Disfruten
de la Palabra Divina de los Domingos
tomados
de la mano de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los
tiempos y del Catecismo de la Iglesia Católica
(Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( )
hacen referencia a los números del Catecismo).También puede saltar a:
DOMINGO IV DE ADVIENTO B
“Salve,
María, Madre de Dios,
por
quien vino al mundo el autor de la creación y restaurador de las criaturas”
* 2 S
7,1-5.8b-11.16: “El reino de David
durará por siempre en la presencia del Señor”
* Sal 88,2-3.4-5.27
y 29: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”
* Rm 16,25-27:
“El misterio mantenido en secreto durante siglos ahora se ha manifestado”
* Lc 1,26-38:
“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo”
Natán, decidido
partidario de su rey, a pesar de haber ejercido como profeta con dureza ante
él, sale al paso de las inquietudes de
su señor, prometiéndole un reino que durará por siempre. El profeta no es
consciente en aquel instante del alcance de sus palabras. La luz del Nuevo Testamento
ilumina tal oscuridad. El Reino permanecerá porque el Mesías heredará el “trono
de David, su padre”.
Las diversas
citas bíblicas, tan hábilmente recogidas y ordenadas por san Lucas, nos muestra
un mosaico de acciones salvadoras de Dios, que dan paso a lo más importante:
mostrar que lo que acontece en María, la Encarnación del Hijo de Dios, por obra
del Espíritu Santo, sólo puede venir de Dios.
El hombre de hoy,
dominador de casi todo, no se siente sin embargo autor de su propia salvación.
No puede serlo y trata de encontrar la salvación en ideologías, sistemas,
métodos, etc; cualquier cosa con tal de no reconocer que la salvación viene de
fuera, viene de Dios. Aquellos que reconocen la dimensión trascendente del
hombre, ya han empezado de alguna manera a creer que la salvación tiene su
fuente en Dios.
_ La Anunciación,
comienzo de la plenitud de los tiempos:
“La anunciación a
María inaugura la plenitud de ``los tiempos'', es decir, el cumplimiento de las
promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien
habitará ``corporalmente toda la plenitud de la divinidad''. La respuesta
divina a su ``¿cómo será esto, pues no conozco varón?'' (Lc 1,34) se dio
mediante el poder del Espíritu: ``El Espíritu Santo vendrá sobre ti'' (Lc 1,35)”
(484).
_ El Espíritu
Santo, enviado para santificar el seno de María:
“La misión del
Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo
fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra
divina” (485).
_ La aceptación
de María, motivo de alabanza para la Iglesia:
“A partir de esta
cooperación de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han
desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona
de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas
que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno
``engrandece'' al Señor por las ``maravillas'' que ha hecho en su humilde
esclava, y por medio de ella en todos los seres humanos; el segundo confía a la
Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella
conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios”
(2675).
_ “!Salve
María!,!Salve María!, criatura la más preciosa de la creación, salve, María,
purísima paloma; salve, María, antorcha inextinguible; salve, porque de ti
nació el Sol de justicia. Salve, María, morada de la inmensidad, que encerraste
en tu seno al Dios inmenso, al Verbo unigénito, produciendo sin arado y sin semilla
la espiga inmarcesible...” (San Cirilo de Alejandría, Disc. en Conc. de Efeso).
Se ha cumplido en
María cuanto se había dicho de parte de Dios, y por eso crece cada día nuestra
esperanza.
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