Indisolubilidad del Matrimonio Una verdad asequible a la
razón
Como toda realidad del orden
natural
Las palabras de Jesús dan "una respuesta
válida y exhaustiva" a este tema. En ellas él quiso dejar
atrás toda duda sobre la voluntad del Padre acerca del
matrimonio antes de toda realidad sacramental. El Señor
confirma así que estamos ante una realidad del orden natural.
Por eso escribía la Conferencia Episcopal a fines del año
pasado: "No es nuestra intención convencer mediante un dato de
la revelación de Dios a quienes no comparten nuestra fe;
tampoco imponer una verdad, a pesar de considerarla decisiva
para el bien de las familias, los esposos, los hijos y la
sociedad. En realidad, se trata de verdades asequibles a
nuestra capacidad de razonar. No es necesaria la fe para
fundamentar el anhelo del ser humano de vivir en familia, ni
para pensar que la alianza matrimonial entre un hombre y una
mujer es el fundamento de la familia, y que la característica
decisiva de esta alianza es la de ser sellada para siempre".
Agregábamos: "a la hora de legislar sobre esta materia,
estimamos necesario que se reflexione sobre la naturaleza del
pacto conyugal, y que se tome en cuenta el mal que ha
producido en incontables familias y pueblos la introducción
del divorcio".
También para quienes no comparten
nuestra fe
Por consiguiente, queridos hermanos y
hermanas de la Arquidiócesis, cuando Uds. tengan que proponer
la indisolubilidad del matrimonio a personas que no comparten
nuestra fe, es necesario proporcionar argumentos que sean
asequibles a ellas, ya sea de orden antropológico,
sociológico, jurídico, económico, etc. La verdad que
proponemos, "como todo el mensaje cristiano, está destinada a
los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares". Es
cierto que hay diversas culturas, y que ellas desentrañan y
expresan desde distintos ángulos, con sus ideas y sus
costumbre, la riqueza extraordinaria del ser humano. Pero ya
nadie dirá que en los miembros de una etnia poco conocida no
se encuentre la misma esencia del ser humano que en un
holandés o un inglés. Igual cosa ocurre con el matrimonio, que
expresa precisamente las características esenciales de la
unión conyugal entre un hombre y una mujer. En cuanto a la
esencia del matrimonio no puede introducirse una
ideologización, como si existieran diversos conceptos
igualmente válidos, según diferentes parámetros culturales. Si
bien es cierto que hay uniones que se asemejan al matrimonio
(precisamente porque hacia él tiende la relación íntima, con
voluntad de permanencia, entre el hombre y la mujer), el
concepto esencial y pleno es uno, al cual podemos llegar
también con la razón mediante un trabajo desapasionado,
intenso, constante e interdisciplinario.
Es cierto que
en tiempos revueltos como los nuestros es leal y sencilla la
"fe del carbonero", que afirma lo que la Iglesia cree y el
Magisterio enseña, simplemente porque él lo enseña. Pero no es
menos cierto que debemos estar siempre dispuestos a dar
respuesta a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza.
Sobre todo quienes tienen mayor responsabilidad por la cultura
y por la misma sociedad, necesitan formarse para ser capaces
de comprender las razones de nuestra doctrina: aquellas que
provienen realmente de la fe, como en este caso, y aquellas
que proporciona la razón, también como en este caso. Sólo así
estaremos en condición de dialogar con quienes no comparten
con nosotros esa rica fuente de sabiduría que es la
Revelación.
Dejemos hablar al orden propio de la
naturaleza
No es difícil encontrar numerosos signos
que hablan de esta nota característica del contrato conyugal,
que configura una inclinación dominante de la naturaleza.
Tomemos uno de ellos: prácticamente todos los novios llegan al
matrimonio con la intención de compartir unidos y con hijos no
una parte de la vida, sino toda la vida, hasta que la muerte
los separe. El fenómeno es tan universal, que no se explica
adecuadamente sólo como una suma de innumerables decisiones
personales. Más bien muestra que este tipo de donación y
compromiso mutuo ´es´ para toda la vida, y que así está
inscrito en el corazón de los novios. Veamos otro signo. Algo
similar ocurre con las expectativas de los hijos. Podrán
desear que la unión entre sus padres sea más gozosa, más
pacífica y de mayor diálogo, pero nunca querrán que se rompa
la relación entre ellos. Esta constatación es tan universal,
que cabe postularla como un dato de la naturaleza de la vida
familiar. También la familia se presenta como una comunidad de
vínculos estables, para toda la vida. Una tercera constatación
arroja luz sobre el tema. Cuando una persona ha pasado por
todo el sufrimiento y las decepciones de una ruptura, y decide
unirse a otra persona con la ilusión de formar un nuevo hogar,
lo único que quiere es que esta vez sea para toda la vida.
Ésta es una tendencia que, sin duda, proviene de la naturaleza
de este tipo de unión. De lo contrario, dado el dolor
anterior, no querría una unión sin condiciones, para siempre,
ya que podría ser causa de nuevas y deprimentes
decepciones.
Y constatemos el desmoronamiento, cuando
no se le respeta Pero hay también otras razones, fáciles de
comprender, que comprueban que la indisolubilidad es un deber
natural del matrimonio. Éstas son las consecuencias
devastadoras para la familia, los hijos, el cónyuge más débil
y la sociedad, tanto de las legislaciones que suprimen la
estabilidad del matrimonio para toda la vida, como de las
corrientes culturales que las inspiran y acompañan. Informes
científicos sobre los desarrollos posteriores a la entrada en
vigor de la ley de divorcio muestran que existe un incremento
en el número de disoluciones matrimoniales. Y con ello, más
personas se ven enfrentadas a sus efectos negativos. Al
aprobarse una ley de divorcio, suele presentarse un elevado
número de recursos a ella en el primer año de su vigencia.
Muchos estiman, y con razón, que se trata sobre todo de los
casos que esperaban la aprobación de la ley para divorciarse,
y suponen que éste sea un efecto puntual, sólo del primer
período. Sin embargo, ello no es así. El número de divorcios
se mantiene e incrementa al paso de los años. Comparando los
promedios de divorcios que se dieron 20 años después de su
introducción con los que se produjeron apenas introducido, se
puede comprobar en los países estudiados que la cifra siguió
creciendo, y que actualmente se mantienen cifras muy
superiores a entonces. Siempre es superior al 50%. En un país,
la cifra es seis veces superior a la del primer año. En países
como Alemania, Australia, Bélgica, Canadá, Estados Unidos,
Reino Unido y Suecia, por cada 100 matrimonios que se realizan
en un año se producen actualmente más de 45 y hasta 60
divorcios en el mismo período. Diversos estudios muestran que
los hijos de padres divorciados, en comparación con los de las
familias que mantuvieron su unidad, tienen en promedio -es
decir, no cada uno de ellos, sino en promedio- mayores
problemas psicológicos y de aprendizaje, mayores tasas de
precocidad sexual y de hijos extra matrimoniales, tienen el
doble de probabilidad de ruptura matrimonial, y presentan
mayores índices de delincuencia, violencia, alcoholismo y
drogadicción. Por otra parte, está comprobado que al divorcio
entre los padres sigue, en la mayoría de los casos, el
´divorcio´ con los hijos, sobre todo de parte del padre, ya
que con frecuencia termina no cumpliendo los encuentros
regulados por el juez.
Sobre todo las mujeres y los
hijos experimentan un grave empobrecimiento tras el divorcio,
efecto que se ve ampliado a medida que los maridos se casan
nuevamente, porque en la mayoría de los casos les resulta
imposible contribuir adecuadamente al mantenimiento de dos o
más hogares. En el caso de las mujeres, y dependiendo del tipo
de medición que se considere, las caídas en su ingreso varían
entre un 20% y hasta un 60%. Como consecuencia de lo anterior,
el divorcio contribuye fuertemente a la formación de hogares
monoparentales de jefatura femenina que viven mayoritariamente
en condiciones de pobreza (más del 50% en EE.UU. y más del 75%
en Gran Bretaña). Esta situación pasa a ser una carga durísima
para la mujer y para los hijos que ella sostiene, como también
un gasto social enorme para el Estado y los
contribuyentes.
¿Quién quiere estos males para
Chile?
Queridos hermanos, es difícil pensar que
alguien quiera estos males para Chile. Por desgracia, quienes
piensan que el divorcio es una de las banderas irrenunciables
del progreso y de la modernidad, muchas veces no se detienen
suficientemente a sopesar estos fenómenos de destrucción de la
sociedad. Pero ellos muestran la importancia de la
indisolubilidad del matrimonio. En efecto, si se arranca esta
viga maestra de la construcción, con frecuencia la casa -es
decir, el matrimonio y la familia- se desmorona. Estos males
confirman que el bien de la familia, como lo pide su propia
vida y su misión en favor de los padres y de los hijos, está
ligado inseparablemente a la indisolubilidad del vínculo que
la une. Lo aseveraba Juan Pablo II a comienzos de este año:
"El matrimonio ´es´ indisoluble: esta propiedad expresa una
dimensión de su mismo ser objetivo; no es un mero hecho
subjetivo. En consecuencia, el bien de la indisolubilidad es
el bien del matrimonio mismo; y la incomprensión de su índole
indisoluble constituye la incomprensión del matrimonio en su
esencia".
Por eso, no es de extrañar que sintamos el
deber moral de entregar a los católicos la enseñanza de la
Iglesia, y de proponer a todos los que no pertenecen a ella
que tengan a bien sopesar las reflexiones que se apoyan en la
sola razón, y los hechos devastadores que se desprenden del
divorcio. Prestemos nuestro apoyo a la renovación de la ley de
matrimonio civil, que puede y debe ser mejorada, pero sin dar
carta de ciudadanía al divorcio. No contribuye al bien de las
familias de nuestra Patria y de sus hijos.
No seamos
el último país en evitar tanto deterioro
Es cierto,
somos uno de los últimos países del mundo occidental sin ley
de divorcio. En lugar de avergonzarnos de ello y de pensar que
también nosotros debemos incorporarnos a todos los dictados de
´esta´ modernidad, podemos aprender de las experiencias en los
países que ya las tienen. Actualmente hacen grandes esfuerzos
por reducir las nocivas consecuencias de sus legislaciones.
Nosotros tenemos el chance de elaborar una legislación moderna
y creativa que evite la causa del grave deterioro que se ha
generado en ellos, atienda la situación de las uniones después
de una ruptura matrimonial, y conduzca realmente al
fortalecimiento de la familia.
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