INTRODUCCIÓN
A LA CUARESMA Y LA PASCUA B
Si no existiera la Pascua, tampoco
existiría la Cuaresma. La Liturgia está pensada siempre destacando la meta y proponiendo
después el camino. Así nacieron las vigilias y los tiempos fuertes. Porque algo
era muy importante, había que resaltarlo desde varias semanas antes. Y cuanto
de mayor relieve, más tiempo de preparación. La intensificación de la
predicación, la proliferación de ejercicios, charlas, vía crucis, ratos de
reflexión, etc, tan frecuentes durante este tiempo cuaresmal tal vez provoquen
cierto “exceso” de predicación perdiendo de vista unos objetivos muy claros en
el pensamiento bíblico y que nos trae la
Iglesia en la Liturgia.
Cuaresma Tres son los grandes temas
cuaresmales, que miraremos también desde la Pascua; o acaso cabría decir, temas
pascuales que miraremos desde la Cuaresma: el pecado, la conversión, la
salvación.
Abordar el pecado hoy, además de
impopular, es muy difícil. Nuestras gentes también han perdido en gran manera
tal conciencia. Más que la confrontación de la vida con un catálogo prefijado,
parece oportuno presentar el proyecto de Dios sobre nosotros y la infidelidad
con la que respondemos. La experiencia bíblica del pecado suele recurrir a este
método. Al pueblo de Dios hay que habituarle a que confronte su vida con el
mensaje evangélico, y que pierda el miedo a que nos acuse siempre de pecadores.
Entre otras razones, porque la Palabra para eso es profética.
Y cuando el mensaje es tan rico en
anuncios de misericordia, de perdón, de reconciliación, como es el de Cuaresma,
nuestras gentes vivirán la experiencia del Dios misericordioso íntimamente
vinculado con sus personas. La Cuaresma es tiempo de pedir por los pecadores,
por todos nosotros.
El paso del Señor por nuestra vida
es un buen momento para desmontar la imagen que albergamos acerca de nosotros
mismos. La conversión lo requiere como primer paso. El segundo es la conciencia
de pobres que ha de crecer en nuestro interior. El camino hacia la Pascua es de
aquellos que se sienten pobres, porque lo recorre el Cristo-Siervo.
Identificarse con Él, “tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús”,
requiere tal actitud. Y un primer descubrimiento por nuestra parte es que el
seguimiento nos encamina por la cruz a la resurrección, que Cristo no nos
dejará donde Él nunca se queda, en la derrota del pecado, sino que nos regalará
gratuitamente la participación en su victoria sobre la muerte y sobre la
limitación humana.
La Cuaresma-Pascua es un testimonio
de que Dios ha aceptado a la humanidad como algo previo a la liberación radical
de los males que la aquejan, especialmente de la raíz de todos ellos, el
pecado. Cuando este tiempo se mira así, sólo hay lugar para la esperanza
confiada. La iniciativa divina y su gratuidad en la donación total de Cristo en
la Pasión y la Cruz, son el sello de una Alianza que se grabará para siempre en
nuestros corazones. Es como participar en esos “dolores de parto” de la
humanidad según san Pablo y la subsiguiente alegría del triunfo.
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