Indisolubilidad del Matrimonio La
enseñanza de Jesús
Lo que Dios ha unido
Como
escribo a quienes comparten la misma fe en Jesucristo, me
referiré en primer lugar a sus palabras. Más adelante
reflexionaremos sobre otros argumentos que no precisan la fe.
El Santo Padre, para dar "una respuesta válida y exhaustiva"
al tema de la indisolubilidad, nos expresa que: "es necesario
partir de la palabra de Dios.
Pienso concretamente en
el pasaje del evangelio de san Mateo que recoge el diálogo de
Jesús con algunos fariseos, y después con sus discípulos,
acerca del divorcio (cf. Mt 19, 3-12). Jesús supera
radicalmente las discusiones de entonces sobre los motivos que
podían autorizar el divorcio, afirmando: ´Moisés, teniendo en
cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a
vuestras mujeres; pero al principio no fue así´ (Mt 19, 8)".
Poco antes Cristo había dicho: "¿No habéis leído que el
Creador desde el comienzo les hizo varón y mujer y dijo: ´a
causa de esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se
unirá a su mujer, y serán los dos (...) una sola carne, de
suerte que ya no son dos, sino una sola carne´? Lo que Dios,
pues, unió no lo separe el hombre" (v. 4-6).
El Santo
Padre comenta así estas palabras de Cristo sobre el matrimonio
en el orden natural: "Según la enseñanza de Jesús, es Dios
quien ha unido en el vínculo conyugal al hombre y a la mujer.
Ciertamente esta unión tiene lugar a través del libre
consentimiento de ambos, pero este consentimiento humano se da
a un designio que es divino". Como la unión conyugal es para
siempre por designio divino, al aceptarse mutuamente los
esposos para toda la vida, también dan su consentimiento a ese
designio de Dios, que los une para siempre, sin que hombre
alguno los pueda separar. Con sus palabras el Papa transmite
la enseñanza del Concilio Vaticano II: "Fundada por el Creador
y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad
conyugal de vida y amor está establecida sobre la alianza de
los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e
irrevocable. Así, del acto humano, por el cual los esposos se
dan y se reciben mutuamente, nace, aun ante la sociedad, una
institución confirmada por la ley divina".
No es una
unión cualquiera
Pero, ¿dónde dejó escrita Dios
esta voluntad suya? A esta pregunta responde el Papa, diciendo
que ese designio se halla inscrito en la dimensión natural de
la unión, agregando más concretamente, que es "la naturaleza
del hombre modelada por Dios mismo, la que proporciona la
clave indispensable de lectura de las propiedades esenciales -
que son la unidad y la indisolubilidad - del matrimonio". Dios
dejó escrito este designio suyo en la naturaleza del tipo de
relación que se crea entre los esposos cuando sellan entre sí
una alianza, y establecen así una íntima comunión conyugal que
"hunde sus raíces en el complemento natural que existe entre
el hombre y la mujer, y se alimenta mediante la voluntad
personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida,
lo que tienen y lo que son; por esto tal comunión es el fruto
y el signo de una exigencia profundamente humana". "Esta unión
íntima, en cuanto donación mutua de dos personas, lo mismo que
el bien de los hijos, exigen la plena fidelidad de los
cónyuges y reclaman su indisoluble unidad". Así, "el
matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas,
susceptible de configurarse según una pluralidad de modelos
culturales. El hombre y la mujer encuentran en sí mismos la
inclinación natural a unirse conyugalmente". Como este
designio divino está inmerso en las exigencias de la
naturaleza, corresponde a las aspiraciones más profundas del
corazón humano, y a él "se han conformado innumerables hombres
y mujeres de todos los tiempos y lugares, también antes de la
venida del Salvador, y se conforman después de su venida
muchos otros, incluso sin saberlo. Su libertad se abre al don
de Dios, tanto en el momento de casarse como durante toda su
vida conyugal".
Un dato intrínseco: "No lo separe el
hombre"
Como hemos visto, la indisolubilidad no es
una ley extrínseca al matrimonio. Por el contrario, ella "se
inscribe en el ser mismo del matrimonio", que es "una unión
que implica a la persona en la actuación - diríamos, plena -
de su estructura relacional natural", es decir, de la manera
de ser, natural e intrínseca, de la relación conyugal. Por
eso, el "ulterior fortalecimiento (de las propiedades
esenciales del matrimonio, es decir, de la unidad y la
indisolubilidad) en el matrimonio cristiano a través del
sacramento, se apoya en un fundamento de derecho natural, sin
el cual sería incomprensible la misma obra salvífica y la
elevación que Cristo realizó una vez para siempre con respecto
a la realidad conyugal". La fe y la tradición de la Iglesia no
han agregado nada al matrimonio natural al afirmar que es para
toda vida. Lo que hace la Iglesia es reconocer que esta
propiedad emana de las mismas exigencias de la alianza
matrimonial, si bien ella tiene conciencia que "la seguridad
que asiste a los que siguen a Cristo acerca de la naturaleza
del pacto conyugal la obtienen sobre todo de la enseñanza de
Nuestro Señor".
|
|