Indisolubilidad del Matrimonio Conclusión
Volvamos al proyecto de Dios. Él quiso dar un
cauce al matrimonio y a la familia, el cauce de la
indisolubilidad, no para que el río sea un lecho seco y
pedregoso, sino para que sea, con el aliento del Espíritu
Santo, un torrente cristalino y vivificante, que lleva a la
sed de mucha gente el agua que reclaman y el murmullo de su
caudal, despertando y alegrando infinidad de vidas. Es él
quien inspira a los esposos a dedicar infatigablemente sus
mejores desvelos y energías a cuidar y acrecentar el amor,
para construir, con la ayuda de la gracia, la familia que Dios
les ha regalado, a imagen de la comunión que reina en la
Trinidad Santísima.
Junto con encomendar las
intenciones de todos Uds. a la Virgen María, Madre y Reina de
la Familia, y Madre de la Sabiduría, del Amor Hermoso y de la
Santa Esperanza, les pido que durante los próximos meses
acompañemos a nuestros legisladores y a todas las familias de
nuestra Patria, rezando el rosario en familia, como asimismo
frecuentemente la Oración por la Familia, con la cual concluyo
esta carta pastoral. De corazón les deseo que la bendición de
Dios Todopoderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
descienda sobre todos Uds. y les acompañe
siempre.
Santiago, sábado 22 de junio de 2002.
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Francisco Javier Errázuriz Ossa Cardenal Arzobispo de
Santiago
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