La 'Vita Hilarionis' y la vida de San Jerónimo
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Esta obra "La Vida de San Hilarión" de san Jerónimo, si bien se desconoce su
fecha exacta de composición, se estima que fue escrita dentro del período
que va desde su llegada a Jerusalén hasta la publicación del De viris
illustribus (393), donde ya Hilarión es mencionado.
La Vida de Hilarión forma, con la vida de Pablo y la de Malco, un tríptico
que refleja tanto la doctrina como la vida monástica de Jerónimo
.
2- La “Vida de Pablo, primer ermitaño”
Los comienzos de la vida ascética de san Jerónimo estuvieron fuertemente
marcados por el autor de la Vita Antonii, san Atanasio. En efecto, al ser
exiliado en Tréveris (Galia), sede de la corte imperial, Atanasio comienza a
propagar el ideal monástico egipcio en Occidente.
Motivado por esos relatos, Jerónimo dio su primer paso en la vida monástica
en Aquileya (370) donde formó una comunidad con varios compañeros: Bonoso,
Eliodoro, Rufino, Cromacio y Evagrio (el traductor de la Vita Antonii). Sin
embargo esa experiencia tiene un fin sombrío y confuso, y por los términos
de su Carta 33 puede considerarse un verdadero fracaso.
Su amor a la vida monástica vuelve a ponerse de manifiesto por su retiro al
desierto sirio de Calcis (375-377), donde lleva una rigurosa vida eremítica,
acompañada por estudios bíblicos. Pero nuevamente debe abandonar este tipo
de vida a causa de una serie de dificultades. Sin embargo, esta experiencia
eremítica deja una profunda marca en su vida, de la cual nace su primera
biografía monástica: la Vida de Pablo, primer ermitaño.
En la Vita Pauli, Jerónimo presenta la sublimidad del ideal eremítico con
una radicalidad que supera la Vita Antonii, pues éste, a pesar de sus largos
períodos de encierro en la soledad, abría las puertas de su retiro tanto
para adoctrinar a las muchedumbres que se acercaban, como para defender a
los cristianos ortodoxos de la persecución arriana. Pablo, en cambio, no
admite ningún tipo de contacto con los hombres, y supera tanto ascética como
cronológicamente a Antonio. Sin embargo, es evidente que los criterios bajo
los cuales es presentada la vida del monje Pablo son los de la Vita Antonii.
Vea la obra La vida de San Hilarión pdf
Son innumerables las historias que han quedado en la tradición sobre la vida
y milagros de San Hilarión
San Hilarión está entre los fundadores del monacato a partir de la vida
eremítica en Palestina. Nacido en Tebaste, fue enviado a estudiar a
Alejandría, donde tuvo noticias del modelo de vida de los cenobitas. Su
vocación le llegó a los quince años, al poco tiempo de morir sus padres, y,
tras repartir todos sus bienes entre los necesitados, decidió hacer vida en
el yermo. Fundó el primer monasterio en Gaza en el año 330 y pronto tuvo
tantos seguidores que determinó huir, a pesar de que sus discípulos le
pedían lo contrario, para seguir con su modelo de vida silencioso y retirado
que había tomado del propio San Antonio abad, con el que dicen que convivió
algún tiempo. Después de vivir en Sicilia marchó a Dalmacia, para buscar
finalmente lugares escondidos en Chipre donde poder continuar su modelo de
mortificación y penitencia. Su alimento consistía en dos docenas de higos,
que comía después de puesto el sol, pero si por la noche le llegaba alguna
tentación, disminuía la ración. Sus seguidores, alimentados por la fama de
sus milagros fueron tantos que el santo no tuvo sosiego hasta su muerte,
siempre perseguido por gentes que le solicitaban alguna curación o
simplemente un consejo.
Son innumerables las historias que han quedado en la tradición sobre la vida
y milagros de San Hilarión. Algunas se refieren a su juventud y sus primeros
aprendizajes en compañía de San Antonio abad, quien, según algunos escritos,
le regaló las primeras pieles con que cubrirse. También era frecuente que
allá donde fuese, llevase una estera de juncos que él mismo fabricaba y que
estiraba en el suelo o en una especie de celda excavada en la misma tierra,
que le servía de lecho y de protección. Aprovechaba el tiempo de oración
para hacer cestos con los mimbres que recogía y esa actividad le servía para
distraerse de las múltiples tentaciones que el demonio le presentaba.
Cuentan que los diablos le temían tanto que, habiéndose embarcado para Sicilia, algunos diablos que iban en el barco atormentando al hijo del capitán, le recriminaron que hasta por mar les persiguiera. Su poder alcanzaba a toda la naturaleza y relatan que, en una ocasión que el mar creció en exceso, bastó con que el santo hiciera tres cruces en la arena para que se detuviese.