Palabras de la Virgen María a santa Brígida, manifestándole cuánto se halla dispuesta y pronta a favorecer en sus tres estados respectivos, a las vírgenes, a las casadas y a las viudas, si en ellos aman y sirven a Dios, y se acogen a la Señora con dovoción.
REVELACIÓN 43

Oye tú, dice la Virgen, que de todo corazón ruegas a Dios que tus hijos le agraden. A la verdad, semejante oración es grata a Dios, porque no hay madre que ame a mi Hijo sobre todas las cosas y pida lo mismo para sus hijos, que al punto no esté yo preparada para ayudarle a conseguir su petición.

Tampoco hay viuda alguna, que firmemente pida a Dios auxilio para permanecer en la viudez a honra de Dios hasta la muerte, que al momento no esté yo dispuesta para que lleve a cabo su buen deseo; porque también yo fuí como viuda, porque tuve en la tierra un Hijo, que no tuvo padre carnal. Ni hay doncella alguna que desee consagrar a Dios su virginidad hasta la muerte, que no esté yo preparada para defenderla y animarla, porque yo soy la Virgen por excelencia.
Y no debes extrañar que te diga esto, pues está escrito que David deseó la hija de Saúl, cuando era doncella. Casóse con la viuda de Nabal. Después tuvo la mujer de Urias, viviendo su marido. Con todo, la concupiscencia de David, fué con gran pecado. Pero la unión espiritual de mi Hijo, que es Señor de David, es sin rastro ni sombra del menor mal. Por consiguiente, así como agradaron corporalmente a David estos tres géneros de vida: la virginidad, la viudez y el matrimonio, de la misma manera agrada espiritualmente a mi Hijo tenerlas en castísima amistad; y así no es de extrañar, que con mi ayuda, incline toda la voluntad de ellas a la de mi Hijo, pues esto es lo que Él mismo desea.