La Santa Misa en 62 Historietas
Un Servicio de los MSC
Misioneros del Sagrado Corazón Tres Cartas Para Comenzar Queridos
muchachos: Cierta vez
hicimos una excursión a San Pedro con unos 50 niños, un ómnibus repleto. A los
niños los llamábamos "niños de mayo". Cuando el ómnibus partió
comenzó a llover. Luego de una hora llegamos a la meta. Llovía a cántaros. Al
comienzo no era tan malo porque nos ofrecían allí café con enormes tortas.
Terminado el festín lloviznaba sólo un poquito de manera que podíamos salir a
caminar por el bosque. El guardabosque nos mostró una cueva de zorros, en la
lejanía vimos un venado. Pero la alegría duró poco. Comenzó otra vez a llover.
El agua formaba un velo entre el cielo y la tierra. Nos empapamos como un oso
polar que chapotea en el estanque. Dos niñitas se abrazaban fuertemente y
lloraban. Se podía decir de ellas como en el cuento: "Dios y nuestros
corazones lloran juntos." Corriendo llegamos al albergue de San Pedro.
Allí habían encendido la calefacción. Dejamos los zapatos y las medias
empapadas en el atrio, también los abrigos húmedos. Algunos tenían una chompa
de repuesto. Movimos mesas y sillas a un rincón y nos acomodamos en el hermoso
piso de parqué, era también algo del bosque. El capellán comenzó a contar:
"El relato de como el chanchito consiguió su colita de tirabuzón". Mientras
que afuera llovía y llovía, salió el sol para los niños acomodados en el piso
de "parqué del bosque", el sol de este cuento luminoso: "Muy
pronto, después del último día de la creación Dios convocó a todos los animales
a una pradera espaciosa del paraíso. Sentados en coche de oro celestial
arribaron los ángeles que traían con ellos muchas canastas repletas de:
pellejos, rizos, colores, pinceles, pelucas, crines, barbas, dientes, cascos,
zarpas, plumas, alas, colas y cuernos y todo lo que hace que un animal esté
alegre y orgulloso. Cada uno recibía su hermosura multicolor: la cebra sus
rayas, los loros y los colibríes sus colores brillantes. Fue un día repleto de
trabajo. Sólo el
chanchito no apareció. Es que había encontrado en el camino unas ricas castañas
que no podía dejar de masticar. Los castaños son su alimento favorito. Recién
cuando caía la noche, cuando el coche celestial de oro estaba para partir llegó
el chanchito y reclamaba con lamentos sonoros
su parte de los adornos para animales. Pero todas las canastas, cajas y
jaras estaban vacías. Uno de los ángeles tomó el fierro para hacer rizos y dio
a la colita del chanchito la forma de un tirabuzón encantador. El chanchito
estaba tan orgulloso de su colita que desde aquel día sólo camina en la punta
de los pies. El cuento
duró una hora completa. Todos se habían secado perfectamente. Regresamos a casa
en medio de un brillante atardecer que pensamos estar sentados en el coche
celestial de oro. El cuento había salvado, cambiado un día triste de lluvia. Queridos
muchachos. Les ofrezco un par de docenas de cuentos. Se han pintado de oro y de
colores que pueden salvar un día triste de lluvias. Estos cuentos
"contienen algo especial". En cada uno esta escondido un misterio, un
misterio del misterio sobre todos los misterios: la eucaristía. En cada cuento
se ha entretejido un rayo de sol de la eternidad, un rayo que viene del sol que
es Cristo. Aunque
amenacen las tempestades de la falta de fe, un cuento de este tipo nos calienta
el corazón. Cuando el silencio desértico
del aburrimiento está desecando todo, un cuento de este tipo trae de
nuevo un florecer y vida. Les
entrego este libro con los cuentos. Son más interesantes que las películas de
la televisión en las cuales sólo disparan. Probadlos y veréis cómo os
alegraréis. Escuchad lo que cuentan de la Misa. La Misa es lo más hermoso que
existe. Theodor Schnitzler Segunda Carta Querida
familia de lectores. Entre mis parientes había un gran revuelo. Nuestra Martina había comenzado con las clases de preparación a la primera comunión. En la tarde le tocaba asistir nuevamente. Ya tenía preparado su cuaderno de dibujos. De pasada preguntó: "Mamá, ¿dónde está mi libro de historietas de Primera Comunión? No puedo encontrarlo. Por favor, ayúdame a buscarlo". Y corriendo se fue a la escuela.
La Señora
Gisela buscaba y buscaba. Ni rastro del libro. Sala de estar, cocina,
dormitorios, repostería, balcón, todo fue inspeccionado. Martina había leído en
el libro justo antes de irse a dormir. Por eso no podía haberse llevado su
libro querido fuera de la casa. "A lo mejor, papá ha visto algo al
respecto". La mamá
telefoneó: "Por favor con el Señor...
Dime, Carlos, ¿acaso has visto el libro de historietas de primera
comunión de Martina?" - "¿Lo llevaste en tu maletín? ¿Lo has leído
durante la noche? ¿Te lo has llevado
para el almuerzo? ¿Que es más interesante que las revistas técnicas? Bien, que
disfrutes".
Por un
momento la señora se quedó sentada sin poder decir algo: "Carlos lee el
libro de historietas de primera comunión de Martina, ¿hábrase visto? Y se lo
lleva. Y declara: ahora comprendo mucho mejor. Y además me gusta más que las
revistas técnicas". Luego la señora dice: "La próxima persona que
leerá el libro seré yo. Yo también quiero comprender las cosas. Martina siempre
hace muchas preguntas". Theodor Schnitzler Tercera Carta Queridos
Catequistas y Profesores. Queridos Hermanos Sacerdotes.
"La
red de oro de la Iglesia". Así llamaba la liturgia el Abad Fernando
Cabrol. Extienda esta red de oro. Tendrá una gran "pesca" entre sus
niños. ¿Cómo echar la red cuando no hay en el centro una red de hilos grises, anudados y primorosamente tejidos? Este tejido gris forma parte de la red. En caso contrario no funciona. También "la red de oro de la liturgia" funciona por medio de su red. Red, eso es lo que retiene, lo que captura, de lo cual uno no puede liberarse. Como una red de oro de la liturgia se nos ofrece la "historieta", no la historia sino la anécdota, el relato, el recuento de hechos, la leyenda, la historieta.
En esta red es capturada la atención de la gente joven y de edad. Aquí la red de oro alcanza su fuerza. Todos los predicadores y toda comunidad, todo "niño de primera comunión", todo auxiliar de primera comunión sabe de ello, que puede recoger la distracción, que desaparece todo aburrimiento cuando uno comienza diciendo: "Hace doce años sucedió en...."
Hilos
grises para esta red se ofrecen en este
libro con sus historietas. Hay que contarlas, compartirlas desde el corazón.
Para ello es necesario poseerlas, adquirirlas por la lectura y la propia
meditación. La enseñanza eucarística, la preparación a la primera comunión le
llevará a usted y a los suyos una nueva alegría. Theodor Schnitzler |