Disfruten
de la Palabra Divina de los Domingos tomados
de la mano de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los
tiempos y del Catecismo de la Iglesia Católica (Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los números del Catecismo).También puede saltar a: DOMINGO DE PENTECOSTÉS A-B-C(Misa vespertina de la Vigilia) “El Espíritu
viene en ayuda de nuestra debilidad” INDICE A. Comentarios de Sabios y Santos I. LA PALABRA DE DIOS
* Ez 37,1-14: “!Huesos secos! Os infundiré espíritu y
viviréis” * Sal 103,1-2a.24.27-28.29bc-30: “Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra” * Rm 8,22-27: “El Espíritu intercede por nosotros con
gemidos inefables” * Jn 7,37-39: “Manarán torrentes de agua viva” A.
Comentarios de Sabios y Santos
B.
Suplementos
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
* El cuadro que
describe Ezequiel es verdaderamente aterrador. * La impresión de
sentir la muerte alrededor es apocalíptica. * El profeta, que ha
notado que la mano del Señor se había posado sobre él, no duda de que sea
posible la resurrección: “Señor, tú lo sabes”. El profeta comunica al pueblo la
esperanza de salvación simbolizada en aquella visión. * Tal vez a algunos
cristianos les vendría bien un empujón de esperanza para mirar a la Iglesia
como algo más vivo que “un montón de huesos”. La fuerza desplegada por el
Espíritu de Dios es la prueba de confianza que necesitamos todos. Y si Ezequiel
podía confiar porque había notado la mano de Dios sobre él, nosotros hemos
sentido el soplo de su Espíritu: “No dejes, Señor, de realizar hoy las
maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica” (Misa del
día de Pentecostés). III. SITUACIÓN HUMANA
* Las
interpretaciones catastrofistas que de vez en cuando surgen a nuestro alrededor,
nos arrugan el corazón y nos tientan al “qué se le va a hacer”. Los malos
augurios son frecuentemente lamentos que no cambian nada. Invitan más bien al
“sálvese quien pueda”. Y eso es lo más contrario a la esperanza. El optimismo
no es una ingenuidad cuando se apoya en las posibilidades del hombre. IV. LA FE DE LA IGLESIA
* La fe
_ Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo:“Nadie puede decir ``Jesús es el
Señor'' sino por influjo del Espíritu Santo. ``Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama Abba, Padre''. Este conocimiento de
fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo,
es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien
nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer
sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece
por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la
Iglesia” (683; cf. 689. 692. 1433). * La respuesta
_ Efectos del
Sacramento de la Confirmación:“Por este hecho, la Confirmación confiere
crecimiento y profundidad a la gracia bautismal: nos introduce más
profundamente en la filiación divina que nos hace decir ``Abbá Padre'' nos une
más firmemente a Cristo; aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo; hace
más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia Católica; nos concede una fuerza
especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra
y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el
nombre de Cristo y para no sentir vergüenza de la cruz” (1303). _ Dones y frutos del
Espíritu Santo: 736. 1830-1832. _ El Cristiano,
“criatura nueva” por el Espíritu Santo: 1265-1266. * El testimonio cristiano
_ “El Bautismo nos da
la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el
Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son
conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el
Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es
posible ver al Hijo de Dios y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre,
porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios
se logra por el Espíritu Santo (San Ireneo, dem. 7)” (683). Si el Espíritu “ora
en nosotros con gemidos inenarrables”, es que vive en nosotros. Si el Espíritu
hace que clamemos: “Abbá, Padre” es que hace que creamos. vea:
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