En la Escuela de San Ammonas Carta VI La paternidad espiritual - La oración por los hijos en la fe
Noche y día rezo para que la fuerza de Dios crezca en ustedes y les revele los
grandes misterios de la divinidad, de los que no puedo hablar con la lengua,
porque son grandes; no son de este mundo, y se revelen sólo a quienes tienen el
corazón purificado de toda mancha y de toda vanidad de este mundo; a quienes han
tomado su cruz y que junto con esto se odian a sí mismos, y han sido obedientes
a Dios en todo. En estos habita la divinidad y ella alimenta su alma. En efecto,
al igual que los árboles no crecen si no los alcanza la fuerza del agua, del
mismo modo el alma no puede crecer si no recibe la alegría celestial. Y entre
quienes la reciben, hay algunos a los cuales Dios les revela los misterios
celestiales, les muestra su lugar, mientras ellos todavía están en el cuerpo y
les concede todas sus peticiones.
He aquí, pues, cuál es mi oración noche y día: que ustedes lleguen a ese grado y
que conozcan la infinita riqueza de Cristo (Efe 3,8), pues son poco numerosos
los que han sido hechos perfectos. Y son aquellos para los cuales han sido
preparados los tronos, a fin de que se sienten con Jesús para juzgar a los
hombres. Porque en cada generación se encuentran hombres llegados a esa medida,
para juzgar cada uno a su generación. Esto es lo que pido incesantemente para
ustedes en virtud del amor que les tengo. El bienaventurado Pablo les decía, a
los que él amaba: Quiero darles no sólo el evangelio de Cristo, sino también
nuestra vida, porque nos han llegado a ser muy queridos (1 Ts 2,8). Les envié a
mi hijo, hasta que Dios me conceda a mí también llegar corporalmente hasta
ustedes, para que les ayude a progresar aún más. Pues cuando los padres reciben
hijos, Dios está en medio de ellos de ambos lados.
Permanezcan en paz y compórtense bien en el Señor.