herejes que más tarde afirmarían provenir la Ley Antigua del
demonio. Pues si Cristo vino para destruir la tiranía del demonio ¿cómo
Puede ser que no sólo no la destruya, sino que la consume? Porque no se
contentó con decir: No la destruyo, cosa que hubiera bastado sino que
anadió: La consumo: palabras propias no de un adversario de la Ley, sino de
un defensor de la Ley.
Preguntarás ¿cómo es que no la abroga? ¿cómo cumple y consuma la ley y los
profetas? Consuma los profetas, porque todo cuanto ellos dijeron de El, El
con sus obras lo confirmó. Y por esto el evangelista, tras de cada uno de
sus hechos, añade: Para que se cumpliera lo dicho por el profeta. Lo cumplió
al nacer y cuando los niños en el templo le entonaron aquel himno admirable
y cuando montó en el asno y en muchas otras ocasiones. Y no se habría
cumplido todo, si El no hubiera venido.' Y en cuanto a la Ley, la cumplió no
de un modo ni de dos, sino hasta de tres. Lo primero, no traspasando los
preceptos legales. Así lo testifica delante de Juan el Bautista que ha
cumplido toda la ley cuando le dice: Conviene que cumplamos toda justicia. Y
a los judíos les decía:?Quién de vosotros me argüirá de pecado? 86
Y lo mismo ante los discípulos: Viene el príncipe de este mundo que en mí no
tiene nada. 87 Y uno de los profetas había dicho que no habría pecado en él.
88 Este fue, pues, el primer modo de cumplir con la Ley. En segundo lugar la
consumó en cuanto que todo lo que hizo lo hizo por nosotros. Porque !cosa
admirable! no sólo cumplió con la ley, sino que nos dio el poder nosotros
cumplirla. Así lo declara Pablo con estas palabras: Porque el fin de la ley
es Cristo, para justificación de todo el que cree. 89 Ytambién dice que
condenó en sí el pecado, para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros, los que no andamos según la carne. 90 Y todavía:?Anulamos pues la
ley con la fe? No ciertamente, antes la confirmamos. 91 La ley procuraba
hacer justo al hombre, pero no tenía fuerzas. Por esto Cristo al venir
introdujo un modo de ' justicia que es por la fe y así confirmó la voluntad
de la ley. Lo que ésta no pudo con la letra, él lo llevó a cabo mediante la
fe. Y por esto dice: No he venido a abrogar la ley.
Si alguno cuidadosamente examina, encontrará un tercer modo con que Cristo
consumó la ley. ¿Cuál? Mediante los preceptos que iba a dar. Porque no eran
abrogación de los anteriores, sino una ampliación y cumplimiento de ellos.
Así el precepto de no matar, no queda abrogado por el de no irritarse, sino
que éste es cumplimiento y precaución mayor respecto de aquél. Habiendo pues
sembrado de antemano y sin causar sospechas las semillas de los nuevos
preceptos, cuando ya los judíos habían de entrar en sospechas a causa de una
más clara comparación entre éstos y los antiguos, como éstos fueran
contrarios a la ley, usó Cristo de semejante precaución. Al fin y al cabo,
ya había puesto los fundamentos, aunque en forma algo oscura y enigmática,
para los preceptos nuevos, mediante lo que antes había dicho.
Así aquello de: Bienaventurados los pobres de espíritu es el equivalente
del: No os irritéis. Aquello de: Bienaventurados los limpios de corazón,
corresponde al precepto de no ver a una mujer para desearla. Y lo de no
amontonar tesoros en la tierra, concuerda con lo otro de: Bienaventurados
los misericordiosos. También lo de llorar, lo de ser perseguidos con
injurias y oprobios, es exactamente como el entrar por la puerta angosta. Y
lo de tener hambre y sed de justicia, no es otra cosa sino lo que después
dijo: Cuanto quisiereis que os hagan los hombres, hacedlo vosotros a ellos.
92 Y cuando al hombre pacífico lo llamó bienaventurado, dijo, más o menos,
lo mismo que cuando ordenó dejar el don sobre el altar y correr a
reconciliarse con el hermano ofendido y mostrarse benévolo con los enemigos.
Sólo que allá senaló los premios para quienes rectamente proceden, mientras
que acá senaló los castigos para quienes no procedan correctamente.
Allá decía que los mansos poseerán la tierra, mientras que acá dice que
quien a su hermano lo llamare fatuo será reo del fuego de la gehenna. Allá
dijo que los limpios de corazón verán a Dios; acá, en cambio, que quien
lanza miradas impúdicas ya es fornicario. Allá a los pacíficos los llamó
hijos de Dios. Acá amenaza por otro camino cuando dice: No sea que tu
adversario te entregue al juez. Anteriormente llamó bienaventurados a los
que, lloran y padecen persecución; después, tratando el mismo asunto,
amenaza con la ruina a quienes vayan por otro camino, pues, dice que quienes
van por la senda espaciosa, perecerán.
Aún aquello de que no podéis servir a Dios y a las riquezas me parece que
viene siendo semejante a lo de: Bienaventurados los misericordiosos y los
que han hambre y sed de justicia. Pero, como ya dije anteriormente, habiendo
Cristo de decir lo mismo con mayor claridad, y no sólo con mayor claridad,
sino anadiendo muchas otras cosas (puesto que no busca ya tan sólo' que seas
misericordioso, sino que te ordena entregar la túnica; ni quiere que
solamente seas manso, sino incluso que presentes la otra mejilla a quien
quiere golpearte), de antemano deshace y explica esa aparente contradicción
y repugnancia que parecía haber. Por tal motivo, como ya dije, no dijo la
cosa una sola vez, sino dos.
Habiendo, pues, dicho: No penséis que he venido a abrogar la ley, anadió: No
he venido a abrogarla. Y después continuó: En verdad os digo que antes
pasarán el cielo y la tierra que falte una iota o una tilde de la ley, hasta
que todo se cumpla. Lo que significa: es imposible que la ley no se cumpla,
sino que se cumplirá aun lo mínimo de ella. Así lo hizo El, que
cuidadosamente la cumplió. Pero con esas palabras nos está indicando que el
mundo cambiará de imagen. Ni lo dijo sin motivo, sino para dar a entender
que con todo derecho induciría otro modo de vivir; y además, para levantar
el ánimo de los oyentes: había que preparar otro camino más perfecto, si
todo lo que el mundo practicaba tenía que cambiarse y el género humano había
de ser llamado a otra patria.
Si pues alguno descuidase uno de esos preceptos menores y ensenase así a los
hombres, será el menor en el reino de los cielos. Una vez que se justificó
contra aquella mala sospecha y cerró la boca de quienes quisieran
contradecir, finalmente infunde pavor y lanza amenazas acerca de la ley
futura. Y para que veas que tales palabras no las dijo acerca de la ley
antigua, sino de las leyes que El iba a promulgar, oye lo que sigue: Porque
os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos. Si esto lo amenazara respecto de la
Ley Antigua ¿por qué había de decir: si no supera? Pues al fin y al cabo,
quienes hicieran ahora lo mismo que aquellos antiguos hacían, no podían
serles superiores en la razón de justicia. Entonces ¿en qué era en lo que
habían de abundar y superar? En no irritarse, en no mirar impúdicamente a
una mujer.
Mas ¿por qué a las leyes nuevas, siendo ellas tan grandes y sublimes, las
llamó mínimas? Por ser él mismo quien iba a dictarlas. Así como se humilla y
habla de sí mismo con modestia frecuentemente, así procede tratándose de su
ley; para ensenarnos, también por este camino, a proceder en todo
modestamente. Y como había aún cierta sospecha de innovación, usa por el
momento de este modo modesto de expresarse. Y tú, cuando oyes eso de ser el
menor en el reino de los cielos, no pienses en otra cosa que en el suplicio
de la gehenna. Porque suele llamar reino no únicamente al goce en el cielo,
sino también a la resurrección y a su terrible venida. Pues ¿cómo podría ser
que quien llama estulto a su hermano o quebranta un solo mandato vaya a la
gehenna y en cambio el que los quebranta todos e induce a otros a lo mismo,
entre en el reino de los cielos? No es pues aquel el sentido, sino este
otro: que ese tal, en aquel tiempo será el mínimo, es decir, el rechazado,
el último. Y ese último caerá en la gehenna.
El, como Dios que era, preveía las negligencias de muchos; y que no
faltarían quienes pensaran que semejantes cosas las decía por hipérbole; y
que raciocinando acerca de estas leyes, se preguntaran: ¿Será verdad que
quien llama fatuo a su hermano es castigado? ¿Será verdad que si alguno tan
sólo mira a una mujer ya es adúltero? Pues para curar esta mala inteligencia
lanza grandes amenazas contra ambos: el que quebranta un mandamiento y el
que induce a otros a quebrantarlo. Por nuestra parte, al escuchar semejantes
amenazas, ni quebrantaremos esos mandatos ni apartaremos de su observancia a
quienes anhelan cumplirlos.
Pero el que practicare y ensenare, éste será grande en el reino de los
cielos. De manera que debemos ser útiles no sólo para nosotros mismos, sino
también para los` demás. Porque no hay el mismo premio para quien procura
proceder rectamente y para quien hace que otros lo imiten. Así como el
ensenar y no hacer condena al que ensena (pues dice Pablo: Tú que ensenas a
otros ¿no te adoctrinas a ti mismo?); 93 así el hacer pero no inducir a
otros a lo mismo, disminuye el premio. Conviene, pues, ser excelente en
ambas cosas; y que una vez que tú te hayas decidido a bien obrar, procures
inducir a otros a bien proceder. Por esto puso Cristo las obras antes que la
ensenanza, manifestando con esto que la mejor preparación que puede tener
cualquiera para ensenar es obrar, y jamás de otro modo. De lo contrario,
tendría que escuchar lo que dice Lucas: Médico, cúrate a ti mismo 94
Quien no ha podido ensenarse a sí mismo y se empena en enmendar a otro, será
burlado de muchos. Más aún, ni siquiera podrá adoctrinarlos, ya que sus
obras dan testimonio en su contra. Pero si es perfecto en hacer y ensenar,
será llamado grande en el reino de los cielos. Pues dice: Yo os digo que si
vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en
el reino de los cielos. Llama justicia a toda virtud, lo mismo que en Job:
Era varón justo e irreprensible. 95 En ese sentido llama. Pablo justo a
aquel para quien no se estableció la ley: La ley no es para los justos. 96 Y
en general con frecuencia en otros sitios se encuentra la palabra justicia
abarcando toda virtud.
Considera el aumento de gracia que da a sus discípulos, pues quiere que sean
mejores que los doctores del Antiguo Testamento, siendo aún gente ruda.
Naturalmente, este pasaje no se refiere a los escribas y fariseos perversos,
sino a los virtuosos; pues si no lo fueran, jamás Cristo diría que poseían
la justicia; y no haría comparación entre una justicia y otra: una que sí
existía y otra que no existía. Considera además aquí en qué forma recomienda
la Ley Antigua, pues la compra con la nueva, con lo que declara que le es
pariente y afín, pues más o menos son del mismo género. De manera que de
ningún modo reprende ni rechaza la Ley Antigua, sino únicamente pretende
ampliarla. Si ella naciera de mala raíz no la habría Cristo perfeccionado
con la Nueva, sino que la habría destruido.
Preguntarás que si era buena ¿cómo es que ya no conduce al reino?
Ciertamente no conduce a quienes establecen su modo de vida después de la
venida de Cristo; porque éstos, puesto que gozan de mayores virtudes y
gracias, han de acometer mayores certámenes: certámenes que la Ley Nueva
lleva consigo Os digo que del Oriente y del Occidente vendrán gauchos y se
sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob. 97 Desde luego el pobre
Lázaro que tan grandes coronas obtuvo, se nos muestra reclinado a su mesa. Y
todos los que tanto brillaron en la Ley Antigua, lo lograron también
mediante ella. Además, si esta Ley Antigua fuera mala y ajena a la virtud,
Cristo no la hubiera cumplido toda. Y si lo hubiera hecho sólo por ganarse a
los judíos y no para mostrar que ella era pariente y afín de la Nueva ¿por
qué no se había de entregar a cumplir también las leyes de los gentiles y a
sus costumbres para también a éstos atraerlos?
Queda, pues, manifiesto que Cristo no la impone, no porque ella sea mala,
sino porque ya es tiempo de más perfectas ordenanzas. Pero, aun cuando sea
más imperfecta que la nueva, esto no prueba que sea mala. Pues si lo fuera,
también la nueva tendría la misma condición. Al fin y al cabo, si se compara
la ciencia de la Antigua Ley respecto de la vida futura, en realidad es
exigua e imperfecta y queda sin fuerza en viniendo la Nueva. Dice Pablo:
Cuando llegue lo que es perfecto, desaparecerá lo que es imperfecto, 98 que
fue lo que le sucedió a la Ley Antigua en llegando la Nueva. Sin embargo, no
la acusamos por eso, aun cuando ella desaparezca y nosotros gocemos del
reino. Porque entonces, dice, desaparecerá lo que es imperfecto. Mas a pesar
de eso, la tenemos por grande. Siendo, pues, los premios mayores y más
abundante la gracia del Espíritu Santo, mayores han de ser los combates y
mayores los premios. No se nos promete ya una tierra que mana leche y miel,
ni una longevidad, ni multitud de hijos, ni trigo, ni vino, ni greyes y
manadas; sino el cielo, los bienes celestiales, la adopción de hijos, la
fraternidad con el Unigénito, ser coherederos, companeros suyos de gloria y
reino, y otros infinitos premios.
Que tengamos ahora mayores auxilios, oye cómo lo dice Pablo: No hay pues ya
condenación alguna para los que son de Cristo Jesús, porque no andan según
la carne, sino según el espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida me
libró de la ley del pecado y de la muerte. 99 De manera que habiendo
amenazado a los transgresores y habiendo prometido grandes premios a los
cumplidores, para demostrarnos que con todo derecho se nos exigen cosas
mayores que las que pedía la Ley Antigua, y antigua medida, finalmente
comienza a legislar; y no simplemente, sino después de haber hecho
comparación con las antiguas prescripciones legales. Quería con esto
declarar dos cosas: que no impugnaba los antiguos preceptos, sino que del
todo conforme a ellos y siguiendo su espíritu estatuía las nuevas leyes,- y
que los nuevos preceptos con todo derecho y oportunidad ser, anadían a la
Ley Antigua.
Para que esto quede más claro, oigamos las palabras mismas del Legislador. ¿Qué dice? Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás 100 Quien dio
ese precepto es el mismo que dio el nuevo; sino que entonces usó de una
forma impersonal. Si hubiera dicho: Habéis oído que yo dije a los antiguos,
los oyentes no habrían aprobado ni aceptado semejante modo de hablar. Si
hubiera dicho: Habéis oído que mi Padre dijo a los antiguos y luego hubiera
enunciado el precepto diciendo: Pero yo os digo, habría parecido un exceso
de arrogancia. Por eso puso aquel enunciado sencillo, mirando únicamente a
declarar que ya era tiempo oportuno para ordenarlo. Pues al decir: qué se
dijo a los antiguos, significaba que ya había transcurrido mucho tiempo de
que aquéllos recibieron el precepto.
Además, procedió así para que se avergonzaran los oyentes que tal vez
dudaran de acometer aquella mayor perfección. Así acostumbran los maestros
decir a un nino perezoso: ¿Acaso ignoras el mucho tiempo que ya has gastado
en aprender las sílabas? Pues lo mismo Cristo, al traer a la memoria a los
antiguos, llama a los oyentes a cumplir más altos preceptos. Como si les
dijera: Hace ya mucho tiempo que estáis en el aprendizaje de estas cosas; es
necesario pasar adelante y subir a mayor perfección. Y bien se procede, para
no confundir el orden de los preceptos, sino principiar por el primero que
pone la Ley, con lo cual, además, manifiesta claramente la concordancia de
ambas leyes.
Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de
juicio.?Observas su plena potestad? ¿observas el modo de expresarse tan
apropiado para un legislador? ¿Cuál de los profetas habló así jamás? ¿cuál
de los justos? ¿cuál de los patriarcas? !Ninguno! Decían: Esto dice el
Senor. No habla así el Hijo Unigénito. Porque aquéllos transmiten las
palabras de su Senor. Pero Cristo, las de su Padre. Y cuando digo de su
Padre, digo las propias suyas. Porque dice él: Todo lo mío es tuyo y todo lo
tuyo es mío. 101 Aquéllos llevaban la Ley a sus consiervos; Cristo, a sus
siervos.
Preguntemos, pues, a quienes rechazan la Ley Antigua: ¿Son acaso contrarios
los preceptos de no irritarse y no matar? ¿Acaso no más bien esto se
perfecciona y complementa con aquello otro? Es manifiestamente un
complemento y por lo mismo superior. Quien no se aíra, mucho más se
abstendrá de matar. Quien refrene la ira, mejor aún refrenará sus manos,
Porque la raíz del asesinato es la ira. Y quien arranca la raíz, acaba con
las ramas. Más aún: ni siquiera las deja que broten. De manera que en
resumen Cristo ponía tales leyes no para abrogar la Antigua, sino para una
más perfecta y mejor guarda de ella. ¿Qué intentaba la Ley al ordenar eso? ¿Acaso no era que nadie danara a su prójimo? Ahora bien, a quien impugnara
la Ley le convenía ordenar los asesinatos, puesto que lo contrario de no
matar es matar. Pero si la Nueva Ley ni siquiera permite irritarse,
establece lo mismo que la Antigua, pero en grado más perfecto. No se
abstendrá del homicidio igualmente quien sólo procura no matar que quien ha
dominado la ira éste se encuentra mucho más lejos de semejante crimen.
Mas, para redargüirlos por otro camino, traigamos al medio lo que dicen: ¿Qué es lo que dicen? Dicen que ese Dios que creó el mundo y que hace nacer
el sol sobre buenos ymalos yllueve sobre justos y pecadores, es malo. Otros
más moderados, rechazan semejante proposición; pero al mismo tiempo que
afirman ser Dios justo, le niegan la bondad; y senalan como Padre de Cristo
otro ser que en realidad es nadie y nada ha creado. Y anaden que el Dios
malo se contiene y mantiene en sus propias cosas que le pertenecen y las
conserva; pero en cambio el Dios bueno se inmiscuye en lo ajeno y quiere de
pronto ser conservador de lo que no ha creado.
?Has visto lo que son estos hijos del demonio? ¿Has advertido cómo lo que
hablan lo sacan del tesoro de su padre, al negar que Dios es creador, siendo
así que dice Juan: Vino a los suyos y el mundo fue hecho por él? Y luego,
examinando la Ley Antigua, en 1a que se ordena sacar ojo por ojo y diente
por diente, al punto saltan y dicen: ¿Cómo puede ser bueno quien tal cosa
ordena? ¿Qué responderemos? Que precisamente esta es una forma excelentísima
de bondad. Porque no puso semejante ley para que mutuamente nos arranquemos
los ojos; sino para que por el temor del castigo que se nos dará, nos
abstengamos de semejante crimen respecto de otros. Así amenazó a los
ninivitas con la destrucción, no para perderlos (pues si eso hubiera
querido, mejor era callar), sino para que viendo que por el temor mejoraban,
se aplacara su ira. Pues igualmente a quienes se lanzan sobre los ojos de
sus hermanos les impuso el mismo castigo, a fin de que, si no desistían como
buenos de semejante maldad, a lo menos por el temor quedaran refrenados para
no danar los ojos de sus prójimos. Y si esto es crueldad, lo será también
reprimir al homicida y apartar al adúltero.
Pero tales palabras propias son de necios, de locos furiosos en grado sumo.
Por mi parte, estoy tan lejos de afirmar que aquellos procederes nacieran de
crueldad, que al revés digo ser inicuo y falto de razón lo contrario. Dices
tú que fue cruel por haber ordenado sacar ojo por ojo; pero yo digo que si
no lo hubiera ordenado así, todavía a muchos les habría parecido cruel, como
tú lo afirmas. Supongamos que toda la Ley hubiera sido abrogada y que nadie
tuviera que temer suplicio alguno de los que ella impone; sino que pudieran
los criminales entregarse a sus malas pasiones con amplia libertad, y lo
mismo los adúlteros, los homicidas, los rateros, los perjuros y los
parricidas. ¿Acaso no se seguiría el pleno desorden y no se llenarían de
crímenes incontables y de muertes las ciudades, las plazas, las mansiones,
el mar y la tierra y el orbe todo? Esto nadie hay que lo ignore.
Si permaneciendo firmes y valederas las leyes, el temor y las amenazas,
apenas si se enfrenan las malas voluntades, ¿qué habría impedido el reinado
de la maldad si se hubieran quitado semejantes precauciones? ¿qué males no
habrían invadido a la humanidad? Tal cosa no sólo habría sido cruel -digo lo
de dejar que los facinerosos hicieran cuanto en gana les viniera- sino que
habría sobrevenido otro efecto no menos danoso que el apuntado. Es a saber
que quien ningún dano hubiera hecho y sin culpa hubiera sido danado, quedara
abandonado y sin quien lo auxiliara. Dime: si alguno reuniera de todas
partes a todos los criminales y los armara de espadas y les ordenara rodear
por toda la ciudad y matar a cuantos encontraran ¿podría pensarse algo más
inhumano? Y por el contrario, si alguno a todos esos criminales así armados,
los atara y encadenara y polla fuerza los encarcelara y así librara de las
manos de los perversos a cuantos iban a ser asesinados ¿podría haber cosa
más humana? Pues pasa la comparación a la Ley. Quien ordenó sacar ojo por
ojo, echó sobre el ánimo de los criminales algo así como una recia cadena; y
es semejante al otro que refrenó a los perversos armados de espadas;
mientras que quien no impusiera pena alguna, con semejante proceder haría
como si los armara e imitara al que echara por toda la ciudad a los dichos
perversos armados de espadas.
?Observas cómo los preceptos están llenos no de crueldad sino che
benignidad? Y si por esos motivos al Legislador lo llamas cruel y molesto ¿qué será más molesto y duro, lo de no matar o lo de no irritarse?
¿Quién
más duro y cruel: el que castiga el homicidio o el que castiga ya el solo
irritarse? ¿El que al adúltero lo castiga después de su crimen, o el que por
la sola concupiscencia impone penas y penas eternas? Mirad cómo el argumento
se ha vuelto contra ellos. Porque el Dios del Antiguo Testamento, al que
ellos llaman cruel, resulta ser manso y suave; mientras que el Dios de la
Nueva Ley, a quien ellos confiesan bueno, resulta molesto y pesado, según el
necio argumento de ellos.
Nosotros afirmamos que es uno y el mismo el Legislador en ambos Testamentos;
y que todo lo dispuso convenientemente y lo adaptó a las diferencias de
ambas leyes y a la diferencia de los tiempos. De manera que ni aquellos
preceptos son crueles ni estos otros son pesados y molestos; sino que unos y
otros provienen de una única y misma providencia. Y que sea el mismo el que
dio la Ley Antigua, oye cómo lo dice el profeta, mejor dicho, cómo lo dicen
él y el profeta: Yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa
de Judá, no como la alianza que hice con vuestros padres. 102
Si alguno, tocado de maniqueísmo rehusa ese testimonio, escuche a Pablo que
dice lo mismo: Pues Abraham tuvo dos hijos: uno de la sierva y uno de la
libre. Estos son los dos Testamentos. 103 Pues bien, así como ahí eran dos
mujeres y un solo varón, así acá son dos los Testamentos, pero uno solo el
Legislador. Y para que veas que en ambos fue una misma la mansedumbre y la
suavidad, allá dijo: Ojo por ojo; y acá dice: Si alguno te hiere en la
mejilla derecha, ofrécele la otra. Así como allá refrena al ofensor con el
temor del castigo, así hace lo mismo acá. Preguntarás: ¿cómo puede ser eso,
siendo así que ordena presentar la otra mejilla? ¿En qué quedamos? En que
esto lo ordena no para suprimir el temor, sino que ordena dar al que hiere
oportunidad de saciarse. Pero no por esto quiso decir que el ofensor quedara
impune; sino que tú no lo hieras, cosa con la que más aterroriza al que
hiere y más consuela al herido. Quede, pues, dicho esto, hablando así de los
preceptos en general. Ahora es necesario volver a nuestro propósito y
continuar explicando la serie de sentencias.
,Todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio. No condenó en
absoluto la ira. En primer lugar porque no puede el hombre despojarse
completamente de los afectos. `Pero sí podemos refrenarlos, aun cuando no
podamos vivir sin ellos. En segundo lugar, porque ese afecto del alma es
útil si sabemos usarlo con oportunidad. Considera cuántos bienes se
siguieron de la ira de Pablo para con los de Corinto, pues libró a éstos de
una grave enfermedad. También por la ira, volvió al camino a los gálatas,
caídos; y a otros muchos.
Y ¿cuál es el tiempo oportuno para la ira? Cuando no la usamos para
vengarnos, sino para reprimir a los petulantes o para convertir y ayudar a
los desidiosos. ¿Cuál es el tiempo no oportuno? Cuando la usamos para
vengarnos. Pablo lo prohibió cuando dijo: No os toméis la justicia por
vosotros mismos, antes dad lugar a la ira 104 También cuando litigamos por
dineros. Esto Pablo lo prohibió cuando dijo:?Por qué no preferís sufrir la
injusticia? ¿por qué no el ser despojado? Pues así como semejante ira es
inútil, así aquella otra es útil y aun necesaria. Sólo que muchos proceden
de modo contrario: se vuelven fieras cuando se les hace injusticia, y son
muelles y cobardes cuando ven a otro ser ofendido. Ambas cosas son
contrarias a las leyes del evangelio. De manera que no es pecado irritarse,
sino irritarse inoportunamente.
Por esto decía el profeta: Airaos y no pequéis. 105 Y Cristo dice:
Quienquiera que diga a su hermano rata, es reo de consejo. Llama aquí
consejo al juicio y tribunal de los hebreos. Puso esto aquí para no parecer
que siempre y en todo decía novedades y cosas inauditas. Esa palabra rata no
significa una injuria sobremanera grande, sino más bienes una voz de
desprecio y desdén. Así nosotros, cuando damos órdenes a un criado o a otras
personas de baja categoría, les decimos: !Ve tú! !dile tú a ése! Los que
usan el idioma siríaco suelen echar mano de ese rata para significar el tú.
Nuestro Dios benigno desarraiga aun las menores faltas y nos ordena
tratarnos con reverencia y con el honor conveniente, para por este medio
hacer que desaparezcan las faltas mayores.
Y quien dijere loco es reo de la gehenna de fuego. A muchos ha parecido
pesado y gravoso este precepto: !que por una sola palabra hayamos de ir a
sufrir tan grande` tormento! Otros opinan que se dijo hiperbólicamente. Por
mi parte, temo no sea que nos enganemos con palabras y en realidad suframos
el tremendo castigo 106 Pregunto yo: ¿por qué nos parece gravoso este
precepto? ¿No sabes que la mayor parte de los pecados y castigos tienen su
origen en las palabras? Por la palabra se blasfema y se reniega de Dios. Por
las palabras se viene a la querella, a las injurias, a los perjurios, a los
falsos testimonios y aun a los homicidios. No te fijes, pues, en que se
trata de una sola palabra. Examina más bien cuán grave peligro lleva
consigo. ¿Ignoras acaso que en las enemistades, cuando el ánimo se enciende
en ira y se quema, cualquier pequenez se agranda y aun la menor injuria
causa molestia? Con frecuencia esas pequeneces arruinan las ciudades y son
causa de homicidios Pues así como entre amigos aun las cosas de suyo
molestas parecen leves, así en cuanto brota la enemistad, aun las cosas
pequenas parecen intolerables. Y aun cuando se digan con sencillez, se juzga
que provienen del odio.
Así como tratándose del fuego, si la chispa es pequena, por más lenos que se
le pongan no fácilmente se encienden, pero si las llamas suben ya a lo alto,
no sólo con facilidad inflaman los lenos sino aun las piedras y cualquier
otro elemento, y con las mismas cosas con que suelen apagarse más se
encienden -pues hay quienes afirman que no sólo los maderos y la estopa y
las otras materias propicias para alimentar el fuego, sino aun el agua misma
que se arroje excita más aún la fuerza del incendio-, pues lo mismo pasa con
la ira: cualquier palabra que se diga, al punto se convierte en alimento del
incendio -maligno.
Pues bien: reprimiendo de antemano todo esto, a quien temerariamente se aíra
lo hizo Cristo reo de juicio -pues dijo: Quien se irrita reo es de juicio-,
y a quien diga a su hermano rata lo hace reo ante el Sanedrín. Pero estas
palabras aún no son cosa grave, puesto que se castigan en esta vida. Por lo
cual anadió: Quien lo llame fatuo es reo de la gehenna. Por primera vez
Cristo profirió esa palabra gehenna. Porque primero se extendió hablando del
reino y hasta después la nombró. Demostró así que lo del reino es cosa de su
benignidad y voluntad; mientras que la gehenna lo es de nuestra desidia.
Observa cómo va gradualmente anadiendo en lo de los castigos. Parece como si
quisiera justificarse delante de ti, mostrando que de parte suya no quisiera
tales amenazas, pero que nosotros somos quienes al hacerlas lo obligamos.
Porque considera que es como si fuera diciendo: Te dije que no te irritaras
temerariamente, pues serías reo de juicio. Despreciaste esto. Y ve lo que
dio a luz tu ira, pues al punto te llevó hasta las injurias. Entonces a tu
hermano le dijiste rata; y yo te impuse otro castigo, el del Sanedrín. Si
también este lo desprecias, y te atreves a cosas más graves, ya no te
aplicaré aquellas penas más moderadas, sino la gehenna eterna, no sea que
finalmente te arrojes al homicidio. Porque nada, nada hay más intolerable
que la, injuria, ni que tenga más poder para herir los ánimos humanos. Y si
lo que dices lleva consigo más acritud y oprobio, entonces el incendio se
duplica.
No pienses pues que sea cosa leve llamar loco a alguno. Cuando así despojas
a tu hermano de aquello en que nos diferenciamos de los brutos y por lo que
sobre todo somos hombres, como es la razón y la prudencia, lo privas de toda
nobleza. No atendamos, pues, a las palabras únicamente, sino consideremos su
contenido y la realidad de las cosas y el afecto con que se dicen; y
ponderemos cuán grave herida causan y a qué males tan grandes pueden llegar.
Por tal motivo Pablo excluyó del reino no únicamente a los adúlteros y a los
afeminados, sino también a los que dicen mal de otros. Y con razón. Porque
el injuriante hunde h fondo el bien de' la caridad y envuelve a su prójimo
en males sin cuento: fomenta las enemistades, destroza los miembros de
Cristo, ahuyenta cada día la paz tan deseada de Dios, abre al demonio .con
las injurias un amplio camino y lo hace cada vez más fuerte. Cristo, para
hacer anicos los nervios de semejante poder y fuerza, puso la dicha ley.
Porque grandemente cuida de la caridad. En efecto: es la caridad madre de
grandes bienes; es nota distintiva de los discípulos de Cristo; y todos
nuestros bienes ella en sí los contiene y encierra. Justamente, por tanto,
Cristo corta y arranca las fuentes y raíces de las enemistades; y lo hace
con gran vehemencia, pues la echan a pique. No pensemos, pues, que habló con
hipérbole. Al revés: admírate de la suavidad de semejantes leyes, pensando
en los grandes bienes que pueden originar. De nada cuida tanto Dios como de
que nos unamos con mutuos vínculos de caridad. Por tal motivo, ya por sí
mismo, ya por medio de sus discípulos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, largamente recomienda este precepto; y se convierte en severo
vengador de quienes lo quebrantan. Nada hay que tanto fundamento presente a
toda perversidad, como la falta de caridad. Tal fue el motivo de que dijera
el Senor: Por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos. 107
Por este camino Caín llegó hasta el fratricidio; y lo mismo Esaú y también
los hermanos de José. Por él han nacido males sin cuento, una vez quitada la
caridad. Motivo por el cual Cristo, con grande cuidado, aparta todo lo que
la puede hacer naufragar.
Ni se detiene en lo dicho, sino que usa de otros muchos medios, con lo que
manifiesta en cuán alto grado la caridad lo preocupa. Una vez que amenazó
con el juicio, con el sanedrín, con la gehenna del fuego, anadió otras cosas
tocantes a lo mismo y concordantes con éstas. Así dijo: Si vas a presentar
una ofrenda- al altar, y ahí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja ahí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu
hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda. ! Oh benignidad, oh bondad
que excede todo discurso! Hace a un lado su propio honor para atender a la
caridad para con el prójimo, manifestando con esto que sus anteriores
amenazas nacieron no de odio que nos tuviera o de ansias de castigar, sino
del fervor de su caridad. Porque ¿qué puede imaginarse más manso que estas
palabras? Como si dijera: !interrúmpase mi culto, con tal de que permanezca
tu caridad! !Verdaderamente la reconciliación con el hermano es sacrificio!
Y por esto no dijo: una vez que hayas ofrecido; sino antes de que lo
ofrezcas. Cuando está ya presente el don; cuando está a punto de comenzar el
sacrificio, lo envía a reconciliarse con su hermano. No apresurando el
sacrificio ni antes de haber traído su don, sino estando ya ahí en medio, le
ordena partir. Mas ¿por qué motivo ordena que así se proceda? ¿por qué
causa? Según creo, para dar a entender dos cosas: una, como ya lo dije, para
demostrar el gran aprecio que tiene de la caridad y que la juzga ser el
mayor de los sacrificios y que sin ella no admite los sacrificios; otra,
para presentar la necesidad ineludible de la reconciliación. Porque ese a
quien se ordena no ofrecer el sacrificio antes de reconciliarse, correrá a
ver a su hermano ofendido para quitar la ofensa; si no por amor a su
prójimo, a lo menos para no dejar imperfecto el sacrificio. Todo, pues, lo
expresó Cristo, al poner énfasis en las palabras al mismo tiempo que
atemorizaba y alentaba.
Una vez que hubo dicho deja tu don, no se detuvo ahí, sino que anadió:
delante del altar. Y tras de nombrar el sitio, puso al oferente un cierto
temor con decirle:!ve! No sólo le dijo !de!, sino que anadió: Ve primero y
luego viniendo, ofrece tu don. Declaró con todo esto que esta mesa sagrada
no admite a quienes viven mutuamente enemistades. Óiganlo los iniciados que
se acercan teniendo enemistades. Óiganlo también los no iniciados, pues
también a ellos en cierto modo les atane. También ellos ofrecen dones y
sacrificios: me refiero a la oración y a la limosna. Oye cómo dice el
profeta que esas cosas son dones y sacrificios: El que me ofrece sacrificios
de alabanza, ese me honra. 108 Y luego: Ofrece a Dios sacrificios de
alabanza. Y en otro lugar: Séate mi oración como incienso ante ti y el alzar
a ti mis manos como oblación vespertina. 109 De manera que si con
enemistades oras, mejor es que dejes la oración y corras a reconciliarte con
tu hermano, y después ofrecerás tu oración.
Todo esto no tuvo sino esta finalidad. Para eso se hizo Dios hombre y obró
todo lo dicho: para unirnos en caridad. En este pasaje remite Jesús el
ofensor al ofendido; pero en la oración es al revés, pues lleva el ofendido
al ofensor y lo reconcilia con éste. En la oración dice: perdona a los
hombres sus ofensas; aquí en cambio dice: Si tiene algo en tu contra, ve a
él. Más aún: me parece que aquí es el ofendido a quien envía y por eso no
dice: Reconcíliate con tu hermano, sino solamente: Reconcíliate. Parece como
si esto lo hablara con el ofensor, pero no, pues todo conviene al ofendido.
Como si dijera: si tú te reconcilias con él mediante tu caridad, me
encontrarás también a mí propicio; y así podrás ya confiadamente ofrecer tu
sacrificio. Pero si conservas tu indignación todavía, considera que yo de
buena gana ordeno que lo mío se desprecie con tal de que vosotros hagáis las
amistades. Que en tu ira esto te sirva de consuelo. Y no digo cuando te
hayan ofendido gravemente, anda y reconcíliate; sino aunque sólo sea cosa
leve la que tenga tu hermano contra ti. Tampoco hizo distinción, si Justa o
injustamente, sino que dijo simplemente: si tiene algo contra ti. Pues aun
cuando esté la justicia de tu parte, ni aun así conviene que mantengas por
mucho tiempo la enemistad. También Cristo, justamente irritado contra
nosotros, sin embargo, se entregó a la muerte, sin tener en cuenta nuestros
pecados.
Pablo, desde otro punto de vista, nos empuja a reconciliar nos y dice: No se
ponga el sol sobre vuestra ira. 110 Como aquí Cristo con el sacrificio, allá
Pablo con el tiempo diurno, pero ambos nos exhortan a lo mismo. Pablo teme
la noche, no sea que ésta, encontrando sólo al herido, le acreciente la
herida. Porque durante el día muchas cosas hay que apartan los pensamientos
y los distraen; pero durante la noche, cuando estás solo y revuelves las
ofensas recibidas, se hinchan las olas y crece la tempestad. Previniendo
esto Pablo, quiere que la noche te encuentre reconciliado, para que no tenga
ocasión el demonio, a causa del descanso, de encender el horno de la ira o
hacerlo más ardiente.
Tampoco Cristo permite que ni por breve tiempo difieras la reconciliación,
no sea que terminado ya el sacrificio, el ofendido se torne más negligente y
la vaya difiriendo de un día para otro. Sabía Cristo que semejante
enfermedad del alma requiere una rápida curación; y por loo mismo, a la
manera de sabio médico, no sólo procura usar los remedios preventivo de las
enfermedades, sino que además senala los que pueden curarlas. Así cuando
prohibe llamar fatuo al hermano, se trata de un remedio que previene para
evitar enemistades; y cuando ordena la reconciliación, corta de antemano las
enfermedades que suelen nacer de las enemistades.
Pero observa con qué fuerza aplica ambos remedios. Porque en lo primero
amenazó con la gehenna; en lo segundo, se niega a recibir el don antes de
que te reconcilies. Demostró con esto cuán vehemente suele ser la pasión de
la ira y arrancó de raíz por este camino el árbol y sus frutos. Y primero
dice no te aíres, y luego no te querelles. Porque estas dos enfermedades
mutuamente se ayudan y crecen: de la enemistad nace la querella y de la
querella nace la enemistad. Por eso Cristo a veces aplica el remedio a la
raíz, a veces al fruto, con el objeto de impedir que brote el mal. Pero si
germina y se presenta el pésimo fruto, entonces a éste aplica en torno el
fuego.
Así, tras de haber hablado del juicio, del consejo y de la gehenna y de su
sacrificio, anadió algo más y dijo: Muéstrate conciliador con tu adversario
pronto, mientras vas con él por el camino. Para que no fueras a decir:
!Bueno! ¿y si soy yo el injuriado? ¿si se me despoja de mis bienes? ¿si se
me arrastra a los tribunales? Pues bien, Cristo aparta también esta ocasión
de excusarte; porque ordena que ni aun así jamás te entregues a las
enemistades. Y luego, por ser éste perfectísimo precepto, anade un consejo
tomado de las cosas de acá abajo que suelen los que son un tanto rudos mejor
mantener en la memoria.
?Para qué objetas, dice Cristo, que el otro es más poderoso y que te causa
males? Más podrá danarte si no lo aplacas y sí te obliga a entrar en la
cárcel. Porque en el primer caso, aplacado él, aunque sea perdiendo tú tus
riquezas, al fin y al cabo, te escapas de ser encarcelado. En cambio, si te
llevan a los tribunales, te atarán con cadenas y sufrirás los más duros
padecimientos. Por el contrario, si evitas ese pleito, sacarás dos bienes:
no sufrir cosas desagradables, y otro, que tu buena obra sea fruto no de la
violencia de tus adversarios sino de tu buena voluntad.
Si no quieres acceder a este consejo, el resultado más será en tu dano que
en el suyo. Y considera aquí en qué forma exhorta Cristo. Una vez que hubo
dicho: Muéstrate conciliador con tu adversario, anadió: pronto; y no
contento con esto procuró otra manifestación de rapidez diciendo: mientras
vas con él por el camino, empujándolo así a reconciliarse y urgiéndolo con
gran vehemencia. Porque nada destruye tanto nuestra vida como ele, andar
dudando y dejando para otro día las buenas obras. Esta, muchas veces fue
causa de la ruina total, como dice Pablo: deja la irá antes de que el sol se
ponga. Previamente a este pasaje, también dijo Cristo: Antes de que ofrezcas
tu sacrificio, reconcíliate. Igualmente aquí dice: pronto, mientras vas con
él, por el camino, antes de que llegues a las puertas del tribunal, antes de
que te sientes en el banquillo de los acusados y quedes, finalmente a
disposición del juez. Antes de que entres ahí, todo, está en tus manos; pero
una vez entrado, por más que te vuelvas a una parte y a otra, no podrás
disponer de lo tuyo con, libertad, pues estarás bajo la potestad de otro.
?Qué significa: muéstrate conciliador? Una de dos cosas: o bien que estés
preparado a sufrir algún detrimento; o bien que, juzgues poniéndote en lugar
de tu adversario, para que no, por; amor de ti mismo, violes su derecho;
sino que juzgues de su negocio como si fuera tuyo y así sentencies. Y si
esto te parece difícil y cosa de gran empeno, no te extranes. Por esto
declaró todas aquellas bienaventuranzas; para que preparado ya el ánimo de
los oyentes, estuvieran más aptos para captar y aceptar todos los preceptos.
Hay quienes quieren entender al diablo bajo el nombre de adversario; y
juzgan que la sentencia es que no se ha de tener nada común con él acá,
puesto que, una vez salidos de esta; vida, ya no podríamos separarnos de él,
sino que nos conduciría, al inevitable suplicio. Pero a mí me parece que se
trata aquí, de los jueces terrenos y del camino que lleva a los tribunales y
a la cárcel. Pues Cristo, tras de haber exhortado con razones, más altas y
con los resultados para lo futuro, amenaza ahora' mediante la comparación
con los negocios terrenos. Eso mismo que hace Pablo, exhortando al oyente ya
por medio de lo, futuro, ya por medio de las cosas presentes. Así, por
ejemplo, para apartar de la perversidad, presenta al que obra el mal ante el
príncipe terreno bien armado, con estas palabras: Pero si, haces el mal,
teme; porque no en vano porta la espada; pues es ministro de Dios 111 Y
cuando ordena estar sujetos a Dios, pone delante no únicamente la reverencia
debida a Dios, sino' también sus amenazas y su providencia y dice: Es
preciso so meterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia. Y.
esto porque la gente un tanto ruda, como ya dije, suele moverse más a
enmienda por las cosas que se ven y tienen delante.
Por tal motivo, Cristo no trajo a la memoria únicamente la, gehenna, sino
además el juicio y el tribunal y el arrastrar a la cárcel y a la muerte, con
todas sus miserias, cortando por todos estos medios las raíces de los
homicidios. Quien no acomete con injurias, ciertamente no será arrastrado a
juicio, ni prolongará las enemistades: mucho menos llegará jamás a cometer
homicidio. Por aquí además se ve claro que en la ganancia del adversario se
halla nuestra propia ganancia. Quien se muestra conciliador con su
adversario, quedando libre de tribunales y de las miserias de las cárceles,
puede ser mucho más útil a sí mismo. Obedezcamos, pues, al, precepto y no
entremos en querellas ni en pleitos; y esto con tanta mayor razón cuanto que
tales preceptos, independientemente de los premios, llevan en sí mismos
satisfacción y placer.
Si a alguno le parece que más bien son trabajosos y en gran manera pesados,
piense que al obedecerlos obra así por amor a Cristo; y entonces aun lo
molesto se le hará suave. 'Si tal pensamiento tenemos perpetuamente delante,
no experimentaremos ninguna molestia, sino que, al revés, por todos lados
recibiremos grande placer. El trabajo no nos parecerá trabajo, puesto que
cuanto más intenso sea, tanto más se nos hará dulce y suave. De modo que
cuando se te eche encima la costumbre que te empuja al mal; cuando te
acometa la codicia de las riquezas, oponle el raciocinio que a la mano
tienes. Recibiremos gran premio si despreciamos los bienes temporales y sus
goces. Di pues a tu alma: Mucho te contristas porque te privo del placer;
pero alégrate pues te preparo el cielo. No trabajas por los hombres, sino
por Dios. Espera un poco y verás cuán grande ganancia obtienes. Persevera
durante el curso de la vida presente y alcanzarás inefable confianza. Si así
le hablamos y tenemos presente no sólo el peso y la molestia en el ejercicio
de la virtud, sino también la corona que por ella conseguimos, rápidamente
apartaremos el alma de su desidia.
Si el demonio, cuando presenta un placer temporal, a pesar del eterno dolor,
todavía prevalece, y nos vence; cuando al revés atendamos nosotros al cambio
y a que el trabajo es temporal, mientras que el gozo y la utilidad son
inmortales, ¿cómo, podremos excusarnos, si tras de tan grande consuelo no
amamos la virtud? Bástanos como causa y razón del trabajo que tenemos el
estar persuadidos de que todo lo sufrimos por Dios. Si alguno tiene por
deudor al emperador, piensa que tiene en eso un seguro resguardo para toda
la vida. Pues piensa tú ¿cuán seguro estará aquel que al eterno y bondadoso
Dios lo ha hecho deudor de todos sus bienes grandes y pequenos? No me
alegues, pues, el trabajo ni los sudores. Porque no sólo con la esperanza de
los bienes futuros sino también por otros caminos nos facilitará Dios el
ejercicio de la virtud. Por ejemplo, ayudándonos con su auxilio y
patrocinio. Si quieres poner un poco de empeno todo lo demás se te
facilitará.
Quiere el Senor que de tu parte pongas un poco de trabajo, para que así la
victoria también sea tuya. Como un rey quiere que su hijo se presente en las
filas, lance dardos y brille, para poder adscribirle el trofeo, aun cuando
sea él mismo quien lleva todo el peso de la batalla. Igualmente procede Dios
en la lucha contra el demonio. Una sola cosa exige de ti: que demuestres una
sincera enemistad contra el demonio; si esto le das, todo el peso de la
batalla lo llevará él. Cuando te inflamen la ira o la avaricia o cualquiera
otra de las tiránicas enfermedades del alma, al punto él estará presente; y
si ve que tú, aun estando solo, estás preparado y pronto contra el enemigo,
todo lo facilitará y te hará superior al incendio, como lo hizo con los tres
jóvenes del horno de Babilonia; pues tampoco ellos pusieron de su parte otra
cosa que su buena voluntad.
Con el fin, pues, de que nosotros, huyendo aquí del horno del placer
ilícito, escapemos también de la gehenna, día por día meditemos estas cosas;
procuremos llevarlas a la práctica ya por medio de nuestros propósitos de
bien obrar, ya con frecuentes oraciones, alcanzando así la benevolencia de
Dios. De este modo, lo que ahora no nos parece llevadero, se tornará ligero
y fácil y amable. Mientras andamos enredados en malas afecciones, creemos
que la virtud es áspera, difícil, inaccesible y a la perversidad la tenemos
por amable y dulcísima; pero si un poco nos apartamos de los vicios,
entonces la perversidad nos parecerá abominable y deforme y la virtud fácil
y amable. Podemos conocer esto atendiendo a los que fueron varones
esclarecidos por la pureza de su vida. Oye a Pablo que dice ser los vicios,
aun después de la conversión, vergonzosos:?Y qué fruto obtuvisteis entonces
en aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? 112
En cambio, cuando habla de la virtud, la llama cosa fácil y ligera y que por
su misma ligereza es momentánea tribulación y trabajo leve; y se goza en sus
padecimientos y exulta en sus tribulaciones y en las llagas recibidas por
Cristo; y se muestra poseedor de una alta sabiduría. Pues para que nosotros
alcancemos ese estado y en él permanezcamos; y día por día: nos adornemos
con las dichas virtudes; y olvidando los triunfos pasados acometamos las
luchas presentes, sin fallas y siempre, busquemos el premio de nuestra
vocación a los cielos. Ojalá que todo lo consigamos, por gracia y benignidad
de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XVII
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no adulterarás. Pero yo os digo que
todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.
UNA VEZ que terminó de explicar el primer precepto y lo elevó hasta hacerlo
la cumbre de la perfección, procediendo por su orden vino al segundo,
siempre atendiendo a la Ley Antigua. Me dirás que éste no es el segundo
mandato sino el tercero; ya que no fue el primer mandamiento: No matarás,
sino: El Senor tu Dios es el único Senor. 113 Es verdad. Y por lo mismo
tenemos que investigar por qué razón no comenzó por éste Jesús. ¿Cuál fue,
pues, el motivo? Que si por éste hubiera dado principio, habría tenido que
extenderse y entrar en explicaciones acerca de sí mismo. Mas aún no había
llegado el tiempo oportuno para ensenar acerca de sí mismo nada de eso.
Mientras tanto, tuvo un discurso moral para luego, por él y por los
milagros, persuadir a los oyentes de que él era Hijo de Dios. Si antes de
hablar de estas materias y de mostrar sus obras, repentinamente y al punto
hubiera dicho: Habéis oído que se dijo a los antiguos: Yo soy el Senor tu
Dios y fuera de mí no hay otro; pero yo os digo que me adoréis como a Senor,
lo que habría logrado habría sido que lo tuvieran por loco furioso.
Si después de tantas ensenanzas y de tantos milagros y cuando aún no había
enunciado claramente tan alta verdad, lo llamaron endemoniado, al intentar
él, antes de todo lo dicho, llamarse Dios, ¿qué no habrían exclamado? ¿qué
no habrían pensado? En cambio, con reservar para el tiempo oportuno esta
doctrina, se preparó el camino para que muchos fácilmente aceptaran el
dogma. Tal fue la razón de omitir ese primer mandamiento. Más tarde, una vez
que con milagros y con su misma excelentísima doctrina preparó el camino,
entonces poco a poco y despacio, finalmente expuso tan alta verdad. El hecho
de estatuir aquellas leyes o reformarlas con propia potestad, podía ya
llevar al recto conocimiento del dogma a quien atendiera y bien discurriera.
Pues dice el evangelio que estaban estupefactos, porque no ensenaba como los
escribas.
Partiendo de los vicios más generales del hombre, es decir, de la ira y la
concupiscencia (puesto que son los que más ejercen su tiranía sobre nosotros
y son más propios de nuestra humana naturaleza), corrigiólos con suprema
autoridad, como a Legislador convenía; y así los ordenó y arregló. Porque no
se contentó con decir que los adúlteros sufrirán castigo; sino que hizo lo
mismo que había hecho respecto de los homicidas, imponiendo penas aun al
solo mirar impúdico; para que comprendiéramos qué es lo que, además de lo
escrito en la Ley, se nos exige ahora. Y así dijo: Todo el que mira a una
mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. Es decir, quien
acostumbra ver curiosamente los cuerpos bellos y anda a caza de rostros
hermosos, y en eso apacienta su ánimo y en ellos clava la vista, y en las
caras hermosas.
Porque vino Cristo no únicamente a purificar los cuerpos de actos
deshonestos, sino a las almas antes que a los mismos cuerpos. Puesto que es
en él corazón donde recibimos la gracia del Espíritu Santo, ese es el
primero que limpia. Preguntarás ¿cómo podemos librarnos de la
concupiscencia? Muy bien, si queremos, podemos extinguirla e impedirle que
brote. Por lo demás, Cristo aquí no sólo reprueba el acto de la
concupiscencia, sino aun la concupiscencia que nace de la sola mirada. Quien
procura andar viendo rostros hermosos enciende en sí de un modo especial el
horno de este vicio, y sujeta su alma al cautiverio; y pronto caerá con las
obras. Por eso no dijo Cristo: Quien quisiere adulterar, sino: quien mira
para desear. Cuando hablaba de la ira, hizo una distinción anadiendo sin
motivo, sin causa. Aquí en cambio no procede así, sino que en absoluto
prohibió toda concupiscencia; y esto aunque la ira y la concupiscencia nos
sean tan connaturales y nos sean congénitas no sin utilidad. La primera para
castigar a los malvados y enmendar a los perversos; la segunda, para la
propagación del género humano.
Entonces ¿por qué aquí no hizo ninguna distinción? No es así. Si bien
adviertes, verás que hay una suprema distinción. Porque no dijo simplemente:
el que deseare; puesto que puede cualquiera aun habitando en la montana
desear; sino: quien viere para desear. Es decir, aquel que se busca para sí
el deseo. Es decir, aquel que, sin que nadie lo obligue, mete en su alma
tranquila la bestia feroz de la concupiscencia. Porque esto gano es
instintivo movimiento de la naturaleza, sino que proviene de la desidia. Por
lo demás, esto ya estaba prohibido en la Ley Antigua, que decía: No fijes la
vista en la hermosura ajena . 114
Y para que nadie alegara y dijera: !Bueno! Pero ¿si yo veo y no caigo en la
red? Te prohibe Cristo la mirada con el objeto de que no te fíes y mediante
la mirada caigas luego en el pecado. ¿Y qué si veo y deseo pero no paso a la
obra? A pesar de esto serás contado entre los adúlteros. Sentencia es del
Legislador y no investigues más. Si así miras, una, dos, tres veces, podrás
contenerte; pero si con frecuencia lo haces, y enciendes el horno,
ciertamente quedarás cogido en la red, pues no constituyes una excepción de
la humana naturaleza. Cuando vemos a un nino con una espada, aunque aún no
lo veamos herido, sin embargo, lo azotamos y le prohibimos que la ande
manejando: así el Senor prohibe las miradas impúdicas aun antes de que se
llegue a las obras, no sea que se llegue hasta ellas. Quien así enciende la
llama, aun estando ausente la mujer a quien miró, con frecuencia se forma
fantasías de cosas torpes y de semejantes imágenes con frecuencia también
pasa a las obras. Por esto, Cristo quita de en medio aun el coito que el
animo se imagina.
?Qué dirán aquellos que en sus casas conviven con vírgenes? 115 Conforme a
este precepto, serán reos de infinitas fornicaciones, Pues cada día
contemplan a esas doncellas encendidos en deseos. Job desde el principio se
puso esta ley y se abstuvo de semejantes miradas. Ciertamente después de las
miradas la batalla es más difícil, que es no gozar de lo que amas. Ni es tan
grande el placer recibido con las miradas cuanto lo es el dano que se
experimenta por el acrecentarse los deseos; y así se da al demonio ocasión
.y espacio mayor para causarnos mal: no podremos resistirlo una vez que lo
hemos introducido en lo íntimo de nuestro corazón y le hemos abierto de par
en par nuestro animo.
Dice, pues, Cristo: No adulteres con la vista y no adulterarás en tu
corazón. Hay otros modos de mirar como son los que tienen los varones
castos. Por eso Cristo no prohibió en absoluto las miradas, sino las miradas
con mal deseo. Si no hubiera sido esta su intención, habría dicho
simplemente: todo el que mira a una mujer. Pero no dijo así, sino quien la
ve con mal deseo y con semejante vista se deleita. No te dio Dios los ojos
para que te lleven a la fornicación; sino para que viendo las criaturas
alabes y admires al Creador. De manera que así como puede suceder que
inconvenientemente te aíres, así puede suceder que inconvenientemente mires,
como cuando miras movido de la concupiscencia. Si quieres mirar y juntamente
deleitarte, pon los ojos en tu esposa yámala con perpetuo carino: ninguna
ley te lo prohibe. Pero si quieres contemplar ajena hermosura con fea
curiosidad, hieres a tu esposa al volver hacia otra tus ojos y también
hieres a la que miras ilícitamente si es que ilícitamente la tocas. Y por
cierto, aun cuando con tu mano no la toques, pero ya la tocaste con tus
ojos, lo cual se te cuenta por adulterio.
Por otra parte, semejante adulterio, aun antes del castigo que ya tiene
senalado, trae consigo otro suplicio no menor. Porque, llena tu interior de
turbación y desarreglo: grande tempestad se levanta; gravísimo dolor se
presenta; y quien tal padece no queda en mejores condiciones que los que
están cenidos con cadenas y ataduras. Además, la que tal dardo te lanzó, con
frecuencia desaparece; pero en ti permanece la herida. O por mejor decir, no
fue ella la que te lanzó el dardo; fuiste tú mismo quien te causaste la
llaga mortal por haber mirado impúdicamente. He dicho esto para que no
acuses a las mujeres honestas. Pero si alguna en tal forma se adorna que
atraiga las miradas de los transeúntes, aun cuando a ninguno de ellos lo
atraviese con sus dardos, sin embargo, sufrirá horrendos castigos. Pues
cuanto fue de su parte, preparó la bebida y combinó el veneno, aun cuando no
haya ofrecido la copa. Más aún: !ya la ofreció, aun cuando nadie la haya
acercado a sus labios! ¿De modo que Cristo habla aquí también para las
mujeres? !Cierto que sí! Pues en todas partes él legisla en común para
todos, aun cuando parezca dirigirse a solos los hombres. Al hablar a la
cabeza es indudable que amonesta a todo el cuerpo. El sabe que hombre y
mujer son un solo viviente y nunca los separa en géneros.
Pero si quieres escuchar en especial la reprimenda dirigida a las mujeres,
oye a Isaías que dice muchas cosas contra ellas y acusa su vestido, su
aspecto, su modo de andar, sus túnicas que arrastran hasta la tierra, sus
danzas lascivas, sus cuellos muellemente encorvados. 116 Y juntamente
escucha al bienaventurado Pablo, quien les puso muchas leyes acerca del
vestido, de sus adornos de oro, de sus cabellos entretejidos en peinados, de
su molicie y de otras cosas semejantes, corrigiendo severamente a su sexo.
117 Por su parte Cristo, hablando oscuramente en lo que sigue, declara lo
mismo. Pues al decirnos: arranca, corta lo que te escandaliza, demuestra su
ira santa excitada contra ellas. Por eso anadió: Si pues tu ojo derecho te
escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti. Para que no te excusaras diciendo:
pero si es parienta mía, si la unen ciertos lazos conmigo. Para eso dijo
esto. En forma alguna se refería a los miembros materiales de tu cuerpo, ya
que nunca afirmó que los pecados fueran cosa de los miembros ni de la carne
material: su acusación atane siempre a la voluntad perversa. No es tu ojo el
que quiere ver, sino tu pensamiento y tu ánimo. Así con frecuencia sucede
que, vueltos nosotros hacia otro lado, el ojo ve a los que están presentes.
De manera que la totalidad del acto no puede atribuirse al ojo.
Además, si se refiriera a los miembros materiales, no hablaría de solo el
ojo derecho, sino de ambos. Porque quien es escandalizado por el ojo
derecho, lo será también sin duda por el izquierdo. Entonces ¿por qué dijo
el ojo derecho y también hizo referencia a la mano derecha? Para que veas
que no se refiere a los miembros, sino a las personas que están unidas a
nosotros con los vínculos de la amistad. Como si dijera: si amas a alguno
tanto como a tu ojo derecho; o lo juzgas tan útil como tu mano derecha, si
ese tal te dana en algo, córtalo. Y nota' bien la fuerza de la palabra, pues
no. dijo apártate; sino arráncalo y arrójalo de ti, indicando así la total
separación. Y como la orden fue tan severa, nos ensena que para ambas partes
resulta ganancia, es decir, del lado de los buenos como del lado de los
malos, insistiendo en la misma metáfora. Porque dice: Porque mejor te es que
perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la
gehenna. Puesto que ni a sí mismo se conserva el dicho miembro y te pierde a
ti consigo ¿qué género de humanidad puede ser que ambos os perdáis cuando
bien se puede, separaros mutuamente y que uno al menos se conserve?
Entonces ¿por qué Pablo optaba ser anatema? No quería serlo de tal modo que
de ello ninguna ganancia se siguiera, sino con el objeto de salvar a otros.
En nuestro caso el dano es de ambos. Por eso no dijo simplemente Cristo:
arráncalo, sino además: arrójalo de ti; de tal manera que jamás lo vuelvas a
tomar mientras permanezca como es. Haciéndolo, lo libras de un castigo mayor
y tú también te apartas de la ruina. Mas, para que mejor veas la utilidad de
la ley, si te parece examinemos en el cuerpo lo dicho. Si fuera necesario
conservar un ojo y así ser arrojado a una fosa y perecer; o bien, sacado el
ojo, salvar el resto del cuerpo ¿no escogerás tú esto último? No hay quien
no lo afirme. Porque eso no sería aborrecer el ojo, sino amar más a todo el
cuerpo.
Aplica esto a, los varones y a las mujeres. Si el que te hirió por su
amistad permanece incurable, una vez separado, te libra de todo dano, y él
mismo se libra de mayores crímenes y no tendrá luego que dar razón
juntamente con sus pecados de tu ruina. ¿Observas de cuánta mansedumbre y de
cuán grande providencia está llena la ley? ¿Ves cuánta benignidad contiene
esa que a muchos les parece nimia severidad? Pues oigan esto los que corren
a los teatros y diariamente se convierten en adúlteros. Si la ley ordena
arrancar de sí aun al allegado por parentesco, si es que hace dano ¿qué
excusa pueden tener los que, permaneciendo en el teatro atraen hacia sí a
sujetos extranos y desconocidos y ellos mismos se buscan implícitas
ocasiones de ruina? Porque Cristo no sólo no consiente miradas impúdicas,
sino que, pues ha demostrado los danos de ellas, amplía luego el alcance de
la ley y ordena cortar y arrojar de sí a quien nos dana. Esto Cristo lo ha
establecido como ley; El mismo que incontables veces nos habló de la
caridad, a fin de que por ambos lados conozcas su providencia y cómo de
todas maneras busca tu utilidad.
También se ha dicho: el que repudia a su mujer déle libelo de repudio. Pero
yo os digo que quien repudia a su mujer -excepto el caso de fornicación- la
expone al adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
Como veis, no pasa adelante sin haber antes enteramente clarificado el recto
sentido de lo anterior. Y así nos muestra ahora una nueva especie de
adulterio. ¿Cuál? Era ley antigua que quien por cualquier motivo odiara a su
mujer, la repudiara mas no se le prohibiera casarse con otra. No que la ley
simplemente lo ordenara, sino después de dar libelo de repudio a su mujer,
de modo que ya no pudiera ella volver a él y así quedara una como figura del
matrimonio. Pues si aquella ley no hubiera establecido esto y le hubiera
sido lícito al varón repudiar a su mujer y tomar otra y luego volver a
recibir a la primera, tenía que seguirse una gran confusión, por recibir
alternadamente todos mujeres de otros, lo que habría sido manifiesto
adulterio.
Escogió, pues, la ley un medio que producía no pequeno consuelo, con exigir
el libelo de repudio. Pero además se hizo esto para evitar una maldad mayor.
Pues si la ley hubiera exigido que el varón retuviera a la que odiaba, sin
duda luego le habría dado muerte, pues tales eran los temperamentos judíos.
Los que ni a sus hijos perdonaban y mataban a los profetas y derramaban la
sangre como agua, mucho menos habrían perdonado a sus mujeres. De modo que
la ley permitió lo que era menos malo, para evitar lo que era un mal mayor.
Por otra parte, esta ley no era de las importantes y esenciales. Oye cómo lo
dice el Salvador: Por la dureza de vuestro corazón os lo Permitió Moisés.
118 Prefirió que las echarais de la casa a que las matarais allá adentro.
Ahora bien: Habiendo Cristo suprimido toda ira, no sólo vedando el
asesinato, sino además prohibiendo el airarse, fácilmente vino a establecer
esta ley. Por esto siempre trae a la memoria las primeras palabras, para
manifestar que no dice cosas contrarias a la Ley Antigua, sino tales que con
ella consuenan. La amplía, no la destruye; la corrige, pero no la anula.
Advierte cómo continúa refiriéndose al varón, pues dice: Quien repudia a su
mujer la expone al adulterio; y quien desposa a la repudiada comete
adulterio. De manera que el varón, aun cuando no se despose con otra, por el
mismo hecho se hace reo de adulterio, pues expone a su mujer repudiada al
adulterio. Y si se desposa con otra, personalmente es adúltero. Ni me
objetes que él la dimitió; pues aun dimitiéndola sigue siendo esposa del
dimitente. Y luego, para no hacer con esto más arrogante a la mujer,
echándolo todo sobre el dimitente, cierra la puerta a otro, si quiere
recibirla, diciéndole: Y el que despose a la dimitida comete adulterio. De
este modo hace recatada a la esposa aun contra la voluntad de ella y le
cierra la entrada con otro varón y no le da ocasión de ficciones y
disimulos.
Entendiendo la mujer que en todo caso le es necesario tener el esposo que
desde el principio le tocó en suerte; y que si sale de aquella casa no tiene
ya más donde refugiarse, aun a pesar suyo se verá obligada a amar a su
esposo. Y si Cristo nada de esto dice directamente a la esposa, no te
extranes, puesto que la mujer es de sexo más débil. Por eso, una vez que
ella ha sido repudiada, cuando pone temor a los varones con varias amenazas,
por el hecho mismo corrige también a las esposas. Es como si alguno tuviera
un hijo licencioso, tras de despedirlo de su casa, luego castigara a quienes
lo habían vuelto licencioso y les vedara volver a visitarlo o conversar con
él. Si esto te parece oneroso, recuerda lo que dijo anteriormente, cuando
predicaba a sus oyentes las bienaventuranzas; y encontrarás que eso no es
imposible, sino fácil. El manso, el pacífico, el pobre de espíritu, el
misericordioso ¿cómo van a repudiar a sus esposas? Quien anda reconciliando
a otros ¿cómo va a querellar a su mujer?
Pero también por otro camino Cristo hace ligera su ley, pues deja un modo de
repudio cuando dice: Excepto el caso de fornicación. Se mantiene dentro de
la conveniencia. Si ordenara al varón retener, aun en este caso, a su mujer,
mezclada con otras, de nuevo caería el hombre en el caso de adulterio. ¿Adviertes cuán bien trabado está todo? Porque quien no ve con miradas
impúdicas a la esposa de otro, no caerá en fornicación; y si no cae en
fornicación él, no dará ocasión al otro para dimitir a su esposa. Por eso
libremente la obliga y le confirma el temor, y amenaza con graves peligros
al esposo para el caso de dimitirla, pues lo hace reo de fornicación de la
dimitida. Y para que no creas que cuando dice: arranca tu ojo, se refiere
incluso a tu esposa, oportunamente anade esta precaución de poner un modo y
sólo un modo de repudio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás, antes
cumplirás al Senor tus juramentos. Pero yo os digo que no juréis de ninguna
manera.?Por qué no trató enseguida del hurto, sino que lo pasó en silencio y
vino a decir acerca del falso testimonio? Porque quien roba, seguramente que
en algún tiempo y de algún modo habrá jurado. Pero quien no sabe jurar ni
mentir, con mayor razón se abstendrá del hurto. De manera que por este
camino también corrige el hurto, porque la mentira se deriva del hurto. Y ¿qué significa: antes cumplirás al Senor tus juramentos? Quiere decir que
cuando juras lo hagas con verdad. Pero yo os digo que no juréis de ninguna
manera. Y para apartarlos más y más y que no tomen el nombre de Dios en los
juramentos, dice: Ni por el cielo, pues es el trono de Dios: ni por la
tierra, pues es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es la ciudad
del gran Rey. Toma de nuevo expresiones de los profetas, y demuestra que no
los contradice; porque tenían los judíos la costumbre de jurar por esas
cosas, como se demuestra también por el final de este evangelio.
Considera por tu parte de dónde levanta los muros para la defensa de
semejante prohibición: no los toma de su propia naturaleza, sino del amor de
Dios a sus criaturas; aunque expresado en una forma humilde y acomodada a
nuestra inteligencia. Grande era el poder de la idolatría. Pues bien: para
que no pareciera que los elementos debían ser honrados por su propia
naturaleza, puso la causa que acabamos de decir y los traspasó a la gloria
de Dios. Porque no dijo: por ser el cielo hermoso y grande; ni por ser la
tierra útil; sino porque aquél es el trono de Dios y ésta el escabel de sus
pies: así empujaba a todos por todas maneras a la contemplación del Senor.
Ni por tu cabeza porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o
negro. Enseguida, por tanto, sin atender al hombre ni admirarlo, anadió que
no se ha de jurar por su cabeza; Pues de lo contrario, habría que adorar al
hombre. Sino que, dando la gloria a Dios y explicando cómo ni tú mismo eres
dueno de ti, deja ver cómo tampoco lo eres de los juramentos que hagas por
tu cabeza. Si nadie cede su hijo a otro, mucho menos Dios te dará la
paternidad de sus propias obras. Aun cuando tu cabeza sea tuya, sin embargo,
es propiedad de otro; y tan lejos estás de ser su dueno que ni aun mínimas
cosas puedes obrar en ella. Porque no dijo: no puedes hacer brotar un
cabello, sino ni siquiera mudar la cualidad de un cabello.
?Qué se hace entonces, preguntarás, si alguno exige el juramento y le parece
necesario? Que el temor de Dios sea más poderoso que la necesidad. Porque si
te das a oponer semejantes motivos, acabarás por no guardar ninguno de los
preceptos. También acerca de la esposa opondrás que es rijosa y gastadora. Y
de tu ojo derecho dirás: ¿qué puedo hacer si lo amo y por eso voy a ser
condenado al fuego? Y acerca de las miradas impúdicas ¿puedo yo acaso no
ver? Y del irritarte contra tu hermano: pero, si por carácter soy violentó y
no puedo contener mi lengua. Y por ese camino pisotearás todos los preceptos
enumerados.
Pues bien: en las leyes humanas no te atreverías a poner semejantes
objeciones, ni aun a mencionarlas y decir: pero bien: ¿si esto, si aquello?
Lo que haces es aceptarlas de buena o de mala gana. Por el contrario, si
observas los mandamientos nunca padecerás violencia. Pues quien ha oído las
bienaventuranzas y ha conformado su vida así como Cristo quiere, nunca
sufrirá violencia de parte de nadie, porque resultará ante los hombres
admirado y honorable. Sea vuestra palabra sí, sí; no, no. Todo lo que pase
de esto del Malo procede. Pero ¿qué es lo que se llama superfluo después del
sí o el no? El juramento, no el perjurio. Porque el perjurio es claramente
malo y nadie hay que no sepa que procede del Malo y que no es superfluo,
sino simplemente malo. Superfluo es lo que redunda y se anade de más; y así
es el juramento. Mas ¿por qué se afirma que viene del Malo? Y si es malo ¿por qué estaba ordenado en la Ley Antigua? La misma objeción podrías poner
respecto a la mujer: ¿por qué ahora se tiene como fornicación lo que antes
estaba permitido? ¿Qué responder a esto? Que todo eso se dijo en la Ley
Antigua en gracia de la debilidad de los legislados. También es cosa indigna
que se dé culto a Dios con la grasa quemada de las víctimas, como es indigno
de un filósofo balbucir. Ahora, cuando la santidad se ha elevado hasta su
perfección, aquello antiguo se reputa adulterio y es del Malo el jurar.
Y no es que aquellas leyes del comienzo provinieran del demonio, pues no
habrían podido producir tanto provecho. Desde luego, si ellas no hubieran
precedido, las nuevas no habrían sido aceptadas con tanta facilidad. No
exijáis pues a las leyes aquellas una fuerza grande ahora que su uso ha ya
pasado: aquéllas las pedía el tiempo aquél. Más aún, si lo prefieres,
todavía lo pide el tiempo de ahora. Porque la fuerza de aquellas leyes se
demuestra precisamente por donde más se las acusa. Su mayor alabanza es que
ahora aparezcan así. No aparecerán útiles si antes no nos hubieran nutrido y
nos hubieran hecho capaces para recibir las otras más perfectas. Como sucede
con los pechos femeninos. Una vez que han cumplido con su oficio y el nino
pasa a la mesa de los mayores, ellos parecen inútiles; y no lo son aunque
los papás, que anteriormente los juzgaban necesarios para el nino, luego les
dedican infinitas sornas y chistes; y aun muchos los burlan no sólo con
palabras, sino que los untan con amargos ungüentos para ver si acaso así los
pechos mismos quitan al nino el anhelo de mamarlos, cuando las solas
palabras no han logrado apartarlo de ellos. Pues del mismo modo Cristo
afirmó que aquella redundancia provenía del Malo, no para indicar que la Ley
Antigua fuera del demonio, sino para apartar con mayor vehemencia a los
hombres de aquellas antiguas y más bajas observancias.
Así habló a los discípulos. Pero a los judíos obcecados y aferrados a lo
antiguo, con el temor de la cautividad, como con una cosa amarga, les vedó
el acceso a .la ciudad de Jerusalén. Y cuando ni aun esto pudo apartarlos,
sino que anhelaban siempre lo antiguo, al modo de ninos que buscan los
pechos maternos, finalmente les ocultó la ciudad destruyéndola y dispersando
a muchos de ellos y llevándolos allá lejos. Hizo al modo de muchos que a los
ternerillos, apartándolos de las vacas y encerrándolos, mediante el
transcurso del tiempo los acostumbran a prescindir de la leche que solían.
En realidad, si la Ley Antigua fuera obra del demonio, no habría apartado de
la idolatría, sino al revés, habría lanzado a ella; puesto que eso era lo
que el demonio intentaba. Pero ahora podemos ver que ella hizo todo lo
contrario. El juramento se instituyó en el Antiguo Testamento para evitar
que los judíos juraran por los ídolos. Pues dice: Jurad por vuestro Dios.
119 De manera que no fue poco el fruto de la Ley, sino mucho. Sin embargo,
fue necesaria la venida del Salvador para un alimento más sólido. Entonces
el jurar ¿no proviene del Malo? Proviene en verdad del Malo, pero esto es
ahora tras de alta sabiduría y virtudes, no entonces. Preguntarás ¿cómo una
misma cosa puede ser ahora buena y ahora no? Pues yo afirmo lo contrario: ¿cómo puede una cosa ser ahora buena y ahora no cuando lo están gritando
todos los seres, las artes, los frutos y todo lo demás?
Puedes advertirlo en la misma naturaleza. En la primera edad es buena la
gestación; más tarde sería danosa. Usar de blandísimos alimentos es bueno al
comienzo de la vida; pero más tarde sería horroroso. A los principios es
útil y saludable ser alimentado con leche y recurrir a los pechos; pero más
tarde sería muy pernicioso y causaría enfermedad. ¿Ves, pues, cómo unas
mismas cosas, según los tiempos, son buenas pero luego ya no lo son? Que un
nino porte un manto de nino, le resulta decoroso; pero ese manto para un
varón sería reprensible. ¿Quieres ver esto mismo por sus contrarios y cómo
lo que a un adulto le conviene a un nino no le conviene? Viste a un nino con
un manto de hombre y todos lo burlarán, y él al caminar se pondrá en
peligro, teniendo que volverse y revolverse de un lado a otro. !Bueno!
!encarga a un nino los negocios civiles, el comercio, la agricultura! !Todos
lo tendrán por ridículo!
Mas ¿para qué alego estas cosas? El asesinato mismo que todos afirman ser
claramente invento del demonio, si a su tiempo se practica, obtiene para
Finés el honor del sacerdocio. Y que el homicidio sea cosa del demonio oye
cómo lo dice Cristo: Vosotros queréis hacer obras de vuestro padre. El es
homicida desde el principio. 120 Y sin embargo, homicida fue Finés y le fue
reputado esto a justicia. 121 Y Abraham no sólo fue homicida, sino matador
de su hijo, lo que es peor, y así agradó más a Dios. Dos homicidios cometió
Pedro, y sin embargo lo que hizo fue gracia espiritual. 122
No nos fijemos, pues, simplemente en el hecho, sino examinemos además el
tiempo, el motivo, la voluntad, la diferencia de personas; y profundicemos
cuidadosamente todas las circunstancias que se juntan. No hay otro modo de
llegar a la verdad. Si queremos conseguir el reino eterno, pagamos algo más
de lo ordenado por la Ley Antigua, pues no podremos por otro camino alcanzar
los bienes celestes. Si apenas llegamos a la medida de los antiguos,
quedaremos fuera de la puerta. Porque dice Cristo: Si vuestra justicia no
supera a la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los
cielos.
Y sin embargo, a pesar de semejante amenaza, todavía hay quienes no superan
aquella justicia, sino que se quedan muy atrás. Porque no sólo no evitan los
juramentos, sino que aun perjuran. No sólo no evitan las miradas impúdicas,
sino que incluso se lanzan al pecado de obra y se atreven impunes a todo lo
prohibido; y no hacen sino esperar el día del castigo, cuando, a causa de
sus pecados sufrirán penas horribles. Pues no queda otra suerte para quienes
pasan su vida en perversidades. De semejantes hombres hay unos que
desesperan y no se puede esperar de ellos otra cosa sino el castigo. Otros
hay, en cambio, que viven acá aún y pueden combatir, vencer, ser coronados.
No desesperes, pues, oh hombre, ni pierdas tu buena presteza para el bien.
No son cosas pesadas las que se mandan. Pregunto yo: ¿qué trabajo hay en
evitar el juramento? ¿acaso lleva consigo gastos de dinero? ¿acaso sudores y
trabajos? Basta con que lo quieras y todo está hecho. Y si me objetas la
costumbre, por esa misma razón arguyo que es fácil la enmienda. Toma otra
costumbre y todo lo habrás logrado. Considera que hay muchos entre los
gentiles que siendo tartamudos, mediante la continua aplicación esforzada,
corrigieron ese defecto de la lengua; y otros que con frecuencia
inconveniente movían y agitaban los hombros, con una espada suspendida
encima se enmendaron. 123 Y me veo obligado a exhortaros con ejemplos del
siglo, pues no obedecéis a las Sagradas Escrituras. Así lo hacía Dios con
los judíos.
Les decía: Id hasta las islas de los de Kittim y ved; mandad a Cedar e
informaos bien, a ver si sucedió jamás cosa como ésta. ¿Hubo jamás pueblo
alguno que cambiase de dios, con no ser dioses? 124 Más aún: con frecuencia
remite a los irracionales y dice: Ve, oh perezoso, a la hormiga; mira sus
caminos y hazte sabio. O: ve a la abeja. 125 Pues lo mismo os digo yo ahora.
Considerad a los filósofos griegos, y comprenderéis de cuán grave suplicio
son dignos quienes quebrantan las leyes divinas. Ellos por unos humos de
honores, sufrieron innumerables trabajos, mientras que vosotros, ni por los
bienes celestiales queréis mostrar la diligencia que ellos mostraron. Y si
después de esto me alegares que es cosa dura cortar la costumbre, aun para
quienes son muy cuidadosos, lo confieso. Pero anado que así como es fácil
ser vencido y ser enganado, así también es fácil enmendarse. Si pones en tu
casa muchos guardas, como son tu mujer, tus siervos, tus amigos, y todos te
empujan y exhortan, fácilmente dejarás la antigua costumbre.
Si por solos diez días perseveras en hacer esto, no necesitarás más largo
plazo. Puedes estar seguro. Porque la opuesta y buena costumbre va echando
firmes raíces. Cuando empieces a corregir este vicio, aunque una y otra vez
traspasases la ley, o tres veces o veinte, no desesperes, sino levántate y
sigue en el mismo cuidado; y pronto vencerás del todo. 'No es leve mal el
perjurio. Si jurar proviene del Malo, el perjurio ¿a qué castigos no estará
expuesto? ¿Alabáis lo que digo? Pero yo no necesito de aplausos ni de
vocerío y tumulto. Una sola cosa quiero: que tras de oír con paz -e
inteligente atención lo que se dice, luego lo pongáis por obra. Esto me
basta en lugar de los aplausos y alabanzas.
Si oyes lo que se dice, pero no haces lo que alabas, el castigo será mayor,
más grave la acusación, y a nosotros nos quedará la vergüenza y la burla.
Porque no es esto un teatro; no estáis viendo comediantes, para que os
contentéis con aplaudir. Esta es una cátedra espiritual. No queda pues sino
un empeno: que llevéis a la práctica lo que se os dice y con las obras
demostréis vuestra obediencia. Entonces lo habremos logrado todo. Pero tal
como van las cosas, casi me veo obligado a desesperar. No he cesado de
aconsejar lo mismo a quienes en privado han ido a visitarme y también en las
reuniones a vosotros os lo he dicho; pero hasta ahora no veo que haya
cosechado ningún fruto. Os veo que aún estáis apegados a los rudimentos
primeros y antiguos: cosa que podría engendrar en mí un gran cansancio y
fastidio en el ensenar.
Observa cómo Pablo esto mismo lo lleva pesadamente: esto, digo, de que sus
oyentes permanecieran por mucho tiempo en el grado correspondiente a la
disciplina antigua. Pues dice: Pues los que después de tanto tiempo debíais
ser maestros, necesitáis que alguien de nuevo os ensene los primeros
rudimentos de los divinos oráculos. 126 Por la misma razón también nosotros
lloramos y nos dolemos. Pero si viere yo que perseveráis en esa costumbre,
finalmente cesaré y os cerraré la entrada al divino templo y a la
participación de los sagrados misterios, como se hace con los fornicarios y
adúlteros y los acusados de homicidio. Es mejor ofrecer a Dios las
acostumbradas oraciones con dos o tres que guardan sus leyes, que no andar
haciendo estas reuniones de gente perversa que corrompe a los demás. Y que
no se ensoberbezca ni enarque las cejas ningún rico, ninguno de los
principales. Semejantes actitudes son para mí como sombras y suenos. Al fin
y al cabo, ninguno de los que en este siglo son más ricos, me patrocinará
cuando sea acusado y tenga que justificarme ante el tribunal eterno, de no
haber defendido con la debida vehemencia los divinos preceptos.
Esto fue, esto fue lo que perdió al admirable anciano -me refiero a Helí-
aunque por lo demás, había llevado una vida irreprensible. Mas, como viera
pisoteados los preceptos de Dios y no atendiera a corregirlos, fue castigado
juntamente con sus hijos, y hubo de padecer grave tormento. Si pues en ese
caso en que tan grande poder tenía la naturaleza y consanguinidad, ese varón
que no usó con sus hijos de la debida severidad, tan reciamente fue
castigado ¿qué perdón podemos tener nosotros ni esperar, no teniendo esos
lazos 'de parentesco, si a pesar de eso todo lo echáramos a perder por
adularos?
Os ruego, pues, que no os perdáis y nos perdáis, sino que obedezcáis; y
poniéndoos vosotros mismos infinitos observadores y admonitores, os liberéis
de la costumbre de los juramentos; a fin de que, partiendo de ésta,
consigáis las demás virtudes con gran facilidad y lleguéis a gozar de los
bienes futuros. Ojalá todos los consigamos, por gracia y benignidad del
Senor nuestro Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XVIII
Oísteis que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No
resistáis al malvado; y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale
también la otra; y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica,
dale también el manto. (Mt 5, 38-40).
?VES cómo, cuando te ordenaba extraer tu ojo si te escandalizaba, no hablaba
del ojo material, sino de quien unido a nosotros con la amistad, nos hace
dano espiritualmente y nos arroja al abismo de la ruina? En verdad, el Senor
que tamana hipérbole usa en este pasaje, y no nos permite ni arrancar el ojo
de quien nos ha arrancado el nuestro ¿cómo podía sancionar que personalmente
nos arrancáramos los ojos?
Y si alguno acusa a la Ley Antigua porque ordenaba en tal forma vengarse, me
parece que ignora la sabiduría que a un Legislador absoluto conviene, lo
mismo que las circunstancias de los tiempos y la utilidad que de la suavidad
se sigue. Si pensaras qué clase de gente era la que tenía que oír eso y en
qué estado de ánimo se encontraba y en qué ocasión recibió semejantes
ordenanzas, alabarías grandemente la sabiduría del Legislador y verías cómo
es uno y el mismo el autor de aquellas antiguas leyes y de estas nuevas, y
cómo las prescribió con grande provecho y a su tiempo oportuno. Si allá a
los comienzos hubiera dado leyes tan altas y sublimes, los oyentes no
habrían aceptado ni las unas ni las otras. En cambio, por haber establecido
ambas en su oportunidad, mediante ambas ensenó al orbe todo.
Por otra parte, no estableció que mutuamente nos saquemos los ojos, sino al
revés: que nos abstengamos de hacerlo. La amenaza de la venganza que se
debía tomar, reprimió el ímpetu del ánimo dispuesto a injuriar. De este
modo, poco a poco, va inculcando grandes virtudes, al ordenar al ofendido
que tome venganza igual a la ofensa. A la verdad, mayor castigo merecía el
que se adelantara en acometer semejantes crímenes, como lo exige la ley de
la justicia. Pero quería el legislador templar la justicia mediante la
benignidad, y así condena al que tiene un crimen mayor a un castigo menor; y
de paso nos ensena a tener gran moderación cuando algo padecemos.
Una vez que hubo presentado y leído entera la Antigua Ley, enseguida
demostró que quien tal cosa hubiere hecho no es un hermano, sino un
perverso; y por esto anadió: Pero yo os digo que no resistáis al perverso.
No ordenó que no resistiéramos al hermano, sino al perverso, indicando de
este modo que semejante crimen lo había cometido a instigación del Perverso.
Al mismo tiempo quitaba y arrancaba gran parte de la ira que hubiéramos
concebido contra quien semejante injuria nos hubiera hecho, con echar la
culpa de ella al otro Malo.
Preguntarás: ¿entonces debemos resistir al Perverso? !Sí, debemos! Pero no
de aquel modo, sino del que Cristo nos ordena. Es decir, estando preparados
a soportar las injurias, pues por este camino lo vencerás. No se apaga el
fuego con fuego, sino con agua. Y para que veas que aun en el Antiguo
Testamento, quien sufría era quien llevaba la victoria y era coronado,
examina los casos y encontrarás que fue siempre el preferido. Porque se ve
que quien fue el primero en arrancar el ojo al otro, en realidad arrancó dos
ojos: el del prójimo y el propio. Con razón, pues, todos aborrecen a ese tal
y se le persigue y abundantemente se le acusa.
En cambio, el ofendido, aparte de que es vengado con una pena igual impuesta
al ofensor, se encuentra con que no ha hecho mal al otro. Por lo cual
razonablemente encuentra muchos que lo compadezcan, como a hombre sin culpa,
aun cuando de hecho se hubiere seguido la venganza. De modo que en último
resultado, en ambos es igual la desgracia, pero no lo es la gloria ni ante
Dios ni ante los hombres. Y por tal motivo tampoco la calamidad para
adelante es la misma. Por eso dijo Cristo al principio: Quien sin motivo se
irrita contra su hermano y lo llama fatuo, será reo del fuego de la gehenna.
Pero en este pasaje exige mayor virtud aún. Porque no sólo manda que quien
tal injuria recibe permanezca quieto, sino que incluso se adelante a quien';
lo hiere en los buenos servicios, presentándole la otra mejilla, Claro está
que lo dice no únicamente por este caso, sino dando una ley universal y
ensenándonos el comportamiento semejante para las demás ocasiones.
Así como cuando dice: el que llama a su hermano fatuo será reo del fuego de
la gehenna, no se refiere exclusivamente a la palabra misma, sino a todo
género de injurias, así aquí legisla no únicamente para que si se nos
abofetea llevemos con mansedumbre la injuria, sino para que no nos turbemos
cuando suframos otra injuria cualquiera. Por esto escogió de la Antigua Ley
lo que parece ser extremo en las injurias, y en la Nueva Ley lo que todos
consideraban como lo más injurioso, que son; las bofetadas. Y legisló así
teniendo en cuenta a la vez al que golpea y al herido. Armado con esta
virtud y doctrina, el herido no pensará haber sufrido nada grave, pues eso
no tendrá sentido alguno de injuria; y así se habrá como quien está en un
certamen y no como simplemente herido. Y el injuriante, avergonzado, no
repetirá el golpe aun cuando sea más feroz que una bestia salvaje; y aun se
acusar, a sí mismo por el golpe primero.
Nada hay que tanto reprima a los que golpean, como la mansedumbre de los
golpeados. De manera que el golpeado no solamente contiene el ímpetu del que
golpea para que no pase adelante, sino que de hecho lo hace arrepentirse, y
que, admirado de la moderación del otro, se aparte. Y aun hace a veces de
los enemigos, amigos y aun familiares y servidores. Por el contrario, la
venganza tornada, produce los efectos al revés: cubre de oprobio a ambos
contendientes y los vuelve peores y más les excita la llama de la ira y con
frecuencia, yendo adelante el dano, se llega hasta el asesinato.
Por tal motivo, ordena Cristo que no se irrite el golpeado, sino que aun
llene las ansias del que lo hiere, para que no parezca que ha recibido
contra su voluntad el golpe primero. De este modo hiere al impudente con una
herida más ejecutiva que si con la espada lo hiriera y lo hace más moderado.
Y al que quiera litigar contigo y quitarle la túnica, déjale también el
manto. Quiere Cristo que no sólo en referencia a los golpes, si o también a
los dineros, se demuestre semejante mansedumbre. Por lo mismo, usa de nuevo
de una hipérbole semejante a la anterior. Ahí ordena vencer padeciendo; aquí
cediendo aún más allá de lo que el ladrón esperaba. Ni lo dijo así
simplemente, sino puso un aditamento. No dijo da el manto a quien te lo
pida; sino: Al que quisiere litigar contigo. Es decir, al que te arrastre a
los tribunales y te cause molestias. Así como antes, habiendo dicho: no
llames fatuo a tu hermano, no te irrites neciamente, luego exigió algo más
ordenando presentar la otra mejilla, así aquí, tras de haber dicho: Ponte de
acuerdo con tu adversario, anadió, enseguida, algo más grave. Porque no
ordena solamente que al ladrón se le dé lo que nos quiere quitar, sino que
se le muestre una liberalidad mayor.
Preguntarás: pero entonces ¿tengo que andar desnudo? Jamás andaríamos
desnudos si tal precepto cumpliéramos. Al revés, andaríamos con mayor
cantidad de vestidos que muchos otros. En primer lugar porque nadie, en
semejante disposición de ánimo, nos acometería. En segundo lugar, si alguien
hubiera tan feroz e inhumano que así nos acometiera, y que a tales términos
llegara, se encontrarían muchos otros que a un hombre de tan altísima virtud
lo cubrieran no digo ya con vestidos, sino, si fuera posible, desnudándose
de su propia carne.
Pero aun en el caso de que por ejercitar semejante virtud tuviéramos que
andar desnudos, no sería eso nada vergonzoso. Desnudo anduvo Adán en el
paraíso, y no se avergonzaba. Isaías, aun desnudo y descalzo, era entre los
judíos el más esclarecido. José, cuando se le arrebató el manto, entonces
resplandeció sobre todos. Porque andar por tal motivo desnudo, no es malo;
sino el andar vestido como ahora es lo usado, con telas de grandísimo
precio: Esto sí que es vergonzoso y ridículo. Por esto a los que he
mencionado, Dios los alabó, mientras que a los otros por boca de los
profetas y apóstoles con frecuencia los reprendió.
No pensemos, pues, que los preceptos son imposibles. Son, por el contrario,
útiles y grandemente fáciles, con tal de que estemos alertas; y acarrean
grandes ventajas, tales que no sólo a nosotros mismos aprovechan, sino aun a
quienes nos hieren, en gran manera. Y lo más excelente que tienen es que, al
ordenarnos que soportemos los males, por el mismo caso ensenan la virtud a
quienes nos danan. Juzga el ladrón que es grande bien el apoderarse de lo
ajeno. Tú en cambio le demuestras que estás dispuesto a darle aun lo que no
pide: a su pequenez y a su rapacidad contrapones tu presteza y tu virtud.
Considera cuán grande ensenanza tomará de aquí, adoctrinado no con palabras,
sino con obras a despreciar la maldad y alcanzar la virtud. Dio quiere que
no seamos útiles únicamente para nosotros sino también para los prójimos.
Si pues cedes y no entras en contienda ni en juicio, has logrado una
utilidad particular para ti; pero si anades un don al que te roba, lo haces
mejor en la virtud. Semejante es la sal, pues quiere el Senor que a ella
sean semejantes sus discípulos: se conserva a sí misma y conserva de la
corrupción las otras substancias con las que se mezcla. Semejante es el ojo:
ve para sí y para los demás. Y pues Cristo te ha puesto como ojo y como,
sal, ilumina tú al que yace en tinieblas y demuéstrale que ni primero al
robarte te hizo violencia ni en absoluto después se te siguió dano alguno.
De este modo te tomas esclarecido y más respetado, al demostrar que diste y
no que perdiste porque te robaron. Haz, en consecuencia, por tu mansedumbre
que el pecado del que te roba se convierta en honra tuya.
Quizá pienses ser eso ya cosa grande. Pero espera un poco y verás con
claridad que aun así no has llegado a la cumbre de la perfección. Quien puso
las leyes del pecador, no se detuvo, aquí, sino que avanzó más y dijo: Si
alguno te requisare para una milla, vete con él dos. ¿Has observado la
excelencia de la doctrina? Si tras de haberte despojado tu adversario de la
túnica y del manto que le cediste, todavía quisiera él usar de tus fuerzas
corporales, así desnudo, para soportar el trabajo y la, miseria, ni aun en
este caso, dice Cristo, conviene impedirlo. Porque es deseo de Jesús que
todo lo poseamos en común, así las fuerzas corporales como el dinero; y que
todo lo comuniquemos con los pobres y con los que sufren injurias. A esto
segundo ayudan las fuerzas; a lo primero la longanimidad.
Por esto dice: Si alguno te requisare para una milla, vete con él dos, con
lo que te eleva a más alta virtud y te ordena demostrar la misma
liberalidad. Si lo que al principio disponía, siendo cosas de menor virtud,
tan grandes bienaventuranzas contienen, considera cuánto mayores bienes
esperan a quienes pongan en práctica estos actos de mayores virtudes, y cuán
brillantes llegarán a ser, aun antes del premio; puesto que muestran en un
cuerpo pasible y humano, una completa impasibilidad. No conmoviéndose ni
afligiéndose con las calumnias, los golpes, el robo de 14, 9 bienes, ni con
otra cosa alguna, y cediendo y haciéndose más fuertes con los mismos
padecimientos, piensa cuán perfecta llegará a ser la virtud de su alma. Tal
es el motivo de que en este caso ordene el mismo comportamiento que en el de
los golpes y los dineros.
Como si dijera: ¿Para qué hablo de injurias y dineros? Si tu adversario
quiere fatigarte en el trabajo en tu mismo cuerpo y esto haciéndote
injusticia, véncelo también ahora y sobreponte a su perversa codicia. Porque
eso significa requisar. Es llevarse algo sin permiso y violentar sin razón
alguna. Pues prepárate también para esto: para sufrir más aún de lo que él
exigirte quiera.
Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado.
Este precepto ordena algo menor que los otros. Pero no te admires. Pues así
suele Cristo hacer, mezclando lo pequeno con lo grande. Pero si estas cosas
son pequenas, oigan los que roban lo ajeno y los que derrochan en las
meretrices y se preparan un doble castigo en el fuego, tanto por esas ideas
pecaminosas, como por esos gastos danosos. Y no habla aquí de la usura, sino
que llama a ese préstamo, uso simple; que es lo mismo que en otra parte
procura, cuando afirma que debemos dar a aquellos de quienes no esperamos
recompensa.
Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir
el sol sobre buenos y malos y llueve sobre justos e injustos. Observa cómo
puso el remate de todos los bienes. Por esto ensenó a llevar con paciencia a
quienes nos abofetean e incluso a presentarles la otra mejilla; y no sólo
anadir el manto a la túnica, sino a ir por dos millas más con quien nos ha
requisado para una, a fin de que luego con mayor facilidad aceptaras lo que
era superior a tales preceptos. O sea que quien esto cumpla juntamente no
tenga enemigos. Pues bien: hay algo más perfecto aún. Porque no dice No
aborrezcas, sino ama. No dijo: No danes, sino haz beneficios.
Si alguno cuidadosamente examina, encontrará un aditamento mayor con mucho
que esto. Porque ahora no manda únicamente amarlos, sino rogar por ellos. ¿Observas a qué gradas ha subido y cómo nos ha llevado hasta la cumbre misma
de la virtud? Quiero que lo medites, enumerándoles desde el principio. El
primer grado es no injuriar. El segundo, cuando se nos injuria, no vengarnos
a nuestra vez. El tercero, no aplicar al que nos hiere el mismo castigo con
que nos hiere, sino tener mansedumbre. El cuarto, ofrecerse de buena
voluntad a sufrir injurias. El quinto, ofrecer al que nos injuria mucho más
de lo que él nos exige. El sexto, no odiar a quien nos hace semejante
injusticia. El séptimo, incluso amarlo. El octavo, además hacerle
beneficios. Finalmente, el noveno, rogar a Dios por él.
?Ves la cumbre de la virtud? Por esto su reino es espléndido. El precepto
era difícil y necesitaba un ánimo generoso y muy diligente, por lo cual le
senaló un premio tal como no lo había hecho con los anteriores preceptos. No
trae aquí a la memoria la tierra, como al tratar de los mansos; ni la
consolación y misericordia, como al tratar de los que lloran y se
compadecen; ni el reino de los cielos; sino que, lo que es en sumo grado
admirable, dice que serán semejantes a Dios, en cuanto los hombres pueden
ser semejantes a Dios. Porque dice: Para que seáis semejantes a vuestro
Padre que está en los cielos. Debes advertir cómo ni aquí ni en lo anterior
llama suyo al Padre. Cuando' trató de los juramentos habló de Dios y del
gran reino; pero aquí habla del Padre de los oyentes. Pues bien: lo hace
atendiendo a la oportunidad de los tiempos y guardando para ella tales modos
de hablar. Luego avanza y declara y explica la semejanza que dejó apenas
indicada, diciendo: el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos y llueve
sobre justos y pecadores De manera que, dice, no aborrece, sino incluso hace
beneficios a quienes lo injurian. Aunque, a decir verdad, no hay en esto
igualdad alguna, no sólo respecto de la magnitud de los beneficios sino
también en la dignidad altísima. Tú eres despreciado por un consiervo; El
por un siervo a quien ha colmado de infinitos beneficios. Tú, cuando oras
por el consiervo ofreces, palabras; pero El da cosas mucho más grandes y
admirables: desde luego, la luz del sol y las lluvias anuas. Pero aún así,
parece decir, te concedo que seas igual a Dios, en cuanto el hombre puede
serlo.
No odies, pues, al hombre que te hace mal, pues con esto te alcanza bienes
innumerables y a tan alto honor te eleva. No maldigas a quien te hace mal,
pues de lo contrario sufrirás y al mismo tiempo quedarás privado del fruto:
soportarás el dano y perderás el premio, cosa que será el colmo de la
locura: es a saber, que habiendo soportado lo que es más, no suframos lo que
es menos. Dirás que ¿cómo es eso? Viendo a Dios hecho hombre y que en tal
manera se ha abajado y tan terribles padecimientos ha soportado por ti ¿todavía preguntas y dudas de cómo puedes perdonar las injurias de tu
consiervo? ¿No lo escuchas cuando en la cruz dice: Perdónalos porque no
saben lo que hacen? 127 ¿No oyes a Pablo que dice: El que resucitó, el que
está a la derecha ruega por nosotros. 128?No ves que después de la cruz y de
la Ascensión envió sus apóstoles a los judíos que lo habían crucificado,
para que les llevaran infinitos bienes, y esto a sabiendas de que los
apóstoles iban a sufrir de su parte males sin cuento?
?Alegarás ser ya mucho lo que has sufrido? ¿Es acaso que tú ya soportaste
todo cuanto padeció tu Senor, que fue atado, abofeteado, azotado, escupido
por sus siervos, muerto, y muerto con la muerte más ignominiosa de todas las
muertes y todo tras de haberles hecho tan inmensos beneficios? Entonces si
tus enemigos muy mucho te han ofendido, cólmalos de beneficios para tejerte
una brillante corona y librar a tus hermanos de su gravísima enfermedad. Los
médicos cuando son acometidos por algún enfermo furioso a puntapiés e
injurias, entonces sobre todo se duelen y se disponen a devolverles la
salud, sabiendo que las injurias son fruto de la violencia misma de la
enfermedad.
Piensa tú lo mismo acerca de los que te asedian, y procede con esos enfermos
de la misma manera; porque enfermos son precisamente esos a quienes oprime y
sufren la dicha enfermedad. Libra a tu enfermo de su mal gravísimo y procura
que se alivie de su ira: arrebátalo de ese demonio cruel. Cuando
contemplamos a un poseso, lloramos y procuramos no quedar también nosotros
poseídos del demonio. Esto es lo que debemos hacer con los airados, puesto
que los tales son como los posesos y aún más miserables, ya que están locos
teniendo sus sentidos cabales. Y esta es una de las razones por las que su
locura no merece perdón.
No hundas más al caído, sino al revés: compadécelo. Si vemos a alguno con la
bilis conmovida ycon vértigos y que se apresura a vomitar aquel mal humor,
le ayudamos, lo sostenemos, aun cuando nos manche el manto no cuidamos de
esto; lo único que nos preocupa es librarlo de semejante angustia. Pues
bien, procedamos lo mismo con los irritados: sostengámoslos mientras vomitan
y se agitan y no los abandonemos hasta que hayan arrojado toda la bilis.
Cuando estén ya en paz, te quedarán sumamente agradecidos y verán con
claridad de qué tremenda perturbación los habéis liberado.
Mas ¿qué digo? ¿que te darán las gracias? Dios al punto te coronará y te
pagará con bienes infinitos, porque has librado a tu hermano de grave
enfermedad; y el mismo a quien has liberado te dará las gracias y te honrará
como a senor y reverenciará tu moderación. ¿No has visto cómo las mujeres en
punto de parto muerden a las más cercanas y sin embargo éstas no lo toman a
injuria? Cierto que se duelen, pero con fortaleza lo soportan y se mueven a
misericordia con la paciente destrozada por el dolor. Imítalas y no seas más
cobarde que las mujeres. Cuando esas mujeres de que hablamos (pues al fin y
al cabo los airados están más dispuestos a la rina que las dichas mujeres),
layan por fin dado a luz, verán que tú eres todo un hombre.
Si tales preceptos te parecen pesados, piensa que para esto vino Cristo:
para metérnoslos en el alma y hacernos útiles a amigos y enemigos. Por lo
cual nos ordena cuidar de unos y de otros: de los hermanos cuando dice: si
ofreces tu don; de los enemigos, cuando puso ley de que los ames y ores por
ellos. Ni nos exhorta a ello únicamente con el ejemplo de Dios, sino también
por los resultados de proceder al contrario, pues dice el Senor: Si amáis a
los que os aman ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los
publicanos? Y lo mismo Pablo: Aún no habéis resistido hasta la sangre en
vuestra lucha contra el pecado. 129 De manera que si así procedes como
decíamos, estarás con Dios; si no, con los publicanos. ¿Ves cómo la grandeza
del precepto es tanta cuanta es la diferencia de las personas?
No pensemos, pues, que el precepto es difícil, sino pongamos el pensamiento
en el premio, y consideremos a quién nos asemejamos si procedemos
correctamente, y a quiénes nos parecemos si lo traspasamos. Ordenó Cristo
reconciliarse con el hermano y no alejarse hasta haber extinguido las
enemistades. Hablando así en general de todos, no nos sujetó a una necesidad
que esté sobre nuestras fuerzas, sino únicamente exige lo que está de
nuestra parte; y así nos facilita la ley. Y pues dijo: persiguieron a los
profetas que existieron antes que vosotros, con el objeto de que no se
irritaran contra ellos por haber perseguido, les ordena que aun obrando los
perseguidores como obraron, no solamente se les tolere, sino que los amen.
?Observas cómo arranca de raíz la ira y la concupiscen-cia, ya de los
cuerpos, ya de las riquezas, ya de la gloria y de cualquiera otra cosa de la
vida presente? Lo hizo así desde el principio del discurso, pero mucho lo
hace ahora. Porque quien es pobre, quien es manso, quien llora, en absoluto
está muy lejos de la ira. El que es justo y misericordioso, excluye de sí
toda codicia de riquezas; quien es limpio de corazón está libre de la
concupiscencia dé la carne; quien padece persecución y sufre las injurias,
aun cuando se hable mal de él, sabe despreciar todas esas cosas presentes y
queda libre del fausto y de la vanagloria.
Una vez libre el oyente de semejantes lazos y dispuesto para la batalla, de
nuevo y con mayor esfuerzo arranca de raíz semejantes vicios. Comenzando por
la ira, y rotos ya los nervios y fuerzas de esta pasión, tan luego como
dijo: Quien se aíra contra su hermano y lo llama fatuo y quien le dice rata
sea castigado; y tras de haber anadido que quien ofrece su ofrenda no se
acerque al altar antes de que borre las enemistades, y que quien tenga un
adversario, antes de que éste lo lleve ante los tribunales enemigos se lo
haga amigo, vuelve de nuevo a tratar de la concupiscencia de la carne.
Y ¿qué es lo que dice? Que quien ve con ojos impúdicos, sea castigado como
adúltero; y que quien reciba dano de una mujer impúdica o ella de un varón o
de cualquier otro que le esté unido con lazos de amistad o parentesco, a
todos esos échelos de sí en absoluto; y que quien está unido a su mujer por
el matrimonio jamás la dimita; y que no se fije en otra. Por todos esos
medios arranca de raíz las malas concupiscencias. Enseguida reprime la
codicia de dineros ordenando que no se jure ni se mienta ni se retenga la
túnica con que se viste; y aun ofrece al ladrón el manto y el servicio
personal de las fuerzas corporales. Quita así toda codicia de riquezas.
Finalmente, y tras de todo esto, como corona rica y remate de los preceptos,
anade: Orad por los que os calumnian, llevando así al oyente hasta la cumbre
suprema de la virtud. Así como, el tolerar las bofetadas es más que el
simple ser manso; y es más excelente dar el manto tras de la túnica, que el
sólo ser misericordioso; y el padecer injurias, más que el ser justo; y el
soportar las bofetadas más que ser pacífico, así el bendecir a los, que nos
persiguen es más perfecto que el solo padecer persecución. ¿Ves cómo poco a
poco nos va conduciendo al ábside mismo de los cielos?
Pues ¿de qué castigo no seremos dignos los que mandados poner todo empeno en
imitar a Dios, quizá ni siquiera somos iguales a los publicanos? Porque si
el amar a los que nos aman es cosa propia de publicanos y pecadores y
gentiles, cuando ni eso hacemos (porque en realidad no lo hacemos mientras
envidiamos a nuestros hermanos cuando los colman de alabanzas) ¿qué castigo
no sufriremos pues mandados superar a los escribas, aun a los gentiles somos
inferiores? Pregunto: ¿cómo veremos el reino celestial? ¿cómo podremos
llegar hasta el vestíbulo, no siendo mejores que los publicanos? Porque esto
dejó entender Cristo con aquellas palabras:?Acaso no hacen esto mismo los
publicanos?
Y esto sobre todo es admirable en su doctrina: que siendo así que en todas
partes pone con sobreabundancia premios para los certámenes, como es el ver
a Dios, recibir la herencia del reino de los cielos, hacerse hijos de Dios,
ser semejantes a él, alcanzar mayor misericordia, recibir consolación, tener
en el cielo preparada una gran recompensa, en cambio, cuando se ha de hacer
mención de cosas tristes, entonces lo hace muy brevemente; de manera que en
todos sus discursos solamente una vez nombra la gehenna. En los demás,
enmienda al oyente en forma más suave y como exhortando más bien que
amenazando, como aquí cuando dice:?No hacen esto también los publicanos? Y
también: Si la sal se desvirtúa. Y además: Será el menor en el reino de los
cielos. Se da también el caso de que al indicar la pena merecida por los
pecados, se deje al oyente sobreentender lo grave del suplicio, como cuando
dice: Ya ha adulterado en su corazón; y quien dimite a su esposa la pone en
peligro de adulterio; y ahí en donde dice: Lo que pasa de esto, proviene del
Malo. Es que para quienes tienen entendimiento la sola grandeza del pecado
basta para la enmienda, en lugar de mencionarles el castigo.
Tal es la razón de que en este pasaje traiga a colación a los gentiles y
publicanos, avergonzando al oyente mediante la condición de las personas a
que alude. Lo mismo hace Pablo diciendo: No os aflijáis como los demás que
no tienen fe; y también: como los gentiles que no conocen a Dios. 130 Y
declarando luego que no pide nada que sea excelentísimo, sino únicamente un
poco más de lo acostumbrado, dice:?Acaso no hacen esto mismo los gentiles?
Pero no terminó con esto, sino que acabó volviéndose a los premios y a la
buena esperanza: Sed pues perfectos, como es perfecto vuestro Padre
celestial. Y con frecuencia interpone el nombre de los cielos, para
levantar, con el nombre mismo, los pensamientos y afectos de los oyentes; ya
que por entonces eran aún un tanto débiles y faltos de inteligencia.
Meditando con frecuencia todo lo dicho, demostremos una gran caridad con los
enemigos y acabemos de una vez con esa ridícula costumbre que tienen quienes
son menos razonables; puesto que aguardan a que los saluden aquellos con
quienes se topan; y en cambio descuidan hacer lo que mayor bienaventuranza
produce, mientras van exigiendo una ridiculez. ¿Por qué no te, adelantas a
saludar? Dirás que porque al otro le toca adelantarse. Pues precisamente por
esto convendría que tú te adelantaras, para que así te llevaras la corona.
Insistirás diciendo que no lo haces porque eso era exactamente lo que el
otro quería. Pero ¿hay cosa peor que semejante locura? Instarás aún: es que
aquél lo hace paró humillarme y darme ocasión de premio, pero yo no quiero
aceptar semejantes ocasiones. Pues bien: si él se adelanta a saludarte, no
tendrás ya premio al devolverle el saludo. Pero si te adelantas, le doblegas
su soberbia y recoges gran fruto de su misma arrogancia.
Entonces ¿cómo no ha de ser el extremo de la locura el que pudiendo con las
simples palabras obtener tan grande fruto, lo perdamos y al mismo tiempo que
reprendemos al otro caemos en el mismo defecto? Si culpas al otro de que
anda esperando que otros lo saluden primero ¿por qué tú imitas lo mismo que
en él reprochas? ¿por qué emulas como bueno lo que reprochas en el otro como
malo? ¿Ves cómo nada hay más necio que un hombre que vive en la maldad? Por
lo mismo, os ruego huir de tamana maldad y tan ridícula costumbre. Semejante
vicio ha destruido muchas amistades y da origen a muchas enemistades.
Adelantémosnos a saludar a los otros.
Pues se nos manda tolerar a quienes nos abofetean, emprender un camino
cuando somos requisados, dejar que los enemigos nos arrebaten los vestidos ¿de qué perdón seríamos dignos si 'e cosas tan simples como el saludo
fuéramos querellosos? Alegarás: !Es que si en esto cedemos, nos despreciará
y nos escupirá! Y para que un hombre no te desprecie ¿tú ofendes a Dios?
Para que no te desprecie un consiervo loco ¿ofendes a Dios que te ha colmado
de beneficios? Si es cosa absurda que te desprecie uno que es tu igual ¿no
es mucho más que tú desprecies a Dios que te crió? Quisiera yo que meditaras
cómo tu hermano cuando te desprecia, precisamente te logra una mayor
recompensa, puesto gire tú lo sufres por Dios y por obedecer a su ley. Y
esto ¿de qué honores no es digno, de qué diademas?
!Acontézcame ser injuriado y despreciado por Dios, antes que ser honrado por
todos los reyes, pues nada, nada hay que se iguale a honor semejante!
Busquemos este honor, como Cristo nos lo manda, y despreciemos los humanos
honores. Ordenemos nuestra vida conforme a toda virtud. Logremos ya desde
esta vida la corona y sus frutos viviendo como ángeles entre los hombres y
recorriendo la tierra a la manera de las angélicas Potestades, libres de
toda codicia, libres de toda perturbación. Lograremos así los bienes
inefables juntamente con ellas. Ojalá todos nos acontezca alcanzarlos por
gracia y benignidad de Senor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria, el
imperio y la adoración, juntamente con el Padre eterno y sin principio y con
el Santo y buen Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XIX
Estad atentos a no hacer vuestras limosnas delante de los hombres para que
os vean. (Mt 6, 1)
DESARRAIGA por Cristo la más tiránica de todas las enfermedades. Me refiero
a la rabiosa locura y furor de la vanagloria, que aun a los justos acomete.
Al principio del discurso nada dijo de ella Cristo. Habría sido en vano
antes de persuadir a los oyentes a que se entreguen a las buenas obras
ensenarles cómo las habían de hacer y trabajar en ellas. Pero una vez que ya
los instruyó en la virtud, ahora empieza y se esfuerza por extirpar la
enfermedad que suele subintroducirse y danarla. Porque esta peste no se
engendra así como quiera, sino una vez que hemos cumplido egregiamente en
muchas cosas con los preceptos. Se hacía, pues, necesario primeramente
injertar en el ánimo la virtud, para luego arrancar esa afección del alma
que le echa a perder su fruto espiritual.
Advierte por dónde comienza: por la oración, el ayuno y la limosna. Sobre
todo en estas buenas obras suele andar. De aquí se hinchaba el fariseo aquel
que decía: Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todo lo que poseo.
131 En la oración misma se llenaba de vanagloria y oraba por ostentación. Y
por no haber ahí otros hacía referencia al publicano y decía: No soy como
los demás hombres, ni como este publicano.
Advierte cómo el Salvador da principio como si tratara de una fiera astuta y
difícil de cazar; y tal que puede atrapar a quien no esté muy vigilante.
Porque dice: Estad atentos a no hacer. Lo mismo decía Pablo a los
filipenses:!Ojo a los perros! 132 Es fiera que ocultamente se introduce y
todo lo llena, y sin ruido arrebata cuanto hay dentro en el interior, sin
que el paciente lo sienta. Pues había Cristo disertado largamente acerca de
la limosna y traído al medio a Dios que hace salir su sol sobre buenos y
malos; y había declarado ser esclarecidos los generosos en dar, y por todos
los medios había exhortado a la limosna, finalmente ahora escombra el campo
de cuanto puede danar este olivo. Por esta razón dice: Estad atentos a no
hacer vuestra limosna delante de los hombres. Es que la limosna de que trató
antes, es limosna de Dios.
Una vez que dijo: No la hagáis delante de los hombres, anadió: para que os
vean. A primera vista, parecería que esto ya estaba dicho. Pero si
cuidadosamente se considera, no es lo mismo. Una clase de limosna es ésta y
otra clase es aquélla. Y hay en esto mucha precaución, muy alta providencia
y perdón. Puesto que puede, quien hace limosnas delante de los hombres,
hacerla no para ser visto; y también puede, quien la hace en oculto, hacerla
para ser visto. Por tal motivo Cristo no premia ni castiga la obra sencilla,
sino la voluntad del que la hace. Si no hubiera Cristo usado de esta
distinción cuidadosa, habría entorpecido a muchos en el ejercicio de dar
limosna, ya que esto no siempre se puede hacer a ocultas. Pues bien: para
librarte de esa confusión, senala el premio y el castigo y los adjudica no a
la finalidad de la obra en sí misma, sino al propósito de la voluntad.
Ni vayas a decir: ¿qué me interesa a mí que otros me vean? Dice Cristo: no
es eso lo que yo examino, sino tu intención y. el modo con que haces la
obra. Trata él de plasmar tu alma y librarla de toda enfermedad. Por eso,
una vez que decretó que no se haga por vana ostentación y advirtió el dano
resultante si se procede sin reflexión y a la ventura, enseguida levanta los
ánimos de los oyentes, recordándoles al Padre y el cielo, para no
conmoverlos únicamente con los danos; y al mismo tiempo los reprime con la
memoria del Padre. Pues dice: No tendréis recompensa ante vuestro Padre que
está en los cielos. Y no se detiene aquí, sino que pasa adelante y más
profundamente inculca el odio a este vicio de la vanagloria.
Así como antes mencionó a los publicanos y gentiles con el objeto de
avergonzar mediante la comparación en la condición de las personas, a
quienes imitaban, del mismo modo aquí recuerda a los hombres hipócritas.
Dice, pues: Cuando hagas limosna no vayas tocando la trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas. No dice esto porque aquéllos tuvieran trompetas;
sino que, para dar a entender su extrema locura, los burla mediante esta
metáfora y los pone de manifiesto. Justamente los llama hipócritas, pues la
limosna les servía de capuchón y larva, mientras que su pensamiento
maquinaba barbaridades y crueldades. Porque no lo hacían porque tuvieran
compasión con los pobres, sino para gozarse ellos y ser glorificados. Y es
cosa llena de crueldad eso de que mientras uno perece de hambre, ande el
otro captando honores y no trate de aliviar la pobreza. En conclusión, que
la verdadera limosna no consiste en dar, sino en dar como conviene y con el
fin de aliviar la miseria.
Habiéndose ya suficientemente burlado de los hipócritas y habiéndolos ya
desenmascarado, para avergonzar a los oyentes, luego corrigió la intención
de quienes andaban enfermos de semejante vicio; y tras de haberles declarado
cómo no debe hacerse la limosna, pasó a decir el modo como debe hacerse. ¿Cuál es? No sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Tampoco aquí
habla de la mano material, sino que esto lo dice por metáfora y hablando con
hipérbole. Como si dijera: si fuera posible que tú mismo lo ignoraras, lo
habías de procurar. Si fuera posible, al dar la limosna aun las manos debían
ocultarse. No se entiende esto, como algunos creen, en el sentido de que la
limosna haya de ocultarse a los malvados solamente, pues Cristo ordenó que
se ocultara a todos.
Considera, por otra parte, cuán grande es la recompensa. Tras de decretar la
pena, muestra ahora la honra que se ha de alcanzar, empujando por ambos
medios a los oyentes y llevándolos a la más sublime doctrina. Porque aquí
les ensena a conocer que Dios está presente en todas partes y que nuestros
asuntos no están circunscritos a los límites de la vida presente, sino que
nos aguardan más terribles tribunales y que tenemos que dar cuenta de todos
nuestros actos, de donde se nos derivarán honores o castigos; y que ninguna
obra grande ni chica quedará oculta, aun cuando así lo parezca a los
hombres.
Todo esto dejó entender cuando dijo: Tu Padre que ve en lo oculto te
premiará públicamente. Grande y honroso teatro le pone delante Cristo, en
donde le dará con abundancia lo que desea. Ahí le dirá: ¿qué es lo que
deseas? ¿no es por cierto, tener cantidad grande de espectadores? Aquí los
tienes. Y no únicamente a los ángeles y arcángeles, sino al Dios de todos. Y
si anhelas tener como espectadores a los hombres, ni aun este deseo quedará
infructuoso a su debido tiempo: más aún, se te concederá con mayores
multitudes. Por ahora, si te haces ver, será de diez, de veinte, de cien
hombres solamente. Pero si procuras ocultarte, en aquel día Dios mismo te
proclamará estando presente el orbe entero.
Por otra parte, quienes ahora te vean, te condenarán como ambicioso de
vanagloria; pero allá cuando te vean coronado, no sólo no te condenarán,
sino que todos te admirarán. Si pues está la recompensa preparada y serás
objeto de admiración, con tal de que esperes un poco de tiempo, piensa cuán
gravísima necedad sería perder juntamente ambas cosas, cuando el premio se
exige de Dios, y los hombres todos en la presencia de Dios son convocados
como espectadores de tus buenas obras. Si. queremos ostentarnos, conviene
ante todo ostentarnos ante el Padre: sobre todo porque el Padre es senor de
castigos y premios.
A la verdad, aun cuando semejante vicio ningún dano trajera consigo, en modo
alguno convendría que quien codicia la gloria abandonara ese teatro celeste
para anhelar acá el humano teatro. ¿Quién hay tan infeliz que, mientras el
rey se apresura a contemplar el cuadro de sus buenas obras, él, abandonando
al rey, se procure un auditorio de pobres y mendigos? Por esto ordena no
sólo que no nos demos a la ostentación, sino que procuremos ocultarnos.
Porque es cosa distinta no tener deseos de ostentarse y francamente buscar
el ocultamiento y la sombra.
Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en
las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para ser vistos de los
hombres. En verdad os digo: ya recibieron su recompensa. Tú, cuando orares,
entra en tu cámara y cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo
secreto. También a éstos los llama hipócritas y con razón; porque simulando
que oran a Dios, están mirando en torno a los hombres, no con el hábito de
suplicantes, sino de ridículos. Puesto que quien se prepara a suplicar,
dejando a un lado a todos los demás, sólo clava la vista en aquel que puede
concederle lo que pide. Si a éste lo abandonas y andas al rededor dando
vueltas y mirando a todas partes, saldrás con las manos vacías. Pero en
verdad, tú te lo quisiste.
Por eso no dijo que tales hombres tendrían premio, sino que ya lo han
recibido; es decir, lo recibirán, pero será de aquellos de quienes lo
anhelaban. No era eso lo que Dios quería, sino darles su propia recompensa.
Pero ellos, anhelando el premio de los hombres, no merecen recibir el de
aquel por quien nada hicieron. Considera la bondad de Dios, pues nos promete
recompensa por las mismas cosas que le pedimos. De manera que, reprendiendo
a quienes no cumplen bien con el deber de orar, una vez que por las
circunstancias del lugar y de la interior disposición demostró que son
dignos de risa en gran manera, finalmente indica el mejor modo para hacer
oración, diciendo: Entra en tu cámara.
Preguntarás: entonces ¿no se ha de orar en la iglesia? Sí se ha de orar,
pero con la disposición dicha. Dios en todas partes atiende a la finalidad
con que se obra. Si entras en tu cámara y cierras sobre ti las puertas, pero
lo haces por ostentación, ninguna utilidad te trae. Y observa aquí cuán
estricta distinción puso al decir: Para ser visto por los hombres. De modo
que aun cuando eches llave a tus puertas, quiere El que, antes de cerrarlas,
rectifiques tu intención y lo hagas precisamente para mejor cerrar las
puertas de tu mente. Estar libre de la vanagloria siempre es lo más
excelente, pero sobre todo cuando oramos. Si aun libres de este vicio,
todavía divagamos y andamos con la mente de un lado para otro, entrando con
semejante vicio ¿cuándo oiremos nosotros mismos lo que decimos? Y si
nosotros, que somos los suplicantes, no lo oímos ¿cómo rogamos a Dios que lo
escuche?
Y sin embargo, hay quienes después de tantos y tan apretados mandatos, se
portan en la oración tan feamente, que aun cuando con el cuerpo se
encuentren ocultos, con las voces se hacen oír de todos lanzando clamores al
modo de los payasos y mostrándose ridículos en la postura y en la voz. ¿No
observas cómo aun en la plaza, si alguien así se porta y ruega con clamores,
aparta de sí aun a aquel a quien ruega? Pero si está quieto y en postura
decente, sobre todo entonces atrae a quien puede socorrerlo. Oremos, pues,
no con las posturas del cuerpo ni con gritos y voces, sino con el afecto de
la voluntad. No lo hagas con ruidos estrepitosos para no alejar de nosotros
a quienes no están vecinos, sino con plena modestia, con ánimo contrito, con
lágrimas interiores.
?Es que te dueles íntimamente en tu ánimo y no puedes callar? Pero, como
dije, es propio de quien de verdad se duele, orar del modo expuesto y así
suplicar. Dolíase Moisés, y así oraba y era escuchado. Por lo cual le dijo
Dios:?Por qué clamas a mí? 133 También Anna alcanzó lo que pedía sin que se
oyera su voz, porque su corazón era el que clamaba. Y en cuanto a Abel, no
sólo sin hablar, sino muerto ya rogaba, y su sangre clamaba más alto que una
trompeta. Gime, pues, tú al modo de los santos: !no te lo impido! Desgarra
tu corazón, como lo ordena el profeta, y no tus vestidos. 134 Invoca a tu
Dios de lo íntimo de tu alma, pues dice: De lo profundo clamé a ti Senor.
Saca tu voz de lo íntimo de tu corazón y haz que tu oración sea misteriosa y
oculta.
?No has observado cómo en los palacios de los reyes se omite todo tumulto y
por todas partes reina un silencio absoluto? Pues tú también, como quien
entra en un palacio no terreno, sino mucho más tremendo, como es el celeste,
procede con pleno recogimiento. Tratas con los coros de los ángeles;
companero eres de los arcángeles; cantas en unión de los serafines. Y todos
estos órdenes angélicos se presentan en plena paz, y entonan con misterioso
pavor el cántico sagrado y los himnos del Rey de todos. Únete a ellos cuando
oras e imita su comportamiento maravilloso. Porque no ruegas a hombres, sino
a Dios presente en todas partes; y que te oye aun antes de que pronuncies
las palabras y conoce los secretos de tu corazón.
Si de este modo oras, recibirás grandes mercedes. Porque dice: Tu Padre que
ve en lo escondido te recompensará públicamente. Y no dice te dará, sino te
pagará. Se constituye deudor tuyo, y por eso que haces te pagará con grandes
honores. Por ser El invisible, quiere que también tu oración lo sea. Y tras
de esto, pone las palabras mismas con que has de orar. Dice: Cuando orareis
no multipliquéis las palabras como lo hacen los gentiles. Cuando habló de la
limosna únicamente condenó la vanagloria, y nada más anadió, ni dijo en
dónde convenía hacer limosna: si de lo adquirido con el honorable trabajo y
no de las rapinas ni de la avaricia, porque era cosa clara para sus oyentes.
Aparte de que ya lo había condenado al predicar las bienaventuranzas de los
que tienen hambre y sed de justicia.
En cambio ahora, al tratar de la oración, anadió algunas cosillas. O sea que
se debe evitar la multitud de las palabras. Así como allá se burló de los
hipócritas, así acá de los gentiles; y en ambos casos avergüenza al oyente
mostrando la vileza de todas esas personas. Los aparta del vicio
comparándolos con hombres abyectos, cosa que de ordinario es la que más
escuece y adolora, y a la multitud de palabras llama locuacidad. Tales son,
por ejemplo, cuando pedimos a Dios lo que no conviene, como poder, gloria,
victoria de nuestros enemigos, riquezas abundantes y todo lo que para nada
nos traerá utilidad. Porque dice El conoce las cosas de que tenéis
necesidad.
Enseguida de las muchas oraciones, me parece que prohibe las prolongadas.
Prolongadas, digo, no en referencia al tiempo, sino a la multitud y
ampulosidad de las palabras. Es necesario perseverar en las mismas
peticiones. Pablo dice: Perseverantes en la oración. 135 Y el mismo Cristo
con el ejemplo de la viuda que mediante la constancia en la oración doblegó
al juez inmisericorde y cruel; y con el ejemplo del amigo que se presenta en
altas horas de la noche y levanta del lecho al que ya dormía, no por
amistad, sino por perseverancia, nos ordena lo mismo; o sea que conviene
asiduamente suplicarle, no con oraciones compuestas de infinitos párrafos,
sino con la simple exposición de la necesidad que padecemos. Así lo deja
entender con estas palabras: Pues piensan ser escuchados por su mucho
hablar.
No os asemejéis a ellos, pues vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis
necesidad aun antes de que se las pidáis. No es para que se las notifiques,
sino para que lo doblegues, para que con la frecuencia de las súplicas te lo
vuelvas familiar, y tú te humilles y te acuerdes de tus pecados. Orad, pues,
así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 136
Advierte cómo inmediatamente levanta el ánimo del que oye y le recuerda
desde el comienzo toda clase de beneficios. Porque quien ha llamado Padre a
Dios, con este solo apelativo confiesa la remisión de sus pecados, la
condonación del castigo, la justificación, la santificación, la redención,
la adopción filial, la herencia, la confraternidad con el Hijo Unigénito,
los dones del Espíritu Santo. Porque nadie puede llamar Padre a Dios si no
ha alcanzado todos esos bienes.
De manera que levanta el ánimo de dos modos: por la dignidad de aquel a
quien llaman Padre y por la grandeza de los beneficios que de El se han
recibido. Y cuando dice: en los cielos, no limita a Dios a ese sitio, sino
que eleva al suplicante desde la tierra y lo coloca en las altas y
superiores moradas. Y nos ensena a hacer nuestra oración común para todos
los hermanos. Porque no dice: Padre mío, sino: Padre nuestro, orando así por
todo el cuerpo místico, sin atender a los propios provechos, sino siempre a
los del prójimo. Con esta expresión suprime las enemistades, reprime las
arrogancias, hace a un lado las discordias y envidias; introduce la caridad,
madre de todos los bienes; quita las desigualdades de las cosas humanas y
declara la gran igualdad de honor que merecen lo mismo los pobres que los
reyes: porque en las cosas supremas y necesarias, todos estamos unidos en
comunión.
Qué dano puede venirnos de los lazos del parentesco terreno cuando estamos
todos unidos por un superior parentesco espiritual? ¿cuando ninguno posee
más que otro: ni el rico ni el pobre; ni el senor ni el siervo; ni el
príncipe ni el súbdito; ni el rey ni el soldado; ni el filósofo ni el
ignorante; ni el sabio ni el idiota? A todos se les ha dado la misma
nobleza, pues Dios se digna ser llamado Padre igualmente por todos. Y una
vez que trajo a la memoria esa dignidad y nobleza y el don de la gracia y la
igualdad de honor entre hermanos y la caridad; una vez que levantó a los
oyentes de la tierra y los colocó en el cielo, veamos qué fue lo que les
ordenó pedir: porque también en sola esta expresión se puede encerrar la
doctrina de la perfección. Puesto que quien ha llamado Padre a Dios y Padre
común de todos, debe proceder con género de vida tal que no parezca indigno
de semejante nobleza, y se muestre tan fervoroso como semejante don
requiere.
No le bastó con eso a Dios, sino que anadió Cristo: Santificado sea tu
nombre. Digna súplica en labios de quien ha llamado a Dios su Padre: que
nada pida antes que la gloria del Padre y todo lo posponga a su alabanza.
Porque esto quiere decir: que sea santificado. O sea glorificado. El Padre
tiene su propia gloria plena y eterna e inmortal e inmutable. Mas ordena al
que ora que también sea glorificado en nuestra vida, que es lo mismo que
anteriormente decía: Así ha de lucir vuestra luz delante de los hombres,
para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está
en los cielos. Los serafines, al glorificar a Dios, decían: Santo, santo,
santo . 137 De manera que sea santificado es lo mismo que sea glorificado.
Como si dijera: Concédenos vivir con tal pureza que todos nosotros os
glorifiquemos por nosotros. Que es lo propio de la virtud perfecta, o sea el
ser tan irreprensible nuestro modo de vivir en todo, que cada cual viendo
esto glorifique al Senor y lo alabe.
Venga a nosotros tu reino. También esta es palabra propia de un hijo
agradecido y justo, y que no se apega a las cosas perecederas de la vida
presente y que caen bajo los sentidos, ni las reputa por grandes; sino que
siempre busca al Padre y vive esperando lo futuro. Fruto es esto de la buena
conciencia y de un alma no apegada a las cosas terrenas. Esto era lo que
Pablo diariamente anhelaba; y por esto decía: Y nosotros que tenemos las
primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, suspirando por la
adopción, por la redención de nuestro cuerpo. 138 Quien de tal amor se
encuentra inflamado, no puede hincharse por la abundancia de los bienes de
esta vida, ni decaer de ánimo por las adversidades; sino que, así como si ya
viviera en el cielo, está libre de ambas dificultades.
Hágase tu voluntad como en el cielo, así en la tierra.?Hasobservado el orden
perfecto? Mandó anhelar los bienes futuros y apresurarse a ese translado.
Pero mientras llega ese tiempo, cuidar de llevar acá, mientras vivimos, un
género de vida digno del que en el cielo se lleva. Porque es necesario,
dice, que helemos con vehemencia las cosas celestiales; pero que ya antes de
que vayamos al cielo, hagamos acá en la tierra un cielo; y estando en la
tierra, proceder y hablar como si habitáramos en cielo; y para esto conviene
orar al Senor. Nada impide que, aun cuando estemos en la tierra, lleguemos a
adquirir la presteza cuidado que tienen las supremas virtudes: podemos,
habitando acá, proceder como si ya estuviéramos en el cielo.
Quiere decir que así como allá todo se hace sin estorbos; ni su cede que los
ángeles ahora obedezcan y ahora no, sino que en todo están de acuerdo y
obedecen, pues dice el profeta: Sus ángeles que sois poderosos y cumplís sus
órdenes prontos a la voz de su palabra; 139 así a nosotros, oh Senor,
concédenos que no hagamos a medias tu voluntad, sino que entera la
cumplamos; como tú lo quieres. ¿Observas cómo nos ensena a proceder
modestamente, declarando que la virtud depende no únicamente de nuestro
empeno, sino también de la gracia de arriba? También nos ordena orar
preocupándonos cada uno de todo el uni1 verso. Pues no dijo: Hágase en mí tu
voluntad o hágase en nosotros, sino en todas partes de la tierra, de manera
que se aparte el error, entre la verdad y toda perversidad desaparezca y
toda virtud regrese y en nada se diferencie el cielo de la tierra, en cuanto
al cultivo de la santidad. Como si dijera: si así se pro: cede, en nada se
diferenciarán las cosas de arriba de las de acá abajo, aun cuando por su
naturaleza sean diferentes; porque eso nos mostrará como otros ángeles sobre
la tierra.
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy. Pues había dicho: Hágase tu voluntad así
como se hace en el cielo también en la tierra; y habla a hombres revestidos
de carne y sujetos a las necesidades naturales, y que no pueden tener la
misma impasibilidad que los ángeles, nos ordena ciertamente cumplir sus
preceptos al modo como los ángeles los cumplen; pero enseguida se acomoda a
nuestra naturaleza. Como si dijera: os exijo que pongáis envuestro modo de
vivir una diligencia igual a la de los ángeles; pero no os exijo la misma
impasibilidad, ya que esto no lo permite la recia ley de vuestra naturaleza,
puesto que necesita del obligado sustento.
Quiero que consideres cómo aun en las cosas corporales el espíritu tiene
mucha parte. Cristo no ordenó orar para alcanzar dineros ni placeres ni
pompa en los vestidos, sino sólo por el pan, y el pan de cada día, sin
solicitud por el pan de manana. Por esto anadió aquello de cotidiano. Y no
se contentó con esta palabra, sino que dijo: Dánosle hoy, para que no nos
atormentemos con el cuidado del día siguiente. ¿Por qué te consumes de
solicitud por ese día de manana que ignoras si lo vivirás? Más ampliamente
lo dijo después: No os inquietéis por el manana, 140 pues quiere que
continuamente estemos a punto y como dispuestos a volar, no dando a la
naturaleza sino lo que la necesidad exige.
Enseguida, como también sucede que después del lavatorio de regeneración que
es el bautismo, caigamos en pecado, demostrando su gran benignidad nos
ordena acercarnos a Dios misericordioso, para pedirle perdón de los pecados
y decirle: Y perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros
deudores.?Observas el colmo de la misericordia? Tras de librarnos de tantos
males; tras de tanta grandeza inefable de dones, todavía se digna conceder
el perdón a los pecadores. Y que semejantes preces toquen a los fieles, lo
ensena la disciplina y leyes de la Iglesia, y lo da a entender el comienzo
de la fórmula de orar. El que aún no ha sido iniciado no puede llamar Padre
a Dios.
Si pues esta oración toca a los fieles y suplican humildemente que se les
perdonen sus pecados, queda manifiesto que el lucro de la penitencia no se
suprime ni aun después del bautismo. Si no hubiera querido demostrarlo
Cristo, no nos hubiera ensenado a orar así. El que menciona los pecados y
ordena pedir perdón de ellos, y ensena cómo conseguiremos que se nos remitan
y nos prepara un camino fácil para ello, ese tal manifiesta que sabe, y así
nos lo ensena, que podemos lavar nuestros pecados aun después del bautismo,
puesto que semejante modo de orar ha establecido. Y lo hizo de modo que
mencionando los pecados, n induce a proceder modestamente. Y al ordenar que
perdonemos a otros, arranca de nosotros el recuerdo de cualesquiera
injurias. Al prometer que nos dará perdón de todas las culpas nos afirma en
la buena esperanza y nos ensena a considerar inefable misericordia de Dios.
Pero sobre todo se ha de considerar cómo Cristo, habiendo mencionado en cada
uno de los preceptos arriba citados, toda clase de virtudes, en éste vuelve
de nuevo a prohibir el recuerdo de las injurias. Ya en aquel santificado sea
tu nombre, encierras toda la perfección de la vida; y en aquel que se haga
tu voluntad significa lo mismo; y en el poder llamar Padre a Dios, demuestra
también una vida sin culpas: y en todo eso va incluido el echar de nosotros
el recuerdo de las injurias. Pero no se contentó con insinuarlo; sino que,
queriendo manifestar cuán grandemente se preocupa de esto, lo repite ahora
explícitamente. Y tras de la forma de orar, no repite sino este precepto
diciendo: Si perdonareis vosotros sus faltas a otros, también os perdonará a
vosotros vuestro Padre celestial. Debemos, pues comenzar esa obra y está en
nuestras manos el juicio con que se nos va a juzgar.
Con el objeto de que ni aun el más estúpido de los hombres pueda quejarse ni
en lo poco ni en lo mucho al ser juzgado, e. Senor, a ti que eres el reo, te
concede dar la sentencia. Corno si dijera: Lo que tú juzgues de ti mismo,
eso juzgaré yo de ti. Si perdonas a tu consiervo, llevarás de mí una gracia
igual, aun cuando las cosas no son iguales. Puesto que tú perdonas porque a
tu vez necesitas de perdón; pero Dios te perdona sin tener necesidad de
nada. Tú perdonas a tu consiervo; Dios, a su siervo. Tú perdonas, siendo a
tu vez reo de infinitos pecados; Dios en cambio es impecable. Pero así
manifiesta él su misericordia. Podría perdonarte todos tus pecados sin
imponerte esa condición; pero quiere que aun de eso saques beneficios,
poniéndote a la mano infinitas ocasiones de mansedumbre y de humildad; y
purificándote de lo animal que hay en ti; y apaciguando tu ira y uniéndote
firmemente al otro que es miembro tuyo.
?Qué puedes pues alegar? ¿que del prójimo has sufrido algún mal
injustamente? Cierto que eso es pecado: porque si lo sufriste justamente, no
ha habido pecado. Pero piensa en que tú te acercas a Dios para impetrar el
perdón de tus verdaderos pecados y a la verdad mucho mayores. Y aun antes
del perdón, ya has conseguido una excelentísima gracia, pues se te ha
ensenado a ser humano y a tener mayor mansedumbre. Pero además, en proceder
así, tienes una gran recompensa preparada: es a saber que no te exijan
después razón de tus pecados. Entonces ¿de qué castigo no seremos dignos, si
tras de haber recibido semejante potestad, todavía traicionamos nuestra
propia salvación? ¿Cómo pediremos que se nos escuche en otras peticiones,
cuando no queremos perdonamos a nosotros mismos, estando esto en nuestra
mano?
Y no nos pongas en tentación, más líbranos del malo; porque tuyo es el poder
y la gloria, por todos los siglos de los siglos. Amén. 141 Aquí nos ensena
claramente Cristo nuestra vileza y poquedad y reprime nuestra hinchazón; y
nos exhorta a no lanzarnos en medio de la lucha sino más bien rehuir el
combate. Así nuestra victoria será más espléndida y la ruina del demonio más
digna de risa. Cuando se nos arrastra a la lucha, hay que estar firmes; y si
no se nos provoca, debemos permanecer tranquilos y esperar el tiempo de la
batalla, a fin de que sin darnos a la vanagloria, al mismo tiempo nos
mostremos valerosos.
Llama aquí Malo al demonio y nos ensena que tenemos que entablar contra él
una guerra sin término; y también, que el demonio no es por naturaleza malo.
Porque la batalla no la engendra la naturaleza sino la voluntad. Pero se le
da el nombre de Malo, por la enorme magnitud de su perversidad, y porque sin
que lo hayamos nosotros danado en nada, nos hace la guerra. Por esto no dijo
Cristo: Líbranos de los malos, sino del Malo, ensenándonos así a no vivir
amargados contra nuestros hermanos cuando ellos nos afligen, sino a volver
la enemistad contra el demonio como a causa de todos nuestros males. De
manera que la mención del enemigo nos prepara al combate y nos aleja de toda
pereza y nos da confianza y levanta el ánimo y nos recuerda al Rey bajo cuya
bandera estamos y nos lo muestra como el más poderoso de todos.
Por esto dice: Tuyo es el reino y el poder y la gloria. Si el reino es suyo,
a nadie hemos de temer, pues nadie hay que pueda oponérsele, nadie que pueda
enfrentársele en el poder. Cuando dice: Tuyo es el reino, declara que
incluso es súbdito suyo el enemigo que nos combate, aun cuando parezca ir
contra; porque Dios se lo permite mientras tanto. También demonio es del
número de los siervos, aunque lo es de los infames y réprobos; y no se
atrevería a luchar con ninguno de consiervos si de antemano no le dieran
desde el cielo semejan poder. Pero ¿qué digo a los consiervos? Ni siquiera
se atrevió meterse en los cerdos hasta que Cristo le dio permiso, ni en
manadas de ovejas y bueyes hasta haber recibido facultad y licencia. De
manera que aun cuando fueras miles de veces débil sería justo que cobraras
valor, teniendo un tal Rey que puede por tu medio llevar a cabo magníficas
proezas con toda facilidad.
Y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén. Ni sólo puede librarte de
los males inminentes, sino además tornarte glorioso y brillante. Pues así
como su poder es grande, su gloria es inefable; y todo sin mengua y sin
término. ¿Ves cómo por todos lados ungió al atleta para la lucha y le
infundió confianza? Y luego, para demostrar que aborrece y odia el rencoroso
recuerdo de las injurias, y que, por el contrario, lo que más le encanta la
virtud opuesta, tras la forma de orar vuelve de nuevo a recordar este bien;
y con el castigo senalado y con el premio pro metido, induce al oyente a
obedecer este mandato.
Porque dice: Si perdonáis a los hombres, también vuestro Padre celestial os
perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis, tampoco él os perdonará. Otra
vez trae a la memoria el cielo y Padre, para también por aquí avergonzar al
oyente, si es que siendo hijo de tal Padre, se torna inhumano; y si llamado
alcielo, sólo piensa en cosas terrenas y seculares. Porque es necesario que
seamos hijos de Dios no únicamente por la gracia, sino además por las obras.
Y nada nos asemeja tanto a Dios como el perdonar a los malos que nos causan
injusticias, como el mismo Cristo nos lo ensenó cuando dijo que hacía salir
su sol sobre malos y justos.
Por tal motivo, en cada petición nos ordena hacer oraciones comunes,
diciendo: Padre nuestro, y Hágase tu voluntad y Danos nuestro pan y
Perdónanos nuestras ofensas y No nos pongas en tentación y líbranos. Nos
ordena que en todo usemos el número plural, para que no retengamos en el
corazón ni siquiera un vestigio de ira contra nuestros prójimos. Pues ¿de
cuán grande castigo no serán dignos los que después de todas estas
ensenanzas, no sólo no perdonan ellos sino para colmo invocan a Dios para
que los vengue de sus enemigos; de manera que traspasan esta ley totalmente;
y esto cuando Dios no deja nada por hacer con el objeto de que nosotros no
nos distanciemos unos de otros ni aun con simples querellas?
Raíz de todos los bienes es la caridad, y Cristo quita de en medio todo
cuanto la destruye y se empena de todas maneras en unirnos. Porque nadie,
por cierto, nadie hay, ya sea el padre o la madre o el amigo u otro
cualquiera, que en grado tal nos haya amado como Dios nuestro Creador. Y se
hace manifiesto así por los beneficios que a diario nos concede, como por
los mandamientos que ha establecido. Y si me alegas las penas, los dolores,
los males todos de la vida, piensa en cuántas cosas diariamente lo ofendes y
ya no te admirarás de que incluso no te sobrevengan males mayores aún; y por
el contrario te admirarás y espantarás cuando gozas algún bien.
Vemos ahora las calamidades que se echan encima, pero ni siquiera recordamos
los pecados que cada día cometemos, y por eso nos indignamos. Si pensáramos
con cuidado siquiera nuestros pecados de sólo un día, veríamos con claridad
de cuántos males somos reos. Si dejando a un lado los pecados que cada uno
de vosotros comete, me pongo a contar los que hoy se han cometido, aun
cuando ignore en qué cosas ha pecado cada uno, sin embargo, es tan grande la
abundancia de faltas que aun quien no sepa con exactitud su número y clase,
simplemente por los que se saben podría cualquiera gravemente reprenderos.
?Quién de nosotros no ha sido perezoso en la oración? ¿cuál no ha caído en
soberbia? ¿cuál no en vanagloria? ¿quién no ha quitado la fama a su hermano?
¿quién no ha cedido a la mala concupiscencia? ¿quién no ha tenido miradas
impuras? ¿quién no ha recordado con ira a su enemigo? ¿quién no se ha
hinchado en su corazón? Pues si estando en la iglesia y en tan breve tiempo
nos liemos hecho reos de tanto número de faltas ¿qué nos tornaremos en
saliendo de aquí? Si en el puerto tantos males hacemos ¿qué será una vez
lanzados al Euripo de males, digo al foro, digo a los negocios urbanos y a
los cuidados domésticos? ¿Podremos reconocernos a nosotros mismos? Pues para
lavar tantos y tan graves pecados, Dios nos ha proporcionado un camino
compendioso y fácil y libre de todo trabajo. ¿qué trabajo hay en perdonar a
quienes nos han injuriado? trabajo está más bien en no perdonar, sino
mantener la enemistad; así como por el contrario, en aplacar nuestra ira se
encuentra gran tranquilidad; y esto, para quien lo quiere, muy fácil cosa
es.
Porque no se necesita cruzar los mares ni emprender largas peregrinaciones
ni subir a las cumbres de los montes ni gastar dineros ni macerar el cuerpo,
pues basta con querer, y quedan perdonados todos los pecados. Mas si no sólo
no perdonas, sino que ruegas a Dios contra tus enemigos ¿qué esperanza
tendrás de salvación, cuando al tiempo en que suplicas a Dios y quieres
hacértelo propicio, en ese mismo lo irritas? Lanzas voces de suplicante con
disposiciones de fiera y contra ti mismo disparas los dardos del Maligno.
Por eso Pablo, hablando de la oración nada exigía con más empeno que la
observancia de esta ley. Porque dice: Levantando las manos puras, sin ira ni
disensiones.
Si cuando estás necesitado de misericordia, ni aun entonces depones la ira,
sino que la guardas rencoroso en tu memoria, aun sabiendo que blandes contra
ti mismo la espada ¿cuándo vendrás a ser misericordioso y a vomitar ese
mortífero veneno de la maldad? Y si todavía no pesas bien la magnitud de
semejante absurdo, considera que lo hacen otros hombres y verás la fuerza
terrible de la injuria. Supongamos que se te acerca un hombre suplicándote
que de él te compadezcas; pero mientras yace postrado en tierra, ve a un
enemigo suyo; y dejando de suplicarte se lanza sobre él y lo golpea. ¿Acaso
no acrecentaría tu enojo? Pues piensa que lo mismo sucede respecto de Dios.
Tú, mientras suplicas a Dios, de pronto abandonas la súplica y acometes con
palabras a tu enemigo y desprecias las leyes divinas, al mismo tiempo en que
invocas al que estableció el precepto de perdonar y deponer nuestra ira
contra los que nos han injuriado; de modo que le ruegas que proceda contra
sus propios preceptos.
?No te basta para vengarte con traspasar la ley de Dios, sino que además a
El le ruegas que también la traspase? ¿Es que acaso El se ha olvidado de lo
que ordenó? ¿Es un simple hombre quien lo ordenó? Es Dios que todo lo sabe y
que quiere seriamente que sus leyes estrictamente se guarden. Y está tan
lejos de hacer lo que le pides que aun se irrita contra ti que así le
hablas; y sólo porque así le hablas te aborrece y te impone los más graves
castigos. ¿Cómo te atreves a pedirle que te conceda lo que él empenosamente
ordena que evites? Pero hay algunos que han llegado hasta tal grado de
locura, que no sólo ruegan a Dios contra sus enemigos, sino que lanzan
imprecaciones contra sus hijos, y aun querrían devorarlos si pudieran, y aun
los devoran.
Ni alegues que no has clavado tus dientes en las carnes del que te injurió;
porque al rogar que caiga sobre él la ira de allá arriba y que sea entregado
al eterno suplicio y que su casa sea totalmente destruida, te has
encarnizado contra él con mayor ferocidad que la que él usó contra ti. Pero
esto ¿no es más terrible que cualesquiera dentelladas? ¿no son más amargas
que cualesquiera dardos? !No te ensenó esto Cristo! !no te ordenó que en esa
forma ensangrentaras tu boca! Porque semejantes lenguas, que tal hablan,
peores son que cualquier boca manchada con sangre humana. Y así ¿cómo darás
a tu hermano el abrazo de paz? ¿cómo te acercarás al santo sacrificio? ¿cómo
gustarás la sangre del Senor llevando en ti veneno tan mortal? Porque cuando
dices a Dios: !desgárralo, destrúyelo, demuele su casa, abátelo todo, y
pides para tu enemigo miles de ruinas, en nada te diferencias de un homicida
ni de una fiera que humanas carnes devora!
Depongamos, pues, ese furor; librémosnos de semejante enfermedad y, como
Cristo lo ordenó, mostrémosnos benévolos para con quienes nos han injuriado,
a fin de que seamos semejantes a nuestro Padre que está en los cielos. Y nos
libraremos, si recordamos nuestros pecados, si examinamos con diligencia
todos nuestros delitos: los que en la casa, los que en la calle, los que en
la plaza, los que en la iglesia hemos cometido. Pues si no por otros
motivos, ciertamente por la negligencia que aquí demostramos, somos dignos
de graves castigos.
Cantando salmos los profetas, elevando himnos los apóstoles, hablando el
mismo Dios, andamos con el pensamiento vagando allá fuera y metemos en
nuestra imaginación todo el tumulto de las cosas del siglo; y ni siquiera
guardamos el silencio y tranquilidad necesarios para escuchar los preceptos
de Dios: el que guardan los espectadores en los teatros mientras se leen los
edictos reales. Porque ahí, los cónsules, los prefectos, el senado y el
pueblo permanecen de pie y en silencio para escuchar. Y si alguno de pronto
en mitad del profundo silencio saltara gritando, se le aplicarían los
castigos extremos como a quien hubiera injuriado al emperador. Aquí en
cambio, mientras se leen las cartas del cielo, de todos lados se levanta el
tumulto grande, siendo así que quien las envió es muy superior al emperador,
y también la reunión es aquí más honorable. Aquí están no sólo los hombres,
sino también los ángeles; y los premios de la victoria que aquí se publican,
son muy superiores a los terrenos triunfos.
Por esto se ordena que no sólo los hombres, sino también los ángeles, los
arcángeles y los habitantes todos del cielo y cuantos viven sobre la tierra,
se desaten en alabanzas, pues dice el salmista: Bendecid al Senor todas sus
obras. 142 Porque no son pequenas las que ha hecho, sino que exceden toda
alabanza y sobrepujan el pensamiento y la mente de los hombres. Lo mismo
predican los profetas, celebrando de diversos modos cada cual la espléndida
victoria. Uno dice: Subsiste a lo alto apresando cautivos, recibiendo
hombres como presentes. 143 Y también: El Senor es poderoso en la batalla.
144 Otro dice: Y recibirá muchedumbre por botín. 145 Pues vino para predicar
redención a los cautivos y dar vista a los ciegos. Y jubiloso decía, con
canto triunfal, a causa de la muerte vencida:?Dónde está, oh muerte, tu
victoria? ¿dónde está, oh muerte, tu aguijón? 146
Otro, anunciando la abundancia de paz, decía: De sus espadas harán rejas de
arado y de sus lanzas, hoces. 147 Otro dice, hablando de Jerusalén: Alégrate
con alegría grande, hija de Sión. Mira que viene a ti tu Rey. Justo y
salvador, humilde, montado en un asno, un pollino hijo de una asna. 148 Otro
anuncia su venida segunda con estas palabras: Vendrá el Senor a quien
buscáis. Y ¿quién podrá soportar el día de su venida? Saldréis y saltaréis
como terneros que salen del establo. 149 Otro, finalmente, admirado de tales
cosas, decía: Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta para nada a su lado.
150 Y mientras esto en la iglesia se dice, y otras muchas cosas más, cuando
lo propio sería sentir pavor y pensar que ya no estamos en la tierra,
entonces brota el tumulto como si estuviéramos en mitad de la plaza, y hay
turbación y se habla de mil cosas que para nada nos tocan y en esto gastamos
el tiempo de las reuniones.
Siendo, pues, tan desidiosos en lo pequeno y en lo grande, en oír y en
obrar, en las calles y en la iglesia, encima de todo esto todavía venimos a
rogar contra nuestros enemigos. ¿Pues qué esperanza de salvación nos
queda-cuando a tantos y tan graves pecados ponemos la anadidura gravísima
que iguala a todas las culpas anteriores y hacemos la súplica a que me he
referido? ¿Podremos admirarnos de que nos sobrevenga algún mal inesperado
cuando al revés deberíamos admiramos de que no nos sobrevenga? Porque ésta
sería la lógica consecuencia; lo otro sería cosa extrana y fuera de lo
razonable. Porque sería contra lo razonable que, hechos enemigos de Dios y
provocándolo en su ira, disfrutáramos del sol, de las lluvias y todo lo
demás, nosotros, los hombres que superamos a las fieras en la crueldad,
vueltos unos contra otros y con la lengua manchada de sangre de prójimo, al
que hemos hecho cuartos a mordidas; y esto tras de la mesa aquella
espiritual y de tantos beneficios y tan numerosos preceptos.
Meditando todo esto, vomitemos el veneno, acabemos con las enemistades y
oremos del modo que nos es conveniente, y en vez de la fiereza demoníaca,
revistámosnos de la mansedumbre angélica. Sean cuales fueren las injurias
que recibamos, pensemos en que tenemos intereses comunes; pensemos en la
recompensa que nos espera de cumplir este mandato; aplaquemos nuestra ira y
reprimamos las oleadas de nuestro furor, para que pasemos la vida presente
sin perturbaciones; y cuando lleguemos al término, encontremos al Senor en
tal disposición para con nosotros, como la que nosotros hayamos tenido acá
para con nuestros consiervos.
Si esto nos parece pesado y terrible, hagámoslo suave y deseable y abramos
amplísimas las puertas de nuestra confianza para con Dios. Lo que no hayamos
logrado con abstenernos de pecar, consigámoslo mediante nuestra mansedumbre
para con quienes nos han ofendido: al fin y al cabo, no es esto difícil ni
molesto. Por otra parte, haciendo beneficios a nuestros enemigos,
alcanzaremos para nosotros abundante misericordia. Además, en esta vida
todos nos amarán y más que todos Dios mismo nos amará y nos premiará y nos
concederá todos los bienes futuros. Ojalá que todos podamos conseguirlos,
por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y
el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XX(XXI)
Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su
rostro para que los hombres vean que ayunan (Mt 6, 16).
CONVIENE que nosotros en este pasaje gimamos y lloremos; pues no sólo
imitamos a los hipócritas sino que los superamos. Sé, por cierto, sé de
muchos que no sólo ayunan por ostentación, sino que aun sin ayunar, se
presentan como ayunantes y aprontan una excusa peor aún que el pecado. Lo
hago, dicen, para no escandalizar a muchos. ¿Qué dices? Es ley divina la que
lo manda ¿y tú te escudas con el escándalo? ¿Crees que hay escándalo si la
guardas y que no lo hay si la quebrantas? Pero ¿habrá cosa peor que
semejantes necedades? ¿Dejarás acaso de ser peor que los hipócritas y de no
estar echando mano de una doble hipocresía ni de llegar a las más extremas
alturas del crimen? ¿Puedes, sin avergonzarte, percibir la fuerza de la
sentencia leída?
Porque no dice simulan, sino que, para más picarlos, y con mayor vehemencia,
dice: Exterminan su rostro y lo demudan; es decir, lo estropean, lo
destruyen. Pues si mostrarse pálido por vanagloria es exterminar el rostro ¿qué se habrá de decir de las mujeres que destrozan su cara mediante
coloretes y polvos, todo para ruina de los jóvenes impúdicos? Porque los
ayunantes que eso practican sólo a sí mismos se danan; pero tales mujeres se
danan a sí mismas y a los que las miran. Es pues conveniente huir de ambas
enfermedades. Puesto que Cristo ordena no únicamente no hacer ostentación,
sino incluso esconderse, como de antemano lo hizo él mismo.
Hablando de la limosna, no ordenó simplemente; sino que, tras de haber
dicho: Estad atentos a no hacer vuestra limosna delante de los hombres,
anadió: para ser vistos. En cambio, acá nada anadió al precepto del ayuno y
la oración. ¿Por qué? Porque la limosna no puede ocultarse, mientras que la
oración y el ayuno sí pueden ocultarse. De manera que así como dijo: No sepa
tu mano izquierda lo que hace la derecha, no hablando de las manos
materiales, sino de que es necesario ocultarse; y así como dijo aquello de
entrar en el aposento, no quiso decir que ahí es en donde debemos orar y no
en otra parte, aunque dejó entender que ahí sobre todo; así en este pasaje,
al ordenar que quien ayuna se unja con óleo, no manda precisamente la
material unción, pues todos nos hallaríamos reos de traspasar semejante
precepto y antes que nadie los que por regla deben aplicarse al ayuno, o sea
las multitudes de monjes que viven en las montanas.
En resumidas cuentas, que no es eso lo que ordena el Senor, sino que, como
fue costumbre entre los antiguos ungirse con óleo cuando estaban alegres y
gozosos -como claramente se ve en David y en Daniel- por eso dijo Cristo que
convenía ungirse con óleo, no para que materialmente lo hagamos, sino para
que con todo empeno y diligencia, conservemos el bien que por el ayuno nos
viene. Y para que veas que este es el sentido, Cristo mismo, que dio el
precepto, lo llevó a la práctica; pues ayunó durante cuarenta días y se
ocultó para ayunar, pero no se ungió con óleo ni se banó. Y a pesar de que
nada de eso hizo, nadie llevó a la práctica como él todo el precepto, libre
ya, absolutamente libre de toda vanagloria. Esto fue, pues, lo que nos
ordenó, cuando trajo al medio a los hipócritas y retrajo de los procederes
contrarios a los oyentes, mediante el doble precepto.
Pero algo dejó también entender con la palabra aquella hipócritas. De manera
que aparta de semejante perversa inclinación no sólo ridiculizándola, ni
sólo indicando el gravísimo dano que causa, sino porque es un engano que
está muy a la mano. El hipócrita sólo aparece resplandeciente mientras está
en el teatro; y aun entonces no para todos. Porque la mayor parte de los
espectadores sabe, quién siendo él, qué cosas representa. Por lo demás,
acabada la función, los representadores quedan al descubierto para todos.
Pues bien: necesariamente padecen eso mismo los que ambicionan la
vanagloria; y aun para muchos es cosa manifiesta que no son lo que parecen y
que únicamente se encubren tras de un disfraz. Sin embargo, mucho más se les
conoce cuando después de terminada la representación queda todo en claro.
Por otro camino aparta también Cristo a los ayunantes de la hipocresía,
demostrando no ser gravoso su mandato. No insiste en que el ayuno se
extienda y prolongue, sino en que no se pierda su premio. Que el ayuno
parezca gravoso, cosa es común a nosotros y a los hipócritas, pues también
ellos ayunan; pero lo que Cristo ordenó es facilísimo de suyo y exclusivo de
quienes correctamente ayunan, para que no pierdan su corona y trabajo. Como
si dijera Cristo: yo nada anado al trabajo, sino que recojo para vosotros
cuidadosísimamente las recompensas y no dejo que os vayáis sin coronas, como
suelen marcharse quienes no quieren imitar a los que en los juegos olímpicos
compiten.
Los competidores, estando presentes tanta multitud y tantos príncipes que
los miran, no se dedican sino a complacer a uno solo, al que los ha de
coronar, aun cuando éste sea un particular y con mucho inferior a los
príncipes. Y sin embargo, tú, que tienes un doble motivo para demostrar a
Cristo tu victoria -puesto que es El quien atribuye los premios y además
está muy por encima de los demás espectadores sin comparación alguna-, andas
haciendo ostentación delante de otros que para nada pueden aprovecharte y sí
grandemente danarte.
A pesar de todo, dice Cristo, ni eso te impido. Pues si quieres hacer
ostentación delante de los hombres, espera un poco: yo te proporcionaré eso
con grande ventaja. Ahora semejante os, tentación te aparta de la gloria que
yo tengo y te doy, así como el despreciarla te une a mí. Pero en aquel día
con plena libertad gozarás de todo; y aun acá lograrás no pequeno fruto,
como es el quedar libre de una servidumbre si conculcas toda humana gloria;
y podrás entregarte al ejercicio de la verdadera virtud, En cambio, si
ansías la vanagloria, aun cuando estés en pleno desierto andarás vacío de
todas las virtudes y esto aunque no tengas espectadores.
Aparte de que es grande injuria la que haces a la virtud, si la buscas no
por ella y lo que es, sino por los fabricantes de cuerdas y los herreros y
el demás vulgo de la plaza; y para que te admiren los perversos y los que
andan muy lejos de la virtud; y llamas al espectáculo de tu ostentación a
los enemigos de la virtud. Es como si alguno quisiera proceder púdicamente
no por el bien que en sí misma encierra la pudicia, sino para agradar a los
impúdicos. De manera que tú nunca habrías echado por el camino de la virtud
sino para agradar a los enemigos de la virtud; siendo así, que a la virtud
aun por esto conviene admirarla: porque aun sus enemigos la alaban. Es
menester que la alabemos y la admiremos como conviene; o sea, no por otros,
sino por sí misma. Aun nosotros, cuando se nos ama no por lo que somos sino
para agradar a otros, lo tenemos por injuria.
Piensa pues así de la virtud, y no la cultives por respeto de otros. No
sirvas a Dios por respeto de los hombres, sino al revés: a los hombres por
respeto a Dios. Si procedes al contrario, aun cuando parezca que ejercitas
la virtud, harás que el Senor se irrite como contra quien en absoluto no la
ejercita. Porque así como éste no ejercitándola desobedece, así tú
desobedeces al ejercitarla de modo no conveniente.
No alleguéis tesoros en la tierra. Sanada ya la enfermedad de la vanagloria,
oportunamente pasa a tratar del desprecio de las riquezas. Pues nada como la
ambición de la gloria excita el amor de las riquezas. Por semejante ambición
los hombres inventan las greyes de siervos, los ejércitos de eunucos, los
corceles brillantes con sus jaeces de oro, las mesas de plata y otras cosas
aún más ridículas. No son ellas para satisfacer necesidades ni para
disfrutar un placer, sino para ostentarse delante de muchos.
Anteriormente Jesús solamente dijo que era necesario ser misericordioso.
Pero aquí nos ensena hasta dónde ha de llegar la misericordia, con estas
palabras: No alleguéis tesoros en la tierra. No era tan fácil al comienzo
del discurso declarar la doctrina del desprecio de las riquezas, a causa de
la fuerza de la enfermedad de la codicia; pero una vez que poco a poco cortó
semejante vicio y volvió a los hombres su libertad, finalmente pone esto en
el pensamiento de los oyentes, de modo que ya con mayor facilidad lo
acepten. Por tal motivo, al principio dijo: Bienaventurados los
misericordiosos. Luego anadió: Si alguno quiere litigar contigo para
quitarte la túnica, déjale también el manto.
Pero ahora dice algo más perfecto. Allá decía: si ves que hay litigio, haz
como sigue. Porque es mejor no retener y estar libre de litigio, que retener
y litigar. Aquí, en cambio, sin traer a cuento ni al adversario y ni al
litigio, y sin recordar nada semejante, ensena con sencillez el desprecio de
las riquezas. Con esto demuestra que establece estas leyes no tanto en bien
de quienes son auxiliados por la misericordia de otros, cuanto por el bien
de los que dan. De modo que aun cuando nadie nos haga injusticia ni nos
arrastre a los tribunales, despreciemos los bienes presentes y los demos a
los necesitados.
Sin embargo, no puso aquí todo en montón, sino poco a poco. Aunque El allá
en el desierto sostuvo grandes batallas en este campo y con extremo valor,
pero aquí no lo pone todo ni lo presenta en montón, porque aún no era tiempo
de revelarlo. Lo que hace es presentar ciertos raciocinios, ejercitando más
bien el oficio de consejero que el de legislador. Por eso, habiendo dicho:
No alleguéis tesoros en la tierra, anadió: donde la polilla y el orín los
corroen y en donde los ladrones horadan las paredes y los roban. Manifiesta
con esto el dano del tesoro terreno y la utilidad del celestial, tanto por
la circunstancia de lugar como por la de los que danan. Y no se detiene en
esto, sino que aduce otro raciocinio. Y en primer lugar exhorta a los
hombres apoyándose en lo que más temen ellos. Como si dijera: ¿qué temes? ¿que se te acaben los dineros si das limosna? Pues más aún: no sólo no se
consumirán si das limosna, sino que se acrecentarán en grande, pues se les
anadirán los bienes del cielo. Aunque esto aún no lo dice, pero lo va a
decir enseguida.
Por de pronto trata de lo que mejor podía exhortarlos; o sea, de conservar
intactos sus tesoros. Y a esto los atrae por dos caminos. Pues no dice
únicamente: si haces limosna, tu dinero queda guardado; sino que, por el
contrario, amenaza y dice: si no lo das, lo pierdes. Observa su inefable
prudencia. Porque no dijo: lo dejarás para otros, aunque esto muchas veces
les gusta a los hombres, sino que por otro lado les mete el temor al
demostrarles que con las riquezas ni siquiera eso lograrían. Pues aun en el
caso de que no las danaran los hombres, tienen ellas otros enemigos, como
son la polilla y la carcoma. Aunque parezca que fácilmente se puede evitar
este dano, ciertamente es inexpugnable y no puede impedirse: por más medios
que busques no podrás apartarlo.
Preguntarás: pero ¿es que la polilla carcome el oro? Pues si la polilla no
lo carcome, cierto es que se lo llevarán los ladrones. Dirás: pues qué ¿acaso todos los hombres han sido despojados por los ladrones? Si no todos,
sí muchos. Mas, como ya dije, por este motivo apartó Cristo otro argumento y
dijo: Donde está tu tesoro ahí estará tu corazón. Como si dijera: aunque
nada de eso otro aconteciera, no será pequeno el dano que recibas si te
apegas a lo terreno y de libre te tornas esclavo y ya nada puedes pensar de
las cosas de allá arriba, sino sólo y siempre de dineros, de usuras, de
réditos, de lucros, de asuntos de vulgares tabernas o innobles taberneros.
Pero ¿qué hay más mísero que esto? Semejante hombre será más miserable que
cualquier esclavo, ya que tal tiranía se ha impuesto; y lo más funesto es
que lo ha hecho traicionando su nobleza y libertad de hombre. Aunque mil
cosas te digan, si tu pensamiento está clavado en las riquezas, no tendrás
oídos para escuchar nada que te aproveche, sino que a la manera de un can
atado al borde de un hoyo, cenido con la tiranía de los dineros más
duramente que con cualquier cadena, ladrarás contra todos los transeúntes
sin otra empresa que realizar, sino conservar aquel depósito enterrado para
otros.
Mas como estas cosas eran más altas de lo que alcanzaban las mentes del
auditorio; y muchos ni iban a entender fácilmente el dano de las riquezas
nacido, ni abarcar el lucro del desprecio de los dineros, sino que
necesitaban de más instrucción y virtud para poder captar todo eso, Cristo
pasó más adelante, después de estas cosas oscuras y después de las que eran
más manifiestas, diciendo: Donde está tu tesoro ahí estará tu corazón. Y
luego, más claramente, elevándose de lo sensible a lo espiritual en su
discurso, diciendo: La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Que significa: no
ocultas bajo tierra el oro ni otra riqueza semejante, ya que para la
polilla, la carcoma y los ladrones la amontonas.
Y aun cuando evitaras esos danos, no evitarás que tu corazón quede
aprisionado y apegado a lo terreno. Porque donde está tu tesoro ahí estará
tu corazón. Si pones tu tesoro en el cielo, no sólo conseguirás ese fruto,
sino que además disfrutarás de los premios preparados para quienes así
obran; aparte de que desde acá recibirás la recompensa, como trasladado al
cielo, gustando las cosas de allá y solicito y cuidadoso de ellas: porque es
claro que habrás llevado tu ánimo allá a donde depositaste tu tesoro. Por lo
demás, si lo depositas en la tierra, experimentarás todo lo contrario.
Y si lo ya dicho te resulta oscuro, escucha lo que sigue: La lámpara de tu
cuerpo es tu ojo. Si pues tu ojo estuviere sano, todo el cuerpo estará
luminoso; pero si tu ojo estuviere enfermo, todo tu cuerpo estará en
tinieblas. Pues si la luz que hay en ti es tinieblas ¿qué tales serán las
tinieblas? Vuelve Cristo su discurso a cosas que están más cercanas a los
sentidos. Habiendo hablado ya de la mente, como de sierva y reducida a
esclavitud, cosa que muchos no podrían fácilmente entender, razona ahora
sobre las cosas exteriores y sujetas a las miradas, con el objeto de que por
éstas puedan entenderse aquellas otras. Como si dijera: si no has captado lo
que es ese dano de la mente, entiéndelo por la comparación con el del
cuerpo. Pues lo que el ojo es para el cuerpo, eso es la mente respecto del
alma.
Así como nunca desearás que te adornen el cuerpo y te vistan de seda, pero
al mismo tiempo te saquen los ojos, sino que juzgas que a todo ese ornato se
ha de anteponer la incolumidad de los ojos, puesto que si pierdes la vista
nada podrá aprovecharte durante el resto de tu vida -ya que ciegos los ojos
queda imposible casi la operación de los demás miembros y del mismo modo,
corrompida la mente, la vida toda queda repleta de males sin cuento-, digo
pues, que así como en lo corporal antes que nada cuidamos de que estén sanos
los ojos, así debemos cuidar de la salud de la mente. Si a ésta le
arrancamos los ojos que son los que han de suministrar luz a los demás ¿cómo
podremos en adelante ver? Así como quien seca una fuente, seca el río que de
ella nace, así quien oscurece su mente, ensombrece juntamente todas las
operaciones propias en esta vida.
Por tal motivo dice: Si la luz que en ti hay es tinieblas, las tinieblas ¿cuáles serán? Cuando el patrón de la nave se hunde y la lámpara se apaga y
es ciego el capitán ¿qué esperanza les queda a los súbditos? Dejando, pues,
a un lado las asechanzas que ponen las riquezas y las luchas y las querellas
-porque tales cosas ya las indicó antes al decir: el adversario te entregará
al juez y el juez al alguacil-, ahora pasa a cosas más severas, y aparta por
este medio de las malas concupiscencias. Mucho peor es que la mente sea
esclava de esta enfermedad que no el vivir en la cárcel. Esto segundo no
siempre sucede; mientras que lo otro siempre acompana a la codicia de las
riquezas. Por lo cual pone esto después de aquello otro, como cosa más
terrible y que sin remedio se sigue.
Como si dijera: Dios nos ha dado la mente para que disipemos la ignorancia y
formemos recto juicio de las cosas de la tierra y para que estemos en
seguridad, usando de esta luz a la manera de un dardo contra todo lo molesto
y danino. Pero nosotros traicionamos este don a trueque de cosas inútiles y
vanas. ¿De qué sirven los soldados cargados de oro cuando el jefe de ellos
está cautivo?, ¿qué ganancia se saca de que la nave esté admirablemente
exornada cuando se ha ahogado el patrón? ¿Qué ganas con que tu cuerpo sea
admirablemente formado y proporcionado si se le han arrancado los ojos? Así
como si alguno a un médico, que ha de ser el primero en curar las
enfermedades y que por lo mismo ha de estar él sano, lo enferma y lo obliga
a yacer en una silla de plata y en una cama de oro, lo inutiliza para
atender a los demás enfermos en absoluto, del mismo modo si enfermas tu
mente que es la que puede curar las enfermedades del alma, después, aun
cuando procures que se asiente sobre un tesoro, para nada le habrás ayudado,
sino que le has causado un mal gravísimo y a toda ella la habrás danado.
?Has observado cómo Cristo, por aquellas mismas cosas que arrastran al
hombre a causa de la codicia, por esas los aparta de ésta y los vuelve al
camino de la virtud? Les dice: ¿por qué codiciáis el dinero? ¿para gozar de
placeres y delicias? Pues bien: éstas no te vendrán por ahí, sino todo lo
contrario.
Así como arrancados los ojos, nada suave percibimos ya, a causa de semejante
calamidad, así también y mucho más sufriremos lo mismo con la corrupción de
la mente y su ceguera. ¿Por qué ocultas el dinero bajo tierra? ¿para tenerlo
seguro? Pues Cristo dice que también esto te acontecerá al revés. Así como
al que por vanagloria ayuna o da limosna u ora, Cristo lo aparta de la
vanagloria partiendo de las cosas mismas que anhela (porque le dice: ¿con
qué objeto oras así o das limosna? ¿no es para agradar a los hombres? pues
no ores así y entonces conseguirás esa gloria, a saber en el siglo
venidero), del mismo modo al codicioso de dineros lo caza mediante aquello
mismo que tantísimo desea. Le dice: ¿qué es lo que quieres? ¿conservar tu
riqueza y gozar de deleites? Pues yo te daré todo eso abundantísimamente,
con tal de que deposites tu oro en el sitio que yo te senalaré.
Todavía más claramente, tiempo después declaró el dano que de la codicia se
origina para la mente, al hacer mención de las espinas; pero entre tanto
aquí mismo y no a la ligera, lo dejó entender al demostrar que anda ciego
quien por las riquezas se enloquece y apasiona. Así como los que andan en
tinieblas nada distinguen con claridad; sino que si acaso ven una soga
piensan que es una serpiente, y si ven montes o valles, mueren de pavor, así
sucede con aquéllos, pues sospechan aun de lo que para quienes ven no tiene
nada de formidable; y así temen la pobreza y no sólo la pobreza sino aun la
más leve pérdida de dinero. Si pierden un poco, lo lloran y se atormentan
más que quienes están necesitados del diario sustento.
Y aun hay muchos de semejantes ricos que no pudiendo soportar el dicho
infortunio, acuden a un lazo corredizo. Las injurias y danos les parecen tan
intolerables que por tal motiva muchos han dejado esta vida. Las riquezas
los volvieron muelles para todo, excepto para servirlas. Porque cuando ellas
los obligan a que les sirvan, entonces se tornan audacísimos y se arrojan a
peligros de muerte, a los azotes, a los oprobios y a todo género de
ignominias. Linaje es esto de suma, de extrema miseria, que nos obliga a
pensar que son ellos muellísimos: en lo que habían de mostrarse piadosos y
recatados, en eso se muestran impudentísimos y cruelísimos. Les sucede lo
mismo que a quienes habiendo vergonzosamente dilapidado sus bienes todos,
luego la pasan mal. Porque ésos, cuando sobreviene el tiempo en que son
necesarios los gastos, como no pueden ya gastar nada, sufren lo indecible,
por haberlo consumido todo malamente.
Al modo como los actores ensenados en malas artes, sufren luego por ello
grandes peligros, mientras que en las cosas útiles y necesarias se muestran
en absoluto ineptos y ridículos, igualmente les acontece a estos de que
tratamos. Aquellos actores caminan sobre una cuerda y muestran en eso grande
fortaleza; en cambio, en las cosas ordinarias que requieren audacia y
fortaleza, ni siquiera atinan con lo que se ha de pensar. Lo mismo los ricos
que se atreven a todo por el dinero, para la virtud no tienen fuerzas ni
para sufrir mucho ni poco. Como los dichos actores ejercitan un arte
peligroso y resbaladizo, pero sin utilidad, así los ricos estos toleran
grandes peligros y se arrojan a recios precipicios, cosas todas que terminan
en un acabamiento sin provecho. Envueltos están en doble oscuridad, así
porque están ciegos de la mente, como porque, a causa de la enganosa
sobrecarga de los cuidados, se encuentran oprimidos por .las tinieblas. Y el
resultado es que a la verdad ya ni siquiera pueden fácilmente ver.
La razón es que quien solamente yace en tinieblas, cuando llega el sol y lo
ilumina, queda libre de ellas; pero quien tiene ciegos los ojos, ni aunque
el sol lo alumbre puede ver, cosa que le causa terrible padecimiento. Ni aun
fulgurando el Sol de justicia y exhortándolo, ve ni oye, porque las riquezas
le tienen los ojos totalmente cerrados. Por esto sufren doble ceguera: una
que nace de sí mismos, otra de que no atienden al Maestro. Pues atendamos
nosotros con diligencia a sus palabras a fin de que, aun cuando sea
tardíamente, veamos. Y ¿cómo podemos ver? Sabiendo cómo viniste a cegar.
Entonces ¿cómo cegaste? Por tu mala codicia. Porque así como un humor
maligno influyendo en la limpia pupila del ojo, echa en ella una nube, así
ha hecho en tu mente el amor a las riquezas.
Pero es cosa fácil disipar y desgarrar semejante nube, con tal que recibamos
los rayos de la ensenanza de Cristo; con tal que lo oigamos cuando dice: No
alleguéis tesoros en la tierra. Preguntarás: ¿de qué me sirve escuchar la
doctrina si ya estoy enredado en la codicia? Ciertamente el continuo
escuchar la doctrina puede ir disolviendo la codicia. Y si notas que a pesar
de todo permaneces enredado, advierte que eso ya no es la codicia y el
anhelo. Porque ¿qué anhelo puede haber de estar sujeto a durísima
servidumbre y yacer bajo el pie de una tiranía y estar de todos lados
encadenado y andar en tinieblas y lleno de desasosiego y entregado a
trabajos inútiles y atesorando para otros y muchas veces precisamente para
los enemigos? ¿De qué anhelo son dignas, cosas semejantes? Más aún: ¿con qué
precipitada fuga y carrera no deben abandonarse? ¿Qué anhelo es depositar
los tesoros para los ladrones? Si en realidad tienes anhelo de riquezas,
transpórtalas allá a donde pueden permanecer integras y seguras. Lo que
ahora haces no es propio de quien anhela dineros, sino servidumbre, dano,
penas pecuniarias, dolores perpetuos.
Si alguno te mostrara en la tierra un sitio inviolable y te prometiera
seguridad para tus riquezas, aun cuando te llevara al desierto, no
vacilarías ni te negarías, sino que confiadamente allá depositarías tus
caudales. Y cuando no es un hombre sino un Dios quien te lo promete y te lo
propone, y no un desierto sino el cielo, tú haces todo lo contrario; y esto
a pesar de que aun estando tus riquezas lo más seguras posible, tú nunca
estarás libre de cuidados: aunque no las pierdas no te verás libre del temor
de perderlas. En cambio, poniéndolas allá en el cielo, no tendrás temor. Y
lo que es más aún: no sepultas tus tesoros bajo tierra, sino que en realidad
los siembras. Porque en ese caso, simiente y tesoro se equiparan; pero la
resultante es aún mejor, pues la simiente no dura para siempre, mientras que
el tesoro de allá, sí. El tesoro acá no germina, mientras que allá te
produce frutos eternos.
Y si me alegas el tiempo que eso tarda y la dilación en devolvértelo, yo
puedo demostrarte cuán grandes bienes recibes aun de la dilación. Pero
intentaré refutarte por las cosas mismas del siglo y hacerte ver cómo en
vano me presentas semejantes objeciones. Tú preparas para esta vida muchas
cosas que no vas a disfrutar. Y sin embargo, si alguien te pone delante el
futuro de tus hijos y de los hijos de tus hijos, te parece que eso es
suficiente para consolarte de tus superfluos trabajos. Por ejemplo, cuando
ya en la extrema vejez te construyes suntuosas y magníficas mansiones que
con frecuencia no se terminan antes de tu muerte, y plantas árboles que tras
de muchos anos darán sus frutos; y cuando pones en filas esos árboles en tus
campos, y compras predios y heredades en cuyo dominio no entrarás hasta
pasado mucho tiempo y preparas muchas otras cosas de que nunca disfrutarás ¿lo haces todo pensando en ti o en tus sucesores?
Entonces ¿cómo no va a ser el colmo de la locura esto de no llevar
pesadamente la dilación, aquí, aun cuando por su causa veamos que no hemos
de gozar de la recompensa de nuestros trabajos, y en cambio, tratándose del
cielo emperezar por causa de la dilación; y más cuando la misma dilación
fructifica para ti más abundantemente y no pasa tus bienes a otro, sino que
los guarda para entregártelos oportunamente? Aparte de que la dilación ya no
será mucha, 151 el éxito final está a la puerta e ignoramos si todo lo
nuestro acabará en esta misma generación y llegará aquel día tremendo en que
aparecerá el temible tribunal, ante el cual no hay apelación ni acepción de
personas.
Porque la mayor parte de las senales ya se han verificado. Ya el evangelio
se ha predicado por todo el orbe; ya acontecieron hambres, guerras y
terremotos; de manera que no queda ya gran intervalo. ¿No adviertes las
senales? Pues eso mismo es una gran senal. Tampoco los que vivían en tiempo
de Noé advirtieron los prenuncios de la catástrofe; sino que, entre tanto,
dados al juego, a las comilonas, a los casamientos y entregados a todas sus
acostumbradas ocupaciones, los alcanzó aquella temible venganza. Lo mismo
pasó con los sodomitas dados a los deleites, que ni siquiera sospecharon lo
que iba a suceder y fueron fulminados con los rayos que bajaron del cielo
sobre ellos.
Meditando en esto, emprendamos el camino de regreso y démosnos a prepararnos
aquí con una vida perfecta. Y aun cuando no esté inminente aquel día de la
común consumación, el término de cada uno sí está a las puertas, ya sea un
anciano ya sea un joven. Y no habrá entonces posibilidades de ir a comprar
aceite para nuestras lámparas, ni para alcanzar perdón, aun cuando rueguen
por nosotros Abraham, Noé, Job o Daniel. Así pues, mientras tenemos tiempo
preparémosnos para estar entonces con gran confianza. Acopiemos mucha
cantidad de óleo; transportemos al cielo todos nuestros tesoros, a fin de
que a su tiempo y cuando más lo necesitemos podamos disfrutarlos, por gracia
y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXI
(XXII) Nadie puede servir a dos senores; pues, o bien, aborreciendo a uno,
amará al otro; o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro (Mt 6,
24).
?OBSERVAS cómo poco a poco va separando al hombre de las cosas presentes; y
cómo por muy variados modos endereza su discurso al desprecio de las
riquezas y derriba la tiranía de la codicia? Pues no contento con lo que ya
antes dijo, y eso que fue doctrina muy amplia y excelente, todavía anade
muchas otras cosas más temibles aún. Porque ¿qué cosa hay más temible que lo
que ahora nos dice, si es que por el amor a las riquezas tenemos que
abandonar el servicio de Cristo? ¿Qué hay más deseable si por el desprecio
de las riquezas podemos cultivar una firme benevolencia y caridad para con
Cristo? Porque -lo repetiré constantemente y ahora de nuevo lo digo- Cristo
por ambos caminos, por el de la utilidad y el del dano, excita a sus oyentes
a recibir sus mandatos: procede a la manera de un excelentísimo médico que
declara cómo las enfermedades nacen por la negligencia y descuido y la salud
nace de obedecer las prescripciones.
Considera, pues, cuán grande ganancia nos declara de nuevo en este pasaje; y
cómo, al tiempo mismo en que aparta lo danoso, apronta lo útil para la
salud. Pues dice que las riquezas os danan no únicamente porque suministran
a los ladrones armas contra vosotros, ni sólo porque cubren de tinieblas
vuestras mentes; sino además porque os echan del servicio de Dios y os
arrojan en manos de los dineros, seres inanimados y que con dos filos os
hieren; que hacen esclavos de quienes debieran mandar; y que os apartan del
servicio de Dios, a quien en absoluto debéis servir.
Del mismo modo que antes demostró haber un doble dano, como es que las
riquezas se amontonen en donde la polilla las corroe y que no se depositen
allá en donde es segura su guarda, así en este pasaje también declara un
doble dano: que apartan del servicio de Dios y que esclavizan al dinero. Sin
embargo, esto no lo enuncia inmediatamente, sino que lo va preparando
mediante ordinarias consideraciones, diciendo: Nadie puede servir a dos
senores. Se refiere a dos senores que ordenan cosas encontradas, pues si
esto no sucediera ya no serían dos. Por eso dice: La muchedumbre de los que
habían creído tenía un corazón y una alma sola; 152 pues aun cuando estaban
divididos en muchos cuerpos, sin embargo, la concordia los hacia uno solo.
En seguida, insistiendo, dice no únicamente que el apegado a las riquezas no
le dará servicio, sino que lo odiará y aborrecer'. Porque, o bien
aborreciendo a uno, amará al otro; o bien, adhiriéndose a uno despreciará al
otro. Parece que dijo dos veces lo mismo; pero no sin motivo procedió de esa
manera, sino para mostrar así que el cambio en mejor es fácil. Para que no
te excusaras alegando que ya estás hecho esclavo de las riquezas y oprimido
por su tiranía, te demuestra que puedes pasarte al opuesto partido; y así
como lo puedes hacer de aquí para allá, también lo puedes de allá para acá.
Dicho esto en forma indefinida para persuadir al oyente a que se
constituyera juez imparcial de lo que le decía, y así diera su sentencia,
atendiendo a la naturaleza misma de las cosas, en cuanto lo vio dar su
parecer afirmativo, finalmente se refirió a sí mismo y dijo: No podéis
servir a Dios y a las riquezas. Horroricémosnos de ver qué cosas obligamos a
decir a Cristo, hasta hacerlo comparar y poner frente a frente a Dios y el
oro. Pero si esto es horrible, mucho más horrible es que de hecho nosotros
así lo hagamos y antepongamos la tiranía del oro al temor de Dios.
Dirás: ¿pero acaso esto no fue posible entre los antiguos? !De ninguna
manera! ¿Cómo se hicieron esclarecidos en la virtud Abraham y Job? No me
vayas a traer a cuento simplemente a los ricos. Me refiero a los que
sirvieron a las riquezas. Rico era Job, pero no esclavo de la riqueza.
Poseía y retenía sus riquezas, pero era senor de ellas y no siervo; pues las
poseía a la manera de un mayordomo de ajenos dineros; y no sólo no
arrebataba lo apeno, sino que de lo propio daba a los pobres. Y, lo que es
todavía más, no se alegraba de los bienes presentes, como él mismo lo
declaró cuando dijo: Si megocé en mis muchos bienes; 153 y por eso al
perderlos no se dolió.
No son así los ricos de ahora; pues con ánimo más bajo que el de un esclavo,
pagan tributo a la tiranía amarga de las riquezas. El amor al dinero ha
capturado su ánimo como una fortaleza sitiada; y desde ahí diariamente les
impone preceptos plenos de iniquidad, y no hay rico que no los obedezca. De
modo que no andes discurriendo en vano. De una vez para siempre dio Dios el
decreto y dijo que eran incompatibles ambas servidumbres. No afirmes tú que
sí son compatibles. Si una ordena robar y la otra despojarse de lo propio;
una ser casto y la otra fornicar; una embriagarse y darse a los placeres de
la mesa y la otra moderar las tendencias del vientre; una despreciar las
cosas presentes y la otra adherirse a ellas; una admirar los mármoles y el
ornato de las paredes y techos y la otra despreciar todo eso y cultivar la
virtud ¿cómo pueden ambas ser compatibles?
Y aquí Cristo a la riqueza la llama senor, no porque por naturaleza lo sea,
sino porque lo es por la miseria de quienes se le han sujetado. Del mismo
modo al vientre lo llama dios, no por la dignidad del que impera, sino por
la miseria de quienes le sirven, cosa peor que cualquier suplicio, y que aun
antes del suplicio puede vengarse del cautivo. ¿Cómo no han de ser más
míseros que cualesquiera cautivos, los que teniendo por Senor a Dios se
pasan de tan suave reinado a la pesadísima tiranía del dinero, para hacerse
esclavos, siendo así que de esto aun acá en la tierra tan grave dano les
viene? Porque de esto nacen males gravísimos, como son los litigios, las
molestias, las discusiones, los trabajos, la ceguedad de la mente y el más
grave de todos que es que la servidumbre de las riquezas nos priva de los
bienes eternos. Una vez que por estos caminos demostró Cristo cuán grande
utilidad proviene del desprecio de las riquezas, es a saber la segura guarda
de las mismas, el gozo del alma, la posesión de la virtud, la defensa de la
piedad; finalmente viene a dar la prueba de la posibilidad de llevar a cabo
lo que nos propone. Porque éste es el mejor modo de una legislación: no sólo
ordenar cosas útiles, sino además volverlas factibles. Por esto continúa
diciendo: No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis. Para que no
se excusaran los oyentes diciendo: ¿Qué, pues? Si todo lo dejamos ¿cómo
podremos vivir? oportunamente sale al paso a esta objeción. Si al comienzo
hubiera dicho: No os inquietéis, la expresión podría haber molestado. Pero
una vez que ha demostrado ya la ruina que proviene del amor a las riquezas,
anadió luego una exhortación fácil de entender. Y por esto no dijo
únicamente: No os inquietéis, sino que aprontó el motivo y así dio el
precepto.
Habiendo dicho: No podéis servir a Dios y a la riqueza, anadió: Por lo cual
yo os digo: no os inquietéis.?Qué significa ese: por lo cual? A causa del
ingente dano. Porque el dano no reside únicamente en los dineros, sino que
va a recaer aun en las cosas más importantes y aun en la pérdida de la
salvación, puesto que os apartan de Dios creador, providente y amante. Por
lo cual, yo os digo: no os inquietéis. Después de haber declarado el mal
enorme, luego puso el precepto, y no sólo ordena despojarnos aun del manto,
pero ni siquiera inquietarnos por el necesario alimento. Y dice: No os
inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis. Y no es que el alma
necesite de alimento material, pues es incorpórea; sino que usó de un modo
común de hablar. Pues aun cuando ella no necesite de alimento, pero no puede
permanecer en un cuerpo si éste no se nutre.
Pero no solamente lo enuncia, sino que también aquí procede a las pruebas; y
las toma: unas de lo que entre nosotros acaece; otras, de varios ejemplos.
Usando de lo que entre nosotros acaece dice:?No es la vida más que el
alimento y el cuerpo más que el vestido? Entonces, quien nos dio lo que es
más ¿no nos dará lo que es menos? El que formó la carne que se alimenta ¿cómo no le aprontará el alimento? Por esto no dijo simplemente: No os
inquietéis por lo que comeréis y por lo que vestiréis, sino que hizo mención
del cuerpo y del alma, porque de éstos iba a tomar los ejemplos, procediendo
por comparaciones.
El alma nos la dio una vez y permanece tal como nos la dio. Pero el cuerpo
cada día va creciendo. Cosas ambas que demuestran por una parte la
inmortalidad del espíritu y por otra la naturaleza caduca y pasajera del
cuerpo. Por lo cual anadió:?Quién de vosotros puede anadir un codo a su
estatura? Callando respecto del alma que no puede recibir incremento, se
refiere únicamente al cuerpo; y por lo que dice demuestra que éste no crece
por causa del alimento, sino por obra de la providencia de Dios. Pablo,
demostrando lo mismo por otros caminos, decía: Ni el que planta es algo ni
el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 154 Así demostró su aserto
valiéndose de lo que en nosotros ordinariamente sucede. Y dice: Ved las aves
del cielo. Para que nadie objetara diciendo: Y sin embargo nos vendría
utilidad de inquietarnos, los exhorta procediendo tanto de menor a mayor,
como de mayor 'a menor. De menor a mayor, recordando el alma y el cuerpo; de
mayor a menor, trayendo a colación las aves. Porque si Dios tan
cuidadosamente cuida de seres inferiores a vosotros ¿cómo no lo hará con
vosotros? Esto dijo a los oyentes, pues se trataba de una turba de pueblo.
En cambio, al demonio no le respondió así, sino ¿cómo?: No de solo pan vive
el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 155 Y trae a
colación las aves en una forma excelente para exhortar y que tiene para eso
una fuerza enorme. Pero hubo impíos que llegaron a tan grande estulticia,
que pusieron defecto en la comparación. Pues decían no convenir a quien
quería levantar las voluntades y despertarlas, usar de ejemplos tomados de
la naturaleza, ya que tales seres tienen por la misma naturaleza lo que
tienen.
?Qué responderemos a esto? Que aun cuando ellos lo tengan dado por la misma
naturaleza, podemos nosotros adquirirlo por el empeno de la voluntad. Porque
no dijo Cristo: Mirad las aves del cielo cómo vuelan, cosa que no está en
las posibilidades del hombre; sino cómo sin inquietarse ellas son
alimentadas; cosa que sí podemos, con tal de que queramos. Y así lo
experimentaron los que lo pusieron por obra. Así que debemos admirar la suma
prudencia del Legislador, quien pudiendo poner ejemplos de hombres y
presentar a Elías, Moisés, Juan el Bautista y otros semejantes, que nunca
anduvieron solícitos por el alimento, para más impresionar a los oyentes, se
refirió a los animales irracionales. Si les hubiera puesto delante a
aquellos varones santos, le podían haber respondido: !No llegamos a tan
grande virtud! En cambio, habiendo callado acerca de ellos y habiéndose
referido a las aves del cielo, les quitó toda excusa, imitando en esto a la
Ley Antigua.
Porque el Antiguo Testamento remite a la abeja, a la hormiga, a la tórtola,
a la golondrina. Ni es pequeno honor para el hombre que podamos con el poder
de la voluntad alcanzar lo que los animales poseen por su naturaleza. Ahora
bien: si Dios tan grande providencia tiene de los seres que por nosotros
fueron creados ¿cuánto mayor la tendrá de nosotros mismos? Si la tiene de
los siervos ¿cuánto más la tendrá de los senores? Por tal motivo dijo: Ved
las aves del cielo. Y no anadió: cómo no trafican ni venden, cosas que eran
entonces grandemente reprensibles, sino cómo no siembran ni cosechan.
Preguntarás: entonces ¿no conviene sembrar? No dijo Cristo que no conviniera
sembrar, sino el andar inquietos; ni dijo que no se ha de trabajar, sino que
no se ha de decaer de ánimo ni atormentarse con preocupaciones. Ordena tomar
los alimentos, pero sin inquietud. Ya David anteriormente había dicho lo
mismo, hablando enigmáticamente: Abres tú la mano y das a todo viviente la
grata saciedad. 156 Y también: El que da al ganado su pasto y a los
polluelos del cuervo que claman. 157 Dirás que quiénes fueron los que
vivieron sin inquietudes. ¿Qué no has oído cuántos varones santos nombré? Y
con esos ya nombrados ¿no viste a Jacob saliendo desnudo de la casa paterna?
¿No lo oíste cómo suplicaba y decía: Si el Senor me diere pan para comer y
vestido para cubrirme? 158 Palabras son esas de quien no anda solícito, sino
que todo lo pide a Dios. Lo mismo esforzadamente practicaron los apóstoles,
abandonándolo todo y por nada inquietos. Y lo mismo los cinco mil y los tres
mil a quienes exhortó Pedro. Pero si, ni aun oyendo esto, tienes valor para
rompe; tan fuertes ataduras, a lo menos, conocida ya la inutilidad de la
preocupación, échala de ti. Pues dice Cristo:?Quién de vosotros con sus
preocupaciones puede anadir a su estatura un solo codo?
?Observas cómo esclareció lo que era oscuro mediante lo que era claro y
manifiesto? Porque dice: así como nadie con sus preocupaciones puede anadir
ni siquiera un poquito a la estatura de su cuerpo, del mismo modo no puedes,
aunque tú creas que lo puedes, amontonar alimentos. Por aquí queda
manifiesto que aun las cosas que juzgamos deberse a nuestro trabajo, es la
providencia divina la que las lleva a cabo; de manera que si ésta nos
abandonara, nada bastaría para el buen éxito: ni el cuidado, ni la
inquietud, ni el trabajo, ni otra cosa alguna, sino que todo se nos
hundiría.
No pensemos, pues, que tales preceptos son imposibles, ya que aun al
presente hay muchos que los cumplen. Y si esto ignoras, no es cosa de
admirarse. También Elías creía ser el único servidor de Dios. Pero oyó la
respuesta: Me he guardado siete mil hombres. 159 Por donde se ve manifiesto
que también ahora hay quienes imitan la vida de los apóstoles, como antano
aquellos tres mil y aquellos cinco mil. Si no lo creemos, no es porque no
haya quienes correctamente vivan, sino porque están lejos de nosotros. Así
como el dominado por el vicio de la embriaguez no cree fácilmente que haya
quienes aun del agua se abstengan, aun cuando en nuestros días practican
esto muchos de los monjes; y así como el que convive con mujeres no cree ser
cosa fácil guardar la virginidad; ni quien es ladrón cree que haya quienes
fácilmente den de lo suyo, del mismo modo, los que diariamente se atosigan
con mil inquietudes, no pueden con facilidad aceptar esta doctrina.
Pero que haya muchos que han llegado a esta perfección, lo puedo demostrar
con los que en este tiempo nuestro han seguido semejante género de vida. Por
lo que hace a vosotros, os baste con que aprendáis a no dejaros llevar de la
avaricia y saber que es bueno hacer limosnas y que es necesario dar de
nuestros bienes. Si esto haces, carísimo, llegarás hasta aquella perfección
pronto. Mientras tanto, echemos lejos aquella pompa superflua, y
contentémosnos con una medianía, que sepamos que mediante el trabajo honrado
hemos de adquirir lo que tengamos; pues el bienaventurado Bautista, cuando
hablaba con los recaudadores y los soldados, les ordenaba que se contentaran
con sus estipendios y sueldos. Quería levantarlos a otro género de vida;
pero por no estar aún preparados, los exhortaba a cosas de menos perfección.
Si les hubiera propuesto cosas más altas, no le habrían atendido y ni aun
esas menos perfectas habrían practicado.
Ejercitémosnos, pues, también nosotros en éstas. Entre tanto, sabemos que
eso de dejar los bienes, es carga más pesada de lo que podéis llevar; y que
tanto cuanto dista el cielo de la tierra, así de lejos estáis de semejante
virtud. Practiquemos, pues, a lo menos los últimos preceptos, cosa de no
pequeno consuelo, ya que aun entre los griegos algunos practicaron ese medio
y modo de vivir que decíamos; y lo abandonaron todo, aunque no con los
rectos propósitos que era debido. Nosotros nos contentaremos con que en dar
limosna seáis generosos; pues si esto hacemos, pronto subiremos a aquella
perfección. Pero si ni esto hacemos ¿de qué perdón seremos dignos, pues
ordenándosenos superar a los santos de la Ley Antigua, ni siquiera igualamos
a los ,filósofos helenos?
?Qué alegaremos, si debiendo ser como los ángeles y los hijos de Dios, ni
siquiera parecemos hombres? Porque robar lo ajeno y andarlo anhelando, no es
propio de la mansedumbre del hombre, sino de la crueldad de las fieras. Más
aún: los que arrebatan lo ajeno son peores que las mismas fieras. Porque en
las fieras es la naturaleza la que ha puesto eso; pero nosotros, adornados
con el don de la razón, que contra lo natural nos deslizamos a tanta bajeza
¿de qué perdón gozaremos?
Considerando, pues, la alteza del género de virtud que se nos propone,
lleguemos siquiera a un término medio, para librarnos del futuro castigo y
luego adelantaremos en ese camino hasta llegar a la cumbre de todos los
bienes. Ojalá todo esto lo consigamos por gracia y benignidad de nuestro
Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los
siglos. Amén.
HOMILIA XXII (XXIII)
Mirad los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. Pues yo os
digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos (Mt 6,
29).
UNA VEZ que Cristo hubo tratado acerca del alimento necesario y demostró que
no debemos inquietarnos por él, descendió a cosas de menor importancia.
Porque no es tan necesario el vestido como el alimento. Pero ¿por qué aquí
no echa mano del ejemplo de las aves y no nos habla del pavo y del cisne o
de la oveja? Porque ciertamente de estos animales podían tomarse abundantes
ejemplos. Pues porque quería hacer ver la magnitud del negocio por ambos
caminos: así por la nulidad de esos vegetales que brillan con gran
esplendor, como por la excelencia del ornato que a los lirios se ha
concedido. Y así, tras de hacernos la descripción que precede, ya no los
llama lirios, sino hierba del campo. Ni se contentó con eso, sino que anadió
otra calidad despreciable de ellos al decir: que hoy es. Y no continuó
diciendo: y manana ya no existe, sino que anadió algo que mejor indica la
bajeza de ellos. Porque dijo: y se echa al fuego. Tampoco dijo simplemente
la viste, sino: así la viste.
Advierte cómo procede y los muchos pasos por donde avanza a cosas más
aventajadas y mayores. Lo hace para impresionar a los oyentes y obligarlos;
y por lo mismo continuó: ¿No hará mucho más con vosotros? que es expresión
de mucho énfasis. Ese con vosotros no significa nada menos, sino que se ha
dignado conceder al género humano honor grande y grande cuidado. Como si
dijera: Vosotros a quienes dio el alma, para quienes formó el cuerpo, para
cuyo uso creó todo lo visible, en cuyo bien envió a los profetas y dio la
Ley y os colmó de bienes sin cuento y por cuya redención entregó a su Hijo
Unigénito y por medio de El ha dispensado dones infinitos.
Tras de haberles claramente manifestado y declarado esto, luego los increpa
y dice: Hombres de poca fe. Así es este Senor que aconseja. Una vez que
claramente ha expuesto las cosas, no sólo exhorta a la práctica, sino que
además estimula para más excitar a la obediencia de sus preceptos. Con estas
palabras nos ensena a no inquietarnos, pero además a no admirarnos si
contemplamos magníficas vestiduras. Hierba es la belleza: !hermosura de
hierba tierna! Más aún: más bello es el heno que ese vestido tuyo. Entonces
¿por qué te ensoberbeces de una cosa en que tanto te supera la hierba?
Considera, además, cómo ya desde el principio declara ser fácil y ligero:
este precepto, pues los va ensenando mediante los contrarios y por las cosas
que más temen. Después de haber dicho: Considera los lirios del campo,
anadió: no trabajan. De modo que su precepto tiende a liberarnos del
trabajo. De modo que no hay trabajo en no preocuparse de esas cosas, sino al
revés en cuidar de ellas y andar inquieto. Y así como al decir no siembran,
no por eso quiso suprimir las siembras, sino únicamente la preocupación, así
cuando dice: No trabajan ni hilan, no por eso prohibió esas obras sino la
inquietud en ellas. Pues si Salomón fue superado por la belleza de los
lirios; y esto no una ni dos veces sino durante todo su reinado (pues nadie
puede afirmar que ahora se vestía de un modo, ahora de otro; ni tampoco que
por sólo un día brilló con tan grande esplendor, pues eso indicó Cristo al
decir: en toda su gloria y reino) ; ni fue inferior a sólo una de las
flores, sino a cualquiera de ellas y no pudo imitar ni a una sola (pues por
eso dijo Cristo como uno de éstos, y cuanto dista la verdad de la mentira
tanto así distaban las flores en belleza respecto de aquellos vestidos) ; si
pues aquel rey se confesó vencido, siendo el más espléndido de cuantos reyes
han existido ¿cuándo podrás tú vencer a los lirios, ni siquiera acercarte un
tanto a su hermosura?
Nos ensena, pues, aquí a nunca ambicionar semejante belleza en el vestido,
al ver cómo termina la de la hierba, que tras de su esplendor es arrojada al
fuego. Ahora bien: si para la hierba, tan vil y tan inútil para el uso,
tiene Dios tan gran providencia, ¿cómo se descuidará de ti, viviente el más
necesario de todos? Preguntarás ¿por qué entonces hizo a la hierba tan
hermosa? Para manifestar su sabiduría y su poder y para que todos conozcan
su gloria. Porque no sólo los cielos proclaman la gloria de Dios, 160 sino
también la tierra. Y significando esto dijo. David: Alabad al Senor, árboles
frutales y todos los cedros. 161 Unas criaturas entonan las alabanzas del
Creador con sus frutos, otras con su grandeza y otras con su hermosura.
Gran senal es de sabiduría y poder el que a seres en sí vilísimos (puesto
que ¿qué hay más vil que lo que hoy es y manana ya no existe?) los adorne el
Creador con tan grande belleza. Si al heno,' que para nada sirve, le concede
vestirse así (puesto que ¿de qué sirve su hermosura sino para alimentar el
fuego?) ¿cómo no te concederá las cosas de que tú necesitas? Si a las
criaturas más bajas de todas así tan abundantemente las adornó, y esto no
para alguna utilidad, sino para mostrar su magnificencia, con mucha mayor
razón te honrará a ti, que eres de mucho más altísimo precio que todas
ellas, y. te dará todo lo necesario para tu Uso.
Pues Cristo había demostrado a los oyentes la gran providencia de Dios, y
además era necesario increparlos, usa en esto segundo de gran suavidad
echándoles en cara no una plena incredulidad, sino solamente poca fe. Les
dice: Pues si a la hierba del campo que hoy es y manana es arrojada al
fuego, Dios así la viste ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca
fe? Y todo eso lo hace El mismo; porque todas las cosas fueron hechas por El
y sin El nada se hizo; 162 y sin embargo, no se nombra a sí mismo. Porque
por el momento, para cimentar su autoridad bastaba con que en cada precepto
antepusiera aquello de: Habéis oído que se dijo a los antiguos. No te
admires, pues, de que en lo que sigue se oculte a sí mismo o diga de sí
mismo algunas cosas más humildes. Por entonces sólo se preocupaba de que su
palabra se hiciera creíble y fuera captada por sus oyentes y de demostrar
que no era adversario de Dios, sino que estaba en todo de acuerdo con su
Padre.
Eso mismo hace aquí. Porque en su largo discurso con frecuencia lo nombra,
admira su sabiduría, su providencia en todas las cosas grandes y pequenas.
Así, hablando de Jerusalén, la llama ciudad del gran Rey; y al recordar el
cielo, lo llamó solio de Dios y al extenderse acerca del gobierno del
universo, todo lo atribuye a su Padre, diciendo: Que hace nacer su sol sobre
buenos y malos y llueve sobre justos y pecadores. Y al proponer el modo de
orar nos ensenó adecir: Porque de Él es el reino, el poder y la gloria. Y en
este pasaje, tratando de la providencia de su Padre y declarando ser El
excelente Opífice aun en las cosas pequenas, dijo: Viste la hierba del
campo. Y nolo llama Padre suyo, sino de los oyentes, para impresionarlos con
este honor, y para que después cuando El lo llamara su Padre, ellos no se
indignaran. Si pues no debemos inquietarnos por las cosas de poco precio ni
por las necesarias ¿qué excusa valedera pueden tener quienes andan
preocupados por las grandes? Más aún: ¿qué excusa podrán tener lea que no
duermen por andar tras de los bienes ajenos?
No os preocupéis, pues, diciendo ¿qué comeremos, qué beberemos o qué
vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso.?Observas cómo de nuevo los
increpa con mayor viveza y les declara que El no ha ordenado nada oneroso ni
duro? De modo que así como cuando decía: Si amáis a las que os aman, nada
grande hacéis, pues también los gentiles hacen eso, con traer a la memoria a
los gentiles excitaba a sus oyentes a laperfección; así ahora vuelve a
traemos para excitar a los otros y demostrarles que lo que nos exige no
esotra cosa sino el pago de una deuda. Si es necesario superar a los
escribas y fariseos ¿de qué pena no seremos dignos nosotros, que no sólo no
los superamos, sino que permanecemos en la bajeza de los paganos e imitamos
su falta de confianza?
No se contentó con increparlos, sino que habiéndolos aguijoneado, los excitó
y los puso en vergüenza con vehemencia suma; y luego por otro camino los
consoló diciendo: Porque vuestro Padre celestial sabe que ne-cesitáis de
todo eso. No dijo: sabe Dios, sino: sabe el Padre, para levantarlos a mayor
confianza y esperanza. Porque siendo El Padre, y tal Padre, no podrá
descuidar a sus hijos que en tan graves aprietos se encuentran, cosa que ni
aun los hombres, cuando son padres, lo soportan.
Introduce luego otro raciocinio. ¿Cuál? Que necesitáis de todo esto. Quiere
decir lo siguiente: ¿son acaso superfluas tales cosas? para que Él las pase
por alto? Pues bien, ni aun las cosas superfluas las despreció, como se ve
en la hierba del campo. Pero a la verdad éstas no son superfluas sino
necesarias. De manera que lo quetú tienes como justa causa de inquietud,
precisamente eso es lo más idóneo para apartar de ti la preocupación. Y si
instas y dices: conviene que yo me preocupe, pues se trata de cosas
necesarias, yo te diré lo contrario: precisamente porque son necesarias no
te inquietes. Si fueran superfluas, ni aun así habría que perder la
confianza, sino confiar en que se pueden proveer. Ahora bien, como son
necesarias, en forma alguna conviene desconfiar.
?Qué padre hay que descuide el dar a su hijo lo necesario? De modo que sin
dada Dios la dará. El es el Creador de la naturaleza y sabe perfectamente
qué sea lo necesario. Nunca podrás tú decir, que ciertamente El es Padre y
que también tales cosas son necesarias, pero que El ignora cuándo las
necesitamos. Quien conoce la naturaleza y es su Creador y la conformó así
como es, conoce mejor que tú, que estás necesitado, de lo que ella exige,
como es manifiesto. El tuvo a bien que tú sufrieras esta dificultad. No se
contradirá en lo que ha querido, de tal manera que por- una parte te ponga
en la necesidad y por otra te prive de la necesario.
No nos inquietemos, pues, ya que, al fin y al cabo, con esonada ganamos si
no es el destrozarnos a fuerza de cuidados. Puesto que el Padre celestial
nos proporciona lo que necesitamos, estemos o no preocupados, andemos o no
inquietos, y másbien no estándolo ¿qué nos queda de la ansiedad e inquietud
sino el habernos atormentado con superfluos cuidados? Quien ha sido invitado
a un banquete jamás se preocupará por los alimentos; ni quien se acerca a
una fuente anda angustiado por el agua. No nos portemos, por consiguiente,
como pobres desvalidos y abatidos, nosotros que tenemos a la mano una
abundancia mucho mayor que en mil fuentes y banquetes; es decir; la
providencia divina.
Anade luego, otra razón para confiar en todas las cosas y en todas las
circunstancias, diciendo: Buscad primero el reino de los cielos y todo lo,
demás se os dará por anadidura. Levantados ya los ánimos, les trae a la
memoria el reino de los cielos. Porque vino para disolverlas antiguas
ataduras y para llamarnos a una patria mejor. Por eso pone todo su empeno en
apartarnos de las cosas superfluas y librarnos del apego a las terrenales.
Tal fue la razón de recordar a los gentiles cuando dijo que éstos andaban
con anhelo y preocupación de las cosas de la vida presente y en eso ponen
todo su trabajo y empeno, pues para nada tienen en cuenta las futuras ni el
cielo. Pero para vosotros, como si dijera, no son aquéllas sino éstas las
principales. No hemos sido creados para comer, beber y vestimos, sino para
obedecer a Dios y alcanzar los bienes futuros.
De manera que, en consecuencia, así como estas cosas son pasajeras y de poco
peso, así las hemos de pedir como de paso. Por esto decía: Buscad primero el
reino de Dios y lo demás se os dará por anadidura. Y no dice simplemente se
os dará, sino: por anadidura, para que entiendas que de las cosas que
actualmente te da, ninguna hay de tal magnitud que pueda compararse con la
grandeza de las venideras. Por lo cual no ordena pedir aquéllas sino estas
otras y confiar en que a éstas se anadirán las otras. Busca las futuras y se
te darán las presentes. No anheles las cosas visibles y ciertamente
conseguirás las futuras. Es cosa indigna que vayas a Dios con tales
peticiones de lo visible. Tú, que debes poner todo empeno y cuidado en
aquellos bienes inefables, te deshonras al ponerlos así en el anhelo de
cosas pasajeras.
Preguntarás: ¿cómo es entonces que nos ordenó pedir el pan? Atiende a que
anadió enseguida cotidiano; y más aún, anadió de nuevo: hoy, 163 como
también lo hace aquí. Porque no dijo únicamente no estéis inquietos, sino:
por el manana, dejándonos así en libertad de pedir y al mismo tiempo
aplicando el alma a cosas más necesarias. Ordenó pedir el pan y lo demás,
pero no porque Dios necesite de avisos, sino para que aprendiéramos que
nosotros todo lo bueno lo ejercitamos con su auxilio; y para que con la
asiduidad en pedir nos le hagamos familiares. ¿Ves cómo también por aquí los
persuade y les ensena que juntamente recibirán los bienes presentes? Porque
quien da los dones mayores con mucha mayor razón dará los menores.
Como si dijera: no os he ordenado que no estéis inquietos ni pidáis nada
para que andéis miserables y desnudos, sino precisamente para que abundéis
en tales bienes: cosa que a la verdad podía atraer mucho a los oyentes. Así
como al vedar la ostentación ante los hombres cuando se hace limosna, puso
como principal razón que luego con mayor abundancia la honra les será
devuelta (pues dice: Y tu Padre que ve en lo oculto te premiará
públicamente), así en este pasaje, al apartar a su auditorio de andar
buscando las cosas presentes lo persuade sobre todo con que tales cosas se
prometen con mayor abundancia a quienes no las buscan. Te prohibo, dice, que
las busques, no para que no las recibas, sino para que más abundantemente
las recibas y en un modo a ti conveniente y con la conveniente utilidad: no
vaya a sucederte que, inquieto y destrozado con los cuidados de estas cosas
temporales, te vuelvas indigno de ellas y también de las espirituales; y que
te atormentes con inútiles cuidados y decaigas del propósito de lo eterno.
No queráis, pues, estar inquietos por el día de manana. Bástale a cada día
su malicia, es decir, su propia miseria y tribulación. ¿No te basta con la
de comer tu pan con el sudor de tu rostro? ¿Por qué anades otra miseria
mediante la inquietud, tú que has de ser liberado de los trabajos
anteriores?
Llama aquí malicia no a la maldad !lejos de eso! sino a la miseria y
trabajo, a las molestias, como dice en otra parte:?Habrá en la ciudad
malicia cuyo autor no sea Dios?, 164 donde malicia no significa rapina ni
avaricia ni otra cosa semejante, sino las miserias y castigos enviados del
cielo. Y también dice: Yo doy la paz, yo creo lo malo 165 Tampoco aquí se
refiere a la perversidad, sino sólo al hambre y a la peste, que el vulgo
estima malas, porque ha entrado en la costumbre de muchos decir que son
malas. Así aquellos cinco adivinos y sacerdotes de los sátrapas, cuando
soltaron para que anduvieran a su placer las vacas uncidas al arca y sin sus
ternerillos, llamaron malicia o mal a las llagas y dolo y tristeza de ahí
nacidos, que les envió el cielo. Pues lo mismo aquí significa cuando dice:
Le basta al día su malicia.
Nada hay que así atormente el ánimo como los cuidados y las preocupaciones.
Por lo mismo Pablo, al exhortar a la guarda de la virginidad, daba este
consejo: Yo os querría libres de todo cuidado. 166 Cuando Cristo anade que
el manana será solícito desí mismo, no quiere decir que el día sea solícito
para sí; sino que, por hablar a una multitud aún imperita, como quisiera
poner énfasis en su sentencia, presenta al tiempo como si fuera una persona,
hablándoles conforme a una costumbre muy generalizada. Aquí, por cierto, lo
da como un consejo; pero más adelante lo propone comoley: No llevéis oro ni
plata ni alforja para el camino. 167 Hasta que practicó todo eso con el
ejemplo, hasta entonces lo estableció como ley, con base más firme; pues su
sentencia había sido ya aceptada y, apoyada con las obras. ¿Cuándo lo
demostró con las obras?Oye cómo lo dice: El Hijo del hombre no tiene en
dónde reclinar su cabeza.
Mas no contento con esto, muestra el ejemplo también en sus discípulos, al
formarlos según esta norma y no permitir que algo les faltara. Medita en su
providencia, que supera el afecto de cualquier padre. Ordeno esto, dice,
para libraros de toda preocupación inútil, y no por otro motivo. Si hoy
andas intranquilo por el manana, manana lo andarás de nuevo. ¿Qué es aquí lo
inútil? Que obligas al día a que se aflija con miserias mayores que las que
ya le tocaron por suerte. Le anades a sus trabajos propios la carga de los
del siguiente día; y no porque con este anadir disminuyas la carga del día
siguiente, sino sólo, anadiendo trabajos a trabajos. Presenta Cristo, para
más impresionar a los oyentes, al tiempo como si fuera una persona, y como
herido y gritando contra ellos a causa de la molestia inútil. Se te dio el
día para que cuides de lo que a él atane. ¿Para qué le acumulas los cuidados
del día siguiente? ¿No es acaso para él suficiente carga su propio cuidado?
¿por qué le impones una carga mayor?
Siendo el Legislador quien habla así; y siendo él quien nos ha de juzgar,
medita tú cuán buena esperanza nos propone al testificar que esta vida es
laboriosa y miserable, a tal punto que basta la preocupación y cuidado de un
solo día para afligimos y destrozarnos. Y sin embargo, tras de tanto y tan
excelente como se ha dicho, todavía nosotros andamos inquietos por esas
cosas; y en cambio descuidamos el cielo e invertimos el orden de valores,
luchando contra la sentencia de Cristo por ambos caminos. Porque, obsérvalo
bien. Dice El: No busquéis las cosas presentes en absoluto; y nosotros
continuamos buscándolas. Buscad, dice, las cosas del cielo; y nosotros no
les dedicarnos ni siquiera el breve tiempo de una hora. Cuanta solicitud
mostramos por las cosas de este siglo, tanta es la negligencia, y aun mucho
mayor, para las cosas espirituales. Y esto a pesar de que en lo temporal no
siempre vamos con la prosperidad, ni siempre tenemos buen suceso.
Despreciamos diez días, veinte, cien. ¿Acaso no es necesario que muramos y
caigamos en las manos del juez que nos ha de juzgar? Nos consolamos can la
dilación. Pero ¿qué consuelo puede ser éste, cuando día por día nos amenaza
el castigo y la venganza? Si quieres tener consuelo con la dilación, tenla
en que procede como fruto de la penitencia que es la enmienda. Porque si tú
crees que la dilación del castiga puede producir algún consuelo, mucho mayor
lucro tienes en no incurrir en el castigo. Usemos de esta dilación para en
absoluto librarnos de las penas que nos amenazan.
Al fin y al cabo, nada de lo que se nos ha mandado es gravoso ni molesto;
sino que todo es fácil y manual con la condición única de que tengamos buena
voluntad, y así podremos cumplir todos los preceptos aun cuando nos
encontremos reos de infinitos pecados. El rey Manasés, tras de haberse
atrevido a cometer execrables crímenes, de haber extendido su mano contra
las cosas santas, de haber colmado el templo de abominaciones y la ciudad de
asesinatos, y de haber llevado a cabo otras muchas maldades que no merecían
perdón, sin embargo, tras de tan grande perversidad, lavó sus pecados. ¿Cómo?
¿por qué camino? Mediante la penitencia y el buen propósito de la
enmienda.
Porque no, no hay pecado alguno que, no ceda a la fuerza de la penitencia; o
mejor dicho, a la gracia de Cristo. Si hoy mismo nos convertimos, hoy estará
a nuestro lado como ayudador. Por otra parte, si quieres ser bueno, nadie te
lo impide. O más bien: sí, hay quien se esfuerza por impedírtelo, el
demonio. Pero cuando tú eliges la perfección y atraes de este modo a Dios
como patrocinante, aquél nada puede. Mas si no quieres, si te rehusas ¿cómo
podrá El patrocinarte? El quiere que consigas tu salvación libremente y no
forzado ni necesitado. Si tuvieras tú un criado que te odiara y aborreciera
y que con frecuencia se te apartara y huyera, no querrías por cierto
retenerlo por la fuerza, aun cuando necesitaras sus servicios. Pues mucho
menos querría Dios retenerte por la fuerza: El, que por salvarte ha hecho
todo lo que ha hecho y no por necesidad que de ti tenga. Mas por el
contrario, si tú muestras siquiera tu buena voluntad, jamás te abandonará,
aunque de mil maneras el dominio se esfuerce. De modo que en resumidas
cuentas, somos nosotros mismos la causa de nuestra perdición; porque no, nos
acercamos a El, no nos llegamos suplicantes, no oramos como es debido; y si
a, El nos acercamos, lo hacemos ya como persuadidos de que nada vamos a
alcanzar, ni vamos a El con la fe conveniente, ni como quien ahincadamente
suplica, sino dudando y con pereza lo hacemos todo.
Quiere Dios que le roguemos casi como quien exige y te queda muy agradecido.
Porque es El el único deudor que cuando le exigimos, nos da las gracias y
nos devuelve aun lo que no habíamos puesto a rédito. Aunque vea demasiado
insistente al que pide, nos paga y da aun lo que no recibió de nosotros. Y
si el que pide lo hace sin empeno, El difiere el dar, no porque no quiera
dar, sino porque le gusta que le exijamos. Por eso te puso el ejemplo de
aquel amigo que se presentó de noche pidiendo panes y también el otro del
juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres.
Y no se quedó en los ejemplos, sino que por las obras manifestó lo mismo,
cuando a la mujer sirofenicia le despachó su petición, tras de honrarla
grandemente. Y en este caso hizo ver que a quienes instantemente suplican,
les concede aun las cosas que no parecen oportunas. Le dijo: No es bueno
tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. 168 Y sin embargo, lo
dio a ella porque instantemente lo pedía. En cambio, respecto de los judíos,
dejó entender que no concede a los desidiosos ni aun lo que les pertenece.
De modo que ellos no sólo nada recibieron, sino que aun lo suyo lo
perdieron. Porque no pidieron, ni siquiera lo suyo recibieron; mientras que
aquella mujer, por haber insistido con vehemencia, logró apropiarse de lo
ajeno y como perrillo recibir lo que era propio de los hijos. Tan grande
bien es la constancia.
De modo que aun cuando seas un perrillo, si con insistencia frecuentemente
ruegas, serás antepuesto al hijo desidioso, puesto que lo que no logró la
amistad, lo pudo la constancia en el pedir. No vayas a decir: Dios está
enemistado conmigo: !no me oirá! Si con frecuencia le suplicas y le urges,
acabará por responderte, si no por amistad, ciertamente por la constancia y
no serán impedimento ni la enemistad ni la importunidad ni otra cosa alguna.
Tampoco digas: !es que soy indigno, por eso no ruego! Porque tal era la
mujer sirofenicia. Ni alegues: he pecado .mucho y no puedo rogar al Senor
airado. Dios no mira a la dignidad, sino a la voluntad. Si al juez que ni
temía a Dios ni le importaban los hombres, lo doblegó aquella viuda, con
mucha mayor razón la constancia en las súplicas doblegará al Senor, que es
bueno.
De modo que aunque no seas amigo, aunque pidas cosas que no se te deben,
aunque hayas dilapidado los bienes paternos y por mucho tiempo hayas estado
fuera del hogar, aunque seas un degradado y el último de los pecadores,
aunque te acerques a Dios airado e indignado, con tal que te resuelvas a
orar, a suplicar a volver a él, recibirás todos los bienes, y al punto
apagarás su ira y te librarás de la condenación. Insistirás diciendo: es que
ruego pero no me aprovecha. Es que no ruegas como aquéllos, como la
sirofenicia y el amigo que llegó de noche y la viuda que con frecuencia
urgía al juez y el hijo que había dilapidado los bienes paternos. Si así
oraras, muy pronto alcanzarías lo que pides. Pues aun cuando haya sido
injuriado, es Padre; aunque se haya airado, ama a sus hijos, y no busca sino
una sola cosa: no castigar por las injurias, sino verte suplicante y
convertido.
Ojalá ardiéramos en tal caridad como se inflaman en amor nuestro sus
entranas. Y ese fuego sólo pide hallar ocasión. Con que le presentes una
centellita, al punto enciende grandes llamaradas de beneficios. No se aíra
por las injurias recibidas, sino de que tú seas el injuriador y andes
furioso como un ebrio. Si siendo nosotros tan malos nos dolemos cuando los
hijos resultan rijosos ¿cuánto más Dios, que no puede ser danado por las
injurias, no se dolerá de verte rijoso? Si nosotros, que amamos con amor
natural nos dolemos, mucho más El que ama con un amor sobrenatural. Porque
dice: Aunque la mujer olvidara al hijo de sus entranas, pero yo no
meolvidaré de ti, dice el Senor. 169
Acerquémosnos, pues, a El y digámosle: Sí Senor, pero también los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus senores. Acerquémosnos
oportuna e inoportunamente. Lo inoportuno es no acercarse asiduamente. Pues
siempre es oportuno pedir a quien está anhelando dar. Así como nunca es
inoportuno el respirar, así nunca lo es el pedir: lo inoportuno es no pedir.
Pues así como tenemos necesidad de la respiración, así la tenemos del
auxilio de Dios; y si queremos, con toda facilidad lo atraeremos. Indicando
y declarando esto el profeta, exclamaba: Como aurora está preparada su
aparición. 170 Cuantas veces a El nos acerquemos, lo encontraremos
esperándonos. Si nada sacamos de su poder y virtud, que salta como una
fuente, nosotros tenemos la culpa. Acusándolos de esto, decía a los judíos:
Mi misericordia es como nube matutina y a la manera de rocío matutino
pasajero. 171
Como si dijera: todo lo que estaba de mi parte lo puse; pero vosotros, a la
manera de un sol urente que llega y disipa la nube y acaba con el rocío, así
acabáis con mi liberalidad, a causa de vuestra indescriptible y enorme
maldad. Pero también esto entra en su providencia. Pues cuando nos ve que
somos indignos de que se nos hagan beneficios, retiénelos para que no nos
tornemos desidiosos. Pero si siquiera un poco nos volvemos a El, siquiera lo
suficiente para conocer que hemos pecado, brota más que una fuente y se
extiende más que un piélago en sus beneficios; y cuanto más recibimos, más
El se alegra y se dispone para hacernos dones mayores. Porque El estima que
nuestra salvación son sus riquezas y el dar abundantemente a los
necesitados.
Pablo lo declara diciendo: Rico para todos los que lo invocan. 172
Cuando no le pedimos es cuando se irrita; cuando no le pedimos es cuando se
muestra airado. Se hizo pobre para que nosotros fuéramos ricos. Sufrió
cuanto sufrió para atraernos a per. En resumen: no desesperemos, sino que,
teniendo tan buenas ocasiones y esperanza, aun cuando cada día caigamos,
acerquémosnos a El suplicantes, rogando y pidiendo perdón de nuestros
pecados. De este modo seremos más tardos en pecar, echaremos de nosotros al
demonio y excitaremos la misericordia divina. Además, conseguiremos los
bienes futuros por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXIII (XXIV)
No juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7, l).
ENTONCES ¿no conviene acusar a quienes pecan? Porque Pablo dice lo mismo con
estas palabras: Y tú ¿cómo juzgas a tu hermano? o ¿por qué desprecias a tu
hermano? 173 Y ahí mismo: ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Además
dice: No juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Senor. 174 Pero
entonces ¿cómo es que en otra parte dice: Arguye, ensena, exhorta; 175 y en
otra parte: A los que falten corrígelos delante de todos. 176 Y Cristo dijo
a Pedro: Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndelo a solas. Si no te
escucha, toma contigo a uno o dos. Pero si aun así desoye, comunícalo a la
Iglesia. 177?Por qué constituyó tantos reprensores y no sólo reprensores,
sino incluso castigadores? Pues aun a quien cerrara sus oídos a todos ellos,
ordenó que se le tuviera como gentil y publicano. ¿Por qué les puso en las
manos las llaves? Porque si no han de juzgar, ninguna autoridad tendrán, y
en vano han recibido la potestad de atar y desatar. Pero, además, si esto ha
de ser así, todo se hundirá en las reuniones, en las ciudades y en las
casas. Porque el senor al siervo, la senora a la sierva, el padre al hijo,
el amigo al amigo, si no los juzgan, la perversidad irá adelante. Pero ¿qué
digo el amigo al amigo? Al enemigo mismo, si no lo juzgamos, nunca podremos
deshacer las enemistades y todo caerá en el desorden.
Atendamos, pues, con toda diligencia a lo que aquí se dice: no vaya a
suceder que alguno piense que las leyes establecidas para la paz y los
remedios aprontados para la salud, son más bien para desorden y confusión.
Para quienes saben comprender, declara en las palabras subsiguientes la
fuerza propia de la ley diciendo:?Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y
no ves la viga en el tuyo? Pero si a otros más tardos de inteligencia les
parece todavía un tanto oscura la sentencia, voy a intentar esclarecerla
tomando el asunto desde el principio.
Creo que aquí no ordena no juzgar a toda clase de personas, ni prohibe en
absoluto que se haga, sino que trata de los que, cargados de infinitos
vicios, insultan a otros por leves faltas. De modo que parece dejar entender
que se refiere a los judíos que por cosas mínimas y de nada reprendían
amargamente a sus prójimos; y en cambio, dejaban pasar sin el menor reproche
los grandes crímenes. Cosa que luego les echa en cara cuando dice: Atan
pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con
un dedo hacen por moverlas. 178 Y un poco más adelante: Diezmáis la menta,
el anís y el comino y no os cuidáis de lo más grave dula Ley: la justicia,
la misericordia y la lealtad. De manera que parece referirse a los judíos, a
quienes, de antemano, reprende por las cosas de que luego ellos acusarían a
los discípulos. Pues, aunque los discípulos no pecaban, sin embargo, hacían
algunas cosas, que a los fariseos les parecían pecado, como por ejemplo no
observar el sábado, comer sin lavarse las manos, estar a la mesa con los
publicanos. Por lo que, en otro pasaje les dijo: Coláis un mosquito y os
tragáis un camello. Tal fue pues el sentido en que estableció la ley.
Escribiendo a los de Corinto, Pablo no prohibe tampoco simplemente el
juzgar, sino que prohibe juzgar a los que les han sido puestos por
superiores, y esto sólo cuando el motivo no está claro: en resolución, que
no prohibe juzgar a quienes pecan. Aparte de que ahí no reprendía a todos en
general, sino a quienes acusaban a sus maestros, y también a los que siendo
reos de infinitos pecados recriminaban a los otros que eran inocentes eran
esos a quienes Cristo aludía. Y no solamente aludió, sino que grandemente
aterrorizó con el inevitable suplicio. Pues dice: Porque con el juicio con
que juzgareis seréis juzgados. Como si dijera: no condenas tú al otro, otro,
sino a ti mismote condenas y te preparas un riguroso y temible tribunal y
una cuenta mucho más estricta que tienes que dar. Así como en el perdón de
los pecados, los principios se toman de nosotros mismos, del mismo modo en
este juicio las medidas se toman de nosotros mismos para el castigo. No
conviene reprender ni insultar, sino exhortar; no maldecir, sino aconsejar;
no levantarse contra el pecador con arrogancia, sino corregirlo con amor.
Porque no a él sino a ti mismo te entregas al extremo castigo al no
perdonarlo cuando fue necesario juzgar de su pecado.
?Ves cómo estos dos, preceptos son leyes y causan grandes bienes a los que
obedecen y graves males a los que los desprecian? Quien perdona a su
prójimo, sin trabajo alguno se libra a sí mismo del resto de pecado, más
bien que al otro. Quien con indulgencia examina los pecados ajenos, se
prepara, por esa sentencia que ha dado, grande abundancia de perdón. Dirás:
pero ¿qué -si ha fornicado? ¿tendré que decir que la fornicación no es
pecado y no corregiré la lascivia? !Corrígela! Pero no lo hagas como
enemigo, ni exigiendo venganza como adversario, sino a la manera de un
médico que dispone los remedios. Porque no 'dijo Cristo: No corrijas al que
peca, sino: no lo juzgues. Es decir, no seas juez acerbo. Por lo demás, como
ya dije, no habla Cristo de preceptos que prohiban graves pecados, sino de
aquellas menudencias que no parece que sean pecados.
Por esto desea:?Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano? Porque actualmente
hay muchos que así proceden. Si ven a un monje con superfluidades en el
vestido, enseguida le echan en cara la ley del Senor, aun cuando ellos anden
cargados de mil robos y día por día amontonen riquezas. Y si lo ven que usa
del alimento con alguna amplitud, se tornan en asiduos amargos acusadores,
aun cuando ellos diariamente se entreguen a la crápula y a la embriaguez,
sin darse cuenta de que van cargados de culpas propias; y se están
preparando un mayor fuego en la gehenna y se están privando de toda excusa.
Cuando así juzgabas de tu prójimo, tú mismo de antemano pusiste la ley para
que tus pecados sean más estrictamente examinados. No te parezca pues cosa
excesiva el que tú seas castigado con una pena mayor.
Hipócrita, quita primero la vigade tu ojo. Quiere Cristo mediante esta
expresión significar la grave ira que concibe contra los que en esa forma
proceden. Pues cuantas veces desea significar que algún pecado es grave, y
que le está preparado un gran castigo, comienza con una reprensión. Como lo
hizo con aquel siervo que exigía de su consiervo los cien denarios,
exclamando con indignación:!Mal siervo! Yo te condoné toda tu deuda. 179
Pues igualmente aquí dice:!Hipócrita! Porque la sentencia no atiende a
cuidar de la equidad, sino a demostrar la inhumanidad. Aparentemente parece
humanidad, pero en el fondo ejercita la más refinada maldad, al colmar al
prójimo de inútiles injurias y recriminaciones y tomarse el papel de maestro
quien no es digno siquiera de ser discípulo: por esto lo llama hipócrita.
?Cómo es que tú, tan acerbo para juzgar los actos ajenos, que te fijas aun
en las menudencias, has sido en tus propias cosas tan negligente que aun
pasas por sobre las grandes? Quita primero la viga de tu ojo.?Ves cómo no
prohibe juzgar, sino que ordena que primero quites la viga de tu ojo y
después corrijas los yerros de tu prójimo? Al fin y al cabo, cada cual
conoce mejor sus propias cosas que las ajenas, y ve mejor las grandes que
las pequenas, se tiene más carino a sí mismo que al prójimo. De modo que si
lo haces por el cuidado que tienes de tu prójimo, cuida primero de ti mismo,
en quien el pecado es más grave y manifiesto.
Si te descuidas a ti mismo, esto será argumento claro de que no juzgabas a
tu hermano por cuidado que de él tuvieras, sino porque lo odias y quieres
difamarlo. Si fuera necesario juzgarlo, debería hacerlo quien no hubiera
cometido la misma falta, pero no tú. Y como establecía Cristo sublimes
principios de virtud, para que no fuera alguno a decir que en semejantes
materias es cosa fácil el discurrir, para demostrar que en la dicha materia
él no tenía pecado alguno, sino que todo lo hacía con perfección, puso la
dicha semejanza. Más tarde diría:!Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas! 180 Es que él no era culpable de semejante género de culpas a
que aludía, pues ni había sacado paja alguna del ojo del vecino ni en sus
ojos tenía viga ninguna. Como limpio y puro de todo, corregía los pecados de
todos. Pues no debe juzgar acerca de los demás quien es culpable de las
mismas culpas que corrige.
Mas ¿por qué te admiras de que tal ley haya dado, cuando aquel ladrón puesto
en la cruz la reconoció cuando dijo al otro ladrón: Ni tú temes a Dios
estando nosotros en el mismo suplicio, 181 expresándose así en consonancia
con Cristo? Pero tú no sólo no quitas la viga de tu ojo, pero ni aun la ves;
mientras que la paja del ojo de tu hermano no solamente la ves, sino que la
juzgas y tratas de sacarla. Es como si un hidrópico o alguno que estuviera
muy enfermo de alguna otra enfermedad incurable, no se cuidara de ella; y en
cambio reprendiera a otro de no cuidar un pequeno tumor. Pero si malo es no
ver los propios pecados, doble y triple mal es que juzguen de otros los que,
sin sentir el menor dolor, llevan vigas en sus ojos: el pecado es peor que
una viga en el ojo.
En resumen: lo que ordena Cristo en las palabras dichas es que quien es reo
de infinitos vicios, no sea severo juez de las culpas ajenas, sobre todo si
los pecados ajenos son faltas leves. No veda corregir ni enmendar, sino que
prohibe descuidar los pecados propios y triunfar en los ajenos. Esto sería
un terrible acrecentamiento de perversidad y llevaría consigo una doble
malicia. Porque quien olvidado de sus pecados, aunque graves, se empenara en
acusar y juzgar las faltas ajenas, pequenas y leves, incurriría en una doble
mancha: el desprecio y olvido de los pecados propios y excitar contra sí la
enemistad y odio, y diariamente avanzaría por el camino de la inhumanidad y
fiereza.
Removidos, pues, todos estos impedimentos mediante esta ley bella, anadió
luego Cristo otro precepto: No deis las cosas santas a los perros ni
arrojéis vuestras perlas a los cerdos. Objetarás que más adelante ordena y
dice: Y lo que al oído oís predicadlo sobre los techos. Pues bien: esto no
contradice a lo anterior. Porque en ese pasaje no ordena a todos que
prediquen, sino que quienes han de predicar lo hagan confiadamente. Llama
aquí perros a los que viven en una impiedad incurable y no hay esperanza de
que se mejoren. Y llama cerdos a los que llevan una vida destrozada por la
continua lujuria. A todos esos los declaró indignos de escuchar su doctrina.
Cosa qué también Pablo significó con estas palabras: Pues el hombre animal
no percibe las cosas del Espíritu de Dios; para él son locura. 182
También en otras partes repite que la vida corrompida es causa de que no se
acepten los principios y fundamentos de la vida de perfección. Y por esto
ordena que no se les abran las puertas a tales hombres, porque se vuelven
más feroces. En cambio, revelados esos principios a los cuerdos y probos,
les parecen venerandos; y para los mismos principios es de mayor veneración
que los ignoren los hombres perversos.
Como si dijera: ocúltense a estos que naturalmente no pueden conocerlos, a
fin de que, al menos porque los ignoran, les tengan respeto. El cerdo no
sabe lo que es una margarita; y pues no lo sabe, mejor es que ni la vea para
que no la pisotee no conociéndola. A semejantes hombres, si oyen esta
doctrina, lo único que les viene es un dano mayor. Porque empuercan las
cosas santas, como quienes no las conocen; y luego más ferozmente se arman
en contra nuestra. Esto es lo que significa: No sea que las pisoteen con sus
pies y revolviéndose os destrocen. Esas sentencias santas de tal manera
debieran incrustarse tan fuertemente en las almas, una vez que se las oye,
que permanecieran imborrables y no dieron ocasión a los perversos de
volverse contra nosotros.
Pero, en fin, la realidad es que no son ellas las que dan ocasión, sino el
que tales hombres sean como cerdos; lo mismo que la margarita pisoteada, no
es pisoteada porque sea despreciable, sino porque fue a dar entre cerdos. Y
bellamente anadió Cristo: revolviéndose os destrocen. Pues si acaso simulan
modestia, como queriendo aprender, una vez que han aprendido, cambiados del
todo se burlan de nosotros y se ríen y hacen broma y nos llaman enganados.
Por lo cual Pablo decía a Timoteo: Tú guárdate de él, Porque ha mostrado
gran resistencia a nuestras palabras. 183 Y luego: Guárdate de esos. Y
también: Al sectario, después de una y otra amonestación, evítalo. 184 Y no
es que nuestros dogmas les den armas, sino que con ocasión deellos se tornan
necios y se llenan de mayor arrogancia.
No es pues pequena utilidad el que permanezcan en su ignorancia, pues de ese
modo no despreciarán nuestros dogmas. En cambio, si los conocen, se les
sigue un dano doble. Porque ellos ningún fruto sacan de conocerlos, sino
que, al revés, se hieren a sí mismos, y a ti te suscitan infinitas
dificultades. Oigan esto los que sin respeto ninguno se mezclan con todos y
así hacen despreciables las cosas venerandas. Nosotros celebramos los
misterios a puerta cerrada y no admitimos a los no iniciados, no porque los
encontremos menos firmes, sino porque muchos son aún un tanto imperfectos,
como para poder asistir. También Jesús muchas cosas las decía a los judíos
en parábolas, porque viendo no veían. Por tal motivo ordenó Pablo que se
supiera cómo se ha de responder a cada cual.
Dice Cristo: Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os
abrirá. Pues había ordenado altas y admirables leyes, mandó a todos ser
superiores a sus afectos y pasiones, y los condujo hasta el cielo y mandó
que seamos semejantes, en cuanto es posible, a los ángeles y arcángeles y al
mismo Senor de todos. Y dio órdenes a los discípulos no sólo de poner en
práctica lo dicho, sino de enmendar a los demás y discernir entre los buenos
y los malos, entre perros y no perros (ya que tantos misterios oculta el
hombre), para que no se dijera que tales cosas son mandatos duros e
intolerables. Más adelante el mismo Pedro pregunta:?Quién podrá salvarse?; y
también: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no
casarse. 185
Pues para que ahora no pusieran la misma objeción, una vez que en lo que
precede demostró que sus mandatos son fáciles mediante abundantes razones
que así lo probaban, finalmente corona la demostración de la dicha
facilidad, buscando un no pequeno ni vulgar consuelo en los trabajos,
mediante el auxilio de las continuas oraciones. Pues no dice que baste con
procurar cumplir sus mandatos, sino que además debemos implorar el auxilio
de lo alto, que sin duda vendrá y estará presente y nos ayudará en el
combate y todo lo facilitará. Por esto mandó que se pidiera y prometió que
lo daría.
Ordenó pedir, no como quiera, sino congrande asiduidad y esfuerzo. Porque
esto significa buscad; El que busca, echadas de su pensamiento todas las
demás cosas, no se ocupa sino en lo que busca y para nada se preocupa de lo
presente. Lo saben bien los que, habiendo perdido oro o esclavos, se dan a
buscarlos. Esto es pues lo que significa con la palabra buscad. Llamad
quiere decir que nos hemos de acercar a Dios con ansias y fervor de ánimo.
No decaigas de ánimo, oh hombre. No muestres menos cuidado acerca de la
virtud que de los dineros. Al fin y al cabo cuando a ésos los buscaste, con
frecuencia no los hallaste; y sin embargo, aun sabiendo bien que puede
suceder que no los encuentres, empleas todos los modos de investigar. Y si
no alcanzas inmediatamente lo que pides, no desesperes. Pues por esodijo:
Llamad para declarar que debes esperar, aun cuando no se te abra al punto.
Y parece decir: si no crees a mi promesa, al menos persuádete por el ejemplo
siguiente. ¿ Quién de vosotros es el que si su hijo le pide pan, le da una
piedra? Entre los hombres, si pides con frecuencia, resultarás gravoso y
pesado; pero ante Dios, si no lo haces, lo mueves a ira. Pero si persistes
en pedir, recibirás, aun cuando no recibas al punto. Por eso está cerrada-
la puerta, para inducirte a llamar. Por eso no concede ni accede al punto,
para que llames. Permanece, pues, llamando y sin duda recibirás. Ni vayas a
decir: !Bueno! ¿y si pido y no recibo? Porque por medio de una parábola
confirma él tu fe. Usa de un nuevo argumento y ejemplo humano, para
empujarte a tener confianza en lo que pides; al mismo tiempo que por la
parábola nos da a entender no sólo que tenemos que pedir, sino también qué
es lo que hemos de pedir.
Porque ¿quién de vosotros es el que si su hijo le pide pan le da una piedra?
Pues si pides y no recibes es porque pides una piedra. Aunque seas hijo, no
basta eso para, que la alcances; o mejor aún, eso es lo que impide que
recibas: que siendo hijo, pides lo que no te conviene. No pidas pues cosas
mundanas sino espirituales y cierto las recibirás. Salomón, porque pidió lo
que convenía, mira cómo al punto lo obtuvo. Conviene pues que quien ora,
guarde dos cosas: que pida con fervor y que pida lo que conviene, pues dice
Cristo: vosotros, aunque seáis padres,
dejáis que vuestros hijos os pidan; pero, si lo que piden les es danoso, se
lo negáis; si es útil, accedéis y lo concedéis.
Pensando estas cosas, no desistas hasta haber recibido; no te apartes hasta
haber encontrado; no pierdas el ánimo y empeno hasta que te abran la puerta.
Si con estas disposiciones te acercas y te dices: si no recibo, no me
apartaré, entonces recibirás si es que pides lo que a Aquel a quien pides le
conviene dar y también te conviene a ti. ¿Qué cosas serán esas convenientes?
Desde luego, si pides todo lo referente a la vida espiritual; si, tras de
haber perdonado, te acercas a pedir perdón; si levantamos en oración las
manos puras y sin ira ni querellas. Si así pedimos, recibiremos.
Ahora, en cambio, nuestra forma de pedir es una burla y es más propia de
ebrios que de sobrios. Instarás: ¿Y qué si pido cosas espirituales y nada
recibo? Sin duda que no pediste con fervor o te hiciste indigno de recibir o
dejaste de pedir antes de lo que convenía. Preguntarás: ¿por qué no dijo en
concreto qué es lo que se ha de pedir? En verdad que ya anteriormente lo
había dicho y había declarado para qué cosas debíamos acercarnos a Dios. No
digas, pues: me acerqué y no recibí. No quedó por parte de Dios que no
recibieras, pues nos ama tanto que en esto vence a nuestros propios padres
tanto cuanto supera la bondad a la perversidad. Pues si vosotros con ser
malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, !cuánto más vuestro Padre
que está en los cielos! Y no lo dijo para vituperar a la humana naturaleza,
ni afirmando ser malo nuestro linaje -!lejos de él tal cosa!- sino llamando
maldad al paterno carino si con el carino y bondad de Dios se lo compara:
!tan inmensa es la bondad que por naturaleza tiene!
?Has captado la fuerza de este argumento? Es capaz de volver a la buena
esperanza aun al más desesperado. Demuestra aquí Cristo la bondad de Dios
mediante la comparación y ejemplo de los padres, como antes la había
demostrado por sus dones más excelentes, como son el alma y el cuerpo. Sin
embargo, no acude a lo que es el principal de todos los bienes, ni hace
referencia a su venida. Pues quien entregó a su Hijo a la muerte ¿cómo no
nos concederá cuanto le pidamos? El que no perdonó a su propio Hijo, antes
lo entregó por todos ¿cómo no nos dará con él todas las cosas? 186 Pero
Cristo todavía argumenta con ellos, acudiendo a las cosas humanas.
Enseguida, declarando cómo ni en la oración debemos confiar, si descuidamos
nuestros procederes; y que aun cuando los cuidemos no debemos apoyamos en
nuestro cuidado y diligencia únicamente, sino que hemos de pedir el auxilio
de arriba y poner luego de nuestra parte algo, con frecuencia menciona ambas
cosas. Así, tras de haber hecho muchas exhortaciones ensenó el modo de orar;
y habiéndolo ensenado, de nuevo exhortó a las obras. Nos advirtió que
debíamos orar con frecuencia cuando dijo: Pedid, buscad, llamad; y a
continuación nos exhortó a empenarnos en el ejercicio de la virtud. Porque
anadió: Por eso, cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres,
hacedlo vosotros con ellos.
En breves palabras lo resumió todo, y declaró que la virtud es para todos
sencilla, fácil, clara. Y no dijo únicamente cuanto queréis, sino: así pues
todo lo que quisiereis. No sin motivo puso la expresión: así pues, sino
indicando: si queréis ser escuchados, además de lo que os he dicho,
practicad también esto otro. ¿Qué? Cuantas cosas queréis que os hagan los
hombres.?Ves cómo declara aquí sernos necesario, además de la oración, un
cierto modo de vivir honesto? Y no dijo: cuantas cosas quieres que Dios te
haga, hazlas tú con tu prójimo. Para que no fueras a decir: ¿cómo puedo yo
hacer eso? El es Dios y yo soy hombre. Sino que dijo: cuantas cosas quieres
que tu consiervo haga contigo, hazlas tú con él. ¿Qué cosa puede haber más
suave, cuál más justa? Y luego, antes del gran premio, pone una gran
alabanza: Porque esta es la Ley y los Profetas. Por donde queda claro que la
virtud nos es connatural y que podemos saber por nosotros mismos que se debe
practicar; y que -nunca podremos excusarnos con la ignorancia.
Entrad por la puerta- angosta; porque ancha es la puerta y espaciosa la
senda que lleva a la perdición y son muchos los que por ella entran.
Estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida y cuán pocos
son los que dan con ella. Y sin embargo, más adelante dijo: Mi yugo es suave
y mi carga ligera. 187 Y aun en lo que antes dijo, ya lo dio a entender.
Entonces ¿cómo es que aquí llama estrecha y angosta a la senda? Si pones
atención, verás que también aquí declara ser fácil y suave en gran manera.
Preguntarás: ¿cómo siendo estrecha y angosta puede ser fácil? Porque es
camino y es puerta; así como la otra senda, aun siendo amplia y espaciosa,
es también camino. En semejantes caminos, nada permanece, sino que todo
pasa: todo lo que a esta vida pertenece, ya sean cosas tristes, ya alegres y
prósperas.
Ni sólo por esto es fácil la virtud, sino que se hace aún más fácil por el
fin. Pues no únicamente porque los trabajos y sudores son pasajeros, sino
por el buen fin y acabamiento que tienen, que es la vida eterna, han de
producir consolación en los que combaten. De modo que la brevedad de los
trabajos y la eternidad de la corona y el que aquéllos precedan a ésta, todo
trae gran consuelo en los sufrimientos. Por eso Pablo llamó leve a la
tribulación; no atendiendo a la naturaleza de lo que nos acontece, sino .a
la pronta voluntad de los combatientes y a la esperanza de los bienes
futuros. Dice: Pues por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un
peso eterno de gloria incalculable; y no ponemos nuestros ojos en las cosas
visibles, sino en las invisibles, 188 Si por la esperanza de los premios
vanos y perecederos parecen leves y más soportables las olas y los mares a
los navegantes, las muertes y heridas a los soldados, el calor y el frío a
los agricultores, y a los púgiles las frecuentes contusiones, mucho más
necesario es que cuando se nos propone el cielo, los bienes inefables y los
inmortales premios, nadie sienta - la pena de las presentes aflicciones.
Y si alguno, a pesar de todo, todavía tiene la senda por estrecha y
laboriosa, eso nace de la desidia únicamente. Pero advierte cómo también por
otro camino la aligera, cuando ordena no juntarse ni mezclarse con los canes
y los cerdos, y cuidarse de los seudoprofetas y por todos los medios nos
hace solícitos. Aun eso mismo de que la llame estrecha, ayuda mucho para
facilitarla; puesto que así nos amonesta a vivir vigilando. 'Al modo como
cuando Pablo dice: No es nuestra lucha contra la carne y sangre, 189 lo dice
no para abatir los ánimos de los combatientes, sino para mucho levantarlos,
así el Senor, para despertar del sueno a los caminantes, les dice que el
camino es áspero. Ni solamente así nos excita a vigilar, sino también cuando
anade que hay muchos que tratan de vencemos; y que lo más grave es que no
acometen abiertamente, sino a ocultas: porque así son los seudoprofetas.
Pero no te aflijas por eso, dice, de que la senda sea áspera y empinada,
sino atiende en dónde termina. Y todo esto lo dice para levantar el ánimo,
como lo hizo cuando decía: Y los que se hacen violencia lo arrebatan. 190
Cuando el atleta entra al concurso, al darse cuenta claramente de que el
jefe del certamen está mirando la lucha, se torna más diligente. No
decaigamos, pues, de ánimo cuando acá nos acontezcan contrariedades y
aflicciones. Pues la senda es estrecha y la puerta angosta, pero ella no es
la ciudad. Por lo mismo no hemos de esperar aquí el descanso, n i tampoco
hemos de temer que en aquella ciudad haya tristezas.
Al decir: Pocos son los que la encuentran, de nuevo advierte la desidia de
muchos y ensena a los oyentes a que' no se fijen en la prosperidad de esos
muchos, sino en los trabajos y empenos de los pocos. Como si dijera: muchos
no sólo no entran por ese camino, pero ni siquiera lo eligen, que es el
extremo de la necedad. Mas no se debe atender a la multitud ni turbarse por'
ellos, sino imitar a los pocos y caminar por la dicha senda, reuniéndose de
todas partes en apretado haz y mutuamente aplaudiéndonos. Pues aparte de que
es estrecha, hay muchos que tratan de armarnos zancadilla para que no
entremos. Por lo cual anadió: Guardaos de los falsos profetas. Porque
vendrán a vosotros con vestidura de oveja, mas por dentro son lobos rapaces.
He aquí, además de los canes y los cerdos, otro género de asechadores mucho
más peligrosos. Porque aquéllos están a la vista y acometen a la
descubierta, mientras que estos otros andan ocultos. Por tal motivo ordenó
apartarse de aquéllos y en cambio de estos otros mandó cuidarse con suma
diligencia, por ser cosa difícil reconocerlos al primer encuentro. Por eso
dijo: guardaos, para hacernos más diligentes en descubrirlos. Luego, para
que no, al oír que la senda es estrecha y angosta y que es necesario,
caminar por un camino que a muchos contraría; y que se necesita cuidarse de
los canes y de los cerdos y también del otro género de seres más malignos,
como son los lobos; pues para no con oír tan grande cantidad de enemigos,
teniendo que ir por sendas que a muchos contrarían y con mucho cuidado de
todas esas cosas, decayeran de ánimo ante la cantidad de enemigos que
afligen, trajo a la memoria a los oyentes algunas de las cosas que
sucedieron en tiempo de sus padres y se refirió a los seudoprofetas; porque
eran cosas ya antiguamente acontecidas.
Dice, pues: No os aterréis, pues nada nuevo acontece, nada inaudito. El
demonio siempre ha sustituido a la verdad con el engano. Y cuando Cristo
habla aquí de los seudoprofetas, me parece que no se refiere, a los herejes,
sino a quienes con una vida y costumbres corrompidas, llevan apariencias de
virtud, a los cuales muchos suelen llamar seductores y enganadores. Por lo
cual anadió: Por sus frutos los conoceréis. Entre los herejes con frecuencia
los hay de vida intachable; pero entre estos otros, jamás los hay.
Dirás: !Bueno! Pero, si fingen costumbres inocentes ¿qué? Digo que
fácilmente se los conocerá. Porque tal es la naturaleza de este camino por
donde se nos manda entrar: dura y trabajosa. Y el hipócrita no querrá
soportar el trabajo, sino únicamente fingirlo; y por lo mismo con facilidad
se le descubre. Y al decir: Pocos son los que la encuentran, distingue a
éstos de los otros que no la han encontrado, pero lo simulan; y ordena no
fijarse en esos que llevan por todas partes las apariencias, sino en los
otros que de verdad y sinceramente la acometen. Preguntarás tal vez ¿por qué
no nos los descubrió él mismo, sino que nos dejó ese trabajo y nos impuso el
cuidado de descubrirlos? Pues para que vigilemos y estemos continuamente
solícitos, porque tememos no sea que nos acometan no únicamente los enemigos
descubiertos, sino además los que se ocultan. Indicando a éstos, decía
Pablo: Y con discursos suaves y enganosos seducen los corazones de los
incautos, 191 No nos turbemos, pues, por ver actualmente a muchos de esta
clase, pues ya anteriormente Cristo lo predijo.
Advierte ahora su mansedumbre. Porque no dijo: castigadlos, sino guardaos,
para que no os hagan dano; para que no como incautos caigáis en sus redes. Y
para que no alegues que de todos modos semejante género de hombres es
irreconocible, de nuevo emplea una razón tomada de lo que sucede entre los
hombres, diciendo:?Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de
los abrojos? Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da malos
frutos. No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo frutos
buenos. Lo que quiere decir que aquellos hombres nada tienen de manso y
dulce. Sólo la piel llevan de oveja. Por lo mismo, con facilidad se los
conoce.
Y para que no te quede la menor duda, compara las cosas que no pueden ser de
otro modo con la naturaleza y sus leyes necesarias. Lo mismo decía Pablo:
Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es
vida y paz. Porque el apetito de la carne es enemistad con Dios y no se
sujeta ni puede sujetarse a la ley deDios. 192 Y el que anada Cristo lo
segundo, no es superflua repetición de palabras. Pues a fin de que nadie
dijera: que el árbol malo da frutos malos pero también los da buenos; y que
dándolos así dobles es difícil discriminarlo, dice que no van las cosas por
ese camino. El árbol malo sólo da frutos malos; buenos, jamás. Lo mismo que
al contrario.
Pera entonces ¿no hay hombres buenos que se hagan malos? Sí; y a la vez
puede decirse lo contrario. El género humano está repleto de tales ejemplos.
Pero no es eso lo que dice Cristo; no dice que un perverso no pueda cambiar,
ni un bueno no caer. Sino que mientras el perverso persevere en su maldad,
no dará frutos buenos. Instarás: ¿Cómo fue entonces que David, siendo hombre
bueno, dio frutos malos? No los dio siendo bueno, sino ya cambiado. Si
hubiera permanecido perpetuamente tal como era, jamás habría dado aquellos
frutos. Si se hubiera mantenido en el ámbito de la virtud, nunca se habría
atrevido a cometer tales pecados. Decía Cristo esto para refrenar la boca de
los que hablan impudentemente y acusan. Y como muchos estiman buenos a
algunos de los malvados, dijo eso para quitarles toda excusa.
De modo que no puedes alegar que fuiste sorprendido y enganado; pues por las
obras te dio exacta noticia, ensenándote a guiarte por las acciones y a no
revolverlo todo. Y luego, pues había ordenado que no se vengaran de ellos,
sino que sólo se apartaran, para consolar a quienes por tales perversos
fueron danados, y al minino tiempo aterrorizar a los causantes del dano y
volverlos al buen camino, decretó y estableció la pena que les impondría,
diciendo: El árbol que no da buen fruto es cortado y arrojado al fuego. Y
atemperando un poco su lenguaje, concluye: De manera que por sus frutos los
conoceréis. Y para que no pareciera que sobre todo trataba de reducir al
buen camino por medio de amenazas, parece querer conmover sus ánimos
mediante la exhortación y el consejo.
Y aquí me parece que se refiere a los judíos, pues tales eran los frutos que
producían. Y por esto trajo a la memoria lo que decía el Bautista y les
describió el castigo con las mismas palabras de Juan. El Bautista les había
dicho esas cosas, recordándoles la segur y el árbol que sería arrancado y
arrojado al fuego inextinguible. Pareciera que sólo un castigo les
impusiera, es decir el del fuego. Pero si cuidadosamente se considera, se
trata de un doble castigo. Pues quien es cortado, en absoluto ha perdido el
reino, y esta segunda pena es mucho mayor. Yo sé que muchos, al solo nombre
de la gehenna, se llenan de terror; pero tengo por mucho mayor castigo que
la gehenna el perder el reino de la gloria. Ni es cosa de admirarse que no
pueda el discurso demostrarlo. Puesto que no conocemos la felicidad de
aquellos bienes, para poder estimar la miseria de perderlos. Pablo, que bien
la conocía, sabía que lo más grave de todo era perder la gracia; 193
nosotros lo conoceremos allá cuando lo experimentemos.
Pero... !haced, oh Unigénito Hijo de Dios, que no padezcamos semejante
miseria, ni tengamos jamás experiencia de tan intolerable suplicio! No se
puede conocer acá claramente cuán grande mal sea perder aquellos bienes.
Pero me esforzaré, según mi capacidad, en mostraros un poquito de eso,
mediante un ejemplo. Finjamos un joven admirable, floreciente en la virtud,
poseedor del reino de toda la tierra; dotado de tan excelentes perfecciones
que es capaz de mover y atraer hacia sí los afectos de todos los hombres,
hasta el punto de que todos lo amen con afecto de hijos a su padre. ¿Qué
pensáis que no sufrirá su padre, para que no se le prive de la conversación
y companía de tal hijo? ¿Qué mal grande o pequeno no soportará con tal de
verlo y disfrutar de su companía? Pues imaginemos así de la gloria. Por más
que amontonemos prendas en el hijo, jamás será tan amable y deseado de su
padre, como al recibir nosotros aquella suerte bienaventurada de bienes y
estar ya desatados y vivir con Cristo.
Intolerable es por cierto la gehenna y son intolerables sus penas. Pero aun
cuando alguien ponga delante la gehenna, nada habrá dicho en comparación de
lo que es perder aquella gloria bienaventurada y ser aborrecido de Cristo y
oír de su boca:!No os conozco! 194 y ser acusado de que habiéndolo visto con
hambre, le negamos el alimento. Mejor es ser consumido por mil rayos, que
contemplar aquel mansísimo rostro, apartarse de nosotros y aquel ojo
apacible que no puede mirarnos. Si él en tal forma me amó a mí, siendo yo su
enemigo odiado y contrario, que no perdonó a sí mismo, sino que se entregó a
la muerte ¿con qué ojos podré yo mirarlo, después de todo eso, si ni
siquiera me hubiera dignado darle un pedazo de pan?
Considera en este punto su mansedumbre. Porque no se pone a hacer recuento
de sus beneficios, ni se queja de que tú, tras de haber él colmádote de
bienes y dones, lo desprecies. No dice ¿me desprecias a mí, que te crié de
la nada, que te di un alma, que te puse al frente de cuanto existe sobre la
tierra, que por ti hice el cielo, la tierra, el mar y el aire y cuanto
existe, que he sido por ti deshonrado y estimado como más vil que el
demonio, que ni aun así me detuve, sino que inventé para ti mil favores tras
de todo eso, que quise ser siervo, abofeteado, escupido y muerto con muerte
tan torpísima, que aún acá en el cielo ruego por ti, que te he dado el
Espíritu Santo, que te he concedido el reino, que te he hecho tan grandes
"promesas, que he querido ser tu cabeza, tu esposo, tu vestido, tu casa, tu
raíz, tu alimento, tu bebida, tu pastor, tu rey, tu hermano, y te he
constituido heredero y coheredero, y del poder de las tinieblas te e he
sacado al reino de la luz?
Pudiendo él alegar estas y otras muchas cosas, nada de eso dijo. Sino ¿qué?
Únicamente recordó aquel pecado. Pero aquí, en cambio, manifestó el carino y
amor con que te ama. Pues no dijo: Id al fuego preparado para vosotros,
sino: Preparado para el diablo. Y de antemano -les dice en qué pecaron, pero
no se anima a decirles todos sus pecados, sino sólo unos pocos. Y antes que
a éstos, llama a los que bien obraron, para demostrar por aquí que con
justicia acusa a los otros. ¿Cómo semejantes palabras no serán más terribles
que cualquier suplicio? Si alguien, viendo hambriento a un hombre que le ha
hecho un beneficio, nunca lo desprecia; y si lo despreciara, cuando por ello
fuera reprendido ¿cómo no preferiría más bien que se lo tragara la tierra a
escuchar la reprensión, aun cuando fuera de amigos y sólo delante de dos o
tres testigos? Pues ¿qué no sufriremos nosotros cuando oigamos que somos
acusados delante de todo el universo; y que se nos acusa de cosas que el
mismo juez no diría si no es porque quiere justificarse en sus procederes?
Pues que no las diga con ánimo de echarlas en cara y reprender, sino para su
justificación, y para demostrar los motivos de aquel Apartaos de mí, $e
deduce claro de sus inmensos beneficios. Pues si hubiera querido hacerlo
querellándose, hubiera traído al medio los beneficios que enumeramos poco
antes. Pero no, sino que solamente expone lo que padeció.
Temamos, pues, amadísimos, ir a escuchar semejantes palabras. !Vamos! !que
lo de esta vida es un juego de ninos, pero lo futuro no es un juego de
ninos! Y aun quizá esta vida no es un juego de ninos, sino algo peor aún.
Porque no termina en risas, sino que trae consigo un grave dano a quienes no
quieren ordenar diligentemente sus costumbres. Porque yo pregunto: ¿en qué
nos diferenciamos de los ninos que juegan? Ellos hacen casitas y nosotros
construimos magníficas mansiones. ¿Qué diferencia hay entre ellos que hacen
comiditas y nosotros que opulentamente banqueteamos? !Ninguna, sino que
nosotros, por hacer tales cosas seremos castigados!
Y si aún no percibimos la vileza de tales cosas, no hay que admirarse, pues
no hemos llegado todavía a la edad de hombres: cuando lleguemos,
entenderemos que todo eso es juego de ninos. Cuando llegamos a hombres nos
burlamos de las cosas que cuando ninos creíamos que tenían algún valor:
acumulando conchas y munecos de barro, quedábamos no menos hinchados que
quienes construyen grandes muros y tapias. Por cierto que tales ninerías al
punto caen y desaparecen, pero ni aun cuando duraran nos traerían alguna
utilidad, como tampoco nos la traen las espléndidas moradas. Porque es
imposible que puedan encerrar a quien es habitante del cielo; ni se dignaría
habitar en ellas quien tiene el palacio de la patria inmortal: así como
nosotros destruimos aquellos juegos de ninos con los pies, del mismo modo el
ciudadano del cielo destruye en su ánimo semejantes mansiones. Y así como
nosotros, mientras los ninos lloran sus ruinas, nos reímos, así los
habitantes del cielo, mientras nosotros nos entristecemos de nuestras
ruinas, no sólo se ríen, sino que lloran, porque sus entranas están llenas
de conmiseración y ven que de todo eso se sigue grandísimo dano para
nosotros.
!Seamos, pues, varones! ¿Hasta cuándo nos arrastraremos por tierra,
ensoberbecidos con piedras y maderos? ¿Hasta cuándo andaremos en juegos de
ninos? Y !ojalá solamente jugáramos! Ahora, en cambio, estamos traicionando
nuestra salvación. A la manera de los ninos que abandonan sus lecciones y
gastan todo su tiempo en juegos semejantes, quedan sujetos a muy duros
castigos, así nosotros, al consumir en tales cosas todos nuestros anhelos,
cuando se nos exigían por medio de las obras las pruebas de nuestro
aprendizaje, por no poder darlas sufriremos el más tremendo de los castigos;
y no habrá quien nos libre, así sea nuestro padre o hermano u otro
cualquiera.
Todas estas cosas presentes desaparecerán; pero el castigo que por ellas nos
sobrevenga es eterno y permanecerá para siempre. Que es lo mismo que, les
acontece a los ninos a quienes sus padres les quitan, por ser negligentes,
sus juegos pueriles y los obligan así a continuar en sus lloriqueos. Y para
que veas ser esto verdad, traigamos al medio las riquezas, que son las que
sobre todo ocupan los empenos de los hombres, y pongámosles delante
cualquiera de las virtudes: entonces conocerán sobre todo su vileza.
Supongamos dos hombres -y no hablo aún de la avaricia, sino de las riquezas
justamente alcanzadas-. De ellos, uno que reúna dineros, cruce los mares con
sus naves, cultive la tierra y encuentre mil otras maneras de negociaciones
(aunque yo no sé si haciendo él todo eso lucre de verdad justamente) ; pero
supongamos que todo va legítimamente; y que compre campos, siervos y otras
muchas cosas semejantes; y que en todo ello no se encuentre injusticia; y
que el otro, igualmente rico, venda sus casas, sus utensilios de oro y plata
y todo lo dé a los pobres y ayude a los, necesitados y cuidé de los enfermos
y pague por los insolventes y libre encarcelados y salve los condenados al
trabajo de las minas y quite del lazo corredizo a los desesperados y saque
de sus sufrimientos a los cautivos: pues bien ¿cuál de los dos preferís ser?
Y sólo venimos hablando de la vida presente y nada de las cosas futuras.
Conque ¿en qué parte queréis colocaros? ¿en la del que congrega riquezas o
en la del que alivia las ajenas desgracias? ¿en la del que compra campos o,
en la del que se constituye puerto de salud para el género humano? ¿en la
del que se rodea de oro abundante o en la del que por todos es coronado de
alabanzas? ¿Acaso éste no es un verdadero ángel que ha bajado del cielo para
ejemplo y enmienda de los demás; mientras que aquel otro se parece no a un
hombre, sino a un nino que en vano reúne cuantas vanidades encuentra? Pues
si el reunir riquezas, aun justamente adquiridas, es cosa tan ridícula y
propia de locos, cuando alguno las amontona contra justicia ¿cómo no ha de
ser el más miserable de los hombres? Pero si aparte de ser eso cosa ridícula
lleva consigo la gehenna y la pérdida del reino eterno ¿con qué lágrimas
podremos llorar a ese infeliz, ya viva o ya muera?
Mas, si te parece, examinemos otra de las virtudes. De nuevo consideremos a
un hombre elevado al poder, que manda sobre todos, rodeado de gran dignidad,
que tiene un magnífico heraldo y talabarte y lictores y abundancia de
infinitos servidores. ¿No te parece que éste tal es grande y redunda en
felicidad? Pongamos delante de él a otro paciente, manso, humilde,
magnánimo, acometido de injurias, azotado, pero que todo lo lleva con
paciencia y bendice a los que lo maltratan. ¿Cuál de ambos te parece
admirable: el primero hinchado y soberbio o el segundo tan humillado? ¿No es
acaso este otro semejante a las Virtudes del cielo que no sufren
perturbaciones en su ánimo; mientras que el otro se asemeja a una vejiga_
inflada o a un hidrópico excesivamente hinchado?
?No se parece el segundo a un médico espiritual y el primero no se parece a
un ridículo chiquillo que infla sus cachetes? !Oh hombre! ¿por qué te
ensoberbeces? ¿de que te llevan en alta carroza? ¿de que te arrastra un tiro
de mulas? pero esto ¿qué vale? Lo mismo se puede ver que hacen con los lenos
y con las piedras. ¿Acaso porque brillas con espléndido vestido? Pues
observa al otro cubierto, en vez de atavíos, con -la veste de sus virtudes,
y observarás que tú eres como heno podrido y él como un árbol que produce
bellos frutos y alegra grandemente a quienes lo contemplan. Vas tú por todas
partes luciendo lo que es alimento de gusanos y de polilla, que si te
acometieran te dejarían al punto desnudo de ornato semejante. Al fin y al
cabo, el vestido, el oro y la plata no son sino aquél un conjunto de hilos
tejidos por gusanos y estos otros un poco de tierra y polvo y más tierra, y
fuera de eso nada, en absoluto nada.
En cambio, el que se adorna de virtudes, tiene un vestido tal que ni la
polilla ni aun la muerte misma pueden destruir. Y con razón. Porque las
virtudes del alma no traen de la tierra su origen, sino que son fruto del
espíritu, por lo que no están a punto para la boca de los gusanos; y es
porque semejante vestidura se teje en el cielo, en donde no hay polilla ni
gusanos ni nada semejante. Pregunto, en consecuencia, ¿qué es mejor? ¿ser
rico o ser pobre? ¿poderoso o sin honores? ¿gozar de espléndida mesa o
experimentar el hambre? !Sin duda vivir en honores y placeres y riquezas! ¿no? Pues bien, si quieres fijarte no en solos los nombres, sino en las
realidades de las cosas, echa a un lado las cosas terrenas y pon tus
riquezas en el cielo, porque las cosas presentes no son sino sombra,
mientras que las celestiales son permanentes, firmes y que no pueden ser
arrebatadas.
!Prefirámoslas empenosamente! Quedaremos así libres de las presentes
perturbaciones y aportaremos al puerto tranquilo cargados con grandes
cargamentos y con inefables riquezas, producto de nuestras limosnas. Ojalá
que llenos de ellas cuando seamos llevados al temible tribunal, podamos
conseguir el reino de los cielos, por gracia y misericordia de nuestro Senor
Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XXIV (XXV)
No todo el que dice: Senor, Senor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7, 21).
?POR QUÉ no dijo: sino el que hace mi voluntad? Porque ya estaban más
dispuestos para aceptar aquello; mientras que lo segundo, atendiendo a su
gran debilidad, resultaba demasiado pesado. Por lo demás, con lo uno indicó
lo otro. Y debe anadirse que en realidad no es una la voluntad del Padre y
otra distinta la del Hijo. Y me parece que aquí pincha sobre todo a los
judíos, que ponían el colmo de la perfección en las doctrinas, pero no se
preocupaban de vivir rectamente. Por eso los reprendía Pablo diciendo: Tú te
llamas judío y descansas en la ley y te glorías en Dios y conoces su
voluntad. 195 Pero de nada te aprovecha si no va junto el ejemplo de tu vida
y las obras.
Pero Cristo no se detuvo aquí, sino que anadió algo que es mucho más: Muchos
me dirán en aquel día: !Senor, Senor! ¿no profetizamos en tu nombre? Como si
dijera: no se excluye del reino de los cielos únicamente a quien teniendo fe
descuida el bien vivir, sino que, aun cuando juntamente tenga fe y haga
grande cantidad de milagros, pero nada bueno haya hecho, será del mismo modo
rechazado de aquellas puertas eternas: Muchos me dirán en aquel día: !Senor,
Senor! ¿no profetizamos en tu nombre??Observas cómo, ya terminado el sermón,
se presenta él oscuramente y se manifiesta como juez?
Ya anteriormente había declarado que a los pecadores les llegará su castigo;
pero ahora revela quién va a ser ese futuro vengador. Pero no dijo
claramente: Yo soy, sino: Muchos me dirán, que viene siendo la revelación de
lo mismo; pues si no fuera él a ser el juez ¿cómo podía decir: Yo entonces
les diré: nunca os conocí; apartaos de mí? Ni sólo no os conoceré en aquel
día del juicio, pero ni al tiempo en que hacíais los milagros. No os
alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que
vuestros nombres están escritos en los cielos. 196 Y en todas partes ordena
el bien vivir.
Porque jamás puede suceder que el hombre que lleva bien su vida y está libre
de todas las enfermedades del alma, sea despreciado por Cristo; pues aun
cuando alguna vez yerre, al punto Dios lo volverá a la recta doctrina de la
verdad. Hay quienes piensan que los mencionados por Cristo lo que decían lo
decían mintiendo, y que por esto no lograron la salvación. Pero en este caso
la prueba nada demuestra; porque lo que Cristo en este pasaje quería era
asentar que la fe sin las obras de nada sirve. Y explicando esto, anadió lo
de los milagros; para insistir en que aun el obrar milagros de nada
aprovecha sin la virtud a quien los obra. Pero si aquéllos en realidad no
hubieran obrado milagros ¿qué fuerza tendría la prueba?
Por el contrario: en el día del juicio ni aun se habrían atrevido a hablar
con Cristo y decirle esas cosas. La respuesta de Cristo y el que ellos le
hablen en forma interrogativa manifiesta que en realidad habían obrado
milagros, como decían. Viendo ellos que el acabo era al contrario de lo que
esperaban, de manera que allá se veían castigados, ellos que acá habían
profetizado, llenos de admiración y estupor, le dicen:!Senor, Senor! ¿no
profetizamos en tu nombre??Cómo es que ahora nos rechazas? ¿Cómo se entiende
este inesperado desenlace?
Se admiran de que, tras de haber hecho obras tales, sean castigados. Pero tú
no te admires. Toda gracia procede de un don del que la da. Como ellos nada
pusieron de su parte, con todo derecho son castigados, pues fueron ingratos
para con quien en forma tal los honró que les concedió semejante gracia, aun
siendo indignos de ella. Preguntarás: ¿cómo estando ellos manchados y
obrando maldad, hacían semejantes milagros? Hay quienes dicen que ésos, al
tiempo en que tales milagros hacían, no estaban manchados de iniquidad, sino
que después se pervirtieron y obraron el mal. Pero si así fuera, la prueba
no tendría fuerza. Lo que Cristo quería declarar era que ni la fe sin las
obras, ni las obras servían de nada si la vida no iba de acuerdo con la fe.
Así lo dijo Pablo: Si tuviere tanta fe que transladare las montanas y
conociera todos los misterios y toda la ciencia, si no tengo caridad, no soy
nada. 197 Insistirán tal vez preguntando quiénes pueden ser tales hombres.
Muchos de los creyentes habían recibido dones, como aquel que aunque no
seguía a Jesús, arrojaba los demonios, y como judas, pues también éste, aun
siendo perverso, recibió dones. Y también en la Ley Antigua se puede
encontrar lo mismo; es decir, que con frecuencia la gracia obra en hombres
indignos, para conferir beneficios a otros. Como no todos eran idóneos para
todo, sino que unos llevaban una vida pura, pero no tenían gran fe, y otros
al contrario, usa Dios de unos para amonestar a otros, a fin de que crezcan
en la fe; y a otros mediante este don inefable los excita para que se hagan
mejores.
En vista de esto, confería la gracia abundantísimamente. Dice, pues: obramos
muchos milagros. Pero yo les diré: No os conozco. Acá en la vida creen ser
mis amigos; pero en aquel día conocerán que yo les concedí esos dones, pero
no como a amigos. Mas ¿por qué te admiras de que concediera dones a aquellos
hombres que en él creían pero cuya vida no decía con su fe, cuando vemos que
lo mismo hizo con otros que ninguna de ambas cosas poseían? Balaam, por
ejemplo, ni tenía fe, ni vivía bien; y sin embargo, la gracia obró por su
medio para proveer a los negocios de otros. Y también el Faraón era así, y
sin embargo Dios le reveló lo futuro. Y al malvadísimo Nabucodonosor le
reveló cosas que se realizarían después de muchas generaciones. Y a su hijo,
que lo superó en perversidad, le reveló cosas futuras, para por este medio
ordenar hechos maravillosos y grandes.
Como en aquellos tiempos comenzaba la predicación y convenía poner a la
vista muchos argumentos probativos de su poder, recibían dones aun muchos de
los contados en el número de los indignos. Sin embargo, éstos nada lucraban
por semejantes milagros, sino que aun son castigados con mayores tormentos.
Por tal motivo lanzó Cristo contra ellos aquella terrible sentencia: No os
conozco. Amuchos desde esta vida los aborrece y antes del juicio los
rechaza.
Temamos, pues, carísimos, y pongamos gran empeno en nuestro modo de vivir. Y
no pensemos que tenemos ahora menos gracia porque no hacemos milagros. Pues
al fin y al cabo, por los milagros nada se nos pagará; ni tampoco se nos
pagará menos porque no los hacemos, con tal de que nos empenemos en todas
las virtudes. No contraemos deuda por no hacer milagros; pero en cambio, de
la vida santa y de buenas obras, tenemos como deudor a Dios. Y pues él todo
lo hizo bien, y habló cuidadosa y exactísimamente acerca de la virtud, y
claramente distinguió de los justos a los que solamente simulan la virtud,
es decir a quienes ayunan por ostentación y lo mismo oran, y a quienes se
acercan cubiertos de piel de oveja, -y, a quienes echan por tierra la
virtud, a los cuales llamó canes y cerdos, y finalmente declaró cuán grande
ganancia se origina de la virtud aun en esta vida y cuán grave dano nace de
la perversidad; por todo esto termina diciendo: Aquel, pues, que escucha mis
palabras y las pone en práctica, será como el varón prudente.
Oísteis cuán gravemente serán castigados quienes, aunque hagan milagros, no
observan los preceptos de Cristo. Conviene que oigáis ahora de qué bienes
gozarán quienes observan todos sus
mandatos; y esto no únicamente en el siglo futuro, sino también en el
presente. Dice pues: Aquel que escucha mis palabras y las pone por obra,
será como el varón prudente.?Adviertes en qué forma va variando su discurso?
Unas veces se revela a sí mismo diciendo: No todo el que me dice: !Senor,
Senor! Otras veces, haciendo lo mismo, afirma: El que, hace la voluntad de
mi Padre. Y luego, declarándose como juez, anade: Muchos en aquel día me
dirán: !Senor, Senor! ¿no profetizamos en tu nombre? Y yo les diré: No os
conozco. Ahora, en cambio, manifiesta tener poder sobre todas las cosas,
pues dice: Quien oye mis palabras.
Había declarado lo tocante a las cosas futuras y les había hablado acerca
del reino y del premio inefable y de la consolación y de otras cosas
semejantes. Quiere ahora que recojan el fruto de todo y mostrarles cuán
grande es la fuerza de la virtud en esta vida. ¿Cuál es esa fuerza? El vivir
con seguridad, el no doblegarse por ningunos sufrimientos, el ser superiores
a cuanto nos infiere danos. ¿Qué puede haber que a esto se iguale? Es cosa
que no puede adquirir ni quien vive cenido de la corona real, sino
únicamente quien se entrega a la virtud. Sólo éste posee esos bienes y en
gran cantidad, y disfruta en este mar estrecho y tempestuoso de la vida
presente, de gran tranquilidad.
Admirable resulta que cuando no hay calma alguna sino tormenta violentísima,
grandes perturbaciones y tentaciones abundantes, él no pueda estremecerse ni
siquiera un poco. Pues dice Cristo: Cayó la lluvia, vinieron los torrentes,
soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no se cayó porque estaba
fundada sobre roca. Metafóricamente llama aquí Cristo lluvia, torrentes y
vientos a las humanas desgracias y sufrimientos, como son las calumnias, las
asechanzas, los duelos, las muertes, los infortunios domésticos, las
molestias que los extranos nos causan y todos los otros males que se nos
echan encima en esta vida presente. Pero el alma virtuosa ante nada se
doblega; y la razón es por hallarse fundada sobre roca. Y llama roca a la
firmeza de su doctrina. Puesto que sus preceptos son más firmes que la roca,
y hacen al hombre superior a todas las fluctuaciones humanas. Quien los
observa no sólo se hace superior a los que intentan danarlo, sino aun a los
demonios que le ponen asechanzas.
Y que no fuera esto pura jactancia, nos lo testifica Job, quien recibió toda
clase de acometidas diabólicas y permaneció inconmovible. Pueden también
testificarlo los apóstoles, los cuales, echándoseles encima todos los
oleajes del orbe, y los pueblos, y los tiranos, y los extranos y los
domésticos, y el diablo y los demonios y moviéndose toda la maquinaria
contra ellos, vencidos todos esos elementos, ellos permanecieron más firmes
que una roca. Pues ¿qué puede haber más feliz que una vida semejante? Pero
esto no pueden darlo ni las riquezas, ni las fuerzas corporales, ni la
gloria, ni el poder, ni otra cosa alguna que no sea la posesión de la
virtud. !No, no es posible, por cierto, encontrar otra vida que esté libre
de los males, sino únicamente esta sola!
Vosotros mismos sois testigos, pues veis los palacios; !qué asechanzas
contempláis en las casas de los ricos! !qué graves tumultos y desórdenes!
Nada parecido hay en la vida de los apóstoles. Pero ¿qué? ¿Es acaso que nada
semejante experimentaron? ¿nada molesto sufrieron de parte de otros? Pues lo
más admirable es que sufrieron infinitas asechanzas, que graves tempestades
se echaron sobre ellos; pero no. les quebrantaron el ánimo, no les
destruyeron su confianza. Más aún: inermes en la lucha alcanzaron victoria y
quedaron triunfantes. Pues también tú, si quieres guardar cuidadosamente
estos preceptos, te reirás de todo peligro. Con tal de que estés bien armado
con la doctrina de estas exhortaciones, nada podrá causarte tristeza. ¿En
qué podrá danarte quien te haya puesto asechanzas? ¿Te quitará los dineros?
Pero te han dado ley de despreciarlos ya antes y de tal manera despegar de
ellos tu ánimo, que ni siquiera jamás los pidas al Senor. ¿Te echará en la
cárcel? Pero ya antes de la cárcel se te ha ordenado vivir de tal modo que
estés crucificado para el mundo. ¿Se hablará mal de ti? Pues Cristo te libró
ya del dolor al prometerte grandes premias por la paciencia, después del
trabajo; y de tal modo te dejó expedito de la ira y el sufrimiento, que aun
te ordenó orar por los enemigos. ¿Es que se te echa encima y te rodea por
todas partes de males? Pero te prepara una brillante corona. ¿Te mata, te
degüella? Así te hace el mayor de los beneficios, preparándote los premios
de los mártires y enviándote más rápidamente al puerto tranquilo y dándote
ocasión de mayor recompensa y procurándote el quedar exento de dar la común
cuenta que todos hemos de dar de nuestros actos.
Y más admirable es aún que los asechadores no sólo no causen dano, sino que
tornan más resplandecientes a los que acometen. ¿Qué habrá que a tal bien se
compare como es elegir un género de vida que sólo es verdaderamente la vida?
Pues había dicho que el camino es angosto y estrecha la senda; de aquí El
mismo nos procura el consuelo y demuestra que hay en ella gran seguridad,
grande placer; así como en la contraria hay perversidad grande y grande
peligro y dano. Así como por aquí mostró los premios de la virtud, así
también el pago y castigo que a la maldad se da.
Diré ahora lo que acostumbro decir: por ambos extremos procura la salud de
los oyentes, por el amor a la virtud y por el odio a la perversión. Puesto
que vendrían quienes se admiraran de sus sentencias pero no procuraran el
bien vivir, para prevenirlos les pone temor y dice: aun cuando lo que se
dice sea bello, pero no basta con oírlo para salvarse, sino que es necesario
ponerlo en ejecución: y todo el discurso en esto se ocupa. Termina pues aquí
dejándoles clavado un fuerte temor. Así como al tratar de la virtud los
excitaba no sólo con los bienes futuros, con traerles a la memoria el cielo,
elreino, la inefable recompensa, la consolación, los bienes inmutables, sino
que además les ponía delante los otros bienes que al presente obtendremos,
hablándoles de la firmeza e inmovilidad de la roca; así también al tratar de
la perversidad, no sólo pone temor a los oyentes por los males futuros como
lo del árbol arrancado, el fuego inextinguible, la puerta del reino cerrada
y la futura sentcncia:!no os conozco!, sino además con los males de esta
vida presente, como la casa derruida. Con el mismo fin, instando con mayor
vehemencia, les propone la parábola. Porque no basta con decir que el
virtuoso sería invencible y el perverso fácilmente vencido; sino que anadió
las metáforas de la roca, la casa, el torrente, la lluvia, el viento y cosas
semejantes.
Dice pues: Aquel que escucha mis palabras y no las pone por obra, será
semejante al necio que edificó su casa sobre arena. Justamente lo llamó
necio. Porque ¿qué habrá más necio que un hombre que edifica sobre arena,
que echa sobre sí el trabajo pero no goza del fruto ni del descanso, sino
que en lugar de eso sufre castigo? Y que quienes se entregan a la
perversidad sufran trabajos, nadie hay que lo ignore. Porque el ladrón, el
adúltero, el sicofante, mucho trabajan y mucho sufren para llegar a sus
fines perversos; y sin embargo, no sólo no recogen fruto, sino que reciben
grande dano. Así lo dejaba entender Pablo al decir: Quien siembra en su
carne, de su carne cosechará la corrupción. 198 A este tal son semejantes
los que edifican sobre arena; por ejemplo, los que edifican en fornicación,
en lujuria, en embriaguez, en ira y en los demás vicios.
Así fue Acab, pero no fue así Elías. Reflexionemos sobre ellos oponiendo las
virtudes a los vicios, y veremos más estrictamente la diferencia. Elías
edificó sobre roca; Acab, sobre arena. Por lo mismo Acab, aunque rey, temía
al profeta; al profeta que no tenía sino su vestido de pelo de camello. Así
fueron los judíos, pero no fueron así los apóstoles. Por eso, éstos, siendo
pocos y encadenados, presentaban la firmeza de la roca; aquéllos, en cambio,
aunque eran muchos y estaban armados, mostraban la debilidad de la arena.
Porque decían:?Qué haremos con estos hombres? 199?Observas cómo se angustian
precisamente no los cautivos y encadenados, sino los aprehensores y
vencedores? ¿Qué habrá más nuevo que esto? ¿Tú los encarcelas y sin embargo
te angustias? Con justo motivo. Habían edificado sobre arena y resultaban
más débiles que todos.
Y decían:?Qué hacéis queriendo echar sobre nosotros la sangre de ese hombre?
200?Qué decís? !Tú azotas, tú aterrorizas, tú danas!, ¿y todavía temes? ¿Tú
juzgas y estás temblando? !Tan débil es la perversidad! No así los apóstoles
!no así! Dicen ellos: No podemos dejar, de decir lo que hemos visto y
oído.?Viste la alteza de ánimo? ¿viste la roca inconmovible? Y lo que es más
admirable, no sólo no se mostraban tímidos porque se les prepararan
asechanzas, sino que por ello cobraban mayor confianza y así ponían a los
judíos en mayores angustias. Quien golpea al diamante sale lastimado. Quien
recalcitra contra el aguijón es el punzado y graves heridas recibe. Quien
pone asechanzas a los virtuosos, se pone en peligro.
La malicia se vuelve tanto más débil cuanto más combate a la virtud. Al modo
de quien ata fuego a su vestido, no extingue la llama sino consume su
vestido, así quien hiere a los varones espirituales, a ellos los torna más
esplendentes, pero él se pierde. Tú, en cambio, cuanto sea más grave lo que
padeces, llevando correctamente tu vida, tanto más fuerte resultas. Cuanto
más nos demos a la virtud, tanto más de nada necesitaremos; y cuanto más de
nada necesitemos, tanto más fuertes seremos y venceremos.
Así era el Bautista y por eso nadie lo molestaba, mientras que él era
molesto a Herodes. El que nada poseía se lanzó contra el que reinaba; el
cual, fulgurante por la diadema y la púrpura y regios ornamentos, temía y
temblaba ante aquel desarmado y desnudo de todas las cosas; y ni aun ya
degollado el Bautista podía mirarlo sin terror. Y que lo temiera no poco aun
después de su muerte, oye cómo lo dice: Este es Juan al que yo maté. 201
Porque esa palabra maté no es de uno que se gloría, sino de quien se quiere
consolar en su temor y de quien con ánimo perturbado persuade que se traiga
a la memoria el homicidio en el Bautista perpetrado. !Tan grande es la
fuerza de la virtud que aun después de la muerte es más poderosa que los
vivos!
Por tal motivo, mientras Juan vivía, muchos rodeados de riquezas se le
acercaban y le decían:?Qué haremos? 202?Tantas cosas poseéis y queréis saber
de parte de quien nada tiene cuál es el camino para vuestra felicidad? ¿Vosotros, ricos, de parte del pobre?
¿Vosotros, soldados, de parte de quien
ni mansión alguna posee? Tal era Elías también, y por lo mismo hablaba al
pueblo con la misma libertad: Juan les decía:!Raza de víboras! Elías les
decía:?Hasta cuándo habéis de estar vosotros claudicando de un lado al otro?
203 Este decía al rey:!Mataste, poseíste! Juan decía al rey: No te es lícito
tener por esposa a la mujer de tu hermano Filipo. 204
?Has visto la roca? ¿has visto la arena? !cómo fácilmente se desmorona!
!cómo cede al infortunio! !cómo es vencida aun cuando se trate de un rey, de
un pueblo, del poder mismo! Esa arena, a quienes en ella se apoyan, los
torna en extremo necios. Ni sólo se derrumba sino que acarrea consigo
grandes infortunios. Pues dice Cristo: Y cayó con gran fracaso. Tratándose
de una cosa vil y sin precio, no hay peligro; pero se trata del alma, de la
pérdida del cielo y de los bienes inmortales. Mas, aun antes de esas cosas,
ya en esta vida quien sigue la perversidad pasa una vida, la más miserable,
entre tristezas, continuas aflicciones, temores, preocupaciones y combates.
Esto dejaba entender cierto sabio cuando decía: Huye el malvado sin que
nadie lo persiga. 205 Semejantes hombres tiemblan de las sombras, sospechan
de los amigos, de los enemigos, de los siervos, de los conocidos y de los
extranos y aun antes del eterno castigo, ya en vida sufren tormentos
extremos.
Todo esto significaba Cristo al decir: Y cayó con gran fracaso, cerrando así
con un término apropiado sus bellos mandatos y persuadiendo aun a los más
incrédulos, aun por la situación de la vida presente, de que huyan de la
perversidad. Pues aun cuando de más importancia sea el discurso en lo
tocante a los bienes futuros, pero en el momento aquel, era más apto eso
otro, para reprimir y apartar de la perversidad a hombres menos
espirituales. Por tal motivo cerró así su sermón, a fin de que comprendieran
la utilidad inherente a sus preceptos.
Sabiendo todo esto (lo referente a esta vida y a la vida futura), huyamos de
la maldad, cultivemos la virtud para que no trabajemos en vano, sino que
aquí disfrutemos de seguridad y en lo futuro seamos consortes de la gloria.
Gloria que ojalá todos alcancemos por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XXV (XXVI)
Cuando hubo Jesús acabado estos discursos, se maravillaban las muchedumbres
de su doctrina (Mt 7, 28).
Lo NATURAL habría sido que se dolieran de preceptos tan onerosos y altísimos
y se mostraran remisos. Pero era tan grande la virtud del que ensenaba que
atraía a muchos de los oyentes y los colmaba de admiración inmensa y aun los
persuadía a causa del gusto que del discurso recibían; de manera que aun
habiendo él terminado, no se le apartaban. Porque ni cuando bajó del monte
lo abandonaron los oyentes, sino que toda la multitud lo siguió: !tan grande
amor de su doctrina les había infundido! Sobre todo admiraban su autoridad.
Porque hablaba sin referirse en sus sentencias como ya dichas por otros,
según lo hacían Moisés y los profetas; y en todo se mostraba como por sí
mismo teniendo autoridad.
Pues siendo así que con frecuencia diera preceptos y estableciera leyes,
decía: Pero yo os digo. Y al hacer alusión al último día, se presentaba como
siendo El mismo el juez y como dador de premios y castigos. La consecuencia
obvia era que ellos se perturbaran. Pues si los escribas que habían visto la
manifestación de su poder mediante las obras, trataron de lapidarlo y lo
echaron de sí ¿cómo no era verosímil que, en donde sólo las palabras lo
manifestaban, ellas sirvieran de tropiezo, sobre todo cuando por ellas
empezaba, antes de que diera prueba de su poder? Y sin embargo, nada de eso
experimentaron las turbas; porque cuando el ánimo es bueno y sensato,
fácilmente obedece a la doctrina de la verdad. Y por esto sucedía que los
escribas, aun cuando las obras de Cristo declararan su poder, ellos se
ofendían; mientras que las turbas con sólo escucharlo lo seguían y
obedecían. Dejando entender esto, decía el evangelista: Lo siguieron turbas
numen osas: no algunos de los escribas y de los príncipes, sino todos los
que no estaban manchados de perversidad y eran sinceros. Y a través de todo
el evangelio verás que son éstos los que lo siguen.
Cuando él hablaba lo oían en silencio, no lo interrumpían, no lo tentaban,
ni andaban a caza de ocasiones para acusarlo, como los fariseos; y una vez
terminado su discurso, lo seguían admirados. Pondera aquí la prudencia del
Senor y cómo va variando en sus procedimientos para utilidad de sus oyentes;
y cómo de los milagros pasa a los discursos y de nuevo de éstos a los
milagros. Porque antes de subir al monte curó a muchos, preparando el camino
para lo que iba a decir. Y una vez que dio fin a su largo discurso, de nuevo
procedió a obrar milagros, confirmando lo dicho con los hechos. Y puesto que
ensenaba como quien tiene poder, para que semejante modo de ensenar no
pareciera fausto y ostentación en solas las palabras, procede del mismo modo
en las obras y cura las enfermedades como quien tiene poder: para que ya no
se admiraran al verlo así ensenar, pues del mismo modo procedía al hacer los
milagros.
Como bajó del monte lo siguieron muchedumbres numerosas; y acercándosele un
leproso, se postró ante él diciendo: Senor, si quieres puedes limpiarme.
Grande es la prudencia y la fe del que se acerca. No discutió las
ensenanzas; no interrumpió la exposición metiéndose por entre el auditorio,
sino que esperó el tiempo oportuno. Y una vez que Cristo bajó del monte,
entonces se le acerca. Y no lo hizo a la ligera, sino con gran fervor; y le
suplica postrándose de rodillas, como dice otro evangelista ; 206 y lo hace
con fe sincera y pensando de Cristo lo que se debe pensar. Porque no le
dijo: Si oras a Dios, si suplicas; sino: Si quieres puedes limpiarme.
Tampoco le dijo: !Senor! !límpiame!, sino que todo lo deja en sus manos y da
testimonio de que es Dueno de curarlo y de su absoluto poder. Dirás: !Bueno!
¿y si la creencia del leproso resultaba falsa? Convenía entonces que Cristo
la refutara y lo increpara y corrigiera: ¿Lo hizo acaso? De ninguna manera;
al revés, confirma lo que el leproso le dijo y lo refuerza. Y por esto no le
dijo simplemente: Sé limpio, sino: Quiero, sé limpio. Todo para que aquella
verdad se apoyara no en el parecer del leproso, sino en la sentencia de
Cristo. No procedían así los apóstoles. ¿Cómo procedían? Como todo el pueblo
estuviera estupefacto, ellos le decían:?Por qué os admiráis de esto, o qué
nos miráis a nosotros, como si por nuestro poder propio y piedad hubiéramos
hecho andar a éste? 207 En cambio el Senor, aunque muchas veces se expresó
modestamente en lo que era inferior a su gloria ¿qué es lo que dice aquí
para confirmar la opinión de quienes lo admiraban en su poder? Quiero, sé
limpio. Parece que nunca se le oyó expresarse así al hacer tan grande
cantidad de milagros.
En este caso, para confirmar la opinión del leproso y del pueblo acerca de
su poder, dijo: Quiero. Ni lo dijo con intención de no hacerlo, sino que al
punto se siguió la obra. En realidad, si el leproso se había equivocado y
había dicho algo blasfemo, lo propio era que no se siguiera el milagro.
Ahora en cambio la naturaleza, al recibir la orden, obedeció con la
celeridad que convenía; más aún, con mayor de lo que el mismo evangelista
expresa. Ya que su expresión: al punto, es con mucho, más tarda en
pronunciarse que la celeridad con que se verificó el milagro.
Y no sólo dijo Cristo: Quiero, sé limpio; sino que además extendió la mano y
lo tocó. Esto es más digno aún de examen. ¿Por qué, pues lo curaba con el
acto de su voluntad y con su palabra, anadió el tocarlo con la mano? Creo yo
que no tuvo otro motivo sino el de dar a entender que él no estaba sujeto a
la Ley, sino que estaba por encima de la Ley, y que en adelante para el
hombre puro ya nada había impuro. Eliseo, cumpliendo con la Ley, ni siquiera
miró a Naamán; y cuando oyó que éste se había ofendido por no haber salido
ni haberle tocado el lugar de la lepra, para guardar estrictamente la Ley.
Eliseo, quedándose en su casa, se contentó con enviarlo al Jordán a que se
lavara. Pero el Senor, para mostrar que curaba no como siervo, sino como
Senor, aun tocó al leproso. Y no se tornó inmunda su mano a causa de la
lepra, sino al revés, el cuerpo del leproso quedó limpio al contacto de la
mano.
No vino Cristo a curar únicamente los cuerpos, sino también para llevar las
almas a la virtud. Así como al comer sin lavarse las manos afirmó que ya no
queda prohibido, cuando estableció aquella excelentísima ley acerca de la
indiferencia de los manares; del mismo modo en este pasaje nos ensena que es
necesario curar el alma; y que, suprimidas todas aquellas externas
purificaciones, era el alma lo que debía limpiarse y que su lepra era lo
único temible, o sea el pecado; ya que el ser leproso del cuerpo para nada
impide la salvación. Por tal motivo El, el primero, toca al leproso y nadie
se lo reprocha. No estaba corrompido aquel tribunal; no eran envidiosos
aquellos espectadores. Por eso no sólo no lo acusaron y calumniaron, sino
que estupefactos por el milagro se dieron por vencidos y adoraron el poder
de Cristo en palabras y en obras.
Y una vez que curó al leproso en el cuerpo, le ordenó que a nadie lo dijera,
sino que se presentara al sacerdote y llevara la ofrenda que Moisés mandó,
para que les sirva de testimonio. Dicen algunos que le ordenó no decirlo a
nadie, a fin de que no procedieran con malicia al examen de la curación:
pero ésta es muy necia sospecha. Porque no lo curó de tal manera que quedara
duda de la curación. Le ordena no decirlo a nadie, ensenándolo a librarse
del fausto y de la ambición. Sabía Cristo que el leproso no callaría el
beneficio, sino que ensalzaría a su bienhechor: hizo pues lo que a él le
tocaba hacer.
Preguntarás: ¿por qué en otra ocasión, al revés, ordenó que se publicara el
beneficio? No lo hizo contradiciéndose ni dando órdenes encontradas, sino
ensenando en este otro caso a mostrarse agradecido. Pues no ordenó que se
celebraran a sí mismos, sino que dieran gloria a Dios. De manera que por
este leproso nos ensenó a no ser fastuosos ni vanagloriosos; y por el otro a
ser agradecidos a los beneficios; y en todos los casos a que refiriéramos a
Dios la gloria y alabanza. Y porque los hombres, en general, cuando enferman
es cuando se acuerdan de Dios; y una vez que se aleja la enfermedad se
tornan desidiosos, ordena a sanos y enfermos que continuamente tengan
presente a Dios: Da gloria a Dios. 208
Mas ¿por qué le ordenó presentarse al sacerdote y llevar la ofrenda? Para
que cumpliera con la Ley. Porque no siempre la abrogaba, ni siempre la
guardaba. Sino que procedía unas veces de un modo y otras de otro: no
siempre, para ir preparando el camino a la futura práctica y doctrina;
algunas veces, para reprimir la lengua de los impudentes judíos y acomodarse
a su debilidad. ¿Te admiras de que así procediera a los principios, siendo
así que también los apóstoles, cuando se les ordenó ir a los gentiles y
abrir las puertas del orbe para esparcir por doquiera la doctrina de Cristo
y echar fuera la Ley, e instituir nuevas prácticas y abrogar las antiguas,
se encuentra que unas veces guardaban la Ley y otras la transpasaban?
Insistirás diciendo: pero ¿qué tenía que ver con la Ley eso que se le dice:
Preséntate al sacerdote? Mucho tenía que ver. Porque era ley antigua que el
leproso, una vez curado, no se arrogara el derecho de comprobar su curación,
sino que se presentara al sacerdote y le mostrara los comprobantes de su
curación, y así con el voto sacerdotal se le contara de nuevo entre los
limpios. Pues si el sacerdote no testifica que el leproso había sido curado,
tenía éste que permanecer fuera del campamento entre los enfermos.
Por este motivo, Cristo le dice: Preséntate a los sacerdotes y ofrece la
ofrenda que ordenó Moisés. No dijo: que yo ordeno. Por mientras remite a la
Ley con el objeto de cerrar en todo la boca a los judíos. Y para que no lo
acusaran diciendo que se arrogaba el honor que pertenecía a los sacerdotes,
llevó a cabo el milagro, pero remitió a los sacerdotes la comprobación y los
constituyó jueces de su milagro. Como si dijera: tan lejos estoy de
contradecir a Moisés o a los sacerdotes, que a quienes hago beneficios los
remito a su obediencia.
?Qué significa: Para que les sirva de testimonio? Es decir, como
contraprueba, como acusación, si ellos no proceden bien. Pues decían que lo
perseguían como a seductor y enganador y como a enemigo de Dios y
transgresor de la ley; parece ahora decir al leproso: tú me serás testigo
más adelante de que no soy transgresor de la ley, puesto que una vez que te
he curado, te remito a la Ley y a la comprobación de los sacerdotes: cosa
propia de quien practica la Ley y honra a Moisés y no se opone a las
ensenanzas antiguas. Y aunque ellos para nada se aprovecharían, pero tú
aprende por aquí en cuánto honor tiene él la Ley; ya que aun sabiendo Jesús
que ellos ningún fruto sacarían, cumplía lo que por su parte le tocaba.
Porque todo eso lo sabía de antemano y predecía. Puesto que no dijo: para su
enmienda ni para su ensenanza, sino para que les sirva de testimonio. Es
decir, para contraprueba, acusación y testimonio de que yo he hecho contigo
todo esto. Ni aun sabiendo que ellos no se enmendarían, dejé de hacer lo que
convenía que hiciera; pero ellos perseveraron en su malicia. Esto mismo se
dice en otro lugar: Será predicado el evangelio del reino en todo el mundo,
testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin.. 209 O sea
para todas las gentes que no obedezcan, que no se sujeten.
Para que nadie dijera: ¿para qué predicas a todos? pues no todos han de
creer. Responde: para que se vea que de mi parte he puesto cuanto debía y
nadie pueda luego acusarme por no haber él oído, puesto que la predicación
misma lleva en sí el testimonio en su contra. Nadie podrá luego decir: no
hemos oído, porque la palabra de la fe ha llegado hasta los confines de la
tierra. Considerando nosotros todas estas cosas, cumplamos nuestros deberes
para con el prójimo y demos continuamente gracias a Dios. Sería un absurdo
que, recibiendo cada día sus beneficios ni siquiera de palabra le diéramos
gracias, siendo así que el confesarlos es para nosotros nueva utilidad. No
necesita El de nuestras cosas; somos nosotros los que necesitamos de sus
auxilios. Nuestras acciones de gracias nada le anaden, pero en cambio a
nosotros nos tornan más familiares suyos. Si consideramos los beneficios de
los hombres, cada vez los amamos más; pues mucho mejor, si continuamente
estamos recordando los beneficios de Dios, seremos cada vez más empenosos en
cumplir sus mandatos. Por esto dice Pablo: Sed agradecidos. 210 La mejor
manera de conservar un beneficio es recordarlo y dar gracias continuamente.
Por igual motivo, aquellos temibles misterios, tan saludables, que en cada
reunión celebramos, se llaman Eucaristía, puesto que son la conmemoración de
infinitos beneficios, y manifiestan la fuente misma y resumen de la divina
providencia y en todos sentidos nos preparan para dar gracias. Si es grande
milagro que él haya nacido de una Virgen; y el evangelista transido de
estupor, decía: Y todo esto sucedió: 211?qué pensaremos, pregunto, del hecho
de inmolarse por nosotros? Si el nacer se llamó todo, el ser crucificado, el
derramar su sangre por nosotros y el dársenos a sí mismo en alimento y
espiritual banquete ¿cómo lo llamaremos? Demos pues asiduamente gracias: sea
esto lo primero en nuestras palabras y acciones. Demos gracias no únicamente
por los beneficios a nosotros concedidos, sino también por los ajenos. Así
acabaremos con la envidia, fomentaremos la caridad y la haremos más sincera.
Porque no podrás en adelante envidiar en el prójimo los dones de que has
dado gracias a Dios. Por eso el sacerdote, ante el sacrificio nos ordena dar
gracias por el orbe todo, por los antepasados y por los que ahora viven, por
los nacidos y por los venideros. Esto nos levanta de la tierra y nos eleva
al cielo, y de hombres nos convierte en ángeles. Porque éstos en coro dan
gracias a Dios por los beneficios que nos ha hecho y dicen: Gloria a Dios en
las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. 212
Preguntarás ¿qué tenemos nosotros que ver con esos seres que ni están en la
tierra ni son hombres? !Mucho! Pues de tal manera somos hechos, que
naturalmente amamos a nuestros hermanos y consiervos, hasta el punto de que
sus bienes los estimamos nuestros.
Así Pablo en sus cartas continuamente da gracias a Dios por los bienes
concedidos a todo el orbe. Demos, pues, también nosotros continuamente
gracias por los nuestros y por los extranos, por los pequenos y por los
grandes. Si el don es pequeno, se convierte en grande, sobre todo por ser
Dios quien lo da; pero en realidad nada pequeno da El; y esto no sólo por
venir de su mano, sino por la naturaleza misma del don. Pues, para callar
otros muchos, más numerosos que la arena ¿qué hay igual a la providencia
usada con nosotros en la Encarnación? Por ella nos dio lo más precioso que
tenía, como es su Hijo Unigénito, y esto siendo nosotros enemigos suyos. Ni
sólo nos lo dio, sino que nos lo presentó en la mesa como manjar, haciendo
todo por nosotros: el dárnoslo y el hacernos agradecidos por semejante
beneficio.
Como el hombre generalmente sea desagradecido, por doquiera Dios emprende y
prepara lo que ha de ser para nuestra utilidad. Lo que hacía entre los
judíos, trayéndoles a la memoria los beneficios, mediante los lugares,
tiempos y fiestas litúrgicas, eso mismo hizo aquí al recordarnos
perennemente semejante beneficio, mediante el modo como este sacrificio se
celebra. Nadie se ha empenado en hacernos probos, grandes y agradecidos,
como el Dios que nos ha creado. Para eso nos colma de beneficios a nosotros,
que con frecuencia aun ignoramos la mayor parte de ellos y aun los
resistimos.
Y si te admiras de lo dicho, te demostraré que esto mismo sucedió no a un
hombre cualquiera, sino al bienaventurado Pablo. Este hombre santo,
ejercitado en muchos padecimientos y peligros, con frecuencia rogaba a Dios
que le quitara las tentaciones. Pero Dios no atendió a sus peticiones sino a
su utilidad. Y declarándole esto, le dijo: Te basta mi gracia, que en la
flaqueza llega al colmo el poder. 213 De modo que aun antes de que le
significara el motivo; y aun recusándolo él e ignorándolo, le hacía el
beneficio. No es pues cosa grande la que nos pide al ordenarnos serle
agradecidos por tan singular providencia. Obedezcámoslo y procedamos a lo
que nos ordena en todo tiempo y lugar. Nada arruinó tanto a los judíos como
la ingratitud. Esta y no otra cosa fue la que atrajo sobre ellos los grandes
y frecuentes castigos; y aun antes que los dichos castigos, fue la
ingratitud la que arruinó y perdió sus almas. Porque dice: la esperanza del
ingrato se derrite como el hielo . 214
La ingratitud hace que el alma se debilite y muera, lo mismo que hace el
hielo con los cuerpos. Y todo nace de la soberbia por la que el hombre se
juzga digno del beneficio. El hombre contrito y humilde, dará gracias a Dios
no sólo por los bienes sino también por lo que estima como adversidad:
padezca lo que padezca, nunca pensará que ha padecido algo que no mereciera.
Nosotros, cuanto más adelantamos en la virtud tanto más humillémosnos en
contrición: !gran virtud es esto! Así como cuanto más penetrante tenemos la
mirada, más vemos cuánto distamos del cielo, así cuanto más adelantamos en
la virtud, tanto más se nos ensena el inmenso intervalo que hay entre
nosotros y Dios. Ni es pequena parte de sabiduría, el poder apreciar
nuestros merecimientos. De aquí nace que exactísimamente se conoce aquel que
se tiene por nada.
David y Abraham, que habían llegado a las cumbres de la virtud, fue entonces
cuando sobre todo ejercitaron esta virtud. Abraham se llamó a sí mismo polvo
y ceniza; David se llamó a sí mismo gusano. Del mismo modo, todos los santos
se llamaban miserables. Y por el contrario, en absoluto se desconoce quien
se alza en soberbia. Por esto solemos decir del soberbio que no se conoce,
que en absoluto se ignora. Y quien a sí mismo se ignora ¿a quién conocerá?
Así como todo lo conoce aquel que se conoce, así quien se ignora, también
ignora todas las demás cosas. Así era aquel que decía: Pondré sobre los
cielos mi trono. 215 Por ignorarse a sí mismo ignoró todas las cosas. No así
Pablo, quien se llamaba a sí mismo hijo abortivo y el último de los santos;
y tras de tantas y tan esclarecidas empresas, no se juzgaba digno del nombre
de apóstol.
Emulemos, pues, e imitemos a Pablo. Y lo imitaremos si nos libramos de la
tierra y de los negocios terrenales. Nada engendra tanto la ignorancia de sí
mismo, como el apego a las cosas seculares, como la ignorancia de sí mismo,
porque una cosa depende de la otra. Como a quien ama la gloria que de los
demás proviene y tiene por grandes las cosas presentes, aunque mil veces lo
intente no se le concede el desconocerse a sí mismo, así quien a sí mismo se
desprecia fácilmente se conoce a sí mismo. Y una vez que se conozca, se
encaminará a conquistar todas las demás virtudes. Pues bien: para que
logremos esta hermosa ciencia, librémosnos de todas las cosas perecederas
que encienden tan grande llama; y teniendo conocida nuestra vileza,
practiquemos toda humildad y toda virtud, para que consigamos los bienes
.presentes y también los futuros, por gracia y misericordia de nuestro Senor
Jesucristo, a quien, con el Padre, sea el honor, la gloria y el poder,
juntamente con el bueno y vivificante Espíritu, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXVI (XXVII)
Habiendo entrado en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le suplicaba y
decía: Senor, mi siervo yace en casa paralítico, gravemente atormentado (Mt
8, 5).
EL LEPROSO se acercó a Cristo cuando éste bajaba del monte; y por el
contrario el centurión se le acerca al ir a entrar en la ciudad de
Cafarnaúm. ¿Por qué ni aquél ni éste se le acercaron cuando estaba allá en
el monte? No fue por desidia, pues ambos tenían una fe ardiente, sino para
no interrumpirlo mientras ensenaba. Y acercándosele le dijo: mi siervo yace
en casa paralítico, gravemente atormentado. Afirman algunos que el
centurión, como excusándose, alegó el motivo de traer consigo al siervo.
Porque no podía, dice, ser llevado estando paralítico y gravemente
atormentado y exhalando el 'último aliento. Porque Lucas refiere que se
encontraba en tal extremo que estaba para morir.
Por mi parte, yo pienso que lo hizo dando senales de su gran fe, mucho mayor
que la de aquellos que por el techo descolgaron al otro paralítico. Como
sabía bien que el solo mandato del Senor podía levantar del lecho al
enfermo, le pareció inútil llevarlo. ¿Y qué hace Jesús? Hizo ahora lo que
nunca antes había hecho. Como en todas partes se acomodaba a la voluntad de
los suplicantes, aquí, sin embargo, se adelanta y no sólo promete curar al
enfermo, sino ir personalmente a la casa. Y lo hace para que conozcamos la
fe del centurión. Si no hubiera prometido esto, sino que le hubiera dicho:
Vete, que tu siervo está sano, no conoceríamos la virtud del centurión. Lo
mismo hizo en el caso de la sirofenicia, pero por modos contrarios.
En el caso presente, sin ser invitado, espontáneamente promete ir a la casa,
para que veas la fe y la gran humildad del centurión. En cambio a la
sirofenicia le niega el don que pide y la orilla a la duda, a ella que
persevera en pedir. Siendo él médico sagaz y perito, sabe sacar de las cosas
contrarias efectos opuestos. Aquí descubre la fe del centurión prometiéndole
espontáneamente ir a su casa; allá, mediante una larga tardanza y aun
repulsa, nos descubre la fe de aquella mujer. Lo mismo hizo con Abraham
cuando le dijo: No lo ocultaré a mi siervo Abraham, 216 para descubrirte y
ensenarte cuánto lo amaba y cuán grande providencia tenía de Sodoma. También
los ángeles enviados a Lot no querían entrar en su casa, para darte así
noticia de la hospitalidad de aquel justo.
?Qué dice, pues, el centurión? Senor, yo no soy digno de que entres bajo mi
techo. Oigámoslo todos cuantos queremos recibir a Cristo, porque también
ahora es posible recibirlo. Oigámoslo e imitémoslo, y recibamos a Cristo con
el mismo fervor. Di una sola palabra y mi siervo será curado. Observa cómo
el centurión, lo mismo que el leproso, tienen una opinión verdadera respecto
de Cristo. Pues tampoco éste dice: ruega, ni suplica, sino únicamente manda.
Y luego, temeroso por modestia, de que Cristo se negara, anadió: Porque
también yo soy un subordinado; pero bajo mi mando tengo soldados y digo a
éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo
hace.
Preguntarás: pero ¿qué se concluye de aquí, si es que el centurión solamente
sospechaba el poder de Cristo? Porque lo que se quiere saber es si Cristo lo
proclamó y confirmó. !Bella y prudentemente lo preguntas! Investiguémoslo,
pues. Desde luego encontramos que aquí sucedió lo mismo que en el caso del
leproso. En éste, dijo el leproso: Si quieres. Y se confirma el poder de
Cristo no sólo por lo que dice el leproso, sino también por las palabras de
Cristo; puesto que no sólo no refutó la opinión del leproso, sino que la
confirmó anadiendo algo que parecía superfluo, cuando dijo: Quiero, sé
limpio, para dar firmeza a la dicha opinión. En el caso del centurión es
necesario igualmente examinar si acaso Cristo también lo confirma en su
opinión: encontraremos que sucedió lo mismo.
Porque apenas terminó de hablar el centurión y dio testimonio de la gran
potestad de Cristo, éste no sólo no lo reprendió, sino que lo aprobó y aun
hizo algo más. Porque el evangelista no dice solamente que Cristo alabó sus
palabras, sino que, dando a entender lo altísimo de su alabanza, dice que
Cristo se admiró; y que estando presente todo el pueblo, se lo propuso como
ejemplo para que lo imitaran. ¿Observas cómo todos los que testificaban el
poder de Cristo lo hacían con admiración?
Y las turbas se espantaban de su doctrina, porque les ensenaba como quien
tiene autoridad. Y El no sólo no los reprende, sino que baja con ellos del
monte, y con la curación del leproso los confirma en su opinión. El leproso
decía: Si quieres, puedes limpiarme. Y Cristo no lo corrigió, sino que
procedió como el leproso le decía, y así lo curó. También acá el centurión
decía: Di sólo una palabra y mi siervo será curado. Y Cristo con admiración
le dijo: No he encontrado fe tan grande en Israel. Puedes conocer lo mismo
en un ejemplo contrario. Nada igual a eso dijo Marta, sino todo al revés: Yo
sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará 217 Pero Cristo no la alabó,
a pesar de que era su conocida y que ella mucho lo amaba y era una de las
que diligentemente le servían. Al revés, la corrigió porque no se expresaba
bien. Y así le dijo:?No te he dicho que si creyeres verás la gloria de
Dios?, con lo que la corregía por no haber creído aún. Y como ella decía: Yo
sé que cuanto pides a Dios, Dios todo te lo otorga, la aparta de semejante
opinión, y le ensena que El no necesita suplicar a otro, sino que es la
fuente de todo bien. Y le dice: Yo soy la resurrección y la vida.
Como si dijera: Yo no tengo que esperar de otro la fuerza para proceder,
sino que todo lo hago por mi propia virtud. Tal es pues el motivo de
admirarse del centurión; y así lo ensalza sobre todo el pueblo y le da el
honor del reino y excita a los demás a imitarlo. Y para que veas que Cristo
lo dijo para ensenar a los demás la misma fe, advierte la diligencia del
evangelista y cómo lo deja entender cuando dice: Volviéndose Jesús, dijo a
los que lo seguían: no he encontrado tan grande fe en Israel. De manera que
pensar excelentemente de Cristo es lo más propio de la fe, y es lo que nos
acarrea el reino de los cielos y todos los otros bienes.
La alabanza de Cristo no consistió en solas palabras, sino que por su fe le
restituyó sano al enfermo y a él lo cinó con una brillante corona, y le
prometió grandes dones con estas palabras: Muchos vendrán del Oriente y del
Occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en, el reino de
los cielos, mientras que los hijos del reino serán arrojados fuera. Como ya
había hecho muchos milagros, en adelante habla a las turbas con mayor
confianza y libertad. Y luego, para que nadie creyera que tales cosas decía
por adulación, y además para que todos vieran que el ánimo del centurión era
sincero, le dijo: Ve, hágase contigo según has creído. Y al punto se siguió
el milagro, como testimonio de la sinceridad de ánimo y voluntad del
centurión. Y en aquella hora quedó curado el siervo. Lo mismo que sucedió
con la sirofenicia. Pues a ésta le dijo: Mujer, grande es tu fe, hágase como
tú quieres. Y sanó su hija. 218
Mas como Lucas, refiriendo este milagro, pone otras muchas circunstancias
que ofrecen cierta dificultad, tenemos que examinarlas y resolver la
dificultad. ¿Qué dice Lucas? Que el centurión echó por delante a los
ancianos de los judíos que rogaran a Jesús ir a su casa. Mateo, en cambio,
dice que él personalmente se acercó y le dijo: Yo no soy digno. Hay quienes
afirman tratarse de dos centuriones, aunque hay muchos rasgos semejantes. De
uno se dice: Nos ha edificado una sinagoga y ama a nuestro pueblo; del otro
dice Jesús: No he encontrado fe tan grande en Israel. Del primero se dice:
Vendrán muchos del Oriente, por lo que es verosímil que fuera judío.
?Qué diremos nosotros? Que esa solución es fácil. Pero preguntamos si acaso
es también verdadera. Por mi parte, creo que es un solo centurión. Dirás: ¿cómo es entonces que Mateo lo pone diciendo: Yo no soy digno de que entres
bajo mi techo, mientras que Lucas afirma que envió emisarios a Jesús para
que lo llamaran a su casa? Creo yo que Lucas da a entender la adulación de
los judíos y la inestabilidad de los hombres que se encuentran con
adversidades y cómo cambian pronto de pareceres. Es natural que cuando el
centurión quería partirse, lo detuvieran los judíos adulándolo y diciéndole:
Nosotros iremos y lo traeremos. Observa sus palabras llenas de adulación,
pues le decían a Jesús: Ama a nuestro pueblo y aun nos ha construido una
sinagoga. No saben cuál es el capítulo de alabanzas para el centurión.
Cuando debían decir a Jesús: Quería él venir personalmente a suplicarte,
pero nosotros se lo impedimos considerando su aflicción y viendo en el lecho
al enfermo. Y de este modo manifestar la fe del centurión. Pero nada de eso
dicen a Cristo. No querían, movidos de envidia, hacer resaltar la fe del
centurión; y por esto prefieren ocultar la virtud de aquel por quien se
acercaban a suplicar, para que no apareciera ser persona de valer el que
rogaba ni llevara a cabo el negocio a que iban, exaltando su fe. Porque
suele la envidia oscurecer el entendimiento.
Jesús, en cambio, que conoce los secretos de los corazones, exaltó, contra
la voluntad de los judíos, la fe del centurión. Y que esto sea la verdad,
oye cómo lo interpreta Lucas cuando dice que como Jesús estuviera lejos, le
envió unos mensajeros que le dijeran: Senor, no te molestes, pues yo no soy
digno de que entres bajo mi techo. 219 Una vez que el centurión se vio libre
de la molestia de los judíos, entonces envió a Jesús a algunos que le
dijeran que él no se juzgaba digno de recibirlo en su casa. Y aunque Mateo
afirme que esto lo dijo no por medio de amigos, sino personalmente, esto no
importa. Lo que importa y se investiga es solamente si ambos varones
declararon su fervorosa voluntad y tuvieron la debida opinión respecto de
Cristo.
Por otra parte, es verosímil que el centurión, tras de haber enviado a sus
amigos, viniera personalmente y repitiera lo mismo: cosa que si no la dijo
Lucas, tampoco la afirmó Mateo. No se, contradicen, pues, en la narración,
sino que uno refiere lo que el otro omitió. Observa además cómo Lucas por
otro camino enaltece la fe del centurión diciendo: Estaba a punto de morir
el siervo, lo cual no hizo que el centurión desesperara ni le quitó la
confianza, pues aun así confió en que el criado recobraría la salud. Y si
Mateo afirma que Cristo dijo de él que no había encontrado en Israel fe tan
grande, con lo que declara que el centurión no era israelita, Lucas asegura
que había construido una sinagoga para los judíos: no se opone lo uno a lo
otro. Pudo, sin ser judío, construirla y amar a la nación judía.
Por tu parte, no pases de ligero sus palabras, sino ten en cuenta su
dignidad de centurión, y así apreciarás mejor su virtud. Generalmente la
soberbia de quienes obtienen prefecturas es tal que ni aun en las desgracias
se humillan. Así, el otro que menciona Juan, llama a Jesús a su casa y le
dice: Baja antes de que muera. 220 No así éste, sino que se muestra más
excelente que aquél y que los que por el techo descolgaron al enfermo.
Porque no exige la presencia corporal de Cristo ni lleva al enfermo hasta el
médico (cosa que ya indica estima grande de su poder), sino que, apoyado en
la opinión suya, consentánea con lo que a Dios conviene, le dice: Di sólo
una palabra. Y aun antes, al principio, no dijo: Di una palabra, sino que
solamente declaró lo de la enfermedad; pues por su mucha humildad pensaba
que Cristo no accedería a su petición al punto, sino que iría a su casa. Y
así, cuando le oyó decir: Yo iré y lo curaré, entonces le dijo: Di sólo una
palabra.
No lo perturbó tanto su aflicción que no discurriera en medio de su
tristeza; y no miraba tanto a la salud de su siervo como a no hacer él nada
que fuera menos conveniente. Y eso que él no lo pedía, sino que fue Cristo
quien se ofreció. Aun así, temió recibir más de lo que su dignidad merecía e
ir a propasarse. ¿Adviertes su prudencia? Considera la necedad de los judíos
que dicen: Merece que le hagas esto. Cuando lo conveniente era acudir a la
misericordia de Jesús, ellos echan por delante la dignidad del centurión, y
ni siquiera saben en qué forma ponérsela delante. No procedía lo mismo el
centurión, sino que en absoluto se confesaba indigno no sólo del beneficio;
sino aun simplemente de recibir a Cristo en su casa.
Por tal motivo, cuando dijo: Mi siervo está en cama, no anadió:!Di! pues
temía no ser digno de aquel favor. Lo único que hizo fue declarar su
desgracia. Y cuando vio que Cristo se disponía a ir a su casa, ni aun
entonces se avorazó a lo que se le ofrecía, sino que se contuvo en los
límites de lo conveniente. Si alguno dijere: ¿Por qué Cristo no lo honró
igualmente? yo respondería que en realidad le confirió un grande honor a su
vez. En primer lugar, declarando su buena inclinación y voluntad, la cual
quedó manifiesta, sobre todo en no ir a su casa. En segundo lugar, porque lo
introdujo en el reino y lo exaltó sobre todo el pueblo judío. Como el
centurión se había juzgado indigno de recibir a Cristo en su casa, se hizo
digno aun del reino y alcanzó las mismas bendiciones y bienes que Abraham.
Preguntarás por qué motivo el leproso, que dio mayores testimonios que el
centurión, no fue alabado. Porque él no dijo: Di una palabra, sino lo que es
mucho más: basta con que quieras, que es lo que el profeta dice acerca del
Padre: Hizo todo lo que deseó. La realidad es que también el leproso fue
alabado. Pues cuando Cristo le dijo: lleva la ofrenda que mandó Moisés para
testimonio de ellos, no fue otra cosa sino decirle: tú serás su acusador,
pues has creído. Por lo demás, no era lo mismo que un judío creyera y que
creyera un gentil. Y que el centurión no era judío, queda ya claro, pues era
centurión; y también por lo que dijo Cristo: Ni en Israel he encontrado fe
tan grande.
Y era en verdad cosa eximia que un hombre no contado entre los judíos
pensase tan altamente de Cristo. Porque esto supone, creo yo, que ya había
concebido en su mente los ejércitos del cielo; y que la muerte y las
enfermedades y todas las demás cosas estaban sujetas a Cristo, como a él lo
estaban los soldados. Y por esto decía: Porque también yo soy súbdito; es
decir: tú eres Dios, yo soy hombre. Yo soy súbdito, tú no lo eres. Pues si
yo, hombre y súbdito, tan grande poder tengo, mucho mayor lo tendrás tú que
eres Dios y de nadie eres súbdito. Porque quiere, alegando la suma
preeminencia de Cristo, persuadirlo de que no ha querido poner ejemplo de
igual a igual, sino de una cosa altísima en exceso. Si yo, dice, que soy
como otro cualquiera de los que son súbditos y vivo sujeto a la potestad de
otro, por esta pequena autoridad que me confiere la prefectura, tengo tanto
poder que no se me resiste, sino que cuanto impero, por vario que sea, al
punto se pone por obra; y digo a uno ve, y va; y a otro ven, y viene, sin
duda tú puedes cosas mucho mayores.
Hay quienes entienden este pasaje de este modo. Leen: Si yo siendo hombre. Y
puntúan aquí, y luego continúan: Tengo soldados bajo mi potestad. Pero yo
quiero que te fijes en cómo el centurión declara que Cristo manda aun sobre
la muerte y como a un esclavo le da órdenes de Senor. Pues cuando dice Ven,
y viene; ve, y va, eso significa. Si tú ordenaras que la muerte no venga
sobre mi siervo, no vendrá. ¿Ves cuán lleno estaba de fe? Lo que hasta más
tarde sería claro para todos y a todos manifiesto, eso aquí lo hace público
el centurión: es a saber, que Cristo tiene potestad sobre la muerte y sobre
la vida y que puede llevar hasta las puertas de la muerte y devolver desde
ahí. Y no habló sólo de los soldados, sino también de los siervos cuya
obediencia es mayor.
Y sin embargo, teniendo fe tan grande, se juzgaba indigno. Pero Cristo,
demostrando que sí era digno de que él entrara en su casa, le hace dones
mayores, pues lo admira y lo ensalza y le concede más de lo que pedía.
Porque vino en busca de la salud corporal para su siervo, pero regresó tras
de recibir el reino. ¿Ves cómo ya se va cumpliendo aquello de: Buscad el
reino de los cielos y las demás cosas se os darán por anadidura? Por haber
demostrado fe grande y humildad, le da el cielo y le anade la salud corporal
de su siervo; y no sólo lo honró tan grandemente de esta manera, sino además
manifestándole cómo entraba en el reino tras de ser expulsados otros más
importantes.
Por todas estas cosas, declaró Cristo que la salvación proviene por la fe y
no por las obras según la Ley. Y por esto el don de la fe se propone no sólo
a los judíos sino también a los gentiles; más aún, a éstos antes que a los
otros. Como si dijera: no penséis que esto sólo ha sucedido con el
centurión, sino que en todo el orbe sucederá lo mismo. Y lo dijo hablando en
profecía acerca de los gentiles y ofreciéndoles la buena esperanza. Porque
los que lo seguían eran de Galilea de los gentiles. Decía pues estas cosas
para no dejar que los gentiles perdieran ánimo, y para abatir la soberbia de
los judíos.
Mas para no herir con estas palabras a los oyentes, ni dar ocasión alguna de
eso, no habló de los gentiles antes; sino que ahora toma ocasión del
centurión y ni siquiera usa la palabra gentiles. Pues no dijo: Muchos de los
gentiles, sino: Muchos del Oriente y del Occidente, con lo que, cierto,
significaba a los gentiles, mas no ofendía a los oyentes, pues la sentencia
quedaba suboscura. Ni es este el único modo con que suaviza esta nueva e
inaudita doctrina; sino que, además, poniendo en vez del reino el seno de
Abraham. No les era conocido este nombre; en cambio mucho más los conmovía
el nombre de Abraham pronunciado. Así lo hizo el Bautista, quien al
principio nada dijo de la gehenna, sino que trajo al medio lo que más los
impresionaba: No queráis alegar: tenemos por padre a Abraham 221
Y para no parecer contrario a las antiguas instituciones, toma además otra
providencia. Puesto que quien admira a los patriarcas, y a estar en su seno
llama suerte de todos los buenos, quita en absoluto y de raíz semejante
sospecha. Y nadie piense que en eso se encierra una sola conminación: tienen
ahí los malos un doble suplicio y una doble alegría los buenos. Para los
primeros y judíos, no únicamente haber perdido el sitio tan eximio, sino
haber perdido lo que por derecho les correspondía; para los segundos y los
gentiles, no sólo haber recibido esa porción y suerte, sino haberla recibido
cuando no la esperaban. Y aun se les anade una tercera alegría, que es
recibir lo que a los otros pertenecía por herencia.
A éstos, para quienes estaba preparado el reino, los llamó hijos del reino,
cosa que a los otros les causaba gran dolor. Pues habiendo declarado que los
judíos, según la promesa, estaban en el seno de Abraham, al punto los echa
fuera. Y luego, como sus palabras eran una verdadera sentencia, la confirma
con el milagro, del mismo modo que los milagros se confirman con la
predicción de las cosas que después han sucedido. De manera que quien no
creyera que el siervo en aquella ocasión quedó curado, que se mueva a
creerlo por la dicha profecía que ya se ha cumplido. Porque la profecía,
antes de que se cumpliera, fue de todos conocida por el milagro
subsiguiente. Primero predijo esto Jesús y luego curó al siervo paralítico
para confirmar lo futuro mediante lo presente, y mediante lo que era más se
afianzara lo que era menos. Que los dotados de virtudes gocen bienes y que
los viciosos sufran castigos, era algo verosímil para la razón; más aún, es
lógico y conforme a las leyes de la justicia. En cambio, sanar y curar a un
paralítico, era cosa que estaba sobre las leyes naturales.
Mas para esta tan grande y admirable cosa, no poco aportó el centurión, como
el mismo Cristo declaró cuando dijo: Ve y hágase según has creído.?Ves cómo
la salud restituida al siervo predica el poder de Cristo y la fe del
centurión, y confirma la profecía de lo que había de suceder? Pero más aún:
todo ahí predicaba el poder de Cristo. Pues no sólo sanó el cuerpo del
siervo, sino que también arrastró poderosamente a la fe al alma del
centurión, mediante el milagro. Y no consideres únicamente que el uno haya
creído y el otro haya sanado; sino admira la rapidez del negocio. La declaró
el evangelista diciendo: Y sanó el siervo en aquella hora. Lo mismo que dijo
acerca del leproso: y al punto quedó limpio. Mostró Cristo su poder no sólo
sanándolos, sino haciéndolo de un modo inesperado y en un instante.
Ni sólo de este modo se muestra útil y ayuda, sino además porque con
frecuencia, al tiempo en que obra el milagro, habla del reino de los cielos
y a todos los atrae a él. Cuando amenazaba con que los judíos serían echados
del reino, no los amenazaba para que en realidad fueran expulsados, sino
para que mediante el temor, con sus palabras los atrajera al reino. Si ellos
de esto no se aprovecharon, crimen fue suyo y de cuantos padecieron la misma
enfermedad. Porque esto no aconteció a sólo los judíos, sino aun a muchos de
los que creyeron. Judas era hijo del mismo reino y junto con los discípulos
oyó aquellas palabras: Os sentaréis sobre doce tronos; 222 y sin embargo, se
hizo hijo de la gehenna. En cambio, el bárbaro aquel, el etíope, como fuera
del número de los que vinieron de Oriente y de Occidente, recibirá la corona
juntamente con Abraham, Isaac y Jacob.
Lo mismo sucede ahora. Pues dice: Muchos primeros serán postreros; y los
postreros, primeros. Díjolo a fin de que ni los unos se descuiden pensando
que ya no pueden volver atrás, ni los otros se confíen como si ya estuvieran
firmes. Lo mismo predijo Juan desde el principio: Poderoso es Dios para de
estas piedras suscitar hijos de Abraham. 223 Como esto tenía que suceder, se
predice con mucha antelación a fin de que nadie se turbe con la novedad del
negocio. Sólo que Juan, como hombre que era, lo dijo como posible; pero
Cristo lo dijo como que en absoluto iba a suceder y dio la demostración
mediante los milagros.
En consecuencia, no nos fiemos aun cuando estemos en pie, sino digámosnos a
nosotros mismos: El que cree estar en pie, mire que no caiga. 224 Tampoco
los que yacemos por tierra desesperemos, sino digamos:?Por ventura el que
cae no se levantará? 225 Muchos que se habían levantado hasta la cumbre de
los cielos, que habían demostrado grande paciencia y se habían retirado al
desierto, y nunca, ni en suenos, habían visto a una mujer, vencidos a causa
de pequenas negligencias, fueron arrojados al abismo de la perversidad.
Otros, por el contrario, desde ese abismo han subido hasta el cielo, y del
teatro y las representaciones se han convertido a una vida angélica y han
alcanzado tan grande virtud que aun echaban los demonios y hacían otros
muchos milagros. De semejantes ejemplos están llenas las historias, llenas
también las Sagradas Escrituras.
Incluso hombres fornicarios y dados a la molicie, ya cierran la boca a los
maniqueos que afirman estar la perversidad connaturalizada con el hombre,
con lo que hacen la obra del demonio y ponen desaliento a quienes desearían
dedicarse a la virtud, y destrozan del todo la vida. Porque quienes se
esfuerzan en persuadir tales cosas, no sólo destruyen en absoluto lo futuro,
sino que, en cuanto está de su parte, destrozan y revuelven también la vida
presente. Pues ¿cómo quien vive en la maldad se empenará en la virtud, si
está persuadido de que no puede volver a este género de vida virtuoso, si no
cree que pueda hacerse mejor? Si ahora, estando establecidas las leyes,
promulgados los suplicios, puesta delante la gloria que podría alentar a
muchos; ahora, digo, con el temor de la gehenna y la promesa del reino;
ahora, cuando se reprende a los malos y se ensalza a los buenos, apenas hay
quien quiera entregarse al trabajo de la virtud; si todo eso quitamos de
delante ¿qué impedirá que todo se hunda?
Observando, pues, el engano y perversidad diabólica; y que semejantes
hombres, lo mismo contra quienes quieren afirmar las leyes del hado que
contra los legisladores civiles plantan sus opiniones, y contra los oráculos
divinos y contra el natural raciocinio y contra la común opinión de todos
los hombres, aun de los bárbaros, los escitas, los tracios y en contra de
toda la humanidad, vigilemos, carísimos, y apartémosnos de todos aquellos y
caminemos por el sendero estrecho con temblor y confianza: con temblor, a
causa de los precipicios que a un lado y otro se abren; con suma confianza,
por el guía que tenemos, Cristo Jesús.
Caminemos como sabios y vigilantes. Si alguien dormitara un poco, se
perdería. No tenemos la perfección de David, y éste, por un pequeno
descuido, se arrojó al precipicio del pecado, aunque al punto se levantó. No
veas, pues, en él únicamente al que peca, sino también al que lava su
pecado. Semejante historia no fue escrita únicamente para que veas la caída,
sino para que aprendas cómo has de levantarte después de la caída. Así corno
los médicos describen en sus libros las más graves enfermedades y así
ensenan a otros el método de curación, para que, ejercitados en las
dolencias mayores, más fácilmente dominen las menores, del mismo modo Dios
nos puso delante esos gravísimos pecados, para que quienes han caído en
faltas pequenas encuentren en el ejemplo de aquéllos un modo más fácil de
enmienda. Si las grandes caídas tuvieron remedio, mucho más lo tendrán las
menores.
Veamos cómo enfermó y cómo recobró la salud aquel bienaventurado varón. ¿Cuál fue su enfermedad? Fornicó y asesinó. Porque no me avergüenzo de
publicarlo en alta voz. Si el Espíritu Santo no creyó ser torpe publicar
toda esa historia, mucho menos debemos nosotros referirla de un modo oscuro.
De modo que no solamente la predicaré, sino que anadiré algo más. Quienes
tales cosas ocultan oscurecen las virtudes de aquel varón; y así como
callando sus batallas contra Goliat se le privaría de no pequena corona, así
lo mismo harían quienes pasaran por alto esta historia.
?No estoy diciendo algo inesperado? Mas esperad un poco y veréis que con
todo derecho sacamos a luz la dicha historia. Para eso explico claramente
ese pecado y por tan desusados caminos del discurso, para preparar así
remedios más abundantes. ¿Qué es pues lo que propongo? La virtud de este
varón, cosa que hace aún más grave su pecado. Porque el juicio que se haga
en aquel día no es uno mismo para todos los hombres, pues dice la Escritura:
Los poderosos serán poderosamente atormentados. 226 Y también: El siervo que
conociendo la voluntad de su amo no se preparó ni hizo conforme a ella,
recibirá muchos azotes. 227 De modo que el mayor conocimiento es causa de
mayor castigo. Así el sacerdote que cae en pecados iguales a los de sus
inferiores, sufrirá penas no iguales, sino mayores.
Quizá vosotros, al ver cómo amplifico el pecado de David, teméis y os
aterrorizáis y os admiráis de verme caminar como por el borde de un
precipicio. Pero yo confío de tal manera en la virtud de este justo y ensus
méritos, que aun voy a pasar más adelante, pues cuanto más exagere su
crimen, tanto mayores alabanzas podré dedicarle. Preguntarás: pero ¿es que
puedes decir algo mayor todavía? Y mucho mayor por cierto. Así como el
pecado de Caín no fue sólo de asesinato, sino mucho peor que muchos
asesinatos, pues dio muerte no a un extrano, sino a un hermano suyo; y a un
hermano que ningún mal le había hecho, sino al revés, había sido danado por
él; y no tras de haberse cometido muchos asesinatos, sino siendo él el
primero que inventó aquel execrable crimen, así en este otro ejemplo de que
venimos tratando, el crimen no fue solamente un asesinato. Porque el
homicida no fue un hombre vulgar, sino un profeta; y mató no a quien le
infería dano, sino a quien él mismo había danado, puesto que la víctima ya
había sido danada a causa del adulterio del profeta con la esposa de aquél:
de modo que anadió este pecado.
?Veis cómo no perdono a este varón aunque justo? ¿cómo sin ambages ni
disimulos refiero y cuento sus crímenes? Pues bien: confío en tal manera en
su defensa, que tras de tal montana de crímenes, quisiera tener presentes a
los maniqueos, que traen y llevan sobre todo este hecho, y a los
marcionistas, para egregiamente refutarlos. Afirman ellos que David fue
adúltero y fue asesino. Pues yo afirmo que no sólo fue eso, sino que, como
ya demostré, fue dos veces asesino: tanto porque la víctima ya había sido
danada por él, como por la alta dignidad del matador. Puesto que no es lo
mismo que cometa semejante crimen un hombre que ha recibido el Espíritu
Santo, ha sido colmado de tan grandes beneficios y ha llegado a tal potestad
y a edad tal, y que lo cometa otro hombre que nada de eso posee.
Pero precisamente por aquí aparece más admirable David y más esforzado
varón, pues caído en el abismo de la maldad, no perdió el ánimo, no
desesperó, no se dejó caer totalmente aunque herido con herida mortal por el
demonio; sino que pronto, más aún, al punto y con gran vehemencia, causó al
diablo una herida mayor que la por él recibida. Es como si en una batalla,
un bárbaro cualquiera hubiera clavado una pica en el corazón o en las
entranas de un esforzado mílite y aun le hubiera anadido una segunda mortal
herida; pero 'al punto el herido, salpicado todo de sangre de las heridas,
se levantara y blandiendo su pica, pasara de parte a parte a su enemigo y lo
dejara instantáneamente caído en tierra y muerto.
Lo mismo es el caso presente. Cuanto más exageréis la herida causada a
David, tanto más pondréis de manifiesto el admirable ánimo del herido,
puesto que tras de tan grave herida pudo levantarse y presentarse en el
frente mismo de la barricada y derribar al enemigo. De cuán grande esfuerzo
esto necesite, lo saben quienes han caído en graves pecados. No es de un
ánimo tan esforzado y ardoroso el llevar a cabo la empresa caminando
derechamente y así recorrer el estadio completo, puesto que lleva como
companera la buena esperanza que lo espolea y excita sus nervios y le
comunica presteza, como lo es el de quien esforzadísimamente, tras de mil
coronas, trofeos y victorias, ha caído peligrosamente, pero vuelve a
continuar su carrera.
Para mayor claridad de lo que digo, procuraré poneros delante otro ejemplo
no inferior al que precede. Piensa en un patrón de nave que ha recorrido
mares infinitos, el cual tras de tan largas navegaciones y muchas
tempestades, escollos y oleajes, con abundante cargamento de mercancías,
acaba por naufragar en el puerto mismo. ¿Con qué ánimo quedará para futuras
navegaciones y nuevos peligros de mar? ¿Querrá en adelante, si no es de
valerosísimo ánimo, si siquiera ver jamás un litoral, un puerto, una nave?
Yo pienso que no, sino al revés, sino que yacerá oculto, convirtiendo los
días en noches a causa de la tristeza, falto de toda esperanza, y preferirá
llevar una vida de mendigo a de nuevo afrontar los anteriores trabajos.
No procedió así este varón bienaventurado. Sino que, tras de tan horroroso
naufragio, tras de trabajos y sudores tan graves, no permaneció oculto, sino
que de nuevo sacó al mar su nave y desplegó las velas, y tomó el timón y
soportó nuevos trabajos y consiguió más abundantes riquezas que
anteriormente. Pero, si es cosa admirable ponerse en pie y no quedarse
tendido por tierra y el entusiasmarse de nuevo y llevar a cabo tales
esfuerzos ¿de cuántas coronas será digno? Y había muchos motivos que lo
empujaban a la desesperación. Desde luego, la grandeza de su pecado. Además,
el haberle sucedido no en la edad juvenil, cuando la esperanza de la
conversión es mayor, sino cuando ya su edad declinaba. Un comerciante que
naufraga al salir del puerto, no se duele tanto como el que tras de largas
navegaciones, al fin se estrella contra un escollo. En tercer lugar, el que
esto le sucediera tras de haber reunido tantas riquezas espirituales. Porque
para entonces tenía ya no pequeno cargamento de virtudes, como eran las de
las empresas de su adolescencia, la lucha contra Goliat cuando reportó tan
espléndida victoria, la mansedumbre que ejercitó con Saúl. Porque manifestó
una magnanimidad ya evangélica, al tener infinitas veces en sus manos a su
enemigo y perdonarlo siempre; y al preferir perder su patria, su libertad y
aun su vida, antes que dar muerte al que injustamente le ponía asechanzas.
Y una vez que alcanzó el reino, llevó a cabo muchas buenas obras no
pequenas. Anádase la general estima en que se le tenía, pues podía causarle
no poca perturbación el haber caído de gloria tan alta. No lo rodeaba de tan
grande esplendor la púrpura, cuanto lo cubría de vergüenza la mancha de
pecado tan feo. Sabéis vosotros cuán amargo es que nuestros pecados se
divulguen y cuánta magnanimidad se requiere para que un hombre acusado de
tantos delitos y que tiene como testigos de sus crímenes un número tan
grande de hombres, no decaiga de ánimo. Pues bien: el fervoroso David
arrancó de su alma todos esos dardos; y en adelante brilló de tal manera, de
tal modo lavó las manchas, tan limpio se presentó, que aun logró el perdón
de sus pósteros, después de muerto; hasta el punto de que Dios dijo de él lo
mismo que había dicho de Abraham, y aun mucho más. Del patriarca dijo: He
recordado mi alianza con Abraham. 228 En cambio acerca de David no habla de
alianza. ¿Qué es lo que dice?: Yo protegeré a esta ciudad por mi siervo
David. 229 Ni permitió Dios que Salomón, que tantos crímenes había cometido,
perdiera el reino, por su benevolencia para con David. Y llegó a tanto la
estima, que después de muchos anos, Pedro en su discurso a los judíos, vino
a decir: Séame permitido deciros con franqueza del patriarca David que murió
y fue sepultado. 230 Y Cristo, hablando a los judíos, declara que David, aun
después de su pecado, mereció tan grande gracia del Espíritu Santo que se le
concedió profetizar su divinidad. Y cerrándoles por aquí la boca, decía:
Pues ¿cómo David en espíritu lo llama Senor diciendo: Dijo el Senor a mi
senor: siéntate a mi diestra? 231
Sucedió además con David lo mismo que había sucedido con Moisés. Pues así
como Dios a pesar de Moisés castigóle a su hermana María, por haber ésta
injuriado a su hermano, y lo hizo porque en gran manera amaba al hombre
santo; del mismo modo, a pesar de David, lo vengó de su hijo rebelde. Todo
lo precedente, aparte de otras muchas cosas, declara suficientemente la
virtud de David. Pues cuando Dios da su sentencia, nada queda por examinar.
Ahora, si queréis conocer más en particular sus virtudes, pueden ver quienes
lean la historia de las hazanas que llevó a cabo después de su pecado, su
gran confianza en Dios y cómo Dios benevolente lo favoreció y cómo adelantó
en las virtudes y cuán correctamente vivió hasta el fin de su vida.
Ensenados con estos ejemplos, vigilemos y cuidemos de no caer. Pero si
alguna vez sucede que caigamos, no permanezcamos caídos. Porque no he
expuesto el pecado de David para haceros desidiosos, sino para poneros
temor. Si este justo por haberse descuidado un poco, tantas heridas recibió
¿qué no sufriremos nosotros que cada día nos damos a la pereza? No pienses
que él cayó para que tú seas negligente. Más bien considera cuántas y cuán
grandes obras hizo después. Cuántas lágrimas derramó. Cuán grande penitencia
hizo días y noches, y lavó con el llanto su lecho y anduvo vestido de
cilicio. Pues si él tan sincera y profundamente se convirtió ¿cómo podremos
nosotros alcanzar la salvación, nosotros que tras de tantos pecados, no nos
compungimos ni dolemos? Quien está armado de muchas buenas obras, puede por
ellas lograr el perdón de sus pecados; pero el que va desarmado, sea cual
fuere el dardo con que el demonio lo acometa, recibirá una herida mortal.
Pues para que esto no suceda, armémosnos de buenas obras; y si acaso
cometimos algún pecado, purifiquemos-nos al punto. Todo con el objeto de
que, una vez pasada la vida presente, en actos de glorificación a Dios,
disfrutemos de la futura. Ojalá todos la consigamos por gracia y benignidad
de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el imperio, por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXVII (XXVIII)
Habiendo entrado Jesús en la casa de Pedro, halló a la suegra de éste que
yacía en el lecho con fiebre. La tomó de la mano y la fiebre la dejó y ella
se levantó y se
puso a servirles (Mt 8, 14-15).
MARCOS, PARA significar el tiempo, usó la expresión: al punto. Pero Mateo
solamente notó el milagro, pero no el tiempo. Hay quienes dicen que la
enferma le suplicó la salud, pero Mateo también esto lo calló. Sin embargo,
no hay discrepancia alguna; sino que lo uno es propio de quien abrevia, lo
otro de quien amplifica. Mas ¿por qué Cristo entró en la casa de Pedro? Yo
pienso que fue para comer. Parece significarlo el evangelista al anotar que:
ella se levantó y les servía. Porque Cristo solía ir a la casa de sus
discípulos como se ve en Mateo, cuando éste lo invitó. Los honraba de esta
manera, para tornarlos más empenosos. Considera en este paso la reverencia
de Pedro para con Cristo. Teniendo él a su suegra en el lecho, en casa, con
alta fiebre, no llevó a Jesús a su morada, sino que esperó a que se
terminara la explicación doctrinal y a que fuera sanando a todos los demás;
y finalmente cuando Jesús entró en su casa entonces le rogó. De este modo
Cristo le iba ensenando a posponer los negocios de los demás a los propios.
De manera que no fue Pedro quien introdujo a Jesús en la casa, sino fue
Jesús quien espontáneamente penetró en ella. Y esto después de que el
centurión le había dicho: Senor, yo no soy digno de que entres bajo mi
techo. Declaró con eso cuán grato le era el discípulo. Considera qué clase
de viviendas eran las de los pescadores; pero Cristo no tuvo a menos entrar
en ellas, para ensenarnos a pisotear todo fausto humano. Advierte cómo a
veces sana con sólo una palabra, a veces alarga la mano, a veces hace ambas
cosas, llevando la medicina hasta a los ojos. No quería hacer siempre los
milagros de un modo espectacular. Por de pronto convenía ocultarse, sobre
todo si estaban presentes los discípulos, quienes por el gozo extremo que
les causaban los prodigios, todo lo habrían divulgado. Una cosa es
manifiesta: que desde que bajó del monte ordenó a sus discípulos que nada
publicaran.
Tocó pues el cuerpo de la enferma, y no sólo apagó la fiebre, sino que le
devolvió la completa salud. Como la enfermedad no era grave, mostró su poder
en el modo de curarla. Lo hizo de tal manera como no lo habría podido hacer
la medicina. Porque ya sabéis que cuando la fiebre desaparece, se necesita
largo tiempo para que los enfermos vuelvan a su primer vigor. Este modo
especial no lo usó Jesús solamente aquí. También lo usó en el mar, cuando no
únicamente aplacó los vientos y la tempestad, sino que al punto reprimió la
hinchazón de las olas, cosa también insólita; pues aun cuando cese la
tempestad, por largo tiempo continúa el fluctuar de las olas. Ese modo lo
declaró el evangelista diciendo: Se levantó y les servía. Era esto al mismo
tiempo senal del poder de Cristo y del agradecimiento y carino de la, mujer
para con Cristo.
Otra cosa notamos aquí: que Cristo concede la salud a unos por la fe de los
otros. En este caso otros eran los que rogaban y no el enfermo, como también
en el caso del centurión. Concedía este género de gracias por ruegos de
otros, con tal de que quien era curado también creyera, cuando el enfermo no
podía ir personalmente a Cristo, o cuando por ignorancia el enfermo aún no
tenía una alta idea de Cristo, o bien cuando el enfermo no tenía aún edad
suficiente.
Ya atardeciendo, le presentaron muchos endemoniados y arrojaba con una
palabra los espíritus, y a todos los que se sentían mal los curaba, para que
se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dice: El tomó nuestras
enfermedades y cargó con nuestras dolencias.?Ves cómo ha crecido en seguida
la fe de las multitudes? Pues ni aun haciéndoseles tarde querían apartarse;
ni les parecía tiempo inoportuno la tarde para llevar a sus enfermos.
Considera cuán grande cantidad de los que fueron curados pasan en silencio
los evangelistas, sin contarlos uno a uno; sino que refieren con sola una
palabra el piélago inmenso de milagros.
Y para que no engendrara incredulidad la grandeza del prodigio, como fue el
que curara y dejara sanos a tantos y de tan varias enfermedades y en
brevísimo tiempo, el evangelista aduce el testimonio del profeta, declarando
con esto que tenemos en la Escritura la demostración grande de todas las
cosas, demostración de no menos valor que el de los milagros. Dice, pues,
cómo Isaías ya lo había profetizado cuando aseveró: El tomó nuestras
enfermedades y cargó con nuestras dolencias. No dijo Isaías que las
destruyó, sino tomó, cargó. Me parece que esto lo dice el profeta más bien
de los pecados que no de las enfermedades. Y consuena con el profeta la
sentencia del Bautista: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. 232
Entonces ¿por qué aquí lo pone el evangelista, tratando de las enfermedades?
O bien por seguir la costumbre de los historiadores, o bien para indicar que
la mayor parte de las enfermedades provienen de las culpas del alma. Si la
muerte, que es como la cabeza de todas ellas, trajo su origen del pecado
original, mucho más las enfermedades que de ahí nacieron, puesto que de ese
pecado proviene el que seamos pasibles.
Viendo Jesús grandes turbas en torno suyo, dispuso partir a la otra ribera.
¿Ves cuán ajeno se halla de la ostentación? Los otros evangelistas refieren
que increpaba a los demonios para que no dijeran quién era; pero aquí Mateo
dice que él mismo apartó a la turba. Lo hizo para ensenarnos a ser modestos
y también para aplacar la ira de los judíos y adoctrinarnos que nada
hiciéramos por vanagloria. Porque no sólo curaba los cuerpos, sino que
corregía las almas y las adoctrinaba para la virtud. Se manifestaba así con
ambos poderes: curando los cuerpos y en nada procediendo por fausto. Muchos
lo seguían atraídos por el amor y la admiración, y anhelando contemplarlo
sin interrupción. Porque ¿quién se iba a separar cuando tantos milagros
hacía? ¿quién no iba a querer contemplar el rostro de quien tales maravillas
obraba?
Porque no era solamente admirable por los prodigios, sino que su sola
presencia expandía gracia. Lo indicó el profeta diciendo: El más hermoso de
los hijos de los hombres 233 Y aunque Isaías dice: No hay en él parecer, no
hay hermosura que pueda verse, 234 pero lo entiende o bien de la gloria
indecible de la divinidad, o bien narrando lo que llevó a cabo en la Pasión
y la ignominia al tiempo de la crucifixión; o bien la austeridad que por
todo el tiempo de su vida en todo demostró.
Pero no dio orden de pasar a la ribera opuesta, hasta que hubo curado a
todos los enfermos. Otra cosa, sin duda que ellos no la habrían tolerado.
Así como en el monte estaban presentes no sólo cuando hablaba, sino que
luego, cuando callaba, lo seguían, así ahora no se apegaban a él solamente
mientras hacía milagros, sino que aun después de los milagros continuaban
sacando grande utilidad espiritual aun de sólo contemplar su rostro. Si
Moisés tuvo un rostro resplandeciente de gloria; si Esteban tuvo un rostro
como de ángel, piensa cuán verosímil es lo grandemente hermoso que
aparecería el común Senor de todos. Quizá ahora mismo, muchos de vosotros
estáis inflamados con los anhelos de contemplar y ver aquella su figura;
pero si queremos podremos verla muy más resplandeciente. Si vivimos
practicando la virtud y llenos de confianza, lo recibiremos en las nubes
cuando salgamos al encuentro suyo en cuerpo inmortal e incorruptible.
Considera, por otra parte, con cuánta suavidad los aparta, sin espantarlos.
No les ordenó: !Retiraos!, sino que simplemente dispone que pasen a la otra
orilla, dejando la esperanza de que él mismo irá allá al otro lado. Así las
turbas le manifestaban mucho amor y lo muy aficionadas a El, y lo seguían.
Pero hubo un cierto escriba, individuo esclavo de las riquezas y lleno de
arrogancia, que se le acercó y le dijo:!Maestro! !te seguiré a dondequiera
que vayas!?Observas cuán grande es su arrogancia? Parece no querer contarse
entre los de la turba; y así, presentándose como si no se le hubiera de
tener por uno de tantos, con semejantes disposiciones se acerca. Tales son
las costumbres de los judíos: llenas de una intempestiva familiaridad y
confianza. Del mismo modo, otro, en cierta ocasión, cuando todos callaban,
salió al medio y le dijo: Cuál es el mandamiento primero? 235 El Senor no le
corrigió aquella importunidad para ensenarnos a llevar con paciencia a
semejantes hombres. Por igual motivo, tampoco reprende en público a quienes
pensaban mal, sino que responde a lo que piensan, dejando que ellos a solas
comprendan su refutación, y ofreciéndoles una doble utilidad: que caigan en
la cuenta de que El conoce los secretos de la conciencia y de que aun
dándoles indicios de esto, sus pensamientos queden ocultos, para que tengan
oportunidad, si quieren, de arrepentirse: que es lo que aún ahora hace.
Porque este escriba, al ver los milagros y la turba que concurría, esperaba
enriquecer mediante los prodigios; y por este motivo anhelaba seguir a
Cristo. ¿Cómo queda esto claro? Por las palabras de Cristo, quien no
responde a las expresiones materiales del que le habla, sino a su
pensamiento. Como si le dijera: ¿qué, pues? ¿esperas tú poder amontonar
riquezas si vienes conmigo? ¿No ves que yo no tengo ni siquiera donde
hospedarme como lo tienen las aves? Porque le dice: Las raposas tienen sus
cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde
reclinar la cabeza. Tales palabras no eran de quien rechaza, sino de quien
corrige la torcida intención y de quien le da opción de seguirlo, si quiere,
pero con ese panorama.
Y para que veas la perversidad del escriba, en cuanto esto oyó y quedó así
corregido, no contestó: Estoy dispuesto a seguirte. Con frecuencia Cristo en
otras ocasiones hace lo mismo: no corrige abiertamente, pero por la
respuesta deja ver lo que pensaban sus interlocutores. Al que le dijo:
Maestro bueno, 236 y esperaba que con esa adulación lo atraería a su
parecer, le responde:?Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo
Dios. Y cuando le dijeron: Tu madre y tus hermanas están ahí fuera y desean
hablarte, 237 porque los que lo buscaban procedían demasiado humanamente y
no querían escucharle las cosas útiles, sino mostrarse como parientes suyos
y lograr así una vanagloria, oye lo que les dice:?Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos? Y a sus hermanos que le decían: Muéstrate al
mundo, 238 pues querían de esto sacar alguna gloria vana, les dijo: Mi
tiempo no ha llegado aún, pero el vuestro siempre está pronto.
Y también procede al contrario, como cuando le dice a Natanael: He aquí a un
verdadero israelita en el cual no hay engano. 239 Y también: Id y anunciad a
Juan lo que oísteis y visteis. 240 Porque aquí no responde a las palabras
del que le envió los mensajeros, sino al pensamiento de Juan. También al
pueblo le habla según éste pensaba. Pensaban de Juan como si fuera un hombre
ligero y versátil y así les corrige ese pensamiento y les dice:?Qué habéis
salido a ver en el desierto? ¿Una cana agitada por el viento? ¿o a un hombre
vestido con molicie?, significándoles con esto que Juan no era un veleidoso,
ni tal que con alguna cosa muelle se le pudiera ablandar.
Pues bien: en el caso actual responde igualmente al pensamiento del
interlocutor. Considera cuán grande moderación usa. Porque no dice: Tengo
habitación, pero la desprecio. Sino que dice sencillamente: No tengo. ¿Observas cuánta exactitud manifiesta juntamente con la suavidad indulgente?
Procede lo mismo que cuando comía y bebía y llevaba un tenor de vida al
parecer contrario al del Bautista. Porque lo hacía para la salvación de los
judíos; o mejor dicho, de todo el orbe; y para cerrar la boca a los herejes
y con el anhelo de atraerse a los que estaban presentes.
Otro le decía: Senor, permíteme primero que vaya a enterrar a mi padre.
Observa la diferencia. El otro impudente decía: Te seguiré a dondequiera que
vayas. Este, en cambio, aun pidiendo una cosa santa y de piedad, le dice:
Permíteme. Cristo no se lo permitió. ¿Qué fue lo que le respondió? Deja a
los muertos que entierren a sus muertos: tú ven y sígueme. En todas partes
Cristo mira a la voluntad. Preguntarás: ¿por qué no se lo permitió? Porque
había quienes cumplieran con esa obra de caridad y el muerto no quedaría sin
sepultura; por lo cual no era indispensable apartar al interlocutor de cosas
más necesarias.
Y cuando dice: sus muertos, declara que aquel de que trataba no era muerto
suyo. Según creo, el muerto era uno de los que no creían. Y si te admiras de
que el joven fuera a pedir permiso para una cosa tan necesaria y no la
abandonara espontáneamente, admírate mucho más de que, aunque la prohibió
Jesús, el joven se quedó con El. Preguntarás: pero ¿acaso no era propio de
un hijo ingratísimo eso de no estar presente a las exequias de su padre? Si
lo hubiera hecho por desidia, sí era propio de un hijo ingratísimo; pero si
urgía una cosa más necesaria, habría sido por el contrario suma perversidad
el acudir a las exequias.
Se lo prohibió Jesús, no porque ordenara despreciar el debido honor a los
padres, sino para demostrar que nada nos es tan necesario como atender a las
cosas del cielo y que en ellas hay que ocuparse con extremada diligencia, y
que ni un poco se han de retardar aun cuando las cosas que atraen a otro
asunto parezcan en exceso urgentes. ¿Qué cosa más urgente que sepultar a su
padre? ¿qué cosa más fácil? Porque no se iba a llevar mucho tiempo. Pues si
no es lícito consumir tanto tiempo cuanto se necesita para sepultar a su
padre; si no es cosa segura el abandonar las cosas espirituales ni por
brevísimo tiempo, piensa ¿de qué penas seremos dignos los que olvidamos y
abandonamos casi por tiempo completo los intereses de Cristo y anteponemos
vilísimas ocupaciones y aun sin que nada nos surja somos desidiosos?
Conviene admirar la sabiduría de semejante doctrina; doctrina que a este
joven tan fuertemente lo enclavó y adhirió a la palabra de Cristo; pero
además lo libró de muchos males y llantos y luto y las demás consecuencias.
Puesto que tras de lar sepultura era necesario examinar el testamento,
distribuir las partes de la herencia y hacer todo aquello que esto llevaba
consigo; de manera que el joven, llevado de unos oleajes en otros habría
sido empujado lejos del puerto de la verdad. Por esto Cristo lo atrae y lo
une consigo.
Pero si aún te admiras y te parece mal que se le prohibiera estar presente a
las exequias de su padre, quisiera yo que pensaras cómo hay quienes,
sabiendo que los interesados han de sufrir molestias con los funerales del
padre o de la madre, el hijo u otro cualquiera, no permiten que se les
notifique ni que acudan a la sepultura. Y no por esto los acusamos de
inhumanos o crueles. Y con razón. Lo contrario, es decir, llevar al duelo a
quienes tanto lo sienten, sería lo inhumano.
Y si es cosa reprobable que los parientes en semejante estado de ánimo se
pongan a llorar y se contristen, mucho peor es que con palabras se les
retraiga de las cosas espirituales. Por esto dice en otra parte: Nadie que
después de haber puesto la mano al arado mire atrás, es apto para el reino
de los cielos. 241 Porque con mucho es mejor predicar el reino de Dios y
apartar a otros de la muerte espiritual, que el ir a sepultar a un muerto
que ya nada nos ayuda: sobre todo cuando sobran otros que pueden cumplir con
ese oficio. De modo que de aquí desprendemos otra lección: que no conviene
perder ni una brizna de tiempo. Aun cuando infinitas otras cosas nos urjan,
siempre se han de anteponer las cosas espirituales a las demás, aun muy
necesarias; y es necesario caer en la cuenta de lo que es la vida y de lo
que es la muerte.
Porque muchos de los que parecen vivir, en nada se diferencian de los
muertos, si viven en la perversidad. Más aún: son peores que los muertos.
Pues dice Pablo: El que muere queda absuelto de su pecado; 242 mientras que
el perverso que vive, vive en la maldad. Ni me digas que no lo roen los
gusanos, que no yace en el túmulo, ni ha cerrado los ojos ni está ligado con
cintas. Porque sufre cosas peores que un muerto; no porque lo devoren los
gusanos, sino porque lo desgarran bestias feroces, que son sus pasiones. Y
el que tenga los ojos abiertos resulta peor con mucho que si los tuviera
cerrados. Porque los ojos de un cadáver nada ven de malo, mientras que este
otro se atrae con los ojos abiertos infinitas enfermedades. Aquél yace
inmóvil en el túmulo y no puede ya moverse en absoluto; éste yace enterrado
en el sepulcro de sus enfermedades sin cuento.
Me dirás: pero ¿es que tú no ves ya su cadáver corrompido? Y esto ¿qué? Pues
antes de que su cuerpo se pudra, éste tiene corrompida el alma y destrozada
con mil hedores. Aquél huele mal durante unos diez días; este otro, en
cambio, lanza su hediondez durante toda la vida y lleva una boca más inmunda
que todas las cloacas. En una palabra: difieren aquél y éste en una sola
cosa. En que aquél sufre una corrupción impuesta por la naturaleza; éste,
aparte de esa corrupción, se echa encima la otra que nace de sus corrompidas
costumbres, y cada día se busca nuevos infinitos géneros de corrupción.
Dirás: !pero éste va caballero en un corcel! ¿Qué significa eso? Puesto que
el otro va también en su féretro. Pero hay más aún: mientras al muerto nadie
lo ve corromperse y mal oliente, porque va en su ataúd cubierto con un velo,
el vivo y hediondo anda por todas partes paseando su alma muerta en su
cuerpo vivo, como en un sepulcro. Si se pudiera ver el alma del hombre que
vive entre deleites y perversidades, verías que fuera mejor que estuviera
atado con fúnebres cintas y puesto en el sepulcro, que no encadenado con los
lazos del pecado; y que fuera mejor tener encima una loza sepulcral que no
esa tapa de la insensibilidad.
Conviene, pues, que los parientes cercanos de semejantes muertos, ya que
éstos permanecen insensibles, se acerquen a Jesús en favor de ellos, como
antiguamente lo hizo María en favor de Lázaro. Y aun cuando huela mal, aun
cuando lleve ya cuatro días en el sepulcro, no desesperes. Acércate, remueve
de antemano la lápida. Verás entonces al infeliz tendido, como en el
sepulcro, y atado con las fúnebres cintas. Y si os parece, traigamos al
medio a algún varón eximio. Pero no temáis. Propondré el ejemplo callando el
nombre. Más aún: aun cuando yo pronunciara el nombre, ni aun así habría que
temer. Porque ¿quién jamás temió algo de un muerto? Pues si algo hiciera, de
todos modos, muerto permanece. Y un muerto no puede causar dano en forma
alguna a uno que aún vive.
Veamos, pues, su cabeza atada. Porque cuando se embriagan, así como los
muertos están atados con aquellas cintas y velos, así en éstos los sentidos
se cierran todos y quedan ligados. Y si os place ver las manos, las verás
atadas al vientre, como las de los difuntos, y encadenadas no con cintas,
sino con las cadenas de la avaricia, que son mucho peores. Porque la
avaricia no les permite extenderse para hacer limosnas ni otra buena obra.
Las torna más inútiles que las de un cadáver. ¿Quieres que también
observemos los pies? !Están igualmente ligados! Mira cómo anda el perverso
con los peales de los cuidados, con lo que no pueden moverse para venir a la
iglesia.
?Has observado al muerto? Observa ahora al enterrador. ¿Quién es el
enterrador? El demonio. ¿Quién es el sepulturero? El demonio, que lo
estrecha y deja que el hombre aparezca no como verdadero hombre, sino como
leno seco. Porque donde no hay ojos, ni manos, ni pies, ni nada parecido ¿cómo podrá parecer que es hombre? Del mismo modo su alma en tal forma puede
verse encadenada con cintajos y bandas, que más parece figurilla que alma. Y
pues tales hombres yacen muertos y sin sensibilidad, acerquémosnos a Jesús
en favor de ellos. Roguémosle que los resucite. Removamos la piedra, es
decir, la insensibilidad y privación del sentido de lo malo y pronto los
sacarás del sepulcro. Y una vez que los hayas sacado, más fácilmente los
desatarás de sus ataduras.
Y a ti !oh muerto! una vez que hayas vuelto a la vida, una vez que estés
libre de tus ataduras, Cristo te llama a su cena, En consecuencia, todos los
que sois amigos de Cristo, los que sois sus discípulos, los que tenéis
caridad con los muertos, acercaos suplicantes a Jesús. Pues aun cuando el
cadáver sea en extremo mal oliente, en forma alguna deben abandonarlo sus
parientes; sino tanto más acercársele cuanto mayor sea su corrupción, como
lo hicieron las hermanas de Lázaro. Y nos hemos de apartar, rogando,
suplicando, orando, hasta que lo recibamos vivo. Si en esta forma cuidamos
de nuestros intereses espirituales y de los que tocan a los prójimos,
rápidamente alcanzaremos la vida futura. Ojalá nos acontezca a todos
disfrutarla, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXVIII (XXIX)
Cuando hubo subido a la nave, lo siguieron sus discípulos. De pronto se
alborotó bravamente el mar, tanto que las olas cubrían la embarcación. El,
con todo eso, dormía (Mt 8, 23-24).
LUCAS, PARA EVITAR que alguien le exigiera la cronología exacta, dice:
Sucedió cierto día que subió en la navecilla con sus discípulos. 243 Lo
mismo hace Marcos. Mateo, en cambio, va siguiendo cierto orden del tiempo.
Porque no todos lo cuentan todo de una misma manera, como ya anteriormente
lo advertí, a fin de que nadie, por ciertas omisiones, piense que hay
oposición o disonancia. Despachadas, pues, las turbas por delante, luego él
tomó consigo a sus discípulos, pues así lo afirman los evangelistas. Y los
tomó consigo, no a la ventura y en vano, sino para que fueran testigos del
futuro milagro. A la manera de un excelente ejercitador en la palestra, los
ejercitaba para ambas cosas. Para que en las adversidades permanecieran
impertérritos y en los honores procedieran con moderación.
A fin de que no se ensoberbecieran al ver que, despachadas las turbas, a
ellos solos los retenía a su lado, permitió la tempestad: tanto para ese
efecto, como para ejercitarlos en sobrellevar las aflicciones con fortaleza.
Grandes habían sido los milagros anteriores; pero este otro les
proporcionaba una especial ejercitación no despreciable, e iba a ser
semejante a cierto milagro antiguo. Por tales motivos Jesús toma consigo a
solos los discípulos. Antes, al hacer los milagros, permitió que el pueblo
estuviera presente. Pero ahora, que iba a haber peligros y terrores, toma
consigo a solos los discípulos, es decir, a los atletas de todo el orbe, con
el fin de amaestrarlos.
Mateo dice solamente que El se durmió. Lucas anade que lo hizo en el
cabezal, 244 demostrando con esto cuán lejos estaba del fausto, y para
ensenarnos gran sabiduría. Levantada, pues, la tempestad y enfurecido el
mar, los discípulos lo despiertan diciéndole:!Senor! !sálvanos que
perecemos! Y El increpó primero a ellos y luego al mar. Pues como ya dije,
todo aquello lo permitió para ejercitarlos y era figura de las tentaciones
que los habían de acometer. Porque más tarde permitió que cayeran en más
terribles tempestades prácticas, pero entonces tardó en socorrerlos. Por lo
cual Pablo decía: No queremos, hermanos, que ignoréis la tribulación grande
que nos sobrevino, pues fue muy sobre nuestras fuerzas, tanto que ya
desesperábamos de salir con vida. 245 Y poco después: que nos sacó [Dios] de
tan mortal peligro.
Comienza por increpar a los discípulos, para demostrar que conviene tener
confianza aun cuando se levanten grandes oleadas; y que El todo lo dispone
para nuestra utilidad. A ellos les fue útil padecer turbación, a fin de que
el milagro pareciera mayor y quedara en perpetua memoria. Cuando va a
suceder algo que no se espera, se preparan muchas cosas necesarias para
conservar su recuerdo, a fin de que el inesperado y maravilloso suceso no
caiga en el olvido. Así, en el caso de Moisés, éste primero tuvo miedo de la
serpiente; y no sólo le tuvo miedo sino grande terror; pero enseguida
contempló el estupendo milagro.
Lo mismo sucedió con los discípulos: cuando ya desesperaban de salir con
vida, fueron liberados; para que, confesando el peligro en que estuvieron,
advirtieran la magnitud del prodigio. Por lo mismo El duerme. Si esto
hubiera sucedido estando El despierto, o ellos no habrían temido o les
habría venido al pensamiento que Cristo no podía hacer el milagro. Duerme,
pues, para darles ocasión de temer y para despertar en ellos una más
poderosa sensación del peligro presente. Nadie estima lo mismo lo que ve
suceder en cuerpo ajeno que lo que en el propio experimenta. Viendo todos el
beneficio que todos habían recibido, pero estando cada cual como si no
hubiera recibido el beneficio él en particular, andaban embobados. No
estaban ellos antes cojos, ni sufrían alguna otra enfermedad semejante; pero
convenía que cayeran bien en la cuenta del actual beneficio. Por esto
permitió Cristo que se levantara la tempestad, para que, librados ellos de
ella, tuvieran una más clara percepción del beneficio.
Y por tal motivo no hace el milagro delante de las turbas, para que no los
fueran a condenar como' hombres de poca fe, sino que allá aparte los
corrige; y luego, increpándolos, antes aplaca la tempestad de sus
pensamientos que la de las aguas, diciéndoles:?Por qué teméis, hombres de
poca fe? Juntamente les ensena cómo el temor no nace de la tentación misma,
sino de la poca firmeza del alma. Y si alguno dijera que los discípulos
habían despertado al Senor no por temor, sino por falta de fe, responderé
que esto sobre todo es senal de que no tenían de Cristo la debida idea.
Sabían que El, una vez despierto, podía increpar a los vientos; pero aún no
les venía al pensamiento que pudiese hacerlo también estando dormido. Pero ¿por qué te admiras de que ahora teman, siendo así que después de muchos
milagros todavía eran débiles? Por esto con frecuencia Cristo los increpa,
como cuando les dijo:?Tampoco vosotros entendéis? 246
No te admires, pues, de que siendo los discípulos tan débiles en la fe, las
turbas no pensaran nada grande acerca de Cristo. Ciertamente se admiraban y
decían:?Quién es éste a quien hasta los vientos y el mar obedecen? Pero
Cristo no les corrigió que pensaran de El ser sólo hombre, sino que esperó;
y mientras, les iba ensenando mediante los milagros que era falsa la opinión
que de él tenían. Mas ¿de dónde colegían ser El simplemente hombre? Por su
aspecto, su sueno, el uso de la nave para cruzar el lago. Por esto caían en
estupor y decían: ¿Quién es éste? El sueno y todas las apariencias
demostraban ser El un hombre; pero el mar y la tranquilidad que en él se
hizo, lo comprobaban como Dios.
Aun cuando en otro tiempo Moisés había hecho algo semejante, sin embargo, en
este paso se demostraba la excelencia de Cristo. Aquél, como siervo, Cristo
como Senor hacían los milagros. Cristo no tendió su vara, como Moisés, ni
levantó sus manos al cielo, ni necesitó suplicar; pues así como es propio
del Senor mandar a los esclavos y del Creador a su criatura, así Cristo con
sola su palabra y precepto apaciguó y enfrenó el mar. Y en tal forma y tan
repentinamente se disolvió la tempestad, que no quedó ni rastro de ella. Así
lo declaró el evangelista cuando dijo: Y sobrevino una gran calma. Lo que el
evangelista dijo acerca del Padre como una obra excelente, eso Cristo lo
llevó a cabo ahora. Pero ¿qué se dijo del Padre?: Habló y se contuvo el
viento de tempestad. 247 Lo mismo en este pasaje: Y sobrevino una gran
calma. Por tales motivos, las turbas sumamente lo admiraban, pero no lo
habrían admirado en tan sumo grado si hubiera procedido como Moisés.
Una vez que Cristo se apartó del mar, sucedió un milagro pavoroso. Porque
los endemoniados, a la manera de perversos fugitivos que ven a su Senor,
gritaban:?Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a
destiempo para atormentarnos? Puesto que las turbas lo confesaban como
hombre, vinieron los demonios a predicar su divinidad. Y los que no habían
oído eso del mar en tempestad y calmado de repente, lo vinieron a oír de los
demonios: eso mismo que el mar apaciguado estaba clamando. Y para que esa
voz de los demonios no pareciera simple adulación, por su propia experiencia
gritaban y decían:?Has venido aquí a destiempo para atormentarnos?
De manera que echan por delante su enemistad para que su súplica no
pareciera sospechosa de nada. Invisiblemente eran atormentados y más que el
mar padecían oleajes, traspasados, quemados y padeciendo intolerables
tormentos con la sola presencia de Cristo. Y como nadie se atrevía a
presentarle a aquellos endemoniados, El se les hace presente. Mateo escribe
que ellos decían:?Has venido acá a destiempo para atormentarnos? Otros
evangelistas anadieron que lo conjuraban y rogaban que no los arrojara al
abismo: pensaban que su castigo era inminente y temían como si ya estuvieran
sumergidos en sus tormentos.
Y aunque Lucas habla de un solo endemoniado y Mateo de dos, pero no hay
contradicción. Si Lucas dijera que fue uno único el endemoniado y que en
absoluto no había otro, parecería diferir de Mateo. Pero al recordar Lucas a
uno y Mateo a dos, sólo hay diferencia de narración. Yo pienso que aquí
Lucas se acordó del más terrible de los dos y por esto describe su
desgracia, que era la más trágica: es a saber, que rompía las cadenas y
ataduras y andaba por los sitios desiertos. Marcos anade que se hería contra
las piedras. Por lo demás las palabras de ambos declaran bien la ferocidad y
desvergüenza suya:?Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? dicen.
No podían decir que no habían pecado y sólo piden no ser castigados antes de
tiempo. Pues los había encontrado Jesús haciendo obras inicuas e
intolerables y que destrozaban y atormentaban a criaturas suyas de mil
maneras, creían los demonios que por la atrocidad de sus crímenes Cristo no
esperaría a que llegara el tiempo del suplicio; y por esto le rogaban y
suplicaban; y ellos, que ni con cadenas de hierro podían ser detenidos, se
llegan ahora atados; ellos, que andaban por los montes, bajan ahora a los
valles; ellos, que impedían a otros su camino, al ver que Jesús se les
atravesaba en la senda, se detuvieron.
Mas ¿por qué gustan de morar en los sepulcros? Para instigar en la mente de
muchos una creencia perniciosa; es a saber, que las almas de los difuntos se
convierten en demonios, cosa que en absoluto nadie vaya a pensar. 248
Preguntan algunos: pero ¿qué me dices de muchos prestidigitadores que
degüellan a los ninos que capturan, con el objeto de tener luego su alma
como sierva? Respondo: ¿cómo se demuestra? Que los degüellen es cosa que
muchos afirman. Pero que las almas de esos muertos estén al servicio de sus
asesinos ¿cómo lo sabes? Responden: Es que lo afirman los mismos
endemoniados y dicen: yo soy el alma de fulano. Pues bien: eso es engano y
fraude diabólico. No es el alma del degollado la que habla, sino el demonio
que simula para enganar a los oyentes. Si el alma pudiera meterse en la
substancia del demonio, más fácilmente se metería en su propio cuerpo.
Además: ¿quién que no esté loco puede creer que el alma ofendida vaya a ser
companera y criada de su ofensor? ¿o que pueda el hombre cambiar en otra
substancia a un espíritu incorpóreo? Si esto no es posible en los cuerpos,
ni puede nadie cambiar un cuerpo de hombre en el de un asno, con mayor razón
esto no se puede hacer con un alma invisible ni podrá nadie cambiarla en
substancia de demonio.
Son por consiguiente semejantes consejas palabras de viejecillas ebrias y
espantajos de ninos. No le es licito al alma, una vez que se ha separado del
cuerpo, andar vagando por este mundo. Las ánimas de los justos, dice la
Escritura, están en las manos de Dios. 249 Si las de los justos, también las
de los ninos, pues no son malvadas. En cambio, las almas de los pecadores al
punto serán arrebatadas de acá. Esto se ve claro en la parábola del pobre
Lázaro y el rico Epulón. Y en otra parte Cristo dijo: Esta misma noche te
pedirán el alma 250. Aparte de que no puede ser que el alma, una vez salida
del cuerpo, ande vagando por acá. Y con razón. Pues si cuando emprendemos un
viaje a un país conocido y ya acostumbrado, anora que andamos vestidos del
cuerpo, si nos encontramos con un camino extrano ignoramos por dónde
habremos de seguir, si no tenemos un guía ¿cómo el alma arrancada del
cuerpo, yendo a lo que le es desconocido y no le es habitual, sabrá, sin un
guía, a dónde debe dirigirse?
Por muchos otros argumentos se deduce que el alma, una vez salida del
cuerpo, no puede ya permanecer aquí. Esteban decía: Recibe mi espíritu. 251
Y Pablo: Ser desatado y estar con Cristo es mejor. 252 Y del patriarca
Abraham dice la Escritura: Anciano y lleno de días, murió en senectud buena
y fue a unirse con su pueblo. 253 Pero que tampoco las almas de los
pecadores puedan andar por acá, oye al rico Epulón que mucho lo pedía y no
lo consiguió; y eso que de haber podido habría venido él personalmente y
habría comunicado a sus hermanos lo que por allá sucedía. Es, pues,
manifiesto que tras de partir de esta vida, las almas son llevadas a cierto
sitio y no pueden regresar acá, sino que allá esperan el terrible juicio.
Y si alguno pregunta: ¿por qué Cristo hizo lo que le pedían los demonios, al
permitirles entrar en la manada de cerdos? respondería yo que no lo hizo por
favorecerlos, sino con una múltiple providencia. En primer lugar, para
ensenar a quienes hubieran sido así liberados de semejantes malignos
tiranos, cuán grave ruina causan estos enemigos. En segundo lugar, para que
todos aprendieran que los demonios no pueden ni aun entrar en los cerdos sin
el permiso de Cristo. En tercer lugar, que si los demonios quedaban en
aquellos hombres, habían de llevar a cabo cosas más terribles que en los
cerdos, de no ser liberados de su desgracia por medio de aquella gran
providencia de Dios. Porque nadie hay que no sepa con toda claridad que los
demonios aborrecen al hombre más que a los brutos animales. De manera que
quienes no perdonaron a los cerdos sino que al punto los despenaron, mucho
más habrían hecho con los hombres, si no los hubiera enfrenado, en esa misma
poderosa tiranía que ejercían, el cuidado de Dios, para que no perpetraran
cosas más daninas aún. Queda por aquí manifiesto que la providencia de Dios
se extiende a todos; y si no se extiende del mismo modo a todos, también
esto es un género de excelente providencia, pues se acomoda a como ha de ser
útil para cada uno.
Todavía, además de lo dicho, aprendemos otra cosa: es a saber, que no sólo
tiene Dios providencia de todos en general, sino en particular de cada uno,
cosa que Cristo indicó a los discípulos al decirles: Todos los cabellos de
vuestra cabeza están contados. 254 Y puede verse esto en los dos
endemoniados, puesto que mucho antes habrían sido estrangulados si no los
hubiera guardado Dios con especial providencia. Permitió a los demonios
entrar en los cerdos, para que los habitantes de aquella región conocieran
su poder. En donde ya su nombre era conocido no se mostraba mucho en
público; en donde no lo era, ahí sí se manifestaba plenamente; y en donde
nadie lo conocía y el pueblo era insensible, brillaba con sus milagros para
llevarlos a todos al conocimiento de su divinidad.
Y que fueran insensibles e imprudentes los que en aquella ciudad habitaban,
aparece claro por lo que sucedió al fin. Habiendo sido necesario que lo
adoraran y admiraran su poder, lo rechazaron y le rogaron que se alejara de
sus confines. Preguntarás: ¿por qué los demonios mataron a los cerdos?
Porque los demonios lo que siempre procuran es entristecer al hombre y
siempre se gozan en su dano. Así lo hizo el demonio con Job, porque también
este caso lo permitió Dios. Y no porque obedeciera al demonio, sino porque
quería hacer a su siervo Job más resplandeciente y aun quitar al diablo toda
ocasión de impudencia, y hacer caer sobre su cabeza los crímenes que contra
aquel justo cometía.
Y también ahora sucedió todo lo contrario de lo que el demonio pretendía.
Porque el poder de Cristo se publicaba más claramente y la. perversidad de
los demonios, de la que él libró a cuantos aquéllos tenían prisioneros, se
mostró más abiertamente aún, y se hizo ver que los demonios ni aun sobre los
cerdos tenían potestad, si no se la daba aquel que es el Senor Dios de
todos.
Si alguno quisiera tomar metafóricamente estas cosas, nada lo impide. La
historia sería ésta: Conviene saber que los hombres que viven a la manera de
los cerdos, son fácil presa del demonio. Y aquellos de quienes se apodera el
demonio, siendo hombres, con frecuencia pueden superar a los demonios; pero
si del todo se vuelven enteramente marranos, entonces no sólo son agitados
por el diablo sin incluso éste los despena en los precipicios. Y para que
nadie fuera a pensar que se trataba de una simple ficción, sino que los
demonios verdaderamente salieron de aquellos hombres, se comprobó el hecho
con la muerte de los cerdos.
Considera aquí en Cristo la mansedumbre unida al poder. Porque como los
habitantes de aquella región, tras de recibir de El tantos beneficios, lo
obligaron a partirse de ahí, no se resistió, sino que partió y abandonó a
los que se habían declarado indignos de recibir su predicación. Pero les
dejó como maestros a los endemoniados que liberó y además a los porquerizos
de quienes podían ellos investigar y conocer todo lo sucedido. Sin embargo,
al irse los dejó con graves temores. La magnitud del dano en los cerdos
publicaba la fama del milagro y el suceso tan notable impresionó los ánimos.
De todas partes llegaban rumores que esparcían la noticia del suceso
inaudito: de los que fueron curados, de los cerdos despenados, de los duenos
de la piara, de los porquerizos.
Por lo demás, también en la actualidad hay muchos endemoniados que habitan
en sepulcros y cuya locura no hay quien pueda sujetarla: ni el hierro, ni
las cadenas, ni la muchedumbre de hombres, ni las amenazas, ni los avisos,
ni el terror, ni nada semejante. Porque cuando un lascivo se deja enredar
por la belleza de los cuerpos, en nada se diferencia de un endemoniado.
Igual que éste, discurre desnudo por todas partes: es decir, vestido pero
despojado de las verdaderas vestiduras y de la gloria que se le debe; y no
golpeándose con piedras, pero sí con sus pecados, mucho más duros que las
piedras. ¿Quién habrá que pueda atar y apaciguar a un hombre que así tan
desvergonzadamente procede, petulante y nunca en su pleno juicio sino
siempre buscando los sepulcros? Porque sepulcro son las casas de asignación,
llenas de hediondez y corrupción.
Y ¿qué diremos del avaro? ¿Acaso no es también él como ese otro? ¿Quién
podrá atarlo? Ni los terrores, ni las amenazas, ni los avisos, ni los
consejos. Todas esas ataduras las rompe y si alguien se le acerca para
quitarle las cadenas, lo conjura a que no se las quite, pues tiene por su
mayor tormento no estar en el tormento. Pero ¿qué cosa más miserable hay que
pueda acontecer? El demonio aquel, aunque despreciaba a los hombres, pero al
mandato de Cristo al punto salió del cuerpo. Este, en cambio, no cede ni a
tal mandato. Porque aun oyendo a Cristo que cada día le dice: No podéis
servir a Dios y a las riquezas; 255 aun amenazándolo con la gehenna y los
suplicios intolerables, no obedece; y no porque sea más fuerte que Cristo,
sino porque Cristo no nos lleva forzados al arrepentimiento. Viven tales
hombres como en un desierto, aun cuando habiten en las ciudades.
?Quien no esté loco puede alternar con semejantes hombres? Con más gusto
preferiría yo habitar con infinitos endemoniados que con un solo individuo
enfermo de avaricia. Y que no me equivoco al decir esto, se demuestra por lo
que a ambos sucede. Los avaros anhelan danar a quien ningún dano les ha
hecho y lo tienen por enemigo; y que quien es libre, sea su esclavo para
envolverlo en un sinnúmero de males. El endemoniado nada de eso hace, sino
que contiene en sí mismo su propia enfermedad. Los avaros destruyen muchas
familias, y hacen así que el nombre de Dios sea blasfemado y son ruina de la
ciudad y del orbe. Los endemoniados más bien son dignos de conmiseración y
de lágrimas; y en muchos casos proceden sin darse cuenta. Los avaros
tropiezan en pleno juicio y por en medio de las ciudades enloquecen al modo
de las bacantes, arrebatados de una extrana locura.
Porque ¿cuál de todos los endemoniados se atreve a lo que hizo judas cuando
acometió la suprema iniquidad? Todos los que lo imitan son por cierto como
bestias feroces escapadas de su cárcel, que perturban las ciudades, sin que
pueda nadie reprimirlas. Cierto que por todas partes los rodean ataduras,
como son el terror por los jueces, las amenazas de la ley, las maldiciones
del vulgo y muchos otros lazos; pero ellos los rompen todos y todo lo
revuelven. Si alguien rompiera semejantes ataduras, al punto se vería que
están endemoniados con un demonio mucho más cruel y feroz que el que ahora
narra Mateo haber salido de aquel cuerpo.
Mas ya que en la realidad no se puede, rompámosle con la ficción sus cadenas
al avaro y experimentaremos su pleno furor. Pero no temáis a esa fiera así
puesta al desnudo por nosotros: !al fin y al cabo, no se trata sino de
palabras, y no la vemos aquí hecha realidad! Imaginemos, pues, a un hombre
que echa fuego por los ojos, negro, con dragones que le cuelgan de los
hombros, en vez de brazos. Y que en vez de dientes, tenga punales erizados;
y en lugar de lengua, un regato de veneno y ponzona. Y cuyo vientre sea más
voraz que un horno cualquiera de modo que deglute cuanto se le arroja. Y sus
pies dotados de alas y más ligeros que cualquier llama; y cuya cara sea
semejante a la del perro y del lobo. Y que no lance voces humanas, sino un
sonido áspero, desagradable y temible; y que tenga teas encendidas en sus
manos. 256 Tal vez semejante pintura os parezca horrible, pero aún no le
hemos puesto todos los colores que le convienen, pues habría que anadirle
otros muchos. Por ejemplo, que degüella y devora a todos y les desgarra las
carnes.
Pues bien: un avaro es peor que semejante monstruo, pues como un abismo a
todos devora, a todos consume y gira por todas partes como enemigo común del
género humano. No quiere que quede vivo nadie, para poseerlo él todo. Y ni
aquí se detiene, sino que tras de haberlos arruinado a todos por su codicia,
ansía ver deshecha toda la tierra y su substancia convertida en oro; ni sólo
la tierra, sino además los montes, las quebradas, las fuentes y todo lo
visible. Y para que veáis que aun así no hemos descrito todo su furor,
anadamos que nadie hay que lo acuse ni le cause terror. Quitadle el miedo a
las leyes y veréis cómo toma una espada y mata a todos sin perdonar a nadie,
ya sea amigo, pariente, hermano o padre.
Mas !no, no es necesaria semejante hipotiposis! Preguntémosle a él mismo si
no son estos sus pensamientos; y que con el ánimo a todos acomete y da
muerte a sus amigos y parientes y progenitores. Pero ni siquiera es
necesario preguntarle; pues nadie hay que ignore cómo los poseídos de
semejante enfermedad llevan pesadamente la ancianidad de sus padres y
estiman insoportable lo que para otros es dulce y deseable, como es tener
prole. Muchos por tal motivo se esterilizaron y mutilaron la naturaleza, no
sólo dando muerte a los hijos, pero aun no dejándolos nacer.
No os admiréis, pues, de que en tal forma hayamos pintado al avaro; pues al
fin y al cabo es peor aún de lo que dijimos. Pero veamos cómo será posible
librarlo de semejante demonio. ¿Cómo se librará? Si logra comprender
claramente que la avaricia es enemiga aun para quien anhela adquirir
riquezas. Quienes quieren lucrar cosas de ningún precio, sufren danos
enormes, como ya se ha convertido en proverbio. Muchos, por prestar a
crecidos réditos, por no haber examinado bien las posibilidades del cliente,
perdieron réditos y capital. Otros, por no querer gastar un poco, perdieron
en varios peligros dineros y vida. Otros, pudiendo adquirir con sus dineros
altas dignidades o cosas parecidas, por usar de excesiva parsimonia todo lo
perdieron. No saben sembrar y sólo se empenan en cosechar, y con frecuencia
pierden la cosecha.
Es que nadie puede perpetuamente cosechar, como tampoco lucrar. No quieren
gastar y no saben lucrar. Y si necesitan desposarse, caen en el mismo dano.
Pues se precipitan a mayores pérdidas, si la esposa les resulta pobre en vez
de rica, o si es rica y anda cargada de innumerables defectos. Porque no es
la opulencia lo que engendra riquezas, sino la virtud. ¿Ni qué utilidad
acarrean las riquezas si la esposa es pródiga, gastadora y disipa todo lo
que tiene como el viento? ¿O si es lasciva y se atrae a infinitos amantes? Y
¿si es ebria? ¿No reducirá a su esposo en breve tiempo a la miseria?
Ni sólo se enganan los ricos en escoger esposa, sino también en comprar
esclavos, cuando adquieren no los que son probos y diligentes, sino los más
baratos. Pensando, pues, todo esto (ya que aún no habéis podido escuchar
explicaciones acerca de la gehenna y del reino de los cielos); y trayendo a
la memoria los danos que con frecuencia os ha causado la avaricia en los
réditos, en las compras, en los desposorios, en los patrocinios y en todos
los demás géneros de negocios, apartaos del amor a los dineros. Podréis así
pasar tranquilos esta vida; y luego escuchar, ya más cultivados, los
discursos acerca de la virtud; y con la vista ya más ejercitada, contemplar
el Sol de justicia y alcanzar sus promesas. De las cuales ojalá todos
participemos, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXIX (XXX)
Subieron a una barca, hizo la travesía y vino a su ciudad. Le presentaron a
un paralítico acostado en su lecho; y viendo Jesús la fe de aquellos hombres
dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados (Mt 9, 1-2).
LLAMA AQUÍ el evangelista a Cafarnaúm: su ciudad. Pero en donde nació fue en
Belén y en donde se educó fue en Nazaret. Sin embargo, fue en Cafarnaúm
donde residió por mucho tiempo. Y se trata aquí de un paralítico diferente
del que refiere Juan. El de Juan yacía en la piscina; éste, en Cafarnaúm.
Aquél tenía treinta y ocho anos de parálisis; de este otro nada se dice.
Aquél no tenía quien se encargara de él; éste, al contrario, tuvo quienes lo
llevaran a Jesús. A éste, Jesús le dijo: confía: se te perdonan los pecados;
al otro:?quieres sanar? 257 A aquél lo curó en sábado; a éste, no en sábado,
pues de otro modo lo habrían acusado los judíos: ellos que aquí callan y en
Juan acusan e insisten en perseguirlo.
No sin motivo he dicho lo que precede, sino para que nadie sospeche que se
trata de un mismo paralítico y crea que hay aquí contradicción. Considera
cuán manso y modesto se presenta Jesús. Ya antes había despachado a las
turbas; y ahora, rechazado por los gerazenos, no se resistió, sino que se
apartó, aunque no lejos. Y luego, subiendo en la barca hizo la travesía que
podía haber hecho a pie, andando sobre las aguas. Pero no quería estar
haciendo milagros para todo y continuamente, sino mantener sus disposiciones
providenciales.
Dice, pues, Mateo: Le trajeron al enfermo. Los otros evangelistas dicen que
fue bajado hasta Cristo, tras de haber los cargadores roto el techo; y lo
pusieron delante de Cristo, sin pronunciar palabra los que lo llevaban, sino
dejándolo todo al arbitrio de Cristo. A los principios Jesús recorría los
pueblos y no exigía de quienes se le acercaban una fe tan profunda; pero en
este caso ellos fueron quienes se acercaron y El les exigió el acto de fe.
Porque dice Mateo: Viendo la fe de ellos; es decir de los que habían
descolgado al paralítico. Pues no siempre requiere Cristo la fe de los
enfermos; por ejemplo cuando deliran o de algún modo están fuera de sí a
causa de la enfermedad. Pero aquí además era grande la fe del enfermo; pues
de otra manera no habría tolerado que lo bajaran en esa forma. Y pues ellos
demostraron tan grande fe, Cristo demostró su poder, al perdonar por propia
potestad los pecados y mostrarse en todo igual al Padre.
Atiende ahora. Anteriormente demostró esto mismo al ensenar como quien tiene
potestad. Luego, cuando el leproso, al decirle: Quiero, sé limpio. Y cuando
el centurión que le decía: Di sola una palabra y mi siervo será curado; de
manera que Jesús se admiró y lo colmó de alabanzas más que a todos los
otros. Y cuando con sola su palabra refrenó el mar. Y cuando los demonios lo
confesaban por juez y con gran poder los arrojó. Pero aquí, en un modo
superior obliga a sus enemigos a confesarlo igual a su Padre y lo esclarece
por las palabras mismas de ellos. El, por su parte, mostrándose ajeno a toda
ambición (porque había una gran cantidad de espectadores que impedían la
entrada y fue el motivo de que los cargadores descolgaran por el techo al
paralítico), no se avalanzó al punto a curar aquel cuerpo enfermo, sino que
tomó ocasión de los que lo llevaban; y antes que nada curó la enfermedad que
no se veía, o sea la del alma, perdonándole sus pecados: cosa que al
paralítico le daba la salud, pero a El no le daba mucha gloria delante de
los escribas y fariseos.
Porque éstos, excitados por su perversidad, mientras buscaban ocasión de
injuriarlo, contra su voluntad hicieron que aquella igualdad apareciera más
claramente. Hábil como era, se valió de la envidia de ellos para obrar un
milagro. Pues como se turbaran y dijeran en su corazón: Este blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?; 258 veamos qué les
respondió. ¿Acaso contradijo aquella opinión? Pero si no era igual a Dios,
debió responderles: ¿Por qué pensáis de mí lo que no es conforme a la
verdad? !Lejos estoy de potestad tan grande! Pero nada de esto les dice,
antes bien afirmó y confirmó la opinión con palabras y con milagros.
Pareciéndole inoportuno decir a sus oyentes ciertas cosas de sí mismo,
confirma eso que le atane por medio de otros. Y, lo que es más admirable
aún, no únicamente por medio de sus amigos, sino también por medio de sus
enemigos, cosa que nacía de su ciencia excelente. Por medio de los amigos,
cuando dice al leproso: Quiero, sé limpio; y cuando dice: No he encontrado
tanta fe en Israel. Por medio de sus enemigos, en el caso presente. Pues
como ellos dijeran. Nadie puede perdonar los pecados sino sólo Dios, El
continuó: Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra
poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho
y vete a tu casa.
Tampoco allá cuando en otra ocasión le dijeron: Por ninguna obra buena te
apedreamos sino por la blasfemia; porque siendo tú hombre te haces Dios, 259
no refutó esa opinión, sino que al revés, la confirmó diciendo: Si no hago
las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, ya que no me creéis a
mí, creed a las obras. Y aquí da otra senal no pequena de su divinidad y de
la igualdad con su Padre. Porque ellos decían: perdonar los pecados sólo es
propio de Dios. Este en cambio no sólo perdona los pecados, sino que de
antemano demuestra otra cosa, que también sólo es de Dios, como es revelar
los secretos de los corazones. Porque ellos no habían descubierto lo que
pensaban. Dice el evangelista: Algunos escribas dijeron dentro de sí: éste
blasfema. Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: ¿Por qué pensáis
mal en vuestros corazones? Y que sólo sea de Dios conocer los secretos de
los corazones, oye cómo lo dice el profeta: Sólo tú conoces los corazones.
260 Y también: Dios que escruta los corazones y los rinones. 261 Y Jeremías:
Tortuoso es el corazón del hombre, impenetrable para el hombre. ¿Quién puede
conocerlo? 262 Y además: El hombre ve la figura, pero Dios ve el corazón.
263 Y en muchos otros lugares de la Escritura puede verse que sólo Dios es
quien penetra los pensamientos. De manera que para demostrarles su divinidad
y su igualdad con el Padre, les descubre y revela lo que ellos dentro de sí
pensaban, pero a causa de la multitud no se atrevían a declarar. Y en eso
mismo manifestó gran mansedumbre de alma.
Mas ¿por qué les dijo: por qué pensáis mal en vuestros corazones? A la
verdad, si había lugar para indignarse, le tocaba al enfermo, como enganado,
que podía decirle: Viniste a curar una enfermedad ¿y te dedicas a curar otra
distinta? ¿Cómo puedo saber que mis pecados me son perdonados? Pero nada le
dice, sino que confía en el poder del médico; mientras que los escribas
perversos y comidos de envidia, se oponen a los beneficios que a otros se
hacen. Por lo cual Cristo, aunque con suma blandura, los corrige. Como si
les dijera: si no creéis a mis primeras palabras y las juzgáis jactanciosas,
daré un paso más y revelaré vuestros secretos pensamientos; y aun anadiré
una tercera prueba. ¿Cuál? Que voy a dar la salud al paralítico.
Por cierto que cuando habló con el paralítico no declaró tan manifiestamente
su poder como aquí, ni dijo: Yo te perdono, sino: Tus pecados te son
perdonados. Pero como ellos lo obligan, más claramente deja ver su poder
diciéndoles: Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobre la
tierra poder de perdonar los pecados.?Ves cuán lejos está de querer que no
se le tenga por igual a su Padre? Porque no dijo que el Hijo del hombre
necesitara de otro, ni que el Padre le había dado poder, sino: el Hijo del
hombre tiene poder.
Y no lo dijo por fausto, sino: para persuadiros de que yo no blasfemo al
hacerme igual a Dios. Es que en todas partes quiere dar pruebas claras y
firmes de esa igualdad, como cuando dice: Anda y muéstrate al sacerdote, 264
y cuando presenta a la suegra de Pedro sirviéndoles a la mesa; y cuando
permite que los cerdos se despenen al mar. Del mismo modo, ahora presenta la
salud corporal como signo de la remisión del pecado; y como senal de la
salud corporal el que el enfermo cargue con su lecho, para que nadie piense
que lo ocurrido eran simples apariencias.
Pero no hizo el milagro antes de preguntarles:?Qué es más fácil: decir tus
pecados te son perdonados o decir levántate y anda? Como si les dijera: ¿Qué
os parece cosa más fácil: sanar un cuerpo enfermo o perdonar al alma sus
pecados? Manifiestamente el sanar el cuerpo. Cuanto el alma es más excelente
que el cuerpo, tanto más es perdonar los pecados que curar el cuerpo. Pero
como aquello primero es oculto y secreto y lo segundo es más manifiesto,
anadió lo que era menos difícil pero más claro para que por esto se mostrara
lo que es mayor pero más oculto. Y así también reveló lo que ya el Bautista
había dicho El que quita el pecado del mundo. 265 Una vez que por su mandato
se puso el enfermo en pie, Jesús lo despachó a su casa, demostrando
nuevamente cuán lejos estaba de todo fausto y que la curación no había sido
imaginaria: y pone a los mismos escribas como testigos de ella.
Como si dijera al paralítico: Por cierto que yo hubiera querido mediante tu
enfermedad sanar a estos otros que parecen sanos pero que están enfermos del
alma. Mas, pues no lo quieren ellos, tú vete a tu casa. Vete a tu casa para
que allá corrijas a los que allá viven. ¿Adviertes cómo se muestra creador
del cuerpo y del alma? Porque sana la parálisis de ambos elementos; y por
medio de lo que es manifiesto hace conocer lo que es oculto. Pero los
escribas todavía se arrastraban por tierra. Pues dice el evangelista: Y
glorificaban a Dios de haber dado tal poder a los hombres. Se les resistía
la carne. Jesús no los increpó; pero de todos modos cuidó de serles útil,
incitándolos con las obras a creer y levantando al cielo sus ánimos. Por de
pronto, no era poco que pensaran que El venía de Dios y que era el más
grande de los hombres. Si esto hubieran conservado firmemente en su
pensamiento, con avanzar un poco lo habrían reconocido como Hijo de Dios.
Pero no lo retuvieron firmemente, y por lo mismo no pudieron acercarse al
pensamiento de su divinidad. Aunque todavía más adelante decían: Este hombre
no puede venir de Dios. 266 Y también:?Cómo puede éste venir de Dios? Y con
frecuencia trataban de esto, poniendo delante estos velos que ocultaran sus
vicios. Es lo mismo que al presente hacen muchos, que mientras parecen
fructificar y vengar a Dios, se entregan a sus pasiones, siendo así que lo
conveniente es practicar toda mansedumbre. El Dios de todos, en cuyas manos
está el vibrar el rayo contra los que blasfeman, cuida de hacer salir el
sol, enviar sus lluvias y proveemos de todo generosamente. Conviene que lo
imitemos rogando, amonestando, instruyendo con dulzura, pero no irritamos
con fiereza.
De la blasfemia ningún dano recibe Dios, para que tú te enciendas en ira: el
que blasfema es quien recibe la herida. Gime, pues, vierte lágrimas; porque
digno es de lágrimas semejante vicio; y para curarlo no hay remedio mejor
que la mansedumbre. Esta es más poderosa que cualquier violencia. Advierte
en qué forma se expresa en el Antiguo y en el Nuevo Testamento el Senor que
recibe la injuria. En el Antiguo dice:!Pueblo mío! ¿qué te he hecho? 267 En
el Nuevo dice:!Saulo, Saulo! ¿por qué me persigues? 268 Y Pablo ordena a los
suyos corregir con dulzura. Y el mismo Cristo cuando se le acercaron los
discípulos que le rogaban hacer descender fuego del cielo, con vehemencia
los increpó y les dijo:!No sabéis de qué espíritu sois!
En este pasaje Cristo no dice a los escribas: !Oh execrables! oh
embaucadores! !oh envidiosos y enemigos de la salud de los hombres! Sino
simplemente:?Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Es pues necesario
curar la enfermedad con dulzura. Quien se vuelve mejor por humanos temores,
pronto volverá a la maldad. Por tal motivo ordenó Cristo que no se tocara la
cizana, dando tiempo a la penitencia. Pues muchos de ellos hicieron
penitencia, y fueron buenos, habiendo antes sido malos: así Pablo y el
publicano y el buen ladrón. Después de haber sido cizana se cambiaron en
trigo maduro. Cierto que en las plantas esto no puede hacerse; pero en los
propósitos de la voluntad se hace fácilmente, porque ésta no está sujeta a
esas leyes de la naturaleza, sino que fue honrada con el don del libre
albedrío.
Si ves pues a un enemigo de la verdad, hazle algún servicio, cuida de él,
vuélvelo al camino de la virtud siendo para él un excelente ejemplo de vida;
háblale correctamente, empénate en ayudarlo y auxiliarlo, toma todos los
medios para que se enmiende; imita a los médicos excelentes que usan de
diversas clases de medicinas, y cuando ven que la úlcera no cede con la
primera usan de otra y luego enseguida de otra, de manera que unas veces
cortan, otras aplican vendajes. Tú, pues, hecho médico de las almas, usa de
todos los modos de curar, conforme a las leyes de Cristo, para que recibas
la recompensa de tus buenas obras y de la salud alcanzada por otros,
haciéndolo todo a gloria de Dios y alcanzando por ahí la gloria para ti
mismo. Porque dice: Yo honro a los que me honran y desprecio a los que me
desprecian. 269
Hagámoslo todo para su gloria y para alcanzar aquella divina herencia. Ojalá
que todos la consigamos por gracia y benignidad del Senor nuestro
Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XXX (XXXI)
Pasando Jesús de ahí, vio a un hombre sentado al telonio, de nombre Mateo y
le dijo: Sígueme (Mt 9, 9).
HECHO AQUEL milagro, no permaneció ahí Jesús para que con su presencia no se
inflamara más la envidia, sino que se apartó por bien de los escribas y a
fin de que se les mitigara su enfermedad. Procedamos igualmente nosotros, y
no nos entretengamos con los que ponen asechanzas a la virtud, sino
perdonemos sus llagas, cedamos, evitemos las querellas.
Mas ¿por qué Jesús no llamó a Mateo al mismo tiempo que a Pedro y a Juan?
Así como en el caso de éstos se les acercó en el momento en que El sabía que
habían de condescender, así cuando llamó a Mateo, lo hizo cuando El sabía
que Mateo lo iba a seguir. Del mismo modo cogió en la red a Pablo, después
de la resurrección. Quien conoce los corazones y ve lo más oculto de los
pensamientos, sabía en qué momento corresponderían. Por tal motivo, no llamó
a Mateo al principio, cuando éste aún no estaba maduro en su ánimo, sino
después de innumerables milagros, cuando ya su fama había resonado
largamente y a él lo veía más dispuesto para corresponder al llamamiento.
No será fuera del asunto admirar aquí la virtud de este apóstol, que no
oculta en su narración su vida anterior, sino que pone su nombre propio, que
los otros evangelistas ocultaron y se lo cambiaron. Y ¿por qué dice que
estaba sentado al telonio o mesa de cambio? Para manifestar la fuerza del
que lo llamaba; pues cuando aún no había renunciado a su oficio, sino que
estaba firmemente apegado a su telonio, Cristo lo extrajo de en medio de
semejantes males. Así como a Pablo lleno de ira y furor, lo convirtió, lo
que igualmente significa la fuerza del que lo llamó, como lo dice él mismo
escribiendo a los gálatas: Habéis oído mi conducta en otro tiempo en el
judaísmo, cómo con gran furia perseguía a la iglesia de Dios; 270 así a los
pescadores los llamó de en medio de sus ocupaciones. Ejercían éstos un
oficio no vituperable, pero sí propio de gente agreste, nada urbana, llena
de simplicidad. En cambio, el oficio de Mateo era un modo de ganancia lleno
de impudencia, de petulancia, de iniquidad y nada noble. Pero de ninguna de
tales deficiencias se avergonzó el que lo llamaba.
Ni es admirable que no se avergonzara, cuando no se avergonzó de llamar a
una meretriz y le permitió besarle los pies y regarlos con sus lágrimas.
Pues no vino para curar solamente los cuerpos, sino para medicinar las
enfermedades del alma. Como lo hizo con el paralítico. Una vez que
claramente afirmó que podía perdonar los pecados, luego se acercó a Mateo,
para que las turbas no se escandalizaran de ver que un publicano era
recibido en el número de los discípulos. ¿Qué hay de admirable en que quien
puede perdonar todos los pecados, a este pecador lo haga apóstol?
Pero, así como habéis aprendido el poder del que llama, aprended también la
obediencia del que es llamado. Porque no se resistió, ni siquiera dudó, ni
dijo: ¿Qué es esto? !A la mejor a mí que tal hombre soy me llama con astucia
y fraude! Ciertamente semejante humildad habría sido extemporánea. Obedeció
al punto. No pidió licencia para ir a su casa, para aconsejarse con los
suyos, lo mismo que procedieron los pescadores. Así como éstos al punto
abandonaron las redes, la barca, al padre, así Mateo abandonó el telonio y
las ganancias para seguir a Jesús, mostrando un ánimo dispuesto a todo. Al
punto cortó con todos los negocios seculares, y con su obediencia perfecta
demostró cuán a punto estuvo el llamamiento.
Preguntarás: ¿por qué no hace mención el evangelista de cómo fueron llamados
los otros sino únicamente de Pedro, Santiago, Juan, Felipe, y de los demás
para nada? Porque eran éstos los que ejercían oficios humildes o
vergonzosos, ya que nada había peor que un publicano, ni más vil y bajo que
un pescador. Y que Felipe se contara entre los plebeyos consta por su
patria. Tal es el motivo de que a éstos sobre todo enumeran los evangelistas
y senalan sus oficios, ensenándonos así que a éstos, aun en las cosas más
brillantes que nos narren, debemos darles crédito. No pasan ellos de largo
lo que es vituperable y bajo, sino que eso sobre todo lo ponen de relieve,
ya toque a los discípulos, ya al Maestro. ¿Cómo entonces serán sospechosos
al referir los sucesos sobresalientes y de brillo, en especial cuando pasan
en silencio muchos milagros y en cambio lo que toca a la crucifixión, cosa
al parecer tan oprobiosa, cuidadosamente lo describen y publican, lo mismo
que los oficios de los discípulos y su baja condición social y también
quiénes fueron los progenitores del Maestro, unos nacidos de pecados, otros
conocidos como de la plebe, y todo esto en altas voces lo declaran y
publican? Manifiesto queda por aquí que tuvieron sumo cuidado de la verdad y
que no escribieron para agradar ni por ostentación.
Como luego Mateo invitara a Cristo, éste grandemente lo honró acompanándolo
a la mesa al punto; y de esta manera lo hizo concebir buenas esperanzas para
lo futuro y lo hizo adquirir una mayor confianza. Porque no gastó Jesús
mucho tiempo en curar su iniquidad, sino que lo hizo instantáneamente. Y no
se puso a la mesa con él a solas, sino con otros muchos; y esto aunque ya lo
acusaban de que no rechazaba a los pecadores. Y ni aun esto ocultan los
evangelistas: cómo los judíos aprovechaban las ocasiones de acusarlo,
examinando sus procederes. Se le juntan los publicanos como quien acompana a
uno de su oficio. Porque Mateo, estimando como un honor que Cristo fuera a
su casa, los convidó a todos. Es que Cristo empleaba todos los medios de
curar, y no sólo cuando predicaba, cuando daba la salud, cuando redargüía a
los enemigos, sino también cuando asistía a los banquetes, enmendaba a
muchos que andaban enfermos. Nos ensenó así que todo tiempo y toda obra
puede traer utilidad.
Aun cuando las viandas y demás, en esa ocasión eran parto de la iniquidad y
la injusticia, Cristo no rehusó el banquete con ellas, pues de eso se había
de seguir grande fruto: se muestra companero y convidado a comer por
aquellos que a semejante iniquidad se habían entregado. Si no. soporta este
médico la podredumbre de los enfermos, no los curará de la enfermedad: aun
cuando por eso se eche encima una fama no buena, como era la de comer con un
publicano y en su casa y con otros muchos publicanos. Observa en qué forma
le interpretan para mal esto que hace: Es un comedón y un bebedor de vino,
amigo de publicanos y pecadores. 271
Oigan esto los que mediante el ayuno tratan de adquirir grande fama.
Recuerden que el Senor nuestro fue llamado comelón y bebedor de vino y no se
avergonzó, sino que despreció tales hablillas con tal de lograr lo que se
había propuesto, como en efecto lo logró. Porque el publicano se convirtió y
se hizo mejor. Y para que veas cuán grande bien se seguía a los que con él
se sentaban a la mesa, oye lo que dice Zaqueo, otro publicano. Oyó a Cristo
que le decía: Hoy me hospedaré en tu casa; y él lleno de gozo respondió: Doy
la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguno he defraudado le devuelvo
el cuádruplo. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salud a tu casa. 272 De este
modo hay que ensenar a otros, aprovechándolo todo.
Dirás que ¿cómo Pablo ordena y dice: No os mezcléis con ninguno que,
llevando el nombre de hermano, sea fornicario, avaro: con éste ni comer? 273
Desde luego no está claro si lo manda también a los maestros o solamente a
los hermanos. Además aquéllos no habían llegado aún a la perfección del
crecimiento en la fe ni se contaban entre los hermanos. En tercer lugar,
Pablo ordena a los ya contados en el número de los hermanos que se aparten
de aquéllos si es que perseveran en su perversidad. Pero acá en nuestro caso
ya éstos se habían convertido y dejado su perversidad.
Pero nada de esto contuvo a los fariseos, sino que acometen recriminando a
los discípulos con estas palabras:?Por qué vuestro Maestro come con
publicanos y pecadores? Y en otra ocasión en que les parece que los
discípulos cometen falta, se dirigen los fariseos al mismo Cristo y le
dicen: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito ensábado. 274 Pero
en nuestro caso, acusan a Cristo delante de los discípulos. Todo eso era
propio de gente maligna y que trataba de apartar a los discípulos del
Maestro. Y ¿qué les contesta aquella Sabiduría infinita? No tienen necesidad
de médico los sanos sino los enfermos.
Observa cómo les retuerce el argumento. Ellos lo acusaban como de crimen
porque convivía con los publicanos; pero El les asegura lo contrario, es
decir, ser cosa contraria a su bondad el no convivir con ellos. Y que no
sólo no era crimen el corregirlos, sino lo principal de todo y lo más
necesario y digno de millones de alabanzas. Enseguida, para no parecer que
avergonzaba a los convidados con aquellas palabras: los enfermos, advierte
cómo las suaviza increpando a los fariseos: Id y aprended qué significa:
Prefiero la misericordia al sacrificio. 275 Y les hizo la cita notándolos de
ignorancia de las Escrituras. De manera que se expresa un tanto agriamente,
pero no irritado: !esto jamás! Procedió así para que tampoco ellos perdieran
el ánimo.
Desde luego, podía haberles dicho: ¿No recordáis cómo perdoné al paralítico
sus pecados y cómo le devolví la salud? Pero nada de eso les dice: sino que
primero los acomete con razones tomadas de la vida común y luego con las
Escrituras. Porque, habiéndoles dicho: No necesitan los sanos de médico,
sino los enfermos; y habiéndose así declarado como médico, luego anadió: Id
y aprended lo que significa: Prefiero la misericordia al sacrificio. Lo
mismo hace Pablo. Comienza con ejemplos de cosas comunes:?Quién apacienta el
rebano y no come de su leche? 276 Luego alega la Escritura y dice: En la Ley
de Moisés está escrito: no atarás la boca del buey que trilla. 277 Y de
nuevo: Así lo ha ordenado el Senor a los que anuncian el evangelio: que
vivan del evangelio. 278 En cambio, cuando Jesús habla con sus discípulos,
procede al contrario, y les recuerda los milagros:?Acaso no habéis entendido
ni os acordáis de los cinco panes, para cinco mil hombres y cuántas
espuertas recogisteis? 279
No procede así con los fariseos, sino que trae a la memoria las enfermedades
comunes y de paso les recuerda que también ellos son enfermos y no saben las
Escrituras y descuidan la virtud y lo ponen todo en los sacrificios.
Queriéndoles dar a entender esto, resume en pocas palabras lo que todos los
profetas habían dicho: Aprended qué significa: Prefiero la misericordia al
sacrificio. Les demuestra de este modo no ser El sino ellos los que obran
perversamente. Como si les dijera: ¿Por qué me acusáis? ¿porque corrijo a
los pecadores? Entonces también acusaréis lo mismo a mi Padre. Porque en
otra ocasión, pero con el mismo sentido, decía: Mi Padre sigue obrando
todavía, y por eso obro yo también. 280 Y aquí les dice: Id y aprended qué
significa: Prefiero la misericordia al sacrificio. Como el Padre lo quiere,
así lo quiero Yo también.
?Adviertes cómo torna superfluas las observancias legales y en cambio hace
necesaria la misericordia? Porque no dijo: Quiero misericordia y sacrificio;
sino: Prefiero la misericordia al sacrificio. De manera que confirma lo
primero y repudia lo segundo; y al mismo tiempo demuestra que lo que ellos
reprobaban no sólo no estaba reprobado, sino incluso estaba mandado por la
Ley, con preferencia a los sacrificios, y presenta la Ley Antigua como
ordenando y poniendo preceptos que consuenan con lo que El hace.
Redargüidos, pues, por la razón y por las Escrituras, anadió: No he venido
yo a llamar o los justos, sino a los pecadores a penitencia.
Parece que aquí habla en forma irónica, como allá cuando dijo: He aquí que
Adán se ha hecho como uno de nosotros. 281 Y también: Si tuviere hambre no
te lo diré a ti. 282 Y que nadie en la tierra fuera justo, lo declaró Pablo
con estas palabras: Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria
de Dios. 283 Esto era un consuelo aun para los convidados. Porque es como si
dijera: Estoy tan lejos de juzgar abominables a los pecadores, que incluso
por ellos solamente he venido. Luego, para no dejarlos un tanto decaídos con
esa palabra pecadores, anadió -para no callarla- la penitencia. Porque no he
venido para que continúen en sus pecados sino para que se conviertan y se
tornen mejores.
Una vez que hubo cerrado la boca a los fariseos así con las Escrituras como
con las razones naturales, de modo que ya ellos nada tuvieron que objetar,
pues se les demostraba ser reos de los mismos crímenes que acusaban y además
de contradecir a la Ley Antigua, ellos, dejando a un lado a Cristo, acusan a
los discípulos. Lucas afirma que la recriminación la hicieron los fariseos;
Mateo dice que los discípulos del Bautista. Pero es verosímil que la
hicieran unos y otros. Estando los fariseos dudosos, es verosímil que se
unieran a los discípulos de Juan, como más tarde lo hicieron con los
herodianos. Porque los discípulos de Juan sentían siempre envidia de Jesús y
hablaban contra El y no se hicieron más humildes hasta que el Bautista fue
encarcelado. Entonces fueron a comunicárselo a Cristo; aunque más tarde
reincidieron en sus antiguas envidias.
?Qué es, pues, lo que dicen??Cómo es que ayunando nosotros y los fariseos,
tus discípulos no ayunan? Enfermedad es ésta que combatió ya antes Cristo
cuando dijo: Cuando ayunes unge tu cabeza y lava tu cara. 284 Lo ordenó
porque sabía de antemano los males que de no hacerlo se seguirían. Cristo al
responderles no los increpa ni les dice: !Oh ambiciosos de la vana gloria,
hombres vanos! Sino que con toda mansedumbre les habla y dice:?Por ventura
pueden los companeros del novio llorar mientras está el novio con ellos? De
modo que cuando hablaba en favor de otros, es decir de los publicanos, para
consolar sus ánimos heridos, increpó con alguna mayor vehemencia a quienes
los querellaban. En cambio, cuando lo acometían a El y a sus discípulos, les
respondía, con toda mansedumbre.
Parece, pues, como si le dijeran: Bien está que tú como médico procedas así.
Pero tus discípulos ¿por qué haciendo a un lado el ayuno, se sientan a estas
mesas? Y para exagerar la acusación, se ponen ellos los primeros y luego a
los fariseos, queriendo aumentar el crimen mediante la comparación. Porque
dicen: nosotros y los fariseos ayunamos ampliamente. Cierto que ellos
ayunaban ensenados por Juan y los fariseos ensenados por la Ley. Es como lo
que el fariseo aquel decía: Yo ayuno dos veces en la semana. 285
?Qué les contesta Jesús??Por ventura pueden los companeros del novio llorar
mientras está con ellos el novio? Antes Cristo se llamó médico. Ahora se
llama novio, revelando con esta palabra misteriosos secretos. Podía haberlos
refutado agriamente y decirles: Vosotros no tenéis autoridad para poner
leyes en esto. Porque ¿qué utilidad hay en el ayuno cuando el alma rebosa
perversidad y se os acusa y condena de otros crímenes y cuando lleváis la
viga en el ojo y todo lo hacéis para ostentación? Porque antes que nada,
convenía echar fuera la vanagloria y proceder en todo de una manera correcta
en la caridad, en la mansedumbre, en el amor a los hermanos.
Pues bien: nada de eso les dice, sino únicamente, con absoluta mansedumbre:
No pueden los companeros del novio ayunar mientras está con ellos el novio.
Recordó con esto las palabras del Bautista que dijo: El que tiene a la
esposa, es el esposo; el amigo del esposo, que lo acompana y lo oye, se
alegra grandemente de oír la voz del esposo. 286 Que es como si dijera: el
tiempo presente es de gozo y alegría. No traigáis pues acá la tristeza.
Triste cosa es el ayuno, no por su naturaleza, sino para los débiles en la
virtud. Pero para quienes anhelan adelantar, es cosa dulce y muy deseable.
Así como cuando está bien el cuerpo se siente mucha alegría, así también
cuando está bien el alma hay mayor placer. Pero literalmente, les responde
según ellos pensaban. Y así Isaías, hablando del ayuno, lo llama humillación
del alma, y lo mismo Moisés.
Mas no por sólo este capítulo los reprime el Senor, sino además por otro,
con estas palabras: Vendrán días en que les será quitado el esposo y
entonces ayunarán. Con lo que declara que no por motivo de gula no ayunan,
sino por cierta providencia admirable; y al mismo tiempo predice su pasión,
y con la respuesta instruye a los discípulos y los ejercita en la meditación
de las cosas que parecían gravosas y tristes. Luego, como era verosímil que
los objetantes pensaran altamente acerca de la pasión y cárcel de Juan,
también humilla esa soberbia. Sin embargo, nada dice aún acerca de la
resurrección, pues aún no era tiempo oportuno. Según la naturaleza, pues se
le tenía como hombre, debía morir; pero la resurrección pertenecía al orden
sobrenatural.
Luego hace aquí lo que ya antes había hecho. Así como antes, cuando se
esforzaban en demostrar que era culpable pues comía con los pecadores, El
les demostró lo- contrario, o sea, que aquello no era culpa, sino obra digna
de alabanza, así ahora, cuando le quieren probar que no instruye
convenientemente a sus discípulos, les pone en claro cómo los que tal
afirmaban no sabían en qué forma había que tratar a sus seguidores, y que
por lo mismo imprudentemente acusaban. Les dijo: Nadie echa una pieza de
pano no abatanado en un vestido viejo.
De nuevo emplea en su discurso ejemplos tomados de la vida diaria. Es como
si dijera: No están los discípulos fuertes aún en la virtud, por lo que es
necesario mucha indulgencia, pues aún no han sido renovados por el Espíritu
Santo. Y mientras están en este estadio no conviene imponerles la carga de
onerosos preceptos. Decía esto, poniendo a sus discípulos leyes y dándoles
reglas, para que cuando ellos a su vez hicieran discípulos a todos los
hombres del universo, los trataran con suma mansedumbre.
Ni se echa el vino nuevo en odres viejos. ¿Observas cómo usa de ejemplos
tomados del Antiguo Testamento, como son el vestido y los odres? Jeremías
llama al pueblo cenidor; y también acude a los odres y al vino. Y pues se
trataba de la mesa y de la gula, toma de ahí sus ejemplos Cristo. Lucas dice
algo más: es a saber, que el pano nuevo se romperá si lo coses con el viejo.
¿Ves cómo de ahí no se sigue utilidad sino detrimento? Narra lo presente,
pero en eso mismo predice lo futuro: o sea que los discípulos serán
renovados y que entre tanto no se les mandará cosa que sea pesada ni dura.
Como si dijera: quien antes de tiempo quiere imponer reglas elevadísimas,
luego a su tiempo no encontrará idóneos a sus discípulos, porque él mismo ya
los habrá inutilizado. Pero esto no proviene del vino ni de los odres que lo
reciben, sino de las prisas de quienes ahí lo vaciaron.
En esto nos expone el motivo de que frecuentemente al hablar con ellos, use
de sencillísimas palabras. Pues a causa de la debilidad de ellos en la
virtud, muchas cosas se las decía con menos alteza de lo que la dignidad de
ellas requería. Juan el evangelista refiere que él mismo así se lo dijo:
Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no las podéis llevar ahora. 287 Para
que no pensaran que ya lo había dicho todo y para que esperaran en su
pensamiento cosas mucho mayores, recordó lo de su debilidad presente,
prometiéndoles que más adelante, cuando ya estuvieran más fortalecidos, se
las diría. ¿Qué es lo que aquí dice? Vendrán días en que les será arrebatado
el esposo y entonces ayunarán.
Tampoco, pues, exijamos nosotros todo de todos y ya desde el principio, sino
exijamos lo que es posible y luego rápidamente procedamos más adelante. Si
haces presión y tienes prisa, por esto mismo no te apresures, para que
puedas ir de prisa. Y si esto te parece enigmático, apréndelo de la
naturaleza misma de las cosas, pues verás toda la fuerza que tiene esa
sentencia. No te impresionen los acusadores inoportunos: también en este
caso los fariseos acusaban y los discípulos del Bautista se querellaban.
Pero nada de eso apartó a Cristo de su modo de proceder, ni dijo: Vergüenza
es que éstos ayunen y nosotros no ayunemos. Sino que, como el buen patrón de
una nave, puestos los ojos no en las olas alteradas, sino en su oficio,
siguió en su procedimiento. Porque lo vergonzoso no era que no ayunaran,
sino que, á propósito del ayuno recibieran heridas mortales y se los
desgarrara y destrozara.
Pues bien, por nuestra parte, considerando estas cosas, portémosnos así con
nuestros vecinos. Si tienes una esposa que se entrega al ornato, a las
pinturas y a los polvos, que anhela los placeres y es locuaz y en absoluto
inútil, aunque es cosa difícil que todo esto se junte en una sola mujer,
pero debemos imaginar que así es la tuya. Preguntarás: ¿por qué yo pinto a
una mujer y no a un varón? Es verdad que los hay que son peores en esto que
una mujer. Pero, pues a los hombres se les ha encomendado el oficio de
gobernar, por de pronto describamos a una mujer. No porque haya en las
mujeres mayor perversidad, pues muy grande se encuentra también en los
varones, y tal que no existe entre las mujeres, como el homicidio, el violar
los sepulcros, el luchar con las fieras en el circo y otros vicios
semejantes. De modo que no vayáis a pensar que lo decimos por desprecio a
ese sexo, !lejos de mí! sino que ahora, para las aplicaciones, me viene bien
esa pintura.
Supongamos, pues, una mujer como la dicha y que su esposo se empena en
enmendarla por todos los medios. ¿Cómo procederá? No imponiéndole de una
sola vez todos los preceptos, sino al principio los más llevaderos y con que
ella no se sienta ahogada. Si te apresuras a enmendarlo todo desde el
comienzo, lo perderás todo. No le quites al momento los adornos de oro
déjala que por mientras los use y los tenga. Esto parece dano menor que los
polvos y coloretes. Pues que éstos sean los primeros en desaparecer y no por
amenazas, y a base del temor, sino por persuasión y dulzura, y lanzando la
acusación contra otras mujeres y dejando ver tu parecer y gusto propios.
Dile con frecuencia: tu rostro con esos afeites no es amable: más aún, me
disgusta; y persuádela de que por ese motivo te desagrada. Además de tu
parecer, trae al medio el de otros y dile que esos afeites aun a las que son
hermosas las van deformando, para que por tales medios quite de sí semejante
enfermedad. Nada le digas entre tanto de la gehenna ni del reino de los
cielos: en vano le hablarías de tales cosas. Persuádela de que te gustaría
más que ella dejara ver la plena obra de Dios, sin afeites; pues la mujer
que así se frota la cara y la distiende y la pinta, muchos creen que lo hace
porque no es bella.
Procura en suma con razones ordinarias y pareceres ordinarios de los
hombres, alejar la enfermedad. Y una vez que con semejantes consideraciones
la hayas ablandado, anade las otras sobrenaturales. Y si se las dices una
vez, pero no la persuades, dícelo dos, tres, muchas veces. No te canses de
repetir tales cosas; pero no en forma odiosa, sino plácida, ya apostrofando,
ya adulando, ya amando y con carino. ¿No has visto a los pintores que a
veces borran, a veces anaden en su pintura para llegar a pintar una faz
hermosa? No seas menos hábil que ellos. Si ellos, tratando de pintar el'
cuerpo usan de tan gran diligencia, mucho más conviene que nosotros,
tratando de modelar el alma bellamente echemos mano de todos los artificios.
Si llegas a modelar esa alma primorosamente, ya no verás la cara material
deformada ni los labios dados de rojo, ni la boca semejante al hocico
ensangrentado de una osa, ni las cejas sombrías como con el hollín de un
cacharro, ni las mejillas enjalbegadas a la manera de las paredes de los
sepulcros: porque todas esas cosas no son sino hollín, polvo y ceniza y
senales de la más fea hediondez.
No sé cómo he venida a dar en este discurso. De manera que mientras exhorto
a los demás a que corrijan con mansedumbre, yo mismo he caído en ira.
Volvamos pues a una más mansa admonición, y soportemos todos los defectos de
las mujeres, con tal de llegar a lo que de su enmienda pretendemos. ¿No has
visto cómo toleramos a los ninos en sus vagidos cuando hay que destetarlos?
Todo lo sobrellevamos con tal de persuadirlos de una sola cosa: que ya
desprecien la mesa anterior y los pechos. Procedamos del mismo modo acá:
soportémoslo todo para lograr lo que queremos. Porque si aquello primero se
enmienda, verás cómo luego se procede rectamente en lo demás; y así vendrás
a los ornatos de oro; y para hablar de ellos, seguirás el mismo camino. De
este modo, poco a poco, modelando a tu esposa, llegarás a ser pintor óptimo,
siervo fiel, agrícola extremado.
Recuerda en seguida a las antiguas mujeres, como Sara, Rebeca: unas bellas,
otras deformes. Y explícale a tu esposa cómo todas ellas fueron sobrias y
temperantes. Lía, esposa del patriarca, Jacob, no siendo hermosa, nunca
pensó en afeites; y siendo deforme y no muy querida de su esposo, sin
embargo no usó coloretes, ni polvos ni torturó su rostro, sino que conservó
íntegros sus rasgos, y eso que había sido educada entre gentiles. En cambio,
tú, que eres cristiana, cuya cabeza es Cristo ¿vienes a introducir en el
hogar artificios satánicos? ¿No recuerdas el agua bautismal que se derramó
en torno a tu cara, ni el sacrificio santo que adornó tus labios, ni la
sangre divina que tinó tu lengua? Si todo esto consideraras, por mucho que
estuvieras aficionada a semejantes ornatos, no te atreverías a usar ese
polvo y ceniza.
Recuerda que te has desposado con Cristo y aborrece semejante deshonor. No
se deleita El con semejantes coloretes, sino que busca otra belleza, a la
cual ama con vehemencia; es a saber, la belleza del alma. Esta te manda el
profeta que busques con estas palabras: Prendado está el rey de tu
hermosura. 288 No busquemos pues lo superfluo e indecoroso: la obra de Dios
no es algo tan imperfecto que necesite ser corregida. Si alguno intentara
anadir algo de su invención a la estatua regia levantada en su pedestal, su
atrevimiento no estaría exento de peligro, sino al revés, estaría expuesto
al máximo castigo. A esta estatua, obra de hombres, tú no le anadirías nada;
y ¿a ésta, que es obra de Dios, la vas a enmendar? ¿No piensas en el fuego
de la gehenna? ¿no piensas en el desprecio que haces de tu alma? !La has
descuidado porque todo el cuidado lo pusiste en la carne!
Pero ¿qué digo del alma, cuando a la misma carne le resultan danosas artes
semejantes y contrarias a lo que anheláis? Atiende. ¿Quieres aparecer
hermosa? Pues esos afeites te hacen aparecer deforme. ¿Quieres agradar a tu
esposo? Pues precisamente eso lo entristece, y convierte en acusadores tuyos
no sólo a él, sino también a los extranos. ¿Quieres aparecer más joven? Pues
esos afeites te llevarán más pronto a parecer anciana. ¿Quieres andar
adornada? Pues eso te resulta algo indecoroso. Porque una mujer así,
avergüenza no sólo a sus iguales, sino además a las criadas y a los
domésticos que lo saben, y mucho más a ella misma.
Pero ¿a qué detenerme en esto? He pasado en silencio lo más grave de todo;
es decir, que ofendes a Dios, socavas la virtud de la castidad, enciendes la
llama de los celos, imitas en tu hogar a las mujeres prostituidas.
Considerando todo esto, desprecia esa pompa demoníaca, ese artificio
diabólico; y haciendo a un lado semejantes ornatos, o mejor dicho,
desvergüenzas, disponed en vuestras almas la hermosura que ya dije, amable a
los ángeles, anhelada de Dios, dulce para los companeros, a fin de que
consigáis la gloria presente y también la futura. Ojalá ésta consigamos
todos por gracia y benignidad del Senor nuestro Jesucristo, a quien sea la
gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXI (XXXII)
Mientras hablaba, llegóse un jefe, y acercándosele se postró ante El,
diciendo: Mi hija acaba de morir: pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá.
Y levantándose Jesús lo siguió con sus discípulos (Mt 9, 18-19).
A LOS DISCURSOS siguió la obra, de manera que más aún quedara cerrada la
boca de los fariseos. Porque el que se acercó era un príncipe de la 1
sinagoga y su pena era grave; porque la jovencita era hija única, tenía unos
doce anos, o sea que estaba en la flor de su edad. Pero él al punto la
resucitó. Aunque Lucas refiere que llegó alguien diciendo al jefe: Tu hija
ha muerto, no molestes ya al Maestro. 289 Diremos que ese hace poco ha
muerto, se refiere al tiempo conjeturado por el que hizo el camino, o bien
se dijo para exagerar la desgracia. Porque es costumbre de quienes suplican,
exagerar con palabras sus males y decir algo más de lo verdadero, a fin de
alcanzar más fácilmente lo que imploran.
Considera cuán rudo es aún en la fe este jefe. Porque dos cosas pide a
Cristo: que vaya a su casa y que imponga sobre la joven sus manos. Esto
indica que al salir de su casa había dejado a la nina ya expirando. Es lo
mismo que el siro Naamán pedía al profeta cuando se decía: Saldrá y pondrá
sobre mí sus manos. 290 Los que son aún rudos en la fe, necesitan ver
senales sensibles. Marcos refiere que Jesús tomó consigo a tres de los
discípulos; y lo mismo dice Lucas. Mateo dice sencillamente: a sus
discípulos. Mas ¿por qué no lleva consigo a Mateo, recientemente contado
entre ellos? Para ponerle mayores deseos y porque aún era un tanto
imperfecto. Honra a los otros tres para que los restantes los imiten. En
cuanto a Mateo, le bastaba con haber visto a la mujer que padecía flujo de
sangre y haberse dignado Jesús estar a su mesa, participando de sus
alimentos.
Y cuando se levantó para ir, muchos lo siguieron, como quien va a presenciar
un gran milagro, y también por la dignidad de Cristo, y finalmente porque
muchos, un tanto rudos en la fe, buscaban de El no tanto la salud del alma
como la del cuerpo. De modo que se arremolinaban, unos empujados por sus
propias enfermedades y otros anhelando presenciar la curación de terceros.
Pero con el anhelo de escuchar su doctrina, todavía se le acercaban pocos. Y
no les permitió entrar en la casa, sino a sólo los discípulos, y aun no a
todos ellos. Ensenábanos así a huir continuamente la estimación del vulgo.
Y he aquí que una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce anos, se le
acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, diciendo para sí misma: Con
sólo que toque su vestido seré sana.?Por qué no se le acercó confiadamente?
Porque le daba vergüenza su enfermedad, pues se juzgaba inmunda conforme a
la Ley. Si la que padecía su regla o menstruación era tenida como inmunda,
mucho más pudo creerlo así la que padecía tan mortal enfermedad; pues según
la Ley semejante impureza se tenía por muy grande. Tal es el motivo de que
se oculte y esconda. Por lo demás, esta mujer aún no tenía acerca de Jesús
la debida y perfecta opinión; pues de lo contrario no habría pensado que
podía ocultársele. Y es esta la primera mujer que públicamente se le acerca.
Sin duda oyó que El también curaba a las mujeres y que iba hacia una nina
que acababa de fallecer. No se atrevió a llamarlo a su casa, aun cuando era
rica; ni se le acercó a la vista de todos; sino que a ocultas tocó con fe
sus vestidos. No dudó ni se dijo: ¿quedaré libre de mi enfermedad o no? Sino
que, segura de que sanaría, se acercó. Porque: decía para sí: Con sólo que
toque su vestido seré sana. Sabía ella de qué casa acababa de salir Jesús, o
sea de la de un publicano; y quiénes eran los que lo seguían, o sea
pecadores y publicanos. Y estas cosas le ponían fe. Y ¿qué hace Cristo? No
dejó que ella se ocultara, sino que la sacó al medio, y por muchos motivos
quiso que fuera conocida. No han faltado necios que afirmen haberlo hecho
por su amor a la publicidad y vanagloria. Si no, dicen ¿por qué no dejó que
se ocultara? Pero, hombre* execrable: ¿qué es lo que dices? El que ordena
callar a los que reciben sus beneficios y pasa en silencio infinitos
milagros ¿anda en busca de la vanagloria?
Ante todo, Cristo quita el temor a la mujer para que no la agiten los
remordimientos, como si hubiera robado a ocultas aquel beneficio y tuviera
ese escrúpulo. Luego, la corrige de pensar que podía ocultársele. En tercer
lugar descubre a todos la fe de aquella mujer, para que otras la imiten. Y
manifiesta un milagro no pequeno al demostrar que todo lo sabe, cuando cura
a la mujer de su flujo sanguíneo. Finalmente, confirma en la fe, mediante
aquella mujer, al archisinagogo, cuya fe peligraba, con lo que habría
perdido todo. Porque acababan de llegar algunos que le decían: No molestes
al Maestro, porque la joven ha muerto ya.
Y los que estaban en la casa del jefe se burlaban de Jesús, porque dijo que
la joven estaba dormida. Y es verosímil que también el padre de la joven se
inclinara a burlarse. Y para curarlo de semejante debilidad, desde luego
lleva al medio a la mujer. Y como el padre estaba aún muy rudo en las cosas
de la fe, oye qué le dice: No temas; cree tan sólo y será sana tu hija. 291
Porque de propósito iba dando largas para llegar cuando ya hubiese muerto
ella, de modo que la resurrección quedara de manifiesto. 'Va pues caminando
algo lento y habla largamente con la mujer, a fin de que mientras tanto la
doncella expirara; y se acercaron los que comunicaron al jefe su muerte y le
dijeron: No molestes al Maestro, porque la joven ha muerto ya.
Deja entender esto el evangelista cuando dice: Aún estaba hablando cuando
llegaron de la casa unos que dijeron al jefe: Ha muerto tu hija. No molestes
al Maestro. Quería Jesús que la muerte se divulgara y la creyeran, a fin de
que no recayera sospecha alguna sobre la verdad de la resurrección. En todas
partes procede lo mismo. Así, cuando la muerte de Lázaro, no llegó allá-sino
al cabo de uno, dosy tres días. Por igual motivo saca al público a la mujer
hemorroísa y le dice: Hija, ten confianza: -tu le te' ha sanado. Temerosa
estaba la mujer; por esto le dice: Confía, y la llama hija. La fe la había
hecho hija. Y luego, en su alabanza anade: Tu fe te ha sanado. Lucas nos
cuenta muchas otras cosas acerca de esta mujer. Porque dice que una vez que
ella se acercó y quedó sana, no la llamó al punto Jesús, sino que
preguntó:?Quién me ha tocado? Pedro y los otros le dijeron: Maestro: las
turbas te rodean y te oprimen. Y tú dices: ¿quién me ha tocado? Esto es
argumento de que Cristo verdaderamente estaba vestido de nuestra carne y
había pisoteado todo fausto; ya que no lo seguían a distancia, sino que de
todos lados lo oprimían.
Pero él persistía en preguntar y decía: Alguien me ha tocado, porque yo he
conocido que una virtud ha salido de mí. Que fue una respuesta acomodada a
la rudeza de concepción que aún tenían los oyentes y a lo que creían. Y lo
decía para dar confianza a la mujer y .que confesara la verdad de todo. Por
esto no la descubre al punto, con el objeto de que manifestando él conocerlo
todo, la persuadiera a declarar espontáneamente lo que había sucedido y a
publicarlo; no fuera a suceder que si El lo decía pareciera sospechoso el
caso.
?Observas cómo esta mujer es superior al archisinagogo? No retuvo al
Maestro, no lo tomó aparte, solamente lo tocó con la punta de sus dedos; y
habiendo llegado en segundo lugar, fue sanada la primera. Aquél llevó al
médico a su casa; a ésta le bastó el contacto; pues aunque la enfermedad la
deprimía, la fe le daba alas y la levantaba. Considera en qué forma la
consuela Cristo diciéndole: Tu fe te ha hecho sana. Ciertamente, si la
hubiera sacado al público por ostentación, no habría anadido eso. Pero lo
dijo para instruir al archisinagogo en el modo de creer y en alabanza de la
mujer; y también para con estas palabras darle utilidad y gozo, no menos que
con la curación corporal.
Y que todo esto lo hiciera para alabanza de aquella mujer y para enmienda de
los demás, y no por ostentación, queda claro por aquí, puesto que aun sin
ese milagro no sería él en lo futuro menos brillante, ya que los milagros
llovían en torno suyo con mayor abundancia que los copos de nieve en una
tempestad invernal; y los había hecho y aún los haría con mayor esplendor.
Por lo que hace a la mujer, sin esto se habría alejado oculta y privada de
tan altas alabanzas. Tales fueron, pues, los motivos de que la sacara al
medio y la celebrara y le quitara todo temor. Porque dice el evangelista que
ella se acercó temblando. Jesús le infundió confianza y juntamente con la
salud corporal le dio otros viáticos para su camino, al decirle!Vete en paz!
Cuando llegó Jesús a la casa del jefe, viendo a los flautistas y a la
muchedumbre de planideras, dijo: Retiraos, que la nina no está muerta:
duerme. Y se reían de él. Muestra bella de lo que eran los archisinagogos,
pues que, tras la muerte, necesitaban para conmover el llanto valerse de
flautas y címbalos. Y ¿qué hace Cristo? Echa fuera a todos los demás, y
solamente introduce a los padres, para que no fueran a decir que otro la
había sanado; y antes de resucitarla, indicó ya el milagro cuando dijo: No
está muerta la nina, sino duerme.
En muchas otras ocasiones lo hizo así. Allá en el mar, primero increpó a los
discípulos. Así ahora comienza por alejar de la mente de los circunstantes
el terror; y al mismo tiempo manifiesta serle cosa fácil resucitar a los
muertos; como lo hizo cuando lo de Lázaro diciendo: Nuestro amigo Lázaro
duerme. 292 Juntamente ensenaba que no se ha de temer la muerte, porque en
adelante ya no será muerte sino sueno. Teniendo él que morir, al resucitar
los cuerpos muertos preparaba a los discípulos para que luego tuvieran
confianza y llevaran su muerte con mayor suavidad. Puesto que una vez venido
El al mundo, la muerte ya no era sino un sueno. Y lo burlaban. Y se burlaban
de El, pero El no se indignó, pues sabía que tampoco creerían en los
milagros que más adelante obraría. Tampoco increpó a los que se reían, a fin
de que sus risas, lo mismo que las flautas y los címbalos, fueran
testimonios de que la nina ciertamente había muerto.
Y como con frecuencia los hombres no creen en los milagros, los prepara para
eso utilizando sus mismas respuestas, como lo hizo con lo de Lázaro y lo de
Moisés. A Moisés le dijo: ¿Qué es lo que tienes en tu mano? 293 para que
cuando viera la vara hecha serpiente, no se olvidara de que primero ella fue
vara; sino que, recordando su propia respuesta, quedara estupefacto de lo
sucedido. Y en lo de Lázaro, dice:?En dónde lo pusisteis? 294 para que los
que le respondieron: Ven, ve; y luego: Ya hiede, pues lleva cuatro días, ya
no puedan dudar de que El había resucitado a uno de verdad muerto.
De modo que cuando vio los címbalos y las turbas, los echó a todos fuera; y
el milagro se operó en presencia de los padres de la nina; y no fue el
milagro introduciendo en el cadáver otra alma, sino aquella misma que de ahí
había salido y volviéndola a su cuerpo, así como quien despierta de un
sueno. Y la tomó de la mano, para que los espectadores mejor certificaran; y
para preparar con este ejemplo la fe en su propia resurrección. El padre le
había dicho: Pon tus manos sobre ella; pero él hace más, pues no la pone
sino que toma a la nina por la mano, y a la ya muerta la resucita,
demostrando que todas las cosas están prontas y preparadas para obedecerlo.
Y no sólo la resucita, sino que ordena que le den alimento, para que no
crean que se trata de un fantasma. Y no se lo da El, sino que ordena que
otros se lo den. Lo mismo que en el caso de Lázaro, cuando dice: Soltadlo y
dejadlo ir; y luego lo hizo participante en el banquete. Porque suele
siempre comprobar cuidadosísimamente la muerte lo mismo que la resurrección.
Pero tú no te fijes únicamente en la resurrección, sino en que ordenó que a
nadie lo contaran, para que en todo aprendas que el fausto y la vanagloria
en absoluto se deben evitar. Y además para que aprendas que El a los
lamentadores los echó de la casa y en cierta forma los declaró indignos de
presenciar el milagro.
Pero tú no te salgas junto con los flautistas, sino permanece ahí con Pedro,
Juan y Santiago. Y si entonces Jesús los echó fuera, mucho más lo hará
ahora. Porque entonces aún no era manifiesto que la muerte se había reducido
a un sueno; en cambio, eso ahora brilla más claro que el sol. Dirás que no
ha resucitado a tu hija ahora. Pero la resucitará y con mayor gloria. Porque
aquella nina, aun resucitada, tenía que volver a morir; pero tu hija, cuando
resucitará, será inmortal. Y así, en adelante, nadie llore, nadie se
lamente, nadie niegue la victoria de Cristo.
Venció El a la muerte. Entonces ¿por qué lloras en vano? La muerte se ha
convertido en un sueno: ¿por qué te lamentas y gimes? Si lo hicieran los
gentiles, deberían ser burlados. Pero cuando neciamente lo hace un cristiano
¿qué excusa tendrá? ¿qué perdón habrá para los que estultamente lo hagan,
tras de tanto tiempo y tan claras demostraciones de la futura resurrección?
Tú, en cambio, como si quisieras agrandar más aún el pecado, nos presentas a
las mujeres helenas cantatrices de lamentaciones, para así excitar mejor el
llanto y mejor inflamar el horno. Y no oyes a Pablo que dice:?Qué concordia
entre Cristo y Belial? ¿qué parte del creyente con el infiel? 295 Los
gentiles, a pesar de que nada saben acerca de la resurrección, sin embargo
encuentran razones para consolarse, y dicen: !Llévalo con fortaleza! !no
podrás deshacer lo ya hecho ni cambiar las cosas mediante tus lamentos! Y en
cambio, tú que sabes y has oído los preceptos de una más alta y útil
sabiduría ¿no te avergüenzas de hacer cosas más vergonzosas que aquéllos?
Nosotros no decimos: !Llévalo con fortaleza! !No podemos deshacer lo ya
hecho! Nosotros decimos: !Llévalo con fortaleza! !certísimamente resucitará!
Duerme la joven, no está muerta. Descansa, no ha perecido. Allá la recibirán
la resurrección y la vida sempiterna, la inmortalidad y la suerte de los
ángeles.
?No oyes al salmista que dice: Vuelve, alma mía a tu quietud, porque Dios
fue generoso contigo? 296 A la muerte Dios la llama beneficio ¿y tú la
lloras? ¿Qué más harías si fueras enemigo del difunto y adversario? Si se ha
de llorar, al demonio le toca llorar. Llore él, laméntese él, porque
nosotros vamos a bienes superiores. Digna es su perversidad de semejantes
lamentos: pero no tú, que eres llamado a la corona y al descanso. La muerte
es un puerto tranquilo. Considera cuán llena de males está la vida presente
y cuántas la has maldecido. Acá las cosas siempre van de mal en peor; y
desde el principio tu suerte es una no pequena cadena y condena. Dijo el
Senor a Eva: Parirás con dolor los hijos. 297 Y a Adán: Con el sudor de tu
rostro comerás el pan. Y a los apóstoles: En el mundo habéis de tener
tribulación. 298 En cambio, acerca de las cosas futuras nada de eso dice,
sino en absoluto todo lo contrario: Huirán la tristeza y los llantos, 299 y
vendrán del Oriente y del Occidente y se sentarán a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob. 300 Allá está el espiritual Esposo; allá, las brillantes
lámparas; allá, el trasladarse a los cielos.
?Por qué entonces ultrajas a la muerte? ¿por qué metes en otros el miedo y
el terror de la muerte? ¿por qué das a muchos ocasión de acusar a Dios como
autor de un mal tan grande? Más aún: ¿por qué después llamar a los pobres y
rogar al sacerdote que eleve preces? Respondes: para que descanse en paz el
que murió y encuentre propicio al Juez. Pero ¿por tal motivo lloras y gimes?
Entonces te contradices, preparando tempestades para quien ya está en el
puerto. Preguntarás: Entonces ¿qué hago? !Así lo exige la naturaleza! No es
la muerte culpa de la naturaleza ni del natural curso de las cosas, sino
culpa nuestra que todo lo ponemos en desorden, somos demasiado muelles,
traicionamos nuestra nobleza y nos hacemos peores que los paganos. Porque ¿cómo podremos disertar con otro acerca de la inmortalidad?
¿cómo
persuadiremos a un gentil de que ella existe, cuando nosotros tememos la
muerte y nos horrorizamos por ella más que el mismo gentil?
Muchos de los gentiles que no creían en la inmortalidad, al saber la muerte
de sus hijos se coronaron la cabeza, y se vistieron de blanca túnica: todo
para alcanzar gloria en esta presente vida; y tú ¿ni por la futura gloria
cesas de lamentarte y de llorar de un modo afeminado y mujeril? ¿Es que
muerto él no tienes herederos ni sucesor de tu hacienda? Pero dime: ¿preferirías tener heredero de tus bienes a tener heredero del cielo?
¿Qué
es lo que más deseas? ¿que tu heredero reciba los bienes perecederos que muy
pronto tendrá que abandonar, o que herede los bienes eternos e
inconmovibles?
No lo tienes tú como heredero, pero lo tiene Dios. No ha sido coheredero de
sus hermanos, pero lo es de Cristo. Objetarás: pero ¿a quién voy a dejar los
vestidos, la casa, los siervos, los campos? Ciertamente a él mismo, y así
los colocarás más seguros, que si él acá viviera, cosa que nadie te impide.
Si los bárbaros acostumbran quemar juntamente con el difunto lo que le
pertenecía, mucho mas conveniente es que tú envíes al difunto lo que le
pertenece, y no para que eso se reduzca a cenizas, sino para que le adquiera
una gloria mayor; y si murió como pecador, se le borren sus pecados; y si
como justo, para que le sirva de aumento en el premio y recompensa.
?Es que deseas verlo? Pues lleva una vida como la suya y pronto gozarás de
aquella sagrada visión; y piensa además que si ahora no sigues nuestros
consejos, jamás llegarás en lo futuro a experimentar esa contemplación. Y
además perderás la recompensa, porque con el transcurso del tiempo te
consolarás tú mismo. En cambio, si ahora eres sabio, y prudente, lucrarás
dos cosas: te verás libre de los males presentes y te dará Dios una más
espléndida corona. El soportar con mansedumbre las calamidades supera al dar
limosna y a otras muchas virtudes. Considera que el Hijo mismo de Dios murió
y que murió por ti, mientras que tú mueres por ti mismo.
Dijo Cristo: Si es posible pase de mí este cáliz. 301 Y aun acometido por la
tristeza y puesto en agonía, sin embargo no rehuyó la muerte; y atormentado
con muchos padecimientos sufrió una muerte no vulgar sino llena de dolor y
afrentosísima. Y antes de la muerte sufrió azotes, querellas, burlas,
injurias, enseriándonos a soportar todas las cosas con fortaleza. Pero
después de su muerte, después de dejar en el sepulcro su cuerpo, lo volvió a
tomar con mayor gloria, confirmándote en la buena esperanza. Si tales cosas
no son fábula, ya no llores. Si las juzgas dignas de fe, no viertas
lágrimas. Pero si lloras ¿cómo podrás persuadir a los gentiles de que de
verdad crees?
?Aún así te parece insoportable semejante desgracia? Pues no debes llorar a
quien ya está libre de todas las desgracias. No lo aborrezcas ni odies.
Porque anhelarlo tras de su muerte, que tú consideras prematura, llorarlo
porque ya no vive para sufrir tan duras aflicciones, propio es de quien
aborrece. No pienses en que jamás volverá a tu casa, sino en que en breve
irás tú a juntarte allá con él, No pienses en que nunca regresará, sino
piensa en que estas cosas visibles no permanecerán para siempre como ahora
son, sino que se transformarán. Cielo, tierra, mares, todo se cambiará; y
entonces recibirás a tu hijo coronado con una gloria mayor.
Si partió de esta vida siendo pecador, ya el curso de la iniquidad quedó
interceptado; puesto que si Dios hubiera previsto que se convertiría no se
lo hubiera llevado antes de que hiciera penitencia. Y si partió como justo,
ya posee ahora con seguridad sus bienes. De modo que queda claro que tus
lágrimas no son de caridad, sino de un afecto no razonable. Si amaras al
difunto, convendría que te alegraras y gozaras de que ya fue liberado de las
presentes olas y tempestades. Al fin y al cabo> te pregunto: ¿qué más hay
que ver? ¿qué cosa insólita y nueva? ¿No vemos acaso que diariamente giran
en torno las mismas cosas? La noche recibe al día y el día de nuevo a la
noche; el verano al invierno, y el invierno al verano: ! y no hay más! Y por
cierto, estas cosas son siempre las mismas, mientras que las desgracias son
siempre insólitas y nuevas. ¿Querrías tú entonces que tu difunto cada día
agotara estos sufrimientos y que enfermara y llorara y temiera y temblara y
que unos males los padeciera y otros los temiera? Porque no te atreverás a
decir que atravesando él este mar inmenso, estaría libre de solicitudes y
angustias.
Considera que no engendraste tú a un inmortal sino a una que de no haber
muerto ya, tendría que morir poco después. Dirás que no te habías hartado
aún de su conversación y convivencia. Pues allá en el cielo gozarás
perpetuamente de ella. ¿Quisieras verlo acá? ¿Qué te lo impide? Si eres
prudente y sabio, puedes acá verlo, porque la esperanza de lo futuro tiene
una visión más clara que la de los ojos. Cierto que tú, si él estuviera en
un palacio y ahí viviera floreciente, no buscarías traerlo acá para verlo. Y
una vez que se ha marchado a un mucho mejor destino ¿te entristeces por una
ausencia de breve tiempo, en especial teniéndolo como companero de un mismo
destino?
?Perdiste a tu marido? Pero tienes como consolador al Padre de los huérfanos
y juez de las viudas. Oye a Pablo cómo ensalza semejante viudez: La que de
verdad es viuda y desamparada, ponga en Dios su confianza. 302 Porque la que
muestre mayor paciencia será la más aprobada. No llores, pues, por aquello
que te prepara una más bella corona y por lo que mereces recompensa. Si has
entregado lo que se te había confiado, has devuelto el depósito. No estés,
pues, con solicitud, puesto que el tesoro que poseías lo colocaste ya en un
sitio inviolable. !Oh, si llegas a comprender lo que es la vida presente y
lo que es la futura; y que ésta no es sino una tela de arana y una sombra,
mientras que todo lo de allá arriba es inmortal e inmutable, no necesitarás
ya de otras exhortaciones! Ya tu hijo ha sido liberado de toda mutación. Si
hubiera quedado acá, quizá habría sido bueno, quizá malo. ¿No has visto
cuántos hombres reniegan de sus hijos? !Y cuántos otros se ven obligados a
retener en su casa a hijos peores que los despedidos!
Considerando todo esto, seamos prudentes y sabios. Así agradaremos al
difunto y gozaremos de grande alabanza entre los hombres; y alcanzaremos
alta recompensa ante Dios por la paciencia, y conseguiremos los bienes
eternos. Ojalá que todos podamos lograrlos por gracia-y benignidad de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de
los siglos. Amén.
HOMILIA XXXII (XXXIII)
Partido de ahí Jesús, lo seguían dos ciegos dando voces diciendo: Ten piedad
de nosotros, Hijo de David. Entrando en casa, se le acercaron los ciegos y
les dijo Jesús: ¿Creéis que yo puedo hacer esto? Respondiéronle: !Sí, Senor!
Entonces tocó sus ojos diciendo: !Hágase en vosotros según vuestra fe! Y se
abrieron sus ojos (Mt 9, 27-30).
?POR QUÉ a ellos que clamaban los hace esperar? Es que de nuevo nos ensena
aquí a huir de la vanagloria. Como la casa estaba cerca, los llevó allá para
sanarlos aparte. Y esto se hace manifiesto por lo que luego les ordenó: que
a nadie lo dijeran. Y no es pequena culpa para los judíos que quienes no
podían usar de sus ojos, abrazaran la fe por sólo lo que oían; mientras que
los judíos usan de sus ojos y ven sus milagros y tienen como testigos sus
propias miradas, pero proceden al revés de los ciegos.
Observa el fervor de los ciegos, tanto por los clamores como por la forma de
su petición. No solamente se le acercan, sino que lanzan grandes clamores. Y
no dicen otra cosa sino:!compadécete! Y lo llaman Hijo de David, por
parecerles que es un apelativo honorífico; pues muchas veces los profetas, a
los reyes a quienes querían honrar y publicar como grandes, los llamaban
así. Y llegados a la casa, por segunda vez los interroga Jesús. Generalmente
procuraba sanar a quienes se lo pedían, para que nadie pensara que por
ostentación se lanzaba a hacer milagros. Pero también para manifestar que
aquellos enfermos eran dignos de ser curados. Y para que nadie dijera que,
si por sola su misericordia los sanaba, tenía que sanarlos a todos. La
misericordia tiene cierta medida que se toma de la fe de los que ruegan.
A estos ciegos no les exige únicamente la fe; sino que, puesto que lo habían
llamado Hijo de David, para elevarlos a más altas regiones y ensenarles lo
que propiamente habían de creer acerca de él, les pregunta:?Creéis que tengo
potestad para hacer esto? No les preguntó ¿Creéis que puedo rogar a mi
Padre, o que se me pueda suplicar? Sino:?que yo tengo potestad para hacer
esto? Y?qué le responden ellos?!Sí, Senor! Ya no lo llaman Hijo de David,
sino que se levantan más alto y lo confiesan como Senor. Entonces finalmente
les impone la mano y les dice: Hágase en vosotros según vuestra le. Lo hace
para confirmarlos en la fe y para manifestar que ellos en parte han
cooperado a la obra, y para dar testimonio de que sus palabras no provenían
de adulación.
Porque no dijo: Ábranse vuestros ojos. Sino: Hágase según vuestra fe. Cosa
que decía aun estando presentes muchos, queriendo confirmar en sus almas la
fe antes de las curaciones corporales; y también para dar más celebridad a
unos y hacer a otros más empenosos. Así procedió en el caso del paralítico.
Antes de consolidar su cuerpo, levanta su alma que yacía, diciéndole:
Confía, hijo: tus pecados te son perdonados. Y a la joven que resucitó, la
tomó de la mano y con darle el alimento manifestó quién le había hecho el
beneficio. Y lo mismo en el caso del centurión, lo atribuyó todo a la fe. Y
cuando salvó a los discípulos de la tempestad en el mar, antes que nada los
liberó de su falta de firmeza en la fe. Lo mismo hace ahora. Porque conocía
los secretos de sus corazones antes de que los ciegos hablaran; y para
encender en otros el mismo fervor, hizo resplandecer a éstos, publicando,
tras de la curación, la que en ellos se ocultaba.
Hecha la curación, les ordena que a nadie cuenten el milagro; y no se lo
manda como quiera, sino que con gran vehemencia se lo prohibe. Pues dice:
Con tono severo les advirtió: Mirad que nadie lo sepa. Pero ellos, una vez
fuera, divulgaron la cosa por toda aquella tierra. No pudieron contenerse y
se convirtieron en pregoneros y evangelizadores; y habiéndoseles ordenado
callar lo sucedido, no pudieron obedecer. Y si en otra parte dice Jesús:
Anda y refiere la gloria de Dios, esto no contradice a lo dicho antes, sino
que, al revés, admirablemente consuena con ello. Porque con lo de los ciegos
nos ensenó a no predicarnos a nosotros mismos; más aún, a impedir a quienes
quisieran celebrarnos, y aun a mandárselo.
Salidos aquéllos, le presentaron a un hombre mudo endemoniado. Su enfermedad
no era cosa natural, sino perversidad del demonio. Por esto tuvo necesidad
de que otros lo llevaran a Jesús. El no podía suplicarle, pues estaba mudo;
ni suplicar a otros, pues el demonio le tenía atada la lengua, y juntamente
con la lengua, el alma. Por esto Jesús no le exige testificar su fe, sino
que al punto lo cura. Pues dice el evangelista: Y, arrojado el demonio,
habló el mudo, y se admiraron las turbas diciendo: Jamás se vio tal cosa en
Israel. Y era cosa que mucho dolía a los fariseos que las turbas
antepusieran a Jesús a todos: no sólo a los vivos, sino aun a los
antepasados. Y lo anteponían no únicamente porque curaba, sino porque curaba
fácil y rápidamente, y enfermedades sin cuento e incurables.
Por su parte los fariseos no sólo falsean los hechos, sino que,
contradiciéndose a sí mismos, no se avergüenzan de ello. Así es la maldad. ¿Qué es lo que dicen? Arroja los demonios en virtud del príncipe de los
demonios. Pero ¿qué cosa hay más necia? Pues como más tarde dijo Jesús, no
puede un demonio arrojar a otro demonio, 303 porque suele el demonio
conservar y consolidar lo suyo y no destruirlo. Pero él no sólo arrojaba los
demonios, sino que limpiaba a los leprosos, resucitaba a los muertos,
reprimía el mar, perdonaba los pecados, predicaba el reino de los cielos,
conducía hacia el Padre: cosas todas que el demonio jamás querrá hacer ni
puede hacerlas. Los demonios llevan a los ídolos y apartan de Dios y quitan
la fe en la vida futura. El demonio, cuando es injuriado, no paga con
beneficios; y al contrario, a quien se le entrega y lo honra, ni aunque éste
lo injurie, lo dana.
Jesús, en cambio, tras de infinitas injurias y querellas: recorría las
ciudades y aldeas, ensenando en sus sinagogas, predicando el evangelio del
reino de Dios y curando toda enfermedad y toda dolencia. Y no sólo no los
castiga por ingratos, pero ni siquiera los reprende. Manifestaba así su
mansedumbre, y luego a los fariseos los refutaba con palabras. Recorría así
las ciudades y aldeas y sinagogas, ensenándonos a rechazar las injurias, no
con injurias, sino con beneficios mayores. Si tú haces los beneficios por
Dios y no por los hombres, hagan lo que hagan tus consiervos, no dejarás de
beneficiarlos, para que sea mayor tu recompensa. De modo que quien tras de
recibir una injuria, cesa de hacer beneficios, manifiesta que andaba
ejercitando la virtud no por Dios, sino por las humanas alabanzas.
Cristo, para ensenarnos que procedía por pura benignidad, no sólo no
esperaba a que los enfermos fueran a él, sino que iba en busca de ellos y
les hacía un doble beneficio: el del reino de los cielos y el de la curación
de todo género de enfermedades. No desdenaba ninguna ciudad, no pasaba de
largo por ninguna aldea, iba por todos los sitios. Y no se contentaba con
esto sino que tomó otra providencia además. Pues dice el evangelista: Viendo
a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban
fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a los
discípulos: La mies es mucha, pero pocos los obreros. Rogad, pues, al dueno
de la mies que envíe obreros a su mies.
Considera de nuevo cuán ajeno está a la vanagloria. Para no atraerlos todos
personalmente hacia sí, manda a sus discípulos. Pero no únicamente por eso,
sino además para adiestrarlos, a fin de que, ejercitándose en Palestina,
como en una palestra, se preparen de este modo para las luchas en todo el
orbe. Y les propone ejercicios de más fuertes combates, todo en cuanto lo
puede sobrellevar la virtud de ellos, para que con mayor facilidad puedan
soportar las batallas que luego vendrán: los ejercita en el vuelo como a
tiernas avecillas. Por de pronto los gradúa como médicos de las enfermedades
corporales y les reserva para más tarde la curación de las almas, que es la
principal.
Advierte en qué forma les hace ver ser esto cosa fácil y necesaria. ¿Qué les
dice? La mies es mucha y los obreros pocos. Como si les dijera: mirad que no
os envío a la siembra, sino a la cosecha. Como lo dijo en el evangelio de
Juan: Otros lo trabajaron y vosotros os aprovechasteis de su trabajo. 304
Les decía esto para reprimirles sus altos sentires e instruyéndolos al mismo
tiempo para que tuvieran gran confianza y demostrándoles que ya había
precedido el mayor trabajo. Advierte cómo empieza por la misericordia y con
la esperanza de la recompensa. Pues dice: Se enterneció de compasión, porque
estaban fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor. Lo cual es una
acusación contra los jefes de los judíos que siendo pastores se mostraban
lobos. Pues no sólo no corregían a la plebe, sino que aun le estorbaban que
adelantara en la virtud.
Admirándose, pues las turbas y exclamando: Jamás se vio tal en Israel,
ellos, al contrario, exclamaban: Es por virtud del príncipe de los demonios
como arroja los demonios. Pero ¿a quiénes llama aquí obreros? A los doce
discípulos. ¿Acaso al decir los operarios son pocos, anadió algunos más? De
ninguna manera, sino que envió a los doce. Entonces ¿por qué anade: Rogad,
pues, al dueno de la mies que envíe operarios a su mies y no anade a ellos
ninguno otro? Porque, siendo ellos doce en número, los multiplicó no
aumentando el número, sino dándoles virtud y poder. Y luego, para
demostrarles cuán grandes los hacía, anade: Rogad, pues, al dueno de la
mies, con lo que deja entender que El tiene potestad para enviar. Porque al
decir: Rogad al dueno de la mies, al punto los ordena predicadores, ya haya
acontecido que ellos nada le suplicaran o que inmediatamente se lo pidieran;
y les recuerda las palabras del Bautista, o sea la era, el bieldo, la paja y
el grano. Por donde se ve que es El el agrícola, el Senor de la mies y aun
de los profetas. Si los envía a la siega, claro está que no los envía a lo
ajeno, sino a lo que El mismo sembró por mano de los profetas. Y no por sólo
este capítulo les infundió confianza, al llamar a su ministerio una siega,
sino con darles potestad para que ejerzan el dicha ministerio.
Y Jesús, habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder sobre los
espíritus impuros para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda
dolencia. Pero si aún no se les había dado el Espíritu Santo: Pues aún no se
había dado el Espíritu Santo, dice Juan, porque Jesús aún no había sido
glorificado, 305 entonces ¿cómo arrojaban los espíritus? Bajo el precepto y
potestad de Jesús. Considera la oportunidad de este apostolado. Porque no
los envió allá a los principios, sino cuando ya lo habían seguido por un
tiempo suficiente; y habían visto a un muerto resucitado, al mar aplacado, a
los demonios arrojados, al paralítico sanado, los pecados perdonados, al
leproso limpiado y suficientes argumentos de la potestad de Jesús así en
obras como en palabras, y la habían constatado. Entonces finalmente los
envió y no a empresas peligrosas, pues aún no había peligro en Palestina.
Solamente había que luchar contra las calumnias.
Sin embargo, les predice peligros y contratiempos y con tiempo los prepara
con el objeto de que sepan soportarlos, y con frecuentes predicciones los va
disponiendo a la batalla. Luego al evangelista, pues nos había nombrado a
dos apóstoles, Pedro y Juan, y luego nos había explicado la vocación de
Mateo, pero nada nos había dicho acerca del nombre y vocación de los otros
apóstoles, le pareció necesario poner aquí el catálogo de ellos con su
número y nombres. Y dijo: Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el
primero Simón, llamado Pedro. Porque había otro Simón llamado el Cananeo; y
también dos Judas, el Iscariote y el de Santiago; y dos Santiagos, el de
Alfeo y el del Zebedeo.
Marcos los puso siguiendo su dignidad; porque en seguida de los dos
corifeos, pone a Andrés. Mateo, por su parte, procede con otro orden. Más
aún: a Tomás, que le era muy inferior, aquí lo antepone a sí mismo. Pero
vamos recorriendo el catálogo desde el principio. El primero Simón llamado
Pedro y Andrés su hermano. No es ésta pequena alabanza. Al uno lo alaba por
su virtud; al otro, por sus bellas costumbres. Luego Santiago el del Zebedeo
y su hermano Juan.?Ves cómo no los pone por orden de dignidad? Porque a mí
me parece que Juan es superior no sólo a los otros, sino a su mismo hermano.
Enseguida, tras de enumerar a Felipe y a Bartolomé, continuó: Tomás y Mateo
el publicano. Lucas no sigue ese orden, sino el inverso, y pone a Mateo
antes de Tomás. Y fuego sigue Santiago el de Alfeo, pues como ya dije había
otro, hijo del Zebedeo. Y después de nombrar a Lebeo, llamado también Tadeo,
y a Simón el Zelador, al que llama Cananeo, llega al traidor. Y lo llama
así, no como enemigo o adversario, sino simplemente como historiador. No lo
llama execrable, malvadísimo, sino que le pone de apellido el nombre de su
patria: Judas Iscariote. Porque había el otro Judas, Lebeo, que se decía
Tadeo, del que Lucas dice que era hijo de Santiago. Para distinguirlo de
éste, Mateo dice: Judas Iscariote el que lo traicionó.
Y no se avergüenza de decir el que lo traicionó. Hasta este punto los
evangelistas no omitieron lo que parecía vituperable. Advierte que el
primero, corifeo y jefe, es un hombre ignorante y sin letras. Veamos, pues,
a dónde y a quienes los envía Jesús. Porque dice: A éstos doce los envió
Jesús. ¿A quiénes envía y de qué condición son? Pescadores, publicanos.
Porque, cuatro eran pescadores y dos publicanos, es a saber Mateo y'
Santiago; y uno de los doce era traidor. Y ¿qué les dice? Al punto les da
sus mandatos con estas palabras: No vayáis a los gentiles ni entréis en'
ciudad de samaritanos. Id más bien a las ovejas perdidas de la casa de
Israel. Como si les dijera: no penséis que porque me llaman endemoniado
calumniosamente y me querellan, yo los odio y aborrezco. He procurado
corregirlos, a ellos los primeros; y ahora a vosotros, apartándoos a un lado
de todos los demás, os envío a ellos como médicos y maestros. Y no sólo os
prohibo que a otros prediquéis antes que a ellos, pero incluso que toméis un
camino que os desvíe a otra parte; de modo que ni debéis entrar en ciudades
de los samaritanos.
Porque los samaritanos eran enemigos de los judíos; y sin embargo era allá
más fácil la predicación, pues se presentaban mucho mejor dispuestos para
recibirla; mientras que los judíos se mostraban más duros. Sin embargo, los
envía a lo más difícil, manifestando así la providencia que tiene de ellos y
cerrando la boca de los judíos y preparando el camino para la predicación
apostólica; a fin de que no los acusaran de nuevo de haber entrado a los
incircuncisos y tuvieran así un motivo justo para rehuirlos y aborrecerlos.
Y llama a los judíos ovejas perdidas de la casa de Israel, y no ovejas que
han emprendido la fuga; siempre pensando en escogerles un modo de que
alcancen perdón. Y trata de atraerlos y dice: Y en vuestro camino predicad
diciendo: El reino de Dios se acerca.
?Ves la alteza del ministerio? ¿ves la dignidad de los apóstoles? No se les
ordena predicar acerca de las cosas sensibles para nada, ni al modo de
Moisés y los profetas anteriores, sino cosas nuevas e inesperadas. Porque
aquéllos no predicaban esto sino bienes de la tierra y de acá abajo,
mientras que éstos predican el reino de los cielos y todo lo que en él hay.
Pero no únicamente por esto les son superiores, sino además por la
obediencia. Porque no rehusan el ministerio ni dudan, como los antiguos;
sino que, aun cuando se les anuncian peligros y guerras y males
intolerables, emprenden lo mandado con alta obediencia, como pregoneros del
reino.
Dirás: ¿por qué son admirables en que al punto obedecieran, no habiendo de
predicar nada duro ni áspero? ¿qué dices? ¿qué no se les mandó predicar nada
duró? Pero ¿no oyes al Maestro que les decía cómo poco después les
sobrevendrían cárceles, destierros, combate de sus congéneres,
aborrecimiento de todos? Porque los envía como pregoneros para llevar a los
demás infinitos bienes; pero a ellos les anuncia y predice que sufrirán
males intolerables. Y luego para mediante la fe confirmarlos más aún, les
dice: Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos,
arrojad los demonios: gratis lo recibisteis, dadlo gratis. Observa el
cuidado que tiene de las costumbres lo mismo que de los milagros,
demostrando que los milagros sin las buenas costumbres, nada son. Y para que
no los invada la soberbia les dice: Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis.
Provee además que huyan del amor al dinero. Por otra parte, para que no
creyeran que tan grandes obras nacían de su virtud, y no se ensoberbecieran
por el poder de hacer milagros, les advierte: Gratis lo recibisteis, gratis
dadlo. Nada vuestro dais a quienes os reciben, pues no lo habéis recibido
como recompensa de vuestros trabajos, sino que es don mío. Dadlo, pues,
vosotros de la misma manera, ya que es imposible a tales dones hallarles
precio que digno sea.
Y al punto, atacando la raíz misma de los males, anade No llevéis oro ni
plata ni bronce en vuestros cintos, ni alforja para el camino, ni dos
túnicas, ni sandalias ni bastón. No les dijo: No llevéis con vosotros, sino
que, aun cuando por otros lados podáis recibir, huid de semejante enfermedad
malvada. Con este mandato muchos bienes conseguía. Desde luego que no
sospechen de los discípulos. En segundo lugar, a éstos les quita toda
solicitud, de manera que puedan darse a la predicación totalmente. En tercer
lugar les ensena cuánto sea el poder de El. Por esto último les dijo
después:?Os faltó acaso algo cuando os envié desnudos y sin calzado? Y no
les da este mandato al principio, sino después de haberles dicho: Limpiad a
los leprosos, arrojad los demonios. Hasta entonces les pone el mandato: No
llevéis con vosotros; y luego anadió: Gratis lo recibisteis, dadlo gratis.
Les da, pues, les que conviene para la empresa y lo que es para ellos
decoroso y lo que sí es posible.
Dirá quizás alguno: todo lo demás parece acomodado y razonable, pero no lo
de no llevar alforja para el camino ni dos túnicas ni bastón ni calzado.
Entonces ¿por qué lo ordenó Jesús? Para ejercitarlos en una vida austera,
pues ya antes no les había permitido ni siquiera la solicitud por el día de
manana. Tenía que enviarlos después como maestros del orbe todo. Por esto
los hace, por así decirlo, de hombres ángeles;y los libra de todos los
cuidados de la vida, para que todo su cuidado sea ensenar su doctrina. Más
aún: aun de este cuidado los libera, diciéndoles: No os preocupéis de cómo o
de qué hablaréis. 306 De manera que lo que parece duro y trabajoso, se lo
hace fácil y manual. Porque nada produce mayor tranquilidad que el estar
libre de cuidados; en especial porque libres de semejante preocupación, de
nada necesitan, estando presente Dios que les serviría en lugar de todas las
cosas.
Y para que no digas: entonces ¿de dónde tendremos el necesario alimento?
Cristo no les dice: Habéis ya oído lo que anteriormente os tengo dicho:
Mirad las aves del cielo, 307 porque no podían aún llevar a la práctica
semejante precepto. Les puso en cambio otra razón menos perfecta, diciendo:
El obrero es acreedor a su sustento. Con lo que declaró que debían ser
sustentados por sus discípulos. Y esto para que no se ensoberbecieran ante
los discípulos, como si a éstos ellos les dieran todo, mientras que nada
recibían de los discípulos. Y también para que los discípulos no fueran
simplemente despreciados por los maestros.
Y para que tampoco dijeran: entonces ¿nos ordenas que pidamos de limosna el
alimento? cosa que les sería vergonzoso, les hace ver que es deber de los
discípulos suministrárselo; por esto a ellos los llama operarios; y al
alimento, recompensa. Como si dijera: no penséis que por consistir todo
vuestro trabajo en palabras, hacéis un beneficio pequeno, puesto que se
trata de una obra muy laboriosa, y lo que os den los que son ensenados no os
lo dan gratis, sino que tiene el valor de una recompensa, y el obrero es
acreedor a su sustento. Claro es que no dice esto porque los trabajos
apostólicos se hayan de estimar en semejante precio !lejos tal cosa! sino
que les ordena no buscar más de lo que les den y que persuadan a los
donantes de que no lo dan por simple y sencilla liberalidad, sino como un
deber y adeudo.
En cualquiera ciudad o aldea en donde entréis, informaos de quién hay ahí
digno, y quedaos ahí hasta que partáis. Como si les dijera: leo porque 'os
dije: El obrero es acreedor a su sustento, ya por eso os he abierto las
puertas de par en par y de todos, sino que también en esto espero de
vosotros grande cuidado; porque esto mismo será para vosotros alabanza y
honor y aun para el alimento os vendrá bien. Porque si el que os hospeda es
persona digna, os dará plenamente vuestro alimento, en especial si no pedís
sino lo necesario. Ni sólo ordena que se busquen personas dignas, sino que
prohibe andar de casa en casa, tanto para no molestar al que los hospeda,
como para no parecer ellos gente ligera y dada a la crápula. Esto fue lo que
declaró con aquellas palabras: Permaneced ahí hasta que partáis. Así se ve
también por los otros evangelistas.
?Observas de qué manera hace a los discípulos más honorables y a los
hospedadores más diligentes, demostrándoles cómo llevan máximas ganancias,
tanto en gloria como en provecho? Y sigue luego la misma materia: Entrando
en la casa, saludadla. Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz;
si no lo fuere, vuelva vuestra paz a vosotros.?Observas cómo ordena esto
minuciosamente? Y con razón. Está instruyendo a los atletas de la religión y
preparando a los pregoneros de todo el orbe; y por estos caminos los hace
más moderados y más amables. Y anade: Si no os reciben y no escuchan
vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el
polvo de vuestros pies. En verdad os digo que más tolerable suerte tendrá la
tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad.
Como si les dijera: no porque ensenáis, esperéis que otros os saluden
primero, sino adelantaos a hacerles este honor. Y luego para declarar que no
se trata de un simple saludo, sino de una bendición, dice: si esa casa fuere
digna, vendrá la bendición sobre ella; pero si es casa de querellas, el
primer castigo será que no gozará de paz; y el segundo que será castigada
como Sodoma. Y si dijeren: ¿qué tenemos que ver con esos castigos? les
responde: tendréis casas más dignas.
Y ¿qué significa: sacudid el polvo de vuestros pies? Es para testificar que
nada han recibido de ellos, o bien en testimonio del largo camino emprendido
para ir a ayudarlos. Por lo demás considera cómo no les da todo de una vez.
No les concede la preciencia para poder de antemano saber quiénes son dignos
y quiénes indignos; sino que les ordena explorar e ir experimentando y
examinando. Entonces ¿por qué El convivía con el publicano? Porque el
publicano se había hecho digno mediante la conversión. Advierte cómo, tras
de despojarlos de todo, les da todo al mandarles que permanezcan en la casa
de los discípulos y entren en ella sin llevar nada. Con esto quedan libres
de toda solicitud y persuadirán a los discípulos de que no venían con alguna
otra finalidad, sino su salvación; tanto por llegar sin nada como por sólo
pedir lo necesario y finalmente por no hospedarse con todos sin previo
examen.
No quiso que brillaran únicamente por los milagros, sino mucho más por la
virtud que por los milagros; ya que nada caracteriza mejor una doctrina y
virtud como el nada poseer superfluo y que en cuanto sea posible de nada se
necesite. Así lo sabían incluso los falsos apóstoles. Por lo que Pablo
decía: Para cortar toda ocasión a los que buscan encontrar algo en que
gloriarse igual que nosotros. 308 Si cuando vamos de viaje a una región
extrana y estamos entre gente desconocida no hay que buscar otra cosa que el
diario alimento, mucho más debemos hacerlo cuando estamos hospedados en una
casa.
Pero tales cosas no únicamente oigámoslas, sino imitémoslas. No se han dicho
para sólo los apóstoles, sino para todos los futuros fieles. Seamos dignos
de semejante herencia. La paz a veces va y a veces viene, conforme a la
voluntad de los que la reciben. Esto depende no sólo de la virtud y potestad
del que ensena, sino además de la dignidad de los que lo reciben. Y no
pensemos ser poco dano que no disfrutemos de esa paz. Semejante paz
profetizaba Nahum al decir:!Qué hermosos son los pies de los que anuncian la
paz! 309 Y luego, declarando cuán digna sea, anade: De los que anuncian los
bienes. Y también Cristo predicó sus grandezas diciendo: La paz os dejo, mi
paz os doy. 310 No omitamos medio alguno para gozarla, tanto en el hogar
como en la iglesia.
En la iglesia dé la paz el que preside. Esto es tipo y figura de Cristo; y
conviene recibirlo con gran anhelo, antes con el corazón y el ánimo mismo,
que en la mesa sagrada. Pues si es cosa que apena no hacerse participante de
la mesa ¿cu��nto más penoso será echarlo y rechazarlo cuando habla? Por ti se
sienta aquí el presbítero, por ti está presente el maestro fatigado y
trabajado. Pues ¿qué excusa tendrás si tú no tienes paciencia ni siquiera
para escucharlo? Casa común es la iglesia y entramos en ella nosotros
precedidos de vosotros, guardando la forma y ejemplo que los apóstoles nos
dieron. Por esto, según la ley puesta por Cristo, apenas entrados, a todos
vosotros y juntamente os damos la paz.
Así, pues, que nadie se muestre negligente y perezoso cuando los sacerdotes,
tras de haber entrado, dan la paz; porque semejante negligencia acarrea no
pequeno castigo. Yo preferiría ser mil veces despreciado al entrar en
vuestra casa que no ser escuchado aquí cuando os hablo. Esto me sería más
pesado que aquello, puesto que mucho más digna es esta casa: !aquí está el
depósito de nuestros mayores tesoros y toda nuestra esperanza! ¿Qué hay aquí
que no sea tremendo? ¿qué hay que no sea grande? Esta mesa sagrada es con
mucho, más honorable y dulce que la de tu casa; esta lámpara, más que tu
lámpara. Lo saben cuantos a tiempo han sido ungidos con este óleo y han
recobrado la salud. También esta arca es mucho mejor que la que tú tienes y
más necesaria: no encierra vestidos, sino limosnas, aunque sean aquí pocos
los que tienen la virtud de hacer limosnas. 311 También el lecho es más
excelente; por la lectura de las Letras Sagradas es más suave que cualquier
lecho. Si tuviéramos concordia, no tendríamos otra casa.
Que lo que aquí yo ahora aconsejo no sea laborioso lo testifican aquellos
tres mil y aquellos cinco mil hombres que tenían juntos una misma casa, una
misma mesa y una sola alma. Pues dice: La multitud de los que habían creído
tenía un corazón y un alma sola. 312 Pero como estamos tan distantes de la
virtud de aquéllos y nos encontramos separados en diversas casas, a lo menos
cuando aquí nos reunimos procuremos esa concordia cuidadosamente. Si en
otras partes somos mendigos y pobres, aquí todos somos ricos. En
consecuencia, a lo menos cuando aquí entramos recibidnos con amor. Y cuando
os digo: La paz sea con vosotros, contestad: Y con tu espíritu; pero no con
la voz únicamente, sino con todo el ánimo. Mas si cuando aquí dices: Paz
también a tu espíritu, luego allá fuera me combates, me escupes, me
maldices, me acometes con infinitos insultos ¿qué clase de paz es ésa?
Por mi parte, aun cuando un sinnúmero de veces me maldigas, de corazón
sincero te digo y doy la paz y con ánimo pleno; ni puedo desearte mal alguno
porque llevo entranas de padre. Y si algunas veces te reprendo lo hago
movido de tu interés. Tú, en cambio, a escondidas me muerdes; y cuando no me
recibes en la casa del Senor, temo que vas a aumentar mi tristeza, no porque
me has injuriado, ni porque me has cerrado la puerta sino porque tú has
rechazado la paz y has acarreado sobre ti un grave castigo. Aunque yo no
sacuda el polvo de mi calzado, aunque no me aparte, sin embargo, permanece
firme la amenaza del castigo.
Por mi parte, con frecuencia os repito y doy la paz, y no cesaré de darla; y
si me recibís con injurias, ni aún así sacudiré el polvo; y no porque no
obedezca al Senor, sino porque ardo en caridad vehemente para con vosotros.
313
Por lo demás, yo no he llevado a cabo por vosotros nada arduo; no he
emprendido largas peregrinaciones; no me he llegado en hábito pobre y
penitente; y es preciso que yo me acuse delante de todos. Yo no vine
descalzo ni sin dos túnicas; y quizás en virtud de esto- os habéis
descuidado de vuestros intereses espirituales. Pero, a pesar de todo, nada
de eso os sirve de disculpa, aunque nuestro pecado sí resulta mayor; pero
esto no os alcanza a vosotros el perdón. En aquellos tiempos apostólicos la
casa común era la iglesia. Entonces en aquella casa no se tenían pláticas
seglares. Ahora en cambio en la iglesia no se tiene conversación alguna
espiritual, sino que venís acá incluso a tratar negocios propios de la
plaza. Hablando acá Dios, ni siquiera lo oís en silencio, sino que, por el
contrario, habláis de negocios del siglo; y ojalá hablarais únicamente dé lo
que os atane, pero habláis y escucháis lo que nada tiene que ver con
vosotros. Por esto lloro y no cesaré de llorar. Porque no puedo marcharme de
esta casa, sino que es necesario que en ella permanezca, hasta que salgamos
de la vida presente.
Recibidnos, pues, como lo ordena Pablo. Porque no hablaba él de la mesa,
sino de la buena voluntad y disposición de ánimo. 314 Y esto es lo que
pedimos de vosotros: caridad, amor ardiente y sincero. Si tales
disposiciones no traéis, a lo menos amaos los unos a los otros, haciendo a
un lado toda la tibieza presente. Esto bastará para nuestro consuelo: ver
que procedéis correctamente y que mejoráis en las costumbres. Por mi parte,
os mostraré mayor caridad aún, aun cuando, amándoos más fervorosamente, sea
menos amado de vosotros. Muchos lazos nos unen tenemos delante una mesa
común; tenemos un mismo Padre; todos nacimos de un parto espiritual; se nos
ha dado una misma bebida; ni sólo la misma bebida, sino el tomar del mismo
cáliz. Porque nuestro Padre y. pastor, queriendo unirnos en mutua caridad,
nos dio a que bebiéramos de un mismo cáliz, lo que es senal de suma caridad.
Diréis que no somos dignos de los apóstoles. Por mi parte lo confieso, y
nunca lo negaré, pues no podemos compararnos ni con la sombra de ellos. Sin
embargo, cumplid vosotros con vuestro deber. De esto jamás os avergonzaréis
y os será de gran utilidad. Cuando aun para quienes somos indignos
mostrareis tan grande caridad, tan grande obediencia, seréis sin duda en
forma mayor recompensados. Y en esto no hablemos cosas nuestras ni tenemos
maestro acá sobre la tierra; sino que os damos lo' que recibimos y por lo
que os damos no pedimos nada en recompensa, sino únicamente vuestra caridad
en pago. Y si aun de vuestra caridad no somos dignos, creo que pronto lo
seremos, a lo menos porque sinceramente os amamos. Tenemos el mandato de
amar no sólo a quienes nos aman sino también a nuestros enemigos. Y ¿quién
será tan brutal e inhumano que habiendo recibido este mandato aborrezca y
odie a quienes lo aman, aun cuando lo supongamos llenos de vicios? Hemos
participado de la misma mesa espiritual, seamos consortes de la misma
caridad. Si los ladrones cuando comen juntos olvidan su fiereza ¿qué excusa
tendremos nosotros que participamos del mismo cuerpo de Cristo, pero no
imitamos ni siquiera esa mutua mansedumbre de los ladrones?
Para muchos no ya la mesa común, sino el solo ser de la misma ciudad bastó
para la amistad. Pues nosotros que tenemos comunes la ciudad y la casa y la
calle y la puerta y la raíz y la vida y la cabeza y el Pastor y el Rey y el
maestro y el juez y el Creador y el Padre y en fin todo común ¿de qué perdón
seremos dignos si mutuamente andamos en discordias? ¿Buscáis quizá los
mismos milagros que aquellos primitivos hacían cuando se presentaban
limpiando a los leprosos, echando los demonios, resucitando a los muertos?
Pero precisamente lo propio de nuestra nobleza y la gran senal de caridad es
el que creáis en la palabra de Dios sin esas prendas. Dios ha cesado de
hacer milagros para eso; pero además os presentaré otro motivo. Pues si
habiendo cesado los milagros, se entregan a la predicación los que están
dotados de otras cualidades, como la amplitud en la doctrina o la excelencia
en la piedad, y soberbios con eso se apartan de los demás ¿qué cismas y
divisiones no habría si se les anadiera el carisma de los milagros?
Y que esto no lo digo por meras conjeturas, lo testifican los corintios,
quienes por ese motivo se dividieron en bandos. No busques milagros sino la
salvación de tu alma; no anheles ver a un muerto resucitado; no anheles ver
a un ciego sanado; sino advierte cómo ahora todos ven con una vista mejor y
más útil y aprende de aquí a usar con más moderación tus miradas y a
corregir tus ojos. Si la vida de todos nosotros fuera la que debe ser, los
gentiles nos admirarían más que si hiciéramos milagros. Al fin y al cabo,
los milagros con frecuencia no se reputan por tales milagros y están sujetos
a muchas sospechas perversas; aunque a la verdad nuestros milagros
evangélicos no son de semejante naturaleza. En cambio, la verdadera virtud
cierra todas las bocas.
Apliquémosnos, pues, a la virtud, pues muchas riquezas contiene y es
grandemente admirada. Ella engendra la verdadera libertad, de tal manera que
aun en la esclavitud se hace notar. Y esto, no porque saque de la esclavitud
sino porque hace a los esclavos más excelentes que a los libres, cosa de
mayor precio que la libertad material. No hace rico al pobre; pero aunque
éste permanezca pobre, lo hace más opulento que al rico. Si quieres hacer
milagros, líbrate del pecado y ya los habrás hecho. Porque, carísimo, gran
demonio es el pecado y si lo echas fuera, habrás hecho una obra más eximia
que quien expulsa a mil demonios.
Oye a Pablo lo que dice, anteponiendo la virtud a los milagros: Aspirad a
los dones mejores; y todavía os demuestro un camino mejor. 315 Y al exponer
este camino, no habla de muertos resucitados ni de leprosos limpiados ni de
alguna otra cosa semejante, sino que en lugar de todo eso, habla de la
caridad. Oye también a Cristo que dice: no os alegréis de que los espíritus
os estén sometidos, sino de que vuestros nombres están escritos en los
cielos. 316 Y ya antes había dicho: Muchos me dirán en aquel día: !Senor,
Senor! ¿no profetizamos en tu nombre y en nombre tuyo arrojamos los demonios
y en nombre tuyo hicimos muchos milagros? Y yo entonces les diré: Nunca os
conocí. 317 Y cuando iba hacia la cruz, llamó a sus discípulos y les dijo:
En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis caridad los unos
para con los otros; 318 y no en si arrojáis demonios. Y también: En esto
conocerán todos que tú me enviaste: 319 no en si resucitan muertos, sino si
son uno.
Con frecuencia los milagros han ayudado para esto y han ayudado a otros,
pero han danado al que los hace arrojándolo a la vanagloria y a la
hinchazón, o en fin de algún otro modo. Pero en las buenas obras no cabe
esta sospecha, pues ayudan a quien las ejercita y a otros muchos.
Practiquémoslas con gran diligencia. Si de tu inhumanidad te conviertes a
dar limosna, ya habrás extendido la mano seca. Si absteniéndote del teatro
entras en la iglesia, ya habrás sanado a un cojo. Si apartas tus ojos de una
meretriz y de la belleza ajena, los ojos que antes estaban ciegos los habrás
abierto. Si en vez de las canciones diabólicas aprendes los salmos, habiendo
sido antes mudo por fin hablas. Milagros grandísimos son éstos y potentes y
eximios. Perseveremos en hacer estos milagros y ellos son los que nos harán
grandes y admirables y atraeremos a la virtud a todos los perversos y
gozaremos de la gloria futura. Ojalá que todos la consigamos, por gracia y
misericordia de nuestro Senor Jesucristo a quien sea la gloria por infinitos
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXIII (XXXIV)
Os envío como ovejas en medio de lobos; sed pues prudentes como las
serpientes y sencillos como las palomas (Mt 10, 16).
UNA VEZ QUE infundió confianza acerca de que se les suministraría lo
necesario para el alimento y les abrió las puertas de todas las mansiones y
les ensenó la forma más decorosa de entrar en ellas (no ciertamente como
quien les ordena andar de vagabundos y mendigos, sino como quienes eran muy
superiores a quienes los hospedaran, pues esto significó cuando dijo: el
obrero es acreedor a su sustento, lo mismo que cuando les mandó examinar
quién era la persona más digna y permanecer en su casa y saludar a quienes
los recibieran y amenazó con males intolerables a quienes no los recibieran)
; en suma, cuando hubo hecho todo eso y los hubo liberado de toda solicitud
y los hubo armado con el esclarecido poder de hacer milagros y los hubo
hecho como de hierro y de diamante y hecho superiores a todos los seculares
y libres de todo cuidado temporal, finalmente pasa a declararles todos los
males que se les echarían encima; y no únicamente los que en el tiempo más
próximo les acontecerían, sino además los que les sobrevendrían mucho
después preparándolos así de antemano para el combate que tendrían que
emprender contra el demonio.
De semejante proceder manaban muchos bienes. En primer lugar, que ellos
conocieran la fuerza y virtud de la presencia divina de Cristo. En segundo
lugar, que nadie pudiera sospechar que semejantes males les venían por causa
de la debilidad del Maestro. En tercer lugar, para que no se perturbaran los
que los habían de sufrir si inesperadamente les acontecían. En cuarto lugar,
para que cuando al tiempo de la Pasión oyeran las mismas cosas, no se
alborotaran. Porque en verdad se alborotaron cuando les dijo: Porque hablé
estas cosas vuestro corazón se llenó de tristeza; y nadie me pregunta ¿a
dónde vas? 320
Sin embargo, aún nada les dice de sí mismo: que será azotado, que será
muerto, para que no se perturben en su ánimo; sino que entre tanto solamente
les anuncia lo que a ellos les acontecerá. Y luego, para que aprendan que es
este un nuevo modo de pelear y nuevo también el modo de ejército, pues los
envía desnudos, vestidos de sólo una túnica, sin calzado, sin bastón, sin
cenidor o alforja y ordena que los alimenten los hospedadores, no se
contenta con esto, sino que, demostrando su inefable poder, les dice:
marchando enesta forma, mostrad además la mansedumbre de las ovejas y
también la sencillez de las palomas. Como si les dijera: Por este camino yo
manifestaré mejor mi fortaleza, cuando las ovejas venzan a los lobos; y esto
aun cuando estén circuidas de lobos y sean desgarradas a dentelladas sin
cuento, y sin embargo no sólo no se las dane sino que conviertan a los
lobos. Esto es más admirable y grande que si mataran a los lobos, pues
consiste en que les cambien la voluntad y les transformen el ánimo. Y esto
no siendo ellos sino doce y estando el orbe lleno de lobos.
Avergoncémosnos quienes nos portamos de modo contrario y acometemos a los
enemigos como si nosotros fuéramos los lobos. Siendo ovejas, venceremos; y
aun cuando estemos de todas partes rodeados de lobos, los superaremos. Pero
si nos tornamos en lobos, seremos vencidos, porque quedaremos destituidos
del auxilio del Pastor. El no apacienta lobos sino ovejas; y se aparta y te
abandona porque no lo dejas desplegar y ejercer su virtud. Si estando
atribulado demuestras tu virtud, a El se le atribuye totalmente la victoria;
pero si te adelantas y pugnas, oscureces la victoria.
Considera quiénes son los que escuchan tan duros mandatos y tan trabajosos.
Son hombres temerosos, ignorantes, sin letras, indoctos, enteramente
oscuros, que no saben las leyes de otros pueblos, que nunca se han
presentado en público en el foro, pescadores y publicanos y llenos de
deficiencias. Pues si tales mandatos son capaces de perturbar aun a hombres
de alto ingenio y animosos ¿cómo no iban a perturbar y quitar ánimo a
aquellos hombres ineptos y que jamás habían sonado con grandes empresas?
Pues bien: !no se intimidaron! Dirá alguno que con razón, pues se les había
dado el poder de arrojar los demonios y de limpiar a los leprosos. Mas yo os
digo que precisamente podía esto sobremanera perturbarlos. Es decir, el que,
resucitando muertos, hubieran de soportar sufrimientos intolerables, como
son los tribunales, el ser llevados a la muerte, el tener que luchar contra
todos, y todo esto mientras hacían milagros. ¿Qué consuelo les queda entre
males tan grandes y numerosos? El poder del que los envía. Por esto Cristo
echó por delante la frase: He aquí que yo os envío. Esto os basta para
consuelo v os basta para tener confianza y no temer a ningún adversario.
?Observas la autoridad con que habla? ¿Observas el poder que manifiesta? ¿ves su fortaleza inexpugnable? Lo que dice tiene este sentido: No os
turbéis porque al enviaros entre lobos os mande que seáis como corderos y
palomas. Podía yo hacer lo contrario, y enviaros a nada padecer y no
exponeros como ovejas a los lobos, sino haceros más fuertes que los leones;
pero conviene que se haga de este otro modo. Esto os hace a vosotros más
resplandecientes y al mismo tiempo ensalza mi poder. Es lo mismo que dijo a
Pablo: Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al colmo el poder. 321
Yo mismo os lo he hecho ver así. Porque cuando dice: Yo os envío como
ovejas, esto es lo que quiere decir. Por lo mismo no decaigas de ánimo: sé
yo, sé muy bien que por este camino seréis más fuertes que todos e
inexpugnables. Luego, para que ellos pusieran algo de su parte y no
.pareciera que todo les venía de la gracia ni se pensara que sin motivo se
les cenía la corona, les dice: Sed, pues, prudentes como las serpientes y
sencillos como las palomas.
Podían decir ellos: pero ¿qué vale nuestra prudencia en tal sin fin de
peligros? ¿cómo podremos tener prudencia, agitados de tan grandes oleajes?
Cualquiera que sea la prudencia de la oveja, al hallarse entre lobos y entre
tan crecido número de lobos ¿qué podrá hacer? Por mucha que sea la sencillez
de la paloma ¿de qué le sirve entre tantos gavilanes? A esos animales
irracionales, cierto que de nada les sirven. Pero a vosotros mucho os
ayudarán. Pero veamos qué clase de prudencia les pide aquí. La de la
serpiente, dice. Así como la serpiente todo lo pierde y aun se deja cortar
el cuerpo y nolo rehuye con tal de salvar la cabeza, así tú, dice Cristo,
excepto la fe entrégalo todo; dineros, cuerpo, el alma misma. Porque la fe
es la raíz y cabeza. Conservada ésta, aun cuando todo lo demás lo pierdas,
lo recuperarás con abundancia. Por esto no ordenó simplemente que fueras
sencillo, ni sólo que fueras prudente, sino que ordenó, la junta de ambas
cosas, de manera que entre ambas constituyan la virtud. Escogió la prudencia
de la serpiente para que no recibas heridas mortales; escogió la sencillez
de la paloma, para, que cuando te hagan mal, no te vengues ni rechaces a los
que te danan, con espíritu de venganza. Pues si esto no hay, de nada
aprovecha la prudencia.
?Hay cosa más difícil que ambos preceptos? ¿No era bastante con sufrir
males? !No! contesta. Te prohibo además que te irrites, que es lo propio de
la paloma. Dirás que esto equivale a que alguno arroje la cana al fuego y al
mismo tiempo le ordene no quemarse, sino extinguir el fuego. No nos
turbemos. Así sucedió y así se cumplió y por las obras se vio que así era la
verdad. Porque los apóstoles fueron prudentes como las serpientes y
sencillos como las palomas. Y no porque fueran de naturaleza distinta de la
nuestra, pues eran de la misma. De manera que nadie tenga por imposible
cumplir el mandato. Cristo conoce mejor que todos la naturaleza de las
cosas; y sabe que la fiereza no se apaga con la fiereza sino con la
moderación. Y si quieres saber la verdad de las cosas y cómo se llevaron a
cabo, lee los Hechos de los Apóstoles y encontrarás las muchas veces en que
irritados los judíos y aguzando los dientes; y al contrario los apóstoles,
imitando la sencillez de las palomas y hablando con la debida modestia,
apaciguaron el furor de aquéllos y aplacaron sus ímpetus.
Así, cuando los judíos les dijeron:?Acaso no os mandarnos que no hablarais
de este nombre? 322 aun cuando hubieran ellos podido hacer infinitos
milagros, nada hicieron ni dijeron que fuera áspero, sino que con gran
mansedumbre se excusaron diciendo Juzgad por vosotros mismos si es justo
ante Dios que os obedezcamos más que a El.?Has visto la sencillez de la
paloma? Pues mira ahora la prudencia de la serpiente: Porque no podemos
dejar de decir lo que hemos visto y oído.?Miráis cómo conviene que por todos
lados nos armemos cuidadosamente para que ni nos acobarden los peligros ni
nos arrebate la ira? Por esto les decía Jesús: Guardaos de los hombres,
porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán. Seréis
llevados a los gobernadores y reyes por amor de mí, para dar testimonio ante
ellos y los gentiles. Los prepara de nuevo para que vigilen y les ordena
constantemente que sufran los males, pero dejando El que los demás les hagan
dano. Para que aprendas que sufriendo males es como se alcanza la victoria,
y que por este camino se erigen los trofeos. Porque no dijo: resistid,
luchad contra los que intentan danaros, sino únicamente: tendréis que sufrir
gravísimos males.
!Oh! !cuán grande fuerza en el hablar! !cuán grande virtud de los que lo
oían! Porque a la verdad, cosa de maravilla es que ellos, al oír esto, no
huyeran al punto, pues eran miedosos y no habían recorrido más regiones que
el lago en donde pescaban. Cómo no pensaron ni dijeron: ¿en dónde nos
refugiaremos? Estarán contra nosotros los tribunales, los reyes, los
presidentes, las sinagogas de los judíos, las turbas de los gentiles, los
jefes y los súbditos. Porque no les predijo únicamente los trabajos en
Palestina y los males que en ella sufrirían sino que les predijo las guerras
que tendrían por todo el orbe.
Seréis llevados, dice, ante los reyes y ante los gobernadores, declarándoles
con esto que luego serían enviados a los gentiles. !Has armado contra
nosotros a todo el orbe de la tierra: a todos los habitantes del orbe los
has armado en contra nuestra: a pueblos, tiranos y reyes! Y lo que sigue es
aún más' terrible, cuando los hombres por causa nuestra se convertirán en
parricidas y asesinos de sus hermanos y de sus hijos. Porque dice: El
hermano entregará al hermano a la muerte; el padre, al hijo; y se levantarán
los hijos contra los padres y les darán muerte. Preguntarás: pero ¿cómo
creerán los demás cuando vean a los hijos muertos por sus padres a causa
nuestra, y los hermanos a los hermanos y que se multiplica toda clase de
crímenes? ¿No nos arrojarán de todas partes como a perversísimos demonios,
.como a execrables corruptores del orbe, al ver derramada la sangre de los
parientes y la tierra llena de asesinatos semejantes? ¿Podremos acaso dar la
paz en las casas, cuando, al revés, las iremos llenando de muertes?
!Y todavía, si fuéramos muchos y no solamente doce: si no fuéramos hombres
sin letras sino sabios, filósofos, oradores y hábiles en el arte de hablar;
y aun reyes con ejércitos y tesoros y erarios! Pero ni aun así podríamos
persuadir a nadie, pues encendemos guerras civiles y aun peores que las
guerras civiles. Aun cuando nosotros nos descuidemos de nuestros intereses ¿quién se nos unirá de corazón? Pues bien: nada de esto pensaron ni dijeron,
ni pidieron razones al Maestro acerca de sus mandatos, sino que todo lo
aceptaron y obedecieron; cosa que no fue fruto únicamente de su virtud, sino
además de la prudencia del Maestro.
Porque advierte cómo a cada aflicción le anade su consuelo. Tratando de los
que no los recibirían, dijo: Más tolerable suerte tendrá la tierra de Sodoma
y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad. 323 Y ahora, cuando les
anuncia que: seréis llevados a los gobernadores y a los reyes, anade: será
por mí, para dar testimonio de mí ante ellos y ante los gentiles. No es
pequeno consuelo padecer eso por Cristo y ser llevado ante ellos para
confundirlos. Porque Dios, aunque nadie lo considera, en todas partes
procede a lo suyo. Y los consolaba así, no porque ellos anduvieran
cuidadosos de vengarse, sino porque por esos motivos ellos confiaban que en
todas partes les ayudaría el mismo que tales cosas les había predicho y las
había previsto, y que no sufrirían todo eso como perversos y corruptores. Y
todavía anadió otra no pequena consolación al decirles: Cuando os entreguen,
no os preocupéis de cómo habéis de hablar; porque se os dará en aquella hora
lo que debéis decir. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de
vuestro Padre el que hable en vosotros. Y esto con el objeto de que no
dijeran: ¿cómo podremos persuadir en cosas de tal grandeza? Ordénanos que
también confiemos en que se nos sugerirá la defensa. Y en otra parte dice:
Yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán, resistir. 324 Y
aquí mismo anade: El Espíritu de vuestro Padre es el que habla en vosotros,
elevándolos así a la dignidad de profetas.
En vista de esto, cuando les explica la virtud y poderes que les ha
conferido, les anade enseguida los males de matanzas y homicidios: El
hermano entregará al hermano a la muerte; el padre al hijo; y se levantarán
los hijos contra los padres y les darán muerte. Y no se detuvo aquí, sino
que anadió cosas aún más horribles y tales que podrían conmover aun a las
mismas piedras: Seréis aborrecidos de todos. Pero anade, el consuelo: Por mi
nombre, les dice, padeceréis esto. Y luego otro consuelo: El que perseverare
hasta el fin, ése será salvo. Pero también bajo otro aspecto podían estas
cosas levantarles el ánimo. Pues si tan grande ibaa a ser el poder de la
predicación que aun la naturaleza padeciera deshonra, se rechazaran los
parentescos y afinidades y la palabra de Dios se antepusiera hasta el punto
de hacer a un lado todo lo demás con su poder; si la fuerza de la naturaleza
no podría resistir a la de la predicación, sino que sería deshecha y
conculcada ¿qué cosa más había que pudiera vencer a los apóstoles? Pero no
porque esto sea así, les advierte, ya podéis vivir en seguridad, sino que
tendréis como enemigos mancomunados a cuantos habitan el orbe de la' tierra.
.
?Dónde está ahora Platón? ¿dónde Pitágoras? ¿dónde la turba de los estoicos?
Platón, tras de haber alcanzado grandes honores, se vio reducido a ser
vendido como esclavo y con todo lo que filosofaba no pudo persuadir lo que
quería ni a un solo tirano. Y Pitágoras, tras de traicionar a sus
discípulos, miserablemente pereció. Y la peste de los cínicos pasó como
ensueno, como ensueno, como sombra. Pero, aun cuando nada de eso les hubiera
acontecido; aunque por su famosa filosofía exteriormente brillaran y fueran
estimados; aunque los atenienses hayan expuesto al público las cartas de
Platón, enviadas por medio de Dión, lo cierto es que todo el tiempo lo
pasaron tranquilos y rodeados de no pocas riquezas. Aristipo compró
prostitutas a gran precio; otro dejó en su testamento escrito una bu~ba
herencia; otro pasó por encima de los discípulos inclinados ante él en forma
de puente. Del de Sínope se cuenta que en pública plaza cometía actos
vergonzosos.
Tales son las preclaras hazanas de ésos. Nada de semejantes miserias se ve
en los otros, sino, al contrario, una templanza perseverante, una modestia
exquisita, un combate por todo el orbe en favor de la verdad y de la piedad,
de donde proceden diariamente las muertes de ellos y enseguida sus
espléndidos triunfos. Objetan los adversarios: !Sí! pero entre los gentiles
hay también esclarecidos caudillos, como Temístocles y Pericles. Pero las de
éstos no son sino juegos de ninos si se comparan con las hazanas de aquellos
pescadores. ¿Qué puedes decir de Temístocles? ¿Que persuadió a los
atenienses a entrar en las naves, cuando Jerjes «cometió a Grecia? Pues
bien: acá no a Jerjes que acometías sino al diablo unido al orbe todo y a
todas las tropas de infinitos demonios que se lanzaron contra los doce; y no
por breve tiempo, sino durante toda la vida, los pescadores los vencieron; y
lo que es más maravilloso, no dando muerte a los enemigos, ,sino
cambiándoles sus costumbres y convirtiéndolos a la fe.
Porque esto se puede ver en todas partes: que ellos ni mataron ni pusieron
asechanzas a quienes los combatían; sino que habiéndolos encontrado iguales
a los demonios, los hicieron igules a los ángeles, librando a la naturaleza
humana de esa malhadada tiranía y expulsando de las plazas, de las casas y
aun de los desiertos a esos perversos demonios y criminales que todo lo
perturban. Lo testifican los coros de monjes que se han establecido en todas
partes, no sólo en el suelo habitado sino también en el inhospitalario. Y lo
más admirable es que no lo llevaban a cabo armando un ejército, sino que
entre padecimientos todo lo iban llevando a cabo. Tenía el mundo en medio a
semejantes varones, de clase social ínfima, y los encadenaba y los azotaba y
los traía y llevaba, pero no podía cerrarles la boca; sino que a la manera
de los rayos del sol, que nadie puede atarlos, así el mundo no podía atarles
a ellos la lengua. Y la causa no eran los mismos que hablaban, sino la
virtud del Espíritu Santo. Así venció Pablo a Agripa y también a Nerón, el
que a todos superaba por sus crímenes. Dice Pablo: El Senor me asistió y me
dio fuerzas, y me libró de las garras del león. 325
Por tu parte, admírate de que los apóstoles, oyendo aquello de: No, andéis
solícitos, lo creyeron y obedecieron y ningún temor les causó nada de esas
cosas temibles. Y si alegas que Cristo les dio un oportuno y suficiente
consuelo al decirles: El Espíritu de vuestro Padre será el que hable,
responderé que precisamente eso me deja estupefacto, pues ni dudaron ni
suplicaron que se les librara de semejantes desgracias; desgracias que
habían de ser no para dos anos, sino para toda la vida. Porque lo deja
entender la sentencia que sigue: El que perseverare hasta el fin, ése será
salvo.
Quiere Dios que las buenas obras se lleven a cabo no únicamente por obra
suya, sino con la cooperación y buen propósito de los apóstoles. Considera,
pues, en lo anterior cómo hay cosas que pone Dios y cosas que ponen los
discípulos. El hacer milagros es de Dios; el no poseer nada es de los
discípulos. El abrirles las casas de todos es de la gracia de arriba; el no
pedir sino lo necesario es de la virtud de los discípulos, pues el obrero es
digno de su salario. El dar la paz es don de Dios; el buscar a los dignos y
no entrarse por todos sin discreción, es de la templanza de los apóstoles.
Vengarse de quienes no reciban a los discípulos es de Dios; el apartarse
modestamente sin lanzar dicterios ni injurias cosa es que toca a la
mansedumbre apostólica. Dar el Espíritu Santo y quitar toda solicitud, es
del que los envía; imitar a las ovejas y palomas y llevarlo todo con
fortaleza, toca a la constancia y prudencia de los discípulos. Ser odiado y
no decaer de ánimo, sino perseverar, les toca a ellos; salvar a los
enviados, le toca al que los envía. Por eso dijo: El que perseverare hasta
el fin, ése será salvo.
Y pues suelen muchos ser fervorosos a los comienzos, pero luego perder
fuerzas y ánimos, anadió eso. Como si dijera: busco el fin. ¿Para qué hacen
falta semillas que florezcan al principio y luego en breve tiempo se sequen?
Por eso les exige una paciencia perseverante. Y les advierte que la
paciencia les es necesaria para que nadie diga que El lo ha hecho todo; y
que no es maravilla que los apóstoles fueran lo que fueron, pues nada grave
hubieran de sufrir. Es como si dijera: Aunque yo os salvaré de los primeros
peligros, pero os reservo para después otros más graves, a los cuales luego
se seguirán otros; y no habrá término en ellos hasta el cabo de la vida.
Porque esto dejaba entender al decir: El que persevere hasta el fin, ése
será salvo.
El que les dice: No os preocupéis de cómo o qué hablaréis, en otra parte les
dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el
que os la pidiere. 326 De modo que cuando la querella es entre amigos, nos
ordena andar solícitos; pero cuando se trata de los tribunales, del pueblo
enfurecido, del terror que nos rodea, entonces nos da su gracia para que
confiadamente hablemos y no temamos ni traicionemos la justicia. !Cosa en
verdad grande! que un varón que acostumbraba vivir junto a las orillas del
lago, en torno a las pieles o a la mesa del telonio, estando sentado a
juicio de los jefes, presentes todos los sátrapas y los guardias con las
espadas desenvainadas y rodeado todo de gran concurso, se presente él solo,
encadenado, con la cabeza inclinada y que así estando pueda abrir su boca.
Porque a causa de su doctrina ni siquiera se les daba oportunidad de
defenderse, sino que sin más se los condenaba al tormento, como a comunes
corruptores de todo el género humano.
Dice el acusador:!Estos son los que alborotan la tierra y aquí están! 327 Y
también: Predican contra los edictos del César y dicen que hay otro rey,
Jesús. En todas partes los tribunales tenían esas preocupaciones y los
apóstoles necesitaban de un gran auxilio del Cielo para poder probar que la
doctrina que ensenaban era verdadera y que no era contraria a las leyes; y
para no parecer que defendiendo los dogmas contrariaban las leyes y las
destruían, ni tampoco que, mientras demostraban no violar los decretos
reales, corrompían la pureza de los dogmas: cosas ambas que verás
prudentísimamente guardadas por Pedro y Pablo y todos los demás apóstoles.
En todo el orbe se les acusaba de novadores y facciosos; pero ellos
rechazaron semejante sospecha y ganaron fama de lo contrario; y como
salvadores y cuidadosos de los demás y benéficos, fueron entre todas las
gentes celebrados. Todo eso lo llevaban a cabo mediante una ingente
paciencia. Por lo cual decía Pablo: Cada día muero. 328 Y así perseveró en
medio de los peligros hasta el fin. Pues ¿de qué perdón seremos dignos
nosotros que, teniendo delante tantos ejemplos, vivimos, aun gozando de paz,
en tan grande molicie y decaimiento? Sin que nadie nos combata, nos morimos;
sin que nadie nos persiga, nos acobardamos; estando en paz, se nos ordena
vigilar nuestra salvación y no podemos. Aquéllos, ardiendo el orbe y hecha
un horno la tierra toda encendida, entraron en las llamas y sacaban de entre
ellas a los que ya se quemaban, mientras que tú ni a ti mismo eres capaz de
salvarte.
?Qué confianza podemos tener, qué perdón alcanzar? No nos amenazan los
azotes, ni las cárceles, ni los príncipes de las sinagogas ni nada
semejante, sino todo lo contrario en absoluto: ahora nosotros dominamos e
imperamos. Los emperadores cultivan piadosamente la fe y la religión; los
cristianos gozan de multiplicados honores, prefecturas, gloria y
tranquilidad: pero ni aun así vencemos. Aquéllos llevados diariamente entre
'los reos a los tormentos, así maestros_ como discípulos, cargados miles de
veces de miles de azotes, disfrutaban de un gozo mayor que quienes se
espacian en un jardín: y nosotros, que ni en suenos hemos padecido tales
cosas, nos mostramos más delicados y blandos que la cera. Alegarás que ellos
hacían milagros. Pero yo pregunto: ¿ya por eso no eran azotados? ¿no eran
desterrados? Puesto que eso mismo es cosa de maravilla: que tales
padecimientos les venían precisamente de aquellos a quienes habían colmado
de beneficios, y sin embargo ellos no se turbaban al recibir males en pago
de bienes; mientras que tú, si has hecho algún pequeno beneficio y luego se
te causa una pequena molestia, te conturbas y aun te pesa el beneficio que
hiciste.
Si llegara a suceder -!y ruego a Dios no suceda!- que se desatara la guerra
y persecución contra las iglesias, considera qué burlas, qué injurias se
seguirían. Y con- razón. Porque no ejercitándose nadie en la palestra ¿cómo
podrá luego alguno brillar en las competencias? ¿Qué atleta que nunca haya
conocido a un entrenador podrá en los certámenes, olímpicos mostrarse grande
y ágil contra su adversario? Entonces ¿no será conveniente que nosotros cada
día nos ejercitemos en la lucha, en las competencias, en las carreras? ¿No
habéis visto, al tratarse del pentatlo, cómo cuando alguno no tiene
adversario, cuelga un saco de arena, de abundante arena repleto, y en él se
ejercita con todas sus fuerzas; y como jóvenes con jóvenes se entrenan para
luego trabar el combate con sus adversarios? Pues imitadlos y ejercitaos en
la virtud.
Muchos hay que mueven a ira; muchos que encienden la concupiscencia y
excitan grandes llamas. Pero tú permanece firme entre los trabajos y lleva
con entereza el dolor, para que puedas también soportar los trabajos
corporales. El bienaventurado Job, si no se hubiera de antemano ejercitado
fielmente en tales luchas, no habría luego brillado tan espléndidamente en
los certámenes. Si no hubiera meditado el modo de alejar toda tristeza, en
oyendo la suerte de sus hijos, habría prorrumpido en algo menos razonable.
Pero en todos los combates permaneció firme: en la pérdida de las riquezas y
de tan abundantes bienes de fortuna, en la muerte de sus hijos, en el enojo
de su mujer, en las llagas de su cuerpo, en las injurias de sus amigos, en
las querellas de sus domésticos.
Si quieres ver sus combates, óyele decir lo mucho que despreciaba las
riquezas: Si me gocé en mis muchos bienes, si no tuve el oro como polvo, si
puse mi confianza en las piedras preciosas. 329 Por eso cuando se le privó
de ellos no se perturbó, pues no estaba encadenado a la codicia, que es lo
principal. Oye también cómo pensaba acerca de sus hijos. No los trataba con
mayor blandura de la que convenía, como nosotros lo hacemos, sino que les
exigía diligencia en sus obras. Y el que aun por las faltas ignoradas
ofrecía sacrificios, considera con qué exactitud juzgaría de las
manifiestas. Y si quieres oír sus palabras acerca de la castidad, escúchalo
cuando dice: Había hecho pacto con mis ojos de no mirar a virgen alguna. 330
Por tal motivo no quebrantó su ánimo la esposa. La amaba él desde antes;
pero no con exageración, sino como conviene amar a la esposa.
Me admiro de que el demonio llegara a persuadirse y se le ocurriera
emprender el certamen contra Job, conociendo ya de antemano su
entrenamiento. ¿Por qué se le ocurriría? Es por ser perverso animal y que
nunca desespera. Y esto es lo que más nos dana. Porque no desesperando él
nunca de hacernos dano, nosotros sí desesperamos de nuestra salvación.
Observa, por otra parte, como meditó de antemano la enfermedad y poder
corporal. Pero Job, que jamás había sufrido eso, sino que había vivido
entre/ placeres, riquezas y esplendor, día por día tenía delante de sí las
ajenas desgracias. Y declarando esto, decía: Porque el temor que temía vino
sobre mí y del que temblaba ese me salió al encuentro. 331 Y también:?No
lloraba yo con el afligido? ¿No se llenaba de tristeza mi alma por el pobre?
332 Por esto, ninguna de aquellas intolerables desgracias lo perturbaba.
No te fijes en la pérdida de las riquezas ni en la muerte de sus hijos, ni
en su llaga incurable, ni en las injurias de su mujer, sino en algo más
grave que todo eso. Preguntarás: ¿puede haber algo más grave que haya
acontecido a Job? Sí, cierta-, mente. Por la historia nada más conocemos.
Pero es que no meditamos, sino que dormitamos. Quien con diligencia inquiere
encuentra la piedra preciosa y conoce muchas cosas más. Otras cosas había
más duras, que podían acarrearle una mayor perturbación. En primer lugar,
que nada sabía él de la resurrección ni del reino futuro, como llorando lo
clamaba y decía: Me consumo, no seré eterno. Déjame, que mi vida es un
soplo. 333
En segundo lugar, la conciencia que tenía de sus muchos bienes espirituales.
En tercer lugar, que no tenía conciencia de ningún pecado. En cuarto lugar,
el pensar que sus desgracias le venían de Dios; pero aun cuando supiera que
en efecto venían del demonio, esto le habría bastado para tropezar y caer.
En quinto lugar, oír que sus amigos lo acusaban de perverso. Pues le decían:
No recibes un castigo condigno de tus pecados. 334 En sexto lugar, el ver a
los inicuos vivir prósperamente y burlarse de él. En séptimo lugar, el ver
que nadie jamás había padecido tales cosas.
Si quieres ponderar lo que todo eso era, vuelve los ojos a las cosas
presentes. Si ahora, cuando se espera el reino de los cielos, cuando hay la
esperanza de la resurrección y de los bienes eternos e inefables, cuando
tenemos conciencia de infinitas faltas, cuando tantos buenos ejemplos
tenemos y participamos de tan excelente doctrina, sucede que si alguno
pierde un poco de oro (muchas veces adquirido mediante el robo), ya piensa
que ni aun puede vivir; y esto cuando no lo injuria la esposa, ni se le han
arrebatado a sus hijos, ni lo querellan sus amigos, ni lo insultan sus
domésticos, sino que, al revés, muchos con palabras lo consuelan y aun con
hechos, piensa ¿de cuán grandes coronas no sería digno aquel que vio
arrebatados sin motivo sus bienes tan justamente adquiridos y a continuación
experimentó infinitas tentaciones de todo género, y sin embargo permaneció
inconmovible y por todo lo sucedido dio gracias a Dios como era debido?
Yo digo que aun cuando ningún otro lo hubiera injuriado, bastaba con las
palabras de su mujer, que podían mover a ira aun a las piedras. Considera su
astucia. No le recuerda las riquezas, ni los camellos, ni las manadas, ni
las greyes, pues conocía la virtud de su esposo a este respecto, sino que le
trae a la memoria lo que era más amargo, o sea la muerte de sus hijos y
amplifica la desgracia y anade la propia de ella. Si a quienes vivían en
prosperidad y nada desagradable les acontecía, con frecuencia las esposas
les persuadieron muchas cosas, considera cuán esforzada era aquella alma que
pudo vencer a su mujer armada de tantas armas; y con esfuerzo pisoteó dos
fortísimos afectos como son la codicia y la conmiseración. Muchos, tras de
vencer la codicia, cedieron a la conmiseración.
Aquel fortísimo José despreció el tiránico placer y rechazó a la mujer
bárbara que movía toda su maquinaria contra él; pero, en cambio no pudo
contener las lágrimas cuando vio a sus hermanos que tan injustamente se
habían portado con él, sino que quedó cautivo de semejante afecto, y
prestamente lo declaró con el rostro inundado de lágrimas. Pero cuando se
trata de la esposa, que dice cosas dignas de conmiseración; y en cuyo
auxilio vienen oportunamente el tiempo, las llagas, las úlceras y mil
oleadas de desgracias ¿cómo será posible que no declares a semejante alma,
que tan generosamente soporta tan deshecha tempestad, como más resistente y
firme que el diamante?
Séame permitido deciros que este bienaventurado Job, ciertamente, si no
supera a los apóstoles, a lo menos no les es inferior, Estos tenían el
consuelo de que padecían por Cristo lo que era para ellos una medicina capaz
de levantarles el ánimo día por día; medicina que además el Senor por todas
partes les ponía ante los ojos, como cuando les dijo aquel Por causa de mí;
y también: Si al amo lo llamaron Beel-zebul, ¿cuánto más a sus domésticos?
335 Pero Job carecía de semejante consuelo, lo mismo que de aquel otro que
provenía de los milagros o de la gracia, porque no tuvo él tanta fuerza del
Espíritu Santo. Y lo que es más aún: había sido criado entre delicias
abundantes y no era de la clase de los pescadores o publicanos o de baja
clase social; sino que padecía sus desdichas tras de haber tenido tan
grandes honores.
Por otra parte, lo que en los apóstoles parece haber sido lo más pesado, eso
mismo lo sufrió Job de sus amigos y domésticos y enemigos; que todos lo
odiaran. Más aún, lo odiaban aquellos mismos a quienes había colmado de
beneficios. Y todo sin llegar a columbrar siquiera aquella sagrada áncora y
puerto tranquilo que a los apóstoles se les propuso, al decirles Cristo: Por
causa de mí. También me admiro de los tres jóvenes del horno, que con gran
fortaleza avanzaron hacia el fuego, por haber resistido al tirano. Oye lo
que dicen: No adoraremos tus dioses ni nos postraremos ante la estatua que
has levantado. 336 De gran consuelo les servía el saber que por Dios todo
aquello sufrían.
Job, en cambio, ignoraba ser tales el certamen y el combate; pues si lo
hubiera sabido, no habría sentido en manera tan grande sus desgracias. Así
cuando oyó que Dios le decía:?Piensas que te responderé de manera que
aparezcas justo? 337 Atiende cómo al punto exhaló una sencilla palabra, con
sólo oír de Dios aquellas expresiones, y desde luego se humilló; y ni aun
juzgó haber padecido lo que había tolerado; pues dijo: Me retracto por todo
y hago penitencia entre el polvo y la ceniza. 338 Y también: Sólo de oídas
te conocía, mas ahora te han visto mis ojos. Por lo mismo en nada me aprecio
y me he derretido y me estimo en tierra y ceniza.
Así, pues, nosotros que vivimos después de la época de la Ley y en la de la
gracia, imitemos semejante fortaleza, semejante mansedumbre de este varón
que existió antes de la gracia y antes de la Ley, a fin de que alcancemos,
juntamente con él, las eternas moradas. Ojalá todos las consigamos por
gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el
poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXIV (XXXV)
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. En verdad os digo que no
acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre (Mt
10, 25).
TRAS DE HABER predicho Jesús aquellos terribles, sufrimientos, capaces de
quebrantar aun al diamante, que habían de sobrevenir después de la cruz, la
resurrección y la ascensión, a los apóstoles, convierte su discurso a cosas
más suaves y procura un respiro a sus atletas y les ofrece una gran
tranquilidad. Porque ahora no les ordenó que caminaran a la par de sus
perseguidores, sino huir. Por tratarse de los comienzos, dulcifica y suaviza
sus palabras. No les habla ya de persecuciones que luego vendrán, sino de
las que precedieron a la cruz y a la Pasión. Así lo indicó al decir: No
acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre.
Para que no dijeran: !Bueno! !ya huimos de una ciudad y sus perseguidores a
otra! Y ¿si también de esa otra nos echan? Para quitarles este temor les
dice: No recorreréis toda Palestina, porque yo al punto os recibiré. Observa
cómo no suprime los males, sino que está presente en los peligros. Porque no
dijo: Os libraré, os quitaré de los peligros, sino?qué? No acabaréis las
ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre. Porque les bastaba
para consuelo que lo vieran. Considera cómo no todo y en todas partes lo
encomienda El a la gracia, sino que ordena que algo apronten ellos. Les
dice: si teméis, huid. Esto fue lo que quiso decir con el huid y el no
temáis. No dice que sean ellos los primeros en huir, sino que si se les echa
se aparten. Tampoco les senala amplios espacios sino lo suficiente para que
vayan por las ciudades de Israel. Luego los invita a más altos grados de
virtud.
Y en primer lugar les quita la preocupación por los alimentos; en segundo
lugar, el temor de los peligros; y finalmente les arranca el pavor por las
injurias. Del primer cuidado los libró cuando dijo: Porque el obrero es
acreedor a su sustento, dándoles a entender que habría muchos que los
recibieran. Del segundo, o sea del miedo a los peligros, cuando dijo: No os
preocupe cómo o qué hablaréis; y también: El que persevere hasta el fin ése
será salvo. Y como era verosímil que los envolviera la mala fama, cosa que a
muchos les parece lo más intolerable, advierte en qué forma los consuela,
tomando pie de lo que a él mismo tocaba y lo que ya había dicho: no hay
consuelo mayor que éste. Ya antes les había dicho: Os odiarán todos, pero
había anadido: Por causa de mí. Del mismo modo ahora los consuela anadiendo
alguna otra cosa. ¿Cuál? No está el discípulo sobre el ¿Maestro, ni el
siervo sobre su amo; bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo
ser como su amo. Si al amo lo llamaron Beel-zebul ¿cuánto más a sus
domésticos? No los temáis.
Observa cómo se declara Senor y Dios y Creador de todos. ¿De modo que: no
está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su amo? Mientras sea
discípulo o siervo, no será mayor según el orden natural en los honores. Ni
me vayas a traer algunos ejemplos raros: entiende esto según lo que
ordinariamente sucede. Y no dijo: cuánto más a sus siervos, sino a sus
domésticos, usando para con ellos de gran mansedumbre. En otra ocasión les
dijo: Ya no os llamaré siervos; pero os digo amigos. 339 Tampoco dijo: Si al
padre de familia lo injuriaron y maldijeron; sino que puso el género de
injurias, pues lo llamaron Beel-zebul.
En seguida les da un consuelo no menor, aun cuando aquel era supremo. Porque
como los oyentes aún no entendían mucho de virtud, necesitaban otro que más
los moviera, razón por la cual puso este otro. Por el modo de expresarse
parece enunciar una sentencia general; pero en realidad no se trata sólo de
los propósitos. ¿Qué dice? No temáis porque nada hay oculto que no llegue a
descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse. Lo que significa: os basta
para consuelo el que yo, Maestro y Senor, sea companero en las injurias. Y
si todavía al oír lo que dije, os doléis de esas cosas, considerad que muy
poco después quedaréis libres de toda sospecha.
?Por qué os entristecéis de que os llamen hechiceros y engañadores? Esperad
un poco y todos os llamarán salvadores y bienhechores del orbe. El tiempo
revelará todo lo que estaba oculto y descubrirá las calumnias de aquéllos y
hará brillar vuestra virtud. Pues por los hechos mismos os comprobaréis como
salvadores y benéficos y claros por todo género de virtudes; y entonces los
hombres ya no atenderán a las calumnias, sino a la realidad de las cosas. Y
a ellos los encontrarán ser sicofantas, mentirosos, maldicientes; y a
vosotros más esplendorosos que el sol. El transcurso del tiempo os dará a
conocer y os publicará con una voz más penetrante que el sonido de una
trompeta; y mostrará a todos los hombres como testigos de vuestra virtud. No
decaigáis de ánimo por lo que ahora digan de vosotros, sino levantaos con la
esperanza de los bienes futuros. Al fin y al cabo es imposible que lo que a
vosotros toca quede oculto.
Una vez que los liberó de toda angustia, temor y solicitud, final y
oportunamente les habla de la libertad en expresarse en la predicación.
Porque les dice: Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; y lo
que yo os digo al oído, predicadlo sobre los terrados. Cuando hablaba Jesús
ni había tinieblas ni al oído hablaba; sino que lo dice por hipérbole. Pues
hablaba estando ellos solos y en un ángulo de Palestina. Por esto les dice:
en oscuridad y al oído, contraponiendo este modo de hablar con la libertad
de expresión que luego les había de comunicar. Y no prediquéis en sólo una o
dos o tres ciudades, sino por todo el orbe de la tierra, recorriendo
regiones y mares, lugares habitados e inhabitables; y con gran confianza
declarad todas las cosas a los tiranos, a los pueblos, a los filósofos y a
los retóricos. Por eso dijo: Sobre los terrados y a la luz: sin
subterfugios, sino con absoluta franqueza.
Y ¿por qué no le bastó con decir: predicadlo sobre los terrados y decidlo a
la luz, sino que anadió: Lo que os digo en la oscuridad y lo que os digo al
oído? Es para levantar sus pensamientos. Así como cuando decía: El que cree
en mí, ése hará también las obras que yo hago y las hará mayores que éstas,
340 así acá, manifestando que toda lo harán ellos por sí mismos y aun harán
más que lo que por El fue hecho, se expresó así. Como si dijera: Yo os he
dado los comienzos y el principio, pero quiero que otras muchas cosas las
hagáis vosotros. Y no es la palabra sólo de quien manda, sino de quien
predice lo futuro e inspira confianza y que de antemano asegura que todo lo
superarán; y poco a poco deshace la preconcebida tristeza, que origina el
temor de las injurias.
Así como esta predicación, ahora oculta, lo llenará todo, así también pronto
acabará la calumnia perversa de los judíos. Y una vez que así les levantó el
ánimo, de nuevo les predice los peligros, pero elevando sus pensamientos y
volviéndolos más elevados que todas las cosas. Porque ¿qué es lo que les
dice?: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pues al alma no pueden
matarla. Observa cómo los hace superiores a todas las cosas, ensenándolos a
despreciar no solamente los cuidados, las injurias, los peligros, las
asechanzas, sino aun la muerte que es lo más terrible de todo. Y no una
muerte cualquiera sino una muerte violenta.
Y no les dice: seréis muertos, sino que con la solemnidad que convenía les
declara todo diciendo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, y al
alma no pueden matarla: temed más bien a aquel que puede perder el alma y el
cuerpo en la gehenna. Y así, según su costumbre, endereza el discurso a lo
contrario. Porque ¿qué quiere decir? ¿teméis la muerte y por tal motivo os
mostráis perezosos en la predicación? Pues bien precisamente por este motivo
habéis de predicar, por temor de la muerte. Predicar será lo que os libre de
la muerte. Y aunque os han de dar la muerte, cierto que no podrán dominar
vuestra parte superior, aunque se empenen en eso con todas sus fuerzas.
Y no les dijo: Pero no matarán el alma, sino: No pueden perderla. Porque aun
cuando ellos lo quisieran, no podrán destruirla. De modo que si temes los
suplicios, más has de temer eso otro que es mucho más grave. ¿Ves cómo no
les promete que los librará de los peligros, sino que les promete que no
morirán, dándoles así mucho más que si no permitiera los peligros? Porque
mucho más es el persuadirlos que desprecien la muerte, que no el salvarlos
de la muerte. De modo que propiamente no los lanza a los peligros, sino que
los hace superiores a los peligros; y con breves palabras pone en su
interior la doctrina de la inmortalidad del alma. Puesto ya en ellos, con
dos o tres palabras, ese dogma saludable, luego pasa a consolarlos con otras
razones. De nuevo les habla de la providencia de Dios, para que no piensen
que serán muertos y degollados como gente abandonada. Les dice:?No se venden
dos pajarillos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la
voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de
vuestra cabeza están contados. Como si dijera: ¿Hay algo más vil que los
pajarillos? Pues nunca caerán en la red sin que Dios lo sepa.
Y no dijo que cayeran por obra de Dios, cosa no digna de Dios; sino que a
Dios nada de cuanto se hace, se le oculta. Pero si nada ignora de cuanto
sucede, y a vosotros os ama con una sinceridad mayor que la de un padre; y
de tal modo os ama que aun tiene contados los cabellos de vuestra cabeza,
nada hay que temer. Y lo dijo, no porque Dios se entretenga en contar los
cabellos, sino para declararles el claro conocimiento que de ellos tiene y
su gran providencia. Conociendo Dios todo cuanto se hace, y queriendo qué
nos salvemos y pudiendo El hacerlo, cuando algo padezcáis no penséis que lo
padecéis en absoluto abandono. No intenta libraros de los males, sino
persuadiros de que los despreciéis, porque esto es la verdadera liberación
de los males.
No temáis, pues. ¿Acaso no aventajáis vosotros a los pajarillos??Observas
cómo ya se había apoderado de ellos el temor? Conocía Jesús los secretos
pensamientos, y por esto anadió: No temáis, pues. Aun cuando los adversarios
prevalezcan, prevalecerán en la parte inferior que es el cuerpo; al cual,
aun en el caso de que ellos no lo maten, las leyes naturales lo destruirán.
De manera que en realidad los adversarios ni sobre el cuerpo tienen
potestad: es la naturaleza la que se la proporciona. Y si temes esa
potestad, mucho más debes temer por ser cosa de mayor importancia, al que
puede perder en la gehenna el cuerpo y el alma.
No les dice abiertamente ser él quien puede perder el cuerpo y el alma; pero
por lo que antes dijo, se había ya declarado Juez. Ahora sucede al revés: al
que puede perder al alma y sujetarla a tormento, no lo tememos; y en cambio,
nos horrorizamos de los que matan el cuerpo. Y eso que aquel juez castiga
juntamente con el, alma también el cuerpo; mientras que los adversarios, ya
no digo el alma, pero ni al cuerpo pueden castigarlo; pues aun cuando
infinitas veces lo sujeten al suplicio, cada vez lo tornan más brillante.
?Observas cómo hace fáciles los combates? Lo hace porque todavía la muerte
con mucha fuerza les conmovía el alma y les parecía terrible; pues no era
aún fácil vencerla, ni habían recibido el Espíritu Santo los que habían de
despreciarla. Una vez que hubo echado fuera ese temor y miedo que conturbaba
al alma, también les infundió confianza con las siguientes razones. Y lo
hizo para quitar un miedo con otro; ni sólo con otro temor, sino además con
la esperanza de grandes premios. Y con gran potestad los conmina y los
exhorta por ambos medios a la confianza en la lucha por la verdad,
anadiendo: Pues a todo el que me confesare delante de los hombres yo también
lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero a todo el que
me negare delante de los hombres, yo lo negaré también delante de mi Padre
que está en los cielos.
No únicamente con la esperanza de los bienes sino también con el temor de
los males los excita y les pone y deja en cierta tristeza. Pero tú pesa bien
la exactitud de las palabras. No dijo: a mí, sino en mí, declarando de este
modo que quien lo confiesa, lo confiesa apoyado no en su propia virtud, sino
en la gracia de arriba. En cambio, del que niega no dijo: en mí, sino a mí,
pues lo niega por hallarse sin el don de la gracia. Preguntarás: ¿por qué al
que niega se le achaca a culpa, siendo así que se halla abandonado de la
gracia? Pues porque el así abandonado, por su culpa se queda abandonado.
Y ¿por qué motivo no basta con la fe interior, sino que Cristo requiere
además la confesión de palabra? Para más movernos a tener confianza y
libertad en el hablar y mayor caridad y afecto interno y elevarnos más aún.
Por esto se dirige en general a todos y no a solos los discípulos. Porque
ahora se propone hacer esforzados no únicamente a los discípulos, sino
también a los discípulos de los discípulos; puesto que quien esto aprendiere
en la práctica, no sólo ensenará con libertad, sino que todo lo soportará
con facilidad y grande ánimo. Y desde luego, logró que muchos, confiados en
sus palabras, se acercaran a los apóstoles; puesto que para los malos se
habían de seguir mayores suplicios y para los buenos mayores premios.
Y puesto que quien así obra el bien con tiempo se prepara riquezas, mientras
que el pecador cree ser una ganancia la dilación del castigo, presenta Jesús
una igual, o mejor dicho mayor recompensa o aumento de premios para quienes
bien obran. Como si dijera: ¿Tienes ya la prerrogativa de haber creído en
mí? Pues yo te anadiré la otra prerrogativa de concederte mayores premios y
aun mucho mayores; puesto que te confesaré delante de mi Padre.
?Observas cómo de un lado y otro hay bienes y males? Entonces ¿por qué te
apresuras? ¿Por qué buscas acá tu recompensa cuando ya en esperanza tienes
tu salvación? Tal es el motivo de que, si algo bueno hicieres, y no recibes
acá la recompensa, no te has de turbar; porque te está reservada para lo
futuro y aun aumentada. Y si algo malo haces y no recibes el castigo, no por
esto te tornes desidioso, pues allá te sobrevendrá el castigo si no te
conviertes y te haces mejor; y si no lo crees, por lo presente conjetura lo
futuro. Si en el tiempo de los certámenes son tan ilustres los que confiesan
a Cristo, considera cuáles serán al tiempo de las coronas. Si acá aun los
enemigos aplauden ¿cómo no te alabará y admirará aquel que ama con un carino
más sincero que el de un padre?
Porque en aquel tiempo, se darán los premios a los buenos y los castigos a
los malos. De manera que quienes negaron a Cristo, aquí y allá serán
castigados: aquí porque vivirán con mala conciencia, para luego morir aun
cuando de mil maneras huyan de la muerte; y allá porque sufrirán el extremo
castigo. En cambio, los que confiesen a Cristo, ganarán aquí y allá. Aquí
harán de la muerte una ganancia con la que se tornen aún más brillantes
entre los vivos; y allá disfrutarán de bienes inefables. Porque Dios
preparado está no sólo para castigar, sino también para dar bienes, y aún
más está preparado a esto segundo que a lo primero. Mas ¿por qué entonces
repitió dos veces lo de la pena, mientras que lo del premio lo dijo una
sola? Porque conocía perfectamente a los hombres, que se mueven más a
penitencia por el temor. Por eso, habiendo dicho: Temed más bien a aquel que
puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna, dice de nuevo: Yo lo negaré.
Lo mismo procedía Pablo recordando con frecuencia la gehenna.
Una vez que hubo excitado al oyente por todos modos (pues le abrió los
cielos, le mostró el terrible tribunal, la reunión de los ángeles, la
proclama de las coronas, cosas todas que preparan para que el camino se haga
fácil), finalmente, para que no se impidiera la predicación a causa del
temor, les ordenó que estuvieran preparados para la muerte misma; todo a fin
de que conozcan que quienes persisten en su incredulidad, sufrirán el
castigo de las penalidades y muertes que a los fieles hayan causado.
Despreciemos pues la muerte ya desde ahora, aunque aún no le llegue su
tiempo, puesto que hemos de resucitar a una vida mejor. Objetarás: pero es
que el cuerpo se corrompe. Pues, por esto sobre todo debemos alegrarnos
hasta lo sumo: de que lo que es mortal se corrompa y perezca la mortalidad,
no la substancia del cuerpo. Si vieras tú fundir una estatua, no dirías que
eso es un dano en el material que se usa, sino un mejor uso de la materia.
Pues bien: piensa lo mismo acerca del cuerpo y no llores. Lo que habría de
llorarse sería una permanencia perpetua acá padeciendo. Dirás que hubiera
sido mejor que el paso a la inmortalidad se diera sin la corrupción del
cuerpo, sino permaneciendo éste íntegro. Pero ¿qué utilidad habría venido de
eso ni a los vivos ni a los difuntos?
?Hasta cuándo seréis amantes de los cuerpos? ¿Hasta cuándo, apegados a la
tierra, andaréis persiguiendo las sombras? !Vamos! ¿qué utilidad se habría
seguido de ahí? O por mejor decir ¿qué danos no habrían sobrevenido? Si los
cuerpos no se corrompieran, en muchos florecería la soberbia, que es el peor
de todos. Si estando las cosas como están y bullendo de gusanos el cuerpo,
todavía hubo quienes se tuvieran por dioses ¿dime, qué no habría sucedido si
los cuerpos no se murieran?
En segundo lugar, los hombres no se habrían persuadido de que los cuerpos
traían su origen de la tierra; pues, si aun testificando ahora esta verdad
los mismos con su acabamiento, todavía hay quienes dudan ¿a qué teorías no
se lanzarían si no vieran la corrupción de los cuerpos? En tercer lugar, se
amarían mucho más los cuerpos, con lo que muchos se habrían tornado más
carnales y materiales aún. Si ahora los hay que se abrazan a las urnas y
sepulcros estrechamente, aun cuando ya los cuerpos estén deshechos ¿qué no
harían si tuvieran delante la forma misma corporal? En cuarto lugar, los
hombres no habrían anhelado los bienes futuros. En quinto lugar, los que
afirman ser el mundo inmortal, se habrían confirmado en su opinión, hasta
llegar a concluir que Dios no es su Creador. En sexto lugar, no se habría
conocido la virtud del alma ni cuánto ayuda al cuerpo en que está presente.
En séptimo lugar, muchos, por el amor a sus difuntos, habrían abandonado las
ciudades y habitarían en los sepulcros y, a la manera de locos, hablarían
frecuentemente con sus muertos. Pues si ahora algunos, fabricando las
imágenes de los cuerpos, ya que no pueden retener el cuerpo mismo, sino que
éste, contra la voluntad de ellos, se deshace, todavía se abrazan a las
tablas de bronce ¿qué absurdos no habrían inventado en el otro caso?
Yo pienso que muchos a tales cuerpos les habrían levantado templos y se
habrían persuadido- de que por ellos hablaban los demonios, mediante hombres
hábiles en semejantes embustes; y quienes se atreven a ejercer la
necromancia suelen acometer cosas más absurdas aún, echando mano para esto
del polvo y cenizas de los muertos. Y ¿cuántas clases de idolatría habrían
nacido de aquí? Quitado, pues, todo eso, como absurdo que es, Dios, para
ensenamos que se deben despreciar todas las cosas terrenas, destruye nuestro
cuerpo ante nosotros mismos. Así el amador de la belleza corporal que ve
morir a su joven hermosa, si no quiere por el raciocinio conocer la
deformidad de la materia, a lo menos con sus ojos podrá contemplarla. Por lo
demás, muchas jóvenes hay de la misma edad y con frecuencia más hermosas,
qué tras de un día o dos de haber muerto, ya emiten un hedor intolerable y
dejan ver la podre, la corrupción y los gusanos. Piensa, en conclusión, qué
clase de belleza es la que amas y qué hermosura la que pierdes.
Si los cuerpos no se corrompieran, todo eso otro no podría bien conocerse;
sino que, así como los demonios andan discurriendo por los sepulcros, así
muchos de los amantes, sentados junto a las tumbas, acabarían por dar
entrada al demonio en sus almas, y llevados de semejante locura, morirían.
En cambio ahora, muchas otras cosas, pero también ésta, nos sirven de
consuelo: que con no aparecer ya aquella imagen hermosa, el dolor se va
diluyendo y acabando mediante el olvido. Por el contrario, si las cosas no
fueran como van, no habría sepulcros, sino que encontrarías ciudades que en
vez de estatuas tendrían cadáveres, pues querría cada cual estar
contemplando a los suyos. De donde se seguiría una gran confusión: es a
saber, que nadie tendría cuidado de las almas ni pensaría jamás en su
inmortalidad. Y otros muchos absurdos se seguirían de ahí, tales que ni es
lícito referirlos.
De modo que el cuerpo rápidamente se corrompe, para que veas la hermosura
del alma en su plenitud. Puesto que si tal belleza y tal vida presta al
cuerpo ¿cuánto más bella será ella misma? Si es capaz de sustentar cosa tan
deforme como es el cuerpo ¿cuánta mayor virtud tendrá en sí misma? El cuerpo
por sí mismo no es bello, sino su conformación y la flor de frescura con-
que el alma pinta la materia. Ama, pues, al alma, que tal hermosura al
cuerpo comunica.
Pero ¿a qué hablar de la muerte? Puedo demostrarte que aun en vida, todas
las bellezas del cuerpo proceden del alma. Si se alegra, pinta de rosicler
las mejillas; si se entristece, perdido el rosicler de las mejillas, todo el
resto lo viste de negro color. Si vive alegre, el cuerpo anda vigoroso y sin
enfermedad. Si se aflige, se torna el cuerpo más débil y macilento que una
tela de arana. Si se aíra, el cuerpo se descompone y se vuelve repugnante.
Si ve con' ojos alegres, el cuerpo todo parece lleno de frescura. Si
envidia, esparce la palidez y elamarillo color por todo el organismo en gran
manera. Si ama, todo lo hermosea.
Por esto ha sucedido que muchas mujeres que no eran de forma bella, por la
hermosura de su alma se veían llenas de gracia; mientras que otras, bellas
por la forma en extremo, por tener el alma fea y repugnante, echaron a
perder su hermosura. Piensa cómo el rostro blanco se jaspea y con la
variedad de sus colores produce no pequeno agrado, con tal de que no_ falte
el pudor. Porque si el tal rostro no muestra pudor, será más desagradable y
repugnante que el de cualquier bestia feroz. Mas, si es pudibundo, entonces
aparece bello y suave: porque nada hay más hermoso ni más dulce que una alma
bella. En los cuerpos él amor no carece de dolor, pero en las almas produce
un placer puro y sin turbación.
Entonces ¿por qué haciendo a un lado al Rey te fijas en el pregonero y -lo
admiras? ¿Por qué abandonado el maestro de la filosofía y virtud, clavas tus
ojos en el intérprete? ¿Viste un ojo bello? Observa el interior del alma; y
si éste no es bello, desprecia al otro. Es un hecho que si ves a una mujer
deforme, aunque sea encubierta con un bello disfraz, en ninguna manera te
impresiona; así como, al revés, no permites que una mujer hermosa se oculte
por medio de un disfraz, sino que se lo arrancas y anhelas ver claramente su
cara. Pues procede lo mismo en el asunto del alma. Antes que nada, conócela.
En vez del disfraz, la circunda el cuerpo; el cuerpo que según se le atavíe
así permanece. Mientras que el alma, aunque sea deforme, puede rápidamente
embellecerse. Si tiene ojos deformes, torvos, 'torpes, pueden hacerse
hermosos, suaves, serenos, encantadores.
Busquemos esta belleza, esta cara bellamente hermoseada, a fin de que
enamorado Dios de nuestra hermosura, nos conceda los bienes eternos, por
gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo, al cual sea la gloria y
el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXV (XXXVI)
No penséis que he venido a poner paz en la tierra. No vine a poner paz, sino
espada. porque he venido a separar al hombre de su padre y a la hija de su
madre y a la nuera de su suegra, y los enemigos del hombre serán los de su
casa (Mt 10, 34-36).
OTRA VEZ anuncia cosas laboriosas y con grande autoridad; y de antemano
predice lo que después habían de objetar. A fin de que, tras de oír
semejantes cosas, no le dijeran: ¿Para esto has venido, para darnos muerte
lo mismo que a quienes nos han hecho caso y para llenar de guerras el orbe?
El se adelanta y dice: No penséis que he venido a poner paz en la tierra.
Entonces ¿por qué mandó a los apóstoles que entrando en una casa dieran la
paz? ¿Por qué los ángeles decían: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra
paz? 341?Por qué los profetas todos predijeron la paz? Pues porque
precisamente eso es sobre todo la paz: el cortar lo enfermo, el separar lo
que disiente. Y así puede juntarse el cielo con la tierra.
El médico conserva sano el cuerpo cuando corta de él lo insanable; y el jefe
hace lo mismo cuando empuja a separarse a quienes han iniciado juntas
perniciosas. Así sucedió en la famosa torre de Babel: la concordia para el
mal no se curó sino con una buena discordia, y así volvió la paz. Igualmente
Pablo apartó á los que en su contra habían hecho juntas y concordia. Y en el
caso de Nabot la junta y concordia fue más desastrosa que cualquier guerra.
De manera que no siempre es laudable la concordia, pues también los ladrones
forman entre sí concordia. En conclusión, la guerra no brota de parte de
Cristo, sino de la mala voluntad de los otros.El, por su parte, quería que
todos estuvieran concordes en la piedad y religión; mascomo ellos disentían,
de ahí nacía la guerra.
Pero no es ese el sentido de lo que dijo Cristo. ¿Qué fue lo que dijo? Para
consolar a los discípulos les dijo: No vine a poner paz. Como si dijera: no
penséis que sois vosotros la causa de esas guerras; soy yo quien las
determina a causa de e la disposición de ánimo que el mundo tiene. No os
turbéis pues como de cosas inesperadas. Para esto vine Yo: para provocar la
guerra, y esta es mi voluntad. No os turbéis al ver que la tierra, como si
le pusieran asechanzas, se llena de guerras. En cuanto fuere separado lo que
es de mala calidad, entonces lo que es de mejor calidad se adherirá al
cielo. Se lo dice para fortalecerlos contra la mala opinión de muchos.
Y no dijo guerra, sino espada, que es mucho peor. Ni te admires de que tales
sentencias encierren trabajo y suenen ingratas al oído. Queriendo
ejercitarlos mediante la aspereza de tales palabras para que no volvieran
atrás al hallarse en medio de las dificultades, dispuso tales expresiones. Y
para que nadie dijera que hablaba por divertir y ocultando lo difícil de la
empresa, explicó de un modo más terrible y acerbo las cosas que podían
decirse de otra manera. Al fin y al cabo, es mejor la suavidad en las obras
que en las palabras.
Por lo cual, no se contentó con eso, sino que, declarando el modo de las
guerras, dejó ver que eran más terribles con mucho que cualquier guerra
civil. Les dice: He venido a separar al hombre de su padre y a la hija de su
madre y a la nuera de su suegra. Como quien dice: se levantarán no sólo los
amigos y conciudadanos, sino los parientes unos contra otros; y la
naturaleza misma se rasgará con la guerra. De modo que la guerra estallará
no únicamente entre los domésticos sino aun entre los que son amiguísimos y
están unidos con el más estrecho parentesco. Pero esto sobre todo manifiesta
su poder: que los discípulos, oyendo tales cosas, las aceptaran y las
persuadieran a los demás.
En realidad tales guerras no las hará El mismo, sino la perversidad del
hombre; sin embargo dice que Ellas hará. Porque es costumbre de las Sagradas
Escrituras hablar así. En otra parte dicen: Les dio Dios ojos para que no
vieran. 342 Pues del mismo modo aquí habla, para que ellos, recordando las
palabras que cité más arriba, no se turbaran al ser acometidos con oprobios
e injurias. Y si algunos tienen estas cosas por pesadas, recuerden la
historia antigua. Pues allá en los primeros tiempos sucedió lo mismo; cosa
que, por otra parte, demuestra la afinidad de la Ley Antigua con la Nueva, y
que es uno mismo el Legislador de ambas.
Entre los judíos, al tiempo que cada uno daba muerte a su prójimo, él
quedaba aplacado para con ellos; 343 y cuando los israelitas fundieron el
becerro y cuando se iniciaron en los misterios de Beel-Fegor, sucedió lo
mismo. ¿Dónde están los que dicen que aquel Dios del Antiguo Testamento era
malo y Este del Nuevo es bueno? Porque Aquel llenó el orbe de sangre de
parientes. Nosotros, por el contrario, afirmamos ser esto grande benignidad.
Y para demostrar que Este aprueba aquellas cosas, recuerda una profecía que
no atane al hecho, pero sin embargo lo explica. ¿Cuál es? Y los enemigos del
hombre serán sus domésticos. Entre los judíos sucedió algo semejante. Hobo
profetas y seudoprofetas, y había división en el pueblo y en los hogares; de
manera que unos daban crédito a éste y otros a aquél. Por la cual los
amonestaba el profeta diciendo: No os fiéis del amigo; no creáis al
companero; guarda las confidencias de tu boca de la que duerme en tu seno...
porque los enemigos son sus mismos domésticos. 344 Tales cosas decía Jesús
para hacer superior a todos los eventos a quien recibiera sus palabras.
Porque no, es malo morir, sino morir mal. Por lo mismo, dijo: Fuego he
venido a traer a la tierra. Significando así el fervor en el amor y la
vehemencia que en él exigía.
Amándonos El con tan grande vehemencia, quiere ser de nosotros amado con la
misma. Semejantes discursos levantaban el ánimo de los apóstoles y lo hacían
más elevado. Porque se decían: si el vulgo ha de menospreciar a los
parientes, hijos y padres ¿cuáles conviene que seamos nosotros que somos los
maestros? Puesto que todas esas duras dificultades no se limitarán a
vosotros sino que pasarán a otros. Y pues traje acá tan grandes bienes,
exijo gran obediencia y carino. El que ama al padre o a la madre más que a
mí no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es
digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de
mí.
?Has observado la autoridad del Maestro? ¿Ves cómo se muestra genuino Hijo
del Padre, al ordenar que todo quede bajo sus pies y que a todo se anteponga
su caridad? Pero ¿qué digo? Es como si dijera: si amigos y parientes y tu
misma alma los antepones a mi amor, estás muy lejos de ser mi discípulo.
Pero ¿acaso estas cosas no son contrarias a la Ley Antigua? !De ningún modo!
Al revés: concuerdan muy bien con ella. Porque en ésta no solamente se
odiaba a los idólatras, sino que se ordenaba lapidar al idólatra. Y en el
Deuteronomio, admirándose de los que cultivan la verdad, se dice: El que
dijo a su padre: no te conozco y a sus hermanos no consideró; y desconoció a
su hijo por haber guardado tu palabra. 345
Y si Pablo da muchos preceptos acerca de los padres y manda que en todo se
les obedezca, no te admires. Porque en todo eso, solamente manda que se les
obedezca en lo que no se opone a la piedad para con Dios; y en todo lo demás
es cosa santa procurarles todo honor. Pero cuando exigen más de lo que
conviene, no se ha de obedecer. Por esto dice Lucas: Si alguno viene a Mí y
no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos,
y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. 346 No manda simplemente
aborrecer, cosa que sería el colmo de la iniquidad; sino que si ellos
quieren que los ames más que a Mí, por este motivo aborrécelos. Lo contrario
perdería al que ama y al amado.
Decía esto Cristo para hacer a los hijos más fuertes y a los padres que
quieran servir de impedimento, más mansos. Así los padres, viendo que él
tiene tanta fuerza y potestad que puede separarles y arrancarles a sus
hijos, no intentarán lo que no debe ser, y desistirán. Y habla solamente con
los hijos, dejando a un lado a los padres, a quienes aparta de sus inútiles
pretensiones. Pero luego, para que éstos no se indignaran ni lo llevaran a
mal, mira a dónde endereza su discurso. Una vez que dijo: El que no aborrece
a su padre y a su madre, anadió: más aún: a su propia alma.
Como si dijera: ¿para qué me alegas que son tus padres, hermanos, hermanas o
esposa? Nada hay más unido contigo que tu alma; y sin embargo, si no la
aborreces, todo se volverá contra lo que tú amas. Y no ordenó simplemente
aborrecerla, sino en tal forma que se la entregue a los combates, a las
batallas, a la muerte y sangre. Pues dice: El que no toma su cruz y mesigue,
no puede ser mi discípulo. No dice tan sólo que ha de estar preparado a la
muerte, sino a una muerte violenta, y no sólo violenta, sino ignominiosa.
Nada les declara aún de su Pasión, para que adoctrinados por mientras,
después más fácilmente y con mayor suavidad lo oyeran cuando de ella les
hablara. ¿Acaso no es de maravillar que al oírlo hablar así, el alma de los
oyentes no saliera y volara del cuerpo, viendo que sólo se trataba de cosas
tristes, mientras que de los bienes no se daban sino lejanas esperanzas? ¿Qué fue lo que intervino para que no saliera del cuerpo? Grande era el
poder del que hablaba y grande el amor que le tenían los oyentes; por lo
cual éstos, aun escuchando cosas más duras y laboriosas que aquellos
varones, Moisés y Jeremías, sin embargo, obedecían y con gusto estaban con
él.
El que halla su vida, la perderá; y el que la perdiere por amor de Mí, la
hallará.?Observas cuán grave pérdida sufren los que aman su alma y cuán
grande ganancia recogen los que la aborrecen? Y como esos preceptos de
pelear contra los propios padres, hijos, leyes naturales, parentesco, tierra
y aun la misma alma eran gravosos, declaró al punto la utilidad, que,
cierto, es la más grande. Esto, dice, no os danará, sino al revés, mucho os
ayudará; mientras que lo contrario os danará. En todas partes procede lo
mismo, y los va instruyendo y llevando adelante, comenzando por las cosas
que ellos mismos desean.
?Qué es lo que te mueve a no querer despreciar tu alma? ¿Que la amas?
Entonces por eso mismo despréciala, y entonces será cuando más la habrás
ayudado y te habrás mostrado de verdad amante de ella. Observa la inefable
prudencia. Porque no se detiene en los padres ni en los hijos, sino que va
hasta el alma, que es lo más amado de todo, a fin de que no caiga duda
acerca de ella, y además entiendan los oyentes que de esto lograrán muchas
ventajas y utilidades, ya que la lucha toca precisamente a lo más precioso
de todo, que es el alma.
La práctica de tales preceptos tendría fuerza para mover a los hombres a
abrirles sus puertas. Pues ¿quién habría que no recibiese de bonísima gana a
varones tan esforzados y. activos, que como leones recorrían la tierra, y
que para salvar a otros menospreciaban todo lo propio? Pero además pone otra
recompensa, demostrando que en este aspecto él cuida más del que hospeda que
del hospedado. Y el primer premio que pone es: El que os recibe a vosotros,
a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. Pues ¿qué
cosa habrá igual a recibir al Padre y al Hijo?
Una segunda recompensa prometió al decir: El que recibe al profeta como
profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe al justo como justo,
tendrá recompensa de justo. Anteriormente amenazó la pena con que serán
castigados los que no reciban a los apóstoles; ahora en cambio pone los
beneficios para quien los reciba. Y para que veas que de ellos cuida
especialmente, no dijo sólo: El que recibe al profeta o el que recibe al
justo, sino que anadió: como profeta y como justo; es decir si no lo recibe
por simple seglar patrocinio o por motivos banales y caducos, sino porque es
profeta, porque es justo, recibirá recompensa de profeta o de justo; o sea
la que conviene que reciba quien hospeda a un profeta o a un justo o también
semejante a la del profeta o del justo. Así se expresaba Pablo: Vuestra
abundancia alivie la escasez de aquéllos, para que asimismo su abundancia
alivie vuestra penuria. 347 Y para que nadie se excusara con su pobreza,
dice Cristo: El que diere de beber a uno de estos pequenos sólo un vaso de
agua fresca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su
recompensa. Aunque sólo le des un vaso de agua fresca, cosa que no te causa
gasto ninguno, tienes senalada tu recompensa. Porque yo hago cualquier cosa
en beneficio del hospedador.
?Has visto de qué medios echa mano con el objeto de abrirles las puertas de
todo el orbe? Por mil maneras demuestra que todos les son deudores. Primero,
cuando dijo: El obrero es acreedor a su alimento. En segundo lugar
enviándolos a guerras y batallas en bien de quienes los reciben. En tercero,
en enviarlos sin poseer nada y con las manos vacías. En cuarto lugar,
dándoles el poder de hacer milagros. En quinto lugar, llevando la paz por
boca de ellos a las casas de quienes los reciban, paz que es origen de todos
los bienes. En sexto lugar, amenazando a los que no los reciban con castigos
peores que a los sodomitas. En séptimo lugar, manifestándoles que quienes
los reciban reciben juntamente a él y al Padre. En octavo lugar,
prometiéndoles la recompensa dé profeta y de justo. En noveno lugar,
senalando un gran premio aun por un vaso de agua fresca. Cada una de estas
cosas poderosa es para atraer a los hospedadores.
Porque ¿quién hay que viendo al capitán transpasado de heridas y chorreando
sangre y que regresa de la guerra tras de haber obtenido infinitas
victorias, no lo reciba abriendo ampliamente las puertas de su casa?
Preguntarás: ¿quién es ese tal? Por esto anadió: como profeta o como
discípulo o justo, para que comprendas que no mide él la recompensa de quien
recibe en hospedaje por la dignidad del hospedado, sino por la voluntad del
hospedador. Porque aquí trata de profetas, de discípulos, de justos; pero en
otra parte ordena hospedar aun a los más abyectos y castiga a quienes no los
reciben. Porque dice: Cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos
pequenuelos, conmigo dejasteis de hacerlo; 348 y también dice al contrario
acerca de ellos para el premio.
Quienquiera que sea él, aun cuando nada notable haya hecho, sin embargo
hombre es, habita en el mismo mundo que tú, mira el mismo sol, tiene como tú
la misma alma y el mismo Senor, es participante de los mismos sagrados
misterios, está llamado al mismo cielo y tiene para contigo un gran derecho,
que es la pobreza y falta del necesario alimento. En cambio, por lo que a ti
toca, los que con flautas y siringas vienen a despertarte en tiempo de
invierno, aun cuando imprudentemente y a deshora te despierten, se marchan
cargados de tus regalos; y los que pintados de hollín llevan por doquier las
golondrinas y arrojan burlas y maldiciones sobre cuantos topan, reciben la
recompensa de esa costumbre estrafalaria. Mientras que si se te acerca un
pobre, lo cargas de infinitas injurias, oprobios, acusaciones, y le echas en
cara que anda de ocioso; y no consideras que también tú eres un ocioso y sin
embargo Dios te colma de dones.
Ni me vayas a decir que algo haces. Dime: ¿cuál de las cosas necesarias
haces y en qué te ocupas? Y si me alegas que ejercitas el oficio de banquero
o de tabernero y que estás empenado en aumentar y cuidar de tu hacienda, te
responderé que tal cosa no es verdadera ocupación. La verdadera ocupación
consiste en dar limosna, hacer oración, patrocinar a los que han sufrido
injusticias y en otras cosas semejantes: !y de esto durante toda la vida
vivimos desocupados! Y sin embargo, nunca nos ha dicho Dios: Pues vives
ocioso, no encenderé para ti el sol; pues nada de lo necesario llevas a
cabo, apagaré para ti la luna, te haré estéril el seno de la tierra, secaré
los lagos y las fuentes y los ríos, y suprimiré los vientos y detendré las
lluvias anuas: al revés, todo nos lo da con abundancia.
Más aún: a algunos, que no sólo viven en el ocio, sino que obran la maldad,
les concede todo eso también para que lo gocen. Si pues, ves a un pobre y
exclamas: !Me sofoco de repugnancia cuando veo a este joven! Tiene fuerzas,
pero nada posee. Y quiere que así, ocioso, se le suministren los alimentos;
y aun quizá sea un esclavo fugitivo que huyó de su amo. Entonces te dirás a
ti mismo las cosas que acabo de referir. O mejor aún: concédele la libertad
de que él te las diga, y con mayor justicia te dirá a ti: !Me sofoco de
repugnancia al verte sano, viviendo en el ocio y que nada haces de cuanto,
Dios te ha mandado, sino que andas vagando en perversidad, como fugitivo que
se escapa de las órdenes de su amo, y vives como en tierra ajena, ebrio,
dado a la crápula, ladrón, mentiroso, destructor de las ajenas haciendas! ¿Me acusas tú a mí de ocioso? Pues yo te acuso a ti de tus malas obras, ya
que te entregas a matar, jurar, mentir, robar y otras mil maldades
semejantes.
No digo esto para confirmar, como con una ley, a los ociosos en su conducta
!lejos, lejos eso de mí! Yo deseo que todos trabajen, pues la pereza es
madre de todos los vicios. Lo que os pido es que no seáis duros e inhumanos.
Pablo, tras de quejarse de varias cosas, dijo: Quien no quiera trabajar que
no coma. 349 Pero no se detuvo aquí, sino que anadió: Pero vosotros no os
canséis de hacer el bien. Esto parecería contradecir a lo anterior. Si los
exhortas a no comer de ociosos ¿por qué nos exhortas a dar limosna? Sí, nos
responde, También ordené que no se mezclaran con ellos, sino que se
apartaran; pero dije al mismo tiempo: No los juzguéis enemigos, sino
amonestadlos; de modo que no ordené nada contradictorio, sino muy
congruente.
Si tú estás preparado para dar limosna, pronto ese pobre dejará el ocio y tú
la inhumanidad. Alegarás que es muy mentiroso y que inventa muchas
historias. Pero por esto mismo más bien es digno de misericordia, pues ha
llegado a tanta penuria que se ve obligado a proceder aun impudentemente.
Pero nosotros no solamente no nos movemos a misericordia, sino que incluso
les lanzamos palabras crueles y les decimos: ¿Acaso no has recibido ya una y
otra vez? Pero ¿qué digo? ¿Acaso no necesita él de nuevo alimentarse después
de haber comido una vez? ¿Por qué tú a tu estómago no le pones esa misma
ley, ni le dices: te basta con lo de ayer y anteayer: !no me exijas más!? Tú
repletas tu estómago hasta reventarlo, y al pobre que te pide una poquísima
cosa, le echas de ti cuando convenía, aun por eso mismo de tener que acudir
a ti día por día, compadecerlo. Si otra razón no te conmueve, a lo menos por
ésta conviene que lo compadezcas, puesto que es la fuerza de la pobreza la
que hasta a hacer eso lo obliga.
Dirás que no te compadeces de él porque aun oyendo lo que le dices no se
avergüenza. Es que prevalece la necesidad. Y tú, en lugar de compadecerlo,
lo burlas en público. Habiendo Dios ordenado dar en secreto, te plantas tú y
acometes con improperios en público al pobre que se te acerca, cuando lo
conveniente es compadecerlo. Si no quieres darle algo ¿por qué, encima de
todo, acusas y destrozas a esa alma mísera y abrumada? Como a un puerto se
acoge a tus manos. ¿Por qué tú levantas las olas y haces aún más grave la
tempestad? ¿por qué condenas con tu conducta tu falta de liberalidad? ¿Se te
habría acercado si hubiera esperado oír de ti tales cosas? Y si
previéndolas, a pesar de todo se te acerca, por esto mismo debías
compadecerlo y tener horror de ser inhumano, ya que aun viendo lo urgente de
la necesidad no demuestras mayor mansedumbre.
No piensas que a él le basta para excusar su impudencia el hambre; sino que
se la echas en cara, tú que quizá con frecuencia en cosas más graves obraste
con impudencia. Al pobre su impudencia misma le alcanza el perdón; mientras
que nosotros con frecuencia obramos de manera digna de castigo y lo hacemos
con toda impudencia. Y cuando convenía considerar esto y ser humildes, nos
enardecemos contra los pobres, y pidiendo ellos el remedio les anadimos
nuevas llagas. Si no quieres dar ¿por qué lo hieres? Si no quieres dar ¿por
qué lo injurias?
Dirás que el mendigo no se apartará de ti de otro modo. Procede entonces tú
como el sabio aquel que ordenó: Respóndele con mansedumbre y pacíficamente.
350 Al fin y al cabo, no procede así el pobre por gana. Porque no hay, no,
no hay un hombre que quiera sin algún motivo obrar torpemente. Por mi parte,
aunque millares de veces me contradigan, nunca me convencerán tanto que
llegue a creer que un hombre que abunda en bienes, se dedique a mendigar.
Nadie, pues, con falsas razones nos engane. Pues aun cuando diga Pablo: El
que no quiera trabajar que no coma, ciertamente Pablo habla con los
tesalonicenses y no con nosotros. Con nosotros afirma lo contrario: No os
canséis de hacer el bien. Por lo demás así procedemos en nuestras cosas. Si
vemos a dos que se pelean, los tomamos aparte a cada uno y los exhortamos y
les aconsejamos lo contrario, o sea la paz. Lo mismo hizo Dios, lo mismo
procedió Moisés. Porque éste decía: Perdónales su pecado o bórrame de tu
libro. 351 En cambio a los israelitas ordenó darse mutuamente la muerte, a
todos los parientes. Contrarios eran semejantes procederes; y sin embargo,
ambos se encaminan al mismo fin.
Por su parte Dios decía a Moisés, oyéndolo los judíos: Déjame y destruiré
este pueblo. Pues aun cuando en ese momento, cuando Dios hablaba, no estaban
presentes, pero enseguida la iban a oír. En diversas ocasiones, manda cosas
contrarias. Esto mismo dijo luego Moisés obligado:?Los he concebido yo acaso
ni los he parido, para que me digas: Llévalos en tu regazo como lleva la
nodriza a un nino tierno a quien da de mamar? 352 Igualmente suele suceder
en las familias. Con frecuencia el padre de familia toma aparte al pedagogo
que ha corregido al hijo y lo reprende con estas palabras: No seas duro y
áspero. En cambio al nino le dice lo contrario: Aunque te corrija
injustamente, sopórtalo. Pero con ambas cosas entre sí contrarias, el padre
de familia busca la misma útil finalidad.
Pues bien: lo mismo hizo Pablo. A los mendigos vigorosos les decía: Si
alguno no quiere trabajar que no coma; con el objeto de incitarlos a
trabajar. Y a los que podían hacer limosna les dice: No os canséis de hacer
el bien, para empujarlos a dar limosna. Así en su carta a los romanos
exhorta a los gentiles que se habían convertido, a que no se ensoberbezcan
contra los judíos, y les pone el ejemplo del olivo silvestre; y parece decir
unas cosas a unos y las contrarias a otros. No caigamos, pues, en la
crueldad, sino escuchemos a Pablo que dice: No os canséis de hacer el bien.
Escuchemos a nuestro Salvador que dice: A todo el que pide, dale; 353 y
también: Sed misericordiosos, como vuestro Padre. 354 Aunque muchas
sentencias propuso, nunca ordenó esto sino cuando trató de los
misericordiosos; pues nada nos iguala tanto a Dios como el hacer beneficios.
Objetarás que nadie hay más impudente que el pobre. Pregunto yo: ¿por qué? ¿Porque se acerca clamando? Pues bien:
¿quieres que te demuestre que
nosotros somos más impudentes que él? Recuerda cuántas veces en día de
ayuno, por la tarde, puesta ya la mesa y habiendo llamado al sirviente, si
se ha tardado un poco en venir, todo lo tiraste al suelo, pateando
ruidosamente y profiriendo injurias y oprobios a causa del pequeno retardo;
y esto a sabiendas de que si no al punto, a lo menos muy enseguida, comerás
a todo tu sabor. Y sin embargo, a ti mismo que tan feroz te muestras, nunca
te llamas impudente. En cambio, al pobre que va lleno de temor y temblor por
más graves causas puesto que no teme el retardo sino el hambre lo llamas
impudente y petulante y amontonas sobre él todo lo más oprobioso. ¿No es
esto el extremo de la impudencia?
Lo que sucede es que no consideramos estas cosas y por eso decimos que los
pobres son molestos; pero si examináramos nuestra propia conducta y la
comparáramos con lo que aquéllos hacen, no los tendríamos por molestos. En
consecuencia, no seas juez duro y acerbo. Aunque estuvieras libre de todo
pecado, la ley de Dios no te ha permitido convertirte en estricto
investigador de los hechos ajenos. Si el fariseo aquel por este motivo no
salió justificado ¿qué excusa tendremos .nosotros? Si a quienes van
coronados de buenas obras no les permite Dios examinar .con amargura los
hechos ajenos, mucho menos nos lo permitirá a nosotros que somos pecadores.
En resumen: no seas cruelísimo ni imites a los que son inexorables, duros,
peores que las fieras. A muchos he conocido que han llegado a tan grande
ferocidad que desprecian a los hambrientos, por pequenísimas cosas, y les
arrojan expresiones como éstas: !no tengo ahora criado! o bien: !estamos
lejos de casa! O también: !no tengo ningún mesero conocido! !Oh crueldad! ¿Hiciste lo que era más y no haces lo que es menos?
¿Para que tú no camines
un poco ese pobre se morirá de hambre? !Oh insolencia! !Oh soberbia! Aun
cuando hubiera que caminar diez estadios ¿convenía por eso ser desidioso? ¿No piensas que con eso se te prepara una mayor corona? Cuanto des de
limosna, tanto recibirás de recompensa; y si para ello tienes que caminar,
eso mismo tiene preparado su premio.
Admiramos al patriarca Abraham que teniendo trescientos dieciocho
sirvientes, personalmente corrió a la vacada y tomó el ternero. Ahora, en
cambio, hay algunos tan llenos de hinchazón que no se avergüenzan de hacer
las obras de caridad mediante los criados, y no personalmente. Dirás: pero ¿acaso tú me ordenas que haga la limosna yo personalmente?
¿No pareceré
andar buscando una gloria vana? Pero en el caso propuesto, procedes de ese
modo por otra vanagloria, pues te da vergüenza que te vean hablando con un
pobre. Pero no voy a examinar esto con más diligencia. Da limosna
personalmente o mediante otro, pero no acuses al pobre, no lo hieras, no lo
injuries.
Necesidad tiene de que lo remedien, no de que lo hieran. Misericordia
necesita ese que se te acerca y no espada. Yo te pregunto: si acaso alguno,
golpeado con una piedra y con una herida en la cabeza, haciendo caso omiso
de todos los demás acudiera a ti, banado en sangre ¿acaso lo acometerías con
otra piedra y le anadirías otra llaga? Yo pienso que no, sino que más bien
le procurarías el remedio. Entonces ¿por qué con los pobres procedes al
contrario? ¿Ignoras cuánto puede la palabra para ensalzar y para humillar?
Dice el Eclesiástico: La buena palabra es mejor que el don. 355?No
consideras que contra ti mismo mueves la espada y que más grave herida
recibes tú cuando el pobre se aparta injuriado, cuando llora en silencio y
derrama abundantes lágrimas? Dios es quien te lo envía. Considera, pues, a
quién traspasas la ofensa cuando al pobre ofendes; al pobre que Dios te
envía y te ordena que le ayudes. Y tú no sólo nada le das, sino que lo
colmas de injurias cuando se te acerca. Si no caes en la cuenta de lo
absurdo que esto es, considéralo en otros hombres y verás la gravedad de la
falta. Si tú envías un criado a otro criado para cobrarle un dinero tuyo y
vuelve tu criado no sólo con las manos vacías, sino además injuriado ¿qué no
harás contra el criado injuriante? ¿qué castigo no le impondrás, siendo tú
mismo el ofendido?
Pues piensa de Dios del mismo modo. Es El quien nos envía a los pobres; y si
a éstos les damos, de Dios es lo que les damos. Pero, si sin darles nada los
despedimos con injurias, piensa !qué obra habremos hecho y digna de qué
rayos! Considerando todo esto, refrenemos la lengua, aquietemos la crueldad,
extendamos las manos para hacer limosnas, consolemos no sólo con el dinero,
sino además con las palabras a los necesitados, a fin de que escapemos de
las penas debidas a los que injurian; y con la bendición de la limosna,
gocemos del reino, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a
quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXVI (XXXVII)
Cuando hubo acabado Jesús de instruir a sus discípulos, partió de ahí para
ensenar y predicar en otras ciudades (Mat. XI, l).
UNA VEZ que despachó a sus discípulos, Jesús se apartó, dándoles tiempo para
que llevaran a cabo la misión que les había confiado. No quería que mientras
él curaba enfermos y estaba presente, alguno se acercara a ellos. Y habiendo
oído Juan, quien estaba en la cárcel, las obras de Cristo, envió a decirle
mediante sus discípulos: ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro?
356 Dice Lucas que sus discípulos comunicaron a Juan los milagros y que
entonces Juan los envió en embajada. Esto no presenta ni la más pequena
dificultad; y solamente pone a nuestra consideración que ellos ardían de
envidia contra Jesús. En cambio, lo que sigue sí amerita una profunda
disquisición. ¿Qué es lo que sigue? ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar
a otro? ¿Cómo es esto que quien ya antes de los milagros conocía a Cristo, y
lo sabía por el Espíritu Santo y lo había oído del Padre y lo había
anunciado delante de todos, ahora envía a sus discípulos para informarse de
si es El el que viene? Si tú, oh Juan, no sabías con certeza que es El el
que viene ¿cómo quieres que se te dé fe cuando hablas y dictaminas sobre
cosas que ignoras? Quien da testimonio para otros, debe ser él, el primero,
digno de fe. ¿No eres tú el que decía: No soy digno de soltar la correa de
sus sandalias? 357 ¿No dijiste: Yo no lo conocía; pero el que me envió a
bautizar con agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu Santo y
posarse sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo? 358?No viste
al Espíritu Santo en forma de paloma? ¿No escuchaste la voz? ¿No le impedías
tú bautizarse diciéndole: Yo soy quien debe ser bautizado por ti; y ¿tú
vienes a mí? 359 ¿No decías a tus discípulos: Preciso es que El crezca y yo
mengüe? 360?No ensenabas a todo el pueblo que El los bautizaría en el
Espíritu Santo y en fuego; 361 y que El era el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo? 362
?No lo predicaste tú antes de todos los milagros y maravillas? Entonces ¿cómo ahora, cuando es ya de todos conocido y su fama vuela por todas
partes; cuando ya resucitaron los muertos, fueron ahuyentados los demonios y
ha brillado en tan gran manera la fuerza de sus milagros, envías a tus
discípulos para saber si es El? ¿Qué ha sucedido? ¿Acaso todas aquellas tus
palabras eran sólo fraude y burla y fábula? Pero ¿quién que no esté loco
podría afirmar tales cosas? Yo pienso que no sólo Juan que saltó de gozo en
el vientre de su madre, y así lo anunció ella ya antes del parto, y luego
habitó en el desierto y llevó una vida angelical, sino aun cualquiera de los
más humildes entre los hombres, tras de tan inmensa cantidad de testimonios
propios y ajenos, en forma alguna jamás podría haber dudado.
Por todo esto se ve que no envió a sus discípulos porque dudase ni mandó
preguntar porque ignorara. Ni se puede decir que sí lo conocía claramente,
pero que la cárcel lo había vuelto tímido. Porque él ya no esperaba salir de
la cárcel. Más aún aun cuando lo hubiera esperado no habría traicionado la
verdad, pues estaba dispuesto a sufrir mil muertes por ella. Si no hubiera
tenido semejante disposición ante aquel pueblo siempre dispuesto a derramar
sangre de profetas, no habría demostrado tan grande virtud; ni habría con
tan grande libertad y en mitad de la ciudad y en plena plaza y oyéndolo
todos, increpado como a un chiquillo al tirano cruel. Y si se había vuelto
tímido ¿cómo es que no se avergonzó de enviar a sus discípulos ante aquellos
delante de los cuales muchas veces y tan brillantemente había dado
testimonio de Cristo, sino que manda preguntar por medio de ellos, cuando lo
conveniente en el caso habría sido preguntar por medio de otros?
Sabía cierto que sus discípulos andaban envidiosos de Cristo; y que buscaban
ocasiones para difamarlo. Pero ¿cómo no se avergonzó delante de la plebe
judía a la que tan numerosas veces tan grandes cosas había predicado? ¿Ni de
qué le iba a servir semejante misión para librarse de la muerte? Pues no se
le había aherrojado por causa de Cristo, ni por haber proclamado su virtud,
sino por haber reprendido a Herodes por su malvado matrimonio. ¿No se habría
echado encima la fama de muchacho insensato o de un loco cualquiera?
Entonces ¿qué es lo que sucede? Puesto que semejante duda no puede suponerse
en Juan ni en hombre alguno, aun suponiéndolo loco, como queda manifiesto
por lo antes dicho. Falta pues solamente que demos solución al problema.
?Por qué envió a preguntar? Los discípulos de Juan no veían con buenos ojos
a Cristo, y es cosa para todos clara que continuamente estuvieron movidos de
envidia. Y se comprueba por lo que dijeron a su Maestro: Aquel que estaba al
otro lado del Jordán contigo, de quien tú diste testimonio, está ahora
bautizando todos se van con él. 363 También cuando se suscitó entre los
judíos y los discípulos de Juan la disputa acerca de la purificación y se
acercaron a Jesús para decirle:?Por qué nosotros y los fariseos ayunamos y
tus discípulos no ayunan? 364 Porque no sabían aún quién era el Cristo; sino
que por sospechar que Jesús era sólo hombre pero Juan más que hombre- les
molestaba la celebridad de Jesús y que Juan fuera decayendo, como él mismo
lo había predicho. Esto era lo que les impedía acercarse a Cristo, porque la
envidia les cerraba la entrada.
Mientras Juan estuvo con ellos, frecuentemente los ensenaba y exhortaba sin
acabar de persuadirlos. Pero cuando estaba ya para morir, se empenó más aún
en persuadirlos. Temía abandonarlos en la ocasión de una falsa creencia y
que por lo mismo fueran a permanecer separados de Cristo. Lo procuraba; y a
los principios a todos los conducía a Cristo. Pero como ellos no lo
obedecieran, antes de morir usó de mayor instancia. Si les hubiera dicho: Id
a Cristo, que es mejor que yo, tan adictos le estaban que no lo habrían
obedecido, porque habrían pensado que lo decía por modestia, y así más se le
habrían apegado. Y si hubiera callado simplemente, las cosas habrían quedado
en el estado en que estaban. ¿Qué es, pues, lo que hace? Espera hasta que a
ellos mismos se les ocurre decir que Cristo hace milagros. Y aun entonces,
no los exhorta a creer, ni los envía a todos, sino a dos que tal vez creía
él que estaban más inclinados a creer; con lo cual la pregunta no estaría
sujeta a ninguna sospecha. Podían así saber, por los hechos mismos, cuán
grande diferencia existía entre él y Jesús. Les dice, pues: Id y preguntad:
¿ Eres tú el que viene o esperamos a otro? Por su parte Cristo,
comprendiendo el pensamiento de Juan, no les dijo: Yo soy; pues aunque bien
lo podía decir, pero quizá hubiera escandalizado un poco a los oyentes. Deja
pues que por los sucesos mismos lo conozcan. Porque dicen los evangelistas
que Jesús, cuando aquellos discípulos se acercaron, obró muchas curaciones.
En realidad, si Cristo no quería proceder como acabo de decir ¿qué nexo
existiría entre ser El preguntado y nada responder El, sino al punto curar a
muchos enfermos? Ciertamente el testimonio por las obras es mucho más
creíble, así lo juzgaba El, y mucho menos expuesto a sospechas que el de
solas palabras.
Sabiendo, pues, como Dios que era, cuál fue la mente de Juan al enviarle a
sus discípulos, al punto volvió la vista a los ciegos, sanó a los cojos y a
otros muchos enfermos, para ensenar no a Juan -?cómo iba a ensenar al que ya
creía en El y lo obedecía?- sino para instruir y confirmar a sus discípulos
que dudaban. Y así dice, tras de curar a muchos: Id y referid a Juan lo que
habéis visto y oído. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son
evangelizados. Y anadió: Y bienaventurado aquel que no se escandalizare en
mí, manifestando de este modo que conocía los secretos del corazón. Si les
hubiera dicho simplemente: Yo soy, como ya indiqué, ellos se habrían dado
por ofendidos; y tal vez habrían pensado, aunque no lo dijeran, lo que sí
dijeron los judíos: Tú das testimonio de ti mismo. 365 Por tal motivo, no se
expresó así, sino que procuró que todo lo conocieran mediante los milagros,
dándoles de este modo una ensenanza por una parte más clara y por otra en
nada expuesta a las sospechas. Dijo pues lo último refutándolos. Puesto que
se escandalizaban de él, les descubrió su enfermedad, pero en tal forma que
sólo la dejó clara para sus conciencias, sin alegar testigos y sin
difamarlos, de tal modo que sólo ellos cayeran en la cuenta. Así los atrajo
mejor, al decirles: Y bienaventurado aquel que no se escandalizare de Mí.
Palabras con que oscuramente los notaba a ellos.
Mas, para no alegar únicamente nuestros pareceres y daros con mayor claridad
la verdadera doctrina, mediante la comparación con las sentencias de otros,
es necesario que las expongamos aquí. ¿Qué dicen algunos? Que no es la
verdadera la causa que acabamos de explicar; sino que en realidad Juan
ignoraba a Cristo, aunque no del todo. Sabía que El era Cristo, pero
ignoraba que moriría por los hombres; y que por tal motivo hizo aquella
pregunta:?Eres tú el que viene? Como si preguntará: ¿Eres tú el que viene
para descender a los infiernos? Pero este sentido pugna con la lógica y por
lo mismo Juan no ignoraba a Cristo. Mas aún, predicaba su muerte antes que
nada cuando decía: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Lo llamó Cordero prenunciando su muerte en la cruz. Y lo mismo indica con la
expresión: que quita el pecado del mundo, ya que esto no lo llevó a cabo por
otro camino que el de la cruz. Así lo dijo Pablo: Quitando de en medio el
acta que nos era contraria y clavándola en la cruz. 366 Y también Juan al
decir: El os bautizará en el Espíritu Santo, pues profetizaba lo que
sucedería después de la resurrección.
Insisten los adversarios y alegan que Juan sabía que Cristo iba a resucitar
y a dar el Espíritu Santo, pero ignoraba que sería clavado en la cruz. Pero
¿cómo iba a resucitar y a dar el Espíritu Santo, si primero no moría
crucificado? Y si no padecía, ¿cómo iba a resucitar? Ni ¿cómo podía ser que
quien era mayor que los profetas ignorara lo que todos los profetas sabían?
Que Juan fuera más que profeta lo testificó Cristo. 367 Que los profetas
supieron la Pasión de Cristo, nadie lo ignora. Isaías dice: Como oveja fue
llevado a la muerte; y como cordero ante el que lo trasquila, así enmudeció.
368 Y ya antes había dicho: En aquel día el renuevo de la raíz de Jesús se
alzará como estandarte para los pueblos. Y lo buscarán las gentes. 369 Y
luego, declarando su Pasión y la gloria que de ahí se le seguiría, anadió: Y
será gloriosa su morada.
Y no dijo Isaías solamente que sería crucificado, sino además con quiénes lo
sería: Y fue contado entre los pecadores. 370 Y predijo que Cristo no se
defendería: No abrirá su boca. Y que sería condenado injustamente: Fue
arrebatado por un juicio inicuo. Y antes que Isaías había dicho David,
describiendo ese juicio:?Por qué se amotinan las gentes y trazan las
naciones planes vanos? Se reúnen los reyes de la tierra y a una se
confabulan los príncipes contra Yavé y contra su ungido. 371 En otra parte
indicó el modo de la crucifixión diciendo: Han taladrado mis manos y mis
pies. 372 Y explicó además a qué se atrevieron los soldados: Se han
repartido mis vestidos y echado suertes sobre mi túnica. 373 También hace
memoria del vinagre que le ofrecieron diciendo: Diéronme a comer hiel y en
mi sed me dieron a beber vinagre. 374
De manera que los profetas tantos anos antes explican el juicio, la
condenación, los companeros de la cruz, el reparto de sus vestidos, el
sorteo y muchas otras cosas más muy menudas, pues no es menester enumerarlas
todas, para que el discurso no se alargue; y Juan, siendo superior a todos
ellos, ¿ignoraba todo eso? ¿Cómo puede sostenerse y comprobarse tal cosa?
Pero ¿por qué no dijo: Eres tú el que viene para descender a los infiernos,
sino simplemente: el que viene? Pues, lo que es más digno de risa, dicen que
lo dijo Juan como preguntando, a fin de que Jesús bajara a predicar a los
infiernos.
Paréceme que a semejantes adversarios oportunamente se les puede decir lo de
Pablo: Hermanos: no seáis ninos en el juicio, sino párvulos solamente en la
malicia. 375 Porque el tiempo del bien obrar es la vida presente. Después de
la muerte viene el juicio y el castigo, pues dice David: En el sepulcro ¿quién te alabará? 376 Pero entonces
¿cómo se entiende que se quebrantaron
las puertas de bronce y las cerraduras de hierro se hicieron pedazos? Se
entiende de su cuerpo. Porque entonces por primera vez se mostró su cuerpo
inmortal, pues habíase roto la tiranía de la muerte. Por otra parte, esto
demuestra que la fuerza de la muerte se había deshecho, pero no que se
hubieran perdonado los pecados de quienes murieron antes del advenimiento. Y
si esto no es así, sino que libró de la gehenna a todos los que murieron
anteriormente ¿cómo dice Cristo: Serán tratadas con menos rigor Sodoma y
Gomorra? 377 Porque aquí Cristo declara que serán castigadas esas ciudades
con menos rigor, pero serán castigadas. Aunque ya acá sufrieron el más
tremendo de los castigos, pero éste no las librará de los futuros. Y si ese
castigo no las libra, menos se librarán los que acá nada padecieron.
?Cómo es eso?, preguntan. Entonces ¿se procede injustamente con los que
vivieron antes de su advenimiento? !De ninguna manera! Puesto que podían,
confesando a Cristo, conseguir la salvación. Porque no se les exigía una
confesión expresa, sino que no adoraran a los ídolos y que conocieran al
Dios verdadero. Pues dice la Escritura: Porque el Senor Dios tuyo es el
único Senor 378 Los Macabeos fueron famosos porque observaron la Ley y por
ella murieron; y los tres jóvenes del horno y otros muchos judíos, que
llevaron una vida excelente y cultivaron ese modo de conocimiento, no
tuvieron obligación de otra cosa. Pues entonces, como ya dije, bastaba para
la salvación conocer la existencia de Dios; cosa que ahora ya no es
suficiente, sino que es necesario conocer además á Cristo. Por lo cual dijo
él mismo: Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado;
pero ahora no tienen excusa de su pecado. 379
El mismo criterio hay que tener acerca del modo de vivir. Entonces la muerte
perdía al homicida; ahora está prohibido aun el irritarse. Entonces se
castigaba al adúltero y al que abusaba de la mujer ajena; ahora el ver con
ojos impúdicos se castiga. Así como hay un conocimiento más profundo, así se
requiere una vida más excelsa. De manera que no se necesitaba ningún
Precursor allá. Por el contrario, si todos los que crean se han de salvar
después de la muerte, nadie habrá que se condene. Porque sin duda entonces
todos harán penitencia, y adorarán a Cristo. Y que esto sea verdad, oye cómo
lo dice Pablo: Toda lengua confesará y toda rodilla se doblará, de cuanto
hay en el cielo, en la tierra y en los abismos. 380 Pero ningún fruto
sacarán de esta sujeción, puesto que no nacerá de buena voluntad, sino, por
así decirlo, de la misma necesidad de las cosas.
No traigamos, pues, a colación esas historias propias de viejecitas ni esas
fábulas de los judíos. Oye lo que de ellos dice Pablo: Cuantos hubieren
pecado sin Ley, sin Ley también perecerán -hablando de los que vivieron
antes de la Ley-; y los que pecaron en la Ley, por la Ley serán juzgados 381
hablando de cuantos vivieron después de Moisés. Y dice también Pues la ira
de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los
hombres. 382 Y también: Tribulación y angustia y cólera sobre todo el que
hace el mal, primero sobre el judío, luego sobre el gentil. 383
Y a la verdad, infinitos males han sufrido los gentiles, como se lee en la
historia profana y también en los Libros Sagrados. ¿Quién podría contar las
tragedias de los babilonios y de los egipcios? Ahora bien: que quienes no
conocieron a Cristo-antes de su advenimiento en carne; y que quienes
adoraron al Dios único, convirtiéndose de la idolatría; y llevaron una vida
buena, conseguirán todos los bienes eternos, oye cómo lo dice Pablo: pero
gloria, honor y paz para todo el que hace el bien, primero para el judío,
luego para el gentil. 384?Ves cómo hay premio de grandes bienes para esos
que obran el bien y penas y castigos para quienes proceden al contrario? ¿Dónde están ahora los que no creen en el Infierno? Porque si los que
existieron antes de la venida de Cristo y no oyeron ni el nombre de la
gehenna ni de la resurrección, tras de sufrir aquí el castigo, luego también
allá son castigados ¿cuánto más lo seremos nosotros, educados con ensenanzas
de tan alta sabiduría?
Preguntarás: ¿cómo es que quienes jamás oyeron ni el nombre de la gehenna,
irán a parar a la gehenna? Porque dirán ellos: Si nos hubieras amenazado con
la gehenna, por el temor habríamos vivido sobriamente. !Vaya! sin duda
habrían vivido lo mismo que nosotros, que cada día oímos el nombre de la
gehenna, y sin embargo no le prestamos atención. Además hay que decir que
quien con los presentes castigos no se cohibe, mucho menos se cohibirá con
los futuros. Porque los hombres más rudos y menos cultivados suelen de
ordinario ser cohibidos y llevados a la contrición por las cosas presentes
mucho más que por las futuras, que no vendrían sino después de largo tiempo.
Dirás que a nosotros nos amenaza un más grave terror y en consecuencia ¿no
se ha procedido injustamente con aquéllos? !De ninguna manera! Porque en
primer lugar no se nos han propuesto trabajos iguales a los de aquéllos,
sino mucho mayores a nosotros. Ahora bien, quienes toman sobre sí mayores
trabajos, con mayores auxilios han de ser ayudados. Y no es pequeno auxilio
el de aumentársenos el temor. Y si esto más tenemos que aquéllos, es decir,
el conocimiento de lo futuro, ellos por su parte tuvieron más que nosotros
en que al punto se les aplicaran penas tremendas.
Sin embargo, muchos alegan todavía otra cosa. Dicen: ¿En dónde está la
justicia de Dios si el que peca sufre castigos aquí y en lo futuro? ¿Preferiríais que os traiga a la memoria sus mismas palabras, para que no
trabajéis ya más en adelante, sino que vosotros mismos deis la solución? A
muchos de nuestros conciudadanos he oído, si alguna vez sabían que un hombre
había sido condenado en juicio, que decían, llenos de indignación: ese
malvado, tras de cometer treinta y aún más asesinatos, sólo una vez sufre la
pena de muerte. ¿En dónde está la justicia? De modo que vosotros confesáis
que no siempre una sola muerte es suplicio condigno. Entonces ¿por qué ahora
juzgas al contrario? Porque no juzgáis a un extrano, sino acerca de vosotros
mismos. !Tanto así nos impide el amor propio el ver lo que sea justo!
Por eso sucede que cuando juzgamos de los otros, indagamos los asuntos
estrictísimamente; pero cuando juzgamos de nosotros mismos nos envolvemos en
tinieblas. Si examináramos nuestras cosas como si fueran ajenas, entonces
daríamos nuestro juicio sin acepción de personas. Nuestros pecados son
merecedores no de dos ni de tres muertes, sino de infinitas. Para -omitir
otros pecados, recordemos solamente cuántos y cuán altos personajes
participamos indignamente de los sagrados misterios; y quienes así
participan, son reos del cuerpo y sangre de Cristo. De modo que cuando
hablas del homicida, piensa que tú eres uno de ellos. El otro asesinó a un
hombre, pero tú eres reo de la muerte del Senor. Ese otro no participó de
los divinos misterios; nosotros gozamos de la mesa sagrada.
Y ¿qué diré de quienes murmuran y muerden y devoran a sus hermanos y
derraman harto veneno? ¿Qué de quienes arrebatan al pobre su alimento? Si el
que no hace limosnas arrebata eso a los pobres, mucho más el que roba lo
ajeno. !Cuánto peores son los avaros que los ladrones! !cuánto peores que
los homicidas y los violadores de sepulcros son los ladrones!; !cuántos hay
que despojan al pobre y además anhelan beber la sangre de aquellos a quienes
han despojado! !Lejos de nosotros tal cosa! dices. Ahora dices !lejos tal
cosa! Pero cuando te encuentres con tu enemigo repite ese !lejos! y
acuérdate de lo que hemos dicho y ordena tu vida con toda diligencia !No sea
que venga sobre nosotros el castigo de Sodoma! !No sea que suframos los
males que cayeron sobre Gomorra! !No sea que paguemos las culpas con los
padecimientos de Tiro y de Sidón!
O mejor dicho: para que no ofendamos a Cristo, lo cual es la cosa más grave
y tremenda. Pues si a muchos la gehenna les parece cosa horrible yo no me
cansaré de gritar que la ofensa hecha a Cristo es mucho más grave y
tremenda. Y os ruego que vosotros tengáis estos mismos sentimientos. Así nos
libraremos de la gehenna y gozaremos de la gloria de Cristo. La cual ojalá
todos alcancemos, por gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo, a
quien sea la gloria y el imperio, por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Lc 3, 2
2 Jn 1, 33
3 Col 6, 11
4 Hch 19, 4
5 Rm 10, 13
6 Rm 9, 30-32
7 Lc 3, 8
8 Mc 1, 4
9 Hch 19, 4
10 Is 40, 3
11 Lc 3, 5; Is 40, 4-5
12 Mt 21, 31
13 Is 65, 25
14 Is 11, 10
15 Hch 21, 11
16 Lc 7, 25
17 Rm 13, 2
18 Hb 10, 37
19 Mt 24, 14
20 Sal 37, 27
21 Sal 119, 71
22 Jn 16, 33
23 2Co 12, 7
24 Qo 2, 2
25 Jn 5, 46
26 Mt 21, 26
27 Jn 1, 21
28 Jn 1, 25
29 Is 1, 10
30 Am 9, 7
31 Jn 8, 33
32 Is 51, 1-2
33 Is 5, 19
34 Rm 9, 28
35 Jn 1, 29
36 Jn 1, 33
37 1Co 2, 9
38 Is 29, 13
39 Is 5, 4
40 Gn 11, 19
41 Gn 13, 12
42 Mt 26, 41
43 Mc 1, 13
44 Ez 16, 49
45 Gn 3, 5
46 Dt 6, 13
47 Lc 4, 13
48 Pr 3, 12
49 Nótese lo que dice el santo acerca de los endemoniados: que en su tiempo
hubo varios y él mismo hubo de consolar a un poseso en sus tremendas
aflicciones
50 Is 9, 1-2
51 Nótese que el Crisóstomo sigue a los LXX en los que se lee: estaban
sentados, mientras que en el hebreo dice: caminaban. Téngase en cuenta para
el resto de las explicaciones
52 Lc 1, 76
53 Mt 11, 19
54 Jn 8, 13
55 Sal 95, 2
56 Se dirige contra los maniqueos que sostenían haber un doble principio:
uno para el bien y otro para el mal, ambos eternos, etc
57 Literalmente el que se arrastra por tierra avpoµévwv aunque otros
leen:?pxoµ'v v
58 Mt 18, 20
59 Is 66, 2.-Nótese que el texto evangélico no habla de la pobreza, sino de
la humildad, pues usa San Mateo la palabra 7rTwXoi que significa el que se
acurruca de temor. Distingue el santo entre Ta7rctpos y 7rTwXoi y alega que
el evangelista usó el segundo adjetivo. porque el primero no envuelve la
idea de temor santo de Dios y sí el segundo, que por lo mismo parece
significar mayor perfección
60 Sal 51, 9
61 Dn 3, 39
62 1Tm 3, 6
63 Gn 3, 22
64 2Co 7, 10
65 Ef 6, 2-3
66 Lc 23, 43
67 Mt 5, 25
68 1Co 7, 26
69 Sal 37, 11
70 Mt 6, 33
71 Mt 19, 29
72 Hb 12, 14
73 2Co 2, 5.
74 1Ts 2, 14-15
75 Lc 6, 26
76 2S 26, 11-12
77 Hb 10, 32-33
78 Jb 30, 25
79 Ex 23, 5
80 Jn 5, 17
81 Jn 11, 42
82 Jn 8, 58
83 Jn 1, 1
84 Jn 1, 3 y 10
85 Mt 19, 4
86 Jn 8, 46
87 Jn 14, 30
88 Is 53, 9
89 Rm 10, 4
90 Rm 8, 4
91 Rm 3, 31
92 Mt 7, 12
93 Rm 2, 21
94 Lc 4, 2-3
95 Jb 1, 1
96 1Tm 1, 9
97 Mt 8, 11
98 1Co 13, 10
99 Rm 8, 1-2
100 Ex 20, 13
101 Jn 17, 10
102 Jr 31, 31-32
103 Ga 4, 22-24
104 Rm 12, 19. Es decir a la ira de Dios
105 Sal 4, 5. El hebreo dice: temblad y no pequéis
106 Otros traducen estúpido e impío
107 Mt 24, 12
108 Sal 50, 23
109 Sal 141, 2
110 Ef 4, 26
111 Rm 13, 4
112 Rm 6, 21
113 Dt 6, 4
114 Qo 9, 8
115 Alude a una costumbre muy extendida y de pésimos resultados. Véase el
tratado contra este desorden en el volumen correspondiente de esta obra
116 Is 3, 16
117 1Tm 2, 9
118 Mt 19, 8
119 Jr 4, 2
120 Jn 8, 41 y 44
121 Sal 106, 31
122 Hch 5, 1-11. Se refiere a la muerte de Ananías y Safira
123 Parece una alusión a lo que secuenta de Demóstenes, al cual sin duda
muchos imitaron
124 Jr 2, 10-11
125 Pr 4, 6 y 8
126 Hb 5, 12
127 Lc 23, 34
128 Rm 8, 34
129 Hb 12, 4
130 1Ts 4, 12 y 5
131 Lc 18, 12
132 Flp 3, 2
133 Ex 14, 15
134 Jl 2, 13
135 Rm 12, 12
136 Nótese que en los MNS latinos este texto de la Escritura se pone como
encabezado de una nueva Homilía, cosa que no hay en los MNS griegos. Parece
ser que esto nació del deseo de tener en un libro aparte el, comentario del
santo sobre el Padre nuestro, que es lo que sigue. Los latinos, además de
dividir así la Homilía, a esta otra parte le pusieron el número XX, haciendo
de esta XIX, las dos XIX y XX. Esto dio origen a que, para facilitar las
consultas del texto, a partir de ese punto, las ediciones de las Homilías
sobre San Mateo llevaran una doble numeración. La hemos conservado, poniendo
entre paréntesis el segundo número, vg.: Homilía XX (XXI), Homilía XXI
(XXII), etc
137 Is 6, 3
138 Rm 8, 23
139 Sal 103, 20
140 Mt 6, 34
141 Las últimas palabras del Padre nuestro son del texto o códice que usaba
el santo. Solía él utilizarlas como doxología al final de sus Homilías; y
últimamente la Iglesia las ha incluido en las oraciones de la Misa, poco
después de la oración dominical
142 1Tm 2, 8
143 Sal 103, 22
144 Sal 68, 19
145 Sal 24, 8
146 Is 53, 12
147 1Co 15, 55
148 Is 2, 4 y Jl 3, 10
149 Za 9, 9
150 Ml 3, 1-2 y 4, 2
151 Por estas palabras y las que siguen, se ve que el santo participaba de
la muy generalizada opinión entre el vulgo de la próxima venida del Juez
eterno y acabamiento del mundo
152 Hch 4, 32
153 Jb 31, 25
154 1Co 3, 7
155 Mt 4, 4
156 Sal 145, 16
157 Sal 147, 9
158 Gn 28, 28
159 1R 19, 18
160 Sal 19, 2
161 Sal 148, 9
162 Jn 1, 3
163 Lc 11, 3
164 Am 3, 6
165 Is 45, 7
166 Col 7, 32
167 Mt 10, 9-10
168 Mt 15, 26
169 Is 49, 15
170 Os 6, 3
171 Ibid. vrs. 4. Nótese que el texto de la Vulgata dice: Vuestra piedad es
como nube de la manana, como rocío matutino pasajero. Se refiere a Judá y
Efraín
172 Rm 10, 12
173 Rm 14, 10
174 1Co 4, 5
175 2Tm 4, 2
176 1Tm 5, 20
177 Mt 18, 15-17
178 Mt 23, 4
179 Mt 18, 32
180 Mt 23, 14
181 Lc 24, 40
182 1Co 2, 14
183 2Tm 4, 15
184 Tt 111, 10
185 Mt 19, 25 y 10
186 Rm 8, 32
187 Mt 11, 30
188 2Co 4, 17-18
189 Ef 6, 12
190 Mt 11, 12
191 Rm 16, 18
192 Rm 8, 6-7
193 Ga 5, 4
194 Mt 25, 12
195 Rm 2, 17-18
196 Lc 10, 20
197 1Co 13, 2
198 Ga 6, 8
199 Hch 4, 16
200 Hch 5, 28
201 Lc 9, 9
202 Lc 3, 10
203 1R 18, 21
204 Mt 14, 4
205 Pr 28, 1
206 Mc 1, 40
207 Hch 3, 12
208 Jn 9, 24
209 Mt 24, 14
210 Col 3, 15
211 Mt 1, 22
212 Lc 2, 14
213 2Co 12, 9
214 Sb 16, 29
215 Is 14, 13
216 Gn 18, 17
217 Jn 11, 22
218 Mt 15, 25
219 Lc 7, 6
220 Jn 4, 49
221 Mt 3, 9
222 Mt 19, 28
223 Mt 3, 9
224 1Co 10, 12
225 Jr 8, 41
226 Sb 6, 7
227 Lc 12, 47
228 Ex 2, 24
229 Is 37
230 Hch 2, 29
231 Mt 22, 43
232 Jn 1, 29
233 Sal 45, 3
234 Is 3, 2
235 Mt 22, 36
236 Lc 18, 18
237 Mt 12, 47
238 Jn 7, 4
239 Jn 1, 47
240 Lc 7, 22
241 Lc 9, 62
242 Rm 7, 7
243 Lc 8, 22
244 Hay aquí un lapsus memoriae del santo. Es Marcos quien pone el pormenor
en Mc 4, 38
245 2Co 1, 8
246 Mt 15, 16
247 Sal 107, 25-30
248 Parece que la creencia popular se refería únicamente a las almas de los
suicidas
249 Sb 3, 1
250 Lc 12, 20
251 Hch 7, 58
252 Flp 1, 23
253 Gn 25, 8
254 Mt 10, 30
255 Mt 6, 24
256 Parece que hay aquí una distracción del santo, pues al monstruo que va
pintando, primero le puso dragones en vez de manos, colgando de los hombros.
Y ahora le da manos
257 Jn 5, 6
258 Mc 2, 7
259 Jn 10, 33
260 Paral. 6, 30
261 Sal 7, 10
262 Jr 17, 9
263 1S 16, 7
264 Mt 8, 4
265 Jn 1, 29
266 Jn 9, 16
267 Mi 3, 6
268 Hch 9, 4
269 1S 2, 30
270 Ga 1, 13
271 Mt 11, 19
272 Lc 19, 5 y sgts
273 1Co 5, 11
274 Mt 12, 2
275 Os 6, 6
276 1Co 9, 14
277 Deut. 25, 4
278 1Co 9, 14
279 Mt 16, 9
280 Jn 5, 17
281 Gn 3, 22
282 Sal 50, 12
283 Rm 3, 23
284 Mt 6, 17
285 Lc 18, 12
286 Jn 11, 29
287 Jn 16, 12
288 Sal 45, 12
289 Lc 3, 49
290 2R 5, 11
291 Lc 8, 50
292 Jn 11, 11
293 Ex 4, 2
294 Jn 11, 34-39
295 2Co 6, 15
296 Sal 116, 7
297 Gn 3, 16. 422
298 Jn 16, 33
299 Is 35, 10
300 Mt 8, 11
301 Mt 26, 39
302 1Tm 5, 5
303 Mc 3, 23
304 Jn 4, 38
305 Jn 7, 39
306 Mt 10, 19
307 Mt 6, 26
308 2Co 11, 12
309 Na 1, 15
310 Jn 14, 27
311 Es ambiguo el sentido de la frase. El participio XExrgweVOL puede
significar o bien hay aquí pocos que sean ricos, o bien hay aquí pocos
poseedores de la virtud de la limosna
312 Hb 4, 32
313 En ninguna otra obra del santo encontramos un desahogo semejante a estos
párrafos. ¿Sufrió el santo alguna especial contrariedad con su auditorio? No
hay datos. Personalmente sospechamos que se trata de la fuerte división de
ánimos en ocasión del cisma de Antioquía, acerca del cual puede verse
nuestra Introducción general de esta obra
314 2Co 7, 2
315 1Co 12, 31
316 Lc 10, 20
317 Mt 7, 22-23
318 Jn 13, 35
319 Jn 17, 23
320 Jn 16, 6 y 5
321 2Co 12, 9
322 Hch 5, 28
323 Mt 10, 15
324 Lc 21, 15
325 2Tm 4, 17
326 1P 3, 15
327 Hch 17, 6-7
328 1Co 15, 31
329 Jb 31, 25 y 24
330 Jb 31, 1
331 St 3, 25
332 Jb 30, 25
333 Jb 7, 16. La opinión de los escrituristas es contraria a la del santo; y
parece, que Job, en el caso de que se le conceda existencia histórica y no
meramente simbólica, sí tuvo idea de la gracia y amistad de Dios y de la
resurrección. El texto que aquí cita el santo habla de la permanencia en
este mundo y no de la eternidad
334 Jb 11, 6. El texto hebreo dice: Verías que Dios te ha condonado
buena-parte de tus culpas
335 Mt 10, 25
336 Dn 3, 18
337 Jb 40, 3
338 Jb 42, 6. Los textos que aquí cita el santo los tomó de su códice. En el
original varían. Pueden verse en Nácar-Colunga o en la Biblia de Jerusalén
339 Jn 15, 15
340 Jn 14, 12
341 Lc 2, 14
342 Is 6, 9 y sgts
343 Ex 32, 27
344 Mi 7, 5-6
345 Dt 30, 9
346 Lc 14, 26
347 2Co 8, 14
348 Mt 25, 45
349 2Ts 3, 10
350 Qo 4, 8
351 Ex 32, 31-32
352 Nm 11, 31-32
353 Mt 5, 42
354 Lc 6, 36
355 Qo 18, 16
356 Lc 7, 18-19
357 Lc 3, 16
358 Jn 1, 33
359 Mt 3, 14
360 Jn 3, 30
361 Lc 3, 16
362 Jn 1, 29
363 Jn 3, 26
364 Mt 9, 11
365 Jn 8, 13
366 Col 2, 14
367 Lc 7, 28
368 Is 53, 7
369 Is 11, 10
370 Is 53, 12
371 Sal 12, 1-2
372 Sal 22, 17
373 Sal 22, 19
374 Sal 69, 22
375 1Co 14, 20
376 Sal 6, 6
377 Lc 10, 12
378 Dt 6, 4
379 Jn 15, 22
380 Rm 2, 12
381 Rm 1, 48
382 Rm 11, 8-9
383 Rm 2, 9
384 Rm 2, 10
San Juan Crisóstomo
Homilías sobre el Evangelio de San Mateo III
Homilías I-IX, X-XXXVI, XXXVII-LXVII
XXXVII Comenzó Jesús a hablar de Juan
XXXVIII Yo te alabo, Padre
XXXIX Jesús un día sábado por los sembrados
XL Pasando de ahí, vino a la sinagoga
XLI Todo reino en sí dividido
XLII Si plantáis un árbol bueno, su fruto será bueno
XLIII Entonces lo interpelaron algunos escribas
XLIV Mientras El hablaba a la muchedumbre, su madre
XLV Acercándosele los discípulos le dijeron
XLVI Es semejante el reino de los cielos
XLVII Todas estas cosas dijo Jesús en parábolas
XLVIII Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó
XLIX Jesús se alejó de ahí en una barca
L Subió a un monte apartado
LI Entonces se acercaron a Jesús fariseos
LII se retiró a los términos de Tiro y de Sidón
LIII Tengo compasión de la muchedumbre
LIV Se fue Jesús a la región de Cesarea de Filipo
LV El que quiera venir en pos de mí
LVI Hay algunos entre los presentes
LVII ¿Cómo, pues, dicen los escribas...?
LVIII El Hijo del hombre tiene
LIX !Ay del mundo, por causa de los escándalos!
LX Si pecare contra ti tu hermano
LXI Senor ¿cuántas veces habré de perdonar...?
LXII Se dirigió al país de Judea
LXIII Uno se le acercó y le dijo: Maestro bueno
LXIV Ve que nosotros lo dejamos todo
LXV Tomó consigo a solas a los doce
LXVI Al salir ellos de Jericó le seguía
LXVII Entró Jesús en el templo y arrojó
HOMILIA XXXVII (XXXVIII)
Cuando éstos se hubieron ido, comenzó Jesús a hablar de Juan a la
muchedumbre: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una cana agitada por el
viento? ¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre vestido muellemente? Mas los que
visten muellemente están en las moradas de los reyes. Pues ¿qué habéis ido a
ver? ¿A un profeta? !Sí! Yo os digo que más que a un profeta (Mt 11, 7-9).
PERFECTAMENTE procedieron las cosas y las ordenó Cristo en lo tocante a los
discípulos de Juan; y ellos se volvieron perfectamente confirmados en la fe
por los milagros que ahí al punto se verificaron. Restaba, pues, curar las
opiniones de la multitud acerca de Juan. Los discípulos de Juan nada más
sospechaban de lo que se ha dicho de su maestro. Pero la turba, por las
preguntas de los discípulos de Juan, sospechó muchas cosas absurdas, porque
ignoraba la mente del que los había enviado. Es verosímil que en su interior
las turbas discurrieran así: Aquel que tantos y tan grandes testimonios dio
de Cristo, ¿ahora duda y ha cambiado de parecer sobre si éste es o es otro
el que ha de venir? ¿Es que al hablar así quiere introducir división con los
seguidores de Jesús? ¿O se ha acobardado por el encarcelamiento? ¿O dijo sin
fundamento lo que antes afirmaba? Como era verosímil que las turbas
sospecharan estas y otras cosas parecidas, observa en qué forma corrige las
debilidades del pueblo y suprime semejantes sospechas.
Cuando éstos se hubieron ido, comenzó a decir a las turbas. ¿Por qué lo hace
cuando éstos se habían ido? Para no parecer que adulaba a Juan. Pero al
corregir las opiniones populares, no saca a relucir las sospechas del
pueblo; sino que solamente da la solución a las dudas y raciocinios que
perturban las mentes, demostrando así que conocía los secretos de los
corazones de todos. No les dijo, como lo hizo con los judíos: ¿Por qué
pensáis mal en vuestros corazones? 1 Porque aun cuando así pensaran, no lo
hacían por malicia, sino por no tener noticia de las cosas que se trataban.
Por lo mismo no les habla con dureza, sino que solamente corrige sus
pensamientos y defiende a Juan y demuestra que éste no había abandonado su
primer modo de pensar ni lo había cambiado. Como si dijera: No es él un
hombre voluble, sino firme y constante. Y de tal manera dispone las cosas
que no abre al punto su parecer, sino que lo declara mediante el parecer del
propio pueblo. Así les demuestra no sólo con las palabras de ellos, sino con
las obras propias que han testificado en favor de la constancia de Juan.
Por esto les dice: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? Como si les dijera: ¿Por qué abandonando las ciudades y las mansiones os habéis reunido todos en
el desierto? ¿Fue acaso para ver a un hombre mísero y voltario? !Esto sería
una locura! Pero esta no se deduce del íntimo anhelo con que corristeis al
desierto. No habríais concurrido con tan gran empeno tanto pueblo y tantas
ciudades al desierto y al Jordán, si no hubierais esperado ver a un hombre
grande, admirable, constantísimo. No salisteis a ver una cana agitada por el
viento; porque los hombres ligeros que se dejan llevar a una y otra parte y
a veces afirman una cosa y a veces otra y en ninguna se afirman, son
semejantes a las canas.
Observa cómo, dejando a un lado toda acusación de malicia, trata únicamente
de la sospecha de ligereza que los preocupaba, y procura quitarla. Pero ¿qué
salisteis a ver? ¿A un hombre vestido muellemente? Los que muellemente se
visten están en las moradas de los reyes. Lo que significa: Juan no es por
naturaleza ligero, y así lo demostrasteis vosotros con vuestro interés por
él. Ni puede asegurarse que él al principio estuvo constante, pero que
luego, por una vida entre delicias, se tornó muelle y delicado. Es cierto
que entre los hombres los hay que nacen con ese natural; hay otros que
después cambian y se tornan de otro modo. Así por ejemplo sucede que uno sea
por naturaleza iracundo; otro, a causa de una larga enfermedad en la que
contrajo ese vicio. Del mismo modo, unos por naturaleza son inconstantes,
ligeros; otros lo son porque se entregaron a la voluptuosidad y a los
placeres. Pero Juan no lo es por su natural: no habéis salido a ver una
cana, ni ha perdido su firmeza natural de alma por haberse entregado a los
placeres.
Y que no se ha entregado a la voluptuosidad, lo demuestra su vestido, el
desierto, la cárcel. Si hubiera querido vestir muellemente, no habría
habitado en el desierto ni en la cárcel, sino en el palacio real. Porque
estaba en su mano, con sólo callar, gozar de grandes honores. Puesto que si
Herodes a él encarcelado y de él reprendido, estando en prisiones, así lo
reverenciaba, ciertamente si hubiera callado, aun lo habría adulado.
Habiendo pues dado con sus obras un testimonio experimental de su firmeza y
constancia ¿con qué derecho se puede sospechar de su ligereza? Una vez que
tanto por el lugar como por el vestido y el concurso del pueblo ha descrito
las costumbres de Juan, luego lo presenta como profeta. Pues habiendo dicho:
¿Qué salisteis a ver? ¿A un profeta? En verdad os digo, y más que profeta,
anadió: Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero
delante de tu faz, que preparará tus caminos delante de ti. 2 Tras del
testimonio de los judíos, presenta al profeta. Más aún: pone primero el
juicio de los judíos, testimonio de enemigos, que es el argumento de más
fuerza por ser de enemigos; luego propone el género de vida que llevaba
Juan; en tercer lugar, su propio juicio; en cuarto lugar el de Malaquías,
cerrando así la boca a los judíos por todos lados. Y para que no alegaran y
dijeran: bien está, pero ¿si después acá ha cambiado? anadió lo del vestido,
la cárcel y finalmente la profecía.
Tras de decir que Juan era más que profeta, explica en qué es mayor. ¿En
qué, pues, es mayor? En que está cercano al que viene. Pues dice: Enviaré mi
mensajero delante de ti, es decir junto a Cristo. Así como sucede con los
reyes que los que van junto a la carroza real tienen mayor dignidad, así se
ve a Juan ir junto a Cristo, que ya llega. Observa cómo por aquí declara su
excelencia; mas no se detiene en esto, sino que al punto manifiesta su
propio parecer diciendo: En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no
ha aparecido uno más grande que Juan Bautista. Es decir que ninguna mujer ha
dado a luz a otro mayor.
Basta con semejante parecer. Pero si quieres por las cosas mismas conocerlo,
considera la mesa de Juan, su alimento, la alteza de su mente. Vivía como si
ya estuviera en el cielo; y como si fuera superior a las naturales
necesidades, llevaba un camino admirable y pasaba el tiempo íntegro en
himnos y oraciones, hablando sólo con Dios y con ninguno de los mortales. No
conocía a ninguno de los consiervos, no se daba a ver, no se alimentaba de
leche, no disfrutaba del lecho ni del techo ni del foro ni de cosa humana
alguna; y era al mismo tiempo lleno de vehemencia y de mansedumbre. Oye con
cuánta mansedumbre habla a sus discípulos y con cuánta fuerza a los judíos y
con qué libertad a los reyes. Por tal motivo decía Cristo: Entre los nacidos
de mujer no ha aparecido uno más grande que Juan el Bautista.
Mas con el objeto de que las alabanzas no fueran a engendrar algún error y
que los judíos no lo fueran a preferir a Cristo, mira cómo también esto lo
endereza. Pues así como de las cosas con que los discípulos de Juan quedaban
confirmados en la fe de ahí recibían dano las turbas, pensando que Juan era
voltario, así con las que las turbas se confirmaban en la fe se les acrecía
a aquéllos el dano, pues, por lo dicho, pensaban ser Juan superior a Cristo.
Corrige Cristo todo esto y toda sospecha al decirles: Pero el más pequeno en
el reino de los cielos, es mayor que él. El menor, es decir en la edad y en
la opinión de muchos, pues a Jesús lo llamaban glotón y bebedor de vino. Y
decían de El: ¿No es éste el hijo del carpintero?; 3 y por doquiera lo
trataban con desprecio. Preguntarás: entonces Jesús comparado con Juan ¿era
mayor? De ninguna manera. Pues tampoco Juan cuando dice: Es más fuerte que
yo, 4 lo dice para poner comparación; ni tampoco Pablo, al hablar de Moisés
lo hace cuando dice: Y es tenido en mayor gloria que Moisés. 5 Ni el mismo
Jesús cuando decía: Y aquí está uno mayor que Salomón. 6 Y si concediéramos
que lo hizo por establecer comparación, aclararíamos que lo hizo
acomodándose a la rudeza de los oyentes.
Juan era tenido en gran estima, y la cárcel lo había tornado más insigne, lo
mismo que la libertad en reprender al rey, cosas todas que muchos escuchaban
con gusto 7. Porque también el Antiguo Testamento suele enmendar a los que
yerran, comparando cosas que entre sí no admiten comparación. Por ejemplo
cuando dice: No hay, oh Senor, semejante a ti en los dioses? Y también: No
hay Dios como el Dios nuestro. 8 Hay quienes afirman que Cristo lo dijo
refiriéndose a los apóstoles; otros aseguran que a los ángeles; pero mal.
Porque los hombres, una vez que se han apartado de la verdad suelen caer en
múltiples errores. Pues ¿cómo podía lógicamente haberlo dicho de los
apóstoles o de los ángeles? Por lo demás, si de los apóstoles lo decía ¿qué
le vedaba nombrarlos? En cambio, hablando de sí mismo, rectamente y con
derecho oculta la persona a causa de la opinión que de él se tenía y para no
parecer que se alababa a sí mismo. Siempre procede así.
Y ¿que significa: en el reino de los cielos? Es decir en las cosas todas
espirituales y celestiales. Al decir: Entre los nacidos de mujer no ha
aparecido nadie mayor que Juan, se contradistingue de Juan y se aparta de
toda comparación. Pues aun cuando El también era nacido de mujer, pero no al
modo de Juan, pues no era sólo hombre ni había nacido al modo humano, sino
con un parto estupendo y maravilloso. Desde los días de Juan el Bautista
hasta ahora el reino de los cielos se alcanza por la fuerza y los esforzados
lo arrebatan. Preguntarás: ¿cómo se compone esto con las cosas que preceden?
De modo excelente y muy lógico. Porque con esto Cristo excita y empuja a las
turbas a que crean en El; y al mismo tiempo confirma lo que anteriormente
había dicho Juan. Pues si hasta llegar a Juan se ha completado todo,
entonces: Yo soy el que viene. Porque dice: Porque todos los profetas y la
ley han profetizado hasta Juan. Como si dijera: No habrían cesado de hablar
los profetas, si yo no hubiera venido. No esperéis pues ya más: no esperéis
que venga otro.
Desde el momento en que cesaron los profetas y que muchos arrebatan la fe en
mí, es claro que Yo soy ése; y esa fe es tan clara y manifiesta que muchos
día a día la arrebatan. Preguntas: ¿quiénes la han arrebatado? Responde:
todos cuantos con empeno se han acercado a Cristo. Enseguida pone otro
indicio: Y si queréis oírlo, él es Elías, que ha de venir. Dice Malaquías:
Ved que yo mandaré a Elías el profeta, quien convertirá el corazón de los
padres a los hijos. 9 Dice, pues, Cristo: este es Elías, si con cuidado
atendéis. Puesto que afirma Malaquías: He aquí que voy a enviar a mi
mensajero delante de ti.
Y con razón dijo: si queréis oírlo, manifestando así que a nadie se le
obliga ni se le hace violencia. Como quien dice: Yo a nadie obligo. Quería
por este medio pedir una voluntad pronta, y también demostrar que aquel
Elías es este Juan y este Juan es aquel. Elías. Porque ambos tuvieron el
mismo ministerio y ambos fueron precursores. Por lo cual no dijo
simplemente: este es Elías, sino: Si queréis oírlo, éste es. O sea: si es
que atendéis a los hechos con recta voluntad y sano juicio. Y no se detuvo
aquí, sino que demostrando que se necesita comprensión, a la expresión: éste
es Elías, que ha de venir, anadió: El que tiene oídos para oír que oiga.
Tantos misterios y cosas enigmáticas les proponía, para obligarlos a
preguntar. Pero ni así despertaban. Y mucho menos habrían despertado si todo
lo hubiera dicho clara y manifiestamente. Pues no puede decirse o que no se
atrevían a preguntarle o que El se mostraba difícil para acercársele. Puesto
que quienes acerca de cosas banales le habían interrogado y examinado, y
habiendo sido infinitas veces rechazados no habían cesado en su empeno ¿cómo
no lo iban a interrogar en cosas necesarias, si hubieran querido aprender?
Lo interrogaban en asuntos de la Ley y cuál era el precepto principal, y le
hacían otras preguntas semejantes, y esto sin que les urgiera necesidad
alguna. ¿Cómo entonces, cuando él decía cosas que debía responder, no habían
ellos de explanar ellos su pensamiento? ¿Sobre todo siendo así que él mismo
parecía exhortarlos y empujarlos? Así, cuando decía: Los esforzados lo
arrebatan, excitaba sus ánimos; y cuando decía: El que tiene oídos para oír,
que oiga, hacía lo mismo. Y dice luego: ¿A quién compararé esta generación?
Es semejante a los ninos sentados en la plaza, que se gritan unos a otros
diciendo: Os tocamos la flauta y no habéis bailado; hemos cantado endechas y
no os habéis dolido. También esto parece desconectado de la serie
precedente, y sin embargo pertenece al mismo desarrollo, ya que se refiere a
lo principal del asunto; es decir a demostrar que Juan no se contradijo en
sus procederes, aunque los hechos parecieran decir lo contrario, como ya lo
advertimos, hablando de las preguntas. Demuestra además que no se pasó de
largo nada de lo perteneciente a la salvación de ellos.
Es lo que el profeta dijo acerca de la vina: ¿Qué más podía yo hacer por mi
vina que no lo hiciera? 10 Cristo dice: ¿A quién compararé yo esta
generación? Es semejante a los ninos sentados en la plaza, que se gritan
unos a otros, diciendo: Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado; os
hemos cantado endechas y no os habéis dolido. Porque vino Juan, que no comía
ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio. Vino el Hijo del hombre, que
come y bebe y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, y es amigo de los
publicanos y pecadores. Como si dijera Cristo: Juan y yo vamos por
contrarios caminos, pero hacemos lo mismo. Como si dos cazadores viendo una
bestia feroz difícil de coger, pero que puede ir a caer en la red por dos
caminos, ocupara cada uno de ellos uno de los caminos, de modo que el uno la
empuja por una senda contraria a la del otro, y así por medio de uno de los
dos venga a quedar prisionera.
Mira cómo todo el género humano suele admirar el ayuno, lo mismo que la
austeridad de la virtud. Por esto el negocio todo se instituyó de tal manera
que Juan ayunara desde su tierna edad y cultivara ese género de vida para
que por este medio mereciera fe su predicación. Preguntarás: ¿por qué motivo
Cristo no siguió ese camino? Ciertamente lo siguió al ayunar durante
cuarenta días y andando por los pueblos ensenando, sin tener en dónde
reclinar su cabeza. Además, con el otro modo de vida que instituyó también
se logrará lucro. Al fin y al cabo, lo uno era equivalente a lo otro; y aun
había en el segundo camino una ventaja: tener en su favor el testimonio del
que lo había emprendido. Por lo demás, Juan solamente exhibía la austeridad
de su vida, pues no hizo ningún milagro, mientras que Jesús tuvo además el
testimonio de los milagros y portentos. Dejando, pues, que Juan fuera
celebrado por sus ayunos, Cristo tomó el camino contrario y entraba a las
mesas de los publicanos y comía con ellos y bebía.
Preguntemos a los judíos si el ayuno es cosa buena y admirable. Entonces,
convino creer en el Bautista y recibirlo y obedecerlo. Con esto, sus
palabras os iban a conducir a Jesús. ¿Es el ayuno oneroso y duro? Entonces,
había que obedecer a Jesús y darle fe, aunque iba por un camino contrario.
Por cualquiera de los dos caminos habríais entrado en el reino. Pero los
judíos, al modo de una bestia feroz, ambos caminos los tomaron a mal. De
modo que de parte de los dos a quienes no se dio crédito, no hay culpas sino
de parte de quienes no creyeron. Puesto que nadie hay tan falto de razón que
alabe o vitupere al mismo tiempo las cosas que son entre sí contrarias.
Por ejemplo: quien alaba a un hombre ligero y perezoso, no aprobará al
cenudo y bárbaro; y el que alaba al severo, no aprobará al ligero. Porque no
se puede lógicamente aprobar una y otra cosa. Por este motivo dijo Cristo:
Os tocamos la flauta y no bailasteis; es decir os hemos presentado una vida
no austera y no nos habéis obedecido. Y luego: Os cantamos endechas - y no
os habéis dolido; es decir: Juan os abrazó con una vida austera y grave y
tampoco le hicisteis caso. Y no dijo: Juan tomó aquel género de vida y yo
este otro, porque siendo una misma la finalidad de ambos, sólo los medios
eran encontrados. Por esto dice que los hechos eran los mismos. El que
tomaran caminos encontrados nacía precisamente de una mayor concordia, pues
todo se dirigía al mismo fin.
Entonces, oh judíos ¿qué defensa os queda en adelante? Por tal motivo Cristo
anadió: Y la Sabiduría se justifica por sus obras. Como si dijera: aun
cuando no hayáis obedecido, pero a mí en adelante ya no podréis acusarme.
Que es lo que dijo el profeta hablando del Padre: Para que sea reconocida la
justicia de sus palabras. 11 Dios, aun cuando no hiciera más que cuidar de
nosotros, cumple con todo lo que le toca, hasta el punto de no dejar a los
necios y a los malvados ni una sombra de duda. Y aun cuando los ejemplos de
que usa sean vulgares y nada pulidos, no te admires, pues así se adaptaba a
la rudeza de los oyentes. También Ezequiel pone muchos ejemplos que son
oportunos para el pueblo, aunque parezcan no dignos de Dios. Por lo demás,
también esto entra en la providencia divina y es digno de ella.
Considera, por otra parte, cómo los judíos también por otros caminos eran
llevados a diversas sentencias y pareceres. Habiendo ellos dicho que Juan
era un endemoniado, no se detuvieron aquí, sino que también lo afirmaron de
Cristo, que vivía de un modo contrario al de Juan. Hasta ese punto andaban
traídos y llevados de encontrados y varios pareceres. Lucas, aparte de esa
acusación, aduce otra más grave, cuando dice: Los publicanos justificaron a
Dios recibiendo el bautismo de Juan. 12 Y una vez que la Sabiduría quedó
justificada; una vez que demostró que todo se había cumplido, se querella de
las ciudades de Cristo y llama a sus habitantes míseros, pues no logró
persuadirlos, lo cual es peor que si les pusiera terror. Usó de la ensenanza
y de los milagros. Mas, como permanecieron en su misma incredulidad,
finalmente los querella y dice el evangelista: Comenzó entonces a increpar a
las ciudades en que había hecho muchos milagros, porque no habían hecho
penitencia, diciendo: !Ay de ti, Corazaín! !ay de ti, Betsaida! Y para que
veas que ellos no eran tales por naturaleza, pone el nombre de las ciudades
de donde habían salido cinco apóstoles. Porque de ahí eran Felipe y los dos
pares de corifeos [Pedro y Andrés, Santiago y Juan].
Y dice: Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en
vosotras, mucho ha que habrían hecho penitencia en saco y ceniza. Así, pues,
os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en el
día del juicio. Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? !Hasta el
infierno serás precipitada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los
milagros hechos en ti, hasta hoy subsistirán. Así, pues, os digo que el país
de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio. No sin
motivo nombra a Sodoma, sino para agrandar el peso de la acusación. Porque
gran argumento de perversidad es que aparezcan peores que los malvados que
antes existieron y no solamente que los que ahora viven.
Del mismo modo los condena en otra parte, comparándolos con los ninivitas y
con la reina del Austro; con la diferencia de que en este último pasaje
compara a los que han obrado el bien; y en aquel otro a los que han obrado
el mal, lo que es todavía más grave. Ezequiel usó de este mismo modo de
condenar cuando dijo de Jerusalén: Hasta el punto de hacer justas a tus
hermanas con todas las abominaciones que tu has cometido 13 Suele en el
Antiguo Testamento proceder en esta forma cuando se trata de esta materia. Y
no terminó aquí su discurso, sino que aumentóles el terror diciendo que
sufrirán más graves tormentos que los de Sodoma y los de Tiro. Así, de todos
lados los excita, bien llamándolos míseros, bien metiéndoles miedo.
Apliquémonos a nosotros mismos esto, pues no sólo a los incrédulos, sirio
también a nosotros nos amenazó con el castigo mayor que a los de Sodoma, si
no recibimos y hospedamos a los peregrinos que vienen a nosotros, cuando
ordenó a los apóstoles que aun sacudieran el polvo de su calzado. Y con
razón. Pues aquéllos, si pecaron, cayeron antes de la Ley y de la gracia;
pero nosotros, que pecamos después de tantos cuidados como se nos han
prodigado ¿de qué perdón seremos dignos si mostramos tan grande
aborrecimiento a los huéspedes y cerramos las puertas a los necesitados y
antes que las puertas, los oídos mismos? Y no sólo a los pobres sino también
a los necesitados. Las cerramos a los pobres porque las cerramos a los
apóstoles. Es que mientras se lee a Pablo, tú no atiendes; y cuando Juan nos
predica, tú no lo oyes. Entonces ¿cuándo darás hospitalidad al pobre, pues
ni siquiera al apóstol recibes? Así pues, para que a éstos las puertas y a
aquéllos los oídos queden abiertos, limpiemos de los oídos del alma todas
las suciedades. Pues así como la inmundicia y la tierra tapan los oídos
corporales, así los cantares de las meretrices, las narraciones profanas,
las deudas, las conversaciones sobre la usura y los réditos cierran los
oídos del alma, mucho más que cualesquiera inmundicias. Más aún: no
solamente los cierran sino que los manchan. Los que tales cosas a referir se
entregan, echan estiércol en vuestros oídos. Y lo que cierto bárbaro
amenazaba a Israel diciendo: Comeréis vuestro estiércol, 14 eso hacen
aquéllos con vosotros, no con palabras, sino con obras, y os obligan a
soportarlo. Más aún: cosas mucho más graves. Porque los dichos cantares son
con mucho más repugnantes.
Y lo peor es que ya no os molestan, sino que aun los reís y celebráis,
cuando lo conveniente sería huirlos y execrarlos. Y si tales cosas no son
abominables !vaya! !baja tú mismo a la orquesta, imita eso que alabas; o
mejor aún, vete con ese que semejante risa ha excitado! Por cierto que nunca
te atreverías a hacerlo. Entonces ¿por qué tanto lo honras? Las leyes
escritas de los griegos a tales hombres los tienen como infames ¿y tú, en
cambio, juntamente con toda la ciudad, los recibes como si fueran Legados o
Capitanes; y convocas a todos para que reciban el lodo en sus oídos? Si tu
esclavo, oyéndolo tú, dice algo torpe, lo castigas con golpes sin número; si
tu hijo, si tu mujer, si otro cualquiera así procede, lo tienes como ofensa.
En cambio, si hombres despreciables y abyectos te convocan a escuchar
palabras torpes, no sólo no te indignas, sino que te gozas y aun alabas.
?Hay algo que se iguale a semejante locura? Dirás que al fin y al cabo tú no
pronuncias semejantes palabras. Pero ¿hay en eso alguna ganancia? Más aún: ¿de dónde consta que no las pronuncias? Si nunca las pronunciaras, jamás te
reirías al oírlas ni correrías con tanto empeno a escuchar lo que te
deshonra. Porque, dime: ¿te gozas oyendo blasfemias? ¿acaso no te horrorizas
y te tapas los oídos? Yo pienso que sí lo haces. ¿Por qué? Porque tú nunca
blasfemas. Pues procede del mismo modo respecto de las palabras aquellas
torpes. Si quieres demostrarnos claramente que no te gozas cuando hablan
torpezas, no soportes el oírlas. ¿Cuándo podrás llegar a ser un hombre
probo, si te alimentas de oír torpezas tales? ¿Cuándo podrás soportar los
trabajos de la castidad yendo así poco a poco en descenso a causa de esas
risas y cantares y palabras obscenas? Si con trabajo el alma que se conserva
pura y alejada de todo eso, puede ser casta ¿cuánto menos podrá serlo la que
se acostumbra a escuchar tales cosas? ¿Ignoráis que todos somos inclinados a
la perversidad? Pues si a ésta la convertimos en arte y oficio ¿cómo
podremos escapar del horno aquel? ¿No habéis oído lo que dice Pablo:
Regocijaos en el Senor 15!No dijo: en el demonio! Pues ¿cuándo podrás
escuchar a Pablo? ¿cuándo podrás tener conciencia de tus pecados, pues vives
perpetuamente ebrio a causa de semejantes espectáculos? Que acudas a la
iglesia ni es cosa grande, ni digna de admiración... Aunque sí es cosa de
admiración. Porque vienes aquí perezoso y a la ligera. En cambio corres al
teatro con gran anhelo y empeno. Y esto es claro por lo que luego refieres
en tu hogar cuando regresas. Porque lleváis a vuestros hogares cada uno de
vosotros el lodo que se os infundió mediante las palabras, los cantos, las
risotadas; y no únicamente a vuestros hogares, sino a lo más interior de
vuestras mentes; y ya no os apartáis de esas cosas dignas de abominación: de
manera que ya no tienes odio sino amor a lo abominable.
Muchos hay que al volver de visitar los sepulcros, se purifican con el bano;
pero cuando regresan del teatro, no lloran, no derraman una fuente de
lágrimas. Y eso que el cadáver no es cosa inmunda, mientras que el pecado
mancha en tal manera que no puede purificarse ni con mil fuentes, sino sólo
con las lágrimas y la confesión. Pero ya no hay quien sienta esta mancha; y
pues no tememos lo que debíamos temer, tememos lo que no debíamos. Pero ¿qué
estrépito es ése? ¿qué tumulto? ¿qué clamores satánicos? ¿qué vestidos y
posturas satánicas? Ahí va uno, joven, con la cabellera anudada detrás; y
con su presentación misma está afeminando su naturaleza, lo mismo que con
sus modales, con su vestido y con todo lo que lleva; y trata de parecerse a
una doncella. Allá va otro, anciano, con la cabeza rapada a navaja, cenidos
los rinones, después de que antes de raerse la cabeza y sus cabellos, ha
raído del todo su pudor; y se presenta a recibir bofetadas y preparado a
decir y hacer cuanto se ofrezca. Y las mujeres, descubierta la cabeza,
olvidando todo rubor, se presentan y hablan al pueblo con suma y empenosa
impudencia, infundiendo en los oyentes la más alta petulancia y la más
completa lascivia. No tienen sino un anhelo: extirpar de raíz toda castidad
y manchar la naturaleza humana y satisfacer la concupiscencia del perverso
demonio de la carne. Porque en el teatro, las palabras obscenas, las figuras
ridículas, el corte del pelo mismo, el modo de andar, el vestido, la voz, lo
muelle de los miembros, lo tornátil de los ojos, las flautas, las tonadas,
el drama, el argumento, en una palabra, todo está redundando en extrema
lascivia.
?Cuándo, pregunto yo, podrás volver en ti, una vez que el demonio te hace
beber tan ingente copa de fornicaciones y mezcla para ti tantas cráteras de
intemperancia? Porque ahí en el teatro se ven fornicaciones, adulterios,
prostitutas, hombres afeminados, jóvenes muelles, todo repleto de iniquidad
y de cosas de magia y de hechicería. De manera que quienes ahí están
sentados no conviene que se rían de semejante espectáculo, sino que lloren y
giman. Preguntarás: entonces ¿cerramos los teatros? Por tu mandato se armará
una revuelta. !Pero si ya todo es revuelta! ¿De dónde salen los que andan
poniendo asechanzas a los matrimonios? ¿no es acaso de lo que ven en el
escenario? ¿De donde los que violan el tálamo nupcial? ¿Acaso no es de aquel
teatro? ¿No es ahí en donde aprenden a ser molestos a sus esposas? ¿No es
ahí donde aprenden a despreciar a sus mujeres? ¿No salen de ahí infinitos
adúlteros? !El que todo lo revuelve es el que asiste al teatro y trae luego
de ahí la recia tiranía! Alegarás que de ningún modo es así, ya que el
teatro ha sido instituido por las leyes y ordenado para el bien, Porque,
anades, el rapto de las mujeres y el insultar obscenamente a los jóvenes y
el deshacer los hogares, todo eso es propio de quienes conquistan las
acrópolis. ¿Quién, continúas, por tales espectáculos se ha hecho fornicario?
Mejor pregunta: ¿quién no? Si fuera lícito publicar nombres, podría yo
deciros a cuántas esposas esos teatros han arrebatado el esposo; y a cuántos
han cautivado aquellas meretrices, de los cuales a unos los arrancaron del
lecho conyugal y a otros los hicieron que no pudieran tomar esposa. Pero
insistes: ¿de modo que echaremos abajo todas las leyes? Respondo que al
revés: derribados los teatros, habremos acabado con las transgresiones
legales. Porque del teatro salen los que hunden las ciudades; del teatro
salen las sediciones y las revueltas. Quienes se alimentan de semejantes
espectáculos y ven en su voz a causa de la necesidad del estómago, y que no
tienen otro oficio ni ocupación que andar gritando y ejecutar, cualquier
cosa por absurda que sea, ésos son sobre, todo los que conmueven a los
pueblos y promueven en las ciudades los tumultos. Una juventud ociosa, en
semejantes espectáculos educada, se torna más cruel que cualquier bestia
salvaje.
?De dónde, pregúntate, salen los charlatanes adivinos? ¿No salen de ahí a
provocar sin motivo a la plebe desocupada y logran que los bailarines saquen
beneficios de semejantes tumultos y que las meretrices sirvan de obstáculo a
las mujeres honradas?-Porque llegan a tales géneros de maleficios que no
dudan en profanar los huesos de los muertos. ¿No proviene esto de que para
esos coros diabólicos se ven obligados a gastos sin cuento? ¿De dónde nacen
la lascivia y males sin número? ¿Observas cómo eres tú quien disturba la
vida y relaciones humanas cuando a tales cosas a otros arrastras? Por mi
parte, creo que semejantes prácticas deben abolirse.
Dirás: entonces !cerremos la orquesta! !Ojalá fuera eso posible! Más aún: si
queréis, cuanto es de mi parte ya está cerrada y destruida. Pero no es eso
lo que yo aconsejo. Quedando ella en pie, dejadla vacía; !cosa de mayor
alabanza que destruirla! Si a nosotros no hacéis caso, a lo menos imitad a
los bárbaros, que no tienen tales espectáculos vergonzosos. Pero ¿qué excusa
tendremos en adelante nosotros, los ciudadanos del cielo, los inscritos en
el coro de los querubines, los consortes de los ángeles, si somos en esto
peores que los bárbaros, cuando está en nuestra mano inventar otros mil
géneros de placeres, mayores que ésos? Si anhelas recrearte, anda a los
jardines, al río que al lado se desliza, a los estanques. Contempla los
huertos, escucha las cigarras que cantan, paséate por entre los sepulcros de
los mártires, en donde se encuentra la salud de los cuerpos y la utilidad de
las almas, sin dano alguno y sin remordimientos después, como después de
aquellos espectáculos. Tienes esposa, tienes hijos. ¿Qué deleite hay que a
ése se iguale? Tienes hogar, tienes amigos: esto alegra y juntamente con la
templanza, produce ganancias grandes. ¿Qué hay, te pregunto, más suave que
los hijos? ¿qué más dulce que la esposa para quienes son continentes? Corre
entre la gente un dicho que aunque es de bárbaros pero está henchido de
filosofía. Como ellos oyeran contar acerca de esos teatros perversos y de su
infame deleite, comentaban: Los romanos, como si no tuvieran hijos ni
esposas, inventaron esos placeres, con los que manifiestan que nada hay más
dulce que los hijos y las esposas, si se quiere vivir honestamente.
!Bueno!, dirás. Pero, ¿si yo demuestro que ningún dano se sigue de
presentarse con frecuencia en el teatro? Respondo que ya esto mismo es un
gravísimo dano: el perder el tiempo y escandalizar a otros sin causa ni
motivo. Aun cuando tú no sufras 11 dano, haces que el otro se aficione a
tales espectáculos. Sin embargo, ¿cómo dices que no recibes dano, cuando das
ocasión para esos espectáculos? Porque el charlatán adivino, el joven
corrompido, la fornicaria, todos esos coros diabólicos, te hacen causante de
los dichos espectáculos. Así como si no hubiera espectadores, no habría
quienes dieran el espectáculo, así, porque hay espectadores, comparten éstos
la responsabilidad del fuego que desde, ahí se, reparte. De modo que aun
cuando nada padezca con ello tu castidad -!cosa que es imposible!- pagarás
el grave castigo de los otros, ya sean espectadores ya actores.
Por lo que mira a la castidad, más habrías ganado con no asistir. Si ahora
eres casto, más lo serías si no hubieras asistido. No discutamos, pues,
inútilmente, ni busquemos vanas excusas. No hay sino una excusa, una
defensa: huir de ese horno babilónico, vivir lejos de esa meretriz egipcia,
aunque sea necesario abandonarle el manto. Así gozaremos de gran placer
porque nuestra conciencia no nos acusará y llevaremos una vida casta y
conseguiremos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, al que sea la gloria y el poder, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén
HOMILIA XXXVIII (XXXIX)
Por aquel tiempo tomó la palabra Jesús y dijo: Yo te alabo, Padre, Senor del
cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos
y las revelaste a los pequenuelos. Sí, Padre, porque así te plugo (Mt 11,
25-26).
OBSERVA DE cuántos y cuán variados modos los lleva a la fe. En primer lugar
con las alabanzas a Juan. Pues al demostrar que era varón grande y
admirable, hizo dignas de fe sus palabras y sus obras con que los había Juan
atraído a su conocimiento. En segundo lugar, avisándoles que el reino de los
cielos se conquista a la fuerza y que son los esforzados quienes lo
arrebatan; que es cosa propia de quien excita e impele. En tercer lugar,
demostrándoles que ya todo lo anunciado por los profetas estaba cumplido.
Pues con esto les declaró que El había sido predicho por ellos. En cuarto
lugar, manifestándoles que de su parte había hecho todo cuanto debía
hacerse, cuando les propuso la parábola de los muchachos en la plaza. En
quinto lugar, cuando reprochó a los incrédulos y anadió terrores y amenazas.
En sexto lugar, cuando dio gracias a su Padre por los que habían creído.
Porque ese: Te alabo, significa en este sitio Te doy gracias. Te doy
gracias, dice, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos.
?Significa esto que El se goce de las ruinas y de que aquéllos no conocieran
tales cosas? !De ninguna manera! Sino que éste es el más excelente camino de
salvación: que quienes rechazan y no quieren oír lo que se les predica, de
ningún modo sean obligados; para que, pues siendo llamados, no se hicieron
mejores, sino que se apartaron y despreciaron la predicación, al menos con
verse rechazados, queden invitados y se le conduzca a desear las cosas que
se han predicado. Aparte de que por este medio, los que atendieran se
tornarían más empenosos. Que a los segundos se les revelen es cosa que causa
gozo; que a estos otros se les escondan, es cosa que causa no gozo, sino
lágrimas de compasión. Así lo practicó Jesús cuando lloró sobre la ciudad
ingrata por conmiseración. De manera que no se goza de la ruina, sino porque
lo que no conocieron los sabios, lo conocen los apóstoles. Es como dijo
Pablo: Pero gracias sean dadas a Dios porque siendo esclavos del pecado
obedecisteis de corazón la norma de doctrina a que os disteis. 16 No se
alegra Pablo porque fueron siervos del pecado, sino porque, siendo tales, al
fin lograron tan grandes bienes.
Llama aquí sabios a los escribas y fariseos. Y se expresa así para hacer más
prestos a los discípulos y para manifestar cuán grandes dones han alcanzado
ellos, pecadores; dones que aquellos otros en absoluto perdieron. Y cuando
los llama sabios, no habla de la verdadera y laudable sabiduría, sino de la
otra aparente que creían haber conseguido con su porte majestuoso y grave.
Por eso no dijo: Que revelaste a los necios, sino a los pequenuelos; es
decir a los sinceros y sencillos. Declaró así además que aquéllos no la
habían alcanzado, no sólo por ser indignos, sino además con todo derecho.
Nos ensena de este modo a huir de la soberbia y buscar la sencillez.
Pablo se extiende en esto cuando escribe: Si alguno de vosotros cree ser
sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. 17 De este
modo se muestra ser don de Dios. Pero ¿cómo es que Cristo da gracias al
Padre, siendo así que aquello era obra suya? Así como ruega a Dios,
manifestando su gran caridad para con nosotros, así igualmente da gracias,
cosa que es muestra de íntimo carino; y al mismo tiempo declara que aquellos
otro, se han apartado no solamente de él, sino también del Padre. Lo que
ordenó a sus discípulos: No deis lo santo a los perros, 18 ya lo había El
practicado. Manifiesta también su voluntad y la de su Padre: la suya, pues
se complace y da gracias por lo hecho; la del Padre, demostrando que el
Padre, no por ruegos lo había hecho, sino que se había determinado a ello
espontáneamente. Porque dice: Porque así te plugo, es decir, te agradó.
Por qué motivo se hubieran escondido tales cosas a los sabios, oye cómo
Pablo lo declara: Porque buscando la, justicia propia, no se sometieron a la
justicia de Dios. 19 Considera en qué estado de animo se encontrarían los
discípulos al oír aquellas cosas, es a saber: que ellos conocían lo que
ignoraban los sabios; y lo conocían permaneciendo en su pequenez y por
revelación de Dios. Lucas dice que en aquel tiempo, cuando regresaron los
setenta refiriendo lo de echar los demonios, El se alegró en gran manera, y
que fue entonces cuando dijo esas palabras con que los volvía más empenosos
y al mismo tiempo los preparaba para ser moderados. Porque era verosímil que
les produjera vanagloria el arrojar los demonios; y así por aquí les bajaba
los humos. Ya que lo que sabían era fruto no de sus estudios, sino de la
revelación.
Los escribas y sabios, por juzgarse a sí mismos prudentes, a causa de su
hinchazón perdieron semejantes dones. Como si les dijera: Puesto que a ésos
a causa de su hinchazón se les ocultó la revelación, tened vosotros
moderación y permaneced pequenos. Porque de esto nació el que disfrutéis de
la revelación; así como por el vicio contrario aquéllos se vieron privados
de ella. Cuando dice revelaste no significa que todo fuera de Dios. Así como
cuando Pablo dice: Dios los entregó a su réprobo sentir y cegó su
inteligencia, 20 no significa que Dios haya hecho todo eso, sino que ellos
le dieron motivo, así acá, en el mismo sentido dice Cristo: escondiste. Y
pues dice: Te alabo, Padre, porque lo escondiste a ésos y lo revelaste a los
pequenos, para que no pienses que no lo pudo hacer por faltarle virtud y que
por esto da gracias a su Padre, anadió en seguida: Todo me ha sido entregado
por mi Padre. Y a los que se alegraban de que los demonios les obedecían,
les dijo: ¿Por qué os admiráis de que os obedezcan los demonios? Todo es
mío. Todo me ha sido entregado. Y cuando oyes me ha sido entregado, no
pienses nada humano. Se expresa así para que no creas que hay dos dioses no
engendrados. En otros pasajes afirma con frecuencia ser El a su vez coeterno
con Dios y Senor de todo.
y luego, levantando tu mente a lo que es correcto, afirma algo más grande
todavía. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre sino
el Hijo. A quienes ignoran las cosas, les parece que no hay conexión entre
esto y lo dicho más arriba; y sin embargo, perfectamente consuena todo. Pues
había dicho: Todo me ha sido entregado por mi Padre, parece ahora decirles:
¿Hay algo admirable en que yo sea Senor de todas las cosas, cuando poseo
algo que es superior a todo eso, como es el conocer al Padre y ser Yo
consubstancial con El? Porque esto fue lo que dejó entender oscuramente,
como consecuencia de que sólo El conoce al Padre. Cuando afirma: Nadie
conoce al Padre, sino el Hijo, esto fue lo que quiso decir.
Observa en qué circunstancias lo dice. Cuando ya por sus obras había
demostrado claramente su poder; cuando no sólo lo habían visto a El obrando
milagros, sino que los mismos discípulos en su nombre habían podido llevar a
cabo tan grandes maravillas. Enseguida, pues había dicho: lo revelaste a los
pequenos, demuestra que también esto a El le toca. Porque dice: Nadie conoce
al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo. No dice
aquel a quien el Padre mandare u ordenare. Pero si el Hijo revela al Padre,
también se revela a sí mismo. Sólo que esto segundo, como cosa clara, lo
deja de lado. En cambio se fija en lo otro y en muchas partes lo repite,
como cuando dice: Nadie puede venir al Padre sino por Mí. Con estas palabras
establece además otra cosa: que tiene con el Padre una misma voluntad y
parecer. Como si dijera: Tan lejos está eso de que Yo pugne con el Padre,
que ni siquiera puede alguno venir a El sino por Mí.
Y pues lo que más molestaba a los judíos era que parecía ser adversario de
Dios, refuta esto de todo en todo, ni cuidaba menos de esto que de hacer
milagros. Más aún: en esto sobre todo ponía su mayor empeno. Y cuando dice:
Ni al Padre lo conoce nadie, sino el Hijo, no quiere decir que todos ignoren
al Padre, sino que nadie tiene de El el conocimiento que El mismo tiene.
Y lo mismo hay que afirmar respecto del Hijo. Porque no decía eso, como lo
afirmó Marción, de un Dios ignoto y de nadie conocido, sino que hablaba de
un conocimiento exhaustivo. Ni al Hijo conocemos con semejante conocimiento,
como el mismo Pablo lo declaraba diciendo: Al presente nuestro conocimiento
es imperfecto y lo mismo la profecía. 21 Una vez que con lo dicho les hubo
despertado el anhelo de conocer y les hubo demostrado su poder, finalmente
los llamó hacia sí diciendo: Venid a mí todos los que estáis fatigados y
cargados, que Yo os aliviaré. No éste o aquél, sino todos los que vivís en
solicitudes, en tristezas, en pecados. Venid, no para que Yo os castigue,
sino para perdonaros vuestros pecados. Venid, no porque Yo necesite de
vosotros y vuestra gloria, sino porque tengo sed de vuestra salvación. Yo,
dice, os aliviaré. No dice: os haré salvos, sino lo que es mucho más, os
daré un descanso perfecto. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí que
soy manso y humilde de corazón y hallaréis la paz para vuestras almas.
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Como si dijera: no temáis al oír
yugo, puesto que es suave; no tembléis al oír carga, puesto que es ligera.
Entonces ¿cómo anteriormente dijo: La puerta es angosta y el camino
estrecho? 22 Esto es verdadero, pero se trata de cuando sois remisos, si
sois perezosos; en cambio, si hacéis lo que antes se os ha dicho, será todo
una carga ligera. En este sentido lo dijo ahora. Mas ¿cómo podrá realizarse?
Si eres humilde, si eres manso, si eres modesto. Esta virtud es la madre y
principio de todas las virtudes. Por esto al empezar a establecer las leyes
divinas, por aquí dio principio. Hace lo mismo ahora y establece una gran
recompensa. Como si dijera: de este modo no únicamente serás útil a otros,
sino, antes que para nadie, para ti mismo preparas una gran recompensa.
Puesto que: Hallaréis descanso para vuestras almas. Antes de la recompensa
futura ya aquí te adelanta otra y te da el premio. Con esto hace más
aceptable su sentencia y con ponerse El mismo como ejemplo.
Entonces ¿qué temes? ¿que te desprecien si eres humilde? Mírame y apréndelo
todo de Mí: Conocerás entonces cuán grande bien hay en ello. ¿Observas cómo
por todos los medios induce a la humildad? Por lo que El ha hecho: Aprended
de Mí que soy manso. Por lo que ellos ganarán: Hallaréis descanso para
vuestras almas. Por lo que El les da: Os aliviaré. Por haberles hecho ligera
la carga: Porque mi yugo es suave y mi carga ligera 23. Pablo nos persuade
lo mismo diciendo: La momentánea tribulación nos prepara un peso eterno de
gloria incalculables Preguntarás: ¿cómo es ligera la carga, pues dice: El
que no aborrece a su padre y a su madre; y el que no toma su cruz y me sigue
no es digno de Mí; y el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi
discípulo? Y ordena aborrecer al afina misma. Que Pablo resuelva tu
dificultad diciendo: ¿Quién nos arrebatará el amor de Cristo? ¿La
tribulación, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?
y también: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son
nada en comparación con la gloria que ha de estarse en nosotros. 24 Que te
lo ensenen los apóstoles, que tras de infinitos azotes volvían de la reunión
de los judíos: Gozosos porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el
nombre de Jesús. 25 Y si todavía temes y tiemblas al oír yugo y carga,
semejante temor ya no brota de la naturaleza de las cosas, sino de tu
desidia; de manera que si eres diligente y fervoroso, todo te será leve, y
fácil. Por tal motivo Cristo, persuadiéndonos de la necesidad de trabajar,
no habló sólo de cosas suaves ni sólo de trabajosas, sino de ambas. Puesto
que habló de yugo, pero lo llamó suave; nombró la carga, pero anadió que es
ligera. Todo para que no rehuyas tales cosas por ser onerosas, ni tampoco
las desprecies como demasiado fáciles. Pero si tras de todo esto aún te
parece difícil la virtud, piensa que más difícil es la perversidad, como lo
dejó entender el mismo Cristo. Pues antes de decir: Tomad mi yugo, puso por
delante lo otro: Venid vosotros los que estáis fatigados y cargados,
declarando que el pecado es laborioso y carga pesada y difícil de soportar.
Porque no dijo únicamente fatigados, sino además cargados.
Lo mismo dijo el profeta describiendo la naturaleza del pecado: Pesan mis
iniquidades sobre mí como pesada cargad 26 Y Zacarías, pintándolo, lo llama
talento de plomo. 27 Y la experiencia así lo demuestra también. Pues no hay
nada que tanto pese sobre el alma, que tanto ciegue y deprima, como la
conciencia de pecado; ni nada que tanto levante la voluntad como la posesión
de la justicia y la virtud. Atiende, te ruego. ¿Qué cosa más pesada que nada
poseer, presentar la otra mejilla, no vengarse del que hiere, morir de
muerte violenta? -, Y sin embargo, si bien discurrimos, todo eso es fácil y
ligero y aun produce placer.
Mas, para que no os turbéis, examinemos cosa por cosa. Y si os parece bien,
comencemos con lo que a muchos les parece trabajosísimo. ¿Acaso te parece,
dime, pesado y enojoso cuidar de sólo el alimento, o más bien estar envuelto
en mil solicitudes? ¿Tener el hombre un solo vestido y nada más buscar, o
más bien, poseyendo en casa muchas riquezas, estar atormentado día y noche y
andar temblando, temiendo y angustiado por guardarlas, no sea que la polilla
las roa o que el esclavo cargue con ellas y huya? Pero, por mucho que yo
diga, no podré pintar el caso tal cual es mejor que la misma experiencia.
Por lo cual, me gustaría que estuviera presente alguno de los que han
llegado a la cumbre de la virtud, con lo que tocaríais como con la mano el
gozo de la pobreza. Nadie de los amantes de la pobreza recibiría las
riquezas ni aun regaladas. Preguntarás: bueno ¿pero los ricos querrían
alguna vez hacerse pobres y abandonar el cuidado de la riqueza? Respondo que
esto nada significa, sino que es prueba de necedad y de enfermedad gravísima
y que no demuestra que haya gozo en la posesión de las riquezas.
Sírvannos ele testigos en esto los que diariamente se lamentan de semejantes
cuidados y piensan que una vida así no es factible ni puede vivirse. En
cambio los pobres no andan así, sino que se ríen, se gozan, se glorían de la
pobreza, no menos que el rey con su diadema. También el presentar la otra
mejilla al que nos hiere, en vez de herirlo por parte nuestra, es, si bien
se considera, lo más llevadero y más agradable. Porque de lo segundo nacen
las guerras; de lo primero, el término de ellas. Con lo segundo a veces
enciendes la hoguera de la ira del otro; con lo primero, por el contrario,
apagas tu llama propia. Y a todos es manifiesto ser más dulce no inflamarse
que en el fuego quemarse.
Y si en las cosas materiales es esto verdad, mucho más lo es en lo que toca
al alma. ¿qué te parece más ligero, luchar o ser coronado? ¿Estar en el
pugilato o disfrutar del premio? ¿Luchar con las olas o estar ya en el
puerto? A la verdad aun el morir es mejor que el vivir. Porque la muerte
libra, de los peligros y de las olas; mientras que la vida pone en los
peligros y nos expone a mil asechanzas y, angustias que la hacen,
desagradable. Y si no crees a lo dicho, escucha a quienes al tiempo de los
combates contemplaron el rostro de los mártires; y cómo, mientras eran
azotados y destrozados,, estaban llenos de regocijo y alegres: metidos en
las sartenes se gozaban y alegraban más que si los tendieran en lechos de
flores. Por esto Pablo, que iba a cerrar el` curso de su vida con una muerte
violenta, ya a punto de salir de ella, exclamaba: Me alegro y me congratulo
con todos vosotros; y vosotros igualmente alegraos y congratulaos conmigo
28?Observas con cuánta grandeza de alma convoca al orbe todo para que
participe de su gozo? !Tan gran bien le parecía ser el salir de este mundo!
!tan deseable aquella muerte terrible! !tan apetecible y amable! Pero que el
yugo de la virtud sea suave y ligero, hay muchas razones que lo declaran. Y
si os place, veamos finalmente las cargas del pecado. Traigamos al medio a
los avaros, es decir, a esos que sin vergüenza alguna traen y llevan los
préstamos. 29 ¿Qué habrá más laborioso que semejante negociación? !Cuántos
padecimientos! !cuántas solicitudes! !cuántos escollos! !cuántos peligros!
!cuántas trampas y asechanzas! !cuántas guerras que nacen cada día de
semejante lucro! !cuántos alborotos y tumultos! Así como jamás puedes ver el
mar sin oleajes, así tampoco a esa alma sin cuidados y temores y tristezas y
perturbaciones. Apenas se apartan unas y llegan otras; y tras éstas, otras;
y aún no apaciguadas éstas, otras al punto se levantan.
?Quieres que observemos el ánimo de un rijoso e iracundo? ¿Qué hay peor que
sus tormentos? ¿qué cosa más cruel que sus llagas interiores? ¿qué más
ardiente que ese horno siempre encendido y que esa llama que jamás se
extingue? Y si te vuelves hacia los que se mueren por la belleza de los
cuerpos, y están apegados a la vida presente ¿qué servidumbre hay más grave
que ésta? Llevan una vida de Caín, la pasan en perpetuos miedos y terrores;
y si muere alguno de los que ellos aman, lloran su muerte más que la de un
pariente o consanguíneo. Y ¿qué hay más turbulento y feroz que un hombre
soberbio? Dice Cristo: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y
hallaréis descanso para vuestras almas. La clemencia es madre de todos los
bienes.
En consecuencia, no temas, no te apartes de ese yugo que te librará de todos
los males. Tómalo sobre tu cuello con presteza, y entonces experimentarás su
placer. Porque no quebrantará tu cerviz. Se te impone para conservación del
buen orden y para ensenarte a caminar cadenciosamente y a buen ritmo y para
llevarte por el camino real y librarte de los precipicios que hay a una
parte y a otra; y para que así recorras con facilidad la senda angosta.
Entonces, ya que tantos bienes acarrea, tan grandes, tanta seguridad, tanta
alegría, llevemos con pleno ánimo` y con todo empeno este yugo, a fin de
encontrar en esta vida descanso para nuestras almas, y conseguir los bienes
futuros por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, al cual sea la
gloria y el imperio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XXXIX (XL)
Por aquel tiempo iba Jesús un día sábado por los sembrados; sus discípulos
tenían hambre y comenzaron a arrancar espigas y comerlas (Mat. XII, l).
LUCAS DICE: En el sábado segundo primero. 30?Qué significa: segundo primero?
Cuando había dobles ferias: unas del sábado propio y otras de otra
festividad que lo seguía. Porque llaman ellos sábado a cualquier descanso.
Mas ¿por qué los llevó El allá al sembrado, si no fue porque todo lo sabía
de antemano y tenía el propósito de derogar la ley del sábado? Quería,
cierto, hacerlo, pero no así nomás. Por esto nunca lo quebranta sin motivo,
sino siempre con alguna oportunidad o razón; tanto para al mismo tiempo
derogar esa ley, como para que los judíos no se escandalizaran. Pero hay
algunas ocasiones en que sin motivo la deroga, como cuando ungió los ojos
del ciego. 31 Y: Mi Padre hasta ahora obra y Yo también obro.
Y procedía Jesús así, tanto para glorificar a su Padre en esa forma, como
para atender de este modo a la debilidad de los judíos. Así lo hace ahora,
teniendo en cuenta la natural necesidad del hambre. Claro es que de lo que
fuere manifiestamente pecado no hay defensa posible. Así el homicida no
puede poner como excusa la ira, ni el fornicario la concupiscencia, ni otro
motivo. En cambio aquí, el oponer lo del hambre los libró de toda culpa.
Admira a los discípulos que así estaban de necesitados y sin embargo no
tenían solicitud alguna por las cosas corporales; sino que tan a la ligera
preparaban su mesa que con frecuencia el hambre los oprimía, pero a pesar de
todo no abandonaban a Jesús. Si el hambre no les hubiera apretado mucho, ni
aun lo de las espigas habrían hecho.
?Qué hacen los fariseos? Viendo esto, dice, dijéronle: Mira, tus discípulos
hacen lo que no es lícito hacer en sábado. No se muestran demasiado
exigentes, aun cuando la cosa parecía requerirlo. No andan tan encendidos en
ira; pero sin embargo lanzan la acusación, aunque con sencillez. Allá cuando
hizo al otro extender la mano y la sanó, andaban tan feroces que hasta
deliberaron si matarían a Jesús. Pero acá, como en cosa que no es de
milagros, se mantienen más quietos. Cuando ven que algunos son curados en
sábado se enfurecen, se turban, se tornan molestísimos: !hasta ese punto
aborrecen la salud de los hombres! ¿Cómo los defiende Jesús? Les dice: ¿No
habéis leído lo que hizo David cuando tuvieron hambre él y los suyos que lo
acompanaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la
proposición, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los
sacerdotes? 32 Cuando defiende a sus discípulos recurre a David; cuando se
defiende a sí mismo, recurre a su Padre. Observa cuán enérgicamente dice: ¿No habéis leído lo que hizo David? Los judíos tenían a este profeta en
grandísima estima, hasta el punto de que más tarde, cuando Pedro se defendió
delante de ellos, les dijo: Séame permitido deciros con franqueza, del
patriarca David, que murió y fue sepultado. 33 Entonces ¿por qué cuando aquí
y en otros sitios más tarde lo menciona no alude a su dignidad? Quizá por
ser El de su descendencia. Si ellos hubieran sido hombres probos e
indulgentes, les habría alegado tal vez el hambre como motivó, 'pero como
eran malvados e inhumanos, prefiere referirles la historia de David. Marcos
dice que sucedió el hecho siendo sacerdote Abiatar, en lo que no contradice
a la historia, sino que el dicho sacerdote tenía dos nombres. Y anade que el
sacerdote en persona dio a David los panes, con lo que alega al mismo tiempo
un gran motivo de excusa, ya que fue el sacerdote quien lo permitió; ni sólo
lo permitió, sino que personalmente dio a David los panes.
No me alegues que David fue profeta, pues ni aun así le estaba permitido
comerlos, sino a solos los sacerdotes. Por esto anadió Jesús: Sino a solos
los sacerdotes. David, aun cuando era profeta, no era sacerdote. Más aún:
aunque él era profeta, no lo eran los que iban con él. Y el sacerdote
también a éstos dio los panes. Insistirás: pero ¿no eran ellos iguales a
David? No me pongas delante la dignidad cuando se trata de transgredir una
ley y está de por medio y urge la necesidad natural. Porque esto mismo
líbralos más aún de crimen, ya que el de mayor dignidad hizo lo mismo.
Preguntarás de nuevo: ¿qué tiene que ver esto con lo que investigábamos?
Porque David no quebrantó la ley del sábado. Me alegas algo que es de mayor
peso y que mejor demuestra la sabiduría de Cristo; puesto que él, dejando a
un lado eso del sábado, presenta un ejemplo de cosa de' mayor importancia
que el sábado. Pues no era lo mismo violar ese día que tocar aquella mesa
sagrada, lo cual a nadie le era lícito. El sábado con frecuencia dejó de
guardarse. Más aún: constantemente no se guardaba en la circuncisión y en
muchas otras obras; y aun sucedió lo mismo allá cuando lo de Jericó, aunque
este fue un caso único. De modo que con ejemplo de lo mayor queda razonado
lo menor.
Mas ¿por qué nadie acusó a David, aun cuando, había mayor materia de
acusación, como fue la hecatombe de sacerdotes que de ahí se siguió? Jesús
no trae a la memoria esto, sino que se detiene en lo que hace al caso
presente. Sin embargo, por otro camino deshace la acusación. Al comienzo
citó a David, abatiendo con la dignidad personal de éste la arrogancia de
los judíos. Y una vez que los abatió y reprimió su soberbia, luego les
presentó una más idónea solución. ¿Cuál fue??No habéis leído en la Ley que
en sábado los sacerdotes violan la ley del sábado sin hacerse culpables?
Como si dijera: en el caso de David la ocasión condujo a la violación; en
cambio en el de los sacerdotes se viola la ley sin ocasión ni motivo que lo
urja.
A pesar de todo, Jesús no da al punto la solución, sino que primero propone
lo hecho por los apóstoles como digno de excusa, y hasta después insta con
mayor fuerza. El argumento más fuerte debía ponerse al fin, aunque el que se
puso al principio también tiene la suya. Ni me digas que no es liberar a uno
de un crimen el traer al medio el crimen igual de otro. Pues cuando el que
cometió el crimen no es acusado, su caso se puede utilizar en defensa de
otro. Pero Jesús no se contentó con eso, sino que aprontó otro argumento más
consentáneo y afirmó que lo hecho no había sido crimen ni pecado. Fue esta
la senal de insigne victoria: demostró que él había derogado la Ley y lo
había hecho dos veces: tanto por el sitio, como por el sábado. Más aún: tres
veces, pues se había hecho una doble obra, a la cual anadió la de los
sacerdotes; y finalmente afirmó lo que era más que todo: que eso ni siquiera
había sido pecado. Porque dice Sin hacerse culpables. 34 ¿Observas cuántas
circunstancias agravantes acumuló? La del lugar, pues dice haber sucedido en
el templo. La de la persona, o sea los sacerdotes. La del tiempo, pues era
en sábado. La del hecho mismo, pues dice violan; y no dijo dejan de guardar,
sino violan, que es más grave. La de no sólo no ser castigados, sino ni
siquiera caer en culpa, pues dice: no son culpables. Ni penséis que esto fue
igual a lo que hizo David. Porque lo de David fue una sola vez, y no por los
sacerdotes y por necesidad, por lo cual eran dignos de perdón. Mientras que
lo segundo se hacía cada sábado y por los sacerdotes y en el templo y de
acuerdo con la ley. De modo que no sólo son dignos de perdón, sino que según
la ley ni siquiera son culpables. Como si dijera Cristo: No he dicho esto
para recriminarlos, pues los declaro no solamente dignos de perdón sino sin
culpa según la justicia de la ley. Parece, pues, defender a los sacerdotes
al mismo tiempo que libra de culpa a los discípulos. Pues al decir: y no son
culpables, es como si dijera: mucho menos éstos.
Instarás diciendo que los apóstoles no son sacerdotes. Pero son de mayor
dignidad que los sacerdotes; puesto que está aquí presente el Senor del
templo: la verdad y no la sola figura. Por eso dijo a los judíos. Pues yo os
digo que lo que aquí hay es mayor que el templo. Cuando ellos oyeron estas
cosas, nada contestaron, porque no se trata de alguna curación Mas, como su
afirmación parecía pesada a los oyentes, Jesús la dejó al punto en la
oscuridad y llevó de nuevo el discurso al perdón, y les dijo no sin un modo
de reprensión: Si entendierais lo que significa: Prefiero la misericordia al
sacrificio, 35 no condenaríais a los inocentes. Trajo primero el ejemplo de
los sacerdotes y afirmó ser ellos inocentes. Luego anadió lo otro de su
cosecha; o mejor dicho, tomándolo también de la ley, pues les repitió una
sentencia profética.
Finalmente trae otra razón diciendo: Porque el Hijo del hombre es Senor del
sábado, en referencia a Sí mismo. Marcos cuenta que lo dijo en referencia a
toda la naturaleza humana, diciendo: El sábado ha sido hecho para el hombre
y no el hombre para el sábado 36 Preguntarás: entonces ¿por qué se castigó
al hombre que recogía lena en sábado? 37 Porque si a los comienzos se
hubieran menospreciado las leyes, más tarde con dificultad se habrían
guardado. A los principios la ley del sábado era útil en muchas y graves
cosas. Así, por ejemplo, hacía que los hombres fueran mansos y humanos con
sus parientes, les ensenaba la providencia de Dios, la creación, como lo
dice Ezequiel: Los instruyó poco a poco para que se abstuvieran de la maldad
y para que se aplicaran a las cosas espirituales.
Si cuando puso Dios la ley del sábado les hubiera dicho: haced obras buenas
el sábado y no obréis la maldad, el pueblo no habría guardado esa ley. Por
tal motivo, lo vedó todo y dijo: Nada haréis. Y ni aun así se mantuvieron en
el orden. Cuando Dios puso la ley del sábado, oscuramente dio a entender que
su deseo era solamente que se abstuvieran de lo malo. Dijo: No haréis obra
alguna fuera de lo tocante a aderezar lo que cada cual haya de comer. 38 En
cambio, en el templo se hacían todas las obras con mayor empeno y doble
trabajo. De este modo, mediante la sombra les iba descubriendo la verdad.
Preguntarás: entonces ¿toda aquella ganancia la suprimió Cristo? De ninguna
manera. Por el contrario, en gran manera la aumentó. Porque era ya tiempo de
que fuéramos instruidos en cosas más altas. No convenía atar las manos a
quien, sacado ya de la maldad, volaba en prosecución de todo bien; ni
convenía tampoco ya por ese medio conocer que Dios es el creador de todas
las cosas; ni ser así educados para la mansedumbre los que eran llamados a
imitar la benignidad de Dios. Pues dijo Cristo: Sed misericordiosos como
vuestro Padre celestial. 39 Ni convenía que celebraran sólo un día festivo
aquellos a quienes se ordenaba tener como festivos todos los días de la
vida. Porque dice: Celebremos, pues, la festividad, no con la levadura
vieja, no con la levadura de la malicia y la maldad, sino con los ázimos de
la pureza y la verdad l3. No les conviene ya acercarse al arca y al altar de
oro a quienes tienen habitando consigo al Senor de todos; al que para todo
le hablan y le consultan por medio de la oración, el sacrificio, las
Escrituras, las limosnas; al que llevan dentro de sí.
?Qué necesidad hay ya del sábado para quienes celebran fiesta perpetua y
viven en el cielo? Celebremos, pues, fiesta perpetua y nada malo obremos,
porque esto es la fiesta verdadera. Atendamos a las cosas espirituales,
apartémonos de las terrenas, descansemos con el descanso del espíritu
apartando nuestras manos de la avaricia, apartando los cuerpos de trabajos
superfluos, e inútiles: esos con que en otro tiempo fue afligido en Egipto
el pueblo hebreo. Porque en nada nos diferenciamos los que andamos
amontonando el oro de aquellos que estaban obligados a hacer ladrillos y
obras de barro y eran azotados mientras recogían pajas para la obra.
También ahora el demonio, como entonces el Faraón, ordena hacer ladrillos.
Al fin y al cabo ¿qué es el oro sino barro? ¿qué la plata sino pajas? Porque
la plata, al modo de las pajas, inflama la codicia; y el oro, al modo del
barro, mancha a quien lo posee. Por esto nos ha enviado Dios, no a Moisés
desde el desierto, sino a su Hijo desde el cielo. Si pues aun tras de su
venida, permaneces en Egipto, sufrirás los mismos castigos que los egipcios.
Pero si sales de Egipto y marchas con el pueblo espiritual de Israel, podrás
contemplar toda la cantidad de milagros.
Pero esto solo no basta para salvarse. Porque no basta con salir de Egipto.
Es necesario entrar en la tierra de promisión. Pues los judíos, como dice
Pablo, atravesaron el Mar Rojo, comieron el maná, bebieron la espiritual
bebida, y sin embargo todos perecieron. Así pues, nosotros, para no sufrir
algo semejante, no seamos desidiosos, sino estemos preparados para el
combate.
Y si acaso oyes a perversos exploradores que difaman la senda estrecha -y
laboriosa, y dicen lo que en otro tiempo decían aquellos otros exploradores,
no imites a la turba antigua, sino a Jesús y a Caleb, el hijo de Jefoné; y
no desistas hasta que entres al cielo que te está prometido.
No creas que el camino es difícil. Pues si siendo enemigos nos reconciliamos
con Dios, mucho más, una vez reconciliados, alcanzaremos la salvación. Dirás
que la senda es estrecha y laboriosa. Pero advierte que la otra por donde
pasaste, no sólo era estrecha y angosta, sino intransitable y repleta de
bestias feroces. Y así como los israelitas no podían cruzar el Mar Rojo sin
un milagro, del mismo modo nos era imposible subir al cielo permaneciendo en
la prístina forma de vivir, a no haber aparecido el bautismo. Pues bien: si
lo que parecía imposible se verificó, con mayor razón lo que sólo era
difícil se tornará fácil.
Alegarás que todo aquello se hacía mediante la gracia únicamente. Pues razón
de más para que confíes. Porque si en donde todo era obra de sola la gracia,
todo se llevó a cabo ¿cuánto más cooperará ella si ponéis de vuestra parte
el trabajo? Si ella salvó a quien para nada cooperaba ¿acaso no ayudará más
al que con ella coopera? Dije hace poco que por esas cosas que parecían
imposibles, debías tú confiar en las que te parecen difíciles, pues aquéllas
se realizaron. Pero ahora anado que, si vigilamos cuidadosos, esas cosas
difíciles perderán ciertamente su dificultad. Yo deseo que consideres cómo
ya la muerte ha sido conculcada, el demonio vencido, la ley del pecado
abrogada, la gracia del Espíritu Santo concedida, la vida reducida a breves
términos, el peso recortado. Y para que todo esto lo veas en las obras,
observa cuántos ha habido que llevaron a cabo unas más altas que las que
Cristo prescribe. Y tú ¿temes aun lo mediano? Pero ¿qué excusa podrás tener
cuando, mientras otros han pasado más allá de las metas senaladas, tú
encuentras pesado el siquiera llegar a los términos prefijados? Te
exhortamos a hacer limosna de tus bienes, pero hay quien se ha despojado de
todos. Te suplicamos que vivas castamente con tu esposa, pero hay quienes
incluso han renunciado al matrimonio. Te exhortamos a que no seas envidioso,
pero hay quienes, movidos de caridad para con el prójimo ofrecen su vida. Te
pedimos que seas misericordioso y no demasiado severo con quienes pecan,
pero hay quien, al ser abofeteado, ha presentado la otra mejilla.
Pues pregunto yo: ¿qué diremos? ¿qué excusa aprontaremos cuando no ponemos
por obra cosas en las que otros altamente se han excedido? Cierto que no se
habrían así excedido si la cosa no fuera en verdad grandemente fácil. ¿Quién
se consume de pena? ¿el que anda envidioso de los bienes ajenos o el que se
alegra de ellos? ¿Quién en todo tiembla y se estremece? ¿el casto o el
fornicario? ¿Quién se goza con la buena esperanza? ¿el ladrón o el
misericordioso que da de lo suyo a los necesitados? Pensando en todo esto,
no seamos desidiosos en emprender la carrera de la virtud; sino que,
preparándonos fervorosamente para tan bellos certámenes, trabajemos un poco
de tiempo y luego recibiremos las inmortales perpetuas coronas. Ojalá las
alcancemos por gracia y benignidad del Senor nuestro Jesucristo, a quien sea
la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XL (XLI)
Pasando de ahí, vino a la sinagoga de ellos, en donde había un hombre que
tenía seca una mano (Mt 12, 9).
DE NUEVO cura en sábado, justificando así y defendiendo lo que habían hecho
sus discípulos. Los otros evangelistas dicen que este hombre fue puesto en
medio de todos por Jesús, y luego El preguntó a los fariseos: ¿Es lícito en
sábado hacer bien? Considera la misericordia de Jesús. Lleva al enfermo al
medio para conmover a los judíos, siquiera por su aspecto; y que, así
quebrantados, dejaran su perversidad; y por respeto a aquel hombre
suavizaran su inhumanidad. Pero ellos, impertérritos e inhumanos, prefieren
menoscabar la gloria de Cristo a ver al hombre sano, demostrando así, por
ambos caminos, su ánimo perverso; pues por una parte impugnaban a Cristo y
por otra lo hacían con tal furia que aun perturbaban los beneficios que a
otros se hacían.
Dicen los otros evangelistas que Jesús preguntó. Mateo dice que El fue el
preguntado. Y le preguntaron, dice, si acaso era permitido curar en sábado,
para acusarlo. Es verosímil que ambas cosas sucedieran. Pues siendo ellos,
como eran, malvados, y sabiendo que Jesús sin duda llegaría hasta la
curación del enfermo, quisieron apresurarse y cogerlo de antemano, quizá
esperando poder así impedir el milagro. Y así lo interrogan: Si es lícito
curar en sábado. No preguntaban para saber, sino para tener de qué acusarlo.
Aunque, cierto, si querían acusarlo, con el milagro les bastaba. Sin embargo
se empenaron en hallar ocasión en sus palabras con el objeto de tener mayor
materia de acusación.
Por su parte, Cristo procede a obrar el milagro, pero al mismo tiempo les
contesta ensenándonos la modestia y mansedumbre; y todo lo vuelve contra
ellos y les demuestra que son inhumanos. Trae, pues, al medio al hombre, no
porque temiera a los judíos, sino para utilidad de ellos y para llamarlos a
misericordia. Y como ni así los doblegara, se contristó y se enojó por su
dureza de corazón, y dijo: ¿Quién de vosotros, teniendo una oveja, si ésta
cae en un pozo en día de sábado, no la coge y la saca? Pues !cuánto más vale
un hombre que una oveja! Por tanto es lícito hacer bien n sábado. Les pone
este ejemplo a fin de que no procedan impudentemente ni lo acusen como
trasgresor del sábado.
Considera con qué variedad y atingencia prepara en todas partes la defensa
acerca de traspasar el sábado. Cuando curó al ciego, haciendo lodo, no se
defendió aunque lo acusaban; pues bastaba el modo como ejecutó la obra para
demostrar que era Senor de la ley. Cuando lo del paralítico que cargó con su
litera, lo acusaron, pero El se defendió, ya como Dios, ya como hombre. Como
hombre al decir: Si un hombre recibe la circuncisión en sábado, para que no
quede incumplida la ley de Moisés (no dijo: para que el hombre sea ayudado)
¿por qué os irritáis contra mí porque he curado a todo el hombre en sábado?
41 Como Dios cuando dijo: Mi Padre sigue obrando todavía y por eso yo obro
también. 42 Acusado por lo que hacían sus apóstoles, dice: ¿No habéis leído
lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que lo acompanaban? ¿Cómo
entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposición? También
alega como testigos a los sacerdotes. Y ahora también, de nuevo,
preguntándoles: ¿Es lícito en sábado hacer bien en vez de mal? ¿Quién de
vosotros tiene una oveja? Sabía bien que eran más codiciosos de dineros que
amantes del bien del prójimo. Otro evangelista anade que los miró en torno,
en cuanto los hubo interrogado, como para atraerlos con su aspecto, pero ni
aun así se mejoraron.
En este caso solamente habla. En otra ocasión impone sus manos y da la
salud. Pero nada atraía a los fariseos a la mansedumbre. Sanó el hombre,
pero con su salud ellos empeoraron. Anhelaba Cristo sanarlos antes a ellos
que al enfermo, y procuraba diversos caminos de curación, así con lo que
antes había hecho como por lo que había dicho; pero como padecían de una
enfermedad incurable, procedió a obrar el milagro. Entonces dijo al hombre:
Extiende tu mano, y la extendió sana como la otra. Y ¿qué sucedió? Dice el
evangelista que salieron, y entraron en consulta para darle muerte. Pues
dice: Y los fariseos, habiendo salido, se reunieron en consejo contra El
para ver cómo perderlo. Sin que El los hubiera danado intentaban matarlo.
!Tan grave mal es la envidia! Ella acomete no sólo a los extranos, sino
también a los parientes continuamente. Marcos afirma que los fariseos
deliberaban juntamente con los herodianos. Y ¿qué hace el mansísimo Jesús?
Como esto hubo sabido, se apartó, dice el evangelista: Jesús, noticioso de
esto, se alejó de ahí. ¿Dónde están ahora los que exigen milagros? Con tales
sucesos demuestra que un alma perversa ni a los milagros cede; y al mismo
tiempo prueba que sin causa se acusa a sus discípulos. Conviene también
advertir que los fariseos, a causa de los beneficios que Jesús hace a los
prójimos, se enfurecen más aún; y que cuando ven a alguno sanado de su
enfermedad o de su perversidad, entonces es cuando acusan, entonces se
irritan con furor. Cuando iba a llevar el arrepentimiento a la meretriz, lo
calumniaron; cuando comió con los publicanos, hicieron lo mismo; y lo mismo
ahora que vieron la mano curada. Pero tú considera cómo, a pesar de todo, no
desiste de curar a los enfermos, ni aun para amansar o al menos disminuir la
envidia de los fariseos.
Y lo siguieron grandes turbas y los curaba a todos, encargándoles que no lo
descubrieran. Por todas partes las turbas lo siguen y lo admiran; pero los
fariseos no desisten de su envidia. Y luego, para que no te turbes por sus
obras y de su increíble furor, alega el evangelista la voz del profeta que
todo lo había anunciado de antemano. Porque fue tanto el cuidado y exactitud
de los profetas que ni aun esto omitieron, sino que profetizaron sus caminos
y sus traslados y aun la intención con que lo hacía; todo para que entiendas
que hablaban movidos por el Espíritu Santo. Pues si no se pueden conocer las
secretas intenciones de los hombres, mucho menos se pueden conocer las
finalidades que a Cristo mueven, si no es por revelación del Espíritu Santo.
Y pone así lo que el profeta dijo: He aquí a mi siervo, a quien elegí; mi
amado en quien mi alma se complace. Haré descansar mi Espíritu sobre él y
anunciará el derecho a las gentes. No disputará ni gritará, nadie oirá su
voz en las plazas. La cana cascada no la quebrará y no apagará la mecha que
aún humea, hasta hacer triunfar el derecho; y en su nombre pondrán las
naciones su esperanza. 43 De este modo celebra su mansedumbre y su poder
inefable; y abre a los gentiles una amplia y gran puerta, al mismo tiempo
que predice males para los judíos, y demuestra su unión de voluntad con su
Padre, pues dice: He aquí a mi siervo a quien elegí, mi amado en quien mi
alma se complace. Ahora bien, si el Padre lo eligió, no abroga la ley
contrariando a su Padre, pues no procede como enemigo del legislador, sino
como quien va unánime y obrando juntamente con él. Y luego ensalzando su
mansedumbre, dice: No disputará ni gritará. En efecto: El anhelaba sanar a
los fariseos, pero como ellos lo rechazaron, no quiso ponerse a luchar
contra ellos. Luego el profeta, manifestando el poder de Jesús y la
debilidad de los fariseos, dice: La cana cascada no la quebrará. En realidad
le era fácil quebrarlos a todos como a una cana; ni sólo como a una cana,
sino cana ya cascada. Y no apagará la mecha que aún humea. Declara con esto
la ira encendida de los fariseos y la fortaleza de Jesús, que podría acabar
con sus furores y apagarlos con suma facilidad. Por donde se ve su gran
mansedumbre.
Pero esto ¿será siempre así? ¿perpetuamente los soportará en sus furores y
asechanzas? De ningún modo. Una vez que haya El demostrado sus virtudes y lo
que a El atane, luego procederá a lo otro, pues así lo significó el profeta
diciendo: En su nombre pondrán las naciones su esperanza. Hasta hacer
triunfar el derecho. Es lo mismo que dice Pablo: Prontos a castigar toda
desobediencia 44 ¿Qué significa: hasta hacer triunfar el derecho? Como si
dijera: una vez que El haya cumplido todo lo que le toca, entonces acometerá
la venganza y castigo perfecto. Tormentos graves sufrirán una vez que Cristo
haya completado su brillante victoria y venzan los juicios de El, y no
dejará ni ocasión de que lo contradiga con impudencia. Porque suele en ese
pasaje tomarse juicio en el sentido de justicia.
Pero no quedará en solo eso su providencia, es decir en que sean castigados
los incrédulos, sino que atraerá hacia sí al orbe entero. Y por tal motivo
anadió: Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza. Y para que veas
que también esto es voluntad del Padre, desde el principio el profeta lo
confirmó con estas palabras: Mi amado en quien mi alma se complace. Porque
es manifiesto que el amado hizo todo conforme a la voluntad del que lo ama.
Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo y lo curó, de suerte que el
mudo hablaba y veía. !Oh malicia del demonio! Había cerrado los dos caminos
por donde este hombre podía creer: la vista y el oído. Pero ambos los abrió
Cristo. Y se maravillaban las turbas y decían: ¿No será éste el Hijo de
David? Pero los fariseos que esto oyeron, dijeron: Éste no echa los demonios
sino por el poder de Beelzebul príncipe, de los demonios. !Que cosa tan
estupenda decían las turbas! Pero los fariseos no la soportaron. Hasta ese
punto, como antes dije, siempre se violentaban por los beneficios hechos al
prójimo: !nada les causaba tan gran dolor como la salud de los hombres!
Jesús se había apartado y había dado tiempo a que se amansaran las iras.
Pero como de nuevo hizo un beneficio, de nuevo se encendió la maldad; y los
fariseos se indignaban más aún que el demonio que había salido de aquel
cuerpo y había huido sin pronunciar palabra. Los fariseos, en cambio, unas
veces intentaban matar a Jesús, otras lo calumniaban. Y como lo de matarlo
no adelantaba, se dedicaban a perjudicarlo en su gloria. Tal es la envidia:
!no tiene par en los males! El fornicario algún deleite recibe y completa su
pecado en breve tiempo; pero el envidioso se atormenta a sí mismo antes que
al envidiado, y, no acaba nunca de pecar y vive en su pecado. A la manera
que el cero se goza en el fango y los demonios se alegran de nuestro dano,
así el envidioso se goza en el mal del prójimo; y si a éste le sucede alguna
cosa triste y desagradable, entonces es cuando él descansa y respira, y
reputa placer suyo los sufrimientos ajenos y mal propio suyo los bienes de
los otros. Nunca piensa en lo que a él le puede ser dulce, sino en lo que al
prójimo le será molesto. ¿Acaso hombres de tal género no merecen ser
lapidados y atormentados con suplicios graves, a la manera de canes
rabiosos, de demonios enemigos, de las furias mismas del Averno? Al modo de
un perro, o de un escarabajo que se nutre de estiércol, así éstos se
alimentan de las ajenas desgracias, y son enemigos y adversarios comunes de
la humana naturaleza. Los otros animales, si ven a otros brutos degollados,
se compadecen. Pero tú, en cambio, si ves a otro hombre a quien se haga un
beneficio ¿te pones furioso, tiemblas y palideces? ¿Qué hay peor que ira
semejante? Por esto, podrán entrar al reino los fornicarios y los
publicanos; pero los envidiosos que ya estaban en él, hubieron de salir.
Porque: los hijos del reino serán arrojados fuera. 45 Aquéllos, arrancados a
la perversidad, alcanzarán lo que nunca esperaron; estos otros pierden los
bienes que ya poseían. Y con razón. Porque la envidia hace del hombre un
demonio, lo hace demonio feroz.
Nació de aquí la muerte primera; de aquí nació que no se tuviera en cuenta
la dignidad de la naturaleza humana; por aquí se manchó la tierra con la
sangre de Abel; por aquí abrió la tierra su boca después, y sorbió y mató a
Coré, Datán y Abirón y a todo aquel pueblo. Pero dirá alguno: cosa fácil es
acusar la envidia; pero lo que se necesita es ensenar a los envidiosos el
modo de librarse de semejante enfermedad. ¿Cómo, pues, nos libraremos? ¿cómo
echaremos fuera semejante iniquidad? Si pensamos que, lo mismo que al
fornicario, así también al envidioso no le es lícito entrar en la iglesia; y
aun mucho menos le es lícito a éste que a aquél 46.
Semejante mal ahora parece ya cosa indiferente, y por lo mismo se descuida.
Pero si de una buena vez se advierte que es un mal, fácilmente nos
libraremos. Llora, pues, y laméntate y suplica a Dios. Cae en la cuenta de
que estás enfermo de mal gravísimo y arrepiéntete. Si así te dispones,
pronto quedarás libre de la enfermedad. Preguntarás: pero ¿acaso alguno
ignora ser mala la envidia? Nadie lo ignora. Pero no creen que sea un mal
tan grave como la fornicación y el adulterio. ¿Quién alguna vez se ha
acusado de haberse dejado llevar de grave envidia? ¿Cuándo rogó alguno a
Dios que le perdonara semejante pecado? Por cierto, nadie jamás. Con tal de
que ayune o dé una pequena limosna a un pobre, aun cuando esté comido de
envidia no cree haber cometido nada grave, siendo así que se encuentra
sujeto a la más grave de todas las enfermedades.
?Cómo llegó Caín a ser tan perverso? ¿cómo Esaú? ¿cómo los hijos de Labán? ¿cómo Coré, Datán y Abirón?
¿cómo María la hermana de Moisés? ¿cómo Aarón? ¿cómo el demonio mismo? Considera además que no causas dano al que envidias,
sino que vuelves contra ti mismo la espada. ¿En qué danó Caín a Abel? Lo
envió, rápidamente, aun sin quererlo, al reino del cielo mientras que él se
envolvió en males sin cuento. ¿En que danó Esaú a Tacob? ¿Acaso este no fue
rico y gozaba de bienes innumerables, mientras que el otro hubo de abandonar
la casa paterna y tras de haber puesto contra su hermano aquellas
asechanzas, hubo de andar errante en tierras extranas? Y en cuanto a los
hijos de Jacob ¿qué podemos decir? ¿Acaso arrojaron a José a peores
condiciones que aquellas en que ellos se encontraron, cuando habían aun
pensado en matarlo? ¿Acaso no sufrieron ellos el hambre y llegaron a
peligros extremos, mientras que José fue rey de Egipto? Cuanto mayor sea tu
envidia, tantos mayores bienes atraes para aquel a quien envidias. Porque
Dios, que todo lo ve, cuando observa que es danado aquel que ningún, dano ha
causado, lo levanta y lo hace más esclarecido, y castiga al que lo envidio.
Si a quienes se gozan en los males de sus enemigos no los deja sin castigo,
pues dice: No te goces en la ruina de tu enemigo, no lo vea Dios y le
desagrade, 46 mucho menos dejará sin castigo a quienes envidian al que
ningún mal les ha hecho.
En consecuencia, demos muerte a esta bestia feroz de tantas cabezas. Porque
hay muchas clases de envidia. Y si quien ama a quien lo ama en nada se
diferencia del publicano, quien odia a quien ningún mal le hace ¿en qué
categoría lo pondremos? ¿cómo evitará la gehenna habiéndose hecho peor que
los gentiles? Por tal motivo, profundamente me duelo de que nosotros, a
quienes se ha ordenado imitar a los ángeles, o mejor aún al Senor de los
ángeles, imitemos al demonio. Porque, aun dentro de la Iglesia mucha envidia
se encuentra, y aun mucho mayor en nosotros que en nuestros súbditos.
!Vuélvase, pues, el discurso a nosotros! Dime: ¿por qué motivo envidias a tu
prójimo? ¿Porque lo ves que goza de celebridad y honores? ¿No piensas en la
cantidad de males que atraen los honores sobre los que no reflexionan? Estos
honores levantan a vanagloria, al fausto, a la arrogancia y soberbia, y
vuelven al hombre más negligente. Y aparte de los males que acarrean, sucede
que fácilmente se marchitan. Y lo más grave de todo es que esos males no
mueren y perecen en el alma, sino que son inmortales; y en cambio el placer
que los honores producen, apenas ha aparecido cuando ya se desvanece.
?Y por eso lo envidias? Pero tiene, me dirás, grande cabida con el
emperador, y todo lo maneja y revuelve a su gusto. Se venga de los que se le
oponen. Colma de bienes y beneficios a quienes lo adulan. Tiene gran poder.
Tales son las cosas que dicen los hombres del siglo. En cambio, a los
varones espirituales nada les puede causar dolor. ¿En qué puedes danarlo? ¿Lo echas abajo de su dignidad? Pero esto
¿qué tiene que ver? Si con
justicia lo haces, será útil para él, pues nada disgusta a Dios tanto como
el que indignamente se ejerza el sacerdocio. Si injustamente, la pena
recaerá sobre el que lo depone y no sobre el depuesto. Pues quien padece
algo injustamente, si lo sufre con fortaleza, alcanza con ello ante Dios
mayor confianza, mayor libertad. De manera que, en conclusión, nunca
tengamos como finalidad el disfrutar del poder o de la honra, de la
autoridad o del mando, sino el vivir, virtuosamente y con piedad y
sabiduría.
Las dignidades conducen a ejecutar muchas cosas que a Dios le disgustan; y
se necesita de mucha grandeza de alma para usar rectamente del poder y de
las dignidades. El que es derribado de una dignidad, quiera o no quiera,
ejercita la virtud. En cambio, a quien la disfruta le sucede algo así como a
quien, habitando con una joven hermosa, por una ley se le prohíbe verla
jamás con ojos lascivos. Así es el poder. De ahí que a muchos, casi contra
su voluntad, los ha llevado a injuriar, los ha incitado a la ira, les ha
quitado el freno de la lengua, trayendo y llevando su alma por todas partes,
hasta que sumerge la barquilla en el abismo de todos los males. Pero en tan
grave peligro ¿qué es lo que encuentras digno de admiración y de envidia? ¿qué locura de ti se apodera? Pero además de lo dicho, piensa cuántos
enemigos, cuántos acusadores, cuántos aduladores tiene el dignatario que por
todos lados lo sitian. Pregunto yo: ¿son acaso tales cosas dignas de que se
las designe con el nombre de felicidad? ¿Quién se atreverá a decirlo? Dirás
que sin embargo el pueblo lo aplaude.
Pero esto ¿qué significa? El pueblo no es Dios a quien hayas de dar cuenta
de tu vida. Al decir, pues, tú el pueblo, no haces sino recordar
dificultades, estorbos, escollos, estrechos arrecifes ocultas: Porque esa
celebridad ante el pueblo, cuanto más brillante vuelve, tanto más expone a
mayores peligros, cuidados y tristezas. El hombre en esas circunstancias no
puede estar quieto ni aun respirar, dominado por tan cruel senor.
Pero !qué digo estar quieto, respirar! Aun cuando esté colmado de buenas
obras difícilmente entra en el reino. Porque nada suele así derribar de la
virtud como la estima de muchos, pues es fábrica de tímidos, cobardes,
aduladores e hipócritas. ¿Por qué causa los fariseos acusaban a Cristo como
endemoniado? ¿Acaso no fue porque anhelaban el aura popular? ¿Por qué muchos
sentían bien de El y lo juzgaban rectamente? ¿No fue acaso porque no
padecían semejante enfermedad? !Nada, nada en verdad torna a los hombres tan
inicuos y tan necios, como el andar anhelando la vana estima de la multitud;
y nada los torna .tan esforzados y diamantinos como el desprecio de la fama!
De manera que todos tenemos necesidad de un ánimo esforzadísimo para poder
resistir el empuje de un huracán tan impetuoso. Cuando el poderoso sale con
bien, se antepone y eleva sobre todos; cuando le va mal, anhela que se lo
trague la tierra. Y esto constituye a la vez su reino y su gehenna, cuando
se encuentra dominado por semejante enfermedad.
Pregunto, pues: ¿son dignas de envidia tales cosas? ¿no lo son más bien de
llanto y de lágrimas? Esto es claro para todos. Pero cuando envidias al así
celebrado, tú haces exactamente lo mismo que quien, viendo a un hombre atado
y azotado y destrozado por infinitas bestias feroces, lo envidiara por sus
llagas y sus golpes. Al fin y al cabo, el constituido en dignidad tiene acá
tantas cadenas, tantos senores cuantos son los que habitan en su ciudad. Y
lo que es aún más grave, cada uno de éstos tiene su propio parecer y piensa
lo primero que a la mente le viene acerca de quienes le sirven, sin examinar
nada por sí mismo, sino tomando por bueno y confirmado lo que a éste o al
otro le parece. Pero a cosas tales ¿habrá tempestad, habrá oleaje que las
supere? El poderoso fácilmente se hincha, llevado del placer; y también con
facilidad se sumerge y hunde y vive perpetuamente en una inestabilidad de la
vida pero nunca en paz. Antes de presentarse para hablar en público, antes
de comenzar su trabajoso discurso, anda en agonías y temblores; y una vez
disuelta la reunión, o por la tristeza se abate, o sin medida se alegra,
cosa que le resulta peor que cualquier dolor. Y se ve que la excesiva
alegría no es un mal menor que el dolor, por la forma en que afecta al alma,
puesto que vuelve el ánimo ligero, alzado, como si tuviera alas, como puede
observarse en los antiguos varones.
?Cuándo fue probo David? ¿cuando andaba henchido de gozos o cuando vivía
entre angustias? ;Cuándo el pueblo judío fue bueno? ¿cuando gemía invocando
al Senor Dios, o cuando alegre bailaba en el desierto y adoraba al becerro?
Por tal motivo Salomón, conocedor como nadie de lo que es el placer, dice:
Mejor es ir a la casa en luto que ir a la casa en fiesta. 47 Y Cristo llama
felices a los que viven en llanto cuando dice: Bienaventurados los que
lloran. 48 En cambio, a los que gozan de deleites los, llama míseros: !Ay de
vosotros los que reís, porque lloraréis! 49 !Y con razón. Porque el placer
vuelve muelle al alma y la deja sin fuerzas, mientras que en el luto ella se
recoge y se vuelve sabia, y se libra de la montana de enfermedades
espirituales, y se eleva a lo alto y se robustece.
Sabiendo todo esto, huyamos de esa vana estimación de las multitudes y del
placer que ella origina, para conseguir la verdadera y permanente gloria.
Ojalá todos lo consigamos por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XLI (XLII)
Penetrando él sus pensamientos les dijo: Todo reino en sí dividido será
desolado; y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás
arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?
(Mt 12, 25-26).
YA ANTES habían acusado a Jesús de que lanzaba los demonios en nombre de
Beelzebul. Pero en esa otra ocasión no los increpó, sino que mediante muchos
milagros les dio facilidad para llegar a comprender su poder y mediante su
doctrina les demostró su excelsa grandeza. Pero como perseveraban en repetir
lo mismo, finalmente los increpa; y con un primer argumento les prueba su
divinidad; es a saber: descubriendo los secretos arcanos de sus corazones.
Luego, con otro más, que fue la facilidad con que arrojaba los demonios.
Por lo demás, la acusación era demasiado impudente. Pues como anteriormente
dije, la envidia no examina lo que dice, sino que habla a la ventura. A
pesar de esto, Cristo no disimula, sino que, con la moderación debida se
justifica, ensenándonos la mansedumbre para con los enemigos, aun cuando nos
acusen de cosas de que no tenemos conciencia; y que no nos perturbemos sino
que con tranquilidad les expongamos nuestros motivos. Así lo hizo entonces
El, procediendo preclaramente, y dando así un testimonio excelentísimo de
que ellos hablaban falsedades: puesto que no era propio de un endemoniado
dar muestras de tan profunda mansedumbre. Ni tampoco era propio de un poseso
conocer los arcanos secretos de las conciencias.
Por ser tan impudente la acusación y porque temían al pueblo, los judíos no
se atrevían a proferirla en público, sino que la mantenían en su
pensamiento. Pero Jesús, demostrándoles que la conocía, a pesar de todo, no
comienza por declarar esa acusación que ellos le hacían en su interior, ni
hace pública la perversidad de ellos, sino que procede a dar la solución,
dejando a sus conciencias el aplicarse la refutación. Todo porque el único
cuidado que tenía era el de ayudar a los pecadores y no el de sacar al
público sus pecados. Si hubiera querido alargar su discurso y ponerlos en
ridículo y aun sujetarlos a peores castigos, nada se lo impedía. Pero
haciendo a un lado todo eso, no llevaba más finalidad que la de no tornarlos
más querellosos, sino más mansos y así disponerlos mejor a la enmienda.
?Cómo se justifica? Nada alega tomado de las Escrituras (pues ni le habrían
atendido y aun lo habrían interpretado perversamente), sino que les habla de
cosas vulgares y que a diario suceden: Todo reino dividido en sí, será
desolado; y toda ciudad o casa en sí dividida, no subsistirá. Porque no
danan tanto las guerras externas con los extranos, como las disensiones
internas. Así sucede en los cuerpos y en todas las cosas. Pero desde luego,
les pone ejemplos de cosas más conocidas. ¿Qué hay sobre la tierra más
poderoso que un reino? !Nada! Y sin embargo, las internas disensiones lo
destruyen. Y si en el reino deja entender Jesús que la causa es la mole de
negocios, ya que pelea el reino contra sí mismo ¿qué se habrá de decir
acerca de una ciudad y de una casa? Pues ya sea grande la casa, ya sea
pequena, si contra sí misma pelea, perece.
Es como si les dijera Jesús: si yo, por estar poseso, con el auxilio de los
demonios arrojo los demonios, hay entre ellos pugna y disensión y andan en
divisiones y enemistades. De modo que unos luchan contra otros y entonces su
poderío se ha acabado, se ha derrumbado. Por esto dice: Si Satanás arroja a
Satanás (y advierte que no dijo arroja los demonios, para dar a entender que
hay entre ellos concordia), está dividido contra sí. Y si se ha dividido, se
ha debilitado; y si ha perecido ¿cómo puede arrojar a otros? ¿Observas lo
ridículo de la acusación, lo necio, lo contradictorio? Porque nadie puede
lógicamente afirmar que Satanás al mismo tiempo permanece firme y arroja los
demonios; ni que porque los arroja permanece firme, cuando ya él mismo se
derribó.
Esta es la primera solución. La segunda trata de los discípulos. Porque
Jesús no resuelve las dificultades de solo un modo, sino de dos y de tres,
pues quiere reprimir abundantemente y en absoluto la impudencia de los
judíos acusadores. Lo mismo hizo cuando se trataba del sábado, trayendo al
medio a David y a los sacerdotes y el testimonio de la Ley que dice:
Prefiero la misericordia a los sacrificios, y finalmente la causa de haberse
instituido el sábado: Porque el sábado, dice, ha sido instituido para el
hombre. 50 Lo mismo hace ahora. Tras de la primera solución procede a la
segunda con mayor claridad. Porque dice: Si yo arrojo los demonios con el
poder de Beelzebul ¿con qué poder los arrojan vuestros hijos? Advierte
también aquí su mansedumbre. Porque no dice: mis discípulos ni mis
apóstoles, sino vuestros hijos, para que si quieren levantarse hasta esta
dignidad, de aquí tomen ocasión; o si, como ingratos, persisten en sus
mismas acusaciones, no puedan presentar excusa alguna aun cuando ella fuera
impudente. Quiere, pues, decir: ¿Con qué poder los apóstoles echan los
demonios? Porque ya los habían arrojado cuando El les confirió esa potestad,
y sin embargo a los apóstoles no los acusan. Es que no combatían la cosa
sino a la persona de Jesús. Para demostrarles, pues, que únicamente Jaor
envidia decían lo que decían, trae al medio el asunto de los apóstoles. Como
si dijera: si yo en esa forma echo los demonios, mucho más lo harán así los
que de mí han recibido ese poder; y sin embargo, nada habéis dicho de ellos.
Entonces ¿cómo me acusáis a mí que les he dado ese poder y no a ellos, sino
que los hacéis libres del crimen? Esto no os librará a vosotros del castigo,
antes bien os sujetará a mayor tormento.
Por esto anadió: Por tal motivo serán ellos vuestros jueces. Puesto que de
vosotros han nacido y tales obras hacen y a mí me obedecen y se sujetan, es
manifiesto que condenarán a los que dicen y hacen lo contrario de ellos.
Pero si yo arrojo los demonios con el Espíritu de Dios, entonces es que ha
llegado a vosotros el reino de Dios. ¿Qué es ese reino? Mi advenimiento.
Observa cómo de nuevo los atrae y medicina y los empuja a su conocimiento y
les demuestra que pelean contra su propio bien y litigan en contra de su
salvación. Como si les dijera: cuando convenía gozarse y dar saltos de
júbilo, pues ha venido el que os dará aquellos bienes inefables y grandes
que antiguamente anunciaron los profetas y ha llegado para vosotros el
tiempo de la bienandanza, vosotros hacéis lo contrario y no sólo no recibís
los bienes, sino que os dedicáis a calumniar y a revolver y a lanzar culpas
que no existen.
Mateo dice: Pues si yo arrojo los demonios en el Espíritu de Dios. Lucas en
cambio dice: Si yo arrojo los demonios en el dedo de Dios. 51 Pone así en
claro que semejante obra es propia del sumo Poder, o sea el echar los
demonios, y de una no vulgar gracia. Y de aquí quiere deducir por raciocinio
que siendo eso así, luego vino ya el Hijo de Dios. Pero no lo dice claro,
sino oscuramente; a fin de que a los judíos no les resulte molesto, lo deja
entender diciendo: Luego ha llegado a vosotros el reino de Dios. ¿Observas
su eximia sabiduría? Por las mismas cosas que le objetaban, les declara
manifiestamente su venida.
Luego, para atraerlos, no dice simplemente: Ha llegado el reino, sino que
anade: a vosotros. Como si dijera: llegan para vosotros los bienes. Entonces
¿por qué tratándose de vuestros propios bienes no tenéis cordura? ¿por qué
lucháis contra vuestra salvación? Este es el tiempo que los profetas
predijeron; esta es la senal del advenimiento por ellos celebrado, es a
saber: las obras llevadas a cabo con el divino Poder. Que sean hechas,
vosotros lo sabéis; que lo sean por el divino Poder, las obras mismas lo
proclaman. Porque no puede ser que ahora Satanás sea más poderoso, sino que
necesariamente es más débil, pues uno que sea débil no podrá echar al
demonio que es fuerte. Decía' esto para manifestar la fuerza de la caridad y
la debilidad de los litigantes y adversarios. Por tal motivo El con
frecuencia exhorta a los discípulos a la caridad y declara cómo el demonio
hace cuanto puede para hacerla desaparecer.
Tras de la segunda solución introduce una tercera diciendo: ¿Cómo podrá
entrar uno en la casa de un fuerte y arrebatarle sus enseres, si no logra
primero sujetar al fuerte? Ya entonces podrá saquear su casa. Que no sea
posible que Satanás arroje a Satanás, queda claro por lo que precede; y que
en absoluto nadie pueda arrojarlo si de antemano no lo vence no necesita
demostración. Entonces ¿qué se deduce de aquí? Lo mismo que ya se dijo, pero
con mucha mayor fuerza. Como si dijera Jesús: Tan lejos está eso de que yo
me valga del demonio para que me ayude, que, por el contrario, yo lo ato y
lo combato; y la prueba y senal es que arrebato sus enseres. Observa cómo se
demuestra lo contrario de lo que los judíos antes trataban de establecer.
Porque ellos querían demostrar que Cristo no arrojaba los demonios por
virtud propia. El en cambio les prueba que no sólo a los demonios sino al
príncipe de ellos lo tiene atado, y que El, con su propio poder, primero lo
venció.
Y eso se comprueba con los hechos. Si Satanás es el príncipe y los demonios
son sus súbditos cómo podía suceder que éstos no fueran robados si su
príncipe no hubiera sido vencido y hubiera dejado el campo? Paréceme que hay
aquí una profecía en lo que dice. Porque enseres de Satanás son no solamente
los demonios, sino también los hombres que obran conforme a las leyes de
Satanás. De modo que claramente en este pasaje se dice que Cristo no sólo
echa los demonios, sino que eliminará del orbe entero el error v acabará con
las hechicerías del demonio e inutilizará todas las artimanas que ahora usa.
Y no dijo arrebatará, sino saqueará, indicando que lo hace con plena
potestad. Llama al demonio fuerte, no porque lo sea por naturaleza contra el
hombre: !lejos tal cosa!, sino para significar la anterior tiranía sostenida
e impuesta por nuestra desidia.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge,
desparrama. He aquí la cuarta respuesta. Como si dijera: ¿Qué es lo que yo
quiero? Acercar a Dios, ensenar la virtud, anunciar el reino. ¿Qué es lo que
quieren Satanás y los demonios? Todo lo contrario. Entonces ¿cómo el que no
recoge conmigo ni está conmigo, obrará junto conmigo? Mas !qué digo obrar
junto conmigo! Al contrario: lo que anhela es disipar lo mío. En
consecuencia, quien no sólo no obra conmigo, sino que desparrama lo que Yo
junto ¿podría tener tan gran concordia conmigo que hasta arrojara conmigo
los demonios? Es verosímil que esto lo afirmara no únicamente del diablo,
sino también de sí mismo, pues su lucha es contra el diablo y va
desparramando éste lo que El amontona.
Preguntarás: ¿cómo es eso de que quien no está conmigo está contra mí? Pues
por el hecho mismo de que no recoge. Siendo esto verdad, mucho más lo será
que quien está en su contra no obra juntamente con El. Si quien no obra
juntamente con El es su enemigo, mucho más lo será, quien además lo combate.
Todo esto lo dice para demostrar que hay una enemistad máxima entre El y
Satanás. Yo te pregunto: si cuando se hace necesario pelear, alguno se niega
a ayudar ¿acaso por el mismo hecho no está en contra de ti? Y si en otra
parte dice: El que no está contra vosotros, está con vosotros, 52 esto no
contradice a lo dicho. Porque aquí se trata de un adversario absoluto y en
todo; mientras que en Lucas habla de los que sólo lo son en parte. Porque
dice: En tu nombre echan los demonios. Más aún, creo que en nuestro caso se
refiere a los judíos, a quienes pone en el bando de Satanás. Pues también
los judíos le eran adversos e iban desparramando y disgregando lo que El iba
congregando. Y que dejara entender que a ellos se refería se ve por las
siguientes palabras: Por esto os digo: Todo pecado y blasfemia les será
perdonado a los hombres.
Así, una vez que les hubo contestado y resuelto su objeción, y les hubo
demostrado que en vano e impudentemente procedían, ahora por fin les pone
terror. Parte, y no despreciable, de quien aconseja y corrige es no sólo
responder a lo que se le objeta y tratar de persuadir al oyente, sino además
amenazar: cosa que Cristo con frecuencia hace cuando legisla y cuando da
consejos. Lo que acaba de decir parece oscuro; pero si atendemos, la
solución es fácil. Ante todo debemos escuchar sus palabras: Todo pecado y
blasfemia les será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el
Espíritu Santo no será perdonada. Quien hablare contra el Hijo del hombre
será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será
perdonado ni en este siglo ni en el venidero. ¿Qué quiere decir con esto?
Muchas cosas habéis dicho contra Mí. Me habéis llamado enganador y enemigo
de Dios. Si os arrepentís os lo perdono y no os castigo. Pero la blasfemia
contra el Espíritu Santo no se perdona ni aun a los que se arrepienten.
Pero ¿cómo puede sostenerse semejante sentencia? Porque aun este pecado se
ha perdonado a los arrepentidos. Muchos que dijeron iguales cosas, fueron
perdonados una vez que creyeron. ¿Qué es, pues, lo que dice? Que semejante
pecado es el que, por encima de todos, menos merece perdón. ¿Por qué? Porque
los que así blasfemaban ignoraban quién era Cristo, mientras que ya tenían
suficiente noticia del Espíritu Santo, pues por El habían hablado los
profetas y todos habían recibido muchos datos acerca de El en el Antiguo
Testamento. Quiere, pues, decir Cristo: Pase que os hayáis escandalizado en
Mí a causa de mi carne que tomé; pero ¿diréis que tampoco habéis conocido al
Espíritu Santo? Por esto no se os perdonará la blasfemia contra El, sino que
aquí y en lo futuro seréis castigados. 53 Muchos a la verdad sólo aquí han
sido castigados como el fornicario aquel, como entre los corintios los que
se habían acercado indignamente a los sagrados misterios. Pero vosotros aquí
y allá seréis castigados; de modo que todo lo que habéis blasfemado contra
Mí, antes de ser Yo crucificado, os lo perdono, y aun a los que me
crucificarán, y no serán condenados por sola la incredulidad. Pues los
mismos que antes de la crucifixión creyeron no tenían plena fe. Y El mismo
en muchos sitios amonesta a los beneficiados a que declaren quién es El,
antes de la Pasión; y en la cruz suplicaba que a ésos se les perdonara.
Pero, como si dijera, lo que contra el Espíritu Santo habéis dicho, no os
será perdonado.
Y que lo entienda de lo que se dijo antes de la crucifixión, lo declara al
anadir: Quien hablare contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero quien
hablare contra el Espíritu Santo, no.
?Por qué? Porque el Espíritu Santo ya os es conocido, de modo que procedéis
impudentemente contra una verdad conocida. Al fin y al cabo, si decís que no
me conocéis, cierto no ignoráis que el echar los demonios y el curar a los
enfermos es obra propia del Espíritu Santo. De modo que no me injuriáis a Mí
sólo, sino también al Espíritu Santo. Por lo cual sin perdón alguno
sufriréis el castigo en esta vida y en la otra. Porque unos hombres sufren
castigo aquí y allá; otros tan sólo aquí; otros tan sólo allá; otros ni aquí
ni allá. Los hay, pues, que sufrirán el castigo aquí y allá, como esos
judíos blasfemos.
Los judíos sufrieron aquí el castigo cuando hubieron de pasar por los
horrores indecibles de la destrucción de Jerusalén. Y en el siglo futuro
soportarán gravísimos tormentos, como los sodomitas y otros muchos. Otros
sufren sólo allá, como el rico Epulón, que puesto en el tormento de las
llamas, no tuvo ni el refrigerio de una gota de agua. Otros lo sufren acá,
como aquel que fornicó entre los, corintios. Otros, en fin, ni aquí ni allá
sufren castigo, como los apóstoles, los profetas y el bienaventurado Job;
porque lo que éstos padecieron no era castigo, sino combate y certamen.
Procuremos, pues, estar entre éstos; o si no entre éstos, a lo menos entre
los que acá expiaron sus pecados. Porque el juicio aquél es terrible y las
penas son intolerables y el suplicio inevitable. Si no quieres sufrir aquí
el castigo, júzgate a ti mismo, exígete cuentas a ti mismo. Oye a Pablo que
dice: Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos condenados. 54 Si así
procedes, poco a poco avanzando, llegarás a la corona. Preguntarás: ¿en qué
forma vamos a juzgar de nosotros mismos y a tomarnos cuentas? Llora, gime
amargamente, humíllate, aflígete, recuerda tus pecados en particular. Esto
te será no pequena angustia para el alma Quien haya ejercitado la
compunción, sabe por experiencia que semejante recuerdo es grande pena para
el alma. Si alguno ha hecho memoria de sus pecados, conoce ya el dolor que
de esto el alma concibe. Por tal motivo, a este género de penitencia Dios le
asignó como premio la justificación, diciendo: Habla tú y di el primero tus
pecados para que seas justificado. 55 Porque no, es, no, no es pequeno
motivo para enmendarse el que revuelvas y consideres en tu ánimo en
particular el conjunto de tus pecados. Quien lo haga se compungirá hasta tal
punto que aun se juzgará indigno de vivir. Y quien llegue a estimarse así,
se ablandara más que una cera.
Ni me hables únicamente de las fornicaciones o de los adulterios o de otros
pecados como ésos, que todos ven y confiesan ser graves; sino reúne también
las ocultas asechanzas al prójimo, las calumnias, maldiciones, vanagloria,
envidias y todos los demás. Tales pecados serán castigados con grave
suplicio. El querelloso caerá en la gehenna; el ebrio nada tiene que ver,
con el reino, de los cielos; el que no ama al prójimo, ofende a Dios en tal
grado que aun el martirio de nada le sirve. El que olvida a sus parientes
cercanos, ha negado la fe; el que desprecia al pobre, será arrojado al
fuego. Así pues, no tengáis por pequenos esos pecados; sino reunidlos en un
haz, escribidlos como en un libro. Si tú los escribes, Dios los borra; si
no, Dios los tendrá contados y te impondrá el castigo. Pero es mucho mejor
que nosotros los escribamos y se borren allá arriba, que no el que los
ocultemos nosotros y Dios los ponga ante nuestros ojos el día del juicio.
Para que esto no suceda, cuidadosamente recojamos en un haz todas nuestras
faltas; y hallaremos que somos reos de muchas. ¿Quién se halla libre de
avaricia? Ni te excuses diciendo que sólo eres medianamente avaro, pues
también por lo poco seremos castigados. Piensa en esto y haz penitencia. ¿Quién no es reo de alguna injuria? Pues también eso lleva a la gehenna.
¿quién no ha hablado mal a ocultas de su prójimo? También esto echa del
reino. ¿Quien no se ha hinchado con la soberbia? Pues esto es lo más
inmundo. ¿Quién no ha mirado con ojos no castos? Pues este tal ciertamente
ha caído en la fornicación. ¿Quién no se ha irritado sin motivo contra su
hermano? Pues es reo que ha de llevarse al Consejo. ¿Quien no ha jurado?
Pues esto proviene del Malo. ¿Quién no ha servido a las riquezas? Pues ese
tal cayó de la servidumbre de Cristo. ¿Quién no ha perjurado? Pues esto
mucho más proviene del Malo.
Podría yo decir otras cosas más graves que éstas; pero con ellas basta para
llevar a la compunción aun a quien tenga un corazón de piedra y carezca de
todo sentimiento de vergüenza. Pues si cada uno de esos pecados conduce a la
gehenna ¿qué no harán todos reunidos? Preguntarás: pero entonces ¿cómo
podremos conseguir la salvación? Pues empleando los remedios que a tales
pecados se oponen, como son la limosna, las oraciones, la compunción, la
penitencia, la humildad, el corazón contrito, el desprecio de las cosas
presentes. Porque Dios nos ha abierto infinitos caminos de salvación, con
tal de que pongamos atención. Apliquemos, pues, la mente y el ánimo; y
mediante todos esos recursos, curemos las heridas, haciendo limosna,
conteniendo la cólera contra los que nos han hecho algún dano, dando gracias
a Dios por sus beneficios, ayunando según nuestras fuerzas, suplicando de
todo corazón, procurándonos amigos con las riquezas de la iniquidad. Así
podremos alcanzar la remisión de nuestros pecados y los bienes prometidos.
Ojalá a todos se nos concedan por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, a quien sean la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XLII (XLIII)
Si plantáis un árbol bueno, su fruto será bueno; pero, si plantáis un árbol
malo, su fruto será malo; porque el árbol por los frutos se conoce (Mt 12,
33).
No se contenta Jesús con los argumentos anteriores, sino que de nuevo pone
en vergüenza a los judíos. No lo hace por defenderse de las acusaciones,
pues para eso bastaba con lo dicho; sino para llevarlos a enmendarse. Y lo
que dice significa lo siguiente. Ninguno de vosotros me reprende por los
enfermos curados, como si su curación no hubiera sido verdadera; ni tampoco
ha afirmado que sea malo librar a los endemoniados. Es que por muy atrevidos
que fueran no podían afirmar tales cosas. Y como no podían acusar las obras,
sino que calumniaban al que las hacía, Jesús les demuestra que su acusación
está en pugna con la recta razón y con los hechos mismos. Es propio del
colmo de la impudencia no solamente obrar con malicia, sino además querer
componer entre sí cosas que pugnan contra el sentido común.
Observa cuán lejos está de querer querellarse. Pues no dice: Haced al árbol
bueno, puesto que sus frutos son buenos; sino que egregiamente les cierra la
boca, demostrándoles al mismo tiempo su propia mansedumbre y la impudencia
de ellos. Pues les dice: Si queréis reprender las obras, no os lo prohíbo;
pero vosotros me acusáis de cosas que lógicamente no pueden sostenerse y
consiguientemente tampoco alegarse. De este modo podían mejor y más
claramente ser advertidos de que impudentemente hablaban en contra de cosas
que eran absolutamente manifiestas. Como si les dijera: en vano procedéis
malignamente y decís cosas que entre sí se contradicen.
La diferencia de los árboles se conoce por el fruto y no al revés el fruto
por el árbol. Ya que aun cuando el árbol es causa del fruto, pero es el
fruto el que declara la especie del árbol. De manera que lo lógico habría
sido que vosotros reprendierais juntamente las obras y a nosotros; o que si
alababais las obras, no nos acusarais a nosotros que las hacemos. Pero
procedéis al contrario. Porque no pudiendo calumniar las obras que son el
fruto, calumniáis al árbol, al llamarme endemoniado. Esto es el extremo de
la locura. Asegura, pues, lo mismo que ya dijo antes: que no puede el árbol
bueno dar frutos malos, ni el árbol malo darlos buenos. Queda, pues,
manifiesto, en conclusión, que las acusaciones de los judíos nada tienen de
lógico, nada que responda a la naturaleza de las cosas. Enseguida, puesto
que no se defiende a sí mismo, sino al Espíritu Santo, los acomete con
acritud: !Raza de víboras! ¿Cómo podéis vosotros decir cosas buenas siendo
malos? Palabras son éstas juntamente de quien acusa y de quien da razón y
prueba lo que dice. Como si dijera: porque vosotros, siendo árboles malos,
no podéis llevar frutos buenos. No me admiro, por tanto, de que tales cosas
digáis, pues habéis sido mal educados y descendéis de malos ancestros y
tenéis maleado el pensamiento.
Observa cuán cuidadosamente y sin darles ocasión de nada escalonó las
acusaciones. Porque no les dijo: ¿Cómo podéis hablar cosas buenas siendo
estirpe de víboras? Esto no hubiera tenido relación con lo anterior. Sino: ¿Cómo podéis decir cosas buenas siendo malos? En cambio los llamó estirpe de
víboras, porque se gloriaban de sus progenitores. De modo que,
demostrándoles que de ésos nada habían heredado, los excluyó de la
genealogía de Abraham, y les senaló unos progenitores de su misma calidad,
desprovistos de la antigua nobleza. Porque de la abundancia del corazón
habla la boca. De modo que aquí declara su divinidad, pues conoce los
secretos de los corazones; y sabe que ellos no solamente de las palabras,
pero aun de los malos pensamientos tendrán que dar cuenta y que Dios conoce
tales pensamientos. Pero anade que también los hombres pueden conocerlos,
puesto que si interiormente abunda la maldad, luego se derrama afuera por la
boca. De modo que si oyes a alguien hablar malas cosas, no pienses que
dentro lleva una perversidad cuya medida la den las palabras, sino conjetura
que la lleva mucho mayor; puesto que lo que sale por la boca es ya
redundancia y desbordamiento de lo interior.
?Observas cuán amargamente los punza? Puesto que si las palabras que
profieren son tan perversas que van conforme a la mente del demonio, piensa
que tales serán las fuentes y raíz de donde ellas proceden. Suele, en
efecto, suceder así: que la lengua, cohibida por el pudor, no vierte tan
excesiva perversidad, mientras que el corazón, que no tiene testigo alguno,
engendra allá en el interior cuantos males en gana le vienen; porque de Dios
para nada se cuida. De manera que, puesto que lo que se dice luego es
examinado y queda expuesto a la crítica de todos, mientras que lo que se
oculta en el corazón queda envuelto en sombras, sucede que sean menores los
males que salen por la lengua y mayores los que se esconden en el corazón.
Pero cuando ya en lo interior la abundancia es enorme, entonces brotan
impetuosamente los que estaban ocultos. Así como en los que vomitan, al
principio parece como que quieren retener por la fuerza los malos humores
que saltan al exterior; pero cuando semejante esfuerzo desfallece, entonces
aquéllos feamente brotan, así quienes están llenos del mal propósito,
acometen al prójimo con maldiciones. Porque dice Jesús: El hombre bueno, de
su buen tesoro saca cosas buenas; pero el hombre malo de su mal tesoro saca
cosas malas.
Como si dijera: no pienses que semejante fenómeno sea propio exclusivamente
de los malos, ya que en los buenos pasa lo mismo, de manera que es más
grande la virtud que en su interior llevan que la que en sus palabras se
muestra. De donde se deduce que los judíos fueron peores que lo que con sus
palabras demostraban; y El, en cambio, fue mucho mejor que lo que de sus
sentencias se deducía. Alude al tesoro para indicar la abundancia. Luego
vuelve a ponerles temor grande diciéndoles que no piensen que no se pasará
más adelante y que todo quedará concluido con haberlo condenado en las obras
de ellos, pues quienesquiera que así procedan sufrirán el eterno castigo. Y
no dijo vosotros, tanto para ensenarnos a todos como para que sus palabras
no les fueran demasiado gravosas. Dice, pues: Yo os digo que de toda palabra
ociosa que hablaren los hombres habrán de dar cuenta el día del juicio. Y
ociosa es toda palabra que no viene a cuento, o contiene mentira o falsedad,
o simplemente vana y de esas que algunos dicen que son sólo para mover a
risa, o es torpe o desvergonzada o baja.
Porque por tus palabras serás declarado justo, o por tus palabras serás
condenado. ¿Observas cómo el juicio no será leve, ni ligero el castigo? El
juez sentenciará no por lo que otro dijo de sí, sino por lo que tú dijiste:
cosa la más justa de todas. Ya que en tu mano está decir o no decir. De
manera que lo propio es que teman no los que son acometidos con calumnias,
sino los que calumnian. Pues no se obliga a justificarse a los injuriados
sino a los que injurian, y a éstos amenazan todos los peligros. Por tanto,
para nada han de cuidarse los que son maldecidos, pues no serán castigados
por las injurias sufridas de otros. En cambio han de temer y temblar los que
injurian, pues por tal motivo se les llevará a juicio.
Verdaderamente es diabólico ese pecado que no lleva consigo deleite alguno,
sino sólo detrimento. El hombre que lo comete abriga en su corazón un mal
tesoro. Si quien tiene malos humores de por sí cae en enfermedad, mucho más
caerá quien en sí atesora una perversidad más amarga que la bilis; y será
castigado con el último suplicio, pues él mismo se preparó tan grave
enfermedad. Enfermedad que se muestra por las cosas que afuera arroja. Y si
a otros les causa tan gran dolor, mucho más lo causa a su alma, que tales
cosas da a luz. El que a otro arma asechanzas a sí mismo se da la muerte. El
que se pone a caminar sobre fuego a sí mismo se quema. Quien hiere al
diamante a sí mismo se procura el dano. Quien recalcitra contra el aguijón a
sí mismo se cubre de sangre. Pero quien sabe soportar con fortaleza la
injuria cuando es herido, ese es el diamante, el aguijón, el fuego; y el que
procura herir resulta más débil que el barro.
Así que lo malo no es ser injuriado, sino injuriar y también el no saber
soportar la injuria. ¿Cuán injuriado fue David? ¿cuánto injurió Saúl? Pero ¿cuál de ellos fue más fuerte y bienaventurado?
¿quién el más mísero? ¿Acaso
no el injuriante? Considera bien el caso. Prometió a David, Saúl, si vencía
al extranjero, que lo tomaría como yerno y de muy buena gana le daría por
esposa a su hija. Y David dio muerte al extranjero; pero Saúl no sólo no le
dio a su hija, sino que procuraba matarlo 56 ¿Quién resulta más brillante?
No fue Saúl, quien se ahogaba de tristeza por obra de un mal espíritu,
mientras David resplandecía más que el sol con sus triunfos y la gracia
divina. Y acerca del coro de las mujeres que cantaban ¿acaso no se ahogaba
Saúl de envidia, mientras David, soportándolo todo en silencio, se atrajo
las voluntades de todos y los unió consigo? Y cuando David lo hubo a las
manos y lo perdonó ¿quién era entonces el feliz y quién el miserable? ¿quién
el débil y quién el fuerte? ¿Acaso no fue David porque no se vengó pudiendo
justamente hacerlo? Y con razón. Porque Saúl tenía consigo soldados en
armas, pero David tenía de su parte la justicia, mucho más poderosa que
infinitos ejércitos.
Sin embargo, ni aun acometido con asechanzas quiso dar muerte a su enemigo,
ni aun justamente, cuando aquél lo acometía injustamente. Porque sabía por
los anteriores sucesos que resulta más fuerte no el que mal procede, sino el
que soporta la injusticia. Y lo mismo puede verse en los cuerpos humanos y
en los árboles. ¿Acaso Jacob no fue tratado injustamente por Labán y sufrió
que se le hiciera mal? Pero ¿quién fue el más fuerte? ¿El que lo capturó
pero no se atrevió a tocarlo, sino que temió y tembló, o el que sin armas ni
soldados se le hizo más temible que lo hubieran sido miles de reyes? Para
daros una mayor demostración de lo dicho, volvamos de nuevo el discurso a
David, pero considerándolo de modo contrario. El, injuriado, venció; pero
éste mismo, cuando injurió, fue vencido y se tornó débil. Cuando cometió la
injusticia contra Urías, todo se le cambió en contrario y la debilidad se
pasó al injuriante y la fuerza al injuriado. Urías, muerto, despojó a la
casa de David. Y por cierto, David, aun siendo rey y estando entre los
vivos, nada pudo; mientras que Urías, simple soldado y muerto ya, echó a
rodar todo lo de David. ¿Queréis que de otra parte os demuestre más
claramente el asunto? Examinémoslo en los que justamente se han vengado.
Puesto que quienes injustamente ofenden son vilísimos y causan dano a sus
propias almas y es cosa que todos ven claramente. Pero ¿quién fue el que
justamente se vengó y sin embargo suscitó males sin cuento y se cubrió de
abundantes desgracias y dolores? Joab, el general de David, levantó una
guerra grande y dura y padeció males sin número, de los cuales ni uno solo
habría acontecido si él hubiera sido prudente.
Huyamos, pues, de semejante vicio: ni con palabras, ni con hechos injuriemos
al prójimo. Porque no dijo Jesús: si acusas y llevas a los tribunales, sino
sencillamente: si injurias, aun cuando sea en privado, sufrirás gravísimo
castigo. Aun cuando lo que dices sea verdad, aunque estés persuadido de
ello, 57 sin embargo se te castigará. Pues Dios sentenciará no por lo que el
otro hizo, sino por lo que tú dijiste. Pues dice: Por tus palabras serás
condenado. ¿No oyes al fariseo que dice cosas verdaderas, de todos conocidas
y que no revela nada oculto? Y sin embargo, fue duramente castigado. Si pues
no es lícito acusar a otros ni aun de las cosas que son públicas, mucho
menos lo será acusarlo de las dudosas, puesto que ya tiene su juez el que
pecó.
No te adelantes a la autoridad del Unigénito. A El se ha reservado todo
juicio: Pero ¿es que anhelas juzgar? Pues bien: hay un juicio muy lucrativo
y que no contiene pecado. Allá en tu interior pon a juzgar tu entendimiento
y " razón, y trae al medio todos tus pecados, Examina los pecados de tu
alma; pide a ésta cuentas exactas y pregúntale: ¿por qué te atreviste a tal
cosa? Y si se niega y se pone a inquirir las faltas ajenas, dile: yo no te
juzgo acerca de ésas, ni hay para qué te justifiques tú de ellas. ¿Qué te
importa si el otro es malo? En cambio tú ¿por qué pecaste en esto y en
aquello? Establece tu defensa propia y no acuses a otros. Cuida de lo que a
ti te toca y no de lo ajeno. Trae con frecuencia a semejante certamen tu
razón y a este campo de acusación.
Y si nada tiene que responderte y busca subterfugios, azótala, como se hace
con una esclava que se ensoberbece y con una meretriz. Establece cada día
este tribunal. Píntale a tu razón aquel río de fuego, aquel gusano venenoso
y los demás tormentos. Y no le permitas andar en adelante con el demonio ni
le soportes que hable con semejante impudencia y diga: Este me acomete,
aquél me pone asechanzas, el otro me tienta. Dile: si tú no consientes, todo
eso le resulta en vano. Y si te responde: es que me encuentro ligada al
cuerpo y revestida de la carne y vivo en la tierra, respóndele: todo eso son
subterfugios. También aquel otro estaba revestido de la carne; y el de más
allá, viviendo en la tierra, se portó preclaramente; y tú misma, cuando
rectamente procedes, vestida estás de la carne. Y si oyéndote se aflige, no
levantes la mano. Al fin y al cabo, aunque la hieras no morirá. Más aún, la
libras de la muerte. Y si de nuevo te dijere: Aquél me irritó, respóndele:
pero en tu mano está el no irritarte, puesto que ya varias veces has
dominado la ira. Si dijere: la belleza de la mujer del prójimo me inflamó,
dile: pero podías vencer esa pasión. Tráele ejemplos de otros que la
superaron. Ponle delante el caso de la primera mujer que se excusaba
diciendo: la serpiente me enganó, y sin embargo no se libró de la culpa.
Y mientras tales cosas investigas, que nadie se te presente, que nadie te
perturbe. Así como los jueces juzgan sentados detrás de un velo, así tú, en
lugar del velo, busca un sitio y un tiempo de quietud. 58 Emprende este
juicio una vez que te has levantado de la cena y vas a tu lecho. Es un
momento muy oportuno. Y el sitio oportuno es tu aposento y tu lecho. Así lo
ordenaba el profeta al decir: Meditad en vuestros corazones; en vuestros
lechos compungíos. 59 Pide exacta cuenta aun de las cosas pequenas para que
nunca caigas en las grandes. Si cada día procedes así, estarás con gran
confianza ante aquel tremendo tribunal. Así Pablo, ya purificado, decía: Si
nos juzgásemos r nosotros mismos no seríamos condenados. 60 Del mismo modo
purificaba Job a sus hijos. Porque sin duda él, que ofrecía sacrificios por
los pecados ocultos, pediría cuenta de los manifiestos.
No procedemos así nosotros, sino en absoluto de modo contrario. Una vez que
vamos al lecho, revolvemos en nuestro pensamiento toda clase de asuntos
seculares. Unos introducen en su alma pensamientos impuros; otros, réditos,
pactos, vanos cuidados. Cuando tenemos una hija virgen, con gran empeno la
cuidamos; mientras que a nuestra alma, más preciosa que cualquier hija, la
dejamos que fornique y se manche e introducimos en ella muchos malos
pensamientos. Cualquier amor, ya sea de dineros o de placeres o de bellezas
corporales o de ira o de otra cualquiera pasión, lo recibimos con las
puertas abiertas y aun lo llamamos y lo dejamos que libremente fornique con
nuestra alma.
Pero ¿qué puede haber más bárbaro que el descuidar el alma, que es la cosa
más preciosa de todas, y mancharla con tan gran número de fornicarios y
dejarla que se les una hasta que ellos queden saciados? Cosa que, por otra
parte, nunca se logrará. Por esto, mientras no llega el sueno, ellos no se
apartan. Más aún: ni aun entonces se apartan, pues los ensuenos traen las
imágenes de los mismos fornicarios. Por esto sucede que, una vez que
amanece, lo que el alma ha imaginado, luego, por obra de aquellas imágenes,
lo pone por obra. No dejas que a la pupila de tu ojo penetre una partícula
de polvo, y en cambio ¿negligentemente permites que el alma arrastre
semejante carga y montón de males tan grandes? ¿Cuándo, pues, podremos
quitar del todo las manchas que cada día admitimos? ¿cuándo podremos
arrancar las espinas? ¿cuándo sembrar las simientes? ¿Sabes que ya el tiempo
de la siega está próximo? Pero nosotros ni siquiera hemos dado el primer
cultivo a nuestro campo. Pues si viniere el agricultor y nos acusare ¿qué
excusa le daremos? ¿qué le responderemos? ¿Le alegaremos que nadie nos dio
la simiente? Pero es un hecho que cada día se esparce. ¿Que nadie arrancó
las espinas? Pero si cada día afilamos la hoz. ¿O que nos arrastran los
cuidados seculares y las necesidades de la vida? Pero ¿por qué no te
crucificaste al mundo? Si el que no hizo sino devolver lo que se le había
confiado fue reputado entre los perversos por no haber duplicado la suma ¿qué le dirán a quien incluso destruyó lo que le dieron? Si éste, atado de
pies y manos fue lanzado al sitio en donde es el rechinar de dientes ¿qué no
sufriremos nosotros, pues tenemos tantas cosas que nos atraen a la virtud,
pero nos rehusamos y perezosamente las rehuimos? ¿Qué hay que no sea idóneo
para excitar la virtud? ¿No observas cuán vil y cuán incierta es esta vida?
¿cuántos trabajos acá se padecen? ¿cuántos sudores? ¿Acaso no es una
realidad que no se consigue la virtud sin trabajo, ni aun el vicio sin él?
Si pues hay trabajos en ambas cosas ¿por qué no escoges la virtud, que tan
grandes ganancias te proporciona? Pero incluso hay virtudes que ningún
trabajo llevan consigo.
Por ejemplo: ¿qué trabajo hay en no injuriar, en no mentir, en no jurar, en
perdonar y quitar las cóleras contra el prójimo? En cambio, el proceder de
modo contrario es laborioso y lleva consigo grandes cuidados. Entonces ¿qué
excusa tendremos, ni qué perdón alcanzaremos si ni siquiera esto queremos
hacer? Queda, pues, manifiesto que por desidia y pereza rehuimos aquellas
cosas que son más laboriosas. Pensando todo esto, huyamos de la perversidad,
amemos la virtud, a fin de conseguir los bienes presentes y también los
futuros, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la
gloria y el imperio, por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XLIII (XLIV)
Entonces lo interpelaron algunos escribas y fariseos y le dijeron: Maestro,
quisiéramos ver una senal tuya. El, respondiendo les dijo: La generación
mala y adúltera busca una senal pero no le será dada más senal que la de
Jonás el profeta (Mt 12, 38-39).
?Qué cosa hay más necia ni más impía? Tras de tantos milagros, como si no
hubiera hecho ninguno, le dicen: Quisiéramos ver una senal tuya. ¿Por qué
motivo lo decían? Para tener de nuevo ocasión de acusarlo. Como los hubiera
reprendido una, dos y muchas veces y hubiera refrenado su lengua impudente,
otra vez recurren a las obras. Lo hace notar el mismo evangelista admirado.
Entonces lo interpelaron algunos escribas pidiéndole una senal. ¿Cuándo?
Cuando lo necesario era aceptar, admirarse, espantarse, apartarse, entonces
es cuando no desisten de su perversidad.
Quiero que consideres sus palabras llenas de adulación y de burla. Esperaban
de este modo atraérselo. Así que por una parte lo injurian y por otra lo
adulan: ya lo llaman Maestro, ya endemoniado, pero siempre con malas
intenciones, aun cuando digan cosas encontradas. Tal es el motivo de que el
Maestro los acometa con vehemencia. Cuando le preguntaban ásperamente y lo
injuriaban, él les respondía con moderación; pero cuando lo adulaban
contestaba con acritud y gran vehemencia, demostrándoles así que él era
superior a ambas cosas; y que ni por la ira se excitaba ni por la adulación
se tornaba dulzón y muelle.
Observa la recriminación y verás que no es simple reprensión, sino que lleva
consigo una demostración de la maldad de ellos.
?Qué les dice? La generación mala y adúltera busca una senal. Como si
dijera: nada maravilloso es que vosotros os portéis así conmigo, pues aún no
soy conocido de vosotros, siendo así que lo mismo hicisteis respecto del
Padre, de cuyo poder tantas pruebas tenéis. Lo abandonasteis y recurristeis
a los demonios y os atrajisteis malos amadores. Cosa fue esa que con
frecuencia Ezequiel les echó en cara. Lo decía para demostrar su igualdad
con el Padre, y que ellos nada insólito hacían. Revela además los ocultos
pensamientos de ellos, o sea que su petición procedía de simulación y
enemistad.
Por esto los llama generación perversa, pues continuamente se muestran
ingratos a los beneficios; y si se les trata con benevolencia, se tornan
peores, lo que es el colmo de la maldad. Y los llama generación adultera,
significando con esto su incredulidad antigua y también la presente. Por
donde de nuevo se manifiesta igual al Padre, puesto que por no creer en El
la llama adúltera. Y tras de estas reprensiones ¿qué dice? No se le dará más
senal que la de Jonás el profeta. Con esto anuncia de antemano su
resurrección y la confirma con la figura de Jonás. Preguntarás: pero ¿acaso
no se les dio alguna senal? No se les dio cuando la pedían. Porque Cristo no
hacía milagros para ganárselos, pues sabía que estaban obcecados, sino para
enmienda de otros. Hay que afirmar esto o bien que ellos no habían de
recibir y aceptar otra senal sino la de Jonás. Porque senal se les dio
cuando fueron castigados y conocieron su poder. De manera que aquí, al
amenazarlos, habla y deja entender lo mismo. Como si les dijera: Os he hecho
infinitos beneficios, pero con ninguno os atraje ni quisisteis adorar mi
poder. Ahora, pues, conoceréis mi fortaleza por medios contrarios, o sea
cuando veáis destruida vuestra ciudad y los muros derribados y el templo
convertido en erial y se os arroje de la ciudad y perdáis vuestra antigua
libertad; y de nuevo andéis desterrados y prófugos por toda la tierra. Todo
lo cual sucedió después de la crucifixión. Todo esto os servirá de
grandísima senal.
Y ciertamente, grande senal es que las desgracias del pueblo judío no sufran
cambio y que a pesar de que muchos se empenan en ello, nadie pueda remediar
los males que sobre ellos como castigo se echaron. Esto no lo dice Jesús,
sino que deja que se lo aclare el tiempo futuro. Mientras tanto, se fija, en
la resurrección, discurso que hasta más tarde descifrarían por los males que
les iban a sobrevenir. Pues así como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo
tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres
noches en el corazón de la tierra. No les dijo abiertamente que resucitaría
para que no se burlaran; pero en tal forma lo dejó entender que pudieran
creer que lo sabía de antemano. Y consta que ellos lo sabían, pues le
dijeron a Pilato: Ese impostor, vivo aún, dijo: Después de tres días
resucitaré. 61 Los discípulos, al revés, lo ignoraban, por ser entonces
todavía más rudos que los escribas y fariseos. De manera que éstos por sus
mismas palabras fueron condenados.
Advierte cuán cuidadosamente lo deja entender, pues no dijo: en tierra;
sino: En el corazón de la tierra, para indicar así el sepulcro, y al mismo
tiempo para que nadie imaginara que todo esto se realizaría únicamente en
apariencia. Y senaló tres días, para que todos creyeran en su muerte: ya que
ésta se confirma no únicamente por la resurrección, sino además porque todos
la vieron y por el número de días. El tiempo siguiente íntegro certificaría
su resurrección, mientras que su crucifixión, de no haber tenido testigos
sin número, no se hubiera creído; y si no se creía en la crucifixión,
tampoco se creería en la resurrección. Por esto la llama senal. Y trae al
medio la figura para que se dé fe a la verdad. Yo te pregunto: ¿era acaso
pura apariencia Jonás en el vientre del cetáceo? Cierto que no podrás
afirmarlo. Pues tampoco niegues que Cristo estuvo en el corazón de la
tierra. No puede suceder que el tipo sea verdad y la verdad sea sólo
apariencia. Por esto anunciamos su muerte en todas partes: en los misterios,
en el bautismo y en todo lo demás. Por esto Pablo con penetrante voz
exclama: En nada me gloriaré sino en la cruz de nuestro Senor Jesucristo.
Por aquí se ve claro que quienes sufren la enfermedad de Marción, son hijos
del diablo, pues quieren abolir lo que Cristo cuidadosamente procuró que no
se aboliera; y que, al revés, el diablo cuidadosamente se ha esforzado en
que sea abolido: me refiero a la cruz y a la Pasión. Por igual motivo dijo
Cristo en otra ocasión: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. 62
y también: Vendrán días en que les será arrebatado el Esposo. 63 y aquí: No
les será dada otra senal que la de Jonás profeta. Declaró así que El
padecería por ellos, pero ellos ningún lucro sacarían de lo mismo. Así lo
manifestó El más tarde. Y a pesar de saberlo, sin embargo, murió: !tan
grande fue su providencia! No pienses que los sucesos futuros de los judíos
serán tales como fueron los de los ninivitas, ni que ellos se convertirán
enseguida; ni que así como acá levantó de nuevo la ciudad de aquellos
bárbaros que ya se derrumbaban, así los judíos a raíz de la resurrección se
convertirán. Más bien oye cómo Cristo declara lo contrario.
Que ellos ningún fruto sacarían del beneficio, sino que sufrirían lo
indecible, cosas intolerables, lo declaró enseguida con el ejemplo del
demonio. Entre tanto, El se justifica de lo que ellos iban a padecer,
explicando que justamente lo padecerían. Ahora, con el ejemplo de los
ninivitas deja ver las desgracias y la desolación de los judíos y cómo ellos
justamente las padecerán. Así lo hacía en la Antigua Ley. Cuando iba a
destruir a Sodoma, primero se justificó ante Abraham, diciéndole ser
poquísimos los que se daban a la virtud, puesto que entre tantas ciudades ni
diez se encontraron que vivieran con moderación. Y lo mismo hizo ante Lot,
cuando le mostró la inhospitalidad y las torpísimas costumbres y amores
pésimos de aquellos hombres, y luego envió el fuego. Igualmente procedió
cuando el diluvio, pues justificó su proceder por las obras mismas. Otro
tanto encontramos en Ezequiel cuando, mientras vivía el profeta en
Babilonia, le puso ante los ojos los pecados que en Jerusalén se cometían. Y
cuando a jeremías le dijo: No quieras orar por ellos, y para justificarse,
anadió: ¿No ves lo que ellos hacen? 64 Y en todas partes procede lo mismo
que lo hace en este pasaje.
Porque ¿qué fue lo que dijo? Los ninivitas se levantarán en el día del
juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a
la predicación de Jonás; y hay aquí algo más que Jonás. Porque él era siervo
y Yo soy Senor; aquél salió del cetáceo y Yo resucité de la muerte; aquél
predicó la destrucción, Yo vine anunciando el reino. Aquéllos creyeron sin
ningún milagro, Yo he hecho muchos milagros. Aquéllos nada más oyeron las
palabras de Jonás, Yo no he omitido predicar toda clase de virtudes. Aquél
vino como ministro, Ya vine como dominador y Senor de todos, y no amenazando
ni exigiendo cuentas, sino trayendo el perdón. Aquéllos eran bárbaros, éstos
en cambio convivieron con infinitos profetas. A Jonás nadie lo había
predicho, a Mí me predijeron y mis obras consonaron con sus profecías. Aquél
huyó y se alejó para no ser burlado; Yo me presenté, aun sabiendo que había
de sufrir la cruz y las burlas. Aquél no soportó ni siquiera un oprobio en
bien de los que fueron librados y salvos; Yo toleré una muerte torpísima y
tras de esto envío a otros como apóstoles. Aquél era un extrano y
desconocido; Yo, en cambio, según la carne he nacido de sus mismos
progenitores. Y así discurriendo, puede cualquiera amontonar muchas otras
diferencias.
Pero Cristo no se detiene aquí, sino que propone otros ejemplos diciendo: La
reina del Mediodía se levantará en juicio contra esta generación y la
condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de
Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Este ejemplo es superior al
antecedente. Porque Jonás fue a los ninivitas; pero la reina del Austro no
esperó a que Salomón la visitara, sino que ella fue a buscarlo: ella,
bárbara y desde tan distante lugar y sin que la urgieran amenazas, sin temor
a la muerte, movida únicamente del amor a la sabiduría. Pero aquí hay algo
más que Salomón. Porque en el ejemplo, la mujer se acercó; Yo en cambio he
venido; ella partió de los confines de la tierra, mientras que Yo recorro
ciudades y aldeas. Salomón disertaba acerca de los árboles y de las plantas,
cosas que no podían servir de mucho a la visitante, mientras que Yo anuncio
cosas inefables y tremendos misterios.
Una vez que los hubo condenado, demostrándoles que estaban muy lejos de
obtener perdón, y que su desobediencia nacía de ingratitud y no de debilidad
del maestro, y esto por medio de muchos argumentos y con los ejemplos de los
ninivitas y de la reina del Austro, finalmente les trae a la memoria el
suplicio que les aguarda, aunque lo hace enigmáticamente y llenando de
abundante terror su narración. Porque dice: Cuando el espíritu inmundo sale
de un hombre, discurre por lugares áridos buscando reposo y no lo halla.
Entonces se dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y va y la encuentra
vacía y barrida y compuesta Entonces va y toma consigo otros siete espíritus
peores que él y entran y habitan ahí, viniendo a ser las postrimerías de
aquel hombre peores que sus principios. Así será de esta generación mala.
De esta manera les declara que no sólo en el siglo futuro, sino también en
el tiempo presente, sufrirán gravísimos castigos. Y pues decía que los
ninivitas se levantarán en juicio y condenarán a esta generación, para que
por la gran dilación no despreciaran eso y se tornaran más desidiosos,
decreta para ellos ya en esta vida gravísimos males que han de padecer. Es
lo que amenazaba el profeta Oseas cuando decía: "El profeta es un insensato,
presa de delirio el hombre del espíritu". 65 Es decir que serán como los
seudoprofetas, hombres furiosos, locos, agitados de malos espíritus. Porque
aquí entiende por profeta al loco seudoprofeta, como lo son los adivinos.
Significando lo mismo, dice Cristo que habrán de sufrir castigos extremos.
?Observas cómo de mil maneras los compele para que atiendan a sus palabras,
ya con las cosas presentes, ya con las futuras, ya con el ejemplo de quienes
bien obraron, como fueron los ninivitas y la reina, ya de quienes fallaron y
cayeron como los de Tiro y Sodoma? Del mismo modo procedían los profetas,
poniendo delante de los ojos a los hijos de Recabín y a la esposa que no se
olvida de su propio ornato ni de su cenidor, y al buey que reconoce a su
dueno y al asno que reconoce su pesebre. Así Cristo en este lugar,
declarando por comparación la ingratitud de las almas de los judíos,
finalmente les advierte de antemano el castigo.
En conclusión ¿qué es lo que dice? Como los posesos, viene a decir, cuando
son liberados de su enfermedad, si se muestran negligentes se procuran una
más grave posesión demoníaca, así procedéis vosotros. Porque anteriormente
estabais poseídos del demonio, al adorar a los ídolos e inmolarles vuestros
hijos con grave demencia; y sin embargo no os abandoné, sino que por medio
de los profetas eché de vosotros a ese demonio, y luego vine personalmente a
traeros la curación. Pero como no queréis hacer caso, sino que incluso os
habéis despenado a una perversidad mayor (puesto que mucho más grave y malo
es dar muerte al Senor que el matar a los profetas), por tal motivo
sufriréis castigos mayores; es decir, mayores que los que soportasteis en
Babilonia, en Egipto y bajo Antíoco el primero. Porque en realidad fueron
más atroces que esos los que les sobrevinieron con los emperadores. Tito y
Vespasiano.
Por eso les decía: Porque habrá entonces una tan gran tribulación cual no la
hubo desde el principio del mundo hasta ahora ni la habrá. 66 Ni el ejemplo
significaba solamente esto, sino además que ellos se encontrarían vacíos de
todas las virtudes y con mayor facilidad que antes se echarían sobre ellos
los demonios. Porque anteriormente, aunque pecaran, pero había sobre ellos
una especial Providencia de Dios y una gracia del Espíritu Santo que miraba
por ellos y los corregía y llenaba todos sus oficios para con ellos. Ahora,
en cambio, les dice, quedarán vacíos de aquella especial providencia y será
más raro el ejemplo de las virtudes, y la fuerza de la desgracia será mayor,
y el poder de los demonios más tiránico.
Vosotros, carísimos, sabéis cómo en esta generación, cuando Juliano se
enfurecía, los judíos se aliaron con los gentiles y seguían sus costumbres.
De modo que al presente, aunque parezcan un tanto moderados (pues por miedo
a los emperadores se mantienen en quietud), sin embargo, si no fuera por
eso, se habrían atrevido a peores cosas que antes. Pero en las demás
perversidades superan a los antiguos, así en las hechicerías como en las
artes maléficas y en la lascivia, y todo eso lo ejercitan en forma excesiva.
Entre esos crímenes, a pesar del freno que los contiene, con frecuencia han
movido sediciones y se han rebelado contra los emperadores en modo tal que
se han despenado en males extremos.
?Dónde están, pues, los que buscan milagros? Sepan que antes que nada se
necesita tener un ánimo bueno y agradecido; y que si éste falta, ningún
provecho traen los prodigios. Los ninivitas creyeron sin milagros; mientras
que éstos, tras de tantos milagros, se han hecho peores y se han convertido
en habitación de innúmeros demonios, y se han procurado infinitas
calamidades y desdichas que con todo derecho han venido sobre ellos. Porque
cuando alguno, liberado de las desdichas, sin embargo no se enmienda, tiene
que soportar otras mayores que las precedentes. Por eso dice: No encontrará
reposo, para indicar que las asechanzas del demonio necesariamente vendrán y
se apoderarán de él. La razón es porque debieron ser llevados a mejores
pensamientos por ambas cosas: por lo que ya habían sufrido y por haber sido
liberados. Y aun hay una tercera cosa: la amenaza que se les hace de que
algo peor puede sucederles. Y sin embargo, por ninguno de esos motivos se
tornaron mejores.
Pero no pensemos que tales cesas se dijeron sólo para ellos, pues también
para nosotros son oportunas, una vez que iluminados y liberados de los males
antiguos, otra vez nos apegamos a la misma perversidad: con más graves penas
seremos castigados por los pecados cometidos después de semejante
liberación. Por esto Cristo dijo al paralítico: Mira que has sido curado: no
vuelvas a pecar: no te suceda algo peor 67 Esto lo dijo a quien había estado
enfermo treinta y ocho anos. Preguntarás ¿qué cosa más grave que lo anterior
podía sufrir? !Cosas mucho más duras y peores! Lejos de nosotros el ir a
padecer ni siquiera tanto cuanto ya hemos padecido. Porque no le faltan a
Dios castigos que imponernos. Pues así como es grande su misericordia, así
también es pesada su ira. Por esto Ezequiel acusa a Jerusalén diciendo: Te
vi sucia en tu sangre. Te lavé con agua, te ungí con óleo. Te hiciste cada
vez más hermosa. Te diste al vicio entregándote a cuantos pasaban. 68 Por
eso se te amenaza con males mayores. Pero considera aquí no únicamente el
castigo sino también la infinita paciencia de Dios. Porque con frecuencia
nos hemos despenado en los mismos pecados y sin embargo nos tolera. No nos
confiemos Más bien, temamos. Si el Faraón al primer castigo se hubiera
enmendado no habría experimentado los que luego se siguieron, ni habría
perecido con todo su ejército poco tiempo después. Lo digo porque a muchos
conozco que ahora dicen lo mismo que el Faraón: !No conozco a ese Dios! Y
son los que a sus súbditos los aplican a fabricar ladrillos de barro.
!Cuántos hay que, ordenándoles Dios omitir las amenazas, no quieren ni
siquiera disminuir los trabajos! Claro es que ya no hay que pasar el Mar
Rojo; pero hay que atravesar el piélago de fuego que no tiene comparación
con ese mar, porque es mucho más grande y amargo y sus olas son de fuego,
fuego en verdad nuevo y horrible y extrano. Este abismo es de llamas
durísimas y es enorme. Puede en él contemplarse un fuego que a todas partes
discurre, semejante a cruelísima bestia feroz. Si el fuego de acá, sensible
y material, saltando como una fiera fuera del horno, se echó sobre los que
ahí por fuera estaban, mientras que dentro permanecían los tres jóvenes ¿qué
no hará aquel otro en los que en él se precipitan? Oye a los profetas que
del dicho fuego aseguran: El día del Senor, cruel, con cólera y furor
ardiente. 69 Nadie habrá que se presente a librarnos: !jamás verás ahí el
rostro manso y sereno de Cristo! Al modo de los condenados al trabajo de las
mismas, que son entregados a capataces crueles y no ven ahí a ninguno de sus
amigos, sino sólo a los que mandan, así será allá. Mejor aún: no será así
sino de un modo mucho más horrible.
Porque acá podemos recurrir al emperador, rogarle y así lograr la liberación
de los así condenados; pero allá, de ningún modo. Porque allá no hay perdón,
sino que permanecen para siempre entre tormentos y dolores tan graves que no
pueden describirse. Si acá nadie puede describir los agudos dolores de
quienes se queman, mucho menos pueden aquellos dolores con palabras
explicarse. Acá todo acaba en brevísimo tiempo, mientras que allá el
condenado se quema pero no se consume. ¿Qué haremos ahí? !Hablo conmigo
mismo! Dirás: pues si tú, doctor y maestro, así hablas contigo, a mí
ciertamente ya ningún cuidado me da todo eso. Porque ¿cómo maravillarse si
yo también, junto contigo, soy castigado?... !No, por favor! !os ruego!
!nadie busque consuelos semejantes! Desde luego porque ahí no hay consuelo
alguno. Yo pregunto: ¿no era el diablo un ser incorpóreo? ¿No era superior a
todos los hombres? Y sin embargo, cayó y ¿puede alguno buscar algún consuelo
en estar con él en el mismo tormento? !De ningún modo! Y acerca de los
egipcios, todos aquellos ¿no vieron castigados juntamente a los capataces? ¿no vieron todas las casas en llanto?
¿Y por eso se consolaron? ¿descansaron? !No, en absoluto, como se ve claro por lo que luego hicieron.
Pues como si una llama los azotara, corrieron al rey y lo obligaron a dejar
ir al pueblo de los hebreos.
!Frío consuelo!, grandemente frío es en el tormento con que otros también
son atormentados, poder decir: !estoy en el mismo caso que los otros! Mas ¿para qué referirme a la gehenna? Piensa en los que sufren de podagra:
mientras padecen sus terribles dolores, aun cuando les muestren a otros
muchos que sufran dolores aún más agudos, no quieren ni prestar atención.
Porque la fuerza del dolor no deja lugar para pensar en otra cosa ni en
otros, ni sacar de ahí un consuelo. No alimentemos, pues, esa tan fría
esperanza: el consuelo que nace de la companía de otros que padecen el mismo
mal, sólo puede tener lugar cuando se trata de males pequenos. Pero cuando
se trata de males más graves, y cuando el ánimo es agitado con tan tremendos
oleajes, hasta el punto de desconocerse a sí mismo ¿de dónde se recibirá
consuelo? En conclusión, que semejantes objeciones son ridículas y a manera
de cuentos de muchachos necios. Porque eso que dices sólo tiene lugar en
sufrimientos pequenos, cuando oímos que otros sufren lo mismo. Más aún: a
veces ni en los sufrimientos pequenos sucede eso; y mucho menos en aquel
inexplicable tormento que se significa con el rechinar de dientes. Me doy
cuenta de que al decir esto os causo pesadumbre y dolor. Pero ¿qué puedo
hacer? Quisiera poder no decirlo, sino ver que todos vosotros y yo
cultiváramos la virtud. Pero pues muchos de nosotros vivimos en pecados ¿quién me diera poder de verdad hacer que os dolierais y os conmovierais en
vuestros ánimos, oyentes míos? Entonces sí dejaría de hablar. Mas, por lo
que hace al tiempo presente, temo que incluso algunos menosprecien lo dicho,
y que por la negligencia de quienes me escuchan, el castigo sea mayor aún.
Porque cuando el amo amenaza, si alguno de los criados lo desprecia, no
queda impune, sino que eso le es causa de un castigo mayor.
Os ruego, pues, que, oyéndome hablar de la gehenna, nos compunjamos. Nada
hay más dulce que semejante exhortación, ya que nada hay más amargo que
aquellos tormentos. Preguntarás: ¿cómo puede ser dulce el oír hablar de la
gehenna? Porque el ir a la gehenna es lo más desagradable. Y semejantes
exhortaciones, que parecen gravosas, nos lo evitan. Aparte de que también
engendran otro deleite, como es la conversión del alma y el encaminarla a la
virtud, y elevan la mente y esclarecen el raciocinio y libran del cerco al
alma sitiada por las concupiscencias: son su medicina. 'Permitidme, pues,
que, habiendo hablado de la gehenna, os hable ahora del pudor y la
desvergüenza. Porque así como en aquel día los ninivitas condenarán a los
judíos, así muchos nos condenarán a nosotros: muchos que ahora nos parecen
inferiores. Pensemos cuántas burlas, cuantas condenaciones habrá. Sí:
pensémoslo, comencemos, abramos las puertas a la penitencia. Hablo conmigo
mismo. A mí mismo me exhorto. Nadie se irrite como si yo lo acusara.
Entremos por el camino angosto. ¿Hasta cuándo en placeres? ¿Hasta cuándo en
ebriedades? ¿No nos hartamos de rencillas, burlas, risotadas, dilaciones? ¿Serán perpetuos los banquetes, las harturas, la opulencia, los dineros, las
posesiones, las construcciones, los palacios? Pero ¿en qué acabarán? En
ceniza, en polvo, en túmulo, en gusanos, en la muerte. Pues emprendamos una
vida nueva. Hagamos nuevos cielos y nueva tierra y demostraremos así a los
gentiles de que clase de bienes se encuentran privados. Cuando vean qué
vivimos una vida correcta, con semejante vista contemplarán lo que es el
reino de los cielos. Al vernos modestos, mansos, libres de malas
concupiscencias, de envidia, de avaricia, y en todo morigerados, dirán: Si
ya en este mundo los cristianos se convierten en ángeles ¿cómo serán cuando
salgan de la vida presente? Si acá en donde son peregrinos así resplandecen
¿cómo serán cuando lleguen a su patria? De este modo también ellos se harán
mejores y se extenderá la doctrina de la piedad con no menor celeridad que
en la época de los apóstoles Si éstos, no siendo sino doce, convirtieron
ciudades íntegras, íntegros reinos, cuando todos seamos maestros mediante
vida cuidadosa y bien ordenada, piensa a qué sublimes alturas llegara
nuestro catolicismo. Porque no arrastra tanto a los gentiles un muerto
resucitado como uno que vive virtuosamente. De sólo verlo quedará
estupefacto el gentil, y de aquí sacara ganancia espiritual. La resurrección
de un muerto es un hecho que pasa; el buen ejemplo permanece y continuamente
va cultivando el alma del gentil. Cuidemos, pues, de nosotros mismos para
que también a ellos los ganemos.
Y no pido cosas trabajosas. No digo: no tomes mujer, abandona las ciudades,
apártate de los negocios civiles; sino que ocupado en todo eso, te muestres
virtuoso. Yo preferiría que florecieran en virtudes los que habitan las
ciudades que no los monjes en las montanas. ¿Por qué? Porque de lo primero
se sigue grande ganancia, puesto que: No se enciende una lámpala y se la
pone bajo el celemín. 70 Por esto, quisiera yo que todas las lámparas
estuvieran sobre el candelabro, para que la luz se difundiera en abundancia.
Encendamos el fuego de que os hablo. Hagamos que quienes están sentados en
tinieblas queden libres del error. No me digas: tengo esposa, tengo hijos,
tengo casa, y no puedo ocuparme en eso. Pues aun cuando no los tuvieras,
siendo desidioso, todo se desharía. Y aunque estés rodeado de todas esas
cosas, si eres diligente, sobresaldrás en la virtud Lo único que se necesita
es la prontitud de una alma generosa y dispuesta. Con esto, nada te
impedirán ni la edad, ni la pobreza, ni las, riquezas, ni la cantidad de
negocios, ni otra cosa alguna. Ancianos, jóvenes, casados, educadores de
ninos, obreros, soldados, todos han cumplido con todos los mandamientos.
Joven era Daniel, siervo era José, obrero era Aquila, una trabajadora en
púrpura estaba al frente de la fábrica, otro era guardián de la cárcel, otro
centurión, como aquel Cornelio. Uno estaba enfermo, como Timoteo; otro era
un esclavo fugitivo, como Onésimo. Pero nada de todo eso fue obstáculo a
ninguno de ellos para llevar una vida virtuosa, ya fueran ancianos o
jóvenes, siervos o libres, soldados o gente privada. No busquemos, pues,
vanos subterfugios, sino formulemos los mejores propósitos de nuestra
voluntad. De cualquier condición social que seamos, entreguémonos a la
virtud, para conseguir los bienes futuros, por gracia y benignidad de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria, el poder y el honor, ahora
y siempre y por los siglos, de los siglos. Amén.
HOMILIA XLIV (XLV)
Mientras El hablaba a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban fuera
y pretendían hablarle. Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera
y desean hablarte.
El, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son
mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí a mi
madre y mis hermanos (Mt 12, 46-49).
LO QUE HACE poco os decía, que sin la virtud todo es vano, ahora
clarísimamente se demuestra. Os decía que eran inútiles la edad, el natural,
el vivir en el desierto, si no existe el buen propósito de la voluntad. Pero
ahora aprendemos otra cosa además de aquéllas: que ni aun el haber dado a
luz a Cristo y haber tenido aquel parto maravilloso, tendría utilidad alguna
sin la virtud.
Esto sobre todo queda manifiesto en este pasaje. Pues dice: Mientras El
hablaba a la muchedumbre, alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos te
buscan. Pero El dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y lo
dijo no porque se avergonzara de su madre o que negara ser Ella su madre;
pues si de Ella se hubiera avergonzado, no hubiera salido de su vientre;
sino para declarar que de todo ello ninguna utilidad le provendría a su
madre, si ella no guardaba todos los preceptos. Porque lo que Ella entonces
hacía, nacía de cierta ambición: quería ostentarse ante el pueblo como si
aún mandara sobre su hijo, del cual no imaginaba aún nada grande, de manera
que se acercó inoportunamente. 71 Considera, pues, la arrogancia de Ella y
de los hermanos. Siendo lo propio que entraran y escucharan con las turbas;
o si no querían esto, esperar a que se terminara el discurso, para luego
acercársele, lo llaman afuera delante de todos, descubriendo así su vana
ambición y demostrando que querían aún mandar sobre El con gran autoridad.
Por su parte el evangelista lo refiere como en cierto modo acusando, pues
dice: Mientras El hablaba a la muchedumbre. Como si dijera: ¿acaso no había
otro tiempo? ¿no podían haberle hablado llamándolo aparte? Y ¿qué le
querrían decir? Si le iban a tratar acerca de la verdad de su doctrina,
convenía que lo expusieran abiertamente y delante de todos, para utilidad
común de los otros. Pero, si le iban a hablar de cosas particulares de
ellos, no convenía que en esa forma le urgieran. Si El no permitió ir a
sepultar a su padre para no impedir a quien deseaba seguirlo, mucho menos
debió interrumpir su discurso para cosas de poca importancia. De donde se ve
claramente que ellos procedieron así por sola vanagloria. Significando esto,
Juan dice: Ni sus hermanos creían en Él. 72 Y refiere las palabras de ellos,
demasiado locas, y afirma que lo empujaban a Jerusalén no por otro motivo,
sino para alcanzar gloria ellos con los milagros de El. Porque le dicen:
Nadie hace esas cosas en secreto si pretende manifestarse. Pero El los
reprendió y culpó su ánimo aún carnal. Y como los judíos lo despreciaban y
decían: ¿No es éste el hijo del carpintero cuyos padre y madre nosotros
conocemos? ¿No están entre nosotros sus hermanos? 73 Vituperaban así su
linaje como innoble, por lo cual sus hermanos lo impelían a manifestarse con
milagros. Pero El los rechaza, tratando de librarlos de semejante
enfermedad. De modo que si El hubiera querido negar a su madre, era la
ocasión para que la hubiera negado, cuando los judíos se la echaban en cara
como un oprobio. Mas, por el contrario, tan grande solicitud muestra por
Ella, que estando en la cruz la encomendó al discípulo a quien más amaba y
mostró gran cuidado de Ella. En cambio, en este pasaje no procede del mismo
modo, con el objeto de hacerle a Ella un bien y también a los hermanos. Como
lo creían puro hombre y se dejaban llevar del anhelo de la gloria vana, echa
fuera esa enfermedad, no para oprobio de ellos, sino para enmienda. Mas tú,
por tu parte, no consideres únicamente aquellas palabras que contienen una
moderada reprensión, sino además la importunidad y atrevimiento de sus
hermanos y quién es el que los reprende. Porque no es puro hombre, sino el
Unigénito Hijo de Dios.
Y la razón de reprenderlos: pues no quería poner duda sobre Ella, sino
librarla de una enfermedad tiránica y llevarla poco a poco a la conveniente
opinión de lo que El era y convencerla de que no era solamente hijo suyo,
sino también su Senor. Y verás haber sido la reprensión en modo extremo
conveniente a quien El es, y útil para su madre; y a la vez sumamente llena
de mansedumbre. Porque no respondió: !anda y di a esa madre que no es ella
mi madre! Sino que dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre? Y logró así,
además de lo ya dicho, otra cosa. ¿Cuál? Que nadie, ni aun ellos, fiándose
en el parentesco, descuidara la virtud. Porque si a ella en nada le ayudaba
ser su madre si no estaba muy firme en la virtud, apenas y ni apenas algún
otro motivo de parentesco alcanzaría la salvación. Porque la única nobleza
consiste en hacer la voluntad de Dios. Este modo de nobleza es más excelente
y mejor que el otro basado en la naturaleza.
Sabiendo esto, no nos envanezcamos por los hijos esclarecidos en la virtud,
si no estamos dotados de una virtud como la de ellos; ni tampoco por
nuestros buenos y nobles padres si no nos les asemejamos. Y aun pudiera
suceder que quien nos engendró no fuera nuestro padre, y quien no nos
engendró sí sea nuestro padre. Por eso en otro pasaje, como una mujer
clamara: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste, 74 Cristo no
le respondió: ningún seno me llevó, ningunos pechos mamé, sino: Más bien
dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan. ¿Observas cómo no
niega en forma alguna el natural parentesco, sino que le anade la afinidad
que proviene de la virtud? También el Precursor, cuando dice: Raza de
víboras, no os gloriéis diciendo: Tenemos a Abraham por padre, 75 no quiso
decir que ellos no fueran nacidos de Abraham según la naturaleza, sino que
de nada les aprovechaba ser nacidos de Abraham si no tenían otro parentesco
por medio de las mismas costumbres. Esto mismo declara Cristo con estas
palabras: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. 76 No les
niega el parentesco carnal, sino que afirma que hay otro mayor y más
verdadero que ése, y que es el que se debe buscar. Lo mismo hace aquí, pero
con mayor moderación y suavidad por tratarse de su madre. Porque no dijo: No
es mi madre, ni ésos no son mis hermanos, ya que no hacen mi voluntad. Ni
sentenció ni condenó, sino que lo dejó al arbitrio de ellos si quisieran
serlo, expresándose con la mansedumbre a El conveniente. Pues dice: Quien
hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre. De
manera que si lo quieren ser, que echen por este camino. Y cuando exclamó la
mujer y le dijo: Bienaventurado el seno que te llevó, no contestó Cristo: no
es mi madre; sino que dijo: Si quiere ser bienaventurada que haga la
voluntad de mi Padre. Pues quien así procede, ése es mi hermano y mi hermana
y mi madre.
!Ah, ah! !cuán grande honor! !ah, cuán grande es la virtud! !a qué cumbres
levanta a quienes la practican! !Cuántas mujeres han llamado bienaventurada
a la santísima Virgen y a su vientre, y anhelaron ser así madres y rechazar
de sí todas las cosas! Pero ¿qué obsta para ello? Ancho camino nos abre la
virtud y pueden no sólo las mujeres sino también los varones levantarse a
semejante afinidad y aun a una superior con mucho. Porque ésta constituye en
una verdadera maternidad más que el parto. De manera que si ser madre es una
cosa feliz, mucho más y más verdaderamente lo es eso otro, puesto que es más
deseable. En consecuencia, no solamente lo desees, sino emprende con gran
empeno la senda que té ha de conducir a lo que anhelas.
?Has observado cómo primero los reprendió y luego accedió a sus deseos? Es
lo mismo que hizo en las bodas de Caná. Porque también entonces a la que
inoportunamente le rogaba la reprendió, y sin embargo no le negó lo que le
pedía, tanto para curar su debilidad como para manifestar su benevolencia
para con su madre. Así aquí, sanó la enfermedad de la vanagloria y
juntamente rindió a su madre él honor debido, aún cuando ella le pidiera
algo fuera de oportunidad 77 En aquel día salió Jesús de la casa y se sentó
junto al mar. Como si dijera: pues queréis ver y oír, salgo ya para
hablaros. Y pues ya había hecho muchos milagros, ahora aprovecha a los
oyentes mediante la doctrina. Sentado a la orilla del mar, se puso a ensenar
y a pescar hombres terrenales. No sin motivo se sienta a la orilla del mar,
y así lo dejó entender el evangelista. Escogió esta posición para significar
que quería reunir un auditorio con todo cuidado: es decir, de manera de
tenerlos a todos vueltos hacia El a su frente y ninguno a sus espaldas. Y se
le acercaron grandes muchedumbres. Entonces El, subiendo a una barca, se
sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa, y El les dijo muchas cosas
en parábolas.
No procedió del mismo modo allá en el monte, ni les habló con tal cantidad
de parábolas; porque allá estaban solamente las turbas y la plebe, pero acá
estaban también los escribas y fariseos. Por otra parte, atiende a cuál sea
la primera parábola que propone, y cómo Mateo las pone por orden. ¿Cuál de
ellas expone la primera? La que convenía exponer primero para captar la
atención de los oyentes. Puesto que iba a predicar en forma enigmática,
tenía que poner alerta desde luego el ánimo de los oyentes mediante esta
parábola. Por esto dice otro evangelista que los reprendió porque no
entendían y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? 78 Pero no es el único
motivo de hablarles en parábolas, sino también para dar mayor énfasis al
discurso y mejor imprimirlo en la memoria y poner las cosas como quien dice
ante la vista. Así lo hacían los profetas.
?Cuál es en fin la parábola? Salió un sembrador a sembrar. ¿De dónde salió
el que en todas partes está presente y todo lo llena? ¿cómo salió? No por un
movimiento local, sino que mediante su figura y por la providencia con que
cuida de nuestros intereses, se nos acercó con la vestidura de la carne. Ya
que nosotros no podíamos entrar a El porque nuestros pecados nos cerraban la
entrada, El sale a nosotros. Mas ¿por qué motivo salió? ¿Acaso para destruir
la tierra cubierta de espinas? ¿O para matar a los agricultores? De ningún
modo, sino para cultivar la tierra y curarla y para sembrar en ella la
semilla de la piedad.
Llama aquí semilla a la doctrina y campo a las almas de los hombres y a Sí
mismo, sembrador. Y ¿qué es lo que sucede con la simiente? Que tres partes
perecen y sólo una se conserva. Pues dice: Y al sembrar, una parte cayó
junto al camino y vinieron las aves y la comieron. Advierte que no dice
haberla El lanzado, sino que ella cayó. Y otra parte cayó en un pedregal, en
donde no había mucha tierra, y luego, brotó, porque la tierra era poco
profunda; pero levantándose el sol, la agostó; y como no tenía raíces, se
secó. Otra cayó entre espinas, las cuales crecieron y la ahogaron. Otra cayó
sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El
que tenga oídos que oiga. De manera que la cuarta parte se conservó. Pero
ésta también dio fruto desigualmente, pues hubo gran diferencia. Significa
que El habla a todos con abundancia. Pues así como el que siembra no hace
distinciones del campo, sino que sencillamente y sin discriminaciones
esparce la simiente, del mismo modo El no hace diferencias del rico y el
pobre, del sabio y el ignorante, del desidioso y el activo, del fervoroso y
el tímido, sino que a todos habla y para todos habla, cumpliendo con lo que
le toca, aun conociendo de antemano lo que sucedería, hasta poder decir: ¿Qué más podía yo hacer que no lo hiciera? 79 Los profetas hablan del pueblo
como de una vina. Pues dice Isaías: Tenía mi amado una vina. Y también: Tú
arrancaste de Egipto una vid. 80 Cristo en cambio habla como de una
simiente. ¿Qué significa esto? Que ahora la obediencia será pronta y más
fácil y rápidamente producir a fruto. Y cuando oyes: Salió el sembrador a
sembrar, no pienses que hay una repetición inútil; porque muchas veces sale
el sembrador para otros menesteres, como para abrir surcos en un campo nuevo
o para arrancar y cortar las malas hierbas o quitar las espinas, u otras
cosas a éstas semejantes. Pero él salió solamente a sembrar.
Yo pregunto: ¿por qué causa pereció la mayor parte de la simiente? No fue
por causa del sembrador, sino de la clase de tierra que recibió la semilla,
o sea del alma que no quiso oír. Mas ¿por qué motivo no dijo que unos por
pereza recibieron parte de la semilla y la dejaron perecer; y otros por
ricos la sofocaron; y otros muelles, la traicionaron? Porque no quería
acosarlos con mayor vehemencia ni precipitarlos en la desesperación. Por tal
motivo eso lo deja á la conciencia de los oyentes. Ni sucedió esto
únicamente con la semilla, sino también con la red. Recogió ésta muchos
peces inútiles. Pero El echó mano de esta parábola para ejercitar a sus
discípulos y ensenarles que si entre los que recibieran la predicación había
muchos que la dejaran perecer, no por eso ellos perdieran el ánimo, ya que
lo mismo le sucedió al Senor. Y El, aun sabiendo lo que iba a suceder, no
desistió de predicar.
Preguntarás: ¿qué objeto tenía eso de sembrar entre las espinas, sobre las
piedras, en el camino? Ciertamente si se tratara de simientes y de tierra,
no había objeto. Pero tratándose de las almas y de la doctrina, es cosa muy
de alabar. A un labrador si tal hiciera se le recriminaría, puesto que no
puede una piedra convertirse en tierra, ni el camino dejar de ser camino, ni
pueden las espinas dejar de ser espinas. Pero en los seres racionales no
sucede lo mismo. Porque puede la piedra convertirse en tierra fértil, y el
camino puede dejar de ser trillado por los hombres y hacerse campo feraz. Y
las espinas pueden arrancarse de manera que la simiente, libre de ellas,
fructifique. Si todo esto fuera imposible, Cristo no habría sembrado.
Ahora bien, que no en todos se haya verificado ese cambio, no ha sucedido
por culpa del sembrador, sino de los que no han querido convertirse. El por
su parte hizo todo lo que le tocaba. Si ellos dejaron perecer la simiente
que del sembrador recibieron, sin culpa permanece el sembrador que tan gran
benevolencia les manifestó por su parte. En cuanto a ti, quiero que
consideres cómo no es único el camino para la ruina espiritual, sino que hay
varias sendas y muy diversas y separadas unas de otras. Porque los hay que
se asemejan al camino, como los desidiosos y negligentes y desocupados;
otros más bien se parecen a las piedras, aunque son más débiles.
Dice, pues: Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y
desde luego la recibe con alegría, pero no tiene raíces en sí mismo, sino
que es voluble; y cuando se levanta una tormenta o persecución a causa de la
palabra, al instante se escandaliza. A quien oye la palabra del reino y no
la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su
corazón; esto es lo sembrado junto al camino. No es lo mismo que la simiente
de la palabra se seque sin nadie que la moleste o la maltrate, y que esto
suceda cuando prive la tentación. Pero los que se parecen a las espinas son
menos dignos de perdón que ésos.
Pues bien, para que nada de eso suframos, cubramos la simiente con la
magnanimidad y continuo recuerdo. Pues aun cuando el demonio sea raptor, en
nuestra mano está que no nos arrebate la simiente. Ni es efecto del calor el
que la simiente se seque. No dice Cristo que ella se haya secado a causa del
estío, sino porque no tenía raíz. Ni tampoco la otra fue sofocada por culpa
de las espinas, sino de los que las dejaron crecer. Puesto que si quieres,
en tu mano está descartar ese mal germen y usar de las riquezas como
conviene. Por eso no dijo el siglo sino la solicitud del siglo; ni dijo las
riquezas sino la seducción de las riquezas, No culpemos pues a las cosas
sino a la voluntad corrompida.
Se puede ser rico y no dejarse enganar; vivir en el siglo y no dejarse
sofocar por sus seducciones. Porque hay en las riquezas dos vicios opuestos:
la seducción que atormenta y ofusca y las delicias que tornan muelle. Y con
toda propiedad dijo: la seducción de las riquezas; pues todo en las riquezas
es falacia y seducción. Es cuestión de nombres que no se apoyan en ninguna
realidad. Placer, gloria, anhelo de la belleza y todo lo a eso semejante, no
son sino apariencias y fantasmas, no realidades de cosas. Y una vez que
indicó los varios modos de ruina, finalmente puso la tierra buena, no
permitiendo desesperar, sino dando esperanzas de penitencia y demostrando
que es posible el cambio de las otras clases de terreno a éste. Pero si la
tierra es buena y uno mismo e igual el agricultor, ¿por qué una produjo el
ciento por uno, otra el sesenta y otra el treinta? También aquí entra la
calidad del terreno, pues en donde el terreno es bueno todavía hay
diferencia de calidades.
?Observas cómo no tiene la culpa el agricultor ni la simiente, sino la
tierra que recibe la semilla? ¿Observas cómo la diferencia se aprecia según
la diversa posición de las voluntades y no de la naturaleza? En todo esto se
ve la mucha benignidad de Dios, pues no exige una medida única en la virtud:
a los de la primera clase los acoge gustoso; a los de la segunda, no los
rechaza; a los de la tercera, les da oportunidad. Y dice El esto para que
quienes lo siguen no vayan a pensar que para su salvación les basta con
haber oído la doctrina.
Preguntarás ¿por qué no enumera los otros vicios, por ejemplo la
concupiscencia de la carne, la vanagloria? Porque con decir los cuidados del
siglo y la seducción de las riquezas ya lo dijo todo. La vanagloria y los
demás vicios son cuidados del siglo y pueden reducirse a la seducción de las
riquezas: por ejemplo, el deleite, la gula, la envidia, la gloria vana y
todos los otros semejantes. Anadió lo del camino y la piedra, para
significar que no basta con que nos libremos del amor del dinero, sino que
es necesario ejercitar las demás virtudes. Porque ¿de qué te aprovecha no
estar sujeto a las riquezas pero ser perezoso y muelle? ¿De qué, si no eres
perezoso, pero eres tardo para escuchar la doctrina? No basta con una sola
de esas virtudes para la salvación, sino que se necesita en primer lugar la
presteza para oír la palabra de Dios; en segundo lugar, recordarla
constantemente; luego la fortaleza de ánimo; y finalmente el desprecio de
las riquezas y de todas las cosas de este siglo. Por tal motivo Cristo pone
en primer lugar el empeno en oír y luego lo demás, porque ese empeno es lo
primero que se necesita. Pues dice Pablo: ¿cómo creerán si no oyen? 81 De
modo que tampoco nosotros podremos saber lo que hemos de practicar si no
ponemos atención. Después pone la fortaleza de ánimo y el desprecio de las
cosas presentes.
Oyendo, pues, estas cosas, armémonos por todos los costados, atendiendo a lo
que se nos dice y echando firmes raíces y quedando expeditos de todo lo
secular. Si practicamos unas cosas y descuidamos otras, de nada nos
aprovechará y pereceremos, ya de un modo ya de otro. Pero ¿qué importa, si
nos hundimos, que sea a causa de las riquezas o a causa de la desidia o de
la molicie? El agricultor igualmente llora si la simiente le echa a perder
de un modo o de otro. No quieras, pues, consolarte porque no te pierdes de
todos los modos posibles, sino llora, sea cual fuere el modo como perezcas.
Pongamos fuego a las espinas que sofocan la palabra de Dios. Bien lo saben
los ricos que ni para esto ni para otra cosa alguna son útiles. Los siervos
y los esclavos de los placeres, no son útiles ni aun para los negocios
civiles; y si para éstos no, mucho menos para los celestiales. Su
pensamiento se halla acosado por una doble peste: la de los deleites y la de
los cuidados; y cualquiera de ellas puede hacer naufragar la barquilla. Pero
cuando ambas se juntan, ya puedes imaginarte cuán deshecha será la
tempestad.
Ni te espantes de que a los deleites los llame espinas. Tú, por estar
embriagado con semejante vicio, lo ignoras; pero los que están sanos saben
bien que tales deleites punzan más duramente que las espinas. Los placeres
derrotan al alma más que las solicitudes y engendran más recios dolores de
cuerpo y de alma. Nadie recibe tan graves heridas de los cuidados como de la
hartura. Cuando alguno se halla atormentado con insomnios, enfermo de la
cabeza y las sienes, y destrozado, con dolores en sus entranas, piensa tú
que esto es más grave que muchas espinas. Pues así como las espinas, como
quiera que se las toque, ensangrientan las manos, así los placeres echan a
perder los pies, las manos, la cabeza, los ojos y todos los miembros;
mientras que esos mismos placeres, al modo de las espinas, son áridos e
infructuosos y danan en lo que más importa, más que aquéllas. Porque en la
vejez prematura, embotan los sentidos, llenan de oscuridad los pensamientos,
ciegan la mente dotada de aguda penetración, debilitan el cuerpo, amontonan
mayor cantidad de estiércol, acumulan enfermedades y agravan y hacen más
pesada la carga: de ahí se siguen fuentes de desgracias, ruinas y cantidad
de naufragios.
Te pregunto: ¿Para qué engordas el cuerpo? ¿Eres acaso una víctima que
vayamos a inmolar? ¿Te vamos a poner como manjar a la mesa? Con razón
engordas tú las aves. Pero ni aun las aves engordas razonablemente, pues
cuando ya redundan en grasa resultan inútiles para que quien está sano las
coma. Tan grave mal es el demasiado placer en la comida, que aun para los
brutos resulta pernicioso. Con su nimia gordura los tornamos inútiles para
sí y para nosotros mismos. De semejante grosura provienen las excesivas
indigestiones y la húmeda podredumbre. En cambio, los animales que no son
así alimentados, sino que en cierto modo ayunan y trabajan, resultan
certísimamente muy útiles para otros, así para alimento como para otros
variados menesteres. Los que los comen, gozan de más segura salud. Pero los
que comen de los otros más gordos, se hacen como ellos y se tornan más
pesados, débiles y como ligados con fuertes ataduras. Porque no hay nada más
danoso para el, cuerpo que los deleites de la comida: nada lo acaba y lo
destroza corno la glotonería.
Por tales motivos se admirará sin duda cualquiera de la necedad de tales
hombres, pues no se cuidan ni siquiera cuanto otros cuidan de los odres. Los
vendedores de vinos no quieren llenar los odres más de lo conveniente para
que no se rompan; éstos, en cambio, no juzgan a su propio vientre digno ni
siquiera de semejante cuidado; sino que, una vez que lo han repletado y
roto, todavía se hinchen de vino hasta las orejas, las narices y las fauces;
y se procuran una doble angustia: para el espíritu y para la natural ley que
a todo animal gobierna. ¿Se te dio acaso la garganta para que la repletes de
vino hasta la boca, lo mismo que de otras materias corrompidas? !No, oh
hombre! No se te ha dado para eso, sino sobre todo para que cantes a Dios y
recites las preces sagradas, leas las ordenaciones divinas al prójimo
consejos que le aprovechen. Pero tú, como si para sólo aquello se te hubiera
dado, no le permites servir ni aun en una mínima parte al divino ministerio,
sino que toda tu vida la consagras a tan pésima servidumbre.
Es como si alguno, habiendo tomado una cítara con cuerdas de oro ajustada y
bellamente afinada, no la pulsara para obtener una bella modulación, sino
que la repletara de estiércol y de lodo: así proceden los que a la gula se
entregan. Y llamo estiércol no al alimento, sino al pacer y a tan exagerada
intemperancia. Porque lo que no es de necesidad ya no es alimento, sino
únicamente es peste. El vientre no se nos ha dado sino para recibir el
alimento; mientras que la boca y la lengua se nos han dado tanto para el
alimento como para otras cosas más necesarias que el alimento. Y mucho menos
se nos dio el vientre para recibir de cualquier modo los alimentos, sino
solamente en forma medida y moderada. El mismo estómago lo demuestra cuando
de mil maneras grita, si con esa exagerada abundancia de alimentos lo
danamos. Ni sólo clama, sino que se venga de ello, como de una injuria, e
impone severísimos castigos. Comienza por azotar los pies con la podagra,
los pies que son los que nos llevan a tan pésimos convites. Luego, ata las
manos que tantas cosas y en tan gran cantidad suministran. A muchos les ha
torcido la boca y han soportado dolores de ojos y de cabeza. Y a la manera
de un esclavo al que se le ordena llevar a cabo algo que está sobre sus
fuerzas, algunas veces ya irritado y feroz, maldice al que lo manda, así el
vientre, cuando se le ha hecho violencia, juntamente con danar a otros
miembros, al cerebro mismo lo destruye y acaba. Dios bellísimamente proveyó
que de ese usó inmoderado se siga un dano tan grave que, si no quisieres de
buen grado ejercitar la virtud, a la fuerza y a lo menos por el miedo de tan
perniciosas Consecuencias, aprendas a proceder con moderación.
Sabiendo estas cosas, huyamos de los deleites en la comida y empenémonos, en
la moderación, para que gocemos de la salud corporal y nos veamos libres de
cualquier enfermedad del alma; y así consigamos los bienes futuros, por
gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el
imperio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XLV (XLVI)
Acercándosele los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y
El respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del
reino de los cielos, pero a ésos, no (Mt 13, 10-11).
CON RAZÓN debemos admirar a los discípulos que, ansiosos de saber, saben
además cuál sea la oportunidad para preguntar. Porque no lo hacen estando
presentes las turbas, como lo significa Mateo al decir: Acercándosele. Y no
es simple conjetura mía, pues Marcos más claramente lo indicó al decir que
ellos se le acercaron aparte. Así hubiera convenido que lo hicieran su madre
y sus hermanos, y no llamarlo afuera y ponerse ellos así en evidencia.
Advierte, además, su gran caridad para con los otros y cuán grande cuidado
tienen de ellos y cómo, antes que nada, buscan lo que a los otros importa y
después lo que a ellos. Le dicen: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y no: ¿Por qué a nosotros nos hablas en parábolas? Y en muchas otras ocasiones
aparecen con esa buena disposición para con los demás. Como cuando dicen:
Despacha las turbas; 82 y también: ¿Sabes que se han escandalizado? 83?Qué
les responde Cristo? A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del
reino de los cielos, pero a ésos no.
Esto dijo no para significar ni necesidad alguna ni algún sorteo hecho al
acaso y a la ligera, sino refiriéndose a que ellos mismos son causa de sus
males; y para declarar que eso es gracia y don dado de lo alto. Y no porque
sea un don suprime el libre albedrío, como se ve por lo que sigue. Observa
cómo, para que en oyendo que es un don ni aquéllos desesperen ni éstos
procedan con negligencia, declara que el comenzar está en nosotros. Pues
dice: Porque al que tiene se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun
aquello que parece tener le será quitado. Lleno está de mucha oscuridad lo
que aquí se dice, y demuestra una justicia inefable. Significa lo siguiente:
A1 que está lleno de deseos y empenoso, Dios le dará todas las cosas; pero
al que está vacío de esos sentimientos y no hace ni lo que está de su parte,
tampoco se le dará lo que está de parte de Dios. Pues parte, lo que parece
tener le será quitado, no porque Dios se lo quite, sino porque él no pone lo
que está de su parte. Así procedemos aun nosotros: cuando vemos que alguno
oye con pereza lo que se explica y que tras de muchas admoniciones no presta
atención, guardamos silencio. Al fin y al cabo si continuamos amonestándolo
se le aumenta la pereza. En cambió al ansioso de aprender lo atraemos y
largamente le hablamos. 84 Bellamente dijo: Aun lo que parece tener. Pues ni
siquiera eso tiene. Luego aclara esto explicando qué significa: Al que tiene
se le dará, con estas palabras: Pero al que no tiene, aun lo que parece
tener le será quitado. 85 Por tal motivo, dice, ley hablo en parábolas,
porque viendo no ven. Dirás que lo propio si no ven, es que se les abran los
ojos. Ciertamente si la ceguera les viniera de nacimiento convenía, que se
les abrieran los ojos, pero siendo voluntaria, no dijo Cristo: no ven, sino:
viendo no ven. De modo que su ceguedad nace de su perversidad propia. Habían
visto los demonios expulsados, y decían: Por medio del príncipe de los
demonios expulsa a los demonios. Lo habían oído cómo los llevaba a Dios y
cómo manifestaba una absoluta concordia con Dios, y dijeron: Este no viene
de Dios. Demostrando, pues, ellos y afirmando lo contrario de lo que veían y
oían, dijo Cristo: yo les quito la vista y el oído, ya que con ellos no
logran otra cosa que una mayor condenación. Porque no sólo no creían, sino
que lo increpaban, lo acusaban, le ponían asechanzas.
Sin embargo, esto no se lo dice porque no quiere serles gravoso con su
acusación. Al principio no discutía con ellos del mismo modo, sino con gran
claridad; pero como ellos avanzaran en su perversidad, ahora les habla en
parábolas. Luego, para que no creyeran que los calumniaba, ni fueran a
decir: nos recrimina porque es nuestro enemigo, aduce al profeta que ya
había dicho lo mismo. Se cumple en ellos la profecía de Isaías que dice:
Ciertamente oiréis y no entenderéis, veréis y no conoceréis. 86?Observas con
cuánta exactitud el profeta los acusa? Porque no dice: no veis, sino: Veréis
y no veréis. Ni dice: no oiréis, sino: oiréis y no entenderéis. De manera
que ellos se excluyeron a sí mismos, cerrando los oídos, cerrando los ojos,
endureciendo sus corazones. Y no sólo no oían, sino que oían con pesadumbre.
Y esto lo hacían, dice, para que no se conviertan y los sane. Con lo que
daba entender la profunda perversidad de ellos y la aversión cuidadosamente
cultivada.
Dice todo esto con el objeto de atraerlos e incitarlos y demostrarles que si
se convierten El los sanará. Como si alguno dijera: No me ha querido ver y
me alegro, pues si se hubiera dignado verme, al punto me habría doblegado.
Habla así para indicar que se habría reconciliado. Pues del mismo modo en
este pasaje, dice: No sea que se conviertan y los sane 87. Declara de este
modo que ellos pueden convertirse y por medio de la penitencia alcanzar su
salvación; y que El, por su parte, todo lo hace no buscando su gloria, sino
la salud de ellos. Si no los hubiera querido oír y salvar, lo propio era
callar y no hablarles ni una palabra. Ahora, en cambio, hablándoles en forma
enigmática los incita. Porque Dios no quiere la muerte del pecador sino que
se convierta y vivas Y acerca de que el pecado no provenga de la naturaleza
misma ni de una necesidad, oye lo que dice a los apóstoles: Bienaventurados
son vuestros ojos que ven y vuestros oídos que oyen. No habla de la vista y
del oído corporales, sino de la vista y el oído de la mente. Porque estos
oyentes eran judíos, educados del mismo modo; y sin embargo en nada los danó
la profecía, porque tenían bien arraigada la raíz del bien obrar; es a
saber, el propósito de la voluntad. ¿Adviertes cómo eso de: A vosotros se os
ha dado no lleva consigo necesidad alguna? Porque no se les habría
proclamado bienaventurados si esa buena obra no les perteneciera y naciera
de ellos. Así que no me arguyas diciendo que les habló oscuramente. Al fin y
al cabo, podían también ellos acercarse y preguntar, como lo hicieron les
apóstoles; sino que llenos de pereza y desidia, no quisieron. Mas ¿qué digo
no quisieron? Incluso recalcitraron. Pues no solamente no le creían ni le
daban oídos, sino que lo impugnaban y lo escuchaban grandemente molestos,
como lo predijo el profeta acusándolos, cuando les advirtió: Lo oyeron
pesadamente.
No fueron así los discípulos y por esto los llama bienaventurados. Además,
por otro camino los confirma diciendo: En verdad os digo que muchos profetas
y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís y no lo oyeron: es decir, mi advenimiento, mis milagros, mi
voz, mis ensenanzas. Con semejantes palabras los antepone no solamente a
aquellos hombres perdidos y malvados, sino también a los esclarecidos
antiguos, puesto que los llama más bienaventurados. ¿Por qué? No sólo porque
están viendo lo que los judíos no ven, sino porque ven lo que aquéllos
antiguos anhelaban ver. Estos tan sólo lo vieron por fe, mientras que los
discípulos lo ven con sus propios ojos, y con mucha mayor claridad.
?Observas cómo de nuevo enlaza la Antigua Ley con la Nueva, al declarar que
aquéllos no sólo vieron lo futuro, sino que además vehementemente lo
anhelaron? Si hubieran sido adoradores de un Dios extrano y contrario al del
Nuevo Testamento, no habrían deseado ver a Cristo. Dice pues: Vosotros a
quienes se ha concedido esto, oída la parábola del sembrador. Y luego les
explica lo que ya dijimos antes acerca de la pereza y la diligencia, del
temor y la fortaleza, de la riqueza y la pobreza; demostrando por una parte
la utilidad que de unas se sigue, y por otra los danos que de las otras
provienen.
Pasa luego a explicar los varios modos de ejercitar la virtud. Siendo como
es misericordioso, no se contentó con abrirnos un solo camino, ni dijo:
Quien no lleve el fruto del ciento por uno ha perecido; sino: Quien lleve el
sesenta y aun el treinta por uno, se salvará. Y lo dispuso así a fin de que
fuera más fácil el camino de la salvación. ¿No puedes tú guardar virginidad?
Cásate castamente. ¿No puedes vivir sin posesiones? Haz limosna de tus
bienes. ¿No puedes con esa carga? Divide tus bienes con Cristo. ¿No quieres
darle todo? Dale la mitad, dale la tercera parte. Es tu hermano, es tu
coheredero: hazlo ya desde acá coheredero. Cuanto a él le des, a ti mismo te
lo das.
?No oyes lo que dice el profeta: A tus consanguíneos no los desprecies? 88
Pues si no conviene desechar a los parientes, mucho menos al Senor que
juntamente con el dominio tiene el derecho de parentesco contigo y muchos
otros motivos más. El te ha hecho partícipe de sus bienes sin haber recibido
nada de ti; y con este inefable beneficio se adelantó a incitarte. Pues ¿cómo no será el extremo de la locura que no te muestres benigno con él,
tras de don tan grande, y le des alguna cosa en compensación, siquiera una
cosa mínima por dones tan eximios? Te hizo heredero del cielo ¿y tú no le
das ni siquiera un algo de los bienes terrenos? El a ti, que ningún bien le
habías hecho, sino que eras su enemigo, te reconcilió consigo ¿y tú ni a tu
bienhechor y amigo le darás algo, a pesar de que tienes que agradecerle de
antemano el reino y todas las otras cosas que de El has recibido y ahora le
das? Los esclavos que han sido hechos libertos, cuando invitan al banquete a
sus patronos, no juzgan con esto hacerles un favor, sino que ellos lo
reciben, pero tú procedes al contrario. Porque no el siervo al Senor, sino
el Senor al siervo se adelantó a invitarlo a la mesa, mientras que tú ni aun
después de haber sido invitado lo llamas al banquete. El primero te
introdujo a su casa; pero tú ¿ni aun en esto lo imitas? El te vistió cuando
estabas desnudo ¿y tú a El no lo hospedas ni aun viéndolo peregrino? El el
primero te brindó de su cáliz ¿y tú no le ofreces ni siquiera agua fresca?
Te dio a beber del Espíritu Santo ¿y tú no apagas ni siquiera su sed
corporal? Te dio la bebida del Espíritu Santo a ti que eras digno de
tormentos ¿y tú a El sediento lo desprecias aun siendo así que le habías de
dar todo lo tuyo, tornándole sus propios dones? ¿Acaso no estimas en mucho
el tener en tu mano aquella copa de la que va a beber Cristo y llevarla a
sus labios? ¿No caes en la cuenta de que a sólo el sacerdote pertenece
entregar a los fieles el cáliz de la sangre divina? Responderás: Yo no
desprecio así tan abiertamente tales cosas; y si tú me las das, las recibo.
Por mi parte, aunque seas laico, no lo rehúso, ni te pido de vuelta lo que
te he dado. No busco ahora tu sangre, sino un poco de agua fresca. Piensa,
pues, a quién das de beber y que te tome escalofrío. Piensa en que te haces
sacerdote de Cristo, cuando con tu propia mano le das no tu carne, no tu
sangre, no un pan, sino un vaso de agua fresca.
El te viste con vestiduras de soldado y lo hace personalmente; pues vístelo
tú a lo menos en sus siervos. Te hace glorioso en los cielos, líbralo tú acá
del frío y de la vergonzosa desnudez. Te hace conciudadano de los ángeles:
recíbelo tú bajo tu techo, recíbelo en tu casa siquiera como a uno de tus
criados. No rehusé, dice El, semejante mesón, aun cuando Yo te he abierto
toda la morada de los cielos. Te libré Yo de estrechísima cárcel. No espero
lo mismo de ti ni te digo que me saques de la cárcel: no te exijo eso, sino
solamente te digo que a mí, enfermo, me visites.
Siendo, pues, tan grandes los dones y tan poquísimo lo que se nos pide y que
sin embargo no lo damos ¿de qué infierno, por grande que sea, no seremos
dignos? Justamente vamos al fuego preparado para el diablo y sus ángeles,
pues no tenemos sensibilidad mayor que la de una roca. Te pregunto: ¿de cuán
grande necedad no es propio que nosotros, tras de haber recibido tan grandes
bienes y tan grandes recibiremos luego, estemos hechos siervos de las
riquezas que poco después tendremos que abandonar aun contra nuestra
voluntad? Hubo quienes dieran por el reino de los cielos y por tan excelsas
coronas su vida misma y derramaran su sangre ¿y tú, en cambio, ni siquiera
das de lo superfluo que tienes? Entonces, ¿de qué perdón, de qué excusa
serás digno cuando de buena gana arrojas en la tierra la simiente, ni
perdonas medio alguno para colocar a rédito tus dineros y en cambio cuando
se trata de alimentar al Senor en sus pobres te muestras duro e inhumano?
Pensando todo esto y considerando en nuestro ánimo lo que hemos recibido y
lo que habremos de recibir y lo que esperamos, dediquemos todo nuestro
empeno a las cosas espirituales. Volvámonos mansos y humanos, para no
atraernos un intolerable suplicio. ¿Qué motivo de castigo nos falta cuando
gozamos de tantas y tan grandes cosas y no se nos pide nada extraordinario
sino únicamente aquello que luego dejaremos aquí aun contra nuestra
voluntad, y sin embargo tanto empeno ponemos en los negocios seculares? Cada
cosa de ésas es suficiente para que se nos condene. Pero si se juntan todas
¿qué esperanza de salvación nos queda? Así pues, para escapar de semejante
condenación, mostremos para con los necesitados a lo menos algo de
liberalidad. Gozaremos así de los bienes presentes y también de los futuros.
Ojalá nos acontezca a todos alcanzar éstos, por gracia y benignidad de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos
de los siglos. Amén.
HOMILIA XLVI (XLVII)
Les propuso otra parábola diciendo: Es semejante el reino de los cielos a
uno que sembró en su campo semilla buena. Pero mientras su gente dormía,
vino el enemigo y sembró cizana entre el trigo y se fue. Cuando creció la
hierba y dio fruto, entonces apareció la cizana. Acercándose los criados al
amo, le dijeron: Senor ¿no has sembrado semilla buena en tu campo? ¿De dónde
viene, pues, que haya cizana? Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo.
Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Y él les dijo: No, no sea
que, al querer arrancar la cizana, arranquéis con ella el trigo. Dejad que
ambos crezcan hasta la siega (Mt 13, 24-30).
?Qué diferencia hay entre esta parábola y la anterior? Que en la anterior
habla de los que no atendieron, sino que rechazaron la simiente; mientras
que en ésta se trata de los grupos de herejes. Antepuso aquélla para no
perturbar a los discípulos, una vez que les hubo explicado por qué a los
otros hablaba en parábolas. En la anterior decía que no se le recibía; en
esta otra dice que hay corruptores recibidos juntamente con los discípulos.
Porque es astucia propia del demonio mezclar siempre con la verdad el error
coloreado con apariencias de verdad, de manera de poder por este medio
enganar fácilmente a los sencillos. Por tal motivo, no nombró otra clase de
simientes, sino sólo la cizana, que es una semilla semejante al trigo.
Luego indica el modo de las asechanzas, diciendo: Mientras su gente dormía.
Un precipicio y peligro no pequeno se propone aquí a los prelados, a quienes
especialmente se ha encomendado el cuidado del campo; pero no sólo a ellos,
sino también a los súbditos. Y se declara cómo el error vino en pos de la
verdad, cosas que los sucesos han confirmado. Porque en pos de los profetas
llegan los seudoprofetas; en pos de los apóstoles, los seudoapóstoles; en
pos de Cristo, el Anticristo. Pues si el diablo no ve algo que imitar o
algunos a quienes armar asechanzas, ni las pone ni sabe nada. En el caso,
como ve que una simiente produjo el ciento por uno, otra el sesenta, otra el
treinta, echa él por otro camino.
No pudiendo arrancar lo que ya ha arraigado, ni sofocarlo, ni quemarlo, se
vale de otra astucia, y siembra en otros su propia simiente. Preguntarás en
qué se diferencian estos hombres que se duermen de aquellos que fueron
significados por el camino? En que en éstos la simiente fue arrebatada al
punto, pues el diablo ni siquiera la dejó echar raíces, mientras que en los
otros tuvo necesidad de un mayor artificio. Esto dijo Cristo para ensenarnos
que es necesario vigilar sin interrupción. Como si dijera: aun cuando huyas
de aquel dano, todavía queda otro. Como allá el dano vino por la senda, las
piedras, las espinas, así acá llega por el sueno. De modo que se hace
necesaria una vigilancia continua. Por esto decía: Quien perseverare hasta
el fin, ése será salvo. 89 Algo parecido sucedió allá a los comienzos.
Porque muchos prelados, habiendo dejado entrar en la Iglesia a malvados
herejes, dieron amplio lugar a semejantes asechanzas. Porque ningún trabajo
le queda al demonio, una vez que ha introducido a semejantes hombres.
Preguntarás un medio para evitar el sueno. En cuanto al sueno natural, es
imposible evitarlo; pero no así el de la voluntad. Por lo cual decía Pablo:
Velad y estad firmes en la fe. 90 Y demuestra que semejante obra del demonio
es no sólo mala y danosa, sino además superflua; puesto que cuando ya el
campo está cultivado y ningún otro trabajo necesita, entonces viene el
diablo a sembrar. Es lo que hacen los herejes, porque infiltran su veneno
únicamente por vanagloria. Y describe Cristo toda la escena exactamente no
sólo con estas palabras, sino también con las que siguen. Pues dice: Una vez
que creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizana: que es lo que
hacen los herejes. Al principio se ocultan; pero una vez que adquieren mayor
confianza y facilidad para hablar, entonces derraman su veneno.
Mas ¿por qué causa mete Cristo en la escena a los hombres que cuentan lo
sucedido? Para tener ocasión de decir que no se ha de matar a los herejes. Y
al demonio lo llama Enemigo, a causa del dano que hace al hombre. Porque el
dano es contra nosotros. El comienzo del dano no nació del odio a nosotros,
sino del odio a Dios. De donde se sigue que más nos ama Dios a nosotros que
nosotros a nosotros mismos. Pero también por otro camino puede verse la
astucia del demonio. Nada sembró anteriormente porque nada tenía que perder.
Esperó hasta que todo estuvo terminado, con el objeto de echar a perder todo
el empeno del agricultor; de manera que todo lo hacía por odio contra él.
Pero considera también la diligencia de los siervos. Quieren arrancar pronto
la cizana, aunque en esto no proceden con suficiente prudencia. Se
manifiesta la solicitud que tienen respecto de la simiente y se confirma que
ellos sólo atienden a una cosa: no a que el hombre enemigo sea castigado,
puesto que por el momento eso no apremia, sino a que no perezca la buena
simiente. Piensan pues en ello, pero para que rápidamente se corte la
enfermedad. Y no proceden enseguida a su empeno, porque no se arrogan
semejante derecho, sino que esperan el parecer de su senor y dicen: ¿Quieres? Y
¿qué les responde el dueno? Se lo prohíbe diciendo: No sea que
arranquéis juntamente el trigo. Lo decía para prohibir las guerras y
matanzas, porque no se debe dar muerte al hereje. De lo contrario, brotaría
en el orbe una guerra irreconciliable.
Con dos razones mueve a los discípulos a que se abstengan de tal cosa: la
primera para que no vayan a danar al trigo; la segunda, que al fin los
herejes, enfermos de enfermedad incurable, serán castigados. De manera que
si quieres castigarlos sin dano del trigo, espera el tiempo oportuno. ¿Qué
otra cosa sino ésta quiere el dueno cuando clama: No sea que arranquéis
juntamente el trigo? Si empunáis las armas para matar a los herejes, morirán
juntamente muchos santos. Y aun es verosímil que muchos de esos herejes se
conviertan en trigo. De manera que si los arrancáis antes hacéis dano al
fruto futuro, destruyendo a quienes podrían cambiar y ser buenos.
No es, pues, que vede reprimir a los herejes, cerrarles la boca, quitarles
la libertad de hablar, combatir sus reuniones, rechazar sus componendas: lo
que veda es matarlos. Advierte, por otra parte, su mansedumbre, pues no
solamente así sentencia v ordena, sino que anade la razón. Pero ¿qué
sucederá si se deja la cizana hasta el fin? Entonces diré a los segadores:
Recoged primero la cizana y atadla en manojos para que sea quemada. Les trae
a la memoria las palabras de Juan el Bautista, aquellas con que él mismo fue
presentado como juez; y dice: mientras están juntos el trigo y la cizana, es
necesario dejarla, pues puede suceder que se convierta en trigo. Pero cuando
sin haberse aprovechado de nada, se aparten y sean separados, entonces les
espera un inevitable castigo. Pues dice: Ordenaré a los cegadores: Recoged
primero la cizana. ¿Por qué primero? Para que no se espanten ellos, no sea
que el trigo se vaya con la cizana. Y atadla en gavillas para que sea
quemada; pero al trigo congregadlo en el granero.
Otra parábola les propuso diciendo: Es semejante el reino de los cielos a un
grano de mostaza. Pues había dicho que de la simiente las tres partes
perecieron y sólo una se salvó y que a ésta que se salvó la amenazaban tan
grandes y numerosos males, para que no fueran a decir: entonces ¿quiénes y
cuántos serán los que permanezcan fieles? Les quita semejante temor, y les
vuelve la confianza mediante la parábola del grano de mostaza, y les
demuestra que la predicación penetrará por doquiera. Tal es el motivo de que
traiga al medio la comparación con esa legumbre, que viene siendo tan
oportuna en esta materia. Con ser, dice, la más pequena de todas las
semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las hortalizas y llega
a hacerse árbol, de manera que las aves del cielo vienen a anidar en sus
ramas. Quiso dar así un indicio de su grandeza, diciendo que de igual manera
sucedería con la predicación. Los discípulos eran los más débiles de todos
los hombres y los más pequenos; mas, por haber en ellos una virtud grande,
la predicación se difundió por toda la tierra.
Enseguida de esa comparación, puso la del fermento, diciendo: Es semejante
el reino de los cielos al fermento que una mujer toma y pone en tres medidas
de harina, hasta que todo fermenta. Pues así como el fermento penetra la
mucha harina, así vosotros convertiréis a todo el mundo. Observa la
prudencia. Trae comparaciones de las cosas de la naturaleza para dar a
entender que así como en éstas todo sucede por el orden natural, así
sucederá en la predicación. Como si dijera a los apóstoles: No me vayáis a
argüir diciendo: ¿qué podemos nosotros, doce hombres, metiéndonos entre tan
inmensas multitudes? Porque eso mismo hará resplandecer mucho más vuestra
virtud: que mezclados con semejante muchedumbre, no temáis ni huyáis. Así
como el fermento no fermenta la masa hasta que se mezcla con la harina, y no
cuando únicamente se le acerca, sino cuando se mezcla con ella, pues no dice
Jesús simplemente puso, sino mezcló, así vosotros, mezclados y juntos con
los que os impugnan, los venceréis. Y así como el fermento se mete en la
masa, empero no se pierde, sino que lentamente comunica a toda la masa su
fuerza y virtud, así sucederá con la predicación.
En consecuencia, no temáis por el hecho de haberos yo predicho inmensos
trabajos, pues por ese camino brillaréis y superaréis. En cuanto a los tres
modios o medidas, tienen aquí muy rico significado. Porque ese número de
tres suele usarse para significar muchedumbre. Y no te extranes de que
tratando del reino traiga a cuento el trigo y el fermento, pues hablaba a
hombres imperitos e ignorantes, a quienes era necesario alentar en esta
forma. Eran tan sencillos, que enseguida necesitaron una larga explicación.
¿Dónde están los gentiles? Vengan y conozcan la virtud de Cristo, con ver la
verdad de los sucesos. Adórenlo por ambos motivos: por haber predicho cosa
tan grande y por haberla realizado. Porque es El quien dio su fuerza al
fermento. Para esto mezcló con las multitudes a los que ya creían en El:
para que mutuamente nos comuniquemos nuestros conocimientos. Que nadie, en
consecuencia, acuse su propia debilidad: mucha es la fuerza de la
predicación; y lo que una vez ha sido fermentado, se convierte en fermento
para los demás. Lo mismo que una chispita de fuego si cae sobre los lenos,
al quemarlos los convierte en llama y por este medio inflama otros maderos:
así sucede con la predicación.
Sin embargo, Cristo no dijo llama, sino fermento. ¿Por qué? Porque en la
llama no todo brota de solo el fuego, sino que también algo nace de los
lenos encendidos, mientras que acá todo lo hace por sí solo el fermento. Y
si doce hombres fermentaron todo el orbe, piensa cuán grande sea nuestra
perversidad, pues siendo en tan gran número no podemos, a pesar de eso,
enmendar a los hombres que pecan, cuando deberíamos bastar para fermentar a
mil mundos que hubiera. Objetarás: pero ellos eran apóstoles. Mas esto ¿qué
vale? ¿Acaso no eran de tu misma condición? ¿no vivían en medio de las
ciudades? ¿no tenían la misma suerte que los demás? ¿no ejercitaban los
oficios? ¿eran acaso ángeles? ¿habían bajado del cielo? Alegarás que ellos
hacían milagros. Pero no fueron los milagros los que los hicieron
admirables. ¿Hasta cuándo abusaremos de sus milagros para encubrir nuestra
pereza? !Atiende al coro de los santos que no hicieron semejantes milagros!
Muchos de los que habían arrojado demonios, porque luego obraron la
iniquidad no sólo no fueron admirables, sino que fueron condenados al eterno
suplicio.
Preguntarás: entonces ¿qué fue lo que los hizo grandes? El desprecio de las
riquezas, el desprecio de la vanagloria, el apartarse de los bienes del
siglo. Si esto no hubieran tenido, sino que se hubieran dejado vencer por
las enfermedades del alma, aun cuando hubieran resucitado a infinitos
muertos, no sólo no habrían sido útiles para nada, sino que se les habría
tenido por mentirosos y enganadores. De modo que su manera de vivir es la
que por doquiera brilla y lo que les atrajo la gracia del Espíritu Santo. ¿Qué milagros obró el Bautista, que tantas ciudades se atrajo? Oye al
evangelista que afirma no haber hecho milagro alguno: Juan no obró milagros.
91?Por qué fue admirable Elías? ¿Acaso no por la fortaleza con que amonestó
al rey? ¿acaso no por el celo de la gloria de Dios? ¿acaso no por su
pobreza, su manto de piel de camello, su cueva, sus montes? Los milagros
fueron a consecuencia y después de esas cosas. ¿Qué milagros vio el demonio
en Job para quedar estupefacto? Ningún milagro por cierto, sino una vida
excelente y una paciencia más firme que cualquier diamante. ¿Qué milagro
obró David, hijo de Jesé, varón según el corazón de Dios que dijo de él: He
hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón? 92?Qué muertos
resucitaron Abraham, Isaac, Jacob? ¿a qué leproso limpiaron? ¿Ignoras acaso
que los milagros, si no estamos vigilantes, más bien danan que aprovechan?
Por ese camino los corintios en gran número sufrieron disensiones; por ése,
muchos de los romanos se ensoberbecieron; por ése Simón el Mago fue arrojado
de la Iglesia. Y el joven que anhelaba seguir a Cristo fue desechado cuando
oyó aquello de: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos.
93 Todos ellos porque buscaban o las riquezas o la gloria de hacer milagros
cayeron y perecieron. En cambio, la auténtica santidad de vida y el amor a
las virtudes, no engendran semejantes codicias, sino que, por el' contrario,
si las hay las arrojan fuera. Cristo mismo, al dar sus leyes a los
discípulos ¿qué les decía? ¿Acaso que hicieran milagros a fin de que los
hombres los vean? !De ninguna manera! Sino ¿que?: Así ha de lucir vuestra
luz ante los hombres que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos. 94 Tampoco dijo a Pedro: Si me amas, haz
milagros; sino: Apacienta mis ovejas 95 Lo antepone siempre a los otros,
juntamente con Santiago y Juan. Pero, pregunto: ¿por qué lo antepone? ¿acaso
por los milagros? Mas todos los discípulos curaban a los leprosos y
resucitaban a los muertos, y a todos por igual les concedió semejante don y
poder. Entonces ¿por qué se les anteponían aquellos tres? A causa de su
virtud. ¿Observas cómo en todos los casos son necesarias la vida virtuosa y
las buenas obras? Porque dice Jesús: Por sus frutos los conoceréis. 96?Qué
es lo que propiamente constituye nuestra vida? ¿Son acaso los milagros o más
bien la exactitud de un excelente modo de vivir? Es claro ser lo segundo.
Los milagros de eso toman ocasión y a eso se encaminan. Quien lleva una vida
excelente se atrae la gracia de los milagros; y el que tal gracia recibe,
para eso la recibe, para enmendar la vida de los demás. Cristo mismo para
eso hizo los milagros, para hacerse digno de fe y atraer así a los hombres e
introducir en el mundo el ejercicio de la virtud. Por lo mismo de esto es de
lo que sobre todo cuida, pues no se contenta con hacer milagros, sino que
amenaza con el infierno y promete el reino; y por este camino establece aquí
sus leyes inesperadas, y nada deja por hacer para igualarnos a los ángeles.
Pero ¿qué digo que Cristo lo hacía todo por este motivo? Dime, si alguno te
diera a escoger entre resucitar a su nombre a los muertos o morir por su
nombre ¿qué escogerías? ¿No es cosa clara que optarías por lo segundo? Pues
bien: lo primero es milagro; lo segundo, obras buenas. Si alguno te diera el
poder de convertir el heno en oro y te pusiera la disyuntiva entre eso y
conculcar el oro como si fuera heno ¿acaso no elegirías lo segundo? Y por
cierto, con toda justicia, porque esto segundo atraería a todos los hombres.
Si vieran el heno convertido en oro, todos querrían tener un poder
semejante, como le sucedió a Simón Mago; y así se acrecentaría la codicia de
las riquezas. En cambio, si vieran que todos despreciaban el oro como si
fuera heno, hace tiempo estarían libres de aquella codicia y enfermedad.
?Adviertes cómo la vida virtuosa es lo que más ayuda? Y digo la vida
virtuosa. No el ayuno, ni el saco, ni la ceniza por lecho, sino el desprecio
de las riquezas en la forma en que es conveniente despreciarlas, el amor del
prójimo, la limosna, el suministrar el pan al hambriento, el aplacar la ira,
el alejar la vanagloria, el echar fuera la envidia. Esto nos ensenó Cristo
cuando decía: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón. 97 No dice:
aprended de Mí que he ayunado, aunque podía alegar sus cuarenta días de
ayuno. Pero no los alega, sino que dice: que soy manso y humilde de corazón.
Y cuando envió a los discípulos a predicar no les dijo ayunad, sino: Comed
lo que os fuere servido. 98 En cambio, en lo referente a la riqueza,
estableció una ley severa diciendo: No os procuréis oro ni plata ni cobre
para vuestro cinto. 99 Y no digo esto en vituperio del ayuno !lejos de mí
tal cosa! Por el contrario, lo alabo. Pero me aflijo cuando veo que
vosotros, dejando a un lado las demás virtudes, creéis que basta con el
ayuno para vuestra salvación, siendo así que el ayuno, en el conjunto de las
virtudes, ocupa el último lugar. Las virtudes principales son la caridad, la
justicia, la limosna, que incluso es superior a la virginidad. De modo que
si quieres llegar a ser igual a los apóstoles, nada lo impide. Si semejante
vida virtuosa emprendes, eso te basta para que nada tengas menos que
aquéllos.
En conclusión: que nadie se detenga esperando milagros. Se entristece el
demonio cuando se le arroja de los cuerpos; pero mucho más se entristece
cuando ve al alma libre de pecados. Y en esta liberación consiste la mayor
virtud del alma. Por el pecado murió Cristo, para destruirlo; porque el
pecado introdujo la muerte, y por él vino todo el desorden. Si quitas el
pecado habrás quebrantado las fuerzas del demonio, habrás destrozado su
cabeza, habrás deshecho toda su fortaleza, habrás dispersado su ejército,
habrás hecho el milagro más grande de todos los milagros. No es esto palabra
mía sino del bienaventurado Pablo. Porque habiendo él dicho: Aspirad a los
mejores dones, pues os he demostrado un camino mejor, 100 no dijo que fuera
el de los milagros, sino la caridad, raíz de todos los bienes.
De manera que si ésta ejercitamos y el demás consiguiente ejercicio de la
virtud, no necesitamos milagros; así como por el contrario, si no nos
ejercitamos en las virtudes, de nada nos servirán los milagros. Considerando
todas estas cosas, por las que los apóstoles fueron grandes, imitémoslas. ¿Cómo se hicieron ellos grandes? Oye a Pedro que dice: He aquí que nosotros
lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿qué tendremos de premio? 101 Oye a
Cristo que le responde: Os sentaréis sobre doce tronos; y todo el que dejare
hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o campos, recibirá el céntuplo
en este siglo y heredará la vida eterna.
En consecuencia, apartémonos nosotros de todos los negocios seculares,
consagrémonos a Cristo, para así igualarnos a los apóstoles, según esa
sentencia de Cristo; y para así disfrutar de la vida eterna. La cual ojalá
que todos alcancemos por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a
quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XLVII (XLVIII)
Todas estas cosas dijo Jesús en parábolas a las muchedumbres, y no les
hablaba nada sin parábolas, para que se cumpliera el anuncio del profeta que
dice: Abriré en parábolas mi boca, declararé las cosas ocultas desde la
fundación del mundo. (Mt 13, 34-35).
MARCOS, POR SU PARTE, dice que les habló en parábolas según podían entender.
102 Y para demostrar que Cristo al proceder así no hacía ninguna novedad,
alega al profeta que predijo este modo de ensenanza. Y para darnos a
entender que no les hablaba así porque quisiera mantener las turbas en la
ignorancia, sino para obligarlas a preguntar, anadió: Y sin parábolas nada
les decía. Pues aun cuando dijo muchas cosas sin usar de parábolas, pero en
esa ocasión, no. A pesar de todo, nadie le hizo preguntas, siendo así que
anteriormente con frecuencia interrogaban a los profetas, como por ejemplo a
Ezequiel y a otros muchos. Pero aquellas turbas procedieron al contrario,
aunque lo dicho por Jesús podía causarles dudas e impelerlos a preguntar.
Porque las parábolas amenazaban con graves castigos. Pero ni por eso se
conmovieron las turbas. Tal fue el motivo de que las abandonara y se fuera
de ahí.
Porque dice el evangelista: Entonces, dejando a la muchedumbre, se vino a su
casa. No lo acompana ninguno de los escribas; de donde se deduce que no lo
seguían sino para tener ocasión de acusarlo. Y él, puesto que no entendían
lo que había dicho, los dejó. Entonces se le acercaron los discípulos y le
preguntaron acerca de la parábola de la cizana. Antes, aunque ansiosos de
saber, no lo interrogan. ¿De dónde, pues, les nace ahora esa confianza? Le
habían oído decir: A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del
reino de los cielos, 103 y de aquí les nació la confianza. Así pues, le
preguntan aparte, no porque quieran que no lo sepa la muchedumbre, sino
porque quieren guardar el precepto del Senor, pues les había dicho: A éstos
no ha sido dado.
Mas ¿por qué dejando a un lado las parábolas del fermento y la mostaza le
preguntan acerca de ésta? Pasaron por alto esas otras por ser más claras;
mientras que acerca de ésta, por tener afinidad con la anterior y anadir
algo más, querían ser ensenados. No es que pretendan investigar si acaso era
una repetición de la anterior, pues bien veían que en esta otra había una
fuerte amenaza. Por eso él no los reprende, sino que les explica las cosas
que había dicho. Como ya indiqué, las parábolas no han de tomarse a la
letra, pues de eso se derivarían infinitos absurdos. Y para darnos a
entender esto, explica la parábola de esta manera. Desde luego, no dice
quiénes eran los siervos que se acercaron al dueno del campo. Sino que, para
dar a entender que sólo porque lo pedía el orden de los sucesos y la
perfección de la imagen los había introducido en la narración, ahora,
omitiendo eso, explica lo que sobre todo hacía al caso, y era el motivo de
haber dicho la parábola. Es a saber, que él era el Juez y Senor del
universo.
Y respondiendo les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del
hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la
cizana son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el diablo; la
siega es la consumación del mundo; los segadores son los ángeles. A la
manera, pues, que se recoge la cizana y se quema al fuego, así será en la
consumación del mundo. Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y recogerán
de su reino todos los escándalos y a todos los obradores de iniquidad y los
arrojarán en el horno de fuego donde habrá llanto y crujir de dientes.
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. De modo
que siendo El quien siembra y de su reino recoge, claro es que este mundo le
pertenece.
Considera su inefable misericordia y su ánimo presto para hacer beneficios y
cuán lejos se haya de aplicar castigos. Cuando siembra, por su mano siembra;
cuando castiga, lo hace por manos ajenas, o sea las de sus ángeles.-
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. No lo
dice porque hayan de brillar exactamente como el sol y no más, sino porque
no conocemos astro más brillante usó de este ejemplo de todos conocido. En
otro sitio dice que la mies ya está presente, como cuando dice de los
samaritanos: Alzad vuestros ojos y contemplad los campos que ya están
blanquecinos para la siega, 104 y también: La mies es mucha pero son pocos
los operarios. 105 Entonces ¿cómo es que ahí dice que ya está la mies
delante, mientras que acá afirma que vendrá en lo futuro? Es que la toma en
diversos sentidos. Y ¿por qué motivo habiendo dicho en otro sitio que uno es
el que siembra y otro el que cosecha, aquí afirma ser el mismo el que
siembra? Porque en el otro sitio, comparando a los apóstoles con los
profetas o con los judíos o con los samaritanos y no consigo, así se
expresaba. Pues también mediante los profetas era El quien sembraba. Y aun
hay algún sitio en que a lo mismo llama simiente y cosecha, pero no bajo el
mismo aspecto.
Cuando habla de oyentes bien dispuestos y obedientes, los llama mies, para
indicar que la obra está completa; cuando busca el fruto de la predicación,
llama simiente y cosecha a la misma consumación. Y ¿por qué en otra parte
dice que los justos serán los primeros en ser levantados? Serán por cierto
los primeros en ser levantados en los aires al venir Cristo; pero luego los
perversos serán entregados al suplicio y después los justos marcharán al
reino de los cielos. Puesto que los justos han de estar en el cielo y él ha
de venir a juzgar a todos los hombres, y a sentenciar acerca de ellos,
entonces, a la manera de un rey que se levanta rodeado de sus vasallos y
amigos, los conducirá a la bienaventurada herencia y suerte feliz.
?Adviertes el doble suplicio: que por una parte se quemen en el fuego y por
otra pierdan aquella gloria? Mas ¿por qué, aun habiéndose apartado las
turbas, a los apóstoles mismos les habla en parábola? Por las anteriores
explicaciones, ya se habían vuelto algo más sabios y ya entendían. Por esto,
como enseguida les preguntara: ¿Habéis entendido todo esto?, respondiéronle:
Sí, Senor. De este modo la parábola, juntamente con otras cosas, hizo que en
adelante fueran más perspicaces. Y ¿qué dijo enseguida?: Es semejante el
reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo, que quien lo
encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y
compra aquel campo. Es también semejante el reino de los cielos a un
mercader que busca perlas preciosas y hallando una de gran precio, vende
todo cuanto tiene y la compra.
Así como el grano de trigo y el fermento difieren poco entre sí, lo mismo
sucede aquí con el tesoro y la perla preciosa. Con ambas parábolas quiere
significar que la predicación debe anteponerse a todo. Las parábolas del
fermento y del grano de mostaza se refieren a la fuerza de la predicación e
indican que ésta vencerá a todo el universo; estas otras dos se refieren al
precio y dignidad de la predicación. Puesto que ésta se extiende como el
grano de mostaza y vence a la manera del fermento y es de altísimo precio
como la perla o margarita y trae consigo ornatos y bienes sin cuenta, como
el tesoro.
Pero en este pasaje no aprendemos únicamente que es conveniente despojarse
de todo para atender a la predicación, sino además que lo hemos de hacer
gozosos. Quien renuncia a todas las cosas ha de saber que esto no es
pérdida, sino ganancia. ¿Ves cómo la predicación está escondida para el
mundo y cuán grandes bienes hay en ella? Si no vendes tus cosas, no la
comprarás; si no la buscas con ansia, no la encontrarás. De manera que dos
cosas son necesarias: la renuncia de todo lo del siglo y la suma vigilancia.
Porque dice: Es semejante al que busca perlas preciosas; y habiendo
encontrado una de gran precio, va, vende todo lo que tiene y la compra.
La verdad es una y no se halla dividida en partes. Y así como aquel que
posee una perla sabe y conoce que es rico; pero muchas veces, aun teniéndola
en la mano otros no la aprecian puesto que no es notable por su tamano; así
sucede con la predicación: los que la guardan, saben que son ricos; los
incrédulos, en cambio, por desconocer lo que vale ese tesoro ignoran también
nuestras riquezas. Y luego, a fin de que no nos fiemos de sola la
predicación, para nuestra salud, ni pensemos que basta con la fe para
salvarnos, anade Jesús otra parábola tremenda: ¿Cuál es? La de la red. Es
semejante el reino de los cielos a una red barredera que se echa en el mar y
recoge peces de todas clases; y una vez llena, la sacan sobre la playa, y
sentados, recogen los peces buenos en canastos, y los malos los tiran.
?En qué difiere esta parábola de la de la cizana? Porque también en ésta
unos se salvan y otros perecen. Pero en la primera es por causa de la
herejía y sus dogmas depravados; y en los que antes se traen a cuento es
porque no atienden a la predicación; en esta última, en cambio, es por causa
de su vida pecadora, y son los más miserables de todos, puesto que han
tenido noticia de la verdad y han entrado en la red de los pescadores, pero
ni aún así han logrado su salvación. Dice en otro lugar que el pastor mismo
discrimina su rebano; pero aquí dice que lo hacen los ángeles, como sucedió
en la parábola de la cizana. ¿Qué diremos a esto? Que unas veces habla a las
turbas en una forma más llana y otras en forma más elevada. Por lo que hace
a la presente parábola, sin que nadie le ruegue, espontáneamente la explica.
Es decir, sólo en parte la explica y aumenta el temor. Pues a fin de que tú,
al oír que los peces malos fueron arrojados fuera, no pienses que eso ningún
peligro trae, hace con su explicación resaltar el castigo, diciendo Los
arrojarán al horno de fuego y trae a la memoria el rechinar de dientes y el
indecible dolor.
?Observas cuántos caminos hay para la perdición? Por las piedras, por las
espinas, por la senda ancha, por la ceniza y la red. En consecuencia, no sin
razón dijo: Espaciosa es la senda que lleva a la perdición y son muchos los
que entran por ella. 106 Y habiendo dicho esto y puesto fin a su predicación
en esa forma terrible, y habiendo dicho otras muchas cosas más, pues gastó
en eso mucho tiempo, dijo a los apóstoles: ¿Habéis entendido todo esto?
Respondiéronle: Sí. Y luego los alaba, por haber entendido, con estas
palabras: Así, todo escriba instruido en la doctrina del reino de los
cielos, es como el amo de casa que de su tesoro saca lo nuevo y lo viejo.
Por lo cual en otra parte dice: Os enviaré sabios y escribas. 107 ¿Adviertes
cómo no rechaza el Antiguo Testamento, sino más bien lo alaba y ensalza y lo
llama tesoro? En consecuencia, todos los que ignoran las Escrituras divinas,
no serán padres de familia, puesto que ni poseen ellos algo ni de otros
reciben, sino que se descuidan a sí mismos y perecen de hambre. Y no
solamente ellos, sino también los herejes están sin parte en esta felicidad,
puesto que no sacan cosas nuevas ni viejas. No teniendo cosas antiguas,
tampoco pueden tener presente nuevas, del mismo modo que quienes no tienen
cosas nuevas carecen de las antiguas y están privados de ambas: porque
antiguas y nuevas se encuentran unidas y enlazadas.
Oigamos esto cuantos descuidamos la lectura de las Sagradas Escrituras:
!cuán grave dano sufrimos y cuánta pobreza padecemos! 108 ¿Cuánto
concordamos la vida con las obras si ni siquiera conocemos las leyes que
debemos observar? Los ricos, locos por la codicia de las riquezas, con
frecuencia sacuden con el objeto de que no las corroa la polilla; mientras
que tú, en tanto que el olvido, más destructor que cualquier polilla, va
echando a perder tu alma ¿no lees los Libros Sagrados, no apartas la peste,
no adornas tu alma, no contemplas con asiduidad la imagen de la virtud ni la
examinas de pies a cabeza? Porque tiene la virtud cabeza y miembros más
bellos que el más hermoso de los cuerpos. Preguntarás: ¿cuál es la cabeza de
la virtud? Es la humildad. Por tal motivo Cristo empezó por ella diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu. Esta cabeza no tiene cabellos ni
rizos, sino una belleza tan grande que atrae a Dios. Pues dice El: A este es
al que yo miro, al humilde y abatido de espíritu? Y también: Mis ojos sobre
los mansos de la tierra. 109 Y luego: Yavé está próximo a los contritos de
corazón. 110 Esta cabeza, en lugar de cabellera y guedejas, ofrece a Dios
sacrificios gratos. El ara es de oro, el altar es espiritual. Pues dice el
profeta: Mi sacrificio, oh Dios, es en espíritu contrito y humillado. 111
Esta humildad es madre de la sabiduría. Si alguno la posee, poseerá las
demás virtudes.
?Has observado esta cabeza tal cual nunca viste otra? ¿Quieres ahora ver su
faz o mejor dicho conocerla? Comienza por su color: es rubicundo, florido,
muy agraciado. Examina de qué está compuesto. ¿De qué cosas se compone? De
pudor y vergüenza. Por eso dijo alguien: A la modestia precede la gracia.
112 La modestia infunde gran belleza a los otros miembros también. Aun
cuando mezcles miles de colores, no obtendrás tan gran hermosura. Y si
deseas observar sus ojos, mira cuán cuidadosamente presentan la modestia y
la pureza. Por eso poseen una penetración tan aguda que logran ver a Dios.
Pues dice El: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios. 113 Su boca es sabiduría y entendimiento y canto de himnos
espirituales. Su corazón es pericia en las Escrituras, conservación de los
dogmas verdaderos, benignidad y clemencia. Y así como no podemos vivir sin
corazón, así sin ese otro no podemos alcanzar la vida eterna. Porque de él
dimanan todos los bienes. Y tiene también la humildad sus pies y sus manos,
que son los ejemplos de las buenas obras. Su alma es la piedad. Su pecho de
oro es más firme que el diamante, y es la fortaleza. Con mayor facilidad
expugnarás otro castillo cualquiera, que llegar a romper este pecho. Y su
Espíritu, que vive en su cerebro y en su corazón, es la caridad.
?Quieres que te muestre esta imagen en obras? Piensa en el mismo evangelista
Mateo. No tenemos por escrito su vida toda; pero, por lo que resta de ella,
podemos contemplar su imagen esplendente. Que fuera varón contrito y
humilde, oye cómo él mismo en el evangelio se llama publicano. Que fuera
misericordioso, se ve claro, pues despojado de todo, sigue a Jesús. Que
fuera piadoso, se ve manifiesto por sus sentencias. Y su inteligencia y su
caridad podemos verlas en el evangelio que escribió, pues cuidó de ayudar al
orbe entero. Prueba de sus buenas obras la tienes en el trono en que ha de
sentarse; y de su fortaleza, en que volvía del Consejo de los escribas y
fariseos lleno de gozo.
Entreguémonos, pues, al ejercicio de la virtud y en especial, sobre todas,
al de la humildad y misericordia, sin las cuales no podemos alcanzar la
salud, como se demuestra por el caso de las cinco vírgenes y el del fariseo.
Sin la virginidad, podemos entrar en el reino de los cielos; pero sin la
misericordia y la limosna, no. La misericordia es en absoluto necesaria y se
cuenta entre las principales y que encierran en sí todas las demás. Por lo
cual, no sin motivo hemos dicho que es ella el corazón de la virtud. Pero el
corazón mismo si no influye vida en todos los miembros, él mismo pronto
perece. Al modo de la fuente que si continuamente no mana los ríos, se
corrompe; lo mismo que los ríos, si se guardan sus riquezas, así es ese
corazón. Por esto decimos vulgarmente: fulano tiene gran suciedad y
corrupción de riquezas; y no decimos gran abundancia, grande tesoro. Pues
son ellas podredumbre no sólo de quienes las poseen, sino en sí mismas. Los
vestidos guardados se apolillan; el oro guardado es comido del orín; el
grano es devorado por los gusanos. Y el alma del rico, más que los otros
objetos, es roída y se pudre con los cuidados.
Si quieres sacar al público el alma del avaro, como se hace con un vestido
corroído de infinita polilla y nada sano, la encontrarás igualmente comida
por todas partes por los cuidados, podrida con los pecados, derruida por la
herrumbre. No así el alma del pobre; digo del pobre voluntario, pues
resplandece como el oro, brilla como una margarita preciosa, florece como
una rosa. No hay ahí polilla; no hay ladrón; no hay solicitudes terrenas,
sino que vive en conversación con los ángeles. ¿Quieres ver la hermosura de
semejante alma? ¿Quieres conocer las riquezas que su pobreza encierra? El
pobre no impera sobre los hombres, pero manda sobre los demonios; no asiste
delante del rey pero asiste delante de Dios; no compite con los hombres,
pero compite con los ángeles. No tiene una arca, ni dos, ni tres, ni veinte,
pero tiene tan gran abundancia que estima en nada todo el universo. No tiene
un tesoro, pero posee el cielo. No necesita de siervos, pero tiene sujetas
como siervos las enfermedades del alma. Tiene como siervos esos apetitos que
dominan a los reyes. Porque esos afectos carnales que dominan aun a los que
andan vestidos de púrpura, miran al pobre con respeto y no se atreven a
mirarlo a la cara.
El pobre se ríe de los reinos como de juegos de ninos, y lo mismo del oro y
cosas semejantes; y juzga que todo eso se ha de despreciar como se hace con
las ruedecillas, los astrágalos, las bellotas de encina, los balones. Porque
lleva él consigo un ornato que ni siquiera se atreven a mirar los que en
aquellos juegos se ocupan. ¿Qué cosa habrá de mayor precio que esta pobreza?
Tiene ella como pavimento los cielos. Y si tal es el pavimento, piensa qué
tales serán los techos. Dirás que no tiene caballos ni carruajes. Pero ¿qué
necesidad tienen de ellos los que van a ser llevados en las nubes y vivirán
con Cristo? Pensando estas cosas, oh hombres y mujeres, busquemos aquellas
riquezas y aquella abundancia que no se consumen, a fin de que así
alcancemos el reino de los cielos, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA XLVIII (XLIX)
Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó de ahí (Mt 13, 53).
?POR Qué el evangelista dijo éstas? Porque Jesús iba luego a decir otras. ¿Por qué se apartó de ahí? Para sembrar por todas partes la palabra. Y
viniendo a su patria, les ensenaba en la sinagoga de ellos. ¿A cuál llama
ahora su patria? Me parece que a Nazaret. Porque: no hizo ahí muchos
milagros, dice Mateo. En cambio, en Cafarnaúm hizo muchos milagros. Por lo
cual decía: Y tú, Cafarnaúm ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno
serás precipitada. Porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros
obrados por ti, hasta hoy subsistiría. 114 En cambio, acá no hizo muchos
milagros para no encenderlos más en envidia; y para que a causa de su mayor
incredulidad, no cayeran en más grave condenación. En cambio, les propone
una doctrina no menos admirable que los milagros.
Pero aquellos hombres necios, cuando debían haber quedado estupefactos y
admirarlo por la fuerza de sus sentencias, por el contrario, lo desprecian
creyendo que había nacido de un tal padre, a pesar de que había muchos
ejemplos en los tiempos antiguos de varones nacidos de padres humildes.
David fue hijo de Jesé, humilde agricultor. Amós era hijo de un cabrero y
cabrero él mismo. El legislador Moisés nació de un padre que le era muy
inferior. De manera que debiendo ellos precisamente honrarlo y admirarlo
porque, nacido de tan humildes orígenes, tales discursos pronunciaba, pues
era cosa clara que esto no le venía de humanos estudios, sino de la gracia
divina, lo desprecian por lo que debían apreciarlo y admirarlo.
Y Acudía con frecuencia a las sinagogas, para que no lo acusaran de enemigo
de la ciudad y de las turbas, si continuamente viviera en el desierto.
Confusos, pues, y dudosos, decían: ¿De dónde le vienen a éste tal sabiduría
y tales poderes? A los milagros llaman poderes o tal vez a su misma
sabiduría. ¿No es éste el hijo del carpintero? Pues esto precisamente era el
mayor milagro y digno de admiración. Su madre ¿no se llama María, y sus
hermanos Santiago y José, Simón y judas? Sus hermanas ¿acaso no están todas
con nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? Y se escandalizaban en
él. Advierte cómo todo esto se dijo en Nazaret. ¿Acaso no decían: sus
hermanos son fulano y fulano? Pero esto ¿qué importaba? Precisamente lo
propio era que esto mismo os infundiera fe. Pero cosa mala es la envidia y
que con frecuencia se contradice. Lo que por ser inaudito era admirable y
podía atraerlos, eso les sirve de tropiezo.
?Qué les dice Jesús?: Sólo en su patria y en su casa es menospreciado el
profeta. Y no hizo ahí muchos milagros por la incredulidad de ellos. Lucas
dice: Y no hizo ahí muchos prodigios. Dirás que debía haberlos hecho. Puesto
que si logró que se le admirara, como en realidad se le admiró, ¿por qué no
obró milagros? Porque no tenía como finalidad la vana ostentación, sino la
utilidad de aquellos hombres. Y como por este camino nada se lograra, se
abstuvo de lo que era exclusivo suyo, para no aumentarles el castigo.
Llegaba a ellos tras de largo tiempo y tras de haber obrado tantos milagros;
pero ni aun así lo recibieron y soportaron, sino que ardían de envidia.
Entonces ¿por qué, sin embargo, hizo unos pocos milagros? Para que no
tuvieran razón al decir: Médico, cúrate a ti mismo; 115 o también: es
enemigo y contrario nuestro y desprecia a sus domésticos. Y para que no
pudieran alegar y decir: Si aquí hubiera hecho milagros, habríamos creído
también nosotros. Por esto hizo algunos milagros, pero pronto dejó de
hacerlos. Y los hizo, tanto para cumplir con lo que a El tocaba, como para
no aumentarles el castigo.
Medita tú, en cambio, la fuerza de sus sentencias. Aun comidos de envidia,
no dejaban de admirarlo. Pero así como en sus obras no reprenden las cosas
en sí, sino que fingen las causas y dicen: Por el poder de Beelzebul expulsa
este los demonios, 116 así aquí tampoco reprenden su doctrina, sino que
acuden y se refugian en lo bajo de su linaje. Por tu parte, considera la
moderación del Maestro, pues no los vitupera, sino que con gran mansedumbre
les dice: Sólo en su patria es menospreciado el profeta. Y no se detuvo en
esto, sino que anadió: y en su casa. Yo pienso que aludía a sus hermanos. En
Lucas, Jesús pone ejemplos de lo mismo y dice: No fue Elías enviado a los
suyos, sino a una viuda extranjera; y ningún leproso fue curado por Eliseo,
sino el extranjero Naamán. En cambio, los israelitas no recibieron ningún
favor ni hicieron ningún beneficio, sino sólo los extranjeros. Dijo esto
para demostrarles su perversa costumbre y declararles así que nada nuevo le
acontecía.
Por aquel tiempo, llegaron a. Herodes el tetrarca, noticias de Jesús. Había
muerto ya Herodes, su padre, el que degolló a los ninos. No sin motivo el
evangelista anota el tiempo, sino para que conozcas el fausto y la desidia
de Herodes hijo. Desde luego, no tuvo noticias desde un principio, sino
después de largo tiempo. Suelen así los príncipes fastuosos saber
tardíamente semejantes cosas, porque las tienen en poco. Por tu parte,
considera cuán grande cosa sea la virtud. Herodes temía a Juan muerto y
discurría acerca de su resurrección. Pues dice el evangelio: Dijo a sus
servidores: ese es Juan el Bautista a quien yo di muerte, que ha resucitado
de entre los muertos y por eso obra en él un poder milagroso. ¿Observas su
gran temor? No se atrevió a decir eso en público, sino que a solos sus
servidores habla así. Sin embargo, esa absurda opinión tenía ya mucho de
combativa. Porque muchos habían resucitado de entre los muertos, pero nadie
había obrado tales milagros. A mí me parece que tales palabras tienen un
sabor de ambición y a la vez de temor. Con frecuencia los ánimos
enloquecidos conciben una mezcla de encontrados afectos. Lucas refiere lo
que decía el pueblo: Este es Elías o jeremías o uno de los profetas; pero el
rey se persuadía ser más prudente en lo que él decía que los otros.
Es verosímil que al principio, cuando decían que Jesús era Juan (pues muchos
lo afirmaban), Herodes lo negara y dijera: A éste yo le di muerte,
gloriándose de ello con insolencia. Porque Marcos y Lucas refieren que dijo:
Yo degollé a Juan. Pero como la fama prevaleciera, finalmente él afirmó lo
mismo que los otros. A continuación el evangelista nos narra esa historia
del degüello. ¿Por qué no antes? Porque estaba totalmente ocupado en referir
los hechos de Cristo, y los evangelistas no se distraían a contar nada fuera
de su asunto, a no ser que tuviera conexión con su propósito. De manera que
no habrían referido esta historia si no hubiera sido por lo que se conecta
con lo de Cristo y si Herodes no hubiera dicho lo de Juan resucitado. Marcos
dice que Juan gozó de honor grande delante de Herodes, aun cuando Juan lo
reprendía. !Tan gran cosa es la virtud! Luego continúa así la narración: Es
de saber que Herodes había hecho prender a Juan, lo había encadenado y
puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Pilipo, su hermano.
Pues Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y quiso matarlo, pero tuvo
miedo a la muchedumbre que lo tenía por profeta. ¿Por qué Juan no habla a
Herodías, sino a Herodes? Por ser éste el principal. Observa en qué forma
hace menos molesta la acusación, hasta el punto de que más bien parece una
simple referencia que no una acusación.
Al llegar el cumpleanos de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos y
gustó a Herodes.!Oh diabólico convite! !oh espectáculo satánico! !oh baile
perverso! !oh precio de aquel baile, más inicuo aún! Se llevaba a cabo una
muerte la más criminal de todas las muertes; y aquel que merecía ser
coronado y ensalzado, fue degollado estando en su plenitud el banquete. En
aquella mesa se erigió el trofeo de los demonios. Y el modo como se obtuvo
la victoria fue digno de las demás hazanas. Porque dice el evangelista:
Bailó la hija de Herodías delante de todos y agradó a Herodes. Por lo cual
con juramento le prometió darle cuanto le pidiera. Y ella, inducida por su
madre, le dijo: Dame aquí en la bandeja la cabeza de Juan el Bautista. Doble
crimen: que bailara y que agradara; y que así agradara que mereciera como
recompensa una muerte.
Observa cuán cruel, cuán insensato, cuán demente era Herodes. Se ligó con
juramento y dio facultad a la joven para pedirle lo que a ella se le
antojara. Mas, cuando vio el mal que de ahí se había seguido, dice el
evangelista que se contristó. Esto a pesar de que ya desde el principio se
había ligado a sí mismo. Entonces ¿por qué se contrista? Tal es la virtud
que aun entre los perversos es admirada y alabada. !Oh mujer enloquecida!
!cuando lo conveniente era admirar y venerar a Juan, que incluso trataba de
rehabilitarla, ella misma trama toda la tragedia, tiende el lazo y pide un
favor satánico! Y dice el evangelista: Pero él temió o causa del juramento y
de los convidados las ¿por qué no temiste lo que era más grave? Si acaso
temías tener testigos de tu perjurio, mucho más convenía que temieras el
asesinato tan perverso, pues tantos testigos de él tenías.
Creo que muchos ignoran el origen de aquella acusación que fue causa de
aquella muerte; y así es necesario tratar también esto, a fin de que
conozcáis la prudencia del Legislador. ¿Cuál era esa ley antigua que Herodes
pisoteaba y que Juan defendió? Era necesario dar al hermano la esposa de
quien muriera sin descendencia. Por ser la muerte un mal sin consuelo; y
porque para conservar la vida nada hay que no se intente, estatuyó la ley
que el hermano que viviera, desposara a la mujer del hermano difunto; y que
al hijo que de ese desposorio naciera, le pusieran el nombre del hermano
muerto, de manera que no desapareciera su casa. Porque si el muerto no
dejaba hijos, que son en el caso de muerte el mayor consuelo, se seguiría un
duelo intolerable. Tal fue el motivo de que el Legislador, Moisés, inventara
este consuelo para aquellos a quienes la naturaleza no hubiera dado hijos; y
ordenó que el futuro vástago se llamara con el dicho nombre. Pero si el
difunto dejaba algún hijo, entonces los desposorios del hermano con la viuda
eran ilícitos.
Preguntarás la razón; puesto que si podía celebrar los desposorios otro
cualquiera, mucho más podría hacerlo el hermano del difunto. Pero no era
así, pues quería el Legislador que se multiplicaran las afinidades, y por lo
mismo que hubiera muchas ocasiones de entrar en parentesco. Mas ¿por qué,
muerto el hermano sin hijos, no podía otro contraer ese matrimonio? Porque
en este caso el hijo que naciera no podía ser tenido por ninguna razón como
hijo del difunto. En cambio, siendo el hermano el que fecundara a la viuda,
había un punto de apoyo probable para aquello en semejante unión. Por otra
parte, un extrano no habría creído deber suyo sustentar la casa del difunto,
mientras que del otro modo, estaba de por medio el derecho de parentesco.
En consecuencia, habiendo Herodes tomado la mujer de su hermano, que sí
tenía hijos, con razón lo acusaba Juan, aunque lo hizo con moderación y al
mismo tiempo con libertad de espíritu. 117 Por tu parte, considera en
cuántos modos ese espectáculo íntegramente es satánico y diabólico. En
primer lugar todo él era de embriaguez y placeres, de donde nada razonable
puede nacer. En segundo lugar constaba de espectadores corrompidos y de un
rey que a todos recibía. En tercer lugar, se trataba de un género de deleite
irracional. En cuarto lugar, la muchacha por la que el desposorio de Herodes
resultaba ilegal y a la que más bien convenía ocultar, puesto que era una
injuria para la madre, sale al público y se muestra, superando ella,
doncella, la desvergüenza de todas las meretrices.
El tiempo mismo nos da ocasión no pequena para acusar de perverso aquel
espectáculo. Pues cuando lo conveniente era que Herodes diera gracias a Dios
por haberle concedido ver la luz en día semejante, entonces es cuando él
lleva a cabo tan grave perversidad. Cuando convenía poner en libertad al
encadenado, anadió a las cadenas el asesinato. Escuchad esto vosotras todas
las que os atrevéis, seáis vírgenes o mujeres casadas, a manchar los ajenos
desposorios con bailes, saltos descompuestos que deturpan el honor de la
común naturaleza humana. Escuchadlo también vosotros, los varones que andáis
tras de los costosos banquetes y las embriagueces que los llenan. !Temed el
abismo del demonio! A aquel infeliz rey en tal manera lo absorbió que vino a
jurar que daría la mitad de su reino. Así lo afirma Marcos: Juróle:
Cualquier cosa que me pidas te la daré, aun la mitad de mi reino. 118!En tan
poco estimaba sus dominios! !tan esclavo del placer estaba que tal concesión
hacía a un baile! Mas ¿por qué te admiras de que entonces tal cosa
sucediera, cuando aun ahora, después de que tan insignes ensenanzas he usos
recibido, muchos, a causa de los bailes de semejantes jovencillos afeminados
han perdido sus almas, aun sin estar constrenidos por los vínculos del
juramento? Cautivados por la voluptuosidad, son llevados, a la manera de
bestias, a donde el lobo los arrastra. Es exactamente lo mismo que en aquel
tiempo sufrió el rey loco, que cometió dos crímenes vergonzosísimos: el
haber enloquecido a tal grado a aquella mujer, ebria y que ante ningún
crimen se detenía, y el haberse atado a sí mismo con la fuerza del
juramento. Pero, aun siendo el rey tan perverso, la mujer fue más perversa
que el tirano y que la muchacha. Porque fue ella la que tramó íntegro el
drama criminal, cuando debió haber estado agradecida al profeta. La hija,
obedeciéndola, obró torpemente y bailó y pidió el asesinato, y Herodes quedó
de ella cautivo, como un pez en la red.
Observa cuán oportunamente Cristo dijo: El que ama al padre o a la madre más
que a mí no es digno de mí. 119 Si la muchacha hubiera observado este
precepto, nunca habría violado tantas leyes, ni habría cometido semejante
asesinato. ¿Qué hay peor que semejante brutalidad? Pedir como premio una
muerte, una muerte inicua, una muerte en mitad del convite, una muerte que
se pide pública e inverecundamente? Porque no se apartó para pedirla, sino
que en público, quitada la máscara, descubierta la cabeza, asistida del
patrocinio del diablo, habló con el rey. Porque obra fue del demonio que
ella bailando agradara y así cautivara a Herodes: porque en donde hay baile,
ahí está el demonio. No nos dio Dios los pies para eso: para que los usemos
con desvergüenza, sino para que hagamos debidamente nuestro camino; no para
que a la manera de los camellos bailemos (pues los camellos cuando saltan
producen un espectáculo desagradable, pero mucho más desagradable lo dan las
mujeres), sino para que acompanemos los coros de los ángeles. Al fin y al
cabo, si en semejantes acciones el cuerpo resulta vergonzoso, mucho más el
alma: !así bailan los demonios! !así adulan los ministros del diablo! Pero
considera ya la petición misma. Dice: Dame aquí en la bandeja la cabeza de
Juan el Bautista. ¿Observas a esta desvergonzada que totalmente se ha
entregado al demonio? Echa por delante la dignidad de Juan, pero no por eso
se avergüenza; pues como si se tratara de un manjar, así pide que se le
lleve en un plato aquella sacra y bienaventurada cabeza. No da razón alguna,
ni podía darla. Simplemente busca ser honrada mediante la ajena desgracia.
No dijo al rey: !tráelo acá y mátalo! Porque no habría podido soportar la
franqueza del que iba a morir. Temía oír la voz terrible de Juan aun ya
sacrificado. El profeta, aun en el paso de sufrir la muerte, no habría
callado. Por esto dice: Dame aquí en la bandeja, porque anhelo ver ya muda
esa lengua. Ni sólo intentaba huir de sus reprensiones, sino insultarlo y
burlarlo ya caído.
Y Dios lo permitió y no envió de lo alto un rayo que abrasara aquella cara
impudente ni ordenó a la tierra abrirse y absorber todo aquel perverso
banquete, pues quería más brillantemente coronar a aquel varón justo, y
dejar así un gran consuelo a cuantos posteriormente habían de padecer
injusticia. Oigamos esto todos cuantos viviendo rectamente sufrimos de parte
de los perversos graves padecimientos. Entonces permitió Dios que sufriera
la muerte por medio de una muchacha desvergonzada y de una meretriz
corrompida aquel varón que había vivido en el desierto, vestido de un
cinturón de piel y de cilicio, y que era profeta mayor que los otros
profetas y que nunca de mujer había nacido uno que lo superara; !y todo esto
mientras él defendía las leyes divinas! Considerando todo esto, llevemos
generosamente todo cuanto padezcamos viendo cómo entonces aquella mujer
sanguinaria y perversa se vengó a su placer de quien le había causado penas
y sació toda su ira, y Dios lo permitió; y eso que Juan a ella nada le había
dicho, en nada la había acusado, sino únicamente a Herodes. Pero la
conciencia le servía de cruel acusador. Por eso se lanzaba a males mayores,
doliente y agitada de remordimientos. Y juntamente echó sobre sí la deshonra
y sobre todos los demás: sobre la hija, sobre el esposo abandonado, sobre el
rey adúltero que aún vivía. Se esforzaba en superar sus crímenes anteriores.
Como si dijera: ¿Te dueles de que el rey sea adúltero? Pues bien: yo lo haré
además homicida y asesino de su acusador.
Oíd esto todos los que procuráis agradar a las esposas más allá de lo
lícito. Oídlo los que lanzáis juramentos sobre cosas inciertas y dais a
otros facultad para arruinaros y os caváis vosotros mismos un abismo. Así se
arruinó Herodes. Pensó que la muchacha pediría algo propio del banquete; y
que en semejante solemnidad y entre los manjares, pediría alguna cosa
agradable y alegre, pero no la cabeza del Bautista; y se enganó. Mas nada de
eso lo justificará. Pues aun cuando la muchacha tuviera un ánimo propio de
hombres que luchan con las fieras, sin embargo, a él no le estuvo bien
ponerse en el caso de ser enganado, ni obedecer el tiránico mandato de la
joven.
Desde luego ¿quién fue el que no se horrorizó al ver aquella cabeza
destilando sangre, llevada entre las viandas? Pero. . . !no! !no es perverso
Herodes! !no es execrable aquella mujer! Al fin y al cabo así son las
prostitutas: las más desvergonzadas y crueles de todas las mujeres. Si
nosotros, al oír esto, nos estremecemos ¿cuál debemos pensar que sería el
ánimo de quienes con sus ojos lo contemplaban? ¿Qué sufrirían los comensales
al ver en mitad del banquete puesta ahí la cabeza cortada y la sangre ahí
presentada? Pero no se conmovió con semejante espectáculo aquella mujer
sanguinaria y más feroz que las furias, sino que saltaba de gozo. Y esto a
pesar de que si no por otros motivos, a lo menos por el solo aspecto de
aquella cabeza era necesario que se engendraran asco y náuseas. Nada de eso
sufrió aquella mujer sedienta de la sangre del profeta.
!Tal es la fornicación! !no hace únicamente lascivos, sino además homicidas!
Las mujeres ansiosas de adulterio siempre están preparadas para dar muerte a
los varones a quienes ellas mismas hacen injuria; y fácilmente procuran no
una sola, ni dos, sino innumerables muertes. Muchos testigos hay de
semejantes crímenes. Pues eso fue lo que hizo entonces Herodes, con la
esperanza de que crimen tan grave fuera al fin relegado al olvido. Pero
aconteció todo lo contrario, pues en adelante Juan clamó con voces mucho más
penetrantes. Es que la perversidad no mira sino al tiempo presente y es a la
manera de los que sufren fiebre cuando piden inoportunamente agua fría.
Si ella no hubiera degollado al que acusaba su crimen, éste no habría tenido
tan gran publicidad. Los discípulos de Juan cuando éste fue encarcelado,
nada publicaron del crimen; pero cuando fue asesinado se vieron obligados a
publicar el motivo y el hecho, y refirieron todo el crimen. Y se vieron
obligados a publicar la causa verdadera de la muerte, para que nadie
sospechara alguna otra perversa, como sucedió con Teudas y con judas. En
conclusión: cuanto más te esforzares en ocultar tu crimen, por los mismos
caminos más lo divulgarás. Nunca el pecado se encubre anadiendo pecados,
sino que se borra con la penitencia y la confesión.
Advierte la moderación con que narra todo esto el evangelista; y cómo, en
cuanto se puede, aminora el crimen. Pues dice que Herodes lo cometió por
temor del juramento y de los comensales y que incluso se entristeció. Y
acerca de la joven dice haber sido amonestada de antemano por su madre; y
que llevó la cabeza de Juan a su madre, como si dijera que la muchacha no
hizo sino cumplir lo que la madre le ordenaba. Lo hace el evangelista porque
los justos suelen todos dolerse no de quienes sufren males, sino de los que
los causan, pues en último término son éstos los perjudicados. En efecto:
Juan no fue danado, sino los que tramaron todo el crimen.
A esos justos imitemos nosotros y no injuriemos a los prójimos por sus
pecados, sino que, en cuanto sea posible, disimulémoslos. Revistamos de
virtud nuestro ánimo, como el evangelista que, en cuanto se pudo, habló con
moderación de aquella mujer adúltera y sanguinaria. Porque no dijo: Avisada
de antemano por aquella sanguinaria y malvada, sino solamente: avisada de
antemano por su madre, usando así de más comedidas palabras. Tú, en cambio,
injurias y querellas a tu prójimo, y de tu hermano que te ha injuriado no
logras hablar tan comedidamente como el evangelista lo hizo acerca de
aquella meretriz; sino que lo haces con feroces oprobios y lo llamas
criminal, perverso, astuto, necio y con otras palabras semejantes.
Porque nosotros nos ponemos totalmente como fieras y hablamos al otro como
si fuera un extrano, y lo maldecimos y lo colmamos de injurias y dicterios.
No lo hicieron así los santos. Estos, más bien, lloran por los pecadores en
vez de maldecirlos. Pues hagamos nosotros otro tanto: lloremos a esa
Herodías y cuantas la imitan. Porque aun ahora muchos banquetes como ése se
celebran. Y aun cuando no se sacrifique a Juan, pero se desgarran con mayor
gravedad los miembros de Cristo. Los que en ellos bailan no piden en una
bandeja la cabeza de Juan, sino las almas de los comensales. Y una vez que
las han reducido a servidumbre y las han empujado a ilícitos amores y a
convivir con las meretrices, no cortan las cabezas sino que degüellan las
almas, volviéndolas adúlteras, afeminadas y muelles.
Ni me vayas a decir que tú, ebrio y harto de vino, contemplas sin movimiento
alguno de concupiscencia a la bailarina que habla obscenidades, y que no te
vence la lascivia ni te lleva a la voluptuosidad. Ciertamente sufres algo
horrible, como es hacer de los miembros de Cristo, miembros de una meretriz.
Pues aun cuando no esté presente la hija de Herodías, pero el demonio que
entonces por medio de ella bailaba, ese mismo ahora por medio de estas
danzas que él dispone se lleva cautivas las almas de los comensales. Y aun
cuando podáis vosotros evitar la embriaguez, sois, sin embargo, copartícipes
del pecado ajeno en forma gravísima, ya que semejantes banquetes tienen como
base económica infinitas rapinas.
No atiendas a las carnes que tienes delante ni a los bizcochos sino a cómo
se han conseguido: verás que proceden de avaricia, violencia y hurto.
Instarás diciendo que tu banquete no se prepara así. !Desde luego! !ni yo lo
deseo! Pero aun cuando por este capítulo tus banquetes están limpios, sin
embargo, los banquetes costosos no están en absoluto libres de crimen. Oye
cómo los reprende el profeta, aun estando libres de los pecados que ya
dijimos.!Ay de los que bebéis vino escogido y os ungís con ungüentos los más
exquisitos! 120?Ves cómo reprende los placeres? Porque con esas palabras no
condena la avaricia, sirio sólo el abuso de los placeres. Comes tú sobre
medida cuando Cristo no tiene ni aun lo necesario. Tú devoras en abundancia
los bizcochos cuando Cristo no tiene ni siquiera pan árido. Bebes tú vino de
Tasos, cuando a El no le has dado ni un vaso de agua fresca en su sed. Te
acuestas en un lecho delicado y con adornos mientras El yace rígido al aire
frío. Por esto, aun cuando tus banquetes se hallen libres de avaricia, sin
embargo, son perversos, pues todo lo consumes más allá de lo necesario y a
Cristo no le das ni aun lo indispensable, siendo así que si vives entre
placeres es por los bienes que El te ha dado.
Si fueras tutor de algún nino y administrador de sus bienes, y estando él en
necesidad extrema lo descuidaras, tendrías diez mil acusadores y recibirías
el castigo conforme a las leyes. En cambio, habiendo tú recibido los bienes
que a Cristo pertenecen y despilfarrándolos a pesar de todo vanamente ¿no
piensas que tendrás que dar cuenta de eso? Y no hablo de los que llevan a
sus mesas a mujeres meretrices (pues de ésos habría que hablar como de
perros), ni de los que mediante el robo hinchen los vientres ajenos, pues no
me meto con ellos (como no lo hago con los cerdos ni con los lobos), sino de
quienes disfrutan los bienes que les son propios, pero nada dan a los demás.
Hablo de los que vanamente despilfarran los bienes paternos.
Tampoco éstos están libres de culpa. Porque yo pregunto ¿cómo puedes estar
libre de culpa y acusación cuando repletas el vientre del parásito, lo mismo
que el de un perro que se halla presente, mientras a Cristo no lo juzgas
digno ni aun de ese beneficio? Cuando el bufón que te hace reír recibe de ti
tantas cosas ¿cómo estarás sin culpa cuando a Cristo que te ofrece el reino
de los cielos en pago, no le das ni aun la más pequena parte de ellas? Para
que diga algo gracioso, el bufón se marcha repleto; y Cristo, que nos ensena
doctrinas tales que si no las aprovechamos en nada nos diferenciamos de los
canes, ¿no recibe ni siquiera ese beneficio? ¿Te horrorizas oyendo esto?
!Horrorízate de hacerlo! Echa fuera a los parásitos y pon a Cristo a tu
mesa. Si comunica contigo tu sal y tu mesa, será para ti tu juez lleno de
mansedumbre: porque El sabe respetar la mesa. Puesto que si así suelen
hacerlo los ladrones ¿cuánto más el Senor? Piensa en qué forma alabó desde
la mesa a la meretriz, como ya justificada, y en cambio, reprochó a Simón:
No me diste el ósculo. 121 Sin hacer tú eso, todavía El te alimenta; pues
mucho más te colmará de mercedes si lo haces. No desprecies al pobre porque
se te acerca pálido y mugroso. Piensa que en él Cristo visita tu casa. No
sigas insultándolo con duras palabras: esas con que sueles meter a los que
se te acercan, llamándolos importunos, perezosos y usando aun de palabras
más duras.
Yo quisiera que cuando tales cosas dices pensaras en lo que hacen para ti
los parásitos y en si acaso te son útiles en algo doméstico. Dirás que
anaden suavidad al banquete. Pero ¿cómo es eso de que lo hacen más agradable
cuando se dan bofetones y hablan liviandades? ¿Puede haber cosa más
desagradable que el abofetear a quien es imagen de Dios? ¿Te deleitas en eso
y haces de tu hogar un espectáculo y llenas de mimos tu banquete imitando a
los vulgares comediantes, siendo así que tú eres noble y nacido de condición
libre? Porque lo que ahí se ven son bofetadas y risadas. ¿A esto llamas tú
deleite? te pregunto. ¿A esto que es digno de lágrimas, de llanto y de
gemidos? Cuando debías exhortarlos a llevar una vida virtuosa y cumplidora
de su deber ¿los provocas al perjurio y a palabras soeces? ¿y a eso llamas
deleite? Lo que conduce a la gehenna ¿lo tienes tú como motivo de placer?
Porque cuando los parásitos no logran decir algo gracioso, se desquitan con
juramentos y perjurios. Pero tales cosas ¿son dignas de risa? ¿no lo son más
bien de lágrimas y llanto? ¿quién que no esté loco puede afirmar tal cosa?
No digo esto con el objeto de que no se les suministren alimentos, sino para
que no sea ese el motivo. Aliméntalos por beneficencia y humanidad y no por
crueldad; !esté presente la misericordia y no las injurias! Alimenta al
parásito porque es pobre y porque en él alimentas a Cristo, y no porque dice
palabras demoníacas y mancha su vida. No lo atiendas cuando ríe, sino
examina su conciencia y encontrarás que él mismo maldice miles de veces y
llora sus procederes. Si lo oculta es por tus respetos. Procúrate comensales
pobres, libres, no perjuros ni comediantes. Si quieres que en alguna forma
te lo paguen, ordénales que si algo notan menos decoroso, te lo reprendan,
te amonesten y procuren el bien de tu casa y tu familia. ¿Tienes hijos? Que
tus comensales les sean padres como tú, y maestros y te alcancen bienes a
Dios agradables. Introdúcelos en las negociaciones del espíritu. Si observas
que alguno necesita de auxilio, ordena que le suministren el auxilio. Por
medio de ellos anda a caza de los peregrinos, viste a los desnudos, envíalos
a las cárceles, alivia las necesidades ajenas. Que sea este el pago que te
den por los alimentos, pago que a ti y a ellos aproveche y que jamás se les
pueda reprochar.
Por estos medios os uniréis con más estrecha amistad. Pues ahora, aunque
piensen que se les ama, sin embargo, se avergüenzan como si gratuitamente
vivieran contigo. En cambio, si llevas a cabo lo que he dicho, procederán de
mejor gana y con mayor libertad, y tú con más presteza los admitirás a tu
mesa, puesto que en eso no haces gasto sin fruto. Vivirán ellos contigo
confiadamente y con la debida libertad; y tu casa, que antes era un teatro,
se convertirá en una iglesia. Huirá de ella el demonio y entrará Cristo con
el coro de los ángeles. Y en donde están Cristo y sus ángeles ahí está el
cielo: !hay ahí una luz más espléndida que la del sol! Y si deseas obtener
de ellos otro consuelo, ordénales que lean en algún libro las leyes divinas.
En esto te obedecerán más gustosos que en otras cosas. Esto a ti y a ellos
los torna más decentes; mientras que las otras cosas que acabo de recordar,
a todos los deshonran: a ti como querelloso y ebrio; a ellos como a
miserables y esclavos del vientre. Y si por querellosos los alimentas es
peor que si los mataras. Pero si por utilidad y fruto lo haces, más
lucrativo es eso que si ya condenados a muerte los libertaras. Ahora, en
cambio, los afrentas más que si fueran esclavos, pues los siervos gozan en
tu casa de mayor libertad y confianza que ellos. En cambio, del otro modo
los igualas a los ángeles. Libérate, pues, a ti mismo y a ellos; y quita de
en medio ese título de parásitos y llámalos comensales. Quita ese nombre de
aduladores y dales el nombre de amigos. La amistad la hizo Dios no para dano
de amantes y amados, sino para bien y utilidad de ambos. La otra clase de
amistades es peor que cualquier enemistad. Porque de los enemigos, si
queremos, podemos obtener algún provecho, mientras que de esas amistades
necesariamente salimos con dano.
No retengas amigos que son maestros en danarte. No retengas amigos que más
cuidan de la mesa que de la amistad. Todos éstos, si suprimes los placeres
de la comida, terminan con su amistad. Quienes viven contigo por razones de
virtud, permanecen perpetuamente a tu lado sobrellevando cualesquiera
vicisitudes de la fortuna. En cambio, los parásitos con frecuencia se vengan
de ti y difunden mala fama de ti. He conocido a muchos honorables varones
que por aquí alcanzaron pésima fama y fueron acusados: unos, de actos
maléficos; otros, de adulterio; otros, de corruptores de menores. No
teniendo los parásitos oficio ni beneficio, sino llevando una vida a como
haya lugar, caen en sospechas de ejercer el mismo vergonzoso oficio de
muchachos prostituidos.
En consecuencia, para apartar semejante fama y antes que nada para evitar la
gehenna futura y para hacer lo que a Dios agrada, desterremos esta diabólica
costumbre. Haciéndolo así, ya comamos, ya bebamos, procediendo en todo a
gloria de Dios, seremos consortes de su gloria. La que ojalá todos
alcancemos por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea
la gloria y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA XLIX (L)
A esta noticia, Jesús- se alejó de ahí en una barca, a un lugar desierto y
apartado; y habiéndolo sabido las turbas, lo siguieron a pie desde las
ciudades (Mt 14, 13).
Observa cómo Jesús se aparta lo mismo cuando Juan fue encarcelado que cuando
fue muerto y también cuando los judíos oyeron que él hacía muchos
discípulos. Quería en muchas cosas proceder al modo humano, pues no había
llegado aún el tiempo de revelar su divinidad. Por igual motivo ordenaba a
los discípulos que a nadie dijeran ser Él el Cristo. Quería que esto no se
hiciera público y sabido, hasta después de su resurrección. El mismo motivo
tuvo para no ser severo con los judíos que antes de ese tiempo no creyeron
en El, y fácilmente los perdonaba.
Al apartarse ahora, no va a ninguna ciudad sino al desierto, y cruza el lago
en una barca a fin de que nadie lo siga. Considera cómo los discípulos de
Juan desde entonces más se le adhirieron. Porque fueron ellos los que le
llevaron la noticia de lo que se hizo con Juan el Bautista. Por esto lo
abandona ron y a sólo El se refugiaron. Así procedió Jesús tras de aquella
no pequena calamidad y tras de haber dispuesto todo correctamente, después
de que le dieron la noticia. Mas ¿por qué no se apartó antes de que se la
dieran, ya que conocía bien todo el negocio desde antes que se lo
anunciaran? Para demostrar en todo la verdad de la nueva providencia y
economía de su encarnación. Quería confirmar no sólo con lo que ellos veían,
sino también con sus obras, que estaba al tanto de las astucias del demonio,
el cual no dejaba piedra por mover para deshacer semejante opinión. Tal fue
la causa de haberse apartado. Pero ni aun así lo dejan las turbas, sino que
lo siguen y se le adhieren, sin que la muerte de Juan las aterrorizara. Así
es el carino, así es el amor: todo lo pesado y molesto lo supera y hace a un
lado. Y por esto al punto recibieron su premio.
Porque dice el evangelista: Al desembarcar vio una gran muchedumbre y se
compadeció de ella y curó a todos sus enfermos. Pues aun cuando era grande
el empeno con que lo seguían, pero el premio que de Cristo recibían superaba
con mucho al empeno de ellos. Y así el evangelista pone la razón de aquellas
curaciones, que es la compasión: !la compasión profunda! lo repito. Y los
curaba a todos. Aquí no exige la fe. Pues el que se le acerquen, el que
abandonen las ciudades, el que lo busquen con empeno, el que permanezcan con
él aun con la amenaza del hambre, declara bien su fe. Y El va a
proporcionarles alimento. Pero no lo hace espontáneamente, sino que espera a
que se lo pidan. Guarda su costumbre, como dije, de no proceder a obrar
milagros si no se le piden. Mas ¿por qué ninguno de la turba se le acerca a
suplicarle los alimentos? Por la gran reverencia que le tenían y por el
ansia de seguirlo y oírlo no sentían el hambre. Tampoco los discípulos, por
ser aún algo imperfectos, le rogaron que diera alimento a las turbas. Pero ¿qué fue lo que sucedió? Dice el evangelista: Llegada la tarde se le
acercaron los discípulos y le dijeron: El lugar es desierto y es ya la
tarde; despide, pues, a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y se
compren alimentos. Si los discípulos después de verificado el milagro lo
olvidaron; si después de haber recogido las espuertas con los restos,
todavía creían que Jesús les hablaba de panes cuando a la doctrina de los
fariseos la llamó fermento, mucho menos podían ahora sospechar nada de lo
que Cristo iba a hacer, sobre todo porque nunca habían visto un milagro
semejante. Aunque antes había Jesús curado a muchos enfermos, los discípulos
no esperaban lo que haría acerca de los panes: tan imperfectos eran aún.
Pero tú considera la sabiduría del Maestro y cómo claramente los conduce a
tener confianza. Porque no les dijo inmediatamente: Yo los alimentaré,
porque no le hubieran dado fácilmente crédito. Entonces ¿qué fue lo que les
dijo?: No tienen necesidad de ir; dadles vosotros de comer. No dijo yo les
daré, sino dadles vosotros; porque aún pensaban ser El puro hombre. Pero
ellos, ni aun así levantaron más arriba sus pensamientos, sino que le
responden como a un hombre: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
Por esto Marcos anadió que ellos no entendían lo que decía, pues tenían su
corazón embotado.
Pues bien: como ellos anduvieran tan rastreros, finalmente procede Cristo
como quien es y les dice: Traédmelos acá. Aunque el sitio sea desierto, pero
está presente el que alimenta al orbe. Aunque ya es pasada la hora, pero
aquel que no está sujeto a las horas es el que habla. Juan dice que los
panes eran de cebada. Y no lo dijo sin motivo, sino para ensenarnos a
despreciar las mesas opíparas. Así era la mesa de los profetas. Y mandando a
la muchedumbre que se sentara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los
dos peces; y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los
dio a los discípulos y éstos a la muchedumbre. Y comieron todos y se
saciaron y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos, siendo
los que habían comido unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los
ninos.
?Por qué alzó los ojos al cielo y bendijo? Para que se creyera que El había
salido del Padre y era igual a El. Pero las pruebas de ambas cosas parecían
contradecirse. Demostraba la igualdad el que todo lo hacía con potestad
propia; pero que hubiera venido del Padre no lo habrían creído sino viéndolo
obrar todas las cosas con humildad y refiriéndolo todo al Padre e
invocándolo para las obras que llevaba a cabo. Por tal motivo, no hace ni
sólo una cosa, ni sólo la otra, para confirmar ambas verdades: hace los
milagros con plena potestad unas veces y otras invocando al Padre. Y para
que no pareciera que en esto había contradicción, en las cosas de menor
importancia alza sus ojos al cielo; pero en las de mayor importancia procede
con potestad propia: para que comprendas que también en las cosas menores su
potestad no la recibe de otra parte, pero que honra a su Padre.
Cuando perdonó los pecados y abrió el paraíso para introducir al ladrón, y
cuando con imperio abrogó la Ley antigua y cuando resucitó innumerables
muertos y cuando enfrenó el mar y descubrió los secretos de los corazones y
creó los ojos -obras todas propias de sólo Dios y no de otro-, jamás se dice
que rogara; en cambio cuando procuró que los panes superabundaran -cosa que
es, con mucho, inferior a esas otras-, alza los ojos al cielo, demostrando
así lo que ya dije; y ensenándonos a no sentarnos a la mesa antes de dar
gracias a Dios que nos proporciona el alimento.
Mas ¿por qué no creó los panes de la nada? Para cerrar la boca de Marción y
de los maniqueos que afirman no ser Él el Creador; y para ensenarnos por las
obras mismas, que todas las cosas visibles son obras y criaturas suyas; y
que es Él quien proporciona los frutos. El, que allá a los principios dijo:
Germine la tierra hierba verde. 122 Y también: Hiervan las aguas de
animales. Pues no es esta obra menor que aquella otra. Al fin y al cabo, si
esos seres brotaron de donde no los había, pero ciertamente salieron del
agua. Ni es menos de cinco panes producir tantos otros y del mismo modo
multiplicar los peces, que sacar de la tierra los frutos y de las aguas
animales vivientes. Senal de que El imperaba en la tierra y en el mar.
Y pues para los enfermos hacía milagros siempre, ahora hace uno en beneficio
universal, a fin de que muchos no sólo fueran espectadores de lo que a otros
sucedía, sino que además disfrutaran del don por sí mismos. Lo que a los
judíos antiguos les parecía en el desierto admirable y decían: ¿Podrá
también darnos pan y prepararnos la mesa en el desierto? 123 eso ahora lo
hizo Cristo. Y los llevó al desierto para que no recayera sospecha alguna
sobre el milagro, y nadie pensara que de algún pueblo cercano había provisto
las mesas de pan. Por esto el evangelista recuerda no sólo el sitio sino
además la hora. También aprendemos aquí la prudencia de los discípulos que
demostraban en las cosas necesarias y en cuán alto grado despreciaban los
placeres. Pues siendo ellos doce, no tenían sino cinco panes y dos peces.
Hasta tal punto despreciaban las cosas materiales y sólo cuidaban de las
espirituales. Más aún: ni aun eso poco que tenían se lo guardaron, sino que
en cuanto se les pidió, lo entregaron.
Aprendamos por aquí que, aun cuando sea poco lo que poseemos, lo ofrezcamos
a los pobres. Pues los apóstoles, mandados presentar los cinco panes, no
exclamaron: Entonces ¿de dónde nos alimentaremos después? ¿cómo podremos
aplacar el hambre? Sino que al punto obedecen. Aparte de la razón que ya
adujimos, parece que Cristo con estos panes hizo el milagro, para llevar los
discípulos a la fe, pues aún eran débiles en ella. Por esto mira al cielo.
Tenían ya muchos ejemplos de otra clase de milagros, pero de ésta ninguno.
Habiendo, pues, tomado los panes, los partió; y por medio de los discípulos
los repartió, confiriéndoles este cargo de honor. Ni sólo lo hizo para
honrarlos, sino para que, palpando la realidad del milagro, no le negaran la
fe ni se olvidaran luego del suceso, del que sus manos mismas daban
testimonio. Y permitió que primero las turbas sufrieran el hambre y esperó a
que los discípulos se acercaran y le preguntaran. También por medio de ellos
hizo que las turbas se recostaran en la hierba, y por medio de ellos
distribuyó los panes, queriendo así anticiparse y comprometer a cada uno por
confesión propia y por sus obras. Por esta causa, de ellos recibió los
panes, a fin de que se multiplicaran los testimonios del milagro y tuvieran
ellos documentos y recuerdos del prodigio. Pues si tras de tantos
preparativos todavía lo olvidaron ¿qué habrían hecho si Jesús no lo hubiera
de tantos modos preparado? Y ordenó que se recostaran en la hierba,
ensenándolos así a vivir austeramente. Porque no deseaba únicamente que los
cuerpos se alimentaran, sino que las almas quedaran ensenadas.
De manera que por el lugar, por no suministrarles sino panes y peces, por
haber ordenado que a todos se les diera lo mismo y en comunidad lo tomaran,
de manera que ninguno recibiera más que otro, ensenó la humildad, la
templanza y la caridad; y quiso que todos amaran a todos con igual afecto y
tuvieran todas las cosas comunes a todos. Y habiendo partido los panes, los
dio a los discípulos, y los discípulos los dieron al pueblo. Les dio los
cinco panes ya partidos; y estos cinco panes, como si fueran una fuente, se
multiplicaban y brotaban de las manos de los discípulos.
No terminó con esto el milagro; sino que hizo Jesús que no solamente los
panes sobreabundaran, sino también los pedazos, para que se viera que estos
pedazos eran de aquellos panes y pudieran también los que no estaban
presentes saber lo que había sucedido. Para esto permitió que las turbas
padecieran hambre; a fin de que nadie pensara que todo se reducía a meras
apariencias. Permitió que sobraran doce canastos, para que incluso judas
llevara el suyo. Podía simplemente haber apagado el hambre en las turbas,
pero los discípulos no habrían experimentado su poder, pues así sucedió en
tiempo de Elías. En esta ocasión los judíos quedaron de tal manera
estupefactos que quisieron constituirlo rey, cosa que en los otros milagros
no habían intentado.
Pero ¿quién podría con palabras expresar en qué forma los panes brotaban
como de una fuente? ¿cómo fluían en aquel desierto? ¿cómo vinieron a quedar
saciados tantos hombres? Porque eran cinco mil, sin contar las mujeres y los
ninos. Grande alabanza era para el pueblo que mujeres y ninos siguieran a
Cristo. ¿Cómo se hicieron los fragmentos sobrantes? Porque esto no es menor
milagro que lo otro. Y fueron tantos los fragmentos que los canastos
igualaron al número de los apóstoles y no fueron ni más ni menos. Y habiendo
recogido los fragmentos, Jesús no los adjudicó a las turbas, sino a los
discípulos, porque aquéllas eran más imperfectas que los discípulos.
Luego, habiéndoles hecho una sena, obligó a los discípulos a subir en la
barca y precederle a la otra orilla, mientras él despedía a la muchedumbre.
Para que, si estando él presente pareciera que lo sucedido eran meras
apariencias y no la realidad, a lo menos una vez él ausente, vieran que no
era así. Por esto, dejando el hecho a que lo examinaran cuidadosamente,
ordenó que se apartaran los que habían recibido el beneficio y las pruebas y
constataciones del milagro. En cambio, en otras ocasiones, tras de hacer
grandes prodigios, apartaba de sí juntamente a las turbas y a los
discípulos, para persuadirnos que jamás se ha de buscar la gloria vana de
los hombres ni el aura popular, ni procurar atraerse las multitudes.
Cuando dice el evangelista que los obligó significa con esto que los
discípulos estaban muy fuertemente adheridos a su presencia. Los despachó al
parecer para evitar el concurso de las multitudes; pero lo que él quería era
subir al monte, para ensenarnos así que ni se han de frecuentar
continuamente las muchedumbres ni tampoco se han de huir; sino que hay que
hacer ambas cosas mirando siempre a la utilidad, de manera de proceder ya de
un modo ya de otro, según convenga.
Aprendamos a adherirnos a Cristo Jesús, no para alcanzar favores en las
cosas sensibles, no sea que esto nos acarree desdoro, como a los judíos.
Pues Cristo les dijo: Vosotros me buscáis no por haber visto los milagros,
sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado. 124 Por eso Jesús
no hizo muchas veces semejante milagro, sino solamente dos, para que
aprendiéramos que no se ha de servir al vientre, sino que hay que ocuparse
asiduamente en las cosas del espíritu. Ocupémonos en ellas y busquemos el
pan del cielo, y una vez recibido echemos fuera todos los cuidados del
siglo. Pues si aquellos hombres, habiendo abandonado su casa, parientes y
ciudades y todo, se mantenían en el desierto y no se apartaban ni aun
apretándolos la necesidad del hambre, mucho más debemos nosotros, cuando a
semejante mesa nos acercamos, mostrar mayores virtudes, mayor amor de las
cosas del cielo, y buscar las cosas sensibles sólo en segundo término.
No acusó Jesús a los judíos porque lo buscaran a causa de los panes, sino
porque lo hacían a causa solamente de los panes y sobre todo por los panes.
Si alguno desprecia los dones que son de mucho valor y se apega a otros
menores que aquel que los concede desea sean despreciados, pierde también
los mayores. Por el contrario, si deseamos los dones de alto precio, se nos
anadirán los de menos precio, puesto que estos segundos se dan como
anadidura de los primeros, por ser tan viles, aun cuando parezcan grandes,
si con los grandes se comparan. En consecuencia no busquemos empenosamente
esos dones pequenos, sino mantengámonos indiferentes en cuanto a poseerlos o
perderlos. Así lo hizo Job, quien ni se apegaba a los bienes presentes ni se
quejaba de que le fueran quitados. Las riquezas se llaman Jremata, no para
que las enterremos, sino para que según convenga las usemos. 125 Así como
cada artífice posee su propio arte, así el rico que ignora la herrería ni
sabe construir embarcaciones ni manejar el telar ni construir casas ni otra
alguna de esas artes; pero si aprende a usar de las riquezas en la forma que
conviene y a repartirlas entre los pobres, acabará por ser maestro en un
arte que es mejor que todos los otros.
Porque este arte es más elevado. Su oficina la tiene construida allá en el
cielo; y no usa instrumentos fabricados con hierro y bronce, sino la buena
voluntad y la bondad. Maestro de este arte es Cristo, lo mismo que su Padre.
Pues dice El: Sed misericordiosos como vuestro Padre que está en los cielos.
126 Y es cosa admirable que precediendo este arte en excelencia a todos los
otros en tan alto grado, no necesite de trabajo alguno, ni de tiempo, para
ejercitarse, pues basta con querer y todo está hecho. Pero veamos también
cuál sea tu finalidad.
Cuál es, en conclusión? El cielo y los bienes celestiales: es decir, aquella
gloria inefable, aquel tálamo espiritual, aquellas lámparas brillantes,
aquel habitar con el Esposo, y otras cosas que con palabras no pueden
declararse ni con pensamiento alguno concebirse. De manera que por este lado
semejante arte en gran manera difiere de todos los otros. La mayor parte de
las artes solamente nos son útiles en el tiempo presente, pero éste lo es
para la vida futura. Pues si tanto difiere de las otras artes que nos son
necesarias en la vida presente, como la medicina, la arquitectura y otras
semejantes, mucho más diferirá de esas otras que, si alguien bien las
examina, verá que ni a artes llegan; de manera que yo a esas otras
superfluas ni las tengo por artes.
?Para qué nos son útiles las artes culinarias y las de los condimentos? En
verdad, para nada. Peor aún: son harto inútiles y aun danosas, pues enferman
el alma y el cuerpo y acarrean pomposamente un deleite que es madre de todas
las enfermedades y padecimientos. Más todavía: ni a la pintura ni al bordado
de variadas labores y colores los llamaría yo propiamente artes, pues nos
llevan a gastos inútiles. Las artes que son necesarias para el sustento de
nuestra vida, conviene que nos aporten y preparen lo que necesitamos. Para
esto nos puso Dios en el ánimo la sabiduría, para que encontremos modos de
conservar nuestra vida. Pero representar en las paredes y en los vestidos
animalillos, pregunto yo: ¿qué utilidades trae? Mucho habría que recortar de
las artes de los zapateros y de los tejedores, puesto que con mucho han
contribuido al lujo, mientras que sí han suprimido de lo que sí era
necesario, mezclando con su arte un pésimo artificio: lo mismo que sucede en
el arte de construir.
Sin embargo, así como a este último arte, mientras construya casas y no
teatros y edifique lo necesario y no lo superfluo, lo llamaré arte, lo mismo
que al de tejer con tal de que fabrique vestidos y mantos y no se dedique a
imitar aranas excitando así grande hilaridad y generando grande molicie,
también lo llamaré arte. Y el arte zapateril, mientras fabrique zapatos, no
lo privaré del nombre' de arte. Pero mientras convierta a los hombres en
figura de mujeres y con las formas del calzado los torne afeminados y
muelles, lo pondré entre las artes danosas y superfluas. Ya sé yo que a
muchos les parece que me entretengo demasiado en minuciosidades, pero no por
eso me abstendré de hacerlo. Ciertamente la causa de todos los males es que
semejantes pecados parezcan de poca importancia y por eso se descuiden. 127
Preguntarás: pero ¿qué pecado habrá más leve que el llevar zapatos adornados
y brillantes y bien ajustados a los pies, al es que tal cosa ha de llamarse
pecado? ¿Queréis, pues, que acometa a quien tal objeción pone, y le
demuestre cuán grande torpeza hay en la naturaleza misma de eso? ¿No os
irritaréis? Pero... !vamos! !aun cuando os irritéis no me preocuparé por
ello! Al fin y al cabo, sois vosotros mismos los causantes de semejante
falta de sentido común: vosotros los que juzgáis que tal cosa ni siquiera es
pecado y así nos obligáis a combatir ese lujo. !Ea, pues! Exploremos el
asunto y veamos cuán grave mal sea. Desde luego, eso de mezclar en el
calzado hilos de seda que ni siquiera es honroso poner en el vestido ¿cuán
grave afrenta es y cuán digno de burla? Y si desprecias mi parecer, oye a
Pablo, quien con suma vehemencia lo prohíbe y por ahí comprenderás la
ridiculez de la cosa. Y ¿qué es lo que dice?: Sin rizado de cabellos, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos? Pues ¿de qué perdón serás digno si
cuando Pablo no permite a tu esposa usar costosos vestidos, tú llevas
semejante lujo hasta en Como se advierte, el santo se fija principalmente en
lo moral.
el calzado y de mil maneras te proporcionas una cosa tan ridícula y molesta?
Para que tú la uses se construye la nave, se alquilan remeros, se amaestran
patrones y timoneles, se despliegan las velas, se cruza el mar dejando
abandonada a la mujer, a los hijos, a la patria; y el comerciante expone su
vida a las olas y se va hasta las regiones de los bárbaros y se enfrenta con
infinitos peligros: todo para que tras de tantas cosas, tú en tu calzado
lleves cosidos unos hilos y adornes la piel del zapato. ¿Hay cosa más loca
que ésta? No eran así los calzados de los antiguos, sino tales como
convenían para hombres. De manera que me temo que, andando los tiempos, los
jóvenes vengan a usar calzado de mujer, sin que esto les cause vergüenza. Y
lo que es más grave aún, sus padres lo ven y no se indignan sino que lo
llevan con indiferencia. ¿Queréis que os presente algo más grave aún? Pues
bien: todo eso se hace al mismo tiempo que muchos se hallan oprimidos por la
miseria. ¿Queréis que os presente aquí en medio a Cristo hambriento,
desnudo, cercado por todos lados y aprisionado y atado? Pues ¿de qué rayos
no seréis dignos cuando a El necesitado de alimento lo descuidáis, mientras
tan cuidadosamente andáis adornando las pieles de vuestros zapatos? Cuando
El imponía la ley a sus discípulos no les permitió ni aun el llevar calzado,
¿mientras que nosotros no sólo no soportamos caminar con los pies descalzos,
pero ni aun calzados de modo decente? ¿Qué hay peor que semejante absurdo? ¿qué hay que sea más ridículo? En verdad que eso es propio de un ánimo
afeminado, inhumano, en exceso curioso y vanísimo. ¿Cuándo podrá ocuparse en
lo que es necesario quien a tales superfluidades se entrega? ¿Cuándo un
joven así podrá cuidar de su alma? ¿o siquiera pensar que la tiene? Vanísimo
será quien se halle necesitado de admirar tales cosas. Cruelísimo será quien
ocupado en ellas, descuide a los pobres. Sin virtud estará quien ponga todo
el empeno de su vida en semejantes anhelos. El que anda cuidadoso de esos
hilos de seda y del brillo de los colores y de la belleza de las hiedras que
de semejantes tejidos nacen ¿cuándo podrá mirar al cielo? ¿Cuándo admirará
la hermosura de allá arriba quien inclinado a la tierra, anda extasiándose
en la belleza de las pieles de su calzado? Dios extendió los cielos y
encendió el sol para arrastrar tus miradas a lo alto; y tú en cambio a ti
mismo te obligas a mirar al suelo, al modo de los cerdos, y le das gusto al
demonio. Porque fue el mismísimo malvado demonio quien inventó semejante
desvergüenza, para apartarte de aquella otra hermosura. Para eso te arrojó
en aquélla. Para que a Dios que te muestra los cielos lo pospusieras al
demonio que te muestra las pieles. O mejor dicho, no pieles, pues al fin y
al cabo éstas son obras de Dios, sino cierta molicie y pésimo artificio.
!Allá va el joven inclinado al suelo! !él, a quien se le ha ordenado el
ejercicio de la virtud y pensar en el cielo! !y se gloría más de su calzado
que si hubiera llevado a cabo alguna gran empresa; y muelle y delicadamente
cruza la calle y la plaza; y se cubre de tristeza y de dolor por el miedo de
que la lluvia le manche con el barro su calzado o el estío se lo cubra de
polvo! ¿Qué dices, oh hombre? A causa de semejante lujo has arrojado al lodo
toda tu alma ¿y en cambio con tan grave angustia piensas en tu calzado?
Reflexiona en el uso que éste tiene y avergüénzate de tenerlo en tanta
estimación. El calzado se inventó para calcar el lodo y el cieno y las otras
horruras que hay en el pavimento. Si pues no te es posible dejar que se
manche, desátalo, póntelo al cuello o en torno de tu cabeza... ¿Os reís
vosotros al oír esto? Pues yo me derrito en lágrimas viendo la locura de
semejantes jóvenes y de semejantes cuidados. Porque de mejor gana dejarían
que todo su cuerpo se manchara, antes que su calzado. Y por aquí se tornan
ligerísimos de espíritu; y por el otro motivo, ávidos de riquezas. Quienes
se han acostumbrado a dejarse llevar de tan loco empeno es obvio y aun
necesario que mucho gasten en sus vestidos y en todas sus cosas. Y si tienen
un padre lleno de ambiciones, se les acrece su absurda codicia. Pero si lo
tienen avaro, entonces se ven obligados a entregarse a varias torpezas para
lograr un poco de oro para sus gastos. Por este camino muchos jóvenes han
vendido su hermosura y acabaron en parásitos de gente rica y en ocuparse en
otros viles servicios para por este medio comprar los modos de satisfacer su
codicia.
Y que un joven así se convierta en amante del dinero y en ligerísimo de
espíritu y del todo perezoso para las cosas de obligación, y por aquí se vea
necesitado de cometer muchos pecados, es cosa que queda en claro por lo que
ya se dijo. Y que además se tornará cruel y ansioso de vanagloria, nadie hay
que lo niegue. Y así, como inhumano que es, cuando vea a un pobre, se dejará
llevar del amor de sus propios adornos y no se dignará dirigirle una mirada;
y aun cuando el pobre se muera de hambre, lo despreciará. Y como anheloso de
la vanagloria, se le encontrará bien amaestrado en captarse la estima de los
que lo ven aun en cosas que son simples nimiedades. Porque yo pienso que ni
un capitán se gloría de sus ejércitos y de sus triunfos, como ese joven
depravado del ornato de sus zapatos, de la amplitud de sus vestidos, de la
cabellera de su cabeza. Y esto, siendo así que todas esas cosas, obras son
de otros artífices.
Pues si nunca acaban de gloriarse de esas obras ajenas ¿cuándo lo harán de
las propias? Y aun anadiría yo cosas más graves que éstas; pero, con éstas
es ya suficiente. Conviene, pues, que aquí termine mi discurso. Lo dicho es
contra los querellosos litigantes que afirmaban no haber nada absurdo en
lujo semejante. Sé bien que muchos de los jóvenes no hacen caso de lo que
dejo dicho: !hasta tal punto están embriagados y presos de semejante
enfermedad! Pero no por eso convenía callar. Los padres que no estén locos
podrán reducirlos a la modestia debida, aun contra la voluntad de ellos. Ni
diga el joven: !total, nada de nada! Porque esto es precisamente lo que ha
echado a perder todo. De todos modos, convenía instruirlos y volverlos
decentes en estas cosas al parecer mínimas y hacerlos magnánimos
despreciadores de tales ornatos. Por este otro camino los hallaremos más
tarde preclaros y eximios para las grandes empresas.
?Qué hay más despreciable que el aprendizaje de las letras primeras? Pero
por ellas se forman los oradores, los sofistas, los filósofos. Si ellos
ignoran aquéllas, nunca llegarán a eso otro. Y lo decimos no únicamente para
los jóvenes, sino también para las jóvenes y las mujeres; pues se hallan del
mismo modo expuestas a los mismos pecados; y tanto más cuanto más conviene
que las doncellas usen de mayor modestia. Pensad, pues, como dicho para
vosotras cuanto se dijo de los jóvenes, a fin de que no tengamos necesidad
de repetir eso mismo. Porque tiempo es ya de que cerremos la predicación con
las acostumbradas oraciones.
HOMILIA L (LI)
Rogad, pues, juntamente con nosotros, para que los jóvenes que pertenecen a
la iglesia puedan vivir en especial modestamente y llegar honorables a la
ancianidad. Pues para los que no viven con templanza no hay que desear que
lleguen a la vejez. Pero para los que siendo jóvenes imitan a los ancianos,
por mi parte oro para que lleguen hasta una ancianidad extrema y engendren
hijos excelentes que sean el gozo de sus padres, y antes que nada de Dios,
creador de todos. Y ruego a Dios que aparte de ellos toda enfermedad
espiritual; no solamente esa que trasluce en el calzado y en el modo de
vestir, sino toda otra cualquiera. Porque la adolescencia, si se descuida,
es como la tierra sin cultivo, que por todas partes brota espinas. Metamos
ahí el fuego del Espíritu Santo y quememos esas malas pasiones. Cultivemos
esos campos incultos, para que puedan recibir la simiente. Mostremos a
nuestros jóvenes más sabios que los ancianos extranjeros. Cosa admirable es
que en la juventud resplandezca la templanza; pues no merece gran premio
quien en la ancianidad se muestra temperante, ya que la edad le ayuda. Lo
admirable es gozar de paz en medio del oleaje y no quemarse entre las llamas
y en la juventud guardar la pureza.
Pensando en esto, imita al bienaventurado José, que en todo eso
resplandeció, a fin de que consigamos las mismas coronas que él consiguió.
Ojalá todos las disfrutemos por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, a quien, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, sea la
gloria, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Una vez que hubo despedido a la turba, subió a un monte apartado para orar;
y llegada la noche, estaba ahí El solo.
La barca, ya en medio del mar, era agitada por las olas, pues el viento le
era contrario (Mt 14, 23).
?Por qué sube al monte? Para ensenarnos que para orar a Dios es cómoda la
soledad y el desierto. Por esto con frecuencia se retira a sitios desiertos,
y ahí pasa la noche en oración. Nos amonesta así que es necesario buscar
sitio y tiempo oportuno para orar con tranquilidad. La soledad es madre de
la tranquilidad y puerto de la quietud, que nos libra de todo alboroto. Por
esa causa subió Cristo al monte, mientras los discípulos andaban agitados
por las olas, y como en otrora iban azotados por la tempestad. Sólo que en
la otra ocasión sufrían teniéndolo a El en la barca, pero ahora se
encuentran solos y separados de Jesús. Es porque El los va conduciendo poco
a poco a más altos grados de virtud a fin de que luego todo lo soporten con
fortaleza. Por eso, cuando al principio tenían que experimentar el peligro,
estaba él presente, aunque dormía, para acudir prontamente en auxilio de
ellos. Ahora, en cambio, para ejercitarlos en más perfecta paciencia, no
procede así, sino que está ausente. Permite que se levante la tempestad
estando ya ellos en medio del mar, con el objeto de que no les quede
prácticamente esperanza de salvación. Y los deja agitados por las olas
durante toda la noche, creo que para despertar su corazón adormecido; porque
tal es el efecto del terror que producen las tempestades y la noche. Y
mediante ese terror, los inflamó en más desearlo y que tuvieran una más
continua memoria en El.
Tales fueron los motivos de que no les acudiera enseguida. Pues dice el
evangelista: En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el
mar. Les ensenaba así a no buscar un acabe inmediato de los males, sino
llevar con fortaleza lo que les acontecía. De modo que mientras esperaban
ser liberados, se acreció el peligro y el temor subió de punto. Pues dice
Mateo: Al verlo ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un
fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar. Así procede siempre Jesús. Cuando
se prepara a borrar las tristezas, echa por delante otras más pesadas y
tremendas, como sucedió en este caso. La tempestad no menos que aquella
visión los perturbó. Pero, como ya dije, El ni aclaró las tinieblas, ni se
descubrió inmediatamente, ejercitándolos con el continuo terror y
ensenándoles a tener paciencia.
Así procedió con Job cuando iba a quitarle el terror y la tentación.
Permitió que el final fuera más terrible aún, no por la muerte de sus hijos,
ni por las injurias de su mujer, sino por los insultos de sus amigos y de
sus criados. Y al tiempo en que Jacob fue librado en tierra extrana de sus
trabajos, fue cuando Dios permitió que fuera perseguido y sufriera mayor
perturbación. Pues fue cuando su suegro lo amenazó de muerte. Y luego cayó
en extremo peligro con la visita de su hermano Mas, como no convenga que los
justos sean tentados por muy largo tiempo, Dios, cuando van ya a salir del
certamen, les aumenta las pruebas para su mayor ganancia. Lo mismo procedió
con Abraham, cuyo certamen postrero fue el de inmolar a su hijo Isaac.
Porque lo intolerable, entonces se torna tolerable cuando viene estando ya
uno, como quien dice, en la puerta y se acerca la liberación.
Así lo hizo entonces Cristo. No se les dio a conocer hasta que gritaron de
miedo. Pero cuanto mayor había sido el terror, tanto más grata fue su
presencia. Cuando clamaron, dice el evangelista, al punto les habló Jesús y
les dijo: Tened confianza; soy yo, no temáis. Estas palabras les quitaron el
temor y les infundieron confianza. Como no lo podían entonces conocer por su
rostro y a causa de aquel modo inaudito de caminar y ser de noche, se les
dio a conocer por la voz. Y ¿qué hace Pedro? Es siempre fervoroso, y siempre
se adelanta a los demás. Y le dice: Senor, si eres tú, mándame ir a ti sobre
las aguas. No le dice ruega, ni suplica, sino manda. ¿Observas su gran
fervor y cuánta es su fe? Aunque por esto con frecuencia se hallara en
peligro, por emprender lo que estaba sobre sus fuerzas. Aquí pedía algo
exorbitante, pero sólo por amor a Jesús y no por vana ostentación. Porque no
dijo: Manda que yo ande sobre las aguas; sino ¿qué?: Mándame ir a ti. Es que
nadie lo superaba en el amor. Lo mismo hizo después de la resurrección, pues
no soportó el ir al sepulcro con los demás, sino que se adelantó corriendo.
De modo que da pruebas no solamente de su amor, sino también de su fe. Ni
creyó que sólo Jesús podía andar sobre las aguas, sino que podía dar a otros
la misma facultad; y anhelaba llegar hasta El cuanto antes.
Y Jesús le contestó: Ven. Y habiendo bajado de la barca Pedro, anduvo sobre
las aguas y vino hacia Jesús. Pero viendo el viento fuerte, temió; y
comenzando a hundirse, gritó: Senor, sálvame. Al instante Jesús le tendió la
mano, lo tomó y le dijo: Hombre de poca fe ¿por qué dudaste? Esto es más
admirable que lo primero, y por eso aconteció enseguida. Porque tras de
haber demostrado que imperaba sobre el mar, hizo luego un mayor milagro. En
la ocasión anterior únicamente imperó a los vientos. Pero ahora anda él
sobre las aguas y concede a otro que también ande así. Si allá al principio
le hubiera dado ese mandato, Pedro quizá no habría hecho lo que ahora hizo,
pues aún no tenía tanta fe.
Mas ¿por qué se lo concedió? Porque si le hubiera contestado: No puedes
hacerlo, Pedro, fervoroso como era, le habría contradicho. Por esto quiso
que se persuadiera por el hecho mismo, a fin de que para en adelante fuera
más modesto. Mas Pedro, ni aun así se pudo contener. Y habiendo bajado de la
barca, lo sacudían las olas porque él temía. Las olas hacían que él se
agitara; el viento, que temiera. Juan anade que ellos querían recibir a
Jesús en la barca; y que la nave llegó al punto a tierra, a donde iban.
Viene a significar lo mismo, o sea que, cuando ya estaban para tocar tierra,
El subió a la barca.
Habiendo, pues, Pedro bajado de la barca, iba hacia Jesús, no tan gozoso de
andar sobre las aguas como de acercarse a Cristo. Pero habiendo logrado lo
que era más, peligró en lo que era menos. Es decir por el ímpetu del viento
y no por el mar. Tal es la humana naturaleza: con frecuencia, tras de vencer
en lo grande, es vencida en lo pequeno. Así le sucedió a Elías con Jezabel y
a Moisés en Egipto y a David con Bersabé. Y lo mismo a Pedro. Todavía con el
torre: e la visión se atrevió a andar sobre las olas; y en cambio no se pudo
sostener contra el ímpetu del viento, y eso que ya estaba al lado de Cristo.
De nada te aprovechará estar al lado de Cristo si no estás junto a El por la
fe.
El suceso demostró la gran distancia que había entre el Maestro y el
discípulo, y sirvió a los otros de consuelo. Porque si más tarde se
irritaron por la petición de los dos hermanos, mucho más se habrían irritado
en el caso presente, pues aún no habían recibido el Espíritu Santo. Más
tarde ya no fueron así, porque en todo conceden el primado a Pedro y para la
pública predicación le ceden el primer lugar, aunque pareciera algo más rudo
que los otros. Mas ¿por qué no imperó a los vientos, que se aplacaran, sino
que extendió su mano y tomó a Pedro? Porque se necesitaba el acto de fe de
Pedro. Porque cuando no hacemos lo que está de nuestra parte, también cesa
lo que a Dios toca. Y así, demostrando a Pedro que aquel su hundirse no se
debía a los vientos impetuosos, sino a su poca fe, le dice: Hombre de poca
fe ¿por qué dudaste? De modo que si no hubiera sido débil su fe, aun contra
la fuerza del viento se habría él mantenido fácilmente. En tomándolo Jesús,
dejó de soplar el viento, demostrando así que en nada lo habría danado si
hubiera sido firme su fe. A la manera que al polluelo salido del nido antes
de tiempo y ya casi desplomándose, la madre lo sustenta sobre sus alas y lo
vuelve al nido, así Cristo hizo con Pedro.
Y habiendo subido a la barca cesó el viento. Antes decían: ¿Quién es éste
que hasta los vientos y el mar le obedecen? 128 Pero ahora no. Pues dice el
evangelista: Los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo:
Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. ¿Observas cómo lentamente los va
conduciendo a todos a cosas más sublimes? Porque anduvo sobre las aguas y
porque ordenó a Pedro hacer lo mismo, y cuando peligraba lo salvó, se les
acrecentó la fe en gran manera. En la otra ocasión increpó al mar; ahora no
lo increpa, demostrando su poder de otro modo más excelente. Por esto decían
los discípulos: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. Y ¿qué? ¿acaso los
reprendió porque así hablaban? En absoluto al contrario. Los confirmó en lo
que decían cuidando más poderosamente de los que se le acercaban, y no como
anteriormente.
Terminada la navegación, dice el evangelista, vinieron a la región de
Genesaret; y reconociéndolo los hombres de aquel lugar, esparcieron la
noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos,
suplicándole que los dejase siquiera tocar la orla de su vestido, y todos
los que lo tocaban quedaban sanos. Porque ya no hacían como anteriormente,
ni le llevaban a sus casas, ni le pedían que los tocara con su mano y que lo
ordenara con su palabra; sino que, con más alta sabiduría y con mayor fe,
alcanzaban la curación. La mujer que padecía flujo de sangre sirvió de
maestra a todos para esta forma de fe. Y para mostrar el evangelista que ya
mucho antes Jesús había ido por aquellas tierras, dice: Y reconociéndolo los
hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le
presentaron todos los enfermos.
El tiempo en que lo vieron no sólo no acabó con su fe, sino que la acrecentó
y la conservó floreciente. !Ea, pues! toquemos también nosotros la orla de
su vestido. Más aún: si queremos, podemos íntegro poseerlo. Pues ahora se
nos ha puesto delante su cuerpo; no únicamente su vestido, sino su cuerpo; y
no para que solamente lo toquemos, sino para que lo comamos y nos saciemos.
Acerquémonos, pues, todos los que andamos enfermos. Porque si los que
tocaban la orla de su vestido, tan gran virtud participaban ¿cuánto mayor la
participarán quienes íntegro lo reciben? Pero recibirlo con fe no es
solamente recibir el cuerpo que se nos ofrece, sino tocarlo con un corazón
limpio y con tales afectos como que a Cristo en persona te acercas. Pero ¿es
que no oyes su voz? Mas lo ves yaciendo en la hostia. Más aún: percibes su
voz que te habla por medio de los evangelistas.
Tened, pues, fe en que ahora se celebra aquella misma cena en la que El se
recostó; porque ésta en nada difiere de aquélla. No es que ésta la celebre
el hombre y aquélla Cristo; sino que ambas las celebra Cristo. En
consecuencia, cuando ves al sacerdote que te entrega la hostia, no pienses
ser el sacerdote quien eso hace, sino que esa mano que se alarga es la de
Cristo. Pues así como cuando el sacerdote bautiza, no es él quien bautiza
sino Dios que con su invisible virtud toca la cabeza, de manera que no se
atreve a acercarse y tocar ni un ángel ni un arcángel ni otro alguno, así
sucede acá. Como Dios es el único que regenera, eso es don de sólo El.
?No has visto cómo entre nosotros, cuando alguno es adoptado por hijo, no se
encomienda eso a los criados, sino que los adoptantes personalmente se
presentan ante el juez? Pues del mismo modo, tampoco Dios ha encargado
semejante ministerio a los ángeles, sino que está presente en persona y
ordena y dice: No llaméis padre a nadie sobre la tierra. 129 Y no es porque
desprecie a los padres, sino para que antepongas a ellos tu Creador, que te
ha inscrito entre sus hijos. Quien te dio lo que era más, o sea a sí mismo,
mucho más se dignará darte su cuerpo. Demos, pues, fe a los sacerdotes y a
los encargados por ellos, acerca del más grande don que se nos ha concedido.
Oigámoslos y temblemos. Nos ha dado su sacratísima carne en comida; se nos
ha puesto a la mesa El mismo inmolado. ¿Qué excusa tendremos cuando con tal
alimento apacentados en tal forma pecamos? ¿cuando comiendo el Cordero nos
convertimos en lobos? ¿cuando comiendo la Oveja luego robamos a la manera de
leones? Misterio tan grande nos obliga no sólo a vivir siempre limpios de
rapinas, sino aun de la más leve enemistad.
Porque este misterio es misterio de paz, que no nos deja apegarnos a las
riquezas. Si Cristo por nosotros no se perdonó a Sí mismo ¿de qué castigo no
seremos dignos si nos adherimos a las riquezas y descuidamos el alma, por la
que El no se perdonó a sí mismo? Instituyó Dios que los judíos anualmente
celebraran fiestas para recordar sus beneficios; pero a ti te los recuerda
diariamente, mediante estos misterios sagrados. No te avergüences de la
cruz, porque estos son nuestros motivos de honor, estos son nuestros
misterios, este don es nuestro ornato de él nos gloriamos! Si yo dijera que
Dios extendió los cielos y la tierra y derramó los mares y envió profetas y
ángeles, no habré dicho nada que iguale a este misterio. Porque este es el
resumen de todos los bienes: que no haya perdonado a su propio Hijo para
salvar a los que le eran enemigos.
En consecuencia, que no se acerque a esta mesa ningún judas, ningún Simón
Mago, pues ambos perecieron por su avaricia. Huyamos de semejante abismo. No
pensemos que nos basta para la salvación el que, tras de haber despojado a
viudas y pupilos, ofrezcamos al altar cálices de oro con adornos de piedras
preciosas. Si quieres de verdad honrar este santo Sacrificio, ofrece tu alma
por la que Cristo fue inmolado. A ella hazla de oro. Pero si es de calidad
inferior al plomo y aun al barro ¿qué lucrarás con que el cáliz sea de oro?
No cuidemos, pues, únicamente de ofrecer c��lices de oro, sino que éstos sean
fabricados de lo adquirido en justo trabajo. Entonces serán más preciosos
que el oro, pues provendrán no de avaricias ni de rapinas. No es la iglesia
orfebrería ni platería, sino reunión de ángeles; de manera que lo que
necesitamos son almas, ya que los cálices Dios los admite en vista de las
almas. No era de plata la mesa aquella ni de oro el cáliz aquel en que
Cristo dio su sangre a los discípulos; y sin embargo, mesa y cáliz eran a la
vez preciosos y temibles, porque todo estaba lleno del Espíritu Santo.
?Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando anda desnudo.
No lo vayas a honrar aquí dentro con panos de seda, mientras allá fuera lo
olvidas a El, afligido del frío y la desnudez. El que dijo: Esto es mi
cuerpo, 130 y de verdad realizó lo que decía, ese mismo dijo también: Me
visteis hambriento y no me disteis de comer; y también: Cuando no lo
hicisteis con uno de estos pequenuelos, conmigo no lo hicisteis. 131 El
cuerpo sagrado no necesita aquí de vestido, sino de una alma pura; en cambio
allá fuera necesita de muchos cuidados. Aprendamos a ser sabios y a honrar a
Cristo en la forma que él quiere. Porque para quien recibe honor, el honor
más grato es aquel que él mismo desea y no el que nosotros ideemos. Pensaba
Pedro honrar a Cristo cuando le impedía lavarle los pies; pero eso que él
intentaba no era honor, sino todo lo contrario. Pues también tú hónralo en
la forma que El mismo ordenó con ley, repartiendo tus riquezas con los
pobres. No necesita Dios de vasos de oro, sino de almas de oro.
Y no digo esto para prohibir que semejantes dones se ofrezcan, sino
rogándoos que juntamente con ellos y aun antes que ellos, se haga limosna.
Cristo acepta esos dones, pero mucho más la limosna. Porque en esos dones
solamente el que los ofrece saca utilidad, pero en la limosna también el que
lo recibe. En aquéllos puede haber ocasión de vanagloria y vana ostentación;
pero en la limosna solamente hay benignidad. ¿Qué utilidad se sigue de que
la mesa de Cristo esté cargada de vasos de oro, mientras El perece de
hambre? Antes que nada sacia tú al hambriento, y luego, de lo sobrante,
adorna a Cristo en su mesa. ¿Cáliz de oro fabricas y no das un vaso de agua?
¿Qué necesidad hay de ornamentar la mesa con telas tejidas de oro y en
cambio no dar a Cristo ni siquiera lo necesario para el indispensable
vestido? ¿qué utilidad se saca de eso? Porque, ven acá y dime: si vieras tú
a uno privado del necesario sustento, pero dejándolo así muerto de hambre,
te pusieras a adornar la mesa revistiéndola de oro y nada más hicieras ¿te
daría ese pobre las gracias? ¿acaso no más bien se encolerizaría? Y ¿qué si
lo vieras vestido de ropas desgarradas y aterido de frío y tú, omitiendo
darle vestido, le erigieras columnas de oro y pregonaras ser en su honor lo
que hacías? ¿Acaso no pensaría que lo burlabas y que le hacías la mayor de
las injurias? Pues piensa del mismo modo acerca de Cristo, cuando pasa El
errabundo y necesitado de hogar; mientras que tú, tras de negarle el
hospedaje, te pusieras a exornar el pavimento y los capiteles y las columnas
y a suspender lámparas con cadenas de plata; y a él, encarcelado y atado, ni
siquiera te dignaras dirigirle una mirada.
Y no digo esto para prohibir que semejantes adornos se empleen, sino para
que juntamente se cuide de ambas cosas. Más aún: yo os exhorto a que primero
hagáis las limosnas y después lo demás. A nadie se le ha acusado por no
haber proporcionado semejantes adornos; mientras que a quienes descuidan la
limosna, les está preparada la gehenna y el fuego inextinguible y han de
tolerar semejante suplicio en companía de los demonios. No por adornar tu
casa, descuides a tu hermano que se halla en aflicción: porque él es templo
más precioso que este otro material. De éste pueden arrancar los cimientos
los reyes paganos, los tiranos, los ladrones; pero cuanto hagas benignamente
por tu hermano hambriento, peregrino, desnudo, no puede arrebatarlo ni el
demonio mismo, sino que queda guardado en el tesoro aquel intangible.
?Qué dice Jesús?: A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a Mí
no siempre me tendréis. 132 Esto sobre todo debe movernos a misericordia:
que no siempre, sino solamente en esta vida, tendremos a Cristo hambriento.
Y si quieres penetrar el sentido íntegro de su sentencia, óyelo. Esto no lo
dijo a los discípulos, aun cuando así parezca, sino que fue acomodado a la
debilidad de la mujer aquella. Por ser aún imperfecta y porque ellos la
molestaban, habló así a fin de consolarla. Y se ve claro por lo que dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Que a El siempre lo tengamos con nosotros,
El mismo lo afirmó: Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del
mundo. 133 Queda pues en claro, de todo eso, que Cristo no dijo aquello sino
para que la reprensión de los discípulos no danara la fe que brotaba en
aquella mujer.
No opongamos, pues, este pasaje, que fue dicho en aquellas circunstancias;
sino que, leyendo cuantas leyes hay en el Antiguo Testamento y en el Nuevo,
pongamos gran cuidado en hacer limosna. Esto limpia del pecado. Pues dice
Cristo: Dad limosna y todo será puro para vosotros 134 Ella vale más que los
sacrificios, pues dice: Misericordia quiero y no sacrificio. 135 Ella abre
los cielos, pues al centurión Cornelio le dijo el ángel: Tus oraciones y
limosnas han sido recordadas ante Dios. 136 Más necesaria es la limosna que
la virginidad, pues por haber olvidado aquélla las vírgenes necias fueron
excluidas del tálamo, mientras las otras eran recibidas.
Sabiendo todo esto, sembremos largamente para recoger con mayor abundancia;
y que así consigamos los bienes futuros, por gracia y benignidad de nuestro
Senor Jesucristo, a quien sea la gloria por todos los siglos. Amén.
HOMILIA LI (LII)
Entonces se acercaron a Jesús fariseos y escribas venidos de Jerusalén,
diciendo: ¿Por qué tus discípulos, etc. (Mt 15, 1).
ENTONCES. ¿Cuándo? Cuando hizo infinitos milagros; cuando curó a los
enfermos al contacto de la orla de su vestido. Declara el tiempo el
evangelista para manifestar la enorme perversidad de aquellos hombres que
por nada cedían. ¿Qué significa eso de fariseos y escribas venidos de
Jerusalén? Lo dice porque aun cuando estaban dispersos entre todas las
tribus y divididos en las doce partes, pero los de Jerusalén eran los más
perversos, porque disfrutaban de más crecidos honores y eran muy arrogantes.
Observa cómo por su mismo modo de preguntar quedan cogidos. Porque no dicen:
¿por qué traspasan la Ley de Moisés? sino: la tradición de los ancianos. Por
aquí se ve que los sacerdotes habían metido muchas innovaciones, a pesar de
que Moisés con terrores grandes y muchas amenazas había prohibido que algo
se anadiera o quitara a la Ley: No anadirás nada a lo que yo os prescribo ni
nada quitarás. 137 Sin embargo, ellos anadían novedades como era eso de no
comer sin lavarse las manos y sin lavar las copas y vasos de bronce y
purificarse. Y precisamente cuando ya era tiempo de eximirse de tales
observancias fue cuando ellos más se ataron a ellas. Temían que alguien les
arrebatara el principado y anhelaban hacerse más temibles con su papel de
legisladores.
Llegó a tales términos la perversidad que sus preceptos se guardaban y en
cambio se violaba la Ley de Dios. Y en tal manera se habían impuesto, que
era pecado violar sus mandamientos. Había en esto una doble falta: que
introducían innovaciones y que, sin tener en cuenta lo de Dios, vindicaban
en forma tan rígida lo suyo. Ahora, haciendo a un lado lo de las medidas y
lo de las copas de bronce, que eran cosas ridículas, traen al medio lo que
les pareció de mayor importancia; y esto con el objeto, según me parece, de
concitar contra Cristo la cólera del pueblo. Por lo mismo, trajeron a la
memoria los ancianos, como si Cristo los despreciara, y tomar de aquí
ocasión de acusarlo.
Nosotros debemos ante todo examinar por qué los discípulos comían sin
lavarse las manos. ¿Por qué causa comían así? No lo hacían deliberadamente y
con torcida intención, sino que para atender a lo necesario omitían lo
superfluo. Tampoco tenían como ley el comer con las manos lavadas o sin
lavar, sino que hacían lo uno y lo otro según se presentaba la ocasión. Si
no se cuidaban del necesario sustento ¿por qué se iban a cuidar con
diligencia de eso otro? Como esto aconteciera a los discípulos muchas veces
en que de pronto y como fortuitamente tenían que hacerlo, por ejemplo cuando
comían en el desierto y cuando arrancaron las espigas, los escribas y
fariseos, que siempre descuidaban lo importante y en cambio cuidadosamente
procuraban lo superfluo, tomaron ocasión de aquello como si fuera un pecado,
para acusar a Cristo. ¿Qué hace Jesús? No atiende a eso ni rechaza la
acusación, sino que al punto los recrimina, con el objeto de reprimir su
audacia. Y para manifestar que quien cae en pecados mayores no debe tan
cuidadosamente indagar las faltas pequenas de otros. Como si les dijera:
Vosotros que debíais ser acusados, acusáis.
Quisiera yo que consideres cómo Jesús, cuando quiere abrogar alguna de las
prescripciones legales, lo hace como si quisiera excusarse. Y así procede
ahora. Porque no procede inmediatamente a tratar de las transgresiones, ni
dice: Esto no tiene importancia, pues habría vuelto a los escribas y
fariseos más feroces aún, sino que primero les humilla su audacia, trayendo
al medio un crimen de ellos mucho mayor y echándoselo en cara. Tampoco dice
de ellos que obren rectamente en las transgresiones para no darles
agarradera, ni los reprende para no parecer que confirma la Ley, ni tampoco
acusa a los ancianos como perversos y malos, pues lo habrían odiado como a
querelloso; sino que haciendo a un lado todo eso, echa por otro camino.
Aparentemente parece redargüir a los que se le acercaron, pero en el fondo
alude a los que semejante ley pusieron, sin nombrar para nada a los
ancianos, aunque reprobándolos también a éstos en la acusación que pone
contra aquéllos y pone de manifiesto que cometen un doble pecado: el no
obedecer a Dios y el proceder así por agradar a los hombres.
Como si les dijera: precisamente esto es lo que os ha perdido, que en todo
obedezcáis a los ancianos. No lo dice claramente, pero lo deja entender
cuando les responde: ¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios por
vuestras tradiciones? Pues Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien
maldijere a su padre o a su madre sea muerto. 138 Pero vosotros decís: Si
alguno dijere a su madre: Cuanto de mí pudiere aprovecharte sea ofrenda, ése
no tiene que honrar a su padre; y habéis anulado la palabra de Dios por
vuestra tradición. No dice por la tradición de los ancianos, sino vuestra, y
también: vosotros decís. No dice ancianos para que la contestación resultara
menos molesta. Pues los escribas y fariseos intentaban demostrar que los
discípulos eran transgresores de la Ley, Cristo les prueba que son ellos los
transgresores verdaderos, y que los discípulos están libres de culpa. Ni es
ley lo que los hombres establecen, y por eso la llama tradición, que es cosa
propia de hombres en exceso perversos. Y como el mandato de lavarse las
manos no era contrario a la Ley, El les trae al medio otra tradición que sí
era contraria a la Ley.
Lo que dice Jesús significa lo siguiente. Los escribas y fariseos ensenaron
a los jóvenes, so capa de piedad, a despreciar a sus padres. ¿Cómo y por qué
medio? Si algún padre decía a su hijo: dame esa oveja que tienes, o ese
ternero u otra cosa cualquiera, el hijo respondía: Eso que quieres que te dé
es don prometido a Dios y tú no puedes recibirlo. De donde se seguía un
doble mal. Pues ni lo daban a Dios y en cambio defraudaban a sus padres bajo
la excusa de ser aquello oblación hecha a Dios; de manera que les hacían
injusticia en nombre de Dios, y a Dios en nombre de los padres. Pero Jesús
no les dice esto al punto, sino que primero les recuerda la Ley, por la que
Dios manifiesta su voluntad absoluta de que se honre a los padres. Porque
dice: Honra a padre y madre para que vivas largo tiempo sobre la tierra. Y
también: Quien maldijere a su padre o a su madre, muera. Cristo, dejando a
un lado el premio que recibirán los que honren a sus padres, enuncia lo que
es más tremendo, o sea el castigo que recibirán los que no los honren. Y lo
hace tanto para apartarlos de ese crimen como para atraer a los que sean
prudentes. Además por aquí hace a los escribas y fariseos dignos de muerte.
Porque si quien con palabras no honra a sus padres es castigado, mucho más
lo seréis vosotros: como si les dijera -pues los deshonráis con obras. Y no
sólo los deshonráis, sino que ensenáis lo mismo a otros.
Entonces ¿por qué vosotros, que ni aun debíais estar entre los vivos,
acusáis a los discípulos? No es de maravillar que contra mí, a quien hasta
ahora no conocíais, os mostréis tan rijosos cuando lo mismo hacéis respecto
de vuestros padres. Porque por todas partes afirma y demuestra que de esta
raíz les ha nacido toda su arrogancia. Hay algunos que interpretan este
pasaje de otro modo, es decir, aquello de: Cuanto de mí pudiere aprovecharte
sea ofrenda. Es decir: No te debo honor alguno; si te honro lo hago sin
obligación, puesto que todo podía yo convertirlo en oblación a Dios. Pero
Cristo aquí no trató de esa forma de injuria. Marcos lo dice más claro:
Corbán, esto es ofrenda, sea todo lo que de mí pudiera serle útil, 139 que
propiamente no significa don o regalo, sino oblación en sentido estricto.
Una vez que Cristo les demostró que quienes pisoteaban la ley de Dios no
tienen derecho a reprender a otros, por haber traspasado la tradición de los
ancianos, luego aduce la prueba con las palabras del profeta. Y tras de
haberlos redargüido con vehemencia, prosigue adelante, como lo hace siempre
citando las Escrituras, para demostrar además que El está de acuerdo con la
palabra de Dios. ¿Qué es lo que dice el profeta?: Este pueblo se me acerca
sólo de palabra y me honra sólo con los labios, mientras que su corazón está
lejos de mí; y su temor de mí no es sino un mandamiento humano. 140?Ves cuán
exactamente consuena la profecía con lo dicho, y cómo ya de antiguo predice
la perversidad de ellos? Lo que ahora Cristo dice acusándolos eso mismo ya
anteriormente lo había dicho Isaías, o sea que despreciaban los mandatos de
Dios.
Porque dice: Sólo me honra con los labios, mientras que cuidan grandemente
de sus propios preceptos, ensenando mandatos de hombres. Con razón, pues,
los discípulos no los guardan. Dado este golpe mortal y reforzada su
acusación por los hechos, las propias sentencias de ellos y lo del profeta,
ya no se ocupa de aquellos escribas y fariseos, puesto que era imposible
enmendarlos; sino que se vuelve con su discurso a las turbas para exponerles
una verdad sublime, grande, llena de alta sabiduría. Y tomando pie de lo
dicho, explicó algo más eximio aún y excluyó la diferencia de alimentos.
Pero atiende a la ocasión. Habiendo limpiado al leproso, removió la ley del
sábado, se declaró rey de tierras y mares, estableció leyes, perdonó
pecados, resucitó muertos y dio infinitas pruebas de su divinidad; y
finalmente ahora habla de los alimentos. Porque todo el judaísmo a esto se
había reducido; y si esto suprimes, a todo él lo habrás suprimido. Porque
partiendo de aquí demuestra que también es necesario abrogar la
circuncisión. Aunque esto último no lo aclaró por entonces, por ser un
precepto más antiguo y que con mayor reverencia y piedad se guardaba. Más
adelante lo abrogó por medio de sus discípulos. Era un precepto tan magno
que cuando los discípulos quisieron abrogarlo, pasado ya mucho tiempo,
comenzaron por practicarlo y hasta al fin lo abolieron.
Considera en qué forma Cristo induce la ley. Dice el evangelista: Y llamando
en seguida a la multitud, les dijo: Oíd y entended. Porque no simplemente lo
anuncia a las turbas, sino que primero procura, mediante el honor y la
oficiosidad, ganar atención para sus palabras. Esto es lo que deja entender
el evangelista cuando dice: Y llamando enseguida. Lo mismo procura
aprovechando la oportunidad del tiempo. Una vez que había refutado
victoriosamente a los escribas y fariseos y los había confundido con la
autoridad del profeta, entonces comienza a legislar, o sea cuando más
fácilmente podían captar lo que les decía. Y no sólo llama a las turbas,
sino que las hace atentas diciendo: Entended, es decir, meditad, levantad
vuestros ánimos, porque digna es de atención la ley que luego quedará
escrita.
Porque si ellos, fuera de oportunidad, quebrantaron la ley por causa de su
tradición y vosotros les habéis dado oídos, mucho más conviene que ahora me
oigáis a mí que oportunamente os llevo a más alta sabiduría. No dijo: la
distinción de alimentos nada es; ni tampoco: Moisés erróneamente mandó eso;
ni tampoco: lo hizo para acomodarse a vosotros; sino que, entre amonestando
y aconsejando y apoyándose en la naturaleza de las cosas, les dijo: No es lo
que entra por la boca lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de la
boca. Atendiendo a la naturaleza de las cosas, profiere su ley y establece
su parecer. Cuando esto oyeron no lo contradijeron ni le alegaron y
objetaron: ¿Qué es lo que dices? Habiendo Dios dado innumerables preceptos
acerca de la discriminación de alimentos ¿tú ahora estableces esta ley? Sino
que, puesto que con vehemencia los había reprimido, no solamente
refutándolos sino poniendo de manifiesto su dolo y revelando lo que ellos a
ocultas tramaban y los secretos de sus corazones, se apartaron en silencio.
Pero tú considera cómo ni en público ni claramente había Cristo hablado de
los alimentos. Por esto ni siquiera los nombró diciendo alimentos, sino: Lo
que entra no mancha al hombre. Cosa que podían ellos suponer referirse a las
manos no lavadas. Hablaba de los alimentos, pero podía entenderse de las
manos no lavadas. Pues tan sagrada era la discriminación de alimentos, que
aun después de la resurrección, Pedro decía: Senor, nunca he comido nada
común o inmundo. 141 Pues aun cuando esto lo decía por causa de otros y
preparándose una defensa contra sus acusadores y mostrar así que se había
resistido, sin embargo con esto demuestra la gran estima y cuidado que en la
discriminación de animales se tenía.
Por eso Cristo a los comienzos no habló claramente acerca de los alimentos,
sino que dijo: Lo que entra por la boca. Y también cuando luego más
claramente parece haber hablado, no lo dio a entender sino hacia el fin,
cuando dijo: Pero comer sin lavarse las manos eso no contamina al hombre;
como si por aquí comenzara su discurso y que las otras cosas solamente las
había intercalado. Por eso no dijo: la comida de los alimentos no contamina
al hombre, sino que habló como si tratara de otra cosa, para que nada le
pudieran objetar. Anade el evangelista que oyendo esto se escandalizaron, no
ciertamente las turbas, sino los fariseos. Porque dice: Se le acercaron los
discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos al oírte se han
escandalizado? Y sin embargo, Cristo nada había dicho contra ellos. Y ¿qué
hace Cristo? No se pone a contradecir el escándalo, sino que los increpa
diciendo: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será arrancada.
Porque sabía él muy bien cuándo se ha de despreciar el escándalo y cuándo
no. Porque en otra parte dice: Mas, para no escandalizarlos, vete al mar y
echa el anzuelo. 142 Aquí, en cambio, dice: Dejadlos, son ciegos y guías de
ciegos. Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la fosa.
Lo que dijeron los discípulos no fue tanto porque se condolieran de los
fariseos, sino porque ellos mismos sentían un poco de turbación. Pero como
no se atrevían a decirlo de sí mismos, querían aclarar la cosa contándola
como de otros, Y que esto sea así, oye cómo el fervoroso Pedro, que siempre
se adelantaba a los demás apóstoles, le dice: Explícanos esta parábola.
Declaraba así la turbación de su ánimo, pero sin atreverse a decir
abiertamente que aquello le molestaba, sino rogando que mediante la
interpretación se le apaciguara su turbación. Pero entonces él a su vez fue
reprendido. ¿Qué le dijo Cristo?: Toda planta que no ha plantado mi Padre
celestial será arrancada.
Los enfermos de maniqueísmo alegan este pasaje como dicho de la Ley; pero
con lo que ya explicamos les quedan cerradas las bocas. Si de la ley lo
decía ¿cómo es que poco antes la defendió y argumentó en su favor diciendo:
Por qué traspasáis vosotros el mandato de Dios por vuestras tradiciones? ¿Cómo es que alega el testimonio del profeta que dice: Este pueblo me honra
con los labios, etc.? !No! !esto lo afirma hablando de ellos y de sus
tradiciones! Pues si Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre ¿cómo puede
ser que lo que El dijo no sea implantación de Dios? También lo que sigue
demuestra que Cristo hablaba de los fariseos y de sus tradiciones. Porque
anade: Son ciegos y guías de ciegos. Si hubiera tratado de la Ley, habría
dicho que ella es guía de ciegos. Pero no dijo así, sino: Son ciegos y guía
de ciegos, vindicando así a la Ley de toda acusación y refiriéndolo todo a
ellos. En seguida, para apartarles las turbas y que no las despenaran al
abismo, dice Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya.
Gran mal es la ceguera. Pero ser ciego y no tener guía y además ofrecerse
como guía es doble y triple crimen. Pues si es cosa peligrosísima que el
ciego no tenga guía, es más peligroso aún que él se ofrezca como guía. Y ¿qué hace Pedro? No dijo:
¿por qué has dicho eso? Sino que pregunta como si
le molestara la oscuridad de lo dicho. Ni dice ¿por qué has hablado en
contra de la Ley? Pues temía que lo tuvieran por escandalizado. Tal es el
motivo de que hable como si la cosa fuera oscura. Pero es cosa clara que no
lo dijo por la oscuridad del dicho, sino por haberse escandalizado, ya que
en lo dicho no había tal oscuridad.
Por esto Cristo lo increpa y dice: ¿Tampoco vosotros entendéis? Quizá las
turbas no entendieran lo que Cristo decía, pero los discípulos sí se
escandalizaron. Por lo cual al principio, como si preguntaran acerca de los
fariseos, pedían una explicación. Pero cuando le oyeron que pesadamente
conminando decía: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será
arrancada; y luego: Son ciegos y guías de ciegos, se contuvieron. Por su
parte Pedro, siempre ardoroso, ni aun así pudo callar, sino que dijo:
Explícanos esta parábola. Cristo le responde con vehemencia: ¿Tampoco
vosotros entendéis? ¿No comprendéis? Lo dijo en tono de reprensión para
quitarles el prejuicio y opinión preconcebida. Y no terminó aquí, sino que
anadió: Todo lo que entra por la boca va al vientre y se expele en la
letrina. Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso hace impuro
al hombre. Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos
testimonios, las blasfemias. Esto es lo que contamina al hombre; pero comer
sin lavarse las manos, eso no contamina al hombre.
?Observas con cuánta vehemencia los increpa? Además toma sus argumentos de
la naturaleza misma de las cosas, para de este modo rectificarles sus ideas.
Pues cuando dice: Va al vientre y se expele en la letrina, todavía les habla
en el bajo sentido de los judíos, pues dice que esas cosas no permanecen en
el hombre, sino que se expelen. Pero aun cuando permanecieran, no manchan al
hombre. Pero esto aún no podían entenderlo. Por esto el legislador le
concede tanto tiempo cuanto el alimento permanece dentro; pero cuando ya ha
salido, no, sino que ordena por la tarde lavarse y estar limpios, midiendo
cuidadosamente el tiempo de la digestión y de la expulsión.
En cambio, lo del corazón, dice, permanece dentro, y cuando sale es cuando
mancha y no mientras está dentro. Y pone en primer lugar los malos
pensamientos, que era lo propio de los judíos. Y no argumenta aún por las
leyes naturales, sino por lo que sale del vientre y del corazón, y de que
unas cosas sale y otras no. Pues unas cosas de fuera entran y salen de
nuevo; otras, en cambio, nacidas dentro, cuando salen, manchan; y sobre todo
al salir. Pero ellos no podían aún entender esto con la debida sabiduría,
como ya dije. Marcos anade que Cristo lo dijo para declarar puros todos los
alimentos. Pero Cristo no dijo abiertamente que comer tales alimentos no
mancha al hombre; sin duda porque no le hubieran dado oídos si tan
claramente les hablara.
Aprendamos, pues, qué cosas manchan al hombre: sepámoslo y apartémoslas.
Porque veo que hay en la iglesia una costumbre de venir con los vestidos muy
limpios y con las manos lavadas, pero en cambio, no se preocupan de
presentar al Senor una alma limpia. Y no lo digo prohibiendo lavarse las
manos o la boca, sino que yo prefiero que os lavéis no con agua, sino como
debe ser con el bano de las virtudes. Las suciedades de la boca son las
maldiciones, las blasfemias, las querellas, las palabras llenas de ira u
obscenas, los chistes y payasadas. Si tienes conciencia de no haber dicho
tales cosas y que no estás manchado con semejantes horruras, acércate
confiadamente. Pero si en esto tienes innumerables manchas ¿para qué en vano
te lavas con agua la lengua, mientras llevas en ella esas mugres daninas y
perniciosas? Porque, dime: ¿Si tuvieras en tus manos estiércol y lodo te
atreverías a orar? !De ningún modo! Y sin embargo, eso no causa dano alguno;
mientras que lo otro es danosísimo. Entonces ¿por qué en lo que es
indiferente te muestras pío, mientras que eres negligente en lo que está
prohibido? Dirás: ¿qué pues? Entonces: ¿no se ha de orar? En verdad que es
necesario, pero no manchado con horruras, no cubierto de tanto lodo. Pero ¿y
si por casualidad he caído? !Límpiate! ¿Cómo?' Llora, gime, haz limosna,
ponte de acuerdo con aquel a quien injuriaste, reconcíliate con él, limpia
tu lengua, para que no irrites a Dios más gravemente.
Si alguien se te acercara como suplicante a tocar tus pies con las manos
llenas de excremento, sin duda que no sólo no lo oirías, sino que a
puntapiés lo rechazarías. Entonces ¿cómo te atreves a presentarte así a
Dios? Porque manos del que suplica es la lengua y con ella toca las rodillas
de Dios. !No la manches, para que no te diga: Cuanto multiplicáis las
plegarias yo no escucho! 143 Y también: La muerte y la vida están en el
poder de la lengua. 144 Y además: Pues por tus palabras serás declarado
justo o por tus palabras serás condenado. 145 Guarda, pues, tu lengua más
que la pupila de tus ojos. Corcel regio es la lengua. Si le pones freno y la
ensenas a caminar rítmicamente, el rey se sentará en ella con quietud; pero
si la dejas ir sin freno y que ande saltando, será cabalgadura del diablo y
de los demonios. Cuando tú has dormido con tu mujer, cosa que no es pecado,
no te atreves a orar; y en cambio, tras de la querella y las injurias,
merecedoras de la gehenna ¿te atreves a levantar en oración tus manos antes
de purificarte? Pero yo pregunto: ¿cómo es que no te horrorizas? ¿No oyes a
Pablo que dice: El matrimonio sea tenido por todos en honor y la unión
conyugal sea sin mancha? 146 Pues si levantándote de esa unión que es sin
mancha, no te atreves a orar, cuando lo haces de una unión diabólica ¿cómo
te atreves a invocar aquel tremendo y venerando nombre? Porque lecho del
demonio es querer lavarse con oprobios y querellas. 147 La ira a la manera
de un danino adúltero, nos acomete con gran deleite y arroja en nosotros
simientes perversas y engendra enemistades diabólicas y hace todo lo
contrario del desposorio. Porque el desposorio hace que dos sean uno en una
carne, mientras que la ira a los que estaban unidos los separa y aun rasga y
hiere al alma misma. En consecuencia, para que te acerques confiadamente a
Dios, no des cabida a la ira que te acomete, sino apártala como se hace con
un can rabioso. Pues Pablo ordenó: Levantando las manos puras, sin ira ni
discusiones.
No manches tu lengua, pues ¿rogará ella por ti no teniendo ya tú confianza?
Adórnala con la modestia y la humildad en las palabras; hazla digna de Dios
a quien ella ruega; llénala de bendiciones mediante la limosna. Porque
también con la lengua puedes hacer limosna. Pues dice el Eclesiástico: La
buena palabra es mejor que el don; 148 y también: Responde al pobre con
mansedumbre y con palabras amables. Y el resto del tiempo, adórnala con la
narración de las leyes divinas. Tu conversación sea toda según la ley del
Altísimo. Acerquémonos al Rey eterno adorándolo en esta forma y caigamos en
sus rodillas no sólo corporalmente, sino también con la mente. Pensemos a
quién nos acercamos y en favor de quiénes y con qué finalidad. Nos acercamos
a Dios ante el cual los serafines apartan su rostro porque no pueden
soportar su esplendor, y a quien la tierra al verlo tiembla. Nos acercamos a
Dios que habita en una luz inaccesible. Nos acercamos para que nos libre de
la gehenna y para alcanzar perdón de nuestros pecados; para vernos libres de
aquel intolerable suplicio; y para conseguir el Cielo con todos los bienes
que allá están preparados.
Postrémonos, pues, ante El con el cuerpo y con la mente, para que El, a
nosotros postrados, nos levante. Hablémosle con toda modestia y mansedumbre.
Preguntarás: ¿quién hay tan miserable e infeliz que no sea humilde en su
oración? El que al orar lanza maldiciones contra sus prójimos y está lleno
de furor y clama contra sus enemigos. Si quieres acusar, acúsate a ti mismo.
Si quieres aguzar la espada de tu lengua, agúzala contra ti mismo, contra
tus pecados. No hables del mal que otro te ha causado, sino del mal que tú
le has hecho: lo contrario sería el mayor de los males. Porque nadie puede
danarte si tú no te danas a ti mismo. Si quieres, pues, levantarte contra
los que te danan, levántate primero contra ti mismo. Nadie te lo impide. Si
acometes a otros saldrás con mayor dano.
Pero ¿qué injuria que se te haya hecho puedes alegar? Dirás que fulano me
injurió, me arrebató mis bienes, me puso en peligro. Pero esto, si estamos
vigilantes, no nos es danoso, porque todo eso puede sernos de gran provecho.
El danado es aquel que causó esos males, no el que los sufre. Y esto sobre
todo es causa de todos los males: que no caemos en la cuenta de quién es el
que dana y quién el danado. Si bien lo supiéramos, nunca nos vengaríamos,
nunca pecaríamos contra otro, sabiendo ya que nadie puede danarnos. Que no
es dano ser robado, sino robar. Si robaste, acúsate a ti mismo; si otro robó
lo tuyo, ora por el ladrón, pues en gran manera te ha aprovechado. Pues aun
cuando él no pensara en aprovecharte, tú, si con fortaleza lo sufres, habrás
logrado máximas utilidades. Al ladrón las leyes divinas y humanas lo llaman
mísero, mientras que a ti, como a danado, te celebran y te coronan.
Si uno que padece fiebre arrebata a otro un vaso lleno de agua y así
satisface su danoso deseo de beber, nunca diremos que ha sido danado por
aquel a quien arrebató el vaso, sino que se ha danado a sí mismo aquel que
lo arrebató, porque a sí mismo se aumentó el ardor de la fiebre e hizo más
grave su enfermedad. Piensa tú lo mismo acerca del codicioso de dineros y
riquezas. Porque éste, más aún que el enfermo de fiebre, con la rapina
enciende su propia llama. Si alguno furioso arrebata a otro la espada y con
ella se atraviesa ¿quién es el que recibe dano? ¿aquel a quien arrebató la
espada o aquel que la arrebató? Ciertamente éste. Pues pensemos lo mismo
acerca del robo de las riquezas. Lo que es la espada para el loco, eso son
las riquezas para el avaro.
Y aun son más danosas. Porque el que está loco furioso y se traspasa con la
espada, al fin queda libre de su locura y no recibe va nuevas heridas. En
cambio, el avaro, día por día recibe nuevas y más graves heridas, sin que se
vea libre de semejante locura; antes bien, la aumenta cada día. Cuantas más
son las heridas que recibe, tanto mayor ocasión presenta de recibir otras
mayores. Considerando estas cosas, huyamos de semejante espada, de semejante
locura; y aunque sea tardíamente, vigilemos. Razonablemente a tal virtud le
damos el nombre de continencia, no menos que a la otra que así comúnmente se
llama. Porque en ésta se lucha contra la tiranía de una sola concupiscencia;
pero en aquélla otra se hace necesario vencer muchas y variadas
concupiscencias. Nadie hay más necio !nadie! que quien es esclavo de la
riqueza. Cree que reina y es súbdito; le parece que senorea y es siervo;
cuando se ata con cadenas, se goza; mientras vuelve cada vez más feroz a la
fiera, se alegra; mientras es llevado cautivo, salta de gozo; mientras ve al
can atacado de rabia y que acomete a su alma, mientras convenía encadenarlo
y domarlo por el hambre, él largamente lo alimenta, para que con mayor
vehemencia lo acometa y se torne más feroz.
Pues bien: pensando todo esto, rompamos las ataduras, demos muerte a la
fiera, echemos de nosotros semejante enfermedad, librémonos de esa locura,
para que disfrutemos de tranquilidad y tengamos verdadera salud; y así con
abundante placer lleguemos al puerto sereno y sin olas, y alcancemos los
bienes eternos. Ojalá que todos los obtengamos por gracia y benignidad de
nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LII (LIII)
Salió de ahí Jesús y se retiró a los términos de Tiro y de Sidón. Una mujer
cananea de aquellos contornos comenzó a gritar diciendo: Ten piedad de mí,
Senor, Hijo de David: Mi hija es malamente atormentada por el demonio.
Marcos, por su parte, dice que él no pudo ocultarse cuando fue a una casa.
149
?POR QUÉ Cristo fue a aquellas partes? Una vez que liberó a las turbas de la
falta de alimentos, siguiendo la misma línea de conducta fue para abrir la
puerta del reino a los gentiles. Como lo hizo Pedro cuando se le ordenó
derogar esa ley de los alimentos, pues enseguida fue enviado a Cornelio. Y
si alguno preguntara: ¿cómo es que habiendo dicho Cristo a los apóstoles: No
vayáis a los gentiles, 150 ahora El va a ellos? le responderemos en primer
lugar que Cristo no estaba obligado a guardar ese precepto, dado por El a
los discípulos. En segundo lugar, que en realidad no fue allá precisamente
para predicarles. Dando a entender esto, dice Marcos que no pudo permanecer
oculto aun cuando se escondió.
Así como el orden de las cosas pedía que no fuera Él el primero en
acercárseles, así también no decía con su bondad rechazarlos cuando iban a
El. Si era conveniente ir en busca de los que huían, mucho más conveniente
era no huir de los que lo buscaban y seguían. Advierte cómo aquella mujer es
digna de cualquier beneficio. No se atrevió a ir a Jerusalén por temor y por
no creerse digna de ello. Pues si tal temor no la hubiera cohibido, sin duda
habría ido allá, como parece claro por la urgencia que al presente
demuestra, y porque salió de los términos de su país. Hay algunos que
explican esto alegóricamente; y dicen que cuando Jesús salió de Judea,
entonces se atrevió a acercárseles la Iglesia, saliendo ella misma de sus
confines. Porque dice en un salmo: Olvídate de tu pueblo y de la casa de tu
padre. 151 Salió Cristo de su país y también la mujer salió de su país, y
así pudieron dialogar. Pues dice el evangelista: Una mujer cananea, habiendo
salido de los términos de su país. Acusa el evangelista a esa mujer para
hacer ver el milagro y para más enaltecerla. Porque al oír que es cananea
debes recordar que aquella gente malvada había arrancado de raíz hasta los
fundamentos mismos de la ley natural. Y al recordarlo, piensa en la virtud y
fuerza del advenimiento de Cristo. Pues los que habían sido arrojados de en
medio de los judíos para que a éstos no los pervirtieran, ahora se tornan
mejores que los judíos, hasta el punto de salir de su país para acercarse a
Cristo, mientras los judíos lo rechazaban, siendo así que para ellos había
venido.
Se acercó, pues, la mujer y no dijo sino:!Compadécete de mí! y con su clamor
suscitó un gran espectáculo. Porque gran espectáculo era contemplar a
aquella mujer gritando con tan crecido afecto; ver a una madre suplicando
por su hija; por su hija, repito, que tan intensamente sufría. No se atrevió
a llevar a la posesa a la presencia del Maestro, sino que la dejó en su casa
y se presentó ella como suplicante, y únicamente representó el caso, sin
anadir nada más. Tampoco se atrevió a llevar a su casa al Médico, como el
príncipe aquel que decía: Ven e imponle las manos y baja antes de que muera
mi hija; sino que, habiendo expuesto su desgracia y lo terrible del
padecimiento, con grandes clamores implora la misericordia del Senor.
Y no dice: Compadécete de mi hija, sino: Compadécete de mí. Como si dijera:
ella no se da cuenta de su enfermedad, pero yo estoy inmensamente
atormentada y siento como propia su enfermedad y al verla enloquezco. Pero
él no le contestó ni una palabra. !Cosa más nueva e inaudita! A los judíos
Cristo los atrae aun siendo ellos ingratos; aun blasfemando ellos, les
ruega. En cambio, a esta mujer que lo busca, le ruega, le suplica, y que no
ha sido instruida en la Ley ni en los profetas, y que por otra parte
demuestra tan gran piedad, ni siquiera se digna responderle. ¿Quién no se
habría dado por ofendido al ver un comportamiento tan contrario a la fama de
Cristo? Había ella oído que Jesús recorría las villas curando las
enfermedades; pero ahora, cuando ella se le acerca, él la rechaza. Por otra
parte, ¿a quién no habría conmovido aquel padecimiento y aquellas súplicas
que la mujer hacía en favor de su hija posesa del demonio? Porque no se
acercó a Cristo como digna de aquel beneficio y como si exigiera una deuda,
sino pidiendo misericordia y declarando su trágico padecer; y sin embargo,
no reporta ninguna respuesta. Quizá muchos de los oyentes quedaron mal
impresionados, pero ella no. ¿Qué digo muchos de los oyentes? Pienso que los
discípulos mismos, impresionados por la desgracia de aquella mujer, se
conturbaron. Sin embargo, ni aun así impresionados se atrevieron a decirle a
El: Concédele ese beneficio; sino que se le acercaron y le rogaron
diciéndole: Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros. Porque sucede
que nosotros, cuando queremos persuadir de algo, con frecuencia decimos
cosas inoportunas. Cristo en cambio dice: Yo no he sido enviado sino a las
ovejas que perecieron de la casa de Israel.
?Qué hace entonces la mujer? ¿decayó de ánimo al oír semejante respuesta? ¿se alejó?
¿abandonó su empeno y anhelos? !De ninguna manera! Al revés,
instó con mayor fuerza. No lo hacemos así nosotros. Por el contrario, si no
conseguimos lo que pedimos, desistimos al tiempo en que lo conveniente sería
instar con mayor fuerza. ¿A quién no habría derrotado la palabra de Jesús?
El silencio mismo del Maestro podía haberla hecho desesperar, pero mucho más
semejante respuesta. Al ver que juntamente con ella eran rechazados los que
por ella intercedían; y al oír que lo que pedía no era posible, podía esto
haberla hecho desesperar. Pero no decayó de ánimo, sino que, viendo que sus
abogados nada lograban, perdiendo laudablemente la vergüenza, tomó
atrevimiento.
Antes no se había atrevido a presentarse de frente, pues los discípulos
dicen: Clama detrás de nosotros. Pero cuando lo verosímil era que ella,
dudosa ya en su ánimo, se apartara, entonces se acercó mucho más, y
adorándolo le dijo:!Senor, ayúdame!?Qué es esto, oh mujer? ¿Tienes acaso una
confianza mayor que la de los apóstoles? ¿Tienes mayor fortaleza? !No!
responde: ni mayor confianza, ni mayor fortaleza. Más aún: estoy llena de
vergüenza. Pero echo mano de la audacia para suplicar. El se compadecerá de
mi atrevimiento. Mas ¿por qué lo haces? ¿no has oído que dijo: No he sido
enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel? Responde la
mujer: !Sí, lo he oído! Pero él es el Senor. Porque por este motivo ella no
le dijo: ruega, suplica; sino !ayúdame! Y ¿qué hace Cristo? No se contentó
con la prueba, sino que la aumentó, diciendo: No es bueno tomar el pan de
los hijos y arrojarlo a los canes. Jesús con tal respuesta la colmó de
tristeza más aún que con el anterior silencio. Ya no pasa el negocio a otro,
ni dice: Yo no he sido enviado. Sino que cuanto m��s ella insiste pidiendo,
tanto mayor repulsa recibe. Ya no llama él ovejas a los judíos, sino hijos,
y a ella can.
?Qué hace la mujer? De las mismas palabras de Cristo saca su argumento. Como
si dijera: !si perro soy, a lo menos ya no soy extranjera! Con razón Cristo
decía: Yo he venido al mundo para juicio. 152 Aquella mujer, aun injuriada,
muestra virtud, muestra perseverancia y fe grande; mientras que los judíos,
cultivados cuidadosa y honorablemente, se portan de modo contrario. Como si
ella dijera: bien sé yo que el alimento es necesario para los hijos, por lo
cual yo no por eso debo ser rechazada. Si en absoluto está prohibido recibir
alguna cosa, será necesario abstenerse aun de las migas; pero si en alguna
cosilla se puede participar, aun cuando yo sea un can, no se me prohíbe,
sino al revés, por eso mismo se me debe dar alguna partecilla.
Bien sabía Cristo que ella iba a responderle así, y por eso difería el
beneficio, para que apareciera públicamente la virtud de aquella mujer. Pues
si no pensara en concederlo, tampoco luego lo hubiera concedido ni a ella de
nuevo la hubiera reprendido. Lo que hizo en el caso del centurión cuando le
dijo: Yo iré y lo curaré, 153 con el objeto de que conociéramos la piedad
del centurión y lo oyéramos decir: No soy digno de que entres bajo mi techo;
y lo que hizo con la mujer que padecía el flujo de sangre, cuando dijo: Yo
he conocido que una virtud ha salido de mí, 154 y lo que hizo con la
samaritana para dejar ver que ella ni aun refutada desistía, eso mismo hace
ahora. Porque no quería que tan gran virtud de aquella mujer permaneciera
oculta. En realidad lo que él le decía no era para reprenderla, sino para
instarla a más acercarse y para ir descubriendo aquel oculto tesoro.
Por tu parte, considera juntamente la fe y la humildad de aquella mujer. El
a los judíos los llamó hijos; ella, no contenta con eso, los llamó senores:
!tan lejos estuvo de dolerse por las alabanzas ajenas! De modo que
respondió: !Cierto, Senor! Pero también los perrillos comen de las migajas
que caen de la mesa de sus senores. ¿Observas la prudencia de esta mujer? ¿Cómo no se atreve a contradecir ni envidia las alabanzas ajenas ni se
entristece o irrita por la injuria? ¿Ves su perseverancia? El le dice: No
está bien; ella responde:!Cierto, Senor! El a los judíos los llama hijos;
ella, senores. El a ella la llama can; ella arguye con la costumbre de los
canes. ¿Observas su humildad? Compara esto con la jactancia de los judíos.
!Somos linaje de Abraham y de nadie hemos sido siervos jamás; y hemos nacido
de Dios 155 No así la mujer, sino que se llama can y a ellos senores; y por
esta humildad fue constituida hija. ¿Qué le responde Cristo?:!Oh mujer!
!grande es tu fe! Por esto difería el don, para que brotara semejante
expresión de aquellos labios, y por este camino coronar a aquella mujer.
Hágase como quieres. Como si dijera: tu fe puede hacer aun cosas mayores que
ésta. Hágase, pues, como tú quieres. Esta palabra tiene afinidad con aquella
otra: Hágase el cielo, y el cielo fue hecho. Y su hija desde aquella hora
quedó sana.
Considera cómo esta mujer ayudó no poco a la curación de su hija. Por esto
no dice Cristo: Sea sana tu hija, sino: Grande es tu fe: hágase como
quieres. Para que veas que no fueron palabras de adulación, sino que hubo
ahí una excelentísima virtud de fe. Y dejó Cristo que los sucesos dieran una
exacta prueba y demostración de la verdad. Pues dice el evangelista que al
punto quedó sana la hija. Advierte cómo, venciendo a los apóstoles y sin que
ellos hicieran nada de su parte, fue la mujer la que todo lo hizo. Tan gran
cosa es la perseverancia en la oración. Prefiere Dios, cuando se trata de
nuestros propios intereses, que seamos nosotros mismos los que le
supliquemos, a que otros lo hagan por nosotros.
Pues en el caso, los apóstoles tenían una mayor confianza, pero la mujer
tuvo mucho mayor perseverancia. Por lo demás, con el feliz éxito del
negocio, Jesús como que se justificó delante de los discípulos de haber
retardado el milagro; y que, con razón, cuando ellos le rogaban, El no había
accedido. Y partiendo de ahí Jesús vino al mar de Galilea; y habiendo subido
a una montana se asentó ahí. Y se le acercó una gran muchedumbre, en la que
había cojos y mancos, ciegos y mudos y muchos otros que se echaron a sus
pies y los curó. Y la muchedumbre se admiraba viendo que hablaban los mudos,
los mancos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y glorificaban al
Dios de Israel. Unas veces va por las aldeas, otras se asienta en espera de
los enfermos y lleva a los cojos hasta la montana. Ahora no tocan sus
vestidos; sino que llevados a lo alto, se arrojan a sus pies y demuestran
así su doble fe. Porque cojos, suben al monte y no necesitan otra cosa, sino
arrojarse a los pies de Jesús. Y era cosa de maravilla ver andar, sin que
nadie les ayudara, a quienes antes eran llevados por otros; y que los ciegos
veían, sin necesidad de lazarillos.
Llenó así de admiración a todos tanto la gran multitud de los que fueron
curados, como la facilidad con que lo fueron. ¿Adviertes cómo a la hija de
la mujer cananea la curó tras de larga espera, mientras que acá a estos
enfermos los curó al punto? No fue porque éstos fueran mejores, sino porque
la fe de aquélla fue más fervorosa. Por eso en el caso de la mujer, dio
largas para hacer ver su perseverancia; mientras que a estos enfermos los
cura al punto, para cerrar la boca al judaísmo incrédulo, y quitarle toda
justificación y excusa. Pues cuanto son mayores los beneficios que alguno ha
recibido, a tanto mayor castigo se le condena, en el caso de que se muestre
ingrato, y ni por el honor que se le ha concedido se torne mejor. Por esto
los ricos son con mayor rigor castigados que los pobres, si son malvados;
puesto que ni por la mayor abundancia de bienes se tornaron más mansos.
Ni me vayas a argüir diciendo que los ricos hicieron limosnas. Pues si, no
las hacen conforme a las riquezas que poseen, tampoco escaparán del castigo.
Porque el valor de la limosna no se estima por la cantidad que se da, sino
por la generosidad del alma. Pero si tales ricos así sufren castigo, mucho
más serán castigados los que andan anhelando lo superfluo; los que se
construyen casas de tres y cuatro pisos y en cambio desprecian a los pobres,
y se entregan a la avaricia y descuidan hacer limosnas. Y, pues hemos
mencionado la limosna !ea! !volvamos hoy al discurso sobre la beneficencia
que hace tres días dejamos sin terminar! Recordáis que hace poco os hablé
del cuidado excesivo en el calzado; es decir, de la vanidad que hay en eso y
de la molicie de los jóvenes. En esa ocasión, habiendo empezado a tratar de
la limosna, fuimos a dar en el calzado. Pues bien: ¿de qué tratábamos
entonces? Dijimos que la limosna es un arte que tiene su oficina en el
cielo, y que su maestro no es un hombre, sino Dios. Y luego, inquiriendo en
lo que puede llamarse arte y en lo que no, fuimos a tratar de las artes
perversas y vanas, y en esa parte hablamos del calzado. ¿Acaso lo recordáis?
Pues bien: tomemos de nuevo el hilo y demostremos cómo la limosna es un arte
y por cierto el arte más excelente de todos.
Porque si es propio del arte tener como fin algo útil, y no hay cosa más
útil que la limosna, queda claro que ella es arte y el arte más excelente de
todas las artes. No nos prepara ella calzado, no nos teje vestidos, no nos
construye casas de barro, sino que nos alcanza la vida eterna, nos arranca
de las manos de la muerte y nos hace resplandecer en esta vida y en la otra;
y nos edifica las celestiales mansiones y aquellos eternos tabernáculos.
Ella no deja que nuestras lámparas se extingan, ni que entremos al convite
nupcial con los vestidos manchados y sucios; sino que nos lava y torna más
blancos que la nieve. Pues dice el profeta: Aunque vuestros pecados fueran
como la grana, quedarán blancos como la nieve. 156 La limosna no permite que
vayamos a caer en el sitio a donde fue a dar el rico Epulón, ni oír la
terrible sentencia, sino que nos lleva al seno de Abraham. En las artes
seculares, cada una tiene su objeto: el de la agricultura es nutrir; el del
arte textil, vestir. Pero ni aun eso pueden conseguir, porque no basta
ninguna por sí sola para habilitarnos en lo que a ella le toca. Si te
parece, comencemos por la agricultura. Si no la acompana la herrería, que
proporciona azadones, rejas, hoces, hachas y otros muchos instrumentos; si
no la acompana la carpintería, que construye arados, yugos, carretas y
trillos; si no la acompana la talabartería, que hace las coyundas; y la
arquitectura, que fabrica los establos para los bueyes y casas para los
agricultores; y el arte de cortar la madera; y aun el de la panadería, que
suministra los panes, en absoluto no puede ejercitarse.
Pero también el arte textil, para valerse necesita de muchas artes que le
ayuden; y si no lo hacen, permanece inútil. De modo que en resumen, todas
las artes necesitan unas de otras. En cambio, si queremos ejercitar la
misericordia, no necesitamos sino de la voluntad. Si alegas que además se
necesitan casas, dineros, vestidos, calzado, lee las palabras que Cristo
dijo acerca de la viuda, y echa fuera ese cuidado. Si eres pobre y más
necesitado que los mismos mendigos, con tal de que des los dos cornadillos,
todo lo has logrado; y aun cuando no des sino la masa que para tu alimento
posees, habrás logrado la finalidad de este arte. Acojámonos, pues, a esta
asignatura, a este arte, y ejercitémoslo. Es preferible poseerlo a ser un
rey y portar diadema. Porque eso de no necesitar él de otras artes, no es la
única prerrogativa suya, sino que además lleva a cabo muchas otras y
variadas obras.
Porque él construye en el cielo mansiones que para siempre permanecen; y a
quienes lo cultivan les ensena el modo de huir de la muerte eterna, les
adquiere tesoros que nunca se acaban y que no están expuestos a pérdidas. No
temen al ladrón ni a los gusanos ni a la polilla ni al tiempo. Si alguien te
ensenara un arte tal acerca de la conservación del trigo, ¿qué no darías por
poder guardar por muchos anos tu trigo? Pues bien, la limosna te apronta la
guarda no sólo del trigo, sino de todos tus haberes; y te ensena el modo de
que tus bienes, tu cuerpo y tu alma, permanezcan sin dano. Mas ¿para qué voy
recorriendo parte por parte las obras que la limosna lleva a cabo? Ella te
ensena de qué modo te has de llegar a ser semejante a Dios, que es el
resumen de todos los bienes.
?Adviertes cuán variadas son sus obras y cuán abundantes? Ella, sin auxilio
de otras artes, edifica mansiones, teje vestidos, conserva tesoros seguros,
hace vencedores de la muerte, manda sobre los demonios, hace semejantes a
Dios. Entonces ¿qué cosa habrá más útil que este arte? Las demás artes,
aparte de lo ya dicha, pasan con la vida presente; cesan cuando el artífice
enferma; sus obras no son permanentes; necesitan de mucho tiempo y trabajo y
de otras muchas cosas. Esta, en cambio, será al fin del mundo cuando más
brille y demuestre su obra. Ni necesita de tiempo ni de trabajo, ni de otra
cosa alguna. Porque, aun estando tú enfermo o consumido por la ancianidad,
ella trabaja y pasa contigo a la vida futura y jamás te abandona y te hace
superior a todos los retóricos y sofistas.
Los que en éstas florecen están expuestos a muchas envidias; pero los que en
aquella otra sobresalen, son ayudados con las oraciones de muchos. Retóricos
y sofistas se presentan en los tribunales y defienden a quienes sufren
injusticias; pero la limosna está presente ante el tribunal de Cristo, y no
sólo te patrocina, sino que convence al juez mismo a que se torne en patrono
del que es juzgado y sentencie en su favor; y aun cuando éste haya pecado
millones de veces, ella lo corona y lo ensalza. Pues dice el Senor: Dad
limosna y todo será puro para vosotros. 157 Pero ¿qué digo para la vida
futura? Si en esta presente vida se preguntara a los hombres qué escogerían
entre que hubiera muchos retóricos y sofistas o muchos benignos y
misericordiosos, sin duda que preferirían esto último; y con razón. Porque
si se suprime la facilidad oratoria, ningún mal se sigue para nuestra vida,
ya que ésta ha permanecido desde mucho antes que aquélla existiera. En
cambio, si se suprimiera la misericordia, perecería todo. Así como no podéis
navegar por los mares si se cierran todos los puertos y estacionamientos,
así tampoco podría nuestra vida mantenerse si se suprimen la misericordia y
el perdón y el amor de los prójimos.
Por tal motivo Dios no dejó esto en manos del simple raciocinio humano, sino
que lo instiló en la fuerza misma de la naturaleza humana bajo muchos
aspectos. Así los padres y las madres son misericordiosos para con sus hijos
y los hijos para con sus padres; y esto no únicamente tratándose del hombre,
sino también de los animales; y del mismo modo están dispuestos los hermanos
y los parientes y los afines y aun unos hombres respecto de otros. Pues por
ley natural tenemos inclinación a compadecernos. Por esto nos indignamos
contra los iracundos, nos dolemos de los asesinados, lloramos si vemos que
otros lloran. Queriendo Dios que se observe la misericordia, ordenó que la
naturaleza llevara consigo ese afecto y tuviera mucho de eso, manifestando
así ser este uno de sus más grandes anhelos.
Considerando esto, instruyámonos en el arte de la limosna, e instruyamos en
él a nuestros hijos y parientes. Que sea esto lo primero que se aprenda,
porque esto es sobre todo ser hombre: Gran cosa es el hombre, y el varón
misericordioso no tiene precio. 158 Entonces, si esto no tiene el hombre,
deja de ser hombre. Esto es lo que hace sabios. Pero ¿por qué te admiras de
que ser misericordioso sea ser hombre? Es más: es ser Dios. Dice el Senor:
Sed misericordiosos como vuestro Padre que está en los cielos. 159
Aprendamos a ser misericordiosos, tanto por el bien común, como porque
nosotros necesitamos de mucha misericordia. Todo el tiempo en que no somos
misericordiosos pensemos que en realidad no vivimos. Claro está que hablo de
la limosna cuando está limpia de avaricia y de rapina. Pues si quien,
contento con poseer los bienes propios, nada da a los demás, no es
misericordioso, mucho menos lo será el que roba lo ajeno: ¿cómo será
misericordioso, aun cuando reparta dones infinitos? Si el que sólo disfruta
de sus bienes y nada da, no es misericordioso, mucho menos lo será el que
roba lo ajeno. Si quienes ningún dano hicieron al prójimo, sin embargo son
castigados por no haber dado nada, mucho más lo serán los que robaron lo
ajeno.
No alegues que fue uno el que recibió la injusticia del robo y otro es el
que recibe la limosna. Porque precisamente aquí está lo perverso. Lo justo
sería que recibiera la limosna el mismo que fue danado. En cambio, en el
caso, andas hiriendo a unos y curando a otros a quienes no heriste, cuando
lo propio sería que curaras a los mismos que heriste; y mejor aún, no
haberlos herido. Porque no es benigno el que hiere aunque luego cure, sino
quien cura a los que otros han herido. Cuida de los males que tú has causado
y no de los ajenos; o mejor aún, no hieras ni eches por tierra a nadie (pues
eso sería propio de quienes están jugando), sino levanta a los caídos. Al
fin y al cabo no puedes curar el mal que causó tu avaricia, con una medida
igual de misericordia.
Si robaste un óbolo, no basta con que des de limosna un óbolo para que sanes
la herida de la rapina, sino que se necesita un talento. Por eso el ladrón,
cuando se le atrapa, tiene que pagar el cuádruplo. 160 Pero el plagiario es
peor que el ladrón. Pues si al ladrón se le exige el cuádruplo, conviene que
el secuestrador restituya el décuplo y aun más; y es cosa deseable que
siquiera así se pueda aplacar a Dios, a causa de la injusticia. De otro modo
no se conseguirá el fruto de la limosna. Por esto dijo Zaqueo: Senor: doy la
mitad de mis bienes a los pobres; y si a alguno he defraudado en algo, le
devuelvo el cuádruplo. 161 Si en el tiempo de la Ley era necesario devolver
el cuádruplo, mucho más lo será en el de la gracia.
Si es necesario que el ladrón restituya en proporción tan grande, mucho más
lo es que lo haga el secuestrador, puesto que además del dano está la
injuria. De modo que aun cuando dieres el céntuplo, aún no has dado lo que
se debía. ¿Ves cómo no en vano dije que si has arrebatado un óbolo debes
devolver un talento? Porque apenas así habrás curado la herida que causaste.
Y si procediendo así apenas si logras curarla, cuando inviertes el orden y
arrebatas posesiones enteras y en cambio das muy poco y no a quienes
danaste, sino a otros ¿qué defensa podrás tener? ¿qué perdón? ¿qué esperanza
de salvación? ¿Quieres saber cuán grande es el mal que haces cuando en esa
forma das limosna? Oye a la Escritura que dice: Como quien inmola al hijo a
la vista de sus padres, así es el que ofrece sacrificios de lo robado a los
pobres. 162 Salgamos, pues, de aquí llevando escrita esta amenaza en la
mente: escribámosla en los muros, en las manos, en la conciencia, en todas
partes; a fin de que a lo menos este temor, viviendo en el alma, reprima
nuestras manos de las diarias matanzas, ciertos de que la rapina es peor que
el asesinato, puesto que lentamente va consumiendo al pobre.
Para quedar libres de semejante mancha, meditemos estas cosas y tratémoslas
con los demás. De este modo nos encontraremos algo más inclinados a la
misericordia y lograremos limpios premios, y bienes eternos, por gracia y
misericordia de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder,
juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LIII (LIV)
Jesús llamó a sus discípulos a sí y dijo: Tengo compasión de la muchedumbre,
porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino (Mt 15, 32).
EN EL caso anterior primero curó a los enfermos del cuerpo, y ahora hace lo
mismo: tras de la curación de los ciegos y cojos, procede de igual manera.
Mas ¿por qué entonces los discípulos dijeron: Despacha las turbas, y ahora
en cambio nada dicen, aunque han pasado ya tres días? Pues o porque ya
habían adelantado en la perfección, o porque advirtieron que ahora las
turbas no estaban tan oprimidas por el hambre, sino que estaban empleadas en
glorificar a Dios por los milagros.
Observa, sin embargo, cómo tampoco ahora procede Jesús simplemente a obrar
el milagro, sino que llama la atención y provoca a los discípulos. Las
turbas que habían venido en busca de la curación corporal no se atrevían a
pedir panes; pero él, próvido y benigno, lo dio a quienes no lo pedían; y
dijo a sus discípulos: Tengo compasión de la muchedumbre y no quiero
enviarlos en ayunas. Y para que nadie dijera que llevaban bastimento
consigo, dice: Ha ya tres días que están conmigo. De modo que aun cuando
hubieran llevado bastimento ya lo habían consumido. Por lo mismo no hizo
Cristo el milagro el primer día ni el segundo, sino cuando ya faltaba todo,
a fin de que puestos en la necesidad recibieran el milagro con mayor anhelo.
Y dice: No sea que desfallezcan en el camino, indicando con esto que vivían
lejos y que ya habían consumido sus provisiones. Pero ¿si no quieres
enviarlos ayunos, por qué no haces desde luego el milagro? Para que mediante
esta pregunta y la subsiguiente respuesta, los discípulos pusieran mayor
atención y así manifestaran su fe y dijeran: Haz panes. Pero ellos ni por la
pregunta entendieron el motivo ni le preguntaron nada. Por lo cual después
dijo, como refiere Marcos: ¿Aún está obcecado vuestro corazón? ¿Teniendo
ojos no veis y teniendo oídos no oís? 163 Si no fue ese el motivo ¿para qué
les decía esto a los discípulos? ¿para qué les manifestaba ser las turbas
dignas de aquel beneficio y anadía estar conmovido de compasión? Por su
parte, Mateo dice que después los increpó con estas palabras:!Hombres de
poca fe! ¿Aún no entendéis ni os acordáis de los cinco panes para cinco mil
hombres y cuántas espuertas recogisteis? ¿ni de los siete panes y los cuatro
mil hombres y cuántos canastos recogisteis? Tan concordes entre sí están los
evangelistas. ¿Y los discípulos? Aún se arrastran sobre la tierra. Y aunque
Cristo tomó todos los medios para que conservaran en la memoria el milagro
anterior, ya preguntándoles, ya constituyéndolos servidores y
distribuyéndoles las espuertas, no caían en la cuenta: eran aún imperfectos.
Por esto le dijeron: ¿De dónde vamos a sacar en el desierto panes para
tantos? Tanto en el milagro anterior como en éste, traen a cuento el
desierto; pero hablando así a causa del embotamiento de su ánimo, libraban
el milagro de toda sospecha. Para que, como anteriormente dije, nadie
pudiera alegar que Cristo había traído tantos panes de algún pueblo vecino,
se declara la naturaleza del lugar, a fin de que se dé crédito al milagro.
Tal fue el motivo de hacer tanto el milagro anterior como también éste en
lugar desierto y lejos y a distancia de los poblados.
Nada de esto entendían los discípulos, sino que decían: ¿De dónde vamos a
sacar en el desierto tantos panes? Pues pensaban que lo decía con el fin de
ordenarles luego que ellos alimentaran a las turbas. Pero lo pensaban con
grande estulticia. En el milagro anterior sí les dijo: Dadles de comer
vosotros, para ponerlos en oportunidad de pedir el milagro. Pero ahora no
les dice: Dadles de comer, sino ¿qué?: Tengo compasión de la turba y no
quiero despedirlos ayunos. Con esto los mueve más apretadamente y los excita
a que caigan en la cuenta y vean que han de pedir el milagro. Pues por sus
mismas palabras declaraba Cristo que podía no despedir a las turbas en
ayunas y así declaraba a la vez su omnipotencia. Porque el no quiero tiene
ese sentido.
Y porque ellos trajeron a cuento la multitud, el lugar y la soledad, pues
dicen: ¿De dónde vamos a sacar en el desierto panes para tan gran
muchedumbre? y no entendieron las palabras de Cristo. Finalmente El procede
a su obra, y les dice ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: siete y
algunos pececillos. Ahora ya no anaden, como en el milagro anterior: Pero
esto ¿qué es para tantos? 164 De modo que aun cuando no todo lo
comprendieran, pero poco a poco se iban levantando. Y El elevándoles los
pensamientos por estos medios, les preguntaba exactamente como antes, para
traerles a la memoria, al menos por el modo de preguntar, el suceso
anterior. Por tu parte, así como ves aquí la imperfección de ellos, así
comprende también su prudencia y su veracidad; pues al escribir estas cosas
no ocultaron su ceguedad, aunque fue tan notable.
Quiero además que consideres otro modo de virtud de ellos: cuán poco se
cuidaban del vientre y cómo Cristo los iba instruyendo para que en absoluto
se descuidaran del alimento. Puesto que estando en el desierto ya tres días,
no tenían sino sólo los siete panes. Todo lo demás Cristo lo dispone como en
la vez anterior. Ordena que se sienten en tierra, y en manos de los
discípulos multiplica los panes. Pues dice el evangelista: Y ordenó a la
multitud que se recostara en tierra. Y tomó los siete panes y los peces; y
dando gracias, los partió y los dio a los discípulos, y éstos a la
muchedumbre. El fin del milagro fue como el del anterior. Y comieron todos y
se saciaron, y se recogieron de los pedazos que quedaron siete espuertas
llenas. Los que comieron eran cuatro mil hombres sin contar las mujeres y
los ninos.
Mas ¿por qué en la vez anterior, siendo cinco mil, sobraron doce canastos, y
ahora, siendo cuatro mil sobran siete espuertas? ¿Por qué el sobrante fue
menor, habiendo sido menos los que comieron? Habrá que responder o que las
espuertas eran mayores que los canastos o bien que para que la igualdad del
número no engendrara olvido del milagro. Con esa disparidad numérica excitó
Cristo la memoria de ellos, de manera que, con tales diferencias recordaran
ambos milagros. Por esto en la primera ocasión igualó el número de los
canastos con el de los discípulos, mientras que ahora iguala con el de los
panes el de las espuertas. Y también en esto demuestra su inefable poder y
la facilidad para ordenar, pues puede obrar los milagros ya de un modo ya de
otro.
Y no fue muestra de pequeno poder el poder conservar en ambos casos el mismo
número de reliquias, tanto cuando comieron cinco mil como ahora que comieron
cuatro mil, haciendo que no sobrara ni más ni menos, sino exactamente los
mismos fragmentos en número, que podían contener entonces los canastos y
ahora las espuertas, aun no siendo igual el número de los comensales. Y la
forma de acabar el milagro, en el caso anterior y en el presente, fue igual.
Porque entonces, despachadas las turbas, se apartó en una barca, y ahora
hizo lo mismo. Porque no había milagro que así indujera a las turbas a
seguir a Cristo como ese de multiplicar los panes; y seguirlo de tal forma
que aun quisieran constituirlo rey. Pero El, para quitar toda sospecha de
ambicionar el reinado, tras del milagro se aparta de las turbas. Y lo hace
en una barca, a fin de que no pudieran seguirlo a pie. Pues dice el
evangelista: Y habiendo despedido a la turba, subió a la barca y vino a los
confines de Magadán. Y se le acercaron los fariseos y los saduceos para
tentarle, y le rogaron que les mostrara una senal del cielo. El respondiendo
les dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, si el cielo está arrebolado. Y a
la manana decís: Hoy habrá tempestad, si en el cielo hay arreboles oscuros.
Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las senales
de los tiempos. Esta generación mala y adúltera, busca una senal; mas no se
le dará sino la senal de Jonás profeta. Y los dejó. Marcos dice:
Habiéndosele acercado, cono le preguntaran, gimió en su espíritu y dijo: ¿Por qué esta generación busca una senal? 165 Aunque la pregunta podía
excitar la ira e indignación, sin embargo el mansísimo Senor no se irrita,
sino que se compadece de ellos como de gente que sufre una enfermedad
incurable y que a pesar de tan grandes demostraciones de su poder, todavía
se acerca para tentarlo. Porque no se acercaban para creer, sino para
acusarlo y reprenderlo. Si se hubieran acercado para creer, sin duda que El
les habría concedido la senal que pedían. Pues quien dijo a la mujer
cananea: No es bueno, etc., y luego le concedió el milagro, con mayor razón
se lo habría concedido a ellos. Mas como no lo pedían porque quisieran
creer, en otra parte los llama hipócritas, porque decían una cosa y sentían
otra. En realidad, si hubieran creído, no habrían pedido la senal.
También por otro camino se hace manifiesto que no creían. Puesto que
reprendidos y refutados no insistieron ni dijeron: No sabemos, pero queremos
saber. Y ¿qué senal del cielo pedían? Que detuviera el curso del sol o
enfrenara la luna o enviara rayos o mudara la condición de la atmósfera, o
algo semejante. Y El ¿qué les dice?: Sabéis discernir el aspecto del cielo,
pero no sabéis discernir las senales de los tiempos. ¿Observas la
mansedumbre y moderación? Porque no se negó simplemente, como en otra
ocasión, ni dijo: No se le dará, sino que pone el motivo de no darles la
senal, a pesar de que ellos no preguntaban para saber.
Y ¿cuál es el motivo? Pues así como en el cielo, les dice, una senal es de
tempestad y otra de bonanza; y nadie, cuando ha visto senales de tempestad
espera la bonanza, ni tampoco en la bonanza espera una tempestad, así se ha
de juzgar respecto de mí. Porque un tiempo es el del advenimiento presente y
otro el del advenimiento futuro. Ahora es el propio tiempo de las senales
que se dan en la tierra; pero las que se darán en el cielo quedan reservadas
para lo futuro. Ahora he venido como médico; luego vendré como juez. Ahora
he venido a buscar a los que andan errantes; luego vendré para juzgar. Por
esto ahora he venido a ocultas; pero luego vendré públicamente,
abiertamente, y conmoveré los cielos y oscureceré el sol y no permitiré que
la luna dé su luz. Entonces se conmoverán los Poderes celestes y mi venida
se parecerá al relámpago, que a todos al punto se manifiesta. Pero ahora no
es tiempo de semejantes senales. Ahora he venido a morir y padecer terribles
humillaciones. ¿No oís al profeta que dice: No gritará ni hablará recio ni
hará oír su voz en las plazas?, 166 y también: Descenderá como la lluvia
sobre el césped. 167 Y si alegaren los milagros que se verificaron en el
tiempo del Faraón, responderemos que en aquel entonces con toda razón se
verificaban, pues eran necesarios para librar a Israel de sus enemigos;
mientras que ahora, viniendo Jesús a sus amigos, ya no son necesarios. Por
otra parte, es como si dijera: ¿Cómo les daré aquellas senales mayores,
cuando no caen en la cuenta de las menores? Es decir, pequenas cuanto al
brillo, pues como obras de su poder son mayores que aquellas otras. ¿Qué
cosa hay mayor que el perdón de los pecados? ¿qué hay más admirable que
resucitar a los muertos, echar los demonios, restituir los miembros del
cuerpo y volver a poner todo en orden? Considera la ceguedad y dureza de
aquellos corazones; pues habiendo oído que no se les dará otra senal sino la
de Jonás profeta, ya nada preguntan. Y sin embargo, convenía que ellos,
conociendo bien al profeta y todo lo que sucedió y oyéndolo citar ya por
segunda vez, investigaran y aprendieran el motivo por el que tal cosa se les
decía. Pero, como ya dije, no pedían la senal por deseos que tuvieran de
aprender. Por esto Jesús los abandonó y se partió de ahí. Continúa el
evangelista: Yendo los discípulos a la otra ribera, se olvidaron de tomar
consigo pan. Jesús les dijo: Ved bien de guardaros del fermento de los
fariseos y saduceos. ¿Por qué no les dijo: Guardaos de la doctrina de los
fariseos? Porque quiere traerles a la memoria los sucesos de esos días,
porque conocía que ya los habían olvidado. Pero no parecía oportuno en esa
ocasión simplemente echárselos en cara: tomar ocasión de lo que ellos
dijeran y así increparlos hacía más llevadera la acusación.
?Por qué no los increpó cuando ellos dijeron: De dónde vamos a sacar en el
desierto tantos panes? Porque esa parecía buena ocasión. Fue para no parecer
que tenía ansia de hacer el milagro. Por otra parte, no quería reprenderlos
delante de las turbas, ni hacer ostentación de sí mismo. En cambio ahora la
acusación resulta más oportuna, pues tales se mostraban ellos tras del doble
milagro. Tal es la causa de que, después del segundo milagro, los increpe y
saque al medio los pensamientos de ellos. ¿Qué era lo que pensaban?: Es
porque no hemos traído panes, dice el evangelista. Todavía estaban adheridos
a las purificaciones judaicas y a la discriminación de alimentos; y por lo
mismo los increpa Jesús con mayor vehemencia y les dice: ¿Qué pensamientos
son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan? ¿Aún no entendéis
ni recordáis? Como si les dijera: Obcecado está vuestro corazón, y teniendo
ojos no veis y teniendo oídos no oís. ¿Aún no habéis entendido ni recordáis
los cinco panes para cinco mil hombres y cuántos canastos recogisteis? ¿De
los siete panes para cuatro mil hombres cuántas espuertas recogisteis? ¿Adviertes su gran indignación? En ninguna otra parte, según parece, los
increpó en tal forma. ¿Por qué lo hace? Para de nuevo desterrar la
discriminación en los alimentos. Por esto anteriormente sólo les dijo: No
entendéis, no comprendéis. En cambio ahora anade: Hombres de poca fe,
increpándolos con vehemencia. Porque no siempre conviene echar mano de la
mansedumbre. Así como antes les había infundido confianza, así ahora los
increpa, siempre buscando con esta variedad su salud espiritual. Pero
observa cómo al mismo tiempo que los increpa, les muestra su gran
mansedumbre. Pues enseguida, como justificándose de haberlos reprendido con
aspereza, les dice: ¿Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco
panes para cinco mil hombres y cuántos canastos recogisteis? ¿Ni de los
siete panes para los cuatro mil hombres y cuántas espuertas recogisteis?
Recuerda el número así de los que comieron como de los sobrantes, tanto para
traerles a la memoria los milagros pasados, como para hacerlos más atentos a
los que van a seguirse.
Y para que veas cuánto pudo aquella increpación y cómo despertó la mente
sonolienta de los discípulos, oye lo que dice el evangelista. Pues como
Cristo nada más dijera, sino solamente los hubiera increpado, anadiendo: ¿Cómo no habéis entendido que no os hablaba del pan? Guardaos digo del
fermento de los fariseos y saduceos, el evangelista prosigue: Entonces
cayeron en la cuenta de que no les había dicho que se guardaran del fermento
del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos; aunque él
claramente los increpó para eso.
Considera cuántos bienes se siguieron de esa increpación. Pues por una parte
los retrajo de las observancias judaicas; por otra, como ellos antes
estuvieran sonolientos los volvió más atentos y los fortificó en la fe, de
manera que no teman ni se atemoricen si les acontece tener pocos panes, ni
se afanen por cuidarse del hambre, sino que desprecien todas las cosas. En
consecuencia, tampoco nosotros querramos adular a los súbditos y caerles
bien siempre, ni querramos que quienes nos gobiernan nos den continuamente
gusto en todo. El alma humana necesita de ese doble remedio. Y este es el
motivo por el que Dios administra así las cosas humanas, procediendo a veces
de un modo y a veces de otro, sin permitir que los bienes ni los males sean
inmutables.
Así como unas veces es de día y otras es de noche, y unas veces hay invierno
y otras verano, así en las cosas humanas: unas veces hay alegría y otras
tristeza; unas veces enfermedad y otras salud. No nos espantemos, pues, si
caemos enfermos, siendo así que aun deberíamos admirarnos de estar con
salud. No nos turbemos cuando nos aprieta el dolor, pues aun al tiempo en
que gozamos, lo conveniente sería que nos perturbáramos. En conclusión: todo
viene según el orden natural de las cosas. ¿Cómo puedes admirarte de que así
suceda cuando vemos que aun a los santos iguales cosas les han acontecido? Y
para que lo comprendas !ea! !traigamos al medio la vida de alguno que tú
pienses estar más lejos de los negocios y más lleno de delicias! ¿Te parece
que examinemos desde el principio la vida de Abraham? ¿Qué fue lo primero
que se le ordenó?: Sal de tu tierra y de tu parentela. 168?Observas cómo
semejante mandato está pleno de dolor? Pues advierte cómo se le sigue una
prosperidad: Y ve a la tierra que yo te mostraré. Yo te haré un gran pueblo.
Y ¿qué sucedió? ¿Acaso una vez que llegó a la tierra aquella y tomó puerto
ahí, ya no hubo más tristezas? De ninguna manera. Cayó en cosas más amargas:
hambre, peregrinación, rapto de su mujer. Mas luego hubo bienes de nuevo: el
castigo del Faraón, el salir libre, el honrarlo aquéllos con dones
abundantes y el retorno a su casa. Y en fin, todo lo que sigue es una cadena
de bienes y de males, entremezclados.
También a los apóstoles acontecieron cosas semejantes. Por esto Pablo decía:
El que nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos
consolar nosotros a todos los atribulados. 169 Dirás: pero a mí eso ¿qué me
importa, pues vivo en perpetuo dolor? No seas malagradecido ni olvides los
beneficios. No es posible que alguien viva solamente en perpetuos dolores,
pues la naturaleza no lo podría tolerar. Porque quisiéramos vivir en
perpetuo gozo, creemos que vivimos en perpetuo dolor. Y no es este el único
motivo, sino que al punto nos olvidamos de las cosas buenas y de la
prosperidad, mientras que, por el contrario, continuamente nos acordamos de
lo que aflige; y por esto decimos que pasamos la vida en perpetuo dolor. Si
os place, examinemos la vida de quien la pasa entre continuas delicias; es
decir, la de un hombre delicado, que tiene abundancia de todo, sin
aflicciones, sin tristezas, sin molestias. Os probaremos que ni éste está
del todo libre del dolor, ni aquel otro de alguna tranquilidad. Pero no os
conturbéis.
Veamos a un esclavo y a un rey joven y a un pupilo que ha logrado una enorme
herencia. Consideremos a un operario que todo el día trabaja y a otro que
vive en continuos placeres. ¿Te parece que ante todo describamos los dolores
del que vive entre continuos placeres? Pues considera cuánto es necesario
que se agite y fluctúe al anhelar una gloria mayor que la que puede
alcanzar; y cuando lo desprecian sus criados; y cuando los inferiores lo
injurian; y cuando ve que tiene infinitos acusadores que lo calumnian acerca
de que hace gastos enormes; y cuando le acontecen infinitas otras cosas que
suelen acaecer en medio de la abundancia de riquezas, como son las
enemistades, los enojos, las acusaciones y reproches, los danos, la cantidad
de asechanzas de parte de los envidiosos que no pudiendo apoderarse de sus
riquezas, por todas partes lo acometen, lo desgarran y le levantan infinitas
tempestades.
?Quieres que ahora te enumere los deleites de aquel obrero mercenario? Se
halla libre de todo lo dicho. Aun cuando alguno lo injurie, no se duele; a
nadie teme ni tiene por superior a él; no tiembla por causa de las riquezas;
toma con placer sus alimentos, duerme gozoso. No se alegran como él los que
beben el vino de la isla de Tasos, cuando va a las fuentes de agua para
beber de sus raudales. Cierto que no es como ésta la condición del que antes
dijimos. Pero, si aún no estás satisfecho, para quedar yo más victorioso
!ea! comparemos al rey que yo decía con el esclavo. Verás con frecuencia a
éste saltar de gozo, jugar, mientras el otro, adornado de púrpura y diadema,
anda triste y comido de infinitos cuidados y muerto de miedo.
Porque en conclusión, !no se puede! !no, no se puede encontrar una vida sin
dolor ni tampoco privada en absoluto de algún placer! Pues, como ya lo dije,
no podría la naturaleza nuestra soportar eso. Que uno goce más que otro, se
duela más que otro, eso nace del mismo que vive en el dolor porque es de
poco ánimo, pero no de la naturaleza de las cosas. Si queremos gozarnos con
frecuencia, muchas ocasiones tenemos. Desde luego, si nos dedicamos a la
virtud, ya nada podrá causarnos dolor. Pues la virtud es causa en el alma de
la buena esperanza en quien la ejercita; lo hace agradable a Dios y bien
visto de los hombres y nos aporta un inefable gozo. Si la virtud es
trabajosa en su ejercicio, pero está llena la conciencia de abundante
alegría, pone en lo interior tanto gozo cuanto no puede explicarse. Porque ¿qué es lo que en la vida presente parece más deleitable?
¿La mesa opípara,
la buena salud corporal, la gloria, las riquezas? Pues bien: si eso que te
parece agradable lo comparas con la virtud, encontrarás ser lo más amargo de
todo. Porque nada hay más dulce que la buena conciencia y la buena
esperanza.
Si queréis todavía mejor comprenderlo, vayamos a un moribundo o a un
anciano. Recordémosle las mesas opíparas bien abastecidas que tuvo, y la
gloria y los honores, y las buenas obras que practicó durante su vida; y
preguntémosle de cuáles más se goza. Observaremos que de aquellas primeras
se ruboriza y avergüenza, mientras que de estas últimas se regocija y
alegra. Así el rey Ezequías, cuando cayó enfermo, no recordó la gloria, ni
el reino, ni la mesa suculenta, sino su justicia: Acuérdate, dice, oh Senor,
de que he andado en tu presencia. 170 Mira cómo también Pablo se regocija
por lo mismo y exclama: He combatido el buen combate, he terminado mi
carrera, he guardado la fe. 171 Preguntarás: pero ¿qué otras cosas podía
enumerar Pablo? Muchas otras: honores, reyes de amigos, muchos servidores.
?No lo oyes que dice: Me recibisteis como a un ángel del Senor, como a
Cristo Jesús; y si hubiera sido posible os habríais arrancado los ojos y me
los habríais dado? Y además, que expusieron su cabeza por salvarle la vida.
Pero nada de eso alega, sino únicamente sus trabajos, sus peligros y los
triunfos en esa materia conseguidos. Y con razón. Pues aquellas otras cosas
aquí se quedan; pero éstas van con nosotros. De aquéllas tendremos que dar
razón; de estas otras esperamos recompensa. ¿Ignoráis acaso cómo los pecados
afligirán al alma en aquel último día y cómo punzarán el corazón? Pero
entonces el recuerdo de las buenas obras, a la manera de una bonanza en
plena tempestad, consolarán al alma en su turbación. Si vigilamos y vivimos
con sobriedad, durante la vida toda nos acompanará ese santo temor; pero
como vivimos descuidados, se nos echará encima cuando salgamos de aquí. El
encadenado más se duele cuando lo sacan y carean con los jueces; entonces
más tiembla, cuando se acerca al tribunal, cuando ha de dar razón de sus
hechos.
Por eso muchos cuentan horrendas visiones que en semejante ocasión se les
presentaron; y no pudiendo soportarlas los moribundos, tendidos en el lecho,
se sacuden grandemente con ímpetu; y a los presentes los miran con torvas
miradas, porque interiormente el alma se agita y no quiere apartarse del
cuerpo ni puede soportar la presencia de los ángeles que se acercan. Si
cuando vemos a hombres temibles temblamos, cuando veamos a los ángeles
amenazantes y a las tremendas Potestades ¿qué no sufriremos, arrancada ya el
alma del cuerpo y doliéndose grandemente, pero en vano? Porque aquel rico
del evangelio, Epulón, una vez que hubo muerto lloró, lloró mucho; pero no
le servio.
Imaginando, pues, todo esto y meditándolo, guardemos el santo temor para que
no padezcamos otro tanto y para que escapemos de aquel eterno suplicio y
consigamos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, a quien con el Padre sea la gloria, juntamente con el santo y
vivificante Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LIV (LV)
Se fue Jesús a la región de Cesarea de Filipo; y preguntaba a sus
discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? (Mt 16, 13).
?Por qué el evangelista, juntamente con el nombre de la ciudad puso el de su
fundador? Porque hay otra ciudad, que se llama Cesarea de Estratón. Pero no
es en ésta, sino en aquella otra es en donde Jesús, habiendo llevado a sus
discípulos lejos de los judíos, los interroga; a fin de que libres de toda
preocupación, con entera libertad y confianza, le digan lo que sienten. Mas
¿por qué no les preguntó desde luego el propio parecer, sino el de la
multitud? A fin de que, tras de exponer la opinión de los demás, luego, al
ser preguntados: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? por la forma misma de
preguntarles se levantaran a más altos pensamientos y no se apegaran en el
vulgar conocimiento que tenía la multitud.
Por tal motivo tampoco les hizo la pregunta al principio de la predicación,
sino una vez que ya había hecho muchos milagros y había disertado sobre
muchos y sublimes dogmas y había dado pruebas de su divinidad y de su
concordia con el Padre. Finalmente, ahora les propone la pregunta. Y no les
preguntó ¿qué dicen de mí los escribas y los fariseos? Aunque éstos con
frecuencia se habían reunido para disputar con él, sino que les pregunta: ¿Quién dicen los hombres que soy? buscando así la opinión del pueblo que
suele ser desinteresada. Pues aun cuando fuera muy inferior a la que
convenía, pero no estaba imbuida en la perversidad, mientras que la de los
fariseos sí redundaba de malicia y maldad.
Y demostrando lo mucho que quería que se confesara y aclarara la nueva
economía de la Encarnación, dice: Hijo del hombre, llamando así a la
divinidad, como con frecuencia lo hace en otros pasajes. Porque dice: Nadie
sube al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 172 Y
también: ¿Qué sería si vierais al Hijo del hombre subir ahí a donde estaba
antes? 173 Luego, como ellos respondieran: Unos que Juan Bautista, otros que
Elías; otros que jeremías u otro de los profetas, puesta ya en claro la
falsa opinión del pueblo, El continuó: Y vosotros ¿quién decís que soy? Los
excitaba con esta segunda pregunta a pensar de El algo más grande y les
demostraba que las opiniones anteriores andaban muy lejos de su verdadera
dignidad.
Por esto inquiere de ellos otra opinión y les hace esta segunda pregunta, a
fin de que no se fueran tras del sentir de las turbas. Estas, por haber
visto portentos que ciertamente no correspondían a un hombre, aunque por tal
lo tenían, pero pensaban que había resucitado de entre los muertos, como
juzgó el mismo Herodes. Así El, quitándoles semejantes suposición, les
pregunta: Y vosotros ¿quién decís que soy? Como si les dijera: vosotros que
continuamente estáis conmigo y me veis obrando milagros y aun habéis hecho
por mi medio muchos prodigios. ¿Qué respondió Pedro, el que era la boca del
grupo de los apóstoles? Siempre fervoroso, corifeo del grupo, como se les
preguntara a todos, respondió él. Cuando Cristo preguntó la opinión de las
turbas, contestaron todos; pero ahora que les pregunta a ellos acerca de sí
mismo, Pedro sale al punto y se adelanta a todos y dice: Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo. Y ¿qué le contestó Cristo?: Bienaventurado eres, Simón
Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado.
Ciertamente, si Pedro no lo hubiera confesado como engendrado del Padre, no
habría sido necesaria una revelación. Si lo hubiera juzgado como otro
hombre, no habría sido digno de que se le llamara bienaventurado. Porque ya
anteriormente los que estaban con Jesús en la nave cuando la tempestad,
decían: En verdad, éste es hijo de Dios. Mas aunque decían verdad, no se les
llamó bienaventurados; porque no dieron a la palabra hijo el sentido que le
dio Pedro y con que lo confesó, sino que lo juzgaron como hijo de Dios, pero
como uno de los muchos hijos, eximio en verdad, pero uno entre muchos y no
de la misma substancia que el Padre.
También Natanael dijo: Maestro, tú eres hijo de Dios, tú eres rey de Israel.
174 Y sin embargo, no sólo no se le llamó bienaventurado, sino que, como si
hubiera dicho algo muy inferior a lo que convenía, fue corregido por Cristo,
quien le respondió: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera crees?
Cosas mayores has de ver. 175 Entonces ¿por qué a Pedro se le llama
bienaventurado? Porque confesó ser Cristo el Hijo de Dios con toda
propiedad. Tal es el motivo de que Cristo a los otros nunca les haya dicho
nada semejante; mientras que en el caso presente incluso declaró quién era
el que hacía la revelación. Para que no fueran muchos a creer que Pedro
había pronunciado palabras de amor y adulación, llevado del fervor de su
carino y por simple afecto y favor, Cristo declara quién fue el que le
inspiró lo que dijo; y para que entiendas que Pedro pronunció las palabras,
pero fue el Padre quien se las dictó; y para que no creyeras que la
sentencia era una simple opinión humana, sino un verdadero dogma divino.
Mas ¿por qué no habla el mismo Jesús, ni dice: Yo soy el Cristo? ¿Sino que
por medio de preguntas va preparando todo, y así induce a los discípulos a
proferir semejante confesión? Porque esto era para él más congruente y para
ellos más necesario, de modo que así los atraía a mejor dar fe a lo que se
decía. ¿Adviertes en qué forma el Padre revela al Hijo y el Hijo revela al
Padre? Dice el mismo Cristo: Ni alguno conoce al Padre sino el Hijo y aquel
a quien el Hijo lo quisiere revelar. 176 De modo que no podemos por otro
camino conocer al Hijo, sino por el Padre, ni al Padre sino por el Hijo. Por
aquí se demuestra la igualdad de honor que se les debe y su
consubstancialidad. Y ¿qué dice Cristo?: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú te
llamarás Cefas. Como si le dijera: pues tú has predicado a mi Padre, Yo
predicaré el nombre del que a ti te engendró. Es decir: Así como tú eres
hijo de Jonás, así soy Yo Hijo de mi Padre. Porque sería cosa inútil decir:
Tú eres hijo de Jonás. Mas como Pedro lo llamó Hijo de Dios, para demostrar
que era Hijo de Dios como Pedro era hijo de Jonás, o sea de la misma
substancia del Padre, anadió las dichas palabras.
Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; es
decir, sobre esta confesión de fe. Con esto declara que muchos creerán, y
así levanta los ánimos y juntamente a Pedro lo constituye Pastor. 177 Y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Como si dijera: si no
prevalecerán contra ella, mucho menos prevalecerán contra mí. De manera que
no te turbes cuando oigas que he sido entregado y crucificado. Enseguida
proclama otro honor de Pedro: Yo te daré las llaves del reino de los cielos.
¿Qué significa esto de: Pero yo te daré las llaves del reino de los cielos?
Que así como mi Padre te dio que me conocieras, así Yo te daré. Y no dijo:
Yo rogaré a mi Padre, aunque ya eso fuera una gran demostración de poder y
don inefable de grandeza; sino dijo: Yo te daré. Yo pregunto: ¿qué le darás?
Las llaves del reino de los cielos; y cuanto atares en la tierra será atado
en los cielos; y cuanto desatares en la tierra será desatado en el cielo.
Entonces ¿cómo no ha de serle propio suyo conceder el sentarse a su derecha
o a su izquierda, siendo él quien dijo: Yo te daré??Adviertes cómo levanta a
Pedro a un mayor conocimiento suyo y se le revela a sí mismo, y mediante
ambas promesas se le muestra Hijo de Dios? Porque lo que es exclusivo de
Dios, o sea perdonar los pecados y hacer inconmovible a la iglesia en tan
encontrados embates de las olas y hacer a un pescador más firme que una roca
mientras el orbe todo lo acomete, esto El le promete a Pedro que se lo dará;
del mismo modo que el Padre hablando con jeremías, decía haberlo puesto como
columna de bronce y como muro. Con la diferencia de que a jeremías se le
concedió para una sola nación, mientras que a Pedro, para todo el orbe de la
tierra.
Con gusto preguntaría yo ahora a los que andan minimizando la dignidad del
Hijo cuáles dones son mayores: los que dio el Padre o los que dio el Hijo a
Pedro. El Padre dio al Hijo la revelación del Hijo; pero el Hijo a Pedro el
ensenar y publicar por todo el orbe el conocimiento del Padre y del Hijo; y
aunque era Pedro hombre mortal le confirió plena potestad en el cielo al
entregarle las llaves a él, que extendió la Iglesia por toda la tierra y la
demostró más firme que los mismos cielos. Pues dice Cristo: El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 178 ¿Cómo pues será menor que
el Padre quien tales potestades otorga y tales cosas obró? Y no digo esto
separando las obras del Padre de las del Hijo, pues: Todas las cosas fueron
hechas por El y sin El nada fue hecho, 179 sino para reprimir la lengua
impudente de los que se atreven a proferir semejantes errores.
Tú advierte, por todo lo dicho, el poder de Cristo: Yo te digo: tú eres
Pedro; yo edificaré mi iglesia; yo te daré las llaves del reino de los
cielos. Y enseguida, tras de haber dicho eso, les ordenó que a nadie dijeran
que El era el Cristo. ¿Por qué lo ordenó? Con el objeto de que una vez
removidos los escándalos y consumada su crucifixión y sus demás
padecimientos, y no habiendo ya nada que perturbara o impidiera la fe en El
recibida ya por muchos, se imprimiera en los ánimos de los oyentes acerca de
El una creencia sincera e inconmovible. Porque aún no había brillado su
virtud en todo su esplendor. Deseaba por esto que ellos la predicaran cuando
la manifiesta verdad de las cosas y la fuerza grande de los hechos,
sirvieran de apoyo y patrocinio a la predicación.
Al fin y al cabo no era lo mismo verlo en Palestina ahora obrando milagros,
ahora rechazado e injuriado, sobre todo teniendo que venir en pos de los
milagros la cruz, que verlo después cuando ya la tierra entera lo adorara y
floreciera la fe en El, y nada padeciera de cuanto antes había padecido. Tal
es el motivo de que les ordene no decirlo a nadie. Lo que ya una vez echó
raíces, si se arranca difícilmente puede de nuevo plantarse y arraigar entre
muchos; pero lo que una vez ya plantado permanece sin que se le remueva,
fácilmente, sin causar a nadie molestias, pulula y con mayor aumento crece.
Si quienes habían visto infinitos milagros y habían sido partícipes de tan
inefables misterios se escandalizaron de solo oírlo; y no solamente ellos
sino el mismo jefe y corifeo de todos, Pedro, quiero yo que consideres lo
que habrían muchos experimentado, si entonces hubieran sabido que era el
Hijo de Dios, y luego lo hubieran visto crucificado y escupido, sin conocer
aún tan arcanos misterios, pues aún no habían recibido el Espíritu Santo. Si
a los discípulos hubo de decirles: Muchas cosas tengo aún que deciros pero
ahora no podéis llevarlas, 180 con mucha mayor razón el resto de la multitud
habría defeccionado si antes del tiempo oportuno se les hubiera revelado lo
que formaba la cumbre y lo más alto de semejantes misterios. Por eso les
prohíbe publicar lo de su divinidad.
Y para que veas cuán importante era que hasta después recibieran la plena
doctrina, o sea una vez removidos los obstáculos que podrían estorbar,
sábelo de boca del mismo corifeo. Pedro mismo, quien tras de tantos milagros
todavía apareció tan débil que llegó hasta a negar al Maestro y se atemorizó
ante una muchacha, en cuanto se hubo cumplido el misterio de la cruz y tuvo
él claras pruebas de la resurrección, de modo que ya no tenía delante ningún
tropiezo, en tal forma mantuvo inconmovible la doctrina del Espíritu Santo,
que arremetió con mayor vehemencia que un león al pueblo judío, aun cuando
lo amenazaban peligros y miles de muertes.
Muchas cosas, les dijo Jesús, tengo aún que deciros, pero ahora no podéis
llevarlas. Más aún: ni siquiera entendían muchas de las ya dichas por El,
porque antes de su crucifixión no las explicó. Una vez que El resucitó,
ellos entendieron algunas de las que había dicho. Con razón, pues, con
muchas palabras ordenó que no declararan aquello antes de que padeciera la
cruz, puesto que El mismo no se atrevió a descubrir, antes de la cruz, todas
las cosas, a los mismos que luego las habían de predicar.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que
padecer. ¿En qué tiempo? Cuando ya los había imbuido en ese dogma; cuando
inició e introdujo el principio de la admisión de los gentiles. Pero los
discípulos ni aun así entendían lo que les decía. Pues dice el evangelista:
Porque ellos no entendían nada de esto 181. Vivían como en medio de cierta
oscuridad, sin caer en la cuenta de que El resucitaría. Por lo cual Jesús se
alarga en estas cosas difíciles y amplía su conversación con el objeto de
abrirles el entendimiento y comprendan lo que se les dice. Pero no
entendieron, y eran para ellos cosas ininteligibles. Y no se atrevían a
preguntarle, no si acaso habría de morir, sino cómo y por qué motivo.
?Cuál era el misterio? Que no sabían qué era eso de resucitar, y juzgaban
ser mucho mejor que no muriera. Por esto, mientras todos los otros andaban
dudosos y perturbados, Pedro, fervoroso como era, fue el único que se
atrevió a hablarle del asunto. Y no lo hizo en público sino aparte, es
decir, separado de los otros discípulos. Y le dijo: No quiera Dios, Senor,
que esto suceda.
?Qué es esto? El que recibió la revelación, el que recibió el título de
bienaventurado, éste de pronto ¿cayó y temió la Pasión? Mas ¿qué hay de
admirable en que quien no había recibido revelación acerca de la Pasión
sufriera eso? Pues para que veas que lo que antes dijo no lo dijo de su
propia cosecha, observa cómo en lo que no le fue revelado se turba y es
derrotado; y aunque infinitas veces lo oía, pero no lo entendía. Conoció
ciertamente que Jesús era Hijo de Dios; pero qué sea el misterio de la cruz
y de la resurrección, no lo conocía con claridad. Pues dice el evangelio:
Pero ellos no entendían nada de esto. ¿Ves, pues, cómo justamente les ordenó
que a nadie lo dijeran? Pues si de tal modo perturbó a aquellos a quienes
era necesario decirlo ¿qué no habría sucedido a los demás? Jesús, para
demostrar que no iba contra su voluntad a la Pasión, increpó a Pedro y aun
lo llamó Satanás.
Oigan esto los que se avergüenzan de la cruz de Cristo. Pues si el jefe de
los apóstoles antes de que tuviera conocimiento completo de todos los
misterios fue llamado Satanás a causa de aquella disposición de ánimo ¿qué
perdón merecerán los que después de tantas pruebas todavía niegan la
economía redentora? Cuando el hombre que fue llamado bienaventurado e hizo
aquella excelente confesión, es llamado Satanás, considera lo que tendrán
que sufrir de castigo los que después de tantas pruebas, desprecian el
misterio de la cruz. Y no le dijo Cristo: por tu boca ha hablado Satanás;
sino: Apártate de mí, Satanás. Es que Satanás anhelaba que Cristo no
padeciera. Por eso Cristo lo increpó con vehemencia, pues bien sabía que
Satanás y otros temían su Pasión y no fácilmente la admitían. Y así,
descubriendo los secretos de los pensamientos de Pedro, le dice: Porque no
sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.
?Qué significa eso de no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres?
Pedro, pensando el asunto conforme a razón humana y terrena, juzgaba ser
vergonzoso y no conveniente que Cristo padeciera. Por esto, increpándolo, le
decía Cristo: No es indecoroso que yo padezca, sino que tú, juzgando según
la carne, así lo pienses; pero si hubieras prestado oído a las palabras de
Dios y te hubieras despojado de tu modo carnal de sentir, sabrías que
precisamente eso es lo que más conviene. Crees tú ser cosa indigna que yo
padezca; pero yo te digo que es voluntad del diablo que yo no padezca. De
este modo Cristo disipaba la preocupación de Pedro, alegando lo contrario.
Así como al Bautista que juzgaba no ser digno que Jesús fuera bautizado por
él, lo obligó diciéndole: Así es necesario; y al mismo Pedro, cuando no
quería éste que le lavara los pies, le dijo: Si no te lavare los pies no
tendrás parte conmigo; 182 del mismo modo ahora atajó a Pedro, oponiéndole
lo contrario y con la vehemencia de la increpación extinguió en él el temor
de la Pasión. Que nadie, pues, se avergüence de los venerandos símbolos de
nuestra salud, que en sí contienen el origen de todos los bienes, y por los
que tenemos vida y existimos. Más bien llevemos en torno nuestro, a modo de
corona, la cruz, pues por medio de ella se obra todo lo que nos interesa.
Si hemos de ser regenerados, ahí está la cruz; si nos hemos de nutrir con el
místico alimento; si hemos de ser consagrados sacerdotes; si es necesaria
otra cualquiera sagrada acción, en todas partes tenemos presente ese símbolo
de victoria. Por eso la llevamos pintada en las mansiones, en los muros, en
las ventanas, en la frente y en el pensamiento empenosamente. Es ella senal
de nuestra salvación, de la común libertad y de la mansedumbre del Senor que
como oveja fue llevado a la muerte. 183 Así pues, cuando te persignas piensa
en todo el significado de la cruz y apaga todo afecto de ira y todo anhelo
perverso. Cuando te persignas, ocupa ampliamente tu frente toda y haz así
libre a tu alma.
Sabéis bien qué cosas son las que nos engendran la libertad. Por eso Pablo,
exhortándonos a lo mismo, es decir, a una congruente libertad, tras de haber
hecho recuerdo de la cruz y de la sangre del Senor, dice luego: Habéis sido
comprados a precio: no os hagáis siervos de los hombres. 184 Como si dijera:
piensa en el precio por ti pagado y nunca te harás esclavo de los hombres: y
llama precio a la cruz. Es necesario que no sólo con los dedos la formemos,
sino que primeramente lo hagamos con la voluntad y la fe grande. Si con esta
condición la dibujas en tu casa, ningún demonio impuro podrá estar en tu
contra, pues verá la espada con que fue herido con herida mortal. Si
nosotros con sólo ver el lugar en donde dan muerte a los reos, sentimos
horror ¿considera lo que sufrirán el diablo y los demonios todos, al ver el
dardo con que Cristo venció todo su poder y cortó la cabeza del dragón.
No te avergüences pues de don tan grande, para que no se avergüence de ti
Cristo cuando venga en su gloria y se vea esta senal que baja, más brillante
que los rayos del sol, delante de Cristo. Porque vendrá entonces la cruz
clamando con sola su presencia y defendiendo delante de todo el orbe la
causa del Senor y demostrando que de parte de El nada faltó para salvarnos.
Esta senal en tiempos de nuestros antepasados, y también en los actuales,
abrió las puertas cerradas; esta senal destruyó los venenos; esta senal
deshizo la fuerza de la cicuta; ésta curó las mordidas de las bestias
venenosas. Pues si abrió las puertas infernales y abrió las puertas del
cielo y renovó la entrada al paraíso; si destrozó la fuerza de los demonios
¿por qué ha de ser maravilla que venciera los venenos y las" fieras y las
demás cosas a éstas semejantes? Graba esto en tu mente y abraza esa senal,
salud de nuestras almas. Porque esta cruz salvó y convirtió al orbe, alejó
el error, trajo la verdad, hizo de la tierra cielo y de los hombres hizo
ángeles. Por virtud de la cruz ya no son temibles los demonios; la muerte ya
no es muerte, sino un sueno; por la cruz todo cuanto nos era contrario quedó
abatido, por tierra, pisoteado. De modo que si alguien te pregunta: ¿al
Crucificado adoras? con franca voz, con rostro alegre, respóndele: !Lo adoro
y nunca dejaré de adorarlo! Y si ese tal te burla, llora tú por su locura.
Da gracias al Senor por tan inmensos beneficios que si no fuera por la
revelación nadie podría ni siquiera conocerlos.
Ese que te burla, lo hace porque: El hombre animal no percibe las cosas del
Espíritu de Dios. 185 También los ninos suelen reírse así cuando ven cosas
grandes y maravillosas. Si introduces a un nino en la celebración de los
misterios, del mismo modo se reirá. A semejantes muchachillos se parecen los
gentiles: !más aún: son más imperfectos! Y por lo mismo son más miserables
los que no en su puericia sino en su edad madura hacen lo mismo que los
ninos; y por lo mismo no merecen perdón. Por nuestra parte, con claras voces
y con clamores grandes proclamamos (y con mayor libertad si hay gentiles
presentes) !Nuestra gloria es la cruz, fuente de todos los bienes, confianza
y corona nuestra! Yo quisiera poder decir con Pablo: Porque el mundo está
crucificado para mí y yo para el mundo. 186 Pero no puedo, porque variados y
múltiples afectos me detienen.
Por lo cual, yo os exhorto -!y antes que a vosotros a mí mismo!- a que nos
crucifiquemos al mundo y no tengamos nada común con la tierra, sino que
amemos la patria de allá arriba, la gloria aquella, los bienes celestes.
Porque somos soldados del Rey celestial y estamos revestidos de armas
espirituales. Entonces ¿por qué llevamos una vida propia de cantineros,
charlatanes, o mejor dicho de gusanos? Pues en donde está el rey ahí
conviene que esté el soldado. Somos soldados no de los que andan allá lejos,
sino de los que asisten al Rey. Un rey terreno no permite que todos los
soldados estén presentes en el palacio, ni ahí a su lado. En cambio, el Rey
del Cielo quiere que todos estén en derredor de su trono.
Preguntarás: ¿cómo puede ser que, viviendo acá en la tierra, estemos en
torno de aquel solio regio? Pues como Pablo, quien viviendo en la tierra,
sin embargo estaba allá en donde están los querubines y los serafines; y aun
más cerca de Cristo que los guardias lo están del emperador. Porque éstos
con frecuencia andan mirando a una y otra parte. Pablo en cambio no era
arrastrado por ninguna fuerza de la imaginación, sino que estaba adherido a
Cristo con toda su mente. De modo que si queremos, también nosotros lo
podremos. Si Cristo distara por el lugar interpuesto, razonablemente
pondrías esa objeción; pero estando él presente en todas partes, en verdad
cercano se halla para todos los que viven vigilando.
Por esto decía el profeta: No temo mal alguno porque tú estás conmigo. 187 Y
también el mismo Dios: Yo soy Dios que está cerca y no lejos. 188 Pues así
como los pecados nos separan de él, así la justicia nos junta con él. Porque
dice: Estando tú aún hablando te diré: aquí estoy ¿Qué padre oirá así a sus
hijos y a sus nietos? ¿Qué madre estará tan preparada y a punto si los
hijitos la llaman? Ni el padre ni la madre, sino solamente Dios atiende tan
asiduamente para ver si alguno de sus allegados lo invoca, y jamás ha dejado
de oír cuando lo llamamos como conviene.
El mismo dice: Estando tú aún hablando. 189 Como si dijera: ni siquiera
espero a que termines, sino que al punto te escucho. Invoquémoslo, pues,
como él quiere ser invocado. Y ¿cómo quiere? El lo dice: Rompe las ataduras
de iniquidad, deshaz los haces opresores, deja libres a los oprimidos y
quebranta todo yugo. Parte tu pan con el hambriento, alberga al pobre sin
abrigo, viste al desnudo, no vuelvas tu rostro al hermano. Entonces brotará
tu luz como la aurora y pronto germinará tu curación e irá delante de ti tu
justicia y detrás la gloria de Yavé. Entonces llamarás y el Senor te oirá;
lo invocarás y él te dirá: Heme aquí. 190 Preguntarás tal vez: pero ¿quién
será capaz de hacer todo eso? Pero más bien debes preguntar quién es el que
no puede hacerlo. Porque ¿qué hay en lo dicho que sea difícil? ¿qué hay que
sea laborioso? ¿qué que no sea fácil? De tal modo son esas cosas no sólo
posibles, sino fáciles, que muchos las han sobrepasado; y no sólo han
desgarrado las escrituras injustas, sino que aun se han despojado de sus
bienes; no sólo han recibido en hospedaje y a su mesa a los pobres, sino que
se han tomado grandes trabajos y sudores para alimentarlos; y esto no sólo a
los parientes sino a los enemigos los han colmado de beneficios.
?Qué hay de difícil en lo que acabo de decir más arriba? Porque no dijo el
Senor: traspasa los montes, cruza los mares, cava tantas más cuantas yugadas
de tierra, haz largos ayunos, vístete el saco de penitencia; sino únicamente
comparte de tus bienes con el prójimo, da a los pobres de tu pan, rompe las
escrituras injustas. Pregunto, pues: ¿qué cosa habrá más fácil que eso? Y si
te parece difícil, piensa en el premio y se te hará fácil. Al modo como los
reyes en los hipódromos ponen delante de los concursantes los premios,
coronas y mantos, así Cristo a su vez pone en medio del estadio los premios;
y mediante los profetas, como si se valiera de muchas manos, los despliega.
Y por cierto, los reyes, aun cuando sean mil veces reyes, como hombres que
son no tienen sino riquezas perecederas y ostentan una liberalidad que se
consume, es decir, cosas que son en verdad de poco valor, pero que ellos
procuran que se estimen en mucho, y por esto dan cada cosa a uno de los
ministros para que la vaya exhibiendo ahí al medio. Nuestro Rey, por el
contrario, lo reúne todo; y, pues abunda en riquezas, no hace ostentaciones,
sino que pone en medio cosas que cuando se desplieguen serán de inmenso
valor, y que necesitarán de muchas manos para exhibirlas.
Y para que lo comprendas, ve recorriendo una por una. Entonces brotará tu
luz como la aurora. ¿No es verdad que esto parece ser un solo don? Pero no
es uno, pues encierra en sí muchos premios, coronas y recompensas. De modo
que si os place, los desplegaremos y pondremos a la vista en cuanto está en
nuestra posibilidad, con tal de que no os fatiguéis. Y en primer lugar
veamos lo que significa ese brotará. Porque no dijo aparecerá, sino brotará,
mostrándonos con esto la abundancia y presteza y en cuán gran manera anhela
nuestra salvación y cuántas ansias tiene de sacar a luz esas riquezas, y que
nada hay que pueda impedir su ímpetu inexplicable: con todo lo cual se da a
entender la inmensa abundancia de bienes.
Y ¿qué significa eso de la aurora? Quiere decir que los premios vendrán no
tras de los combates y tentaciones, ni después de las oleadas de males, sino
aun adelantándose a ellos. Así como tratándose de los frutos llamamos
matutinos a los que aparecen antes del tiempo propio, así aquí con esa
palabra da a entender la presteza, lo mismo que cuando anteriormente decía:
Estando aún hablando tú, te diré: Aquí estoy. Y eso que llama luz ¿de qué
luz se trata? No es de esta sensible, sino de otra mucho más excelente,
mediante la cual veremos el cielo y los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines y Serafines, los Principados y las Potestades, los Tronos y las
Dominaciones y el ejército entero celeste y aquellos palacios reales y
aquellas mansiones.
Si logras esa luz, verás todo esto y estarás libre de la gehenna y del
gusano venenoso y del rechinar de dientes y de las indestructibles ataduras
y de la angustia y tribulación y de la oscurísima cárcel, y de los tormentos
y torrentes de fuego, y de la maldición y de los sitios de castigo; e irás a
donde no existe el dolor, no hay tristeza sino gozo abundante, paz, caridad,
alegría, deleites; a donde hay vida eterna, gloria inefable, hermosura
indecible; a donde están las eternas mansiones y la imponderable gloria del
Rey; y en fin aquellos bienes que ni el ojo vio ni el oído oyó, ni vino a la
mente del hombre. 191 Allá están el espiritual Esposo y los tálamos celestes
y las vírgenes con sus brillantes lámparas y todos los que poseen las
vestiduras nupciales. Allá están las abundantes riquezas de Dios y los
regios tesoros.
?Observas cuán grandes premios y cuán abundantes encerró en sola aquella
palabra? De modo que si examinamos cada palabra, encontraremos
abundantísimos tesoros y un mar inmenso de ellos. Ahora yo pregunto: ¿dudaremos aún y no estaremos prestos a ser misericordiosos con los demás?
!De ningún modo, os lo ruego! Aun cuando sea necesario dejarlo todo y
echarlo al fuego y arrojarnos en medio de las espadas y saltar contra las
puntas de ellas, o sea preciso sufrir otra cosa cualquiera, toleremos con
facilidad todo, para conseguir el vestido propio para el reino de los cielos
y para aquella gloria inexplicable. Ojalá que todos la consigamos por gracia
y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LV (LVI)
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: el que quiera venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16, 24).
ENTONCES. ¿Cuándo? Después de que Pedro había dicho: No quiera Dios que esto
suceda, y había oído aquel Retírate de mí, Satanás. No le pareció suficiente
a Jesús con increpar a Pedro; sino que anhelando demostrar con abundancia lo
absurdo de sus palabras y la utilidad que de su Pasión se seguiría, dijo:
Tú, Pedro, me dices: No quiera Dios que esto suceda; mas Yo te digo que no
sólo sería danoso para ti el impedirme padecer, aun cuando te pese mi
Pasión, sino que ni siquiera podrías alcanzar tu salvación, si tú mismo no
estás preparado para morir. Y para que no pensara que el padecer era indigno
de Cristo, no sólo con las anteriores palabras, sino también con las que
siguen, le ensena la utilidad de su Pasión.
En Juan dice: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará
solo; pero si muere, llevará mucho fruto. 192 Pero ahora, tratando más
largamente del asunto, habla no únicamente de su acabamiento por la muerte,
sino que extiende la doctrina a sus discípulos. Como si les dijera: tan
grande es la ganancia de la Pasión que si vosotros no queréis morir, os será
perjudicial; mas sucederá lo contrario si estáis preparados para ese bien.
Así lo declara con lo que sigue. Pero ahora lo examina por un solo lado.
Observa cómo impone una obligación estricta. Pues no dice: Queráis o no, es
necesario que padezcáis semejante Pasión. Sino ¿qué es lo que dice? Si
alguno quiere venir en pos de mí. No lo obligo; no le impongo una necesidad;
lo dejo al arbitrio de cada uno. Y por esto digo: Si alguno quiere. Os
invito a bienes y no a males, ni a cosas difíciles, ni a suplicios y penas,
para que fuera necesario obligaros. La naturaleza misma de la cosa es
suficiente para atraer. Y con decirles esto, más los animaba. Quien pone
obligación, con frecuencia más bien aparta de la obra; pero quien la deja al
arbitrio del oyente, más lo atrae. Puesto que más fuerza tiene la simple
exposición de la empresa que no la violencia. Por eso les decía: Si alguno
quiere. Como si les dijera: grandes son los bienes que os ofrezco, y tales
que espontáneamente se corre hacia ellos.
A la verdad, si alguno ofreciera oro y un tesoro tal vez, no llamaría con
violencia. Pues si a esas cosas se va sin violencia, mucho más se irá a los
bienes celestes. Si la naturaleza misma de la cosa no te persuade a que
corras a ella, ya no eres digno de recibirla; y si la recibes, no sabrás
apreciar lo que recibes. Por eso Cristo no obliga, sino exhorta y es
indulgente con nosotros. Y como los discípulos murmuraban mucho, comentando
lo dicho y se turbaban, les dice: no es el caso de turbarse y comentar. Si
creéis que lo que dije, si os aconteciere, no es fuente de bienes
innumerables, yo no os obligo, no os hago violencia, solamente invito al que
quiera.
No penséis que seguirme es hacer eso que ahora hacéis al seguirme.
Necesitaréis de muchos trabajos y pasar por muchos peligros, si habéis de
seguirme. No por haberme confesado ahora, oh Pedro, vayas a pensar que sólo
te esperan coronas y que con solo pensar lo que has pensado te basta para la
salvación y que en adelante has de vivir contento como si ya todo estuviera
acabado. Como Hijo de Dios que soy, puedo eximirte de experimentar los
males, pero por bien tuyo no quiero hacerlo, para que tú pongas algo de tu
parte y- así seas mejor probado. Ningún Prefecto de juegos, cuando estima
mucho a un atleta quiere coronarlo gratis, sino que anhela que éste lo gane
con su propio trabajo, sobre todo porque lo estima. Así Cristo quiere que
aquellos a quienes especialmente ama brillen con su propio mérito y por sola
su gracia.
Advierte, además, cómo hace un discurso en nada pesado. Puesto que no
circunscribe los males a solos los discípulos, sino que, extendiendo su
ensenanza a todo el orbe, dice: Si alguno quiere, ya sea mujer o varón,
príncipe o súbdito, quienquiera que por este camino echare. Al parecer dice
una sola cosa, pero en realidad son tres: negarse a sí mismo, tomar su cruz,
seguirlo. Junta dos cosas, en tanto que la otra la pone aparte. Veamos en
primer lugar qué sea negarse a sí mismo. Pero ante todo qué sea negar a
otro. Y así sabremos qué sea negarse a sí mismo. Quien niega a otro, ya sea
su hermano o su criado u otro cualquiera, no se presenta, no lo auxilia, no
se entristece, no se aflige, puesto que se trata de uno que le es extrano.
Quiere, pues, Cristo que en esa forma, es decir, en forma alguna, perdonemos
a nuestro cuerpo; de modo que aun cuando lo azoten, lo empujen, lo quemen o
le hagan otra cosa cualquiera no lo perdonemos. Porque esto es
verdaderamente perdonarlo. Así los padres, cuando entregan sus hijos a los
maestros, es cuando verdaderamente los perdonan, advirtiendo al profesor que
nada les perdone a los ninos. Así, Cristo no dijo que no se perdone uno a sí
mismo, sino lo que es más duro Niéguese a sí mismo. Es decir, que sea para
sí como un extrano, de manera que se entregue a los peligros y certámenes, y
esté en tal disposición como si fuera otro el que padeciera. No dijo
simplemente negarse, sino abnegarse. Y con este pequeno aditamento da a la
sentencia una gran fuerza. Porque abnegarse es mucho más que simplemente
negarse.
Y tome su cruz. Es una consecuencia de lo anterior. No vayas a pensar que
conviene abnegarse únicamente cuando se trate de palabras, injurias y
oprobios. Por eso dice hasta dónde conviene negarse a sí mismo: es decir
hasta la muerte, y muerte la más oprobiosa. Y para significarlo no dijo:
niéguese a sí mismo hasta la muerte, sino tome su cruz, o sea hasta la
muerte más vergonzosa; y no una ni dos veces, sino por toda la vida. Como si
dijera: lleva contigo perpetuamente semejante muerte y permanece cada día
dispuesto a morir. Puesto que muchos despreciaron las riquezas, los
placeres, la gloria, pero no despreciaron la muerte, sino que tuvieron temor
a los peligros, Yo, dice Cristo, quiero que mi atleta luche hasta la muerte
y que soporte el certamen hasta derramar su sangre. De modo que conviene
llevar con fortaleza la muerte, si es necesario morir, y aun la muerte más
oprobiosa y execrable, y aunque sea por vanas sospechas: y en tales casos
grandemente gozarse.
Y sígame. Como puede suceder que el que padece no siga a Cristo, no padece
por El (así como los ladrones, los robadores de sepulcros, los hechiceros
sufren y graves padecimientos), para que no creas que basta con soportar los
dolores, anadió el motivo de soportarlos. ¿Cuál es? Que al sufrir todo eso,
vayas en seguimiento de Cristo y por causa de El lo padezcas y así ejercites
todas las virtudes. Porque eso significa: Sígame. De manera que no sólo
demuestres fortaleza de ánimo en los padecimientos, sino además continencia,
equidad y toda clase de virtudes. Esto es seguir a Cristo como conviene:
procurar las demás virtudes y padecer por El todo. Hay quienes siguen al
demonio y padecen las mismas cosas y por él aceptan la muerte; pero nosotros
lo hacemos por Cristo y aun por nosotros mismos y por nuestro bien. Ellos lo
hacen danándose a sí mismos aquí y en la otra vida; pero nosotros lo hacemos
para lucrar ambas vidas.
Entonces ¿cómo no sería el colmo de la desidia el no tener tan gran
fortaleza cuanta muestran esos que perecen, cuando vamos a recibir tantas
coronas? Y eso que a nosotros nos auxilia Cristo y a ellos nadie. Por otra
parte, este fue el precepto que dio Cristo a los apóstoles cuando los envió
a misión, diciéndoles: No vayáis a los gentiles. Os envío como ovejas en
medio de lobos. Seréis llevados a los gobernadores y reyes. 193 Pero ahora
lo enunció más solemnemente y con mayor reciedumbre. Porque entonces hablaba
sólo de la muerte, mientras que aquí menciona la cruz y una cruz perpetua.
Puesto que dice: Tome su cruz, es decir: llévela siempre.
Tenía Cristo por costumbre poner los mandatos más importantes no al
principio y como exordio de sus discursos, sino poco a poco y sin sentir, a
fin de que los oyentes no se perturbaran con lo duro de las cosas. Aquí,
como lo que decía parecía ser cosa difícil y molesta, observa cómo la hace
fácil en lo que sigue, estableciendo premios superiores a los trabajos. Y no
sólo premios, sino además castigos para los perversos. Y en los castigos se
detiene más que en los premios, por que a muchos los hace prudentes más la
amenaza de los castigos que los bienes del premio.
Sin embargo, advierte cómo en este pasaje comienza y acaba con lo mismo.
Pues dice: El que quiera salvar su vida la perderá; y el que quiera perder
su vida por mí, la hallará. Y también ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el
mundo si pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? Y
no es que no os tenga compasión, sino que, por el contrario, os compadezco
cuando tal cosa ordeno. Pues quien condesciende con su hijo lo pierde,
mientras que quien no le deja pasar nada, ése lo salva. Que es lo mismo que
dijo el sabio: Si castigas a tu hijo con la vara, no morirá; antes librarás
su alma de la muerte. 194 Y también: El que ama a su hijo tiene siempre
dispuesto el azote para que al fin pueda complacerse en él. 195 Y lo mismo
se hace en el ejército. Pues si el capitán, por no molestar a sus soldados
los mantiene siempre en el campamento, destruye a los mismos soldados y a
otros muchos.
Pues bien: a fin de que tal cosa no os acontezca, dice Jesús, os conviene
estar siempre preparados para una muerte continua. Porque vendrá luego una
guerra terrible. No te estés quieto en casa. Sal al campo y pelea; y si caes
en la pelea, habrás encontrado la vida. Si en estas guerras sensibles y de
acá, quien está pronto y preparado para la muerte, es tenido como preclaro
entre los demás y como invicto y temible para los enemigos; y sin embargo,
si muere no puede el general resucitarlo, el general por quien pelea, mucho
más en las batallas espirituales en que se tiene la esperanza de la
resurrección, quien exponga a la muerte su vida, la encontrará: desde luego
porque no será vencido prontamente; y además, porque, aun estando postrado
lleva su alma una vida mejor.
Luego pues había dicho: Quien quiera salvar su alma la perderá y quien la
pierda la salvará; y en ambos casos habló de la salud y de la perdición,
para que nadie piense que aquella perdición y esta otra, ni aquella salud ni
esta otra son iguales, sino que vea con claridad que hay tan gran diferencia
entre aquella y esta salud cuanta hay entre aquella y esta perdición, la
demuestra mediante los contrarios diciendo: Porque ¿qué aprovecha al hombre
ganar todo el mundo si pierde su alma??Observas cómo la salvación que se
logra fuera de lo conveniente es perdición, y perdición la peor de todas,
como que ya no tiene remedio, pues nada hay que pueda redimirla? Como si
dijera Cristo: No pienses que quien así guarda su alma, evadiendo los
peligros, la ha salvado; anádele si quieres que ha guardado todo el orbe y
lo ha ganado. Porque ¿qué ganancia saca de todo eso, si ha perdido su alma?
Si vieras tú a tus criados en delicias mientras tú estás entre males
extremos ¿pensarías que por ser senor de ellos tú algo lograbas? !De ningún
modo! Pues piensa así respecto de tu alma cuando mientras tu carne vive
entre delicias y riquezas a ella le espera la muerte futura. ¿Qué dará el
hombre a cambio de su alma? Insiste en lo mismo. Como si dijera: ¿tienes
acaso otra alma que des a cambio de la tuya? Si pierdes tus riquezas, las
puedes suplir con otras; y lo mismo si pierdes tu casa o tus esclavos u otra
cualquiera posesión que tengas. Pero si pierdes tu alma no podrás dar otra.
Aun cuando poseas el mundo y seas rey del universo; aunque pongas en la
balanza todas las cosas del orbe y al orbe mismo íntegro, no puedes redimir
una sola alma.
Pero ¿es acaso admirable que así suceda respecto del alma, cuando aun en las
corporales cosas lo mismo se puede observar? Aun cuando estés con mil
diademas coronado, si tu cuerpo estuviere enfermo de una dolencia incurable,
no lograrías, ni aun dando de regalo todo el reino, alcanzar la salud; y
esto aun cuando anadieras otros muchos cuerpos y ciudades y riquezas. Pues
piensa lo mismo acerca de tu alma; y con mayor razón tratándose del alma.
Dejando, pues, todo lo demás, ocúpate de ella con todas tus fuerzas. No te
preocupes de las cosas de los demás con descuido de ti mismo y de tus
intereses, cosa que ahora todos hacen, pareciéndose a los que trabajan en
las minas que ninguna utilidad ni riqueza sacan de semejante trabajo, sino
muy grave dano, pues en vano se exponen a los peligros en bien de otros, sin
obtener para sí ganancia de los sudores y aun de la muerte que muchas veces
les acontece. Y actualmente tienen éstos muchos imitadores que andan en
busca de riquezas para otros. Y hasta son más miserables que los dichos
mineros, pues al fin de sus muchos trabajos les espera la gehenna. A los
mineros la muerte les acarrea el término de sus sudores, pero a los otros
les resulta el comienzo de sus padecimientos.
Y si dices que tú, siendo rico ya disfrutas de tus trabajos, muéstrame la
alegría y gozo de tu alma y entonces te lo creeré. El alma es lo principal
de todo lo que poseemos; y si el cuerpo engorda mientras ella enferma, de
nada te sirve toda tu abundancia. Pues así como cuando la esclava se goza,
su gozo de nada sirve a su ama que está moribunda, y así como en nada ayuda
el ornato de los vestidos al cuerpo enfermo, así tampoco la riqueza al alma;
sino que de nuevo te repetirá Cristo ¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su
alma? y continuamente ordenará que te ocupes en salvarla y que de sólo eso
tengas cuidado.
Una vez que con tales palabras ha puesto terror, consuela a sus discípulos
con estas otras: Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su
Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. ¿Observas
desde luego cómo una misma es la gloria del Padre y del Hijo? Pero si la
gloria es una y la misma, queda claro que también la substancia es una. Pues
si en una substancia la gloria es diferente, corno dice Pablo que una es la
gloria y resplandor del sol, y otra la de la luna y otra la de las estrellas
y una estrella difiere de otra en claridad, siendo ellas de la misma
substancia, 196 ¿cómo podría creerse que aquellos cuya gloria es una tengan
una substancia diferente? Porque no dijo Cristo: en una gloria como la del
Padre, para que por aquí tú sospecharas una diferencia de substancia; sino
que con todo cuidado dice que vendrá en la mismísima gloria del Padre, de
manera que creamos que es una y la misma de ambos. Entonces, oh Pedro ¿por
qué temes la muerte cuando de ella oyes hablar? Porque en aquel día me verás
en la gloria del Padre. Y si yo estaré en la gloria también vosotros
estaréis en la gloria. Porque vuestras cosas no están circunscritas a los
límites de la vida presente, sino que os espera una suerte mejor.
Pero Cristo, tras de anunciar esos bienes, no se detuvo ahí, sino que aun en
esto mezcló cosas terribles y trajo a la memoria el juicio y la cuenta
inevitable y la sentencia sin acepción de personas y el juez que no se
engana. Mas no permitió que su discurso fuera solamente de cosas tristes,
sino que mezcló con ellas la buena esperanza. Porque no dijo: entonces
castigará a los pecadores, sino: Entonces dará a cada uno según sus obras. Y
lo dijo no únicamente para recordar el castigo a los pecadores, sino también
las coronas y premios a los buenos. De manera que dijo esto para alegrar y
confortar a los buenos. Sin embargo, yo, cuando oigo esto, siempre me lleno
de terror, pues no pertenezco al número de los que serán coronados; y pienso
que hay también otros que comparten conmigo semejantes angustias y terrores.
Pero ¿a quién no atemorizarán estas cosas si entran en su conciencia? ¿a
quién no pondrán miedo, hasta persuadirlo de que necesitamos vestirnos de
saco y cilicio, mucho más que el pueblo de los ninivitas? Puesto que no se
nos habla de la destrucción de la ciudad ni de una común desgracia, sino del
eterno suplicio y del fuego que jamás se extingue.
Por este motivo yo alabo y admiro a los monjes que viven en el desierto: es
decir, además de otras causas, también por estas palabras. Porque los
monjes, después de la comida, mejor dicho después de la cena, pues no
conocen la comida, pues saben que el tiempo presente es de luto y de ayuno,
en una palabra, después de la cena, cuando dan gracias a Dios, repiten la
dicha sentencia. Y si queréis oír el himno que cantan, para que también
vosotros lo recitéis con frecuencia, os repetiré su íntegro canto, que es
como sigue: Bendito seas, oh Dios, que me alimentas desde mi juventud y das
alimento a toda carne. Llena de gozo y alegría nuestro corazón a fin de que
teniendo siempre suficiencia de todas las cosas, abundemos en toda buena
obra en Cristo Jesús, Senor nuestro, a quien contigo sea la gloria, el honor
y el poder, juntamente con el Espíritu Santo, por todos los siglos. Amén.
197 Gloria a ti, oh Senor. Gloria a ti, oh Santo. Gloria a ti, oh Rey que
nos has concedido el alimento en alegría. Llénanos del Espíritu Santo, para
que seamos aceptos en tu presencia y no quedemos avergonzados el día en que
darás a cada uno según sus obras.
Semejante himno debe causar admiración todo él, pero sobre todo su final.
Puesto que la mesa y los alimentos hacen pesados y disolutos, semejante
sentencia la pusieron los monjes corno un freno del alma en ese tiempo de
esparcimiento, trayendo así a la memoria el día del juicio. Lo aprendieron
sin duda de lo que sucedió a los hijos de Israel, tras de la mesa aquella
bien abastecida: Comió y engordó y dio coces el amado. 198 Por lo cual dijo
Moisés: ¿Cuando hayas comido y bebido y estés harto acuérdate del Senor tu
Dios? 199. Porque tras de comer se atrevieron a lo más inicuo. Cuídate,
pues, tú de que no te suceda lo mismo. Pues aun cuando no inmoles a dioses
de piedra y oro ovejas y terneros, guárdate de inmolar tu alma a la ira ni
tu salud a la fornicación y a otras semejantes enfermedades del alma.
Temerosos los monjes de semejante precipicio, también por esto, en
terminando su comida, o mejor dicho su ayuno -ya que su mesa es un ayuno
continuo-, traen a la memoria aquel día tremendo y aquel juicio. Pues si
ellos que continuamente se atormentan con saco, los ayunos, el dormir en el
suelo y otras innumerables formas de penitencia, sin embargo, necesitan de
semejante amonestación ¿cuándo podremos nosotros vivir con moderación,
siendo así que colmamos nuestras mesas con infinitas ocasiones de naufragio
espiritual, y ni al principio ni al fin hacemos oración? Pues bien: para
quitarnos esas ocasiones de naufragio, tomemos de nuevo ese himno y
expliquémoslo por sus partes a fin de que cayendo en la cuenta del gran
fruto que nos reporta, con frecuencia lo entonemos en la mesa y así
reprimamos los asaltos del vientre y metamos en el hogar las costumbres y
prácticas de los ángeles. Habría sido lo conveniente que vosotros, usándolo
ya desde antes, hubierais sacado ya ese fruto. Pero, pues no lo anheláis, a
lo menos oíd de nuestra boca esa melodía espiritual; y que cada cual, una
vez terminada la comida, dé gracias comenzando de esta manera:!Bendito Dios!
Así cumpliréis desde luego con la ley apostólica en que se nos manda: Y todo
cuanto hacéis de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Senor
Jesús, dando gracias a Dios Padre por él. 200 Y luego, para que la acción de
gracias no sea solamente para ese día, sino de toda la vida, se dice: Que me
alimentas desde mi juventud.
También aquí hay una ensenanza para la virtud. Pues quien es alimentado por
Dios no debe andar solícito. Si tú, prometiéndote el rey darte el cotidiano
alimento de su propia despensa, vivirías del todo confiado, mucho más debes
estarlo pues es Dios quien te lo da y de El te viene todo como de una
fuente: debes pues estar en absoluto libre de toda solicitud. Los monjes lo
cantan para dejar ellos toda solicitud e inducir a lo mismo a sus
discípulos. Y para que no creas que sólo por sí mismos dan esas acciones de
gracias, anaden: Que da alimento a toda carne. Así dan gracias por el orbe
entero; y como padres de todo el universo, alaban a Dios en lugar de todos y
se incitan a la verdadera fraternidad. Puesto que no pueden aborrecer a
aquellos por quienes dan gracias a Dios por el alimento que les ha
proporcionado. ¿Observas la caridad introducida mediante la acción de
gracias, que quita todo cuidado del siglo, tanto por lo que precede como por
lo que sigue? Pues si da Dios alimento a toda carne, mucho más lo dará a
quienes le están adheridos. Si a quienes andan envueltos en los cuidados del
siglo alimenta, mucho más lo hará con los que están libres de tales
cuidados.
Cristo confirma esto cuando dice: Vosotros valéis más que muchos pájaros.
201 Con semejantes palabras nos ensena que no hay que poner la confianza en
las riquezas, ni en la tierra, ni en las simientes; porque no son ellas las
que nos nutren, sino la palabra de Dios. Palabras son éstas con que se
refuta a los maniqueos y valentinianos y a los que piensan como ellos.
Porque no puede ser un Dios malo el que a todos, aun a los que de él
blasfeman, les da bienes. Sigue luego la petición: Llena de gozo y alegría
nuestros corazones. ¿De qué gozo habla? ¿acaso del secular? !No, de ninguna
manera! Si semejante gozo quisieran los monjes, no habitarían las cumbres de
las montanas ni los desiertos, ni se vestirían del saco de penitencia.
Hablan de otro gozo que nada tiene de común con el de la vida presente, sino
del gozo de los ángeles, del gozo de allá arriba. Y no lo piden así
simplemente, sino con abundancia. Pues no dicen danos, sino: llena. Ni dicen
a nosotros, sino: a nuestros corazones. Porque este gozo lo es sobre todo
del corazón. Pues los frutos del Espíritu son caridad, gozo, paz. 202 Y
porque el pecado introdujo en el mundo la tristeza, piden que mediante el
gozo entre en ellos la justicia, pues de otro modo no se engendraría en
ellos el gozo. Para que teniendo siempre suficiencia de todo, abundemos en
buenas obras. Mira cumplida aquí aquella sentencia del evangelio. Danos hoy
nuestro pan de cada día. 203 Y buscan que se cumpla el efecto de su petición
en vista de los bienes espirituales, pues dicen: para que abundemos en toda
buena obra. No dicen para hacer sólo lo que debemos, sino aun mucho más de
lo que ordenan los preceptos. Porque esto quiere decir lo de abundemos.
Piden a Dios lo suficiente en las cosas necesarias; pero en cambio ellos no
quieren obedecer en sólo lo que es suficiente, sino en todo con
sobreabundancia. Esto es lo propio de los hombres de recto corazón, esto es
lo propio de hombres dados a la virtud: obedecer en todo y siempre con plena
generosidad.
Y luego, recordando su debilidad y confesando que sin el auxilio de lo alto
nada perfecto pueden llevar a cabo, una vez que dijeron: Para que abundemos
en toda buena obra, anaden: En Cristo Jesús, Senor nuestro, a quien contigo
sea la gloria, el honor, y el poder por todos los siglos. Amén. Ponen fin,
como dieron principio, con la acción de gracias. Después, parece como si
comenzaran de nuevo, pero continúan con el mismo discurso. Así lo hace Pablo
al principio de su carta, como si terminara con la glorificación de Dios,
diciendo: Por voluntad de Dios y Padre nuestro a quien sea la gloria por los
siglos. Amén. 204 Y luego introduce la materia de que va a tratar. Y también
en otra parte: Y adoraron y sirvieron a las criaturas en lugar del Creador,
que es bendito por los siglos. Amén. 205 Pero no termina aquí su discurso,
sino que sigue adelante. De manera que no acusemos pues a estos ángeles como
si obraran mal cuando, una vez que han terminado con la glorificación, de
nuevo comienzan un himno sagrado. No hacen sino seguir las tradiciones
apostólicas al comenzar con la glorificación y terminar con ella y comenzar
en seguida un himno nuevo.
Por esto dicen:!Gloria a ti, oh Senor! !Gloria a ti, oh Santo! !Gloria a ti,
oh Rey que nos has dado el alimento con alegría. Porque es necesario dar
gracias no únicamente por los beneficios grandes sino también por los
pequenos. Y dan gracias por éstos para poner en vergüenza a los maniqueos y
a todos los que aseguran que esta vida es mala. Porque no vayas a pensar que
quienes se ejercitan en lo más alto de la virtud y desprecian el vientre,
abominan de los alimentos, a la manera de los que a sí mismos se
estrangulan; sino que te persuaden con sus oraciones suplicantes que de
muchas cosas se abstienen, no porque aborrezcan a las criaturas de Dios,
sino por ejercicio de virtud.
Observa, además, cómo tras de dar gracias por el alimento que se les ha
concedido, piden cosas mayores y no se detienen en las del siglo, sino que
traspasan los cielos y dicen: Llénanos del Espíritu Santo. Porque nadie
puede proceder en modo preclaro, si no está lleno de esa gracia; así como no
puede llevar a cabo nadie nada generoso y grande, si no disfruta de la
gracia de Cristo. En consecuencia, así como una vez que dijeron: para que
abundemos en toda buena obra, anadieron: en Cristo Jesús, así ahora, tras de
decir: Llénanos del Espíritu Santo, anaden: para que seamos aceptos en tu
presencia. ¿Observas cómo nada piden de las cosas de la tierra, tocantes a
la vida presente, sino que por éstas tan sólo dan gracias, y en cambio
acerca de las cosas espirituales no sólo dan gracias sino que anaden las
súplicas? Porque dijo Cristo: Buscad primero el reino de los cielos y lo
demás se os dará por anadidura. 206 Considera, además, otra virtud de los
monjes. Pues dicen: Para que seamos aceptos en tu presencia y no seamos
avergonzados. Porque no nos preocupamos de que algunos todo eso lo juzguen
en desdoro nuestro; porque ni siquiera advertimos 1o que los hombres
burlando o reprendiendo dicen de nosotros, sino que una sola cosa anhelamos:
que no seamos confundidos en el último día. Y después de eso traen a la
memoria el río de fuego y los premios y recompensas. Y no dicen: para que no
seamos castigados, sino para que no seamos confundidos, porque para nosotros
esto es más terrible que la gehenna: el aparecer como ofensores de Dios.
Pero como a muchos de los más ignorantes esto no suele aterrorizarlos,
anaden: Cuando des a cada uno según sus obras.
?Observas en qué forma y cuánto nos ayudan esos ciudadanos del desierto,
extranos y peregrinos, o mejor dicho, ciudadanos del cielo? Nosotros acá
somos peregrinos y extranos del cielo y ciudadanos de la tierra; pero ellos
al contrario. Y terminado ese himno, penetrados de compunción y derramando
abundantes y fervorosas lágrimas, van a tomar el sueno; y no duermen sino
tanto cuanto es necesario para un pequeno descanso. De las noches hacen días
y pasan su vida en acciones de gracias y en el canto de los salmos. Ni sólo
lo hacen los varones, sino también las mujeres que ejercitan ese mismo modo
de vivir, superando su natural debilidad con la grandeza de su animo.
Avergoncémonos nosotros, los varones, al ver en ellas tan gran contingencia;
y dejemos ya de impresionarnos con la codicia de las cosas presentes, que no
son sino sombra, humo, sueno. Porque la mayor parte de nuestra vida parece
carecer de sentido. La edad primera redunda en estulticia; la que ya se
inclina a la ancianidad, embota nuestros sentidos. El tiempo intermedio es
corto y en él gozamos de los deleites. Más aún: ni siquiera en este corto
tiempo intermedio gozamos como se debe del placer, pues se interponen
infinitos cuidados y trabajos que lo destruyen.
Os ruego, en consecuencia, que busquemos los bienes perdurables y eternos y
aquella vida exenta de ancianidad. Porque también el que habita en la ciudad
puede imitar la virtud de los monjes. Puede, aunque tenga mujer y viva en su
casa, orar, ayunar, dolerse. Los primeros discípulos de los apóstoles vivían
en ciudades y mostraban la misma piedad que quienes luego se retiraron al
desierto; y aun otros que presidían oficinas como Priscila y Aquila. También
los profetas tenían esposa y casa, como Isaías, Ezequiel, el gran Moisés.
Pero eso en nada les impidió el ejercicio de la virtud. Pues también
nosotros, imitando a éstos, demos continuas gracias a Dios, celebrémoslo con
himnos continuos, cultivemos la continencia y las demás virtudes, y
traigamos a la ciudad ese ejercitar las virtudes que florece en los montes,
para que seamos aceptos ante Dios y aparezcamos como hombres honorables y
alcancemos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, por el cual y con el cual sea al Padre la gloria, el honor y el
poder, juntamente con el Espíritu Santo y vivificante, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LVI (LVII)
En verdad, en verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no
gustarán la muerte antes de haber visto al Hijo del Hombre venir en su reino
(Mt 16, 28).
PUES HABÍA hablado muchas cosas acerca de los peligros, de la muerte, de su
Pasión y aun de la matanza de sus discípulos, y les había dado preceptos
difíciles, cosas todas realizables en la vida presente y que estaban como
quien dice entre las manos de ellos, mientras que los otros bienes estaban
en esperanza y expectación -como era aquello de que quienes pierden su alma
la salvarán y que El vendría en la gloria de su Padre, y repartiría los
premios-, queriendo certificarlos de vista y manifestarles lo que sería
aquella gloria en que había de venir, en cuanto ellos podían entenderla, ya
desde esta vida quiso hacerla manifiesta y revelarla, a fin de que no se
dolieran ni de la muerte de ellos ni de la muerte de su Senor; en especial
Pedro, que se esforzaba en aceptarlo.
Observa, pues, lo que hace, una vez que les habló de la gehenna y del reino.
Habiendo dicho: Quien ama su alma la pierde; pero el que aborrece su alma
por mí la encontrará; 207 y también: Dará a cada uno conforme a sus obras,
208 explicó luego esto. Habiendo tratado de ambas cosas, luego deja ver su
reino pero no la gehenna. ¿Por qué? Porque eso habría sido necesario en el
caso de que hubiera habido ahí almas más ignorantes; mas como los oyentes
eran varones buenos y probos, los confirma por el lado de los bienes. Pero
no fue este el único motivo de semejante determinación, sino también porque
era lo que a él más le convenía. Sin embargo, tampoco omitió el otro
aspecto, sino que con frecuencia puso como delante de los ojos lo referente
a la gehenna. Así, cuando narró la parábola del pobre Lázaro y cuando hizo
mención del que exigía los cien denarios y también trajo a la memoria al que
entró a la sala del convite sin el traje de bodas, sino con sórdidas
vestiduras; y en otros muchos pasajes.
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan. Otro evangelista
dice: Ocho días después; 209 pero no contradice a éste, sino que bellamente
con él concuerda. Porque uno cuenta el día en que Jesús hablaba y también el
otro en que los sacó aparte; mientras que el otro evangelista cuenta
solamente los días intermedios. Quiero que consideres cómo ejercita Mateo la
virtud, pues no calla a los que fueron antepuestos. Lo mismo hace Juan con
frecuencia, cuando cuidadosamente apunta las alabanzas a Pedro. Este coro de
los santos apóstoles siempre estuvo vacío de envidias. Habiendo, pues,
tomado a los corifeos, los llevó aparte a un monte alto. Y se transfiguró
ante ellos. Brilló su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos
como la nieve. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. ¿Por qué
a solos ellos tomó? Porque eran más excelentes que los otros. Pedro
sobresalía porque amaba sobremanera a Cristo; Juan porque era el muy amado;
Santiago por la respuesta que dio juntamente con su hermano cuando dijo:
Podemos beber el cáliz. 210 Y no sólo por la dicha respuesta, sino además
por sus obras, tanto otras como la de cumplir lo que le habían dicho. Porque
más tarde apareció ante los judíos tan vehemente y eficaz que Herodes creyó
hacerles un excelente regalo con mandarlo matar.
?Por qué no los llevó consigo desde luego y al punto? Para que los otros
discípulos no lo llevaran a mal. Por igual motivo, ni siquiera les indicó
los nombres de los que iban a subir con El al monte. Sin duda que los demás
habrían también deseado con vehemencia subir con Cristo para contemplar tan
inmensa gloria y se habrían dolido de que se les dejara a un lado. Pues aun
cuando la visión fuera corporalmente, pero habríales despertado grandes
deseos. Y ¿por qué lo predijo? Para que estuvieran más preparados y sobre
aviso acerca de la visión, mediante ese previo aviso; y ardieran en deseos
de verlo, encendidos con la espera de esos días y de este modo se acercaran
a ella vigilantes y solícitos. Y ¿por qué trae ahora a Moisés y a Elías?
Muchos motivos podrían aducirse. Y el primero es que las turbas decían que
El era Elías, otros que jeremías, otros que alguno de los profetas. Trae,
pues, consigo a los que parecían ser los principales, para que con esto se
viera la enorme diferencia que había entre el Senor y los siervos; y así
mejor se viera que justamente Pedro había sido alabado por haberlo confesado
Hijo de Dios.
Hay otro motivo. El de que frecuentemente se le acusara como trasgresor de
la Ley y que se le tuviera como blasfemo, porque vindicaba para sí la gloria
del Padre, que en nada le correspondía. Pues decían: No puede venir de Dios
este hombre, pues no guarda el sábado. 211 Y también: Por ninguna buena obra
te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces
Dios. 212 Ahora bien: con la visión de aquellos dos quedaba manifiesto que
ambas acusaciones provenían de envidia y que de ambas era inocente; y que no
había traspasado la Ley ni había vindicado para sí una gloria que no le
perteneciera, al llamarse igual al Padre. Por eso trae consigo a los que más
en esto se habían distinguido. Moisés había dado la Ley; y bien podían
pensar los judíos que Moisés no habría tolerado de buena gana que ella fuera
conculcada, según ellos creían, ni que rindiera homenaje a un enemigo de la
Ley que él había promulgado. En cuanto a Elías, que estaba lleno de celo por
la gloria de Dios, en el caso de que Jesús fuera un adversario de Dios y que
falsamente se llamara igual al Padre, jamás ese profeta le prestaría
honores.
Además de las dichas, hay también otra causa. ¿Cuál? Para que entendieran
que Cristo tenía potestad sobre la vida y la muerte e imperaba en cielos y
tierra. Por eso hace presente a uno que ya había muerto y a otro que aún no
había muerto. El quinto motivo -pues de verdad es el quinto- lo pone el
evangelista. ¿Cuál es? Para manifestar la gloria de la cruz y consolar así a
Pedro y a los otros que temían la sagrada Pasión y levantarles el ánimo.
Pues los profetas, en cuanto llegaron ahí, no permanecieron callados, sino
que trataban de la partida de Cristo que debía cumplirse en Jerusalén, es
decir, de su Pasión y muerte de cruz, pues así la llaman siempre. Ni sólo
por este camino les levanta el ánimo, sino también con la virtud de ambos
varones, virtud que sobre todo quería Jesús que floreciera en sus
discípulos.
Y pues había dicho: Si alguno quisiere venir en pos de mí, tome su cruz y
sígame, trae consigo a los profetas que por cumplir la voluntad de Dios y en
favor del pueblo que se les había encomendado, habían sufrido mil muertes.
Porque ambos perdieron su alma y la encontraron. Ambos con libertad y
constancia se opusieron al tirano: Moisés en Egipto; Elías contra Acab; y
ambos en favor de hombres mal agradecidos y desobedientes. Aquellos mismos'
por cuya salvación se desvelaban, los pusieron en extremo peligro, pues
querían apartarlos de la idolatría. Ambos eran gente privada y particular.
Moisés además tartamudo y de voz débil. Elías se presentaba como un rústico.
Ambos eran en extremo pobres, pues ni Moisés poseía algo, ni Elías, que sólo
tenía su túnica de piel de camello. Y todo esto en la Ley Antigua, sin haber
recibido la gracia de hacer tan gran cantidad de milagros.
Pues aun cuando Moisés dividió el mar, pero Pedro anduvo sobre las aguas y
podía transportar las montanas y curaba toda clase de enfermedades y echaba
los demonios feroces; y tan estupendos prodigios los realizaba con sólo la
sombra de su cuerpo, y así convirtió a todo el orbe. Y si Elías resucitó a
un muerto, los apóstoles resucitaron a muchos en número incontable, aun
antes de recibir el Espíritu Santo. Por tal motivo, pues, los trajo a
escena. Porque quería que sus discípulos imitaran su celo en atraer al
pueblo, lo mismo que su constancia y su fortaleza; y que estuvieran llenos
de mansedumbre, como Moisés lo estuvo, y de celo como Elías; y que fueran
igualmente solícitos. Pues Elías sufrió por el pueblo judío tres anos de
hambre; y Moisés decía: Perdónales su pecado o bórrame de tu libro, del que
tienes escrito 213 Todo esto les traía a la memoria mediante aquella visión.
Y los presentó en aquella gloria no para que ahí se detuvieran, sino que
pasaran más allá de los límites de la palestra. De modo que cuando después
dijeron: Digamos que baje fuego del cielo, 214 se acordaron de que así lo
había hecho Elías; y él hubo de decirles: No sabéis de qué espíritu sois.
Así los exhortó a olvidar las injurias, diferenciando los carismas. Pero no
pienses que condenamos a Elías como imperfecto. No decimos eso. Por el
contrario, era perfectísimo. Sino que en aquellos tiempos, cuando la
mentalidad de los hombres era aún un tanto infantil, se necesitaba aquel
modo de ensenanza. Y Moisés a su vez tenía también ese género de perfección.
Pero a los apóstoles se les exigió más. Pues dijo Cristo: Si vuestra
justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino
de los cielos. 215 Y fue porque ellos habían de entrar, no a Egipto, sino a
todo el orbe, que se hallaba en peores condiciones que Egipto; y no iban a
dialogar con un Faraón, sino a luchar con el demonio, tirano perversísimo.
Su empresa era atarlo y arrebatarle todos sus haberes; y la llevaron a cabo
no dividiendo los mares, sino secando el abismo de la maldad mediante la
vara de Jesé, abismo agitado de muy peores oleajes. Considera cuántas y cuán
graves cosas se presentaban para inspirarles terror: muertes, pobrezas,
infamias, males infinitos; y todo eso lo temían más que otrora los judíos al
Mar Rojo. Y sin embargo, Cristo los persuadió a que confiadamente
acometieran por todo; y así con gran seguridad atravesaron por en medio,
como por tierra seca. De modo que para excitarlos a semejante empresa trajo
a escena a los varones dichos, que en el Antiguo Testamento brillaron.
?Qué hizo entonces el fervoroso Pedro? Dijo: !Qué bien estamos aquí! Como
había oído que Cristo iría a Jerusalén y allá padecería, todavía temblando y
temeroso, tras de la increpación aquella, ya no se atreve a acercarse y
decirle: No quiera Dios, Senor, que esto suceda; pero todavía sobrecogido de
temor, viene a decirle lo mismo con otras palabras. Veía aquel monte,
aquella vasta soledad, y pensaba que en aquel sitio había una seguridad
plena; y no sólo por razón del lugar, sino porque ansía así apartarlo de ir
a Jerusalén, otra vez; y quería que perpetuamente permaneciera ahí. Por eso
habló de las tiendas de campana.
Como si dijera: si esto se acepta, ya no tornaremos allá; y si no tornamos
allá, no morirá El en Jerusalén. Pensaba que allá los escribas lo
acometerían. Pero no se atrevió a decirlo claro. Mas tratando de conseguirlo
se expresaba con toda seguridad y decía:!Qué bien estamos aquí! en donde se
hallan presentes Moisés y Elías: Elías, que ordenó bajar fuego del cielo a
la montana, y Moisés, que entrado en la oscuridad habló con Dios. Y nadie
sabrá en dónde nos encontramos. ¿Has visto el amor a Cristo harto fervoroso?
No investigues si era prudente, si era oportuno aquel modo de exhortar; sino
fíjate en cuán ferviente y cuán encendido es ese amor. Y que al decir lo que
decía no temblaba únicamente por sí mismo, se ve por lo que dice cuando
Cristo les anunció de antemano que se le preparaban asechanzas y la muerte.
Óyelo: Aunque fuera preciso morir contigo, jamás te negaré 216 Advierte
cómo, puesto en mitad de los peligros, cuida poco de su vida; pues rodeado
de tan gran muchedumbre, no sólo no huye, sino que desenvaina su cuchillo y
corta la oreja a Malco, siervo del pontífice. Hasta tal punto se desentendía
de sus propios intereses y temblaba por los de su Maestro.
Tras de aquella proposición tan absoluta, recapacita; y, temeroso de que de
nuevo se le increpe, dice: Si quieres haré ; 217 aquí tres tiendas: una para
ti, una para Moisés y otra para Elías. ¿Qué dices, oh Pedro? ¿Acaso no lo
diferenciaste hace poco de los siervos? ¿Por qué ahora lo cuentas entre los
siervos? ¿Adviertes cuán imperfectos eran los discípulos antes de la cruz?
Cierto que el Padre le había hecho una revelación; pero esa revelación se le
fue pronto de la memoria, perturbado no únicamente por el temor que ya dije
sino por el otro que de la visión le había sobrevenido. Significando esto
los otros evangelistas, es decir la confusión de la mente que sufría Pedro
al hablar así, aclaran que esto le sucedió a causa del pavor. Porque Marcos
dice: No sabía lo que decía. Porque estaban aterrados. 218 Y Lucas, habiendo
referido lo de: Hagamos tres tiendas, al punto anadió: Sin saber lo que
decía 219 Y luego, significando que Pedro y los otros estaban llenos de
temor, dice: Estaban cargados de sueno. Al despertar vieron su gloria. Llama
sueno al adormecimiento que les aconteció con aquella visión. Pues así como
los ojos con un fulgor excesivo quedan entenebrecidos, así les aconteció a
ellos. Pues ahí no había noche sino día, y el brillo de la irradiación hería
los ojos débiles.
Y ¿qué sucedió? El no habla. Tampoco Moisés, tampoco Elías. Habla aquel que
es mayor que todos y más digno de fe. El Padre deja oír su voz desde la
nube. ¿Por qué desde la nube? Porque siempre se presenta así. Dice David:
Hay en torno de El nube y oscuridad. 220 Y también: Haces de las nubes tu
carro. 221 Y luego: Montado sobre ligera nube. 222 Y: Una nube lo arrebató a
sus ojos. 223 Y además: Vi venir sobre las nubes del cielo a uno como hilo
de hombre. 224 De modo que para que crean que la voz viene de Dios, sale de
la nube; y la nube era lúcida. Pues dice el evangelista que: Aún estaba
Pedro hablando cuando los cubrió una nube resplandeciente. Y salió de la
nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo mis
complacencias. Escuchadlo.
Cuando Dios amenaza se muestra en una nube tenebrosa, como en el Sinaí. Pues
dice la Escritura: Moisés penetró dentro de la nube y en la tiniebla, y el
humo subía como un vapor. 225 Y el profeta, hablando de las amenazas de
Dios, dice: Hizo de las tinieblas un velo, oscuridad acuosa, densas nubes.
226 Pero aquí, como no intentaba aterrorizar, sino ensenar, la nube es
lúcida. Pedro decía: Hagamos tres tabernáculos; pero Cristo le manifestó un
tabernáculo no hecho por mano de hombres. Por eso en el Sinaí había humo y
vapor de horno; acá en cambio hay inefable luz y voz. Y luego, para
manifestar que no se hablaba simplemente de uno de los tres, sino solamente
de Cristo, cuando llegó la voz los otros dos ya habían desaparecido. Si de
uno de ellos cualquiera se hubiera hablado, no habría permanecido Cristo
solo, idos ya los otros.
?Por qué la nube no cubrió únicamente a Cristo, sino a todos juntamente? Si
hubiera envuelto únicamente a Cristo, se habría podido pensar que la voz era
de Cristo Por lo cual el evangelio, para confirmar en que no era voz de
Cristo, anadió haber ella procedido del seno de la nube o sea de Dios. Y ¿qué dijo la voz? Este es mi Hijo amado. Si es amado, no temas, oh Pedro.
Convenía que ya conocieras su virtud y su poder y que estuvieras seguro de
su resurrección. Pero como aún lo ignoras, ten más confianza, a lo menos por
la voz del Padre. Pues si Dios es poderoso, como de verdad lo es, también el
Hijo lo es del mismo modo. En consecuencia, no temas los males. Y si aún no
accedes a esto, piensa a lo menos que Cristo es el Hijo y que es amado. Pues
dice el Padre: Este es mi Hijo amado. Si es amado, no temas, puesto que
nadie rechaza al que ama. No te turbes, pues aunque mucho ames, no amas a
Cristo más que su Padre lo ama.
En el cual me he complacido. Y lo ama no sólo por haberlo engendrado, sino
porque es igual a El en absoluto y de su misma substancia y voluntad. De
manera que existe un doble y aun triple argumento de amor: porque es el
Hijo, porque es amado, porque en El se ha complacido. Pero ¿qué significa:
En el cual me he complacido? Es como si dijera: En el cual descanso; en el
cual me deleito; el que es en absoluto igual a mí y que tiene una misma
voluntad con el Padre. Y dice: Escuchadlo. De modo que si El quiere ser
crucificado, no te opongas, oh Pedro. Al oírla los discípulos cayeron sobre
su rostro, sobrecogidos de gran temor. Y Jesús se acercó y tocándolos les
dijo: Levantaos, no temáis. Alzando los ojos ellos no vieron a nadie sino
sólo a Jesús.
?Por qué se atemorizaron cuando oyeron la voz? Porque ya en el Jordán
anteriormente había venido esa voz; y estaban presentes las turbas, pero
nadie se atemorizó. Y lo mismo en la otra ocasión, cuando decían que se
había producido un trueno, tampoco sufrieron nada semejante. Entonces ¿por
qué en el monte cayeron sobre su rostro? Porque la soledad, la altura del
monte, la quietud misma eran grandes, y el hecho de la transfiguración
estaba lleno de profundo pavor y la luz era brillantísima y la nube extensa:
cosas todas que les infundieron terror. De todo el conjunto brotaba un
divino terror, de manera que cayeron rostro en tierra juntamente temiendo y
adorando.
Mas para que aquel terror, si duraba mucho, no les quitara la memoria, al
punto Cristo los libra y se le ve ya a El solo; y les ordena que a nadie lo
digan, hasta que El resucite de entre los muertos. Pues al bajar del monte
les mandó Jesús diciendo: No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el
Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Pues cuanto eran más altas
las cosas que de El se contaban, tanto más dificultoso resultaba para muchos
el creerlas; y con esto además crecía el escándalo de la cruz. Por eso les
ordena callar; y no lo hace simplemente, sino de nuevo recordando su Pasión,
y casi diciéndoles el motivo de mandarles callar. Porque no les ordena que
jamás digan a nadie estas cosas, sino hasta que él resucite de entre los
muertos. De modo que callando lo duro, solamente les dijo lo que era
agradable. Y ¿qué iba a suceder? ¿Que ya no se escandalizarían ellos? De
ninguna manera. Pero Cristo miraba únicamente al tiempo que precedería a la
cruz; puesto que después habían de recibir el Espíritu Santo. Además de que
los respaldaría la voz de los milagros en lo que decían y también que todo
lo que decían era aceptable, pues las cosas mismas, con mayor claridad que
cualquier trompeta, predicaban el poder de Cristo y no se oponía obstáculo
alguno.
Nadie en consecuencia más bienaventurado que los apóstoles; sobre todo
aquellos tres que se hallaron dignos de ser envueltos por la nube juntamente
con Cristo. Pero, si queremos, podemos también nosotros ver a Cristo; en
verdad, no como ellos lo vieron en el monte, sino con mayor esplendor;
puesto que el último día no vendrá como allá en el monte. En éste,
atemperándose a los discípulos, sólo dejó ver tanto resplandor cuanto ellos
podían soportar. Pero en el último día vendrá en la propia gloria del Padre,
no con Moisés y Elías solamente, sino con el inmenso ejército de los
ángeles, con los arcángeles, con los querubines y con la infinita multitud
de aquellos espíritus. No cubrirá su cabeza con una nube sino que el cielo
todo lo envolverá. Pues así como a los jueces, cuando han de sentenciar
públicamente, los que se hallan presentes les remueven los velos, para
mostrarlos así a todos al descubierto, así en aquel día todos verán a Cristo
sentado a juicio; y toda la humana naturaleza se presentará ante El y El
personalmente la sentenciará.
A unos les dirá: Venid, benditos de mi Padre, pues tuve hambre y me disteis
de comer. A otros: Siervo bueno y fiel: porque fuiste fiel en lo poco te
constituiré sobre lo mucho. A otros, al contrario: Id, malditos, al fuego
eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Y a otros: Siervo malo
y holgazán. A unos los hará pedazos y los entregará a los atormentadores; a
otros ordenará que atados de pies y manos sean lanzados a las tinieblas
exteriores. Y así tras del golpe de la segur caerán al horno. Ahí irán
también a caer los que son desechados de la red. Y los justos brillarán como
el sol. Más aún mejor que el sol. No se dice esto porque su luz sea igual a
la del sol, sino porque no tenemos un astro más luciente que el sol. De modo
que por esta comparación quiso Cristo declarar el futuro resplandor de los
santos. Pues también en el monte, cuando dijo el evangelista: Brilló como el
sol, habló así por igual motivo. Que aquella luz fuera superior a la que se
pone: en la comparación, lo testificaron los discípulos cayendo en tierra.
Si no hubiera sido una luz intensísima, sino igual a la del sol, no hubieran
así caído, sino que fácilmente la habrían tolerado.
De modo que en aquel día los justos resplandecerán como el sol y más que el
sol, mientras que los pecadores sufrirán castigos eternos. No se necesitarán
entonces explicaciones, ni argumentos ni pruebas ni testigos. Porque el juez
mismo será todo a la vez: testigo, prueba y juez. El lo conoce todo
claramente. Porque: Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos.
227 Nadie aparecerá ahí como rico ni como pobre, como poderoso ni como
débil, como sabio o como ignorante, como siervo ni como libre; sino que
quitadas todas esas máscaras, sólo se examinarán las obras. Si acá en los
tribunales, cuando alguno perora sobre la tiranía o el asesinato, aun cuando
el acusado sea prefecto, o cónsul, o tenga otra dignidad cual quiera,
desaparecen ahí todas las insignias de dignidades, y el que queda convicto
sufre el extremo castigo, con mucha mayor razón en el último día las cosas
irán por esos mismos caminos.
Para que esto no nos suceda, despojémonos, os ruego, de los vestidos
sórdidos y revistámonos de las armas de la luz, y entonces' la gloria de
Dios nos envolverá. Al fin y al cabo: ¿cuál de los preceptos es duro? ¿cuál
no es fácil? Oye lo que dice el profeta: Ni aunque encorvares tu cuello a la
manera de un collar y te acostares con saco y en ceniza, ni así será
agradable tu ayuno; sino rompe las ataduras de iniquidad, deshaz los haces
opresores. 228 Observa la sabiduría del profeta. Puso primero lo gravoso y
lo removió, y luego ruega que consigamos la salvación por medios más
fáciles, declarando de esta manera que Dios no pide trabajos sino
obediencia. Y luego, para demostrar que es fácil la virtud y en cambio es
gravosa la perversidad, con sus claros nombres lo expresó. Pues dice que la
perversidad es cadena y constricción, en tanto que la virtud es liberación y
suelta de esas cadenas.
Porque dice: Rompe las ataduras de iniquidad, llamando así a los réditos y
usuras en los documentos. Deja libres a los oprimidos, es decir, a los
pobres desdichados. Y tal es el deudor, pues con sólo ver al acreedor su
ánimo se quebranta y lo teme más que a una fibra. Alberga al pobre que
carece de techo; si ves a uno sin vestido cúbrelo; y no vuelvas tu rostro
ante tu hermano. En la Homilía que anteriormente predicamos, al tratar de
los premios demostramos las riquezas que de esas buenas obras se originan.
Ahora veamos si acaso semejantes preceptos contienen algo que sea difícil y
supere nuestras fuerzas naturales. Nada de eso encontraremos, sino todo lo
contrario; de modo que lo tocante a la virtud hallaremos que tiene gran
facilidad, y lo que atane a la perversidad, veremos que tiene todo lo
contrario, o sea sumos trabajos.
?Qué hay más difícil que andar colocando a rédito y andar solícito de los
contratos y usuras y pidiendo fiadores y estar temiendo y temblando por las
prendas dadas, por la suerte, por los documentos, por los réditos, por las
fianzas? Así son las cosas del siglo. La que parece mejor pensada seguridad
está llena de sospechas y es lo más frágil de todo. En cambio, ejercitar la
misericordia es cosa fácil y libre de toda solicitud. No negociemos con las
desgracias ajenas: no hagamos objeto de lucre lo que toca a la misericordia.
Yo sé que muchos oyen esto de mala gana. Pero ¿qué se ganaría con callarlo?
Si callara y a nadie diera molestia' con mis palabras, no podría con mi
silencio libraros del suplicio. Peor aún: con el silencio se lograría todo
lo contrario, porque se acrecentaría el suplicio; y no sélo vosotros, sino
también yo, sufriríamos el castigo de semejante silencio. Entonces, ¿a qué
vendría adularos con mis palabras, cuando eso en nada ayuda para las obras,
sino que, al revés, resulta danoso? ¿Qué ventaja hay en proporcionaros
alegría con las palabras y en la realidad procuraros dolor? ¿en halagar los
oídos y condenar el alma al tormento? Es, pues, necesario sufrir aquí el
dolor para no ser castigados en la otra vida. Porque grave es en verdad,
grave es la enfermedad que se ha introducido en la iglesia. Aquellos a
quienes se les ha ordenado no acumular riquezas, ni aun justamente
adquiridas con su trabajo; aquellos a quienes se ordena abrir sus riquezas a
los necesitados, esos se enriquecen con la pobreza de otros, inventando
hermosas rapinas con una avaricia al parecer bien justificada. Ni me opongas
las leyes civiles. El publicano bien las guarda y sin embargo es condenado
al castigo; castigo que también nosotros padeceremos si no dejamos de
destrozar al pobre, y, tomando ocasión de la penuria y la necesidad,
desvergonzadamente abusamos de la usura.
Para eso tienes las riquezas, para que alivies a los pobres, no para que los
oprimas. Pero tú, simulando ayudarlos, acrecientas su desgracia y les vendes
su libertad a fuerza de dineros. !Véndesela! !no lo prohíbo! Pero sea a
cambio del reino de los cielos. No exijas por esa obra tuya un precio
mínimo, como es la usura del ciento, 229 sino la de la vida eterna e
inmortal. ¿Por qué has de ser pobre y necesitado por gusto? ¿Por qué eres de
ánimo tan pequeno hasta el punto de vender las cosas grandes por poco precio
cuando lo conveniente es venderlas a precio del reino que para siempre
permanece? ¿Por qué, dejando a Dios que es de gran precio, buscas las cosas
humanas por una nonada, y poniendo al Rico a un lado, andas en busca de
lucros humanos? ¿Por qué, abandonando al que es rico, te dedicas a molestar
al que es pobre? !Pasas de largo al que bien te paga y pactas con quien es
ingrato! Este con dificultad te restituye el préstamo; aquél anhela
devolvértelo y pagarte. Este apenas te paga el centésimo; aquél te da el
céntuplo y además el reino eterno. Este anade injurias y oprobios; aquél te
anade alabanzas y encomios. Este te engendra envidias; aquél te entrelaza
coronas. Éste paga apenas en este siglo; aquél en este siglo y en el
venidero. ¿No será, pues, el colmo de la locura el ni siquiera saber
alcanzar ganancias? !Cuántos, por causa de los intereses, perdieron sus
capitales! !Cuántos, por una increíble avaricia se arrojaron a sí y a otros
a los extremos de la pobreza! !Cuántos a causa de la usura fueron a dar en
peligros! No me alegues que el otro de buena gana recibe el préstamo y
agradece el redituar. Esto acontece a causa de inhumanidad. También Abraham,
cuando entregó su esposa a los bárbaros, se alegró de aquella injuria; por
cierto, no voluntariamente, sino por el miedo al Faraón. Del mismo modo el
pobre, puesto que no le das las cosas gratuitamente, se ve obligado a
agradecerte tus crueldades. Me parece que si tú libraras a alguno de algún
peligro, luego le pedirías el pago de haberlo libertado. Dirás que eso de
ninguna manera lo harías. ¿Qué dices? De modo que cuando libras a alguno de
un grave peligro no quieres cobrarle y en cambio en cosas menores ¿demuestras tan grave inhumanidad?
¿No te das cuenta de cuán grave castigo
te amenaza por esto? ¿No oyes cómo incluso en el Antiguo Testamento estaba
eso prohibido? Pero ¿qué es lo que muchos alegan? Cierto que recibo réditos,
pero también doy a los pobres. !Oh hombre! !cuán buenas palabras! Pero Dios
no quiere sacrificios semejantes. !No burles así astutamente la ley! Es
mejor no dar al pobre que darle de lo así adquirido. Con frecuencia la
riqueza adquirida mediante justos trabajos, la vuelves perversa a causa de
su empleo y sus frutos: como si alguien a un vientre fecundo lo obligara a
dar a luz escorpiones. Mas ¿para qué recuerdo la ley de Dios? ¿Acaso
vosotros mismos no llamáis a eso inmundicia? Pues si vosotros que sois los
que lleváis la ganancia así lo llamáis, piensa lo que Dios sentenciará
acerca de vosotros. Y si quieres preguntar a los legisladores civiles,
sabrás que ellos eso lo estiman como lo sumo de la desvergüenza. A los que
tienen las más altas dignidades y forman el gran Senado, no les está
permitido mancharse con semejantes lucros, sino que tienen una ley que les
veda tales ganancias. Entonces ¿cómo no será espantoso que tú ni siquiera
des a la ciudad celestial un honor semejante al que los legistas romanos dan
al Senado, sino que honres menos al cielo que a la tierra y que no te
avergüences de hacerlo? !Qué insania mayor habría que querer sembrar sin
tierra, sin lluvias, sin arado? Con razón quienes tal modo de agricultura
prefieren y tan mala, solamente cosechan cizana que luego ha de arrojarse al
fuego.
?No hay acaso muchos negocios justos? Los hay de campos, de rebanos; hay
greyes de oficios manuales y de activos cuidados de los bienes de familia. ¿Por qué así enloqueces que vas a cosechar vanamente espinas? Dirás que los
frutos de la tierra están expuestos a muchas desgracias, como son el
granizo, la polilla, las lluvias excesivas. Pero no lo están a más que los
negocios de usura. Porque, suceda lo que suceda, en la agricultura solamente
perece la ganancia, pero queda íntegro el capital y el terreno; mientras que
en aquellos otros, con frecuencia muchos han perdido absolutamente todo; y
aun antes de que el dano se presente, ya viven en perpetuas ansiedades. El
prestamista nunca disfruta de lo propio, y ni al entregársele el rédito goza
de la ganancia, sino que se duele de que la ganancia no iguala al capital; y
antes de que ese fruto íntegro nazca, se anda esforzando por darlo a luz,
con anadir los réditos al capital; de manera que haciéndose fuerza procura
que el capital dé a luz esos partos viperinos.
Tales son esos préstamos que dilaceran el alma y la roen del modo más
miserable. Ellos son las cadenas de injusticia y los vínculos de los
contratos obligados. Dice el prestamista: te doy, pero no para que recibas,
sino para que me devuelvas más. Pero Dios prohíbe aceptar lo que así se da.
Porque dice: Dad a aquellos de quienes nada esperáis recibir 230 Tú, en
cambio, exiges más de lo que diste; y lo que no diste, exiges que te lo
pague como si fuera una deuda aquel a quien prestaste. Piensas por este
medio aumentar tus riquezas, y lo que haces es encender para ti un fuego
inextinguible. Para que esto no suceda, acabemos con esos perversos e
inicuos frutos de los préstamos. Esterilicemos ese vientre danino y
busquemos solamente las verdaderas y grandes ganancias. ¿Cuáles son? Oigamos
a Pablo que dice: Es gran negocio la piedad, si uno se contenta con lo que
tiene 231 Enriquezcamos con solas estas riquezas, para que gocemos aquí de
paz y además consigamos los bienes eternos futuros, por gracia y benignidad
de nuestro Senor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder juntamente con
el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén.
HOMILIA LVII (LVIII)
Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías
tiene que venir primero? (Mt 17, 10).
DE MODO que esto ellos no lo sabían por las Escrituras, sino que así lo
contaban los escribas, y semejante opinión corría entre el vulgo, lo mismo
que acerca de Cristo. Por eso decía la samaritana: Yo sé que el Mesías está
por venir y que cuando venga nos hará saber todas las cosas. 232 Y los
judíos preguntaban al Bautista: ¿Eres tú Elías o uno de los profetas? 233
Pues como ya dije, semejante opinión acerca de Elías y de Cristo andaba muy
valida; sino que ellos no la interpretaban correctamente. Porque la
Escritura refiere dos venidas de Cristo: la que ya se verificó y la que está
por venir. A ambas se refiere Pablo cuando dice: Porque se ha manifestado la
gracia salutífera de Dios a todos los hombres, ensenándonos a negar la
impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y
piadosamente en este siglo. 234 Aquí tenemos la primera venida. Pero oye
cómo declara luego la otra: Con la bienaventurada esperanza en la
manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Cristo Jesús.
También los profetas hablan de ambas venidas; y de una de ellas, que es la
segunda, dicen que tendrá como Precursor a Elías. Precursor de la primera
fue el Bautista, al cual Cristo lo llamaba Elías, no porque fuera Elías,
sino porque tenía un ministerio como el de Elías. Pues así como Elías será
precursor de la segunda venida, así Juan lo fue de la primera. Pero los
escribas, confundiéndolo todo y pervirtiendo la opinión popular, se fijaron
únicamente en Elías, el Precursor de la segunda venida; y así decían al
pueblo: Si éste fuera el Cristo, debía haberlo precedido Elías. Y este fue
el motivo de que los discípulos preguntaran: ¿Cómo es, pues, que los
escribas dicen que Elías ha de venir primero? Por la misma causa los
fariseos enviaron mensajeros al Bautista para preguntarle: ¿Eres tú Elías o
uno de los profetas? sin mencionar la primera venida. ¿Cómo resolvió Cristo
la cuestión? Respondiendo que Elías ciertamente vendrá antes de su segunda
venida; pero que ya vino también, llamando así al Bautista. Como si dijera:
Juan vino ya como vendrá Elías; pero si preguntáis del Tesbita, ese ya
vendrá. Y por esto dijo: Elías vendrá y restablecerá todo. ¿Qué es ese todo?
Lo que dijo el profeta Malaquías: He aquí que yo enviaré a Elías Tesbita, el
profeta, antes que venga el día de Yavé, grande y terrible. El convertirá el
corazón de los padres a los hijos, no sea que venga yo y entregue la tierra
toda al anatema. 235 ¿Observas la exactitud de la predicción profética? Como
Cristo había llamado Elías a Juan, a causa del parecido en el ministerio, a
fin de que no pensaras que éste era también el que el profeta predecía, notó
la patria anadiendo el Tesbita. Ahora bien: el Bautista no era Tesbita.
Además el profeta anadió otra cosa notable cuando dijo: No sea que venga yo
y entregue la tierra toda al anatema, con lo que declaró lo terrible del
segundo advenimiento. Porque en el primero no vino a entregar la tierra al
anatema. Pues él mismo dice: No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar
al mundo. 236 De modo que esto lo dice aludiendo al Tesbita que ha de
aparecer antes de la venida de Cristo para el juicio. Y anade el motivo por
el que vendrá. ¿Cuál es? Para inducir a los judíos a creer en Cristo, no sea
que cuando El llegue perezcan todos en absoluto. Y Cristo, recordando esas
cosas, dice: Restablecerá todo. O sea que enmendará la incredulidad de los
judíos que para entonces queden; de modo que se expresó exactísimamente.
Porque no dijo el profeta: Convertirá el corazón de los hijos a los padres,
sino de los padres para -con sus hijos. 237 Siendo los judíos los padres de
los apóstoles, eso significa que convertirá el corazón de los judíos a los
dogmas y ensenanzas de los apóstoles; o sea que convertirá a ellos el linaje
judaico.
Sin embargo, yo os digo: Elías ya vino y no lo reconocieron; antes hicieron
con él lo que quisieron. De la misma manera el Hijo del hombre tiene que
padecer de parte de ellos. Entonces entendieron los discípulos que les
hablaba de Juan el Bautista. Aunque, esto no lo decían ni los escribas ni la
Escritura, sin embargo, los discípulos por estar ya más despiertos y poner
mayor atención a lo que se les decía, pronto lo entendieron. ¿Por dónde
vinieron a-entenderlo? Ya les había dicho: El es Elías que este a punto de
venir; luego les dice: Ya vino; y de nuevo: Elías vendrá y restablecerá
todo. No te turbes ni vayas a sospechar que hay contradicción en lo que dice
cuando afirma ahora que ya vino, ahora que está por venir. Todo ello es
verdad. Porque cuando dice que Elías vendrá y restablecerá todo, habla del
mismísimo Elías y de la futura conversión de Israel. Y cuando dice: El es el
que va a venir, dice que Juan es Elías a causa de lo parecido del
ministerio.
Del mismo nodo los profetas a cualquier rey esclarecido lo llaman David; y a
los judíos los llaman príncipes de los sodomitas y también hijos de los
etíopes; y lo hacen por la semejanza de costumbres. Porque así como Elías
será Precursor en la segunda venida, así lo fue Juan en la primera. Ni es
esta la única razón de que a Juan lo llame Elías, sino también para
manifestar su pleno acuerdo con la Ley Antigua, y que lo de su segundo
advenimiento, es una verdadera profecía. Por esto anade: Vino y no lo
reconocieron, antes hicieron con él lo que quisieron. Pero ¿qué significa:
lo que quisieron? Es decir, lo encarcelaron, lo afrentaron, lo mataron,
trajeron en una bandeja su cabeza. Y así de la misma manera el Hijo del
hombre tiene que padecer de parte de ellos.
?Adviertes cómo oportunamente les trae a la memoria su Pasión, y los
consuela grandemente con lo de la Pasión de Juan? Ni lo hizo únicamente por
este capítulo, sino haciendo enseguida grandes milagros. Cuando habla de su
Pasión, al punto obra prodigios; y lo mismo hace antes y después de' hablar
de ella, como con frecuencia se observa. Pues dice el evangelista: Desde
-entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a
Jerusalén y ser muerto y padecer mucho. 238 Entonces. ¿Cuándo? Cuando ya
quedó claro ser él el Cristo e Hijo de Dios. Y también en el monte cuando
les puso delante aquella visión admirable en la que los profetas hablaban de
su gloria, El les recordó su' Pasión. Porque Juan, una vez que refirió la
historia del hecho, anade: Así el Hijo del hombre ha de padecer de parte de
ellos.
Y no mucho después, cuando echó el demonio que los discípulos no habían
podido expulsar,' cuando volvía a Galilea, dijo Jesús, según narra el
evangelio: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres
pecadores que' lo matarán, y al tercer día resucitará. Procedía así con el
objeto de que la magnitud de los milagros disminuyera el exceso del dolor' y
del todo los consolara; así como ahora, trayéndoles al recuerdo la muerte de
Juan, los consoló grandemente. Y si alguno preguntara ¿por qué ahora no
resucita a Elías y lo envía, siendo así que tantos y tan grandes beneficios
testifican su venida? Respondemos que fue porque aún ahora, creyendo ellos
que Jesús era Elías, sin embargo no se convirtieron. Porque dicen los
discípulos: Unos dicen que eres Elías, otros que jeremías. Entre Juan y
Elías no había diferencia sino del tiempo.
Preguntarás: entonces ¿cómo después sí creerán? Ciertamente Elías lo
restablecerá todo, no únicamente porque se le reconocerá, sino porque la
gloria de Cristo que se extenderá en gran manera y se aumentará, hasta aquel
día, brillará más espléndida que el sol. De modo que cuando él venga,
habiendo ya precedido tan grande estima y expectación, predicando lo mismo y
anunciando a Jesús, más fácilmente aceptarán sus palabras. Y cuando dice no
lo reconocieron, parece en cierto modo excusarlos; y los consuela no
únicamente de este modo, :sino además demostrando que El padecerá
injustamente; y también como ocultando esas cosas tristes con dos milagros:
el que hizo en el monte y el que hará enseguida.
Después de oírlo, ya no le preguntan cuándo vendrá Elías, ya fuera por la
tristeza de la futura Pasión, ya porque se apoderó de ellos el temor. Pues
con frecuencia, cuando advierten que El no quiere hablar claramente, ellos
callan. Así pues, como estando en Galilea les dijera: El Hijo del hombre
tiene que ser entregado y le darán muerte, y al tercer día resucitará, el
evangelista anade: Y se pusieron muy tristes. Así lo dan a entender dos
evangelistas. Marcos dice: Y ellos no entendían esas cosas, pero temían
preguntarle. 239 Y Lucas: Pero ellos no sabían lo que significaban aquellas
palabras, que estaban veladas, de manera que no las entendieron, y temían
preguntarle sobre ellas. 240 Al llegar ellos a la multitud, se le acercó un
hombre y doblando la rodilla, le dijo: Senor, ten piedad de mi hijo que está
lunático y padece mucho, porque con frecuencia cae en el fuego y muchas
veces en el agua; lo presenté a tus discípulos, mas no han podido curarlo.
La Sagrada Escritura nos muestra a este hombre muy débil en la fe, como se
ve por muchos indicios. Cristo dice: Todas las cosas son posibles al que
cree 241 Además se ve por lo que dice el hombre que se acerca: Ayuda .a mi
incredulidad. Y aun porque Cristo ordena al demonio que no vuelva a entrar
en el nino. Finalmente porque el hombre dice a Cristo: Si algo puedes.
Preguntarás si su incredulidad era la causa de que no saliera el demonio,
entonces ¿por qué acusa a los discípulos? Para demostrar que también ellos
podían curar a los enfermos en el caso de que alguien sin fe se les
presentara.
Porque, así como muchas veces la fe del que se acercaba fue suficiente para
alcanzar lo que pedía en favor de los inferiores, así también muchas veces
la virtud del operante fue suficiente, aun sin la fe de los que se
acercaban, para obrar los milagros. Ambas cosas aparecen claras en la
Escritura. Cornelio atrajo hacia sí por sola su fe la gracia del Espíritu
Santo. Sin la fe de nadie Eliseo resucitó a un muerto. Pues quienes lo
habían arrojado al sepulcro, no lo arrojaron por fe que tuvieran, sino por
miedo y al acaso, y rápidamente, temerosos del peligro, huyeron. El arrojado
era ya cadáver y por sola la virtud del sagrado cuerpo de Eliseo, resucitó.
Se ve pues claramente que los discípulos, en el caso presente, se
acobardaron, aunque no todos, pues aquellas tres columnas no estaban
presentes.
Considera, por otra parte, el descaro de aquel hombre que se atreve a pedir
a Jesús el milagro en presencia de todas las turbas, pero acusando a los
discípulos y diciendo: Lo presenté a tus discípulos, mas no han podido
curarlo. Cristo, en cambio, abiertamente disculpa a sus discípulos y arroja
sobre el hombre la mayor parte de la culpa y dice:!Oh generación incrédula y
perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? No se dirige a sólo
el hombre para no aterrorizarlo, sino a todos los judíos. Pues es verosímil
que muchos quedaran mal impresionados y sospecharan mal de los discípulos.
Al decir: ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? deja ver las ansias que
tenía de morir y cómo anhelaba salir de este mundo; y que no le molestaba el
ser crucificado, sino el convivir con incrédulos. Por eso no se contentó con
la reprensión, sino que dijo: Traédmelo acá. Y preguntó cuánto tiempo hacía
que el nino era poseso, tanto para excusar a los discípulos como dando al
nino buenas esperanzas de que sería liberado de su mal.
Luego permite que el muchacho sea estrujado por el demonio, no por
ostentación (pues a causa de la turba que concurría ya había increpado al
padre), sino para que éste mismo, al ver que el demonio se conturbaba por
haber él llamado a Jesús, a lo menos por este camino cobrara fe en el
milagro que iba a seguirse. Y como el hombre le contestara: Desde la
infancia; y si algo puedes ayúdame, Jesús le respondió: Todo es posible al
que cree, todavía reprendiéndolo. Cuando el leproso le dijo: Si quieres
puedes limpiarme, dando así testimonio de su poder, Jesús le contestó,
alabándolo y confirmando lo que el leproso decía: Quiero: sé limpio. En
cambio aquí, puesto que el hombre nada dice en referencia a su poder, sino
Si algo puedes ayúdame, observa cómo lo corrige como a quien habla fuera de
lo que conviene. Y ¿qué le dice? Si tú puedes creer, todas las cosas son
posibles al que cree. Como si le dijera: mi poder es tan grande que aun
otros pueden en mi nombre hacer milagros. De modo que si tú crees como se
debe, tú mismo puedes curar al nino y a otros muchos. Y dicho esto curó al
endemoniado.
Por tu parte considera su providencia y el deseo de hacer el bien, no
solamente por lo dicho, sino también por el tiempo que concedió al demonio
permanecer dentro del nino. Porque éste, si no hubiera sido conservado con
una gran providencia, mucho tiempo antes habría perecido. Porque dice aquel
hombre que con frecuencia el demonio arrojaba al nino al fuego y al agua.
Sin duda quien a tanto se atrevía, lo habría matado si Dios no lo hubiera
enfrenado en su crecido furor; lo mismo que les habría sucedido a aquellos
que desnudos corrían por lugares desiertos y se acometían a pedradas. Y no
te conturbe que el hombre llame al nino lunático: fíjate en que es la voz de
un padre que tiene a su hijo endemoniado.
Pero entonces ¿por qué dice el evangelista que Jesús curó a muchos
lunáticos? Habla siguiendo la opinión del vulgo. Porque el demonio, para
poner mala fama en ese astro, o acomete a los hombres o los deja en paz,
según el curso de la luna. No porque la luna haga eso !ni de lejos! sino que
acontece por la perversidad del demonio, para que se le impute a la luna.
Semejante opinión, apoyada en ese fenómeno, ha tomado fuerza entre los
ignorantes y ha enganado así para que con ese nombre se designen los
posesos, pero no es verdad.
Entonces se acercaron los discípulos a Jesús aparte y le preguntaron: ¿Cómo
es que nosotros no hemos podido arrojarlo? Me parece que temían haber
perdido la gracia que se les había concedido. Porque ya tenían potestad
sobre los demonios impuros. Por esto le preguntaron allá aparte (no porque
se avergonzaran de su impotencia, pues estaban convencidos de ella por el
hecho mismo y no había ya motivo para que se avergonzaran), sino porque iban
a preguntarle acerca de una cosa alta y misteriosa. ¿Qué les respondió
Cristo? Les dice: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si
tuviereis fe corno un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí
allá, y se iría, y nada os sería imposible. Y si luego preguntas en dónde
cambiaron así de sitio alguna montana, te responderé que mayores cosas que
eso llevaron a cabo al resucitar innumerables muertos. Pues no supone el
mismo poder cambiar de lugar un monte y arrojar la muerte de uno que ya es
cadáver. Se cuenta que después- de ellos, algunos santos menores que los
apóstoles, cuando la, necesidad lo pidió cambia ron de sitió los montes. De
modo que es claro que si la necesidad lo hubiera pedido, también ellos los
hubieran trasladado. Y si no hubo necesidad, de esto no los acuses a ellos.
Por lo demás, Jesús no les dijo en absoluto trasladaréis, sino podréis
trasladar. Si no los trasladaron, no fue porque no pudieran. ¿Cómo podía ser
que no pudieran cuando pudieron cosas mayores? Sino que no quisieron hacerlo
sin necesidad. Y aun pudo suceder que los trasladaran, aunque no conste por
escrito, pues no todos los milagros que hicieron se han escrito. Por otra
parte, en ese tiempo aún eran bastante imperfectos. ¿Es que no tenían una fe
tan grande? No la tenían, pues no siempre fueron iguales a sí mismos. Así a
Pedro a veces Jesús lo llama bienaventurado y a veces lo reprende; y a los
demás los reprendió Jesús por no haber entendido la parábola del fermento.
Sucedía en aquel entonces que los discípulos sufrieran debilidades en la fe:
esto les acontecía antes de la Pasión y de la cruz.
Pero Cristo habla aquí de la fe en los milagros y aplica lo de la mostaza
para dar a entender su poder inefable. Pues aun cuando la mostaza parezca
ser pequenita cuanto a su mole, pero tiene en sí misma máxima virtud, más
que todas las simientes. Ensenando pues que la fe sincera aun siendo
pequenísima puede grandes cosas, trae al medio lo del grano de mostaza. Y no
se detiene aquí, sino que luego pone ejemplo en los montes; y avanzando más
acaba por decir: Nada os será imposible. Por tu parte admira aquí la virtud
de los discípulos y la virtud del Espíritu Santo: la de ellos porque no
ocultaron su impotencia; la del Espíritu, en que a ellos que no tenían fe ni
como un grano de mostaza, poco a poco los elevó a ella en tal grado que
vinieron a brotar fuentes y ríos de esa virtud.
Este linaje no puede ser lanzado sino por la oración y el ayuno, anadió
Jesús. 242 Se refiere a todo el linaje de los demonios y no únicamente a los
lunáticos. ¿Observas cómo lanza aquí la simiente de los ayunos? Ni me
alegues, caso raro, que algunos han echado los demonios sin necesidad del
ayuno. Pues aun cuando tal cosa se cuente de uno que otro que así los
arrojó, con sólo increparlos, es imposible que el endemoniado, si está
entregado a los placeres, pueda librarse de semejante locura. Necesita en
gran manera del ayuno y la oración quien padece semejante enfermedad.
Preguntarás: si lo que se necesita es la fe ¿para qué se requiere el ayuno?
Pues porque teniendo fe el ayuno anade no poca fortaleza. El ayuno entrana
grande virtud y del hombre hace ángel y lucha contra las potestades
incorpóreas. Pero no basta con el ayuno, pues debe anadirse la oración y aun
conviene que vaya por delante. Considera, pues, cuán grandes bienes proceden
de ambos. Quien ora como debe y además ayuna, no necesita de muchas cosas; y
el que no necesita de muchas cosas, no será codicioso de dineros; y el que
no codicia dineros, estará inclinado a hacer limosna.
El que ayuna, anda ligero y como con alas, y está expedito y despierto en la
oración y apaga las malas concupiscencias, aplaca a Dios, humilla su alma
ensoberbecida. Por eso los apóstoles casi continuamente ayunaban. El que ora
y ayuna tiene las dos alas más ligeras que los vientos mismos. No anda
temulento, ni flojo, ni torpe en la oración, como a muchos les acontece;
sino que se torna más ardiente que el fuego y se eleva sobre todo lo
terreno; y por lo mismo se hace enemicísimo y contrario a los demonios. Pues
nada hay más poderoso que un hombre que ora como se debe. Si la mujer
aquella, al príncipe cruel que no temía ni a Dios ni a los hombres, pudo
doblegarlo, mucho mejor doblegaremos a Dios si con frecuencia oramos y
dominamos el vientre y despreciamos los placeres.
Si tu cuerpo está débil, de modo que no puedas ayunar con frecuencia, para
orar no estará débil ni para despreciar los deleites del vientre. Si no
puedes ayunar, sí puedes apartarte de los placeres, cosa no pequena y que
dista poco del ayuno- y basta para quebrantar el furor del demonio. Nada ama
tanto el diablo como los placeres de la gula y la embriaguez, madre de todos
los males. Por este medio antiguamente arrojó a los israelitas a la
idolatría; por éste inflamó a los sodomitas en aquellos amores nefandos.
Pues dice un profeta: Esta fue la iniquidad de Sodoma: tuvo gran soberbia,
hartura de pan y mucha ociosidad. 243 A muchos perdió la gula y los entregó
a la gehenna.
Porque, en fin: ¿qué mal no acarrean los placeres de la mesa? Vuelven cerdos
a los hombres y los hacen peores que los cerdos. Porque el cerdo se revuelca
en el lodo y se alimenta de estiércol; mientras que el goloso se prepara una
mesa abominable, pensando en uniones ilícitas y en amores inicuos. De manera
que en nada difiere de un endemoniado, pues se torna juntamente impúdico y
loco furioso. Pero al demoníaco al menos lo compadecemos, pero del goloso
huimos y lo aborrecemos. ¿Por qué? Porque se busca él mismo una locura
voluntaria; y convierte en cloaca la boca, los ojos, las narices y todo. Y
si te asomas a su interior, verás su alma como congelada y dormida a causa
del invierno frío; y tal que en medio de la furiosa tempestad, no puede
prestar auxilio alguno a la nave.
Vergüenza tengo de decir qué clase de danos nacen de la crápula, así para
los hombres como para las mujeres. Los remito a la conciencia de cada cual,
pues ella los conoce con plena exactitud. ¿Qué cosa hay más torpe que una
mujer ebria y que va de un lado para otro? Al fin y al cabo, cuanto más
débil es la nave tanto mayor es el naufragio, ya se trate de una mujer libre
o de una esclava. La que es libre procede libertinamente delante de la tropa
de esclavos y lo mismo hace la esclava entre los criados. Y con semejantes
procederes lo que logran es que los necios blasfemen de los dones de Dios.
Porque oigo a muchos que, cuando ven semejantes desórdenes, dicen: !Ojalá no
existiera el vino! !Vaya una locura! !vaya una necedad! ¿Acusas los dones de
Dios porque otros pecan con ellos? Pues tal cosa es muy grande insania. ¿Acaso el vino, oh hombre, es el que comete el desorden? No es el vine, sino
la intemperancia de quienes abusan del vino. Di mejor: !ojalá no existiese
la ebriedad ni esos placeres de los alimentos! Porque si dices: !ojalá no
existiera el vino! pasando adelante dirás: !ojalá no existiese el hierro,
pues hay homicidas; ni la noche, pues hay ladrones; ni la luz, pues hay
sicofantas; ni la mujer, pues hay fornicaciones! !Acabarías con todas las
cosas! No procedas así. Eso es propio de un ánimo satánico. No acuses al
vino, sino a la embriaguez. Cuando el ebrio haya recobrado el uso de la
razón, acércatele y demuéstrale su desvergüenza. Dile: el vino se nos ha
dado para la alegría, no para la desvergüenza; se nos ha dado para que
riamos, no para que nos enfermemos; para acudir a la debilidad corporal, no
para perder las fuerzas. Te honró Dios con ese don: ¿por qué te deshonras
tú, abusando de él? Oye lo que dice Pablo: Usa un poco de vino por el mal de
tu estómago y tus frecuentes enfermedades 244 Pero a cada uno de los que se
embriagan, sin duda les diría: Usa de poco vino, a causa de las
fornicaciones, a causa de las frecuentes conversaciones torpes, a causa de
las demás malas pasiones que suele engendrar la embriaguez. Pero si esto no
os mueve a absteneros, absteneos al menos por las vergüenzas que engendra y
por las náuseas que produce.
El vino se nos ha dado para la alegría, pues dice David: El vino alegra el
corazón de los hombres, 245 pero vosotros le echáis a perder esa virtud.
Porque ¿qué alegría puede tener el hombre que no está en sí mismo y además
se encuentra atormentado por infinitos dolores, y ve que todo da vueltas en
derredor suyo y se encuentra en tinieblas y necesita, como se hace con los
que padecen fiebre, que con óleo le unjan la cabeza? Yo quisiera que todo lo
dicho no fuera para todos. O más bien, sí: que fuera para todos. No porque
todos se embriaguen !lejos tal cosa! sino porque los que no se embriagan no
cuidan de los que se embriagan. De modo que más bien me dirijo a vosotros,
los sobrios. Así el médico, haciendo caso omiso del enfermo, se dirige a los
que lo atienden y con ellos habla. A vosotros, pues, os ruego y suplico que
no os dejéis dominar jamás por esta enfermedad; y a los que ya hallen
enfermos solícitamente les procuréis curación, a fin de que no se tornen
peores que los brutos.
Los brutos no buscan más de lo que necesitan, mientras que los ebrios -más
irracionales que los brutos- traspasan los límites de la moderación. ¿Cuánto
mejor resulta un asno que un ebrio? ¿Cuánto mejor un can? Estos animales y
todos los demás, ya sea que coman o beban, saben ser moderados y no se
propasan de lo conveniente; pues aun cuando innumerables hombres los
obligaran, jamás se excederían. De modo que bajo este aspecto, sois peores
que los brutos; y esto no solamente delante de los que son razonables, sino
delante de vosotros mismos. Y que os juzgáis peores que los asnos y los
canes, es manifiesto por lo siguiente: tú nunca obligas a un animal a comer
o beber más alimento del que moderadamente necesita. Y si alguien te
pregunta el por qué, le respondes que es para no causarle dano. Y en cambio
no cuidas de ti mismo del mismo modo. De manera que te crees inferior a
ellos. Y agitado por semejantes oleajes te descuidas de ti mismo.
Ni te danas únicamente el día en que estás ebrio, sino también al día
siguiente; a la manera que al febricitante, aun apartándose la fiebre, le
queda cierto malestar. Así, aun apartada la embriaguez, queda sin embargo en
el alma y en el cuerpo un cierto malestar. El cuerpo yace sin fuerzas, a la
manera de una nave después del naufragio; y el alma, más miserable que el
cuerpo, suscita de nuevo la tempestad y la inflama con la concupiscencia; y
hasta cuando parece ser prudente está loca, pues revuelve en la imaginación
vinos y barriles,' copas y vasos. Y así como tras de una tempestad, persiste
el dano que ella causó, así sucede con la embriaguez. Así como en la
tempestad se arrojan las mercancías, así en la embriaguez se pierden todos
los bienes o casi todos. Si ella encuentra en el alma el pudor, la
prudencia, la justicia, la humildad, todo lo arroja al piélago de las
iniquidades.
Las consecuencias en cambio no son iguales. Porque la nave, una vez arrojado
el peso de las mercancías, queda más ligera y expedita; en cambio en el
ebrio las cosas se agravan. Pues en lugar de riquezas la nave se carga de
arenas y de agua salobre y de todas las horruras de la embriaguez, que muy
pronto echan a pique la nave, con sus navegantes y piloto. Pues bien: para
no quedar envuelto en semejantes males, librémonos de esa tempestad. El
ebrio nunca poseerá el reino de los cielos. Dice el apóstol: Ni los dados al
vino ni los maldicientes poseerán el reino de Dios. 246 Pero ¿qué digo el
reino de los cielos? Ni aun las cosas de la tierra puede ver el ebrio,
porque la embriaguez cambia el día en noche y la luz en tinieblas. Los ojos
del ebrio, aun abiertos, no pueden ver ni aun lo que tienen delante de los
pies.
HOMILIA LVIII (LIX)
Ni sólo ese mal acarrea la embriaguez, sino que después los ebrios sufren
penas mayores, como son terrores irreales, cóleras, tristezas; y se tornan
ridículos y se exponen continuamente a ser injuriados. Pues ¿qué perdón
podrá haber para quienes se cargan de males tan grandes? !ninguno, por
cierto! Huyamos de semejante enfermedad para que consigamos los bienes
presentes y también los futuros, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder, juntamente con el Padre y el
Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Estando reunidos en Galilea, díjoles Jesús: El Hijo del hombre tiene que ser
entregado en manos de los hombres que lo matarán y al tercer día resucitará.
Y se pusieron muy tristes (Mt 17, 21-22).
PARA QUE No dijeran: ¿qué hacemos aquí tanto tiempo? les habla de nuevo de
su Pasión. Y una vez que oyeron esas cosas, ya no querían ni ver a
Jerusalén. Observa cómo, tras de haber sido increpado Pedro, tras de haber
hablado Moisés y Elías de la Pasión, llamándola su gloria, tras de haber
hablado el Padre desde lo alto, tras de tantos milagros obrados, y estando
ya tan cerca la resurrección (pues Cristo no había de permanecer muerto por
mucho tiempo, sino que había de resucitar después de tres días), ni con todo
eso pudieron los discípulos soportar lo que les decía Cristo, sino que: Se
pusieron muy tristes; y no medianamente tristes, sino mucho; y esto porque
no alcanzaban el sentido de sus palabras. Así lo indican Marcos y Lucas.
Marcos diciendo que no entendían y que no se atrevieron a preguntarle; Lucas
cuando dice que aquella palabra estaba escondida para ellos y no la
entendían; y que no se atrevían a preguntarle acerca de eso.
Pero, si no la entendían ¿por qué se entristecían? Porque no todo lo
ignoraban. Sabían que El iba a morir, como con frecuencia se lo había
anunciado. Pero qué clase de muerte fuera aquélla y que muy pronto sería
ella misma destruida y que de ahí se seguirían infinitos bienes, no lo
sabían con claridad ni sabían qué clase de resurrección sería aquélla. Por
esto se dolían, pues amaban mucho a su Maestro. Entrados a Cafarnaúm, se
acercaron a Pedro los que cobraban el tributo del didracma y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga la didracma?
¿Qué era la didracma? Allá cuando el
Senor dio muerte a los primogénitos de los egipcios, se reservó, en lugar de
ellos, la tribu de Leví. Luego, como en esta tribu las gentes eran menos
numerosas que los primogénitos de los judíos, para suplir la falta ordenó
Dios que se ofreciera un siclo. Desde entonces quedó la costumbre de que los
primogénitos pagaran ese tributo. Siendo Cristo primogénito y pareciendo que
entre los discípulos Pedro era el principal, a él se acercaron los
cobradores. Yo creo que en cada ciudad exigían ese tributo; y por esto se
acercaron a El en Cafarnaúm, por creer que ésta era la patria de Cristo.
Pero a El no se atrevieron a acercarse; y por esto hablaron con Pedro. Y no
lo hicieron con tono vehemente, sino moderado.
No como acusando, sino simplemente preguntando, dijeron: ¿Vuestro Maestro no
paga la didracma? Porque aún no pensaban de El como se debía, sino que lo
creían sólo hombre; aunque sí lo honraban a causa de sus milagros. Y ¿qué
dice Pedro? Dice: Cierto que sí. A ellos les dijo que sí la pagaría; pero a
El nada le dijo, tal vez porque le daba vergüenza hablar al Maestro de
semejantes pequeneces. Por eso Jesús, manso como era, y que claramente
conocía todas las cosas, adelantándose a Pedro, le dice: ¿Qué te parece,
Simón? Los reyes de la tierra ¿de quién cobran el tributo y censos? ¿De sus
hijos o de los extranos? Contestóle Pedro: De los extranos. Y le dijo Jesús:
Luego los hijos están exentos. Para que Pedro no pensara que Jesús había
oído el asunto de boca de los recaudadores, se le adelanta a dárselo a
entender, para al mismo tiempo infundir confianza al discípulo que no se
atrevía a hablarle del negocio.
Quiere, pues, decir: Yo estoy exento y libre de semejante censo. Pues si los
reyes de la tierra nada cobran a sus hijos, sino a los extranos, mucho más
debo yo estar exento, pues soy Hijo del Rey celestial y de un rey terreno, y
además yo mismo soy Rey. ¿Observas cómo distingue de los hijos a los que no
son hijos? Si El no fuera el Hijo, en vano traería al medio el ejemplo del
rey. Dirás quizá: Sí es Hijo, pero no genuino. Entonces no es hijo; y si no
es hijo tampoco es genuino y en consecuencia no es hijo del Padre, sino un
extrano. Y si es extrano, el ejemplo que puso pierde toda su fuerza. Pero
Cristo no habla únicamente de los hijos, sino de los genuinos, de los
propiamente hijos, de los que son consortes del reino de su padre. Por esto,
para distinguirlos los opone a los extranos; y llama extranos a los que no
nacieron de los reyes; y llama hijos a los que los reyes engendraron.
Observa y considera cómo aquí confirma la revelación hecha a Pedro. Y no se
detiene aquí, sino que por la forma de asentir significa lo mismo, cosa que
es de gran sabiduría.
Porque habiendo dicho: Mas para no escandalizarlos, vete al mar, echa el
anzuelo y agarras el primer pez que pique, ábrele la boca y en ella hallarás
un estáter. Tómalo y dalo por mi y por ti. ¿Observas la forma en que ni se
rehúsa a dar el tributo ni en absoluto ordena que se pague? Sino que,
habiendo primero demostrado que no estaba El obligado a pagarlo, luego, sin
embargo, lo paga: tanto para que los cobradores no se escandalizaran, como
tampoco los discípulos. Pues no lo dio como si lo debiera, sino atendiendo a
la debilidad de ellos. En cambio, en otras ocasiones desprecia el escándalo,
como allá cuando trató de la discriminación de alimentos. Nos ensena con
esto que debemos considerar las oportunidades y las ocasiones en que
convenga despreciar el escándalo o no despreciarlo. También por el modo de
dar el tributo, declara bien quién es El. ¿Por qué no ordena que se pague de
los fondos que tiene El? Para demostrar, como ya dije, mediante todo esto,
ser Senor Dios de todas las cosas y que impera también sobre los mares. Lo
demostró ya cuando mandó al mar pacificarse y cuando ordenó a Pedro andar
sobre las aguas. Lo mismo demostró ahora aunque de un modo diverso, pero que
también causa gran estupor.
Porque no fue poca cosa el predecir que el primer pez que se capturara
pagaría el impuesto y que echada la red al fondo, cogería, por su mandato,
al pez que llevara el estáter; sino cosa propia de un poder inefable y
divino fue que el mar proporcionara el don; y que manifestara su obediencia
tanto cuando fue amansada su furia, como cuando alborotado sustentó a su
consiervo Pedro, como también ahora que pagó a los cobradores por Cristo. Y
dalo a ellos por mí y por ti, le dice. ¿Has, visto la excelencia de
semejante honor? Pues advierte al mismo tiempo la virtud de Pedro. Porque
Marcos, que era su discípulo, no refirió este suceso del que tan grande
honor a Pedro le venía. En cambio, sí refirió las negaciones, pero calló lo
que lo mostraba sobresaliente, quizá por habérselo prohibido el mismo Pedro,
para que no dijera de él grandes cosas.
Por mí y por ti, dice Jesús, pues también Pedro era primogénito. Pero una
vez que has admirado estupefacto el poder de Cristo, admira también la fe
del discípulo que obedeció en cosa tan extrana e inesperada. Porque la cosa
en sí era del todo insólita en la naturaleza y estupenda. Por tal motivo,
como un premio a su fe, Cristo se lo asoció en el pago de la alcabala. En
aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién será el
más grande en el reino de los cielos? Sentían al modo humano, como lo
significa el evangelista al decir: En aquel momento. Es decir, en el punto
en que Cristo honró a Pedro más que a todos los otros. Pues siendo entre
Santiago y Juan uno de ellos primogénito, Jesús a los otros dos no los honró
de manera semejante con tal honor. Avergonzados de esto, manifiestan la
conmoción de su ánimo. Pero no dicen abiertamente: ¿por qué has preferido a
Pedro a nosotros? ¿acaso él es mayor que nosotros? No se atreven a eso; sino
que hacen la pregunta en un modo indeterminado: ¿Quién será más grande?
Cuando vieron los discípulos que Cristo prefirió aquellos tres a los demás,
no sufrieron esa conmoción de ánimo; pero cuando a uno solo tanto lo honró,
entonces se dolieron. Ni sólo eso, sino que juntando otras muchas cosas, se
inflamaron de envidia. Pues Jesús había dicho a Pedro: Te daré las llaves y
bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, y ahora le dice: Paga por mí y por
ti; y finalmente les hería también la libertad de hablar que usaba Pedro. Y
si Marcos no dice que lo preguntaran sino únicamente que así lo pensaban en
su interior, eso no se opone a la narración de Mateo. Porque es verosímil
que hicieran ambas cosas; y que en otras ocasiones una y dos veces lo
pensaran pero ahora sí lo dijeran y juntamente lo pensaran.
Pero tú no te fijes únicamente en este defecto, sino piensa, por otra
parte,, que ellos en esta ocasión no buscaban nada de lo de este siglo y en
que además luego quitaron este defecto y mutuamente se cedían unos a otros
el puesto primero. Nosotros, en cambio, no alcanzamos a llegar ni siquiera a
esa clase de defectos de ellos, ni andamos investigando quién será mayor en
el reino de los cielos, sino quién lo será acá en el reino de la tierra y
quién más opulento y quién más poderoso. Y ¿qué hace Cristo? Descubre la
conciencia de ellos y responde no únicamente a sus palabras, sino también a
sus sentimientos. Y él, habiendo llamado a un nino lo puso en medio de ellos
y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis como este nino no entraréis
en el reino de los cielos.
Como si les dijera: Vosotros inquirís quién será mayor en el reino de los
cielos y contendéis acerca de la primacía; pero yo digo a quien no se
humillare que no es digno del reino de los cielos. Bellamente pone el
ejemplo: ni solamente lo pone, sino que trae al nino al medio para
persuadirlos y exhortarlos con la presencia misma del nino a que sean
sencillos y humildes. Porque el nino está libre de envidia, de vanagloria,
del anhelo de primacías y sobre todo posee esa virtud que llamamos sencillez
y humildad.
De modo que para entrar al reino de los cielos se necesita no únicamente
fortaleza y prudencia, sino además sencillez y humildad. Pues aun en las
cosas más importantes, si faltan esas virtudes, queda fallo lo que toca a
nuestra salvación. El párvulo, ya sea que se le injurie, ya sea que se le
alabe, ahora se le azote, ahora se le honre, ni se cree indigno y se aíra ni
se deja llevar de la envidia ni se ensoberbece. ¿Observas cómo de nuevo
Cristo nos pone delante ejemplos tomados de las cosas de la naturaleza; y
nos declara que tales virtudes pueden obtenerse mediante los propósitos de
la voluntad, y echa de este modo por tierra la danosa locura de los
maniqueos? Pues si la naturaleza es mala ¿por qué Cristo toma de ella los
ejemplos de virtud? Yo pienso que puso en medio de los discípulos a un
parvulito libre de todas esas enfermedades del alma. Porque en los
parvulitos no tienen lugar ni la arrogancia ni la vanagloria ni la envidia
ni las querellas ni otras enfermedades semejantes. Tienen en cambio por su
propio natural muchas virtudes como son la sencillez, la humildad, el estar
ajenos a la turba de negocios, el no ensoberbecerse de nada: cosas en que
hay una doble virtud, porque las poseen y no se ensoberbecen por tenerlas.
Por tal motivo tomó Jesús al infante y lo puso en medio.
Pero no terminó con eso su discurso, sino que continuó en la amonestación y
dijo: Y el que recibiere a un nino como éste, a mí me recibe. Como si les
dijera: no únicamente recibiréis gran premio si sois como este infante, sino
también, si, por mí, honráis a otros que le sean semejantes, os retribuiré
con el reino. Y anadió lo que es más al decir: A mí me recibe. Como si
dijera: En modo tan grande me alegro con la humildad y la sencillez. Y llama
aquí pequenos a los hombres tan sencillos y humildes que muchos los tienen
por bajos y despreciables. Y enseguida, para más confirmar su doctrina, la
refuerza poniendo delante no sólo los premios sino también los castigos.
Pues dice Y al que escandalizare a uno de estos pequenuelos que creen en mí,
más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de molino de asno y lo
hundieran en el fondo del mar.
Porque así como aquellos, dice Jesús, que por mí honran a estos pequenos,
poseerán el cielo y un premio mayor que un reino, así los que los deshonran
(pues esto significa escandalizarlos), sufrirán penas terribles. Y si al
escándalo lo llama deshonra e injuria, no te admires, pues muchos a causa de
su pusilanimidad han sufrido escándalo por haber sido menospreciados e
injuriados. Para poner como de bulto el crimen, hace referencia al dano que
se sigue de él. En cambio, no explica del mismo modo el castigo, sino que
manifiesta cuánto sea intolerable por comparación con las cosas que nos son
conocidas. Cuando quiere impresionar los ánimos rudos pone ejemplos de las
cosas que caen bajo el dominio de los sentidos.
Así aquí, queriendo demostrar que tales hombres serán grandemente castigados
y perseguir la arrogancia de quienes desprecian a esos humildes, trae al
medio, como ejemplo, una pena sensible, como es la de la piedra de molino y
el hundimiento en el mar. Según el orden natural del discurso, hubiera
bastado con decir: El que no recibe a uno de estos pequenuelos, no me recibe
a mí, cosa por cierto la más amarga de todas. Pero como por aún un tanto
rudos e ignorantes no se conmovían con semejante pena, les pone delante la
piedra de molino y el hundimiento en el mar.
Y no dijo: Le será suspendida al cuello una piedra de molino, sino ¿qué?:
Mejor fuera que así se le castigara, con lo que declaraba que le espera un
suplicio mayor. Pues si ese otro parece intolerable, mucho más lo será éste.
Observa cómo, por ambos lados presenta una conminación tremenda y la
esclarece mediante el ejemplo de cosas más conocidas, persuadiéndonos al
mismo tiempo que pensemos en aquel otro suplicio mucho mayor. ¿Ves cómo ha
arrancado de raíz la hinchazón de la arrogancia? ¿cómo ha curado la llaga de
la vanagloria? ¿cómo ha ensenado a no buscar jamás los primeros puestos'
¿cómo ha ensenado a quienes los buscaban a buscar siempre y dondequiera el
último lugar? Porque nada hay peor que la arrogancia. Nos torna inhumanos y
nos echa encima la fama de necios y hasta nos torna en exceso estúpidos. Si
alguno tuviera la natural estatura humana 247 y quisiera superar la altura
de las montanas y aun pensara que la alcanzaba y se alzara sobre sus pies
como si sobresaliera por encima de las cumbres, no buscaríamos otra prueba
de su necedad. Pues del mismo modo, cuando vez a un arrogante que se cree el
más importante de todos los hombres y tiene a injuria convivir con los
demás, no busques ya ningún otro argumento de su locura. Pues al fin y al
cabo resulta tanto más ridículo que los otros que por naturaleza son
estultos, cuanto que por su gusto y voluntad se ha procurado enfermedad
semejante.
No solamente por este título es miserable, sino también porque sin pena
ninguna ha caído en el abismo de la perversidad. ¿Cuándo podrá conocer en
forma conveniente sus pecados? ¿Cuándo caerá en la cuenta de que ha
delinquido? El demonio ha cargado con él y se ha marchado llevándoselo como
se hace con un criado o con un cautivo; y lo trae y lo lleva, lo azota y lo
cubre de afrentas. Porque hasta tal punto los agita su necedad que les
persuade a elevarse sobre sus hijos, sobre la esposa y aun a levantarse
contra sus superiores. A otros, al contrario, los hace hinchados por la fama
y esplendor de sus antepasados, cosa la más necia de cuantas hay, pues se
hinchan por causas contrarias: unos se envanecen por haber tenido padres o
abuelos de baja calidad; otros de haberlos tenido ilustres y conspicuos. ¿Cómo podrá alguno humillar su hinchazón? Pues a los primeros diles: sube
más allá de tus abuelos y tatarabuelos y quizá encuentres entre tus
ascendientes a muchos que fueron taberneros, arrieros, cocineros. A los que
se envanecen por haber tenido antepasados de baja clase social, diles: Si
vas más allá de tus tatarabuelos, quizá encuentres a muchos más preclaros
que tú.
Os demostraré por las Escrituras ser así el proceso de la naturaleza del
hombre. Salomón era hijo de un rey y de un rey esclarecidísimo; pero el
padre de ese rey se contaba entre los del vulgo y hombres del pueblo, lo
mismo que su abuelo materno. De otro modo no habría casado a su hija con un
simple y vulgar soldado. Pero si subes de éstos, llegarás a encontrarte con
personajes ilustres y nobles. Lo mismo puede verse en Saúl y en otros
muchos. De manera que por semejantes motivos no debemos ensoberbecernos. Yo
te pregunto: ¿de qué sirve el linaje? No es sino un nombre vano y sin
contenido: !ya lo conoceréis en el último día! Pero como aún no llega ese
día ea! !veamos de persuadiros por las cosas presentes cómo de eso no se
deriva prerrogativa alguna! Si se echa encima una guerra o el hambre o
cualquiera otra calamidad, se evaporan todas esas hinchazones apoyadas en la
nobleza. Si nos acomete la peste o la enfermedad, ella no hace distinciones
de pobre o rico, de noble o plebeyo, de glorioso o vulgar. Y lo mismo sucede
en el curso y vicisitudes de las demás cosas, pues todas igualmente y por
parejo acometen a todos. Y si hemos de decir algo paradógico y extrano, de
modo especial acometen a los ricos. Pues cuanto menos se cuidan de ellas más
fácilmente perecen. En cuanto al miedo es mayor el de los ricos. Los
príncipes en especial temen esos cambios; y no menos los temen quienes a
tales príncipes están subordinados; y aun mucho más por el hecho de que
muchísimas cosas de éstos las han derribado ya el furor del pueblo y las
amenazas de los príncipes.
En cambio, el pobre navega seguramente entre esas fluctuaciones. Dejando,
pues, a un lado ese género de nobleza, si quieres tú demostrarme que eres
libre, muéstrame una libertad de espíritu como la que tuvo aquel
bienaventurado que, siendo pobre, le decía al rey Herodes: No te es lícito
tener la esposa de tu hermano Filipo 248 o tal como la tuvo el que antes del
Bautista fue como él y lo siguió siendo hasta decir al rey Acab: No soy yo
quien arruina a Israel, sino tú y la casa de tu padre; 249 o tal como la
tuvieron los profetas y todos los apóstoles.
Pero no son así las almas de los ricos; sino que a la manera de quienes
estuvieran sujetos a infinitos pedagogos y carceleros, ni siquiera se
atreven a levantar los ojos ni a proceder con libertad al ejercicio de las
virtudes. Porque la codicia de las riquezas, de la gloria y demás cosas
mundanas les causan terrores y los convierten en siervos, y aduladores. Nada
hay que así prive de la libertad como el enredarse en negocios seculares y
rodearse de cuanto parece precioso. Tales almas no son súbditas de un solo
senor, ni de dos, ni de tres, sino de infinitos.
Y si quieres contarlos, traigamos al medio a alguno de los que en los
palacios reales son notables y senalados. Y que ese tal posea muchas
riquezas, poder grande y brille por su patria y sea ilustre por sus
ancestros y que atraiga las miradas de todos. Consideremos si acaso ese
hombre no es más vil y bajo que cualquiera de los esclavos. Comparémoslo no
sólo con un esclavo, sino con un esclavo de esclavos, pues muchos de los
criados tienen a su vez esclavos. Ese esclavo de un esclavo no tiene sino un
solo senor. Puesto que ¿qué dificultad hay en que sin ser libre sea senor y
amo? El hecho es que tiene un solo senor y atiende únicamente a lo que a
éste agrada. Pues aun cuando parezca que su amo domina sobre él, pero con
todo a sólo él obedece; y si las cosas de ese único amo van bien, pasa sin
temores toda su vida. El rico en cambio tiene no un solo senor, ni dos, ni
tres sino muchos y más duros.
Desde luego anda solícito de servir al rey. Y por cierto que no es lo mismo
tener como senor a un particular que al rey en persona. El rey presta oídos
a infinitos murmuradores, y conforme a eso dispensa sus favores ya a unos ya
a otros. De moda que nuestro hombre, aun cuando no tenga conciencia de algo
mal hecho, sin embargo de todos sospecha: de sus companeros y conmilitones,
de sus iguales y de los otros súbditos, de los amigos y de los enemigos.
Dirás que también el pobre tiene su senor y lo teme. Pero no es lo mismo
temer a solo uno, que temer a muchos. Más aún: si alguno examina con cuidado
el negocio, encontrará que el rico de quien venimos tratando no tiene un
solo senor. ¿Cómo o en qué modo? Porque al pobre nadie anhela echarlo de su
servidumbre y ponerse en su lugar; por lo cual nadie hay que le ponga
asechanzas. En cambio, los ricos tienen sus mayores cuidados en echar abajo
a quien más brilla y a quien más ama y es privado del emperador. Esto lo
obliga a procurar adularlos a todos: a los mayores, a los iguales, a los
amigos. Porque en donde existe la envidia y el anhelo de la vanagloria, ahí
es imposible la amistad verdadera. Así como los del mismo oficio nunca se
aman sinceramente, así tampoco los que tienen un mismo honor, ni los que
aman a la vez una misma cosa de esas seculares. Por lo cual tienen
interiormente grande guerra.
?Has visto el enjambre de senores, y senores que son tiranos? ¿Quieres que
te muestre otro senor más tirano aún? Todos cuantos están detrás del rico
anhelan ponérsele delante; y los que le van adelante, se esfuerzan por
impedir que se les acerque o aun avance más allá de ellos. Pero... !vaya una
cosa admirable! Había yo prometido que os mostraría a los senores; pero el
discurso avanzando el asunto, hizo más de lo que yo había prometido,
presentándoos en vez de los senores a los enemigos: más aún, haciéndoos ver
que son a la vez enemigos y senores. Como a senores se les adula; como a
enemigos se les teme; como adversarios amenazan con asechanzas. Pues si
alguno tiene tales adversarios y senores ¿qué mayor calamidad puede sufrir?
El siervo, aunque algo se le mande, pero al fin y al cabo goza del
patrocinio y la benevolencia de su amo. En cambio, los otros de que
tratamos, son mandados, son acometidos y luchan unos contra otros, con mayor
vehemencia que lo hacen los enemigos descubiertos. Hieren a ocultas; con
apariencia de amigos acometen como adversarios; y con frecuencia se
congratulan de las desgracias que a los otros acontecen. No van por ese
camino nuestras cosas. Pues si alguno la pasa mal, muchos lo conduelen; y si
le va bien, muchos se congratulan, conforme a lo que dice el apóstol: Si
padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es
honrado, todos los otros a una se gozan . 250 Y el mismo Pablo decía unas
veces: ¿Cuál ha de ser nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de
gloria? ¿No sois vosotros? 251 Otras veces decía ahí mismo: Ahora ya
vivimos, sabiendo que estáis firmes en el Senor. 252 Y además: Os escribo en
medio de una gran tribulación y ansiedad de corazón. 253 Y también: ¿Quién
desfallece que no desfallezca yo? ¿Quién se escandaliza que yo no me abrace?
254 ¿Por qué, pues, soportamos aún las tempestades y las olas de alta mar y
no nos apresuramos al puerto tranquilo; y haciendo a un lado los vanos
nombres de bienes, no nos apresuramos en pos de las realidades de las cosas?
Porque la gloria y el poder, la riqueza y la nobleza y demás` cosas
parecidas, son sólo nombres, pero para nosotros no son realidades; del mismo
modo que la tribulación, la muerte, la ignominia, la pobreza y otras del
mismo jaez, para nosotros no son sino nombres, mientras que para ellos son
realidades. Si os parece, traigamos aquí al medio la gloria, ya que para
ellos es lo más deseable. No diré de ella que es caduca, ni que se acaba
rápidamente: muéstramela en el tiempo en que más florece. Pero no le quites
los disfraces ni los coloretes de meretriz; sino tráela acá al medio
adornada y así ensénamela, para que yo te demuestre su fealdad. Alegarás los
vestidos, la multitud de guardias, las voces de los pregoneros, la turba del
pueblo que escucha, el silencio de muchos, los golpes por acercarse más, el
ser espectáculo para todos: ¿acaso todo esto no es espléndido? Pues bien:
examinemos si acaso todo eso no es supervacáneo y que está apoyado
únicamente en la opinión de los demás. Porque con todo eso ¿en qué se torna
más excelente el hombre ya sea en lo referente al cuerpo o ya en lo
referente al alma? Y el hombre consta de alma y cuerpo. ¿Acaso con eso su
estatura se torna mayor? ¿Se hace él más fuerte, más veloz? ¿Sus sentidos se
vuelven más perspicaces? !Nadie lo afirmará! Pero vamos al alma: quizá en
ella descubramos alguna ganancia. ¿Acaso con semejantes arreos y cosas se
torna más continente, más modesta, más prudente? !De ningún modo! !Al revés!
!sucede todo lo contrario! Porque en el alma no pasa como en el cuerpo. En
éste nada se anade de perfección. Pero en el alma no hay ese mal sólo de no
obtener ganancia alguna, sino que con eso se llena de arrogancia,
vanagloria, necedad, ira y cae en vicios infinitos.
Alegarás que a lo menos goza y se alegra. Pues con eso me has dicho el
término y resumen de todos los males y has nombrado un mal incurable. Porque
quien así se alegra, difícilmente querrá apartarse de la causa de esos
males, porque el deleite le cierra la puerta a todo remedio. De manera que
éste es el peor mal: el no dolerse de que crezcan sus males, sino al revés,
gozarse. Gozarse no siempre es bueno. Se gozan los ladrones cuando roban y
el adúltero cuando mancha el lecho ajeno y el avaro cuando agarra y el
homicida cuando mata. No miremos, pues, si ese tal goza, sino si se goza de
alguna cosa útil; y cuidémonos de encontrar un gozo semejante al del ladrón
y el adúltero. Yo pregunto: ¿por qué esos se gozan? ¿Acaso es de alcanzar
entre muchos gloria con qué hincharse y ser visto de todos? Pero ¿hay algo
peor que semejante anhelo y tan absurda concupiscencia? Y si esto no es
malo, no vituperéis a los codiciosos de la gloria vana, ni los desgarréis
con abundantes injurias. Cesad de execrar a los arrogantes y a los
soberbios. ¿No podéis soportar eso ni conteneros? De manera que es posible
acometerlos con mil acusaciones, aun cuando anden rodeados de infinitos
guardias.
Digo todo esto en referencia a los prohombres perversos; pues con frecuencia
muchos de ellos se encuentran cargados con abundantes culpas: con más que
los homicidas, los ladrones, los adúlteros, los violadores de sepulcros,
todo a causa del mal uso de su poder. Roban con más descaro que los
ladrones, matan con mayor crueldad que los asesinos, son más inicuamente
lascivos, y perforan no los muros de las casas materiales, sino los haberes
y moradas de familias sin cuento. Porque a causa de su poder pueden
fácilmente hacerlo. Andan oprimidos con gravísimas servidumbres, pues por
ser desidiosos y perezosos ceden a las enfermedades del alma y azotan a sus
consiervos continuamente y a cuantos saben sus crímenes los hacen temblar.
Nadie hay que sea más libre, nadie que sea más príncipe, nadie más poderoso
que los mismos reyes como quien está libre de vicios. Sabiendo nosotros
estas cosas, procuremos la verdadera libertad y librémonos de esa inicua
servidumbre. No juzguemos feliz ni al fastuoso del mundo ni la tiranía de
las riquezas ni otra cosa alguna semejante, sino solamente la virtud. De
este modo, gozaremos de tranquilidad en la vida presente y conseguiremos los
bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Senor Jesucristo, a quien
sea la gloria y el poder, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, por
los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LIX (LX)
!Ay del mundo,- por causa de los escándalos! Porque es inevitable que vengan
los escándalos. Pero !ay de aquel por quien vienen los escándalos! (Mt 18,
7).
SI ES NECESARIO que vengan los escándalos, preguntará algún adversario ¿por
qué llama miserable al mundo cuando convenía mejor ayudarlo y tenderle la
mano? Esto es lo propio del médico y del abogado, lo demás es propio más
bien del vulgo. ¿Qué responderemos a una lengua tan impudente? Pues ¿puede
acaso encontrarse un remedio que se equipare con éste? Pues El siendo Dios
por ti se hizo hombre, tomó la forma de siervo y pasó por las terribles
afrentas y no dejó de poner nada de lo que a El le tocaba. Pero como los
hombres a causa de su ingratitud no lograron de eso bien alguno, los llama
míseros, pues tras de tan grande curación han permanecido en tan grande
enfermedad. Es como si alguno a un enfermo al que se le han aplicado
maravillosas curaciones, pero no quiere seguir las prescripciones médicas,
le dijera doliéndose: !Ay de ese hombre que ha acrecentado su enfermedad a
causa de su desidia! La diferencia está en que en este caso el llanto nada
remedia; pero el otro es un género tal de curación que se hace prediciendo
lo que va a suceder y al enfermo se le llama mísero. Pues sucede con
frecuencia que muchos en nada se aprovechan del consejo, pero en cambio del
llanto mucho se ayudan. Por eso usó Jesús de ese !ay! procurando hacerlos
más despiertos, diligentes y vigilantes. Además así les manifiesta su
benevolencia y su mansedumbre, pues a quienes lo rechazan los llora y no
sólo no los lleva pesadamente, sino que los enmienda por medio del llanto y
de la predicación, para traerlos a mejor determinación.
Preguntarás que cómo puede hacerse eso. Porque si es necesario que vengan
los escándalos, ¿cómo podremos evitarlos? Pues bien: es necesario que
sucedan los escándalos, pero no es necesario el que perezcamos. Es como si
un médico dijera -pues nada impide que usemos del mismo ejemplo de nuevo-:
necesariamente va a venir esta enfermedad, pero no es necesario que de ella
mueras si te cuidas. Decía esto y otras cosas, como ya lo indiqué, para
despertar el ánimo de los discípulos. Pues para no dormir como si hubieran
sido enviados a una misión de paz y a una vida sin perturbaciones, les
declara que están inminentes muchas batallas. Lo mismo significó Pablo al
decir: En lo exterior luchas, en el interior temores: peligros en los falsos
hermanos. 255 Y a los de Mileto les decía: De entre vosotros mismos surgirán
hombres perversos que ensenarán doctrinas perversas. 256 Y Cristo decía: Los
enemigos del hombre serán sus familiares. 257 Al decir Cristo necesidad, no
por eso suprime el libre albedrío ni la libertad de la voluntad ni lo dice
queriendo con esto sujetar a necesidad la vida y procederes de alguno, sino
que únicamente predice que sucederá. Así lo declaró Lucas con otras palabras
cuando dijo: Es imposible que no vengan los escándalos 258?Qué significa
escándalos? Impedimentos puestos en el recto camino. Así llaman los actores
a las dificultades que obstaculizan los cuerpos. De manera que la predicción
no acarrea el escándalo !lejos tal cosa! ni vienen los escándalos porque
Jesús los haya predicho, sino al revés: los predijo porque ciertamente iban
a suceder. De manera que no sucederían si quienes los provocan los hubieran
querido omitir. Ni habrían sido predichos si nunca hubieran de suceder.
Mas como algunos procedían con malicia y andaban enfermos de enfermedad
incurable, sucedieron los escándalos y Jesús predijo lo que iba a suceder.
Dirás: Pero si ellos se hubieran enmendado y no hubieran dado escándalo
alguno ¿no resultaría falso el dicho y así se vería? De ningún modo, pues en
ese caso no lo habría Cristo pronunciado, ni habría dicho: Es necesario que
vengan los escándalos. Lo pronunció porque preveía que no habrían de
corregirse. Preguntarás: ¿Por qué El no hizo que se evitaran? Pero ¿por qué
motivo se habían de evitar y quitar? ¿Por causa de los que resultan danados?
Pues bien: los danados no perecen por el escándalo, sino por su desidia. Así
lo demuestran los que cultivan la virtud, pues en nada resultan danados por
el escándalo sino al revés: recogen fruto abundante. Así era Job, así José,
así todos los justos y los apóstoles. Si muchos perecieron, eso sucedió por
su desidia y somnolencia. Si no fuera así, sino que la ruina proviniera del
escándalo mismo, entonces todos debieran haber perecido. Pero si algunos
escapan de la ruina, el que no escape que lo achaque a sí mismo. Los
escándalos, como ya dije, tornan al alma más despierta y más perspicaz y de
penetrante mirada; y no sólo el que se precave sino también el que cae y
rápidamente se levanta, pues de su caída se vuelve más cauto y más difícil
de ser vencido.
De modo que si somos vigilantes, sacamos de los escándalos no poco fruto,
como es el que seamos más asiduos en vigilar. Si nos damos al sueno cuando
tantos enemigos nos amenazan y se echan encima las tentaciones tantas en
número, ¿qué será de nosotros entregados a semejante tranquilidad? Y si te
parece, considera ante todo al primer hombre. Pues estando cu el paraíso por
tan breve tiempo que quizá no llegó a un corto día, y viviendo entre
deleites, se lanzó a tan grande maldad que esperó ser igual a Dios y juzgó
que quien lo enganaba era el autor de un beneficio y no pudo guardar ni
siquiera aquel precepto único ¿qué no habría hecho si todo el resto de su
vida lo hubiera pasado sin trabajos? Pero luego presentan otra objeción.
Entonces ¿por qué lo fabricó Dios? !Lejos tal cosa! Pues si no, no lo habría
castigado. Si nosotros, cuando tenemos la culpa de algo no acusamos a los
criados, mucho menos lo iba a hacer Dios, Senor de todos. Insisten: entonces
¿cómo se hizo así el hombre? De sí mismo y por su pereza. ¿Qué quiere decir:
de sí mismo? Si los que son perversos no lo son por propia voluntad,
entonces no castigues a tu criado, no increpes a tu mujer cuando peca, no
azotes a tu hijo, no acuses a tu amigo, no te enfurezcas contra tu enemigo
que te dana; porque todos ellos antes serían dignos de misericordia que no
de castigo, puesto que no delinquen voluntariamente. Respondes: es que
entonces no puedo discurrir. Pero si es que ves a alguno que no tiene culpa,
sino que obró por verdadera necesidad, entonces sí logras reflexionar.
Si tu criado, impedido por una enfermedad no hace lo que le ordenaste, no
sólo no lo acusas, sino que al punto lo perdonas. De modo que tú mismo eres
testigo de que algunas obras son simplemente voluntarias del criado y otras
no. Y si supieras que es perverso porque así nació, no sólo no lo acusarías,
sino que lo perdonarías. Pues si lo perdonas a causa de la enfermedad, no le
negarás el perdón porque Dios así lo hiciera desde el principio. Mas,
también por otro camino podemos fácilmente refutarlos. Porque la verdad
abunda en argumentos a su favor. ¿Por qué nunca echaste en cara a tu criado
que no fuera más hermoso o de mayor estatura o que no fuera ave? Porque esos
son dones de la naturaleza. De modo que en cuanto a los defectos naturales
no incurre en culpa ni nadie se preocupa por eso ni lo reprende. En
consecuencia, si acusas al criado, demuestras con certeza que su defecto no
proviene de la naturaleza sino que es voluntario. Si por el hecho de no
acusar testimoniamos que el defecto se ha de atribuir del todo a la
naturaleza, es manifiesto que cuando reprendemos, por lo mismo declaramos
que la culpa es voluntaria. No traigas, pues, torcidos raciocinios ni
sofismas y dificultades más débiles que los hilos de arana.
Respóndeme a esto: ¿Hizo Dios a todos los hombres? Todos lo confiesan y es
manifiesto. Entonces ¿por qué no son todos iguales en lo referente a la
virtud y al vicio? ¿De dónde proviene que unos sean probos, buenos, modestos
y otros ímprobos y malos? Si en esto no interviene la voluntad, sino que lo
da la naturaleza ¿por qué unos cultivan la virtud y otros no? Si todos
fueran por naturaleza malos, nadie podría ser bueno. Siendo común la
naturaleza a todos los hombres, convendría que todos fueran idénticos; es
decir o todos buenos o todos malos. Y si dijéramos que por naturaleza unos
son buenos y otros son malos, cosa que es contra la razón, como ya lo
demostramos, sería necesario que esa cualidad fuera inmutable, pues las
cualidades naturales son inmutables.
Quisiera yo que consideraras esto. Todos los mortales son también pasibles y
es imposible que alguno sea impasible aun cuando mil veces lo intente. Pero
es claro lo que vemos ahora, que muchos de buenos que eran se tornan
perversos y otros de perversos se hacen buenos: aquéllos por su negligencia,
éstos por su diligencia. Tenemos aquí un argumento supremo de que eso no es
por naturaleza; pues las cualidades naturales ni se cambian, ni se necesita
diligencia para adquirirlas. Así como para ver y oír no se necesita trabajo
alguno, así tampoco en ese caso el ejercicio de la virtud necesitaría ningún
trabajo si por la naturaleza misma la tuviéramos. Aparte de que ¿por qué
habría Dios hecho malos pudiendo hacerlos a todos buenos? Preguntarás:
entonces ¿de dónde se originan los males? Pregúntalo a ti mismo. A mí lo que
me toca es demostrarte que no vienen ni de la naturaleza ni de Dios.
Instarás: ¿son pues efecto de la casualidad? !De ninguna manera! ¿Son acaso
ingénitos? Te ruego, oh hombre, que hables bien y que te apartes de tal
locura que llegues a dar a Dios y los males el mismo culto y por cierto
supremo. Porque si son ingénitos serán también fuertes, inmutables y no
podrán ni quitarse ni aniquilarse. Pues a todos es manifiesto que lo
ingénito no puede perecer. Por otra parte, ¿cómo se explica que haya tantos
buenos si el mal tanta fuerza tiene? ¿Cómo es que los engendrados resultan
más fuertes que los ingénitos? Dirás: Es que Dios sí los quitará. Pregunto:
¿cuándo? ¿Ni cómo podría destruirlos si son sus iguales en honor, en
fortaleza y en antigüedad, como alguno diría? ... !Oh maldad diabólica! !qué
males tan grandes inventa! !cómo ha persuadido al hombre que arrojara sobre
Dios tamana blasfemia! !con qué apariencias de piedad inventó la nueva
blasfemia! Queriendo los maniqueos demostrar que el mal no procede de Dios,
sino que es ingénito, inventaron otro dogma perverso y aseguraron un
principio eterno del mal.
Preguntarás: ¿Cuál es pues el origen del mal? Que existen el querer y el no
querer. Pero ¿cuál es el origen de querer y no querer? Somos nosotros
mismos. Estás haciendo idénticamente como si preguntaras: ¿de dónde nace el
ver y el no ver? Y que yo te respondiera: del cerrar o no cerrar los ojos. Y
que tú de nuevo preguntaras: Y ¿de dónde nace el cerrar o no cerrar los
ojos? Y yo te respondiera: De nosotros mismos y de nuestra propia voluntad.
Pero tú siguieras buscando alguna otra causa.
El mal no es otra cosa que el no obedecer a Dios. Instarás: ¿cómo encontró
eso el hombre? Pero yo a mi vez pregunto: ¿era acaso difícil encontrarlo?
Dirás: yo no pregunto si fue difícil, sino de dónde procedió que el hombre
fuera inducido a desobedecer a Dios. Fue inducido por su desidia. En su mano
estaba hacer una cosa u otra y se inclinó a desobedecer.
Si tras de oír esto todavía dudas y encuentras oscuridades, te propondré una
cuestión ni difícil ni complicada, sino clara y sencilla. ¿Tú alguna vez
fuiste malo? ¿alguna vez fuiste bueno? O de otro modo: ¿Alguna vez venciste
algún vicio que te hubiera dominado después? ¿Diste en la embriaguez y luego
rechazaste ese vicio? ¿Te irritaste, pero luego depusiste la ira? ¿Despreciaste al pobre, pero luego cambiaste?
¿Fuiste fornicario, pero luego
te tornaste continente? Entonces te pregunto: ¿de dónde nació que cambiaras?
¿de dónde? Si tú callas yo te lo diré. Pues de que pusiste empeno y
diligencia primero; y luego fuiste perezoso y caíste en la desidia.
No voy a hablar de la virtud a los desahuciados que totalmente se han
entregado a la perversidad y andan como furiosos y alocados y no quieren ni
siquiera oír hablar de lo tocante a la enmienda. En cambio con gusto me
dirigiré a los que andan vacilando entre el bien y el mal, y a veces hacen
lo uno y a veces hacen lo otro. Alguna vez robaste lo que no te pertenecía,
pero luego, movido de misericordia, diste de tus bienes a los pobres. ¿De
dónde te vino ese cambio? ¿No es acaso manifiesto que a tu voluntad y libre
albedrío? Es cosa cierta y que nadie negará. Por lo cual os ruego que os
empenéis en la virtud, y se habrán acabado todas esas disquisiciones. Pues
si lo queremos, todos los males se reducirán a simples palabras. No
preguntes de dónde se originan los males ni entres en dudas. Sabiendo ya que
nacen de tu desidia, huye de ellos. Si alguno te dice que no nacen de
nosotros mismos, cuando lo veas irritado con su criado, exasperado con su
mujer, reprendiendo a su hijo, enjuiciando a quienes lo injurian, dile: ¿Por
qué decías que el mal no nace de nosotros? Si no nace de nosotros ¿por qué
acusas a los demás? Dile también: Esas injurias y querellas ¿las sacas de ti
mismo? Si no proceden de ti mismo, que nadie se irrite contra ti. Pero si
nacen de ti mismo, entonces los males se originan de tu desidia.
Pero !vamos! ¿Crees tú que hay algunos que son buenos? Pues si no hay
algunos buenos ¿de dónde se originó ese nombre? ¿de dónde se han originado
las alabanzas? Pero si de verdad hay buenos, sin duda que reprenderán a los
malos. Pero si nadie de sí mismo es bueno ni malo, entonces los buenos
injustamente reprenden a los malos y con esto ellos mismos son malos. Puesto
que nada hay más injusto que acusar a quien es inocente. Pero si esos que
reprenden a pesar de todo son buenos, (y esto resulta un argumento máximo de
su bondad aun delante de los necios), se deduce de aquí que nunca jamás
alguno fue malo por necesidad. Y si todavía preguntas ¿cuál en fin es pues
el origen del mal? Te responderé que la desidia y el tener que vivir entre
malos y el desprecio a la virtud. De aquí se originan los males. De aquí
nace incluso el que algunos anden investigando de dónde nacen los males.
Nadie que bien vive y que ha determinado llevar una vida modesta y
continente, mueve semejantes cuestiones, sino aquellos que se atreven a la
perversidad y andan procurándose una vana excusa por ese medio; y así tejen
para lograrla telas de arana.
Rompámoslas nosotros no únicamente con las palabras, sino con las obras.
Pues los males no proceden de necesidad ninguna. De otro modo, Cristo no
habría dicho:!Ay del hombre por quien viene el escándalo! Porque solamente
llama míseros a los que proceden con mala voluntad y determinación. Ni te
admires de que diga: por quien. Porque no lo dice como si ese tal hombre
fuera instrumento movido por otro, sino como quien por sí mismo todo lo
lleva a efecto. Pues suele la Escritura decir: Por quien, para significar la
causa. Como cuando dice: He adquirido un varón por Dios, indicando así la
causa primera, no la segunda. Y también: ¿Acaso la interpretación de ellos
-los suenos- no es por Dios? Además: Fiel es Dios por el cual habéis sido
llamados a la unión con su Hijo? Para que sepas, en fin, que los males no
vienen por necesidad, oye lo que sigue: Porque una vez que los llamó
míseros, prosigue: Si tu mano o tu pie te escandalizan, córtalos, arrójalos
de ti. Más ventajoso te es entrar en la vida manco o cojo que Más te
conviene entrar a la vida con un solo ojo, que ser arrojado al infierno de
fuego con tus dos ojos. No hable de los miembros !lejos tal cosa! sino de
los amigos y parientes a quienes tenemos como propios miembros. Lo había
dicho antes y ahora lo repite. Pues no hay cosa más danina que la companía
de los malvados. Con frecuencia lo que la necesidad no logra, lo consigue la
amistad así para el mal, como para la utilidad. Por esto nos ordena cortar
con gran vehemencia a quienes nos son perniciosos, dando a entender a los
que nos escandalizan.
?Observas en qué forma rechaza el mal que de los escándalos se seguirá
prediciéndolo para que a nadie tome desprevenido y en pereza, sino que ya
temiéndolo vigile ese dano que él predijo ser máximo? Porque no dijo
simplemente:!Ay del mundo por los escándalos; sino que lo hizo después de
declarar sus muy graves danos. Y cuando llamó mísero a aquel por quien viene
el escándalo, declaró que de ahí se derivaría un mayor mal. Pues cuando
dice: Pero !ay de ese hombre! Indica un suplicio grande. Y no para aquí,
sino que anadiendo un ejemplo, aumenta el temor. Y no contento aún, muestra
el camino por donde podemos huir del escándalo.
?Cuál es? A los perversos, dice, aun cuando sean tus íntimos amigos,
recházalos de tu amistad. Y te pone un argumento irrefutable. Pues si siguen
siendo tus amigos, a ellos no los ganarás y tú te perderás. En cambio, si
los rechazas, a lo menos tú conseguirás la salvación. De manera que si
alguien con su amistad te dana, córtalo. Si a veces amputamos nuestros
miembros cuando ya no tienen cura posible y causan dano a otros miembros,
con mayor razón conviene amputar a los amigos. A la verdad, si semejantes
males provinieran de la naturaleza, este consejo y exhortación sería inútil;
y así mismo el cuidado de predecirlo sería en vano. Pero si no es superfluo,
como en realidad no lo es, queda manifiesto que la perversidad trace de la
voluntad propia.
Guardaos de menospreciar a uno de estos pequenos. De verdad os digo que sus
ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial.
Llama aquí pequenuelos no a los ninos, sino a los que muchos estiman como
pequenuelos: me refiero a los pobres, bajos, vulgares. (Pero ¿cómo será
pequeno el que es más digno que todo el mundo? ¿cómo será pequeno el que es
amigo de Dios?). Llama, pues, así a los que en la opinión del vulgo son
pequenos. Y no habla de muchos, sino de uno solo. Y por aquí de nuevo
rechaza el dano del escándalo de muchos. Pues así como el huir de los
perversos trae gran bien, así igualmente el honrar a los buenos. Doble
utilidad se deriva de esto a quienes viven atentos. Una, el apartar así las
amistades de los que escandalizan; otra, el mostrar honra y reverencia a los
santos.
Por otro camino también los hace honorables, diciendo Porque sus ángeles en
el cielo contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial. Por aquí queda
claro que los justos -y aun todos- tienen allá su ángel. Así el apóstol dice
en referencia a la mujer, que conviene tenga sobre su cabeza poder, es decir
velo, a causa de los ángeles. Y Moisés: Fijó las fronteras de las naciones
según el número de sus ángeles. 259 Pero no habla aquí de los ángeles
simplemente, sino de los más eminentes. Pues al decir: el rostro de mi Padre
no significa otra cosa, sino mayor libertad, mayor confianza y grande honor.
Porque el Hijo del hombre vino a salvar lo que había perecido. 260 Trae una
nueva razón, más firme que la primera, y anade una parábola que presenta al
Padre queriendo la salvación. Dice: ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien
ovejas y se le descarría una de ellas ¿no dejará en los montes las noventa y
nueve para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo
de verdad que tiene más gozo por ella que por las noventa y nueve no
descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial
que se pierda uno de estos pequenos.
?Observas de cuántas maneras nos induce al cuidado de los hermanos aun los
más pequenos? No vayas, pues, a decir: ese es un herrero o un zapatero o
agricultor o iliterato y tonto, y lo desprecies. Advierte de cuántos modos
te induce Cristo a portarte con modestia y cuidar de ellos para que no
caigas en aquel mal. Trae al medio a un pequenuelo y dice: Haceos como
ninos. Y cualquiera que recibiere a un pequenuelo, me recibe a mí; y el que
escandalizare, recibirá el castigo extremo. Y no se contentó con el castigo
de la piedra de molino asinario, sino que anadió aquel !ay! y ordenó que a
quienes escandalizan se les corte, aunque tengan para nosotros el lugar de
mano o de ojos.
También nos empuja a tenerlos en aprecio por razón de los ángeles a quienes
esos humildes están encomendados; y también por ser esa su voluntad y precio
de su Pasión; pues cuando dice: Vino el Hijo del hombre a salvar lo que
había perecido, significó la crucifixión, como lo hace Pablo hablando con
uno de los hermanos: Por el cual murió Cristo. 261 Además, por respeto del
Padre que no quiere que perezcan. Y finalmente por la ordinaria práctica de
los pastores, quienes dejan las ovejas que están a salvo y van en busca de
la extraviada y cuando la encuentran se alegran sobre manera de haberla
salvado.
Pues si Dios tanto se alegra de un párvulo a quien ha encontrado ¿por qué tú
desprecias a quien Dios tan solícitamente cuida, siendo así que convenía dar
la vida por uno de estos pequenuelos? Es que es débil y de nonada. Pues
precisamente por eso debes poner todos los medios para salvarlo. Cristo,
dejando las noventa y nueve ovejas, se acercó a ésta; y la salvación de tan
gran número de hombres no pudo hacer que quedara en la sombra de la ruina
esa sola. Lucas dice que la tomó sobre sus hombros y que hay mayor gozo por
un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que
perseveran. Con eso de abandonar a los que estaban sanos y salvos y
alegrarse más por esa sola oveja vuelta al redil, demuestra el mucho cuidado
que de ella tiene.
No descuidemos, pues, tales ánimas, ya que tal fue la finalidad con que se
dijeron todas estas cosas. Cuando amenaza con que no entrará al reino de los
cielos quien no se haga pequenuelo; y cuando trae al recuerdo la piedra de
molino asinario, reprime la arrogancia y el fausto, pues nada hay que así
contraríe a la caridad como la arrogancia. Y cuando dice Es necesario que
haya escándalos, los hace más vigilantes. Y cuando anade: !Ay de aquel por
quien viene el escándalo!, cuida de que cada uno se guarde de que por él
venga el escándalo. Y cuando ordena arrancar y arrojar lejos a los que
escandalizan, facilita la salvación. Y cuando manda que no despreciemos a
los pequenuelos, no únicamente lo ordena, sino que lo hace con energía (pues
dice: Mirad que no despreciéis a uno de estos pequenos); y cuando anade: Sus
ángeles ven continuamente la cara de mi Padre; y luego: Para esto vine yo; y
también: esto lo quiere mi Padre. Con todo eso torna más diligentes a los
que han de tener el cuidado de los pequenos.
?Adviertes con qué muro tan grande los defendió; y cuán grande solicitud
tiene aún de los más viles y pequenos y deleznables? Con castigos
intolerables amenaza a quienes les arman zancadilla y promete inefables
bienes a los que les sirven y cuidan de ello, y lo confirma con su ejemplo y
el de su Padre. Imitémoslos y no rehusemos tomar a nuestro cargo para
favorecer a nuestros hermanos cualquier cosa por baja que sea, por trabajosa
que sea. De manera que aun cuando fuere necesario servirlos, ya sea pequeno,
ya de baja condición social aquel por quien lo hacemos, todo lo toleremos
por la salvación de ellos, hasta cruzar montes y precipicios, si es
necesario. !Tan gran cuidado tiene Dios del alma, que no perdonó a su propio
Hijo! Os ruego, pues, que desde muy temprano, en cuanto salgamos del hogar,
tengamos delante esta finalidad y cuidado sobre todo: o sea salvar al que se
encuentre en peligro. Y no hablo de los peligros materiales, que ni siquiera
llegan a peligros, sino de los peligros que el diablo prepara contra las
almas. El mercader para acrecentar sus haberes cruza los mares; el artífice
para aumentar sus comodidades domésticas no deja piedra por mover. Pues
nosotros no nos contentemos con trabajar en nuestra salvación, puesto que si
así procedemos la arruinaremos. En la guerra el soldado que no cuida sino de
salvarse mediante la fuga, pierde a los demás al mismo tiempo que a sí
mismo; en cambio el valeroso, que tomó las armas para defender a los demás,
al mismo tiempo que los defiende se guarda a sí mismo.
Ahora bien, como nuestra situación sea de guerra, y guerra la más
encarnizada de todas y de ejército y de batalla, estemos preparados y
armados para la lucha en la forma que lo ordena nuestro Rey y aun para la
sangre y para la muerte, atendiendo a la común salvación de todos,
exhortando a los companeros de armas, levantando a los caídos. Porque en
esta batalla, muchos de nuestros hermanos yacen heridos, ensangrentados, y
no hay quien cuide de ellos, nadie ni del pueblo ni de los sacerdotes ni de
los peatones, ni de los amigos, ni de los hermanos, sino que cada cual
atiende a solos sus intereses. Por eso perdemos de lo propio. Nuestra
suprema confianza, nuestra alabanza consiste en no ocuparnos únicamente de
lo nuestro.
Por eso somos fácil presa del demonio y de los hombres y somos débiles,
porque andamos procediendo al contrario de lo que se nos ha dicho y no nos
defendemos mutuamente ni nos amurallamos con aquella caridad que es según
Dios; sino que buscamos otros títulos de amar, unos alegando el parentesco,
otros la familiaridad, otros la suerte común, otros la vecindad; y somos
amigos por otra causa cualquiera, menos por la piedad, cuando ésta debería
ser la causa única de nuestra amistad. Pero ahora sucede al revés; de manera
que a veces somos más amigos de los judíos y de los gentiles que de los
hijos de la Iglesia.
Confesarás ser esto verdad, pero dirás: es porque aquél es bueno y modesto,
mientras que este otro es malvado. ¿Qué dices? ¿Llamas malvado a tu hermano
a quien tienes prohibido decirle rata? ¿Y no te avergüenzas ni te ruborizas
de traicionar así a tu hermano, miembro tuyo, nacido del mismo parto
espiritual y partícipe de la misma mesa sagrada? Y en cambio, tienes un
hermano carnal y aunque tenga mil defectos y cometa millares de crímenes, le
ayudas; y si tiene mala fama te parece que a ti también te toca la deshonra.
A tu hermano espiritual, al que convenía defender cuando se le acomete con
calumnias, tú lo cargas de infinitos dicterios y recriminaciones y lo llamas
malvado. Dices: !es que el malvado difícilmente se soporta! Pues
precisamente por esto debes unirte en amistad con él, para apartarlo del
vicio, convertirlo, volverlo a la virtud. Dirás que no obedece ni se deja
aconsejar. ¿Cómo lo sabes? ¿ya lo exhortaste? ¿ya procuraste su enmienda?
Responderás: ya muchas veces lo he exhortado. ¿Cuántas? !Muchas! Una y dos
veces. !Por Dios! ¿a eso llamas muchas veces? Aunque en eso hubieras gastado
tu vida, no convenía desfallecer ni desesperar.
?No adviertes cómo Dios perpetuamente nos exhorta por los profetas, por los
apóstoles, por los evangelistas? Y ¿lo obedecemos? !No! Y ¿se ha cansado de
amonestarnos? ¿ha callado? ¿Acaso no nos dice diariamente: No podrás servir
a dos senores: a Dios y las riquezas? 262 Y sin embargo, en muchos crece la
codicia y tiranía del dinero. ¿Acaso no clama diariamente: Perdonad y se os
perdonará? 263 Pero nosotros nos volvemos más feroces aún. ¿No nos amonesta
diariamente que dominemos la concupiscencia y los placeres ilícitos, y sin
embargo muchos, a la manera de los cerdos, se revuelcan en semejantes
pecados? Y a pesar de todo, él no cesa de exhortarnos.
?Por qué, pues, no reflexionamos en esto y no decimos: Dios continuamente
nos habla y no desiste, aunque generalmente no lo obedecemos? Por eso decía
El: Pocos son los que se salvan. 264 Pues si para salvarnos no nos basta con
ejercitar solitariamente la virtud, sino que por necesidad hemos de buscar
companeros en ella, cuando no cuidamos ni de la nuestra ni de la de los
otros ¿qué no padeceremos? ¿de dónde tendremos en adelante esperanza de
salvación? Mas ¿por qué os acuso de esto cuando ni siquiera de los
domésticos tenemos cuidado, como son la esposa, los hijos, los criados; y en
lugar de cuidar de ellos andamos solícitos de mil cosas fútiles, a la manera
de ebrios, como por ejemplo de cómo aumentar el número de siervos que con
más diligencia nos atiendan; de cómo los hijos tendrán una mayor herencia,
de cómo la esposa resplandecerá con oro y vestiduras preciosas, mientras
para nada cuidamos de nosotros mismos, sino solamente de nuestros haberes? Y
a la verdad, de la esposa no se tiene cuidado alguno sirio de los adornos
que la rodean; y lo mismo se diga de los hijos. Es como si alguno tuviera
una casa ruinosa y que se está cayendo y cuyos muros están para derrumbarse
y él, descuidando el repararlos, fabricara en torno grandes cercados. O como
si estando el cuerpo enfermo, no se cuida de él, mientras en cambio, se le
preparan dorados vestidos. O como si teniendo enferma a la senora de la
casa, se anduviera cuidando a las criadas y las telas y los vasos y ajuares
domésticos, mientras ella se consume en gemidos. Tal es el espectáculo
actual de nuestra alma: se encuentra mal y en mísero estado. La tienen por
tierra y maltrecha la ira, la maledicencia, las locas codicias, la
vanagloria, los pleitos. Y mientras semejantes fieras la desgarran, nosotros
la abandonamos a tales enfermedades y sólo cuidamos de la casa y de los
domésticos.
Si ocultamente una osa se escapa de su jaula, cerramos la casa, corremos por
las calles para no ir a toparnos con ella. Ahora en cambio, mientras
desgarran nuestra alma no una fiera sino una caterva de pensamientos,
nosotros de nada nos damos cuenta. Tan gran cuidado tenemos de las fieras en
la ciudad, que las guardamos en sitios despoblados o las recluimos en jaulas
o en subterráneos y cuidamos de que no anden vagando por el foro o la curia
o el palacio, sino que las mantenernos lejos y encadenadas. Y en cambio, en
el alma, que tiene también su curia y su palacio y su tribunal para juzgar,
ahí se da vuelta a las fieras y andan rugiendo en torno al entendimiento y
al solio regio y armando alboroto. Por eso todo anda desordenado, todo lleno
de tumultos dentro y fuera. No hay diferencia entre lo nuestro y una ciudad
devastada por la incursión de los bárbaros. Y es como si un dragón diera
sobre su nido de avecillas, y éstas volaran temblorosas, perturbadas y sin
tener en donde refugiarse, en semejante tumulto.
Os ruego, pues, que demos muerte al dragón, que encerremos las fieras y las
sofoquemos y las degollemos. Con la espada del espíritu llenemos de heridas
esos malos pensamientos, para que no nos amenace el profeta, como lo hizo
con Judea: Ahí danzarán los sátiros y onocentauros y los chacales y los
dragones. 265 Porque hay, hay hombres peores que los onocentauros, que viven
como si habitaran en un desierto: recalcitrantes, como entre nosotros suelen
hacerlo los jóvenes. Arrebatados de feroces concupiscencias, así saltan, así
recalcitran, así vagan sin freno por todas partes, sin tener respeto alguno
al decoro. Culpables son los padres. Estos obligan a los domadores de
caballos a que cuidadosamente ensenen y rijan sus corceles y no dejan que
los potros en su juventud se críen indómitos, sino que los ponen al freno y
ya desde los principios echan mano de los demás adminículos; y en cambio a
sus hijos jóvenes les permiten andar vagando libres de freno, entregados sin
temperancia a las meretrices y a los dados y que frecuenten los teatros
inicuos, manchándose de crímenes; cuando lo conveniente era darles esposa
casta y prudente, para que no anden tras de las prostitutas; darles esposas
que los aparten de sus malas y locas costumbres y sirvan de freno a
semejantes caballos.
Fornicaciones y adulterios no tienen otro origen que el libertinaje de los
jóvenes. Si el joven tiene una esposa prudente, cuidará de sus intereses
domésticos y de su fama y estimación. Alegarás que al fin y al cabo son
jóvenes. !Lo sé yo también! Pero si Isaac tomó esposa a los cuarenta anos, y
todo ese tiempo vivió en virginidad, mucho más pueden cultivar semejante
virtud los jóvenes de ahora que es la época de la gracia. Pero... ¿qué voy a
hacer? Vosotros no os cuidáis de mantenerlos en continencia. Ni os pesa ver
que se manchan, se afean, se tornan criminales. Ignoráis que es una gran
ventaja del matrimonio el conservar la pureza del cuerpo: si no fuera por
esa ventaja ninguna utilidad tendría el matrimonio. Pero vosotros procedéis
al contrario. Cuando vuestros hijos ya se han coinquinado con innumerables
manchas, entonces les dais esposas, pero todo en vano y sin razón.
Dirás que es necesario esperar a que el joven brille y se afame en los
negocios civiles. Pero no tenéis en cuenta su alma y sin que os impresione
en nada, la veis arrojada por el suelo. Por tal motivo anda todo revuelto y
perturbado: porque se descuida el alma; porque no se cuida lo que es más
necesario, mientras que lo que son bagatelas con sumo cuidado se promueve. ¿Ignoras que nada más deseable puedes dar a tu hijo que el conservarlo puro
y limpio de la companía de las meretrices? Nada hay más precioso que el
alma. Pues ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su
alma? 266 Pero todo lo pervierte y destruye el amor de los dineros y acaba
con el temor de Dios: captura al alma como un tirano una ciudadela. Por él
descuidamos la salvación propia y la de los hijos; y cuidamos únicamente de
cómo, alcanzada una mayor opulencia, dejemos riquezas a otros y éstos a
otros y luego esos otros a los postreros. Nos convertimos no en poseedores,
sino en transmisores, por así decirlo, de dineros y posesiones. Nace de aquí
una gran necedad, pues los hijos se tornan más viles que los esclavos. Pues
a los esclavos, aun cuando no sea por el bien de ellos, pero en fin los
castigamos por nuestro bien. En cambio, a los hijos no los hacemos que
disfruten de semejante providencia, sino que los estimamos como en menos que
a los esclavos.
Pero ¿qué digo de los esclavos? Los estimamos en menos que a los rebanos y
andamos más solícitos de los asnos y de los caballos que de los hijos. El
que tiene un mulo, cuida muy mucho de ponerle un excelente mulero, que no
sea malvado, ni ratero, ni bebedor, ni ignorante de su arte. Pero si se
trata de dar al hijo un pedagogo, recibimos a un cualquiera que de
casualidad y sin escogerlo topamos: esto a pesar de que no hay arte mayor ni
más difícil. Pues ¿qué arte habrá igual al que se ocupa en dirigir el alma y
conformar la mente y la índole de un joven? Quien de tal arte esté dotado,
debe mostrar mayor diligencia que cualquier pintor o escultor.
Pero nosotros de nada nos cuidamos; y lo único que anhelamos es que el joven
aprenda el idioma. Y aun esto lo procuramos únicamente con el objeto de
adquirir riquezas. Pues de joven no aprende el idioma para saber hablar
bien, sino para amontonar riquezas. Y esto es cierto a tal grado que si las
riquezas pudieran adquirirse por otro camino, sin duda que para nada nos
cuidaríamos del aprendizaje de semejante disciplina. ¿Observas cuán grande
es la tiranía de las riquezas y cómo todo lo invade y arrastra a los hombres
a donde quiere y los trata como a esclavos atados? Pero... ¿qué fruto
sacamos de tantas recriminaciones? Nosotros acometemos esa tiranía con
palabras; pero ella en las realidades nos vence. Sin embargo, ni aun así
cesaremos de impugnarla con palabras. Si algo conseguimos con nuestro
discurso, saldremos gananciosos nosotros y vosotros. Pero si perseveráis en
vuestra determinación, por nuestra parte habremos cumplido con lo que somos
obligados... Que Dios os libre de semejante enfermedad y a nosotros nos
conceda que podamos gloriarnos de vosotros. Pues a El se debe la gloria y el
poder por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LX (LXI)
Si pecare contra ti tu hermano, ve y amonéstalo a solas tú y él. Si te
atendiere, habrás ganado a tu hermano (Mt 18, 15).
PUES había Cristo usado de un acre discurso contra los que fueron para otros
causa de escándalo y tropiezo, y de muchos modos los había aterrorizado, con
el objeto de que no permanecieran en absoluto abatidos en su ánimo los que
hubieran sido escandalizados; ni tampoco por persuadirse de que todo el
discurso había sido contra los otros, fueran a explayarse y caer en el vicio
contrario y creyéndose dignos de todo servicio y consideración dieran en la
arrogancia, observa cómo los reprime; y ordena que el redargüir sea
únicamente entre dos, para que no suceda que la acusación se torne más grave
por el testimonio de muchos y esto exaspere al acusado y así se vuelva más
difícil su remedio.
Dice, pues: Entre tú y él solos. Si te atiende habrás ganado a tu hermano. ¿Qué significa: si te atiende? Es decir, si a sí mismo se condena, si se
persuade de haber delinquido. No dice: ya le impusiste el castigo que
merece; sino: habrás ganado a tu hermano. Demuestra así que de la enemistad
se sigue un dano común. No dice: se habrá ganado a sí mismo, sino tú lo
habrás ganado. Declara con esto que uno y otro habían sufrido dano: uno por
haber perdido a un hermano suyo; otro el dano de su salvación. A esto
exhortaba cuando se asentó allá en el monte. Unas veces enviando el danado
al danante y diciendo: Si cuando vas a presentar tu ofrenda al altar te
acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y ve
antes a reconciliarte con tu hermano. 267 ' Otras veces ordenando que quien
ha recibido dano perdone al danante, ensenándonos a decir: Perdona nuestras
ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. 268 Aquí lo
dice de otra manera. Porque no induce a eso al ofensor, sino al ofendido.
Como el ofensor no fácilmente vendría a pedir excusas, avergonzado y
ruboroso, Cristo le envía el ofendido. Y no inútilmente, sino para que
enderece lo acontecido. Y no dice: Acúsalo, incrépalo, castígalo; sino:
Argúyelo y demuéstrale lo mal hecho. Porque él, como embriagado por la ira y
el pudor, y como adormecido, así se encuentra poseído de esos afectos.
Conviene, pues, que tú, que estás sano, vayas a él que está enfermo y
establezcas con él un juicio en privado y pongas un remedio que sea
aceptable. Porque ese argúyelo no significa otra cosa, sino tráele a la
memoria su falta; ponle delante lo que de él has padecido. Esto, si se hace
con modo decoroso, ya es parte de la defensa y empuja a la reconciliación.
!Bueno! Y ¿si no accede y permanece endurecido y pertinaz? Entonces toma
contigo a uno o dos testigos, a fin de que sobre el testimonio de dos o tres
se garantice toda declaración. Pues cuanto más impudente y petulante se
mostrare, tanto más conviene correr a remediarlo y no a enfurecerse e
indignarse. También el médico, cuando ve que la enfermedad es más grave, no
desiste, ni lo lleva pesadamente, sino que se prepara mejor; que es lo que
aquí Cristo ordena que se haga. Puesto que por estar tú solo has parecido un
tanto débil, refuérzate con los otros dos. Dos son ya suficientes para
argüir al que pecó. ¿Adviertes cómo Cristo busca no solamente la salud y
utilidad del danado, sino también la del que causó el dano? Porque sufrió
dano el que quedó preso en la enfermedad de la ira y se encuentra
debilitado. Por lo mismo Jesús lleva al otro a éste, ya sólo, ya con dos
acompanantes; y si todavía se resiste al acompanado así, entonces lo lleva
ante toda la reunión o Iglesia.
?Por qué anade: dilo a la iglesia? Si buscara sólo la utilidad del paciente,
nunca ordenara perdonar al pecador setenta veces siete. No habría senalado
tantas ocasiones ni tan numerosos auxiliares para su enmienda; sino que tras
de la primera entrevista lo habría abandonado y lanzado fuera a semejante
pecador obstinado. Ahora, en cambio, ordena que una, dos y tres veces se le
cuide; y no solamente a solas, sino con dos y con muchos testigos. Por esto,
cuando se trata de los infieles nada de eso dice, sino otra cosa: Si alguno
te hiere en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Pero en este
caso, no procede así. Como también Pablo lo indica al decir: Pues no me toca
a mí juzgar de los de fuera. 269 En cambio, al tratar de los hermanos,
ordena que se les arguya y se los aparte; y si no hacen caso, que se les
corte y se les avergüence. Lo mismo hace Cristo aquí al poner la ley para
los hermanos; y les senala tres jueces que les indiquen lo que en su
embriaguez cometieron. Pues aunque fue él quien cometió todos aquellos
errores y fue quien habló, pero necesita de otros que lo ensenen, puesto que
él estaba embriagado: la ira y el pecado ciegan la mente más que la
embriaguez y arrojan a una locura peor. ¿Quién más prudente que David? Y sin
embargo, al caer en pecado, perdió la conciencia del mal, porque la
concupiscencia le embotó el raciocinio, y llenó su ánimo al modo de una
humareda. Necesitó por eso de la lámpara llevada por el profeta y de
discursos que le recordaran su pecado.
Tal es, pues, la razón de que ahora Jesús lleve al pecador a esos testigos
para que declaren acerca de sus obras. Mas ¿por qué ordena que sea éste y no
otro el que lo entreviste? Porque sin duda a éste -pues es el que él
injurió- lo tolerará con mayor moderación. No sufrirá con igual ánimo que le
arguya otro acerca de la injuria que cometió, sobre todo presentándose sólo
el que lo arguye. En cambio, cuando vea que aquel que tiene derecho a
exigirle declaraciones, anda procurando su salvación, será este quien mejor
que todos los otros podrá traerlo al arrepentimiento, viendo sobre todo que
éste no lo hace para imponerle castigo, sino buscando su enmienda. Por esto
Cristo no ordena que desde el principio se presenten dos, sino hasta que
haya fracasado el primero. Y aun entonces no le envía una muchedumbre, sino
a lo más dos y aun uno solo. Y no lo remite a la iglesia hasta que el
delincuente haya despreciado a esos otros.
Cuida de este modo de que no se divulguen los pecados del prójimo. Pues
aunque hubiera podido desde el principio remitir a la iglesia, no lo hizo
para que no se divulgara el pecado. Solamente lo ordena después que hubieren
transcurrido sin fruto una y dos admoniciones. Y ¿qué quiere decir: sobre el
testimonio de dos o tres se garantice toda declaración? Es como si dijera:
Así tendrás testimonio idóneo de que tú pusiste todo cuanto estaba de tu
parte y de que nada omitiste. Pero si ni a éstos atiende, dilo a la Iglesia,
o sea a los que la presiden. Y si ni a la Iglesia hace caso, tenlo como
gentil o publicano. Un hombre así se halla enfermo de una enfermedad
incurable. Advierte cómo en todas partes presenta al publicano como ejemplo
de suprema perversidad. Pues antes dijo: ¿Acaso no hacen lo mismo los
publicanos? 270 Y más adelante: Los publicanos y las meretrices os
precederán en el reino de los cielos, 271 o sea los más reprobados y
condenados.
Oigan esto los que corren tras de las ganancias injustas y andan anadiendo
réditos sobre réditos. Mas ¿por qué a éste finalmente lo coloca entre los
publicanos? Para consolar al ofendido y aterrorizar al ofensor. ¿Y a esto se
reduce todo el castigo? De ninguna manera. Oye lo que sigue. Todo lo que
ligareis sobre la tierra quedará ligado en el cielo. Al que preside en la
Iglesia no le dice: Átalo, sino: Lo que atares, dejándolo todo en manos del
ofendido; y en este caso todas las ligaduras quedan sin soltar. De manera
que el ofensor sufrirá males extremos. Pero la culpa no la tiene el que
delató, sino el ofensor que no quiso hacer caso. ¿Adviertes cómo a éste lo
ató dos veces: una con la pena presente y otra con el futuro suplicio? Y
procedió a conminar de ese modo, con el objeto de que no suceda esa clase de
ofensas; sino que el ofensor temeroso de tales amenazas y de que se le
excluya de la Iglesia, y también de los peligros que se le echan encima por
las ataduras, acá en la tierra y allá en el cielo, se porte con mayor
moderación sabiendo estas cosas. Y si no deja su enojo desde el principio,
lo deje al menos después; y ante la multitud de juicios y tribunales lo
deponga. Por tal motivo, constituye Cristo el primero y el segundo y el
tercer juicio; y no lo corta de la Iglesia inmediatamente, sino que espera,
con el objeto de que si no obedece al primero, ceda ante el segundo; y si
también a éste lo rechaza, tema al tercero, y si a éste desprecia, se
atemorice con el juicio futuro o por la sentencia o por la venganza divina.
También os digo que si dos de vosotros en este mundo están concordes en
pedir cualquier cosa que fuere, les será otorgada por mi Padre celestial.
Porque en donde están dos o tres congregados en mi nombre, ahí estoy yo
entre ellos. Observa cómo por otro camino nuevo, deshace las enemistades,
quita los odios, procura la unión; o sea no sólo por el temor del castigo ya
mencionado, sino también por los bienes que nacen de la caridad. Una vez que
a los querellosos les hizo aquellas amenazas, ahora decreta eximios premios
para la caridad, puesto que quienes entre sí mantienen la concordia,
alcanzan del Padre todo lo que piden y tienen a Cristo entre ellos.
Entonces ¿en ninguna parte se encuentran dos concordes? Sí, en muchos sitios
y aun quizá en todas partes. ¿Cómo es, pues, que no alcanzan lo que piden?
Porque hay muchos modos y causas de no alcanzarlo. Con frecuencia piden lo
que no conviene que se les conceda. Ni ¿por qué te admiras cuando Pablo
mismo sufrió que no se le oyera cuando escuchó que se le decía: Te basta con
mi gracia, pues mi poder se manifiesta a la perfección en la flaqueza? 272 O
bien porque los que piden no son dignos de equipararse con los que oyeron
aquella promesa, ni tienen las disposiciones competentes, pues Cristo
requiere hombres semejantes a los apóstoles. Por eso dice: de entre
vosotros, es decir dotados de angélicas virtudes como las que vosotros
manifestáis. O bien piden contra los que les han hecho dano, suplicando
venganza y castigo contra ellos, cosa que está vedada, pues dijo Jesús: Orad
por vuestros enemigos 273. O también porque sin hacer penitencia ni
arrepentirse, siguen pecando y así piden una misericordia que nadie puede
alcanzar, no ya pidiendo ellos, pero ni aun pidiendo por ellos algunos otros
de los que tienen entrada con Dios. Así Jeremías cuando oraba por los
judíos, oyó que le decían: No ores por este pueblo porque no te oiré . 274
Pero si se reúnen todas las condiciones y pides cosas que sean útiles y
pones todo lo que; está de tu parte llevando una vida apostólica y guardando
la concordia y caridad con el prójimo, alcanzarás lo que pides, pues benigno
es el Senor.
Y pues había dicho por mi Padre, para demostrar que no sólo el Padre, sino
también él lo concede, anadió: Porque donde están dos o tres congregados en
mi nombre ahí estoy entre ellos. Entonces ¿en ninguna parte se hallan dos o
tres congregados en su nombre? Sí, los hay, aunque raras veces. Porque no
habla simplemente de una reunión, ni es eso solo lo que pide; sino, como ya
dije, pide además las otras virtudes. Y también que se pida con gran ahínco.
Porque lo que dice significa lo siguiente: Si alguno me tiene como motivo
primero de su amor al prójimo, estaré con él, con tal de que posea las demás
virtudes. Pero ahora vemos a muchos que tienen otros motivos de amistad. Uno
ama porque es amado; otro porque ha recibido honores; otro porque el prójimo
en algún negocio secular le fue útil; otro por otro motivo cualquiera
parecida. En cambio, resulta difícil encontrar alguno que ame a su prójimo
por Cristo y en la forma que conviene. Los más se hallan mutuamente unidos a
causa de sus negocios seculares.
No amaba así Pablo, sino por Cristo. Por eso aun no siendo él amado en el
grado mismo en que él amaba no decaía en la caridad. No van ahora las cosas
por ese camino. Si bien examinamos hallaremos que muchos tienen motives de
amor muy diversos de ése. Si alguien me concediera hacer este examen aquí
entre tan grande multitud, demostraría que muchos se unen en amor por causa
de motivos seculares. Y esto queda claro por lo que origina las dichas
amistades. Porque aman por causa de esas cosas pasajeras; de donde nace que
no se amen ni ardiente ni perpetuamente, sino que la amistad se rompe por
cualquier injuria, pérdida de dinero, envidia, amor de la vanagloria que
acontezca.
Es que su caridad no tenía una raíz espiritual. Si la tuviera, ninguna de
las cosas seculares la mataría. La caridad que es por Cristo es firme,
estable, invencible, nada hay que pueda arrancarla: ni las calumnias, ni los
peligros, ni la muerte, ni nada semejante. Aun cuando el que así ama
sufriera miles de trabajos, no descaecería en el amor, teniendo siempre ante
los ojos el motivo de su amor. En cambio, el que ama para ser amado, si ve
algo que le desagrade, deja de amar; mientras que quien está atado con el
vínculo de Cristo, jamás se aparta. Por eso Pablo decía: La caridad jamás
fenecerá. 275?Qué podrías objetar? ¿que aquel a quien honraste te injurió? ¿que aquel a quien hiciste un beneficio intentó darte la muerte? Pero si por
Cristo amas, eso mismo te llevará a una mayor caridad.
Lo que en otros destruye la caridad, eso acá la hace mayor. ¿Cómo? En primer
lugar, porque ese que así se porta es para ti causa de recompensa. En
segundo lugar, porque ese tal está necesitado de mayor auxilio y ayuda. Por
esto, quien así ama no examina ni la patria, ni las riquezas, ni cuánto de
amor recibe en retorno, ni nada semejante. Aunque se le odie, aunque se le
injurie, aunque se le mate, persevera en el amor, pues tiene un motivo
apropiado que es el amor a Cristo; y mirando a ese motivo permanece firme,
estable, inmóvil.
La razón es que Cristo así amó a los enemigos, a los ingratos, a los
rijosos, a los blasfemos, a los que lo aborrecían, a quienes no soportaban
ni siquiera el mirarlo y anteponían a El los maderos y las piedras en los
ídolos: a todos esos los amó con caridad suprema, mayor que la cual no puede
otra alguna encontrarse. Pues dice: Nadie tiene un amor que supere al de dar
uno la vida por sus amigos. 276 Y en cuanto a los que lo crucificaron y tan
furiosamente se embravecieron contra El, mira cómo cuida de ellos. Pues
hablando de ellos al Padre, dice Perdónalos pues no saben lo que hacen 277 Y
luego les envió sus discípulos. Pues imitemos nosotros esa caridad; a ella
volvamos nuestras miradas, para que hechos imitadores de Cristo consigamos
estos bienes y también los futuros, por gracia y benignidad de nuestro Senor
Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Amén.
HOMILIA LXI (LXII)
Entonces se le acercó Pedro para preguntarle: Senor ¿cuántas veces habré de
perdonar a mi hermano los agravios que me haga? ¿Hasta siete veces?
Respondióle Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete (Mt 18, 21-22).
PENSABA PEDRO que decía algo notable; y por eso, como quien establece una
cosa enorme, dijo: ¿Hasta siete veces? Como si preguntara: eso que nos has
ordenado ¿cuántas veces lo tengo que hacer? Si mi hermano continuamente peca
contra mí y muchas veces amonestado se arrepiente ¿hasta dónde nos ordenas
que llevemos esto? Porque para aquel que ni se arrepiente ni a sí mismo se
condena, tú mismo senalaste el término diciendo: Sea para ti como el gentil
y el publicano. En cambio para este otro, no lo hiciste, sino que nada más
dijiste que se le recibiera de nuevo como amigo. Por esto pregunto: ¿cuántas
veces soportaré al que arrepentido confiesa su culpa? ¿Será bastante con
siete veces? ¿Qué le contesta Cristo, el bueno, el benigno Dios?: No te digo
que hasta siete, sino hasta setenta veces siete. No es que con esto
determine un número, sino que da a entender que siempre, sin límites,
perpetuamente. Pues así como mil con frecuencia significa un número
indefinido y grande, así en ese sentido se dice lo de más arriba. Aquello
que dice la Escritura: La estéril dio a luz siete veces, 278 significa
muchas veces. De manera que Cristo no senaló término ni número de perdones,
sino que significó que debía concederse siempre y perpetuamente. Así lo
declara con la parábola que sigue.
j Para que no pareciera que ordenaba algo enorme y trabajoso al decir:
Setenta veces siete, anadió esta parábola con la que al mismo tiempo insinuó
lo que ya antes había dicho, reprimió a quien quiera por este motivo
ensoberbecerse y declaró no ser cosa ardua, sino muy fácil. Trajo al medio
su benignidad para que por comparación comprendas que tú, aunque perdones
setenta veces siete, más aún, aun cuando perdones a tu prójimo todas sus
culpas y siempre, tu misericordia, comparada con la inmensa bondad de Dios,
es como una gotita de agua en el océano y con mucho menor aún: misericordia
divina de que tú necesitas pues tienes que ser llevado a juicio y dar razón
de tus cosas.
Por eso anadió: Es semejante el reino de los cielos a un rey que quiso
llamar a cuentas a sus siervos. Al comenzar a pedirlas, se le presentó uno
que le debía diez mil talentos. Y como no tenía con qué pagar, ordenó el
senor que fuera vendido como esclavo, con su mujer y sus hijos y todo lo que
tenía, y así satisficiera la deuda. Y luego, como éste hubiera alcanzado
misericordia, habiendo salido ahogaba a un consiervo que le debía cien
denarios. Por lo cual enojado ordenó que fuera llevado a la cárcel hasta que
pagara toda la deuda. ¿Observas cuán grande es la diferencia del pecado
contra el hombre y el pecado contra Dios? Cuanta hay entre cien denarios y
diez mil talentos; y ciertamente aún mucho mayor. Esto resulta a causa de la
diferencia de las personas y también de la frecuencia de los pecados. Cuando
un hombre nos está viendo, desistimos y no nos atrevernos a pecar. En
cambio, estando diariamente viéndonos Dios, no tememos, sino que, por el
contrario, sin temblar hacemos y decimos cuanto queremos. Por otra parte,
los pecados se tornan más graves por razón de los beneficios que hemos
recibido y del honor de que disfrutamos.
Y si queréis conocer cómo los pecados contra Dios son los diez mil talentos
y aun muchos talentos más, procuraré explicarlo en pocas palabras. Pero temo
que quienes están inclinados a la perversidad y con frecuencia caen en
pecado, crean que les doy mayor libertad; o por el contrario, lance a la
desesperación a quienes son más modestos, de manera que vayan a decir como
los discípulos: ¿Quién podrá salvarse? 279 Sin embargo, la explicaré para
dar mayor seguridad y mansedumbre a los que atienden. Pues los que padecen
enfermedad incurable y son insensibles, no se conmoverán con mi
razonamiento, ni se apartarán de su perversidad y pereza. Y si de mis
palabras toman ocasión de mayor negligencia, eso no se ha de achacar a mi
discurso, sino a su necedad. En cambio, lo que se va a decir puede reprimir
y llevar al arrepentimiento a quienes viven atentos. Por su parte, los que
son más moderados, cuando vean la mole de pecados y la fuerza de la
penitencia, más se empenarán en la virtud. De manera que hay ventaja en lo
que voy a decir.
Pondré delante los pecados y cuanto delinquimos contra Dios y contra los
hombres. Y no pondré los pecados especiales sino los ordinarios; los propios
después cada cual los anadirá según su conciencia. Pero lo haré una vez que
haya declarado los beneficios de Dios. ¿Cuáles son los beneficios de Dios?
Nos hizo de la nada, creó todo lo visible para nosotros: cielo, mar, tierra,
aire y cuantos seres en ellos se contienen, los animales, las plantas, las
simientes... Pero es necesario abreviar a causa de la inmensa multitud. A
solos nosotros de cuantos viven sobre la tierra nos dio un alma viviente tal
como la nuestra, plantó el paraíso, nos dio una auxiliar y el imperio sobre
los animales y coronó al hombre de gloria y honor. Y luego al mismo hombre,
que se había tornado ingrato contra su bienhechor, le concedió un don más
grande aún.
Ni te detengas en la consideración de que lo arrojó del paraíso, sino
considera además las ventajas que de ahí se siguieron. Puesto que, tras de
haberlo echado del paraíso y haberle dado infinitos bienes, y providencias
variadas, envió a su Hijo a los mismos que colmados de beneficios lo
odiaban; y nos abrió el cielo, y puso ante nosotros el paraíso: ante
nosotros, enemigos, y nos hizo sus hijos aunque ingratos. Por esto ahora
oportunamente se dice: !Oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría y de
la ciencia de Dios! 280 Y nos dio el bautismo para remisión de los pecados,
nos libró de los castigos, nos constituyó herederos del reino, prometió mil
bienes a quienes obraran con rectitud, nos tendió la mano, infundió en
nuestros corazones el Espíritu Santo.
Después de tan ingentes bienes y tan numerosos ¿qué disposiciones deberíamos
tener? ¿Acaso si muriéramos cada día por El que tanto nos ha amado, le
daremos las debidas gracias o a lo menos un poco se lo habremos agradecido?
!De ninguna manera, pues eso mismo cedería en ventaja nuestra! Entonces
finalmente ¿en qué disposiciones nos hallamos en la realidad, quienes
debíamos estar en aquellas otras? Día a día quebrantamos sus mandamientos.
No os vayáis a incomodar si acometo la lengua de los pecadores; pues no os
acuso a vosotros solamente sino también a mí mismo. ¿Por dónde queréis que
comencemos? ¿por los siervos? ¿por los libres? ¿por los soldados? ¿por los
particulares? ¿por los príncipes? ¿por los súbditos? ¿por las mujeres? ¿por
los varones? ¿por los ancianos? ¿por los jóvenes? ¿por cuál edad? ¿por cuál
linaje? ¿por cuál dignidad? ¿por cuáles oficios? ¿Queréis que dé comienzo
por los soldados? ¿A cuántos pecados no se arrojan diariamente? Lanzan
injurias y dicterios, se enfurecen, se deleitan con las ajenas desgracias,
semejantes a lobos, nunca están libres de crímenes a no ser que alguno diga
que el mar carece de oleajes.
?Qué enfermedad del ánimo no los agita? ¿qué dolencia espiritual no cerca y
tiene sitiada su alma? Porque a los iguales los envidian, anhelan la gloria
vana, defraudan con avaricia a sus subordinados; a quienes andan litigando y
se acogen a ellos como a un puerto, les resultan perjuros y enemigos. ¿Cuántas rapinas se dan entre ellos?
¿cuántos enganos? ¿cuántas falsas
delaciones y negocios sucios? ¿cuántas adulaciones y servilismos? Pues bien,
compararemos eso con la ley de Cristo. El que dijere a su hermano fatuo es
reo de la gehenna de fuego. Quien ve a una mujer con ojos concupiscentes, ya
adulteró con ella en su corazón. El que no se humillare como este párvulo no
entrará en el reino de los cielos . 281 Pero los soldados usan de arrogancia
para con los súbditos que se les han encomendado, los cuales los temen y les
tiemblan, y ellos los tratan con mayor ferocidad que las bestias salvajes.
Nada hacen por Cristo, sino todo por el vientre, por el dinero, por la
gloria vana.
?Pueden acaso contarse con palabras sus crímenes? ¿para qué voy a recordar
sus burlas, sus risotadas, sus conversaciones inoportunas, sus dichos
obscenos? De su avaricia no hay para qué ocuparse; pues así como los monjes
que habitan en las monta as del todo ignoran ese vicio, así son éstos, pero
todo al revés. Porque aquéllos ignoran ese vicio porque están lejos de
semejante enfermedad; éstos en cambio, como si estuvieran ebrios con ese
mal, ni siquiera se dan cuenta de su perversidad; porque la maldad de tal
modo ha echado fuera de su corazón toda virtud que aun estando como locos
furiosos nada les parece ya criminal: tan grande tiranía ejerce sobre ellos
ese vicio. Pero en fin ¿queréis que dejando a un lado a tales hombres
vengamos a otros más modestos? Pues !ea! !vamos a fijarnos en los
constructores y artífices! Pues éstos parece que sobre todo se buscan la
vida con sus sudores y justos trabajos. Pues aun éstos, si no tienen
cuidado, grandes males amontonan con su profesión. Justas obras hacen, pero
les anaden la manera injusta de vender y comprar; y acumulan juramentos
motivados por la avaricia, perjurios, mentiras. Apegados a las cosas de esta
vida y enclavados en la tierra, no dejan medio que no pongan para reunir
riquezas y no cuidan de participarlas a los necesitados y sólo anhelan
aumentar sus haberes. ¿Quién podrá contar las querellas que de esto nacen,
las injurias, los réditos, las usuras, los contratos llenos de fraudes, las
negociaciones desvergonzadas? Pero, si os parece, dejemos a éstos y vengamos
a otros. ¿A quiénes? A los que poseen campos de cultivo y se enriquecen con
los frutos de la tierra. ¿Habrá algo más inicuo que ellos? ¿Quién podrá
referir el modo con que se portan con los míseros peones campesinos?
Encontraremos que son más inhumanos que los mismos bárbaros. A pobres que
durante toda la vida andan consumidos por el hambre, les imponen tasas
intolerables y perpetuas y trabajos excesivamente pesados, como a asnos o
mulos, o más bien abusando de sus fuerzas corporales como si fueran de
piedra, sin darles momento de respiro; sino que igualmente los atormentan,
ya sean los campos feraces ya estériles; nada les perdonan. Nada hay más
mísero que esto, pues tras de haber pasado todo el invierno en trabajos,
destrozados por los fríos, las lluvias y los desvelos, salen los pobres con
las manos vacías y aun debiendo al patrón y más temerosos que del hambre y
de tan horrible naufragio, de los tormentos de los procuradores, los
secuestros, las exacciones, las exigencias y servicios inevitables. ¿Quién
podrá contar las negociaciones y comercios ilícitos que mediante ellos se
ejercen? Mediante sus trabajos los patrones repletan sus lagares y cuevas,
mientras que no permiten a los pobres llevar a sus hogares ni siquiera una
mínima medida, sino que el fruto todo lo encierran inicuamente en sus
toneles y como pago les arrojan una mezquindad de dinero.
Y luego inventan nuevos géneros de usura, tales que ni las leyes de los
gentiles los permiten y redactan execrables contratos usurarios, en los
cuales les exigen no el centésimo del capital, sino la mitad: y esto lo
hacen con pobres que tienen que alimentar a su mujer y a sus hijos, siendo
ese pobre el que repleta sus lagares con su trabajo y llena sus eras. Pero
en nada de eso reflexionan. Razón para que traigamos al medio al profeta que
clama: Espántate, oh cielo; horrorízate, oh tierra. !A qué crueldad se ha
arrojado el género humano! No digo esto reprendiendo las artes, la
agricultura ni la milicia, sino a nosotros mismos. Centurión era Cornelio,
peletero era Pablo y después de su conversión ejercía su arte. Rey era
David; Job era, senor de muchos predios, gozaba de innumerables réditos;
pero nada de eso le impedía para cultivar la virtud. Pues bien, meditando en
todo esto y trayendo a la memoria los diez mil talentos, por aquí
excitémonos a perdonar al prójimo aquellas pequenas deudas suyas. Al fin y
al cabo, tenemos que dar cuenta acerca de los mandamientos que se han dado;
y no podremos, hagamos lo que hagamos, pagar toda nuestra deuda. Por esto
Dios nos abrió un camino por el cual podremos fácilmente pagarlo todo: me
refiero al perdón de las injurias. Para que mejor lo comprendamos, pasemos
adelante y oigamos íntegra la parábola.
Dice: Le fue presentado uno que debía diez mil talentos. Y como tuviera con
qué pagar, ordenó el senor que fuera vendido juntamente con su mujer y sus
hijos. Pero yo pregunto: ¿por qué la esposa? No fue por crueldad inhumana,
pues ciertamente el hombre habría caído en ese otro mal, con ser también su
mujer esclava; sino por una especial providencia. Pues quiere el senor
mediante tal amenaza aterrorizarlo, para inducirlo a suplicarle y que así no
sea vendido. Si el senor lo hubiera determinado así a causa de la deuda, no
habría accedido luego a su petición, ni le habría perdonado. Mas ¿por qué no
le perdonó la deuda antes de llegar a exigir las cuentas? Para hacerle ver
lo grande de la suma que le perdonaba, y por este camino el criado fuera más
indulgente con el consiervo. Pues si tras de haber visto la magnitud de su
deuda y lo enorme del perdón, todavía trató con tal aspereza a su consiervo,
¿a qué extremo de crueldad no se habría lanzado, si el senor de antemano no
lo hubiera hecho más suave mediante tales remedios? Y ¿qué es lo que dice?:
Tenme paciencia y todo lo pagaré. Y el senor compadecido de aquel siervo lo
dejó libre y le perdonó toda la deuda. ¿Has notado la alteza de su
benignidad? El siervo suplicaba únicamente una espera; pero el senor le
concedió mucho más de lo que aquél pedía: el perdón y la remisión de la
deuda. Desde un principio quería concedérselo, pero no quería que el don
fuera exclusivamente suyo, sino que interviniera la súplica para que el
siervo no se marchara sin ser coronado. Sin embargo, aunque el siervo haya
caído de rodillas suplicando, la causa del perdón está indicando que la obra
toda fue de Dios. Pues dice: Compadecido, le perdonó. Sin embargo quería que
pareciera haber cooperado con algo el siervo, para que no se sintiera
demasiado avergonzado; y para que aleccionado con su propia desgracia fuera
más indulgente con su consiervo.
Hasta aquí el siervo fue hombre bueno y aceptó, pues confesó su deuda y
prometió pagarla, y cayó de rodillas y suplicó, condenó su culpa, reconoció
la magnitud de la deuda. Pero lo que se siguió no fue digno de lo
antecedente. Salido apenas de la presencia de su senor, y antes de que
pasara mucho tiempo, pues fue al punto y enseguida, estando fresco el don
que se le había hecho, perversamente usó del don y libertad que su senor le
había concedido. Habiendo encontrado a uno de sus consiervos que le debía
cien denarios, lo ahogaba y le decía: Paga lo que debes. ¿Has visto la
misericordia del senor y la crueldad del siervo? Pues escuchadlo vosotros,
los que por los dineros procedéis de la misma manera. Pues si por las culpas
no debe hacerse eso, mucho menos por los dineros.
?Qué hizo el consiervo? Le dice: Tenme paciencia y todo lo pagaré. Pero el
siervo ni siquiera se conmovió por aquellas palabras que a él lo habían
salvado. Pues por ellas le fue perdonada la deuda de los diez mil talentos.
No conoció el puerto en que él mismo se había salvado del naufragio. Ni la
forma de la súplica le trajo a la memoria la benignidad de su senor. Echando
de su ánimo todo eso, a causa de la dureza, la avaricia y la crueldad, más
cruel que cualquier bestia salvaje, sofocaba al consiervo. ¿Qué haces, oh
hombre? ¿No adviertes en qué forma tú mismo te enganas y vuelves contra ti
la espada y echas a perder el perdón y el don? Nada pensó ni se acordó de
sus propios intereses, ni en absoluto cedió. Y eso que la súplica no era por
la misma cantidad de él. Pues al fin y al cabo él había suplicado por diez
mil talentos, mientras que su consiervo suplicaba por cien denarios; éste
rogaba a un consiervo, aquél a su senor; aquél obtuvo el perdón total de la
deuda, éste suplicaba únicamente una espera, pero ni eso le concedió. Pues
lo echó a la cárcel.
Viendo esto los consiervos, lo acusaron ante el senor, y le refirieron todo.
Ni a los hombres agradaba eso, cuánto menos a Dios. Se entristecieron
juntamente todos, aun los que nada debían. ¿Qué hace el senor? Le dice:
!Siervo malvado! Toda la deuda te perdoné porque me lo suplicaste. ¿No era
razón que tú te apiadaras de tu companero como yo me apiadé de ti? Observa
de nuevo la mansedumbre del senor. Se pone a juicio con el criado y se
justifica de tener que revocar el favor concedido. Mejor dicho: no fue él
quien revocó el don, sino el mismo que lo había recibido. Por eso dice: Toda
tu deuda la perdoné porque me lo suplicaste. ¿No era razón que tú te
apiadaras de tu companero? Pues aun cuando te parezca pesado, convenía que
atendieras a lo que ya habías ganado y a lo que en adelante podías lucrar.
Aunque el mandamiento sea pesado, pero conviene mirar al premio; y pensar no
en el dano que el otro te infiere sino en que ofendes a Dios a quien con una
sencilla súplica habías aplacado.
Y si aun así te parece pesado el hacerte amigo del que te ha danado, mas
duro es ir a caer en la gehenna: si tú hubieras hecho comparación habrías
visto cuánto más leve es lo primero. Debía el otro diez mil talentos y Dios
ni lo llamó perverso ni lo injurió, sino que lo compadeció; pero cuando se
tornó inhumano con su companero, entonces sí lo llama: Siervo malvado.
Óiganlo los avaros, pues a vosotros toca lo presente. Oídlo vosotros los
inmisericordes y crueles y ved que en realidad no sois crueles para con los
otros sino para con vosotros mismos. De manera que cuando quieras recordar
las injurias, piensa que contra ti mismo las recuerdas y no contra el otro.
Andas haciendo haces de tus culpas y no de las del prójimo. Cuanto hagas
contra tu enemigo, como hombre lo haces y en la vida presente; pero Dios no
procede así, sino que allá te impondrá un suplicio mayor y para siempre.
Porque dice: Lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda; es
decir, perpetuamente, pues nunca podría pagarla toda. Pues no mejoraste con
el beneficio, no queda sino que te enmiendes mediante el castigo.
Aun siendo las gracias y dones de Dios sin arrepentimiento, pero tanto pudo
la perversidad que quebrantó esa ley. ¿Qué habrá, pues, peor que el recuerdo
de las injurias, pues puede echar por tierra un don tan grande y de tanto
precio? Ni lo hizo el Senor así nomás, sino que airado lo entregó a los
verdugos. Al principio, cuando ordenó que fuera vendido, sus palabras no
eran de ira y por eso no llevó a cabo su amenaza, sino que todo fue ocasión
de una inmensa misericordia; pero ahora la sentencia que pronuncia está
llena de gran indignación y lleva consigo suplicio y venganza. Entonces ¿qué
significa la parábola? Dice: Así hará con vosotros mi Padre celestial, si no
perdonáis de corazón cada uno a su hermano. Y no dijo vuestro Padre, sino:
mi Padre. Porque un hombre tan perverso e inhumano, no es digno de llamar
Padre a Dios.
Dos cosas, pues, son las que aquí procura: que condenemos nuestros pecados y
perdonemos los demás; y esto segundo para lograr lo primero y que nos sea
más fácil, pues quien piensa en sus pecados será más indulgente con sus
consiervos. Y hay que perdonar no únicamente de palabra, sino de corazón,
para que no volvamos en contra nuestra la espada por anclarnos acordando de
las injurias. No es tan grande el mal que el otro te hizo, cuanto es el que
tú mismo te causas cuando alimentas en tu corazón la ira y te atas sobre ti
la sentencia condenatoria de Dios. Si tú estás atento y obras con virtud y
prudencia, el dano se volverá sobre la cabeza del otro y él será el que lo
padezca. Pero si tú te empenas en llevarlo pesada y molestamente, tú solo
llevarás el dano y no por aquel sino por ti mismo causado.
No digas, pues: Me injurió, me calumnió, me ha causado infinitos males; pues
cuanto más enumeres tanto más benéfico mostrarás a tu enemigo. Te dio
oportunidad de quitar tus pecados; hasta el punto de que cuanto mayor mal te
haya hecho mayor perdón de tus pecados te habrá alcanzado. Pues si queremos,
nadie podrá danarnos, sino que los mismos enemigos grandemente nos
aprovecharán. Pero ¿para qué referirme al hombre? ¿qué hay más malvado que
el diablo? Pues bien: de él obtenemos la oportunidad de bien obrar, como lo
prueba el caso de Job. Pues bien: si el diablo te es ocasión de coronas, ¿por qué temes a tu enemigo? Mira pues cuán grande lucro obtienes si llevas
con paciencia las molestias que te causan tus enemigos.
En primer lugar, la utilidad mayor, que es la remisión de tus pecados; en
segundo lugar la perseverancia y paciencia; en tercer lugar la mansedumbre y
benignidad. Pues quien sabe no irritarse contra los que lo ofenden, mucho
más será manso para con los amigos. En cuarto lugar, el andar perpetuamente
libres de la ira, bien al cual ningún otro se iguala. Quien nunca se irrita
jamás experimenta tristeza, como es manifiesto, ni pasa su vida en inútiles
dolores y trabajos; pues quien no odia tampoco experimenta dolor sino que
goza de deleites y de miles de bienes. De manera que a nosotros mismos nos
aplicamos el castigo cuando aborrecemos a otros; así como a nosotros mismos
nos beneficiamos cuando a otros amamos.
Anade que tú vendrás a ser-tenido en veneración por tus enemigos, aun cuando
ellos fueran los mismos demonios. O mejor aún: si así procedes, en realidad
nunca tendrás ningún enemigo; y lo que es supremo y primero que todo, te
atraerás la misericordia divina; y si acaso sucede que peques, alcanzarás
perdón: si es bueno tu comportamiento tendrás gran entrada con Dios.
Procuremos, pues, alcanzar esa virtud de nunca odiar para que Dios nos ame;
y aun cuando le seamos deudores de diez mil talentos, se compadezca de
nosotros. Es que el otro te danó. Compadécelo y no lo aborrezcas; llóralo y
no lo rechaces. Pues no fuiste tú quien ofendió a Dios sino él. Tú te
portaste bien, si lo llevaste con paciencia. Recuerda que Cristo, al ser
crucificado, se gozaba de sus padecimientos y lloraba por los que lo
crucificaban.
Conviene que así pensemos nosotros y que cuanto mayor dano se nos cause,
tanto más lloremos por los que nos lo causan. Pues de ahí se nos derivan
infinitos bienes y a ellos, al contrario, males. Insistes: !es que delante
de todos me injurió y me azotó! Bien: delante de todos se manchó él y se
deshonró y abrió la boca a miles de acusadores y para ti tejió innumerables
coronas y juntó gran cantidad de heraldos de tu paciencia. !Es que me
calumnió ante otros! ¿Qué interesa eso? pues Dios tomará cuentas de todo, no
los que lo oyeron. El se buscó motivos de pena y tendrá que dar cuenta no
únicamente de sus delitos, sino además de los que con sus palabras echó
sobre sí.
El te calumnió delante de los hombres, pero queda acusado delante de Dios. Y
si esta razón no te satisface, recuerda que tu Senor fue también calumniado
por Satanás y por los hombres ante los que más amaba. Y lo mismo su Hijo
Unigénito. Por lo cual Cristo dijo: Si al padre de familias lo han llamado
Beelzebul, cuánto más lo harán con sus familiares. 282 Ni solamente lo
calumnió el maligno demonio, sino que al demonio se le dio crédito. Y lo
calumnió no de cosas fútiles, sino de grandes crímenes. Lo llamó poseso y
enganador y enemigo de Dios. En consecuencia, llora sobre todo por el
calumniador, gózate de ti mismo pues has sido hecho semejante a Dios, el
cual: Hace salir su sol sobre malos y buenos. 283 Y si te parece que está
sobre tus fuerzas el imitar a Dios -aunque al fervoroso esto no le resulta
difícil-, si pues eso te parece cosa más sublime, !ea! te llevaré a los
consiervos: a José, que habiendo sufrido de sus hermanos infinitos males,
los colmó de beneficios; a Moisés, que, tras de mil asechanzas que los
judíos le pusieron, rogó en favor de ellos; al bienaventurado Pablo, que ni
siquiera podía enumerar todo lo que de los mismos judíos había sufrido y sin
embargo anhelaba ser anatema por ellos; a Esteban, que lapidado, incluso
rogó al Senor que les perdonara semejante pecado.
Pensando todo esto, depón la ira, para que Dios nos perdone todos nuestros
pecados, por gracia y misericordia del Senor nuestro Jesucristo, con el cual
sea al Padre y al Espíritu Santo la gloria, el imperio y el honor, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXII (LXIII)
Sucedió que al concluir Jesús este discurso, salió de Galilea y se dirigió
al país de Judea, al otro lado del Jordán (Mt 19, 1).
HABÍA JESÚS frecuentemente abandonado Judea a causa de la envidia de los
judíos; pero ahora se detiene allá porque estaba cercano el tiempo de su
Pasión. Pero aún no subió a Jerusalén, sino que se detuvo en los límites de
Judea. Y en cuanto llegó allá, lo siguieron las turbas y los curó. No se
ocupó continuamente en dar la doctrina y hacer milagros, sino que unas veces
se ocupaba en una cosa y otras en otra, con el objeto de proveer de varios
modos a la salvación de los que le seguían y no se apartaban de El. Todo
para que por los milagros que hacía probara ser Maestro digno de fe en lo
que ensenaba; y por lo que ensenaba se aumentara el lucro y ganancia que
producían los milagros. Y por todos los caminos lo que pretendía era
llevarlos al conocimiento de Dios.
Por tu parte considera cómo los evangelistas pasan de largó apenas con una
palabra, las grandes turbas, sin hacer referencia a cada uno de los que
fueron sanados. Pues no dicen éste y éste, sino muchos. Nos ensenan así a
guardarnos del fausto. Y los sanaba Cristo para hacerles el bien y mediante
ellos a otros muchos. Pues el que unos fueran curados era para otros ocasión
de conocer a Dios. Pero no lo era para los fariseos, que, al revés, más se
enfurecían por eso mismo. Y así se le acercan para tentarlo. No
comprendiendo ellos lo que Cristo obraba, le mueven problemas. Pues
habiéndosele acercado y tentándolo, le decían: ¿Es lícito que un hombre
repudie a su mujer por cualquier motivo? Creían que con sus preguntas le
iban a cerrar la boca, aunque ya sabían por experiencia cuán poderoso era en
esto. Porque cuando discutieron largamente acerca del sábado; cuando dijeron
de él: Este blasfema; cuando decían: Tiene demonio; cuando increpaban a los
discípulos porque yendo por medio de los sembrados cortaban espigas; cuando
trataron sobre el comer sin lavarse las manos; y en todas ocasiones, los
dejó con la boca cerrada reprimiendo la impudencia de su lengua. Pero ni así
desisten. Es propio eso de la perversidad, de la envidia el ser impudente y
petulante: aunque millares de veces se la refute, millares de veces insta de
nuevo.
Advierte la malicia de la pregunta. Porque no dijeron: Tú ordenaste que no
se dimitiera a la mujer, pues ya Jesús había disertado sobre este tema. Pero
ellos no recordaron sus palabras, sino que iniciaron su polémica por aquí.
Pensando que así le pondrían más graves pruebas y queriendo que él hablara
en contra de la Ley, no le dicen: ¿Por qué legislaste esto y esto? Sino que,
como si nada se hubiera dicho antes, le preguntan Si es lícito, esperando
quizá que él no recordaría lo que ya había establecido. Preparados estaban,
si decía ser lícito repudiar a la mujer, a oponerle lo que él mismo había ya
determinado, con estas palabras: ¿Por qué te contradices? Y si se afirmaba
en lo que anteriormente había dicho, objetarle y ponerle delante a Moisés.
?Qué hace Jesús? No les dice: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 284 Y como lo
hizo más tarde. No procedió así en esta ocasión. ¿Por qué? Para manifestar
juntamente su poder y su mansedumbre. Pues ni siempre calla para que no
piensen que ignora las cosas, ni siempre rearguye para ensenarnos a llevar
con mansedumbre cuanto se ofrezca. ¿Cómo, en fin, les responde?: ¿No habéis
leído que el que creó a los hombres al principio los hizo varón y hembra? Y
dijo Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer y
serán los dos una sola carne. Por consiguiente ya no son dos sino una carne.
Pues bien: lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Observa la sabiduría
del Maestro. Porque, siendo interrogado, ¿si acaso es lícito? no, responde
al punto ser ilícito, para, no perturbarlos; sino que antes de pronunciar su
sentencia, hace esa preparación que ya deja en claro la cosa declarando ser
decreto de su Padre y que Moisés no se opuso a este precepto. Advierte cómo
esa indisolubilidad la confirma no únicamente por el hecho de la creación,
sino además por el decreto de su Padre. Porque no dice que Dios creó sólo un
hombre y una mujer, sino que además ordenó que el uno se uniera a la otra.
Si hubiera querido que una fuera dimitida y otra luego desposada, tras de
crear un solo hombre habría creado muchas mujeres. Ahora en cambio, así por
la forma de la creación como por el decreto paterno demuestra que deben
cohabitar solamente uno con una y no separarse jamás. Observa cómo lo dice:
El que creó a los hombres al principio los hizo varón y hembra; o sea que de
una misma raíz nacieron ambos y se juntaron en un solo cuerpo. Pues dice:
Serán los dos una sola carne. Y luego declarando ser cosa temible el recusar
esta ley y, al mismo tiempo confirmándola, no dijo: En consecuencia no los
apartéis ni separéis, sino ¿qué?: Lo que Dios unió que el hombre no lo
separe. Y si en contra alegas a Moisés, yo te presento al Senor de Moisés; y
además confirmaré la ley atendiendo al tiempo. Porque Dios a los principios
los hizo varón y hembra; de modo que es antiquísima ley, aunque parezca que
ahora yo la afirmo y decreto cuidadosísimo y exacto. Pues Dios no únicamente
presentó la mujer al varón, sino que ordenó que abandonaran a su padre y a
su madre. Ni ordenó únicamente acercarse a la mujer, sino unirse a ella,
declarando por este modo de hablar que ya no podían separarse. Y no se
contentó con esto, sino inventó un mayor grado de unión al decir: Y serán
dos en una sola carne.
Tras de haber repetido la ley que con hechos y palabras fue puesta al
principio; y tras de haber demostrado ser ella legítima a causa del
Legislador, finalmente da autoritativamente su interpretación y la sanciona
diciendo: Por lo mismo ya no son dos, sino una sola carne. De manera que así
como es crimen cortar la carne, así es inicuo dimitir a la mujer. Y no se
detuvo aquí sino que trajo al medio a Dios y dijo: En consecuencia, lo que
Dios unió que el hombre no lo separe. Demostró de esta manera que el
despedir a la mujer es contra la naturaleza y contra la ley. Contra la
naturaleza, pues es cortar y dividir lo que es una sola carne; contra la
ley, pues fue Dios el que unió y ordenó no separar, que es lo que vosotros
intentáis.
Después de esto ¿qué se había de hacer? ¿acaso no lo que convenía era
callar? ¿alabar lo que se había dicho? ¿admirar la sabiduría del Maestro? ¿espantarse de la gran consonancia entre Cristo y su Padre? Pero nada de eso
hacen los judíos, sino querellando dicen: ¿Cómo es, pues, que Moisés ordenó
dar libelo de repudio, previa acta de divorcio? Semejante dificultad no se
la habían de proponer a Cristo, sino Cristo a ellos. Sin embargo no los
reprende ni les dice: Eso no me toca a mí. Sino que se puso a resolverles su
dificultad. En verdad, si se hubiera opuesto al Testamento Antiguo, no
habría defendido a Moisés, ni habría confirmado su sentencia con lo que allá
a los principios se hizo, ni se habría esforzado en demostrar que su
sentencia concordaba con la de aquellos antiguos.
Pero, habiendo Moisés legislado en muchas cosas como de los alimentos, del
sábado ¿por qué no se lo oponen en parte alguna como lo hacen aquí? Porque
su empeno era concitar contra él a las turbas. Al fin y al cabo los judíos
hacían poco caso de ello y todos vulgarmente así procedían. Por eso,
habiendo Cristo largamente hablado en el monte, de sólo este mandato le
hacen mención. Pero aquella inefable sabiduría prepara defensa contra eso y
dice: Porque Moisés en razón de vuestra rudeza de sentimientos así lo
dispuso en la ley. 285 Ni permite que acusen a Moisés; pues era El quien
había dado la ley a Moisés; sino que lo justifica y vuelve la cuestión
contra ellos íntegramente, como lo hace en todas partes. Así cuando ellos
acusaron a los discípulos que arrancaban las espigas, demostró que los
culpables eran ellos; y cuando acusaron a los discípulos de comer sin
lavarse las manos, les demuestra ser ellos los transgresores; y lo mismo
cuando lo del sábado, y en todas partes, y también aquí.
Luego, como lo que había dicho era cosa pesada de llevar y en grado sumo los
reprendía, inmediatamente torna el discurso de nuevo hacia la Ley Antigua y
repite lo que ya había dicho: Pero allá a los principios no fue así. O sea
que Dios al principio por las cosas mismas estableció lo contrario. A fin de
que no fueran a decir: pero ¿de dónde nos consta que por la dureza de
nuestros sentimientos legisló así Moisés?, por aquí de nuevo los reprime.
Pues si la ley dada por Moisés fuera la principal en el asunto y tuviera
utilidad, sin duda que la otra no hubiera sido dada al principio; ni Dios
hubiera así formado al hombre, ni anadiría Cristo: Pero yo os digo que quien
repudia a su mujer, excepto en el caso de adulterio, y se casa con otra,
comete adulterio. Después de haberlos reducido al silencio, luego
autoritativamente establece la ley, como lo hizo cuando lo de los alimentos
y lo del sábado. Así como allá, cuando se trató de los alimentos, los refutó
diciendo a las turbas que no mancha al hombre lo que entra por la boca; y
cuando lo del sábado, tras de dejarlos callados, que era lícito hacer el
bien en sábado, así ahora procede del mismo modo.
Pero lo que sucedió entonces, acaeció también ahora. Pues así como allá, con
la refutación a los judíos los discípulos se perturbaron, y juntamente con
Pedro se le acercaron y le dijeron: Explícanos esta parábola, así ahora
conturbados decían: Si tal es la condición del hombre con la mujer, conviene
no casarse. Es que ahora ellos habían entendido mejor que entonces lo que se
había dicho. Por eso entonces guardaron silencio; pero ahora, como se
suscitaron la pregunta y la respuesta en Cristo y los judíos, y luego la
pregunta y la explicación de nuevo, y así la ley hubiera quedado más en
claro, los discípulos le preguntan sin atreverse directamente a
contradecirlo, sino que traen al medio lo que parecía gravoso y pesado de
aquella ley y le dicen: Si tal es la condición del hombre con la mujer, lo
conveniente es no casarse. Pues les parecía muy gravoso el tener que tolerar
perpetuamente a una mujer llena de toda perversidad y guardar en el hogar
una fiera indómita tal.
Y para que veas que esto los perturbó profundamente, hay que tener en cuenta
a Marcos, quien afirma de ellos que hablaron con Jesús aparte. ¿Qué
significa: Si tal es la condición del hombre con la mujer? Quiere decir: si
en tal forma están unidos que son una misma cosa; o también: Si de tal modo
la ley ata al marido que siempre cometa pecado si dimite a su mujer, es más
fácil y llevadero luchar contra la concupiscencia natural y contra sí mismo,
que contra una mujer perversa.
?Qué les responde Cristo? No les contestó: Sí, así es, es más fácil,
proceded así, con el objeto de que no fueran a pensar que establecía una
ley; sino que dijo: No todos lo entienden, sino aquellos a quienes se les ha
concedido. Ensalza el asunto y declara ser cosa alta y de este modo los
atrae y los exhorta. Aparece aquí una especie de contradicción. Pues Cristo
afirma ser eso cosa muy alta; mientras que ellos aseguran ser cosa muy
fácil. Pero ambas cosas concuerdan bien. El dijo ser cosa muy excelsa para
tornarlos más fervorosos; ellos, por lo que antes se dijo, lo tuvieron por
muy fácil, para que de este modo prefirieran la virginidad y la continencia.
Como hablarles de la virginidad parecía ser cosa gravosa a causa de la dura
necesidad impuesta por la ley, Cristo se contenta con atraerlos a ella. Y
para demostrarles ser posible conservarla, anade: Los hay inhábiles desde el
vientre de su madre para el matrimonio; y los hay inhábiles porque los
hombres los inhabilitaron; y los hay que ellos mismos se impusieron el
celibato por causa del reino de los cielos. Oscuramente los induce a escoger
este género de vida y los persuade a ser posible guarda esta virtud; como si
les dijera: Piensa lo que harías si por naturaleza fueras impotente, o si
por la violencia y con injuria los hombres te hubieran tornado impotente.
Privado de semejante voluptuosidad ¿qué harías no pudiendo esperar premio
alguno por eso? Da pues ahora gracias a Dios, que puedas llevar esa
privación ganando premios y mercedes, privación que aquellos otros soportan
sin ser coronados por ella. Más aún: tal cosa ni siquiera es pesada sino, al
contrario, muy fácil; porque se aligera con la esperanza del premio y con la
conciencia de tener tan eximia virtud y por el hecho de que no es agitada
por tan grandes oleajes como son los de la concupiscencia.
Porque al fin y al cabo, ni siquiera la amputación del miembro suele apagar
esos oleajes y procurar la tranquilidad, como lo hace el freno de la razón.
Más aún: con este freno mucho más se apagan. De manera que Cristo trajo a la
memoria a esos impotentes, para incitar a la virtud a los otros. Porque, si
a esto no se dirigía ¿a qué venía ese traer al medio a semejantes eunucos? Y
cuando dice: que los hay que ellos mismos se hicieron eunucos, en absoluto
no habla de la amputación de los miembros !lejos tal cosa! sino de rechazar
los impulsos depravados, y malos pensamientos. Quien mutila su miembro es
reo de maldición, como dice Pablo: !Ojalá sean amputados los que os
conturban! 286 Y con razón. Porque ese tal hace lo mismo que los homicidas y
da ocasión a los que maldicen la obra de Dios y abre la boca de los
maniqueos y comete el mismo pecado que los que entre los gentiles se
mutilan. Amputar los miembros es operación diabólica y desde el principio
fue asechanza satánica, para tener de qué acusar al Creador y para deformar
al viviente que Dios, modeló. Los que tal hacen todo lo atribuyen no a las
determinaciones de la voluntad, sino a la naturaleza de los miembros, y así
muchos se han entregado a los pecados, como si no hubieran de dar cuenta de
ellos. Pecaron en dos cosas, en dos cosas danaron al hombre: en amputarle
sus miembros y en impedir el empeno de la voluntad para las buenas obras.
Fue el demonio quien introdujo semejante ley. E introdujo además pésimo
dogma, o sea acerca del hado fatal y la necesidad ; y una vez preparado así
el camino, luego echa por tierra nuestra libertad persuadiendo que los
vicios son cosas connaturales; y de aquí deduciendo otra cantidad de
perversas afirmaciones, aunque no abiertamente. Así es el pernicioso veneno
del demonio.
Os ruego en consecuencia que huyamos de semejante iniquidad. Pues aparte de
lo que ya dijimos, es un hecho que semejante amputación en nada disminuye la
concupiscencia, sino que aun la torna más ardiente: el semen de otras
fuentes se deriva y de otro origen parten los oleajes que al alma agitan.
Unos médicos dicen que se originan en el cerebro; otros que en los rinones.
Por mi parte, yo diría que su origen viene del ánimo lascivo y el descuido
de los malos pensamientos. Si el ánimo es temperante ningún dano se sigue de
los naturales movimientos. Una vez que Cristo habló acerca de los eunucos
que lo son sin recompensa celeste, a no ser que juntamente sean de ánimo
temperante y limpios pensamientos, y también de los que guardan virginidad
por el reino de los cielos, concluye con estas palabras: El que pueda
entender, que entienda, con lo que más fuertemente inflama los ánimos en el
deseo del celibato, demostrando ser cosa altísima y grande. Y no lo pone en
necesidad de ley, por su inefable mansedumbre. Únicamente habló así sobre
todo para declarar que es cosa factible, para que por aquí la voluntad
conciba más crecidos anhelos.
Preguntarás: si la virginidad es cosa voluntaria ¿cómo anteriormente dijo
Cristo: No todos entienden, sino aquellos a quienes se les ha concedido? Fue
para que entiendas ser grande el combate, pero no para que fueras a imaginar
una especie de suerte que necesariamente le toca al hombre. Porque les está
concedido a todos los que quisieren. Habló así para manifestar que quien
entra en este certamen necesita de gran auxilio de parte de la gracia; pero
que lo tendrá quienquiera que lo desee. Porque suele Cristo usar de esa
palabra cuando quiere significar que se trata de algo de suma importancia.
Como cuando dice: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios. 287 Y
que eso sea verdad, queda manifiesto por este pasaje. Pues si el don fuera
totalmente de lo alto y quien cultiva la virginidad no pusiera nada de su
parte, en vano se le prometería el reino de los cielos ni habría motivo para
distinguirlo de los otros eunucos.
Pero tú advierte cómo por donde unos malignamente proceden, por ahí otros
sacan ganancia. Los judíos se marcharon sin haber aprendido nada; pues no
preguntaban para saber; mientras que los discípulos sacaron grande fruto.
Entonces le fueron presentados unos ninos para que les impusiera las manos y
rogara por ellos. Mas los discípulos los reprendían. Pero Jesús les dijo:
Dejad que los ninos vengan a mí; pues el reino de los cielos es de los que
son como ellos. Y después de imponerles las manos, partió de ahí. ¿Por qué
los discípulos espantaban a los ninos? Por la dignidad del Maestro. Y El ¿qué dijo? Para ensenarlos a despreciar el fausto y proceder modestamente,
los recibe y los abraza y promete el reino de los cielos a los que son como
ellos, cosa que ya antes había dicho.
Pues también nosotros, si queremos ser herederos de los cielos, procuremos
esa virtud con gran diligencia. Porque esto es la cumbre de la virtud: unir
la sencillez con la prudencia; esto es llevar una vida angélica. El alma de
los ninos se encuentra libre de todas las enfermedades espirituales: no
guarda memoria de las injurias, sino que a quienes lo injurian se les acerca
como a amigos, como si nada hubiera pasado. Aunque su madre lo azote muchas
veces, siempre la busca y la prefiere a todos. Si le presentas la reina
adornada con su diadema, no la prefiere a su madre vestida con ropas hechas
jirones; y más quiere verla a ella así desalinada que no a la reina
magníficamente vestida; porque suele estimar lo suyo no por la pobreza o las
riquezas, sino por el amor, y así distingue lo suyo de lo extrano. No exige
más de lo que necesita, y en cuanto se ha hartado de leche se retira de los
pechos.
Tampoco está sujeto a los cuidados que sufrimos los mayores; ni siente la
pérdida de las riquezas ni desgracias semejantes; ni a la manera nuestra se
alegra con las cosas pasajeras ni admira las bellezas de los cuerpos. Por
eso Cristo decía: De tales como éstos es el reino de los cielos. Para que
nosotros llevemos a cabo por determinación de nuestra voluntad lo que los
ninos hacen por su natural. Y pues los fariseos no tenían otros motivos de
sus acciones que la arrogancia y la perversidad, por eso Cristo en todas
partes ordena a sus discípulos que sean sencillos; y alude a aquéllos
mientras instruye a éstos. Nada hay que tanto engendre la soberbia como los
principados y los primeros puestos. Y como los discípulos habían de alcanzar
por toda la redondez del orbe grandes honores, previene sus ánimos para que
no sufran esa pasión humana ni anden buscando las honras que del vulgo
proceden ni se prefieran a los demás. Pues aun cuando estas cosas parezca
que son pequenas, pero son causa de graves males. Por este camino los
fariseos llegaron al colmo de la perversidad, dándose a buscar los saludos,
los primeros asientos, el pasar por en medio de todos llamando la atención;
y así fueron a caer por un lado en un ardiente anhelo de la vana gloria y
por otro en el de la impiedad. Por el mismo motivo, ellos, tras de haberse
echado encima la maldición por andar tentando al Senor, se retiraron. En
cambio, los ninos se llevaron la bendición, como libres de todos esos
pecados.
.. Seamos, pues, nosotros como los ninos, infantes en la malicia. Pues no
podremos, con toda certeza no podremos de otro modo ir a ver el cielo, sino
que necesariamente irá a la gehenna quienquiera que sea fraudulento y
malvado. Más aún: antes de ir a la gehenna ya desde acá padecerá males
extremos, pues dice la Escritura: Si fueres malo, para ti solo obtendrás
males; pero si fueres bueno serás también útil al prójimo. 288 Pues conviene
que adviertas cómo ya antiguamente así sucedía. Nadie hubo tan perverso como
Saúl, nadie tan sencillo como David. Pues bien: ¿cuál de ellos fue el más
fuerte? ¿Acaso no lo tuvo en sus manos dos veces David y habiendo podido
darle muerte, lo perdonó? ¿Acaso no lo tuvo como encerrado en una red y en
una cárcel y lo perdonó? Aunque los demás lo excitaban, aunque él mismo
tenía infinitos motivos de queja en contra, sin embargo, lo dejó ir sano y
salvo. Y eso que Saúl lo perseguía con todo su ejército, mientras él, David,
andaba errante y cortado por todos lados, con unos pocos fugitivos,
destituidos de toda esperanza, y pasando de unos sitios a otros. Y el
fugitivo superó al rey: y la razón fue porque David peleaba con sencillez,
Saúl con malicia. Pues ¿qué podía haber más criminal que quien intentaba
matar al que era jefe de su propio ejército y rectamente llevaba adelante
las cosas militares siempre victorioso y erigiendo trofeos y soportaba los
trabajos mientras procuraba al rey las coronas y éxitos? Así es la envidia.
Destruye los bienes propios y al envidioso lo consume y envuelve en mil
calamidades. El mísero de Saúl, habiéndose David alejado de él, hubo de
lanzar aquella desdichada exclamación lamentándose: Estoy en grande
angustia. Los extranjeros mueven guerra contra mí y el Senor se ha apartado
de mí. 289 Antes de que David se le apartara no tuvo guerras sino que vivía
en seguridad y en paz y glorioso; pues la gloria de su general en jefe
pasaba hasta él. David no era tirano ni pensaba arrojarlo del trono, sino
que en su favor se portaba preclaramente y lo quería bien, como quedó de
manifiesto por los sucesos siguientes. Quienes no examinan a fondo las
cosas, tal vez atribuyan la sujeción de David, mientras militaba en el
ejército de Saúl, a la disciplina y ley militar. Pero una vez que Saúl lo
echó de su reino ¿qué impedía que David le hiciera la guerra o qué lo
persuadía a abstenerse de eso? Más aún ¿qué había que no lo incitara a darle
muerte? ¿Acaso no el malvado Saúl le había puesto dos y tres veces y muchas,
infinitas asechanzas? ¿No había él hecho a Saúl beneficios? ¿No se portaba
así Saúl con un inocente? ¿Acaso no reinaba Saúl con peligro de David y
estaba a salvo? ¿Acaso no tenía David, mientras Saúl viviera, que andar
errante perpetuamente y fugitivo y puesto en extremo peligro? Pues bien:
nada de eso lo pudo inducir a manchar con sangre su espada. Más aún: como
viera dormido a Saúl, cogido en la red y solo aun estando en medio de los
suyos, y como pudiera cortarle la cabeza, y hubiera muchos que a eso lo
excitaban y le decían que por voluntad de Dios se le presentaba aquella
ocasión, él no sólo increpó a quienes a tal cosa lo incitaban y se abstuvo
del asesinato y dejó a Saúl sano y salvo; y como si fuera no un enemigo,
sino un guardia del rey, así acusó al ejército de que traicionaba a su
senor. ¿Qué habrá igual a semejante magnanimidad? ¿qué mansedumbre que a
ésta se iguale? Puede verse ella no sólo por lo dicho, sino por los hechos
que luego sucedieron. Pues si consideramos nuestra perversidad, mejor
apreciaremos las virtudes de los santos. Por lo mismo, os suplico que nos
apresuremos a imitarlos. Si amas la gloria, pero si pones asechanzas a tus
enemigos, mejor la conseguirás cuando rechazando la vanagloria te abstengas
de poner semejantes asechanzas. Así como el desprecio de las riquezas es
contrario a la avaricia, así el amar la gloria y el conseguir la gloria son
entre sí contrarios.
Y si os place examinemos cosa por cosa. Y pues suponemos que en realidad ni
tenemos temor alguno de la gehenna ni nos cuidamos para nada del reino de
los cielos, !ea!; demostrémoslo tomando pie de las cosas presentes! ¿Quiénes
son los ridículos? ¿acaso no los que proceden movidos por el aura popular? ¿Quiénes son los que han de alabarse?
¿No son acaso los que desprecian las
alabanzas del vulgo? Si pues hay que vituperar el amor de la vana gloria y
el amante de ella no puede gloriarse de eso, entonces a él forzosamente hay
que vituperarlo y el amor de la gloria le resulta motivo de desprecio.
Pero no por sólo este motivo es despreciado, sino también porque se ve
obligado a hacer muchas cosas indecorosas y al servilismo. Así todos los que
a manera de locos anhelan el lucro, suelen resultar danados por ese mismo
amor del lucro. Pues emplean cantidad de fraudes, pequenas ganancias les
producen muy graves detrimentos. Es cosa que ya pasó a proverbio.
Lo mismo ha de decirse del lascivo. El excesivo empeno de buscar el placer
le impide el placer. Pues a semejantes afeminados y envilecidos, los traen y
llevan por todas partes las mujeres a la manera de esclavos, y ni siquiera
se dignan usarlos como se hace con los hombres, sino que cubriéndolos de
indecencia, con bofetadas y salivazos, trayéndolos y llevándolos por todas
partes, se burlan de ellos y les imperan cuanto en gana les viene. Del mismo
modo, nada hay más vil, ni más abyecto que el codicioso de la vanagloria y
arrogante, que piensa de sí mismo andar en las cumbres. Porque querelloso es
el género humano y a nadie en tanto grado aborrece como al arrogante, al
soberbio, al esclavo de la gloria vana. Y el arrogante, para mantener aquel
género de arrogancia hace delante de muchos oficio de criado, de manera que
adula, vagamente alaba; y se sujeta a una servidumbre mucho más grave que la
que soportan los esclavos que han sido comprados con dinero.
Sabiendo, pues, todas estas cosas, rechacemos semejantes actitudes, para que
no suframos ya en este mundo el castigo y luego seamos atormentados para
siempre. Amemos la virtud. Así cogeremos, aun antes de gozar del reino, acá
en la tierra, grandísimo fruto; luego, cuando emigremos allá, disfrutaremos
de los bienes eternos. Ojalá que todos los consigamos, por gracia y
misericordia del Senor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXIII (LXIV)
Uno se le acercó y le dijo: Maestro bueno ¿qué haré para alcanzar la
herencia de la vida eterna? (Mt 19, 16). 290
HAY QUIENES recriminan a este joven como fraudulento y malvado y como si se
hubiera acercado a Jesús con el objetó de tentarlo. Por mi parte yo no
dudaría en llamarlo avaro y amante codicioso de las riquezas, pues Cristo
así se lo demostró. Pero fraudulento no, de ninguna manera, pues no es
lícito ni seguro el juzgar temerariamente de lo interno y oculto, en
especial cuando se trata de juzgar a alguno; y aun apoyándome en Marcos,
rechazaría semejante sospecha que el evangelista repudia. Porque dice:
Corrió hacia él uno y de rodillas le preguntaba; Y luego: Jesús fijó en él
la mirada y lo amó. Sin embargo, grande es la tiranía de las riquezas como
en este pasaje se advierte. Pues aun cuando cultivemos todas las demás
virtudes, ella echa por tierra todos los bienes. Con razón Pablo la llamó
raíz de todos los males: La raíz de todos los males es la avaricia. 291 ¿Por
qué entonces Cristo le responde: Nadie es bueno? Porque lo tenía por hombre
sencillo y del vulgo y como un doctor de los judíos. Por eso le habla como a
tal hombre. Pues ordinariamente responde según lo que piensan los que le
preguntan; como cuando dice: Nosotros adoramos con un culto legítimo. 292 Y
también: Si yo doy testimonio de mí mismo, entonces mi testimonio no es
verdadero. 293 Pero cuando dice: Nadie es bueno, no quiere decir que El no
sea bueno !lejos tal cosa! Porque no dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Yo no
soy bueno. Sino que dijo: Nadie es bueno, es decir, ningún hombre; no porque
al decirlo excluyera a los hombres de la bondad, sino que hablaba en
comparación con la bondad de Dios. Por eso anade: Sino solamente Dios. Y no
dijo: Solamente mi Padre, para que entiendas que no se reveló al joven
aquel. También antes había llamado malos a los hombres con estas palabras:
Pues si vosotros siendo malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos. 294
Ahí los llamó malos, no porque asignara la perversidad a toda la humana
naturaleza, pues el vosotros no incluye a todos los hombres, sino que se
expresó así, comparando la bondad de los hombres con la bondad divina. Y por
eso anadió: Cuánto más vuestro Padre dará cosas buenas a los que le piden.
Preguntarás: ¿qué le urgía o qué bien se seguía de semejante respuesta? Poco
a poco va llevando al joven a mayores alturas y lo ensena a prescindir de
toda adulación y lo saca de las cosas terrenas y lo lleva hasta Dios y lo
persuade a buscar las cosas futuras y a conocer quién es el verdaderamente
bueno, raíz y fuente de todo y a tributarle honor. Así cuando dice: No os
hagáis llamar Maestro, 295 lo dice en comparación consigo y también para que
sepan cuál es el primer origen de todo. El joven hasta aquel momento había
demostrado no pequeno anhelo y amor, de manera que mientras otros se
acercaban a Cristo para tentarlo y otros para que curara sus enfermedades o
las ajenas, él se aproxima y viene para preguntar acerca de la vida eterna.
Tierra fecunda y campo fértil era, pero la multitud de espinas sofocó la
simiente. Advierte cuán bien preparado estaba para obedecer a lo que se le
mandara. Dice: ¿Qué haré para poseer la vida eterna? Tan pronto parecía para
obedecer. Si se hubiera acercado a Cristo con intención de tentarlo, sin
duda nos lo hubiera declarado el evangelista, como lo hizo en los otros
casos, por ejemplo el del doctor de la ley. Y aun cuando el evangelista
calla, eso no lo habría dejado ocultarse Cristo, sino que abiertamente lo
habría confundido, o secretamente lo habría hecho sentir su falta, para que
no creyera que enganaba o se ocultaba y así saliera con dano.
Por otra parte, si se hubiera acercado como tentador no se habría apartado
triste por lo que oyó de Cristo; puesto que tal cosa nunca le aconteció a
ningún fariseo, sino que éstos cuanto más se los redargüía tanto más se
enfurecían. Este joven en cambio se apartaba triste, lo que es senal grande
de que no se había acercado con mala voluntad, sino con voluntad un tanto
débil, pero con verdadero anhelo de la vida, aunque estaba impedido por
gravísima enfermedad. Habiéndole, pues, dicho Jesús: Si quieres entrar a la
vida guarda los mandamientos, el joven preguntó: ¿Cuáles? no para tentar a
Cristo !lejos tal cosa! sino porque pensó que se trataba de unos preceptos
diversos de los de la Ley, tales que podrían serle conductores para la vida:
cosa propia de quien ardía en deseos. Y cuando Cristo le recitó los
mandamientos, él respondió: Todo eso lo he guardado desde mi adolescencia.
Pero no se detuvo aquí, sino que anadió: ¿Qué más me falta? lo que también
fue senal de que ardía en deseos. Ni era poco eso mismo de que juzgara que
algo le faltaba y pensara no ser suficiente lo que se le había dicho para
alcanzar lo que deseaba.
?Qué hace entonces Cristo? Pues le iba a proponer cosas muy levantadas,
comienza por enunciar los premios, y dice: Si quieres ser perfecto anda,
vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el
cielo; y luego ven y sígueme. ¿Miras cuántos premios, cuántas coronas
concede a esta palestra? Cierto que si el joven hubiera sido un tentador no
le habría Cristo contestado en esa forma. Ahora, en cambio, sí lo hace y
para atraerlo le muestra la gran recompensa, pero todo lo deja a su libre
voluntad, dejando en la sombra las cosas que en semejante advertencia eran
pesadas. De modo que antes de declararle el certamen y sus trabajos, le
muestra el premio diciendo: Si quieres ser perfecto; y hasta después anade:
Vende todo lo que posees y dalo a los pobres; y al punto pone el premio y
dice: Tendrás un tesoro en el cielo y ven y sígueme. Porque ya el seguir a
Cristo es gran recompensa. Y tendrás un tesoro en el cielo.
Pues se trataba de dineros y Jesús lo exhortaba a despojarse de todo, para
demostrarle que no sólo no quedaba despojado de lo suyo, sino que en
realidad incluso se le acrecentaba, le ofrece y da mayores cosas que las que
se le ordena dejar. Ni solamente más, sino tanto más superiores cuanto lo es
el cielo sobre la tierra y aun más todavía. Y la excelencia del premio, su
firmeza y seguridad las declara llamándolas tesoro, en cuanto por las cosas
humanas podía darle a entender eso al oyente. De modo que no basta con
despreciar los dineros, sino que conviene alimentar a los pobres; y ante
todo seguir a Jesús, es decir, cumplir todos sus mandatos y estar preparados
para la muerte y muerte cotidiana. Pues dice: Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame 296 Ciertamente este
mandato de derramar la propia sangre es superior al de despreciar los
dineros. Sin embargo, éste ayuda no poco para lograr el otro. Y el joven,
habiéndolo oído, se alejó triste. Y el evangelista advierte que no fue eso
sin motivo, pues el joven tenía muchas posesiones.
Porque no tienen igual impedimento los que tienen pocas posesiones y los que
abundan en ellas. Porque en este segundo caso la codicia es más violenta,
cosa que no me cansaré de repetir: o sea que se enciende mayor la llama con
el acrecerse las riquezas y así se hacen más pobres los que las poseen, pues
quedan enredados en mayores codicias y sienten más la necesidad y penuria. Y
en este punto quisiera que adviertas cuán grande fuerza demostró esa
enfermedad. El que con gozo y presteza se había acercado a Cristo, en cuanto
Cristo le ordenó dejar las riquezas, en tal grado la enfermedad lo envolvió
y afligió, que ni siquiera dio a Cristo alguna respuesta, sino que callado,
triste, apesadumbrado, se alejó.
Y ¿qué hizo Cristo? Dijo: !Cuán difícilmente los ricos entrarán en el reino
de los cielos! No porque vituperara las riquezas, sino a quienes andan
enredados e impedidos en ellas. Pero si difícil es para los ricos, más aún
lo es para los avaros. Pues si es impedimento para lograr el reino de los
cielos el no dejar lo propio, piensa cuán grande incendio prepara en la
gehenna el arrebatar lo ajeno. Mas ¿por qué dice a los discípulos cuán
difícil sea que un rico entre en el reino de los cielos, siendo así que
ellos eran pobres y nada poseían? Los ensena a no avergonzarse de la pobreza
y da la razón de por qué ha querido que ellos nada posean. Y una vez que
dijo cuán difícil cosa y casi imposible era aquello, declara que no sólo era
imposible, sino que, poniendo la comparación con el camello y la aguja,
parece anadir algo más, pues dice: Más fácil es que un camello pase por el
ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos.
Por aquí se ve que a los ricos que sean capaces de semejante virtud, se les
prepara una gran recompensa. Por lo mismo afirmó ser eso obra de Dios para
declarar que a quien ha de emprender este camino le es muy necesaria la
gracia. Y como los discípulos quedaran perturbados, les dijo: Esto es
imposible a los hombres, pero para Dios todas las cosas son posibles. Mas ¿por qué se perturban los discípulos, pues son pobres y en exceso pobres?
¿por qué se perturban? Es que se duelen de la perdición de muchos, como
quienes estaban poseídos de ardiente caridad para con los demás y ya iban
teniendo entranas de maestros. Temían y temblaban por la salud del orbe
todo, turbados con aquella palabra de Cristo, de manera que andaban
necesitados de mucho consuelo. Por esto Jesús, tras de pasear por ellos su
mirada, dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
297 Primeramente a ellos, poseídos de terror, los consoló; y habiéndolos
librado de aquella angustia, pues esto significa el evangelista al decir:
paseando su mirada por ellos, finalmente les levanta el ánimo con la otra
sentencia, trayendo al medio la omnipotencia divina y dándoles así
confianza.
Y si quieres oír el modo y manera en que lo imposible se hace posible,
óyelo. Porque el motivo de decir que lo imposible para los hombres es
posible para Dios, no fue para que decayeras de ánimo y desistieras de esa
virtud como si fuera imposible en absoluto, sino para que, comprendiendo la
magnitud de la empresa, más fácilmente la emprendas y así, tras de invocar a
Dios para que te auxilie en tan bellos certámenes, logres la vida eterna. En
fin: ¿cómo se puede lograr esto? Si te despojas de las posesiones, si dejas
los dineros, si te apartas de esa mala concupiscencia. Y para que veas que
eso no es obra exclusivamente de Dios, sino que lo que dijo fue para
explicar la dificultad de la empresa, oye lo que sigue. Pues a Pedro que
decía: He aquí que nosotros lo abandonamos todo y te hemos seguido; y que
anadió luego y preguntó: ¿qué habrá, pues, para nosotros?, Cristo,
determinando la recompensa, le respondió: Y cualquiera que abandonare su
casa, o sus campos o a sus hermanos, o al padre o la madre, recibirá el
ciento tanto en el siglo presente y luego poseerá la vida eterna. Así se
hace posible lo que era imposible.
Insistirás: pero ¿cómo es posible abandonar esas cosas? ¿cómo puede el que
está oprimido por tan ingente codicia de riquezas salir al punto de ese
abismo? Si comienza por ir despachando las riquezas y recortando lo
superfluo. Así irá adelante y luego más fácilmente podrá incluso correr. De
manera que no acometas todo a la vez, sino ve subiendo por esta escala
lentamente -escala que conduce al cielo- si es que el todo te parece difícil
de alcanzar. Pues a la manera de los febricitantes y los que sobreabundan
interiormente en amarga bilis, cuando toman su alimento y su bebida, no sólo
no apagan su sed, sino que tornan la llama más ardiente y viva, lo mismo
hacen los avaros cuando a esta perversa codicia, más ruda que la bilis, le
acarrean riquezas: la tornan más activa y encendida. De manera que nada hay
que la calme si no es que se corte la codicia del lucro; así como aplaca el
acre humor de la bilis el moderado alimento y evacuación.
Todavía preguntarás: pero esto ¿cómo se conseguirá? Si meditas en que,
mientras abundes en riquezas no podrás apagar la sed, sino que por el anhelo
de más poseer acabarás en enfermedad; pero si dejas las riquezas, podrás
echar de ti semejante morbo. No quieras pues agitar más cosas, no andes
buscando lo que no se puede alcanzar ni sufras con esa incurable enfermedad,
y corroído por esa peste rabiosa vengas a ser el más miserable de todos los
hombres. !Vaya! !dime! ¿Quién diremos que es atormentado y vejado: el que
anhela bebidas y alimentos espléndidos que no logra alcanzar ni gozar o el
que no tiene semejante pasión? Sin duda alguna, aquel que anhela pero no
puede conseguir lo que anhela. Cosa tan miserable es el que no pueda el
anhelante alcanzar lo que codicia ni el que tiene sed poder beber, que
Cristo, queriendo describir la gehenna, por este medio la pinta y pone
delante al rico atormentado con el fuego, y que pidiendo una gota de agua ni
aun eso alcanzaba y de ese modo era castigado.
De manera que quien desprecia las riquezas habrá apagado la codicia;
mientras que quien anhela enriquecerse, y amontonar más y más, la aumenta y
nunca logra conseguir su objeto, ni se detiene. Pues aun cuando reciba
infinitos talentos anhela otros tantos; y si los consigue, anhela el doble;
y pasando adelante desea que montes, tierras, mares se le conviertan en oro,
loco con un nuevo y extrano género de locura que nunca logra desvanecerse y
apagarse. Y para que comprendas que semejante enfermedad no puede
extinguirse con nuevas adquisiciones, sino con el desprecio y alejamiento de
las riquezas, compara: si alguna vez te llegara el deseo absurdo de volar y
de levantarte por los aires ¿cómo podrías apagarlo? ¿arreglándote alas y
otros instrumentos que te fabricaras o mejor persuadiéndote ser eso cosa
imposible y no intentándolo más? Sin duda alguna mediante esta persuasión.
Instarás diciendo: es que eso de volar es del todo imposible. Pues bien: más
imposible con mucho es apagar semejante enfermedad y ponerle término. Cierto
que es más fácil que los hombres vuelen que satisfacer la codicia de poseer
con nuevas adquisiciones. Cuando anhelamos cosas posibles nos consolamos con
la esperanza de llegar a disfrutarlas; pero cuando anhelamos lo imposible,
lo único que debemos procurar es apartarnos de semejante deseo, pues no hay
otro modo de que consigamos la tranquilidad de ánimo. En consecuencia, no
nos dolamos vanamente; sino que rechazando ese amor al dinero, que
continuamente se exaspera y no puede reprimirse, acojámonos al otro amor que
puede hacernos felices y que es facilísimo: anhelemos y amemos los tesoros
de allá arriba. No hay en esto un trabajo desmesurado y la ganancia es
indecible; y por cierto quien está vigilante y desprecia las cosas
presentes, jamás puede dejar de obtener lo que anhela; al revés de quienes
están entregados a la servidumbre de las riquezas, que en absoluto no logran
su finalidad.
Meditando en todo esto, echa de tu ánimo la mala codicia de las riquezas. No
puedes decir que ella te colma de bienes presentes y te libra de los males
futuros. Pues aun cuando eso diera, todavía eso mismo sería un extremo
suplicio y castigo. Pues aun antes de la gehenna y aparte de ella, te arroja
al presente en más grave castigo. Porque la dicha codicia echa por tierra
muchas familias y ha suscitado tremendos conflictos y guerras y ha obligado
a muchos a darse una muerte violenta y así acabar su vida. Y antes de esos
peligros, derrumba y destruye la nobleza del alma y con frecuencia torna al
que semejante enfermedad padece tímido, perezoso, atrevido, mendaz,
sicofante, ratero y avaro y cualquier otro extremo que quieras decir.
Quizá con frecuencia te halaga el brillo del oro y la plata y te engana, lo
mismo que la multitud de esclavos, la magnificencia de las habitaciones y la
clientela que en el foro te rodea. ¿Qué remedio puede ponerse a llaga tan
grande? Pensando en qué actitud queda el alma con esas cosas y cómo la
tornan tenebrosa, abandonada, torpe y deforme; y meditando contigo mismo el
sinnúmero de males que a semejante concupiscencia acompana. Y cuán grandes
peligros y trabajos hay para poder conservar las riquezas. Y ni siquiera se
pueden conservar hasta el fin. Pues aun cuando logres evadir las asechanzas
de todos, vendrá la muerte y todas tus riquezas las pasará a manos de tus
enemigos; y a ti, despojado de todo te arrebatará, sin que puedas llevar
contigo nada, sino únicamente las llagas y úlceras que de esta vida saca el
alma cuando de aquí parte.
Cuando veas a alguno resplandeciente en lo exterior con magníficas
vestiduras y rodeado de abundante séquito de guardias, registra su
conciencia y encontrarás en su interior cantidad de aranas y abundante
polvo. Piensa en Pablo y en Pedro; piensa en Juan el Bautista y en Elías;
mejor aún, piensa en el Hijo de Dios, que no tuvo en dónde reclinar su
cabeza. A él imítalo y a sus siervos y medita en aquellas inestimables
riquezas. Pero si aún tras de haberlas meditado todavía se te oscurece la
mente con las riquezas del siglo, como sumido en un naufragio mientras se
enfurece la tempestad, oye la sentencia de Cristo que dice: es imposible que
el rico entre en el reino de los cielos. Teniendo delante semejante
sentencia, compara con ella los montes, la tierra y el mar; y si quieres,
con el pensamiento hazlos todos oro: no encontrarás dano alguno que sea
inferior al que esto te acarrea.
Por tu parte, enumeras tantas más tantas yugadas de tierras, diez casas o
veinte, otros tantos banos, un millar de esclavos o si quieres dos millares
y carrozas recubiertas de láminas de plata o de oro. Pero yo por mi parte
digo que si alguno de entre vosotros los ricos, desechando semejante pobreza
-que pobreza es delante de las riquezas que voy a decir poseyera el orbe
entero y tuviera a su servicio tantos hombres cuantos andan por la tierra y
por los mares, si cada uno poseyera el orbe entero o sea tierras y mares y
en todas partes tuviera casas y ciudades y pueblo y de todas partes hacia él
confluyeran en vez de aguas y fuentes ríos de oro, yo a todos esos ricos y
ni aun a uno solo de ellos, si pierde el reino de los cielos, lo estimaría
ni siquiera en tres óbolos.
Si ahora los codiciosos de las pasajeras riquezas de tal forma se atormentan
si no las consiguen, qué consuelo les quedará sí algún sentido tuvieran de
lo que son aquellos bienes inefables? !Ningún consuelo, por cierto! Por lo
cual, no me hagas cuentas de la cantidad de dineros, sino piensa en el
grandísimo mal que de ellas se les sigue a todos los que las codician, pues
a cambio de ellas pierden el reino de los cielos. Les acontece lo mismo que
a quien, habiendo perdido el regio honor que en los palacios se tributa, se
gloriara de poseer un montón de estiércol y grandemente lo estimara. Pues el
montón de riquezas en nada es mejor sino mucho peor que ese otro. Al fin y
al cabo, el estiércol es útil para la agricultura, para calentar el agua en
los banos y para otros usos semejantes, mientras que eso sepultado en la
tierra, para nada de eso es útil; y ojalá fuera solamente inútil, pues lo
que pasa es que a quien lo posee le enciende mil hornos si no lo usa en la
forma que conviene. Pues de esos dineros se siguen muchos males.
Por esto aun los autores paganos llaman a la avaricia acrópolis de los
males. Y el bienaventurado Pablo, mucho mejor y con mayor énfasis, la llamó
raíz de todos los males. Pensando, pues, en todo esto, emulemos lo que es
digno de emulación: no los magníficos edificios, no los campos grandemente
fructíferos, sino los varones que tienen gran entrada con Dios y son ricos
allá en el cielo y poseen aquellos tesoros y son de verdad opulentos: los
pobres por Cristo. Para que así consigamos los bienes eternos, por gracia y
benignidad de nuestro Senor Jesucristo, al cual, juntamente con el Padre y
el Espíritu Santo, sea la gloria, el honor y el poder y la adoración, ahora
y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXIV (LXV)
Entonces Pedro respondiendo le dijo: Ve que nosotros lo dejamos todo y te
hemos seguido ¿qué habrá, pues, para nosotros? (Mt 19, 27).
!OH BIENAVENTURADO Pedro! ¿a qué llamas todo? ¿A la cana de pescar? ¿a la
red? ¿a la navecilla? Contesta él: No digo eso por ambición alguna que
tenga, sino para introducir, por medio de esta pregunta, a la multitud de
los pobres en el reino. Como el Senor dijo: Si quieres ser perfecto vende
todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, para
que no fuera alguno de los pobres a decir: entonces si yo no tengo
posesiones ¿no puedo ser perfecto? Pedro pregunta para que veas que tú, aun
siendo pobre, no pierdes nada. Y es Pedro el que pregunta, para que no
sucediera que si esto lo oyeras de boca de Pedro, entraras en dudas -puesto
que él aún era imperfecto y vacío del Espíritu Santo- sino que, recibiendo
la respuesta de boca del Maestro de Pedro, tengas confianza.
Lo que nosotros hacemos cuando discutimos en lugar de otros, que nos
atribuimos las cosas, eso hace el apóstol al hacer esta pregunta a nombre
del orbe entero. Que él, por su parte, supiera ya claramente lo que a él
tocaba, es manifiesto por lo que anteriormente se dijo: quien recibió las
llaves del reino de los cielos, mucho debió confiar acerca de las demás
cosas de allá arriba. Advierte con cuánta exactitud responde a lo que Cristo
buscaba. Porque Cristo dos cosas pedía al rico: que diera sus bienes a los
pobres y que lo siguiera. Por esto Pedro alega las dos cosas: que ya lo
dejaron todo y que ya lo han seguido: Ve que nosotros lo dejamos todo y te
hemos seguido. Todo lo abandona para poder seguirlo y con mayor facilidad lo
siguen una vez que lo abandonaron todo. Y el haberlo abandonado les produjo
confianza y gozo.
?Qué le contesta Jesús?: De verdad os digo que vosotros, los que me habéis
seguido, al tiempo de la regeneración, cuando se sentare el Hijo del hombre
en su trono glorioso, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos, para
juzgar a las doce tribus de Israel. ¿Qué, pues? Preguntarás: ¿entonces
también judas se sentará? !De ninguna manera! ¿Cómo es pues que dice:
También vosotros os sentaréis sobre doce tronos? ¿Cómo se cumplirá semejante
promesa? Oye cómo. Puso Dios una ley que fue promulgada al pueblo judío por
jeremías, la cual decía: De pronto hablo contra una nación o reino, de
arrancar, derrocar y perder; pero se vuelve atrás de su mal aquella gente
contra la cual hablé y yo también desisto del mal que pensaba hacerle. Y de
pronto hablo tocante a una nación o reino, de edificar y plantar; pero hace
lo que parece malo desoyendo mi voz, y entonces yo también desisto del bien
que había decidido hacerle 298. Como si dijera: así hago yo aun con los
buenos. Aunque yo haya dicho que reedificaré, si se tornan indignos de mi
promesa, no la cumpliré. Como sucedió con el primer hombre. Pues Dios le
dijo: Infundiré temor y miedo a todos los animales de la tierra. 299 Y sin
embargo, no fue así; pues el hombre se hizo indigno de semejante principado.
Y fue lo que le aconteció a judas. Para que no algunos desesperando a causa
de la amenaza del castigo se tomaran más endurecidos, ni otros por la
promesa de los bienes se volvieran más perezosos, para ambos pone el remedio
al decir: Si amenazo no desesperes, pues puedes hacer penitencia y así
revocar mi sentencia, como los ninivitas; y si prometo algo bueno no te
tomes perezoso a causa de la promesa, pues si te vuelves indigno de nada te
servirá la promesa, sino que te será de mayor castigo; porque yo prometo al
que es digno.
Por eso en esta ocasión, hablando a los discípulos no hace simplemente la
promesa. Pues no dice simplemente: Vosotros, sino que anade: los que me
habéis seguido. Esto para excluir a Judas y para atraer a los que en lo
futuro lo siguieran. Pues no habló Jesús sólo para ellos ni para solo Judas,
que se tornó indigno. Promete pues cosas futuras a los discípulos diciendo:
Os sentaréis sobre doce tronos; pues levantados ya a mayores alturas, nada
buscaban de lo de este mundo. En cambio a los demás les promete también
bienes de este mundo diciendo: Y todo aquel que por mi causa dejare hermanos
o hermanas o padre o madre o esposa o hijos o campos, recibirá el cien
doblado en este siglo y poseerá la vida eterna. Para que no alguno, al oír
aquello de: Vosotros, lo tomara como dicho únicamente para los discípulos
(me refiero a las promesas supremas y a lo de los tronos), ahora amplía su
discurso hasta a los que habían de recibir recompensa y extiende su promesa
a todo el orbe, y por los bienes presentes confirma los futuros.
A los principios, como los discípulos aún eran imperfectos les hablaba de
las cosas presentes. Así cuando los sacó de los negocios del mar y de su
arte piscatoria y les ordenó abandonar su navecilla, no les puso delante ni
tronos ni los cielos, sino sólo cosas presentes diciéndoles: Os haré
pescadores de hombres. 300 Pero una vez que ya los había elevado
suficientemente, les habla también de las cosas celestiales. Mas ¿qué
significa: Para juzgar a las doce tribus de Israel? Pues en realidad no se
sentarán como jueces, sino que así como dijo de la reina del Austro, que
condenaría a aquella generación y lo mismo aseveró de los ninivitas, así
ahora dice de los apóstoles que a su vez condenarán. Y por eso no dijo: a
las naciones y al orbe, sino: a las tribus de Israel.
Se habían criado tanto los judíos como los apóstoles con las mismas leyes y
costumbres. Pues para que no alegaran los judíos que no habían podido creer
en Cristo porque la Ley y los preceptos se lo impedían, los condena trayendo
al medio a los que sí habían creído a pesar de haber recibido la misma Ley
que ellos. Ya antes lo había dicho: Por eso ellos serán vuestros jueces. 301
Pero dirás: ¿qué cosa grande fue prometerles lo mismo que tendrán la reina
del Austro y los ninivitas? Ciertamente ya muchas otras cosas les había
prometido antes y otras más les prometió después, ya que no era eso
solamente el premio. Por lo demás también aquí dejó entender algo más
precioso, pues de aquéllos simplemente dijo: Los ninivitas se levantarán y
condenarán a esta generación; y: la reina del Austro condenará. Pero de
estos otros no dijo simplemente eso, sino ¿qué?: Cuando se sentare el Hijo
del hombre en su trono glorioso, entonces os sentaréis también vosotros
sobre doce tronos, dando a entender y manifestando de este modo que ellos
participarán de su reinado y serán copartícipes de su gloria. Pues dice
Pablo: Si con él pacientemente sufrimos, también con él reinaremos. 302 Pues
los tronos no significan asientos, puesto que solo Cristo se sentará y solo
él juzgará; sino que con esos tronos significó una gloria inefable y un
honor excelso.
Esto dijo para los apóstoles; y para todos los demás la vida eterna allá y
el céntuplo acá. Pero si a los demás así les promete, mucho más a los
apóstoles aun en este siglo. Como en efecto sucedió. Habiendo ellos
abandonado la cana de pescar y las redes, tuvieron luego en su mano los
bienes de todos y el precio de las casas y de los campos y aun la persona
misma de los creyentes. Pues aun habrían dado su vida por ellos, como Pablo
de muchos lo testifica cuando dice: Si hubierais podido aun os habríais
arrancado los ojos para dármelos. 303 Y cuando dice: quien dejare a la
mujer, no quiere que se deshagan los matrimonios; sino que, así como cuando
acerca de la vida decía: El que pierda su alma por mí, la encontrará, 304 no
quiso decir que nos diéramos la muerte, ni que separemos el alma del cuerpo,
sino que antepongamos la religión a todo lo demás, así habla al referirse a
la esposa y a los hermanos. Parece que además aquí deja entender que habrá
persecuciones. Pues como muchos padres arrastran a sus hijos a la impiedad y
muchas mujeres a sus esposos, es como si dijera: Cuando eso os ordenaren no
tengáis en cuenta ni a las esposas ni a los padres, como luego dijo Pablo:
El infiel si se apartare que se aparte. 305 De manera que para levantarles
el ánimo y para persuadirlos que confiaran en sí y en el orbe todo, anadió:
Pero muchos pasarán de primeros a postreros, y de postreros a primeros.
Estas palabras se refieren indefinidamente a muchos otros; pero también se
dijeron de ésos y de los fariseos que no creyeron; de los cuales había ya
anteriormente sentenciado: Muchos vendrán del Oriente y del Occidente y se
sentarán con Abraham, Isaac y Jacob, mientras los hijos del reino serán
echados fuera. 306 Enseguida anadió una parábola con que inflamó el anhelo
de los que llegaren tarde. Pues dijo: Es semejante el reino de los cielos a
un amo que salió al romper el alba para asalariar jornaleros para su vina. Y
luego de concertarse con los obreros por un denario al día, los envió a su
vina. Como saliera hacia la hora de tercia, vio otros que se hallaban en la
plaza desocupados, y les dijo: Id también vosotros a trabajar en mi vina y
os pagaré lo que sea justo. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia la hora de
sexta y hacia la de nona, e hizo otro tanto. Salió por fin a la hora
undécima y a otros que halló por ahí, les dijo: ¿Por qué os estáis aquí sin
trabajar todo el día? Respondiéronle: Porque nadie nos ha contratado.
Díceles: Id también vosotros a mi vina. Al caer el sol ordena el dueno de la
vina a su administrador: Llama a los jornaleros y págales el salario,
comenzando por los últimos hasta los primeros. Se presentaron los que habían
venido cerca de la hora undécima y cobraron cada uno un denario. Y al llegar
la vez a los primeros creían que cobrarían más. Pero también ellos
recibieron un denario cada uno. Al cobrarlo murmuraban contra el amo de la
vina. Y decían: Estos que llegaron a lo último del día, sólo han trabajado
una hora, y los igualas con nosotros que hemos soportado el peso y el calor
de la jornada. El, respondiendo a uno de ellos, le dijo: Amigo, no te hago
agravio. ¿No te concertaste conmigo por un denario? Cobra, pues, lo que es
tuyo y vete. Quiero dar a éste último lo mismo que a ti. ¿O es que en mis
asuntos no soy libre de proceder como yo quiera? ¿O es malvado tu ojo porque
yo soy bueno? Así los últimos pasarán a primeros y los primeros a últimos.
Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. 307 ¿Qué significa esta
parábola? Pues no parece concordar lo que se dice al principio con lo que se
pone al fin de ella, sino que esto contradice a aquello. Pues en la parábola
se muestra a todos aceptados y a ninguno rechazado, sino que todos reciben
igual pago. Pero Jesús tanto al comienzo como al fin de la parábola dice lo
contrario: Los últimos pasarán a primeros y los primeros a últimos. Es
decir, que quedarán delante de los que eran primeros, de manera que éstos ya
no serán primeros sino que quedarán pospuestos. Y que esto sea lo que
significa, lo declara diciendo: Porque muchos son llamados, mas pocos
escogidos. De manera que de dos modos a aquéllos los punza y a éstos los
consuela y exhorta. En cambio, la parábola no dice eso. Sino que esos
últimos que trabajaron poco serán equiparados a los varones fatigados que
trabajaron todo el día. Pues dicen éstos: Los has igualado con nosotros que
soportarnos el peso y el calor de la jornada.
?Qué significa, pues, la parábola? Parece necesario ante todo declarar esto
y luego resolveremos la dificultad. Llama Cristo vina a los mandatos de
Dios; y tiempo de trabajar a la vida presente. Llama obreros a los que de
varias maneras han sido llamados a cumplir esos mandatos; y por horas
tercia, sexta, nona y undécima, se entienden los que en diversas edades se
aprestaron y bien se condujeron. Pero se pregunta si acaso los que fueron
primeramente aprobados por Dios y le agradaron y durante todo el día
ejecutaron espléndidamente el trabajo, andaban enfermos y en el extremo de
la perversidad que es la envidia que hace palidecer. Pues como vieran a los
otros pagados con el mismo salario que ellos, dicen Estos que llegaron a la
última del día, sólo han trabajado una hora y los has igualado con nosotros
que soportamos el peso y el calor de la jornada.
Ningún dano recibían, no se les mermaba su salario y sin embargo, llevaban
pesadamente y con indignación el bien ajeno, lo cual procedía de envidia y
perversidad. A esto el padre de familia justificándose ante ellos y
respondiendo a uno que así hablaba, lo condena como envidioso y perverso en
alto grado, con decirle: ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo
que es tuyo y vete. Quiero dar a éste último lo mismo que a ti. ¿O es
malvado tu ojo porque yo soy bueno??Qué se deduce de esta parábola? Porque
también en otras parábolas puede observarse lo mismo. Así aquel hijo bueno
parece haberse atorado en esa misma enfermedad, cuando vio a su hermano el
pródigo disfrutar de mayores honores que los que él había gozado. Pues así
como aquí estos obreros recibían una mayor recompensa con ser llamados
primero que los otros, así aquel hijo con la abundancia de los dones de su
padre quedaba más honrado. Así se comprueba con lo de ese hijo bueno.
?Qué podemos, pues, decir? Porque en el reino de los cielos, nadie disputa
acerca de tales derechos; puesto que allá el cielo está libre de toda
perversidad y envidia. Si acá los justos y santos en esta vida expusieron
sus vidas por los pecadores, mucho más se gozan cuando los ven allá gozando
de los bienes celestes, pues juzgan comunes a ellos los bienes de los otros.
Entonces ¿por qué motivo Cristo usó de esta forma de hablar? Se narra la
parábola, pero no conviene tomar todo a la letra en las parábolas, sino que
una vez que hemos comprendido el fin de la parábola debemos cogerlo y no
examinar con vana curiosidad el resto. Finalmente ¿por qué fue así dispuesta
semejante parábola y qué es lo que quiere establecer? Quiere hacer más
fervorosos y diligentes a aquellos que se han convertido en su extrema
ancianidad y en forma alguna que se les considere como inferiores a los
demás. Para esto trae al medio a los que llevan pesadamente sus bienes
espirituales; no precisamente para delatarlos como enfermos de envidia; sino
para demostrar que aquellos otros tan gran honor gozan, que aun mueven a
envidia a los demás. También nosotros solemos decir: aquél me acusó de que
tan grande honor te he concedido. Y no lo decimos porque en realidad seamos
acusados o porque queramos acusar al otro sino solamente para declarar de
este modo la grandeza del don. Mas ¿por qué no contrató desde luego y al
punto a todos los trabajadores? Por su parte y en cuanto le tocaba a todos
los contrató. Si no todos lo obedecieron, su voluntad hizo ver la diferencia
de los que fueron llamados. Por esto unos fueron llamados a la hora
temprana, otros a la de tercia, otros a la de sexta o a la de nona, y otros
aun a la de undécima, porque era entonces cuando obedecerían.
Esto lo indicó ya Pablo diciendo: Cuando le plugo a Dios que me segregó
desde el seno materno. 308 Y ¿cuándo le plugo? Precisamente cuando Pablo
obedecería. Dios desde el principio lo quería; mas, como entonces Pablo no
iba a obedecer, a Dios le plugo en el momento en que sí obedecería. Así
llamó al ladrón, aunque hubiera podido llamarlo antes, pero antes el ladrón
no habría obedecido. Si Pablo no habría obedecido desde el principio, mucho
menos el ladrón. Y si los trabajadores dicen: Porque nadie nos ha
contratado, dije ya que en las parábolas no hay que examinar curiosamente
todo lo que en ellas se dice. Por lo demás, no es el padre de familia quien
lo dice, sino ellos. Y él no los redarguye para no dejarlos perplejos, sino
atraerlos. Puesto que la parábola misma está indicando que él, cuanto fue de
su parte, los llamara; pues precisamente salió a buscar obreros y
contratarlos.
De manera que por todos lados nos queda manifiesto que se dijo la parábola
para quienes en su primera edad y para quienes más tardíamente y ya en la
ancianidad siguen la virtud: para los primeros a fin de que no se
ensoberbezcan ni se burlen de los que llegaron a la hora undécima; para los
otros a fin de que comprendieran que podían en breve tiempo compensarlo
todo. Pues hablaba Jesús del encendido fervor, de dejar las riquezas, de
despreciar todas las cosas temporales; y para eso se necesitaba un ánimo
juvenil y grande fervor, encendía en ellos la llama de la caridad y los
preparaba para proceder con tenacidad y constancia y les ponía delante que
quienes llegaron los postreros podían recibir el salario íntegro del día.
Aunque esto no lo dice claramente para no arrojarlos a la soberbia, sino que
deja entender que todo depende de su bondad, y que mediante su auxilio ellos
no caerán sino que conseguirán los bienes inefables.
Y esta es la principal finalidad de la parábola. Si luego anade: Y serán
primeros los últimos y últimos los primeros, y también: Pues muchos son los
llamados y pocos los escogidos, no te admires. Pues no lo pone como
deducción de la parábola, sino que solamente quiere decir: Así como sucedió
aquello, así también sucederá esto otro. Pues en realidad no fueron primeros
los últimos, sino que todos recibieron la misma recompensa, fuera de toda
esperanza y expectación. Pues así como esto sucedió fuera de toda esperanza
y expectación, de manera que los que llegaron postreros fueron igualados a
los que llegaron primero, así sucederá también lo otro que es cosa mayor y
más admirable: que los últimos sean antes que los primeros y los primeros
después de los últimos. De modo que una cosa es una cosa y otra cosa es otra
cosa. Por lo demás, me parece que esto lo dice aludiendo a los judíos y
también a los que al principio fueron fieles, pero luego, habiendo
abandonado la virtud se quedaron atrás; y a los que, saliendo de su
perversidad se aventajaron a muchos otros. Pues vemos en la vida cambios
semejantes así en la fe como en el modo de vivir. 309 En consecuencia, os
ruego que con todas nuestras fuerzas cuidemos de permanecer en la recta fe y
demostremos ante todos un género de vida excelente. Pues si no llevamos una
vida digna de nuestra fe, sufriremos extremos castigos. Así lo declaró ya
desde aquellos tiempos antiguos el bienaventurado Pablo cuando dijo: Todos
comieron un mismo manjar milagroso. Y todos bebieron una misma bebida
misteriosa, 310 pero anadió: Sin embargo, no todos lograron la salvación
sino que quedaron tendidos en el desierto. Lo mismo declaró Cristo a los
evangelistas, poniendo ejemplo en varios que habían echado los demonios y
habían profetizado y sin embargo fueron condenados al suplicio. Y a lo mismo
tienden todas sus parábolas, como la de las vírgenes, la de la red, la de
las espinas, la del árbol que da fruto: en todas se exige juntamente con la
fe la virtud puesta en práctica.
Raras veces diserta Jesús sobre los dogmas, pues éstos no necesitan trabajo;
en cambio frecuentemente habla del género de vida, o mejor dicho, en todas
partes: pues para eso se necesita de una guerra perpetua y consecuentemente
de un trabajo continuo. Mas ¿para qué hablo del conjunto de la vida
ordenada? Un poco que de ella se desordene acarrea graves males. Así por
ejemplo, el descuido en hacer limosnas lleva a los perezosos a la gehenna;
aun cuando la limosna no sea la virtud íntegra, sino sólo una parte de ella.
Así las vírgenes necias que no tenían el ornato de la limosna sufrieron el
castigo. Por igual motivo fue atormentado el rico aquel; y los que no dieron
de comer al hambriento por esa causa serán condenados con los demonios.
También el no maldecir es una parte de la virtud; y sin embargo a quienes de
eso no se abstienen se les excluye del reino, pues dice: Quien a su hermano
lo llamare fatuo será reo de la gehenna. 311 Igualmente la continencia es
parte de la virtud. Pero sin ella nadie verá a Dios, pues dice: Mirad de
alcanzar la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie gozará del
favor de Dios. 312 También la humildad es parte de la virtud. Pero aun
cuando alguno todo lo demás lo cumpla bien, pero no procura esta humildad,
no será limpio delante de Dios. Claro aparece en el fariseo, que adornado de
otros infinitos bienes, por aquí lo perdió todo. Pero yo tengo una cosa más
que anadir. Pues no únicamente una sola parte de la virtud descuidada nos
cierra la entrada en el cielo, sino que lo mismo acontece si esa parte no se
practica con la conveniente diligencia y fervor. Pues dice el Senor: Si
vuestra justicia no sobrepasa a la de los escribas y fariseos no entraréis
en el reino de los cielos. 313 De manera que si no das limosna en cantidad
mayor que ellos, no entrarás en el reino. Pero ¿cuánto daban ellos de
limosna? Voy ahora a declararlo para excitar a que den los que no dan; y
para que quienes dan no se ensoberbezcan sino que sean más generosos aún. ¿Qué daban ellos? El diezmo de todos sus haberes y luego otro diezmo y luego
un tercer diezmo, de manera que daban casi la tercera parte de sus bienes;
puesto que tres décimas casi la completan. Y luego además las primicias, los
primogénitos de sus animales y otras muchas limosnas, por ejemplo para la
purificación, por sus pecados y lo que daban en las fiestas y en los
jubileos y en perdonar deudas y dar libertad a los siervos y en conceder
préstamos sin cobrar réditos. 314 Pues si quien da de limosna la tercera
parte de sus bienes, o mejor dicho la mitad (pues reunidas todas esas
partidas equivalen a la mitad), si el que da la mitad de sus bienes no hace
obra notable, quien no da ni la décima parte ¿qué recompensa merecerá? Con
razón dijo: Pocos son los que se salvan.
En consecuencia, no hagamos poco caso del cuidado de una vida virtuosa. Pues
si una parte de la virtud si se descuida, tan grave dano acarrea, ¿cómo
escaparemos del castigo, estando rodeados por todas partes de cosas que
merecen juicio y condenación? ¿qué penas no se nos impondrán? Preguntarás:
entonces ¿qué esperanza nos queda de salvación? Porque cada una de las cosas
que hemos enumerado nos amenaza con la gehenna. A mí me toca decíroslo. Pero
en realidad, si cuidamos podemos alcanzar la salvación; por medio de la
limosna podemos curar nuestras llagas. Porque no fortalece tanto al cuerpo
la unción con el óleo, como la misericordia torna al alma firme e invencible
en todo. Ella la hace inexpugnable al demonio, pues ungida con ese óleo, de
cualquier parte que el diablo la quiera tomar, el aceite no se lo permite,
sino que al punto se le resbala: el óleo no le permite al demonio cogerla
por los hombros ni retenerla con sus manos.
Unjámonos frecuentemente con este óleo; pues él es motivo de salud, y
confiere luz y esplendor. Instarás diciendo: pero es que aquel otro posee
tantos más cuantos talentos de oro y nada da. ¿Qué te interesa esto? Así
serás tú más admirable, si de tu pobreza te muestras más generoso que él.
Por esto Pablo admiraba a los macedonios: no porque daban, sino porque daban
de su pobreza. Ni mires, pues, a esos ricos, sino al común doctor de todos,
que no tenía en dónde reclinar su cabeza. Insistirás: pero ¿por qué fulano y
fulano no lo hacen así? No condenes a los otros, sino tú procura estar libre
de acusación: mayor será tu castigo si acusas a los demás y tampoco das
nada. Serás reo del mismo crimen de que los acusas. Si Cristo no permite ni
aun a los buenos juzgar de los demás, mucho menos a los pecadores.
No juzguemos, pues, de los otros ni nos fijemos en los desidiosos, sino en
Cristo Senor nuestro y de ahí tomemos ejemplo. ¿Acaso yo fui el que te colmó
de dones? ¿fui yo el que te redimió para que hacia mí vuelvas tus miradas?
Es otro el que te ha dado todo. ¿Por qué, dejando a un lado al Senor,
vuelves tus ojos al consiervo? No lo has oído que dice: Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón; y también: Quien de vosotros quiera ser el
primero sea esclavo de todos; y luego: Como el Hijo del hombre que no vino a
ser servido sino a servir. Y para que, si acaso topas con consiervos
perezosos, no te hagas negligente, te aparta de ellos diciendo: Os he dado
ejemplo para que como lo he hecho con vosotros, así vosotros lo hagáis. 315
¿Es que entre los vivos no hay alguien que te pueda servir de maestro y
llevarte a esa virtud? Pues mayor gloria y encomio será para ti, por llegar
a ser admirable sin preceptor: y esto se puede alcanzar y con facilidad, si
queremos, como se comprueba con los que primeramente lo llevaron a cabo. Así
Noé, Abraham, Melquisedec, Job y otros a éstos semejantes. Vale la pena
mirar hacia ellos diariamente; y no hacia esos otros a quienes diariamente
emuláis y de quienes en vuestras reuniones habláis.
Porque yo por todas partes no oigo sino palabras como éstas: Aquél posee
tantas y tantas yugadas de campo; aquel otro es rico; el de más allá
construye edificios. Pero !oh hombre! ¿por qué tan reciamente anhelas las
cosas exteriores? ¿por qué te fijas en otros? Si quieres fijarte en otros,
considera a los hombres probos e ilustres que cuidadosamente guardan todos
los mandamientos; pero no a quienes los quebrantan y viven en desdoro
perpetuo. Si a éstos miras, sacarás de ahí muchos males, y caerás en
arrogancia y desidia y harás dano a los demás. Pero si consideras a los
probos, por ahí lograrás humildad, diligencia, compunción y otros mil
bienes. Oye lo que le sucedió al fariseo porque habiendo hecho a un lado a
los hombres buenos, se fijó en el pecador: óyelo y teme. Observa cuán
admirable fue David por haber puesto sus ojos en sus mayores que habían
brillado por la virtud: Extranjero soy, dice, y peregrino, como todos mis
padres. 316 Y esto porque él y cuantos eran como él, dejando a un lado a los
pecadores, pensaban en los varones conspicuos por la virtud. Pues haz tú lo
mismo.
Tú no estás sentado como juez de los hechos ajenos ni estás deputado para
examinar las culpas de otros. Se te ha ordenado examinar tus pecados y no
los ajenos. Pues dice Pablo: Si nos examináramos a nosotros mismos, no
seríamos castigados; si bien cuando el Senor nos castiga, nos quiere
ensenar. 317 Pero tú has invertido el orden cuando no te exiges cuenta de
tus culpas graves o leves, y en cambio andas cuidadosamente investigando las
culpas de los demás. No lo hagamos ya más, sino que, echando a un lado
semejante perturbación del orden, establezcamos en nuestro interior un
tribunal acerca de nuestros pecados y seamos a la vez jueces, acusadores y
verdugos. Si quieres examinar los hechos ajenos, fíjate no en los pecados
sino en las buenas obras; para que por medio del recuerdo de nuestras culpas
y la emulación de los buenos y la presencia del incorruptible tribunal, cada
día, como aguijoneados por el estímulo de la conciencia, y excitándonos a
mayor humildad y diligencia, consigamos los bienes futuros, por gracia y
benignidad del Senor nuestro Jesucristo, al cual, en unión con el Padre y el
Espíritu Santo, sea la gloria, el poder y el honor, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXV (LXVI)
Mientras subían a Jerusalén tomó consigo a solas a los doce; y les decía por
el camino: Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser
entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y lo
condenarán a muerte. Y lo entregarán a los gentiles para ser vilipendiado y
azotado y crucificado.
Y al tercer día resucitará (Mt 20, 17-19).
No SUBE directamente y al punto de Galilea a Judea, sino tras de haber
obrado diversos milagros y haber confundido a los fariseos y haber hablado a
los discípulos claramente acerca de la pobreza. Pues dice: Si quieres ser
perfecto, ve, vende lo que tienes; y acerca de la virginidad: El que pueda
entender que entienda; y acerca de la humildad: Si no os convertís y os
hacéis como ninos, no entraréis al reino de los cielos; y de la recompensa
en esta vida: Quienquiera que dejare casas, o hermanos, o hermanas, recibirá
el ciento tanto en esta vida; y finalmente también de la recompensa futura:
Y poseerá en herencia la vida eterna. Finalmente se dirige a la ciudad de
Jerusalén; y habiendo de llegarse a ella, de nuevo habla de su Pasión.
Era verosímil que quienes no querían que tales cosas sucedieran, las
hubieran echado en olvido; por lo cual frecuentemente se las recuerda, para
ejercitar continuamente su ánimo y aminorarles la pena. Y necesariamente
tenía que hablarles aparte, pues no era conveniente que aquello se divulgara
ni claramente se dijera, ya que de ello ningún bien se habría seguido. Si
los discípulos al oírlo se perturbaron, mucho más se habría perturbado el
vulgo. Preguntarás: pero ¿acaso no se le dijo esto al pueblo? Cierto que sí,
pero no tan claramente.
Porque ya les había dicho: Destruid este templo y en tres días lo
reedificaré; y también: Esta generación pide una senal y no se le dará otra
senal que la de Jonás profeta; y además: Aún estoy con vosotros por un poco
de tiempo y me buscaréis y no me encontraréis. En cambio, a los discípulos
no les habla así, sino que, del mismo modo que con toda claridad les había
dicho las otras cosas, así también lo hizo con ésta.
Mas ¿por qué se las decía si al fin y al cabo no entendían la fuerza de sus
palabras? Para que más tarde comprendieran que él iba a la Pasión con plena
presciencia y plena libertad y no sin saberlo ni obligado. En cambio, a los
discípulos, no solamente se las predijo por ese motivo, sino además, como ya
dije, para que en esa expectación se ejercitaran y así lo soportaran con
mayor facilidad; no fuera a ocurrir que si sucedía sin que la esperaran
sufrieran excesiva perturbación. Por esto al principio únicamente les
predijo su muerte; y cuando ya en eso se habían ejercitado y lo habían
meditado, anadió lo demás. Por ejemplo: Será entregado a los gentiles para
ser vilipendiado y lo azotarán. Y esto para que también cuando presenciaran
cosa tan triste esperaran la resurrección. Y pues no les había ocultado lo
que era triste y penoso, le dieran fe en lo glorioso.
Advierte cómo espera la oportunidad. No les habló de esto a los comienzos,
para no turbarlos; ni tampoco les dijo todo en una misma ocasión, para no
entristecerlos; sino tras de haber ellos tenido experiencia de su poder y
haberles hecho grandes promesas acerca de la vida eterna. Entonces por fin
les mete conversación sobre esto; y lo hace una y dos y muchas veces,
tejiéndola entre los milagros y las ensenanzas. Otro evangelista anade que
alegó a los profetas. Y otro dice que no entendieron sus palabras y que se
les ocultaba el sentido y que lo seguían estupefactos. Dirás que con eso se
perdió el fruto de la predicción. Pues si no entendían lo que se les decía y
habían oído, en vano podían esperar; y no pudiendo esperar, tampoco se les
podía avivar la esperanza. Pero yo te voy a proponer algo más difícil aún.
Si no entendían ¿por qué se entristecían? Y sin embargo, otro evangelista
dice que se entristecieron. Repito pues: si no entendían ¿por qué se
entristecían? ¿Por qué Pedro prorrumpió y dijo:!Salvo seas, Senor! !eso no
será jamás! si no comprendía? ¿Qué podemos responder? Respondemos que sí
comprendía que Jesús iba a morir, aun cuando la economía completa de
semejante misterio no la comprendía con claridad ni tampoco lo de la
resurrección ni las consecuencias tan grandes que de ella se iban a seguir.
Esto estaba oculto a ellos. Y por esto se dolían. Habían visto que otros
muertos habían sido resucitados por él; pero que él se resucitara y que de
tal modo se resucitara que ya jamás hubiera de morir, esto no lo habían
visto. Y esto era lo que aun habiéndoseles dicho repetidas veces no lo
comprendían; ni sabían con claridad qué género de muerte ni cómo le había de
sobrevenir al Maestro. Por tal motivo quedaron estupefactos y así lo iban
siguiendo. Y no sólo por eso, según me parece, sino además porque al
hablarles de la Pasión les ponía terror.
Semejantes cosas no les inspiraban confianza, aun cuando muchas veces oyeran
lo de la resurrección. Pues aparte de lo referente a su muerte, los
perturbaba sobre todo el oír que sería vilipendiado y azotado y otras cosas
semejantes. Cuando por una parte pensaban en los milagros, en los posesos
liberados, en los muertos resucitados y los demás hechos maravillosos; pero
luego oían esas otras cosas, quedaban estupefactos, de que quien tales cosas
había llevado a cabo tales otras hubiera de padecer. Por aquí caían en
grandes dudas, y unas veces creían y otras no creían y no atinaba con el
sentido de sus palabras. Y tan es así que no las entendían con claridad, que
al punto se acercaron los hijos del Zebedeo y le trataron acerca de los
primeros puestos en el reino. Pues le dijeron: Queremos que uno de nosotros
se siente a tu derecha y el otro a la izquierda.
Preguntarás: pero ¿cómo es que aquí el evangelista dice que fue la madre la
que se acercó? Es verosímil que sucedieran las dos cosas. Pues ellos tomaron
consigo a su madre para mayor eficacia en la súplica y para de este modo
doblegar a Cristo. Y que su súplica fuera sincera y que por cierta vergüenza
recurrieran a su madre, observa cómo se desprende de las palabras que Cristo
les dirige. Pero, mejor, sepamos antes qué es lo que piden, con qué fines y
de dónde les vino impulso semejante. ¿De dónde les nació el impulso? Veían
que Cristo los honraba más que a los otros y así esperaban conseguir lo que
pedían. Pero ¿qué piden? Oye a otro evangelista que con claridad lo expone.
Como se iban acercando a Jerusalén, dice, y pensaban ellos que ya iba a
establecerse el reino de Dios, hicieron su petición. Pensaban que ya estaba
cerca ese reino y que era un reino sensible y que si alcanzaban lo que
pedían ya en adelante nada triste les acontecería ni sufrirían. Pues no
suplicaban únicamente por el reino, sino por verse libres de trabajos.
Por esto Cristo ante todo les quita semejante pensamiento y les ordena
esperar muertes, peligros y toda clase de sufrimientos extremos. Les dice: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Que ninguno de vosotros se
perturbe por ver así de imperfectos a los apóstoles, pues aún no había
llegado la cruz, aún no se había dado la gracia del Espíritu Santo. Si
quieres conocer su virtud contémplalos después de esos misterios: los
encontrarás superiores a toda enfermedad y vicio del alma. Por eso el
evangelista descubre sus imperfecciones, para que veas cuáles fueron luego
por obra de la gracia. Por su petición se descubre que no buscaban nada
espiritual y ni noción tenían del reino de allá arriba. Pero veamos cómo se
acercan y qué es lo que piden. Le dicen: Queremos que nos concedas cualquier
cosa que te pidamos. Cristo les responde: ¿Qué queréis? No lo hizo porque lo
ignorara, sino para que ellos quedaran obligados a contestar y así
descubrieran su llaga, y ponerle remedio.
Ellos por su parte, avergonzados de haberse dejado llevar hasta ese punto
del afecto humano, lo interrogaron aparte de los otros discípulos. Pues dice
el evangelista que se les adelantaron para no ser oídos de los otros; y así
le expusieron su petición. Pienso yo que, como habían oído aquello de: os
sentaréis sobre doce tronos, querían obtener los primeros puestos. Sabían
que antecedían a los demás, pero temían de Pedro. Le dicen pues a Jesús:
Ordena que se siente uno de nosotros a tu diestra y el otro a la izquierda.
Y le urgen diciendo: Ordena. ¿Qué les contesta? Para demostrarles que ni
pedían cosa alguna espiritual, y que si supieran lo que pedían, jamás lo
habrían pedido, les dice. No sabéis lo que pedís. Es decir, cuán alta cosa
sea, cuán admirable, cuán por encima de las mismas Potestades del cielo.
Luego anade: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber y ver bautizados con
el bautismo con que yo voy a ser bautizado??Observas cómo inmediatamente los
aparta de aquella opinión hablándoles de cosas enteramente contrarias? Como
si les dijera: vosotros me habláis de honores y coronas; pues yo os hablo de
certámenes y trabajos y sudores. No es este tiempo de premios ni ahora
aparecerá aquella mi gloria: sino que la vida presente es de muerte, guerras
y peligros.
Advierte cómo por el modo de preguntarles al mismo tiempo los exhorta y
atrae. Porque no les dice: ¿Podéis soportar la muerte? ¿podéis derramar
vuestra sangre? Sino ¿qué? ¿Podéis beber el cáliz? Y luego alentándolos y
atrayéndolos anade: que yo voy a beber, con el objeto de darles mayor
prontitud por razón de su companía. Y lo llama bautismo para indicar que de
ahí vendría gran purificación a todo el orbe. Ellos le dicen:!Podemos! Lo
prometen al punto, llevados del fervor de su alma, sin saber lo que dicen,
pero esperando de este modo conseguir lo que pedían. ¿Qué les dice él?
Beberéis en verdad mi cáliz y seréis bautizados con el bautismo con que yo
voy a ser bautizado. Grandes bienes les profetiza. Pues significa: Seréis
dignos del martirio y padeceréis lo que yo voy a padecer; terminaréis
vuestra vida con una muerte violenta y en esto seréis mis companeros. Pero
sentaros a mi diestra y a mi izquierda, no está en mi poder otorgarlo, sino
a aquellos a quienes está reservado por mi Padre.
Una vez que les hubo levantado el ánimo y llevado a regiones más altas y los
hizo vencedores de la tristeza, finalmente corrige su petición. Mas ¿qué
significa lo que ahora se dice? Porque muchos hacen una doble pregunta: en
primer lugar si el sentarse a la derecha de Cristo le está reservado a
alguno; y en segundo lugar, si acaso el que es Senor de todos no puede
concederlo a quienes está reservado. En suma, qué significa lo dicho. Si
resolvemos la primera cuestión la segunda quedará clara para esos que
preguntan. ¿Qué significa, pues? Ninguno se sentará ni a la diestra ni a la
siniestra de El, pues su trono es inaccesible a todos: no digo únicamente a
los hombres ya sean santos y aun apóstoles, pero aun a los ángeles, los
arcángeles y todas las Potestades del cielo. Pablo eso lo pone como
prerrogativa del Unigénito cuando dice: Porque ¿a cuál de los ángeles dijo
jamás: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos como escabel de
tus pies? A los ángeles dice: El hace a sus ángeles vientos y a sus
ministros llama de fuego; pero respecto del Hijo dice: Tu trono, oh Dios,
por los siglos de los siglos. 318 Entonces ¿cómo dice: Sentarse a mi diestra
y a mi izquierda no está en mi poder otorgarlo? ¿Es porque ya están
determinados los que ahí se han de sentar? !De ninguna manera! !lejos tal
cosa! Sino que responde según el pensamiento de los que le preguntaban,
atemperándose a su debilidad. Porque ellos nada sabían de aquel trono
sublime ni del trono a la diestra del Padre, pues no alcanzaban ni siquiera
las cosas más bajas con mucho de que cada día eran instruidos. Lo único que
ellos buscaban era sentarse en los primeros lugares y preceder a los otros y
que nadie allá con El estuviera antes que ellos. Pues, como ya dije, habían
oído lo de los doce tronos e ignorando qué fuera eso, pidieron el primer
lugar.
Así que lo que Cristo dice es esto: Ciertamente moriréis por mí, os
inmolaréis en aras de la predicación, seréis partícipes de mi Pasión. Pero
eso no basta para que os adquiera los primeros lugares y estéis en los
puestos delanteros. Si llega algún otro que haya padecido el martirio y haya
alcanzado la virtud con mayor perfección que vosotros, aunque yo os amo y os
prefiero a otros, no por eso rechazaré al otro a quien ensalzan sus virtudes
y os daré el puesto de preferencia. Aunque para no causarles dolor, no se lo
dijo con estas palabras, sino que como en enigma lo dejó entender con
decirles: Mi cáliz ciertamente lo beberéis y seréis bautizados con el
bautismo con que yo lo seré; mas el sentarse a mi diestra o a mi izquierda
no está en mi poder otorgarlo, sino a aquellos a quienes está reservado por
mi Padre.
Pero ¿para quiénes está preparado? Para aquellos que por sus obras pueden
llegar a ser sobresalientes. Por eso no dijo: no puedo darlo yo, sino mi
Padre, para que no fuera a suceder que alguno, débil aún en la fe, lo tomara
a debilidad de Cristo y dijera que no podía éste retribuir. ¿Qué fue lo que
dijo? No está en mi poder, no me toca, sino a aquellos para quienes está
preparado. Para que esto que digo quede más claro, lo explicaré con un
ejemplo. Supongamos un prefecto de certámenes y que muchos bajan a las
competencias, atletas eximios. Pero que dos de esos atletas se acercan al
prefecto de certámenes y son muy especiales amigos suyos, y le dicen: Haz
que seamos proclamados y coronados, porque se apoyan en la dicha amistad y
benevolencia. Y aquél les contesta: No me toca ni está en mi poder
concedéroslo, sino sólo a aquellos para quienes está eso preparado a causa
de sus trabajos y sudores. ¿Pensaremos y diremos que ese prefecto está
destituido de todo poder? De ninguna manera. Al revés: lo alabaremos por su
sentido de justicia y equidad.
Pues bien, así como no diríamos que él no concede la corona por falta de
poder, sino porque no quiere violar las leyes de las competencias, ni
perturbar el orden jurídico, del mismo modo, creo yo, se expresó Cristo, de
todas maneras levantándoles el ánimo para que pongan la esperanza de su
salvación, después de Dios, en sus buenas obras. Por esto dice: A aquellos
para quienes está preparado. Como si dijera: pues ¿qué si aparecen otros
mejores que vosotros? ¿que mejores obras practican? ¿Acaso vosotros, por
haber sido mis discípulos vais a ocupar los primeros asientos, si no es que
se os juzgue dignos de ellos? Por esto de tener El la plena potestad de
juzgar se ve claro ser El dueno del universo. Así dice a Pedro: Te daré las
llaves del reino de los cielos. Y Pablo significando lo mismo, decía: En el
término, me está reservada una corona de justicia, con la que me retribuirá
en aquel día el Senor como justo juez; y no sólo a mí, sino a los que habrán
deseado con amor su advenimiento. 319 Se refiere al advenimiento que ya tuvo
realización. Y a todos es manifiesto que nadie se aventajará a Pablo. Ni te
admires de que Cristo estas cosas las haya dicho en forma un tanto oscura.
Pues Jesús los despide, de tal modo disponiendo las cosas que ellos no se
preocupen ni turben por eso de los primeros asientos, pues aquello les había
acaecido por humanas afecciones; y así, para no entristecerlos, logra ambas
cosas mediante esta oscuridad.
Entonces se indignaron los otros diez contra ambos hermanos. Entonces... ¿Cuándo? Cuando Jesús los increpó. Pues mientras Cristo daba su parecer no
se indignaban; sino que aun cuando veían que los dos hermanos eran
preferidos, por honra y reverencia del Maestro callaban, aunque en su ánimo
sintieran dolor, pues no se atrevían a manifestarlo. Ya antes habían sufrido
lo mismo respecto de Pedro, es decir, ese afecto humano, allá cuando la
didracma: no se indignaron, sino que solamente preguntaron: ¿Quién es mayor?
Acá, cuando vieron lo que los dos discípulos pedían, se indignaron. Pero no
se indignaron al hacer aquéllos su petición, sino cuando Cristo los increpó
y les advirtió que no ocuparán los primeros asientos, sino en el caso de que
se mostraran dignos de ello.
?Observas cuán imperfectos eran aún todos, tanto los que intentaban preceder
a los diez, como los diez que sentían envidia de los otros dos? Pero, como
ya dije, tráelos al medio más tarde y los verás desnudos de toda esa clase
de afecciones. Mira cómo el mismo Juan, que ahora con el motivo dicho se
acercó a Jesús, luego en todo daba la primacía a Pedro, tanto cuando éste
predicaba, como cuando hacía milagros. Así se ve en los Hechos de los
Apóstoles. Tampoco oculta sus hechos preclaros, sino que narra la confesión
hecha por Pedro, mientras todos callaban, y cómo entró al sepulcro, y lo
antepone a sí mismo. Ambos habían estado presentes a la crucifixión, pero
Juan, omitiendo las alabanzas propias se contenta con decir: El discípulo
aquel era conocido del pontífice. 320 Santiago sobrevivió poco tiempo, pues
desde el principio ardía en sumo fervor, de manera que habiendo renunciado a
todas las cosas, llegó a tan alta cumbre que desde luego sufrió el martirio.
Luego todos por el ejercicio de todas las virtudes se hicieron egregios.
Pero entonces se indignaron.
?Qué hace Cristo? Habiéndoles llamado a sí, les dijo: Sabéis que los jefes
de las naciones dominan despóticamente sobre ellas. Pues los veía turbados,
con llamarlos antes de hablarles los apaciguó tanto con el llamamiento mismo
como con acercarlos a Sí. Porque los dos dichos, separados del resto de
ellos, estaban ahí cerca hablando en privado. Por eso los llama también a
ellos cerca de sí, y de esta manera y también con poner de relieve lo que
los otros habían dicho y comunicarlo con los otros, consoló los ánimos de
todos que andaban agitados. Pero no los apacigua ahora como lo había hecho
anteriormente. Porque entonces trajo al medio a un nino y les ordenó imitar
su humildad y sencillez. Ahora en cambio más acremente los reprende por
ejemplos contrarios.
Les dice: Los jefes de las naciones dominan despóticamente sobre ellas y sus
magnates ejercen sobre ellas un poder tiránico. No debe ser así entre
vosotros, sino que quien aspire entre vosotros a ser grande sea servidor de
todos; y quien quiera ser el primero, será esclavo y el último de todos.
Demostró así que el anhelar los primeros puestos era cosa que se acercaba a
los usos de los gentiles. La ambición es una pasión tiránica que con
frecuencia agita a los grandes hombres. Por lo cual necesitan de mayor
castigo. Por lo cual también él aplica un mayor castigo al avergonzar a los
ánimos llenos de hinchazón mediante la comparación con los gentiles; y con
esto corta la envidia de los diez y la arrogancia de los otros dos. Como si
dijera: No os indignéis como si se os hiciera injuria. Quienes ambicionan
los puestos primeros, a sí mismos se hacen dano y se causan desdoro, pues
por eso mismo ocupan el último lugar. Porque las cosas no van por el mismo
camino entre nosotros y entre los gentiles. Los jefes de las naciones
dominan despóticamente sobre ellas; pero acá conmigo, el último es el
primero. Ni penséis, que lo digo sin razón, sino tomad ejemplo de mis obras.
Porque yo hice todavía algo más. Siendo Rey de las Potestades del cielo,
quise hacerme hombre y ser vilipendiado y sufrir improperios. Y no contento
con esto, me presenté a la muerte.
Por tal motivo dice: El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a
servir, y a dar su vida por la redención de muchos. Que es como decir: no
paré aquí, sino que di mi vida para redención. Y ¿por quiénes? Por enemigos.
Mientras que tú, si fueres humillado, en tu favor lo llevas; yo en cambio lo
hice por ti. No temas, pues, como si fueras a perder tu honra. Pues por más
que te humilles, no puedes abajarte tanto cuanto se abajó tu Senor. Pero ese
abajarse fue ascensión para todos y manifestó así su gloria. Pues antes de
hacerse hombre, solamente era conocido de los ángeles; pero una vez que se
hizo hombre y fue crucificado, no sólo no disminuyó su gloria, sino que
recibió además una nueva por el conocimiento que de El tuvo el orbe. No
temas como si se te arrebatara tu honra por el hecho de humillarte; pues, al
contrario, de ese modo, se te aumenta mucho más y se te hace mayor.
En consecuencia, no echemos por el otro camino, para danarnos a nosotros
mismos y hacernos guerra. Si queremos aparecer grandes, no seremos grandes,
sino al revés, seremos vilísimos. ¿Observas cómo continuamente los exhorta a
lo contrario y sin embargo concediéndoles lo que desean? Ya muchas veces lo
hemos demostrado anteriormente: así lo hizo, por ejemplo, cuando se trataba
de los avaros y de los codiciosos de vanagloria. Pues decía: ¿Por qué das
limosna delante de los hombres? ¿Para gozar de gloria? !No lo hagas!
!alcanzarás gloria! ¿Por qué amontonas riquezas? ¿para enriquecerte? No
amontones riquezas y serás rico. Y lo mismo ahora: ¿por qué anhelas los
primeros puestos? ¿para preceder a otros? Pues escoge el último lugar y
obtendrás el primero, puesto que ambicionar aquéllos es propio de los
ínfimos. Si quieres ser grande, no busques ser grande y entonces serás
grande. Pues lo otro es ser de verdad el último.
?Adviertes la manera con que los aparta de semejante enfermedad,
demostrándoles que de ese modo caen y del otro consiguen lo que anhelan;
para que aquello lo huyan y busquen lo otro? Y trajo a colación los gentiles
para declarar que semejante anhelo está lleno de desdoro y es abominable. Es
necesario que el arrogante se humille y que el humilde sea elevado. Pues
esta es la auténtica y verdadera elevación, que no consiste únicamente en el
nombre y apelativo. La elevación simplemente en lo externo, es fruto del
temor y la necesidad; pero la otra elevación es una semejanza de la alteza
de Dios. El que con ella es excelso, aun cuando a nadie cause admiración
permanece excelso. Por el contrario el soberbio, aun cuando todos lo adulen
y reverencien, es el más bajo de todos. Su honor se apoya en la fuerza y en
la necesidad y por lo mismo fácilmente cae; el otro nace del propósito de la
voluntad y por lo mismo permanece firme.
Admiramos a los santos porque siendo ellos los más eximios de todos, se
mostraron los más humildes de todos. Y por eso permanecen exaltados hasta el
día de hoy y la muerte nada les quitó de su excelsitud. Pero si os place
demostraremos esto mismo mediante el raciocinio. Acá llamamos alto al que
sobresale por la estatura de su cuerpo o porque está en lugar levantado; y
llamamos humilde a lo contrario. Pues bien: veamos quién es de verdad alto,
si el soberbio o el humilde, para que conozcas que nada hay más alto que la
humildad y nada más bajo que la soberbia. El arrogante y soberbio quiere ser
el más alto que todos y dice que nadie hay digno de él; y por más honores
que consiga, siempre ambiciona y busca otros mayores y piensa que aún nada
ha conseguido. Desprecia a los hombres y anda buscando que lo honren: !cosa
la más irracional de todas! Pues parece cosa enigmática. Busca que lo
glorifiquen aquellos a quienes desprecia. ¿Ves cómo el que se levanta más
alto, cae y yace por tierra? Pues eso de que juzgue que todos los demás
hombres con él comparados nada son, queda condenado por el nombre mismo de
arrogancia. Entonces ¿por qué corres tras de quienes, según tú, nada son? ¿por qué buscas que te honren?
¿por qué traes y llevas semejantes
acompanamientos y turbas? ¿Adviertes, carísimo, a ese bajo y sobre bajos
apoyado? Pero !ea! !examinemos al que de verdad es eximio! Este conoce bien
lo que es el hombre. Sabe que el hombre es un ser elevado y él se juzga el
último; por lo mismo, por mínimo que sea el honor de que disfruta, lo juzga
grande. Por lo mismo, es constante, es eximio, no cambia de pareceres;
porque juzga ser honores grandes los que provienen de aquellos que él juzga
grandes, aun cuando parezcan pequenos los hombres, pues para él son grandes.
El arrogante al revés: juzga hombrecillos de nada a los que le tributan
honores y en cambio juzga grandes los dichos honores. Además el humilde no
sufre enfermedades del ánimo: no lo conmueve la ira ni el amor de la
vanagloria ni la envidia. Pero ¿qué habrá más excelso que una alma libre de
tales enfermedades? El arrogante está pleno de ellas y se revuelca en el
cieno a la manera de un gusano, pues constantemente lo excitan la envidia,
la ira y el rencor. Entonces ¿quién es más excelso? ¿el que está por encima
de las enfermedades del alma o el que es esclavo de ellas? ¿el que las teme
y tiembla de ellas o el que permanece invicto y jamás ellas se apoderan de
él? ¿Qué ave diríamos que vuela más alto: la que está por encima de las
manos y lazos del cazador o la otra para coger la cual el cazador no
necesita ni de trampas, pues anda rastrera y no puede levantarse a lo alto?
Este es el arrogante: cualquier lazo fácilmente lo coge, pues anda
arrastrándose sobre la tierra.
Y si quieres, examina esto mismo por el lado del demonio. ¿Quién más abatido
que el demonio por haberse ensoberbecido? ¿quién más excelso que el hombre
si quiere ser humilde? El demonio se arrastra puesto bajo nuestras plantas,
pues dice la Escritura: Caminad sobre las serpientes y los escorpiones. 321
El humilde en cambio vive con los ángeles. Y si quieres conocer lo mismo por
los hombres soberbios, piensa en aquel bárbaro que llevaba consigo tan
numeroso ejército, pero no conocía ni siquiera lo que todos conocen; como
por ejemplo que la piedra es piedra y que los ídolos, ídolos son; y por lo
mismo era inferior a los mismos ídolos. Pero los que son fieles y piadosos,
ascienden sobre el sol; y ¿qué puede haber más elevado que ellos? Traspasan
incluso las bóvedas celestes, y pasando de vuelo a los ángeles, se presentan
ante el trono mismo regio de Dios. Y para que por otro camino conozcas la
vileza de los arrogantes, te pregunto: ¿quién podrá ser humillado y abatido:
aquel a quien Dios auxilia o aquel a quien Dios combate? Sin duda éste
último. Pues oye lo que dice la Escritura acerca de ambos: Dios resiste a
los soberbios y da su gracia a los humildes. 322 Voy a ponerte otra
pregunta: ¿quién es más elevado: el que sacrifica a Dios y le ofrece
víctimas; o el que apartado de Dios no pone en él su confianza en absoluto?
Dirás: ¿qué sacrificio puede ofrecer el humilde? Pues oye a David que dice:
Mi sacrificio es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh
Dios, no lo desprecias. 323 ¿Has visto la pureza del humilde? Pues mira
ahora la impureza del otro: Impuro es delante de Dios todo el que tiene un
corazón arrogante 324 Anádese que en aquél descansa el Senor: ¿En quién voy
a fijarme? En el humilde y contrito, que tiembla de mi palabra. 325 Este en
cambio es arrastrado juntamente con el diablo, porque el arrogante sufrirá
los tormentos del demonio. Por lo cual decía Pablo No sea que infatuado
caiga en la condenación del diablo. 326 Y además siempre le sucede lo
contrario de lo que anhela. Se ensoberbece para ser honrado y resulta el más
despreciado de todos. Porque los arrogantes son la gente más ridícula,
odiados de todos, fácil presa de sus enemigos, inclinados a la ira, impuros
delante de Dios. Pero ¿qué habrá peor que esto? Es el colmo de todos los
males.
En cambio ¿qué hay más dulce que los hombres humildes? ¿qué hay más feliz?
Son amables y queridos de Dios y ante los hombres disfrutan de suma gloria;
y todos los honran como a padres, los reciben como a hermanos, los abrazan
como a miembros propios. Seamos, pues, humildes para que seamos excelsos. La
arrogancia abaja demasiado. Ella fue la que echó por tierra al Faraón. Dijo:
No conozco a ese Senor. 327 Y quedó inferior a las ranas, a los mosquitos y
a las langostas y finalmente con armas y caballos fue sumergido en el mar.
En cambio, Abraham dijo: Yo soy polvo y ceniza 328 y así venció a millares
de bárbaros; y habiendo ido a dar en mitad de Egipto, regresó tras de lograr
un trofeo más espléndido aún; y ejercitando la humildad, siempre salió cada
vez más elevado. Por eso en toda la tierra es celebrado, en todas partes es
coronado y ensalzado. El Faraón en cambio no es sino tierra y ceniza u otra
cosa i la hay más vil que ésas.
Nada aborrece Dios tanto como la soberbia. Por esto desde el principio puso
todos los medios para desterrar esta enfermedad. Para ello fuimos hechos
mortales, y vivimos entre dolores y gemidos, y entre trabajos y miserias.
Por la arrogancia pecó el primer hombre, pues esperaba ser igual a Dios y el
resultado fue que ni siquiera conservó lo que ya poseía, sino que todo lo
perdió. Esa es la naturaleza de la arrogancia: que no sólo nada nos ayuda
para la vida, sino que nos priva aun de lo que ya tenemos. En cambio la
humildad no nos priva de bien alguno, sino que nos aporta los que no
poseíamos. Pues bien: insistamos en esta virtud, ejercitémosla para que
juntamente disfrutemos de la vida presente y consigamos la eterna, por
gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo, al cual sea la gloria y
el poder, junto con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXVI (LXVII)
Al salir ellos de Jericó le seguía una gran multitud. Y dos ciegos, sentados
a la vera del camino, como oyeron que pasaba Jesús, se pusieron a gritar: !Senor,
Hijo de David, apiádate de nosotros (Mt 20, 29-30).
ADVIERTE de qué lugar sale para Jerusalén; y en qué sitio estaba antes. Me
parece de suma importancia investigarlo. ¿Por qué no fue antes a Galilea,
sino que atravesó Samaria? Pero en fin dejemos eso a los que estas cosas
estudian. Pues si alguno quisiere examinar cuidadosamente, hallará que Juan
bien lo deja entender y pone el motivo. Por nuestra parte, estemos a lo que
nos hemos propuesto, y escuchemos a estos ciegos, mucho mejores que muchos
de los que ven. Pues sin tener guía, sin ver a Jesús que se acercaba,
procuraban empenosamente acercársele. Y comenzaron a clamar con grandes
voces; y como se les ordenara callar, más aún clamaban.
Así es un alma perseverante: se aprovecha por medio de los mismos que
procuran impedirla. Cristo permite que se les ordene callar para que resalte
el fervor de ellos y conozcas que en realidad eran dignos de recibir la
salud. Por lo mismo ni siquiera les pregunta si creen, como solía hacerlo,
pues sus clamores y el anhelo de acercársele suficientemente manifestaban su
fe. Por aquí conoces, carísimo, que aun cuando seamos viles y bajos en
exceso, si nos acercamos anhelosos a Dios, podremos alcanzar por nosotros
mismos lo que pedimos. Observa cómo estos ciegos, sin tener el patrocinio de
ninguno de los apóstoles y por el contrario habiendo muchos que los
detenían, pudieron pasar por sobre todos los obstáculos y acercarse a Jesús.
Y aunque los evangelistas no testifiquen haber tenido ellos alguna confianza
por su género de vida, pero el fervor les valió para todo.
Imitémoslos. Aunque el Senor dilate su don, aunque muchos se nos
interpongan, no cesemos de pedir. Así nos conciliaremos especialmente a
Dios. Advierte cómo a éstos por su fervor, para nada logra impedirlos ni la
pobreza ni la ceguera, ni el que no sean oídos, ni el que las turbas los
increpen. Así es un alma fervorosa y puesta en trabajos. ¿Qué hace Cristo?:
Los hace llamar y les dice: ¿Qué queréis que haga con vosotros? Respóndenle:
!Senor, que se abran nuestros ojos!?Por qué les pregunta? Para que nadie
pensara que El les daba una cosa distinta de la que ellos suplicaban. Pues
suele Cristo ante todo poner de manifiesto la virtud de los que son curados
y luego darles el remedio. Y esto así para inducir a los demás al mismo
fervor, como también para dejar en claro que con todo derecho gozan del
beneficio. Así procedió con la mujer cananea, así con el centurión, así con
la mujer que padecía flujo de sangre. Incluso esta admirable mujer previno y
se anticipó a la pregunta del Senor. Sin embargo, Jesús no la exceptuó, sino
que después del milagro y ya dada la salud, luego hizo públicas sus virtudes
y la hizo célebre. Así cuidaba de publicar las buenas obras de los que se le
acercaban y aun declararlas mayores de lo que eran, como lo hace aquí.
Una vez que los ciegos declararon qué era lo que anhelaban, movido a
compasión, Cristo los tocó. Esa compasión, causa de la curación, fue el
motivo único de su venida al mundo. Sin embargo, aunque todo era obra de
gracia y de misericordia, buscaba El que aquéllos fueran dignos del
beneficio. Y que estos ciegos lo fueran, queda claro por los clamores que
lanzaban y porque, habiendo obtenido el don, no hicieron lo que muchos
hacen, sino que no se apartaron ya de Jesús. Porque muchos una vez obtenida
la gracia se tornan desagradecidos. No eran ellos así, sino que antes de la
curación tuvieron perseverancia y después de ella fueron agradecidos, pues
siguieron a Jesús.
Cuando se acercaban a Jerusalén, y llegaron a Betfagé, en el monte de los
olivos, despachó Jesús a dos de sus discípulos con este encargo: Llegad a la
aldea de enfrente y luego hallaréis una asna atada y su pollino junto a
ella. Desatadlos y traédmelos. Si alguno os dijere algo, respondedle: El
Senor tiene necesidad de ellos y luego os los devolverá. Esto sucedió para
que se cumpliera lo predicho por el profeta: Decid a la hija de Sión: Mira:
Tu Rey viene a ti manso y montado sobre una asna y sobre un pollino que ella
crió. Muchas veces había Jesús subido a Jerusalén, pero nunca lo había hecho
con tan grande pompa. ¿Por qué fue esto? Porque las otras subidas eran
apenas el principio de la nueva economía; ni él era suficientemente
conocido; ni estaba próximo el tiempo de su Pasión. Por eso anteriormente se
mezclaba entre las turbas y aun subía de incógnito. Además de que semejante
modo de subir anteriormente no habría causado admiración y en cambio podría
haber causado mayor ira a los fariseos. Pero una vez que ya había dado
pruebas convincentes de su poder y estando ya la cruz a las puertas, se
revela con mayor claridad y todo lo hace con solemnidad mayor, tal que
pudiera luego herirlos a ellos.
Pudo todo hacerlo desde el principio, pero no habría tenido utilidad.
Advierte por tu parte cuántos milagros se verifican y cuántas profecías se
cumplen. Les dijo: Encontraréis una asna; les predijo que nadie se les
opondría, sino que quienes tal oyeran guardarían silencio. No es pequena
condenación de los judíos todo esto de que Jesús a hombres desconocidos y
que nunca había visto los persuada a que le entreguen lo que les pertenece,
sin contradecirlo. En cambio los judíos, cuando Él por medio de sus
discípulos obraba milagros, estando ellos presentes no creyeron. Ni pienses
que fue cosa pequena lo que sucedió. Porque ¿quién les persuadió a los
duenos que, al ver cómo les llevaban lo suyo, sobre todo siendo pobres y
probablemente agricultores, no lo impidieran? Pero ¿qué digo no lo
impidieran, pero ni siquiera altercaran o si altercaron en seguida los
persuadió a retirarse? Ambas cosas eran admirables: que nada dijeran cuando
les llevaban los animalitos; y que en oyendo que el Senor los necesitaba, se
apartaran y no contradijeran, sobre todo cuando no veían delante al Senor en
persona, sino a sus discípulos. Por aquí declara que bien podía impedir a
los judíos en su obra aunque ellos se resistieran, al tiempo en que lo iban
a prender y dejarlos mudos; pero que no quiso hacerlo. Ensena, por otra
parte, a los discípulos que cuando El pida se le debe dar, aun cuando ordene
que se le entregue la vida; y que no se le ha de contradecir. Pues si lo
obedecieron los desconocidos, mucho más debían ellos abandonarlo todo.
Además cumplía entonces otra doble profecía: una con sus obras, otra cosa
con sus palabras. Pues Zacarías predijo que El se asentaría en una asna como
rey, y así al asentarse ahora cumplió esa profecía. Al mismo tiempo,
comenzaba a cumplir otra, que con sus hechos El presignificaba. ¿Cómo?
Prefigurando la vocación de las naciones impuras con el sentarse en el asna
y cumplir la profecía de Zacarías, pues había de suceder que El se asentara
en ellas y ellas se llegaran a él y lo siguieran. Así se enlazó una profecía
con otra. Pero a mí me parece que no fue esta la única causa de que se
asentase en la pollina, sino además para darnos ejemplo de virtud. Porque no
únicamente cumplía las profecías, ni únicamente iba injertando los dogmas
verdaderos, sino que además nos ensenaba el recto modo de ordenar nuestra
vida. Por dondequiera nos iba dejando reglas para el diario uso y para
llevar continuamente una vida virtuosa.
Por esto al nacer no se procuró una mansión espléndida, ni una madre rica e
ilustre, sino pobre y desposada con un artesano; y nació en un tugurio, y
fue recostado en un pesebre. Y cuando escogió a sus discípulos no los tomó
de entre los retóricos y sabios filósofos ni de entre los ricos, opulentos y
nobles, sino de entre los pobres e hijos de pobres y plebeyos. Y cuando ha
de poner la mesa a las turbas, sólo presenta panes de cebada o manda a los
discípulos que vayan a la plaza y los compren; y cuando dispone los lechos
del triclinio, usa únicamente de heno. Se viste de panos vulgares y que usan
los del pueblo. Casa no la llega a tener. Y si necesita ir de un sitio a
otro, camina a pie y se fatiga. Cuando se asienta, no necesita de trono ni
de almohadones, sino que toma asiento en la tierra, unas veces en el monte y
otras junto a la fuente; ni solamente al lado del pozo, y solo y sin
cortejo, y así habla a la samaritana.
También puso términos definidos al dolor, y cuando se hace necesario llorar,
derrama algunas lágrimas, siempre proponiéndonos la regla y modo de hasta
dónde debemos ir y en dónde conviene detenernos en semejantes
manifestaciones. Y como acontece que algunos, por ser más débiles, necesitan
de cabalgadura, aquí nos puso la medida, demostrándonos no ser necesarios
los corceles y ni los mulos, sino que se ha de usar del asno y no más y que
con eso basta para el diario uso. Pero veamos también la profecía expresada
con las palabras y con los hechos. ¿Cuál es?: He aquí que tu rey viene a ti
manso y montado sobre un asno, en un pollino, cría de asna, 329 no
conduciendo una carroza como los otros reyes, no exigiendo tributos, no
metiendo pavor, no circundado de guardias, sino en todo esto mostrando su
modestia grande.
Pregunta, pues, a los judíos: ¿qué rey montado en un asno penetró en
Jerusalén? No podrán senalar a otro, sino a éste. Y, como ya dije, esto lo
hacía Jesús prefigurando lo futuro. Pues aquí por el pollino es significada
la Iglesia y el nuevo pueblo, el antes impuro, purificado una vez que Jesús
se asentó entre él. Observa la exactitud de la imagen. Son los discípulos
quienes desatan el asna. Pues mediante los apóstoles los pueblos y nosotros
hemos sido llamados y traídos a Jesús. Y pues nuestra vocación enciende la
emulación de ellos, por ser gloriosa, por esto el asna sigue al pollino. Y
una vez que Cristo se asiente entre las naciones, entonces vendrán también
los judíos, pero inflamados en perversos propósitos, como lo declara Pablo
con estas palabras: Una parte de Israel cayó en ceguedad, hasta que ingrese
la totalidad de los gentiles. Entonces todo Israel será salvo. 330 Que esto
fuera una profecía, es manifiesto por lo ya dicho; pues si no fuera profecía
no habría el profeta declarado con tanta diligencia la edad del pollino. Ni
solamente se significa eso con lo dicho antes, sino además que los apóstoles
con facilidad traerán los pueblos. Así como en este caso nadie contradijo ni
quiso detener el asna, así en la conversión de las naciones, nadie de los
que antes las habían poseído pudo impedirlas ahora. Y no se asienta Jesús
sobre el asna en pelo, sino sobre los mantos de los apóstoles. Pues ya
habían recibido el pollino, arrojan todo lo demás. Así dijo Pablo: Por lo
que a mí hace, con sumo gusto gastaré y me desgastaré yo todo, en bien de
vuestras almas. 331 Por tu parte, considera también la mansedumbre del
pollino, que siendo aún sin domar y sin haber experimentado el freno, no
recalcitra, sino que quietamente era llevado. Y también esto era profecía de
lo futuro; y significaba la mansedumbre futura de los pueblos y el pronto
cambio de las costumbres. Todo lo llevó a cabo aquella palabra: Desatadlo y
traédmelo; de manera que lo desordenado se ordenara y lo inmundo se
purificara finalmente.
Observa también el ánimo abyecto de los judíos. Muchos milagros hizo Jesús y
nunca lo admiraron como ahora; pero como vieron a las turbas que afluían,
quedaron espantados: Y se conmovió toda la ciudad y se decían: ¿Quién es
éste? Y las turbas respondían: Este es Jesús el profeta de Nazaret de
Galilea. Les parecía con eso decir algo grande, pero en eso mismo su
sentencia era rastrera, baja, abyecta. Por su parte Cristo procedía así no
por ostentación, como ya dije, sino para cumplir una profecía y ensenarnos
la virtud y para consolar a los discípulos que se dolían de que iba a morir;
y al mismo tiempo demostrando que todo lo iba a padecer voluntariamente.
Advierte lo exacto del profeta y cómo todo lo predijo. Unas cosas las
profetizó David, otras Zacarías. Procedamos nosotros de igual manera:
celebrémoslo con himnos y demos nuestros vestidos a los que lo traen. ¿De
qué perdón seremos dignos si otros cubren con sus mantos el asno en donde El
se asentaba y otros arrojaban sus vestidos a sus pies, y nosotros viéndolo a
El desnudo y cuando no se nos ordena despojarnos de todo, sino solamente
gastar un poco, ni siquiera esa pequena generosidad demostramos? Aquéllos lo
siguen delante y en pos, mientras que nosotros aun acercándose El lo
rechazamos y lo injuriamos. ¿De qué castigo, de qué venganza no es digno
todo esto? Se acerca a ti el Senor necesitado y ni siquiera quieres escuchar
su súplica, sino que lo acusas, lo increpas; y lo haces tras de haber
escuchado las palabras de este pasaje. Pues si con dar una miseria de pan o
una mezquindad de dinero, todavía te muestras tan agarrado, tan avaro, tan
tardo, ¿qué sería si tuvieras que dar todo lo que tienes? ¿No has observado
cómo allá en el teatro aquellos hombres generosos derrochan cantidades para
las meretrices? Pero tú ¿ni siquiera la mitad de lo que ellos dan, mejor
aún, ni aun una mínima parte, gastas? El demonio por su parte ordena dar a
quienesquiera que sean, y con eso nos acarrea la gehenna y sin embargo tú
así das. Cristo ordena dar a los pobres y promete el reino de los cielos; y
tú, no sólo no das, sino que además injurias; y prefieres obedecer al
demonio para ser atormentado antes que a Cristo para conseguir tu salvación.
¿Qué habrá peor que semejante estulticia? Aquél te acarrea la gehenna, éste
el reino; y sin embargo dejas a éste y corres hacia aquél. A éste que se
acerca lo rechazáis; a aquél que anda lejos, lo llamáis. Es como si un rey
vestido de púrpura y ornado con la diadema no te persuadiera, y en cambio un
ladrón que vibra la espada y te amenaza con la muerte fácilmente te
persuadiera.
Pensando estas cosas, carísimos, por fin abramos los ojos y estemos
vigilantes. Ya me da vergüenza hablaros de la limosna, habiendo con tanta
frecuencia tocado este punto, sin conseguir mayor fruto de mis admoniciones.
Ciertamente dais ya un poco más que antes, pero no cuanto yo quisiera. Os
veo que sembráis, pero no con generosidad; por lo cual temo que recogeréis
poco. Examinemos, si os parece, cómo es poco lo que damos; y si hay en la
ciudad más pobres que ricos y los que ni son pobres ni ricos, sino que
tienen un lugar intermedio. Pongamos la décima parte que son ricos, la
décima que son pobres que nada tienen, los demás pongámoslos en la clase
intermedia. Dividamos la multitud entera de la ciudad entre el número de los
pobres y observaréis cuánto sea el desdoro.
Abundantemente ricos hay pocos; los que vienen enseguida, son muchísimos;
los pobres con mucho en menor número. Y sin embargo, siendo tantos los que
pueden alimentar a los pobres, todavía hay muchos que van al lecho
hambreados; y no porque no pueden los opulentos suministrarles lo necesario,
sino porque éstos son en exceso duros e inhumanos. Si dividen entre sí los
ricos y los que gozan de mediano bienestar a los que necesitan de pan y de
vestido, apenas se encontrará que a un pobre lo tengan que alimentar
cincuenta y aun cien de aquéllos. Y sin embargo, habiendo tan grande
abundancia de quienes pueden suministrar lo necesario, diariamente andan los
pobres llorando su penuria. Y para que comprendas su inhumanidad y dureza,
advierte que la Iglesia apenas si posee lo que uno de esos ricos y uno de
bienestar medio; y sin embargo a cuántas viudas y a cuántas doncellas
alimenta cada día: su número sube a unas tres mil. Y anade a los que están
detenidos en las cárceles, a los enfermos en los hospitales, y a los demás
que aunque de buena salud, son peregrinos, o están mutilados de alguno de
sus miembros, y a otros que adventiciamente socorre día por día. Y sin
embargo sus haberes no se han disminuido. De manera que con diez ricos que
quisieran suministrar tanto como la Iglesia, no quedaría pobre alguno sin
socorro.
Preguntarás: entonces ¿qué queda para nuestros hijos? Siempre queda el
capital y además se aumentan los réditos si colocas en el cielo tus haberes.
Pero si no queréis dar tanto, a lo menos dad la mitad, o la tercera parte o
la cuarta o la quinta o en fin al menos la décima. Podría así nuestra ciudad
alimentar a los pobres de diez ciudades. Si os place hagamos las cuentas.
Pero en realidad esto no necesita de cuentas, pues es patente lo fácil que
eso sería. Observad cuántas y cuán grandes alcabalas con frecuencia tiene
que pagar una sola casa para los gastos urbanos sin grave detrimento y casi
sin sentir semejante gasto. Si cada uno de los ricos quisiera tomar sobre sí
este servicio en favor de los pobres, en un momento se ganaría el cielo.
Entonces ¿qué perdón, qué sombra de excusa nos queda si ni siquiera lo que
aquí tenemos que abandonar al partir de esta vida lo damos a los pobres con
la generosidad con que otros gastan en los teatros, sobre todo teniendo que
coger tan abundante fruto de semejante obra? Aunque hubiéramos de permanecer
aquí para siempre no convendría omitir gastos tan bellos. Pero siendo así
que dentro de un poquito de tiempo nos hayamos de partir, y tengamos que ser
arrebatados de aquí sin cosa alguna ¿qué defensa tendremos si no damos
limosna de nuestras entradas a los pobres? No te obligo yo a que disminuyas
tus posesiones; no porque yo no lo quisiera, sino porque te veo en exceso
desidioso. De manera que no te obligo a eso; pero de ellas toma algo de los
frutos y dalo y no reúnas con eso dineros. Te basta con que como de una
fuente fluyan a ti los réditos de tus riquezas: haz a los pobres partícipes
de ellos. Sé buen administrador de los bienes que Dios te ha concedido.
Alegarás que tienes que pagar contribuciones. Entonces ¿desprecias al pobre
sólo porque no hay quien te exija? Y por cierto, no te atreves a resistir al
cobrador que te obliga y te urge, ya produzca frutos tu campo, ya no los
produzca; y en cambio al pobre que nada te exige y solamente te pide cuando
tu campo ha producido ganancias ¿ni siquiera le diriges una palabra? Pero ¿quién te librará de aquellos intolerables suplicios? !Nadie, en verdad! Si
aquí en la tierra cuidadosamente pagas tus contribuciones porque para quien
no las satisfaga hay decretadas gravísimas penas, quisiera yo que medites
qué mayores castigos se te preparan por este otro lado: no porque vayas a
ser puesto en cadenas, ni porque vayas a ser encarcelado, sino porque serás
arrojado al fuego eterno. Consecuentemente, paguemos antes que nada estas
otras contribuciones. Son más fáciles de pagar, tienen mayor recompensa, es
más abundante la negociación, y más grave el castigo si perversamente nos
portamos. Porque caeremos en un castigo que no tendrá fin.
Y si me objetas los soldados que luchan contra los bárbaros en tu defensa,
hay acá también otro ejército que hace la guerra y lucha en tu favor; pues
cuando reciben tu limosna, con sus oraciones aplacan a Dios para contigo; y
aplacándolo apartan de ti no a los bárbaros sino las asechanzas de los
demonios no dejan que te acometa el Maligno fuertemente ni que con
frecuencia se levante contra ti, sino que le debilitan sus fuerzas. Pues
viendo diariamente a este ejército que con sus preces y oraciones lucha en
tu favor contra el demonio, exígete a ti mismo este bello tributo que
consiste en suministrarle alimentos. Manso como es este Rey no te ha
impuesto cobradores pues quiere que tú voluntariamente des; y aunque des una
nonada la recibe. Y si por no ser tú tan rico dejas de dar durante mucho
tiempo, no obliga al que no tiene.
Pues no abusemos de su paciencia. Atesoremos para nosotras, no ira sino
salvación; no muerte, sino vida; ni suplicios ni castigos, sino honores y
coronas. No hay aquí que pagar a los conductores de lo que ha de darse; no
hay que trabajar para sacar la plata. Si tú la entregas, Dios se encarga de
llevarla al cielo; él mismo te prepara la negociación sumamente productiva.
No hay que andar buscando algún hombre que lleve lo que damos. Da y al punto
tu dádiva sube al cielo; y no para que con ella otros soldados se alimenten,
sino para guardártela con grandes réditos. Porque acá, si algo das ya no te
es lícito retirar tu dádiva; en cambio allá en el cielo, la recibirás de
nuevo con grandes honores y fructificando mayores ganancias espirituales. Lo
que acá pagas son exacciones; pero allá se te convierte lo que des en
aumento, en réditos, en deuda que te pagarán. Dios te ha hecho una
escritura, pues dice: Quien se apiada del pobre, presta al Senor, el cual le
dará su recompensa. 332 Aun siendo Dios te ha dado arras y fiador.
?Qué arras son ésas y qué fiador? Los bienes de la vida presente, los bienes
espirituales, los bienes sensibles, las primicias y comienzos de los bienes
futuros. Entonces ¿por qué tardas, por qué dudas cuando ya recibiste tantos
y tan excelentes bienes y tantos otros esperas? Los que ya recibiste son el
cuerpo que te formó, el alma que inspiró, la razón de que a ti en la tierra
solo te dotó, el uso de todas las cosas que caen bajo los sentidos que te
proporcionó. Además te dio el conocimiento de Sí mismo, entregó por ti a su
Hijo; te concedió el bautismo repleto de bienes tantos y también la mesa
sagrada; y finalmente te ha prometido el reino y bienes inefables. Pues
habiendo recibido tantos bienes y habiendo de recibir tantos otros -pues lo
repetiré de nuevo- ¿serás tacano respecto de riquezas que perecen? ¿Qué
perdón tendrías? Es que atiendes a tus hijos y por causa de ellos te rehúsas
a dar limosna. Más bien edúcalos para que sepan ganar semejantes lucros. Si
tuvieras dineros puestos a rédito y tu deudor fuera un hombre probo,
preferirías dejar a tus hijos antes las escrituras de contrato, que el
dinero mismo, para que ellos de ahí fueran recibiendo grandes frutos y no se
vieran obligados a andar buscando otro con quien colocarlo. Pues en nuestro
caso pásales a tus hijos esa escritura de Dios y déjales a El como deudor.
No vendes tus campos, sino que los heredas a tus hijos, para que se
conserven sus frutos y de ahí se les aumente su caudal. Y ¿temes dejarles
esta escritura más fructuosa que cualquier campo y cualesquiera entradas y
que tan grandes frutos produce? ¿Qué estulticia, qué locura es ésta? Y eso
aun sabiendo que aunque dejes la escritura a tus hijos, sin embargo al
partir de este mundo la llevas contigo. Porque así son las cosas
espirituales y gozan de amplia largueza. No seamos pues tan apocados ni
resultemos tan inhumanos con nosotros mismos; sino tomemos esta valiosa
mercancía, para que al salir de esta vida la llevemos con nosotros y sin
embargo la heredemos al mismo tiempo a nuestros hijos, y consigamos los
bienes futuros, por gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo, al
cual, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, sea la gloria, el poder y
el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
HOMILIA LXVII (LXVIII)
Entró Jesús en el templo y arrojó a todos los que en el templo compraban y
vendían; y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los que
vendían palomas. Y los amonestó diciendo: Escrito está: Mi casa será llamada
casa de oración, mas vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones (Mt
21, 12-13).
ESTO MISMO refiere Juan, pero lo hace al principio de su evangelio, mientras
que Mateo lo hace al fin. Por esto es verosímil que haya sucedido dos veces
y en diversas fechas. Y esto parece claro así por el tiempo, como por la
respuesta. Pues la primera vez sucedió en el tiempo de Pascua; ahora en la
Pascua misma. Entonces dijeron los judíos a Jesús: Qué senal nos das. 333
Acá, en cambio, callan aun cuando El los reprende, porque ya todos admiraban
a Jesús. Pero de aquí resulta una más grave acusación contra los judíos,
pues perseveraron en semejante comercio a pesar de que Jesús procedió contra
él una y dos veces. Y lo llamaban adversario del Padre, cuando 1o
conveniente era aprender que El daba al Padre el debido honor y que poseía
un gran poder. Porque ya había hecho muchos milagros y veían que sus obras
estaban de acuerdo con sus palabras.
Pero ni así se dieron por vencidos, sino que se indignaban a pesar de oír al
profeta que así clamaba y traía al medio a los ninos de muy corta edad que
lo proclamaban. Por esto Jesús al reprocharlos, les presenta a Isaías, que
dice: Mi casa será llamada casa de oración. Y manifestó su poder no
únicamente con este hecho, sino con curar a diversos enfermos. Pues dice el
evangelista: Se le acercaron los cojos y los ciegos y los curó: así demostró
su fuerza y poder. Pero ellos, ni así dieron su brazo a torcer, sino que, al
oír a los ninos que lo ensalzaban y vieran sus milagros, se ahogaban de ira
y le decían: ¿No oyes lo que éstos dicen? Esto podía Cristo haberles dicho a
ellos: ¿No oís lo que estos ninos dicen? Porque los ninos lo ensalzaban como
a Dios. ¿Qué hace Cristo? Como contradecían lo que era evidente, más
acremente los reprende diciendo: ¿No habéis leído nunca que: De la boca de
los pequenos y de los ninos de pecho te procuraste alabanza? 334 Bellamente
dijo: De la boca, pues aquellas palabras no procedían de la mente y
pensamiento de ellos, sino la lengua aún tierna de los ninos era dirigida
por la virtud de El. Era eso figura de los gentiles que apenas balbucía,
pero luego con ánimo y su fe grandemente lo ensalzaron y fue un consuelo
grande para los apóstoles; pues para que no dudaran de cómo unos hombres
rudos podrían llevar adelante la predicación, estos ninos se adelantaron y
les quitaron del ánimo semejante angustia; y les dieron esperanzas de que
quien dio a los ninos capacidad para cantar himnos, también a ellos les
daría la facilidad para expresarse. Aparte de que con aquel milagro se
demostró que era El el creador de la naturaleza. De manera que los ninos, a
pesar de su tierna edad, hablaban cosas de buen augurio y que decían bien
con lo celestial; mientras los judíos hablaban cosas redundantes en locura y
furor. Así es la perversidad. Muchas cosas había que podían conmoverlos: las
turbas, el haber arrojado a los vendedores, los milagros, los ninos que
cantaban; pero El los abandona para dar lugar a que se aplaque su hinchazón
y su rabia; y no quiso ensenar entonces para que no llevaran pesadamente su
doctrina, pues estaban ardiendo en ira y envidia.
Al amanecer, mientras hacía el camino de retorno a la ciudad, sintió hambre.
¿Cómo fue que tuviera hambre al amanecer? Pues cuando El se lo permitió a la
carne, entonces se manifestó esa hambre. Y viendo una higuera cerca del
camino se llegó a ella. Y no le encontró sino hojas. Otro evangelista anade
que aún no era tiempo del fruto. Pero entonces ¿cómo es que otro evangelista
dice: Se acercó por si acaso encontraba en ella fruto? Aquí es cosa clara
que el evangelista habla de lo que pensaban los discípulos, pues con
frecuencia los evangelistas exponen las opiniones de los discípulos. Eran
éstos aún un tanto imperfectos. Y así como pensaban lo anterior, así les
sucedía al creer que Jesús maldecía la higuera porque no llevaba fruto. Mas
¿por qué fue maldecida? Por razón de los discípulos, a fin de que tuvieran
confianza.
En efecto: Jesús por dondequiera dispensaba beneficios y a nadie castigaba;
y sin embargo, era necesario dar un ejemplo de su potestad para castigar,
para que supieran tanto los discípulos como los judíos que El, pudiendo
acabar con los que lo crucificaron, sin embargo de buena gana les permitió
que lo crucificaran y no los destruyó. Pero no quiso hacer demostración en
los hombres, sino que dejó ejemplo de su poder de castigar en un árbol. Pero
cuando tales demostraciones se llevan a cabo en algunos sitios, o árboles o
animales irracionales, no te eches a inquirir con vana curiosidad, ni
preguntes: ¿Con qué justicia fue secada la higuera, no siendo tiempo de que
llevara fruto? Tal pregunta es vanísima. Atiende mejor al milagro, admíralo,
glorifica al autor de los milagros. Lo mismo preguntaron muchos con ocasión
de las piaras ahogadas en el lago, inquiriendo la justicia de lo hecho. Pero
no hay que hacerles caso: al fin y al cabo los cerdos carecían de razón, lo
mismo que la higuera carecía de alma.
Pero en fin: ¿por qué se llevó a cabo así la cosa y por qué la ya dicha fue
la razón de la maldición aquella? Como ya indiqué, todo eso era lo que
pensaban los discípulos. Sin motivo dicen algunos que en eso de no ser el
tiempo de llevar fruto, se significa la Ley; pues al fin y al cabo, el fruto
de la Ley era la fe; y ya había llegado el tiempo de la fe, fruto venido de
la Ley. Pues dice Jesús: Ya las regiones están blanqueando para la siega; y
también: Yo os he enviado a segar lo que vosotros no habéis trabajado. 335
Pero nada se deja entender aquí acerca de la Ley, sino que el hecho declara
la potestad vindicativa de Jesús. Al decir: Aún no era tiempo, se significa
que Cristo vino a la higuera no precisamente porque tuviera hambre, sino por
razón de los discípulos, los cuales se admiraron grandemente, aún cuando ya
habían visto senales más maravillosas. Pero este Caso era insólito, ya que
por vez primera Cristo manifestaba su potestad de castigar.
Por eso hizo el milagro no en otro árbol, sino en ese que es abundantísimo
en savia, para que por aquí apareciera ser un milagro mayor. Y para que veas
que por ellos fue hecho, para que se les acrecentara la fe, oye lo que
sigue. ¿Qué es lo que dice? Vosotros si queréis creer haréis milagros
mayores y si confiáis en la oración. ¿Adviertes cómo todo fue hecho por
razón de ellos, a fin de que no temieran las asechanzas? Por esto lo repite
para persuadirlos a que insten en la oración y confiadamente crean. En
cambio los judíos, arrogantes e hinchados de soberbia, para poner mácula en
su doctrina le preguntan: ¿Con qué autoridad haces esto? No pudiendo negar
los milagros, le objetan el echar del templo a los vendedores y haberlos
reprendido.
Del mismo modo aunque no con las mismas palabras le preguntan, según Juan, y
expresan la misma sentencia. Porque le dicen: ¿Qué senal nos presentas que
te acredite para proceder así? 336 Pero allá les responde: Destruid este
templo y en tres días lo reedificaré. Mientras que acá los deja en duda. Por
aquí se ve que aquel, suceso se verificó al principio cuando comenzaba a
hacer milagros y esto otro ya al fin. Y lo que le quieren decir es lo
siguiente; ¿Te has convertido en maestro? ¿has sido consagrado sacerdote,
pues tanta potestad has demostrado? Cierto que El nada exigió con arrogancia
sino únicamente miró por el honor y decoro del templo. Pero ellos, no
teniendo ninguna otra cosa que achacarle, aprovechan esta ocasión de
acusarlo. Y al tiempo en que arrojaba del templo a los vendedores, nada le
dijeron ni se atrevieron, pues acababa de hacer milagros; pero después,
cuando lo encontraron, comenzaron a increparlo.
?Qué hace El? No responde directamente a lo que le preguntan, ni les pone de
manifiesto que ellos mismos, si quisieran, podían ver su poder; sino que les
opone otra pregunta a su vez: ¿El bautismo de Juan de dónde procedía? ¿Del
cielo o de los hombres? Preguntarás que tal pregunta qué tiene que ver con
lo que se trataba, Pero perfectamente viene bien. Pues si decían que del
cielo, les replicaría: Entonces ¿por qué no creísteis en él? Puesto que si
hubieran creído no le habrían ellos hecho su pregunta. Pues Juan había
afirmado de El: No soy digno de desatar la correa de sus sandalias. 337 Y
también: He aquí el Cordero de Dios que carga sobre sí el pecado del mundo;
y también: El es el Hijo de Dios; y además: El que viene de arriba es
superior a todos; y: Trae en su mano el bieldo, y limpiará su era. 338 Si
pues hubieran creído en Juan, nada les podía impedir que vieran con qué
potestad Jesús hacía lo que hacía. Mas como ellos, con maligna intención, le
contestaron: No lo sabemos, no les respondió El: Pues tampoco yo sé; sino ¿qué?: Pues tampoco yo os diré con qué potestad hago esto. Si ignoraban
convenía ensenarlos; pero como procedían con malicia, con todo derecho nada
les responde. Y ¿por qué no dijeron que el bautismo de Juan venía de los
hombres? Dice el evangelista que temían a las turbas. ¿Adviertes lo perverso
de su corazón? Siempre desprecian a Dios y todo lo hacen por humanos
respetos. A causa de los hombres temían a Juan, no porque lo reverenciaran,
sino únicamente por motivo de los hombres. Y por causa de los hombres
tampoco querían creer en Jesucristo, lo que fue para ellos origen de todos
los males.
Luego les dijo Jesús: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Y dijo al
primero: Anda hoy a trabajar en la vina. Pero él le respondió: No quiero.
Mas después, arrepentido, fue. Y dijo al segundo lo mismo. Y éste le
contestó: Voy, pero no fue, ¿Quién de los dos hizo la voluntad de su padre?
Le responden: El segundo. De nuevo mediante parábolas los confunde, dando a
entender tanto la perversidad de ellos, como la obediencia de las gentes
reprobadas. Porque estos dos hijos significan lo que sucedió con los
gentiles y con los judíos. Los gentiles, que no habían prometido obediencia
ni conocían la Ley se mostraron obsecuentes con sus obras. En cambio los
judíos, tras de haber dicho: Todo lo que ha dicho el Senor Dios lo
escucharemos y lo haremos, 339 con las obras no obedecieron. Pues para que
no creyeran que la Ley les servía de algo, les demuestra que ella misma los
condena. Así lo dice también Pablo: No los que oyen la Ley son justos ante
Dios, sino los que cumplen la Ley serán justificados. 340 De modo que para
que ellos mismos por su propio juicio se condenen, Jesús de tal manera
maneja el negocio que pronuncien su propia sentencia.
Lo mismo hace en la siguiente parábola de la vina. Y para mejor conseguirlo
introduce otra persona sobre la cual recaiga la acusación. Puesto que no
querían directamente confesar ser ellos el hijo desobediente, mediante otra
parábola los lleva a donde El quiere. Y cuando ellos, por no entender a
dónde se dirigía lo que les decía, sentenciaron, entonces El les declaró lo
que detrás de la parábola se ocultaba. Pues les dijo: Los publicanos y las
meretrices se os adelantarán en el reino de los cielos. Vino Juan a vosotros
predicando el camino de la justicia y no le creísteis; pero los publicanos
sí le creyeron. Y vosotros ni aun viendo esto os habéis después arrepentido
ni creído en él.
Si solamente hubiera dicho: las meretrices os precederán, esa palabra les
habría parecido dura: ahora, en cambio, una vez que ellos mismos
pronunciaron la sentencia, parece más suave. Por esto anadió el motivo. ¿Cuál fue? Les dice: Vino Juan a vosotros y no a los publicanos y
meretrices. Y no sólo eso, sino que vino predicando el camino de la
justicia. Y no lo podéis acusar de haber sido ni tardo ni inútil, pues su
vida 'estuvo libre de culpa en absoluto y disfrutó de una singular
providencia; y sin embargo no le hicisteis caso. Además hay otra acusación
contra vosotros: que los publicanos sí lo escucharon', y de aquí se sigue
una tercera, pues vosotros, ni aun después de ver eso le creísteis. Convenía
que vosotros fuerais los primeros en creer; pero que no lo hicierais ni aun
después de ellos, no merece perdón: la eximia alabanza que ellos merecen
aumenta vuestra culpa. A vosotros vino y no lo recibisteis; no vino a ellos
y ellos lo recibieron: ni siquiera admitís a éstos como maestros.
Observa con qué cantidad de razones se justifica la alabanza de aquéllos y
se demuestra la culpa de estos otros. A vosotros vino y no a ellos. Vosotros
-no le creísteis pero eso no fue obstáculo para los publicanos y meretrices.
Ellos le creyeron, pero en nada os aprovechó a vosotros. -Porque la palabra
os precederán no se dice como si los judíos los hubieran de seguir, sino
como una esperanza que les queda con tal que quieran, Porque a los que son
rudos nada los excita tanto como la emulación. Por lo cual dice
constantemente: Los primeros serán últimos y los últimos serán primeros. Y
así hace memoria de los publicanos, y las meretrices para inflamarlos en
celo de emulación. Porque dos son los pecados nacidos del defecto de fervor:
el excesivo amor de los bienes del, cuerpo y el excesivo de los bienes de
fortuna y dineros. Y así les demuestra que esto es de verdad obedecer a la
ley de Dios, el dar fe al Bautista. Y que las meretrices entren al reino de
los cielos, no es cosa simplemente de gracia, sino también de justicia;
porque no entran permaneciendo meretrices, sino obedeciendo y creyendo y
limpias y habiendo cambiado de vida.
?Adviertes cómo mediante la parábola y el haber hecho mención de las
meretrices convierte el discurso en más breve y menos molesto? Porque no
dijo al punto: ¿Por qué no creísteis al Bautista? sino, lo que era más
picante aún, lo dijo solamente tras de haber conmemorado a los publicanos y
a las meretrices;, y así por el orden mismo de la materia' los acusa de
indignos de perdón y les demuestra que en todo proceden por temores humanos
y ansias de la gloria vana. Puesto que ellos no confesaban a Cristo por
temor de ser expulsados de la sinagoga; ni tampoco se atrevían a reprender
al Bautista, no por piedad con él, sino por miedo a las turbas. Todo eso lo
probó con lo dicho antes; pero luego les causó una más grave herida al
decirles: Y vosotros, viendo aquello no hicisteis penitencia ni le
creísteis. Porque cosa mala, es no escoger desde luego lo, bueno; pero mayor
pecado es no cambiar más adelante. Esto fue lo que sobre todo a muchos los
hizo malvados, como lo advierto en cantidad de hombres, a causa de su
extrema necedad. Os ruego que no seáis así vosotros, sino que aun cuando
hayáis caído en lo más profundo de la maldad, no desesperéis de poder volver
a lo que es mejor: cosa fácil es, al fin y al cabo, salir de las
profundidades de la perversidad.
?Ignoráis acaso cómo aquella meretriz que a todas las mujeres superaba en
lascivia; luego las venció a todas en piedad? Y no me refiero a aquella de
la cual habla el evangelio, sino a la otra que en nuestros días fue la más
malvada de cierta ciudad de Fenicia. Esta meretriz entre nosotros vivía y
sobresalía en las representaciones teatrales y su fama en todas partes era
celebrada y no en sola nuestra ciudad, sino también entre, los, de Cilicia y
Capadocia. Consumió las riquezas de muchos, acabó con muchos pupilos y se
decía que usaba de malas artes y que tendió sus redes no únicamente con la
belleza de su cuerpo sino además con sus maleficios. Enredó al hermano de la
emperatriz, pues tenía gran fuerza para tiranizar. Pero de pronto, no, sé
cómo -o por mejor decir lo sé perfectamente espontáneamente cambió de vida,
alcanzó gracia de Dios, despreció toda aquella maldad; y habiendo hecho a un
lado los atractivos demoníacos, corrió hacia los cielos.
Esto a pesar de que nadie había más torpe que ella cuando se mostraba en el
teatro. Pero luego superó a muchas en la castidad y todo el tiempo lo pasaba
cenida de cilicios. No faltaron algunos que presionaran al prefecto de la
ciudad, con el objetó de volverla al antiguo modo; pero ni aun los soldados
con armas pudieron llevarla a la escena ni apartarla del coro de vírgenes
que la habían recibido. Se hizo digna de los sagrados misterios y mediante
la gracia alcanzada de Dios, tras de haber demostrado un empeno en la virtud
digno de aquel favor, así terminó su vida. Borró todos sus pecados con la
gracia y después del bautismo demostró muy grande virtud. Jamás quiso ya
recibir a sus antiguos amantes sino que a sí misma se encerró y pasó muchos
anos como en una cárcel. Así serán últimos los primeros y los primeros serán
últimos. Y así necesitamos nosotros de un ánimo fervoroso, pues nada impide
que nos tornemos grandes y dignos de admiración.
En conclusión, que nadie, aunque viva en maldad, desespere; que nadie
dormite en el ejercicio de las virtudes. Pero que tampoco se confíe, pues
con frecuencia sucederá que la meretriz se le adelante. Ni el otro desespere
pues podrá adelantarse aun a los primeros. Oye lo que dice el Senor a
Jerusalén: Yo dije, una vez que fornicó en todas las cosas: Vuélvete, y no
se convirtió. 341 Es que cuando vamos al Senor con un fervor ardiente, él ya
no se acuerda de las culpas pasadas. No es Dios como los hombres; no echa en
cara' lo pasado ni dice: ¿Por qué anduviste lejos tanto tiempo? con tal de
que hagamos penitencia. Nos ama en cuanto nos volvemos a El, con tal de que
nos acerquemos en forma conveniente. Unámonos pues a El intensamente y
traspasemos nuestros corazones con su santo temor. Esto se ve no solamente
en la Ley nueva, sino también en la Antigua.
?Quién peor que el rey Manasés? Y sin embargo, pudo aplacar a Dios. ¿Quién
más feliz que Salomón? Y sin embargo se descuidó y cayó. Más aún: puedo
demostrar ambas cosas en su padre, pues fue bueno y malo. ¿Quién más feliz
que judas? Y acabó en traidor. ¿Quién más mísero que Pablo? Pero se hizo
apóstol. ¿Quién más pecador que Mateo? Y fue evangelista. ¿Quién más digno
de alabanza que Simón? Y cayó más miserablemente que todos. Y ¿cuántos
cambios semejantes puedes contemplar antiguos y recientemente sucedidos? Por
lo cual repito: no desespere ni el comediante, pero tampoco se fíe quien
está en la iglesia. A éste se le dice: El que crea estar en pie, vea no
caiga 342 Y al otro: ¿Acaso el que cae no se levantará? 343 Y también:
Robusteced las manos tardas y las rodillas débiles. 344 De nuevo a aquéllos
se les dice:!Vigilad!; y a éstos: Despierta tú que duermes y levántate de
entre los muertos. 345 Porque aquéllos deben conservar lo que poseen; y
estos otros tornarse lo que no son. Aquéllos deben cuidar y conservar su
salud; éstos deben librarse de su enfermedad: están enfermos, pero muchos
enfermos han recobrado la salud; y los sanos, si se descuidan caen en
enfermedad.
Por eso dice Cristo a éstos: Mira, estás curado: no peques más, no sea que
te suceda algo peor; mientras que a los otros dice: ¿Quieres ser sano? Toma
tu camilla y vete a tu casa. 346 Porque ciertamente es grave parálisis el
pecado, es grave. Ni es solamente parálisis, sino algo más grave. Porque el
pecador no únicamente se priva de bienes, sino que anda ejercitando el mal.
Pero aunque en ese estado te encuentres, si tienes una poca de voluntad de
salir de él, se remediarán todos los males. Aunque lleves ya treinta y ocho
anos de enfermedad, si quieres recuperar la salud, nada lo impide. Todavía
ahora se presenta Cristo y te dice: Toma tu camilla. Con tal que quieras,
levántate y no desesperes. No tienes un hombre que te baje a la piscina,
pero tienes a Dios. No tienes quien te ponga en la piscina, pero tienes al
que puede no permitir que necesites de la piscina. No tienes quien te baje,
pero tienes al que puede ordenarte tomar tu camilla.
Aquí no puedes decir: Para cuando yo desciendo ya otro ha bajado antes que
yo. Porque si lo quieres, nadie te impide que bajes a la fuente; porque es
fuente que, perpetuamente mana y de su plenitud todos recibimos la salud de
alma y cuerpo. La gracia no se consume, no se gasta. Acerquémonos, pues,
también ahora. Meretriz era Raab y fue conservada; homicida era el ladrón y
fue hecho ciudadano del paraíso. Judas, companero de Jesús, fue a la
perdición. El ladrón, estando en la cruz, se convirtió en discípulo. Tales
son las maravillas de Dios. Así fueron aceptos los magos; así el publicano
quedó hecho evangelista; así Pablo, el blasfemo, fue hecho apóstol.
Advierte a tales hechos y nunca desesperes, sino siempre confía y excítate a
ti mismo. Lo único- que has de hacer es comenzar el camino que a eso conduce
y apresurar el paso. No cierres las puertas, no tapies la entrada. Breve es
el tiempo presente y pequeno el trabajo. Pero ni aunque fuera grande
deberías desesperar. Aunque ahora no tomes sobre ti el bellísimo trabajo que
consigo llevan la penitencia y la virtud, ciertamente en el mundo tendrás
que trabajar y sudar de otro modo. Pero si en la virtud y en lo mundano hay
trabajos, ¿por qué no tomas el que produce gran fruto y lleva consigo
excelente recompensa? Aunque a decir verdad, no es igual el trabajo en lo
uno y en lo otro. Porque en las cosas mundanas hay frecuentes peligros,
danos continuos que se suceden unos a otros, es incierta la esperanza, mucha
la sujeción y dispendios de dineros, de fuerzas corporales y del alma y la
cantidad de frutos es mucho menor de lo que se esperaba, si es que algunos
se logran, pues los sudores en los negocios seculares, no, siempre
fructifican.
Pero aun cuando no fracasen, aun cuando produzcan, abundante fruto,
permanecen por poco tiempo. Pues cuando, envejezcas y no puedas ya disfrutar
de ellos a tu' talante, será cuando recibas el pago y recompensa. De manera
que el trabajo se toma cuando el cuerpo está en su vigor, mientras que el
placer y deleite viene cuando el cuerpo está ya debilitado por la ancianidad
y el tiempo ha amortecido los sentidos aunque no los haya destruido en
absoluto, de manera que el temor de la muerte no deja ya disfrutar de los
dichos placeres. En cambio en los negocios del espíritu las cosas van por
otro camino: el trabajo está en la corruptibilidad y muerte del cuerpo, pero
la corona totalmente se encuentra en la inmortalidad que nunca se termina.
Precede el trabajo y es breve; viene luego la recompensa y es ingente, para
que ya libremente descanses, sin temor de nada desagradable.
Porque allá no hay que temer cambio alguno, desgracia ninguna; como sucede
en este mundo. Por lo demás ¿qué clase de bienes son éstos de acá, ni
seguros ni duraderos y terrenos y que apenas han aparecido cuando
desaparecen y se poseen con infinitos trabajos? ¿Qué bienes habrá iguales a
aquellos otros que son inmutables, jamás envejecen, no dan trabajo y te
proporcionan las coronas debidas al tiempo mismo de los certámenes? Porque
quien desprecia las riquezas recibe ya desde acá su recompensa, pues queda
libre de cuidados, envidias, falsas delaciones, asechanzas, iras. Quien es
ordenado y vive moderadamente, es coronado y vive entre delicias aun antes
de su muerte, libre de desdoro, acusaciones, burlas, peligros, y de todos
los demás males. Y cualquier otro género de virtudes nos acarrea ya desde
acá de igual modo la recompensa.
Así pues, para que consigamos los bienes futuros y presentes, huyamos de la
perversidad y ejercitemos la virtud. Por este medio pasaremos esta vida con
placer y lograremos los bienes futuros. Ojalá que todos los alcancemos por
gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y el
poder por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Mt 9, 4
2 Ml 3, 1
3 Mt 13, 55
4 Mt 3, 11
5 Hb 3, 3
6 Mt 12, 42
7 Sal 86, 8
8 Sal 77, 14
9 Ml 4, 5
10 Is 5, 4
11 Sal 51, 6
12 Lc 7, 29
13 Ez 16, 51
14 Is 36, 12
15 Flp 4, 4
16 Rm 6, 17
17 1Co 3, 18
18 Mt 7, 6
19 Rm 10, 3
20 Rm 1, 28
21 1Co 13, 9-12.
22 Mt 7, 14
23 2Co 4, 17
24 Rm 8, 35 y 18.
25 Hch 5, 41
26 Sal 38, 5
27 Za 5, 7
28 Flp 11 , 17 a 18.
29 La expresión del Santo es enérgica
30 Lc 6, 1.-Los fariseos en el acto de cortar las espigas veían la siega, y
en el de frotarlas con las manos para sacar el grano veían la trilla: obras
ambas prohibidas por la ley en sábado. El texto griego en Lucas dice que en
un sábado deuteroproto, como anota el Crisóstomo. Gran discusión se ha
entablado sobre la interpretación de ese segundo primero. Muchos traductores
actuales han suprimido en el texto esa expresión y dicen solamente: en un
sábado.
31 Jn 5, 7
32 1S 21, 4-7.
33 Hch 2, 29
34 Pasaje oscuro.
35 Os 6, 6
36 Mc 2, 27
37 Nm 15, 33 y sgts
38 Lc 6, 36
39 Ex 12, 16
40 1Co 5, 8
41 Jn 7, 23
42 Jn 5, 17
43 Is 42, 1-3.
44 2Co 10, 6
45 Mt 8, 12
46 Pr 24, 17-18.
47 Qo 7, 3
48 Mt 5, 5
49 Lc 6, 25
50 Os 6, 6 y Mc 2, 27
51 Lc 11, 20
52 Lc 9, 50. 52
53 Se esfuerza cuanto puede el santo por explicar la imperdonabilidad que el
texto del evangelio establece. Los teólogos en general entienden por pecado
contra el Espíritu Santo el atribuir de mala fe al Malo las obras hechas por
el Espíritu de Dios; y a ciencia y conciencia ir contra la Verdad que es la
que ha de dar la salud, con lo que conscientemente se cierra el pecador la
puerta de la salvación. Al no arrepentirse de lo malo que conscientemente
está haciendo el pecador no puede ser perdonado. Se trata, pues, de una
opinión directa, formal, constante, deliberadamente querida y por lo mismo
verdaderamente satánica que se hace a la verdad evidente y a la
manifestación evidente de la acción del Espíritu Santo, como es el atribuir
al demonio las obras que clara y evidentemente son de Dios y esto por pura
malicia. De modo que la expresión del Crisóstomo ha de entenderse como si
dijera: pues al fin y al cabo no se arrepienten, están endurecidos en el
mal. Puede consultarse sobre este punto Cornelio A. Lápide, sobre este lugar
de San Mateo y también la Cadena de Oro sobre el mismo texto. A. Lápide, t.
V. págs. 306-307 de la edición de París 1891; La Cadena en la vers.
castellana del Doctor Ramón Ezenarro, t. II, pág. 181 y sgts. Edición
bilingüe. Madrid, 1886. Más brevemente en las notas de Nácar Colunga, etc.
54 1Co 11, 31,
55 Is 43, 26
56 Parece suponer el santo que Saúl no dio su hija Micol como esposa a
David, o que se la dio fingidamente, para tener mejor ocasión de matarlo;
pero la narración bíblica no da pie para semejante suposición. El anhelo de
las aplicaciones morales lo lleva a veces a esas desviaciones históricas.
57 Otros leen en vez de esa frase: aun cuando no se te dé crédito.
58 Alude a una costumbre oriental de su tiempo, cuando tantos formulismos
se usaban para impresionar así a los reos como a los expectadores.
59 Sal 4, 5
60 1Co 11, 31
61 Mt 27, 63
62 Jn 2, 19
63 Mt 9, 15
64 Jr 7, 17
65 Os 9, 7
66 Mt 24, 21
67 Jn 5, 14
68 Ez 16, 6-9.
69 Is 13, 9
70 Mt 5, 15
71 Ya en otra parte hemos notado lo que parece un descuido del santo al
hablar de nuestra Señora y afirmar que Ella no era consciente del misterio
que llevaba en su seno, y ahora que nada grande imaginaba acerca de su Hijo.
Pugna esto con el mensaje del arcángel Gabriel en la Anunciación, aparte de
que aun a San José le dijo el ángel las grandezas del Hijo de la Virgen. Por
otra parte, no se ve claro cómo se puedan compaginar con lo de llena de
gracia y bendita entre todas las mujeres los defectos que aquí le achacan el
santo; y lo hace con las mujeres los defectos que aquí le achaca el santo; y
lo hace con insistencia; y alude de nuevo en la siguiente Homilía. Lo que
aduce del milagro en las bodas de Caná no tiene la fuerza que él le supone:
la respuesta de Jesús a su Madre era únicamente para indicarle que la hora
de los milagros no era llegada. Los autores anaden que la oración misma de
María adelantó esa hora, por lo que Jesús casi al punto procedió a obrar el
milagro.
72 Jn 7, 5
73 Mt 13, 55-56 y Mc 6, 3
74 Lc 11, 27-28.
75 Mt 3, 7-9.
76 Jn 8, 39
77 La Biblia de Jerusalén anota: La hora de Jesús es la hora de su
glorificación, de su vuelta a la diestra del Padre. El evangelio señala su
proximidad. Fijada por el Padre, no podrá ser adelantada. Con todo, el
milagro conseguido con la intervención de María será su anuncio simbólico.
78 Mc 4, 13
79 Is 5, 4
80 Sal 80, 9
81 Rm 10, 14
82 Lc 9, 12
83 Mt 15, 12
84 Insiste el santo en su tesis de que el comienzo de la salvación toca al
hombre. Ya en otras ocasiones hemos advertido que en su tiempo las
cuestiones acerca de la gracia no se habían discutido. Más tarde San Agustín
estudió profundamente el asunto y llegó a la conclusión de que el hombre
necesita de la gracia aun para comenzar, pues dijo el Senor: Sin Mí no
podéis hacer nada. Y comenta San Agustín: Y quien dijo nada, no dijo algo,
sino nada. La cuestión teológica es profunda y nos llevaría muy lejos el
tratarla en una nota. Véanse los tratadistas.
85 He aquí un texto discutido. Parece que el texto original decía
simplemente ¿EXEt. Pero otros manuscritos, entre ellos el del santo, dicen ó
SoXEl EXELv. Como se ve, el sentido varía mucho. El segundo resuelve la
dificultad con decir: lo que aparentemente tiene, es decir, que en realidad
no tiene; pero el primero parece más autorizado. La Biblia de Jerusalén pone
una nota aclarativa: A las almas bien dispuestas se les dará, además de la
Antigua Alianza, el perfeccionamiento de la Nueva; a las mal dispuestas, se
les quitará aun lo que tienen, o sea la Ley judía que, abandonada a sí
misma, quedará caduca.
86 Is 6, 9
87 Ez 18, 23
88 Is 58, 7
89 Mt 10, 22
90 1Co 16, 13
91 Jn 10, 41
92 Hch 13, 22
93 Mt 8, 20; Lc 9, 58
94 Mt 5, 16
95 Jn 21, 15
96 Mt 7, 16
97 Mt 11, 29
98 Lc 10, 8
99 Mt 10, 9
100 1Co 12, 31
101 Mt 19, 27
102 Mc 4, 33
103 Mt 12, 11
104 Jn 4, 35
105 Lc 10, 2
106 Mt 8, 13
107 Mt 23, 34
108 Is 66, 2
109 Sal 76, 10
110 Sal 34, 19
111 Sal 51, 19
112 Qo 32, 14
113 Mt 5, 8
114 Mt 11, 23
115 Lc 4, 23
116 Lc 11, 14
117 La opinión general actualmente es que Filipo se había divorciado de
Herodías.
118 Mc 6, 2-3.
119 Mt 10, 37
120 Am 6, 7
121 Lc 7, 45
122 Gn 1, 11
123 Sal 78, 20
124 Jn 6, 26
125 En griego la palabra riquezas, tiene la misma raíz que el verbo usar.
Así, las riquezas las hizo Dios para que circulen y no para amontonarlas o
esconderlas bajo tierra.
126 Lc 6, 36
127 1Tm 2, 9
128 Mt 8, 27
129 Mt 23, 9
130 Mt 25, 26
131 Mt 25, 42 y sgts.
132 Mt 24, 11
133 Mt 28, 20
134 Lc 11, 41
135 Os 6, 6<7a>
136 Hch 10, 4
137 Dt 4, 2
138 Ex 20, 12
139 Mc 7, 11
140 Is 29, 13. En el evangelio la cita dice: Este pueblo me honra con los
labios, mas su corazón está muy alejado de mí. Es vano el culto que me
tributan. Ensenan una religión y unos ritos meramente externos.
141 Hch 10, 14
142 Mt 17, 26
143 Is 1, 15
144 Pr 18, 21
145 Mt 12, 37
146 La idea queda oscura, como ya lo había anotado Migne.
147 1Tm 2, 8
148 Si 18, 16
149 Mc 7, 24
150 Mt 10, 5
151 Sal 45, 11
152 Jn 9, 39
153 Mt 8, 7
154 Lc 8, 46
155 Jn 8, 33
156 Is 1, 18
157 Lc 11, 41
158 Pr 20, 6
159 Lc 6, 36
160 Ex 22, 1
161 Lc 19, 8
162 Qo 34, 20
163 Mc 8, 17-18.
164 Jn 6, 9
165 Mc 8, 12
166 Is 42, 2
167 Sal 72, 6
168 Gn 12, 1
169 2Co 1, 4
170 2R 20, 3
171 2Tm 4, 7
172 Jn 11, 13
173 Jn 6, 63
174 Jn 1, 49
175 Jn 1, 50
176 Lc 10, 22
177 Nótese bien que en este pasaje del evangelio Jesús solamente promete a
Pedro el primado, pues todos los verbos están en futuro. Se lo da más tarde
en la aparición en el lago de Tiberiades.
178 Mt 24, 35
179 Jn 1, 3
180 Jn 16, 12
181 Lc 18, 34
182 Jn 13, 8
183 Hch 8, 32
184 1Co 7, 23
185 2Co 11, 14
186 Ga 6, 14
187 Sal 23, 4
188 Jr 23, 23
189 Is 58, 9
190 Is 7, 6-9.
191 1Co 2, 9
192 Jn 12, 24-25.
193 Mt 10, 5 y 16-17.
194 Pr 23, 4
195 Qo 30, 1
196 1Co 15, 41
197 Es probable que de aquí tomara el santo, pues convivió con los monjes
varios anos, la doxología casi invariable de sus Homilías.
198 Dt 32, 15
199 Dt 6, 11
200 Col 3, 17
201 Lc 12, 7
202 Ga 5, 12
203. Lc 11, 3
204 Ga 1, 4-5.
205 Rm 1, 25
206 Mt 6, 33
207 Jn 12, 25
208 Mt 16, 27
209 Lc 9, 28
210 Mt 20, 22
211 Jn 9, 16
212 Jn 10, 33
213 Ex 32, 32
214 Lc 9, 54-55.
215 Mt 5, 20
216 Mc 14, 31
217 La Vulgata dice haremos, en plural.
218 Mc 9, 6
219 Lc 9, 33
220 Sal 97, 2
221 Sal 104, 3
222 Is 19, 1
223 Hch 1, 9
224 Dn 7, 13
225 Ex 24, 18
226 Sal 18, 12
227 Hb 4, 13,
228 229 Había varios géneros de esta clase de usura. En general, el deudor
debía ir restituyendo mensualmente la centésima parte del capital, de manera
de darlo íntegro en cien meses, además de los réditos que solían ser harto
subidos, en especial en negocios de comercio marítimo.
230 Lc 6, 25
231 1Tm 6, 6
232 Jn 6, 25
233 Jn 1, 21
234 Tt 2, 11-12.
235 Ml 3, 23
236 Jn 12, 4
237 Por qué el santo cita sólo una parte del texto y luego sobre esa parte
hace la aplicación a la conversión de los judíos? No aparece claro. Quizá en
su códice así estaba.
238 Mt 16, 21
239 Mc 9, 32
240 Lc 9, 45
241 Mc 9, 22-23.
242 Este texto parece ser una anadidura posterior. No existe en muchos MNS
de Mateo; está en Marcos, pero también ahí se habla de la oración y lo del
ayuno parece anadidura.
243 Ez 16, 49
244 1Tm 5, 23
245 Sal 104, 15
246 1Co 6, 9-10.
247 Literalmente hombre de tres codos. Para el santo era ésa la estatura
normal del hombre, como se ve en otros sitios de sus obras.
248 Mc 8, 8
249 1R 18, 18
250 1Co 12, 26
251 1Ts 2, 19
252 1Ts 3, 8
253 2Co 2, 4
254 2Co 11, 29
255 2Co 7, 5; y 2Co 11, 26.
256 Hch 20, 30
257 Mt 10, 36
258 Lc 17, 1
259 Dt 32, 8
260 Esta última sentencia parece ser un aditamento posterior.
261 Rm 14, 15
262 Lc 16, 13
263 Mt 6, 14
264 Lc 13, 23, El texto original dice: Uno le preguntó: Senor, ¿son pocos
los que salvan? El les dijo: Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. No
fue, pues, sentencia del Salvador, sino opinión del que le preguntaba. Jesús
no responde a la pregunta.
265 Is 13, 22
266 Mt 16, 26
267 Mt 5, 23
268 Mt 6, 12
269 1Co 5, 12
270 Mt 5, 46
271 Mt 21, 31
272 2Co 12, 9
273 Mt 5, 44
274 Jr 8, 14
275 1Co 13, 8
276 Jn 15, 13
277 Lc 23, 34
278 1S 2, 5
279 Mc 10, 26
280 Rm 11, 33
281 Mt 5, 22; Mt 18, 4
282 Mt 10, 25
283 Mt 5, 45
284 Mt 22, 18
285 Dt 24, 1
286 Ga 5, 12. Pablo trata de la circuncisión, pero con sorna se burla de los
judíos circuncisos, pues anulaban la ley del evangelio y llega a decirles:
!Ojalá que -no sólo se circunciden- lleguen hasta mutilarse esos que
alborotan. Como se ve, implícitamente condena la mutilación. En la región de
los Gálatas, los sacerdotes de Cibeles usaban la castración.
287 Lc 8, 10
288 Pr 9, 12
289 1S 28, 15
290 Nótese que el texto griego dice Q~8áoKale, ri áyaBóv aon?Ío'w; Y
consiguientemente Jesús le contesta: Ti µe Épwras 7rÉpt rov aya0ow El santo
ha seguido la Vulgata.
291 1Tm 6, 10
292 Jn 4, 22
293 Jn 5, 31
294 Mt 7, 11
295 Mt 23, 9
296 Lc 9, 23
297 Lc 18, 27
298 Jr 18, 7-9.
299 Gn 9, 2
300 Mt 4, 19
301 Mt 12, 27
302 2Tm 2, 12
303 Ga 4, 15
304 Mt 10, 39
305 1Co 7, 15
306 Mt 8, 11
307 La última sentencia parece ser anadidura posterior.
308 Ga 1, 15
309 Como se ve, trabaja el santo por hallar una interpretación conveniente
de la parábola; pero quizá no lo logra del todo. Generalmente los autores la
explican así: El dueno de la vina, al contratar en esa forma a los obreros
da muestras de una bondad que sobrepasa toda justicia, pero sin lesionarla.
Así es Dios, que admite en su Reino a los rezagados, como son los pecadores
y los paganos. Los llamados en la hora primera son los judíos, beneficiarios
de la Alianza con Abraham; pero no deben escandalizarse de tan inmensa
bondad, al tratárseles igual que a los otros.
310 1Co 10, 3-5.
311 Mt 5, 22
312 Hb 12, 14
313 Mt 5, 20
314 No se sabe de dónde tomó el santo los datos que aduce. Quizá es simple
amplificación oratoria.
315 Jn 13, 15
316 Sal 39, 13
317 1Co 11, 31-32.
318 Hb 1, 13, Hb 7, 8
319 2Tm 4, 8
320 Jn 18, 16
321 Lc 10, 19
322 St 4, 6
323 Sal 51, 19
324 Pr 16, 15
325 Is 66, 2
326 1Tm 3, 6
327 Ex 5, 2
328 Gn 18, 27
329 Za 19, 9
330 Rm 11, 25-26.
331 2Co 12, 15
332 Pr 19, 17
333 Jn 2, 14-18. Solé Roruáa nota: La profanación del templo que hacía del
atrio de los gentiles un mercado, puede que sea la misma que Juan narra en
Jn 2, 14-18; y que los sinópticos ponen en este contexto, por ser éste el
primer viaje de Jesús a Jerusalén que ellos toman en consideración.
334 Sal 8, 3 y Sal 119, 25
335 Jn 4, 35 y 38
336 Jn 2, 18
337 Lc 3, 16
338 Textos de Juan y Mateo.
339 Ex 19, 8
340 Rm 2, 13
341 Jr 3, 7. El original dice: En vista de lo que había hecho, le dije: No
vuelvas a mí. Y no volvió.
342 1Co 10, 12
343 Jr 8, 4
344 Is 35, 3
345 Ef 5, 14
346 Jn 5, 6, 8, 14