Prólogo
En
la Época anterior al Concilio Vaticano II hubo muchos comentarios al Año Litúrgico,
que ayudaban a los fieles a preparar y vivir más profunda e intensamente la
celebración litúrgica de cada día, sobre todo la Santa Misa. Se dirigían
principalmente a los tiempos fuertes del mismo Año Litúrgico, como
Adviento-Epifanía y Cuaresma-Pentecostés, lo mismo que a las fiestas y
solemnidades más destacadas.
Bien
conocidos son el comentario de Dom Guéranger, que fue el primero; tuvo muchas
ediciones y fue traducido a varias lenguas; el del Beato cardenal Schuster, que
en Italia tuvo 19 ediciones, y que también fue traducido a muchas lenguas; el
de Dom Benito Baur, en Alemania, también con muchas ediciones y traducciones;
el de Pius Parsch y el de otros más.
Después
de la reforma litúrgica, promovida por el Concilio Vaticano II, no se ha hecho,
hasta el momento, ningún trabajo semejante. Solo se han publicado algunos
comentarios generales, pero no exposiciones de los textos litúrgico-bíblicos
de cada día.
Esta
obra que presentamos es la primera y, ciertamente, la única que se hace con
textos de los Santos Padres. Esto no se ha hecho ni antes ni después del
Concilio Vaticano II.
Hemos
querido que a los textos venerables de la liturgia actual, tan rica como nunca
se ha visto antes en la multisecular historia de la Iglesia, se unan los
testimonios de los Santos Padres, que han enriquecido la doctrina de la Iglesia
con una gran variedad temática y de modo fecundo por su profundidad.
El
que más aparece es San Agustín, pues es el que nos ha dejado mayor número de
obras, todas ellas de grandísimo valor. Sin embargo, no siempre nos ha sido
posible encontrar los textos patrísticos adecuados. En esos casos, hemos
presentado algunas reflexiones nuestras, inspiradas en la doctrina patrística y
en escritores esclarecidos de todos los tiempos, especialmente de los Pontífices
Romanos.
Transcribimos
también las oraciones del Misal, por ser textos eucológicos en los que la
Iglesia ha expresado sus plegarias con gran veneración. Indicamos siempre el
lugar de donde proceden, para que se tenga en cuenta el uso que la Iglesia ha
hecho de las mismas desde los primeros siglos de su existencia.
Esperamos
vivamente que esta obra ayude a vivir más intensamente la liturgia de cada día,
con todo el provecho espiritual que ésta lleva consigo.
Tenemos
presentes los textos del Misal y del Leccionario de cada día en el ciclo
temporal, así como algunas fiestas más destacadas.
Los Sacramentarios
Muchas
veces aludimos en esta obra, como fuentes de las oraciones litúrgicas, a los
antiguos Sacramentarios de la Liturgia Romana. Damos aquí unos breves
datos sobre cada uno de ellos. Puede ser útil a los lectores conocerlos en su
uso diario, sea como lectura espiritual o meditación, o sea para guiones homiléticos,
que para todo esto puede servir esta obra:
El
Sacramentario era un libro litúrgico que contenía los textos que habían de
ser recitados por el obispo o por el presbítero en la celebración de la Misa y
de los Sacramentos. Los Sacramentarios se reducen fundamentalmente a
tres: Veronense o Leoniano, Gelasiano y Gregoriano.
–El
Veronense en realidad no fue un Sacramentario, sino una colección de fórmulas
litúrgicas sumamente venerables, pues se remontan a los primeros siglos de la
Iglesia Romana.
Se llama Veronense porque su único ejemplar se encuentra en la Biblioteca Capitular de Verona (Italia). Y se le llama también Leoniano, porque el que lo descubrió y publicó en el año 1735, José Bianchini, lo atribuyó al Papa San León Magno (+ 461). Esta atribución no es cierta, aunque ese Sacramentario sí podría contener textos compuestos por el mismo San León. Está incompleto. Le faltan los tres primeros meses del año. La fecha del manuscrito que lo contiene está comprendida entre los años 600 y 625, aunque la fecha de composición se remonta a algunos años antes, entre el año 561 al 574.
–El
Gelasiano fue publicado por el cardenal Tommasi el año 1680, según un
manuscrito del siglo VIII, que se encuentra en la Biblioteca Vaticana y procede
de la abadía benedictina de San Dionisio de París. Es un verdadero
Sacramentario y se usó como tal. Se le atribuyó al Papa San Gelasio I (+496),
pero la fecha de composición pudiera ser el año 750.
Su origen ofrece muchas incógnitas y los eruditos investigan apasionadamente sobre el mismo. Hay muchas recensiones de él: como el de Angulema, San Galo, etc.
–El
Gregoriano, atribuido al Papa San Gregorio Magno (+604), es también un
verdadero Sacramentario y se utilizó en las celebraciones litúrgicas. Es el más
extendido de los tres, pues existen varios grupos de códices del mismo, entre
los que sobresale el de Cambrai, de 811-812. Su historia se puede remontar tanto
a la primera mitad como a la segunda del siglo VII, aunque también existen
otros manuscritos del siglo IX y posteriores. Uno de los más célebres es el de
Padua. A este Sacramentario se le añadió en la época carolingia un
Suplemento, redactado por San Benito de Aniano, según la opinión más segura.
De todos estos Sacramentarios hay ediciones modernas realizadas por el benemérito benedictino de María Lach, Dom C. L. Molhberg.
A
veces aludo también, aunque muy pocas, a la liturgia ambrosiana (ss.
IV-V), a la antigua liturgia hispana (s. VII), conocida también con el
nombre de mozárabe, al sacramentario de Bérgamo (s. X) y a otras
fuentes litúrgicas.
Abreviaturas
Normalmente,
nos referiremos a los diversos elementos de la Misa en forma abreviada:
Entrada:
antífona de entrada.
Colecta:
oración colecta.
Ofertorio:
oración sobre las ofrendas.
Salmo:
salmo interleccional.
Comunión:
antífona de la comunión.
Postcomunión:
oración posterior a la comunión.
Manuel
Garrido Bonaño, O.S.B.