En la Escuela de San Ammonas: Carta IX - La Tentación
Sé que están sufriendo penas en el corazón, porque han caído en la tentación,
pero si la soportan con valor, alcanzarán la alegría. Pues si no soportan
ninguna tentación, visible u oculta, no podrán progresar más allá de la medida
que han alcanzado. Todos los santos, en efecto, cuando pidieron un aumento de
fe, se encontraron frente a las tentaciones; porque desde el momento en que
recibieron una bendición de Dios, una tentación les fue agregada por los
enemigos, que querían privarlos de la bendición con que Dios lo había
gratificado. Los demonios, al ver que el alma bendecida hacía progresos, la
combatían, en secreto o bien abiertamente. Porque cuando Jacob fue bendecido por
su padre, inmediatamente le sobrevino la tentación de Esaú (Gn 27,41). El
diablo, en efecto, excitó su corazón contra Jacob y deseaba borrar su bendición,
pero no pudo prevalecer contra el justo, pues está escrito: El Señor no dejar el
cetro del pecador sobre el lote de los justos (Sal 124,3)[87]. Por tanto, Jacob
no perdió la bendición que había recibido, sino que ella creció con él de día en
día. Esfuércense también ustedes por vencer la tentación, porque quienes reciben
una bendición necesariamente deben soportar las tentaciones. Yo mismo, su padre,
he soportado grandes tentaciones, en secreto y abiertamente, pero me sometí a la
voluntad de Dios, tuve paciencia, supliqué a Dios y Él me salvó.
Ahora entonces, también ustedes, mis amadísimos, ya que han recibido la
bendición del Señor, reciban igualmente las tentaciones y sopórtenlas hasta que
las hayan superado. Obtendrán así un gran progreso y un crecimiento de todas sus
virtudes; y se les dar una gran alegría celestial que todavía no conocen. El
remedio para superar las tentaciones es no caer en la negligencia y orar a Dios,
dándole gracias de todo corazón, teniendo una gran paciencia en todo, de esta
forma las tentaciones se alejar n de ustedes. Porque Abrahán fue tentado de ese
modo y apareció como más agradable. Por tal motivo está escrito: Las pruebas de
los justos son numerosas, pero el Señor los librar de todas (Sal 33,20).
Santiago dice asimismo: Si alguno de ustedes sufre, que ore (St 5,13). ¡Ven como
todos los santos invocan a Dios en las tentaciones!
También está escrito: Dios es fiel, Él no permitir que ustedes sean tentados por
encima de sus fuerzas (1 Co 10,13); Dios, por ende, actúa en ustedes a causa de
la rectitud de sus corazones. Si Él no los amara, no les enviaría tentaciones,
pues está escrito: El Señor corrige al que ama; golpea al hijo que le es grato
(Pr 3,12; Hb 12,6). Son, pues, los justos quienes se benefician con las
tentaciones, puesto que los que no son tentados tampoco son hijos legítimos;
usan el hábito monacal, pero niegan su poder[96]. Antonio, en efecto, nos ha
dicho que "nadie puede entrar en el reino de Dios sin haber sido tentado". Y el
bienaventurado Pedro escribe en su carta: En esto ahora se alegrarán, ustedes
que han tenido que soportar diversas tentaciones, para que su fe puesta a prueba
sea hallada más preciosa que el oro perecedero probado por el fuego (1 P 1,6-7).
Se dice asimismo que los árboles agitados por los vientos echan mejores raíces y
crecen más; así sucede con los justos. En esto, pues, y en todo lo demás,
obedezcan a sus maestros para progresar.
Ustedes saben que al comienzo el Espíritu Santo les da la alegría en la obra
espiritual, porque ve que sus corazones son puros. Y cuando el Espíritu les ha
dado la alegría y la dulzura, entonces se va y los abandona: es su signo. Hace
esto con toda alma que busca a Dios, al comienzo. Se va y abandona a todo
hombre, para saber si lo buscarán o no. Algunos, cuando Él se va y los abandona,
quedan inmóviles, permanecen en el abatimiento y no oran a Dios para que les
quite ese peso, y les envíe la alegría y la dulzura que habían conocido. Por su
negligencia y su voluntad propia, se hacen extraños a la dulzura de Dios. Por
eso llegan a ser carnales; usan el hábito, pero reniegan de su poder (2 Tm 3,5).
Estos tales son ciegos en su vida y no conocen la obra de Dios.
Si ellos perciben un peso desacostumbrado y contrario a la alegría precedente,
que oren a Dios con l grimas y ayunos; entonces Dios, en su bondad, si ve que
sus corazones son rectos, que le rezan de todo corazón y que reniegan de sus
voluntades propias, les da una alegría más grande que la anterior y los
fortifica aún más. Tal es el signo que realiza con toda alma que busca a Dios.
Después de haber escrito esta carta, me acordé de una palabra que me impulsó a
escribirles sobre las tentaciones que se le presentan al alma del hombre, y que
hacen descender de los cielos a los abismos del Hades. He aquí porque el profeta
clama y dice: Tú has sacado mi alma de las profundidades del Hades (Sal 85,13).
Cuando el alma sube del Hades, por el tiempo que ella acompaña al Espíritu de
Dios, las tentaciones le vienen de todas partes. Pero cuando ha superado las
tentaciones, llega a ser clarividente y recibe una nueva belleza. Así, cuando el
profeta debía ser llevado (al cielo), llegando al primer cielo, se asombró de su
resplandor; al arribar al segundo, se admiró al punto de decir: "Pensé que la
luz del primer cielo es obscuridad", y así para cada cielo de los cielos. El
alma de los justos perfectos avanza y progresa hasta subir al cielo de los
cielos. Si llega allí, ha superado todas las tentaciones y ahora hay un hombre
sobre la tierra que ha llegado a ese grado.
Yo les escribo, mis amadísimos, para que se fortalezcan y aprendan que las
tentaciones no causan daño a los fieles sino aprovechamiento y que, sin la
venida de las tentaciones al alma, ella no puede subir a la morada de su
Creador.