Meditación sobre los Pasajes
Bíblicos del Domingo NO HEROÍSMO SINO CONFIANZA (Ex 17, 3) El camino de Dios no es un camino reservado para
los héroes, para la gente con fuerza superior, con espíritu luchador,
con el corazón inflamado. Cuando se interpreta de esta manera la fe cristiana
como si fuera sólo para los idóneos, los gallardos, los avispados, entonces
algo anda mal. Es verdad que en los últimos años aparecía que eran cristianos sólo
aquellos que son capaces de cambiar el mundo, es decir, de ninguna manera los
ancianos, ni los que sufren, ni los de poca fuerza. Quien
quiera seguir el camino de Dios no necesita inventarlo. Está proveído, está
abierto. Quien
quiere transitar por él tampoco tiene que caminar solo. Camina bajo
la protección del Padre, en compañía de su hermano Jesús y en la fuerza del Espíritu
Santo. Antes de
que los Israelitas dieran el primer paso en el desierto se les había dicho: Dios estará
con ustedes. La tierra los espera. El camino los espera. La comida y la bebida
para los hambrientos y los sedientos los espera. Ahora, pónganse
en camino. Al comienzo
no está la faena súper-pesada. Al comienzo
está el encuentro con Dios, con Jesucristo. Al comienzo no está el
esfuerzo denodado, el duro trabajo y la reflexión aguda para arrancar al futuro
un poco de esperanza; al comienzo está Dios, está Jesucristo. Esta
secuencia no sólo es significativa, de ella depende todo. En esta secuencia
encontramos la razón porque en nuestros pensamientos pueden admitir la esperanza;
si podemos permitirnos de pensar así porque nuestra esperanza resistirá al
futuro; si podemos esperar y al mismo tiempo resistir a la tentación de huir de
este mundo: si podemos esperar y hacer lo nuestro en esta tierra; o, como los
hacen innumerables jóvenes de buena voluntad, sumergirnos en el acomodo, la desilusión
o protesta impotente. Si podemos seguir firme en la esperanza sin sucumbir los embates e infortunios y al
miedo finalmente ante el sufrimiento y la muerte; si nos hundimos en el miedo o avanzar a través de él. Quien desde
la vida austera del desierto se ilusiona con un futuro dorado donde lo que
necesita le es puesto en la boca, éste estará zarandeado entre esperanza y
desesperación, entre buenos propósitos y reproches a Dios. Nuestro camino no es
un camino de niños con ensueños que piensan estar de camino al paraíso sino un
camino de hombres despabilados en el seguimiento de Jesucristo hacia el reino.
(Jörg Zink, Un manojo de esperanza). |