Diez claves para la protección online de la infancia y la adolescencia
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Jorge Flores Fernández
Febrero 2011
PantallasAmigas.net
Promover un contexto online más respetuoso y
seguro con los menores
es un reto diario y exigente. Las intervenciones
diarias son necesarias, pero es imprescindible la reflexión sobre el modelo
y las directrices que guían esta labor a medio y largo plazo y, sobre todo,
cómo conseguir la mayor eficiencia.
Hace unos días se celebraba el Día Internacional de la Internet Segura 2011,
una fecha señalada para llamar la atención sobre la necesidad de una Red más
amable con los más pequeños. Participaron numerosas organizaciones e
instituciones aportando su grano de arena por la noble causa. Fue un día
señalado que invita a la reflexión y que nos ha llevado a confirmar la
relación de áreas de mejora que identificamos hace tiempo en materia de
políticas públicas relacionadas con el uso seguro y saludable de las TIC por
parte de la infancia y adolescencia.
Desde 2004, en PantallasAmigas hemos venido trabajando en este ámbito con la
mirada puesta en países que nos superaban en cuanto al grado de penetración
de las TIC en la sociedad (Canadá, Estados Unidos, Australia, Reino Unido,
Finlandia, Suecia…) y en las políticas que en materia de uso sin riesgos de
Internet se promovían en la Unión Europea iniciadas con el Programa “Safer
Internet” (1999-2004). Esta experiencia y el trabajo de campo nos lleva a
decir que nos queda mucho por hacer y que se puede hacer de manera más
eficiente.
Diez claves para una mejor protección y promoción de la infancia y
adolescencia online.
1) Dejar de considerar a niños y adolescentes únicamente como víctimas
pasivas de los riesgos de la Red y tomarlos como elementos activos.
Son agentes activos y forman parte del problema, porque en muchas
ocasiones están ellos mismos también en su origen y, sobre todo, de la
solución, puesto que pueden realizar extraordinarios aportes cuantitativos y
cualitativos en las labores de sensibilización y formación al respecto.
2) Evolucionar desde las soluciones de urgencia basadas en el uso de las TIC
por parte de los más pequeños hacia apuestas estratégicas para la vida
digital.
En los momentos iniciales los niños usaban la Red mientras que ahora
viven con naturalidad en ese entorno que es real, no virtual, pero digital.
Por ello, además de promover el uso seguro y saludable de las TIC, es
preciso el impulso de estrategias que conformen ciberciudadanos activos y
responsables.
3) Abandonar el abordaje basado en los ejes tecnológicos (Internet,
telefonía celular, videojuegos) para centrarse en lo sustancial y
transversal.
Con la convergencia de aplicaciones y dispositivos cada vez tiene menos
sentido realizar un análisis separado, por ejemplo, de las adicciones o del
ciberbullying en relación a un determinado canal o eje tecnológico. Es
preciso, siguiendo el ejemplo, dejar de tomar la adicción a Internet como un
problema y hablar, pongamos el caso, del reto que supone el uso abusivo de
las redes sociales, al margen del dispositivo o contexto en el que se
produzca. Otra cuestión diferente es que en las labores dirigidas a la
ciudadanía sea preciso hablar de ejes concretos para un aprendizaje más
significativo.
4) Apostar de manera sistemática y curricular por las tareas de
sensibilización y formación desde edades tempranas, eludiendo las acciones
esporádicas.
La velocidad con la que acontecen los cambios sociológicos y educativos
ligados a las TIC nos ha llevado a la adopción de medidas puntuales,
fraccionadas y aisladas. Es preciso, por la relevancia de la cuestión,
realizar un esfuerzo de planificación y sistematización incluyendo de manera
formal y regular en las aulas momentos para esta labor.
5) Incorporar a padres y madres al nuevo contexto digital para que
comprendan y acompañen mejor la vida de sus hijos.
No es fácil abordar este aspecto por la enorme heterogeneidad de las
situaciones y los perfiles que se pueden dar. Sin embargo, es preciso tener
claro que la vida online de hijos e hijas es cada vez más intensa y se
inicia a edades más tempranas y que únicamente desde una posición próxima a
la misma podemos actuar con la diligencia y acierto deseable como padres y
madres. Éstos deben ser capaces de tomar y adecuar sus propias decisiones en
las labores de prevención, protección y educación, huyendo de la búsqueda de
soluciones estandarizadas.
6) Dejar de presuponer que niños, niñas y adolescentes desean estar al
margen de las acciones que en torno a su relación con las TIC emprendemos
los adultos y permitirles y ayudarles a implicarse.
En demasiadas ocasiones se piensa que hijos e hijas desean mantener una
relación con la tecnología al margen de los adultos de la familia y, por
ello, no les damos la oportunidad de que compartan su vida y conocimientos
digitales. Algunas veces es la propia inseguridad la que actúa de barrera y,
en otras, la mera comodidad. Es necesario interpelarles, darles la
oportunidad para acercarse, escucharles, incluirles para que nos incluyan.
7) Acortar los tiempos entre las labores de investigación y la aplicación de
las conclusiones a las tareas de educación y prevención.
Día a día vemos la rapidez con la que evolucionan tecnologías, usos y
costumbres en relación a las TIC. Es fundamental estudiar con rigor
científico estos fenómenos (véase el proyecto europeo EUKids online o los
estudios del Foro Generaciones Interactivas en Latinoamérica y España) pero
no lo es menos actuar diligentemente para que los resultados de las
investigaciones sirvan para ser aplicados antes de que cambie la realidad
analizada. En este sentido también es importante coordinar estudios para
obtener valor añadido de su planificación conjunta y complementaria,
soportada en metodologías compatibles. Por último, los objetivos e hipótesis
de las investigaciones emprendidas habrían de ser puestos de manera previa a
disposición de las organizaciones que posteriormente van a utilizar los
resultados finales en sus labores de prevención, de manera que les permita
anticipar ciertas variables y acompasar sus acciones.
8) Se hace necesario compartir experiencias y recursos, comenzando por su
registro previo y su caracterización y catalogación posterior.
Aunque existen distintas realidades en cada país (idiosincrasia, grado
de desarrollo tecnológico, nivel socieconómico…) las diferencias en cuanto
al uso de las TIC son cada vez menores. Siendo la Red el espacio global por
excelencia donde no existen distancias ni limitaciones geográficas, es obvio
que compartir y colaborar son dos de las opciones más adecuadas
especialmente cuando hablamos de intervenciones online.
9) Impulsar una más rápida adecuación de las leyes y los instrumentos de
trabajo de la justicia
Los avances realizados en cuestiones relativas a la protección de datos
personales, a la adecuación del código penal en relación al grooming o las
voces que piden la figura del agente encubierto son primeros y tardíos pasos
de un camino que se alarga por momentos y que, sin embargo, estamos
obligados a acortar cuanto antes.
10) Insistir a la industria, a la oferta, para que adopte una mayor y más
transparente implicación.
Las operadoras de telecomunicaciones, las redes sociales… tienen una
responsabilidad que en muchas ocasiones no les es exigible por Ley. Las
labores de autocontrol o regulación convenida y voluntaria se muestran
escasas, insuficientes y demasiado etéreas. Sin su plena, constante y
sincera colaboración no son posibles avances imprescindibles para la
protección de la infancia y la adolescencia online.
No es cosa menor lo que todas las sociedades nos jugamos tanto en lo que
tiene que ver con el bienestar de los niños, niñas y adolescentes actuales
como con la conformación de los futuros ciudadanos. Estoy convencido de que
estas diez sencillas orientaciones estratégicas nos resultarán de ayuda