El Código DA Vinci: Análisis histórico exhaustivo de un Invento Literal
Capellanía UDEP Info 53
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La novela plantea la falsedad del cristianismo, que sería una invención de
la Iglesia Católica mantenida a lo largo de los siglos a cualquier precio.
Este es el argumento: Un restaurador del museo del Louvre es asesinado, pero
antes de morir consigue dejar unas pistas. Su nieta Sophie y un investigador
americano descubren que el abuelo trataba de dejar un mensaje no sobre su
asesino, sino acerca de un gran secreto. El abuelo formaba parte de una
antigua sociedad secreta llamada El Priorato de Sión, que durante muchos
años se encargó de custodiar ese gran secreto, cuya revelación supondría una
amenaza para la concepción presente de la humanidad. Lógicamente, la Iglesia
católica se habría esforzado durante estos últimos dos mil años en proteger
este secreto.
¿En qué consiste el gran secreto? En que Jesús estuvo casado con María
Magdalena, quien estaba embarazada cuando fue crucificado. Los descendientes
de aquel niño aún sobreviven y se mantienen de forma anónima protegidos por
El Priorato de Sión, que es también el guardián de la verdadera fe en Jesús
y María Magdalena, basada en la teoría del sagrado femenino (una teoría
gnóstica de equilibrio entre lo sagrado masculino y femenino). La novela por
tanto consiste en una carrera por encontrar el Santo Grial. ¿Qué tiene que
ver el Santo Grial con lo anterior? El Santo Grial, no es el cáliz de la
Última Cena, sino los restos de María Magdalena. ¿Qué tienen que ver? Brown
hace la siguiente deducción: sangre de rey = sangre real = santo grial. Por
lo tanto en vez de buscar el cáliz de la Última Cena lo que se busca
principalmente son los restos de María Magdalena.
Sophie y el americano comenzarán una competición en la que la Iglesia es su
rival, representada en la figura de un hombre llamado Silas, miembro del
Opus Dei, que recibe indicaciones de un obispo español, cabeza del Opus Dei
y de un misterioso “Profesor”. Correrán detrás de las pistas codificadas que
el abuelo de Sophie fue dejando. Es un gran rompecabezas que les llevará
desde los Bancos de Zurich a la iglesia del Santo Sepulcro, y de la Abadía
de Westminster a las pinturas de Leonardo Da Vinci.
La cabeza del Opus Dei -el Presidente General, en la novela- es un obispo
español, Manuel Aringarosa, que vive en Nueva York. Cinco meses antes de que
comience la acción del libro, el Vaticano, donde hay un nuevo Papa que no ve
con buenos ojos al Opus Dei, le ha comunicado que el Opus Dei debe dejar la
Iglesia Católica. Poco después, el misterioso “Profesor” lo contacta y le
ofrece, por 20 millones de Euros, la posesión de los documentos secretos
protegidos por el Priorato de Sion.
Viéndose forzado por la necesidad de revertir una decisión del Vaticano que
expulsaría al Opus Dei de la Iglesia, Aringarosa acepta, y promete pagar 20
millones de Euros por esos documentos. También asigna a Silas, para que
lleve a cabo esa tarea bajo las órdenes del “Profesor”. Aunque Aringarosa
está de acuerdo con el plan en general, no sabe de los asesinatos hasta que
suceden. El libro comienza en el momento en el que Silas, en la búsqueda de
estos documentos, se encuentra en París cometiendo el último de una serie de
asesinatos.
El último hombre asesinado es, se descubre, la cabeza del Priorato de Sion
que, antes de morir, logra dejar en clave una serie de pistas acerca de la
ubicación de los documentos. La novela es la historia de la carrera por
encontrar los documentos, una concatenación de eventos extremadamente
improbables. Por un lado tenemos a Robert Langdon, profesor de simbología
religiosa de la universidad de Harvard, y a Sophie Neveu, criptógrafa de la
policía francesa, que resulta ser la nieta del hombre asesinado y una
descendiente de María Magdalena. En el otro lado tenemos a Silas, bajo las
ordenes del “Profesor”. Persigue a los otros con la intención de prevenir
que encuentren los documentos. Algunas de las pistas tienen que ver con las
pinturas de Leonardo da Vinci, que supuestamente fue cabeza del Priorato de
Sion, y con las enseñanzas contenidas en sus pinturas.
Al final las pistas no llevan a los documentos (una de las tantas fallas
gordas de la trama) y éstos no llegan a encontrarse. Silas muere después de
haber sido abatido por un policía en las puertas de una residencia del Opus
Dei en Londres. Alguien dispara, pero accidentalmente, al lider del Opus
Dei, pero éste sobrevive y entrega los 20 millones a las familias de las
personas asesinadas por Silas. Se descubre que el Obispo Aringarosa había
sido manipulado por el “Profesor”.
El retrato resulta completamente inexacto: Silas viste de monje, ha hecho
voto de celibato y pasa la mayor parte de su tiempo rezando en su
habitación, es decir, vive como un monje. Este estilo de vida es presentado
como el normal en el Opus Dei. El aspecto más resaltado de su vida es una
mortificación corporal grotescamente exagerada. Su lealtad y obediencia son
fanáticas e irracionales y lo llevan, convencido de que está sirviendo a
Dios, a cometer varios asesinatos.
Murray Hill Place, el lugar donde reside el ficticio obispo, es presentado
erróneamente como la sede central del Opus Dei. El libro da una breve
descripción del edificio, copia casi textual, pero con algunos errores, de
la página web de los arquitectos May y Pinska.
La novela menciona en varios lugares controversias sobre la Obra, aunque de
pasada y con poco detalle. Se hace referencia al “lavado de cerebro”, la
“coerción”, la “mortificación corporal”. La novela (de modo ficticio)
refiere relatos de algunos miembros de la Obra, desorientados, drogando a
estudiantes universitarios; a un miembro sufriendo una infección casi letal
por su práctica de la mortificación corporal y de un banquero de inversión
que se suicidó después de haber dejado en herencia los ahorros de toda su
vida al Opus Dei. Se menciona a ODAN (siglas en inglés de Opus Dei Awareness
Network, una página web dedicada a infamar al Opus Dei). El infundio de que
el Opus Dei salvó de la bancarrota al banco Vaticano en 1982 y que a cambio
recibió el status de prelatura personal se menciona como cierto (e incluso
se da una cifra: mil millones de dólares). Hay una referencia al vuelo a una
visión medieval de la mujer y al trabajo doméstico como degradante.
En general, el Opus Dei es presentado como tradicionalista, incluso
reaccionario, tanto en la doctrina como en la práctica; se le describe como
hostil al Concilio Vaticano II y resistiendo a las tendencias modernizadoras
del nuevo Papa, cuando en realidad San Josemaría Escrivá ha sido uno de los
precursores del mensaje del Vaticano II, referido a la llamada universal a
la santidad, y la adhesión de los fieles del Opus Dei al Santo Padre es
patente, como ocurre con la mayoría de cristianos. En algunos pocos puntos
se hace mención al hecho de que el Opus Dei ha ayudado a la gente a vivir
una vida correcta.
Es característica de la novela mezclar hechos con ficción. Las personas que
no estén bien informadas sobre el Opus Dei no serán capaces de distinguir
qué es cierto y qué no. El autor es ciertamente hábil dando la impresión de
que todas sus descripciones son ciertas. Al comienzo de la novela hay una
“Página de datos” (Fact Page), en la que se declara lo siguiente: “La
Prelatura Vaticana conocida como Opus Dei es una secta Católica
profundamente devota que ha sido el centro de recientes controversias debido
a informes sobre lavado de cerebro, coerción y prácticas peligrosas
conocidas como “mortificación corporal”. El Opus Dei acaba de terminar la
construcción de una sede nacional de US$42 millones, situada en 243
Lexington Avenue, Nueva York City”. Esta afirmación y el tono conocedor en
el que algunos de los personajes hablan del Opus Dei están pensados para dar
la impresión de lo cierto. No está de más advertir que el concepto de secta
católica es contradictorio, pues la palabra secta hace referencia a
separación de una institución. Así, son llamados sectas los grupos que se
apartan de la Iglesia, no los que permanecen en ella. Por otro lado, la más
acreditada asociación mundial de psicólogos y psiquiatras universitarios, la
American Psychology Association, ha declarado que las teorías del lavado de
cerebros y de la manipulación mental, aplicadas a contextos donde no se da
violencia física, no son científicas. La manipulación mental no es de ningún
modo aplicable a las actividades del Opus Dei, donde el respeto a la
libertad de las personas es una característica fundamental. Finalmente, la
práctica de la mortificación corporal (grotescamente deformada por Brown),
tiene una antigua raigambre cristiana, y está basada en la idea de unirse al
sacrificio redentor de Cristo. No es la mortificación en sí lo que Brown
parece no entender, sino que ésta sea ofrecida por amor a Dios.
“Muy pocas cosas de este entramado son propiamente originales -concluye Andy
Welborn, redactor de Our Sunday Visitor-. La mayoría de ellas proceden del
fantasioso trabajo Holy Blood, Holy Grail y el resto son remiendos de
ridículas y gastadas teorías esotéricas y gnósticas. (…). Y me apuesto lo
que quiera a que usted desconocía que la divinidad de Jesucristo fue un
invento del emperador Constantino para apuntalar su poder; pues “hasta aquel
momento de la historia -escribe el propio Dan Brown-, Jesús era visto por
sus discípulos como un profeta mortal, un poderoso y un gran hombre, pero un
hombre nada más. Un mortal”.
La solución del misterio de la novela es totalmente insatisfactoria y los
tipos presuntamente malvados, el Opus Dei y el Vaticano, salen al final
airosos (quizá por miedo a los pleitos).
El mensaje que transmite la novela es básicamente el siguiente:
1. Jesús no es Dios: ningún cristiano pensaba que Jesús era Dios hasta que
el emperador Constantino lo deificó en el concilio de Nicea del 325. La
verdad es otra. Los cristianos siempre han creído que Jesús es Dios y así
figura en los evangelios y en escritos cristianos muy anteriores a Nicea,
como San Ignacio de Antioquia (107 d.C.), San Justino Mártir (165 d.C.), San
Clemente de Alejandría (190 d.C.), San Ireneo de Lyon (200 d.C.), etc. Un
repaso a los evangelios canónicos, escritos casi 250 años antes de Nicea,
muestra diversas referencias a la divinidad de Jesús.
Los cristianos tenían clara la divinidad de Cristo mucho antes de Nicea. De
hecho, en Nicea el debate era sobre las enseñanzas de Arrio, un sacerdote
herético de Alejandría que desde el 319 enseñaba que Jesús no era Dios, sino
un dios menor. De unos 250 obispos, sólo dos votaron a favor de la postura
de Arrio, mientras que el resto afirmaron lo que hoy se recita en el Credo,
que el Hijo de Dios fue engendrado, no creado y que es de la misma
naturaleza (substancia, “homoousios”) que el Padre, es decir, que Dios Hijo
es Dios, igual que Dios Padre también es Dios, un mismo Dios pero distintas
Personas. Pese a esta unanimidad de los padres conciliares, el historiador
Teabing en la novela dice que Cristo fue “designado Dios” ¡por un estrecho
margen de votos!
2. Jesús tuvo como compañera sexual a María Magdalena; sus hijos, portadores
de su sangre, son el Santo Grial (sangre de rey = sang real = Santo Grial),
fundadores de la dinastía Merovingia en Francia (y antepasados de la
protagonista de la novela).
3. Jesús y María Magdalena representaban la dualidad masculina-femenina
(como Marte y Atenea, Isis y Osiris); los primeros seguidores de Jesús
adoraban “el sagrado femenino”; esta adoración a lo femenino está oculta en
las catedrales construidas por los Templarios, en la secreta Orden del
Priorato de Sión -a la que pertenecía Leonardo Da Vinci- y en mil códigos
culturales secretos más. Por supuesto es falso: las catedrales las
encargaron los obispos y sus canónigos, no los templarios. El modelo de las
catedrales era la iglesia del Santo Sepulcro o bien las antiguas basílicas
romanas, edificios rectangulares de uso civil.
4. La malvada Iglesia Católica inventada por Constantino en el 325 persiguió
a los tolerantes y pacíficos adoradores de lo femenino, matando millones de
brujas en la Edad Media y el Renacimiento, destruyendo todos los evangelios
gnósticos que no les gustaban y dejando sólo los cuatro evangelios que les
convenían bien retocados. En la novela el maquiavélico Opus Dei trata de
impedir que los héroes saquen a la luz el secreto: que el Grial son los
hijos de Jesús y la Magdalena y que el primer dios de los “cristianos”
gnósticos era femenino. Mientras que los evangelios canónicos son del s.I,
ningún texto gnóstico es anterior al s. II. Muchos son del s. III, IV o V. A
mediados del s. II la Iglesia ya tenía claro que los evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan eran los inspirados por el Espíritu Santo, y sólo
dudaba en el canon de un par o tres de textos. Es falsa la idea de la novela
de que en el 325, con Constantino, de entre “más de 80 evangelios
considerados para el Nuevo Testamento”, sólo se eligieron cuatro: estos
cuatro ya hacía 200 años que estaban seleccionados, como leemos en los
textos de Justino Mártir (150 d.C) y de San Ireneo.
La novela, afirma una serie de cosas sobre cómo el cristianismo inventado
por Constantino no era más que paganismo. “Nada en el Cristianismo es
original”, dice el personaje. Escribimos subrayadas las afirmaciones de “El
Código Da Vinci” y a continuación comentamos cada una.
– Los discos solares egipcios se convirtieron en halos de santos católicos.
El arte cristiano tiene que expresar conceptos bíblicos, como las caras
luminosas de Moisés (en el Sinaí) y Jesús (en la Transfiguración). Para ello
usan un recurso común, los halos o nimbos que ya usaba el arte griego y el
romano.
– Los pictogramas de Isis amamantando a su milagroso bebé Horus fueron el
modelo para las imágenes de la Virgen María con el Niño Jesús.
La imagen de una madre amamantando es común a egipcios, romanos, aztecas o
cualquier otra cultura que represente la maternidad.
– “La mitra, el altar, la doxología y la comunión, el acto de comer a Dios,
fueron tomados directamente de religiones mistéricas paganas anteriores.
La mitra de los obispos difícilmente puede estar inspirada en religiones
mistéricas antiguas: no aparece en Occidente hasta mediados del s. X y en
Oriente no se usa hasta la caída de Constantinopla en 1453.
El altar es -como el cristianismo mismo- de origen judío, no pagano. Hay 300
referencias a altares en el Antiguo Testamento. El altar de los sacrificios
del Templo de Jerusalén es el punto de referencia del judaísmo antiguo y del
simbolismo cristiano. Nada que ver con cultos paganos. La Doxología
(doxa=gloria; logos=palabra) no es más que la oración del Gloria: “Gloria a
Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres; te alabamos, te
bendecimos, te adoramos?” usa lenguaje puramente cristiano, con conceptos
trinitarios y utilizando continuamente pasajes del Nuevo Testamento. Nada
que ver con cultos mistéricos paganos.
– La comunión y “comer a Dios”
Parece ser que en los niveles superiores del culto a Mithras existía una
comida sagrada de pan y agua o pan y vino. No hay datos que indiquen que los
mitraístas consideraran que en esa comida “comían un dios” ni nada similar.
De nuevo, el origen de bendecir y compartir el pan es judío, como explica
con detalle Jean Danielou en su estudio La Biblia y la liturgia. No hay
relación con cultos mistéricos paganos.
– También al dios hindú Krishna, recién nacido, se le ofreció oro, incienso
y mirra
Extraído, al parecer, del libro de pseudohistoria The World’s Sixteen
Crucified Saviours, [Los 16 salvadores del mundo crucificados] escrito por
Kersey Graves en 1875 y denostado incluso por ateos y agnósticos, aunque muy
popular y copiado en Internet. Graves no da nunca documentación de sus
afirmaciones. Ésta del oro, incienso y mirra parece simplemente un invento.
En la literatura hindú no sale por ningún sitio. El Bhagavad-Gita (s.I d.C.)
no menciona la infancia de Krishna. En las historias sobre el Krishna niño
del Harivamsa Purana (c.300 d.C) y el Bhagavata Purana (c.800-900.dC.)
tampoco aparecen regalos.
– El dios Mithras, nacido en 25 de diciembre como Osiris, Adonis y Dionisos,
con los títulos “Hijo de Dios” y “Luz del Mundo”, enterrado en roca y
resucitado 3 días después, inspiraron muchos elementos del culto cristiano.
En realidad, la fiesta pagana del 25 de diciembre en Roma la inventó el
emperador Aurelio en 274, muchos años después de que los cristianos latinos
celebrasen el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo.
Aunque en la novela hablen de Mithras como un dios “muerto, enterrado en
roca y resucitado tres días después”, esta afirmación no sale recogida en
ningún texto ni tradición antigua sobre Mithras. Al parecer es otro de los
préstamos tomados del panfleto decimonónico de Kersey Graves, en concreto
del capítulo 19 de The World’s Sixteen Crucified Saviours. Por supuesto,
Graves no da documentación.
Todo esto se intenta vender como erudición, investigación histórica y
trabajo serio de documentación.
“¿Cómo es posible que un libro mal escrito, lleno de falsedades tenga un
éxito editorial tan grande? “El Código Da Vinci”, una novela de ficción en
la que se pone en duda la verdad del catolicismo, se ha encaramado a la
lista de libros más vendidos. Aunque se trate de una obra de ficción,
resulta ofensiva para el honor de la Iglesia porque juega con sus
fundamentos -afirma el diario El Mundo de Madrid. Los libros que nacen con
vocación de best-seller -continúa- apenas logran ocultar su condición de
productos manufacturados. “El Código Da Vinci” no es una obra de creación,
sino un artefacto concebido para transformarse en un fenómeno comercial.
Reúne todos los elementos que garantizan el éxito fácil: una trama
policíaca, con conexiones políticas y religiosas, unos personajes
estereotipados, ciertas dosis de trascendencia filosófica, un erotismo libre
de estridencias y una escritura plana”.
“En nuestra “correcta” sociedad, -ha afirmado el mismo diario- una
declaración racista, antijudía, contraria a los homosexuales o las mujeres
puede descalificar a un escritor durante mucho tiempo. Pero no ocurre así
con los insultos a Jesucristo y a sus discípulos. Paradójicamente escribir
un libro extenso sobre una conspiración católica llena de chismes supone
obtener abundantes beneficios y notoriedad”. El marketing no excluye a
ningún tipo de comprador. Tampoco a los tontos de los que dice la Escritura
(Eccle. 1, 15) que su número es infinito.
La presunta implicación del Vaticano sólo evidencia una obscena complacencia
con el escándalo. Ron Howard ya ha manifestado su intención de realizar una
adaptación cinematográfica con los derechos para la película en manos de
Columbia Pictures y el director Ron Howard (con Russell Crowe de
protagonista). Si es cierto que los malos libros inspiran excelentes
películas, habrá que esperar una obra maestra.
El resultado es que las ventas de libros pseudohistóricos sobre la Iglesia,
los evangelios gnósticos, la mujer en el cristianismo, las diosas paganas,
etc., se han disparado: la web de libros Amazon.com es la primera
beneficiada, enlazando “El Código Da Vinci” con libros de pseudohistoria
neopagana, feminista radical y new age. La ficción es la mejor forma de
educar a las masas, y disfrazada de ciencia (historia del arte y de las
religiones en este caso) engaña mejor a los lectores.
En “El Código Da Vinci” hay material de muchos tipos: new age, ocultismo,
teorías conspiratorias, neopaganos, wiccas, astrología, préstamos orientales
y amerindios. Pero el cóctel gnóstico-feminista es la base de la ensalada.
Hay poca investigación verdadera sobre el Santo Grial, pero mucha sangría.
Y se podría seguir diseccionando los errores y los simples engaños de este
best-seller mentiroso. Por no hablar de su calidad literaria. Pero ¿vale la
pena tanto esfuerzo por una novela? La respuesta es sí: para miles de
jóvenes y adultos, esta novela será su primer, quizá único contacto con la
historia antigua de la Iglesia, una historia regada por la sangre de los
mártires y la tinta de evangelistas, apologetas, filósofos y Padres. No
sería digno de los cristianos del s. XXI ceder sin lucha ni respuesta ante
el neopaganismo el espacio que los cristianos de los primeros siglos ganaron
con su fidelidad comprometida con Jesucristo.
En el diario El País de Madrid, dice F. Casavella el 16 enero 2004: “El
problema de “El Código Da Vinci” no es que tienda al grado cero de
escritura. “El Código Da Vinci” [es] el bodrio más grande que este lector ha
tenido entre manos desde las novelas de quiosco de los años setenta”.
“El odio al catolicismo impregna todo el libro -indica Thomas Roeser-, pero
las peores invectivas las recibe el Opus Dei, prelatura personal aprobada
por Juan Pablo II. Un ‘monje’ del Opus Dei (asombrosamente, Brown no
comprende que esa organización no tiene monjes) es un asesino, que mata para
impedir que el ‘secreto’ de la Magdalena salga a la luz pública. Yo no soy
del Opus Dei, pero lo conozco y lo admiro, entre otras cosas, por sus
escuelas dirigidas a los jóvenes sin oportunidades de Chicago, en donde fui
profesor”. ‘Chicago Sun Times’ (27-IX-2003).
Como afirma el dicho: “calumnia, que algo queda, y si calumnias con datos
que suenen a científico -aunque sean inventados- pues queda más”.
Toda la base “histórica” de Brown descansa sobre una fecha: el concilio de
Nicea del año 325. Según sus tesis, antes de esta fecha, el cristianismo era
un movimiento muy abierto, que aceptaba “lo divino femenino”, que no veía a
Jesús como Dios, que escribía muchos evangelios. En este año, de repente, el
emperador Constantino, un adorador del culto -masculino- al Sol Invicto se
apoderó del cristianismo, desterró a “la diosa”, convirtió al profeta Jesús
en un héroe-dios solar y montó una redada a la manera stalinista para hacer
desaparecer los evangelios que no le gustaban.
En el diario New York Times “¿Desenmascara “El Código Da Vinci” a Leonardo?”
escrito por Bruce Boucher 3 de agosto de 2003, se lee. “Más que una
película, lo que parece que Brown ha compuesto ha sido una ópera de espías.
Aquí viene a propósito la frase de Voltaire: ‘Si algo es demasiado tonto
para ser dicho, al menos siempre podrá ser cantado'”.
En “Confidential Digital” del 17 de noviembre de 2003 se lee: “a la vista de
lo descabellado de sus tesis de fondo, la verosimilitud de la novela queda
en entredicho, y sus desatinadas afirmaciones caen por su propio peso.
Demasiada invención, demasiada maldad, demasiada perversión como para ser ni
siquiera verosímil, pero los lectores más inocentes pueden quedarse con la
idea de que la Iglesia Católica, y en particular el Vaticano y el Opus Dei,
es una institución poco fiable”.
“El Código Da Vinci” es inexacto hasta cuando baja al detalle (…) los fieles
del Opus Dei no son monjes ni visten hábito”. Afirma el Pittsburgh
Post-Gazette, “La exactitud del superventas Da Vinci Code, bajo sospecha”
Por Frank Wilson (Philadelphia Inquirer) 31 Agosto 2003. “Se ha dicho que el
libro en sí mismo es un ataque al Cristianismo”.
“Este libro es, sin duda, el más tonto, inexacto, poco informado,
estereotipado, desarreglado y populachero ejemplo de pulp fiction que he
leído”, afirma The Times, London, 21 de junio de 2003.
“Los editores de Brown han obtenido un puñado de elogios brillantes de
escritores de película de suspense americanas, de esos de tercera fila. Sólo
se me ocurre que la razón de su alabanza exagerada se debe a que sus obras
quedan elevadas a la categoría de obra maestra cuando se las compara con
este libro”, afirma el Times de Londres
“No puedo dejar de felicitar a las editoriales de todo el mundo que en su
día rechazaron la publicación de esta infamia y ahora no se arrepienten. Es
la demostración de un resto de dignidad, no sólo en el mundo editorial, sino
en el sistema mercantil”, escribe el crítico literario de El País, Madrid.
Puede resultar extraño que alguien se moleste en desmentir acontecimientos y
teorías expuestos en una obra de ficción. Sin embargo, explica Laurie
Goodstein, “El Código Da Vinci” pretende ser, según el mismo autor, más que
una ficción. La novela, dice la periodista, “podría parecer poco más que un
bodrio descarado”. Pero, señala, se abre con una página titulada “Fact”
(dato), que concluye así: “Todas las descripciones de obras de arte,
arquitectura, documentos y rituales secretos narrados en esta novela son
exactas”. Además, añade Goodstein, Dan Brown dice en su página web que “en
mi opinión personal, las teorías expuestas por los personajes tienen
fundamento”.
Por eso “han aparecido o van a aparecer más de diez libros, la mayoría en
abril o mayo, con títulos que prometen romper, desmentir, hacer saltar o
descodificar “El Código Da Vinci”. “Es importante que hablemos alto y claro,
porque este libro es un ataque directo contra la fe cristiana”, dice Erwin
Lutzer, autor del libro The Da Vinci Deception e influyente pastor
evangélico de Chicago.
Otra réplica es Cracking Da Vinci’s Code, firmada por Peter Jones y James
Garlow, pastor protestante de San Diego. Dice Garlow al New York Times: “No
creo que sea solo una novela inocente con una trama que cautiva. Creo que su
objetivo es convencer a la gente de una concepción [del cristianismo]
incorrecta e históricamente inexacta”.
Aunque la novela imagina una conspiración vaticana para ocultar la verdadera
historia de Jesús, Goodstein señala que “entre los críticos hay protestantes
evangélicos y católicos”. En uno y otro campo, “se ofrecen en las iglesias
folletos y guías para lectores a los que la novela haya llevado a
cuestionarse su fe. Las conferencias y sermones sobre “El Código Da Vinci”
atraen a numeroso público”.
Una crítica más a la obra de Dan Brown es Decoding Da Vinci, de Amy Welborn,
católica, periodista del semanario Our Sunday Visitor. En la entrevista para
Zenit, Welborn explica: “Dentro del marco de su novela, Dan Brown presenta
muchas afirmaciones sobre la historia, la religión y el arte. Las presenta
como verdad, no como parte de su mundo de ficción”.
Desde las páginas del Weekly Standard (22-IX-2003), la escritora Cynthia
Grenier afirma sobre “El Código Da Vinci” que “se puede hablar de una
extremista visión feminista” de la fe cristiana y católica. “Llámenme
escéptica -escribe-, pero no estoy dispuesta a comprar esta novela. Los
rituales que él relata son fruto de una mezcolanza de varios cuentos
imaginarios. Si usted alguna vez ha considerado la posibilidad de que el
Santo Grial buscado por los caballeros del Rey Arturo es realmente el
vientre de la Magdalena, entonces “El Código Da Vinci” es su novela. Si su
imaginación nunca le ha inquietado en este sentido, lo mejor es olvidar la
novela. Seguramente a usted se le habrá caído de las manos este libro de 454
páginas cuando su autor le relate su último descubrimiento: bajo la enorme
pirámide de cristal del patio del Louvre se hallan los huesos de la mujer de
Jesús”. Y sobre los múltiples errores geográficos e históricos contenidos en
el libro, la escritora concluye: “Por favor, alguien debería dar a este
hombre y a sus editores unas clases básicas sobre la historia del
cristianismo y un mapa”.
cortesía http://udep.edu.pe/capellania/capinfo/el-codigo-da-vinci/