Carta pastoral
El por qué debemos enseñar la castidad Por el Cardenal Franjo Kuharic
Introducción
Una vez que ha sido legalizado, el
aborto se convierte simplemente en otro medio de control de la natalidad, en
tanto que la actividad sexual irresponsable se multiplica. Más de las dos
terceras partes de la humanidad viven ahora en países donde se ha abandonado la
protección histórica que se daba a los niños aún no nacidos. Así, la matanza de
niños antes de nacer es la guerra más grande en toda la historia. Como ha dicho Solzenitsyn, "el Occidente ha perdido su voluntad de vivir."
Pero mucho antes de que la gente pierda
la voluntad de vivir, ha perdido la voluntad de amar, y por lo tanto la
capacidad de amar. Sin embargo, es increíble el número de pecados que hoy en día
se cometen en nombre del amor! Prácticamente en todos los países occidentales,
la mayoría de los abortos afectan a niños concebidos a través de relaciones
sexuales antes o fuera del matrimonio. Así, el aborto es el fruto del pecado
capital de la lujuria, o la falta de la práctica de una importantísima virtud
cristiana llamada castidad, parte de la virtud cardinal de la templanza, que
domina los apetitos humanos.
Cuando el impulso hacia el placer
sexual está sin control y la gente está dominada por sus glándulas, la sociedad
siempre paga un alto precio. Esto se puede ver no sólo por el número increíble
de abortos sino por las enfermedades venéreas sin control y sus formas
incurables, tales como el SIDA y el Herpes II; por el nuevo estilo de vida de
parejas que viven juntas, que en otro tiempo llamábamos amancebarse; por el número
alarmantemente bajo de nacimientos, siendo Irlanda el único país desarrollado
que está reproduciéndose; por la locura furiosa de la esterilización; por los
siempre crecientes medios de control de la natalidad, y el número sin
precedentes de embarazos y abortos entre niñas adolescentes, para mencionar sólo
unos pocos de los males que provienen de la falta general de la práctica de la
"virtud difícil" en un mundo que Pablo VI describió como el que
"ha perdido todo sentido del pecado." Aun el humanista Freud advirtió
que el abuso de la sexualidad siempre lleva a la violencia, que a su vez
engendra más violencia. La Madre Teresa ha advertido: "La guerra nuclear
es el fruto del aborto." En nuestra sociedad, sexualmente enferma, estamos
siendo bombardeados por la diabólica y constante propaganda sobre la superpoblación,
cuando de lo que el Occidente sufre es supersexualidad y subpoblación.
En un mundo tan confundido, la pastoral
sobre la castidad, escrita por el Cardenal Franjo Kuhari de Zagreb, es
ciertamente alentadora. Basando su enseñanza en las leyes de Dios que se
encuentran en la Sagrada Escritura y en la sabiduría constante de la
experiencia humana, clarifica en forma hermosa la virtud olvidada del control
sexual o la castidad, recordándonos la vieja máxima de que Dios perdona
siempre, los hombres a veces y la naturaleza nunca. Tal vez, después de leer
las sabias observaciones del Cardenal, nos daremos cuenta de que nunca en el
curso de la historia ha sido más evidente para los que tienen ojos que ven, lo
correcta que ha sido la Iglesia Católica en lo que ha predicado sin descanso en
todas las épocas sobre la moral sexual.
Padre Paul B. Marx O.S.B.
LA REDENCION DEL CUERPO
"Glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo" (1 Cor. 6,20)
"A la Iglesia de Zagreb, que
pertenece al Padre y al Señor Jesucristo, gracia y paz" (Cf. Tes.
1,1)
¡La Redención! El misterio de la
Redención será el tema central de meditación de la Iglesia durante el Año Santo
de la Redención. Al comienzo del tiempo, la Redención fue prometida al hombre
caído. Los profetas la anunciaron al pueblo de Dios, al pueblo de la Alianza
del Sinaí. Esta esperanza brilló constantemente a través de los trágicos
sucesos de la historia de Israel: ¡el Mesías vendrá y nos salvará!
La Redención es un acto de Dios, un
acto del amor infinito de Dios a los hombres. Incluye el misterio de la
Encarnación del Verbo en el seno inmaculado de la Virgen María; luego, la vida,
muerte y resurección de Jesucristo, Dios y hombre; y finalmente la venida del
Espíritu Santo. Así el Dios Trino manifestó a los hombres su amor y su
misericordia. La cruz es el signo de ese amor. Como signo de la Redención fue
plantada en el suelo de esta tierra para no ser desarraigada nunca. Dando
testimonio de un suceso que realmente tuvo lugar realmente en la historia, se
convierte en la luz de Dios en medio de la oscuridad del mundo. Brilla sobre
aquellos que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte (Cf. Lucas
1,179).
"La luz brilla en las
tinieblas y las tinieblas no la comprendieron"(Juan 1,5).
Por el acto de la Redención algo sucede
en el ser mismo del hombre. ¿Qué es? El resultado es el hombre nuevo; la imagen
de Dios -- profanada, desfigurada y aún destruida por el pecado -- es
restablecida en el hombre. Dios tiene su propia visión del hombre. Esa visión
se manifestó en Jesucristo en una forma perfecta. Asi, Jesucristo, como hombre,
es la perfecta manifestación y realización de la idea de Dios con respecto al
hombre. El hombre pecador está inmensurablemente distante de esa visión;
sumergido en el mal, se convierte en un mundo de pecado, en conflicto con el
pensamiento y la voluntad de Dios. Por su redención se convierte en luz: es
sumergido en la vida de Dios, y el Dios Trino viene a habitar en él como amor y
santidad. El hombre, liberado del mal y consagrado por el Espíritu Santo, se
convierte en hijo de Dios. Un mundo nuevo nace en él, un mundo divino. "Si
alguien está en Cristo, es una nueva criatura. Lo viejo ha pasado y he aquí que
todo se ha hecho nuevo" (2 Cor. 5,17).
"Dios nos eligió en sí mismo
antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia,
en la caridad; y nos predestinó a la adopción como hijos por Jesucristo"(Efesios
1, 4-5). Éste es el glorioso favor que nos ha otorgado en su Amado (Cf. Efesios
1,6).
La Redención debe llevarse a cabo en el
hombre completo. Transforma toda la naturaleza humana y la vida humana en su
totalidad: mente y corazón; conciencia y libertad; cuerpo y alma; pensamientos,
palabras y obras. La Redención debe penetrar, toda la realidad humana. El
hombre completo es renovado, consagrado completamente a Dios. Sólo en esa forma
se genera una nueva vida.
"La sabiduría de la carne es
muerte pero la del Espíritu es vida y paz. La sabiduría de la carne... no está
sujeta a la ley de Dios." (Romanos 8, 6-7)
Si el hombre completo es redimido, ¿cómo
afecta la redención su parte corporal? "Varón y mujer los creó"(Gnésis
1, 27). Por lo tanto, la sexualidad es parte del ser humano completo, y dentro
de la naturaleza entera del hombre redimido, debe también ser redimida. Esto
significa que a través de la Redención la sexualidad debe volver a la dignidad
querida por el Creador; debe lograr de nuevo el propósito decretado por Dios.
Lo que fue profanado por el pecado debe ser renovado por la gracia. Lo que
sirvió a la muerte debe servir a la vida. Lo que alimentó el egoísmo brutal de
la pasión debe ser consagrado por el amor redentor.
Por el pecado, un desorden fundamental
afectó todo el ser humano, alma y cuerpo. Su mente se abrió al error y su corazón
al odio; su voluntad se inclinó al mal; su conciencia perdió su punto de
referencia. En la esfera corporal, su sexualidad se convirtió en una lujuria
desordenada, en la que nada es sagrado ni digno de estimación. Como un
remolino, el deseo sexual ha arrastrado al hombre a la profundidad de pasiones
ilimitadas. Esas pasiones deforman al hombre hasta la perversidad; convierten a
la persona humana en un simple instrumento del hedonismo. Como el Concilio
correctamente declara, "La verdad es que los desequilibrios de que
sufre el mundo moderno están conectados con un desequilibrio más básico,
arraigado en el corazón humano." (Gozo y Esperanza,10.)
En el campo mismo de la sexualidad hay
una revuelta contra toda norma que trate de limitarla; una revuelta contra la
dignidad de la persona humana, una revuelta contra la familia, una revuelta
contra la vida misma. Se levanta en forma violenta contra la inocencia de la
juventud y la fidelidad conyugal, contra la castidad conyugal y contra los niños
que aún no han nacido. La misma revuelta ataca el celibato y el voto de
castidad en la Iglesia. El deseo sexual sin restricciones demanda completa
libertad en la vida sexual. Esas demandas se formulan en nombre del
"progreso". Con la mentalidad de la satisfacción sexual, los actos
pecaminosos se llaman "liberación". La inocencia, la castidad y la
modestia son ridiculizadas, no cultivadas como protección contra la profanación
de la sexualidad. Sin embargo, la dignidad es la mejor protección de la persona
humana.
En el mundo animal, la sexualidad está
regulada por el instinto y no es abusada. Si la sexualidad humana no está
regida por la razón y la conciencia, por la luz de las reglas de Dios, se
convierte en un fuego que destruye a la persona humana y la degrada por debajo
de los animales. "¿Puede un hombre acercar el fuego a su pecho y a
sus vestiduras, y no quemarse? o ¿Puede un hombre caminar sobre carbones
encendidos sin quemarse los pies?" (Prov. 6, 27-28.)
!Cuánto dinero se gasta y se gana
fomentando esa ambición! Teorías e ideologías, muchas películas y libros están
a su servicio. La pornografía encuentra mercados y ganancias hasta en nombre
del arte. Espectáculos y revistas pornográficas atraen a numerosos comerciantes
y compradores. Muchos periódicos y revistas publican imágenes pornográficas
para aumentar sus ventas. Mujeres desnudas son presentadas en toda clase de
propaganda. Mientras más rico sea el lugar y más alto el nivel de vida, más
abunda el diluvio sexual. Se usan todos los medios posibles para imponer al público
la opinión de que la sexualidad es la actividad humana más importante, la
principal fuente de placer y una necesidad inevitable e irremplazable, el
verdadero significado de nuestra corta vida humana. Estas tendencias son
explotadas por ciertos poderes siniestros en nuestras modas y en el nudismo. La
Sagrada Escritura nos previene sobre el falso estilo de vida que nos invita a
aceptar el razonamiento de la gente de este mundo. Leemos en el libro de la
Sabiduría: "Breve y turbada es nuestra vida...Porque nacimos al azar
y después seremos como si no hubiéramos existido...Nuestro cuerpo será cenizas
y nuestro espíritu saldrá como aire sin resistencia...Venid, por lo tanto;
gocemos de las cosas buenas que son reales y usemos con avidez la frescura de
la creación. Disfrutemos de vino y perfumes costosos, y no desaprovechemos ningún
capullo de primavera"(Sab.2,1-2;2,3,6).
Ciertamente, si el hombre es solamente
cuerpo, si no hay alma inmortal -- como hasta ciertas personas en la Iglesia
afirman -- entonces ese razonamiento es correcto. Si la educación sexual no está
sujeta a principios morales, si presume que al hombre le falta toda dimensión
espiritual o futuro transcendente, entonces es simplemente un estímulo para la
satisfacción sexual irresponsable. Así es como muchos jóvenes son llevados al
abismo de la irresponsabilidad moral.
Millones de niñas adolescentes,
seducidas y llevadas a la experiencia sexual, y luego empujadas a exigir el
aborto, son víctimas de esa mentalidad. Cosiderando el problema desde el punto
de vista temporal, cualquier persona puede ver lo que una nación puede esperar
de su juventud arruinada. Con frecuencia, todos los ideales han muerto entre
tales jóvenes; su ética se relaja; pierden su firmeza moral y pierden todo
interés en los deberes de su vocación. El apetito sexual sin restricciones
conduce a la muerte.
En los últimos diez años(1970-1980),
según las estadísticas, 853.141 abortos fueron registrados en Croacia (y ¿cuántos
otros no se registraron?) ¡Eso es más que diez Hiroshimas! Una especie de
guerra nuclear se está llevando a cabo calladamente, silenciosamente; es una
lucha que ocurre en lo íntimo de nuestra existencia nacional. Los que están por
nacer mueren sin una queja y no se les da una tumba ni un cementerio. El útero
se ha convertido en el lugar de ejecución. Algunas mujeres demandan este acto
de muerte como su privilegio y muchas instituciones viven de este negocio
sangriento. En 1980, por cada 100 nacimientos tuvimos 75,19 abortos. Ninguna
persona bien intencionada puede ignorar el significado de estas cifras.
Todos estos males son la consecuencia
directa de una sexualidad no redimida. Si no hay Redención, todo está
permitido. Todo está permitido si rechazamos el plan de Dios para el hombre, si
rechazamos los mandamientos de Dios. Dios dio esos mandamientos para bien del
hombre, nunca para su perjuicio. Lo que está en contra de la voluntad de Dios
va siempre contra el hombre: "Porque el mandato es una lámpara y la
enseñanza una luz, y el camino a la vida es la restricción de la disciplina"
(Prov. 6,23.)
La historia nos dice que la depravación
sexual ha destruído varias civilizaciones. Por medio de las drogas, el alcohol
y la violencia, la muerte ahora amenaza con destruir nuestro mundo moderno.
Todos los que en una forma o en otra promueven la inmoralidad conspiran contra
el hombre, la familia, la nación y la humanidad. Se trata de una guerra,
especialmente en contra de la vida.
"La fornicación y toda
inmundicia o codicia ni se nombre entre vosotros, como corresponde a los santos"(Efesios
5,3.)
"Ved que nadie os engañe por
medio de una vana filosofía" (Colosenses 2,8.)
Desgraciadamente, en la Iglesia de hoy
encontramos opiniones que favorecen la mentalidad moderna, orientada hacia el
placer. Recordamos las críticas apasionadas a la encíclica Humanae Vitae en los
medios de comunicación, especialmente en los países ricos. Un documento llamado
Persona Humana, expedido por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe,
tuvo una recepción similar. En la Iglesia Católica, algunos profesores y teólogos,
abrumados por la mentalidad moderna, se desanimaron y comenzaron a defender
ideas que daban consideración a la codicia o invitaban a ella. La sociología se
convirtió en magistra vitae. Si uno puede determinar sociológicamente que la
mayoría de los hombres llevan una vida en conflicto con los principios enseñados
por la Iglesia de acuerdo con la Revelación, algunas personas inmediatamente
llegan a la conclusión de que la Iglesia debe ajustarse al hombre moderno. En
otras palabras, la Iglesia no debe predicar el Evangelio y convertir al hombre
a una nueva vida, sino cambiar el Evangelio para acomodarse a la vida contemporánea
de los hombres. Sin embargo, aunque todo el mundo esté pecando, el pecado no se
convierte en algo aceptable. Nos encontramos ante el mito del hombre moderno:
su vida práctica se ha convertido en la norma; es tan "progresista" y
tan "ilustrado" que no puede aceptar valores "viejos" y
"pasados de moda". Éstos deben ser cambiados. El mito del hombre
moderno se convierte en la idea de un "nuevo" hombre que se basta a sí
mismo y que debe romper con toda clase de trascendencia. !Dios ha muerto! !Viva
el hombre!"
Recientemente, un profesor "católico"
en un país occidental rico difundió el siguiente mensaje por la radio: Las
autoridades de la Iglesia "mantienen una posición inaceptable con respecto
a todos los problemas femeninos", desde la regulación de los nacimientos
hasta el divorcio y una incomprensible actitud con relación al aborto. Esos
mensajes se han oído también en nuestro propio país.
La actitud del profesor es
insostenible. Los jefes de la Iglesia no son amos sino siervos de la Palabra de
Dios. Los principios fundamentales de la Revelación no pueden cambiarse para
satisfacer el gusto del mundo o acomodar a los expertos. Los "problemas
femeninos" no pueden solucionarse convirtiendo a la mujer en un simple
instrumento de placer, degradándola al nivel de un objeto, o dando a la
sexualidad un valor supremo que exige sacrificios, los cuales incluyen hasta la
vida de seres humanos. Aunque un mundo no redimido acepte esas prácticas, ellas
no pueden convertirse en los principios del hombre redimido. Esta clase de
teología no está al servicio de la Redención sino al servicio de la
antirredención. Es la teología del camino ancho que lleva a la destrucción, es
una capitulación ante el espíritu que lleva a la destrucción, es una capitulación
ante el espíritu de este mundo. Naturalmente, aquellos que no reconocen la
realidad del pecado, a pesar de sus consecuencias mortales, creen que no
necesitan ser librados del pecado; para ellos la Redención no tiene sentido.
Cuando un hombre ha sido atacado por el
cáncer, es inútil que sus médicos traten de ocultar la realidad, diciéndole que
no está enfermo. La enfermedad seguirá su curso. De manera similar, un teólogo
es un falso profeta si declara que no hay pecado en actos sexuales antes del
matrimonio, ni en la contracepción, el divorcio y el aborto; no salva al hombre
para Dios, sino lo lleva a la rutina, como un ciego guiando a otro ciego. De la
misma manera, el hombre es llevado a su destrucción por aquellos que enseñan
que el hombre no tiene una alma inmortal, a pesar de la profesión de fe de la
Iglesia en la Revelación divina y la constante creencia de la humanidad en la
inmortalidad. Debemos declarar en forma clara y valerosa que esos falsos
conceptos son mortales.
El apóstol San Pablo escribió a los
efesios: "Eso no fue lo que aprendísteis cuando aprendísteis a Cristo,
si es que le habéis oído y habéis sido instruídos en El, según la verdad que
está en Jesús, es decir, que os debéis despojar de la vida anterior y del
hombre viejo, corrompido por los deseos del error y debéis renovar el espíritu
de vuestra mente y tomar la vestidura del hombre nuevo, creado según Dios en la
justicia y la santidad de la verdad"(Efesios 4,20-24).
Cuando el Redentor apareció en el
mundo, se encontró con una oposición despiadada que lo llevó a la cruz. No es
de sorprenderse, por lo tanto, que la Iglesia haya encontrado oposición a través
de la historia cuando ha presentado ante el mundo la Revelación de Dios, con
respecto al hombre y sus demandas en relación con la dignidad humana. El mundo
del pecado siempre está en rebelión, porque los pecadores son llamados a romper
sus "dulces" pero mortales cadenas. Los apóstoles no se encontraron
en mejores condiciones que nosotros. Como nosotros, fueron enviados a un mundo
de pecado. Ellos se encontraron ante la decadencia moral de su época; sin embargo,
no predicaron la capitulación, sino una nueva imagen divina del hombre. Ellos
anunciaron claramente la belleza de la inocencia y de la castidad y la
fidelidad conyugal; en el nombre de Dios y con determinación proclamaron la
indisolubilidad del matrimnonio y la santidad del amor conyugal. Sabían que la
sexualidad redimida tiene su propia dignidad. por la Redención, la humanidad
fue elevada al mundo de Dios y libertada de su vieja esclavitud. Por eso es que
ciertas ideas son irreconcialiables con el Evangelio.
"Habéis oído que se dijo a
los antiguos: no adulterarás. Mas yo os digo que todo el que mirare a una mujer
deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón".
(Mateo 5,27-28.)
El apóstol San Pablo escribe a los
colosenses después de que ellos habían aceptado la Redención y al Dios del amor
(cf,1 Juan 4,16): "Salísteis del hombre viejo con sus obras y os habéis
revestido del hombre nuevo con un conocimiento de acuerdo con la imagen de aquél
que lo creó"(Colosenses 3, 9-10). Solamente el hombre redimido es
un hombre nuevo. El hombre de los tiempos antiguos, como el hombre moderno, si
no ha sido redimido y llevado del poder de las tinieblas a la luz
(Cf.Col.1,13), sigue siendo el hombre viejo. En esa esfera nada ha sido
cambiado por el progreso científico o los adelantos tecnológicos. Los que están
de acuerdo con el hombre viejo naturalmente tienen quien los escuche; pueden
lograr vasta publicidad y hacerse "famosos". El apóstol San Pablo,
que conocía muy bien la sicología del hombre viejo, nos llama la atención sobre
este punto, escribiendo a Timoteo: "Porque vendrá el tiempo en que
no tolerarán la sana doctrina, sino que siguiendo sus deseos, se rodearán de
maestros que les halaguen los oídos y se apartarán de la verdad, aceptando fábulas"(Timoteo
4,3-4).
"Eráis en un tiempo
tinieblas; ahora sóis la luz en el Señor. Andad como hijos de la luz".
(Efesios 5,8)
La Redención es la medicina de Dios
para el hombre; le trae verdad, santidad y una nueva vida. La Iglesia debe
ofrecer esta medicina al mundo; ninguna razón la puede excusar de este deber.
La verdad no se puede dejar pasar en silencio: un faro no debe ser apagado. La
Redención siempre ha producido testigos. La luz es visible en la oscuridad.
Además de los muchos santos y hombres justos, un resultado especial de la
Redención han sido los hombres y mujeres que, a través de la historia de la
Iglesia, han escogido conscientemente el estado del celibato o hecho voto de su
virginidad "por el reino de Dios"(Mateo 19,12). Ellos
son un ejemplo especial de la sexualidad redimida. El Dios-Hombre virgen quería
tener testigos en su Iglesia mientras ésta se encuentra en su peregrinación
hacia el futuro pascual absoluto, testigos visibles de ese futuro, de esa esperanza
final. Por la resurrección, la Redención del cuerpo humano será perfeccionada y
llevada a cabo plenamente. En el cuerpo glorificado, la sexualidad ya no tendrá
su fin temporal. Por esta razón, Jesús les dijo a los saduceos, "que dicen
que no hay resurección": "Estáis equivocados, no conociendo las
Escrituras ni el poder de Dios; después de la resurrección, la gente ni se casa
ni será dada en matrimonio, sino serán todos como ángeles en el cielo"(Mateo
22,23;29-30).
En la Iglesia de hoy, las almas virginales
son testigos de ese futuro. Fieles a la inspiración del Espíritu Santo y
fortificadas por el poder de Dios, no se sienten ni inferiores ni empobrecidas.
Por el contrario, ellas demuestran la riqueza especial de la Redención por su
amor más completo, que las hace más generosas con Dios y con sus prójimos.
Estos hombres y mujeres representan el aspecto virginal de la Iglesia. Ellos
siguen a Jesús virgen y a su Madre virgen. Su inviolabilidad corporal es la
expresión de sus almas virginales y de su afiliación irrevocable con Dios. !Cuántas
santas vírgenes salvaron su virginidad a costa del martirio! Entre el pueblo de
Croacia hubo tales mártires en el pasado, y hay otros en nuestro tiempo.
Esos hombres y mujeres son ejemplos que
retan a la juventud y a los casados a vivir vidas dignas de su Redención. Los jóvenes
inocentes son la riqueza de la Iglesia y la bendición de la nación. Son los
heraldos de un futuro más luminoso. Como personas humanas libres, fortificadas
por el Espíritu Santo, conquistan al hombre viejo en sí mismas y en el mundo de
pecado que las rodea. Ellos rechazan los mitos y los ídolos de este mundo,
resistiendo la esclavitud de la codicia. La Redención también eleva a las
parejas casadas a un nuevo concepto de amor y sexualidad. La fortaleza del Espíritu
Santo se manifiesta en su castidad, protegiendo su dignidad personal y
purificando su amor; las preserva de toda clase de egoísmo. "Todo lo
puedo en Aquél que me conforta."(Filipenses 4,13).
Contra esa noción de sexualidad,
algunas personas han invocado hasta el Concilio Vaticano II. Sin embargo, el
Concilio no negó ninguna verdad revelada ni ningún principio moral. Recalcó
ciertos aspectos particulares. "La palabra bíblica de Dios insta varias
veces a los novios y a los casados a alimentar y desarrollar su unión
matrimonial con el puro amor conyugal y un afecto no dividido...El Señor ha
juzgado este amor digno de dones especiales, dones de gracia y caridad que
curan, perfeccionan y exaltan...Por lo tanto, sobrepasa la sola inclinación erótica
que si es seguida en forma egoísta, pronto se desvanece tristemente..."
Especialmente en el seno de sus propias familias, los jóvenes deben ser instruídos
en forma apropiada y oportuna sobre la dignidad, los deberes y la expresión del
amor matrimonial. Así entrenados en el cultivo de la castidad, podrán a la edad
apropiada, contraer su propio matrimonio después de un noviazgo
honorable"(Gozo y Esperanza, 49). Si se presentan problemas, éstos no
pueden solucionarse con errores, sino con la verdad. La principal causa de la
epidemia del divorcio es el libertinaje erótico antes del matrimonio.
El Concilio considera la elección
voluntaria del celibato y los votos de castidad como un don de Dios."Los
consejos evangélicos de la castidad dedicada a Dios, de la pobreza y la
obediencia están basados en las palabras y el ejemplo del Señor. Son además
elogiados por los apóstoles y los Santos Padres, y otros maestros y pastores de
la Iglesia. Los consejos son un don divino, que la Iglesia ha recibido del Señor
y que siempre preserva con la ayuda de Su gracia"(Luz de las naciones,
43). De esa vocación, Nuestro Salvador dijo: "No todos entienden
esta palabra, sino a los que se les ha dado... El que pueda entender que
entienda"(Mateo 19,11-12).
"Si alguno me ama, guardará
mis palabras"(Juan 14,23)
La Iglesia debe encontrar el valor y la
determinación para exponer la visión de Dios, con respecto al hombre y al
mundo, a todos los hombres, en todas las épocas, aunque se la llame
reaccionaria y conservadora, aunque se la reproche por no ser capaz de llevar a
cabo un diálogo con el mundo, y aunque se la acuse de oponerse al progreso y a
la felicidad del hombre. ¿No fue Nuestro Señor llamado un seductor y enemigo
del pueblo? Igualmente los apóstoles no tuvieron éxito. Cuando la Iglesia habla
de la castidad o la sexualidad redimida, muchos se tapan los oídos porque no
quieren oir palabras duras. Eso le pasó al apóstol San Pablo, esclavo por razón
del Evangelio: Hablando Pablo de la justicia, la continencia y el juicio
venidero, Félix, temeroso, respondió: "Basta por ahora; en tiempo
oportuno te llamaré"(Hechos 24,25).
En el Año Santo de la Redención,
nosotros -- los hijos e hijas de la Iglesia, especialmente los obispos y presbíteros,
enviados en nombre de Dios a llevar a la gente el don de la Redención --
debemos considerar estos temas seriamente. Un diluvio de lodo ha inundado nuestra
nación y el mundo. La corrupción sexual, la lujuria, hace que el espíritu
humano se vuelva ciego a las realidades espirituales. Mata las conciencias. No
podemos capitular ante esa situación. Traicionaríamos a Dios y a nuestro prójimo.
Debemos hablar de la castidad valerosamente, aunque la palabra misma ya no
forme parte de nuestra manera moderna de hablar. Sin embargo, los que son puros
disfrutan del gozo de su pureza y no vacilarán en hablar de ella. Nuestros jóvenes
comprenderán que no pueden aceptar la Redención si no llevan una vida casta.
Ellos verán que un corazón inocente siempre está abierto al Redentor. A ellos
podemos aplicar las palabras del Salvador: "Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"(Mateo 5,8).
Debemos tener todas estas cosas en
cuenta cuando enseñamos nuestr religión, en nuestras homilias y especialmente
en el confesionario. Cualquier omisión a este respecto es un sacrilegio y una
cooperación con el mal. A los que desvían a otros, así como a los desviados, el
Redentor les dirá: "Estáis en el error!" Si una Comunión es el
resultado de una conciencia mal guiada, no es una Comunión de Redención, porque
los muertos no necesitan medicina.
Durante el Año de la Redención, tanto
la Eucaristía como el sacramento de la reconciliación deben ser el centro de
nuestra atención. Un pecador solamente puede ser redimido por una buena confesión.
La sinceridad, el arrepentimiento y el propósito son elementos de la conversión,
sin los cuales no hay perdón.
¡La Eucaristía es el alimento de las
almas puras! ¡Es la fortaleza para llevar una vida de pureza!
La oración, los sacramentos, la
meditación en la palabra de Dios y el evitar las ocasiones de pecar, son
condiciones indispensables que ayudan al hombre débil a disfrutar de la belleza
milagrosa de la Redención. El espíritu debe ser alimentado por la verdad y
fortalecido por la gracia, para que el cuerpo pueda ser redimido por la
libertad de que gozan los hijos de Dios.
Con estos pensamientos no hemos cubierto
toda la materia, sino únicamente hemos señalado los puntos esenciales. Como
preparación para el matrimonio, recomendanos que Familiaris Consortio(1981), la
exhortación del Santo Padre Juan Pablo II, sea estudiada por los jóvenes.
¡Miremos suplicantes a Nuestro Redentor
virgen! Él es la luz. Su Madre, con su virginidad inviolada, refleja
perfectamente la luz de su Hijo. Muchos hombres y mujeres puros todavía los
siguen. Muchos padres dignos y devotas madres, muchas personas consagradas a
Dios por el celibato y sus votos de castidad los siguen. Debemos mencionar
específicamente a las vírgenes y a los mártires. Las ideas elevadas aclaran la
oscuridad de las nociones torcidas e iluminan las conciencias. Con valor y
libertad, ¡construyamos un mundo mejor de pureza e inocencia! ¡Ésa es una orden
del cielo! Ese será el fruto de la Redención. "Id, pues, y enseñad a
todas las naciones...enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado"(Mateo
28,19-20).
"Como Tú me enviaste al mundo,
así yo los he enviado al mundo"(Juan 17,18). ¡Y los apóstoles
fueron! Al final de nuestra meditación, ¡dejémosles hablar!
El apóstol San Pedro escribió a los
fieles de la Diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia: "Armáos
con su mismo pensamiento...para que ya no tengáis los deseos de los hombres,
sino de la voluntad de Dios durante el tiempo que os queda en la carne. Es
suficiente el tiempo pasado dedicado a la voluntad de las gentes, andando en la
lujuria, los malos deseos, la embriaguez...y el culto ilícito de ídolos. Se
admiran los blasfemos de que no participéis en la misma confusión de lujuria
que ellos, los cuales deberán dar cuenta a Aquel que está listo a juzgar a los
vivos y a los muertos" (1 Pedro 4,1-2-5).
"Como hijos obedientes, ya
no estáis formados por los deseos anteriores que tuvísteis por vuestra
ignorancia; sino que según el que os llamó, el Santo, vosotros debéis ser
santos en toda vuestra conducta"(1 Pedro 1,14-15).
"Que el matrimonio sea
honorable en todo y el lecho se mantenga inmaculado. Dios juzgará a los
fornicadores y adúlteros" (Hebreos 13,4).
"Esta es la voluntad de
Dios, vuestra santificación y que os abstengáis de la fornicación, cada uno
guardando su cuerpo en santidad y honor...Dios no nos ha llamado a la
inmundicia, sino a la santidad. Así, todo el que rechaza esto no rechaza al
hombre, sino a Dios que nos dio su Espíritu Santo"(Tesalonicenses
4,3, 7,8).
"Pero el cuerpo no es para
la fornicación, sino para el Señor...¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo
del Espíritu Santo, que lo habéis recibido de Dios y no es vuestro? Habéis sido
comprados a un gran precio" (1 Corintios 19,20).
La palabra de Dios es válida para todos
los tiempos, también para nuestros días. La Redención es una vida nueva, un
mundo nuevo, el mundo de Dios. "!Glorificad, pues, a Dios en vuestros
cuerpos!"
No. 7 - Carta Pastoral del Arzobispo de
Zagreb, Franjo Cardinal Kuharic, en el Año Santo de la Redención, tercer
domingo después de Pascua, 17 de abril de 1983.
Cortesía
Life
International - Vida Humana Internacional © 1998.
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