Catequesis
Dominical para Niños Domingo 16 del Tiempo
Ordinario “A” Contenido 2.1 Catequesis I: El contagio del buen fermento. 1. Pasajes del Domingo
* Sb 12,13.16-19: “En el pecado das lugar al
arrepentimiento” * Sal 85,5-6.9-10-15-16: “Tú, Señor, eres
bueno y clemente” * Rm 8, 26-27: “El Espíritu intercede por
nosotros con gemidos inefables” * Mt 13, 24-43: “Dejadlos crecer juntos
hasta la siega” 2. Catequesis 2.1 Catequesis I: El contagio del buen fermento.
2.1.1 Meta Es un hecho lamentable que cuando
colocamos una manzana buena al lado de la manzana podrida, no es la buena que
contagia a la mala sino es al revés. Sin embargo, en el ámbito moral puede y debe suceder lo contrario porque contamos
con la ayuda de Dios y del Reino. Es de primordial importancia el buen ejemplo para respaldar
la palabra anunciada pero sólo es eficaz cuando viene desde Dios. 2.1.2 La Catequesis Ejercicio Unos niños voluntarios se colorean la mano con tiza colorada y dan la bienvenida a los demás
niños con un buen apretón de mano conforma llegan, de manera que coloreen la mano
a los niños de la catequesis. La experiencia se vuelve impresionante cuando se trata de un color que sólo sale cuando se utiliza un
líquido determinado. (¡Cuidado con la ropa!). Se puede hacer inclusive con un
color que sólo es visible cuando se prende la luz infrarroja. ¿Se pueden imaginar
las posibles aplicaciones? Se les podría denunciar que no tienen las manos
limpias. Los niños levantan la mano y las manos no están manchadas. Se enciendi
la luz infraroja. La mirada de Dios, la iluminación del Espíritu Santo, el
discernimiento cristiano permite ver el pecado donde dicen que no hay. La aplicación
consistiría en buscar juntos como lograr esta visión. Pero volvamos a lo más sencillo de la tiza. El catequista revisa
las manos de todos los que entran y los encuentra a todos con las manos
manchadas. Les da unas servilletas para limpiarse El contagio Por favor, levanten todos la mano derecha. Ahora están limpias. Pero ¿qué les pasó a la
entrada?... (Se deja que los niños cuenten como se pintaron, cuál era su reacción
y qué hicieron). Les voy a contar dos historias y ustedes me dirán cuándo les
hubiera gustado participar. Esto sucedió hace muchos años. Un señor estaba muy molesto porque le
robaban incluso en su casa. Ya que no podía deslindar responsabilidades llamó a
un hombre sabio y le pidió que resolviese el problema, que descubriera quién era el ladrón. El sabio vino con una gallina negra a la que había embadurnado
con betún y rociado con hollín. Reunió a todos los obreros y les dijo:”Esta es
una gallina mágica. Cada uno se acercará y pasará la mano sobre las plumas de la gallina. La
gallina, al tocarla el culpable, lo descubrirá. Sabremos en seguida quién es
el ladrón”. Uno por uno pasaron la mano sobre las
plumas de la gallina. Al final el sabio dijo:”Levanten todos la mano”. Y sin
titubear se acercó a uno y lo le dijo: “Señor, usted es el ladrón”. Asustado el
hombre confesó. Se pudo recuperar todo lo robado. El señor le preguntó cómo lo
había logrado. El sabio contestó:”Muy sencillo. Miré las manos y el que no
tenía ni hollín ni betún en la mano, este era, porque no tocó la gallina por miedo
que le iba a delatar. Y este era el culpable porque todos los que tenían hollín en la mano. Habían tocado sin
miedo la gallina porque eran inocentes. El
ladrón no se atrevió a tocarla”. Este contagio era bueno porque todos los que tenían hollín en la mano, habían tocado sin me
miedo a la gallina porque eran inocentes. Otro caso de contagio lo encontramos en la historia de unos
secuestradores que se habían llevado a la hija de un señor acaudalado. Pedían
como rescate un millón de dólares. El señor convino porque quería recuperar a
su hija. Pero antes de entregar el dinero la policía roció el dinero con un
polvo amarillento y avisó a todos los bancos que avisaran enseguida cuando se
presentara alguien con dedos amarillos. Ya el día siguiente de la entrega del
rescate un banco avisó:”Hay un señor en el banco que tiene los dedos
amarillos". La policía acudió enseguida y lo tomó preso. Este confesó el
lugar donde tenía escondida a la niña y felizmente fue recuperada. Como ustedes ven, hay buenos y malos contagios. Ahora les digo que hay
un contagio que es el mejor y un contagio que es el peor del mundo entero. Ustedes
pueden recorrer todo el mundo y no encontrarán un contagio mejor o peor. Es un
contagio interior, un contagio del alma. ¿Cuál será el contagio peor de todo el
mundo que uno no puede quitarse con nada a no ser que con una buena confesión?
(el pecado) Exacto, porque el pecado contagia el alma, la ensucia, la hace fea a los ojos de Dios
porque se tiene que retirar el Espíritu Santo de nuestra alma. Ahora vamos a pensar cuál será entonces el contagio más precioso del
todo el mundo. Vamos a escuchar el evangelio y pronto lo van a entender SE LEE EL EVANGELIO (Mt 13,33) El fermento que contagia Saben ustedes para que sirve el fermento Sirve para contagiar bien a la
harina para que se convierta en un buen pan. Miren aquí les he traído dos
panes: uno se ha hecho sólo con harina y el otro con fermento. ¿Cual es la
diferencia? (el uno está muy chato y el otro más grande). Así es con el fermento crece el pan, se
expande. Algo similar hace el reino de Dios. Donde entra al hombre este
comienza a crecer, se vuelve más fuerte, más bondadoso, más generoso. Debemos ser fermento Un grupo de muchachos se fue a pedir a un colegio que les dejaran
utilizar la cancha para jugar fulbito y luego la ducha para lavarse. El
encargado les dio permiso bajo la condición que todo lo pongan
luego en orden. Jugaron su partido. Luego de haberse duchado todos estaban muy
cansados como para poner las cosas en
orden. Sólo el más chiquito comenzó a guardar las o cosas y secar el piso. Los
demás se burlaron. Pero de repente uno se levanta de la banca y le
ayuda, luego otro y al final todos estaban ayudando y en un santiamén todo
estaba arreglado de manera que el encargado los alabó por su limpieza. Llevamos el reino de Dios en nuestro corazón. Lo que debemos hacer es
dejar que fermente todos nuestros pensamientos. ¿Cómo son los pensamientos
fermentados, contagiados por el reino de Dios?... Igualmente el reino de Dios
debe fermentar todos nuestras palabras. ¿Cómo son las
palabras fermentadas por el reino de Dios?... También nuestras obras deben ser
fermentadas por el reino de Dios. ¿Cómo son estas obras?... Cuando están
fermentados nuestros pensamientos, palabras y obras entonces fermentaremos a
los demás casi sin darnos cuenta. Pero para que esto pueda suceder, primero
debe haber fermento del reino en nosotros mismos. Por eso, durante esta semana
vamos a dejar que Dios contagie nuestros pensamientos, palabras y obras. Nuestro
lema será: Todo se lo doy a Dios: pensamientos, palabras y obras. 3. Vivencia
Se cortan
tiras largas de papal y se dibuja encima una especie de termómetro. Al costado
del termómetro se dibuja una flecha que comienza desde la base y llega hasta la
punta del termómetro. En la punta se escribe:
Reino d Dios. En la graduación del termómetro se colocan las diferentes dimensiones de la vida:
comidas, juegos, pensamientos, trato con los hermanos, relación con los padres,
tareas, colegio, etc. Abajo en el termómetro se imprime a modo de empleo:
Contagia con el reino de Dios la vida de
todos los días. Cuando has dejado que se
contagie uno de estas áreas con el reino de Dios puedes llenar este espacio con
pintura azul. Trae el termómetro del reino al templo el domingo para regalárselo
a Jesús en la Misa. 4. Liturgia
Podríamos insistir esta vez en la pronunciación
fervorosa de las primeras palabras que se dicen en la Misa. Pídale al sacerdote a que invite a toda la
comunidad a pronunciar con él al comienzo de la Misa: “En el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Se repita en el ensayo varias veces
hasta que todos los niños pronuncien las palabras con alegría y devoción. ¡Qué
estímulo para los niños si toda la comunidad hace lo mismo y todos los domingos!
Sugerimos a los niños que queremos
“contagiar” todo nuestro ser con la Santísima Trinidad para poder celebrar la
Santa Misa con alegría y fervor. 5 El Niño
Los adultos frecuentemente tenemos
que hacer un esfuerzo consciente para dar testimonio. Pero todos hemos tenido experiencias
cuando Dios se nos ha manifestado de manera especial. Lo que hace falta es
crecer en la fe y en la confianza de que
Dios actúa así y en cada momento en nuestra vida aunque nuestro sentimientos o
nuestras experiencias estén a la altura de esa realidad. Mucho me temo que es nuestra culpa la
“temperatura tibia” de nuestra fe porque
Dios no falla ni disminuye la intensidad de su amor ni un segundo de nuestra
vida. Quizás hemos reaccionado alguna vez y el Señor nos ha permitido
“contagiar” a otros. Pero muy pronto las cosas han cambiado. La rutina y el
“¿qué dirán?” nos han hecho revertir a los modales anodinos del cristiano tibio
de siempre. Por favor, no estamos hablando
de una efervescencia emocional religiosa especial, de “sentir a Dios”. Estamos
hablando de la realidad que se presenta que cuando dejamos que el Espíritu
Santo obre en nosotros. Entonces suceden “cosas”. Aunque sean sólo unas
palabras sosegadas tienen el poder de “contagiar”. Aunque no hayamos hecho nada
especial se genera algo como un nuevo ambiente. ¿Tenemos que lamentar que esto
sucede sólo “una vez a las quinientas? Algo no marcha bien en nuestra vida. Ahora bien, los niños, en cambio, son más espontáneos
y cuando ha sucedido algo importante se lo cuentan a todo el mundo. ¿Se atreve?
Hagamos una encuesta entre los padres de familia de los niños de la catequesis.
Preguntemos qué impresión han ganado del catequista con sólo escuchar de sus hijos cuando cuentan
en casa lo que sucedió en la catequesis. Los niños son sus testigos. Si el
catequista está lleno del Espíritu Santo, de alguna manera su palabra
“contagiará” y los niños fácilmente se convierten en testigos de Jesucristo.
Animemos a los niños a dar testimonio. ¿Cómo? Facilitándoles en cada catequesis
un encuentro vivo con Jesús. Hemos visto a más de un niño que ha evangelizado a
su familia. Los padres y hermanos que se había alejado de la Misa, volvían de
nuevo a formar parte de la asamblea eucarística dominical. 6. Condición previa
Hemos
visto también a adultos que suelen dar este tipo de testimonio “contagiante”
sin mayor esfuerzo. “Les nace”, decimos. O, como solía decir una figura cómica
de un programa de TV para niños: “Les chispotea”. Generalmente han tenido un
encuentro profundo con Cristo y su corazón está lleno de su amor. Por eso necesitan
hablar de él. Cuando el corazón de usted
está frío, su entusiasmo se ha adormecido. Entonces haga oración
perseverante. (Se supone que se confiesa regularmente en un ritmo que no excede
el mes y medio). En caso de mucha recalcitrancia, es decir, que no hay cambio
en su persona - ¡no estamos hablando de emociones, por favor! - haga ayuno. Verá que Dios no se queda callado.
Todo el contrario. Pasará con fuerza y verá el efecto en los niños y en la propia
vida. |