SAN ANSELMO

(1033-1109)

 

APOLOGIA CONTRA GAUNILO

 

1.476 Como mis palabras no han sido combatidas por el insensato de que hablé en el Proslogio, sino que, al contrario, mi adversario es un escritor católico, cuya pluma se hace el intérprete de ese insensato, me bastará responder al católico.

I. Quienquiera que seas tú que prestas ese lenguaje a un insensato, afirmas que, si hay en la inteligencia un ser tal que no se pueda concebir otro mayor, no está en ella de manera que por eso haya que admitir su realidad, y que, cuando yo digo que es necesario que una cosa exista verdaderamente cuando es ideada por el pensamiento como superior a todo, esta demostración no es legítima, como tampoco lo sería el concluir que la isla Perdida existe sólo por el hecho de que, cuando se hace su descripción, el que lo oye no duda de que tiene su idea en el espíritu. A esto respondo que si el ser por encima del cual no se puede imaginar nada no es comprendido por la inteligencia, ni siquiera concebido en el pensamiento, esto es, ni siquiera imaginado, ciertamente hay que decir, o que Dios no es el ser por encima del cual no se pueda suponer nada, o no es ni comprendido por la inteligencia ni concebido por el pensamiento. Ahora bien, que esto sea completamente falso, lo demuestra con entera certeza tu fe y tu con.. ciencia. Por tanto, comprendemos y concebimos, tenemos en la inteligencia y en el pensamiento algo que estimamos más que a ninguna otra cosa. Por lo mismo, o bien los argumentos en que apoyas tus ataques no son verdaderos o bien las conclusiones que de ellos sacas no son legítimas.

1.477 En cuanto a lo que opinas que del hecho de pensar una cosa por encima de la cual no puede concebirse nada mayor no se sigue que ese algo esté en la inteligencia, y que de que esté en la inteligencia no se sigue necesariamente que exista en la realidad, afirmo con certidumbre que este algo, desde el momento que puede ser pensado, existe necesariamente. Porque el ser encima del cual no se puedo imaginar a ningún otro, necesariamente tiene que ser representado como careciendo de principio. Ahora bien, todo aquello cuya existencia puede considerarse como posible y que, sin embargo, no existe, puede, comenzando a existir, pasar al ser. Por lo mismo, aquello que es tal que no se puede imaginar nada superior, no puede ser considerado como posible sin serlo realmente. Por consiguiente, si el pensamiento puede admitir su existencia, existe necesariamente.

1.478 Añado que su existencia no es menos cierta si solamente le concibe el pensamiento. Porque el que niega y el que duda que hay algo por encima de lo cual no se puede concebir nada, no niega ni duda que este objeto, si existiese, podría a la vez existir realmente y en el pensamiento. De lo contrario no sería un ser por encima del cual no podía imaginarse nada mayor, y todo lo que puede ser pensado y no existe podría, aunque existiese, no existir ni en realidad ni en la inteligencia. Por lo cual, lo que es tal que no puede imaginarse cosa más perfecta existe necesariamente si solamente se le puede pensar. Supongamos, en efecto, que este ser no exista, aunque pueda ser pensado; todo lo que puede ser pensado y no existe realmente, si viniese a existir, no sería ciertamente ese objeto por encima del cual no hay nada. Por tanto, si este objeto fuese el ser por encima del cual no se puede imaginar nada, no sería el ser sobre el cual nada puede concebirse, contradicción a todas luces absurda. Es, pues, falso que no haya algo de real por encima de lo cual no se pueda concebir nada, y esto tendría lugar aun cuando el objeto no fuera más que percibido por el pensamiento, con mayor razón si pudiese ser comprendido y estuviese en la inteligencia.

1.479 Añadiré algo más. Ciertamente que lo que no existe en tal tiempo y tal lugar determinados, aunque exista en otro tiempo y lugar, puede, sin embargo, ser ideado como no existente en ninguna parte, del mismo modo que no existe en cierto tiempo y momento. Lo que no existía ayer y existe hoy podría no haber existido nunca, como de hecho no existía ayer; y lo que no existe aquí, pero sí en otra parte, puede ser concebido como no existente en ninguna parte, puesto que es como si no existiera aquí. Ocurre lo mismo con un objeto cuyas partes no ocupan todas el mismo lugar o no existen en el mismo tiempo. Puede ser considerado como no existente en ninguna parte y en ningún tiempo en cuanto a todas sus partes y, por consiguiente, a su todo. Porque, aunque se diga que el tiempo existe siempre y el universo por doquiera, sin embargo, el tiempo no existe entero siempre ni el universo entero por doquiera. Como algunas de las partes del tiempo no existen aún cuando las otras, se puede pensar que ninguna de ellas existe, y como las diversas partes del universo no ocupan el mismo lugar las unas que las otras, pueden ser pensadas como no existentes en ninguna parte. En una palabra, todo objeto compuesto de partes puede ser, por el pensamiento, descompuesto y concebido como no existente. Por lo cual, lo que no existe entero por doquiera y siempre, puede en todos los casos ser supuesto no existir. Pero el ser por encima del cual no se puede imaginar nada, si existe, no puede ser concebido como no existente; si fuese de otro modo no sería tal que se pueda concebir nada por encima de él, lo que es contradictorio. No está, pues, entero en alguna parte ni en algún tiempo, sino todo entero por todas partes y siempre.

1.480 ¿Piensas tú que el ser en el cual concebimos estas propiedades pueda ser pensado y comprendido, existir en el pensamiento y en la inteligencia? Si no puede ser concebido, tampoco pueden atribuírsele estas propiedades. Y si dices que no se puede tener en la inteligencia lo que no puede ser enteramente concebido o comprendido, es como si dijeses que aquel que no puede sufrir el brillo de la luz del sol no ve la claridad del día, que no es otra cosa más que la luz de este astro. ¿Quién puede dudar que hasta el presente no hayamos comprendido ni tengamos en la inteligencia la idea de un ser por encima del cual no se puede imaginar ningún otro, un ser tal que le podamos atribuir en todo conocimiento las cualidades ya mencionadas muchas veces?

1.481          II. En la argumentación que has atacado he dicho que aun un insensato, cuando oye nombrar un ser tan grande que no se puede imaginar mayor, comprende lo que oye. Si esa proposición tiene lugar en una lengua conocida del oyente y no la comprende, o carece en absoluto de inteligencia o su espíritu es excesivamente corto.

Añadí que, si este pensamiento es comprendido, existe en la inteligencia. ¿Puede pretenderse, en efecto, que una cosa cuya verdad es demostrada de un modo necesario no existe en J ninguna inteligencia? Dirá quizá el adversario que está en la inteligencia, pero no como consecuencia de ser comprendida. Notemos, al contrario, que está en la inteligencia precisamente porque es comprendida. Porque como lo que es pensado es pensado por el pensamiento, y esto existe en el pensamiento de la misma manera que es pensado, igualmente lo que es comprendido es comprendido por la inteligencia, y esto se halla en la inteligencia de la misma manera que es comprendido por ella. ¿Qué cosa puede haber más simple?

1.482 Digo, además, que, aun cuando este pensamiento se halla en la inteligencia sola, se puede, sin embargo, concebir el objeto como real, lo que es más aún. Por consiguiente, si el ser por encima del cual no se puede concebir nada mayor no estuviese más que en la inteligencia, sería un ser por encima del cual se podría pensar algo mayor. Pregunto: ¿No es rigurosa la consecuencia? Porque si está sólo en la inteligencia, ¿no puede ser pensado como existente también en la realidad? Y si puede serlo, ¿no es cierto que el que piensa así piensa algo más grande que él si él no existiese más que en la inteligencia? ¿Qué cosa hay más lógica que, si aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor no estuviese

más que en la inteligencia, sería por lo mismo algo por encima de lo cual se podría pensar algo mayor? Pero no hay duda que este ser por encima del cual es posible pensar algo más grande no está en ninguna inteligencia como algo por encima de lo cual es imposible pensar nada mayor. ¿No se sigue necesariamente que este ser, el mayor que se puede imaginar, si existe en la inteligencia, no está solamente en la inteligencia? Porque, si no está más que en la inteligencia, se puede imaginar uno mayor que él, lo que es contradictorio.

1.483          III. Lo mismo ocurriría, dices, si alguien, suponiendo una isla que aventaje a todas las tierras por su fecundidad, isla llamada Perdida a causa de la dificultad, mejor dicho, de la imposibilidad de encontrarla, añadiese que no se puede dudar de su existencia, ya que fácilmente se comprende su descripción. Lo digo con confianza: si alguien, excepto este ser, el mayor que se pueda imaginar, encuentra una cosa, o existente de hecho o no existente más que en el pensamiento, a la cual se pueda aplicar legítimamente la consecuencia del razonamiento que he expuesto, me comprometo a encontrar esta isla perdida y a dársela de modo que no la pierda jamás. Pero es evidente que lo que es tal que no se puede imaginar cosa mayor no puede ser supuesto no existir, porque existe en virtud de una razón segura y verdadera; de otro modo no existiría. Finalmente, si alguien me dice que piensa que este ser no existe, respondo que, cuando este pensamiento le ocupa, o se representa algo por encima de lo cual no hay nada, o no se lo representa. Si no piensa en este objeto tan grande, no puede imaginarse que no existe; si, por el contrario, le tiene en el pensamiento, concibe entonces un ser cuya no existencia no se puede suponer. Porque si pudiera ser pensado, podría ser pensado como teniendo un principio y un fin; ahora bien, esto es imposible. Por consiguiente, el que piensa este ser, piensa algo que es imposible pensar como no

del cual no se puede concebir otro mayor no puede ser representado como no existente.

1.484          IV. En cuanto a lo que dice el adversario que, cuando se afirma que este ser supremo no puede ser pensado como no existente, sería mejor decir que no puede ser creído o juzgado sin existencia, o aunque pueda no existir, persisto en creer que es más exacto decir: no puede ser pensado. Porque, si yo hubiese dicho que este ser no podía ser juzgado como no existente, quizá tú, que afirmas que, según el sentido propio de esta palabra, las cosas falsas no pueden ser comprendidas, objetarías que nada de lo que existe puede ser entendido no existir, porque es falso que lo que existe no exista. De aquí que no sería exclusivamente propio de Dios no poder ser concebido sin existencia. Y si alguna de las cosas que existen con certeza puede ser concebida no existente, igualmente otras muchas cosas no menos ciertas pueden ser concebidas como pudiendo no existir. Pero esta observación no puede ser hecha en cuanto a la expresión pensar, si se considera atentamente el sentido. Porque, aunque ninguna de las cosas que existen pueda ser creída como no existente, todas, sin embargo, pueden ser pensadas como no existentes, excepto el ser que está por encima de todo. Porque las cosas, todas o cada una en particular, que tienen un principio y un fin, que están formadas de partes; en una palabra, como ya he dicho, todo lo que no está entero en un punto determinado del tiempo y del espacio, puede ser pensado no existir, pero únicamente no puede ser pensado no existir aquello que no tiene ni principio ni fin, que no está compuesto de reunión de partes y que el pensamiento encuentra necesariamente entero por doquiera y siempre.

1.485 Nótalo, pues, aunque yo me extraño de tu duda a este respecto, tú puedes pensar que no existes, aunque sepas con toda certeza que existes, porque destruimos por la imaginación muchas cosas que sabemos existir, y al contrario, imaginarlas tales como las pensamos. Podemos pensar que una cosa no existe, aun cuando sabemos que existe, porque podemos tener ese pensamiento al mismo tiempo que conocemos la existencia del objeto; y, por otro lado, no podemos pensar que una cosa no existe al mismo tiempo que sabemos que existe, porque no podemos pensar que existe y que no existe a la vez. Si alguien distingue, por consiguiente, de esa manera las dos proposiciones que componen lo que acabo de decir, comprenderá que nada, durante el tiempo de su existencia, puede ser pensado como no existente, y que, sin embargo, excepto el ser por encima del cual no se puede imaginar nada, todo lo demás, aun cuando se sabe que existe, puede ser pensado no existir. Es, pues, propio de Dios que no se pueda juzgar que no existe, y, sin embargo, muchas cosas no pueden ser pensadas no existentes mientras existen. Sin embargo, en cuanto a la manera con que se puede decir que es posible pensar que Dios no existe, creo haberlo expuesto en mi libro (Prosl., c.3).

1.486          V. En cuanto a las objeciones que me haces en nombre de un insensato, fácil es apreciar su poco valor aun para un hombre de ciencia mediocre. Por esto había tomado la resolución de dejar su examen para otra ocasión. Pero, como he sabido que han hecho impresión a más de un lector, diré una palabra. En primer lugar recuerdas con frecuencia que he dicho: lo que es mayor que todo lo demás está en la inteligencia; si está en la inteligencia, está también en la realidad, porque, de otro modo, este ser mayor que todos no lo sería. Ahora bien, en ninguna parte, en ninguna de mis palabras, se encuentra semejante razonamiento. Porque para probar que un ser existe en realidad, no es igualmente concluyente decir que es mayor que todos o que es tal que el pensamiento no puede formar uno más perfecto. En efecto, si alguien afirma que el ser por encima del cual el pensamiento no puede concebir nada mayor no es un ser real, o puede no existir o puede ser pensado no existir, es fácil refutarle. Lo que no existe puede efectivamente no existir, y lo que puede no existir puede ser pensado no existir. Ahora bien, todo lo que puede ser pensado no existir, si existe, no es aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor. Y si no existe, no es menos cierto que, si existiese, no sería este ser por encima del cual no se puede imaginar nada mayor. Pero no se puede decir del ser por encima del cual es imposible pensar nada mayor que, si existe, no es aquel por encima del cual es imposible pensar nada mayor, o que, si existiere, no sería aquel por encima del cual es imposible pensar nada mayor. Es, pues, falso que no existe, que puede no existir o que puede ser pensado no existir, porque de lo contrario, si existe, no es lo que se dice que es, y si existiese, no sería lo que se dice que es.

1.487 Pero paréceme que no es tan fácil probar esto del ser que es dicho mayor que todas las cosas. Porque no es tan evidente que aquello que puede ser pensado no existir no es mayor que todas las cosas que existen, como es evidente que no es aquello por encima de lo cual no se puede pensar cosa mayor; ni es tan indudable como que, si hay algo mayor que todas las cosas, no hay otra igual, como es indudable con respecto a aquello por encima de lo cual no es posible pensar nada mayor; ni es tan cierto igualmente que, si hubiese un ser mayor que todos, no habría otro semejante, como es cierto esto mismo respecto a aquel que es tal que es imposible pensar nada mayor. Porque, si alguien afirma que hay algo mayor que todo lo que existe, y que esto mismo, sin embargo, puede ser pensado no existir, y que, aunque no haya nada mayor que él, se puede, sin embargo, pensar algo mayor, se podría concluir con fundamento que ese ser no es mayor que todas las cosas que existen, como se añadiría con la mayor evidencia que no es tampoco ese ser por encima del cual no se puede suponer otro. Porque para poder concluir legítimamente, partiendo de lo que es mayor que todo, haría falta otro argumento, que no es necesario si se toma por punto de partida aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada. Por tanto, si, partiendo de lo que es mayor que todo, no se puede demostrar bien lo que demuestra de sí mismo y por sí mismo el ser por encima del cual no se puede pensar nada más grande, injustamente me corriges por haber dicho lo que no he dicho, ya que mis palabras son muy distintas de las que me atribuyes.

1.488 Y si la existencia de lo que es mayor que todas las cosas puede demostrarse por otra prueba, no debías haberme reprendido por haber dicho lo que puede ser probado. Ahora bien, el que sabe que esto puede ser demostrado por aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, ve fácilmente si es posible probarlo; porque no se puede en modo alguno concebir que aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada sea otro que este que es el único mayor que todas las cosas. Por tanto, así como aquello por encima de lo cual no se puede imaginar nada es comprendido por nosotros y está -en nuestra inteligencia, y a causa de esto su existencia es afirmada con verdad, igualmente lo que es mayor que todo es comprendido por nuestra inteligencia y en ella permanece, y necesariamente, por lo mismo, existe en la realidad. Ves, por tanto, con qué razón me has comparado a este insensato que pretendía afirmar la existencia de la isla Perdida por el único hecho de comprender su descripción.

1.489          VI. En cuanto a lo que me objetas que todas las cosas falsas o dudosas pueden ser comprendidas y permanecer en la inteligencia lo mismo que el ser que he definido, me extraño del sentimiento que te ha movido contra mí, que no quería probar más que una cosa aún problemática y que me contentaba con demostrar primero que este algo superior a todo estaba en la inteligencia, concebido por ella de una manera cualquiera, a fin de examinar después si está solamente en la inteligencia, como pueden serlo las cosas falsas, o está además en la realidad, como las cosas verdaderas. Porque sí las cosas falsas o dudosas son comprendidas por la inteligencia y en ella permanecen, en el sentido de que, cuando son enunciadas, el que las oye comprende a aquel que habla, nada impide que lo que yo he dicho sea comprendido por la inteligencia y permanezca en ella. Pero ¿cómo poner de acuerdo las diversas opiniones que tú estableces, cuando dices que concibes las cosas, aun falsas, que alguien expresa delante de ti, y que, sin embargo, pretendes que lo que existe no es comprendido por tu pensamiento y no está en la inteligencia de la misma manera que lo que no existe, porque, dices, comprender estas cosas es tener la idea y saber además que existen? ¿Cómo concordar, digo, estas dos aserciones: la primera, que las cosas falsas son concebidas, y la segunda, que concebirlas no es otra cosa que percibir por el conocimiento que existen? No soy yo el que tengo que responder; a ti te toca resolver estas dificultades. Y si aun las cosas falsas son en cierto modo concebidas, y si una cosa puede estar en la inteligencia de diversas maneras, no merezco yo reprensión por decir que el ser por encima del cual no se puede imaginar nada puede ser concebido y existe en la inteligencia aun antes que sea cierto que existe realmente.

1.490          VIII. Sin razón ninguna te esfuerzas en demostrar que el ser por encima del cual no se concibe nada mayor no es como una pintura en la inteligencia del artista. No me he servido del ejemplo de un cuadro para demostrar que tal era el ser buscado. No he tenido otro objeto que mostrar con ello que podía haber en la inteligencia alguna cosa que se imaginase fácilmente no existente.

1.491 Y en cuanto a lo que dices que no puedes pensar ni concebir, cuando le oyes nombrar, ni imaginar según una cosa que fuese conocida en el género o en la especie, a este ser por encima del cual no hay nada mayor, porque no le conoces ni puedes conocerle tampoco por alguna otra cosa semejante según la cual puedas juzgar, es todo lo contrario. Porque, puesto que todo lo que es menos bueno se parece a lo que es mejor, siquiera en cuanto tienen de común ser buenos, es evidente a toda inteligencia razonable que, subiendo de los bienes inferiores a los superiores, podemos, concibiendo esas cosas por encima de las cuales es posible pensar algo mayor, conjeturar mucho de aquel por encima del cual no se puede pensar nada mayor. En efecto, ¿quién, por ejemplo, no puede pensar por lo menos esto, aun cuando no crea que lo que piensa existe realmente, a saber, que, si hay algo bueno que tiene principio y fin, es mejor un bien que tenga principio, pero no fin, y que como éste es mejor que el primero, del mismo modo es mejor que éste un bien que no tiene ni principio ni fin, aun cuando cambiase, pasando siempre del pasado por el presente al futuro; o bien que, sea que exista realmente o no algo semejante, aquello que no tiene necesidad ni se ve obligado en modo alguno a cambiar o moverse es mucho mejor que este último? ¿Es que esto no puede ser pensado? ¿O se puede pensar algo mayor que ello, o no es éste uno de los seres por encima de los cuales se puede pensar algo mayor, y de los cuales se puede conjeturar lo que es aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor? Existe, pues, algo de lo cual se puede deducir de una manera probable lo que es aquello por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor. De esta manera es como se puede refutar fácilmente al insensato que no admite la autoridad sagrada, si niega que aquello por encima de lo cual es imposible pensar nada mayor pueda ser conocido por analogía con otros seres. Pero si negase esto un católico, debería recordar que desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios y aun su poder eterno y su divinidad se han hecho visibles por el conocimiento que estas criaturas nos dan (Rom 1,20).

1.492          IX. Pero aun cuando fuese cierto que no se puede pensar y concebir un ser por encima del cual no se puede imaginar otro, sería verdadero, sin embargo, que se puede pensar y aun concebir una cosa que esté por encima de todas las otras. Se dice de una cosa que es inefable, aunque, en el rigor de la expresión, no se pueda hablar lo que se designa de esta manera, y se puede pensar una cosa que es enunciada de esta manera, y se puede pensar una cosa que es enunciada como inconcebible, aunque esta calificación no pueda realmente convenir más que a una cosa que no puede ser pensada. De igual modo, cuando se dice: el ser por encima del cual no se puede concebir nada, sin duda lo que de esa manera se expresa puede ser pensado y comprendido, aunque el ser por encima del cual no se puede imaginar otro no pueda ser pensado o concebido. Porque, aunque pueden encontrarse hombres lo suficientemente necios para negar la existencia de un ser por encima del cual no se puede imaginar otro, sin embargo, su audacia no irá hasta sostener que no comprenden el sentido de las expresiones por las que se designa este ser; y si alguno de ellos fuese capaz de afirmarlo, habría que rechazar sus palabras y aun su misma persona con desprecio. Por tanto, todo hombre que niega que existe un ser por encima del cual no se puede imaginar nada, comprende, por lo menos, el sentido de la negación que expresa; negación que no puede ser comprendida sin que sus diversas partes lo sean igualmente. Ahora bien, una de estas partes es el ser tal que nada mayor puede ser concebido. Así, el que expresa esta negación, comprende, quienquiera que sea, y piensa el sentido de estas palabras: Nada mayor puede concebirse; pero es claro que se puede igualmente pensar y concebir que este ser no puede no existir; ahora bien, aquel que tiene este último pensamiento concibe un ser mayor que aquel que supone que este objeto de su pensamiento podría muy bien no existir en realidad. Por consiguiente, cuando se piensa una cosa por encima de la cual no se puede imaginar otra mayor, si se cree que puede no existir, no es va una cosa tal que no pueda concebirse otra mayor. Pero el mismo objeto no puede ser a la vez pensado como existente y no pensado. Por lo cual, aquel que piensa un ser por encima del cual no hay nada mayor, no piensa lo que puede existir, sino lo que no puede no existir. Lo que piensa, existe; pues, necesariamente, porque todo lo que puede no existir ya no es lo que él piensa: un ser tal, que no puede concebirse mayor.

1.493          X. En el libro de que he hablado, mostré, yo creo, no por pruebas débiles, sino por un argumento necesario, que existe realmente un ser por encima del cual no se puede concebir nada mayor. No hay nada que pueda disminuir la fuerza de las razones que he presentado, porque el sentido de esta prueba contiene en sí una tan grande, que la existencia del objeto de que es cuestión, por el hecho solo de ser comprendido o pensado, se halla necesariamente demostrada. Síguese también que es todo lo que debemos creer de la sustancia divina; creemos, en efecto, en cuanto a esta sustancia, todo aquello cuya existencia es absolutamente mejor que su no existencia. Vale más, por ejemplo, ser eterno que no serlo, ser bueno que no serlo, ser la bondad misma que no serlo. Ahora bien, el ser por encima del cual no se puede imaginar nada mayor es necesariamente todas estas cosas. Por tanto, es necesariamente todo lo que hay que creer de la sustancia divina. Por lo demás, te doy gracias por la benevolencia con que has alabado y combatido mi libro; los elogios tan grandes que has dado a aquello que te ha parecido digno de consideración son para mí una garantía de que la malevolencia no ha tenido ninguna parte en tus reflexiones y que has criticado con bondad lo que te ha parecido digno de corrección.

 

 

Obras de San Anselmo

Monologium

Proslogion

Libro en favor de un insensato