TESTIMONIO de David y Silvia: Todos los Hijos han nacido por cesárea
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“Bebe mi sangre y darás mi sangre”
Mi nombre es Silvia, tengo 45 años, casada con David de 46 años; este
testimonio lo he escrito pensando en tantos matrimonios que tienen miedo a
traer hijos al mundo por cesárea, y que también tienen miedo a la
precariedad.
“Nadie enciende una lámpara y la esconde tras el celemín” (Lc 11,33).
Yo soy una mujer muy enfermiza, desde la edad de 5 años tengo asma y también
soy muy débil y miedosa, cobarde ante la sangre. Fui criada en medio de una
familia constituida con padres y hermanos, que a pesar de la precariedad
velaron por mí en medio de mis enfermedades. Nunca creí casarme, porque
pensaba que no podría, por lo mismo de mis limitaciones debido a mi
enfermedad, pero si me gustaban mucho los estudios, la ciencia, tenía muchos
anhelos de ser una ingeniera, y así sacar de la pobreza a mis padres, cosa
que no fue posible.
Me casé con David el 22 de diciembre de 1979, tras un corto noviazgo, muy
enamorados, David era músico (charanguista) y también trabajaba en una
cooperativa cuando lo conocí.
Mi deseo era tener solo 2 hijos, porque así me lo inculcaban las catequesis
del mundo, el egoísmo y la vanidad (el culto al cuerpo). David pensaba lo
mismo por amor al dinero, tenia muchos planes de grandeza, la casa amplia,
en fin todo lo que el mundo ofrecía.
Pero Dios tenía otros planes para nosotros. Mis primeros 7 años de
matrimonio fueron muy difíciles, por la incompatibilidad de caracteres y los
celos extremos de mi esposo. Esto me llevó a quererme suicidar en varias
ocasiones, o divorciarme porque no soportaba la relación. Yo también soy muy
rebelde, orgullosa, soberbia, con una mentalidad feminista.
Es ahí donde el Señor nos cogió, en medio de pleitos, golpes, de los celos y
mis crisis asmáticas tan fuertes que me internaban en el hospital por días.
Nos anunciaron las catequesis del Camino Neocatecumenal en la parroquia
Santa María de Jesús (Comas). David fue solo al comienzo, porque yo pensaba
que él era el problema, Yo me sentía una víctima. Pues, me sombró la actitud
de mi esposo, porque él no creía en Dios. Antes había sido integrante del
Partido Comunista del Perú.
Verdaderamente Dios tiene misericordia: “Dijo Dios: Bien vista tengo la
aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de
sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de
la mano de los egipcios, y para subirle de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Ex. 3,7-8).
Cuando comenzamos el camino, ya teníamos 2 hijos: Silvia Jhoanna (6 años) y
David Antonio (3 años). Ambos habían nacido por cesárea debido a las
complicaciones que tuve en ambos embarazos. Vimos el poder de la palabra de
Dios que venía en nuestra ayuda frente al temor a la muerte. Me quité la “T
de Cobre” para abrirnos a la vida. Al poco tiempo quedé embarazada. Fue
estupendo esperar este hijo, fruto de la predicación. Nació el 5 de Octubre
de 1987, y le pusimos por nombre Israel ("Fuerte con Dios"), y se cogió tan
fuerte de Dios que se lo llevó al cielo al mes y 24 días de nacido. Este
acontecimiento marcó mucho nuestra vida, pues vimos que no estábamos solos,
los hermanos de comunidad hicieron comunión con nosotros. Teníamos muchos
planes para este hijo, queríamos que fuese sacerdote y desde que nació lo
ofrecimos para su servicio, y el Señor nos tomó la intención y hoy está en
el cielo.
La ciencia nos atemorizaba. Dijeron que después de la 3ª. cesárea el riesgo
sería la muerte. Pero Dios, que es dueño de la vida, permitió que quedara
embarazada a los 5 meses “para confundir a sabios e inteligentes”. Fue un
tiempo de lucha porque el demonio nos llevaba a la tristeza con el miedo a
la muerte, pero el Señor nos auxiliaba a través de la comunidad, los
sacerdotes y el párroco que nos animaban mucho.
Hay una palabra que me acompañó todo el tiempo, “Si el grano de trigo no cae
en tierra y muere, no da fruto”. Este 4º hijo nació el 27 de Diciembre de
1988. Le pusimos por nombre Jesús Israel, porque al nacer se infectó y lo
inyectaron en los brazos y hasta en la cabeza. Estuvo sujeto a unas
tablillas por 10 días, era un Cristo. Su nacimiento vino a traernos muchas
alegrías, pero también muchísimos sustos. Es que estábamos traumados por la
muerte de Israel. Sin embargo, ahora sé que todos los acontecimientos Dios
los permitió para fortalecernos en la fe y para ir construyendo nuestro
matrimonio. Fueron tiempos en que el señor me esperaba otra vez en la cruz.
Mi esposo me confesó su adulterio. Me sentí morir, el odio, rabia, deseos de
venganza, ojo por ojo me rondaba por la mente. Fueron meses de muchos
sufrimientos, pero Dios me concedió la gracia de perdonarlo y de madurar en
la fe dentro del matrimonio.
Nuestro 5º hijo nació el 14 de julio de 1990, José Moisés, por dos cosas muy
marcadas. José (“Dios provee”) porque nació en un tiempo de mucha
precariedad en casa y en todo el país producto de un shock económico. La
moneda se devaluó tremendamente, no había trabajo. Era desesperante la
situación porque el doctor de confianza del hospital salió de vacaciones y
no me podía operar, pero nos dio la posibilidad de operarme en una clínica,
cosa que no estaba a nuestro alcance. Pero Dios provee, faltando 20 días
para la operación, cuando todo parecía imposible - a pesar del esfuerzo de
mi esposo, que empezó a vender muchas cosas de la casa -, llegó a casa un
amigo músico de David que regresaba de Suecia para grabar varios discos. Mi
esposo ama tanto la música que hubiera grabado gratis, pero Dios proveyó
abundantemente. Su 2º nombre es Moisés (“Salvado de las aguas de la
muerte”), porque se salvó de un mar de adherencias que había en el útero al
momento de la operación.
En todo este tiempo del camino, la Virgen María me ha dado fortaleza.
“Maria, bendita María, tú, has creído en la palabra del Señor,... el niño ha
exultado de gozo”. Le pedí a la Virgen nos concediera una hija y Dios
accedió a nuestro pedido.
Llegó María Judit el 29 de febrero de 1992, una hermosa niña, afirmaban los
cirujanos. El tiempo de gestación y después de su nacimiento, fueron tiempos
de fuerte persecución de parte de los médicos y enfermeras que decían que me
iba a morir. Tuvimos que defendernos muy valientemente, cosa que Dios nos
ayudó gracias a las oraciones de la comunidad.; “Hermano que ayuda a su
hermano es plaza fuerte”.
Después de nacer María se desencadenó un combate dentro de mí. Tuve muchas
ganas de ligarme las trompas o usar algún método anticonceptivo (abortivo).
Pero “clamé al Señor en mi angustia y el me ayudó.” ¿Quién era yo para
mutilar este laboratorio de la vida, que Dios había creado? ¿Quién era yo
para cortar la historia de salvación que ha hecho conmigo? Dios había
tatuado, inscrito en mi ser la maternidad, a pesar de mis miedos,
sufrimientos. Cada hijo que nacía era para mí un exultar, era cantar con la
Virgen María el Magnificat.
Habla David: Para mi también estos nacimientos por cesárea han sido una
lucha contra el dedo acusador del Satán, que me repetía que yo quería matar
a mi esposa; pero la victoria ha sido de Jesucristo a través de la oración,
con la actitud de la Virgen María al pie de la cruz; así me sentía yo
esperando junto al quirófano rezando, pidiéndole al Señor que mi esposa no
dudara del amor de Dios, por mis hijos y por mí, para aceptar su voluntad y
entrar en la historia .
Sigue Silvia: En la 7ª. cesárea llegó Isaac Benjamín (“Hijo de mi dolor”) el
05 de febrero de 1994, en medio de una estupenda comunión en nuestro
matrimonio. David me ayudaba mucho en casa, también los hijos contribuían en
las labores de casa, porque ya no teníamos una empleada. David ya había
dejado la música hace mucho tiempo. Se dedicaba a un trabajo manual y rudo
(cerrajería) muriendo a sí mismo, porque la música lo había extraviado en
una vida bohemia (borracheras, mujeres, ausencia en casa).
Le pusimos el nombre de Isaac, porque me reí de mi dolor. Esta operación fue
muy difícil. La anestesia no me hizo mucho efecto y a mitad de la operación
ya sentía los dolores, y no podían aplicarme otra anestesia porque
perjudicaba al bebé, y preferí soportar los dolores. Los cirujanos tuvieron
que operar rápidamente, por el temor a un ataque cardiaco. El Señor me ayudó
al experimentar en mi cuerpo los cortes y las punzadas que él los soportó en
la cruz. Por momentos se me venía a la memoria la celebración de la
Eucaristía y las palabras: “Esta es la sangre de mi alianza que va a ser
derramada por muchos”. Solo pudo ser Dios que no solo derramó, sino que me
dio a beber su sangre. Es por eso que al comienzo están estas palabras.
Después nació el 8 de Agosto 1996 Jhonatan Elías (“El amigo fiel”) y así es
este hijo, muy noble, risueño, muy hábil e inteligente.
El 19 de Octubre 1999 nació Annitaní (“Tú me has respondido”) Nazaret, y el
23 de octubre del 2001 nació Hadaza Jordana (“Mirto del Jordán”). Este
nombre se la pusimos porque ella es una flor sobre las aguas de la muerte.
De la muerte Dios saca vida. Estas dos hijas menores son una alegría
inmensa, dos florerillas en medio de este jardín hermoso de hijos, y le
damos eternas gracias a Dios Padre, por bendecirnos tanto.
En estas últimas cesáreas recibimos al apoyo de un cirujano llamado Moisés,
que fue un ángel enviado por Dios para defendernos contra los ataques de
otros médicos. Querían por todos los medios ligarme las trompas o hacerle la
vasectomía a David. También otro médico muy creyente se interesó en nuestro
caso estuvo haciendo las averiguaciones por medio de algunas conferencias a
favor de la vida.
Nuestro matrimonio es feliz porque Jesucristo está en el centro, en medio de
nuestros caracteres diferentes, en medio también de la precariedad, en medio
de mi enfermedad (asma y osteoporosis). Dios provee para sostener la familia
(alimentación, salud, vestimenta, educación). Es bueno experimentar la
escasez, porque ahí se ve el amor entre hermanos, que comparten lo que
tienen.
Nuestra hija mayor (Jhoanna) ya acabó los estudios de contabilidad en la
universidad, el segundo hijo es violinista de la Orquesta Filarmónica
Juvenil del Perú y se prepara para postular a la universidad para biología.
El resto de los niños estudia en el colegio y la última todavía se queda en
casa. Pero la herencia más grande que les puedo dejar es la comunidad. Hasta
ahora los tres mayores ya están en su comunidad y los demás esperan
impacientemente tener su propia comunidad. Todos los hijos que Dios nos ha
dado se los hemos ofrecido a Dios para su servicio y tenemos la esperanza
que el Señor de ellos nos conceda un presbítero, pero sobre todo esperando
que se haga su voluntad sobre cada uno de ellos.
Hermanos, les pedimos que recen por nosotros que somos débiles y pecadores,
para que el Señor nos conceda siempre entrar en el Altar de la Historia, en
la cruz de cada día y, si Dios nos concede vida, en diciembre celebraremos
nuestras bodas de plata.
“Bendito sea el Señor”.
En el año del Señor 2004
Tus hermanos en Cristo
David y Silvia.