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Domingo 5 del Tiempo Ordinario A - 'Ustedes son la luz del mundo' -Comentarios de Sabios y Santos: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa Dominical

Recursos adicionales para la preparación

 

A su disposición
Exégesis: José María Solé - referente a las tres lecturas

Comentario Teológico: P. Ervens Mengelle, I.V.E. - ¿Doble ciudadanía?

Santos Padres: San Agustín - La obra de misericordia incluye una doble acción misericordiosa

Aplicación: San Juan Pablo II - "Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo"

Aplicación: Hans Urs von Balthasar -  Vosotros sois

Ejemplos

 

La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

Para ser más felices" Curso con y sobre las Bienaventuranzas"

 

 

comentarios a Las Lecturas del Domingo

Exégesis: José María Solé - referente a las tres lecturas

Isaías 58, 7-10:
Esta llamada del Profeta es una llamada, un aldabonazo fortísimo a las conductas hipócritas y a las conciencias frecuentemente ilusas y desorientadas en su modo de entender la religión. Jesús, en el Sermón del Monte (Bienaventuranzas), insistirá y urgirá la doctrina del gran Profeta:
- Dios quiere ante todo la conversión de los corazones; y no le pueden agradar ni engañar meras prácticas externas y rituales. En éstas hay que encontrar el sentido interior, el alma, que las vivifica. El Profeta lo aclara con el ejemplo del ayuno: "Acaso es éste el ayuno que yo deseo?: Inclinar la cabeza como un junco, vestirse de saco... ¿A eso llamas ayuno grato a Yahvé?" (v 5).

- Cuando estas prácticas externas sirven sólo para encubrir nuestro vacío interior y acallar los remordimientos de la conciencia sumida en pecados de egoísmo e injusticia, pierden todo valor religioso; más que un culto a Dios son una burla a Dios y un agravio al prójimo. El ayuno, signo religioso de conversión a Dios, es auténtico cuando produce pureza de corazón y compasión y caridad para con el prójimo: "Partir tu pan con el hambriento, dar cobijo al desamparado, vestir al desnudo... Romper todas las cadenas: las que nos esclavizan a nosotros al pecado; las que oprimen a nuestros hermanos... Este es el ayuno que yo acepto" (6).

- A un corazón que proceda con esta sinceridad en su búsquela a Dios, Dios le concederá siempre y muy generosamente su luz (vv 8. 10). Muchos sufren crisis de fe porque tienen el corazón enlodado de egoísmo. Salir de sí mismo; abrirse y darse a los demás, es camino muy recto y seguro para encontrar a Dios. Y, por el contrario, ser duro con el prójimo, ser egoísta y sensual, es levantar una muralla que nos hace inaccesible el Rostro de Dios. ¡Y tan fácil como nos sería ver el Rostro de Dios en nuestro hermano que es "imagen" de Dios! En el N. T. Cristo insistirá que quien quiera encontrarle y honrarle a Él, le busque y le honre en el pobre, en el débil, en el enfermo.

1 Corintios 2, 1-5:
Pablo recuerda a los Corintios el sistema que con ellos y con todos se ha propuesto seguir en la predicación del Evangelio. Hoy, en nuestra euforia de renovación pastoral y ministerial, necesitamos retornar a las Fuentes. Sacerdotes, misioneros, laicos militantes y cuantos queremos servir al Evangelio haremos bien en releer esta página del que sin discusión ha sido el más grande Apóstol de Cristo:

- Pablo, conocedor de que el Evangelio es energía divina infinita de Salvación (Rom 1, 16), sabe que el mensajero del Evangelio no debe apoyarse en recursos humanos. En Corinto era muy valorizada la retórica y la filosofía. El Evangelio no es ni retórica ni filosofía. Predicador y auditorio, escritores y lectores, pueden caer fácilmente en esta desorientación: Hacer del mensaje Evangélico una palestra retórica o un ensayo filosófico, sociológico y aun político.

- Pablo nos dice con meridiana claridad cuál ha sido en Corinto y siempre el tema de su predicación: "Porque me propuse no saber otra cosa entre vosotros sino Jesucristo; y Este, Crucificado" (v 2). En otra Epístola escribirá: "No me sonrojo del Evangelio, ya que él es la fuerza de Dios para salvar a todos los que creen" (Rom 1, 16). Pablo, el que fue ferviente fariseo, cumplidor exactísimo de la Ley, a la luz de Damasco ha hecho en su mentalidad un cambio radical. El perseguidor del "Crucificado" no tiene ya otro amor, otro ideal ni otra vida que el "Crucificado": "Me propuse no saber otro cosa que a Jesús-Crucificado". Ha entrado en el plan de Dios que ahoga todo orgullo humano: La Fuerza Salvífica de Dios es la Cruz de Cristo.

- El Crucificado es Salvación para todos. Quien predica a los hombres Salvación, predique a Cristo Crucificado. La fe en Él nos salva. Esta fe no es fruto ni de raciocinios ni de discursos persuasivos (v 4). Es Don de Dios, es Espíritu Santo, es Gracia. Y toda la Gracia Salvífica mana de la Cruz de Jesucristo. Tanto los predicadores como los evangelizados debemos asirnos a esta Cruz y decir con Pablo: "Lejos de mí gloriarme sino en la Cruz de Jesucristo" (Gal 6; 14). "Qui, humanis miseratus erroribus, de Virgine nasci dignatus est. Qui crucem passus, a perpetua monte nos liberavit et, a mortuis resurgens, vitam nobis donavit aeternam" (Pref. De Dom. per annum II).

Mateo 5, 13-16:
En el Sermón del Monte acentúa Jesús el aspecto expansivo y dinámico del mensaje Mesiánico:

- Usa tres claros símbolos que vienen a ser tres claras consignas: "Sois la luz del mundo", "Sois la sal de la tierra", "Sois ciudad sobre el monte": Luz que disipa las tinieblas; sal que preserva de corrupción y sazona de nuevo sabor; ciudad visible, a todos abierta. Todo ciudadano del Reino, todo cristiano, debe iluminar, santificar, vivificar. Pero Vida no es estrépito. Espíritu no es desasosiego. El misterio Eucarístico, tan lumínico y vivificante, se realiza en signos de silencio, de humildad, de inmolación. Realicemos nuestra vocación como la luz, la sal, el fermento.

- El Concilio valoriza y recalca el dinamismo apostólico que debe acompañar a toda vocación cristiana: "El apostolado surge de la misma vocación cristiana; nunca puede faltar" (A. A. 1). Y otra vez: "La vocación cristiana es por su misma naturaleza vocación al apostolado" (A. A. 2). En virtud, pues, del Bautismo todos debemos vivir del Espíritu de Cristo y vivificar.

- Nos lo recuerda también el Papa: "Un catolicismo cómodo y quieto no es verdadera interpretación de la vocación cristiana. No pertenezcáis al grupo de católicos dimisionarios, apáticos, ocasionales, conformistas" (Paulo VI: 1-VI-1969). Los bautizados rebosantes de vida divina, con nuestra ejemplaridad, con nuestra doctrina y conducta, deberíamos llevar a todos la luz de Cristo, dar sabor cristiano a todo cuanto es humano, abrir el corazón a todos los hombres para que cuantos buscan a Dios, cuantos buscan la verdad, la vida, el amor, los hallaran en nosotros.

- El cristiano posee energías secretas ingentes e inagotables. Vive de Dios en Cristo.

Con la Sabiduría y la eficacia de las Bienaventuranzas Evangélicas todo lo sazona de sabor cristiano. Y se inmuniza de toda infección maligna. Es "Sal" de la tierra.
Con el resplandor de la Luz y Verdad de Cristo que él refleja, es modelo y ejemplo, es paradigma y norma para cuantos le contemplan.
Luz modesta y silenciosa en el hogar; luz radiante, ciudad sobre el monte, en la vida social y pública. Con la energía y dinamismo de la gracia transforma y eleva, purifica y enriquece, cristianiza y santifica el ambiente y la sociedad.
(José María Solé Roma Ministros de la Palabra Ciclo A Editorial Herder, pp. 164-167)

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Comentario Teológico: P. Ervens Mengelle, I.V.E. - ¿Doble ciudadanía?

Ya hemos dicho y repetido que el evangelista san Mateo, que es el que este año estamos leyendo, presenta la misión de Jesucristo, su misión salvadora, como la construcción de un Reino: el Reino de los Cielos. Hace dos domingos atrás escuchábamos su llamado: Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca.

Todo reino necesita de una ley que lo ordene y que determine los derechos y deberes de cada uno. De esta ley trata Jesucristo en el Sermón de la Montaña, que comenzamos a leer el domingo pasado con las bienaventuranzas. Este sermón abarca tres capítulos del primer evangelio, y quien cumple adecuadamente con sus enseñanzas, cumple toda la Ley de Cristo. La parte leída el domingo pasado nos enseñaba quiénes son los que pueden aspirar a poseer la ciudadanía del Reino de los Cielos: bienaventurados... bienaventurados...".

1 - El Reino de los Cielos
Evidentemente se trata de un Reino del todo especial; comportarse según el modelo establecido por las bienaventuranzas significa adquirir un estilo de vida completamente especial y ese conjunto de actitudes marca diferencias: "El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia..." (782). Por otra parte, toda diferencia crea, de alguna manera, tensión.

Hacia esto se dirige el evangelio de hoy, trata de un tema de capital importancia para la vida de los cristianos. Porque si bien es cierto como hemos leído que dice el Catecismo que "el Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente...", sin embargo no hemos de olvidar que se vive en medio de hombres y mujeres que no pertenecen, al menos de modo pleno, a ese Pueblo. Es la expresión de Cristo de que los cristianos están en el mundo sin ser del mundo (cf. Jn 17,16).

En realidad, la misma naturaleza del Reino de los Cielos muestra como una realidad diversa. Dice el Catecismo hablando de la segunda petición del Padre Nuestro, Venga tu Reino, lo siguiente: "la palabra basileia se puede traducir por realeza (nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (reinar, nombre de acción). El Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo Encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre" (2816). Y san Cipriano comenta: "incluso puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en él, puede ser también el Reino de Dios porque en él reinaremos". Esto es lo que pedimos cada misa, repitiendo las palabras del final del Apocalipsis: Ven, Señor Jesús.

O sea, como vemos, el Reino es algo fundamentalmente trascendente. Por eso el mismo catecismo concluye: "En la Oración del Señor, se trata principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo" (2818).

Esto, sin embargo, no implica que los cristianos vivan aislados del mundo. El deseo de la venida final de Cristo "no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu del Señor 'a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo’" (2818).

En esta tarea es donde surgen diferencias y tensiones, a las que Cristo refiere en el evangelio de hoy. Tanto la sal como la luz son, en cierto modo, agresivas: la sal quiere imponer su sabor, la luz rompe y ahuyenta las tinieblas. "Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión el Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre la carne y el Espíritu" (2819)

2 - Tentación uno: no ser sal de la tierra
Las enseñanzas de Cristo, en especial las bienaventuranzas, implican para el hombre herido por el pecado original el necesario abandono de varias cosas que no son compatibles con el hombre nuevo, con el hombre resucitado. Y no siempre los hombres están dispuestos a dejar ese modo injusto de obrar (v.g. adúlteros, concubinos, ladrones...). Ante este rechazo ¿qué suele pasar con el cristiano? En un tentativo, a veces bienintencionado, de querer ayudar a las personas, comienza a reducir las exigencias del mensaje de Cristo, o bien comienza a adaptar esas enseñanzas o exigencias al ambiente que lo rodea.

¿Acaso no hemos escuchado tantas veces esto referido al divorcio ("...hay casos en que...") o al aborto ("...pero cuando...")? ¿No lo percibimos en la enseñanza donde Dios es el gran ausente o en la liturgia donde muchas veces no se distingue la iglesia del boliche? ¿No aparece patente en el abandono del testimonio del hábito religioso o en la actitud tomada por muchos contemporáneos (e.g. Camilo Torres, cura colombiano, terminó con la metralleta en la mano de tanto dialogar con el marxismo acerca de la opresión y la injusticia)?

Contra todo esto el Santo Padre ha recordado el avance del secularismo, es decir, del avance de las doctrinas del "siglo" (seculum, de donde secularismo), que quieren que la Iglesia se convierta en un simple organismo de asistencia social, sin interesarse más por la salvación de las almas.

Ante esta tentación, recordemos las palabras de Cristo: sois la sal de la tierra... Las enseñanzas son de Cristo, no nos corresponde a nosotros cambiarlas. O como dice san Juan Crisóstomo: "A los otros que se encuentran en el error, será posible la conversión por medio de vosotros. Pero si vosotros perdéis vuestro vigor, os perderéis a vosotros mismos y a los otros con vosotros".

Primera tentación, entonces: mimetizarse con el mundo y pasar a ser parte de él. Si el alma no vivifica el cuerpo, entonces es un cadáver. Y los cristianos son como el alma en medio de este mundo (Carta a Diogneto). Recordemos lo que acabamos de escuchar del catecismo: "desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu del Señor 'a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo’" (2818). Es el proyecto de Dios.

3 - Tentación dos: no ser luz del mundo
Ante el peligro que acabamos de describir de quedar absorbidos por la realidad terrenal, surge la otra tentación: separarnos completamente y dejar a los hombres náufragos en medio de las olas de este mundo. "No se puede hace nada, todo está podrido" se escucha frecuentemente, y uno se sienta tranquilamente con los brazos cruzados, sin el más mínimo aporte. Y si algo es necesario hoy en día es justamente la luz del evangelio que marca la senda, que indica la verdad. Si algo se nota en nuestra sociedad es justamente la ausencia de cristianos en el orden económico... político... social... educativo... Ya lo dijo Pío XII: "...el cansancio de los buenos..." Ante esta tentación debemos mirar el ejemplo de Cristo, quien no se detuvo en su ascenso al Calvario, no dejó inconclusa la redención... Como decía la Madre Teresa: en vez de maldecir la oscuridad, prendamos una vela.
Hay una forma muy sutil de esta segunda tentación, que puede atacar especialmente a personas que buscan de llevar una vida religiosa profunda y, por tanto, más perfecta. Y es la de apartarse de los hombres por que los demás son "impuros, imperfectos, pecadores". La segunda tentación es por tanto la de alejarse tanto del mundo, que la luz evangélica ya no ilumina.

También contra esto nos advierte el catecismo: "Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz" (2820).

4 - Conclusión
En conclusión, al mismo tiempo que rogamos al Señor que venga, trabajemos para que esa venida se haga una realidad entre los hombres de nuestro tiempo. Seamos luz y sal. Ni tan "elevados" por encima de los hombres que la luz no ilumine ni tan "encarnados" que la sal no transforme.

La "misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano" (782). El fruto de la venida del Reino es la vida nueva según las bienaventuranzas (cf. 2821), que san Pablo definió como justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo (Ro 14,17). Por eso Jesucristo concluye en el evangelio de hoy así: que los hombres vean vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos. Pero que las obras se vean.
(MENGELLE, E., Dios Padre y su Reino, IVE Press, Nueva York, 2007. Todos los derechos reservados)

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Santos Padres: San Agustín - La obra de misericordia incluye una doble acción misericordiosa

Cuando se muestran a los hombres las buenas obras, incluso las que se hacen por Dios, puesto que se trata de hombres piadosos y buenos, no se reclaman alabanzas humanas sino que se proponen para que se las imite. La obra de misericordia contiene una doble acción misericordiosa: una espiritual y otra corporal. Con la misericordia corporal se socorre a los hambrientos, a los sedientos, a los desnudos y peregrinos; pero cuando estas mismas obras son manifiestas, a la vez que provocan a la imitación, alimentan también los espíritus y las mentes. Uno se alimenta con la buena obra y el otro con el buen ejemplo, pues ambos tienen hambre. Uno quiere recibir con qué alimentarse y el otro quiere ver algo que imitar. La lectura del evangelio que acaba de leerse nos habla de esta verdad. A los cristianos, que creen en Dios, que obran el bien y mantienen la esperanza de la vida eterna como recompensa a las buenas obras se les dice: Vosotros sois la luz del mundo. Y a la Iglesia entera, difundida por doquier, se le dice: No puede esconderse una ciudad construida sobre un monte (Mt 5,14). En los últimos tiempos -dice-será manifiesto el monte del Señor, dispuesto en la cima de los montes (Is 2,2). Es el monte que creció a partir de una pequeña piedra, y, al crecer, llenó el mundo entero. Sobre él se edifica la Iglesia que no puede ocultarse.

Ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa (Mt 5,15). Muy oportuna ha caído esta lectura en el día que se consagran los candeleros, para que quien obra sea lámpara puesta en el candelero. En efecto, el hombre que obra el bien es una lámpara, pero qué es el candelero? Lejos de mí el gloriarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, quien obra por Cristo y según Cristo, para no ser alabado más que en Cristo, es un candelero. Alumbre a todos, vean algo que imitar; no sean perezosos ni áridos; les es útil el ver; no sean videntes con los ojos y ciegos en el corazón.
Mas, quizá a alguno se le ocurra pensar que el Señor manda que las obras buenas sean como escondidas allí donde dice: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos (Mt 6,1). Esta dificultad ha de ser resuelta, para saber cómo hemos de obedecer al Señor, sin creer que es imposible cuando le escuchamos que ordena cosas contradictorias. En un sitio dice: Brillen vuestras obras delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras (Mt 5,16) y en otro: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos (Mt 6,1).

Queréis saber cuánto urge solucionar la dificultad, que, si no se hace, causa problemas? Ciertos hombres hacen el bien y temen ser vistos, poniendo todo su afán en encubrir todas sus obras buenas. Buscan la ocasión en que nadie los vea; entonces dan algo, por temor a chocar con aquel precepto que dice: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. Pero el Señor no mandó que se ocultasen las buenas obras, sino que no se pensase en la alabanza humana al realizarlas. Además, cuando dijo: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres, ¿cómo acabó? Para ser vistos por ellos, es decir, que las hagan para ser vistos por los hombres, que sea este el fruto que busquen de sus buenas obras y ése lleven, que no esperen ninguna otra recompensa ni deseen ningún otro bien superior y celestial. Si lo hacen sólo para ser alabados, caen bajo la prohibición del Señor: Guardaos de realizar. ¿Cómo? Para ser vistos por ellos. Guardaos de realizar este fruto: el ser vistos por los hombres.

Y, sin embargo, manda que nuestras obras se vean, diciendo: nadie enciende una candela y la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Y también: Brillen así vuestras buenas obras ante los hombres -dice- para que vean vuestras buenas acciones. Y no se paró ahí, sino que glorifiquen - añadió- a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5,15-16). Una cosa es buscar en la buena acción tu propia alabanza y otra buscar en el bien obrar la alabanza de Dios. Cuando buscas tu alabanza, te has quedado en la mirada de los hombres; cuando buscas la alabanza de Dios, has adquirido la gloria eterna. Obremos así, no para ser vistos por los hombres; es decir, obremos de tal manera que no busquemos la recompensa de la mirada humana. Al contrario, obremos de tal manera que busquemos la gloria de Dios en quienes nos vean y nos imiten, y caigamos en la cuenta de que si él no nos hubiera hecho así, nada seríamos.
(SAN AGUSTÍN, Sermón 338, O.C. (XXV), BAC Madrid 1984, 770-73)


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Aplicación: San Juan Pablo II - "Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo"

1. "Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo", (Mt 5,13-14): las dos imágenes, de la sal y la luz, utilizadas por Jesús, son complementarias y ricas de sentido. En efecto, en la antigüedad se consideraba a la sal y a la luz como elementos esenciales de la vida humana.

"Vosotros sois la sal de la tierra....". Como es bien sabido, una de las funciones principales de la sal es sazonar, dar gusto y sabor a los alimentos. Esta imagen nos recuerda que, por el bautismo, todo nuestro ser ha sido profundamente transformado, porque ha sido "sazonado" con la vida nueva que viene de Cristo (cf. Rm 6, 4). La sal por la que no se desvirtúa la identidad cristiana, incluso en un ambiente hondamente secularizado, es la gracia bautismal que nos ha regenerado, haciéndonos vivir en Cristo y concediendo la capacidad de responder a su llamada para "que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios" (Rm 12, 1).

Escribiendo a los cristianos de Roma, san Pablo los exhorta a manifestar claramente su modo de vivir y de pensar, diferente del de sus contemporáneos: "no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rm 12, 2).

Durante mucho tiempo, la sal ha sido también el medio usado habitualmente para conservar los alimentos. Como la sal de la tierra, estáis llamados a conservar la fe que habéis recibido y a transmitirla intacta a los demás. Vuestra generación tiene ante sí el gran desafío de mantener integro el depósito de la fe (cf 2 Ts 2, 15; 1 Tm 6, 20; 2 Tm 1, 14).

¡Descubrid vuestras raíces cristianas, aprended la historia de la Iglesia, profundizad el conocimiento de la herencia espiritual que os ha sido transmitido, seguid a los testigos y a los maestros que os han precedido! Sólo permaneciendo fieles a los mandamientos de Dios, a la alianza que Cristo ha sellado con su sangre derramada en la Cruz, podréis ser los apóstoles y los testigos del nuevo milenio.

Es propio de la condición humana, y especialmente de la juventud, buscar lo absoluto, el sentido y la plenitud de la existencia. Queridos jóvenes, ¡no os contentéis con nada que esté por debajo de los ideales más altos! No os dejéis desanimar por los que, decepcionados de la vida, se han hecho sordos a los deseos más profundos y más auténticos de su corazón. Tenéis razón en no resignaros a las diversiones insulsas, a las modas pasajeras y a los proyectos insignificantes. Si mantenéis grandes deseos para el Señor, sabréis evitar la mediocridad y el conformismo, tan difusos en nuestra sociedad.

3. "Vosotros sois la luz del mundo....". Para todos aquellos que al principio escucharon a Jesús, al igual que para nosotros, el símbolo de la luz evoca el deseo de verdad y la sed de llegar a la plenitud del conocimiento que están impresos en lo más íntimo de cada ser humano.

Cuando la luz va menguando o desaparece completamente, ya no se consigue distinguir la realidad que nos rodea. En el corazón de la noche podemos sentir temor e inseguridad, esperando sólo con impaciencia la llegada de la luz de la aurora. Queridos jóvenes, ¡a vosotros os corresponde ser los centinela de la mañana (cf. Is 21, 11-12) que anuncian la llegada del sol que es Cristo resucitado!
La luz de la cual Jesús nos habla en el Evangelio es la de la fe, don gratuito de Dios, que viene a iluminar el corazón y a dar claridad a la inteligencia: "Pues el mismo Dios que dijo: 'De las tinieblas brille la luz', ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo" (2 Co 4, 6). Por eso adquieren un relieve especial las palabras de Jesús cuando explica su identidad y su misión: "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12).
El encuentro personal con Cristo ilumina la vida con una nueva luz, nos conduce por el buen camino y nos compromete a ser sus testigos. Con el nuevo modo que Él nos proporciona de ver el mundo y las personas, nos hace penetrar más profundamente en el misterio de la fe, que no es sólo acoger y ratificar con la inteligencia un conjunto de enunciados teóricos, sino asimilar una experiencia, vivir una verdad; es la sal y la luz de toda la realidad (cf. Veritatis splendor, 88).

En el contexto actual de secularización, en el que muchos de nuestros contemporáneos piensan y viven como si Dios no existiera, o son atraídos por formas de religiosidad irracionales, es necesario que precisamente vosotros, queridos jóvenes, reafirméis que la fe es una decisión personal que compromete toda la existencia. ¡Que el Evangelio sea el gran criterio que guíe las decisiones y el rumbo de vuestra vida! De este modo os haréis misioneros con los gestos y las palabras y, dondequiera que trabajéis y viváis, seréis signos del amor de Dios, testigos creíbles de la presencia amorosa de Cristo. No lo olvidéis: ¡"No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín" (cf. Mt 5,15).

Así como la sal da sabor a la comida y la luz ilumina las tinieblas, así también la santidad da pleno sentido a la vida, haciéndola un reflejo de la gloria de Dios. ¡Con cuántos santos, también entre los jóvenes, cuenta la historia de la Iglesia! En su amor por Dios han hecho resplandecer las mismas virtudes heroicas ante el mundo, convirtiéndose en modelos de vida propuestos por la Iglesia para que todos les imiten. Entre otros muchos, baste recordar a Inés de Roma, Andrés de Phú Yên, Pedro Calungsod, Josefina Bakhita, Teresa de Lisieux, Pier Giorgio Frassati, Marcel Callo, Francisco Castelló Aleu o, también, Kateri Tekakwitha, la joven iraquesa llamada la "azucena de los Mohawks". Pido a Dios tres veces Santo que, por la intercesión de esta muchedumbre inmensa de testigos, os haga ser santos, queridos jóvenes, ¡los santos del tercer milenio!
(Homilía del San Juan Pablo II en Castel Gandolfo, el 25 de julio de 2001 para la XVII Jornada Mundial de la Juventud)

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Aplicación: Hans Urs von Balthasar -  Vosotros sois

1. Las tres imágenes.

En el evangelio aparecen tres imágenes, las tres introducidas por un apóstrofe que Jesús dirige a sus discípulos: «Vosotros sois». En este indicativo se encuentra también, como claramente muestra lo que sigue, un optativo: «Debéis ser esto», tenéis que serlo aunque la amenaza que sigue («ser arrojado fuera») no deba cumplirse. Estas imágenes son muy sencillas y evidentes para todos. Las tres tienen algo en común. La sal no existe para sí misma, sino para condimentar; la luz no existe para sí misma, sino para iluminar su entorno; la ciudad está puesta en lo alto del monte para ser visible para otros e indicarles el camino. El valor de cada una de ellas consiste en la posibilidad de prodigar algo a otros seres.

Esto, que para Jesús es evidente, se expresa de un modo muy peculiar en la primera lectura, donde se habla dos veces de la luz y una vez del mediodía: la luz brilla allí donde alguien parte su pan con el hambriento, viste al desnudo y hospeda a los pobres que no pueden dormir bajo techo. En la segunda lectura la fuerza de la luz y de la sal se manifiesta en el hecho de que el apóstol «no quiere saber» ni anunciar cosa alguna «sino a Jesucristo, y éste crucificado». Este es su don espiritual.

2. El desfallecimiento.

Jesús lo explica en dos de las tres imágenes del evangelio: el discípulo que debe ser sal puede volverse soso; entonces ya no puede salar nada y toda la comida se vuelve insípida para la comunidad que le rodea. Jesús dice «Vosotros sois»: se dirige tanto a la Iglesia o a la comunidad como a cada cristiano en particular. El cristiano que no vive las bienaventuranzas, cada una de ellas, ya no alumbra más; no debe extrañarse de que se le tire a la calle y de que le pise la gente. En la parábola de la vid, el labrador poda las cepas, corta los sarmientos estériles y los echa al fuego, los quema. A una comunidad, a la Iglesia de un país, puede sucederle algo similar: quizá una cruel persecución sea el único medio de devolverle su capacidad de alumbrar y de salar. Por esta razón Pablo (en la segunda lectura) teme difundir, «con sublime elocuencia» o «con persuasiva sabiduría humana», difundir una luz falsa, una luz que no remitiría la fe de la comunidad a la fuerza y a la luz de Dios ni construiría sobre ellas. Entonces el apóstol no sería una luz que alumbra en el sentido de Jesucristo, sino que se colocaría sobre la luz y haría justamente lo que Jesús quiere decir con la imagen de la vela que se mete debajo del celemín. Quien se pone sobre la luz de Dios, la apaga inmediatamente por falta de aire.

3. Alumbrar, ¿para qué?:

«Para que los hombres vean vuestras buenas obras y den gloria a nuestro Padre que está en el cielo». Aquí hay un peligro evidente: si los hombres ven nuestras buenas obras, podrían alabarnos como cristianos buenos y santos, y entonces «ya habríamos cobrado nuestra paga» (Mt 6,2.S). El justo del Antiguo Testamento está expuesto a este peligro porque todavía no conoce a Cristo: «Te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor» (Is S8,8). Pero Cristo jamás ha irradiado su luz y su sabiduría a partir de sí mismo, sino siempre desde el Padre. Y por eso el cristiano debe ser plenamente consciente de que todo lo que él puede transmitir le ha sido dado por Dios para los demás: «Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad».

El hombre que reza verdaderamente (no como el fariseo, sino como el publicano) aprende a experimentar más profundamente que debe entregarse del todo porque Dios en sí mismo es el amor trinitario que se da, un amor en el que cada una de las personas sólo existe para las otras y no conoce ningún ser-para-sí.
(HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA, Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 38 s.)


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Ejemplos

Manuel Bonilla de San Martín

P. Daniel de Veuster

 

(Mt 5,13) EL EJEMPLO
Se ha comparado la sal con el ejemplo que se da a los demás. El ejemplo tiene fuerza muy grande en relación con los demás. Puede llevar a que los demás hagan que el nombre de Dios sea alabado o profanado. Y el ejemplo de Adán nos ha afectado a todos.
|| Mkh Ex 15,2(44b): "Al Dios de mi padre, a Él quiero exaltar". R. Simeón b. Eleazar (alrededor del año 190) dijo: Cuando los israelitas cumplen con la voluntad de Dios, entonces su nombre es glorificado en el mundo (cfr. Jos 5, 1 y 2, 10). Si no cumplen con su voluntad entonces es como si su nombre es profanado en el mundo (cfr. Ez 36, 20).

Aboth R Nathan 1: R. Simeón b. Eleazar (alrededor del año 190) dijo: te contaré una parábola. ¿Con qué se ha de comparar la caída de Adán? El primer hombre es semejante a un varón que se casó con una prosélita. Le dio las normas correspondientes: 'Hija mía, no comas el pan cuando tus manos son impuras; No comas frutas de las cuales no has dado el diezmo; No profanes los sábados; no seas ligero en ofrecer votos y no tengas nada que ver con otro hombre; si quebrantas uno de estos mandamientos morirás. ¿Qué hizo el hombre? Ante sus ojos comió el pan con las manos impuras; comió la fruta sin dar el diezmo; profanaba los sábados y era muy ligero en ofrecer votos [que luego no los cumplía]. ¿Qué pensaba la prosélita en su corazón? Todas las normas que me ha dado mi esposo son mentira. Y trasgredió todas las normas.

(Mt 5,16) LA BUENA CONDUCTA PROVOCA LA ALABANZA DE LOS PAGANOS
Simón ben Jataj prefería la reacción (de un pagano) "Bendito sea el Dios de los judíos" más que ganar el mundo entero. ¿Qué había sucedido (para que un pagano dijera esta alabanza)? R. Janina (alrededor de 225) contó lo siguiente: Los rabinos habían comprado una gran cantidad de trigo que pertenecía a unos soldados y encontraron una bolsa con dinero. Se la devolvieron a los soldados y éstos exclamaron: "Bendito sea el Dios de los judíos". (S-B I, 240)


0801020 (Mt 5, 13) SI PIERDE SU SABOR – SI SE PIERDE A SÍ MISMO
Había una vez un hombre necio al que llamaban Golem porque era muy necio. Todas las mañanas se le dificultaba el levantarse porque tenía que buscar su ropa y ponérsela en orden lo que le costaba mucho trabajo de manera que muchas veces dudaba en acostarse. Una noche tomó la decisión de apuntarlo todo. En la mañana sacaba sus notas y leyó: "La ropa interior, los pantalones, la camisa, la gorra...". Era fácil vestirse. Sin embargo quedó perplejo: "¿Pero dónde estoy yo?". Y buscaba y buscaba pero no se encontraba. Eso nos pasa a nosotros. (Martín Buber). Es que vivimos de acuerdo a lo que tenemos y no vivimos lo que somos o podríamos ser.

(cortesía de ive argentina y otros)

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