En la Escuela de San Ammonas Carta VII - El carisma de los Padres
A los amadísimos en el Señor, que tienen parte en el Reino de los cielos.
Del
mismo modo que ustedes buscan a Dios imitando a su padre, creo que recibir n
también las mismas promesas, porque ustedes han sido contados en el número de
sus hijos. Pues los hijos heredan la bendición de los padres, imitando su celo.
Por eso el bienaventurado Jacob imitando en todo la piedad de sus padres,
recibió de ellos la bendición; y cuando fue bendecido por los padres,
inmediatamente vio la escala levantada y a los ángeles subiendo y bajando (Gn
22,1-12). Ahora bien, desde el momento en que algunos son bendecidos por sus
padres y ven las fuerzas divinas, nada los puede turbar. Porque el
bienaventurado Pablo cuando vio esas mismas fuerzas divinas, devino inconmovible
y gritó diciendo: "¿Quién me separar del amor de Cristo? ¿La espada, el hambre,
la desnudez? Pero ni los ángeles ni los principados ni las potestades, ni altura
ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarme del amor de Dios?"[65]
(Rm 8,35-39).
Ahora, pues, mis amadísimos, pidamos sin cesar noche y día que las bendiciones
de nuestros padres y las mías lleguen a ustedes; y así las fuerzas de los
ángeles permanezcan con ustedes, para que transcurran el resto de sus días en
toda alegría del corazón. Si, en efecto, alguno llega a ese grado, la alegría de
Dios estar siempre con él, y entonces hará todo sin fatiga. Porque está escrito:
La luz de los justos nunca se apaga, pero la luz de los impíos se extinguir (Pr
13,9). Yo pido asimismo que en todo lugar que yo vaya, también ustedes vengan, y
hago esto a causa de la obediencia de ustedes. Cuando el Señor vio la obediencia
de sus discípulos, oró al Padre por ellos diciendo: "Que allí donde yo esté,
también estén éstos, porque escucharon mis palabras" (Jn 17,24). Y nuevamente
pide que ellos sean preservados del Maligno (Jn 17,15), hasta que lleguen al
lugar del reposo. Yo también rezo y le pido al mismo Señor, que ustedes sean
preservados del Maligno hasta su llegada al lugar del reposo de Dios, y que
obtengan la bendición. En efecto, Jacob después de la escala vio cara a cara el
campo de los ángeles (Gn 28,12), (después) luchó con el ángel y lo venció (Gn
32,24-29). Dios le hizo esto para bendecirlo aún más.
Que Dios, a quien sirvo desde mi juventud, los bendiga (aún) más, y ustedes, mis
amadísimos, pórtense bien.